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SUPLEMENTO CULTURAL No. 34 - 23 DE ENERO DE 2012 - AÑO 1 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Edouard Manet nació en París un día como hoy, 23 de enero, pero de 1832. Pese a que ha sido considerado como uno de los padres del impresion- ismo, nunca fue un impresionista en el sentido estricto de la palabra. Coincidentemente, Manet realizó una serie de dibujos para ilustrar “El cuervo” de Edgar Allan Poe (nacido el 19 de enero de 1809), que se incluye en las páginas centrales de este número. El cuento fue publicado por primera vez en invierno, el 29 de enero de 1845, en el New York Mirror; cuando Allan Poe contaba entonces 36 años y trataba de sobrevivir como podía a la miseria. Autor: Edouard Manet; título: El Guitarrista español; técnica: óleo/ tela; medidas: 147.3 x 114.3 cm.; ubicación: Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

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La Gualdra No. 34, lunes 23 de enero de 2012

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Page 1: La Gualdra No. 34, lunes 23 de enero de 2012

SUPLEMENTO CULTURAL No. 34 - 23 DE ENERO DE 2012 - AÑO 1 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Edouard Manet nació en París un día como hoy, 23 de enero, pero de 1832. Pese a que ha sido considerado como uno de los padres del impresion-ismo, nunca fue un impresionista en el sentido estricto de la palabra. Coincidentemente, Manet realizó una serie de dibujos para ilustrar “El cuervo” de Edgar Allan Poe (nacido el 19 de enero de 1809), que se incluye en las páginas centrales de este número. El cuento fue publicado por primera vez en invierno, el 29 de enero de 1845, en el New York Mirror; cuando Allan Poe contaba entonces 36 años y trataba de sobrevivir como podía a la miseria.

Autor: Edouard Manet; título: El Guitarrista español; técnica: óleo/ tela; medidas: 147.3 x 114.3 cm.; ubicación: Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

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I.Edouard Manet nació un día como hoy, pero de 1832, por este motivo incluimos en portada una imagen de su autoría, en homenaje a quien fuera uno de los pinto-res más controversiales de la época del im-presionismo. En este número, incluimos también en páginas centrales, “El cuervo”, poema de Edgar Allan Poe (artista nacido también en enero). Coincidentemente, Edouard Manet realizó una serie de dibu-jos para ilustrar este cuento que fuera pu-blicado por primera vez un mes de enero, pero de 1845; los dibujos son incluidos en páginas centrales. Para saber un poco más sobre Manet, a continuación incluimos una breve semblanza biográfica:Edouard Manet, pintor francés, cuyo traba-jo inspiró el estilo impresionista, pero que rehusó identificar su trabajo con este mo-vimiento. El largo alcance de su influencia en la pintura francesa y en el desarrollo del arte moderno en general se debió a su for-ma de retratar la vida cotidiana, a su utili-zación de amplias y simples áreas de color y a su técnica de pincelada vívida. Manet nació en París el 23 de enero de 1832, hijo de un alto funcionario del gobierno. Para no estudiar derecho, tal y como deseaba su padre, intentó hacer la carrera de marino, aunque no superó las pruebas de ingre-so. Después, estudió en París con el pintor académico francés Thomas Couture y visi-tó Alemania, los Países Bajos e Italia para estudiar la pintura de los viejos maestros. La obra de Frans Hals, Diego Velázquez y Francisco de Goya fueron las principales influencias en su arte. Manet empezó pin-tando temas de género, como mendigos, pícaros, personajes de café y escenas tauri-nas españolas. Adoptó una atrevida técnica de pincelada directa en su tratamiento de los temas realistas. En 1863 su famoso La merienda campestre (Musée Orsay, París) fue exhibido en el Salón de los Rechazados, una nueva sala de exposiciones abierta por Napoleón III accediendo a las protestas de los artistas rechazados en el Salón Oficial. El lienzo de Manet que representaba una mujer totalmente desnuda acompañada de dos hombres completamente vestidos atrajo inmediatamente la atención general, pero fue atacado con dureza por los críticos. Aclamado como líder por los pintores jó-venes, Manet se convirtió en figura central de la disputa entre el arte académico y el arte rebelde de su tiempo. En 1864 el Salón Oficial aceptó dos obras suyas, y en 1865 expuso su Olimpia (1863, Musée Orsay), desnudo basado en una Venus de Tiziano, que levantó una tormenta de protestas den-tro de los círculos académicos dado su rea-lismo poco ortodoxo. En 1866 el novelista francés Émile Zola, que defendía el arte de Monet en el periódico Fígaro, se hizo buen amigo del pintor. Pronto se le unió el joven

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

Rosas calladaspor Gabriel Luévano Gurrola

En las cimas de la agonía y el éxtasispor Nelson Guzmán

Viajar a Los Ángeles sin tomar el solpor Edgar A. G. Encina

El cuervode Edgar Allan Poe

Castillo de sal si puedespor Andrea Sampedro

Las historietas y la formación lectorapor Eduardo Campech Miranda

De lo que se vio en Cannes 2011por Antonio Villarreal

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

Poema de las 22 horas y 36 minutospor Roberto Galaviz

Consuelopor Pilar Alba

Al filo de los bastidorespor Ricardo Wong López

Año Nuevo en NYpor Iván Martínez

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grupo de pintores impresionistas, Edgar De-gas, Claude Monet, Auguste Renoir, Alfred Sisley y Camille Pissarro. Su maestría no fue reconocida hasta una edad avanzada. En 1882 una de sus mejores obras, El bar del Folies-Bergére (Courtauld Institute Ga-lleries, Londres), fue expuesta en el Salón, y un viejo amigo, el ministro de bellas artes, consiguió para el artista la Legión de Ho-nor. También en 1882 pintó La amazona de frente (Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid), lienzo inacabado, que muestra la firmeza de construcción del pintor y su tendencia o contraponer grandes masas de color claras y oscuras. Manet murió en Pa-rís el 30 de abril de 1883. Dejó, aparte de muchas acuarelas y pasteles, 420 óleos. (El poder de la palabra http://www.epdlp.com) De estos óleos, le presentamos a usted en portada El guitarrista español, y lo invita-mos para que consulte esta página donde podrá encontrar más de sus obras en una excelente resolución.

II.No quiero dejar de mencionar un asun-to de vital importancia en nuestros días. Como usted estará enterado, nuestros her-manos tarahumaras necesitan de nuestro apoyo –que no de nuestra limosna-; ago-biados por la terrible sequía de los últimos meses, adultos, ancianos y niños padecen hambre. Miles de niños están desnutri-dos –sí, como en muchas otras partes de nuestro país- y comen cuando tienen, una vez al día sólo pinole. Aunado a esto, tie-nen frío. Ante la incapacidad del Estado mexicano por establecer políticas públi-cas adecuadas para atender y solucionar el problema, los habitantes de la Sierra Tarahumara necesitan nuestra ayuda; en Zacatecas se han establecido centros de acopio en el centro histórico: ahí puede usted llevar alimentos enlatados, maíz, frijol, azúcar, leche en polvo y ropa en buen estado –no lleve harapos-. Si usted prefiere hacer un donativo en efectivo, en-tonces puede hacer un depósito a la cuenta de la Cruz Roja Mexicana, en Bancomer: 0404040406. Y así, mientras gobierno fe-deral gasta 1,035 millones de pesos en la horrenda Estela de Luz –monumento conmemorativo de la Independencia y el Centenario de la Revolución-, nuevamen-te somos los mexicanos, los ciudadanos como usted y como yo, quienes tenemos que solidarizarnos con quienes más lo ne-cesitan. Ya vienen las elecciones, estimado lector; ojalá que el análisis puntual de ésta y otra situaciones nos ayude a decidir con responsabilidad por quién vamos a votar el próximo mes de julio.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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23 DE ENERO DE 2012

Por Gabriel Luévano GurrolaRosas calladas

Se contaba en el barrio una historia sencilla, por lo rápida y sobradamente conocida. Niego los derechos de autor, dado la existencia de la anécdota en casi todas las proyecciones del amor idealizado, acompañantes de cada ser que se aprecie de soñar despierto. Pero sí sostengo la dificultad de ha-llarla, dentro de la brutal colisión de frustraciones que se vuelven diarias y agotadoras. Hubo dos ancianos, en su tiempo recientes, con la esperanza in-tacta de los adolescentes, unida bajo el yugo impertérrito del matrimonio. No importa la edad, digamos, veinte él, dieciocho ella, y miles el cielo. Por-que el cielo también fue protagonista de la historia, en su cúpula eterna de azul, viéndolos crecer, al compás del silencio, el otro actor. Pasaron los años y cada vez se hablaban menos. Esto, sabido por to-dos, era un recordatorio de la mesura natural del cuerpo, la boca, las manos, el pensamiento. Amparados por el velo silente de las ensoñaciones vapuleadas, llegaron a la senectud en la mayor tran-quilidad posible. Vivieron sin hablarse, aunque se les admiraba desde los za-guanes abiertos (aún podían abrirse a la vista pública), donde dejaban su imperceptible rastro de música telú-rica, cuando pasaban todas las tardes, cogidos de las manos, cruzando apenas miradas discretas, sapientes. Hasta que murió la señora y el señor durmió sólo después de dé-cadas hilvanadas por una conciencia fresca y vigorosa, de que existía, detrás de ese silencio, una voz exhortándolos

a seguir vivos. En verdad, enamorados durante larga vida, habían alcanzado esa relación, que sólo se ve entre las primeras flores y la tierra milenaria. A los pocos días se fue él, como era de esperarse y, su presencia quedó en el discurso admirado de sus conocidos. Es verdad que no se ve muy seguido esta historia, aunque todos hemos oído hablar de ella en alguna ocasión, o lo que es más fácil, leerla en cierto libro entrañable. La anécdota se presta cla-ra, para los rapaces a sueldo de los grandes explotadores de cursilería, entiéndase, las televisoras mercena-rias, el cine aburrido, el chantaje de cada día. Sin embargo, la reprobación inmediata ante semejante muestra de amor sempiterno es sólo cuestión de enfoque. El hombre tiende a ideali-zar, cosa que, si bien necesaria, pue-de volverse un verdadero incordio. Es cierto, el choque de la realidad llega a tornarse muchas veces infranqueable. Mas, la veracidad que sostengo carga el relato (y asumo la responsabilidad moral) ejemplifica o justifica esa otra idealización que se desprende de la mera ilusión malsana o el gregarismo mediático; una idealización que es po-sible, gracias a la verosimilitud, enga-lanada quizá, pero presente. Todo esto me vino a la mente al releer un cuento de García Márquez (1927), incluido en Ojos de perro azul, y que figura entre las primeras narra-ciones del laureado autor colombiano. Hablo de “Alguien desordena estas rosas” (1952), una saludable eviden-cia de que Gabo es más que Cien Años

de Soledad (uno de los libros más in-fluyentes sin lugar a dudas del siglo veinte). Aquí la trama de los eternos acompañantes se nos presenta, tami-zado por el inconfundible estilo del colombiano, a la manera de insepara-ble tejido entre vida y muerte. Un niño muere (esto es mera ubicación casi personal), como se verá al avanzar la lectura y habita la casa donde creció, solitario, pero crecien-do, como lo hacen los vivos. Empol-vado y lúcido, un día ve llegar a una mujer, otrora compañera de él, que regresa, tras largos años, a instalarle un altar, y dedicarse al cultivo de ro-sas, en la misma casa, escenario de su juventud ya perdida. El relato se da a guisa de monólogo, en el que el perso-naje, ya muerto, describe sus empeños en llevar rosas a su tumba, en el cam-posanto cercano a la casa, empresa frustrada siempre por la vigilia de su compañera, que ha regresado a revivir sus recuerdos, sin saber que alguien la mira desde un rincón. El final, que dejo al interés general, devela una re-conciliación última, de dos vidas que se unirán bajo las sombras maravilla-das del descubrimiento. Ahora bien, el lenguaje em-pleado por García Márquez, ubicable en sus demás obras, es un choque inmediato contra las garrulerías que pueblan el despiporre enfermizo de nuestras sociedades actuales, empeci-nadas en entregarse a los juegos de la mediación tecnológica, que no hacen simplemente más que añadir ruido, no voces. La mecánica de los grandes comunicadores, la televisión, el inter-

net, se han encargado de inficionar el habla y por ende, el pensamiento, anulando la diversidad y el brillo del lenguaje. La literatura, salva la sonori-dad y el poder evocativo de la palabra. En las obras de García Már-quez se puede percibir esa otra voz, telón de fondo de las fantásticas na-rraciones, que es el silencio. Precisa-mente uno de los pasajes que más re-cuerdo de Cien años de Soledad es el que cuenta el amorío final entre Ama-ranta Úrsula y su sobrino Aureliano Babilonia, sentados en el patio de la casa en ruinas, viendo el atardecer, sin decirse una sola palabra. No me cabe la menor duda, una de las metas del hombre post mo-derno es buscar el silencio, rescatarlo de esta tierra de ruidos, volverlo ne-cesidad imperante, pues en no pocas ocasiones, la desesperanza es fruto de la ausencia de reflexión ante las nece-sidades que nos acongojan. A veces creo, que no necesito nada, porque nunca he tenido nada, salvo mi muer-te, que crece conmigo como una flor, que recogeré en el preciso instante en que deje de respirar. Por eso leo, porque la literatura nos dice que aún necesitamos del otro para crecer. El amor, no necesita palabras de sobra. Me gusta pensar que el hom-bre de la historia pudo reunirse con su mujer. O mejor, que ella regresó por él y que, tomados de la mano, se perdieron en uno de los senderos del tiempo. A quien piense lo contrario, se lo agradezco. Me gustaría, si algún día me es permitido, dejar de vivir con tantas ilusiones.

Salvador Dalí, Rosa meditativa Salvador Dalí, Enigma de la rosa

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LA GUALDRA NO. 34

Por Nelson Guzmán

En las cimas de la agoníay el éxtasis

A decir verdad, nada nos impide la permanente contemplación de lo iluso-rio; nada, excepto las necedades de una vida condenada a construir con las rui-nas del tiempo un sentido a la presencia fugaz que encarnamos. Si todo lo que en realidad no es sino el instante que escapa a la duración, entonces aquello a lo que llamamos pasado y futuro sólo tienen presencia en la cresta de las olas del presente, que al desvanecer su es-puma sobre la arena remedan el siseo del agua sobre el fuego. La fluctuación constante del tiempo nos empuja a ob-servar en cada movimiento de nues-tros ojos la inexorable caducidad de los instantes. Para que algo tenga sentido debe transcurrir, encadenarse en una sucesión que le brinde cohesión. Pero los eslabones sólo se reúnen en el mo-mento actual en el que el pasado urde su sentido mediante los caprichos de la memoria y el futuro en su quimera de ensueños. Pero en su irreductible condición de partícula, nada se puede decir de o en el instante. Ni siquiera las sílabas que pronuncian el presente prescinden del tiempo. Pues cuando se dice el final de una palabra, su princi-

pio ha terminado. Volver al instante es dar la espalda al tiempo, desarticular los instantes que hemos unidos con los hierros de la ilusión. Nuestra propia existencia está signada por la arrebatadora pre-cariedad de lo pasajero. La carne que nos envuelve es a la vez llama y mor-taja. Sólo quien se permite atisbar el incesante horror de llevar a cuestas su propia osamenta (y nadie se ha ex-cluido de ello, lo sepa o no), de tomar nota de que una vez que cese toda su agitación, el cuerpo que se lleva y que se es (ese envoltorio perenne de abso-luto y de delicias), será colocado en su morada fúnebre para no tocar jamás la luz; sólo quien ha mirado la fragi-lidad de sus manos, prefigurando la rigidez que algún día se apoderará de ellas, puede comprender el elemento fugaz que tiene como principio, para abrazar con alegría macabra su propia condición efímera. Para alcanzar la cima del escepticismo, resulta muy útil sospe-char el vértigo del tiempo frente a esas otras cimas que la geología ha diseña-do y que nos obligan a elevar nuestra

mirada para atisbar, aunque sea con la violencia de la imaginación, cómo las montañas también son movimiento. Con su semblante aparen-temente inmóvil, la montaña parece eludir toda creación y destrucción. Mirando la quietud pétrea de sus con-torsiones, el tiempo parece eludir su laboriosidad, suspender su cauce y su declive para detenerse a contemplar las distancias. De este modo el tiem-po en las montañas presenta solemne sus respetos frente al espacio. Con-templando la lejanía el tiempo parece estrecharse, como si se vistiera con ropajes de una talla mayor que lo dis-minuyen. Si nuestra percepción del mundo es la confluencia y proporción del tiempo y del espacio, se entiende porque los amplios horizontes infun-den en el aliento el aroma de la eter-nidad. Por eso, más que las bibliotecas escolásticas, Nicolás de Cusa inspiro su teoría del infinito en De docta ig-norantia tras haber conocido por pri-mera vez el mar; por eso es que entre paredes uno siempre se siente cogido en una trampa. Contrariamente a lo

que habitualmente pensamos, no se es prisionero del espacio estrecho de una celda o la ciudad, sino de las horas que tejen el entramado del tedio. Pues nuestra alma es el sudario que se teje con los hilos del tiempo. Aún cuando nada suceda en ellas, las montañas no conocen el tedio, aunque podamos por nuestra naturaleza diminutiva y cargados con las cadenas de nuestras inquietudes íntimas que arrastramos hacia todas las comarcas (como el enano que ha-blaba al oído a Zaratustra), confundir el tedio con la inmovilidad. Pero la inmovilidad de la montaña sólo es una cuestión de pers-pectiva. La montaña vive y se mueve, habla y se lamenta. Quizás sus voces son tan graves y sus sílabas tan lentas que suenan como crujidos que nues-tros oídos no escuchan, como la ar-monía de las estrellas de Pitágoras. Sus voces de rueda lenta probablemente sí escuche la serpiente, ese animal telúri-co que decoraba las faldas o los brazos de las diosas antiguas y que, femeninas como el cuerpo fálico de una mujer, encarnó después la imagen del pecado. Basta mirar ciertas piedras para ver en ellas el flujo que las arrastra: sedimentos y flujos volcánicos, crista-les. Superior a los estremecimientos de la vida orgánica, la vida de las rocas es aún más dinámica. Por eso Giordano Bruno concebía a la tierra como un animal en La cena de las cenizas. Las cimas escarpadas expo-nen los huesos dislocados de la tierra. Con cierto aire de incomodi dad subli-me, la tierra en las montañas parece li-berarse del peso que la oprime, empuñar triunfante su puño contra la creación. Cuando contemplamos la vida de las montañas, embebidos en su majestuoso lenguaje, (mezcla de mutismo pétreo y murmullo distante) y cubiertos ya por el frío de la tarde re-cordamos que vivimos; cuando volve-mos sobre nuestra despojada presencia y sobre nuestras más efímeras palpita-ciones comprendemos nuestro carác-ter de episodio y simulacro; cuando encaramados sobre las rocas que como dientes ríen de nuestra irremediable condición de polvo erosionado y en la certidumbre magnánima de la irreali-dad de todo el sentido de las cosas yace en unión carnal con el instante, enton-ces podemos tocar al fin con regocijo el clítoris de lo absoluto.

Juan Carlos Villegas, Tierra cruel, cielo colorado, óleo/tela, 80 x 80 cm., 2009

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23 DE ENERO DE 2012

Los Ángeles Public Library [http://www.lapl.org] se ubica con el número 630 de la West 5th Street. La Biblio-teca Central es dirigida por Giovanna Mannino y alberga, a su vez, la coor-dinación del sistema bibliotecario de California por Cheryl Collins, el cual regula las más de 70 sedes instaladas a largo y ancho del Estado. Si se arriba en auto debe estacionarse en el subte-rráneo de Maguire Properties, donde se hacen descuentos a costos que van de uno a 38 dólares por día; es gratui-to para invitados, residentes y emplea-dos. Si se llega por autobús o en taxi la mejor opción es la entrada princi-pal, que es precedida por una aveni-da, a manera de alameda, de unos 90 metros de largo. Uno de sus soportes técnicos es su fundación [http://www.lflal.org]; hace las veces de multirre-lacional y/o conducto con el que los extranjeros interesados en visitar-consultar el acervo reservado se hace posible, saltando filas burocráticas. La entrada del edificio está precedida por jardines -como le lla-man- resguardados por altas arbolea-das; su diseño arquitectónico lo reali-zó en la década de los 20’s Lawrence Halprin (Brooklyn, N. Y.; 1916-2009) y la asesoría artística fue de Jud Fine (L.A., California; 1944). El exterior es tan atractivo como sus interiores. Fue-ra, el camino encuentra centrado por una piedra en bruto flotando sobre un océano verde-azulado en reposo. Al paso, se topan inscripciones en 19 dis-tintos idiomas y una escalinata final que interrumpe en tres descansos que alegan las palabras «Brig ht», «Lucid», «Clear». El edificio, en general, repre-senta en su exterior un ícono arqui-tectónico que reproduce las maneras del Templo de Salomón con agregados que aluden a la lectura y en su portada lleva inscrito: «Et qvasi cvrsores vitai lampada tradvnt». Los interiores son más fasci-nantes aún. Lo que hace de sala de re-cepciones y el atrio pertenecen a dis-tintos tiempos y fines expresivos. Por ejemplo, la primera está decorada -cú-pula, paredes, arcos y vidrieras- por lo que entendemos como mural rectan-gular que termina circundando el am-biente. El segundo es resguardado por enormes ventanales que asoman a las distintas salas, escalinatas eléctricas y un altísimo techo; en su camino se to-

Por Edgar A. G. Encina

Viajar a Los Ángelessin tomar el sol

pan varias esculturas iluminadas por juegos de transparencias solares con candelabros de dibujo lúdico. Las salas, como en toda biblioteca, son variadas, cómodas, bien atendidas. La atención corre a cargo de profesionales o «de-canos» o «docentes» que son apoyados por personas que ofrecen sus servicios voluntarios. Algunas estancias fueron instaladas con particulares diseños modernos para el reposo, el esparci-miento y/o la seducción de los lectores. Estuve en el lugar para reali-zar una estancia breve, apenas un par de días; la idea era revisar algunos libros-álbumes «incunables» -asiéndo-me del término-, del siglo XIX. -Hasta ahí de eso-. Una de las preseas públi-cas es la «Bookplate Collection», la cual, dice su información general, contiene gráficos e ilustraciones a color y en blanco y negro, que van desde lo for-mal a lo caprichoso [whimsical]. Éstos, son más de mil 300 ex libris elaborados por encargo de personas que deseaban identificar los libros en sus bibliotecas personales a través de una obra de arte única. La colección, a pesar de estar di-gitalizada en casi su totalidad, aún no puede disponerse para su reproduc-ción, pues esperan equipo y material

que calibre y obtenga copias de manu-factura de calidad. Un catálogo, afirma Umber-to Eco en El vértigo de las listas, es un inventario práctico que refiere a ob-jetos comunes existentes en un lugar determinado. Éstos, por necesidad, son lista finita dada por el gusto de la acumulación, abierta a enriquecerse-incrementarse ad infinitum, y su elenco roza la incongruencia, salvo en caso de suma especialización. Las colecciones, de museos y grandes bibliotecas, son voraces, agobiantes por su avidez; ge-neralmente provienen de colecciones privadas que, a su vez, nacieron de la rapiña, del botín de guerra, del dere-cho de conquista, de la acumulación de objetos insignes, del orgullo de in-crementar ese conjunto. Son, grosso modo, listas que acumulan cantidades indecibles de cosas visibles o no y le atribuyen infinidad de propiedades a uno o varios objetos. Todo catálogo, sin variar, nace de la acumulación religiosa de co-sas en un lugar reservado. Al tiempo, con su exclusiva parsimonia, habrá de interesarse por objetos «semióforos», como les ha nombrado Krysztof Po-mian en «Collezione» de Enciclopedia,

Nota al vuelo: Emilio Carrasco es propietario de una enorme colección de ex libiris. Quizá el tiempo para su digitalización y estudio nos –instituciones y ciudadanos- apremie. Tomando el ejemplo de L.A. Public Library, pienso que la Biblioteca Mauricio Magdaleno y/o el Museo Francisco Goitia y/u otros podrían financiar y dar cobijo a la colección, optando por un catálogo electrónico con su soporte físico en alguno de estos sitios.

los cuales son cosas que, dependiente o no de su «valor venal», son signos-significantes, prueba de fe, remitentes de algo; llenos de modos exóticos, son documentos únicos al mundo invisible. Estos «semióforos», reflejo de la acu-mulación, son tesoros, a veces indistin-guibles por el placer estético o la forma dispuesta que requieren de la explica-ción lógica-razonada-argumentada con coherencia. Para el caso de la «Bookplate Collection» la suma de estos ejemplares como «rare books» dicen ya mucho de sí. El estado físico general es saludable, en pocos ejemplos la curaduría rescató trazos que hubieran pasado al olvido de la vista común. El discurso es tan variado que el enlistado sugeriría varias categorías internas que fraccionarían la colección, por ello los puntos en la in-formación general sirve de centro aglu-tinador. Así, los tiempos de creación abarcan las primeras dos décadas del si-glo XX y sus medidas son oscilantes; los discursos se disparan y la finura de los trazos van de marcos simples a historias que remiten a un universo no contado. Falta que decir de la misma, queden es-tas líneas de aperitivo para su historia del arte y la cultura de la escritura.

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LA GUALDRA NO. 34

El cuervoEdgar

Allan PoeUna vez, en una taciturna media noche,mientras meditaba débil y fatigado,sobre un curioso y extraño volumende sabiduría antigua,mientras cabeceaba, soñoliento, de repente algo sonó,como el rumor de alguien llamandosuavemente a la puerta de mi habitación.“Es alguien que viene a visitarme - murmuréy llama a la puerta de mi habitación.Sólo eso, nada más”.

Ah, recuerdo claramente que era en el negro diciembre.Y que cada chispazo de los truenos hacíadanzar en el suelo su espectro.Ardientemente deseaba la aurora;vagamente me proponía extraerde mis libros una distracción para mi tristeza,para mi tristeza para mi Leonor perdida,la rara y radiante joven a quien los ángeles llamaban Leonor,para quien, aquí, nunca más habrá nombre.

Y el incierto y triste crujir de la sedade cada cortinaje de púrpurame estremecía, me llenaba

Ilustraciones de Edouard Manet

de fantásticos temores nunca sentidos,por lo que, a fi n de calmar los latidosde mi corazón, me embelesaba repitiendo:“Será un visitante que quiere entrary llama a la puerta de mi habitación.Algún visitante retrasado que quiere entrary llama a la puerta de mi habitación.Eso debe ser, y nada más”.

De repente, mi alma, se revistió de fuerza;y sin dudar másdije:“Señor, o señora,les pido en verdad perdón;pero lo cierto es que me adormecí yhabéis llamado tan suavementey tan débilmente habéis llamado a la puerta de mi habitaciónque no estaba seguro de haberos oído”. Abrí la puerta.Oscuridad y nada más.

Mirando a través de la sombra, estuve mucho rato maravillado, extrañado dudando, soñando más sueños queningún mortal se habría atrevido a soñar,pero el silencio se rompió

y la quietud no hizo ninguna señal,y la única palabra allí hablada fue la palabra dicha en un susurro “¡Leonor!”.Esto dije susurrando, y el eco respondióen un murmullo la palabra “¡Leonor!”.Simplemente esto y nada más.

Al entrar de nuevo en mi habitación,toda mi alma abrasándose,muy pronto de nuevo, oí una llamadamás fuerte que antes.“Seguramente -dije-, seguramente esalguien en la persiana de mi ventana.Déjame ver, entonces, lo que es,y resolver este misterio;que mi corazón se calme un momentoy averigüe este misterio.¡Es el viento y nada más!”.

Empujé la ventana hacia afuera,cuando, con una gran agitación y movimientos de alasirrumpió un majestuoso cuervode los santos días de antaño.No hizo ninguna reverencia; no se paró ni dudó un momento;pero, con una actitud de Lord o de Lady,

trepó sobre la puerta de mi habitación,encima de un busto de Blas, encima de la puerta de mi habitación.Se posó y nada más.

Entonces aquel pájaro de ébano,induciendo a sonreír mi triste ilusióna causa de la grave y severasolemnidad de su aspecto.“Aunque tu cresta sea lisa y rasa-le dije-, tú no eres un cobarde”.Un torvo espectral y antiguo cuervo,que errando llegas de la orilla de la noche.Dime: “¿Cuál es tu nombre señorialen las orillas plutónicas de la noche? El cuervo dijo: “Nunca más”.

Me maravillé al escuchar aquel desgarbadovolátil expresarse tan claramente,aunque su respuesta tuviera poco sentido y poca oportunidad;porque hay que reconocer que ningún humano o vivientenunca se hubiera preciado de ver un pájaro encima de la puerta de su habitación.Con un nombre como “Nunca más”.

Pero el cuervo, sentado en solitarioen el plácido busto, sólo dijocon aquellas palabras, como si con ellasdesparramara su alma.No dijo entonces nada más, no movió entonces ni una sola pluma.Hasta que yo murmuré: “Otros amigoshan volado ya antes”.

En la madrugada me abandonará, como antes mis esperanzas han volado.Entonces el pájaro dijo: “Nunca más”.

Estremecido por la calma, rota por una réplica tan bien dada,dije: “Sin duda”. Esto que ha dichoes todo su fondo y su bagaje,tomado de cualquier infeliz maestroal que el impío desastresiguió rápido y siguió más rápidohasta que sus acciones fueron un refrán único.

Hasta que los cánticos fúnebres de su esperanza, llevaran la melancólica carga de “Nunca - nunca más”.Pero el cuervo, induciendo todavíami ilusión a sonreír,me impulsó a empujar de súbito una silla de cojines delante del pájaro,del busto y la puerta;entonces, sumergido en el terciopelo,empecé yo mismo a encadenarilusión tras ilusión, pensando

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23 DE ENERO DE 2012

Nació el 19 de enero de 1809, en Bos-ton; fue hijo de Elizabeth Arlold Poe y David Poe, actores ambulantes de teatro, quienes lo dejaron huérfano a los dos años. Edgar Allan fue forjando su carácter a través de varios facto-res importantes que infl uyeron en su desarrollo intelectual: por un lado, la herencia de sus padres tuberculosos signifi có, tal vez, la salud debilitada y la poca resistencia al alcohol que pa-deció durante su vida. No debe olvi-darse cómo debe haberlo marcado el hecho de que desde muy pequeño se quedó huérfano y el saber que vivía de la caridad de sus parientes. Por otro, se debe tener en cuenta la épo-ca que los Estados Unidos vivía y los cambios sociales que le tocaron vivir: la creciente hostilidad entre el sur y el norte de su país, la esclavitud, y las leyendas de horror y misterio que los negros contaban. Edgar Allan Poe fue educa-do por John Allan –de quien toma su apellido-, un acaudalado hombre de negocios de Richmond, dedicado al comercio de tabaco; de 1815 a 1820 vivió con éste y su esposa en el Reino Unido, donde comenzó su educación. A su regreso a Estados Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en cen-tros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 su afi ción al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poe-mas (Tamerlane and Other Poems, 1827). En esa obra se denota una leve inclinación byroniana. La miseria y el hambre lo acompañaron y fue por eso que se enrola en el ejército, cosa que no duró mucho, por lo que tuvo que volver a recurrir a John Allan en busca de ayuda, la cual no le fue concedida y mucho menos después de que murie-ra la esposa de éste, hecho que casi marcó el rompimiento del poeta con sus protectores. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraf, y obtuvo, por infl uencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negli-gencia en el cumplimiento del deber; fue entonces cuando se iniciaría su agitada carrera literaria. En 1832, y después de la publicación de su tercer libro, Poemas (Poems by Edgar Allan Poe, 1831), se desplazó a Baltimore, donde con-trajo matrimonio con su prima Virginia Clem, que contaba sólo catorce años de edad. Por esta época entró como redactor en el periódico Southern Baltimore Messenger, y más tarde en varias revistas en Filadelfi a y Nueva York, ciudad en la que se había insta-lado con su esposa en 1837.Fuentes:http://www.biografi asyvidas.com/biografi a/p/poe.htm y http://www.literareafantastica.com.ar/biopoe.html

Con la muerte de John Allan, el poeta pierde toda esperanza de que su trabajo literario se realiza-ra en condiciones económicas favo-rables. Poe vivió en varias ciudades como en Nueva York, Filadelfi a y Baltimore, en donde trabajó en diver-sas revistas como crítico; tarea que le costó muchas enemistades. Su labor como crítico literario incisivo y a me-nudo escandaloso le granjeó cierta notoriedad, y sus originales aprecia-ciones acerca del cuento y de la na-turaleza de la poesía no dejarían de ganar infl uencia con el tiempo. La larga enfermedad de su esposa – tuberculosis- convirtió su matrimonio en una experiencia amar-ga; cuando ella murió, en 1847, se agravó su tendencia al alcoholismo y al consumo de drogas, según testi-monio de sus contemporáneos. Am-bas fueron, con toda probabilidad, la causa de su muerte. Aún hundido en la desolación, el autor terminó, en 1849, el poema “Eureka”. A punto estuvo de casarse por segunda vez cuando, después de haber celebra-do el inminente acontecimiento con algunos amigos, lo encontraron, mo-ribundo, en una calle de Baltimore. Falleció cuatro días después, el 7 de octubre de 1849. Sus últimas pa-labras fueron “que dios ayude a mi pobre alma”.

La obra de Edgar Allan Poe Según Poe, la máxima expresión lite-raria era la poesía, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Es justamente célebre su extenso poema El cuervo (The Raven, 1845), donde su dominio del ritmo y la sonoridad del verso lle-gan a su máxima expresión. La genialidad y la origi-nalidad de Edgar Allan Poe encuen-tran quizás su mejor expresión en los cuentos, que, según sus propias apreciaciones críticas, son la se-gunda forma literaria, pues permiten una lectura sin interrupciones, y por tanto la unidad de efecto que resulta imposible en la novela. Publicados bajo el título Cuentos de lo grotesco y de lo arabesco (Tales of the Gro-tesque and Arabesque, 1840), aun-que hubo nuevas recopilaciones de narraciones suyas en 1843 y 1845, la mayoría se desarrolla en un am-biente gótico y siniestro, plagado de intervenciones sobrenaturales, y en muchos casos preludian la literatura moderna de terror. Destaca también su única novela Las aventuras de Arthur Gor-don Pym (The Narrative of Arthur Gordon Pym), de crudo realismo y en la que reaparecen numerosos elementos de sus cuentos. La obra de Poe infl uyó notablemente en los simbolistas franceses, en especial en Charles Baudelaire, quien lo dio a conocer en Europa.

Edgar Allan Poe

en lo que aquel siniestro pájaro de antañoquería decir al gemir “Nunca más”.

Me senté, ocupado en averiguarlo,pero sin pronunciar una sílabafrente al ave cuyos fi eros ojos, ahora,quemaban lo más profundo de mi pecho;esto y más conjeturaba, sentado con la cabeza reclinada cómodamente.Tendido en los cojines de terciopeloque refl ejaban la luz de la lámpara.Pero en cuyo terciopelo violeta, refl ejando la luz de la lámpara,ella no se sentará ¡ah, nunca más!

Entonces, creo, el aire se volvió más denso, perfumado por un invisible inciensobrindado por serafi nes cuyas pisadassonaban en el alfombrado.“Miserable -grité-. Tu dios te ha permitido,a través de estos ángeles te ha dado un descanso.Descanso y olvido de las memorias de Leonor.Bebe, oh bebe este buen fi ltro, y olvida esa Leonor perdida.El cuervo dijo: “Nunca más”.

“Profeta -dije- ser maligno, pájaro o demonio, siempre profeta,si el tentador te ha enviado, o la tempestad te ha empujado hacia estas costas,desolado, aunque intrépido, hacia esta desierta tierra encantada,hacia esta casa tan frecuentada por el honor. Dime la verdad, te lo imploro.

¿Hay, hay bálsamo en Galad? ¡Dime,dime, te lo ruego!”.

El cuervo dijo: “Nunca más”.“Profeta -dije-, ser maligno, pájaro o demonio, siempre profeta,por ese cielo que se cierne sobre nosotros, por ese Dios que ambos adoramos,dile a esta pobre alma cargada de angustia, si en el lejano Edénpodré abrazar a una joven santifi cadaa quien los ángeles llaman Leonor,abrazar a una preciosa y radiantedoncella a quien los ángeles llaman Leonor”.El cuervo dijo: “Nunca más”.

“Que esta palabra sea la señal de nuestra separación,pájaro o demonio -gritéincorporándome.¡Vuelve a la tempestad y la ribera plutoniana de la noche!No dejes ni una pluma negra como prendade la mentira que ha dicho tu alma.¡Deja intacta mi soledad! ¡Aparta tu busto de mi puerta!¡Aparta tu pico de mi corazón, aleja tu forma de mi puerta!”.El cuervo dijo: “Nunca más”.

Y el cuervo sin revolotear, todavía posado,todavía posado,en el pálido busto de Palas encima de la puerta de mi habitación,sus ojos teniendo todo el parecidodel demonio en que está soñando,y la luz de la lámpara que le cae encima, proyecta en el suelo su sombra.Y mi alma, de la sombra que yace fl otandoen el suelo no se levantará...¡Nunca más!

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LA GUALDRA NO. 34

Por Eduardo Campech Miranda*

Las historietasy la formación lectora

Estoy por concluir el maravilloso li-bro Historia de la lectura en el mundo occidental, dirigido por Roger Char-tier y Guglielmo Cavallo. En el pe-núltimo ensayo, “Los nuevos lectores del siglo XX” de Martyn Lyons. Entre otras cosas muy interesantes, como la incorporación de más mujeres y ni-ños a las prácticas de lectura, el au-tor hace una exposición de aquellos textos considerados poco valiosos o serios, pero de gran consumo. Tras-ladé esa situación a nuestro tiempo, encontrándome con similitudes y coincidencias dignas de aprovechar-se. Además de dos encuentros que guardan una estrecha vinculación con lo que quiero exponer. En alguna ocasión escuché a alguien decir que las historietas mexicanas no estaban siendo valo-radas en su justa dimensión, ni en su aportación a los incipientes lectores. Por el contrario, son objeto de des-cali� cación y minimización. Títulos como Lágrimas y risas, El libro va-quero, El libro semanal, El libro senti-mental, El libro rojo, Memín Pinguín, Archie, Capulinita, La familia Burrón. A este material podemos agregar re-

En esta ocasión quiero recomen-dar una serie de libros llamada Canción de hielo y fuego (A song of ice and � re) de George R. R. Mar-tin. El primer libro, Juego de tonos, fue publicado en 1996 en Estados Unidos y a � nales del año pasado vio la luz (al � n) en nuestro país. Es una saga de fantasía, que se sitúa en un mundo � cticio medieval, en él las costumbres de la Edad Media, se mezclan con magia y estaciones que duran años. Lo más importante es que Martin logra que te metas en la piel de los personajes; todos so-mos Bran, un pequeño niño con aspiraciones de grandeza; todos somos Arya, una niña impetuosa con espíritu de guerrera; al mismo tiempo somos su hermana San-sa, una ingenua muchachita que cree en un príncipe azul; también somos Jon Nieve, un melancólico chico bastardo que quiere sobre-salir más allá de su familia; somos Daenerys, una princesa exiliada que tiene que tomar decisiones por ella y por su pueblo; al mismo tiempo somos Tyrion, un enano sarcástico que busca probarse que puede ser un gigante. Somos ellos y muchos más, el libro está divido en capítulos que tienen el nombre de distintos personajes y está narrado desde su punto de vista, así com-prendemos lo que va pasando por la mente de todos estos personajes. La saga consta de cinco libros publicados que ya podemos encontrar en internet; en España el quinto libro está por publicar-se y Martin tiene anunciados dos libros más para terminarla. Se las recomiendo además porque es de esos libros que cuando empiezas a leer no puedes soltar y que sus mil y tantas páginas se te van como si fueran cincuenta. Les prometo que no se arrepentirán de leerlos; espero que lo hagan con responsa-bilidad y desenfado.* Si leen el primer libro y no pueden espe-rar (como yo) más tiempo para leer los si-guientes, escríbanme un correo para pasar-les el pdf (abajo la ley SOPA). [email protected]

Por AndreaSampedro

vistas del tipo de Contenido y Selec-ciones, las obras de Marcial Lafuente Estefanía y Corín Tellado. Todas ellas constituyen los acervos de una im-portante generación de mexicanos, en una época donde la circulación del libro era más complicada y costosa. Entonces yo cursaba el pri-mer semestre del Colegio de Bachi-lleres, la maestra Isabel Oliva, junto con el profesor Efraín Gutiérrez de la Isla, habían invitado a Bertha Michel para que nos leyera sus poemas y nos hablara de la lectura. Así lo hizo. Re-� rió que sus inicios en la lectura fue-ron las revistas Selecciones del Reader Digest. De ahí realizó un salto hacia la literatura. Quizá ella no recuerda la anécdota que acabo de mencionar. Pasaron los años y hace un par, nos volvimos a encontrar, ahora colabo-rando ambos desde nuestras institu-ciones en un proyecto de animación cultural (Gira Pirinola, iniciativa de la licenciada Luisa Hernández). Esta semana, tuvimos una entrevista más, con la � nalidad de realizar otro pro-yecto interinstitucional. Acompaña-da de Miguel García, ambos habla-ron de sus lecturas, de su fascinación

por la ciencia � cción y la literatura fantástica. Al día siguiente, conversé con la señora Sandra Jiménez Loera. Madre de tres hijas lectoras. Le pre-gunté ¿cómo le hizo para que sus hijas leyeran? La respuesta fue sen-cilla: les leía por las noches antes de dormir, además de que en su casa siempre hubo una disciplina férrea. Y una buena dotación de los textos mencionados arriba. Ahí también hubo un tránsito gozoso hacia la lite-ratura. En ambos casos, y en el estu-dio de Lyons, la literatura barata, de poca calidad, publicaciones desde-ñadas académicamente, cumplieron una función trascendental en la for-mación de lectores: el ejercicio de la lectura como práctica cotidiana. Hice un ejercicio de memo-ria, un viaje a mi infancia. Me encon-tré leyendo a escondidas El libro se-manal, el sentimental era apto, quizá por ser tan lacrimoso y con mujeres menos sugestivas. Y desde luego, Ca-pulinita, La familia Burrón, Memín Pinguín. Ahora estoy convencido que también esas lecturas me llevaron a la literatura.

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23 DE ENERO DE 2012

Por Antonio Villarreal

De lo que se vio en Cannes 2011

En el Cineclub Universitario con-tinuamos con el ciclo de películas presentadas en el más famoso de los festivales cinematográ� cos, proyec-tando este lunes 23 la película gana-dora a la mejor dirección, “DRIVE”, del danés Nicolas Winding, un � lme de acción al más puro estilo ho-llywoodense, adaptación de la nove-la de James Salis, en la que el prota-gonista es, valga la redundancia, un experto conductor que trabaja por el día como especialista en la industria hollywoodense, pero que también se ofrece como chofer de criminales en la ejecución de sus robos nocturnos, pero todo cambia cuando se enamo-ra de la mujer equivocada. Gus Van Sant, Director de culto, especialista en � lmes que nos cuentan historias relacionadas con la muerte y sobre adolescentes poco corrientes (Elephant, Drugsto-re Cowboy, My Owm prívate Idaho, entre otras) presentó en la sección “Una cierta Mirada” su nueva pelí-cula Restless, con un guión armado a partir de historias cortas del escritor primerizo Jason Lew, la trama gira en torno a dos muchachos solitarios con una especial aunque diferente relación con la muerte, es historia de amor de una joven pareja, una enfer-

Por Mateo EstradaGaviriaMiércoles 18. 10 horas. Tuve reunión de trabajo escolar. En febrero asistiré a un curso de historiografía política mo-derna. El profesor es invitado. Son más de veinte libros para el curso, más un “ensayo publicable”. En marzo, abril y junio debo redactar el avance de tesis. En mayo está programado un semina-rio de investigación… 13 horas. La temperatura permite que en Saint Germain abran la terraza. Desde aquí miro a los adoles-centes que juegan en la cortina de agua de la Plaza Bice. Aunque no dan para una pintura impresionista, me gusta ver. Bebo un delicioso tinto francés. Leo El País del lunes 16 de enero [las notas necrológicas sobre Manuel Fra-ga]. En los textos se muestra respeto al político. El mejor es el de Rosa Monte-ro [“Cuando Fraga daba miedo”]. 23 horas. Terminé de ver Te doy mis ojos [Icíar Bollaín, España, 2003. Aborda la violencia doméstica en una pareja que vive en Toledo]. Uta madre, estoy impresionado. El perso-naje masculino es el que más me do-lió. Es un hombre que no sabe cómo enfrentar el mundo donde el macho no gobierna más, del todo. La chica se medio alivió al convivir con el arte de El entierro del conde de Orgaz [El Greco, 1586]. Le pediré a JC que la mire. ¿Cómo será JC en “su mundo”? ¿Cómo irá su poso? Sábado 21. JC sigue ausente. Adele: Someone like you… Domingo 22. Fui con Rodol-fo al cerro de Las Antenas. El viento y el aire frío son una delicia. “Hoy el sol ha mojado sus cabellos/ en sudor de la tierra; todo el día/ mi piel se ha cocina-do en este vaho que asciende/, como una invocación de primavera” [Susana Francis, Desde la cárcel de mi piel, 2000]. Desayunamos en casa. Él pla-tico con FO de la Pulga y Ronaldo. Ala-baron a Messi. En realidad les entusias-ma hablar de los grupos de fut donde participan sabáticamente. Es su gremio y ritual secular. Por prudente civilidad no opiné. Sólo pregunté que cuál era la diferencia de David Beckham con ellos. Ambos rieron. Pero nada comentaron. Lunes 23. Rodolfo… Miércoles 25. 14 horas: Leí toda la mañana. Un par de tostadas con queso. Siesta. El tren me recuerda que el tiempo transcurre. FO está re-enamorándose de una chica de Jerez. Fueron novios hace años. Intuyo que es reconquista, por-que le compró un Lambrusco (está de moda este tinto). Hace rato le dije que fuera valiente, que la sedujera sólo con la boca… Jueves 26. Ha instancias de FO intenté abrir una página en FB. ¡No, qué pereza!

[email protected]

ma terminal que se enamora de un chico al que le gusta asistir a funera-les. Ambos se encontrarán además con el fantasma de un piloto kamika-ze japonés de la II Guerra Mundial. Esta película pasara el miércoles 25. Tal parece que Lars Von Trier odia a la humanidad, y lo ex-presó en la conferencia de prensa en la que presentó en Cannes su pelícu-la “Melancholia”, motivo por el que fue expulsado del festival; no corrió igual suerte su película, y Kirsten Dunst se llevó el galardón a la mejor actriz, Dunst, a través del personaje que interpreta, también hace mani-� esto ese odio a la humanidad, que será destruida por Melancholia, un planeta que se ha salido de su órbita y se encuentra en trayectoria de co-lisión hacia el nuestro; el argumento que parece extraído de una película de ciencia � cción de los cincuenta, es en realidad la colisión de la relación de dos hermanas que esperan o desean el apocalipsis, mientras los vínculos y las emociones que las atan se van desvaneciendo poco a poco. No se la pierda este viernes 27. El ciclo termina el lunes 30 con Sleeping Beauty, un drama erótico, que marca el debut como directora de la escritora australia-

na Julia Leigh, de la mano con Jane Campion. Es una puesta al día del clásico infantil en una versión para adultos, en el que la heroína no es-pera ser despertada por el beso del príncipe, sino que ésta vende sus en-cantos mientras duerme. No olvides presentar el ejemplar del día de La Jornada Zacatecas o el suplemento La Gualdra, para tu acceso gratuito.

LUN23

MIÉ25

VIE27

LUN30

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LA GUALDRA NO. 34

PROGRAMA DEL 25 AL 29 DE ENERO 2012

Miércoles 25 / 18:00 hrs.EL TOPO

Dir. Alejandro Jodorowsky. México/ 1970/ 125 min.

Sábado 28 / 18:00 hrs.TUVALÚ.

Dir. Veit Helmer.Alemania/ 1999/ 101min.

Sábado 28 / 20:00 hrs.SANTA SANGRE

Dir. Alejandro Jodorowsky. México-Italia/ 1989/ 123 min.

Domingo 29 / 12:00 hrs.TOY STORY

Dir. John Lasseter. EUA/ 1995/ 80 min.

Domingo 29 / 18:00 hrs.

8 ½Dir. Federico Fellini. Italia/ 1963/ 140min.

EXPOSICIÓNTERROR EN CINETECA ZACATECAS

Exposición de carteles.

Miércoles 25 / 20:00 hrs.REQUIEM POR UN SUEÑO

DIR: Darren Aronofsky. EUA/2000/ 102 min.

Jueves 26 / 20:00 hrs.LA MONTAÑA SAGRADA

Dir. Alejandro Jodorowsky. México-EUA/ 1973 / 114 min.

Viernes 27 / 18:00 hrs.PARIS TEXAS

Presenta: Mtro. Jesús Reyes Cordero, Artista plástico.Dir. Wim Wenders. Francia-Alemania/ 1984 / 145 min.

Jueves 26 / 18:00 hrs.EL GRAN CONCIERTO

Dir. Radu Mihaileanu. Francia, Italia, Rumania, Bélgica, Russia/ 2010/ 107 min.

En un Oeste imaginario, el pistolero Topo se enfrenta a una banda de fetichistas, dirigida por un coronel lascivo, que tiene atemorizada a una congregación franciscana. Singular y provocativa película de culto, mezcla de géneros y movimientos culturales. John Lennon dijo de ella que era una obra maestra.

Anton, un joven aprendiz de monitor de natación, mantiene la ilusión de su padre ciego de que la piscina siga intacta y muy concurrida. Anton es un excéntrico solitario que sueña con navegar por los anchos mares rumbo a Tuvalu, sueño que comparte con Eva, joven de 18 años a quien le agrada mucho el ca-rácter especial de Anton. El fallecimiento de su padre en la piscina al caerle un trozo de techo les impide salir al mar con el remolcador de Eva. El culpable de lo sucedido no es otro que Gregor, el hermano de Anton, cuyo objetivo es destruir la piscina, y de paso toda la ciudad, para reemplazarla por una nueva ciudad futurista. Anton tiene difícil la labor de salvar la piscina y mantenerla abierta, pero todo resultaría soportable si al menos se ganara el corazón de Eva.

Cuando era pequeño, Fenix vivía en un circo donde su padre era el dueño (además del lanzador de cuchillos). Su madre, Concha era la sacerdotisa de una iglesia que veneraba como santa a una niña cuyos brazos le fueron arrancados mientras la violaban. La llegada de la mujer tatuada al circo (junto a su hija, la equilibrista sordomuda Alma) y las infi delidades que el padre de Fénix protagoniza en su compañía, junto al derribo de la iglesia de Concha acaban con la paciencia de la mujer, que ataca a su marido y es apuñalada por éste, que se suicida delante de Fénix poco después. Ahora, Fénix es un joven recluído en un psiquiátrico.

Los juguetes de Andy, un niño de 6 años, temen que haya llegado su hora y que un nuevo regalo de cumpleaños les sustituya en el corazón de su dueño. Woody, un vaquero que ha sido hasta ahora el juguete favorito de Andy, trata de tranquilizarlos hasta que aparece Buzz Lightyear, un héroe espacial dotado de todo tipo de avances tecnológicos. Woody es relegado a un segundo plano. Su constante rivalidad se transformará en una gran amistad cuando ambos se pierden en la ciudad sin saber cómo volver a casa.

Después de obtener un éxito rotundo, un director de cine atraviesa una crisis de creatividad e intenta inútilmente hacer una nueva película. En esta situación, empieza a pasar revista a los hechos más importantes de su vida y a recordar a todas las mujeres a las que ha amado.

Colección de José Pérez, artista plástico.Permanencia hasta febrero de 2012.Entrada libre. Cineteca Zacatecas.

Harry (Jared Leto) y su madre (Ellen Burstyn) tienen sueños muy distintos: ella está permanentemente a dieta esperando el día en que pueda participar en su concurso televisivo preferido; la ambición de Harry y su novia Marion (Jennifer Connelly) es hacerse ricos vendiendo droga y utilizar las ganancias para abrir un negocio propio, pero nunca tienen el dinero sufi ciente para ello. A pesar de todo, Harry y Marion no se resignan y harán lo inimaginable para conseguir la vida que anhelan.

Nueve de los políticos e industriales más poderosos del planeta desean obtener la inmortalidad. Un alquimista les habla de la montaña sagrada de la Isla de Lotus, donde habitan nueve seres inmortales. Tiempo atrás también ellos eran mortales pero ahora tienen más de treinta mil años. El alquimista afi r-ma: “algunos hombres unen sus fuerzas para asaltar bancos y robar dinero, nosotros debemos unirnos para atacar la Montaña Sagrada y robar a los hombres sabios el secreto de la inmortalidad”. El Alqui-mista inicia una peregrinación, llevando a cabo numerosos ejercicios espirituales y visitando a muchos maestros hasta que consiguen la sabiduría.

Un hombre que padece de amnesia aparece en el desierto. Acude su hermano, quien lo habría reporta-do como desaparecido años atrás y lo lleva hacia su hogar en Los Ángeles. Se hace amigo de su hijo y lo convence de ir con él en busca de su esposa y madre. Siguiendo una pista dada por la esposa de su hermano, encuentra a su esposa en Houston donde juntos reviven su pasado.

Andreï Filipov era un prodigio: el afamado conductor de la Orquestra Bolshoi, la orquesta más impor-tante en Rusia. Hoy, a la edad de 50 años, continúa trabajando en el Bolshoi, pero haciendo la limpieza. Durante la era comunista, fue despedido en el auge de su fama por rehusarse a deshacerse de todos sus músicos judíos Sionistas y enemigos del Estado. Andreï se hundió en el alcoholismo y la depre-sión. El Director del Bolshoi, le ha venido prometiendo a Andreï un pronto retorno a la dirección de la orquesta, pero sólo se está burlando de él, humillándolo sádicamente. Para él, Andreï es una reliquia del pasado, y le está haciendo un gran favor al mantenerlo como encargado de la limpieza. Un día Andreï encuentra un fax que contiene una invitación para que la orquesta se presente en el Pleyel,en Paris. A Andreï se le viene una descabellada idea: él reunirá a sus viejos amigos, un ecléctico grupo de empobrecidos músicos luchando para ganarse la vida en Moscú trabajando en cualquier tipo de ofi cio. Ellos irán a Paris posando como el Bolshoi.

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23 DE ENERO DE 2012

Por Iván Martínez*

Año Nuevoen

PROGRAMA DEL 25 AL 29 DE ENERO 2012

Ni las luces en Times Square la noche que llegué me hicieron sentir que por fin estaba en Nueva York como cuan-do, al día siguiente, se abría el telón al tiempo que sonaba el primer acorde del espléndido popurrí preparado por Stephen “Spud” Murphy como ober-tura a Priscilla, Queen of the desert – the musical. Individualidades y obse-siones turísticas de lado, Nueva York es el viaje donde se descubre la magia de las artes escénicas. No desaproveché mi primer flirteo con la Gran Manzana, aunque para muchos resulte imperdonable la ausencia museística en el itinerario –tampoco es que muriera de ganas por ver la exposición de Rivera que presenta el MoMA: vi de todo… des-de nuevos clásicos del teatro musical cuyas obvias razones me hicieron llo-riquear y reír en igual medida, como Priscilla o Billy Elliot, hasta soporífe-ros éxitos taquilleros que más hubie-ra valido evitar, como el musical de Spiderman; descubrí a la maravillosa Nino Machaidze –quien por alguna razón no logra enamorar al público como el tenor Lawrence Brownlee, de voz más pequeña- en La Hija del Re-gimiento que Laurent Pelly ha produ-cido para el Met, el Convent Garden y la Wiener Staatsoper; y por supues-to, padecí a los numerosos snobs que llenan la Avery Fischer Hall para los conciertos de la Filarmónica de Nue-va York, y cuya elegancia llevó a inte-rrumpir hace una semana la Novena Sinfonía de Mahler con la marimba de un iPhone. Para hablar de la oferta tea-tral, podría comenzar hablándole de la naturaleza que comparten Priscilla y Billy Elliot: Ambas están basadas en obras originales de cine y tocan te-mas esenciales de la cultura gay; pero más allá de mencionar la entrañable recreación que regala Tony Sheldon de su Bernadette –a quien por algo ha encarnado en las producciones de Australia, Toronto y Broadway-, criti-car a Simon Philips –el director- por no haber sabido resolver teatralmen-te la escena del tacón sobre Priscilla (“Follie! Delirio vano e questo”, La Tra-viata, Verdi; en mediocre grabación) o aplaudir de pie los arreglos “acús-ticos” de Murphy a la atinada colec-ción de éxitos del inconsciente sonoro gay, no queda mucho sobre Priscilla:

funciona su adaptación, es divertida, emotiva y lo mejor de todo, demuestra que el mejor activismo está en el arte. Quisiera optar por men-cionar Spider-man. Turn off the dark junto a Billy Elliot – the musical –que cuando usted lea esto habrá conclui-do temporada en el Imperial Theatre, pero que OCESA ha prometido traer a México este 2012: ambos musicales muy recientes cuya escritura musical estuvo a cargo de dos figuras esencia-les (¿esenciales?) de la música popular de finales del siglo XX: Elton John y Bono, cuyos resultados son totalmen-te opuestos. Las diferencias entre estos musicales no sólo radican en la mú-sica. Mientras Spider-man se basa en una producción de grandes dimensio-nes, en el abuso de recursos teatrales-tecnológicos (y sin ninguna novedad que sorprenda), en el exceso visual; Billy, aunque aprovecha los recursos de su maquinaria teatral, cambia su escenografía en un par de ocasiones y sólo para dejar desnudo el escenario y dar paso a la recreación de un sueño del protagonista y una protesta de los mineros en la historia paralela. Son los elementos escénicos y musicales con los que, para el tea-tro, se resuelve la conjunción de las dos historias –y que en cine resulta lo más natural-, lo que mejor impresión deja al momento de aquilatar el re-sultado de Stephen Daldry al adaptar su propio filme. Musicalmente, tampoco hay punto de comparación. Mientras que Bono apuesta por el ruido y la estri-dencia de letras y números musicales que poco abogan por una unidad esté-tica, Sir Elton John demuestra un refi-nado oficio, conocimiento del género y el delicioso y trabajado uso constan-te de los dos leitmotivs que presenta desde la obertura. Ya sin mencionar el motivo turístico de recibi el 2012 desde Cen-tral Park, para ver la famosa bola de Times Square que cada año baja en el minuto 0, lo que me animó a viajar en tan helada fecha, fueron los conciertos del 30 y 31 de diciembre de la filarmó-nica neoyorkina. Del programa del viernes, me quedo con el Ravel de la segun-da parte, Ma mere l’Oye y La Valse, mucho más vivos y coloridos que la

simpleza de una muy correcta, pero aburrida lectura de la Sinfonía no. 88 de Haydn con que abrió el programa, y sobre todo, que la minúscula voz de la mezzo Anne Sofie von Otter al can-tar seis lieder de Schubert orquestados por Britten y Reger. Fue el 31, con el progra-ma norteamericano preparado para la Gala de fin de año, que realmente pude reconocer el valor de los –toda-vía constantes- debates sobre la perti-nencia de una personalidad como la de Alan Gilbert como su titular, podio que ocupa desde septiembre del 2009. El primer director neoyor-quino en la historia de la orquesta, ha llevado al ensamble a un nivel de perfección técnica que habían perdi-do durante la era de Lorin Maazel. La

cuerda, sobre todo, suena hoy unifica-da, robusta, pero su falta de sensibili-dad –o excesivo cuidado en la técnica-, aunada a la necesidad de la orquesta por hacerse sonar en la difícil acústi-ca de la Avery Fischer, resulta en ver-siones aburridas de incluso obras tan propias como las Danzas sinfónicas del West Side Story de Bernstein y, de no ser por la vibrante presencia de Jean-Yves Thibaudet como solista al piano, de la Rapsodia en azul de Gershwin. Habrá que volver. Repetir Wicked, un musical al que parece en-contrársele nuevas lecturas cada que se presencia. Y escuchar a la orques-ta, con este nivel técnico, pero con un director que se deje llevar más por la interpretación que por la ejecución.

* twitter @i_martz

Iván Martínez. Met, desde el balcón del Avery Fischer

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LA GUALDRA NO. 34 / 23 de enero de 2012

Por Pilar Alba

Por Roberto Galaviz*

Por Ricardo Wong López

ConsueloPoemade las 2 horas y 36 minutos

Al filode los bastidores

Abraham Orozco, Michelle rain, de la serie Pueblos y Soledad, http://bramorozco.500px.com/portfolio

Necesito un consuelo, algunos días más que otros, sobre todo si es domingo porque son sus tar-des tan tristes y ermitañas. Me preocupa, porque casi siempre lo estoy necesitando, aunque en algunas ocasiones con mayor in-sistencia, por ejemplo en noches demasiado calladas y oscuras, tan espeluznantemente negras como ésta, en la que el frío con-gela mis pies y la nariz se pone más roja que una cereza. Cuan-do tiemblo y tirito por lo hela-do de mis huesos. Cuando me siento más sola que la una, más triste que el último pan de la ala-cena que nadie quiere comerse porque no se tiene la pareja para hacer un sándwich. Lo necesito de manera urgente casi desespe-

Cruzo los bastidores. Las tablas cru-jen. Es cierto, mi cuerpo es ligero, casi podría flotar. No hay nada de qué preocuparse —¿Por qué las artes escénicas? Eh… bueno, siempre me ha gustado bailar. ¿Por qué la gente siem-pre hace esas preguntas? Debo tener control sobre mi cuerpo, control sobre mi cuerpo. Eso nunca debí olvidarlo. Eso nunca debo olvidarlo. Eso nunca deberé olvidarlo. Nunca me gustó leer en clave de fa, el piano me parece tris-te, si pudiera elegir escogería el violín. La gente cree que por lucir bellas las zapatillas de punta son de la misma forma confortables. Mis dedos, pun-zantes. ¿Por qué Tchaikovsky y no Stravinsky? —Mamá, las otras niñas de la escuela de ballet no me gustan. Perla, no olvides que tienes práctica a las cinco, haz tu tarea. Pero mamá… Estudiar: aportaciones al ballet moder-no, Agripina Vaganova, profesora rusa de ballet, siglo XX. Mis dedos, punzan-tes, otra vez, no sé si vaya a resistir. Sí niños, me hubieran visto a esa edad, lucía verdaderamente hermosa… Oye mamá Perla, y ¿por qué dejaste el ba-llet? La música ha empezado. ¿Cómo dices que es? Mira se escribe así: L’ Oiseau de feu, le guasó de fo, bueno, el pájaro de fuego. A veces la música puede ser impía. Stravinsky es dema-siado estruendoso. Un buen violinista podría pasar su vida dando conciertos en todo el mundo, formar parte de las mejores orquestas. Sí, los mejores vio-lines son italianos, de los siglos XVII y

XVIII. Sí, yo supe responder cuando preguntaron qué era un luthier. Este crujido me estremece. Un mareo no es del todo extraño en situaciones como ésta. Ya está cerca, ese salto, cada vez más cerca. La historia del pájaro de fuego dice que podría ser una bendi-ción o una maldición para su captor. Sólo soy una más de las trece prince-sas. Estefanía Enríquez interpretará al

pájaro de fuego, por supuesto. Esta debe ser la parte en que el príncipe Iván libera al ave. El salto está cada vez más cerca. No mamá, no quiero ir más a practicar… la música, quisiera que se detuviera. La caída, las tablas, el piano. En realidad me gustaría más estudiar violín, —¿en serio?, pensa-ría que el ballet era tu prioridad, al grado de dejar de ir al cine… ¿Será

una torcedura?, me duele muchísimo. No, no me puedo levantar. —No, no es una torcedura ni una distención, ni tampoco eso de lesión de ligamentos, es una fractura de hueso. Quisiera arro-jar estas zapatillas, detener la música, estrechar el violín, respirar hondo, contener el vértigo, dejar caer el telón. Quisiera estar detrás de los bastidores.

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rada, lo repito: un consuelo; algo que me haga sentir que para algo vale la pena seguir vivo. Respi-rar, inhalar, exhalar o de vez en cuando contener el aliento. Algo que me saque, que me salve de morir ahogada en el vaso de agua de mi tremenda soledad. Y digo algo, no alguien; porque eso está todavía más perro. Pero lo necesito, lo digo una vez más, ahora con vehemencia: Un con-suelo, algo reparador, relajante. Que me quite el frío, eleve a altos niveles mi temperatura, me suba aunque sea un poquito al cielo, me lleve lejos, me levante, me ilumine, me entretenga, me sa-cuda, me reviente… necesito un apoyo, una ayuda, un consuelo o un consolador, ya por lo menos.

EL COLOR de tus venasy tus ojos

de princesa medieval escocesa, eran hasta apenas ayeruna suma de pixeles en hermoso ritmo;

(por la noche, la única luz en mi cuarto desde mi Ipod)

Hoy, que junto a mi despiertas y

tu vestido rojo y tú

están a mi lado y

por la tarde muerdes tus uñas en el parque

(y eres a la vez mordida por las hormigas)

Me digo a mí mismo: qué falta de respeto

tenerte tan cerca, tan hermosa

y perder mi tiempo escribiendo un mal poema

qué falta de respetode verdad,

perder dos minutos de la eternidad, mientras puedo

todavía a b r a z a r t e.

Mejor léase mientras se escucha: El lado oscuro/Jarabe de Palo