la gualdra no 19, lunes 10 de octubre de 2011

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“Yo siempre quiero retratar el alma de la gente, observo no sólo el rostro, quiero ver más allá de lo inmediato… la fotografía creativa no está peleada con el fotoperiodismo. Me gusta ver, yo siempre regreso a Zacatecas para ver el cielo, a veces me da hasta miedo voltear arriba; el azul del cielo zacatecano es único. No es chauvinismo, la luz de la tarde en cualquier lugar de Zacatecas, el olor de la tierra mojada, me hacen llorar”. Pedro Valtierra Pág. 6 y 7

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La Gualdra No 19, lunes 10 de octubre de 2011

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Page 1: La Gualdra No 19, lunes 10 de octubre de 2011

“Yo siempre quiero retratar el alma de la gente, observo no sólo el rostro, quiero ver más allá de lo inmediato… la fotografía creativa no está peleada con el fotoperiodismo. Me gusta ver, yo siempre regreso a Zacatecas para ver el cielo, a veces me da hasta miedo voltear arriba; el azul del cielo zacatecano es único. No es chauvinismo, la luz de la tarde en cualquier lugar de Zacatecas, el olor de la tierra mojada, me hacen llorar”. Pedro Valtierra Pág. 6 y 7

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

Los escritores escriben por Gabriel Luévano

Mill y la despótica criminalizacióndel aborto

por Manuel García Garduño

Pedro Valtierra: la poesía de la imagenpor Jánea Estrada

Los presuntos culpables:franceses y mexicanos

por Carlos Belmonte Grey

Retornospor Antonio Villarreal

Castillo de sal si puedespor Ester Cárdenas

Dos historias de bibliotecapor Eduardo Campech Miranda

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

Lo que yo quiero por Pilar Alba

Gutenberg viveEl siempre codiciado oro de Moscú

por Mauricio Flores

El espejo del mundo (I)La mirada, palabra y escritura

por Nelson Guzmán

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Cuidemos nuestro centro histórico Aprender a ver, es la recomenda-ción que nos hace esta semana el fotógrafo y buen amigo Pedro Valtierra. Estamos tan acostumbrados a vivir en esta hermosa ciu-dad que hemos perdido la capacidad de asombrarnos con su belleza. Caminamos todos los días por sus calles y callejones y no nos percatamos de los detalles que la hacen única. Aprendamos entonces a ver el cielo sin miedo, ese cielo azul que no encontraremos en ningún otro lado y que está ahí para no-sotros. Observemos los edificios coloniales y veamos que los colores de su cantera son armónicos con ese cielo tan cruel que se ha negado a darnos lluvia este año. Visitemos el centro histórico, dediquemos algo de nuestro tiempo durante un día de la semana a pasear por sus calles y jardines. Seamos observadores y tomemos nota de lo que encontramos y lo que nos gustaría encontrar en él. Cada día son menos las personas que habitan este centro histórico considera-do Patrimonio Cultural de la Humanidad, y eso es una pena porque está comprobado que cuando las zonas céntricas quedan des-habitadas y ocupadas solamente por comer-cios, instituciones bancarias y de gobierno, se vuelven peligrosas. Así pasó por ejemplo en el Distrito Federal; la ciudad empezó a crecer tanto que sus habitantes dejaron el centro en el abando-no, más pronto que tarde ese espacio se tor-nó sucio, lóbrego, poco seguro, pero lleno de comercios. Los asaltos proliferaron al caer la tarde y esas plazas que anteriormente estaban llenas de familias que salían a pasear por las tardes, a que sus niños jugaran, se volvieron puntos de reunión para pandillas, indigentes y tracaleros. La gente dejó de pasear por la Ciudad de los Palacios, los edificios empe-zaron a deteriorarse… el centro se estaba vi-niendo abajo. Si la gente del D.F. no paseaba por ahí, los turistas menos… y los comer-ciantes empezaron a quejarse porque sus ven-tas colapsaron. A alguien se le ocurrió mucho tiempo después que eso no debería seguir así y durante los últimos años una asociación civil ha trabajado para devolverle el rostro pacífico y alegre al centro de la ciudad –cuando ya el empresario más rico del mundo, mexicano, por cierto, había comprado un sinnúmero de edificios antiguos-. Lo peor del caso es que eso pudo haberse evitado y no se hizo a tiempo. En Zacatecas corremos el mismo peligro y no lo vemos o no lo queremos ver, pero eso puede evitarse y estamos muy a tiempo. Para eso, necesitamos tener cla-ramente una visión a corto, mediano y largo plazo de lo que queremos para este espacio. Es urgente que se defina claramente la vocación

del centro histórico. ¿Qué queremos para él? ¿Qué tipo de gente es la que queremos atraer? ¿Qué debemos hacer para atraerla? La planeación estratégica no se aplica exclusivamente a las empresas comer-ciales y gubernamentales; este tipo de pla-neación es indispensable para cualquier acto emprendedor, incluso para la vida misma. Pero la planeación estratégica inicia con la elaboración de un diagnóstico preciso y bien elaborado que dará lugar a la definición de la visión y los valores que han de ser compar-tidos por todos aquellos que participen en el proyecto. Cuando esto está definido se ela-borarán los objetivos –medibles, alcanzables y que impliquen un reto- y es hasta entonces que tendrán que establecerse las estrategias –que definen el qué hacer- y las tácticas –que definen el cómo y con qué recursos hacerlo-. Una vez establecido todo esto, el plan se eje-cuta considerando siempre mecanismos de control y evaluación que nos digan de mane-ra periódica si lo que estamos haciendo está funcionando o no. No es necesario ser especialista en planeación estratégica para darse cuenta de que las tácticas y estrategias implementadas para que la gente venga a centro histórico y para que sus habitantes no tengan que des-plazarse a otras áreas de la ciudad, no están funcionando. ¿Por qué? Porque dudo mucho que se haya elaborado un diagnóstico previo, porque aún no nos queda claro cuál es o debe ser la vocación del centro histórico; y porque al no haber un objetivo claro, las estrategias para traer gente a este lugar están mal orienta-das; por si eso fuera poco, se están ocupando recursos financieros y humanos que podrían invertirse en esto mismo pero con una visión más clara para obtener mejores resultados. Mientras todo esto ocurre, la gente que habita el primer cuadro de la ciudad, está cansada de tanta contaminación visual y audi-tiva y seguramente está planeando ya no vivir aquí. Y ahí están los grupos de teatro indepen-diente, las cameratas, las orquestas, los cantan-tes, los libreros, esperando a ser considerados en una programación artística que atraiga a familias completas al centro. Y ahí están los co-merciantes, esperando sin resultados positivos que sus ventas repunten, porque la gente que viene últimamente no es la que entra a un res-taurant, a un bar, a una galería, al teatro. Aprendamos a ver, a observar, como nos dice Pedro Valtierra… pero tam-bién aprendamos a escuchar, a dialogar, a proponer. Cuidemos nuestro centro histórico ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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Tantas veces me he repetido, que so-mos habitantes del azar. A veces uno regresa al lugar de origen, en otras la tierra se vuelve grande y parece que los recuerdos nos vuelven extranje-ros del rincón de nuestro hogar. Los vínculos que establecemos con cier-tas ciudades, con pequeños jardines, escaleras perdidas o carreteras tan lejanas, nos riegan los pedazos de la conciencia hasta volvernos parte del mundo. Entonces podemos decir, que pertenecemos a todos aquellos lugares donde la impresión detuvo las nocio-nes temporales y los acontecimientos pueden considerarse vitales para la vocación del oficio que hemos perpe-tuado como un daguerrotipo invisi-ble: el oficio del recuerdo. Una buena o mala noticia es crucial para la imagen que guardamos de las escalas que hacemos a lo largo de los años. Hace poco, durante el re-cuento de mi primera visita a la ciudad de Guanajuato, evocando una serie de sucesos aun sorprendentemente diáfa-nos, que contribuyen al recuerdo ma-ravillado que mantengo de ese lugar, me di a la tarea de rescatar lo más me-morable. No se tergiversen mis pala-bras. Mi cariño a la ciudad no se debe a cuestiones políticas o incluso culturales, sino meramente anecdóticas. Fue allí, donde ya hace un año, me dieron una de las mejores noticias que pude recibir: La concesión del premio Nobel al escritor peruano Mario Vargas Llosa (1936). Este personaje, protagonista esencial de ese movimiento llamado comúnmente “Boom latinoamerica-no”, es autor de algunas de las novelas

más celebradas en la literatura escrita en lengua española de la segunda mi-tad del siglo XX. La muesca literaria que ha dejado está fuera de duda. Sin embargo, la figura del peruano no ha permanecido incólume ante la crítica popular. Se ha ido alimentando una creciente leyenda negra, defendida por grupos seguidores del ejercicio de la atrabilis y el fanatismo, más que gusto-sos de las letras. No pretendo escribir mi percepción completa del fenóme-no, pero sí me gusta volver al nombre del premio: Nobel de literatura. Ahora bien, tampoco ese tipo de distincio-nes avalan de manera celosamente fiel la mayor o menor importancia de los escritores. En palabras de José Dono-so: “Es muy probable que los premios literarios hayan sido creados por algún demiurgo sarcástico para subrayar la carcajada con que el tiempo se venga de las certidumbres”. Es cierto, detrás de un premio se halla un grupo de per-sonas, poseedoras de un criterio muy personal. Los resultados y su magnitud universal, por lo tanto, son relativos a la vista de muchos. No obstante, la con-cesión del premio no deja de ser fasci-nante, al menos para mí, en cuanto a la posibilidad de que el mundo volteé a la literatura en español, y con ello, pueda descubrir nuevos autores. La militan-cia política de Vargas llosa, tan crucial para mí como la vida de fulano de tal, me tiene sin cuidado. Como él dijo en cierta ocasión, palabras más palabras menos: “creo en las ideas, no en las eti-quetas”. Que se peleen los ociosos. Novelas como La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965),

o Conversación en la catedral (1969), conforman la tríada épica del autor. En ellas, se narra con prístina maestría, el duro trance del individuo, por mundos cerrados y violentos, hacia estados de profunda tensión. El tratamiento que regularmente plantea Vargas Llosa entorno a la autoridad, es presentado como un desgarramiento del ser, al reaccionar contra los valores impues-tos por pautas culturales y políticas, que recuerdan más a una dictadura. En el caso de Conversación en la catedral, es evidente el contexto dictatorial. La ciudad y los perros, su primera novela, narra la experiencia de un grupo de muchachos internados en un colegio militar, donde se dará un choque in-evitable entre los ideales tradicionales del machismo y el honor, con el desa-rrollo natural del ser humano. La casa verde, por su parte, transcurre en lo inextricable de la selva, y es, quizá, la novela más experimental del peruano. En ella vemos a su máxima expresión, las aventuradas técnicas con las que el autor confirmó ser uno de los mayores artífices de nuestra lengua. La trama de las obras, constituye una urdimbre de historias que en primer momento, con apariencia caótica, terminan por hilvanarse, por lo que el resultado es un ingenioso rompecabezas donde nada es incidental. Ahora bien, la novela que más me ha impresionado de este autor, es sin lugar a dudas La guerra del fin del mundo (1981). Siempre que me pi-den la recomendación de una obra de Vargas Llosa, no dudo en nombrar esta novela. La fábula es la recreación de un hecho histórico, ocurrido en Brasil en el siglo XIX: El pequeño pueblo de Canudos, se rebela contra el gobierno y se convierte en un gigantesco parapeto que espera combatir a las fuerzas repu-

blicanas. Aquí convergen, formando un notable equilibrio, la poderosa des-cripción emocional de los personajes, la densidad dramática del escenario y el hermético mundo de la milicia. La mayoría de los personajes, giran en tor-no a Antonio El Conselheiro (el con-sejero), un personaje mesiánico, líder de la rebelión, que pretende defender el reino de Dios en la tierra de las ga-rras del demonio, es decir, el gobierno. Cada uno de los personajes represen-ta un drama particular, que encuentra cobijo en el vaivén inconsciente de la batalla. La beata María Cuadrado, que mató por accidente a su hijo, el León de Natuba, un adolescente deforme do-tado de una sensibilidad y educación sobrehumanas; Joao Abade, un peli-groso y demoníaco asesino, del lado de Canudos; y por el otro, los militares comandados por Moreira Cesar, crean un cuadro de caracteres insuperable. A éstos se les suman aquéllos que, embe-lesados por el fragor de la lucha, como los fenómenos de un circo itinerante, porfían en unirse al séquito del Conse-jero y defender una causa pérdida o los que inevitablemente se ven inmersos en el conflicto, como el Barón de Caña-brava o el periodista miope. Algunas de las mejores esce-nas bélicas, estremecedoras, dolientes, que pueda recordar, se encuentran en La guerra del fin del mundo, estampa de los miedos más irracionales del ser humano y de la violencia que desata la pugna por el poder. Hace un año, al recibir la no-ticia, no pude menos de pensar en todo esto: quizá algún día logremos valorar a los escritores por lo que escriben y no por lo que militan. Entre tanto, me gus-taría regresar a aquella ciudad, donde puede que me den un día de éstos, al-guna otra buena noticia.

Los escritoresescribenPor Gabriel Luévano

Fotografía: Pedro Valtierra

Fotografía: Pedro Valtierra

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Mill y la despoticacriminalizacion del aborto

Lo que menos importa es la época en que acontezcan. A la larga, los atro-pellos gubernamentales suelen ser calificados con insistencia de brutos y miopes. Por fortuna, pese a la pro-paganda oficialista y el firme impulso –profundamente cristiano– que man-tienen algunos de someter a quienes los rodean, parece que tarde o tem-prano siempre logramos darnos cuen-ta de que la penalización de cualquier derecho individual, y jamás el derecho que se condena, es el único y auténti-co crimen. No debe de sorprendernos, por tanto, que las ideas de un filóso-fo británico del siglo XIX luzcan más actuales y sensatas que las reformas constitucionales de Baja California y San Luis Potosí respecto al aborto, avaladas recientemente por la SCJN. Debido a una rigurosa ins-trucción paternal, John Stuart Mill pronto vivió en carne propia la des-dicha que propicia la arbitrariedad humana. A lo mejor eso influyó en su formulación y defensa de dos princi-pios sin los cuales no podríamos con-cebir cualquier sociedad que pretenda darse ínfulas de abierta, progresista y democrática: el respeto de las liber-tades civiles y la tolerancia hacia la pluralidad de enfoques y creencias.1

Él pensaba que todos nosotros tene-mos derecho a ser felices, que la feli-cidad es la cualidad que tenemos de desarrollarnos con libertad, según nos convenga y sin rendir cuentas a nadie por nuestros actos, y que la co-lectividad tiene la obligación de ga-rantizarnos esa felicidad, eliminando los obstáculos que nos lo impidan. De tal manera que nadie tiene derecho a coaccionar a un individuo, ni siquiera por su propio bien, a no ser que éste ejerza su libertad atentando contra la libertad de los demás. Por eso, en una sociedad efectivamente democrática, no existe ninguna justificación para que las creencias personales o los dog-mas de fe2

se inmiscuyan en la vida pública. De ser así, estamos ante una dictadura. Mill decía que la verdade-ra virtud de los hombres es “su apti-

La subordinación legal de un sexo a otro es injusta en sí misma y es actualmente uno de los grandes

obstáculos para el progreso de la humanidad.

Las acciones son adecuadas en proporción si promueven la felicidad, equivocadas si producen lo inverso.

tud para vivir juntos como iguales, sin pedir nada para sí mismos que no sea igual a lo que conceden a los otros, y considerando la autoridad como una necesidad excepcional y […] temporal”. Además argüía que conseguir la feli-cidad propia no es un asunto que se restringe al beneficio individual, pues una sociedad es tanto más rica cuanto más libremente se desarrollan todos sus ciudadanos. Entonces, permitir que cada quien viva como le apetezca no sólo garantiza la máxima felicidad personal, sino la felicidad del conjun-to entero. Y es que él consideraba que el hombre es un ser que progresa con la educación y la sociabilidad,3

que no hay una naturaleza humana inmuta-ble, idéntica en todo tiempo y lugar, y por ende tampoco existe una verdad contenida en alguna ley natural o re-velada en cierto libro sagrado. Si Mill estaba en lo correc-to –y sospecho que sí–, castigar a las mujeres que optan por la difícil alter-nativa de abortar dista mucho de ser una medida reflexiva e imparcial. Al contrario, es una orientación errónea e intransigente por dos claras razones: porque se opone a los derechos bási-cos de alguien que con sus actos no perjudica más que a las creencias de los demás indirectamente, y porque dicha sujeción, que viola los mismos principios en los que se supone están asentadas las instituciones sociales modernas, pretende acreditarse con un rasgo involuntario e intrascendente, como es el sexo. ¿O será que, ofuscados por su fervor religioso, quienes defien-den este camino creen que todas las mujeres quedan embarazadas como la virgen María y no tiene caso condenar también arbitrariamente a los varones? Si lo expuesto hasta aquí re-sulta insuficiente para mostrar lo dis-paratado que es fundar la legislación de una colectividad a partir de las doc-trinas compartidas por algunos de sus miembros, medite estos dos ejemplos. Suponga primero que, en universo pa-ralelo, un hindú llega a la Casa Blanca y, tras recibir la llamada de un brah-mán, decreta que las vacas ya no serán

explotadas por el mercado del país. ¿Sería razonable dejar sin productos lácteos a la población estadunidense por el credo de ese presidente y sus allegados? ¿Sería justo que los padres de familia tuvieran que traficar leche de manera clandestina para sus hijos? Suponga ahora que, en otro univer-so paralelo, una asociación feminista extrema se hace del poder en México y, por disposición oficial, empeza-mos a practicar lo contrario a lo que se acostumbra hacer ahora en África,

1 Estos principios, expuestos por Mill en Sobre la libertad, son la base del liberalismo moderno. El texto fue publicado en 1859, cuando el sometimiento del individuo por parte del Estado y de la industria se estaba convirtiendo en un grave problema social. Ese mismo año, Darwin publicó El origen de las especies y Marx su Contribución a la crítica de la economía política.2 Como creer que la valía de un individuo depende de su aspecto físico, que un sexo está por encima del otro, que la homosexualidad es una depravación, que las drogas son la encarnación de Satanás, o que un cigoto de ocho, dieciséis o treinta y dos células ya es una ‘persona’.3 Pues nos capacitan para obtener ciertos sentimientos morales.

por motivos culturales y religiosos: la ablación del clítoris. ¿No protestarían los varones de inmediato por perder su pene? ¿Semejante golpe al machis-mo tradicional no redundaría en una sublevación de iguales proporciones que la Guerra Cristera? Bueno, pues las causas que están detrás de los más de cincuenta mil muertos que van en este sexenio y detrás de la penaliza-ción del aborto en Guanajuato y otras entidades federativas de avanzada, se explican por motivos así de absurdos.

Por Manuel García Garduño

Leonardo da Vinci, Studies of Embryos.

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El espejo del mundo I La mirada, palabra y escritura

Hace pocos días, Sofía y Helena espe-culaban (la palabra como veremos, es en este caso misteriosamente precisa) sobre la semejanza de los ojos y los es-pejos. Enternecidas por la mirada de Argos, el perro al que llamé con ese nombre para recordar a aquel otro de Ulises, señalaban la belleza de su bri-llo dócil; después, reflexionaron sobre cómo en los ojos están contenidas las imágenes que vemos. “El número de brillos en los ojos es el de las ventanas que vemos”, “si me ves a mí yo estoy en tus ojos”, “lo que no está en lo negrito del ojo es lo que vemos pero no nos fija-mos”, observaban para finalmente con-cluir: “nuestros ojos son como espejos”. Pero si los ojos reflejan el mundo, es porque también reflejan a la persona detrás de ellos. No sólo contienen los objetos que devuelven, sino que proyecta en ellos la interio-ridad de quien la porta. Es por eso que suscitan el gesto inequívoco de nuestros estados íntimos. Por ellos sabemos cuando alguien está triste, alegre o pensativo. Siendo el órgano más transparente de la superficie de nuestro cuerpo, el ojo tiene ese extra-ño aspecto de ángel corporal, mezcla de vapor y vasos sanguíneos, que por sí solo parece tener una vida autóno-ma. La superposición del mundo que reflejan y los estados íntimos que de-velan es a lo que generalmente llama-mos mirada. Otro espejo del mundo lo son las palabras, esos sucedáneos de las cosas que de cierta forma les con-fieren su existencia en el interior del hombre, para quien la realidad de las cosas proviene de su posibilidad de ser nombradas. Así por ejemplo, el poema babilónico de la creación co-mienza hablando del tiempo “cuando en lo alto, el cielo aún no recibía nom-bre” (Enuma Elish), es decir, cuando el cielo aún no existía. Existir es ser nombrado. El Enuma Elish contiene por ello la intuición que ha guiado a los hombres por siglos: el mundo exis-te mediante el acto de su invocación.

Los hebreos heredaron de los pueblos semíticos mesopotámicos de donde provienen, la intuición de la identidad profunda entre el símbolo y la realidad. Ésta se manifiesta en el poder que le confieren al nombre de Dios, nombre que debe permanecer velado para los hombres cuya pronun-ciación exacta desconoce. Una de las tradiciones he-breas más representativas de la aso-ciación del símbolo y lo real es la cá-bala. Para los cabalistas, las palabras —el signo preciso que las representa en la escritura— encierra la realidad de aquello que nombran. Actualmen-te pensamos que las palabras que un libro contiene refieren algo que está fuera de ellas, que cuentan una histo-ria o explican fenómenos de un mun-do externo al libro. La palabra misma es la realidad que refiere. Si ella está contenida en un libro sagrado, con-secuentemente en él también lo están Dios y el Universo. No es casual que afirmaran que si dios había creado al hombre de un motón de arcilla a

la que había insuflado el aliento de la palabra, esa misma criatura (que nombró al resto de las cosas) pudiera dar vida y animar una figura de barro si conociera la palabra precisa de la vida. La leyenda del Golem y la cábala nacen así de la intuición por la que el símbolo y en general el pensamiento operan: que las cosas son el reflejo de sus nombres y por lo tanto, que éstos son más reales que aquéllas. La asociación íntima de la realidad y las palabras es un hábito del que aún nosotros no logramos des-pojarnos. Basta que pidamos a cual-quiera que evite decir un nombre o invocar una posibilidad aciaga cuan-do decimos “ni lo digas” para darnos cuenta de cómo aún persiste en nues-tra imaginación la idea de que las pa-labras dejan su huella en el mundo. La mirada y la palabra, espe-jos inciertos del mundo, coinciden en la invención humana que dio origen a la Historia: el símbolo gráfico. En la escritura, el reflejo que la palabra hace del mundo no es, como en las tradi-

ciones orales, escuchado sino además es visto. La literatura nace así de la conjunción de ambos espejos, cuya incidencia le confiere acaso un carác-ter mágico. Para ello debemos tomar en cuenta que la escritura ha nacido del dibujo, es decir, de la representación pictórica que hacía de las paredes y de los frontispicios un reflejo de las cosas. Sólo tardíamente el hombre descubrió que ciertas combinaciones de dibujos creaban nuevas formas y así nacieron sucesivamente los ideo-gramas, las sílabas y las letras. A través de la mímesis entre el libro y el mundo; entre la identidad del espejo y del mundo que imita, somos llevados frecuentemente a la sensación de que aquello que llamamos realidad es ilusorio. Pues cuando la ficción se introduce en la vida real, otro tanto ésta cae en el dominio de aquélla. Esta intuición la encontra-mos en el relato que Homero pone en boca de Odiseo, cuando recuerda sus avatares y desdichas marinas ante el pueblo de los feacios, pues el per-sonaje se convierte en narrador; en Calderón de la Barca aparece cuando concibe este universo bajo la alegoría de un teatro, del gran teatro del mun-do, o cuando imaginó a Segismun-do, príncipe de Polonia, concluyen-do bajo las sombras de su prisión la vida es un sueño y quizás la muerte un despertar. Shakespeare hizo que Claudio contemplara su crimen en la puesta en escena que Hamlet le deparó y en el final de La tempestad, Próspero, amante de los libros, acude a la benevolencia del lector para que él sea quien termine su historia. En todos esos casos, la fic-ción arrastra hacia su vórtice al lector que incursiona en el libro. O tam-bién a la inversa, son los personajes los que escapan de los márgenes del texto para aparecer como fantasmas que respiran en la misma habitación del lector que dirige hacia las letras el espejo de sus ojos para darles vida.

Por Nelson Guzmán

si me ves a mí yo estoy en tus ojos

cuando en lo alto, el cielo aún

no recibía nombre

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Por Jánea Estrada

Pedro Valtierra es, además de un fotó-grafo talentoso y reconocido internacio-nalmente, un hombre generoso que ama a su tierra, a la que siempre vuelve y de la que nunca se ha ido pese a que tiene más de la mitad de su vida radicando en el D.F. “Nací en una comunidad pertene-ciente a Fresnillo, llamada San Luis –y me-jor conocida como El Chivo-, en el corazón de la sierra. Desde niño mi padre me man-daba a cuidar las chivas al campo, y eso me gustaba mucho… mientras ellas pasta-ban yo me tiraba en el suelo a ver el cielo y las pareidolias que formaban las nubes; así, boca arriba, miraba pasar los aviones y yo me creaba mis propias historias, no sabía a dónde iban pero yo me imaginaba quiénes eran sus tripulantes, cómo eran, qué hacían. Ahí, en el Chivo, yo aprendí a ser buen observador de la gente y de las cosas que pasan en el mundo”. Valtierra se muda a Fresnillo con su familia y vive ahí hasta 1969, cuando su padre decide ir a buscar nuevas oportunidades a la capital.

Tenía 19 años cuando inició su labor como fotógrafo en la Pre-sidencia de la República: “Yo soy un hombre de trabajo, primero fui bolero en los Pinos y después aprendí a sacar fotografías y me quedé ahí a trabajar en la oficina de prensa, mi maestro fue Manuel Madrigal, él fue mi tutor, el que me enseñó todo lo que se necesitaba, el más generoso… aunque Leopoldo Mo-rales y el Chino Pérez también me ayu-daron. En aquel entonces el presidente era Echeverría y los tiempos eran com-plicados, fue una época de movimientos armados, de reclamos sociales fuertes; pero yo sólo hacía fotos oficiales”. Des-pués de trabajar en presidencia, inicia su labor como periodista en diferentes medios y es en abril de 1979 cuando lo nombran corresponsal de guerra para cubrir los conflictos en Nicaragua; a sus 23 años, un joven de Fresnillo es-taba cubriendo hechos de guerra, con valentía y profesionalismo “Yo vengo de una familia que ha estado siempre

interesada en la política, muy crítica de lo que pasa en el mundo. Trabajé desde muy niño, desde los 8 años traía la leña, cuidaba chivas, ayudaba a mi papá a sembrar, a ordeñar vacas… en el Chivo no había luz, ni agua pota-ble… en Fresnillo vendía periódicos, revistas de Lágrimas y Risas, Memín Pinguín y la revista la Alarma, en fin… estaba acostumbrado a trabajar y a vencer obstáculos. Pero la guerra es otra cosa, yo me obligué a ser valiente por necesidad, tenía que aportar dinero a mi familia, pero fui yo quien buscó ir allá; cubriendo la nota policiaca había visto muertos anteriormente pero nada es comparado a lo que se vive en zonas de conflicto bélico. Los periodistas tene-mos que ser imparciales, juiciosos, res-pirar profundamente y tomar las imá-genes necesarias para contar las cosas tal como las ves, pero con fotografías. Periodísticamente hay que narrar los hechos como son. Yo me sentía bien, era mi trabajo, pero sí, tenía miedo”.

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Pedro regresó con bien de Nicaragua. La década de los 80´s fue productiva, obtuvo varios premios, empezó a exponer individualmente y funda la agencia Cuartoscuro que da pie a crear la revista con el mismo nombre. Desde 1993, él dirige esta pu-blicación enfocada a difundir los traba-jos fotográficos de creadores de todas partes del país “Hemos sobrevivido a muchas crisis económicas; pero el secre-to está, creo yo, en tener una estructura organizacional conformada por pocas personas. En los tiempos más duros para la revista, yo tuve que trabajar en otro lado para no dejarla caer. Actualmente nuestro tiraje es de 14 mil ejemplares

que circulan por todo el país cada dos meses, no sé si lo hayamos conseguido, pero queremos ser la mejor revista en su tipo en América Latina, y que sea para todos los fotógrafos de México”. Los tiempos han cambiado radicalmente desde que él empezó a ser fotógrafo –hace 36 años-, lo que no ha cambiado es esa forma tan especial que Valtierra tiene para captar con su lente el espíritu de las personas y la esencia de las cosas. Vivimos tiempos violentos, que de acuerdo a este fotó-grafo, tienen que registrarse “Sí hay que tomar fotos de todo lo que pasa, de los muertos, de los colgados en los puentes, de las tumbas clandestinas, para que

la memoria nacional no olvide lo que ocurre en estos días. Con el tiempo, la historia se oficializa, puede incluso dis-torsionarse, pero ahí estará una memo-ria fotográfica que contará la verdad”. Para Pedro Valtierra, sacar fotos es una manera peculiar de hacer poesía, de narrar historias con imáge-nes, de dar vida y nombre a los perso-najes de épocas diferentes “Yo siempre quiero retratar el alma de la gente, ob-servo no sólo el rostro, quiero ver más allá de lo inmediato… la fotografía creativa no está peleada con el foto-periodismo. Me gusta ver, yo siempre regreso a Zacatecas para ver el cielo, a veces me da hasta miedo voltear arri-

ba; el azul del cielo zacatecano es único. No es chauvinismo, la luz de la tarde en cualquier lugar de Zacatecas, el olor de la tierra mojada, me hacen llorar”. Seguramente por eso las foto-grafías que Pedro toma a la gente zaca-tecana y a sus lugares, están impreg-nadas de nostalgia, de esa pasión por retornar a sus orígenes, a su infancia, cuando boca arriba, tirado en el pasto de un paraje desértico en el Chivo ima-ginaba mundos distantes, nombraba a las nubes y disfrutaba de los olores y los ruidos del campo zacatecano. Gracias, Pedro, por tu memoria, por tus imáge-nes, tus historias y tu manera de hacer poesía.

Pedro Valtierra, nació en Fresnillo, un 29 de junio de 1955. Se inició en 1973 como auxiliar de laboratorio y a partir 1975 como fotógrafo de la Presidencia de la República. Ingresó a El Sol de Méxi-co en 1977 y un año después se incorpo-ró al diario unomásuno. En 1984 organi-zó y dirigió la Agencia Imagenlatina. Fue fundador y jefe de fotografía de La Jor-nada (1984-86 y 1995-2000). Presiden-te de la Sociedad de Autores de Obras Fotográficas (1988-91). Director de la revista Mira (1990-92). En 1986 fundó la Agencia Cuartoscuro, de la cual es di-rector hasta la fecha. En 1993 fundó la revista del mismo nombre. Es fundador de la Fototeca de Zacatecas que lleva su nombre, inaugurada en abril de 2006. Desde 1979 ha participado en más de 300 exposiciones individuales, tanto en México como en el extranjero. Así como en colectivas en diversos países, entre los que destacan Canadá, Cuba, Es-paña, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Ve-nezuela, Ecuador, Guatemala y Costa Rica. En 1980 y 1984 recibió el Premio de Adquisición en la Primera y Segunda Bienal de Fotografía del INBA. En 1983 el Premio Nacional de Perio-dismo. En 1984 la Asociación de Repor-teros Gráficos de la Ciudad de México lo reconoció por la mejor foto del año. La Revista Foto Zoom lo nombró el fotó-grafo de prensa de la década (1975-85) y en 1994 le entregó la Diosa de la Luz, como el fotógrafo del año en prensa. En 1986 recibió la Medalla de Plata en Moscú que otorga la Organización Internacional de Periodistas. En 1994 obtuvo el segundo lugar en el concurso México en la Encrucijada, celebrado en Múnich, Alemania. En 1998 obtuvo el premio José Pagés Llergo de la revista Siempre, el premio Foto Prensa en la Tercera Bienal de Fotoperiodismo. Ese mismo año, la Agencia EFE y el Institu-to de Cooperación Iberoamericana le otorgaron el Premio Rey de España por la mejor imagen noticiosa internacional.

Todas las fotografías son autoría de Pedro Valtierra. Agradecimientos especiales a Mónica Morales Flores por haberlas seleccionado y propocionado para su publicación.

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El siempre codiciado oro de Moscu

Gutenberg vive

Por Mauricio Flores*

Autor de unos diez títulos novelísticos —ganador del Premio Xavier Villaurrutia en el lejano 1974— Manuel Echeverría no es un autor de ésos que ven-den de manera abundante. Ni falta hace. Leerlo es en todo caso más que recomendable. Lo constata su nueva novela, El abogado del Kremlin, trhiller de hechuras refinadas.1

Arnoldo Martínez Verdugo, quien fuera el máximo dirigente del Partido Comunista Mexicano durante déca-das, lo negó una y varias veces: a la or-ganización política, la más antigua del país hasta su desaparición en la década de los 80 del siglo pasado, nunca llegó el tan codiciado oro de Moscú. La tesis de que las agrupacio-nes de izquierda de todo el mundo se alimentaban de los recursos de la en-tonces vigorosa Unión Soviética, fue más bien una invención de los poderes establecidos. Mito que trasladado a la esfera literaria cobra verosimilitud y es una de las líneas argumentales de El abogado del Kremlin, la nueva no-vela de Manuel Echeverría (Ciudad de México, 1942). Decir que con el presente el autor alcanza diez títulos pudiera pa-recer trivial. Nada más que, habría de recordarse, entre estas diez novelas se encuentran sin duda algunas de las mejores que se hayan escrito en la lí-nea del thriller mexicano (El enviado especial, La sombra del tiempo, Las tinieblas del corazón, et. al). Género que hacia la primera mitad del siglo XX tuvo muy buenos momentos, pero que inexplicable y lamentablemente, lustros después, fue denostado por la crítica dominante. Habría de ser Paco Ignacio Taibo II (y su famosa serie del detective Héctor Belascoarán Shayne al frente de las sagaces y burlescas investigaciones) quien recuperara para esa forma de na-rrar, para esos temas, un nuevo certifica-do de autenticidad hasta ahora vigente. De comportamiento atípico, alejado de las luces promocionales y protagónicas, donde unos y otros se aplauden a rabiar, como a rabiar se ati-nan puñaladas traperas, Echeverría es un novelista al que le gusta recrear cier-tos ambientes y tiempos mexicanos.

Su predilección (a un mo-mento) por los bajos fondos y las élites del poder, le han permitido in-ventarse personajes que concentran las pasiones humanas. Periodistas de nota diaria, investigadores privados, empresarios de altos ingresos, políti-cos chanchulleros… que deambulan con sus contradicciones a cuestas por una Ciudad de México reconstruida a la perfección por la pluma del autor. Ahora, en El abogado del Kremlin, Echeverría nos traslada a la década de los 50, escenario don-de confluirán las vidas (tragedias) de un agente ruso en la búsqueda de la izquierda mexicana, “siempre llena de grietas y fisuras”, y de un boyante abogado, “siempre ligado al poder y al incremento de sus cuentas bancarias”. Junto a la relación de am-bos protagonistas, la novela rebosa en personajes contiguos desnudados en su humanidad y en permanente suspenso. Sin importar que, y pro-ducto de la destreza del autor, desde la primera página sepa el lector de la existencia de un muerto, abandonado a las puertas del palacete de Tacubaya que durante décadas fue la sede de la embajada de la Unión Soviética. Con esta nueva novela, el au-tor (quien como pocos se ha manteni-do fiel a un sello editorial; si bien no el que mejor proyecta las letras contem-poráneas mexicanas) se mantiene en su reconocido estilo. Maneras de na-rrar —¿llanas?— limpias y sin excesos estructurales, donde se construye y al-canza la fusión exacta entre continente y contenido. Lo que el narrador preten-de decir, y mediante qué manera. Un ejemplo: “Javier Valero se quedó perplejo cuando se abrió la puerta y Camila Girón surgió en el fon-do del corredor para rescatarlo de los vendavales de la revolución internacio-

nal, que lo habían llevado de la Plaza Roja a las calles de Léopoldville y a las mazmorras de Nairobi, donde habían sido torturados y fusilados centenares de negros revoltosos que se negaron a vivir bajo el manto protector de la co-rona británica. ¡Javier —gritó Cami-la— por fin, volvemos a encontrarnos! Y le dio un beso en la mejilla y lo miró de arriba abajo, como si quisiera ase-gurarse de que era el mismo hombre que le había robado el corazón desde la noche en que lo vio en el Palacio de Bellas Artes”. Palabras justas que conden-san tiempos y espacios, que empujan al lector a dilapidarse en la lectura: vertiginosa revelación de personajes apasionados. “Mi noción de la vida ha cambiado de una forma tan radical que hoy en día me interesan más los individuos que las ideas —dice uno de los personajes—, para no hablar de la ideología, que todas las noches trabaja en un burdel diferente”. Traiciones, medias verdades, sentimientos desbordados y muchísi-ma lana mal habida están presentes en El abogado del Kremlin, siempre su te-lón de fondo esa Ciudad de México ya desaparecida (hervidero de revolucio-narios potenciales) y que en la novela se nos revela en formatos sepia. “¿Qué es la soledad en el fondo?”, se preguntó Echeverría ante Nacho Trejo Fuentes en una de las

escasas entrevistas concedidas a la fe-cha (me parece que también La China Mendoza le publicó algo). “Falta de generosidad social —contestó—. Cada vez somos menos generosos con nuestros afectos, con nuestro tiempo y nuestra capacidad de comunicación. Cada día vivimos más hacia adentro, desconfiamos del vecino, de la autoridad, de los agentes del or-den, de las doctrinas, de la moral. Uno se reduce a ser un conglomerado in-menso de individuos, cada uno de ellos más desconfiado del vecino que el otro. Eso es la soledad, finalmente”. Personajes de burdel, como los que habitan las más de quinientas páginas de El abogado del Kremlin.

Se acabó la guerra fría A la Policía Judicial llegó el reporte: un muerto. “¿Dónde?”, pre-guntó el agente. “En Tacubaya”, le respondieron. Pero como “éste es un país muy grande”, volvió a preguntar: “¿Dónde mero?”. “En el lugar más ex-traño que pueda imaginarse […] frente a la guarida de los rusos”. Nuevo dilema para el agente Sergio Miranda, como si no tuviera suficiente con el Chacal de la colonia Aurora, la banda de hondureños que se roban los coches en el primer cua-dro y los venden en Centroamérica, los traficantes de La Merced, los cade-neros de la Algarín.

1 Manuel Echeverría, El abogado del Kremlin, Océano, México, 2011, 528 pp.* Periodista y promotor cultural. [email protected]

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Los presuntos culpables: franceses y mexicanosPor Carlos Belmonte Grey*

Las historias filmadas que narran in-justicias ejecutadas por las autorida-des judiciales no son nuevas, quizás una de las mejor logradas sea The wrong man (El Hombre equivocado, 1956), sin embargo el tema ha ad-quirido actualidad en México con la exhibición en cines del documental Presunto Culpable, pero también en Francia con un titulo homónimo apa-reció Presumé Coupable. Del documental mexicano mucho se ha dicho. Dirigida por Ro-berto Hernández y Geoffrey Smith cuenta el juicio de Antonio Zúñiga que estuvo encarcelado durante 804 días desde el 12 diciembre de 2005 sin que se pudiera probar su culpabilidad.Entre otros méritos del documental como el que los abogados (Roberto Hernández y Layda Negrete) consi-guieran el permiso de las autorida-des para filmar el juicio y seguir en el interior del reclusorio oriente de la Ciudad de México la vida del inculpa-do, destaca que las autoridades hayan cambiado la denominación acusatoria por el de “presunto inocente” a partir del 2016 y además que se puedan con-siderar las videograbaciones del juicio como elementos para dictar sentencias. Pero del francés, menos co-nocido en México bien vale la pena hacer una breve reseña. Presumé Cou-pable del director Vincent Garenq sa-lió a cines el 7 de septiembre. Cuenta cómo en 2001 Allain Marécaux (Phi-lippe Torreton) un agente judicial del

gobierno francés es detenido, junto con su esposa Edith (Noémie Lvovs-ky), por la policía nacional francesa por estar acusado de participar en ac-tos de pedofilia que tenían el consen-timiento de los padres (dos parejas). Además de la pareja fueron inculpa-dos 12 personas más. Serán 23 meses los que pasará en la cárcel y su ima-gen pública será hecha añicos. A causa de su detención su madre morirá, su hijo mayor será re-cluido en una casa para jóvenes pro-blemáticos, su esposa (también incul-pada pero inexplicablemente puesta en libertad, pues sufría la misma acu-sación) lo dejará además de quitarle la potestad de los tres hijos, su jefe le pedirá su renuncia y por si no fuera poco se verá obligado a vender su casa. Desesperado, Allain, inten-tará suicidarse en dos ocasiones, la primera al saber el abandono de su mujer y la segunda cuando el juzga-do lo condena a 18 meses de cárcel, a pesar de que la madre acusadora se retractará y confesará haber mentido; entre ambos intentos comenzará una huelga de hambre con el objetivo de que su caso sea reabierto y él puesto en libertad precautoria, como el resto de los acusados, lo que conseguirá ya estando a las puertas de la muerte. Una vez la madre del niño confiesa haber mentido e inculpado a las personas por motivos que van desde la venganza personal hasta la presión ejercida por del juez de ins-

trucción, Burgaud, para que señalará a más posibles violadores, el peso del error del sistema judicial recae en di-cho juez, quien llevado al tribunal se de-fiende explicando su método inquisidor para hacer confesar a los indiciados. Basado en los señalamientos de la madre y del niño, bajo la premisa de que “los niños nunca mienten”, el juez había comenzado a instigar oral-mente a los acusados y a sus familias para arrancar la confesión de su cul-pabilidad. Sin embargo, el juez carecía de toda prueba, incluso de aquélla que demostrara siquiera la presencia de éstos en los lugares de las violaciones, huelga decir que Marécaux ni siquiera conocía a la familia acusadora. Es claro que hay diferencias entre ambos videos tanto que uno es documental y el otro es una dramati-zación con actores profesionales sobre un hecho real, pero el fondo del asun-to es similar, demostrar la inocencia de alguien que es un presunto cul-pable para el sistema judicial, y no al contrario. El año 2011 ha sido compli-cado para las relaciones diplomáticas entre Francia y México llegando al grado de anular el año de México en el país galo cuando ya estaba la orga-nización y la inversión tanto de em-presas privadas como del gobierno, a causa del caso Florence Cassez que puso en tela de juicio a nivel mundial la limpieza y eficiencia del sistema ju-dicial mexicano. En Francia las ma-

nifestaciones y artículos de prensa así como la opinión popular era cosa cotidiana y decían, palabras más pa-labras menos, que la corrupción pro-bada del gobierno no podía condenar a una persona a 60 años de prisión, pena que en su país no existe. En México sucedió otro tan-to, medios de comunicación no duda-ron en exponer las deficiencias de un sistema que parece más amenazar la tranquilidad de la gente que asegurar la seguridad. La opinión popular no se cansaba vapulear al gobierno y su his-tórico sistema judicial. Todos coloca-ban a México en el peor de los escena-rios mundiales muy lejos de los países del primer mundo, tal es Francia. Y es precisamente en respues-ta a esto que nace este breve comentario sobre ambas películas. No se trata de dis-culpar y justificar con “que mal de todos consuelo de tontos”, sino simplemente invitar a la reflexión de que ni México es todo imperfecto y corrupción, ni que los llamados países del primer mundo viven en la ideal democracia. Los formadores de opinión deberían tener más cuidado en sus aseveraciones y sobre todo cuando éstas parten de afirmaciones compa-rativas. Francia es más que la Torre Eiffel, los Campos Elíseos y el museo de Louvre. Y México es más que nar-cotráfico y corrupción.

* Doctorante por la UJI (Castellón de la Plana) y

la UFC (Besancon).

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Sábado 15CLOSE – ACT THEATREPI LEAUHOLANDAPlaza de Armas 20:30 Horas

Domingo 16GUÍA NOCTURNA UN QUIJOTE SIN MANCHAZACATECASPlaza Bicentenario 17:00 Horas

“TORRENA”DANZA & TEATRO RESTROSPECTIVA MUSICALZACATECASPlaza Miguel Auza 17:00 Horas

TEATRO EN MOVIMIENTOVIKINGOSZACATECASItinerante

LUNA MORENA ZAIKOCIRCOJALISCOPlazuela Goitia 19:00 Horas

CLOSE – ACT THEATREPI LEAUHOLANDAPlaza de Armas 20:30 Horas

Lunes 17TEATRO EN MOVIMIENTOVIKINGOSZACATECASItinerante

LUNA MORENA ZAIKOCIRCOJALISCOPlazuela Goitia19:00 Horas

“TORRENA” DANZA & TEATRO ZACATECASPlaza Bicentenario 19:00 Horas

LES PARFAITS INCONNUSCIRCO, DELIRIO Y ROCK&ROLLCANADÁPlaza Miguel Auza 20:30

Martes 18MÁSCARA ENTRE SOMBRASHISTORIAS DEL ARRABALMÉXICO, DFItinerante

FLOTANTES I.Z.C.DE BARBAS Y FALDAS LARGAS ZACATECASPlaza Bicentenario 17:00 HorasTALLER DE TEATROESCOLAR INBALA MÁQUINA DE ESQUILOMÉXICO, DFPlazuela Goitia19:00 Horas

LES PARFAITS INCONNUSCIRCO, DELIRIO Y ROCK&ROLLCANADÁPlaza Miguel Auza 20:30 Horas

Miércoles 19MÁSCARA ENTRE SOMBRASHISTORIAS DEL ARRABAL MÉXICO, DFItinerante

FLOTANTES I.Z.C.DE BARBA Y FALDAS LARGAS ZACATECASPlaza Bicentenario17:00 Horas

TALLER DE TEATRO ESCOLAR INBALA MÁQUINA DE ESQUILOMÉXICO, DFPlazuela Goitia19:00 Horas

AZIZ GUAL HUMOR EN CUBOS MÉXICO, DFPlaza Miguel Auza 20:30 Horas

Jueves 20 GUÍA NOCTURNA UN QUIJOTE SIN MANCHAZACATECASPlaza Bicentenario 17:00 Horas

REHILETE AZUL TITIRESCOPIOZACATECASItinerante

LEYENDAS DE ZACATECASZACATECASItinerante

CONCIERTO BANDA SINFÓNICA DEL ESTADO DE ZACATECASZACATECASPlazuela Goitia 19:00 Horas

AZIZ GUAL HUMOR EN CUBOSMÉXICO, DFPlaza Miguel Auza 20:30 Horas

Viernes 21LOS COSMICÓMICOSCOLMILLOS DEL OESTEZACATECASPlaza Bicentenario 17:00 Horas

REHILETE AZULTITIRESCOPIOZACATECASItinerante

LA CIÉNEGA TEATROTEO HIPNOSZACATECASPlazuela Goitia 18:00 Horas

LES PIÉTONSRUE DE L´ATTRIBUTFRANCIAPlaza Miguel Auza19:00 Horas

LEYENDAS DE ZACATECAS ZACATECASItinerante

ANTAGON THEATERAKTIONGINKGOALEMANIAPlaza de Armas 20:30 Horas.

Sábado 22 LOS COSMICÓMICOS COLMILLOS DEL OESTE ZACATECASPlaza Bicentenario17:00 Horas

REHILETE AZUL TITIRESCOPIOZACATECASItinerante

LA CIÉNGA TEATRO TEO HIPNOSZACATECASPlazuela Goitia 18:00 Horas

LES PIETONSRUE DE L´ATTRIBUTFRANCIAPlaza Miguel Auza 19:00 Horas

LEYENDAS DE ZACATECAS ZACATECASItinerante

CLAUSURAANTAGO THEATERAKTIONGINKGOALEMANIAPlaza de Armas 20:30 Horas

CICLO: PEDRO ALMODÓVAR EN SU DÍA

PELÍCULAS INVITADAS

CICLO: SÁBADOS CON HAYAO MIYAZAKI

CICLO: HOMENAJE KRZYSZTOF KIESLOWSK

*SEMANA DEL MIGRANTE

*CICLO: ASESINOS Y LOCOS

20:00 hrs. INAUGURACIÓN de exposiciónPermanencia lunes 24 de octubre

Viernes 1420:00 hrs.VOLVER

Dir. Pedro Almodóvar. España/2006.

Sábado 15 / 18:00 hrs.EL CASTILLO EN EL CIELO.Dir. Hayao Miyazaki. Japón/1986.

Sábado 15 / 20:00 hrs.DECÁLOGO. Cap. 5 y 6

Dir. Krzysztof Kieslowski. Polonia /1988.Capítulo 5: No matarásCapítulo 6: No fornicar

Miércoles 12 / 18:00 hrs.NOVIA SIRIADir. Eran Riklis.

Francia-Alemania- Israel/ 2004.

Viernes 14 / 18:00 hrs.NACIDO EN EL ESTE DE LOS

ÁNGELES Dir. Cheech Marin. EEUU/ 1987.

Miércoles 12 / 20:00 hrs.CABEZA DE VACA

Dir. Nicolás Echevarría. México/España/Estados Unidos/Gran Bretaña / 1990.

Jueves 13 / 20:00 hrs.DECÁLOGO. Cap. 3 y 4

Dir. Krzysztof Kieslowski. Polonia /1988.Capítulo 3: Santificarás las fiestas

Capítulo 4: Honrar a tu padre y a tu madre

Martes 11 / 18:00 hrs.LAS MUJERES VERDADERAS

TIENEN CURVASDir. Cardoso. EEUU/2002.

Jueves 13 / 18:00 hrs.ZOOT SUIT

Dir. Luis Valdez. EEUU/1981.

Domingo 16 / 18:00 hrs.LA PIANISTA

Dir. Michael Haneke.Austria-Francia/2001.

Lunes 10 / 18:00 hrs.LA BAMBA

Dir. Luis Valdez. EEUU/1986.

Page 11: La Gualdra No 19, lunes 10 de octubre de 2011

RetornosPor Antonio Villarreal

Por Ester Cárdenas

Las migraciones en México no sólo son de mexi-canos hacia el extranjero; también ocurren de ex-tranjeros hacia nuestro país, entre las migraciones masivas más recordadas está la ocurrida durante la guerra civil española, cuando llegaron a nues-tro país grandes intelectuales que enriquecieron la vida intelectual mexicana, entre ellos el gran cineasta Luis Buñuel. En la película Luz Silenciosa de Carlos Reygadas se nos muestra un panorama de la comunidad Menonita, la que arribó entre 1920 y 1930 y se estableció en el norte de nuestro Estado. En el Porfiriato llegaron las comunidades Chinas a trabajar en el tendido de las vías férreas, el relato de esta historia se cuenta en las películas de Jackie Chan. Existe además, como en todo el mundo luego de la diáspora, una gran comunidad judía, y en el cine mexicano sus integrantes fueron retratados por Alejandro Springall en Morirse está en Hebreo. La vida de las comunidades extranjeras en Mexico es el tema con el que continuamos con nuestro ciclo Migrantes en el Cineclub Universi-tario durante esta segunda semana de octubre, no proyectaremos las cintas mencionadas anterior-mente, sino tres películas de humor para quitar-nos el mal sabor de boca que queda después de que en la primer semana del ciclo conocimos de las tragedias que sufren nuestros compatriotas al cruzar la frontera con EUA.

He pasado más de la mitad de mi vida viendo películas de Woody Allen, en-tre ellas una docena más que memo-rables: Annie Hall, Interiores, Man-hattan, La rosa púrpura del Cairo, Hanna y sus hermanas, Días de radio (maravillosa), Crímenes y pecados, Maridos y esposas, Poderosa Afrodita, Match Point, Conocerás al hombre de tu sueños y hace unos cuantos días Media noche en París. Debo confesar que antes de ver la película estaba de bastante mal humor, habían pasado quince minu-tos y aún no apagaban la luz, luego tuve que sufrir no sé cuántos anuncios, entre ellos, uno horripilante del verde ecologista, que me hizo preguntarme por qué tenía que pagar más de un sa-lario mínimo para sufrir esos bodrios. Finalmente inició la cinta y ya de en-trada escuchar la música de Cole Por-ter y ver esas hermosas panorámicas de París esfumó mi enojo. No cabe duda, Woody Allen es un fiel testigo de su época, que ahonda, película, tras pe-lícula, en la conciencia humana y nos muestra con simpatía las terribles con-tradicciones en que vulgarmente va-mos cayendo a lo largo de nuestra vida.

A la Nonna, abuela de los Toda-ro, se le olvida todo. Todo me-nos que quiere ir a la tierra de su amado y difunto marido, Italia, con toda su familia, antes de que también se le olvide que tiene fa-milia. Acorralados por la insis-tencia de la Nonna y queriendo darle un último gusto, la familia decide concederle su añorado viaje. Así pues, todos se embar-can en una aventura en búsque-da de imágenes para la memoria de la abuela; en un viaje lleno de enredos y sorpresas inherentes a la situación, pero, sobre todo, de amor.

Seferino, un asturiano de veinticin-co años, se despide de sus padres y de su novia Asun, a los que deja en Pola de Somalo para marchar a México. Su intención es hacer las Américas trabajando con Victori-no, hermano de su padre, que tie-ne una tienda de ultramarinos en el país azteca. Rápidamente el tío le enseña a hacer negocio; un kilo tiene que pesar novecientos gra-mos. En cambio su tía y su primo Tomás le desprecian. Cuando el tío muere le echan del negocio y tiene que vender libros por todo el país. Así es como conoce a Melitón, del que se hace amigo, y a Lupita, de la que se enamora y con la que se casa. Pasan los años y es dueño de una editorial en Puebla. Al reanu-darse las relaciones entre España y México su mujer le anima a volver.

Después de pasar tres años tra-bajando en los Estados Unidos, Filiberto regresa a su pueblo en México, creyendo que allí en-contrará el reconocimiento que le ha sido negado. La realidad es otra muy distinta. En su pueblo, Filiberto no sólo encontrará vio-lencia, traición y desamor, sino que estará a punto de perder su identidad.

Lunes 10, 18:00 hrs.El viaje de la Nonna (2007)

Dir. Sebastián Silv

Miércoles 12, 18:00 hrs.El Rediezcubrimiento de

México (1997)Dir. Fernando Corté

Viernes 14, 18:00 hrs.De ida y vuelta (2000)Dir. Salvador Aguirre

Y en ciencia ficción Rusa:Jueves 13, 18:00 hrs

Un Visitante en el Museo (1989)

Dir. Konstantin Lopushansky

Inflexiblemente nos ataca con la sonri-sa en la boca, escarbando en nuestras miserias cotidianas, hasta llegar a un callejón sin salida (Crímenes y pecados) o aplastando en agresividad la violen-cia contenida (Maridos y esposas). Po-cas veces lo sentiremos cruel, consigo mismo o con los demás, porque su ter-nura está cerca del corazón. Una de mis cintas favoritas es Poderos Afrodita, es tan divertida como Annie Hall, Manhattan, Conocerás al hombre de tus sueños y Media noche en París. Es sencilla, emocionante y en-ternecedora. Los escasos instantes de tristeza, que son más bien interiores, están resueltos con amabilidad y siem-pre próximos a la sonrisa. Se le puede mirar sin abstracciones, como un puro divertimento, y cualquier persona con un poco de sensibilidad la encontrará adorable y al igual que Media noche en París es tan bonita y está tan bien con-tada que produce admiración. Amigos lectores, no lo piensen dos veces y corran a buscar las cintas de Woody Allen. En estos tiempos purpú-reos y violentos no me cabe la menor duda de que François Truffaut tenía ra-zón: El cine es mejor que la vida.

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Dos historiasde biblioteca Lo que yo quieroPor Eduardo Campech Miranda Por Pilar Alba

Por Mateo Estrada Gaviria

Mauricio Magdaleno fue un escritor y guionista cinematográfico zaca-tecano. Murió en 1986 a la edad de 80 años. También en 1986 se inau-guraba la Biblioteca Pública Central Estatal, la cual lleva el nombre del ensayista y narrador. Veinte años después, Antonio Torres, entonces director de dicha biblioteca, pregun-taba al personal que ahí laboraba ¿quién fue Mauricio Magdaleno? Arturo, conductor de transporte colectivo por la mañana y bibliotecario por la tarde, fue el primero en responder:

-Pues el que mandó construir la bi-blioteca.

Arturo y Juan Manuel, bibliotecarios zacatecanos, discutían animadamente en la terraza del edificio que alberga la Biblioteca Pública Central Estatal “Mauricio Magdaleno”, en Zacatecas, Zac., México. Al verme cerca, Arturo me llamó con la finalidad de desen-marañar la conversación.

- ¿Qué significa “osóculo”?- Me dispa-ró Arturo en cuanto me integré.

Yo lo que quiero es coger, sí, coger con usted; así nomás, porque sí, como si nada, como quién no quiere la cosa. Coger sin nada más, sin “quieres ser mi novia”, sin “déjame pensarlo”, sin esperar meses o años. Ni ramos de flores o chocolates, sin enormes y patéticos osos de peluche que van a parar al frente, para adornar, del ca-mión de la basura. Así, coger, sin pu-dor y sin recato. Sintiendo los cuer-pos, el calor, el tacto. Sin ritos civiles ni religiosos, sin orquesta ni motivos en blanco. Pasar la noche cogiendo, una hora o nomás un rato; sentir que la cama se hace grande enorme y que aquí nadie, ni Dios, podrá moles-tarnos. Coger sin promesas de para

Lunes 3. Todo el día he tomado agua. Me siento invadido de alcohol. Martes 4. No habla. No mensajea. No viene… ¿me querrá? Miércoles 5. Nada. Esperaré, contra esperanza, seguiré esperando. Entregué el tercer reporte de lectura. Es sobre el impacto de las nue-vas tecnologías en la cultura letrada de Zacatecas, en el siglo XIX. La doctora [Mariana] Terán me devolvió el segun-do reporte; le hizo “hartas” observacio-nes y debo rehacerlo. En la tarde, una señora vino a pedir limosna para “la reliquia de San Juditas”. Creo que el acto de “posible” humillación, de ir casa por casa, solicitando cooperación, no le

- Esa palabra no existe- respondí tajante.

- ¡No, no, sí existe! -insistía- Dile a este wey qué es “osóculo”…

La negación de uno y la afirmación del otro no hacían sino divertir a Juan Manuel. Harto del debate estéril, me aventuré a enun-ciar una definición alegórica e irreverente:

- “Osóculo” -dije- sustantivo, mas-culino. Dícese de la parte anatómica por donde defeca el oso.

Triunfante, Arturo nos miró a Juan Manuel y a mí, con esa arrogancia que nos gritaba ¡ignorantes!, y se-cundó su gestualidad con la explica-ción ilustradora:

- Lo leí en un poema. “Osóculo” quiere decir beso.

Impresionado, sólo atiné a responder:

- Beso es ósculo, no “osóculo”.

- ¡Ah, sí, sí, así era! Concluyó Arturo y los tres liberamos una sonora car-cajada.

siempre, sin lágrimas de impotencia, sin palabras de despedida. Coger, co-nocernos en el cuerpo, sin contratos ni apellidos, sin embarazos ni des-cendencias, sin pensión alimenticia, sin odios ni juzgados. Coger, “sentir bonito”, “morir chiquito”, “tocar el cielo”, “como un columpio”… arriba, abajo, por un lado por el otro. Sin miedos ni preservativo, sin pastillas al día siguiente. Sin consciencias ni culpas. Coger con la embriaguez de la pasión, con el ardor del deseo, coger sin nada más, aunque no nos volvamos a ver, aunque no sepamos después dónde volver a encontrar-nos. Aunque no me acuerde ni cuál es su nombre.

retira dignidad. Hace lo que cree con convicción-devoción-fe. Luego, un vendedor de ta-males tocó la puerta como lo hace él. No compré. Jueves 6. Anoche llegó. Vino ebrio. Durmió en el sillón ne-gro, el de la mesa de trabajo. En la mañana lo hicimos XXX. Yo se lo pedí. Dormimos hasta las doce. Le dije que comprendo su situación (bi, closet); que sé cuál es mi lugar en esta relación. Sin rodeos le dije: “te amo” y por mí podemos seguir así… “La verdad, no espero otra historia…” En Chile, Grecia y USA, los indignados y los estudiantes se ma-

nifiestan en las calles. Envidio esa enjundia, aunque sean masa anóni-ma. Uta, ¿yo tendré una misión en la vida? PD. Steve Jobs murió. Viernes 7. No sé quién es el premio Nóbel de Literatura. Tam-poco he leído algo de él. Las clases en la licenciatura no dejan de entu-siasmarme. Miré a Javier & Cía.… Hablé con el profe Marco. Fui donde su “famosa” casa azul (qué hermosa terraza; es en la colo-nia África). El ensayo semestral será acerca del papel de la imprenta local en el proceso de construcción del Estado federal. Hasta donde voy, su-pongo que su instalación y funcio-

namiento no cambió el paradig-ma ilustrado de la cultura letrada impresa, pero sí contribuyó en las maneras públicas de leer. La imprenta ayudó a que unos, los pocos, monopolizaran y ejercieran el poder. En oposición, los lectores-escuchas adquirieron nuevas categorías que les ayudaron para interactuar con los emisores. Lo hicieron negociando con pa-peles en mano y mente… Tanto se socializó con los periódicos, que se obligó a exhibir las lectu-ras íntimas. Domingo 9. Está frente a mí. ¡Lee Las cuitas del joven Wer-ther! [J. W. Goethe]…

Emerick Rodríguez Rentería