la gualdra no.75, lunes 5 de noviembre del 2012

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 75 - 5 DE NOVIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Pascual Antonio Aguilar Barraza nació en Villanueva, Zacatecas, en la Hacienda de Tayahua (17 de mayo, 1919–19 de junio, 2007). Fue actor, cantante, productor, guionista y un gran jinete. El también conocido como El Charro de México, el sábado pasado fue homenajeado en el Teatro Fernando Calderón por el pueblo de Zacatecas, en el marco del LXVIII Congreso y Campeonato Nacional Charro “Zacatecas 2012”. En el homenaje participaron doña Flor Silvestre, sus hijos Antonio y Pepe y sus nietos Leonardo y Ángela –hijos de Pepe Aguilar-. Pág. 6 y 7

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Lunes 5 de Noviembre del 2012

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Page 1: La Gualdra No.75, Lunes 5 de Noviembre del 2012

SUPLEMENTO CULTURAL No. 75 - 5 DE NOVIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Pascual Antonio Aguilar Barraza nació en Villanueva, Zacatecas, en la Hacienda de Tayahua (17 de mayo, 1919–19 de junio, 2007). Fue actor, cantante, productor, guionista y un gran jinete. El también conocido como El Charro de México, el sábado pasado fue homenajeado en el Teatro Fernando Calderón por el pueblo de Zacatecas, en el marco del LXVIII Congreso y Campeonato Nacional Charro “Zacatecas 2012”. En el homenaje participaron doña Flor Silvestre, sus hijos Antonio y Pepe y sus nietos Leonardo y Ángela –hijos de Pepe Aguilar-. Pág. 6 y 7

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5 DE NOVIEMBRE DE 2012 / AÑO 2

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

Era la tarde el 20 de junio de 2007, la noche anterior habían con� rmado que Antonio Aguilar había falleci-do tras 15 días de haber estado en el hospital. Zacatecas lucía triste. Los medios avisaron desde temprano de ese miércoles lluvioso que don Anto-nio sería velado en el Teatro Fernando Calderón. A medio día, poco a poco la gente empezó a llegar; eran las tres de la tarde y pese a que habían anunciado que el cuerpo llegaría por la noche, las personas ocuparon la parte frontal del teatro; pacientes esperaban el momen-to en que don Antonio llegara. Empe-zaron a cantar, siguiendo la voz de una mujer que tímidamente al principio, airosamente después, entonaba “Tris-tes recuerdos”. La Avenida Hidalgo, a esas horas, ya estaba cerrada. Al atardecer, la calle estaba llena de gente enlutada. Los periodis-tas nacionales e internacionales co-menzaron a llegar también. Al � lo de las 10 de la noche, alguien dijo “Que ya llegaron al aeropuerto”, y los demás, que tenían más de 7 horas esperando, cantaron ahora más fuerte “Un puño de tierra”. Los hombres y mujeres que ahí aguardaban conocían un extenso repertorio, pues pocas veces repetían la misma canción. Yo los veía al prin-cipio desde mi balcón, pero me acer-qué al teatro al anochecer sólo para constatar que los que ahí estaban, cantando bajo la lluvia, eran hombres y mujeres de todas las edades, de di-ferentes estratos sociales, de diversas ideologías; a todos ellos les unió, por lo menos esa noche, la admiración por don Antonio, por Tony Aguilar. Cerca de las 11 de la noche, llegó la carroza fúnebre que fue reci-bida con aplausos y porras de los ahí reunidos; quien haya estado ahí esa noche coincidirá conmigo en que las emociones se desbordaron. Después, llegó su familia. Acompañados de la gobernadora y de funcionarios de gobierno, permanecieron ahí hasta la una de la mañana. Lo que siguió fue lo más con-movedor de todo. Cuando el acto pro-tocolario terminó, la gente que había permanecido ahí toda la tarde, poco a poco empezó a entrar a despedirse. Unos entraban con � ores, otros con cartas y fotos… tocaban el féretro, de-jaban estampitas de santos sobre él, le susurraban cosas, le rezaban, nunca dejaron de cantarle.

Cine y poesía, dos pantallasy un llantopor Gabriel Luévano Gurrola

Los riesgos de la tolerancia por Nelson Guzmán Robledo

Escenografìas del ArteContemporáneo (6/9)Deleuze: La exasperación del artepor Armando Haro

Homenaje a Antonio Aguilarpor Jánea Estrada Lazarín

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

La fl exibilidad como requisito en la formación de lectorespor Eduardo Campech Miranda

¿Qué otra cosa hace falta?por Pilar Alba

Resucita Deméter Por Perla Schwartz Shkoorman

Poema para mentir en voz altapor Roberto Galaviz

Castillo de sal si puedespor Andrea Sampedro

Desayuno en Tiffany’s, mon kupor Lluna Llecha y Carlos Belmonte

No me dispares, dispara al mensajeropor Eric Nava

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Un mariachi cantaba “Ár-boles de la barranca” y otro mariachi esperaba su turno. Desde las escaleras principales del teatro, empezamos a ver que no era sólo un mariachi el que llegaba… afuera había por lo menos diez mariachis esperando cantarle al Charro de México. Llegó un momen-to en esa madrugada, en que hasta tres mariachis fueron uno solo, sin planearlo, así nada más… por el puro amor a su ídolo, por agradecimiento. Afuera y adentro del recinto empezó a llenarse de charros ataviados con su traje de gala, pasaron a saludar a don Antonio, a manifestarle su respeto. Las botellas de tequila y de mezcal circulaban de mano en mano; nunca hubo desorden, sí muchas lágrimas en rostros desencajados. Cuando dos almas se quie-ren, por más que se alejen… se seguía escuchando. Si vas al campo donde los muertos reposan ya… Y hombres y mujeres seguían pasando frente a don Antonio, seguían cantando, porque su vida fue una � esta, porque con una � esta le estaban despidiendo, en la in-timidad de un teatro que duró abierto toda la noche. Nadie se “anduvo con lutitos que son pura propaganda”. Na-die, por lo menos esa madrugada. Al día siguiente, la avenida Hidalgo era más sombría que nunca, moños negros hasta la catedral donde se o� ció una misa; desde ahí partió al Soyate, seguido de cientos de per-sonas hasta la salida de Zacatecas. Las campanas repicaron al pasar por Villanueva, cuentan que el camino a Tayahua estaba lleno de admiradores que le aplaudían a su paso. Don Anto-nio Aguilar fue despedido por su gen-te, por sus caballos que tanto quiso; la música de banda lo acompañó hasta su tumba, como él lo dispuso, “El día que yo me muera, que me entierren con la banda…” Más de cinco años han pasa-do desde entonces. El sábado pasado su familia volvió al Teatro Calderón a participar en otro homenaje. La gen-te abarrotó nuevamente el lugar, para celebrar la vida de don Antonio Agui-lar, para manifestarle nuevamente su cariño. Y así, los años seguirán pasan-do… y seguirá siendo recordado.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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5 de NOVIEMBRE DE 2012

Colofón

Luz... Cuando mis lágrimas te alcancen

la función de mis ojos ya no será llorar,

sino ver.León Felipe

Por Gabriel Luévano Gurrola

Cine y poesía,dos pantallas y un llanto

En Fresnillo hay sólo un cine... toda-vía. Parece ser que la pantalla sigue siendo ventana del que a las seis de la tarde se da cuenta que no le queda más que digerir una milenaria historia o echarse un amistoso juego de cani-cas consigo mismo. Las posibilidades se han estrechado, o lloras a fuerza de apreciar el suelo, o te des-aburres (¿aburres de otra manera?). El he-cho es que sigue viva, y en estertores nostálgicos, la tradición de “el cine es mejor en él”, aunque no la de sollozar amparados por las tinieblas. Hace muchos años, existie-ron en Fresnillo dos cines emblemá-ticos: El Plaza, refugio de lo novedo-so universal, evidencia ingenua de lo moderno, la puerta de Hollywood, frecuentado por las parejitas dulces que deseaban la semana tuviera me-nos días para besarse los sábados. El segundo, Cine México, y como su nombre lo indica, presentaba los es-trenos de Tin Tan, Cantin� as, la nue-va de Pedro Infante, balazos, sombre-ros y ajúa... Comento lo anterior porque siempre me ha parecido reveladora, aparte de francamente jocosa, una anécdota referente a este último cine: no era extraño ver, en ocasiones, que salían los hombrazos, de esos grando-tes, bigotones, de porte � rme y atrabi-liario, llorando, desconsolados porque habían matado a Pedro Armendáriz. Podemos imaginarnos el gusto que ellos tuvieron al volver al siguiente mes y ver la cara de Armendáriz, jun-tando las cejas, sin darse cuenta que había vuelto para hechizar la mirada de los vivos una vez más. Pero lo que a mí me interesa es la comunión que se presenta cuando algo nos toca una cuerda sensible y el ser de al lado se convierte en compañero de penas. No importa el llanto entonces, a pesar de las reconvenciones matutinas, pues se ha dado una experiencia de unión. Eso mismo me ocurre al leer al poeta español León Felipe, nacido en 1884 en un pueblo de Zamora y

muerto en México en 1968. Hijo de fa-milia pudiente, Felipe Camino Galicia de la Rosa estudió para farmacéutico e incluso llegó a tener su botica, más pronto decide abandonar la rutina y se lanza a una vida vehemente y radi-cal que lo llevaría prácticamente a la indigencia. Entre otros datos, llega a México por intersección de Alfonso Reyes, regresa a España, participa en la Guerra Civil y, habiendo padecido la atrocidad en carne propia, regresa � nalmente a nuestro país en 1938, donde moriría treinta años después. León Felipe no tuvo la suerte de Machado o Hernández y se le clasi-� có entre los poetas menores por la crí-tica franquista. Hoy en día espera aún su valoración justa. No obstante, en México se ve acompañado y querido,

M.C. Escher, Salvaje Oeste, 1920

por lo que podemos con� rmar la cali-dad integradora y humana de la poesía. Al leer Como aquella nube blanca, Cómo han de ser tus ojos o Nadie fue ayer, por nombrar algunos poemas, me fue imposible contener un retorno de nueve años, para ubi-carme en el salón donde conocí la poesía, o al menos, donde tuve con-ciencia de su hermosura. Había entra-do a la secundaria, tendría unos trece años y la primera clase asignada era español. Entró la maestra, Amparo era su nombre, y después de presentar-se, lo primero que nos pidió fue que abriéramos nuestros libros en cierta página. De pie, nos hizo leer unos ver-sos (no diré de quién, pero muy famo-so) en voz alta, todos juntos. Hacien-do memoria, ése ha sido uno de los

pocos momentos en que he sido feliz. No digo estar contento, ni alegre, sino feliz. Me di cuenta que en la poesía na-die está sólo. Durante la Guerra, México abre las puertas a los refugiados espa-ñoles y tuvimos la enorme fortuna de alimentarnos de un pueblo con el que simultáneamente se reparte el rencor. El arte, diluyente de fronteras y ata-duras políticas, se vuelve campo de concilio, porque nos regresa, seamos americanos, europeos o africanos, al origen: el llanto. Supongo que el pri-mer verso con el que el primer hombre inauguró la profesión de vate a de ha-ber sido un grito. Ahora nos podemos responder el por qué de llorar en los cines. La oscuridad nos ampara, como en el origen de los tiempos, el mundo de nuevo es reciente, la inocencia no se ha perdido en sus paredes alargadas, en su rostro multifacético. Poesía pue-de ser para cualquiera algo distinto: un pedazo de pan, un retrato del horror de la humanidad, una mujer de vesti-do amarillo viendo el mar, etc. Para mí es precisamente volver a casa después de un viaje largo, di� cultoso, volver a un salón de clase, volver al cine, volver al origen, a la oscuridad sin miedo, al corazón del corazón. Felipe es esencialmente un poeta que sufre. El dolor del exilio, el llanto que es ventana, la desolación frente a la injusticia son los temas axiales en su obra. Pero la tristeza que emana cada composición es una ten-tativa de pureza, un irrefrenable deseo de unión. En Vencidos, que fue mu-sicalizado por Joan Manuel Serrat, la � gura del Quijote se hermana a la de todos aquéllos que, por infortunio, se han dado cuenta de la realidad, mucho más falsa que las ilusiones del espíritu humano y la imaginación.

Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanuraen horas de desaliento así te miro pasar...y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura

y llévame a tu lugar...

La amargura de Don Quijote, regresando a casa, no es una derrota, sino un retorno triunfal, porque ¿tie-ne validez una vida sin esperanza? El verdadero fruto de la esperanza se en-cuentra no en lo que se alcanza, sino en el mero hecho de sentirla.

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LA GUALDRA NO. 75

Por Nelson Guzmán Robledo

Los riesgos de la tolerancia Fi

loso

fíaEse fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más bello que tú; ¿por qué no le

das tu carne y tus huesos? Pero tú le tienes miedo y corres hacia tu prójimo.F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, “Del amor al prójimo”.

Uno de los mayores méritos del desa-creditado filósofo y antropólogo fran-cés Lucien Levi Bruhl, fue reconocer que la razón no es un principio que rija universalmente el pensamiento humano. La crítica más frecuente-mente dirigida a su obra La Mentali-dad primitiva, fue el haber sostenido en ella que el pensamiento de las so-ciedades primitivas era indiferente a las categorías racionales y más espe-cíficamente al principio de no con-tradicción que rige a la racionalidad desde el advenimiento del discurso filosófico en Grecia.

Egon Schiele, El peleador, 1913

Lo que se reprocha a este au-tor es considerar que los hábitos men-tales de los hombres de las sociedades ágrafas posean un grado “inferior” de evolución que los de las sociedades históricamente más desarrolladas. Levy Bruhl, al desestimar la raciona-lidad del mito estaría degradando al pensamiento mágico y mítico a un ni-vel menos evolucionado, cuya estruc-tura desdeñaría los hábitos mentales de la razón y de la lógica. El error de este reproche es-triba en que supone que la racionali-dad tiene un carácter transhistórico,

y absoluto. Y que la falta de raciona-lidad implica un detrimento del pen-samiento, afirmación que Levy Bruhl estaría muy lejos de asumir. Si consideramos que un pen-samiento carece de verosimilitud por el hecho de ser menos racional, esta-mos suponiendo, junto a los detracto-res de Levy Bruhl, que la racionalidad es el criterio para juzgar la adecuación del pensamiento con la realidad. De este modo, las críticas que conside-ran que el antropólogo francés me-nosprecia el pensamiento primitivo, adolecen de aquello que critican, pues hacen de la racionalidad occidental la medida del valor del pensamiento. Sucede lo mismo con todos los discursos de la alteridad que en el fondo no hacen sino reducir la dife-rencia del otro a una medida común. El respeto a la diversidad en ocasio-nes sólo es empleado para embozar la disolución de la diferencia al seno de la propia identidad. El sistema de la hegemonía occidental diluye las dife-rencias para reducir todo a la medi-da común del consumo. El discurso de la tolerancia se sostiene sobre un principio meramente formal, cuya plasticidad permite incluso el des-encadenamiento de la agresividad justificada, pues la intolerancia pue-de siempre ser proyectada en aquel otro que no acepta ser reducido a la homogeneidad que nuestra propia identidad exige. Lo anterior explica per-fectamente por qué los sistemas y figuras políticas que se resisten a enfilarse en el proyecto colonialista liberal de Occidente, son precisa-mente juzgados a partir de la into-lerancia hacia lo que dicho proyecto postula como libertad y tolerancia, mismos que sólo se reducen en úl-tima instancia a la libertad del con-sumo y que en el fondo sólo pugnan por la libertad del capital para regir y ampliar su dominio. Al ser un principio mera-mente formal, la tolerancia debería ser también neutral, ya que asumir los ideales propios bajo la rúbrica de la tolerancia nos permite depositar en un postulado abstracto la concre-ción de nuestra propia identidad, en detrimento del otro. El discurso de la tolerancia se convierte así en un mero significante vacuo que disimu-la nuestra imposibilidad de asumir y comprender la alteridad. Esto es lo que deberían de tomar en cuenta todas las expresio-nes que se tienen a sí mismas como disidentes del sistema hegemónico: los defensores de los derechos de los

animales, la perspectiva de género, el derecho a las libertades sexuales, etc. Pues muchos de ellos trazan un vínculo de identidad con el princi-pio universal de la tolerancia, que sin embargo sólo debería reducirse a la comprensión de la alteridad. Lo que debe entenderse es que no hay posibilidad de compren-sión cabal de lo otro sin que se pon-ga en riesgo la identidad propia y los principios que la delimitan. En el fondo, los discursos de la alteridad sólo asumen una diferencia edul-corada, aquélla que, siendo dócil a nuestros principios, puede ser ab-sorbida por ellos. La alteridad radical, es la que violenta y transgrede nuestras propias convicciones. A estas formas de alteridad, generalmente poco o nada prestan atención los falaces dis-cursos de la tolerancia que muestran así su tendencia inherente a la hipo-cresía y a la sed de dominio. Asumir la diferencia es de este modo la puesta en riesgo de los cimientos sobre los que se funda nuestra perspectiva del mundo. Ge-neralmente, sólo los espíritus procli-ves al vértigo y al riesgo son los que pueden asumir la diferencia radical, aunque en el fondo este llamado po-sea siempre límites difíciles de tras-pasar, pues el semblante absoluto de la alteridad total no es otro que el de la muerte que nos amenaza: la muer-te propia. Por eso, el gran problema histórico que Sócrates o Jesús de Na-zaret lanzaron a la humanidad fue el de hacer de la muerte el principio de su identidad. Asumiendo la muerte en la congruencia de sus ideales, de-bieron acudir a la trascendencia de la vida tras ella para sostener la identi-dad a la que su muerte amenazaba. El primero vinculó a la muerte el concepto de persona, el otro el de salvación; los dos asumie-ron la alteridad absoluta (la muerte) como principio de su identidad, no sin destruir la alteridad al seno de lo idéntico. Ambos por ello, intentaron matar a la muerte; ambos, fundan-do la racionalidad hegemónica y la religión imperial (y probablemente sin saberlo o desearlo) acuñaron los gestos paradigmáticos del totalita-rismo occidental, a los cuales siguen rindiendo tributo todos aquéllos que emplean el discurso de la tolerancia como arma de la intolerancia. A ello sólo nos esta decir que la única forma de intolerancia que de-bemos intentar destruir no es la de los otros, sino la nuestra propia.

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5 de NOVIEMBRE DE 2012

Por Armando Haro

ArtesEscenografías del Arte Contemporáneo (6/9)Deleuze: La exasperación del arte

En esta parte del ritornelo de Mil me-setas de Deleuze, nuestro pensador describe la forma de territorializarse, de hacer ritornelo, que tiene el arte mediante el haber del artista, o mejor, dicho, del artesano cósmico; quien es, antes que todo, ‘ser en el mundo’, que busca las huellas de ‘creación en lo creado’, la ‘naturaleza naturalizante en la naturaleza naturada’, es decir, de reencontrar de algún modo la τεχνε del arte, como ese simple haber con ‘medios muy simples, muy puros, casi infantiles’; para así descubrir la reso-nancia entre el microcosmos y el ma-crocosmos, entre las fuerzas químicas y físicas que dan brillo al color o textura al objeto y, las fuerzas cósmicas exte-riores que modifican como reflejo el microcósmico. Como con Heidegger, la estética de Deleuze es antiestética, se ubica fuera del ‘mundo del arte’, más no para instaurar al arte como ‘más verdadero que la verdad’, sino como puro producto de fuerzas y productor de reacciones, de territorializaciones y desterritorializaciones expresivas. Aún así, como el preguntar fundamental y el preguntar conductor heideggeriano, el pensar creador de Deleuze también hace una doble pregunta micro-ma-crocósmica pero para buscar resolverla en su síntesis, en la que rija no la uni-lateralidad del sentido sino su multi-plicidad de significación que tiende hacia la ley de continuidad leibniziana, a la composibilidad epicureana, al logos heracliteano, a la potencialidad de Spi-noza y el arte entendido como vida de Nietzsche. Pero además adquiriendo una involución creadora como la de Berg-son y una percepción fenomenológica como la de Merleau-Ponty, quien dice que: “el análisis reflexivo cree seguir en sentido inverso el camino de una consti-tución previa y articular (rejoindre) en el ‘hombre interior’, como dice Agustín, un poder constituyente que siempre ha

1 G. Deleuze: Mil mesetas, op. cit., p. 342.2 M. Merleau-Ponty: Fenomenología de la percepción, Planeta-De Agostini, México 1985, p. 10.3 Ibidem.

El artista comienza mirando en torno suyo, en todos los medios, pero para captar la huella de la creación en lo creado, la naturaleza naturalizante en la naturaleza naturalizada; y luego, instalándose “en los límites de la tierra”, se interesa por el microcosmos, por los cristales, por las moléculas, por los átomos y las partículas, y no por la coherencia científica, sino por el movimiento, nada más que por el movimiento inmanente; el artista se dice a sí mismo que este mundo ha tenido aspectos diferentes, y que aún tendrá otros, que ya tiene otros en otros planetas; por último, se abre al Cosmos para captar sus fuerzas en una “obra” (sin eso la abertura al Cosmos tan solo sería una fantasía incapaz de ampliar los límites de la tierra), y para realizar esa obra se necesitan medios muy simples, muy puros, casi infantiles, pero también se necesitan las fuerzas de un pueblo, y eso es lo que aún falta, “nos falta esa última fuerza, buscamos ese apoyo popular, hemos comenzado en la Bauhaus, no podemos

hacer más…” .1

Es una ingenuidad o, si se prefiere, una reflexión incompleta que pierde consciencia de su propio comienzo. He comenzado a reflexionar, mi reflexión es reflexión sobre un irreflejo, no puede ignorarse a sí misma como acontecimiento, dado que se manifiesta como verdadera creación, como cambio de estructura de la consciencia, y le corresponde reconocer, más acá de sus propias operaciones, el mundo dado

al sujeto porque el sujeto está dado a sí mismo. La realidad está por describir, no por construir o constituir.3

sido él. Así la reflexión se vehicula a sí misma y se sitúa en una subjetividad invulnerable, más acá del ser y del tiem-po”.2 Obviamente Merleau-Ponty hace referencia al análisis existencial de Hei-degger que, efectivamente, ‘sigue en sentido inverso’, como desmontaje de la historia de la metafísica, ‘el camino de una constitución previa’, el sentido del ser entendido como tiempo o no-ser y devenir, y ‘articular en el hombre interior’, principio agustiniano del ser del sí-mismo como ser ahí, establecién-dose como ‘reflexión que se vehicula a sí misma’ como sentido del ser, en su esenciarse en la verdad y ser preonto-lógico en el otro comienzo del pensar. Pero el pensamiento de Deleuze hace otro planteo, más cercano a Merleau-Ponty, puesto que:

Pere Borrell del Caso, Escapando de la crítica, 1874

Gustave Courbet, El desesperado (autoretrato), 1843 Detalle

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LA GUALDRA NO. 75

Mús

ica

Por Jánea Estrada Lazarín

Homenaje a Antonio Aguilar

Pascual Antonio Aguilar Barraza na-ció en Zacatecas, en la Hacienda de Tayahua, Villanueva, el 17 de mayo de 1919. Fue actor, cantante, productor, guionista y un gran jinete. Su discografía –de acuerdo a la información de su página o� cial-, se compone de más de 160 álbumes, con los que alcanzó ventas de más de 25 millones de copias. Debuta en la dé-cada de los cincuenta como actor en el cine, posteriormente como cantan-te; con más de 50 años de trayectoria, siguió cantando hasta los primeros años de este siglo, consolidándose como una leyenda de la música po-pular mexicana. Don Antonio reco-rrió el mundo junto a su esposa Flor Silvestre y sus hijos Antonio Aguilar y Pepe Aguilar llevando por todos lados su espectáculo ecuestre. Es recono-cido como la persona que introdujo el deporte mexicano de la Charrería a audiencias internacionales y quien llevó siempre en alto el orgullo de ser mexicano. Antonio Aguilar sí fue pro-feta en su tierra, siempre reconocido y querido por su gente. Durante su infancia vivió en la hacienda de Tayahua, adquirida por su familia a principios del siglo XIX. La hacienda, conocida com La Casa Grande de Tayahua, fue construida en 1596. Su madre, Ángela Barraza, cantaba en una iglesia en Villanueva y fue de ella de quien heredó su vo-cación por el canto. Su padre fue Je-sús Aguilar. Tuvo seis hermanos: José Roque, Salvador, Guadalupe, Luis To-más, Mariano y Jose� na -madre de la cantante Guadalupe Pineda- Después del intento de reali-zar una carrera de aviación en Nueva York, obtiene una beca para estudiar canto en Nueva York, luego estudió en Hollywood y regresó a la Ciudad de México en 1945. Inició cantando en la XEW a principios de 1950. Fue en 1952 cuando obtuvo su primer papel importante en el cine, en la película El casto Susano; pero fue hasta 1956 que recibió su primera oportunidad estelar, en Tierra de hom-bres, de Ismael Rodríguez –con quien realizó casi un centenar de películas-. Caracterizó a personajes populares e históricos, como Heraclio Bernal, Pán� lo Natera, Benjamín Argume-do, Emiliano Zapata, Felipe Carrillo Puerto, Gabino Barrera y Lucio Váz-quez, así como personajes de corridos mexicanos como Lamberto Quintero, Valentín de la Sierra, sólo por mencio-nar algunos. Antonio Aguilar ha sido el único hispano en llenar el Madison Square Garden de Nueva York en seis noches consecutivas.

El 5 de junio del 2007, fue internado debido a una infección pul-monar. Después de 15 días de hospita-lización, el 19 de junio de 2007, Anto-nio Aguilar falleció. Al día siguiente, sus restos fueron trasladados a la ciu-

dad de Zacatecas, en donde se le rin-dió un homenaje de cuerpo presente. Ahí, en el Teatro Fernando Calderón, miles de personas se congregaron para despedir al Charro de México. Duran-te las primeras horas 21 de junio, has-

ta el amanecer, llegaron también más de veinte agrupaciones de mariachis a despedir cantando a quien fuera el gran ídolo del pueblo zacatecano. Fue sepultado en su rancho, El Soyate. Cinco años después de su partida, Antonio Aguilar fue nue-vamente homenajeado en el Teatro Fernando Calderón por el pueblo de Zacatecas, en el marco del LXVIII Congreso y Campeonato Nacional Charro “Zacatecas 2012”. En el home-naje participaron doña Flor Silvestre, sus hijos Antonio y Pepe y sus nietos Leonardo y Ángela –hijos de Pepe Aguilar-. Y otra vez, la gente que tan-to quiso a don Antonio, se reunió ahí para mostrar su cariño, para cantar sus canciones, para ver el documental dirigido por Mario Hernández, con quien hiciera casi cincuenta películas y para escuchar a su familia. Después de la transmisión del documental, apareció en el escenario Leonardo, cantando un popurrí de corridos alu-sivos a caballos –los que tanto quiso su abuelo-. Lo memorable de la velada fue la participación de Flor Silvestre, quien interpretó las canciones con las que se acuerda de su marido. Can-ciones muy tristes, como “Soledad” y “Arráncame la vida”. “Son muy tristes, ¿verdad? Pues así me siento, lo extraño tanto”, dijo antes de cantar “Amanecí otra vez”, de José Alfredo. Pepe subió al escenario para acompañar a su madre, y ahí dijo: “Te voy a decir algo, madre, la vida con-tinúa, como mi padre siempre decía: no se puede aferrar uno siempre al do-lor. El tiempo que él vivió lo disfrutó mucho”. Interpretó “El Zacatecano”, luego “La cruz de olvido”, y terminó con la siguiente frase: “Mi padre nos inculcó siempre el amor por Zacatecas, y nosotros sus hijos hemos de seguir in-culcando este amor a las generaciones venideras”. Antonio Aguilar, hijo, can-tó también esta noche, “Caminos de Guanajuato” y “Tristes recuerdos”. Ángela, la más pequeña de los Agui-lar cerró la noche con “La Chancla” y “La pispireta”, en la que dice or-gullosa: “Soy Angelita, y también soy Aguilar”. El Teatro Calderón nueva-mente lució un lleno completo; afue-ra, la gente que no pudo entrar, vio lo que sucedió en el escenario, en las pantallas que se instalaron con este � n en el Foyer y en la Plaza Goitia. Se quedaron hasta el � nal, para despedir a esta familia que se mostró emocio-nada y muy agradecida con el cariño prodigado por los zacatecanos.

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5 de NOVIEMBRE DE 2012

Música

Previo al concierto, durante el ensayo, platicamos con Antonio Aguilar, hijo, y con Leonardo y Ángela –cuyo primer disco, Nueva Tradición-, saldrá a la venta este 6 de noviembre-.

Jánea Estrada: Hace 5 años ya que se fue su papá…Toño Aguilar: Sí, es terrible, a todos nos pega mucho todavía.

JE: ¿Cómo surge la idea de hacerle un homenaje?TA: El señor gobernador invitó a mi madre a que cantáramos en esta fecha porque además coincidía con el Con-greso Nacional Charro… y mi padre fue un apasionado de la charrería, nosotros hemos sido charros de toda la vida. La invitó a ella, ella me invitó a mí y hoy se suman también los hijos de Pepe. Esta-mos muy emocionados.

Flor Silvestre estaba en la sala principal del Teatro, cuando Leonardo cantaba “El Alazán y el rosillo”, se veía sumamente conmovida, ahí, sentada en las butacas, de vez en cuando enjugaba sus lágrimas.

JE: Doña Flor está muy conmovida…TA: Sí, este lugar le trae muchos recuer-dos, y mientras su nieto cantaba los co-rridos que más le gustaban a mi padre, coincidió que proyectaban imágenes de cuando él andaba a caballo, de cuando estaban juntos… Se amaban profunda-mente, estuvieron unidos, tomados de la mano siempre, más de 50 años. Imagína-te si no lo extrañará… Su amor fue como de cuento de hadas, como de película…

JE: ¿Cuál es el recuerdo más hermoso que tiene de su papá?TA: Uy, son tantos… Todas las noches, cuando era niño, cuando se hacía noche, mientras él estaba trabajando en su ofici-na en el rancho, yo iba y me sentaba en sus piernas hasta que me dormía, él me llevaba a la cama todas las noches. Tal vez sea uno de los recuerdos más entra-ñables, porque tengo miles. Yo trabajé con él toda la vida, yo no me separé de él nunca… Fue mi mejor amigo. Cada vez más sabio, cada vez más tolerante, cada vez más bueno. Tuvimos una relación muy buena.

JE: ¿Él se fue sabiendo que sí fue profeta en su tierra?TA: Sí, cómo no… él recibió siempre pu-ras cosas buenas de su gente; salvo dos o tres cosas de ciertos grupos de derecha. Nada importante, él en realidad siempre se supo querido por su gente. Nunca se desesperaba, cuando yo me enojaba con alguien siempre decía “tenle piedad, debe tener un mal día o una vida muy difícil”. Mi padre tenía una consideración por la gente que yo he conocido en muy pocos, salvo en algunos sacerdotes, porque no todos los sacerdotes son buenos… Lo que nos falta es piedad, tolerancia, en es-tos días debemos darle gracias a Dios de lo que tenemos, de lo que somos. A mí me tocó mucha suerte con estos padres que tengo. Lo más importante es la unión familiar y eso nos lo inculcó mi padre.

Leonardo Antonio Aguilar, el nieto que debutó esta noche en el teatro, ama la charrería y la música mexicana, lo lleva en la sangre.

Jánea Estrada: ¿Cuántos años tienes?Leonardo Aguilar: [pícaro como su abuelo] 13 años y no tengo novia…

JE: ¿Por qué decidiste dedicarte a cantar canciones mexicanas?LA: Lo llevo en la sangre, así como a otros les gusta el rock a mí me gusta la canción ranchera.

JE: ¿No incursionarías en otro género, así como lo hizo tu padre?LA: [ríe] No… o tal vez sí, pero por lo pronto me encanta la música ranchera.

JE: Háblanos del disco Nueva Tradición…LA: Sí, lo grabé con mi hermana chiqui-ta, Ángela. Cantamos con banda y ma-riachi. A los dos nos gusta mucho esta música, y los caballos… me encantaría tener un espectáculo ecuestre como el de mi abuelo. Es un gran orgullo cantar la música que cantaba mi abuelito, los seguidores de él son también parte de nuestra familia. Te cuento que en la de-velación de una escultura de él en Esta-dos Unidos, estaba cantando y se me fue la letra de “Eres alta y delgadita”… y en lugar de abuchearme, la gente empezó a decirme la letra… siempre con mucho cariño. Ojalá que les guste el disco. Yo canté con mi abuelo en su despedida, en el 2006… y sé que él estaría muy conten-to de vernos cantar su música.

JE: ¿Qué recuerdas más de tu abuelito?LA: Él falleció cuando yo tenía 7 años… pero lo mejor de él siempre será su

Ángela y Leonardo son la generación más joven de la familia Aguilar, la que ha de continuar con las enseñanzas del padre y del abuelo. Por la noche de este sábado 3 de noviembre hicieron las delicias del público zacatecano. Qué bueno es saber que tradiciones como ésta perduran, que la música mexicana está en el gusto de los más jóvenes y que el recuerdo de don Antonio Aguilar durará muchos años más.

ejemplo de humildad, de respeto por el público, por toda la gente. Siempre lo re-cordaré montando a caballo… de hecho, yo monto actualmente a Floro, su caba-llo más querido, uno de los últimos que montó. Lo recuerdo cantando “Caballo prieto azabache”, “La chula mula”…

JE: ¿Qué quieres ser cuando seas grande?LA: Quiero ser charro, cantante, y vivir en Zacatecas, en el rancho de mis abue-los, en Tayahua… eso sería lo ideal.

Ángela Aguilar es la nieta más pe-queña de don Antonio Aguilar y es quizá la más emocionada…

Jánea Estrada: ¿Cómo te sientes?Ángela Aguilar: Muy orgullosa de poder cantar las canciones de mi abuelito… porque me salgan sus canciones, porque él tenía una voz muy bonita.

JE: ¿Cuál canción te gusta más?AA: Yo escogí las canciones que voy a cantar hoy, pero la que más me gusta es “La Chancla”… Me gusta mucho la mú-sica mexicana, cantar en español es más bonito. Del disco la que más me gusta es “Qué suerte”, porque ésa la canto yo.

JE: ¿Tú también vivirías en el rancho?AA: Sí, también, porque allá hay muchos caballos… Ahí podría montar todo el tiempo a “Cátsup”, así se llama el mío, es un cuarto de milla muy bonito. A mí también me gustaría participar en un es-pectáculo ecuestre.

Fotos: Miguel Ángel Núñez

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LA GUALDRA NO. 75

Por Eduardo Campech Miranda

La flexibilidad como requisito en la formación de lectores

En los últimos días he trabajado con jóvenes de una preparatoria estatal. El encuentro con ellos me ha dejado al-gunas reflexiones. Entre ellas descarto que fuera sorpresivo el hecho que la inmensa mayoría, por no decir que casi todos, no contemplan a la lectura como una actividad voluntaria. Esto sólo es un reflejo de la concepción y dinámica social en torno al acto lec-tor: se lee para aprobar la materia o el grado escolar. Ya en la vida pos-terior a la formación académica, la mayoría lee soportes como diarios, revistas, historietas, anuncios y car-teles (lo que Goodman llama lectura ambiental), etc. Que los chicos no lean no es un dato nuevo. El por qué no leen, quizá se pueda explicar, en parte, por lo observado durante este par de se-manas. Por principio de cuentas los contactos con los libros, en general, y con la literatura, en particular, no han sido significativos. Es decir, sólo sirven para sortear el examen o el reporte de lectura; no existe, no han encontrado, no les han mostrado nin-gún vínculo de la lectura con su vida cotidiana. Recuerdo a un maestro, con el que coincidí hace una década

Por Mateo EstradaGaviriaMartes, septiembre 2 de 2003 [Madrid. Biblioteca Pedro Salinas. Frente a la Puer-ta de Toledo] …He comido kebab. No encuentro lugar dónde comer bien. He tomado un par de cocas (son pequeñas). Al vaso le ponen rodajas de limón y un cubo de hielo. El café lo sirven en tazas de juguete. El líquido es espeso y debo beber-lo con agua. Sigo plan trazado: camino y miro. Encontré un Vips atendido por mexicanos. He ido dos veces. El domingo estuve en el Museo Thyssen-Bornemisza. Maravilloso. Pintura norteamericana del siglo XIX. Compré una guía del museo. La obra que más me gustó es Objetos para un rato de ocio, de William Harnett. Son objetos, en una mesa, de un bohemio: periódico, tarro para beber, una pipa, un libro y un cenicero. Encontré La Casa del Libro y Fnac. El libro de moda es el de Hillary Clinton [Living history]: “No podía res-pirar… Buscaba aire, empecé a llorar y a gritarle: ¿qué quieres decir? ¿Qué me estás diciendo? ¿Por qué me mentiste? Estaba más furiosa cada segundo que pasaba. Él se quedó allí repitiendo una y otra vez: Lo siento, lo siento tanto. Intentaba proteger a ti y a Chelsea”. No imagino cuál sería la reacción de la esposa de Juan, si sabe de mí y de nuestra relación. Otra story recu-rrente en la prensa es el affaire de Jayson Blair: el inventor de relatos con base en fotografías. Es un individuo que nunca se movió de Nueva York -donde fumó y be-bió a morir- y escribió para el mítico The New York Times. Tengo la impresión que su historia aparecerá en peli. Compré en Fnac Carne de perro [Pedro Juan Gutiérrez, 2003]; La nave de los muchachos griegos [Luis Antonio de Villena, 2003]; El vientre de la ballena [Ja-vier Cercas, 1997]. Leo a escondidas el de Villena. En estos días soy de clóset. Ayer miré Ararat [Dir. Atom Egoyan, 2003]. La sala era muy cómoda [Renoir Cuatro caminos]. Creo que he ve-nido a quemar naves y situar algunos refe-rentes de mi vida: cuando entendí que era gay, no pude decirlo. En esos momentos mis padres estaban en proceso de divor-cio. Él marchó a España y se llevó a los hijos mayores (Geny, Wilmar y David). Ella “se quedo” con los menores (Arsinee y yo). Primero vivimos en la finca con la abuela. El principio fueron cuatro años. Luego, cuando me reuní con ella, su nue-vo matrimonio lo impidió; además se fueron a USA. Entonces quedé solo en México. En la estantería de la biblioteca (donde me asenté ayer y hoy, para encon-trar algo) encontré una publicidad bonita: “Buscamos escritores/as en todos los géne-ros”: www.eraseunavez.org

en un evento de lectura -en Morelia, Michoacán-, el cual me decía que no entendía para qué le habían enseña-do álgebra, ya que no había una apli-cación en la vida cotidiana. Trasladando la visión ante-rior a nuestra área, diagnosticamos que muchas personas conciben a la literatura como una manera seria de pasar el rato, como un enfadoso y doloroso trámite académico. Esas personas, en ocasiones, imparten clases. Ante ejercicios de explora-ción libre de acervos (la posibilidad de tocar, (h)ojear, leer un fragmento, desechar, seleccionar un libro), los jóvenes parecían niños en dulcería. Tenían, quizá por vez primera en su vida, la oportunidad de dimensionar al libro como un objeto cotidiano. Durante los juegos de es-critura, descubrieron que tienen creatividad, que son capaces de hi-lar historias, de jugar con las pala-bras, de escribir poemas, recetarios, cartas, de establecer y conformar diálogos con otras personas, de apropiarse y sentir como los perso-najes de la literatura. Ante el cuestionamiento de por qué no les gusta leer, recibi-

mos respuestas como “es aburrido”, “me duermo”, “no le entiendo”, y la clásica (y falsa, “no tengo tiempo”). Después de la actividad, donde sólo se les pedía silencio, un silencio ini-cial, porque conforme avanzaba la lectura (fragmentos o cuentos de El cartero de Neruda, Un hilito de san-gre, “El huésped” de Amparo Dávila, Querido Diego, te abraza Quiela, mis caballitos de batalla), ellos mismos iban exigiendo el silencio de sus compañeros, que a decir verdad, fue roto en pocas ocasiones. Cuando se les decía que habíamos leído tantos capítulos o determinado número de páginas, se sorprendían, ¿cómo habían pasado dos horas sin darnos cuenta? La res-puesta es sencilla. Además de la se-lección, hilamos una tenue red entre ellos y el texto a partir de preguntas, siempre en la posibilidad de no ser respondidas, pero siempre con la co-laboración de ellos. Una primera conclusión derivada de esta experiencia es: la formación de lectores (sea en el es-pacio que sea) debe distinguirse por ser una actividad flexible, que con-mine, invite, no obligue.

William Harnett, Objetos para un rato de ocio

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5 de NOVIEMBRE DE 2012

Por Pilar Alba

Por Perla SchwartzShkoorman

Por Roberto Galaviz

¿Qué otra cosa hace falta?

ResucitaDeméter

Poemaparamentiren voz alta

¿Qué otra cosa hace falta para morir? Sé que no visitaré aquellos lugares vis-tos tantas veces en las postales desgas-tadas. No rezaré en una mezquita ni seré encantador de serpientes. No pa-searé en góndola, ni veré la luminosi-dad apabullante de una aurora boreal. No volveré a sentir una vez más el arrullo del tren como cuando era niño y fui emocionado a conocer la gran ciudad, a la cual prometí regresar cuando fuera mayor, sé que ya nunca cumpliré ni ésa ni tantas otras prome-sas que mientras más pasa el tiempo se vuelven más lejanas.

Resucita, Demétersacúdete ese pesarque te sofocaante la inesperada desapariciónde Perséfone, tu hija.Recuerdaque siempre has sido bravía indómita,ahora no puedes dejartevencer…impide que la incertidumbrete erosione. Resucita, Deméter,saca de tus entrañasesa fuerza telúricaconnatural a una Diosa,que ha deambuladopor todos los caminos, los sembradíos de cerealesha sido tu reino, y tu cabellera doradasiempre fueprolongación del ígneo sol. Resucita, Demétersi lloras corres el riesgode ahogarte como Ofeliaentre sus tribulaciones, se ha de imponertu naturaleza de guerrera,si un día fuiste capazde abandonar el Olimpo,¿Entonces, por quéno has de poder descenderal Reino de las Sombras? Para deletrear el caosy triunfal hallara tu amada hija. Resucita, Deméterdebes de anularcualquier atisbo de debilidady mostrartecomo esa Diosa salvajee invencible, Eres la demiurgade la fertilidad,dadora de vida,

Tampoco probaré los platillos de los innumerables libros de recetas guardados en el último estante de la alacena, en la cocina donde ya ni si-

quiera me queda ánimo para recalen-tar los restos de la última cena. No, nunca seré gourmet ni catador de vino. No tendré nunca una mujer como

aquéllas que aparecían en las novelas que leí antes de perder la mitad de la poca visión que me quedaba. No bai-laré con ellas ni les prepararé una ro-mántica cena. Nunca sentiré en mis manos el tacto de otra piel, el roce de unos labios, tampoco caeré de rodillas ante una desnuda brillantez. No hay nada, absolutamente nada que falte para morir. No vale la pena seguir acumulando días, jalando aire en los pulmones cansados, seguir soportando el dolor. No hace falta na…da.

aún en los camposmás áridos e inhóspitos. Diosa-semilla,Diosa-simiente,que preside los Misterios de Eleusis,has de proseguir.Resucita Deméter,embriágate de energía,a lo lejos,te custodia Yasión,el titán invencible. Él te guiarápara obtenerla fuerza necesaria,para que no desfallezcas. Resucita Demétertu estatus nómadees consigna de fiereza,has de encontrara Perséfone,atraparás constelaciones de luz, emisarias de Hermes.¡No puedes darte el lujode no proseguir en tu búsqueda! Resucita Deméternunca has sido mansa,tu cabeza coronadade espigases tu mejor armapara abatirla contrariedadde los inmóviles destiempos.Tú, Diosa implacable,has de erigirterapsoda de la virtud amorosa.

*

Lo que sucede es que soy un farsantetodo,completo

no deberías creer nada de lo que digode verdadni una sola palabra es cierta

no dudesmujer / amigo / dios / perro /cosa

lo que promulgo es una farsauna pretensión inservible

yo y todas mis letrassomos lo mismo: una mentira,un acoso de pensamientos que no tienen hogarque no tienen penitenciani encantoni nada

me detengo a mitad de lo que llamoeste poema

(que también es una mentira)para rompercon un dilema que me aturde

Si todo yo soy mentira¿cómo es queno lo había descubierto hasta hoy?¿Cómo es que no me diste una señalmujer, amigo, dios, perro, cosa?

¿Cómo es que te divierte mi rostro sin rostro,-mi figura de acróbata desahuciado-?

después de todolas mentirassiempre construyenésa es la única verdad que me queda

lo demáses invención mía

como lo eres incluso túlector (deberías preocuparte)

deberías tratar de esquivarel golpe secode mis traslucidos puños

¿cómo es que no me diste una señal mujer, amigo, dios, perro, cosa?

Mejor léase mientras se escucha:Confesiones de invierno / Sui generis

Erte, Emociones, tristeza

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5 DE NOVIEMBRE DE 2012

Por Ester CárdenasAlgunas películas hacen que nuestros sentimientos de ternura se desbor-den por completo. Esto me ocurrió con Sol de otoño, un � lm sencillo, amable, fácil de seguir, divertido y revestido de una enorme tristeza. La soledad es la protagonista de Sol de otoño: la di� cultad de compartir, la angustia de la marginación. Con el só-lido guión de Santiago Carlos Oves y el propio director, Eduardo Mignogna, la cinta narra el encuentro, por medio de un anuncio, de un hombre y una mujer ya maduros que pretenden una última oportunidad para sus vidas. En realidad, como sabremos más adelante. Norma Aleando (genial) busca en Fe-derico Luppi (extraordinario) un acci-dental acompañante judío para la visita de su hermano. Sol de otoño es una película crepuscular y tan hermosa como una

aventura imposible. La presencia de Norma Aleando y Federico Luppi, en un fascinante duelo interpretativo, hacen más entrañable un relato que podía caer fácilmente en lo meloso. La progresiva aproximación entre ambos se va haciendo con un elevado sentido del humor y una maravillosa y apasionada aventura. Los toques de distinción de Mignogna permiten se-guir el � lm con absoluta satisfacción, gracias a la espontaneidad y origina-lidad de los giros humorísticos y las salidas de tono. Sol de otoño es un ejercicio delicioso de cine romántico. Hubiera sido impensable sin la presencia de dos actores tan soberbios como Norma Aleandro y Federico Luppi. Y convie-ne a� rmarlo porque la película nunca hubiera sido igual sin ellos. Trasmiten credibilidad, son sinceros y saben mos-

trar con su sola presencia la verdadera naturaleza de sus sentimientos. Es por ello que Sol de otoño es antes que nada una película de personajes, de grandes actores, que sin embargo están siempre al servicio del � lm, no se aprovechan de él para mostrar lo bien que lo hacen y lo imprescindibles que son. A cambio, Mignogna les sirve un argumento que implica volcar pasión y humanidad, con dubitaciones, rechazos y apasiona-das aceptaciones. Tuve la suerte de ver esta cin-ta de 1996 en una de aquellas muestras que Delia, Manuel y Héctor Ávila orga-nizaban en el desparecido cine Acua-rio, en 1997. Posteriormente compré el video en un remate y alguien tuvo a bien sustraerlo de mi casa. Lo he bus-cado en dvd en muchas ocasiones, in-fructuosamente, por fortuna sigue en mi memoria.

A galoparComo en un caleidoscopio, Paul Bastherlain, personaje principal de la cinta, aparece bajo múltiples face-tas. Es un padre divorciado que tiene a cargo una hija adolescente; también es hijo de una madre recién enviudada; hermano de un hombre separado, con dos hijas; y amante de una hermosa pa-risina, madre soltera a punto de casar-se con el padre de su hija. Pero Paul es sobre todo un escritor cuya obra literaria sustenta el film en el que se entrelazan los aconte-cimientos reales y los deseos del prota-gonista. Su voz en off, abre y cierra la cinta, la va puntuando y nos muestra dos relatos en paralelo y a la vez con-fundidos. En paralelo, porque percibi-mos las sensaciones y expectativas del personaje-escritor mientras visiona-mos los acontecimientos reales. Confundidos, porque los acontecimientos que pertenecen a la vida sentimental del protagonista pa-recen moldearse a su querer y toman vida en la pantalla a medida que los va plasmando en sus historias de ficción. Au galop –primer largome-traje del realizador y actor francés Louis-Do de Lencquesaing– es simple-mente un retazo de vida, la de un mo-delo de familia que tradicionalmente se ha estigmatizado como disfuncional pero que es parte del paisaje cotidiano. Son fragmentos de un cine realista sin los endulzados de las nove-las rosas ni los trágicos finales de las familias “descompuestas” que se ven forzadas a entrar en la “normalidad”; nada de eso, es un film que se disfruta por su naturalidad, descarnado de los excesos. Una comedia dramática en la que parece que no ocurra nada, como si los hechos no buscasen la historia y todo se yuxtapusiera en armonía –sin choques argumentativos o visuales–, aceptando sin grandes sobresaltos el devenir natural: la muerte del padre y el duelo de rigor público y privado, excesivo, de una familia adinerada; la voluntad de la madre omnipresente que insta a sus hijos a darle un nieto varón; el declive de una hegemonía y su decadencia económica; el dolor por el fin de una relación estable, y aparen-temente feliz, y el preludio de nuevos vínculos que se van enlazando. El fluir de la vida que va del paso al trote y del trote al galope sin poder contener la fuga del tiempo que empuja a los personajes hacia delante y al espectador a contemplar con sere-nidad los acontecimientos que tejen la existencia. El resultado es una deliciosa hora y media de goce por las cosas co-tidianas de la vida. La cinta, con un premio y siete nominaciones en distintos festi-vales, pasó el 4 de agosto en el 16 Fes-tival de Cine de Lima. Esperemos que llegue pronto a México.

Conquistadores

Desayuno en Tiff any’s, mon kuPor Lluna Llecha yCarlos Belmonte

Para Raquel Velasco, amiga con mayúsculas

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LA GUALDRA 75/ 5 DE NOVIEMBRE DE 2012

Por Eric Nava

No me dispares, dispara al mensajeroNo me dispares, dispara al mensaje-ro es un proyecto de Emilio Chapela (Ciudad de México, 1978) que anali-za la forma en que el internet diluye la responsabilidad sobre los mensajes que se trasmiten a través de la red y la incapacidad de las computadoras para interpretar la cultura. La exhibición fue abierta con dos performances. El primero de ellos fue la propia inauguración de la expo-sición que, por supuesto, no se realizó a la hora programada, y a la que sólo una parte de los visitantes tuvo acceso. Los esperaba un podio presidido por un altavoz para dar el discurso inau-gural, basado libremente en uno de Vicente Fox. La voz cortada, sinteti-zada por computadora, agradeció la oportunidad de estar ahí, en uno de los espacios más importantes del país. Reconoció a Emilio Chapela, al con-sejo de muno y a los patrocinadores por su talento y dedicación al arte y la promoción cultural, al tiempo que recorría los lugares comunes de la re-tórica inaugural. Terminado el discurso, Emi-lio Chapela cortó cada uno de los 26 listones rojos que impedían el acceso, y los invitados, tras la espera, final-mente pudieron entrar a la sala vacía. En el segundo performan-ce, Martín Solchaga interpreta a un pregonero en una sala donde las pa-redes fueron cubiertas con twits. Se

eligieron usando como filtro frases y palabras comunes de la cultura zaca-tecana y norteña, como: bien mucho, arguenudo, troca, coche chocolate… La neutralidad del texto se elimina cuando el pregonero agrega su propia interpretación del mensaje: grita para denunciar, se queja o ríe. Previo a la exposición se rea-lizó el mismo ejercicio, que se exhibe registrado en video, llevando al prego-nero a las calles de la ciudad. Y aun-que estas lecturas sean de un alcance

mucho menor al que podrían tener en internet, ahora hay una audiencia real: el mensaje anónimo y aséptico, se con-vierte en un mensaje político, porque todo lo que ocurre en la ciudad lo es. Para Chapela, el internet es un espejo del inconsciente colectivo. Si analizamos las tendencias en las bús-quedas de información o la populari-dad temporal de ciertos temas en las redes sociales, tendremos una imagen de los intereses y preocupaciones de los usuarios para un momento preciso.

A partir de esta idea, No me dispares... se aproxima a la cultura lo-cal a través de twitter. En principio, se pidió a desde la misma red que los interesados enviaran mensajes usan-do el hashtag #pregonero. El experi-mento no resultó como se esperaba, los usuarios estaban preocupados por quedar expuestos. Sin embargo, al agregar men-sajes basados en modismos locales, el resultado fue más interesante. Hay frases triviales que son, en el contexto de la exposición, una crítica política sutil pero certera; y textos críticos que se vuelven lugares comunes. El acto inaugural, por su par-te, pretende poner en evidencia la for-ma en que el rito espera-discurso-lis-tón-recorridodelinvitadoespecial hace a un lado a los espectadores realmente interesados, para darle prioridad al culto a la personalidad del artista y de la figura política invitada. Aquí no hay nada qué ver, salvo una sala vacía y un discurso gastado que se repite, y se re-pite, y se repite, y se repite... No me dispares, dispara al mensajero se abrió al público el 26 de octubre, y puede visitarse hasta finales de noviembre. Fue posible gracias al apoyo de Casa Municipal de Cultura de Zacatecas y al patro-cinio de la Fundación BBVA-Banco-mer y el Patronato de Arte Contem-poráneo, A.C.

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