la gualdra no 23, lunes 07 de noviembre de 2011

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El clarinetista zacatecano Luis Humberto Ramos ha sido docente y director de la Escuela Ollín Yoliz- tli; docente en la Escuela Supe- rior de Música, el Conservatorio Nacional de Música, la UAZ y la UNAM. Nació en Fresnillo el 2 de julio de 1950.

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lunes 07 de noviembre de 2011

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Page 1: La Gualdra No 23, lunes 07 de noviembre de 2011

El clarinetista zacatecano Luis Humberto Ramos ha sido docente y director de la Escuela Ollín Yoliz-tli; docente en la Escuela Supe-rior de Música, el Conservatorio Nacional de Música, la UAZ y la UNAM. Nació en Fresnillo el 2 de julio de 1950.

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La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a varias exposiciones recién inau-guradas. Memorias del lejano oriente, es el título de la exposición del Mtro. Emilio Carrasco que se exhibe actualmente en la Galería Irma Valerio: 30 cuadros al óleo podrán ser admirados en este espacio ubicado en el centro histórico durante todo el mes, es muy recomendable que se dé un tiempo para apreciar esta muestra del talentoso pintor avecindado en Gua-dalupe, Zac. Cada quien su santo, es la expo-sición colectiva multidisciplinaria inau-gurada el viernes en La Casa de Engracia; espacio dirigido por Sonia Félix Cherit, ubicado en la Calle Víctor Rosales 146, en el centro de esta hermosa ciudad. Par-ticipan en esta muestra 34 artistas zaca-tecanos, de diferentes estados del país, USA y Suiza. Ahí podrá usted encontrar una diversa y creativa interpretación de la santidad… vale mucho la pena que se acerque a este espacio independiente en el que frecuentemente, a iniciativa de su incansable directora, se realizan activida-des artísticas de gran calidad. La Sala Galerías y el Taller de Creatividad para Niños Enrique Guz-mán coordinaron la exposición, inau-gurada este viernes, del Maestro Juan Manuel García Jiménez. Si usted no ha adquirido sus regalos para esta próxima Navidad, vaya a la Av. Hidalgo 314, 4to. Piso, frente a librería Universal… segu-ro le encantará la obra de este artista. Apoye el arte independiente. El viernes además, tuvimos la oportunidad de asistir al Ex Templo de San Agustín al espectáculo Lamento y quejío (cante y poesía del sentir �amen-co), coordinado por la Mtra. Ángeles Valle y Eduardo Campech Miranda –colaborador de este espacio-. Una no-che maravillosa nos regalaron a los es-pectadores, ojalá que se repita para que todos aquéllos que no pudieron asistir tengan la oportunidad de disfrutar este espectáculo. El sábado pasado, cumplió años el autor de las ilustraciones gual-drianas. Juan Carlos Villegas Cosío nació el 5 de noviembre de 1971 en Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zacatecas. Desde 1992, inicia sus estudios de pintura en el Taller de Artes Plásticas de la Uni-versidad Autónoma de Zacatecas. Ese mismo año ingresa al Taller de Grá�ca

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

En un prado…por Gabriel Luévano

Contar la vida.Memorias de una jueza zacatecana por Elsa Leticia García Argüelles

Artes plásticasGoitia: la obra más grande de Goitiapor Mauricio Flores

Luis Humberto RamosEl clarinetista del mundoque nació en Fresnillopor Jánea Estrada

Arthus-Bertrand: una lente para la mirada del ángel de la historiapor Manuel García Garduño

Zacatecas, el mundo:obra de Severino Salazarpor Ricardo Wong López

Apostillas a Zacatecas:estampas astronómicas y de lírica medularpor Juan Antonio Caldera Rodríguez

Los hijos de Marx… mi consuelopor Eduardo Campech Miranda

Castillo de sal si puedespor Ester Cárdenas

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

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Julio Ruelas, bajo la tutela de Alejandro Nava. Desde entonces, ha participado en talleres de pintura y grabado con dife-rentes maestros, como Francisco Castro Leñero, Alberto Castro Leñero, Adriana Blaszcyk, Jesús Ramos, Emilio Carrasco y Francisco Souto. Obtiene Mención Honorí�ca en el Salón Estatal de Pintura Francisco de Santiago en 1995. Becario por parte del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, categoría Jóvenes Creadores, en 1996. Primer Premio en el Salón Re-gional de Pintura Zacatecas 450 Ani-versario, en 1996. Es seleccionado en el Primer Salón Estatal de Pintura Juan Manuel de la Rosa, 2002; en la VI Bie-nal Nacional Diego Rivera, Guanajuato, 2004; y en la Segunda Bienal de Pintura Pedro Coronel, Zacatecas, 2010. Exposiciones individuales: “Lote de Parias” (Galería Arroyo de la Plata, 2004), “Pavesas” (Casa del Cultura de Zacatecas, 2007), “Pareidolias, obra grá�ca” (Alianza Francesa, Zacatecas, 2009), “Pareidolias” (Museo M. Jiménez, San Luis Potosí, 2009), “Veintidós poe-mas perdidos” (con Alejandro Nava, en la Ciudadela del Arte, Zacatecas, 2009), “Umbraladas” (La Llorona, Festival Cul-tural Zacatecas 2010) y “Etopeyas” (La Sala y NIC, Zacatecas). Ha participado en más de 60 exposiciones colectivas en diferentes estados del país, Estados Uni-dos y Europa. Catálogos individuales: Pave-sas, 2007; Pareidolias, 2009; Umbraladas, 2010. Catálogos colectivos: Becarios por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Zacatecas, 1997; Un siglo de plástica zacatecana, 1999; Un marco por la tierra, 2004; Callejón del Mono Prieto, 2005; Exposición colectiva regional de pintura Centro Occidente, 2008; Donde deben estar las catedrales, 2008; Felguérez a 80 años, 24 escritores, 11 grabadores, 2008; La Suave Patria, 2009; Veintidós poemas perdidos, 2009; Paloma Negra, 2010; Segunda Bienal de Pintura Pedro Coronel, Zacatecas, 2010 y El Corrido zacatecano, 2011. Felicidades a Juan Carlos Vi-llegas de parte de Manola Membrillo, Petunia Ciruela, Camelia la Texana y el equipo de La Gualdra.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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Una mano está tendida. Dijo el presi-dente, y sonríe. Los que hemos visto la fotografía sabemos que algo de pa-radoja y de octubre en su semblante, �emático, fríamente sórdido, devela la mueca perentoria de la muerte. La su-puesta invitación a la unión lleva con-sigo una amenaza que se burla, por un lado, de la descon�anza, y por el otro, del orgullo. Ahí está la mano, ahí está también la foto, donde Gustavo Díaz Ordaz insta a los implicados en el “sa-botaje” a bajar la cabeza y ungirse con la sangre de un país con ínfulas de pa-raíso y tobillos de cuartel. La mustia �gura del megalómano redentor, del padrastro deforme, del can enfermizo, desnuda hasta los ligamentos a una sociedad en constante disgregación moral y termina por con�rmar la pa-radoja: Los intentos para mantener el orden, a base de una instrucción com-pletamente patriarcal, que aniquile todo lo posible cualquier búsqueda del ser, logra anular el pensamiento. No pocas veces he identi-�cado la �gura del ex mandatario mexicano con otra imagen, digna por igual para un cartel que enarbo-le la represión. El Gran Hermano. Un hombre de apariencia inefable pero profundamente desestabilizadora. El cartel del Gran Hermano, la imagen del gobierno autoritario presente en la novela 1984 del escritor inglés nacido en India George Orwell, ha pasado a la conciencia literaria como un recor-datorio de las tácticas más abyectas de abuso y castración mental. La socie-dad de la novela, se halla bajo el yugo de un partido único, de tintes fascis-tas que tergiversa la noción natural humana desde la mente misma del individuo. Los habitantes de Oceanía (así es llamada la región), lo que ahora sería parte de Europa, son educados en un sistema elitista de raíz, donde se preconiza la importancia de permane-cer a un orden basado en la sugestión y el odio. A cambio de una supuesta tranquilidad y una dañina idea sobre el triunfo, el gobierno logra deshuma-nizar a los individuos, anulando su privacidad. Los carteles del Gran Her-mano, que parecen observarlo a uno desde cualquier punto, se encuentran pegados, colgados, esbozados en cada hogar, cada o�cina, cada lugar público e íntimo.

La trama de la historia se centra en Winston Smith, un miem-bro de la burocracia inferior que co-mienza a cuestionar su entorno y duda de la información que el partido ofrece al pueblo: mejoras en cuestio-nes económicas, de salud y calidad de vida. No obstante, como un atisbo de realidad, sólo violencia, marginación y miseria es lo que percibe Winston, el cual, en medio de su crisis exis-tencial, descubre a Julia, una joven con las mismas ideas de libertad que él. Entonces comienza una peligrosa aventura amorosa donde ambos per-sonajes se enfrentan al miedo y a la muerte, por una cosa no he dicho: el amor está prohibido. Una de las escenas, aqué-lla que se ha quedado impresa en mi memoria, me hizo recordar algunos momentos de mi primera juventud. Como la simple idea de reunión es imposible, Winston y Julia viajan cui-dadosamente al campo. Ahí, protegi-dos por la naturaleza, en un pequeño prado, logran entregarse el uno al otro y son, por vez primera, libres, condi-ción que no durará mucho. Todos buscamos, a lo largo de nuestra vida, un prado como el de los amantes de 1984. Algunos lo he-mos encontrado en los libros, otros en el deporte, la música o simplemente, la familia y la pareja. Mi primera ex-periencia de seguridad, fuera de mi casa, lo encontré en la clase de Mo-dernidad y posteriormente de Filoso-fía en los años de la prepa. El debate sano, la convergencia entre variados puntos de vista y en resumen, la li-bertad, convertían esas clases en un respiro, salutífero, maravillado, que colisionó brutalmente con la educa-ción, draconiana y monolítica que llevaba sobre los hombros. Ése fue un prado hermoso, y por lo tanto, fugaz. La sensación de abandono y zozobra han regresado. Por todas partes nos ofrecen una mano “amiga”. Detrás de ella, está la boca de una bestia obesa y longe-va. “Exigimos la prueba de la para�na para esa mano tendida” contestaron irónicamente los estudiantes a Díaz Ordaz, el Gran Hermano de esa épo-ca, re�ejo de un partido que avasalló prácticamente todo, y fungió como el padre de la iniquidad y la mentira. El

movimiento de 1968, otro año tan im-portante para mí como 1984, develó el sentimiento de anegación que ex-perimentaban la clase trabajadora, las amas de casa, los universitarios. Mon-siváis expone en La tradición de la re-sistencia, los factores que llevaron al movimiento junto su fatal desenlace, a convertirse en símbolo de la lucha por la libertad de opinión. Y ciertamente pocos recuerdan el asesinato del lí-der campesino Rubén Jaramillo y su familia por ejemplo, la desaparición de cientos de trabajadores agrarios y ferrocarrileros por los gobiernos na-cidos de la revolución. Ésa ha sido la gran herida que ha devorado desde siempre. La imposibilidad de hablar. Cualquier intento de pensar por uno mismo, es recompensado con la cár-cel, la tortura, la bala. La palabra “autonomía” es, por lo tanto, cada vez más quimérica. Yo creía encontrarme en la universi-dad, un medio para conciliar opinio-nes. Sin embargo, no dejo de percibir cierta apatía, espantosa si tomamos en cuenta que la educación debería hermanarnos, para contrarrestar los embates que el sistema nos dirige. La situación del país, donde se lucha por eliminar materias como Filosofía o

Literatura, controlar el arte e imponer una pragmática del neoliberalismo, clama una generación comprometida. La sociedad orweliana es cada vez más parecida a la nuestra, mas aun tenemos la posibilidad de los libros para desvencijar esa curia de gañanes que se mofan del sufrimiento ajeno. En la no-vela se narra una actividad frecuente, gregaria, llamada “Los minutos de odio” en la que los individuos se reúnen fren-te a una pantalla en la cual se proyecta la imagen de un disidente del régimen. Inmediatamente se da, a guisa de ritual desquiciado, un despliegue de insultos, diatribas y gritos en contra del “ene-migo”. En una sociedad que controla a partir de la aniquilación del amor, el odio canaliza la furia e impide una ver-dadera revolución. En la actualidad, me pregunto si esos programas vespertinos donde una mujer insulta a supuestos padres irresponsables, abuelos pederas-tas o madres diabólicas, a todas luces un teatro mediático, no son ya el aviso de que vamos perdiendo la batalla contra la injusticia. Dudemos aunque sea un poco de la realidad que nos pintan, y puede que realmente nos podamos llamar, no universitarios, o ciudada-nos o camaradas, sino seres humanos.

Por Gabriel Luévano

A Miguel Ángel Sánchez, Jorge Sánchez Enríquez y sobre todo, a mi “Julia”

En un prado�

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Por Elsa Leticia García Argüelles*

La justicia es una rara palabra, que en ocasiones nos deja un sabor de boca amargo y en otras amerita decir gracias, a pesar de todo. La lectura del libro Las cosas Juzgadas Memorias de una jueza zacatecana (2006), me ha hecho pensar las cosas de otro modo, re�exionar entre el nombre y la persona: mujer, zacateca-na, el valor de sí misma y de los otros. Una de ellas es que no se puede juzgar a la ligera, que más allá de las diferencias culturales hay un lazo casi invisible que nos permite valorar a una mujer de re-giones cercanas, o de otras insospecha-das, a nuestra vida cotidiana. Cuando algo irrumpe de modo inusitado, es allí cuando uno gira la cabeza, observa otra realidad, escuchando otras voces. Este libro llegó a mis manos como un obsequio, en un día que por destino debía estar en ese lugar, a esa hora, en ese preciso momento (tengo testigos). Hay días prolí�cos en bendi-ciones, y de un descubrimiento a otro, en ese mismo momento miraba con asombro otra maravillosa mujer que a sus 90 años autogra�aba un signi�cativo libro sobre la narración de su vida en la segunda Guerra Mundial en Francia, me re�ero a Aurora Serrano de Demay y su libro Del Boleo al Bombardeo. Memorias de una mexicana en la Segunda Guerra Mundial. Su cabello canoso me llenaba de ternura; sus arrugas, así como una espléndida manera de dialogar, su forta-leza, su entrega y su entusiasmo.

Ese día conocí a Irene Ruedas Sotelo, una persona con una amplia son-risa, que sin pensarlo me daba su libro y hasta la fecha lo he recibido como un regalo, como un ejemplo de entereza y sinceridad. Decir las cosas del corazón, a veces resulta poco creíble para aquéllos acostumbrados a las verdades a medias y a la hipocresía. Hablar de sí mismo, contar la vida, “la de verdad”, es algo que en estos tiempos debería apreciarse. Le dedico unas líneas de esta humilde lecto-ra que en realidad nada sabe de leyes ni de jueces, pero lo que me impulsa es re-conocer un lugar valioso a su narración por la lectura ágil y el humor suave; así como la sensatez de saberse libre de las ataduras conservadoras de una sociedad que juzga todo el tiempo a los otros, sin encontrar en ello ningún provecho, o en todo caso, sólo alimentar a las “buenas conciencias”. Las cosas juzgadas remite sí a la narración de su memorias, aunque tiene también un sentido de “legajo olvida-do” que en términos judiciales y legales re�ere los asuntos ya no pendientes, es decir, resueltos, que se van encajonan-do en archivos. Este libro me conmue-ve por dos aspectos, la primera porque es una mujer que se atreve de manera abierta a contar su vida, sus luchas y sus caídas; segunda, porque sin ningún te-mor enfrenta las vicisitudes de ser una jueza y llevar a cabo su trabajo de una mera ética. La narración autobiográ�ca

Ruedas Sotelo, Irene. Las cosas Juzgadas. Memorias de una jueza Zacatecana, Editorial Elsa. G. de Lascano, México, 3ª ed. 2009 (2006).Saramago, José. El nombre y la cosa. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Fondo de Cultura Económica, Col. Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes, México, 2006. *Doctora en Literatura Iberoamericana, profesora e Investigadora en el Doctorado en Humanidades y Artes de la UAZ.

emerge entonces desde el desahogo y va tomando forma en un decidido tono que muestra su carácter. La mayoría de los relatos habla de las di�cultades por lograr tener un lugar como jueza, sin tener un apellido, ni recomendaciones, pero siempre agradeciendo a todas las personas que la protegieron y apoyaron en su carrera, ya que ser mujer y jueza no es una fórmula sencilla, y agradecer es una manera de no olvidar quiénes somos, además de todos los aprendiza-jes… como vivir sola, viajar sola. La vida de Irene Ruedas Sote-lo parece resurgir desde el fondo de un “tiro de mina”, donde dice la autora “la risa emerge de lo más profundo de mi ser y compromete todos mis sentidos”. Narrarse a sí misma es un acto de revi-sión, de levantarse una y otra vez ante las adversidades, las injusticias y la ine�-cacia de las instituciones que se supone protegen a las personas. A�rma ella res-pecto de su o�cio: “En el ejercicio de la judicatura no habemos moneditas de oro: docenas de postulantes nos abominan, centenares nos detestan, unos cuantos nos toleran, escasos litigantes nos respetan y poquísimos nos estiman. Y ni modo. Son reacciones y sentimientos naturales del ser humano muy propios de la lupa moral con que cada cual juzga”. (p. 149) Las historias se van abordando entre la admiración por su madre y la defensa de mujeres que sufrían violencia intrafamaliar, entre las paradojas cultu-

Contar la vida. Memorias de una jueza zacatecana

rales y el sentido de la dignidad: “Allí volví a re�exionar sobre la circunstancia humana. Aquilaté cuán insigni�cante es socialmente en nuestro medio una mu-jer cuando su valor se sustenta en tener un esposo a su lado. Yo me dije: no tengo esposo, ni planeo tenerlo, soy Irene Rue-das Sotelo, a secas, y a mucha honra. Mi valer reside en mi capacidad creativa, en mis ansias de superarme como persona y como profesionista, en dar a mi prójimo lo mejor de mí misma”. (p. 89) En este tiempo de discursos políticos y manipulación de las concien-cias ciudadanas cómo hacer respetar nuestro derecho a la justicia y la equidad, pues parece que los términos legales y las palabras, es decir, la relación entre el nombre y la cosa parezcan distantes o equivocadas de manera deliberada. En tiempos de “violencias” me permito abrir este libro como un documento capaz de romper las ataduras, ya sea por conve-niencia o por costumbre, de ser pasivos con aquello que no estamos de acuerdo. En las ciencias sociales y los estudios culturales se ha cuestionado el término de tolerancia que no implica conocer al otro, sino tan solo “tolerarlo”, y no un reconocimiento de las diferencias ni de otras realidades. El acto de dialogar entre visiones diferentes parece una suerte de palabras mágicas, pero cómo franquear las jerarquías y las formas verticales del poder y establecer un diálogo franco en torno a un equilibro que “rede�na los deberes humanos tan poco estimados en nuestros días”, según nos dice José Sara-mago. Este hombre de letras en su ensayo titulado El nombre y la cosa (2006), a pro-pósito de la Catédra sobre Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, concluye del siguiente modo sus apreciables re-�exiones: “El tiempo de los descubrimien-tos aún no ha terminado. Continuemos descubriendo a los otros, continuemos des-cubriéndonos a nosotros mismos”. (p.65) En consecuencia o en con-gruencia, aprecio los días y los descubri-mientos de personas e ideas. Por alguna razón, he leído estos libros al mismo tiempo, por su brevedad, su sentido de compromiso social, por su ingenuidad de remitir al lector a pensar las distancias y las cercanías de palabras, así como la coherencia con los actos que nos revis-ten. El libro de Irene Ruedas Sotelo nos cuenta su vida y traza líneas en la cons-trucción de sí misma, buscando en todo momento la coherencia con un discurso social de compromiso que no podemos soslayar.

Jacques-Louis David, Rapto de las Sabinas

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i Sofía Gamboa Duarte, Francisco Goitia. Obsesión en soledad, IZC/Conaculta, México, 2011, 144 pp.*Periodista y promotor cultural. mau�[email protected]

Cuando en Zacatecas, el joven Francisco Goitia (Fresnillo, 1882-Xochimilco, 1960) se acercó al general Francisco Villa para ofrecerle “hacer pintura revolucionaria”, el líder de la División del Norte le respondió: “la revolución no está ahora para monitos. Denle a este muchacho un ri�e y mándelo a la línea de fuego. Allí verá cómo se pintan los uniformes de los soldados”. Con todo, Goitia dejó plasmado en buena parte de su obra plástica “las más des-garradoras visiones: paisajes sembrados con muerte y poblados con desolación. El contraste —abunda Sofía Gamboa Duarte, investigadora

Francisco Goitia , India con rebozo y canasta, 1920

Francisco Goitia , En los caballitos, 1920

Por Mauricio Flores*

Goitia:la obra mas grande de Goitia

Señala bien el maestro Álvaro Matute: medio siglo después Francisco Goitia sigue siendo objeto de recuperación. Tocó turno a la especialista en plástica zacatecana, Sofía Gamboa Duarte, de quien se publicó recientemente Francisco Goitia. Obsesión en soledad,i una obra que transita los itinerarios artísticos e individuales de uno de los diez pintores más im-portantes de la primera mitad del siglo XX mexicano.

de la UAZ y autora de Francisco Goitia. Obse-sión en soledad— entre la vida y la muerte, que a�ora donde sea que se encuentre la naturaleza pura, y los cadáveres convertidos en carroña”. Este nuevo libro, editado por el Ins-tituto Zacatecano de Cultura y Conaculta, da cuenta pormenorizadamente de los motores creativos del artista, al tiempo que de�ne sus características plásticas (en el contexto de la pintura mexicana) y registra la totalidad de sus obras, unas doscientas, que si en algo se ase-mejan es en la negación del arte como “objeto decorativo y de falso estatus”.

Contra lo material Pensar en Francisco Goitia como creador de sí mismo, en su obra maestra, supone que exis-te una analogía entre los ideales estéticos y los principios morales, así como existenciales, es decir, Goitia veía la vida como una obra estética. Ciertamente, la naturaleza despierta en el pintor una fascinación que jamás encontrará al realizar una existencia ordinaria, con mujer e hijos y la preocupación de mantenerlos, tampoco las profesiones ni los oficios lucrativos le apetecen, pues no es la seguridad económica lo que busca, sabe muy bien que todo lo material es perecedero y, por tanto, carece de sentido llevarlos en el pensamiento.

Mauricio Flores: Décadas después no existe un estudio integral de la obra plástica de Goitia…Sofía Gamboa Duarte: Tal vez, y debido al núme-ro de su obra, en realidad poca. Además que es una obra de gran rigor y de intereses plásticos muy específicos. Existen muchas obras de Goitia que quedaron inconclusas; lo que dificulta aún más un análisis técnico y estilístico.

MF: ¿Cómo ubicar al artista y su obra, en el panora-ma de una plástica dominada por otros?SGD: El personaje Goitia se negó sistemática y ro-tundamente a hacer de su obra un medio con el cual obtener beneficios, tanto económicos como de fama. Durante toda su vida fue siempre consistente con la idea de ser un artista marginado, y cercano a los modelos mismos de su obra. Constantemente le pedían realizara obras y retratos por encargo, a lo que nunca accedió. La mayor parte de su tiempo lo dedicaba a su obra. Diego Rivera y sus contem-poráneos, sin embargo, lo respetaban mucho. Al grado de que Rivera lo contrató para hacerse cargo de la cátedra de Modelado, cuando el muralista fue director en la antigua Academia de San Carlos.

MF: ¿Se puede hacer a un lado el mito Goitia y ob-servar sin prejuicios a Goitia artista plástico?SGD: Es difícil. La obra más grande de Goitia es él mismo. Tenía una visión estética de la vida y la asumió como algo esencial, no sólo para el desarro-llo de su carrera sino para su misma conducta. Su ascetismo, su misticismo… eran más que religiosos estéticos. Su plástica tiene un trasfondo en parte religioso, le interesa retratar el alma de los perso-najes. Es una línea delgada que se entrelaza, y que en muchas ocasiones no se puede romper.

MF: ¿Qué define a Goitia artista plástico?SGD: Es un artista sumamente riguroso al escoger los temas y trabajarlos. Utiliza siempre la luz natural, los colores exactos; en ciertas horas, día y épocas del año. A tal grado de que si no lograba el efecto que quería, debía de esperar un año para continuar con el mismo proyecto. Es además un artista que cree en los chispazos de inspiración divina. “Tata Jesucristo” (1927) lo concluyó en veinte minutos.

MF: ¿Dónde se encuentra la obra de Goitia, a quién pertenece?SGD: La mayor parte en el estado de Zacatecas, reparti-da entre en el Museo Goitia y El Ágora de Fresnillo. Per-tenecen al INBA. Existe otra parte en colecciones parti-culares, en España, y mucha dispersa entre particulares.

MF: ¿Qué tan cotizada está?SGD: Obtener un Goitia en la actualidad sólo es po-sible si un particular decidiera venderlo. Algo nada común. La valoración depende de su estado de con-servación. Esto se complica ya que únicamente firmó su obra cuando vivió en España.

MF: ¿Qué falta para terminar de encomiar al artista y al personaje?SGD: El sueño de Goitia era que toda su obra estu-viera reunida en Xochimilco, específicamente en el terreno que donaría para la instalación de un museo. Esto no se ha logrado. Pienso que está bien reco-nocido. Expuso mucho en vida y fue premiado, en correspondencia con lo que realizó.

MF: ¿Su encuentro con Villa es cierto?SGD: Lo documenta su biógrafo Antonio Luna Arro-yo. Sí, anduvo en “la bola”.

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Luis Humberto Ramos Zepeda, nació un 2 de julio de 1950, en la ciudad de Fresnillo, Zac. Es clarinetista egresado del Conserva-torio Nacional de Música. Realizó estudios de perfeccionamiento en la Escuela Superior de Música de Viena bajo la conducción de R. Jettel, y en Londres con Thea King. En el campo de la do-cencia ha contribuido a la formación de varias generaciones de clarinetistas entre los que se encuentran los más destacados del ámbito nacional. Merecedor de múltiples premios entre los que se encuentra el Premio al Desempeño Académico en Do-cencia otorgado por el INBA. Entre sus reconocimientos más importantes se encuentran la Medalla Mozart en Grado de Ex-celencia, Medalla Anastasio Flores, Medalla al Mérito Musical Candelario Huízar, Medalla al Mérito Musical Manuel M. Ponce y diversos apoyos a sus proyectos musicales, otorgados por or-ganismos nacionales e internacionales. Actualmente es director de Cameristas de México. Ha sido Director del Coloquio Musical de Zacatecas y del Concurso Nacional de Clarinete. Forma parte del grupo de Concertista de Bellas Artes del INBA, es represen-tante en México de la Asociación Internacional de Clarinetistas, coordinador del Encuentro Universitario de Clarinete y Profesor de Carrera de la Escuela Nacional de Música.

Luis Humberto Ramos, es además de un clarinetista exitoso, un hombre que ama a su tierra y de ésta empezamos hablando la tarde del 3 de noviembre. Nos recibió en su casa, ubicada al pie de la Bufa; desde una ventana se puede ver el Mausoleo de los Zacatecanos Ilustres. La sala de su morada está llena de obras de arte de distintos autores que ha ido adquiriendo en los últimos años: Leticia Tarrago, Aceves Navarro, Pedro Coronel, Carolina Parra, Enrique Barajas Pro…

El clarinetista del mundo que nació en FresnilloPor Jánea Estrada

Fotos de Oscar Ponce (Cortesía Revista L´Orfeo)

Jánea Estrada: Háblanos de Fresni-llo… dónde naciste, en qué lugar pa-saste tu infancia.Luis Humberto Ramos: Tú sabes, Jánea, que los fresnillenses, no sé por qué, le tenemos un cariño enorme a un pueblo… feo (risas), pero entra-ñable… eso creo que no habrá quién me lo rebata. Ahí nací, en la calle Nue-vo León; luego nos cambiamos a una casa en la Calle Colima y ahí pasé toda mi infancia, jugando con los vecinos y mis hermanos. En la década de los 50´s los niños andábamos en la en la calle sin ningún problema.

JE: Háblanos de tu familia…LHR: Mi papá – Margarito Ramos de la Rosa- se dedicaba a la construcción, era un arquitecto frustrado y además fue siempre un político honesto… mi

mamá –Aurora Zepeda- es profesora (acabamos de celebrar su cumplea-ños 95), llegó de Comala a trabajar a Fresnillo, ahí conoció a mi padre, se casaron y tuvieron 8 hijos, yo soy el de en medio.

JE: ¿Desde niño empezaste a tocar el clarinete?LHR: Empecé a los 12 años. Cuando salí de la primaria dejé de estudiar un rato y tras un tiempo sin hacer nada me aburrí mucho, ya quería trabajar. Mi papá entonces me llevó a la pe-luquería de un amigo, el Sr. Manuel Núñez, y empecé a trabajar cortando el pelo. Coincidió que el Sr. Núñez además de peluquero era músico, to-caba el violín, y a ese lugar llegaban todos los músicos del pueblo; como yo me aburría mucho –porque no siem-

El músico es una especie de atleta que debe seguir entrenando y practicando...

Pero tengo muchas cosas qué hacer todavía. Tal vez dejaría de tocar, pero

seguiría en la docencia… eso meapasiona casi de igual manera.

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pre había trabajo y estaba encerrado todo el día-, un día mi jefe me conven-ció de que me enseñara a tocar un ins-trumento y él, me llevó al Estudio de los Vanegas (lugar de gran tradición, en el que mucha gente ha aprendido música).

JE: ¿Y llegando elegiste de inmediato lo que ibas a tocar?LHR: No, primero nos dieron clases de solfeo, nos enseñaron a leer músi-ca. Después de un tiempo, el Sr. José María Vanegas nos dijo: elijan de to-dos los instrumentos que están aquí el que quieran tocar. Recuerdo muy bien la escena: en la pared estaban colga-dos todos los instrumentos de viento que te puedas imaginar: un montón de pitos viejos y enmohecidos; pero entre todos ellos estaba un clarinete –que además, era del Sr. Núñez-. El Sr. Vanegas me dio una sola clase, empe-zó a soplarle de distintos modos hasta que salió un sonido, y me dijo: “Éste es un do, búscale hasta que encuentres todas las demás notas”. Y así fue como después de un do, tuve que aprender a encontrar las demás. Lo que sí te puedo decir es que desde mi primer contacto con el clarinete, supe que lo mío era ser músico.

JE: ¿Y después formaste parte de un grupo?LHR: Sí, un día, al lugar donde es-tudiábamos llegó un integrante de la orquesta de Cuco Rodríguez, una aso-ciación musical muy al estilo de las big band de aquellos entonces y me invitó a trabajar; pero fíjate, caso curioso, no tocaba el clarinete… tocaba el saxo-fón. Con esa orquesta me dediqué a viajar por distintos lugares, duré con ellos hasta los 15 años, cuando �nal-mente decido partir al México.

JE: ¿Cómo fue que decides irte y por qué al DF?

LHR: Ésa fue otra coincidencia. A la peluquería donde yo seguía trabajan-do, llegaron un día unos músicos de jazz a rentarle el equipo de sonido al Sr. Núñez y uno de ellos me escuchó tocar mientras estudiaba. Me dijo que por qué no me iba al Conservatorio… yo no tenía idea de qué era eso, me explicó que estaba en el D.F., que ahí podía estudiar profesionalmente. A partir de ese momento, todo lo que ganaba tocando en la orquesta lo aho-rré para poder irme a estudiar. Cuan-do cumplo 15 años, acompañado de mi hermano, fui a hacer todos los trá-mites y me inscribí.

JE: ¿Y tu familia te apoyaba?LHR: Mi familia al principio como que no creía que me iría de Fresnillo. Fue hasta que me vieron que llegué con la maleta en la que llevaría todas mis cosas, que empezaron a tomarlo en serio. Mi madre siempre me apoyó, incluso fue ella quien me acompañó al D.F. para instalarme en la casa de un fresnillense, hijo del Sr. Núñez, el peluquero.

JE: ¿Cómo fueron esos años en el D.F.?LHR: De mucho trabajo. Para mante-nerme, los �nes de semana cortaba el pelo en unos baños que tenía el hijo del Sr. Núñez. Estudiaba mucho y poco a poco empecé a hacer contac-tos para tocar de manera profesional. Siempre tuve un plan de vida, sabía lo que tenía qué hacer y en qué mo-mento de mi vida. De esa manera se fueron dando las cosas, a los 23 años, por ejemplo, estaba ya en Viena estu-diando, después de haber tocado en una orquesta en Guadalajara, luego en la Banda de la Marina…

JE: ¿Por qué dejaste la banda de la Marina?LHR: (Ríe) Porque era mucha disci-plina para mí. Me contrataron por tres años y al año y medio convencí a mis superiores de que me dieran de baja. Tengo que confesar que además, ten-go serios problemas con la autoridad, no aguanto tener jefes… siempre he hecho lo que se me da la gana…

JE: Además, has alternado tu carrera profesional como músico, con la do-cencia…LHR: Sí, siempre he dado clases… en muchas instituciones. No he pa-rado desde que empecé. Trabajar con jóvenes que quieren aprender a to-car el clarinete, sin embargo, es una alta responsabilidad. Mis estudiantes me elijen y yo los elijo, tiene que ser una decisión compartida. Soy muy exigente como docente. Siempre es-toy pugnando porque mis alumnos concluyan sus estudios, porque sean disciplinados, les digo que yo soy el último de los dinosaurios que puede

trabajar siendo indocumentado. Esta carrera se ha vuelto muy complicada y muy competitiva. Hace años se com-petía en base al talento, hoy se compi-te además, por el número de títulos y documentos. Pero más por el número y tipo de documentos escolares que tengas, desafortunadamente…el ta-lento parece haber pasado a segundo plano. Ahí está la Escuela de Música de la UAZ, creo que es una de las es-cuelas de música en el país con más doctores. Sin embargo, eso no garan-tiza buenos resultados.

JE: ¿Cuántos años trabajaste en la Es-cuela de Música de la UAZ?LHR: Casi 20 años. Llegué en 1991, invitado por Esaúl Arteaga –que en aquel entonces era el director de la es-cuela-. Hicimos un convenio para que yo pudiera venir una vez al mes du-rante unos días a impartir mis clases, por un salario mínimo. Desde enton-ces trabajé y realicé muchos proyectos para la universidad y para Zacatecas, contacté a varios profesores para que vinieran a dar clases, impulsé y coor-diné el Coloquio Musical, etc. Pero el año pasado, los directivos decidieron que para que yo siguiera siendo par-te de la UAZ, debería cumplir con 20

horas a la semana… Y como tú com-prenderás, eso no me es posible; yo tengo mis actividades �jas en el DF. No hubo manera de negociar (ríe otra vez). Dejé de dar clases en Zacatecas, pero sigo viniendo… mi con�icto es con la autoridad, no con esta ciudad a la que quiero tanto.

JE: Tienes casi 50 años de ser clarine-tista, Luis Humberto… ¿Has consi-derado alguna vez la posibilidad del retiro?LHR: De vez en cuando lo pienso, y más recientemente lo he venido con-siderando. El músico es una especie de atleta que debe seguir entrenando y practicando…Pero tengo muchas cosas qué hacer todavía. Tal vez de-jaría de tocar, pero seguiría en la do-cencia… eso me apasiona casi de igual manera.

Luis Humberto me obsequia su CD Zarabandeo, el más reciente, ilustrado magní�camente por el pin-tor fresnillense José Esteban Martínez. Nos despedimos con la promesa de que en fechas próximas, mandará algu-nos más a los lectores de la Gualdra –de la que con�esa ser un lector asiduo-. Gracias, querido Luis Humberto.

El músico es una especie de atleta que debe seguir entrenando y practicando...

Pero tengo muchas cosas qué hacer todavía. Tal vez dejaría de tocar, pero

seguiría en la docencia… eso meapasiona casi de igual manera.

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Por Manuel García Garduño

Arthus-Bertrand: una lente para la miradadel ángel de la historia

“Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de barbarie”. Walter Benjamin

Hace tres años, el fotógra-fo galo Yann Arthus-Bertrand, un apasionado del mundo animal y las áreas naturales, �lmó el documental HOME. Como de costumbre, la pelí-cula –que trata sobre el estado en que se halla nuestro planeta y los retos que tenemos que cumplir en el transcur-so de una década, si es que queremos garantizar nuestra supervivencia– fue estrenada de forma gratuita4 el 5 de junio 2009 mundialmente, pero pasó inadvertida en México. Con todo, quizás lo más curioso sea que, por tres de sus características, el do-cumental funciona muy bien como una lente que nos permite capturar la mirada del célebre protagonista ben-jaminiano de la tesis IX y entender, al menos durante un rato, qué es lo que lo mantiene despavorido. La primera peculiaridad de HOME es que está �lmada en su to-talidad desde un helicóptero. Nunca hay algún plano corto o algún pri-mer plano. Por el contrario, Arthus-Bertrand trata al planeta del mismo modo que un cientí�co estudia una caja de Petri. Esto coloca al especta-dor en una suerte de punto neutral que lo “empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo”. Su segunda peculiaridad es que logra condensar miles de mi-llones de años en hora y media. No sólo los cuatro mil millones años de evolución de la Tierra o los cuatro-cientos mil años de nuestra existencia como homo sapiens, sino además los cuarenta años que nos han bastado para asolar nuestro medio ambiente. Gracias a esto, podemos ser testigos de esa “catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina”. Su tercera y última peculia-ridad es que, al verla, el espectador cambia de forma radical sus puntos de vista y consigue entrever transi-toriamente esa tempestad “que noso-tros llamamos progreso”. En de�nitiva, el documen-tal es una gran hazaña fílmica de un artista devenido en activista am-biental, y por eso resulta imperdible. Después de todo, como el mismo Benjamin propuso, para lidiar con la estetización de la política y el con-junto de intereses privados que la convulsionan, es necesario politizar el arte y despertar conciencias por medio de todas sus expresiones. En este sentido, Yann Arthus-Bertrand pasa la prueba con gallardía.

En 1940, Walter Benjamin redactó sus famosas tesis sobre �losofía de la historia. Lo hizo cinco meses an-tes de que tuviera que atravesar los Pirineos en una desesperada inten-tona de escapar de los nazis, cuyo desenlace fue su suicidio en un pe-queño pueblo costeño de Cataluña, mediante una sobredosis de mor�-na. El breve ensayo, que nunca fue concebido para su publicación1 y paradójicamente se convirtió en uno de los textos más citados del autor, no sólo sirvió como un armazón teórico provisional para el proyecto de las arcadas,2 sino que tuvo como propósito fundamental criticar al historicismo en general y al mate-rialismo histórico en particular. Lo que signi�ca, en otras palabras, que con él trató de refutar el mecanicis-mo marxista de la historia y el ideal ilustrado del progreso, debido a las circunstancias que le tocaron vivir: el fascismo emergente y el fracaso de la izquierda en el Viejo Continente. 3 De las dieciocho tesis, acaso la más conocida sea aquélla donde el �lósofo describe, inspi-rado en un cuadro de Paul Klee, al ángel de la historia: el único perso-naje apto para contemplar cabal-mente el desarrollo de los sucesos políticos, sociales, económicos y culturales de la humanidad. De acuerdo con Benjamin, el Angelus novus del pintor germano-suizo muestra a este ser místico “en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada”, y lo que atisba con su rostro vuelto al pa-sado, a pesar de no ser otra cosa que aquello que nosotros llama-mos progreso, lo tiene con “los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas”. ¿Qué lo horroriza tanto? En primer lugar, el hecho de que, desde su perspectiva, lo que nosotros apercibimos como una cadena de sucesos es en realidad “una catástrofe única, que acumu-la sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies”. En segundo lugar, el hecho de que únicamente puede asumir una actitud pasiva e impotente ante esa calamitosa visión. Los historiadores y, sobre todo, los marxistas ortodoxos son incapaces o se niegan a ver este torbellino funesto porque, como indica Benjamin desde la primera tesis, han convertido su o�cio en teología, “que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno”.

1 De acuerdo con una misiva que Benjamin envió a �eodor Adorno.2 Esos pasajes comerciales de vidrio y acero que unen varias calles parisinas y que Benjamin consi-deraba dialécticos o culturalmente ambiguos por combinar la expresión de la opresión (la ideología consumista) y la expresión de la liberación (la utopía de la abundancia).3 Cf. Gandler, Stefan. Fragmentos de Frankfurt. Ensayos sobre la Teoría crítica. México: Siglo XXI Editores, 2009. p. 37.4 http://www.youtube.com/watch?v=SWRHxh6XepM

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Por Ricardo Wong López1

Zacatecas, el mundo: obra de Severino Salazar

1 Estudió la Licenciatura en Letras en la UAZ y actualmente cursa la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas. Ha publicado poesía y artículos sobre música en el suplemento Piedra de Sol del periódico El Sol de Zacatecas. Formó parte del Consejo Editorial de la Revista Reitia. Ha asistido al taller de creación literaria Bambú de la Unidad Académica de Letras de la UAZ, y al taller de poesía del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, coordinado por Javier Acosta.2 De Literatura regional: de�nición y crítica, en La cultura del centro y la cultura excéntrica: visiones sobre literatura regional, Edgar Adolfo García Encina, compilador, 1ª ed., UAZ, México, 2008, p. 45.3 Ídem, p. 46.4 Ibídem, p. 56.5 Lo dice Vicente Francisco Torres en la presentación.

Severino Salazar marcó un camino dentro de la literatura zacatecana o de la literatura de o sobre Zacatecas, o de Zacatecas como una literatura, estan-do fuera de la ciudad. Muchas de sus historias se desarrollan en municipio de Zacatecas, su natal Tepetongo, Je-rez, y la capital zacatecana. Cuando se trata de literatura regional o literatura zacatecana se nombran varios autores, pero pocas veces a Severino Salazar. Juan José Macías plantea una pregunta respondiéndola de la siguiente forma: “¿[...] qué podemos entender por litera-tura regional? [...] 2. Una literatura es-crita en y para una región. [...] 5. Suelo y horizonte de una literatura, es decir, una literatura que se debe al suelo en que ha nacido y cuyo acreedor le es siempre vi-gente para asegurar su relación de inter-cambio”.2 Salazar escribió fuera de su región, pero su obra se sitúa como refe-rente de la literatura hecha por zacate-canos, incluso de la literatura mexicana a lado de autores como Ramón López Velarde y Amparo Dávila; su obra se ha alejado de los referentes de la literatura zacatecana, siendo esencialmente zaca-tecana. Macías plantea las di�cultades de de�nir los términos de literatura regional dividiendo los términos lite-ratura y región: “Respecto de la litera-tura, comencemos diciendo que ésta no se constituye de libros y autores, sino de obras y, en esto, ya tenemos un proble-ma, porque una obra se de�ne como un producto social en el que interviene, necesariamente, el público lector [...]”.3

Macías considera tal vez a Salazar como uno de los autores zacatecanos más importantes, junto a López Velar-de, Amparo Dávila, Mauricio y Vicente Magdaleno. Acerca de la lectura de las obras publicadas en Zacatecas, señala Alejandro García: “[...] me sorprende que haya tirajes de libros que están ago-tados. ¿Por qué no se ha producido un gran escándalo en torno a estos libros que no están ya en el mercado, si tuvie-ron medio millar de lectores por lo me-nos? ¿Estos libros están en bibliotecas? ¿Fueron leídos?”4 En la cuestión pues, in�uyen distintas cosas. En Donde deben estar las ca-tedrales de Severino Salazar se encuen-tran cuatro historias de las que se des-prenden cuatro contextos históricos: el

siglo XVII y principios del XVIII,5 dos épocas del siglo XX —separadas por veinticinco años. La obra se divide en tierra y luna; en cada parte una historia marco y otra paralela. A pesar de ma-nejarse cuatro historias, la novela ex-presa un tono homogéneo: las interro-gantes existenciales y la incertidumbre de los personajes. Al inicio, un joven arquitecto que vive cerca de la catedral de Zacate-cas trata de responderse algunas inte-rrogantes de su infancia en Tepetongo, construyendo una maqueta y viajando al mismo municipio a reconstruir la historia: narrándola. En la segunda parte, otro joven que vaga por las ca-lles de la ciudad de Zacatecas del siglo XVIII es llamado por el gobernador a que acuda a su palacio. Estando ahí, el gobernador le revela la historia de sus padres y le recuerda quién fue quien se hizo cargo de él de niño. Recuerdan también una leyenda, y entre ambos la reconstruyen, narrándola. Ambas historias, que contienen otra en sí, se desarrollan en Zacatecas y son narra-das por personajes zacatecanos, apare-cen la catedral y el cerro de la Bufa. El nombre de la novela y lo que plantea se relaciona con el epígrafe de Walker Percy, de Lancelot, dice: “It is set down squarely in the midst of the greatest sin-gle concentration of drunks, drugheads, whores, pimps, queers, sodomists in the hemipshere. But isn’t that where cathe-drals are supposed to be?” Las catedrales deberían estar cerca de “los más necesi-tados”, borrachos, drogadictos, prosti-tutas, etc., la catedral como un símbolo que estabiliza la existencia, y no sólo como símbolo, sino su construcción como acto, como algo que ocupe a las

personas. En la novela dice Crescen-cio: “¿Qué hacen los zacatecanos para no estar dementes? Si construyeron esa catedral para no volverse locos”. La idea de las catedrales puede aplicarse hacia una lectura simbólica, la construcción como una metáfora, la construcción constante de nuestra catedral. Crescencio Montes es un personaje que se va transformando durante la novela, uno de los más vul-nerables y sensibles. Parece encontrar-se un triángulo amoroso, entre Chen-cho, Máxima Benítez y Baldomero Berumen. En la caracterización de los personajes parece ir a la vez su descrip-ción existencial, cada uno aferrándose a su camino, haciéndolo a su manera: Chencho manejando su tienda, Máxi-ma como empleada de Chencho, y Baldomero como el amansador de bes-tias de Tepetongo. Cada personaje va construyendo su propia catedral para sobrevivir, aunque algunos van pere-ciendo. Baldomero Berumen amanece un día muerto en su cuarto, las perso-nas de Tepetongo y de San Pascual se entristecen, pero a nadie afecta tanto y desconcierta más que a Crescencio Montes.7 Crescencio se hacía pregun-tas como: “¿Por qué lo haría un hombre que tenía todo lo imaginable para ser feliz?”8 Después de la muerte de Baldo-mero ya no hay algo que anime a Cres-cencio, hasta que tras enfermar muere también. La novela parece expresar la idea de que el amor es esa catedral edi�cable: “Tal vez el amor sea como construir una catedral cuando en rea-lidad se piensa que se está levantando sólo una simple iglesia”.9 También se plantea la visión de la vida como un ciclo monótono a través del personaje

de Juana la Loca, quien durante el día subía un cerro arrastrando su barril, y por la tarde en la cima lo rodaba cues-ta abajo corriendo y saltando detrás. En la segunda parte los per-sonajes buscan encontrarse a sí mis-mos, a través de diferentes visiones, el gobernador a través de las riquezas y la plata, el joven a través del desapego a las cosas materiales. En la parte de la luna se percibe una visión pesimista, la de un engaño. Entre el Gobernador y el joven reconstruyen la leyenda, en la que un religioso español tras llegar a tener muchos bienes, se desprende de ellos. Después viaja por los territo-rios de Zacatecas, por Jerez y Fresnillo, también por el sur. Regresa a Zacatecas y decide ayudar en la construcción de la catedral, trabajando como alarife, pero cuando casi estaba terminada la fachada, dijo: “Ese prodigio no signi�ca nada, nos han engañado vilmente”.10 En la novela se da vueltas al tema de la existencia, se confrontan visiones �losó�cas y novelísticas fun-giendo Zacatecas en todo momento como escenario, incluso en sus virajes temporales o históricos. Las intertex-tualidades en ella son también zacate-canas: en la tienda de Chencho, un día amaneció la modelo de un anuncio de Coca-Cola: “con la blusa subida hasta la oreja y la falda bajada hasta el hue-sito”,11 en otra ocasión se pregunta el arquitecto que narra la primera parte: “Me pregunto si realmente el poeta de esta ciudad alguna vez vio “el relámpa-go verde de los loros”,12 y en otra, en el llanto de Crescencio, una descripción sugiere un título: “Lloraba por todos esos últimos despojos cafés y muertos que colgaban de los árboles, petri�ca-dos, por todos los miembros que se se-caron [...]”.13

Severino Salazar sitúa a Zaca-tecas como el lugar, el lugar donde se pueden explicar y describir cuestiones de la vida humana, su obra se desarro-lla en Zacatecas, o si se quiere su obra es Zacatecas, es su mundo, el mundo. Así mismo, en Donde deben estar las cate-drales no puede omitirse la re�exión de que si lo que hacemos, o pretendemos hacer, responda a qué o cómo estamos construyendo nuestra catedral, si la construimos para alejarnos del vacío o de la incertidumbre.

6 Severino Salazar, op., cit.7 Este desconcierto tiene semejanza con lo que provoca en la Sra. Dalloway el suicidio de Séptimus Warren Smith, en la novela de Virginia Woolf.8 Ibídem, p. 58.9 Ibídem, p. 73.10 Ibídem, p. 110.11 Ibídem, p. 28.12 Ibídem, p, 38.13 Ibídem, p. 70.

Los cerros serán los mismos, otras las ciudades.

Severino SalazarDonde deben estar

las catedrales

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JUEVES 10, 17 y 24Tradicional ConciertoBanda Sinfónica del Estado Dir. Salvador García y OrtegaPlazuela Goitia19:00 horas

VIERNES y SÁBADOSLeyendas de ZacatecasFrente a Catedral20:00 horas

SÁBADOS 12, 19 y 26Restauración Virtual del Antiguo Templo de San Agustín20:00 horas

DOMINGOS 13, 20 y 27Tradicional ConciertoOrquesta Típica de ZacatecasDir. Florentino RaygozaCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre / 18:00 horasCoordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

JUEVES 10, VIERNES 11 y SÁBADO 12Encuentro Regional de Narradores del Centro OccidenteLas conjugaciones de los tiempos: Amparo Dávila y Severino SalazarLecturas, seminarios, talleres y presentaciones de librosFondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro OccidenteDe 9:00 a 14:00 y de 16:30 a 21:00 horas. Varios foros del Centro His-tórico Mayores Informes: Ofi cina de Enlace del Fondo Regional, Tel: 922 11 13 y 922 11 52 Ext. 125

SÁBADO 12En el marco de la Celebración del Día Nacional del LibroApertura en Zacatecas del Programa Nacional PARALIBROSHomenaje nacional a José Emilio PachecoLectura de su obra: Los días que no se nombranSelección de poemas 1985-2009A partir de las 12:00 horasUbicación de los Paralibros en los municipios: Zacatecas: Parque Enrique Estrada de la Col. Sierra de Álica Parque la EncantadaFresnillo: Frente al Teatro José González EcheverríaGuadalupe: Jardín de la Col. Del ISSSTEJerez: Museo Charro, Jardín Rafael Páez

DOMINGO 13Música clásicaAlumnos de la Academia de Canto de la Unidad Académica de Artes de la U.A.Z.Auditorio del Museo de Arte Abs-tracto “Manuel Felguérez”Entrada libre / 13:00 horas

MIÉRCOLES 16Ópera Matilde o “México 1810” de Julián CarrilloOrquesta Sinfónica de Aguasca-lientes. Director: Román Revueltas Retes. Director Concertador: José Miramontes ZapataCompañía de Ópera de Zacatecas. Director: Artístico: José Manuel DelgadilloCoordinadora General: Patricia AhumadaSolistas: Zaira Soria – SopranoJosé Luis Ordoñez – TenorSaúl Sánchez Román – TenorOziel Garza-Ornelas – BarítonoCarlos Sánchez – BarítonoProducción General: Secretaría de Cultura de San Luis PotosíTeatro “Ramón López Velarde” / 20:30 horasAdmisión: Luneta $ 150.00 – Gene-ral $ 100.00Coordina: Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Occidente

JUEVES 17Presentación del libro4 Tomos “Origen y Desarrollo del Liberalismo Mexicano”Del autor zacatecano: Ricardo Delgado RománSalón de Recepciones de Palacio de Gobierno 18:00 horas

SÁBADO 19Danza folklóricaPresencia Cultural COBAEZPlantel ZacatecasPlazuela Goitia 17:30 horas

DOMINGO 20

CONCIERTOOrquesta Filarmónica de ZacatecaDirector Invitado: Jörg Bierhance Director: Alfonso Vázquez SosaSolista: Félix Alanis – ViolínTeatro “Ramón López Velarde”18:00 horas / Admisión: $ 50.00

MIÉRCOLES 23Bellas Artes a todas partesLectura en voz alta: “Leo… luego exis-to” FRANCESCA GUILLEN, ActrizCasa Municipal de Cultura de Zacate-cas. Entrada libre / 19.00 horasCoordinan: Instituto Nacional de Bellas Artes. Casa Municipal de Cultura de Zacatecas. Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”

VIERNES 25Jornada Estatal del RockRock pop y alternativoPlazuela Goitia .De 16:00 a 21:00 horas

SÁBADO 26Jornada Estatal del RockFuente de Luz y Sonido del Parque Sierra de Álica. De 12:00 a 21:00 horas

Presentación del discoCantares de la Revolución MexicanaDel grupo Estampa NorteñaProyecto PECDAZAuditorio del Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez” 19:00 horas

DOMINGO 27Música clásicaAlumnos de la Academia de Canto de la Unidad Académica de Artes de la U.A.Z. Auditorio del Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez” Entrada libre / 13:00 horas

JEREZ

JUEVES 24Bellas Artes a todas partesLectura en voz alta: “Leo… luego existo” FRANCESCA GUILLEN, ActrizTeatro HinojosaEntrada libre / 20:00 horas

MUESOS Y GALERIAS

MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUEREZFrisas Pinturas ObjetosDe Oscar GutmanSala de Exposiciones Temporales I

Puntos de TensiónSala de Exposiciones Temporales IIPermanencia: 14 de noviembre

Visitas guiadas Grupos escolares Lunes, miércoles, jueves y viernes de 10h00 a 12h00 horas, previa cita 924 37 05

Visitas guiadas para familias.Domingos de 10h00 a 13h00 horas, previa cita 924 37 05, según dispo-nibilidad, entrada gratuita para los zacatecanos.

MUSEO FRANCISCO GOITIACálculo PictóricoDe Jorge LunaPermanencia: Hasta noviembre

MUSEO PEDRO CORONELSigno y EspírituDe José Luis BustamantePermanencia: 5 de noviembre

FOTOTECA DE ZACATECAS PEDRO VALTIERRALa ciudad y sus quinceañerasColectiva. Permanencia: 20 de noviembre

El Yucatán de ayer, una muestra foto-gráfi ca. ColectivaPermanencia: 4 de diciembre

Llantos y refl ejos De Cinthya de AndaVestíbulo del Teatro José González Echeverría. Fresnillo, Zacatecas.Permanencia: 27 de noviembre

GALERIA ARROYO DE LA PLATAExposición colectiva y venta per-manente. Manuel Felguérez, Pedro Coronel, Rafael Coronel, Emilio Carrasco, Juan Manuel de la Rosa, Luís Felipe de la Torre, Francis-co de Santiago, Ismael Guardado, Je-sús Reyes Cordero, Tarsicio Pereyra, Luís Enrique Gutiérrez, Javier Cortez, Ángeles Perelló, Pedro Valtierra, Armando Ezequiel Haro, Eduardo Román Quezada, Juan Carlos Villegas, Enrique Barajas Pro.

IRMA VALERIO GALERIASExposición colectiva y venta per-manente: Manuel Felguérez, Pedro Coronel, Rafael Coronel, Francisco de Santiago,Mario Martín del Campo, Jazzamoart, Sergio Garval, Luis Filcer, Benjamín Domínguez, José Luis Bus-tamante, Ismael Guardado, Georgina Gómez, Gabriela Suárez del Real, Emilio Carrasco, Rito Sampedro, Rita Gallé, Carmen Alarcón, Enrique Barajas Pro, José Esteban Martínez, Jorge Vallejo.

PROGRAMA DEL 9 AL 13NOVIEMBRE, CINETECA ZACATECAS

Miércoles 9 / 18:00 hrs.EL INCREÍBLE CASTILLO VAGABUNDO

Dir. Hayao Miyasaki Japón/ 2004/ 116 min.

Miércoles 9 / 20:00 hrs. EL IMPERIO DE DRÁCULADir. Federico Curiel “Pichirilo”

México /1966/ 81 min.

Jueves 10 / 18:00 hrs. EL SILENCIO DE LOS INOCENTES

Dir. Jonathan Demme EE.UU/1991/118 min.

Jueves 03 / 18:00 hrs.PSICÓPATA AMERICANO

Dir. Mary HarronEEUU|2000|104 min

Jueves 10 / 20:00 hrs.LA SEÑORA MUERTE

(SINFONÍA DE TERROR)Dir. Jaime SalvadorMéxico/1967/ 91 min.

Viernes 11 / 18:00 hrs.EL CHACAL DE NAHUELTORO

Dir. Miguel LittinChile/1969/94 min.

Viernes 11 / 20:00 hrs.LA CÁMARA DEL TERROR

Dir. Jack Hill/Juan IbáñezMéxico/1968/ 88 min.

Sábado 12 / 20:00 hrsPROFUNDO CARMESÍ

Dir. Arturo RipsteinMéxico-España-Francia/1996/111 min.

Sábado 12 / 18:00 hrs.PONYO EN EL ACANTILADO

Dir. Hayao MiyasakiJapón / 2008/ min.

MUSEOGRABADOExposición y venta de obra gráfi ca:Francisco Toledo, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Alberto Castro Leñero. Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”De lunes a sábado de 10h00 a 17h00 Tel: 492.103.04.07 www.museogra-bado.com

MUNOExhibición y venta de obra gráfi ca:Bem Dierckx, Marcelo Balzaretti,Plinio Ávila, Ernesto Morales, Adam Leech.Objetos de diseñadores mexicanosTacuba 128, centro históricoDe lunes a sábado de 12h00 a 21h00 horas. Tel. 492.126.56.32 www.muno.com.mx

TALLERES, CURSOSY SEMINARIOS

INSTITUTO ZACATECANO DE CULTURATalleres de DanzaBallet Clásico – Blanca AlatorreDanza Contemporánea – Mauro CháirezDanza Flamenca – Ángeles ValleDanza Jazz – Susana AlemánDe lunes a viernesDe 16:00 a 21:00 horasDe septiembre 2011 a junio 2012

MUSEO ZACATECANOTaller de Creatividad para adolescen-tes y adultosImparte: Sonia Félix CheritLos lunes y juevesInicia: 7 de noviembre – culmina: 1 de diciembreDe 16:00 a 19:00 horasSalón Huricuta Cuota de recuperación: $ 750.00

CENTRO CULTURAL CIUDADELA DEL ARTETalleres de MúsicaGuitarra y Trompeta - Antonio Ramírez ZacaríasDe 8:00 a 10:00 horasDe agosto 2011 a junio 2012

Talleres de LiteraturaEnsayo - Mtro. Sigifredo Esquivel MarínSábados de 17:00 a 20:00 horasPoesía - Mtro. Javier Acosta EscareñoSábados de 11:00 14:00 horas

Segunda Parte del Seminario de PoesíaImparte: Dr. Veremundo Carrillo TrujilloDel 19 de septiembre a noviembreDe 17:00 a 20:00 horasCuota de recuperación $300.00

FOTOTECA ZACATECAS PEDRO VALTIERRATaller de heliograbado Del 25 al 27 de noviembre. Con una duración total de 24 horasDe 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00 horas Costo: $ 1,600.00, incluye materiales, químicos, papel y uso de laboratorioLímite de 10 personas.

Taller de iluminación de obra artística y producto Impartido por la fotógrafa Cristina OrtegaDel 17 al 19 de noviembreDe 17:00 a 19:00 horasCosto: $ 700.00. Cupo limitado a 10 personas. En colaboración con Casa Engracia. Informes 92 4 20 15 y 492 5 44 29 58

ConcursosDe la pluma a la lente. Convocatoria de concurso de foto-grafía en colaboración con Revista La Pluma del Ganso, Club fotográfi co de México A.C., Revista Cuartoscuro y Fototeca de Zacatecas Pedro Valtierra. Recepción de trabajos hasta el 10 de diciembre de 2011, consulta de bases en www.clubfotomexico.org.mx y www.cuartoscuro.com.

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Me he acercado siempre con cautela a ese singular libro intitulado: La descripción breve de la muy noble y leal ciudad de Zacatecas (1732), y a su no menos singu-lar autor, don José de Rivera Bernárdez, segundo conde de Santiago de La Lagu-na. Existen varias razones: una de ellas, su calidad de texto dirigido a eruditos; otra, su carácter de intertextualidad con-tenido en todo él. Apenas si es necesario divagar sobre las intenciones que el conde se propuso al componerlo y, luego de las requisas necesarias de los censores, darlo a la imprenta. Puerilmente in�ero que el conde debió documentarse mucho, pues tratar uno de los temas (el astronómico y el teológico y aun el histórico) y atenerse a la ortodoxia cristiana aseguraban por parte de las autoridades eclesiásticas dar la aprobación para su estampa. Acaso el conde astrónomo quiso dejar plasmada en la red de símbolos de la escritura, del discurso o de fábula, el amago de un re-cuerdo que luego otros leerían y que así, como en una cadena intemporal, los más o los menos, continuarían pensando a esta noble ciudad que hasta nuestro pre-sente es tan ufana como venerable. Agus-tín de Hipona, el más moderno de todos los autores de la cristiandad, en las Con-fesiones, libro 11, escribe “El presente es el pasado de la memoria” Nada di�culta ponderar esta a�rmación. La nueva his-toria tiene ese dejo agustiniano: al pasado solemos verlo desde los espejos del pre-sente. Lo de espejos no es un mero símil. Y lo veo desde lo que recién hemos ex-perimentado e incluso participado, en las conmemoraciones del 2010, en las que advertimos módicamente la voluntad en la que en 1921 López Velarde pretendía re-inventar una nueva patria, según la manera personalísima como la ideó en su psique y en su “íntimo decoro”. Luego de esta digresión, aho-ra debo decir que tal vez el conde habla de la ciudad de Zacatecas desde el anti-quísimo tópico de la falsa modestia, es “descripción breve”, dice. Qué haya sido la “ciudad” para el conde no lo sabremos con exactitud. Lo que sí sabemos es que no la observa inocentemente. La ciudad es un tejido orgánico y divino. Y ésta es una tradición de larga estirpe que la en-contramos lo mismo en Pausanias que en el propio San Agustín. El locus elegido ha sido erguido sobre las prerrogativas de las obras que exigen levantar el alma y los sentidos tanto a las cosas de arriba como a las temporales; acaso no en la misma proporción, pero sí con la misma intención y albedrío. Es obra de la natu-raleza que es tanto como decir obra de

Apostillas a Zacatecas:estampas astronómicas y de lírica medular*Por Juan Antonio Caldera Rodríguez

Dios. En esa cúspide el ánthropos deviene ente histórico, justo en ese locus. En ese espacio donde se distiende el tiempo del hombre que re�eja el no-tiempo de Dios: la eternidad. En el mejor de los casos es el espacio de lo sagrado, mejor que el de las ambiciones, o aún más: es la morada de lo divino. A la catedral basílica no la hace sublime el acomodo de sus piedras o la vitalidad de su espacio, como tampo-co la veracidad de sus reliquias o el po-der de sus santos. Es acaso lo numinoso de que hablaba Otto lo que patentiza la santidad del lugar. Tampoco la hará más pundonorosa el reciente retablo principal de gravamen insulso, que hiere a más de una sensibilidad de manera artera. ¿Hace menester duplicar santos en un mismo recinto? Pre�ero recorrer las “claves de la pasión” con la sutil y exacta explicación que el canónigo José Ma. Varela nos dejó escrita en un fascículo de 1961. Faltó sen-tido común, sobró ignorancia hagiográ�-ca, historia del recinto y ya no digo Histo-ria de la Iglesia. Pero nuestra catedral está ahí, inmóvil y al mismo tiempo “girando girando” entre interpretaciones, interpe-laciones e interpolaciones. Lo indudable es que el recinto es una sede de lo divino. Acudiré a Heidegger, aunque quizá sea el autor al que por prurito ni siquiera debía mentar. Sin embargo, hay una anécdota que me sobrecoge viniendo de él y por más sambenitos que al alemán le guinden. En la vida y el la obra de Hei-degger existen Escisiones y paradojas de innúmeras. Me llama la atención una que

toca el delicado y trascendental asunto re-ligioso. “Su madre, dice Max Müller, (un íntimo de Heidegger), fue casi demasia-do piadosa y él no logró separarse nunca de ella. Su retrato estuvo siempre sobre su escritorio. Lo mismo ocurrió en cier-to modo con la Iglesia. En su radicalidad �losó�ca chocó muy pronto con su �lo-sofía institucionalizada. Después sintió la iglesia-institución como un yugo que ha-bía que romper, pero sus raíces cristianas y católicas eran demasiado hondas para que pudiera deshacerse fácilmente de ellas. «es una tradición de Occidente, de-cía, una unión de líneas griegas y hebreas que no podemos abandonar. Aunque la tradición está tocando a su �n, hemos de asumirla para una nueva época». En cierto sentido, Heidegger sufrió con la Iglesia. Era para él como una cadena de la que no podía desatarse, como anzuelo del que no podía desprenderse” [De una conversación con Max Müller]. Max Mü-ller cuenta a este respecto que en las ca-minatas que hicieron juntos entraron en ocasiones en alguna iglesia y pudo obser-var, no sin extrañeza, que Heidegger to-maba agua bendita y hacía la genu�exión ante el sagrario. Al preguntarle: pero ¿por qué esa genu�exión? Usted se ha distan-ciado de la Iglesia. Usted no cree en la transubstanciación. Para usted Cristo no está presente en el altar; el �lósofo le con-testó: «Ciertamente. Transustanciación: esto es sólo un uso abusivo de la física aristotélica por la escolástica. Pero no soy ningún panteísta, devoto de campos,

bosques y praderas. Hay que pensar his-tóricamente. Y donde se ha rezado tanto, allí está cerca lo divino de una manera particular… y una iglesia venerada por largos siglos, es un lugar donde es preciso tener respeto» [De una conversación con Max Müller]. Nada más acertado: donde mucho tiempo se ha invocado lo sagrado debe estar en recogimiento perpetuo lo sa-grado. He aquí nuestra catedral basílica, la de Nuestra Señora de los Zacatecas. Una epítome efervescente, eso sí, de cosas memorables. La descripción breve, de don José de Rivera Bernárdez, es un acto de historiopoiesis. Recrear la historia con los adornos del discurso no aleja mucho al acto de un inusual rito. Per se, la ciudad ni es patrimonial ni heroica ni capital bizarra. Ésas son vanidades de los hombres, desuncidas del principio de parsimonia esculpido por Ockham; son rumberías so�ameras y zurdas me-galomanías: multiplicar los nombres sin necesidad. Per se la ciudad custodia la preciosa carga de su pasado integral, (apenas fragmentado por la Toma de la ciudad, en 1914). Eso es lo que intenta el conde: darle un sustrato en el tiempo, sobre la póiesis exornada de los recursos del arte, a la ciudad en la que se ha sus-tanciado su existencia, “para indeleble memoria de lo futuro”, y lo que le parece más adecuado es la máquina astronómi-ca de que se sirve para universalizar en ese cosmos in�nito el gránulo de una ciu-dad que tuvo principio y tendrá �n y que ha menester que forje frente a tantos in-determinismos, la determinación divina de su ser de ciudad, real, leal y noble. En la ontología y en la teleología del conde no sólo hay muros, minas, plazas, folios, astros. Hay una reivindicación, un pruri-to confesional: Zacatecas es la realización de una idea divina, absoluta. Pero estas a�rmaciones tienen vagos y, al mismo tiempo, capaces argumentos para incitar a cualquier lector a entrever esa comple-jidad que tiene la ciudad, ciudad que es única ya por su color local, ya por la inge-nua creencia de que este lugar de elección es, como dijo un autor, una “sucesión de ciudades in�nitas”. Colegir qué rostro de lo in�nito podríamos advertir, merecería una ardua explicación, mas el prurito de ser no la voz, sino el eco de ella y el vehe-mente pathos de poder recorrerla anacró-nicamente como un transeúnte perplejo, da más realidad a esta noble ciudad de ensueño, patria de nuestros imaginarios y sede lo que no temo decir: de lo sagrado. En el orden de su devenir la ciudad debió ser también para el conde astrónomo y teólogo, un arquetipo en la mente de Dios.

Fotos de Eustaquio Arellano

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Esta libreta (número 10) es propie-dad de Mateo Estrada Gaviria. La compré hoy, lunes 31 de noviembre de 2011. Servirá para asentar mi dia-rio y algunas referencias librescas. El engargolado consta de 80 páginas. Las hojas en forma italiana son de 90 gramos. Lunes 31. Trabajen el texto para el seminario de investigación. Me asignaron nuevos lectores. La ex-posición será el 12 de diciembre. En el ensayo presentaré, en el marco de la cultura letrada del siglo XVI, “la obra” de fray Antonio de Sandoval. FO está lesionado del hom-bro izquierdo. Ayer lo tumbaron en el dominical juego de soccer. A pesar de su negativa, hace rato le ungí cre-ma de menta. Es curioso, lo conozco hace 8 años, hemos convivido a mo-rir, y hasta ahora le veo, por primera vez, el dorso desnudo. Mientras “lo tuve en mis manos” platicamos del pasado. Recordó cuando hablamos por primera vez de mi gayes. Fue en una tradicional celebración de �n de semestre. En esa ocasión me pregun-tó cómo le hacia para salir con una chava, que entonces suponían era mi novia. Le dije que no salía con ella, que yo era gay. Sobrio y desafecto a manifestar sus emociones, nada co-mentó. Además las vacaciones im-pidieron platicar. Al volver a clases sí reanudamos la amistad y no ha-blamos del tema. Ahora comparto casa con él y sigue siendo innecesario conversar, porque FO es buguísimo, viajero y buen amigo. Algunas veces, muy pocas, se emociona y me dice hermano, amigo y hasta el ridículo me llama maestro… Miércoles 2. Trabajé con Rodolfo. Estuvimos en casa y revisa-mos su escritura. Me emociona estar con él; pero no estoy seguro que sea gay. Jueves 3. El cambio de ho-rario y el frío matutino me tienen turulato. Me levanté a las diez. Ya terminé Nuestra señora de las �ores de Jean Genet. Mantengo mi estupe-facción; el texto no es realista, ni que-jumbroso, menos es una orgía verbal gay. Le cito: “Cesari [el ayudante en jefe de la cárcel del Cherche-Midi] tuvo que escribir un informe acerca de mis costumbres. Me dijo: Esta pa-labra [no se atrevió a pronunciar “ho-mosexual”] ¿se escribe junto o sepa-rado? Y con la punta del dedo me la mostraba, sobre el papel, con el índice tendido pero sin tocar la palabra. Me quedé enajenado”. Sábado 5. JC llegó hace rato (11 am). Está ebrio. Duerme vestido en mi cama. Ronca. Está en el doloroso dilema de escoger entre la responsabilidad de su paternidad o el de vivir conmigo. Quisiera mostrarle que de mi parte nada pido, porque lo amo. Estoy consciente que en su vida, en “la normal”, soy “el otro”.

A Emiliano se le leyó desde el vien-tre materno. No ha habido un año en que no se le obsequie al menos un libro. Se le cantaron rondas in-fantiles, juegos de palabras, pusi-mos a su alcance muchos juegos y juguetes que inciden positivamente en el desarrollo cognitivo y motriz de un niño. Se le leyó en voz alta. Emiliano nos fue enseñando mu-chas cosas, consolidando unas y desmintiendo otras. En el vientre materno, él escuchaba y opinaba cuando había lectura en voz alta. Daba patadas a su madre en cuanto ésta se callaba. Dejaba de hacerlo si continuaba escuchando su voz. Cuando tenía cuatro años me pidió que le leyera un libro, pero “de ésos de aprender”. A su edad, insípidamente, ya logra-ba diferenciar la �cción de la divul-gación. Ya en la primaria, en pri-mer o segundo grado para precisar, un día llegó platicando que habían llevado a su grupo a la biblioteca, y que les habían preguntado algo que nadie supo, sólo él. La incógnita resuelta que lo llenaba de orgullo era el nombre “del hoyito por don-

En 1665, el pintor holandés Johan-nes Vermeer pintó uno de los re-tratos más celebrados de la histo-ria del arte: �e girl with the pearl earring. El emblemático cuadro, expuesto en la pinacoteca de La Haya, es una de las cuarenta obras de Vermeer que han llegado has-ta nosotros. La película, con una magistral fotografía del portugués Eduardo Serra, recrea la gestación de la obra maestra con un recital interpretativo facilitado por el inteligente guión adaptado de la novela homónima de Tracy Che-valier, que fabula con amenidad y

de respiran las ballenas”. Ufano, se respondía a sí mismo: “Espiráculo”. Hasta entonces jamás había escu-chado tal palabra. Con�eso que si hubiera salido de la boca de un adulto, pensaría que me albureaba. Descon�ado, indagué cómo había obtenido aquel co-nocimiento. Me respondió que los �nes de semana, no le atraía la programación televisiva y leía una enciclopedia infantil. Ahí estaba el dato. Por esos mismos días, buscan-do ingenuamente algo diferente en la televisión, di con Discovery Kids. En la pantalla aparecía la anima-ción de un niño y una ballena. El pequeño explicaba lo que es el es-piráculo. Llamé a Emiliano y le dije que la palabra en cuestión la había aprendido de la televisión. Acudió a su librero y me llevó el libro donde había leído el dato. Una vez más me manifestaba una predilección por los textos de divulgación versus los literarios (los cuales insistía e insis-to en acercárselos). Debo decir que pocas ve-ces, muy pocas, me ha solicitado un libro por iniciativa propia. En un

un aire de misterio la relación en-tre una joven sirvienta y el pintor. Griet, hija de un cera-mista protestante, se ve obligada a servir en casa de una familia ca-tólica de Del�, ciudad holandesa de mayoría luterana. María �ins, la suegra del pintor, se afana en conseguir, entre los burgueses adi-nerados, nuevos encargos para el marido de su hija, madre de una familia numerosa, nuevamente embarazada. Vermeer, no es un pintor rápido, y se consagra a su tarea con un perfeccionismo abru-mador.

principio eran libros de dinosau-rios, de trenes, de barcos piratas, de autos. Hace casi un año, durante una Feria del Libro, me pidió un tí-tulo: Diario de Greg. Un renacuajo, de Je� Kinney. Revisé el libro y no me convenció. Pero re�exioné un poco más y accedí. Eso fue en di-ciembre. Hacia abril o mayo de este año, ya había leído los cinco volú-menes de la saga. Y en el verano, adquiría el sexto título, pero ahora con la característica que él podría escribir su diario. No leía lo que a mí me gustaría, pero fue importan-te respetar su decisión. A la par de los libros apa-recieron los videojuegos. Primero por cortesía de sus tías, después por los padres. Emiliano tiene sus prefe-rencias lectoras, sus preferencias de esparcimiento y entretenimiento, su tiempo de lectura y escritura; sin presionarlo. Tal vez no sea el lector que me gustaría que fuera, pero es feliz. Como padre promotor de la lectura, ante tal escenario me con-suela pensar que los hijos de Marx, seguramente fueron capitalistas. Hasta la próxima.

La luz, de la ciudad, del es-tudio del artista es atrapada con gran precisión por la cámara. Esta cinta nos lleva a un inolvidable paseo, a un ritmo preciso, por la delicada obra de Ver-meer, con un imponente Colin Firth, taciturno y reconcentrado y una exce-lente Scarlett Johansson (hoy, por hoy, para mí su mejor actuación). Sin duda esta película dirigida en el 2003 por el británico Peter Webber, es un verda-dero regalo para vista, que apreciarán los amantes de la pintura y quienes no lo son. Esta delicada y hermosa cinta puede conseguirse por menos de cien pesos. Búsquenla, no se arrepentirán.

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