el es malas noticias

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    SINOPSIS

    " — Bien  — . Dice, ahora luciendo todo tranquilo —   ésta vueltasaldremos en grupo. Pero la próxima dirás que sí a salir conmigo. Sólonosotros dos, juntos.

    Niego con la cabeza mientras empujo la puerta para bajarme delauto. — No lo creo.

    Él se encoge de hombros y pone una mano sobre la palanca.  — Eso dices ahora."

    Amy sabe que Max es el tipo de chico que trae problemas. Sinembargo, al final del día, él podría ser cualquier cosa menos malasnoticias para ella. Es solo cuestión de tiempo.

    Amy sabe que Max es el tipo de chico que trae problemas. Sinembargo, al final del día, él podría ser cualquier cosa menos malasnoticias para ella.

    Es solo cuestión de tiempo.

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    Capítulo 1MAX 

     — ¡Corre! — David grita a todo pulmón.

    Al instante nos movemos en manada y otros se esparcen en lanoche. Nuestros contrincantes desaparecen en dirección contraria ynosotros cogemos velocidad a cada paso, empezando la carrera paralograr salvar nuestros traseros del sonido de la patrulla acercándose a

    cada segundo detrás de nuestras cabezas.

    Corro como si el mismo diablo me estuviera persiguiendo. Enrealidad, si lograban atraparme una vez más, estaba seguro de que mimadre se convertiría en uno. No sería la primera vez.

    Cansado más que nunca antes, con mis amigos hacemos nuestraentrada dentro de los tantos barrios cerrados, hogar de familiasadineradas que poseen su propia seguridad, y caminamos mástranquilos, escuchando el sonido del camión de patrulla alejándose enla distancia.

    Este plan siempre funciona. Ellos nunca se molestan en adentrarsedentro de este tipo de barrios, pues sus cerebros lejos de trabajar coninteligencia, no son capaces de imaginar que aquí entrarían más queun par de adolescentes revoltosos para despistarlos lejos.

    Transitamos frente a viviendas una más grande que la otra, autoslujosos, Mercedez, BMW, Lamborghini aparcados en las veredas de los

    domicilios como si nada. Ningún hogar posee rejas de protección,haciendo mucho más fácil el trabajo para que cualquier personadesconocida o algún ladrón, invadiera la propiedad.

    Claro, no que yo estuviera pensando en invadir propiedadprivada, no iría tan lejos. Me considero rebelde y un tanto estúpido en

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    ocasiones, pero al menos tengo sentido común. Al segundo, una ideaentra en mi cabeza… sí, eso sería malditamente divertido. 

    Salto ágilmente un Mercedes Benz Gama color rojo que seencuentra en mi camino y estiro su pequeña estrella delantera de tres

    puntas, símbolo de la marca del automóvil y la guardo en mi bolsillo. Lametería en la bolsa que lleva Chad en su mano pero este auto enparticular me llama la atención, vaya a saber por qué.

    Mis zapatos golpean el cemento bajo mis pies y escucho las risasdestartaladas en forma de hienas locas de mis amigos al arrancar losemblemas de los coches ostentosos. Pagaría un millón de guaraníes tansólo para ver las expresiones de los dueños de dichos automóviles alnotar que lo más preciado de sus vehículos ha desaparecido. Somos asíde estúpidos.

    El viento empuja mi gorro hacia un lado, levanto mi mano y loatajo para evitar que salga volando. Ubico la gorra de manera que lavisera quede en la parte posterior de mi cabeza para que contenga ami cabello que está más largo de lo usual y evite que escape en todaslas direcciones posibles.

    Al cabo de lo que se sintió un kilómetro de tanto caminar  — estoyseguro que no fue tanto — , coloco ambas manos sobre mis rodillas,

    sintiendo bajo mis dedos el rajón en mis pantalones. Inhalo airebruscamente para estabilizar mi irregular respiración; enciendo uncigarrillo y aspiro de un tirón.

    Humo inunda mi boca al igual que mis pulmones y empiezo atoser fuertemente. La mano de uno de mis amigos golpea mi espalda,desestabilizando mis pies del suelo y dejándome caer de rodillas sobreel asfalto.

    Me giro y observo la oscura noche. Humo blanco fluye de mi

    boca y de entre las aletas mi nariz en chorros, desapareciendo en lanegrura del cielo. Vuelvo a inhalar otra vez, fantaseo con el rostrocomprimido de los dueños de aquellos autos y empiezo a reírdesmedidamente. Soy tan idiota. Y al mismo tiempo, un condenadogenio en extinción.

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     — Oh, hombre  — dice David serenando su respiración —   Eso fueperfecto.

     — ¿Dónde están? — pregunto poniéndome difícilmente en pie conel cigarrillo entre mis labios.

     — Aquí  — interrumpe Chad pasándome una bolsa negra. Loagarro, meto la mano dentro y siento los suaves contornos de lasmuchas estrellas que reposan en lo profundo del saco.

     — En fin  — dice David, girando la cabeza y observando las casasalrededor nuestro, ya aburrido de esto. La capacidad deconcentración existente en ésta noche, se encuentra en un nivel muyinferior  —  ¿Qué carajos hacemos ahora? Apenas son las doce.

    Estoy malditamente de acuerdo.

    Chad me mira, su rubio cabello brillando bajo la luz de la luna,prácticamente blanco.

     — Escuché acerca de una fiesta en este lugar...

    David se encoge de hombros.

     — No tengo nada que hacer.

    Asiento.

     — Suena bien.

    Meto los dedos en mis bolsillos delanteros. El retumbante sonido de

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    la música que hace vibrar el aire nos guió en la dirección correcta.Claro, además de los interminables automóviles y chicas gritando através de la ventanilla que aparcaron fuera de ésta enorme casa.

    Nos detenemos en el patio delantero de la vivienda con grandes

    ventanales. Jóvenes entran y salen de la puerta delantera. Algunosestán recostados en el pasto con bebidas en sus manos, otros encambio, están de pie haciendo algún que otro baile al ritmo de lamúsica electrónica.

    Al cruzar la entrada, soy golpeado por el fuerte olor a alcohol y asudor corporal. Noto cuando una Rubia de largo cabello, desvía suatención hacia mí persona, sus ojos recorriendo mi físico, poco a pocosubiendo hasta conectar con mis ojos negros. Ella sonríe.

    Sonrío en respuesta.

    Ella está interesada, lo sé. No es que pudiera culparla, me habríaacercado a hablar pero no quería que una chica se colgara de micuello con tanta rapidez. La noche aún es joven y la posibilidad deencontrar a otra chica atractiva, es infinita.

    Tenía que considerar las demás opciones.

    Veo pasar a un grupo de chicas en pequeños bikinis con botellasde vodka en la mano, caminando hacia el patio trasero y mi sonrisa seagranda. Desde el lugar en el que me encuentro, puedo observar agran cantidad de personas entrando y saliendo de una piscina.Observo a otra de las tantas chicas rubias que hay en este lugar subir auna mesa, una de sus manos sujeta su bebida y con la otra, estira a unchico hacia ella, haciéndolo subir a la mesa. Las personas a sualrededor gritan fuertemente, alentándolos y apoyando el pegajoso ysucio baile que ambos empiezan a hacer.

    Definitivamente ésta fiesta se está descontrolando.

    Mi sonrisa brilla.

    Me encanta el descontrol. Es tiempo de divertirse.

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    AMY

    Estaba saliendo fuera de casa, retrocediendo con mi vehículo demanera exageradamente cuando un muchacho saltó frente a mi autoy estiró la hermosa estrella de mi Mercedes Benz Gama color rojo quemis padres me habían regalado al comienzo de este año de maneraadelantada por mi cumpleaños número dieciocho, con la excusa deque debo mejorar mi forma de conducir para poder asistir sola a laUniversidad el año que viene.

    Chillo y rápidamente me apeo del auto con el motor aún enmarcha. Paso mis dedos por el lugar en el que segundos antes la estrellade tres puntas se encontraba en la cabeza del capó del auto. Papá mematará cuando se entere de esto.

    Giro mi cabeza y veo a un grupo de chicos vestidos de negro,corriendo a toda velocidad a través de la calzada, alejándose ydesapareciendo entre las sombras. Por un segundo estoy tentada aseguirlos pero eso significaría arriesgarme a tropezar con mis tacos yromperme el cuello. No era una fan de las torceduras de tobillo ymucho menos una del cuello, así que me quedé en donde estaba.

    Mi mamá apareció, saliendo de la puerta de entrada.

     — Amy, Kiara ha llamado. Quiere saber si vas a pasar a buscarla.

    Suspiro y dejo de lado aquel pensamiento que incluye a la estrellarobada de mi auto junto a mi posible regaño inminente. Kiara sabía quepasaría a buscarla, sólo llamaba para que me apresurara a hacerlo.

     — Sí — respondo —  Ahora estoy saliendo.

    Me acomodo en el asiento y me pondo en marcha. Kiara vivíabastante cerca de casa, aunque al mismo tiempo, no tan cerca. Yo encambio, me encontraba en un buen y bonito vecindario, un barriolleno de lujosas casas al igual que la mía, algunas familias con másdinero que otras. Aunque a pesar de este hecho, eso no quería decir

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    que los vecinos no tuvieran problemas. En más de una ocasión, lafamilia que vivía al lado de casa discutían y los gritos de la señoraGoldam se escuchaban a millas de distancia mientras culpaba a suesposo de engañarla con otra mujer.

    Era divertido de escuchar, pero lo admito, dichas familias  — incluyendo la mía —   eran muy chismosas, una pequeña cosa estabafuera de lugar en ti e inmediatamente comentaban acerca de ello.

    Era desesperante.

    Rápidamente llego al enorme y suntuoso hogar de Kiara. Tal ycomo lo sospechaba, ella estaba esperando fuera de su casa, sentadaen el porche. La luz brillante de la farola la alumbró e inmediatamentese puso de pie. Kiara está vestida al igual que yo, con una corta pollerade vaquero junto con una llamativa blusa y un par de negros zapatosaltos.

     — Oh por Dios — dijo ella abriendo la puerta del copiloto —  ¿Qué lepaso a tu auto?

    Suspiro profundamente.

     — Un par de idiotas me lo robaron. No sé qué haré cuando mi

    papá se entere de ello. Probablemente me quitará a Gema por unascuantas semanas.

    Kiara se abrocha el cinturón:

     — Lo siento, nena.

    Asiento y retrocedo el auto, con un rápido movimiento acelero yGema brama llena de vida. Doblo en la esquina próxima y salgo delvecindario. Aumentando de velocidad, me dirijo hacia la casa de

    Connor, quien aprovechaba la ausencia de sus padres, que estaban deviaje a Alemania, para lanzar una fiesta de bienvenida de último año — atrasada si me preguntas, dado que hace tres meses comenzaron lasclases — . Él tenía la casa él solo, junto con su hermano mayor y suhermana menor. Y por supuesto, esa clase de oportunidad, no se nodejaba pasar de lado.

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     — No importa  — digo —   Encontraré una manera de solucionarlo...eventualmente. Mientras tanto, disfrutaremos de la noche.

     — Y brindaremos porque mañana no recordaremos nada — finalizami amiga y ambas reímos.

     — Amén.

    La fiesta sería estupenda, estaba segura de ello. Connor era unode los chicos que conocía que más bebía, sabía cómo pasarla bien sitomaba suficientes bebidas alcohólicas, pero si no tomaba nada, élpodía ser el chico más aburrido del planeta.

    No es que pudiera culparlo. Yo no era tan divertida sobria

    tampoco. Es por eso que no dudaba dos veces en ingerir algún queotro vaso de bebida, se sentía bien ser más osada, más divertida,sentirse sin limitaciones. Esa ligera capa que me impedía hacer lo quequería desaparecía, podía hacer lo que se me antojaba y no meimportaría por una vez en la vida lo que los demás opinaran de ello.

    Un gran número de autos están estacionados fuera de la casa.Chicos y chicas inundan el lugar de un lado a otro y el ritmo de lamúsica pegajosa retumba a todo volumen.

    Mi sonrisa se ensancha y con Kiara, nos apeamos de Gema. Lafiesta había empezado para nosotras.

    Una hora después me encuentro en los brazos de un chicocualquiera. No tengo la menor idea de quién es. Me deslizo de entre susbrazos y me abro paso entre la multitud. Oigo que el chico me llama, noestoy segura de si dice mi nombre pero no me interesa. Yo tampoco soycapaz de recordar el suyo.

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    Me dirijo hacia la barra, estoy lo suficientemente borracha parasaber que debo tomar agua si es que no quiero ir a vomitar en algunaplantera. Deseo ser capaz de recordar algo mañana. Es irritante nopoder hacerlo en ocasiones.

    Cuando llego, pido un vaso de agua a un muchachodesconocido, él sonríe y lo coloca en la mesada frente a mis ojos, lotomo sin pestañear. A continuación, busco a Kiara con la mirada,pienso que han de hacer más de veinte minutos que desapareció de mivista. Ella sí que podía meterse en situaciones incómodas cuando noestaba sobria.

    Paseando entre la multitud de jóvenes, me encamino hacia lasala de estar y rápidamente la encuentro. Está sentada al lado de unmuchacho que esta vestido completamente de negro. Mi primerpensamiento es preguntarme si no tiene calor, pero entonces observosu cabello y mis penosos pensamientos se desvían. Su pelo es….¿blanco? No, es de un rubio muy, muy claro. Me acerco hacia ellos.

     — Hola — digo y me dejo caer en el sofá al lado de ella.

     — ¿Dónde estabas? — pregunta Kiara, el brazo del chico rubio estáalrededor de sus hombros. Ella nunca pierde el tiempo.

    Muevo una mano con desdén, rechazando el recuerdo del chicosin nombre de hace unos momentos.

     — Con un chico.

    Ella mueve su cabeza de un lado a otro. Buscando a mis espaldas.

     — ¿Dónde está?

    Me encojo de hombros y me echo hacia atrás, acomodándome

    en el asiento. Un suspiro escapa de mis labios.

     — Ni idea.

    Esto es cómodo. De hecho, es muy cómodo. Suspiro nuevamentey me acurruco contra el sofá. Oigo una carcajada al lado de mi

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    cabeza y siento un aliento caliente sobre la piel desnuda de mi cuello.

     — ¿Cómoda? — Una voz me susurra al oído. Inmediatamente saltosobre mis pies y dejo escapar un gritito bastante lamentable. ¿Qué otracosa se supone que haga?

     —¿Qué mierda…? 

    El sofá no era tan sofá que digamos. Lo que creí que era elconfortable relleno del respaldo es nada más y nada menos que unchico que está tirado con los brazos extendidos. También está vestidode negro y lleva un gorro sobre su cabeza. Su remera de los ‘Ramones’ se estira en su pecho mientras él extiende un musculoso brazo sobre elsillón. Es lo suficientemente hermoso para saber que no es uno de loschicos de mi colegio, porque si lo fuera… estoy segura que reconoceríaese rostro en cualquier lugar. Bronceada piel, pómulos altos, mandíbulafuerte, ojos negros… definitivamente no es un chico que yo conozca.

    Una sonrisa divertida abarca sus totalmente besables labios.

     — Hola.

     — Oye — respondo. Su sonrisa no desaparece y de repente deseono haber tomado agua, deseo seguir siendo más osada. Rápidamente

    me giro y voy a por un vaso de vodka y lo trago como si fuera jugo denaranja. El alcohol quema en mi garganta pero rápidamente pasa yempiezo a sentirme más liviana, más… suelta. 

    Mentalmente hago un recuento de mi apariencia. Mi cabellocastaño aun sigue liso y brillante, mi atuendo se encuentra en su lugar,mis zapatos aun no han desaparecido, confiriéndole un toque sexy amis largas piernas y gracias al cielo, el olor de mi perfume aún persiste.

    Vuelvo junto a Kiara y los chicos de negro. Una vez más, me

    recuesto en el asiento consciente del chico sofá y sonrío coquetamenteal adonis a mi derecha.

     —Entonces… — digo —  ¿no se supone que debes estar disfrutandode la fiesta?

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    Él me mira por un momento, contengo mi respiración mientras susojos recorren mi cuerpo y mi rostro. Entonces echa su cabeza haciaatrás y sonríe a la oscura noche. Oh, aquella sonrisa…  Sus ojos sevuelven a posar en mí y su labio se curva mínimamente.

     — Ahora lo estoy haciendo.

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    Capítulo 2MAX 

    Cuando abro mis ojos una intensa luz amarilla inunda mi visióndejándome momentáneamente ciego. Vuelvo a cerrar los ojos y luegode unos segundos los abro nuevamente, acostumbrándome a lapotente luz del día.

    ¿Por qué estoy mirando el cielo?

    Levanto la cabeza lentamente del suelo y observo mí alrededor.Oh, mierda. No sé dónde me encuentro. Estoy seguro como el infiernoque ésta no es mi casa y mucho menos es alguna casa que yoconozca. ¿Dónde mierda estoy?

    Me empiezo a poner de pie y mis articulaciones crujen. No meextrañaría tener un dolor de cuello tremendo, después de todo, dormíen el suelo. Hago crujir estruendosamente mi espalda y cuello, y sientoalgo de la incomodidad desaparecer. Extrañado, desvío la miradahacia el pasto y las flores del jardín a mí alrededor buscando mi gorro,botellas de alcohol, vasos de plástico…  no, no está a la vista. Genial.Tendré que conseguir otro.

    Velozmente realizo un rápido vistazo del lugar. El patio trasero esenorme. Una larga y llamativa piscina de un brillante azul abarca grancantidad del lugar. Hago un lento recorrido por el borde y levanto lavista.

    Una estatua me devuelve la mirada. Para ser exactos, un hombrede mármol completamente desnudo. Lo observo atentamente, ¿porqué alguien querría tener el cuerpo desnudo de un hombre con suspartes intimas expuestas al aire en el patio trasero? ¿Para alegrar la vistade las mujeres? Asco.

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    A demás, ni que el sujeto fuera bendecido por la mano de Dios, siya sabes lo que me refiero. Al menos, si el objetivo de ésta estatua esalegrar la vista… pues fallaron miserablemente en ese objetivo. 

    Sacudo la cabeza y estiro mi remera, acomodándola. A

    continuación, hago a un lado una de las puertas de vidrio de la casa ymeto la cabeza dentro, observando el interior. Lujoso. Observo tantodinero desperdiciado en estupideces, cosas que ni siquiera sonnecesarias… es decir, ¿qué es eso? Mi prima de dos años puede pintarun cuadro mucho más lindo que ese.

    Giro el cuerpo y me dirijo en dirección al patio delantero y silbopor lo bajo. Un llamativo Mercedes Benz color rojo está estacionado alfrente, junto otros cuatro autos. Supongo que son los rezagados de lanoche anterior.

    Me habría girado hacia la calle, lejos de todo, pero una cabezablanca llamó mi atención. Chad. ¿Qué rayos hacía dentro de un autocomo ese?

    Al acercarme unos pasos entendí el por qué. El idiota estabadormido al lado de una linda chica de cabello cobre. Bueno, más bienteñido de cobre. Se podía notar sus negras raíces creciendo. En serio,¿qué pasa con las chicas? Todas tienen una rara obsesión con el tinte

    color rojo cobre. He perdido la cuenta de a cuántas chicas he visto conel mismo tono de cabello.

    Sacudo la cabeza y empiezo a golpear la ventanilla del auto paradespertar a Chad, el idiota gruñe y murmura unas cuantas palabras quesuenan a algo parecido a picadillo o lo que sea.

    Estoy a segundos de golpear estruendosamente la ventanillacuando noto el asiento trasero con el rabillo del ojo. Lo primero quecapto es mi gorro en la cabeza de una chica de largo cabello castaño

    desparramada en el asiento, profundamente dormida.

    Me muevo hacia la ventanilla trasera y giro la cabeza observandoatentamente la nueva situación ante mis ojos. Cabello oscuro, piernaslargas y bronceadas… 

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    … Interesante. 

    Ahora, lo esencial… ¿Por qué ella tiene  mi gorro? ¿Acasohabíamos pasado una noche juntos…? Sacudo la cabeza. Lo que sea.No podía recordar su nombre. Pero podía rescatar un vago recuerdo

    de una linda y osada chica acurrucada al lado mío en el sofá la nocheanterior antes de que todo se volviera borroso.

    Maldito alcohol. Siempre quedándose con los buenos recuerdos,dejándome sin nada. Ni siquiera una pista del nombre de 'piernas'.

    Olvido al idiota babeante de Chad y trato de abrir la puerta delasiento trasero pero está bloqueada. Frustrante. Necesito mi malditogorro para poder largarme de aquí y así arrastrar a Chad conmigo.Suspiro completamente resignado y miro el cielo que se alza sobre micabeza en busca de inspiración divina.

    Azul y brillante. Achico los ojos, si me mantengo concentrado porunos segundos, puedo notar la manera en que las nubes se muevencon lentitud hacia un lado.

    Una idea aparece en mi cabeza.

    Me agacho y meto dos dedos entre el borde de mi zapato, junto

    a mi tobillo y extraigo un pequeño cuchillo de miniatura. Es de plata, elmango incluido, lo suficientemente pequeño para que se esconda en elborde de mi tobillo, oculto por mis zapatos.

    Actúo rápidamente, forzando la cerradura del automóvil, mismovimientos aparecen de manera natural, acostumbrados a la acción.Estoy a milisegundos de abrir la puerta, si muevo un poco más profundoel cuchillo en la cerradura, seré capaz de escuchar un clic dándome laoportunidad de recuperar mi preciado gorro y… 

    Clic. 

    Sonrío. Esto es pan comido. Una vez más, vuelvo a mirar dentro delauto y me sorprendo cuando unos ojos cafés me devuelven la mirada.Abro la boca para decir algo, probablemente algo zalamero yestúpido, pero la chica que lleva mi gorro abre la boca al mismo tiempo

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    que yo y me silencia con sus cuerdas vocales. Sin embargo, en vez dedecir palabra alguna, empieza a gritar como desquiciada. Una y otravez. Su grito va en aumento. Dios. Quedaría sordo, de eso estoy seguro.

    Estiro mi mano para abrir la puerta y pedir mi gorro de regreso

    para poder largarme de aquí y liberar a mis oídos de una gran tortura,pero la misma se abre de imprevisto y sale disparada hacia adelante,tomándome desprevenido y dándome de lleno en el rostro. Sientocomo si me partieran el rostro en la mitad. Carajo. Esto duele. Actoseguido, la puerta vuelve a volar hacia adelante, pero actúorápidamente y levanto ambos brazos, cubriéndome el rostro. El impactoaún así llega con todo y me empuja hacia atrás.

    Caigo con un sonoro PAF, sintiendo el ardor de mi espalda alchocar contra el suelo y el aire salir de mis plumones por una milésimade segundo. Primero llega el dolor en mi cabeza, donde la puerta mehabía dado un gran e inolvidable tortazo  — podía ver venir el bonitomoretón que se formaría en menos de un día — , pero luego me olvidocompletamente de ello cuando aquel dolor es sustituido por unapunzada de mi espalda lastimada.

    Lo siguiente que hago, es quedarme totalmente quieto,absorbiendo el dolor en mi interior. Lo suprimiría y actuaría. Sólonecesitaba unos segundos para reponerme. Mierda. Esto es lo queobtenía por andar con la guardia baja. Moretones y raspones.

    Es por esto que uno nunca debe bajar la guardia.

    Nunca.

    AMY 

    Acabo de golpear a un chico en el rostro.

    No tengo la menor idea de cómo esto sucedió. Un minuto estaba

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    durmiendo profundamente y al siguiente un lento pero sonoro clic medespertó, asustándome hasta la muerte. Haciéndome actuar por puroinstinto.

    No es que vaya por ahí golpeando a chicos al azar en el rostro. Y

    menos aún con la puerta de un pesado auto. No, no me refiero a eso.Me refiero a que… aún durmiendo siempre estoy en guardia. Tengo elsueño extremadamente ligero.

    Un pequeño sonido... diminutas ondas acústicas que mis oídoscaptan, esos despaciosos y lentos sonidos es todo lo que necesito paraestar completamente despierta. A demás, creo que estoy seriamenteinfluenciada por las películas de terror así que no me culpes si reaccionode manera algo exagerada.

    He aprendido que un grito puede salvarte la vida en las películasde terror. Pero esto no es una película y menos una de terror, así quecuando empecé a gritar… bueno, me fue imposible detenerme.Además, mis tormentosos gritos, influenciados por largas horas depelículas llenas de espíritus malvados, despertaron a Kiara y Chad,quienes estaban durmiendo en los asientos delanteros del auto.

     — ¿Qué?¿Qué pasó?¿Qué pasó?

    Chad se removió en el asiento de al lado. —¿Qué rayos…? 

    Con lentitud, acerco la mirada hacia la ventanilla una vez más yobservo el exterior. El día es brillante y encantador, el cual se mezclacon el armonioso jardín que nos rodea, creando una escena devivienda perfecta. Pero entonces me fijo en el chico que yace en elsuelo.

    Oh. Dios. Mío.

    ¿Qué si lo maté? Digo, sé que eso no es posible. Obviamente.Pero no me puedo deshacer de esta extraña sensación que se apoderade mi pecho. De que he hecho algo malo para herir a alguien.

     — He golpeado a un chico.

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     — ¿Qué tú has hecho qué?

    Ignoro a Kiara y rápidamente desbloqueo el auto y me apeo deél. Caigo de rodillas sobre el suelo al lado del chico desconocido y medoy cuenta que no sé qué rayos hacer en estos momentos. ¿Debo

    moverlo?

    He escuchado que uno no debe mover a un accidentado pormiedo de empeorar la situación. Aunque supongo que se refiere a unverdadero accidente. Como accidentes de auto o algo parecido. No aun desmayo inducido por un golpe de una puerta pesada. Aunqueambos casos incluyen a un automóvil… ¿eso cuenta en algo?

    Con el dedo índice empujo lentamente la cabeza del muchacho,moviéndola de un lado a otro. ¿Acaso se ha desvanecido? ¿Estádormido? ¿Está fingiendo?

    No lo sé.

    Escucho a Chad apresurarse detrás de mí y bajándose del auto. — Ana, ¿qué haces…? 

    No lo escucho,  — primeramente porque dijo mal mi nombre ysegundo, porque este chico aún no demuestra algún signo de vida —  

    en su lugar empiezo a empujar a mi enfermo un poco más fuerte,sintiendo las puntas de su cabello negro entre mis dedos.

     — Oye, despierta. Oye… 

    Sus ojos se abren al instante y me encuentro mirando a laprofundidad del abismo. Sus ojos son tan negros como la cueva de unlobo. Claro, si es que eso tiene algún sentido aparente. Mientras piensoen esto, en un veloz movimiento que no veo venir, el chico se abalanzasobre mí. Chillo cuando caigo sobre mi espalda y él me sujeta con la

    fuerza de su peso, reteniéndome debajo de él pegada al sucio suelo.

    Entonces le grito: — ¡¿Qué mierda crees qué estás haciendo?!

    Chad se apresura a correr en nuestra dirección y comienza ahablar.

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     — Max, hermano, ¿qué mierda...?

    Los ojos de Max parecen desenfocados por un instante, peroluego se deja guiar por la voz de su amigo y unos segundos después surespiración se relaja y me da una mirada de disculpa.

     — Huh, lo siento. Fue el instinto. ¿Estás bien ahí abajo?

     — Sí, no te preocupes, estoy muy cómoda.

    Ante mi respuesta su rostro se relaja y me da una lenta sonrisa desuficiencia.

     — ¿En serio?

    Pongo los ojos en blanco.

     — Claro que no, imbécil. Estás impidiendo que pueda respirar confacilidad. ¿Podrías moverte?  — respondo entrecortadamente, su pesome imposibilita realizar movimiento alguno.

    El brillo de sus ojos cesa.

     — Oh, sí. Lo siento.

    Max rápidamente se levanta y mueve sus hombros en círculos,profiriendo una mueca. Estira una mano en mi dirección, la tomo y medespego del suelo.

     — ¿Estás bien?  — le pregunto, consciente del porrazo que se llevócon la puerta minutos antes.

     — Sí  — responde mientras se acerca al lado de Chad y le palmeasu espalda tres veces como agradeciéndole por algo que no logroentender, escucho un pib y Chad mete la mano en su bolsillo, quita uncelular.

     — Así que dime, er…  — dice Max, fingiendo saber mi nombre, perofallando miserablemente en el intento.

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     — Amy.

     —Amy…  — continúa como si nada mientras se coloca su gorrocon la visera hacia atrás en la cabeza. En serio, sólo hay unos cuantoschicos a los que les queda bien el gorro de esa manera y

    definitivamente Max es uno de ellos. Un momento… ¿En qué instante élobtuvo su gorro de regreso? Es entonces que me doy cuenta que se mehabrá caído al suelo cuando me apeé rápidamente a chequearlo en elsuelo.

     — ¿Tú y yo pasamos la noche juntos?

    Mis ojos se abren como platos y por poco me atraganto con mipropia saliva.

     — ¡¿Qué?! ¡No!

    Él se ve ligeramente decepcionado ante mi respuesta o eso creo.Sin embargo, luce una expresión de sorpresa.

     — Lo imaginaba ya que desperté en el suelo, pero aún así... creoque en verdad tenías que haberme gustado bastante la noche anteriorpara que estés en posesión de mi gorro.

    Tendría que haberle gustado lo suficiente. Hmm… 

     — Max  — Chad interrumpe nuestra conversación mientras mira lapantalla de su celular — Debemos irnos. Ahora.

     — ¿Tan pronto?  — pregunta Kiara. Tan pronto o demasiado tardeen todo caso, dado que aún siguen aquí. Dependiera de cómo uno loviera.

    Max observa a su amigo. —  ¿Problemas?

    El rubio asiente. — Hombre, ni te lo imaginas.

    Con ello, su amigo le enseña una gran y deslumbrante sonrisa.

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    Capítulo 3MAX 

    El viento sopla en mi rostro, golpeándome de lleno. Inhaloprofundamente, siento mis pulmones llenarse y empiezo a tomar fuerza,moviendo mis piernas con rapidez. Corriendo con todas las fuerzasposibles para salvar mi trasero.

    Una vez más.

    Escucho la sirena de la patrulla de policía y corro más rápido.Puedo escuchar las sonoras pisadas de Chad alcanzándome, echo unvistazo atrás y me sorprendo en encontrar a otros dos tipos corriendo atodo dar.

    Aparentemente no soy el único corriendo por su vida.

    Sin volver a mirar atrás, giro hacia la derecha, tomando un atajo,entrando en un angosto pasillo, la podredumbre impregna el aire; sinimportarme en lo más mínimo, me siento detrás de un contenedor debasura que es lo suficientemente grande para esconderme,refugiándome en las sombras del atardecer.

    Echo la cabeza atrás y siento la pared dura y fría contra mi piel.Frunzo el ceño. Genial. Mi gorro ha vuelto a desaparecer.

    Veo la patrulla pasar al costado, alejándose en las últimas lucesdel atardecer, siguiendo a esos idiotas que no fueron lo suficientemente

    listos para esconderse.

    Diez minutos después estoy bastante seguro de que el olor amierda no saldrá fácilmente de mí ni con diez duchas seguidas,entonces escucho unas cansadas pisadas y mi cabeza se dispara, misojos y oídos atentos. Una figura toma forma, algo sale volando y golpea

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    mi rostro, cayendo en mi regazo. Lo tomo y sonriendo lanzo un suspiro.

     — Te extrañé — le digo a mi gorro mientras me lo pongo.

    Chad se deja caer al lado de mí, estirando las piernas sobre elmugroso suelo.

     — Eso estuvo cerca — dice, su voz agitada por la mini-maratón.

     — Sí  — respondo con una lenta sonrisa, recordando la pelea quenos llevamos hace unos momentos. Media hora después de que Chadhubo recibido el mensaje alertándonos de la llegada de una peleainminente, volamos de la casa de ese tal Connor para reunirnos con loschicos y así estar listos cuando esos idiotas decidieran presentarse. No

    es que fuéramos por ahí buscando a chicos a quiénes golpear, no. Larealidad era que teníamos cierta historia con el grupo de Leandro. Élidiota me había bolseado a mi novia un tiempo atrás, trató desobrepasarse con ella. Y claro, yo no podía dejarlo marchar sin pagarpor ello.

    Y como es costumbre entre los grandes grupos de amigos, uno vaa hacer algo problemático, y por muy idiota que fuera la cosa, todostus amigos te ayudan a llevarlo a cabo.

    La cosa es que, yo tenía mis amigos de refuerzo, y también lotenía Leandro. Es así que una pequeña disputa personal entre doschicos por una chica se convirtió en una gran pelea grupal. Y claro,ahora se había convertido en algo personal.

    Y lo más estúpido de toda ésta situación es que Rebeca, la chicaen cuestión, ya no es mi novia, por lo que la pelea es en vano. A decirverdad, no tenemos realmente un motivo para seguir la pelea. Nohabía una chica en medio. No había nada. Sólo un odio mutuo, sinrazón aparente. Ya sabes, existen personas que al mirarlas,

    inmediatamente no te caen bien. Así de simple. Pues ese es el caso… oalgo más complejo.

    El orgullo masculino.

    El principal motivo de peleas entre jóvenes hormonales. Cada

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    quien se había llevado una buena golpiza, y cada uno se había puestofurioso por ello. El rollo no se podía quedar así. Y hoy fue uno de esosdías, en el que la manada de Leandro había vuelto por más. La peleaestaba en su punto más alto cuando la policía llegó y arruinó la fiesta.

    Rápidamente todos huimos en un abrir y cerrar de ojos. Sinembargo, no lo suficientemente rápido. Yo había estado tanenfrascado en romper la nariz de Leandro que no me importó unamierda la llegada de la policía con tal de escuchar el dulce crack quehizo su nariz cuando mi puño conectó con su rostro.

    Un muy, muy dulce recuerdo.

    Ahora bajo la mirada y sonrío mientras acaricio mi puñovencedor. Sin duda alguna, esa pelea valió totalmente la pena.

    Cuando llego a casa, me muevo pasando las paredes de colormarfil y busco a mi madre. La encuentro de pie en medio de la cocina,preparando la cena. Mi madre es una mujer joven, me tuvo cuandotenía tan sólo veintidós años. Sin duda alguna, es una de las mujeresmás hermosas del mundo. Y no lo digo sólo porque sea mi madre, no.Los cuarenta le sientan como anillo al dedo.

    Me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla, me sonríe y me

    hace una seña con la cabeza para que tome asiento. Así lo hago y laobservo cuidadosamente. Hoy ha llegado a la misma hora del trabajo,se la nota cansada. Como siempre, se emperra en cocinar para mí. Nome importa si ceno o no lo hago, he tratado de convencerla de nohacerlo, pero a ella le importa y por más cansada que vuelva, se rehúsaa escucharme.

     — ¿Cómo estuvo tu día?  — pregunta poniendo un plato lleno decomida a rebosar frente mis narices, se vuelve hacia el lavabo,recogiendo algunos platos.

    Sonrío con el recuerdo.

     — Productivo.

    Me lanza una mirada sobre el hombro y niega con la cabeza.

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    Hago una mueca cuando mis ojos notan esa fina línea que cruza sumejilla y mi mandíbula se tensa con el recuerdo que invade mi mente.

     — Escucha  — ella dice con un tono de voz que conozcodemasiado bien y se cruza de brazos, enfrentándome —   La directora

    Maidana ha llamado, ¿En verdad creías que no me enteraría de cómogolpeaste a ese chico en medio de todo el colegio?

    Oh, mierda. Me había olvidado de aquella pelea. Fue hace unasemana, estaba seguro de que la Directora lo había dejado pasar, peroaparentemente cuando tienes un historial de comportamiento, estascosas vuelan a los oídos de tus padres. Además, Lucas lo tenía más quemerecido. Clara era la hermana menor de Daniel y había presenciadoel momento justo en el que él la empujaba contra los casilleros, así quesalté en su defensa. Claro, sólo que en ese momento inoportuno ladirectora apareció en escena. Nada bueno si me preguntas.

    Me encojo de hombros y evito mirarla a los ojos, centrándome enmi plato cuando respondo:

     — Se lo merecía.

    Alzo la vista y veo sus ojos suavizarse mientras me observa. Sumano sube instantáneamente hacia su mejilla y sé que sabe a lo que

    me refiero. Veo la determinación detrás de sus oscuros ojos aflojarse ylanza un profundo suspiro, negando con la cabeza.

     — Una solo comportamiento fuera de lugar y serías expulsado. Losabías muy bien, Maximiliano  — me regaña. Hombre, ha usado minombre completo. Realmente está enfadada.

     — ¿Y qué querías que hiciera? ¿Dejarlo pasar? No podía hacereso. — me defiendo. Joder. ¿Es que no puede simplemente entenderlo?

    Niega con la cabeza.

     — Una última oportunidad, Max. Eso es todo lo que tenías. Nopuedes dejar el colegio aún cuando si quiera es mitad de año, sabesque no lo voy a permitir.

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     — ¿Quién dijo algo de dejar el colegio? Es simple. Iré a otro.

     — ¿A cuál, si es que puedo saber?

    Me vuelvo a encoger de hombros.

     — Cualquiera. Tengo buenas notas, puedo entrar en el que sea.

     — No con ese comportamiento.

     — Lo que sea. Seré bueno, lo juro  — ahora estoy divagando ymintiendo a lo grande. Lo sabe, pero diré lo que sea para quitar aquelceño del rostro de mi madre.

    Ella me observa atentamente con esos indiscutibles ojos. Y sé loque está viendo. A un chico que se mete en muchos problemas por lasrazones equivocadas. Tal vez esas razones sean equivocadas para losdemás. ¿Pero para mí? Merece un buen puñetazo limpio en la cara. Yno sólo un puñetazo. Mucho más.

    Suspira y sé que he ganado ésta batalla.

     — En tal caso, es hora de que te busquemos una nueva escuela.

    AMY 

    Las noches son las peores.

    Más aún cuando debo pasarlas sola en mi habitación. Deseoestar en cualquier otro lugar. ¿Quién pensaría que te sentirías unaextraña en tú propio hogar?

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    Desearía estar en la casa de Kiara. Generalmente suelo pasar lasnoches en su casa. Mi madre no tiene ningún problema con ello. Paraser honestos… no le importa lo suficiente en estos momentos. 

    Desearía que le importase. Desearía que me prestase más

    atención, al igual que solía hacerlo cuando era pequeña, al igual quehasta hace un año atrás, cuando todo estaba bien. Pero ella está tanenfrascada en su trabajo y en su no tan nuevo esposo Tomás, que ni siquiera me presta atención.

    No digo que sea una mala madre, no lo es. Es buena y sepreocupa por mí. Pero sólo desearía que se preocupara en un nivel másprofundo. A veces siento que actúa más como una tía para mí quecomo una madre. Se ocupa de mí, me llena de obsequios, pero lo quemás quiero de ella no lo obtengo.

    Su tiempo.

    Pero si obtengo mucha atención de su esposo Tomás. Atenciónindeseada. Ugh.

    Cuando tenía 16 años mis padres aún estaban casados. Perosaben, hoy en día existen estas putas que se meten con hombrescasados  — mayormente secretarias —   y lo enredan de una manera

    sorprendente para que el hombre quede flechado por ella y deje a sufamilia por una bandida cualquiera.

    Pero no es sólo culpa de la secretaria diez veces más joven que mipadre. Sino también de él. Es decir, ¿Qué tiene ella que mi madre notenga?

    A sus cuarenta y dos años ella es una belleza total.

    Lo mejor de toda esta situación, es que mi padre no pidió nada

    aparte del divorcio. El es un médico y gana mucho dinero. Es por esoque nos dejó a mi madre y a mí con todo. Fácilmente él obtendría másdel mismo lugar de dónde lo demás salió.

    Mi madre quedó destrozada después de esto. En verdad ella loamaba. Hasta pensaba perdonarlo, pero él no quería estar más con

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    ella. Idiota. Es ahí que Tomás apareció. No tengo la menor idea dedónde éste hombre salió. Pero mi madre rápidamente quedóenganchada de él.

    Culpo al despecho que sintió después de que mi padre la dejó. El

    saber que un hombre como Tomás  — apuesto para sus cuarenta ycuatro años —  se fijara en ella. Y claro, los “enamorados” no perdieron eltiempo y se casaron a los tres meses de haberse conocido.

    Patético.

    Como he dicho anteriormente, todas las familias de éste lujosobarrio, — quienes te miran con aire de superioridad por el simple hechode tener más que tú —  tienen problemas. Y con ello incluyo a mi familia.No hay quien se salve. Al menos, no en mi mundo.

    O tal vez si lo hay. Pero no aquí.

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    Capítulo 4MAX 

    Generalmente no suelo meterme en muchos problemas.

    Bien, eso es mentira.

    Es decir, no en tantos problemas.

    No hay forma de salir vivo de ésta. No cuando micomportamiento dice lo contrario. Realmente, realmente me esforcépor quitar buenas calificaciones este año. No por mí. No me importa.Sino por mi madre. Ella es la que me pidió, más bien, me rogó que esteaño hiciera un esfuerzo, que confiaba en mí.

    ¿Cómo podría negarme a ello?

    Seguro, no podía negarme. Así que puse mi empeño  — en copiar

    sin que nadie me note. Oye, merezco un Oscar por ello —   y quitebuenas notas. Bien, aceptables notas. De acuerdo, no me aplacé, asíque eso es un logro.

    Todas las clases apestan.

    Quiero decir, ¿En qué vida trigonometría me serviría de algo? Enninguna. Ni siquiera después de muerto.

    Enrollo las mangas de mi camisa blanca y levanto la mirada.

    Incómodo con llevar uniforme por primera vez en toda mi vida.Anteriormente, entraba en un colegio nacional, por lo que no eraobligatorio llevar uniforme. Infiernos, nadie siquiera controlaba sillevabas o no el uniforme adecuado. Pero ahora que he sido expulsado,sabía que no sería aceptado en cualquier colegio. Así que para mipesar, he tenido que entrar en un colegio privado.

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    Observo la multitud de alumnos. Mi mirada se desvía a un par dechicas. Wow. Estoy malditamente seguro de que han tenido que haceralgún tipo de maravilla con sus polleras, para que queden de esamanera. Alegría para la vista.

    El timbre suena y me apresuro a mi siguiente clase y maldigo paramis adentros. Apestaría acabar mi último año en un instituto diferente,lejos de mis amigos. Más aún en un instituto en el cual la mayoría de loschicos son unos idiotas. No digo que yo no lo fuera, porque lo soy. Peroestos chicos y sus inteligentes bocas serían un gran problema. Querríagolpearlos.

    Esto no iba a terminar bien. De ninguna manera.

    Sonrío mínimamente, notando como las chicas desvían su miradahacia mi persona. Lentamente entro al aula y busco un lugar, puedosentir la mirada de los demás en mí y no me importa. Pueden mirarcuanto quieran.

    Es entonces cuando la veo.

    Amy.

    La chica que me pegó un portazo en el rostro. Ella está sentada

    con un grupo de amigas, hablando animadamente, su cabeza caehacia atrás mientras ríe, oscuras ondas cayendo en su espalda. Una desus amigas la codea y señala mi intensa mirada, entonces Amy gira, ysus ojos se agrandan cuando se posan en mí.

    Siento como mi sonrisa se agranda.

    Nah, retiro lo dicho. Esto no va a apestar para nada.

    AMY 

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    ¿Qué hace él aquí?

    Max está de pie en la puerta del aula, obteniendo la atención detodo el mundo, varias chicas dejaron de garabatear en sus cuadernos,especialmente cuando cambió su cuaderno de una mano a otra, sus

    brazos flexionándose, y pasó sus dedos por su cabello negro, dejándoloalborotado.

    Sus pantalones de color gris cuelgan de sus caderas. No es elprimer chico al cual el uniforme le sienta bien, a la mayoría de los chicosles quedaba... de una forma aceptable. Pero a Max... oh, a Max lequedaban de maravilla.

    Érica, una chica de brillante cabello rubio, lanza un suspirocuando Max cruza el salón y se dirige hacia el fondo.

     — ¿Quién. Es. Ese?

    Kiara se echó a reír.  — Pregúntale a Amy, estoy segura que ellapuede responder esa pregunta.

    Inmediatamente los ojos de Érica se posaron en mí.  — ¿Loconoces?

     — Oh, estoy segura que Amy conoce sus labios bastante bien.  — dijo Kiara lanzándome un codazo al estómago.

     — ¿Qué? — soltaron varias chicas al azar. Exacto, ¿¡qué?!. ¿Max yyo nos habíamos besado? ¿En qué momento? ¿Y por qué no lorecuerdo…? Oh, maldito vodka. Desvío la mirada al sentir mis mejillasruborizarse. Kiara entra en los detalles de la fiesta del fin de semana y decómo lo golpeé en el rostro al día siguiente.

    Sabía que mis amigas inspeccionaban a Max y sabía por las

    tontas risas, que a todas les gusta lo que estaban viendo. Quiero decir,¿a quién no?. Él es sexy y sus oscuros ojos lo hacen aún más intrigante ymisterioso.

    Me mantuve callada, con los ojos fijos en el frente. Mi espaldahormigueaba, podía sentir los ojos de Max en mí. Lentamente giré mi

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    cabeza hacia la derecha y miré sobre mi hombro, sin poder evitarlo.

    Sus ojos negros me encontraron y él elevó una ceja. Rápidamentevolví a mirar al frente del aula, no sin antes captar como sus labios seladeaban hacia un costado.

    El chismerío al lado mío no cesaba, las chicas seguían admirandola "gran" sonrisa de Max, su cabello, sus brazos... traté de hacer oídossordos, pero fue imposible.

     — Así que... ¿qué tal besa?  — preguntó Érica y repentinamentetodas las chicas guardaron silencio. Pensé que se quedaron calladasesperando por mi respuesta, pero entonces...

     — Eso no se pregunta  — respondió una voz profunda sobre micabeza. Subí los ojos y me encontré con Max que me observaba através de sus envidiables largas pestañas.  — La respuesta es bastanteclara, ¿no es así, Amy?

    Mi boca cayó abierta. Lo único que pude hacer era mirarlofijamente por un largo momento. Mis habilidades para hablarrepentinamente desaparecieron.

    Él arrastró consigo un pupitre, lo colocó al lado del mío y tomó

    asiento.

     — ¿Ven? Ella ha quedado sin habla. Obviamente, mis habilidadesson extraordinarias. Por otro lado, no puedo decir lo mismo de ella  — élse inclinó más cerca, apoyándose sobre un codo, sus ojos brillandollenos de humor.

    Eso me pinchó. Finalmente fui capaz de encontrar mi voz. Lo mirécon desprecio.

     — ¿Perdón?

    Max sonrió y se inclinó de tal manera que podía sentir su alientosobre mi mejilla.

     — Estas perdonada.

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    Érica rió, al igual que unas cuantas chicas. Ignoré sus risas, estabaa dos segundos de mandarlo a la china cuando Max aclaró sugarganta ruidosamente, flexionó un brazo y acomodó su rostro en lapalma de la mano y me miró por debajo de sus pestañas, una sonrisa

     jugando en sus labios.

     — Aunque claro, eso lo podemos solucionar con un poco depráctica, ¿sabes? — dijo, alzando las cejas dramáticamente.

    ¿Solucionar con un poco de práctica…? 

    Mi mente rápidamente viajó a la noche del sábado. Ni siquierasabía que nos habíamos besado si no fuera porque Kiara lo habíacomentado minutos antes. Parpadeando rápidamente, veo que todo elmundo nos está mirando. Tontamente me acomodé en mi asiento yempujé con mi codo el brazo de Max, apartándolo de mí.

     — Aléjate.

    Él volvió a reír, soltando una carcajada profunda einmediatamente me arrepentí de haberle dicho que se apartara.Juntando sus pies, arrastró aún más su asiento junto al mío. Sentí el calorde su brazo y lo volví a empujar con mi hombro. No podía creer lo quehabía dicho en frente de mis amigas.

    Max me respondió de vuelta, empujándome con el hombro deigual manera. Seguidamente lo volví a empujar y él hizo lo mismo.Cansada, sacudí la cabeza y lo miré con los ojos entrecerrados.

     — Eres un idiota.

    Él levantó las cejas, sus ojos negros brillaron con diversión.

     — Si — aseguró, —  definitivamente esto no va a apestar.

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    Al final del día, me había acostumbrado a la presencia pegajosade Max. Por muy tonto que suene, este chico es gracioso, más graciosoque los tontos de mis compañeros que se creen graciosos y no lo son,pero nunca se lo diría. Nunca.

    Me encuentro caminando hacia la puerta de salida cuando minuevo mejor amigo — esta soy yo siendo sarcástica —  aparece por obray magia en medio de mi camino.

     — Oye.

    Levanto la mirada.

     — Hey

    Max junta sus manos y da un aplauso.

     —Así que... estuve pensando… 

    Elevo ambas cejas. Ya sé a dónde esto se dirige. — ¿Acerca de…? 

    Él vuelve a mover las cejas arriba y abajo. Pero qué idiota… 

     —Tú y yo. Practicando… 

    No puedo evitarlo, así que de lo más profundos de mi ser, sueltouna carcajada. Ay, este chico.

     — Sí, claro. Eso no va a pasar, amigo.

    Él levanta ambas manos y retrocede con gesto inocente  — Oye,no me puedes culpar. Tenía que intentarlo, amiga.  — respondehaciendo hincapié en la forma en la cual lo llamé, en un rápidomovimiento se aleja de mi lado y desaparece en la multitud de alumnoshacia la salida y la libertad.

    Vuelvo a reír mientras niego con la cabeza. Aparentemente noera la única que necesitaba salir con urgencia de este lugar.

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    Capítulo 5MAX 

    Es tarde en la noche y no puedo mantenerme quieto, así que salgo a lacalle para despejar mi mente, a pesar de ser un día entre semana ytenga clases al día siguiente, no tengo nada qué hacer. Chad no estápor ningún lado y no estoy de humor para pasar el tiempo con misamigos, quiénes están tirados tomando alcohol en la casa de Daniel.

    Normalmente, yo también estaría tirado con ellos allí, pero hoy,por algún motivo, no estoy de humor.

    Meto ambas manos en los bolsillos de mis jeans y empiezo a bajarla calle mientras pienso en el día de hoy. Realmente fue una sorpresaencontrar a nada más y nada menos que a Amy, la fiel golpeadora derostros en el colegio. ¿Coincidencia? Nah, no creo en esa mierda ymucho menos en la suerte. Pero no puedo negar que su aparición metrae algo de diversión en esa mierda de colegio.

    El viento sacude mi cabello mientras sigo caminando calle abajo,conozco este lugar como la palma de mi mano, todos los escondites,cada recoveco… los cuales generalmente me proporcionan un buenescondite cuando la policía me persigue. Y créeme, lastimosamenteeso ocurre más de lo necesario.

    Cuando termino de dar una vuelta a la manzana, me dirijo acasa. Al llegar tomo una ducha y con el cabello aún mojado recojo laguitarra que está en la esquina de mi habitación, me siento en el borde

    del colchón y empiezo a mover los dedos sobre las cuerdas.

    Bajo la cabeza a observar en las notas que estoy tocando.

    Relajante.

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    AMY 

    Una vez a la semana tenemos clase de música, lo cual es rarodado que estamos en último año y generalmente los de tercero ya notienen esa clase. Pero no es que me esté quejando, no lo hago. Es más,me encanta esta clase, pues lo único que hacemos es pasar el rato,aunque no es como si fuera buena tocando algún instrumento, porqueno lo soy. Apesto.

    Cuando llegamos a la sala de música el barullo es impresionante.Rápidamente copiamos una lección acerca de algo que no entiendoni atrás ni adelante y el profesor Carlos nos da libertad para coger uninstrumento.

    No me muevo. Me quedo en mi lugar sentada al lado de Kiara. Yosoy la única sin un don especial para la música, aún así, ella me hacecompañía y charlamos en nuestros asientos.

    Aunque claro, no puedo evitar fijarme en Max, quien se levantade su asiento, coge una guitarra y con la otra libre estira una silla y tomaasiento. Coloca la guitarra sobre su pierna derecha y empieza a tocaral azar ciertas cuerdas.

    Agudizo mi oído y puedo decir a pesar de que no entiendomucho de música, que él no está tocando ninguna canción. Sólo tocacuerda por cuerda al azar una y otra vez, su cabeza gacha, con el oídoprácticamente pegado hacia la guitarra.

    Intrigada, dejo a Kiara hablando con Érica, me levanto de milugar y voy hacia Max.

     — ¿Qué estás haciendo? — pregunto parándome enfrente de él.

    Max levanta la cabeza y sonríe.

     — ¿Estoy tocando el piano, qué te parece?

    Pongo los ojos en blanco.

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     — Ja ja. Noté eso, señor gracioso.

     — ¿Entonces para qué preguntas?  — dice Max, levantando unaceja.

     — No estoy escuchando que estés tocando una música, así queno sé qué estás haciendo con la guitarra.

    Max se incorpora un poco y vuelve a acomodar la guitarra sobresu pierna.

     — Estoy dando punteadas. Afinando las cuerdas. Están seriamenteen mal estado, suenan asquerosamente mal.

     — Ah. — es todo lo que respondo, sin poder decir más, pues no soyuna experta en esta área.

    Max me mira por un segundo, luego se inclina a un costado,alarga el brazo y estira una silla. Sus ojos me encuentran.

     — Siéntate.

    Y eso hago.

    Lo miro mientras retorna a acomodar la guitarra sobre su rodilla yvuelve a dar puntadas. Ahora que estoy cerca de él, entiendo lo queestá haciendo. Su cabeza está gacha, su oído cercano a las cuerdas,escuchando el sonido, afinando. Buscando por el sonido adecuado decada cuerda.

    Mientras hace esto, lo único que puedo hacer es mirarlo. Quedarembobada por la atención que presta, lo concentrado que seencuentra. No me mira en ningún momento, y yo aprovecho elmomento para estudiarlo.

    Su cabello cuelga hacia abajo mientras tiene la cabeza inclinada,sus hombros curvados hacia la guitarra, su brazo izquierdo se encargade apretar las cuerdas adecuadas mientras que el otro brazo estáflexionado sobre las cuerdas, moviendo los dedos, sus uñas rasgando lascuerdas una y otra vez. Su postura es relajada.

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    Me fijo en su perfil derecho. Su mandíbula centrada y dura, sunariz recta. Sus ojos miran abajo, concentrados en su labor. Cuandoestá conforme con el sonido, levanta la vista, empuja su cabello y memira.

    Sonríe.

    Sabe que estaba totalmente comiéndolo con los ojos y megolpeo mentalmente por no ser más obvia y apartar la vista.

     — Listo — dice.

     — Te tomo un buen tiempo, ¿eh?  — digo un poco a la defensivapor el hecho de que me haya pillado mirándolo. Ignora mi tono y

    asiente.

     — Estaba muy desafinada, aún no estoy conforme, pero por elmomento tiene que servir.

    Ahora es mi turno de asentir.

     — Toca algo  — le digo por instinto. No estoy segura de si querráhacerlo, pero desde que lo vi con la guitarra me dieron ganas deescucharlo, no puedo evitarlo.

    Max se endereza y pasa los dedos por las cuerdas lentamente. Nocreo que se dé cuenta de hacerlo.

     — ¿Qué quieres que toque?  — pregunta mirándome a los ojos. Micorazón da un vuelco en mi pecho y en ese pequeño instante, lacomisura de sus labios se elevan.

     — No lo sé. Lo que quieras, supongo.

    Él asiente, dobla la cabeza y pasa los dedos por las notas de laguitarra, pero esta vez va adquiriendo mayor rapidez a cada segundo.Sus dedos se mueven aquí y allá, sonidos saliendo de las cuerdasmientras yo lo único que hago es mirarlo. Sólo mirarlo.

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    Rápidamente reconozco la música que empieza a tocar y muevola cabeza en sintonía de la canción.

    De Música Ligera de Soda Stereo. 

    Esa es, cómo la música que todos conocen. La música que todoslos que tocan guitarra aprenden a reproducir a medida que vanensayando. ¿Por qué lo sé? Simple. Kiara solía estudiar piano en uninstituto, pero eventualmente lo dejó. Sin embargo, en su transcurso deaprendizaje conoció a un chico llamado Kevin, quién estudiabaguitarra en el mismo instituto y le comentó de ello. Luego, Kiara seaprendió las notas de  Música Ligera  y juntos tocaron la canción a sugran público. Es decir, a mí.

    Sonrío con el recuerdo y con la música que ahora, Max estátocando.

    Él levanta la vista y ve mi sonrisa e inmediatamente sonríe.Escucho un suspiro a mis espaldas y giro la cabeza. La mayoría de laschicas están prestando atención a Max y a sus ágiles dedos.

     — Oh, geniaaal. — dice Érica junto con un grupo de chicas. Ella esmi amiga, siempre me llevé bien con ella, aunque claro, siempre ella fueuna de las chicas más… rapiditas del grupo. Siempre lanzándose hacia

    los chicos, no puedo culparla, si yo tuviera su figura y rostro, supongoque haría lo mismo, no pensaría dos veces antes de lanzarme hacia unchico, pues sabría que, obviamente ellos me prestarían atención.

    Rápidamente ella se levanta, al igual que otras chicas y empiezana rodear a Max y por ende, están a mí alrededor. Escucho como ciertassillas se arrastran e inmediatamente Kiara está a mi lado. Luego, otra sillase pega a la izquierda de Max y Érica toma asiento.

    Ruedo los ojos.

    Después de unos minutos más y dando unos últimos acordes, Maxeleva la cabeza y su boca curvada hacia un lado cuando mira a todaslas chicas acorralándolo.

    Puedo imaginarme cuánto esto aumentará su ego.

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     — Eres increíble — chilla Érica tocando su brazo. Ese movimiento estan  obvio. Ella aprieta sus bíceps —   Siempre quise tocar la guitarra.Tienes que enseñarme a hacerlo.

    Codeo a Kiara y ella me codea de vuelta. Estamos pensando la

    misma cosa.

    Qué perra. 

    A continuación mi nuevo ególatra amigo empieza a explicardetalladamente el orden de las cuerdas. Do, re, mi, fa… y no puedoevitar rodar los ojos. Él ha de estar disfrutándolo tan mal.

    Inmediatamente me levanto y estiro a Kiara conmigo. Ambas

    vamos hacia el piano y tomamos asiento. Ella empieza a tocar y yoempiezo a imitarla. Ella ha sido mi profesora no designada pues estáemperrada a enseñarme al menos lo básico desde que le dije quedesearía tener algún talento con cualquier instrumento.

    Y la dejo enseñarme. Es divertido y por un momento me olvido dela escena que está llevándose a cabo al otro lado del salón.

    Cuando la clase llega a su fin, empezamos a salir de la clase y adirigirnos en manada hacia la siguiente. Segundos pasan para que Max

    camine al lado mío.

     — Sí que desapareciste rápido  — dice, señalando con la cabezahacia atrás a la clase de música.

    Me encojo de hombros.

     — Bueno, un momento lo disfruté pero luego empecé ahogarmecon tantas fans tuyas a mí alrededor  — respondo, mirando hacia elfrente del pasillo.

    Él mete las manos en los bolillos de su pantalón y se encoge dehombros.

     — Qué puedo decir. Soy así de bueno.

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    Ruedo los ojos. Abro la boca para responder cuando Érica pasa anuestro lado y se gira hacia atrás mirando a Max a los ojos.

     — Estoy esperando nuestra próxima práctica, Max.

    Él sonríe hacia ella.

     — Seguro.

    Seguidamente, Érica vuelve a girarse y continúa su camino. Mimirada malvada la sigue, mentalmente imaginando que salen rayosláser de mis ojos e incendiando su rubio cabello. Luego miro a Max y loveo siguiéndola con la mirada también, pero en cambio de mirarlacomo yo lo hago, él la mira con una sonrisa en el rostro, siguiendo su

    silueta.

    Él siente mi mirada.

     — ¿Qué? — pregunta.

    Ruedo los ojos.

     — Sécate la baba.

    Max suelta una carcajada. — Sí, claro — él imita limpiarse un rastrode saliva del mentón y luego seca su imaginaria baba por mi brazo. Nopuedo evitar soltar un “Eww”  por instinto. Sé que en realidad no haybaba allí, pero aún así… 

    Lo empujo con una mano y él vuelve a reír, ésta vuelta,respondiendo a mi gesto, me estira del cabello.

    MAX 

    Cuando estiro del cabello a Amy ella da un manotazo a mi mano e

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    inmediatamente no puedo evitar soltar una carcajada. Es tan fácilmeterse con ella que es casi cómico todos los gestos que hace, creoque no se da cuenta de ello.

    Si no la conociera mejor  — cosa que es mentira. En verdad no la

    conozco del todo —  diría que está celosa por la forma en que asesinacon la mirada la espalda de Érica.

    Seguimos nuestro aburrido camino hacia la próxima clase. En ello,estoy seguro de que Amy está cansada de mi presencia y aún no hanhecho si quiera cinco minutos, debido a la forma en la que me mira decostado cada vez que la pincho en el hombro, como si fuera que lequiero decir algo y luego me hago del tonto, mirando hacia otro ladomientras ella se gira hacia mí dirección.

    Aún no estoy del todo cerca de aburrirme de esto. Es divertidocomo el infierno. A veces, puedo ser realmente un dolor en el traserocuando me lo propongo.

    Amy suelta un suspiro resignado y sigue caminando. Sin embargo,rápidamente se me pasa el molestarla, pues soy interceptado por ungrupo de chicas, entre ellas Érica. Otra vez.

    Amy rápidamente toma esa ventaja y se aleja, estoy tentado en

    llamarla pero inmediatamente me olvido de ello. Todas estas chicasestán alabando cuan bueno soy con la guitarra y diciéndome quedefinitivamente tendría que dar clases. Todas quieren aprender.

    Sonrío con suficiencia.

    En verdad no he dicho más de dos palabras aún, no tengo laoportunidad. Todas se la pasan hablando sin cesar y yo las dejo,disfrutando de mi momentánea fama como guitarrista.

    A medida que pasa el día, estoy malditamente seguro que lamitad de mis compañeros de curso me odia. Lo puedo decir por laforma en la que me miran con rencor y luego dirigen sus ojos hacia laschicas a mí alrededor.

    No me importa.

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    Coloco ambos brazos sobre sus hombros cuando vamos hacia lasalida. Uno de ellos sobre el hombro de Érica y el otro es el de… bueno,no lo sé. Una de las tantas chicas.

    Esto es malditamente genial.

    Me despido cuando salgo al aparcamiento. Mis ojos se posan enmi no tan nuevo y moderno auto. Es un Mercedes Benz color negro, delaño 90. Si bien, no es el modelo más nuevo, yo creo que amo a esteauto. Lo compre con mi propio dinero. Y eso se siente tan bien como lamierda.

    Cuando cierro la puerta a mi costado, estoy listo para salir de esteinfierno de lugar, giro la llave esperando escuchar el rugido del motor ysonrío cuando mi auto brama lleno de vida. Rápidamente acomodo elretrovisor, preparado para salir del aparcamiento cuando me fijo enAmy unos metros más atrás, bajándose de su auto y dando una furiosapatada a su rueda izquierda.

    Sin pensarlo dos veces, lentamente reculo el auto y me coloco allado de ella, bajo la ventanilla y saco un brazo fuera del auto, en unade esas poses tan ridículas que he visto miles de veces en la televisión. Sino fuera porque estoy disfrutando su mirada de odio hacia la llanta, mehubiera golpeado a mi mismo por mi tonta estupidez.

     — ¿Problemas? — pregunto.

    Ella levanta la mirada, luego recorre con sus ojos a mí alrededor,abriendo mucho los ojos.

     — Oh, estas sin tu grupo de fans. ¡Qué sorpresa!  — dicesarcásticamente.

     — ¿Celosa?

    Ella levanta una oscura ceja.

     — De acuerdo, no estás celosa. Lo capto. Mierda, mi plan saliómal  — digo en broma, moviendo mi puño frente a mi rostro, fingiendofrustración.

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     — Ah  — ella gira sus ojos ante mi gesto, luego los pone en finasrendijas —  ¿Qué quieres? — chasquea.

    Levanto ambas manos al aire ante su tono.

     —Bueno, bueno… tenía pensado darte un aventón amiga mía,viendo el pésimo estado de tu llanta, pero ya que estás siendo malaconmigo, creo que mejor me iré… — respondo, moviendo la palancade mano para recular.

     — ¡Espera!  — Ella grita dando un paso adelante —   lo siento, losiento. Si necesito un aventón.

    AMY 

    Me maldigo mentalmente por desquitarme con Max acerca de millanta, cuando él sólo vino a ofrecerse para llevarme a casa. Sonríodulcemente mientras espero que él me diga que puedo subir al auto. Enun gesto exagerado, él posa dramáticamente una mano sobre su

    mentón, como si estuviera evaluando la situación.

     — ¿Y bien?  — apremio —   ¿Me llevarás? Prometo no ser malacontigo.

    Luego de un momento, él asiente.

     — Bien. Sube.

    Sin pensarlo dos veces, tomo mi mochila de Gema, y bloqueo el

    auto. Rápidamente subo al lado de Max, en el asiento del pasajero.

    Por un momento, él se queda callado mientras recula el auto ysale del aparcamiento. Luego de unos minutos, pregunta.

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     — -¿Qué le pasó a la estrella de tu auto?

     — ¿De Gema?

    Él frunce el ceño.

     — ¿Quién?

     — Mi auto. La nombre Gema.

    Él desvía los ojos de la carretera para mirarme.

     — ¿Nombraste a tu auto como a una piedra?

    Me encojo de hombros.

     — ¿Qué si lo he hecho?

    El niega con la cabeza, despejándose. — Lo que sea, en fin, no mehas dicho qué le pasó a la estrella de Gema.

    Suelto un bufido.

     — Un par de idiotas me lo robaron cuando salía a recoger a Kiara

    para irnos a la fiesta de Connor.

    Él asiente, suelta aire por la boca, luego sube una mano hacia sucuello y lo frota distraídamente.

     —Bueno… — empieza. Tengo un mal presentimiento acerca dequé me dirá a continuación —…  puede que yo tenga una idea dequiénes son esos idiotas.

    Lo miro de reojo, con esperanza en los ojos.

     — ¿Lo sabes?

    Max vuelve a asentir.

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     — ¿Quiénes son? — pregunto, alentándolo.

    Max suspira pesadamente y ambas de sus manos aprietan elvolante — Nosotros.

    Frunzo el ceño ante su revelación. — ¿Nosotros? ¿Qué —  

     —Me refiero a mí y a mis amigos. Chad, Daniel… entre otros.Nosotros tomamos tu estrella.

     — ¿Qué? ¿Por qué?

     —Bueno… estábamos aburridos y pensamos que sería graciosorobar unas cuantas estrellas de ciertos autos lujosos en aquel Barrio… 

    Levanto ambas manos, sin poder creerlo.

     — Oh, genial Max. Simplemente genial.  — lo señalo con un dedoacusador  —  Tú amigo mío, has robado mi estrella.

    Para mi consternación él tiene el lujo de lucir avergonzado.

     — Lo siento, en serio. Entonces no sabía que ese era tu auto. Y enmi defensa, ni siquiera te conocía y mucho menos sabía que

    eventualmente serías mi compañera. Es cosa del destino.  — me dirigeuna sonrisa irregular.

    Lo miro con ojos rabiosos.

     — Idiota. Si no fuera porque realmente necesito un aventón acasa, ahora mismo me bajaría de tu auto. No lo dudes.

     — No lo dudo, amiga — . Vuelve a decir  —  Lo siento.

     — No me llames amiga — chasqueo.

    Max gira sus ojos.  — Vamos, no seas dramática, conseguiré unaestrella para ti y lo dejaré como nuevo. Lo prometo.

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    Dudo por un momento.

     — Bien — gruño, cruzándome de brazos. — Más te vale.

    El resto del camino, lo recurrimos en silencio. He decido hacer elvoto de silencio. Sé que suena tonto, pero no me importa. Realmenteme molesta que Max haya hecho eso. Sin darme cuenta, en menos dediez minutos, estamos estacionados frente a la vereda de mi casa.

    Me pregunto cómo sabía dónde vivo, pero luego recuerdo que élya había pasado por aquí aquella noche en la cual saqueó mi estrella.Sin decir palabra, empiezo a moverme para apearme del auto, pero derepente, su mano de hierro me mantiene en mi lugar.

     — Oye, te lo compensaré.

    Vuelvo mis ojos en rendijas hacia él y levanto una ceja a modo deinterrogación, aún sin dirigirle palabra.

     — Sal conmigo. — dice repentinamente.

     — ¿Qué? — suelto sorprendida. Y ahí se va mi voto de silencio… 

     — Sal conmigo. Te lo dije. Te lo compensaré. No seas mala.

    No necesite pensarlo dos veces.

     — No.

    Ahora es su turno de lucir sorprendido.

     — ¿Qué?¿Por qué no?

    Giro los ojos y aclaro:

     — No saldré contigo, Max.

    Él posa dramáticamente una mano sobre su corazón herido o esoes lo que parece.

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     — Prometiste no ser mala, Amy. Estás rompiendo mi corazón aquí.

     — Querrás decir tu ego. — lo corrijo.

    Él asiente en comprensión.

     — Eso también. Vamos Amy, estoy tratando de ser bueno. Eres minueva amiga, ¿recuerdas?

     — Una razón más para rechazar tu propuesta. Los amigos no salen juntos, Max.

    Max clavó sus ojos en los míos.

     — ¡Eso es una mierda! ¿Quién lo dijo? ¿Hay una ley acerca deello?

     —¿Qué? No, pero… 

    Rápidamente me interrumpe.

     — Entonces podemos salir juntos — dice resuelto.

     — No. — vuelvo a repetir otra vez.

    Él suspira frustrado. — Sí que eres difícil, mujer. ¿Por qué es tan malodecir que sí? Somos amigos, los amigos salen juntos. Generalmente lollaman salidas entre amigos, sabes. Si te preocupa estar a solasconmigo, puedo traer a Chad y tu traes a Kiara o algo parecido… 

     — No me preocupa estar a solas contigo  — -digo rápidamente.Bueno, mentira. Tal vez si me preocupa sólo un poquito estar a solas conél.

    Él sonríe triunfante.

    Entonces añado para salvar mi gran incomodidad:  — Pero no meopongo a una salida de amigos. Tú traes a Chad y yo a Kiara. Eso suenabien.

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    Gallina, gallina, gallina, me digo mentalmente.

    La sonrisa de Max decae un poco.

     — Bien  — continúa, ahora luciendo tranquilo —   esta vueltasaldremos en grupo. Pero la próxima dirás que sí a salir conmigo. Sólonosotros dos, juntos.

    Niego con la cabeza mientras empujo la puerta para bajarme delauto.

     — No lo creo.

    Él se encoge de hombros y pone una mano sobre la palanca.

     — Eso dices ahora.

    Y con esa última palabra, cierro de golpe la puerta del pasajero yrápidamente desaparezco dentro de mi casa. Aún insegura de habertomado la decisión correcta.

    ¿Quién sabe? Tal vez, la próxima diré que si, no lo sé. Y creo, queeso es lo que más miedo me da.

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    Capítulo 6MAX 

     — ¿Quién? ¿Esa?

     — No. La otra.  — aclaro, señalando a la chica de cabello rojosentada al lado de una rubia despampanante. Chad asiente con lamirada mientras observa detalladamente a la pelirroja. Por la maneraen que su boca se curva, estoy malditamente seguro de que le gusta lo

    que está viendo.

     — Caliente — asegura, moviendo la cabeza en afirmación.

     — Lo es  — estoy de acuerdo —   a la cuenta de tres vamos aacercarnos. Tú hacia la derecha y yo hacia la izquierda  — le digo aChad poniendo una mano en su hombro, mientras sigo observando aambas chicas. Hace un rato nos habían fichado con sus ojos.Especialmente la rubia, quien me había sonreído interesadamente.

    Los ojos de la rubia se vuelven a encontrar con los míos.

     — Tres.  — señalo y empezamos a caminar hacia ellas. La rubiacodea a su amiga y cabecea hacia nosotros. La pelirroja lleva unamano hacia su cabello en un gesto un tanto obvio y mentalmente mefelicito a mí mismo. Aún no hemos hablado con ellas y ambas ya estánnerviosas.

    Es entonces cuando Amy aparece en nuestro camino junto a

    Kiara. Chad y yo nos detenemos de golpe.

     — ¡Aquí están! — ella grita por sobre el ruido de la fuerte música dela discoteca —  no puedo creer que esta sea tu idea de una "salida deamigos" — Amy junta sus dedos haciendo comillas en el aire.

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     — ¿A dónde van?  — pregunta Kiara. De inmediato mis ojos sedesvían por sobre ellas, hacia las dos chicas sentadas en el fondo.

    Amy sigue mi mirada al igual que Kiara.

     — Ah  — dice —   ya veo. Bravo. Nos invitan a una discoteca y loprimero que hacen es buscar a otras chicas con quienes bailar.

    Eso capta mi atención y me trae de vuelta.

     — ¿Tenían pensado bailar con nosotros?  — pregunto sorprendido.Antes de venir, Chad y yo habíamos discutido los pros y los contras deesta salida de amigos. Sé que suena estúpido llevarlas a una discoteca,pero oye, eso es lo que entre mis amigos hacemos. ¿Qué se supone que

    hiciera? ¿Llevarlas al cine?. Nah. Eso sería como una cita, esta era unasalida entre amigos. La próxima vez que saliera con Amy... bueno, esa síque sería una salida diferente.

    Estábamos seguros de que Amy me rechazaría si la invitaba abailar y ahora sale con esto...

     — ¡No! — responde ella —  Dios, no. Eso sería muy raro.

    Hombre... ya no sabía qué pensar.

     — ¿Entonces por qué te quejas de que invite a otra chica a bailar? — pregunto con mi ceja aún en el aire. La ceja de Amy iguala a la mía.

     — Yo no me estoy quejando.

    Abro mi boca para debatir su respuesta debido a suscontradictorios actos pero Chad me interrumpe. Su mano golpea miespalda un poco demasiado fuerte.

     — En fin  — continúa el idiota de Chad —   esperamos que sediviertan chicas. Ésta es una gran salida de amigos, ¿no creen?

     — Si — concuerdo —  pero no se alejen demasiado. Mantendremosun ojo en ustedes.

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    Y con eso dicho, me muevo de lado y continúo mi camino hacialas chicas del fondo.

    Han pasado veinte minutos y tengo una cara de culo.

    Definitivamente esta fue la peor idea que he tenido en muchotiempo. Sabía que era un idiota la mayor parte del tiempo, pero aún así,no me imaginaba que lo sería en un nivel tan profundo.

    Esta rubia no ha dejado de hablar desde que tome asiento allado de ella. Y cada cosa que sale de su boca... bueno, diría quecallada se veía más bonita. ¿Ahora? Ahora no tanto.

    No he quitado un ojo de Amy desde que desapareció en lamultitud de cuerpos danzantes. Cuando se presentó hace media hora

    con Kiara, realmente no me había fijado en su atuendo. Pero ahora quela puedo mirar bailar... hombre, si que está buena.

    Tiene una corta pollera negra y una blusa fucsia, sus labios delmismo tono al igual que sus altos zapatos. Su largo cabello cuelga en suespalda y se mueve de un lado a otro mientras ella baila junto a Kiara alson de la música.

    Me he fijado que le gusta bailar música electrónica en la pista,pero no lo hace tanto con otras músicas. En este momento la música

    pasa a una cumbia y ella junta su cabello a un lado, sus ojos se muevenhacia atrás y se posan en mí. Sin pensarlo dos veces ella camina haciadonde estoy sentado.

    Me acomodo en mi lugar, siguiendo sus movimientos de cadera.

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     — Oye  — dice dejándose caer en el asiento. Mi brazo izquierdoestá rodeando a la rubia, quien mira a Amy interrogativamente.

     — Oh, ¿ella es tu hermanita? — pregunta Paola... ¿o era Paula?

    Amy suelta una carcajada. — No, yo no...

     — Sí, lo es. — digo en broma.

     — No, no lo soy — rebate ella. Se inclina hacia adelante, mirando aPaola/Paula. — Está mintiendo.

     — Ya  — dice la rubia. Creo que ese será su apodo de ahora enmás, no logro recordar su maldito nombre —  Pensé que eras su hermana

    menor ya que él no ha quitado los ojos de ti en toda la noche.

    Eso me toma por sorpresa. Yo no la había estado mirando toda lanoche. Apenas son las doce.

    Las cejas de Amy suben arriba. — ¿En serio?

     — ¿Qué?  — me defiendo —   yo te traje aquí, así que si algo tellegara a suceder sería culpa mía.

    Ella rueda los ojos.

     — Claro que no. Puedo cuidarme sola, te lo aseguro.

    Pongo los ojos en rendijas, dudando seriamente de esaafirmación. Ciertamente ella es toda una luchadora, pero estoymalditamente seguro de que no podría alejar a un chico si intentarasobrepasarse con ella. Nuevamente, abro la poca para decir algo perola rubia me interrumpe:

     — Vayamos a bailar  — dice, poniéndose en pie. Lentamenteacomoda su minifalda. Claramente, un punto para que mis ojos sedesvíen.  — Vamos, Max.  — repite, estirando de mis manos hacia arribapara ponerme en pie.

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    Miro a Amy. No la quiero dejar aquí sola en la oscuridad.

     — La has escuchado. Ella puede cuidarse sola  — la rubia mira aAmy —  además, estoy segura de que no estará sola por mucho tiempo,algún chico ha de venir a hablarle.

    Y con eso, ella estira de mí, dejo que me guíe a la pista de baile yme pregunto qué rayos estoy haciendo. Minutos después veo a Amyaceptar bailar con un chico de remera rosada.

    Remera rosada.

    Oh, vamos. Sé que puede hacerlo mucho mejor que eso.

    La música cambia y cambia y los brazos de la rubia siguenamarrados alrededor de mi cuello. ¿Acaso no se cansa de tener losbrazos arriba?

    Entonces la música cambia a una más lenta y para qué voy amentir. Creo que nunca más seré capaz de salir de su amarre. Tal vez sequedará pegada a mí como una garrapata toda mi vida.

    Mierda, si que doy pena.

    Estoy pensando en estupideces cuando tengo a una sexy rubia enmis brazos. Sin pensarlo demasiado, mis ojos vuelven a desviarse haciaAmy, en su busca para ver cómo lo está haciendo. Es cuando veo losbrazos del tipo bajar lentamente de la cintura de ella hacia su cadera...hasta posarse sobre su trasero.

    Me detengo completamente.

    Estoy a dos segundos de moverme lejos de la rubia para apartarde un golpe a este idiota cuando Amy coloca sus manos sobre las

    manos del muchacho y las mueve lejos de su trasero.

    Me siento relajar. Tal vez ella si puede cuidarse sola al final del día.

    Los brazos del tipo se alejan, pero no del todo, aún están al

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    acecho. Lo puedo decir por la manera en que empieza a pegar sucadera a la de ella. Mi pulso empieza a calentarse, cuando sus brazosvuelven a bajar hacia el trasero de Amy. Ella intenta retroceder, veocomo sus labios forman la palabra "Aléjate", pero el idiota la tieneacorralada y no la va a dejar ir.

    Sin pensar en lo que estoy haciendo, rápidamente me libero delos brazos de la rubia. Mi pulso retumbando en mis oídos mientras meacerco en dos enormes zancadas y agarro al tipo del cuello y lo estirohacia atrás con fuerza. Él se tambalea, pero no le doy tiempo de quesuba la guardia pues inmediatamente dirijo un puñetazo a su rostro y lovuelvo a empujar hacia atrás.

    El rosado cae al suelo.

    Sangre corre de su nariz, manchando su ridícula remera rosada.Un círculo de personas se ha formado a nuestro alrededor, la músicasigue sonando pero unos cuantos ya no la están bailando debido aestán prestando toda la atención posible a este show inminente.

    Me inclino hacia él y digo con tono amenazador:

     — Ella dijo que te alejaras.

     — ¿Y quién puta eres tú para decirme qué hacer?  — poniéndosetorpemente en pie.

    Levanto pecho y pego mi rostro al suyo.

     — Alguien con quien no quieres meterte, imbécil.

    Su rostro se torna del color de su remera. — ¿Oh, sí?  — dice y coneso me empuja hacia atrás. No me muevo ni me tambaleo. Este imbécilno me va a hacer caer nunca. Soy mucho más fuerte que él y si lo

    deseo, antes de que se dé cuenta, puedo partir su maldito rostro yvolverlo totalmente rojo.

     — FUERA.

    Una nueva voz ruge con profundidad sobre la música cerca de mi

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    oído. Alejo la mirada del imbécil y me fijo en dos gigantes hombresvestidos de negro con los brazos cruzados y las piernas estiradas, ambosluciendo como unos gorilas.

    Seguridad.

    Asiento hacia ellos sin decir palabra y con eso me giro hacia Amyquien está de pie, sin moverse si quiera un centímetro. Bueno, creo quela asuste. Pero que me jodan, no podía dejar que ese tipo siguierahaciendo lo que estaba haciendo.

    Rodeo con un brazo su cintura, la tiro al lado mío y empezamos acaminar hacia la salida. Inclino mi boca hacia su oído en nuestrocamino hacia la puerta.

     — No creo que puedas cuidarte tú sola.

    Ella toma una respiración profunda.  — Bueno, me alegra de queestés ahí.  — dice y mi estómago se retuerce en un giro extraño. Luegome doy cuenta de que no he comido en toda la noche. Puede que seasólo el hambre después de todo.

    Con una nueva resolución en mente, salimos fuera de ladiscoteca, seguidos de cerca por seguridad. Tomo mi celular de mi

    bolsillo y disco el número de Chad.

    Él responde inmediatamente. — Hermano, ¿dónde mierda estás?

     — Fuera. Larga historia — le digo observando el aparcamiento conatención. Hago un movimiento de cabeza hacia Amy y empezamos acaminar hacia mi auto.  — Escucha. Voy a llevar a Amy por algo decomer. Encárgate de Kiara. Lo digo en serio.

     — Está bien.

     — ¿Max? — dice Amy. Su tono me extraña por lo que la miro. Veocomo su frente se frunce y sigo su mirada. El idiota de rosado estásaliendo de la discoteca seguido de cerca por seguridad. Una vezafuera sus ojos me encuentran y sonríe. Luego, dos tipos salen detrás deél y se colocan al lado suyo.

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     — Mierda — suelto.

     — ¿Qué pasa? — pregunta Chad en mi oído.

     — Ven afuera. Ahora. Problemas. — digo, y guardo mi celular en elbolsillo de mi pantalón. Con un brazo, empujo detrás de mí a Amy y ledigo: — Mantente lo más alejada posible.

    AMY 

    Max me mueve detrás de él. Su enorme espalda me esconde de la vistade los demás.

     — Max  — digo poniéndome de puntillas, veo como Ben, el chicocon el que bailé minutos atrás, se acerca hacia nosotros con otros dosmuchachos. Trago saliva y retrocedo un paso. —   mejor nos vamosrápido de aquí.

    Él me mira sobre su hombro.

     — Eso quisiera.

    Entonces su brazo izquierdo sale disparado y envuelve mi cintura.Tropiezo sobre mis pies mientras él me arrastra consigo hacia atrás.

     — No trates de ayudarme, ¿oíste?  — dice, su rostro cerca de mimejilla. Sus oscuros ojos perforando en los míos. Asiento sin decirpalabra, luego él se gira nuevamente hacia adelante y empieza acaminar con lentitud hacia Ben.

     — Chico rosa  — dice Max con una sonrisa en sus labios —  creí quete había enseñado una lecc