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En la tierra como en el cielo Una antropología para el tercer milenio Jesús Morán Todo parte del amor Chiara Lubich Siete palabras para un crecimiento unitario de la persona Caterina Mulatero Dones y carismas en comunión. Desafíos y responsabilidades José-Damián Gaitán, o.c.d. Clara Luce Badano. Una obra maestra de Dios Mariagracia Baroni Encontré la serenidad y la paz Giovanni Marconcini, im.c. N.º 76/2010 Octubre - Diciembre Unidad y Carismas

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En la tierra como en el cielo

Una antropología para el tercer milenio Jesús Morán

Todo parte del amor Chiara Lubich

Siete palabras para

un crecimiento unitario de la persona Caterina Mulatero

Dones y carismas en comunión.

Desafíos y responsabilidades José-Damián Gaitán, o.c.d.

Clara Luce Badano. Una obra maestra de Dios Mariagracia Baroni

Encontré la serenidad y la paz Giovanni Marconcini, im.c.

N.º 76/2010 Octubre - Diciembre

Unidad y Carismas

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EEddiicciióónn iittaall iiaannaa

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

EEddiicciióónn iinngglleessaa

«Charisms in Unity», Theo Jansen, ofmcapLoc. S. Vito, 53 Loppiano50064 Incisa Valdarno, Firenze, [email protected]

EEddiicciióónn ffrraanncceessaa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

EEddiicciióónn aalleemmaannaa

«Charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

EEddiicciióónn eesslloovveennaa

«Edinost in Karizme», Leopold Grcar, ofmSI – 4243 Brezje 72, [email protected]

EEddiicciióónn ppoollaaccaa

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Mycielski, osbBiskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

EEddiicciióónn eessppaaññoollaaEdita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)

Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Depósito Legal: M-16.216-1991 Método Gráfico, SL. • Tel. 91 304 25 75

Unidad y CarismasRevista trimestral de espiritualidad y comunión

EEddiicciióónn ppoorrttuugguueessaa«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, svdC.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Director responsable: José Damián Gaitán, o.c.d. Composición: José Luis Belver, o.s.a.Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]: España 12 € - Europa 14 € - Otros Países 16 €Transferencia a Banco Sabadell, nº de cuenta: 0081/0155/89/0002110519

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AVISO IMPORTANTE A LOS LECTORES

Estimados lectores de “Unidad y Carismas”:

Les comunicamos que después de este número 76 de la revista,dejaremos de imprimirla en papel, o sea, que su distribución no sehará mediante el correo postal.

En adelante la seguiremos editando, pero en formato digital.Hoy día, en los ámbitos a los que pueda llegar nuestro mensaje, esraro que ya no se disponga de internet, utilizando cada vez máseste sistema rápido, seguro y más barato como formidable mediode comunicación.

Por tanto, una vez al trimestre (en los meses de marzo, junio,septiembre y diciembre) colocaremos “Unidad y Carismas” en in-ternet con acceso público, gratuito, con la posibilidad de que sepueda imprimir parcial o totalmente, según se desee.

El próximo número, 77 de la revista, ya se podrá encontrar acce-diendo a la siguiente dirección: www.unidadycarismas.es

En dicha página web aparecerá también esta otra dirección:[email protected] como una ventana para el diálo-go y comunicación entre la dirección de la revista y los lectoresy de éstos con la dirección.

Esperamos que nuestra publicación siga ofreciendo a la vidaconsagrada, a los sacerdotes y a los laicos, el servicio que, partien-do del carisma de la unidad, propio de la Obra de María (Movi-miento de los focolares), sea provechoso como hasta el presente y,a través de la edición online, se difunda mucho más.

Con nuestro deseo de un Feliz Año 2011.

LA REDACCIÓN

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Unidad y Carismas

Unidad y Carismas, N.º 76 Octubre - Diciembre 2010

EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

Editorial

Armonía y comunión Santiago Sierra, o.s.a. 3

Perspectivas

Una atropología para el tercer milenio Jesús Morán 4

Todo parte del amor Chiara Lubich 13

Siete palabras para

un crecimiento unitario de la persona Caterina Mulatero 16

Dones y carismas en comunión:

Desafíos y responsabilidades José-Damián Gaitán, o.c.d. 24

Testigos

Clara Luce Badano.

Una obra maestra de Dios Mariagracia Baroni 30

Experiencias

Encontré la serenidad y la paz Giovanni Marconcini, i.m.c. 35

«Fui forastero y me acogisteis» Alois Schlachter, c.pp.s. 39

Redacción Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm.; José Luis Belver,

o.s.a.; Juan Gil, o.carm.; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

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«Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión: éste es el gran desafío que tenemosante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y respondertambién a las profundas esperanzas del mundo» (Juan Pablo II, NMI 43).

El camino cristiano es comunión de personas como en la Trinidad. Y dentro de la Iglesia lavida consagrada, como expresión de la diversidad carismática con la que el Espíritu Santo la en-riquece y la hace siempre nueva y la llena de vida, se configura como espacio humano habitadopor la Trinidad, de tal manera que la armonía y la comunión son dos realidades imprescindiblespara entender el ser y el deber ser de esta vida consagrada y su auténtica misión en el mundo yen la Iglesia.

Frente a tantos fragmentalismos y divisiones, a nivel personal y a nivel social, la antropologíatrinitaria, que se desprende de la espiritualidad de la unidad, ilumina y sirve de modelo paranuestro compromiso de armonía y de comunión, abriendo nuevos senderos de relación entre loscarismas.

En este número de nuestra revista, J. Morán, partiendo del actual emerger antropológico eidentificando la intersubjetividad como el nuevo paradigma cultural, presenta un proyecto de hu-manismo que, nacido del carisma de la unidad de Chiara Lubich, hunde sus raíces en el modelotrinitario, tiene como medida el misterio de Jesús Abandonado, y ve en María la figura-tipo de surealización. Sobre esta misma base, C. Mulatero expone cómo el paradigma de la unidad ofreceun modelo organizativo, los “siete aspectos”, que lleva a vivir una cierta unificación interior yexterior, y que ofrecen un camino para plasmar con mayor integración y armonía todas las di-mensiones que miran a la persona y a la colectividad.

J. D. Gaitán ilustra el proyecto de nuestra revista “Unidad y Carismas”, señalando su aporta-ción al diálogo entre los carismas como fuente de nuevos caminos para la renovación de la vidaconsagrada.

Un testimonio de luz, el de Clara Luce, que, en la breve existencia de 18 años, vivida a la luzdel carisma de la unidad, se nos muestra como verdadera obra maestra de Dios, habiendo sidopropuesta por la Iglesia como modelo para los jóvenes y para todos al ser beatificada el 25 deseptiembre de 2010.

Finalmente, las experiencias de dos religiosos, vividas en ambientes distintos, pero partiendosiempre de la misma realidad de fondo: la unidad, luz que ilumina, armoniza y lo ordena todo.

Santiago Sierra, o.s.a.

EDITORIAL

Armonía y comunión

N.º 76 - Octubre-Diciembrre 2010

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Unidad y Carismas

DDDDIVIDO mi exposición en cuatroapartados. El primero es una des-cripción sucinta del actual contex-

to cultural, con sus contradicciones y sus re-pliegues antropológicos, tal como lo descri-ben algunas voces autorizadas. En el segun-do presento un breve excursus sobre las gran-des etapas de la historia que preceden almomento actual. En el tercero intento refle-xionar sobre los desafíos que todo esto re-presenta para la autoconciencia de la Igle-sia. El cuarto es un intento de exponer laaportación que el carisma de la unidad deChiara Lubich puede dar a la actual “emer-gencia antropológica”.

«La segunda modernidad» y sus aporías

El proceso llevado a cabo en Occidentedesde hace al menos tres siglos se describegeneralmente como un camino de moderni-

zación que, desde el punto de vista antropo-lógico, significa, en rigurosa síntesis, unproceso de individualización. Z. Bauman,en un ensayo que se titula Individualmentejuntos, lo describe en estos términos: «La in-dividualización consiste en el paso de una visiónde la identidad humana como algo ‘dado’ a unacomo ‘tarea’, y en la atribución a los actores de laresponsabilidad de la realización de dicha tarea yde las consecuencias (los efectos colaterales) de susacciones. En otras palabras, consiste en la institu-ción de una autonomía de iure (no necesariamen-te de una autonomía de facto). Los seres huma-nos no vienen ya al mundo con sus identidadesdefinidas» 1. Lo característico de la épocamoderna, según él, es esta carrera hacia laautodeterminación.

Los resultados, sin embargo, no son losque cabría esperar: «La capacidad autoafirma-tiva –prosigue– de las mujeres y de los hombresindividualizados, por lo general, no consigue lo

Jesús Morán

Una antropologíapara el tercer milenio

El autor, después de una breve panorámica sobre las paradojas de la cultura postmodernay un breve excursus histórico sobre los distintos esquemas antropológicos que la preceden,presenta el humanismo de la unidad, que brota del carisma de Chiara Lubich, como pro-puesta antropológica para el tercer milenio.

PERSPECTIVAS

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que se pediría de una efectiva autoconstitución» 2,es decir, una sociedad más digna del hom-bre y vivible para todos, una convivenciaentre iguales solidarios.

Al contrario, parece que el proceso engeneral está llevando a una especie de «de-sintegración de la ciudadanía» 3, con conse-cuencias destructoras para los mismos indi-viduos. Lo que al final encontramos son«‘comunidades’ frágiles y de breve duracióncomo también emociones dispersas y volátiles,que saltan de modo errático de un objetivo a otroy que van de una parte a otra en una búsquedavana de un puerto seguro: comunidades funda-das en preocupaciones compartidas, en miedos yodios comunes, pero, en cualquier caso, comuni-dades temporales» 4.

Bauman cita a U. Beck para afirmar quelo que está emergiendo de esta disoluciónes «el yo desnudo, agresivo, asustado, en unabúsqueda desesperada de ayuda y amor. En estabúsqueda de sí mismo y de una sociedad solida-ria, se pierde fácilmente en la jungla del sí… Unser desorientado en la niebla de su sí es ya inca-paz de tomar conciencia que este aislamiento,este ‘confinamiento solitario del yo’, es una con-denación general» 5.

Y concluye: «Esta enorme distancia entre elderecho a la autoafirmación y la capacidad decontrolar los contextos sociales, que hacen tal au-toafirmación posible o irreal, parece ser la princi-pal contradicción de la ‘segunda modernidad’;una época que, a través de tentativas y errores,reflexiones críticas y audaces experimentacionesdebemos descubrir colectivamente y afrontar co-lectivamente» 6.

Bauman es partidario de la idea de “radi-calizar la modernidad” para encontrar unaposible solución 7. Pero ¿cómo? ¿En qué di-rección ir? Por su parte, J. Rifkin, en su últi-mo libro La civilización empática, en el queofrece una lectura de la historia de las civili-zaciones desde este punto de vista, proponeprofundizar en las cualidades humanas quepodrían hacernos salir de la crisis actual:

«Civilizaciones cada vez más complejas –afir-ma– y hambrientas de recursos permiten al hom-bre comprimir el espacio y el tiempo, esparcir…una especie de sistema nervioso central colectivopara abrazar áreas cada vez más bastas de la exis-tencia. Hacemos todo esto para encontrar signifi-cado a través de la pertenencia a un ámbito másrico y profundo de la realidad» 8.

Y advierte: «Una idea radicalmente nuevade la naturaleza humana está lentamente emer-giendo y adquiriendo fuerza, con implicacionesrevolucionarias sobre el modo como, en los siglosvenideros, interpretaremos y organizaremos nues-tras relaciones sociales y ambientales. Hemos des-cubierto el Homo empaticus» 9.

Me parece que los textos citados hastaaquí pueden representar perfectamente laautoconciencia lúcida y sufrida del trascu-rrir existencial de los hombres y mujeres denuestro tiempo. El diagnóstico parece acer-tado. Pero la etiología profunda de los fenó-menos, y sobre todo los posibles caminos demaduración y superación de los mismos, es-tán todavía en fase de elaboración.

Breve excursus histórico

Esta “segunda modernidad”, caracteriza-da por ese fenómeno que se ha llamado “in-dividualización”, en la cual se indicia –siqueremos aceptar la tesis de Rifkin– un nue-vo tipo de hombre, representa el último es-labón de un largo recorrido histórico, en elque tal vez valga la pena detenerse por unmomento.

Para las posibles características de esterecorrido, al menos por lo que se refiere aOccidente, voy a seguir aquí de cerca lo queG.M. Zanghi ha expuesto en diversos traba-jos suyos 10. Para él, la historia occidentalnos ha propuesto diversas concepciones delhombre, diversas antropologías, todas uni-das a un determinado modo de pensar. Hayque notar que estas diversas etapas no soncompartimentos estancos, perfectamente

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delimitados en el tiempo y en el espacio,sino sólo grandes líneas históricas (estamosmás en la filosofía de la historia que en lahistoria misma), que se superan las unas alas otras, incluso conviviendo y mezclándo-se en fases sucesivas.

La primera etapa sería la caracterizada por«el pensar como mito». Sus rasgos fundamen-tales serían los siguientes: la inmersión en lodivino, concebido como regazo del que nose distingue el hombre; la comunión pro-funda con el universo; el sentido total de de-pendencia; la sacralización y ritualizaciónde la existencia; el dominio de la clase sa-cerdotal; la percepción difusa de una lacera-ción misteriosa en el Uno envolvente de larealidad.

En la cultura mitológica el sujeto pensan-te es el grupo y el objeto pensado es lo divi-no. El todo –pensante y pensado– envueltopor la luz de lo divino. La categoría funda-mental del pensamiento es la memoria, quereproduce la realidad originaria en la que sequiere siempre permanecer. “Prevalece elBien” y emerge la figura de la Gran Madre,que “lo custodia y lo nutre todo”.

La segunda etapa sería la caracterizada por“el pensar como logos”. Estamos en la lla-mada “época eje”, con el fenómeno del pro-fetismo en Israel, Buda y los Upanishad enla India, Confucio y Lao-Tsé en China, Zo-roastro en Irán, los presocráticos en Grecia.Sus rasgos esenciales son: el hombre se si-túa frente al divino, percibiendo a este comodistinto de sí; surge el logos como modo depensar lo divino; el pensar como decir y no

como mirar o sumergirse; el emerger de sa-bios o pensadores.

En la cultura del logos el sujeto pensantees el hombre individual y no el grupo. Se tratade concebir el todo, pero a partir del indivi-duo y, por tanto, del logos que concibe. Elobjeto pensado será la “múltiple, variada ycambiante realidad de las cosas”. Y el todo–pensante y pensado– vistos cada vez más ala luz de la razón.

La cultura del logos llega hasta la moder-nidad, que radicalizará el predominio de larazón hasta el climax del idealismo hegelia-no, al que le sigue la reacción irracionalista,el nihilismo y la postmodernidad. Por otraparte, no olvidemos –añade Zanghí– que esprecisamente en esta cultura del logos dondesurge el cristianismo con la revelación delVerbo eterno que se encarna para indicar elcamino de la verdadera divinización, perci-bida difusamente en el mito y nunca alcan-zada por la cultura del logos a causa del ine-vitable replegarse de la razón sobre sí mis-ma y por su incapacidad para superar e inte-grar la unidad y la distinción.

En efecto –dice Zanghí– «El hombre… hacompletado este recorrido, iniciado en el mito ymadurado en el logos, añadiendo por su parte elpecado. Ese NO misterioso, presentido ya en elmito como íntimo a la realidad de lo divino (yque el Logos encarnado revelará como el Sermismo de Dios, la Trinidad, Amor-abierto-en-el-Don), es percibido por el hombre “tentado”, y seha convertido para él en el no negativo del recha-zo. Casi como que el hombre no hubiera sido ca-paz por sí mismo de sostener la fuerza del Amorque es Dios Trinidad en el fuego de la unidad-dis-tinción: habría que esperar al Logos eterno en lacarne creada del Logos encarnado» 11.

El nuevo paso a dar sería cambiar el nonegativo del rechazo en el no positivo delAmor, en un vuelco decisivo del nihilismo.Sería esta la tercera etapa: «el pensar comoAmor». Sobre esto volveremos a la reflexiónde Zanghí más adelante.

El nuevo paso a dar sería cambiarel no negativo del rechazo en el nopositivo del Amor, en un vuelco de-cisivo del nihilismo. Sería esta la ter-cera etapa: «el pensar como Amor».

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También se podría decir, usando otrashermenéuticas, y siempre con el riesgo desimplificar las cosas, que la primera es unaetapa cosmoteocéntrica; la segunda logo-antro-pocéntrica y la tercera –si se logra– personalís-tica. Esta tercera etapa se sitúa plenamenteen el horizonte de la “segunda moderni-dad”. En esta línea, propuestas del tipo“homo empaticus” –como las de Rifkin– secolocan en el proceso que, en el surgir de lapersona, debería conducir el proceso de in-dividualización (Bauman) hacia la meta dela personalización.

Pero ahí está la dificultad. Porque se tratade un problema metafísico del que dependela naturaleza de la convivencia humana. Enefecto, alguien ha afirmado que «el verdaderoproblema de la convivencia estriba en que se nosdiga en qué medida y en qué modo los otros for-man parte de mi propia realidad y, recíprocamen-te, en qué medida yo formo parte de la realidadde los otros» 12. Estamos, pues, frente a unacuestión de fundamentos.

Un desafío eclesial

La Iglesia, “experta en humanidad” yanclada en la sabiduría del Evangelio, bus-ca acompañar las vicisitudes de los hom-bres y mujeres en la actual coyuntura his-tórica, profundizando cada vez más lospuntos de humanización de su mensaje. Yno podría ser de otra manera, si reconoce-mos –como debemos reconocer– que, pre-cisamente porque es “experta en humani-dad”, también la Iglesia sufre en sus hijosel dramatismo de los procesos históricos,con sus sombras y sus luces, con sus con-quistas y sus derrotas, con sus fracasos ysus esperanzas.

El hecho es que hoy, apenas iniciado eltercer milenio de nuestra era, asistimos auna verdadera “emergencia antropológica”,que envuelve prácticamente todos los ámbi-tos del obrar y del ser humano, y la Iglesia

quiere ser cada vez más un representanteautorizado de dicha emergencia. De hecho,al parecer actualmente no se puede afrontarninguna problemática con lucidez si no setoca el sustrato antropológico de la misma.Esta perspectiva actual, que va adquiriendouna mayor dimensión de profundidad y desíntesis, parece ser un gran bien, pero tam-bién es un gran desafío.

En esta línea el pontificado de Juan Pa-blo II se inauguró con la encíclica Redemptorhominis, en la que el Papa reafirmó con fuer-za la doctrina según la cual el hombre es yserá siempre el camino de la Iglesia. En suspáginas resuena la afirmación de la Gau-dium et spes: «Cristo, el nuevo Adán, en la mis-ma revelación del misterio del Padre y de suamor, manifiesta plenamente el hombre al propiohombre y le descubre la sublimidad de su voca-ción» (nº 22). El misterio del hombre, enefecto, se encierra en el misterio del hom-bre-Dios que lo manifiesta.

Y Benedicto XVI comenzó su ministerioproclamando la mayor novedad del cristia-nismo: Deus caritas est, desvelando así el ver-dadero rostro de Dios y su estar en y antesus criaturas. Amor que se hace esperanzapara el hombre (Spes salvi), es decir, prendade justicia terrena y gloria eterna. Amor quese identifica con la verdad (Caritas in verita-te=CiV), y que llega a ella porque de ellaproviene.

Es precisamente en la Caritas in veritate endonde encontramos mejor desarrollada esta

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«La transición que el proceso de glo-balización comporta, conlleva grandesdificultades y peligros, que sólo se po-drán superar si se toma conciencia delespíritu antropológico y ético que en elfondo impulsa la globalización haciametas de humanización solidaria».

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Unidad y Carismas

corriente antropológica que caracteriza ladoctrina de la Iglesia de hoy: «Hoy es precisoafirmar que la cuestión social se ha convertido ra-dicalmente en una cuestión antropológica» (n.75). Si «el mundo sufre por falta depensamiento» –afirma repitiendo el lema dePablo VI en la Populorum progressio– este va-cío sólo puede ser colmado por una «nuevasíntesis humanística» (n. 21), una verdadera“renovación” que supere el “achatamiento”que invade la cultura actual.

Se trata de tender hacia un desarrollomoral que exiga también un esfuerzo de in-teligencia y de amor, reunidos en una nuevasíntesis, para «que los diversos niveles del saberhumanos sean interactivos» en una «interdisci-plinariedad ordenada» (n. 30). Urge, por tan-to, una ampliación del concepto de razónpara hacerla capaz de acoger la verdaderarealidad del hombre y los desafíos a los quelas nuevas dinámicas mundiales lo están so-metiendo.

Con una mirada sapiencial y sintética so-bre todo este proceso, Benedicto XVI afir-ma: «La transición que el proceso de globaliza-ción comporta, conlleva grandes dificultades y pe-ligros, que sólo se podrán superar si se toma con-ciencia del espíritu antropológico y ético que en elfondo impulsa la globalización hacia metas dehumanización solidaria… Esto consentirá vivir yorientar la globalización de la humanidad en tér-minos de relacionalidad, comunión y participa-ción» (n. 42).

Desde una perspectiva más intraecle-sial, la Novo millennio ineunte de Juan Pa-blo II se situaba también en la misma líneade una llamada a la humanización-comu-nión, para dar a la Iglesia del tercer mile-nio la dimensión profética necesaria quela haga levadura y sal en la masa de la so-ciedad. Se trata de centrarse «en Cristo mis-mo, al que hay que conocer, amar e imitar, paravivir en él la vida trinitaria y transformar con élla historia hasta su perfeccionamiento en la Je-rusalén celeste» (n. 29) 13.

En esa Carta Apostólica el papa Woitylaindicó el paso hoy inexorable y necesariode una “eclesiología de comunión”, propuestacomo doctrina por el Vaticano II –es decir,como autoconciencia de la Iglesia– a una“espiritualidad de comunión” como praxiscristiana. Y para ser más concretos, JuanPablo II no dudó en proponer la creaciónde «escuelas de eclesiología de comunión»(n.43) 14, donde se pueda aprender y practi-car la vida comunitaria en su verdaderaesencia.

Todo esto nos sitúa frente a la necesidadde disponer de una pedagogía de las relacio-nes comunitarias, para no quedarse única-mente en el ámbito de las declaraciones yde los voluntarismos.

Para esto la Sabiduría Eterna de Diospensó los diversos carismas que han idoapareciendo a lo largo de la historia de lahumanidad. Estos dones, que vienen de loalto, más allá de constituir en sí mismosrespuestas “no previstas” a los grandes pro-blemas humanos de cada tiempo, se sitúanen relación sinérgica con el Magisterio ycon la vida de la Iglesia en general. Se tratade una sinergia no sólo afectiva o estratégi-ca, sino estrictamente teológica, que tienesus raíces en la coesencialidad entre caris-ma e institución (ministerio petrino y ministe-rio mariano).

Este es el punto de vista desde el que de-bemos considerar el carisma de la unidad deChiara Lubich, dado por el Padre a la Igle-sia y a la humanidad. Precisamente en latransición al tercer milenio este carisma,por su dinamismo interno y ordenado, pare-ce que posee en sí una propuesta de huma-nización para nuestro tiempo: el humanismode la unidad.

La búsqueda de “plenitud”

Retomo ahora el discurso de G.M. Zang-hí que había seguido en la parte referente al

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excursus histórico sobre las vicisitudes de lacultura occidental. Según este autor, la ter-cera etapa del recorrido histórico de Occi-dente –apenas intuida y totalmente por de-sarrollar– sería “el pensar como Amor”. Seríala cultura del Espíritu, que nos introduce enel misterio de la Trinidad, seno de infinitoAmor que contiene y refleja el verdaderorostro de Dios y el verdadero rostro delhombre. El Amor, de hecho, nos injerta enla dinámica de las relaciones trinitarias,donde adquiere sentido lo mejor de los pro-cesos históricos, pero superándolos y trans-figurándolos.

Ahondemos ahora un poco en este nuevoparadigma. En un interesante escrito, reco-gido en el volumen de inéditos póstumossobre el problema teologal del hombre, el fi-lósofo español Xavier Zubiri, al hablar de larelación entre el cristianismo y el hombreactual, contesta la visión tradicional segúnla cual el cristianismo sería primera y for-malmente una religión de la salvación. Estosería lo mismo que decir que el cristianismomira al hombre desde su constitutiva situa-ción de indigencia.

En cambio, según él, el cristianismo esuna religión de la salvación sólo como con-secuencia. Primera y fundamentalmente se-ría –citando Rm 2, 20– «morphosis», «unaconformación divina del hombre entero… unadeiformidad» 15. Según esto habría que afir-mar que el cristianismo alcanza al hombreno en su condición de indigencia, no en susfracasos, sino en sus “éxitos”.

En nuestro tiempo, un tiempo en el que–como decía Bauman– ningún hombre vie-ne al mundo con una identidad definida, esdecir, en el mundo de la autodeterminacióncomo valor fundamental, creo que la afir-mación del pensador vasco debe ser tomadaen serio por su clarividencia. De hecho, mi-rando la actualidad, concluye: «El punto decoincidencia entre el hombre actual y el cristianis-mo no es la indigencia de la vida sino su pleni-

tud” 16. La teología debería adecuarse, pues,a este cambio de perspectiva.

Me parece que el carisma de la unidad esun don especial del Espíritu para estostiempos de “plenitud” (no porque todo fun-cione bien, entendámonos, sino en el senti-do expresado por el filósofo español: pleni-tud como nueva autoconciencia del hom-bre –no obstante todas las dificultades y li-mitaciones– que quiere centrar la vida so-bre sí mismo).

El hombre de hoy, en efecto, parece que-rer reclamar algo que, llevando al máximosus posibilidades, pueda reconocerlo comopropio. Sería un recibir que llegue a percibir-se como algo que surge de su esencia másíntima. Un don que le hacer ser más, sin te-ner que regresar a un estado de sumisión in-fantil. Una auténtica “radicalización de lamodernidad” donde “el yo desnudo” dejeatrás su agresividad y sus miedos en unanueva unidad con los otros, con el Universo,con el UNO, con Dios.

¿No será –lo repetimos ahora con másfuerza– precisamente un renovado anunciodel Dios Uno y Trino, de Dios Amor, unanuncio hecho vida y relaciones trinitarias,lo que el hombre de hoy espera para lograrsu problemática plenitud?

Perspectiva trinitaria

«Inmersa en la vida trinitaria, Chiara ha sidoimpulsada a dar forma ‘trinitaria’ a toda reali-dad», dice espléndidamente Zanghí 17. Hacemás de medio siglo que el carisma de la uni-dad está intentando presentar esta visión ala humanidad. Y lo hace en sus múltiplesdimensiones: como espiritualidad, comodoctrina, como proyecto social. Creemosque se puede decir que en dicho carisma esposible encontrar una antropología porta-dora de importantes novedades.

Es una antropología trinitaria que, ple-namente incardinada en el humus del Ma-

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gisterio y de la reflexión teológica contem-poránea, ofrece su aportación a partir de surealidad carismática. Es una síntesis quetiene la virtud de iluminar la persona hu-mana en su esencia pura, es decir, vista des-de el designio eterno del Padre, desde laUni-Trinidad.

Su perspectiva es genuinamente bíblicay escatológica, en cuanto que desvelanuestro ser en el ser del Verbo encarnado-resucitado: lo que ya somos en Él, lo queseremos eternamente, la persona plena-mente desplegada en amor a imagen de laspersonas divinas en el Amor infinito de laTrinidad. El acontecimiento de la cruz,con el sorprendente y desgarrador gritodel abandono del Hijo, es la puerta de ac-ceso, la clave de lectura –siempre desafian-te para la razón humana– de este infinitomisterio.

Me permito transcribir aquí un texto-sín-tesis de Chiara Lubich, que nos puede ayu-dar a adentrarnos en la visión que ofrece eneste sentido el carisma de la unidad:

«Jesús, sobre todo en el evento pascual de lapasión que nos trae la redención y la efusión delEspíritu, nos revela el Ser de la Trinidad comoAmor. De este misterio, en efecto, el crucificado esla imagen visible, la traducción perfecta en elmundo creado.

Jesús abandonado es el milagro del anonada-miento de lo que es, para que el ser sea. Milagrosólo comprensible para quien conoce el Amor ysabe que en el Amor todo y nada coinciden. Poresto él, ‘potencia de Dios y sabiduría de Dios’ (ICor 1, 24), se nos ha presentado como ventanade Dios abierta sobre el mundo y como ventanade la humanidad a través de la cual poder con-templar a Dios.

El Padre engendra al Hijo por amor: salien-do, por decir así, del todo de sí, se hace, en ciertomodo, ‘no ser’ por amor; pero es así precisamen-te como es Padre. El Hijo, a su vez, como eco delPadre, vuelve por amor hacia el Padre, se hacetambién él, en cierto modo, ‘no ser’ por amor, y

justamente así es Hijo; el Espíritu Santo, que esel amor recíproco entre el Padre y el Hijo, su vín-culo de unidad, se hace, también él, en ciertomodo, ‘no ser’ por amor, un no ser y un ‘vacíode amor’ en el que el Padre y el Hijo se encuen-tran y son uno: es precisamente así como es Es-píritu Santo.

Si consideramos el Hijo en el Padre, el Hijo lodebemos pensar, por consiguiente, como nada,nada de Amor, para poder pensar a Dios-Uno. Y,si consideramos el Padre en el Hijo, debemos pen-sar al Padre como nada, nada de Amor, para po-der pensar a Dios-Uno.

Las tres Personas de la Santísima Trinidadson Uno porque el Amor no es y es al mismotiempo. El Padre es distinto del Hijo y del Espíri-tu, aun conteniendo en Sí al Hijo y al Espíritu.Lo mismo, por tanto, el Espíritu, que contiene enSí al Padre y al Hijo; y el Hijo, que contiene en Síal Padre y al Espíritu Santo. En la relación de lasPersonas divinas, es decir, cada una de ellas, por-que es Amor, completamente es no siendo: porqueestá toda perijoréticamente en las otras, en uneterno darse.

A la luz de la Trinidad, como la vemos en Je-sús abandonado, Dios que es el Ser, se revela, porasí decir, manteniendo en su intimidad el no-sercomo don de Sí: no el no-ser que niega al Ser, sinoel no-ser que revela al Ser como Amor. Es este eldinamismo de la vida intratrinitaria, que se ma-nifiesta como un incondicionado don recíproco desí, como mutua anulación por amor, en total yeterna comunión.

Una análoga realidad ha sido puesta por Diosen la relación entre los hombres; así lo hemos ad-vertido desde que Dios nos ha dado su luz. Hepercibido yo misma, hace algunos años, el habersido creada como un don para el que está a milado, y que, quien está a mi lado, ha sido creadopor Dios como don para mí, como el Padre en laTrinidad es totalmente para el Hijo y el Hijo estotalmente para el Padre. Y por esto la relaciónentre nosotros es el Espíritu Santo, la misma re-lación que existe entre las Personas de la Trini-dad. Es la vida de la Santísima Trinidad la que

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debemos intentar imitar, amándonos entre noso-tros, con el amor infundido por el Espíritu ennuestros corazones, como el Padre y el Hijo seaman entre ellos” 18.

De este densísimo y bellísimo texto pode-mos deducir, como conclusión fundamen-tal, que el hombre, creado a imagen y seme-janza de Dios, tiene una estructura formal-mente trinitaria. Dios nos ha pensado y nosha hecho así. Esto somos, este es el ese“algo más” que podemos ofrecer a la pleni-tud del hombre contemporáneo. El hombrealcanza a Dios, lo es (deiformidad, theantro-pía participada) en Él, en el amor, en el NOpositivo que Cristo ha abierto en el abando-no, siendo plenamente él mismo y superan-do la amenaza de la soledad y la agresivi-dad del puro yo.

Sumergiéndonos en la vida trinitaria,perdiéndonos en ella en el amoroso abrazode Jesús Abandonado en nosotros y entrenosotros, recibimos una especie de nuevanaturaleza. Es el don más desconcertante,la síntesis de nuestros ideales; es personali-zación en acto, relacionalidad cumplida,síntesis de opuestos (yo-tú, yo-nosotros,hombre-mujer, hombre-Dios, autonomía yheteronomía, vida mística y vida cotidiana,acción y contemplación); es vida y pensa-miento, conciencia del límite y apertura a loinfinito, sabiduría e inocencia. Es vida deParaíso.

El humanismo de la unidad

Ahora quiero esbozar en síntesis algunasde las realidades que comporta el humanis-mo o la antropología de la unidad.

Una visión del ser: el ser como amor. Másallá de la ontificación del ser planteada por larazón, que acaba por apresarlo identificán-dolo con ella misma, y sin llegar al ser-nadaheideggeriano que lo disuelve, el ser comoamor muestra el rostro de un Dios infinito, elamor que es Dios mismo que, siendo, hace

ser en la medida que es recibido como tal,como dice Benedicto XVI (cf. CiV 34).

Una visión del sujeto: el sujeto es Jesús, ymuchos hechos uno en él, permaneciendodistintos («todos vosotros sois uno en Cristo Je-sús», Gal 3, 28), el Alma, lo llama Chiara,“aquella Una que nos unía a todos” 19, elResucitado en medio de nosotros, como re-alidad escatológica, en la cual nos inserta elamor recíproco.

Una visión de la relacionalidad: las relacio-nes trinitarias. Como dijo J.L. Marion: «Yorecibo mi individualidad insustituible del avan-zar del otro en su mirada; yo me recibo, pues,como insustituible por su propio éxtasis» 20. YZubiri: «El hombre es absoluto en la alteri-dad» 21. Pero sólo en la medida en que la al-teridad, espléndidamente descubierta y pro-fundizada por el personalismo, se concibecomo relación constitutiva y constituyente,y por tanto se vive como comunión.

Una visión del saber: la sabiduría comopensamiento de Cristo («nuestro modo de pen-sar es el de Cristo», 1Cor 2, 16).

Una visión de la espiritualidad: la espiritua-lidad de comunión, basada en el trinomioDios-el hermano-yo.

Un proyecto cultural y social: «Que todos seanuno» (cf. Jn 17, 21).

Chiara Lubich nos ha dejado una imagenmuy bella, el castillo exterior, que puede ayu-darnos a comprender con claridad el dina-mismo espiritual y antropológico de estanueva visión:

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«Y, si tenemos en cuenta que esta nue-va espiritualidad que Dios ofrece a laIglesia llega incluso a responsables de lasociedad y de la Iglesia, comprendemosinmediatamente que este carisma nohace un castillo exterior sólo de nuestraObra, sino que tiende a hacerlo tambiéndel tejido social y eclesial»

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«Ha llegado el momento –afirma–, al menosésta es nuestra vocación, de descubrir, iluminar yedificar, además del castillo «interior», también elcastillo «exterior».

Nosotros vemos todo el Movimiento como uncastillo exterior, donde Cristo está presente e ilu-mina todas sus partes, del centro a la periferia.

Y, si tenemos en cuenta que esta nueva espiri-tualidad que Dios ofrece a la Iglesia llega inclusoa responsables de la sociedad y de la Iglesia, com-prendemos inmediatamente que este carisma nohace un castillo exterior sólo de nuestra Obra,sino que tiende a hacerlo también del tejido socialy eclesial» 22.

María, icono de la Trinidad, “humani-dad realizada”, como la presenta ChiaraLubich, es la imagen sublime de la natura-leza humana plenamente personalizada.Ella se presenta hoy a los hombres de la se-gunda modernidad como modelo y faro an-tropológico. En ella podremos encontrarun estilo de vida plenamente deiforme,porque es trinitario. Ella representa ese“algo más” de humanidad que el hombrede hoy anhela.

«Virgo, Dei genitrix, quem totus nos capit or-bis, in tua se clausit viscera factus homo», Vir-gen, madre de Dios, aquel a quien el mundoentero no puede contener, se ha encerradoen tu seno, haciéndose hombre. W. Póltaws-ka, en su autobiografía, que tiene sabor deuna verdadera confesión y que recoge la fe-cundísima relación de ella y de su maridocon K. Wojtyla, comenta así esta oración:«… he estado pensando en Dios, cuyo amor le lle-vó a querer ‘encerrarse’ en una mujer. Ha sidopor los seres humanos, pero el camino fue precisa-mente éste, a través de una mujer; es cierto queera única, incomparable, pero al fin y al cabosiempre una mujer» 23.

Personalmente, pienso que en ese senodonde ha querido encerrarse el mismoDios, todos hemos sido concebidos ennuestra verdadera humanidad. Me pareceque hoy ninguna antropología puede pres-

cindir de este dato; es más, tendría que ins-pirarse en él.

1 Z. Bauman, Individualmente insieme, EdizioniDiabasis, Reggio Emilia 2008, p.30.

2 Ibid., p. 35.3 Ibid., p.37.4 Ibid., p. 38.5 Ibid., p. 39.6 Ibid.7 Cf. Ibid.8 J. Rifkin, La civiltà dell’empatia, Mondadori,

Milano 2010, p. 39. De esta obra hay una traduc-ción en castellano: La civilización empática: la carrerahacia una conciencia global en un mundo en crisis, Pai-dós, Barcelona, 2010.

9 Ibid., p. 42.10 Cf. Para todo este capítulo, G.M. Zanghi, Il

pensiero come amore. Verso un nuovo paradigma cultu-rale, en Nuova Umanità 1 (2003), 1-19.

11 Ibid., 10.12 X. Zubiri, Tres dimensiones del ser humano: indi-

vidual, social, histórica. Alianza Editorial. Madrid2006, p.51.

13 Cf. GS 24, sobre la índole trinitaria de la con-vivencia humana.

14 Cf. Juan Pablo II al Sínodo Romano(3.10.1992), cit por P. Coda, I movimenti ecclesiali,dono dello Spirito, in Pontificium Consilium pro Laicics,I movimenti nella Chiesa. Laici oggi, Vaticano 1999,p. 96.

15 X. Zubiri, El problema teologal del hombre: cris-tianismo, Alianza Editorial, Madrid 1997, p.18.

16 Ibid.,19.17 G.M. Zanghí, Gesù abbandonato maestro di pen-

siero, Città Nuova, Roma 2008, p. 59.18 C. Lubich, Spiritualità de la unità e vita trinita-

ria. Lezione per la laurea h.c. in teología, en NuovaUmanità 1 (2004) 12.

19 Id., Paradiso ’49, en Nuova Umanità 3 (2008)288

20 J.L. Marion, Prolegómenos a la caridad, Capa-rrós Editores, Madrid 1993, p. 115.

21 X. Zubiri, Tres dimensiones del ser humano: indi-vidual, social, histórica, cit. p. 69.

22 C. Lubich, Un camino nuevo, Ciudad Nueva,Madrid 2003, p. 29.

23 W. Póltawska, Diario di un’amicizia, San PaoloEdizioni, Milano 2010, p. 102.

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–¿Cómo se concilia la espiritualidad del Mo-vimiento con las diversas espiritualidades de lasórdenes religiosas? Es decir, ¿cómo se concilia elcarisma de la unidad con los demás carismas?¿Qué efectos comporta la unidad a las órdenesreligiosas?

Nosotros hemos visto desde siempre,desde los inicios, que religiosos y religiosastambién han formado parte del Movimien-to. Fue más tarde cuando se planteó el pro-blema de cómo se concilian estas espiritua-lidades. Pero, ¿es un problema? Y hemosvisto que no es así.

El hecho es éste. La espiritualidad delMovimiento se basa en dos principios: launidad, que según Pablo VI es la síntesis delEvangelio, la suprema voluntad de Dios esla unidad; y Jesús abandonado que es la cul-minación de sus sufrimientos.

Ahora bien, en la unidad y en Jesús aban-donado están contenidas todas las otras es-piritualidades, las cuales se refieren a otrosaspectos de Jesús, pero más particulares, notan universales. Por ejemplo, la pobreza,como en los franciscanos; la obediencia,como en los jesuitas; otros aspectos… no sé,Betania, como la acogida de María a Jesús;los estigmas, con las llagas de Jesús; o el Sa-grado Corazón, con el corazón de Jesús; yasí otros… Todas son órdenes religiosasmaravillosas que fueron floreciendo, y porlas que nosotros vemos a la Iglesia como ungran Cristo desplegado en los siglos y tam-bién en el mundo, porque estos religiososson expresión de cada carisma, que tambiénes universal porque ellos se encuentran unpoco por todo el mundo.

¿Qué hace, pues, la espiritualidad de launidad? Nuestra espiritualidad de la unidad

Chiara Lubich

Todo parte del amor

PERSPECTIVAS

7 de febrero de 1996. Centro Mariápolis de Castel Gandolfo (Roma). Un grupo de Obispos,amigos del Movimiento de los Focolares, se encuentra con Chiara para un diálogo sobre la espiri-tualidad de la unidad. Ofrecemos dos respuestas espontáneas, que de alguna manera se refieren ala temática de este número de la revista.

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pone en movimiento las potencialidadesque tienen las otras espiritualidades, y aña-de además valores nuevos. Por ejemplo, mu-chas órdenes religiosas no tienen el aspectoecuménico, no tienen el aspecto de las otrasreligiones, o el diálogo con los alejados, por-que nacieron antes del Vaticano II.

Nosotros, a través del contacto de nues-tros religiosos, llevamos dentro de esas re-glas, de las prácticas que realizan los religio-sos, estos aspectos que sirven a la renova-ción de una determinada orden, en funciónde su mejor adaptación a los tiempos pre-sentes.

¿Los efectos? Los efectos son múltiples,son enormes, porque generalmente estos re-ligiosos y también las religiosas –que sonmuchísimas, unas 57.000– dicen que han re-descubierto a su fundador; porque amandose ve que comprenden a su fundador. Re-descubren sus reglas, el valor de cada aspec-to de la regla; redescubren a los superiores,lo que les lleva a ponerse en profunda uni-dad con ellos, y viviendo en cierto modo“quien a vosotros escucha a mí me escu-cha”, se sienten así más unidos a la Iglesia.Redescubren a los hermanos y tratan de es-tablecer la presencia de Jesús en medio enlos conventos y se multiplican las vocacio-nes; cuántas órdenes nos dicen que ahoratienen decenas y decenas de chicos o chicas,etc., que han nacido a continuación de ha-ber puesto en práctica la espiritualidad delMovimiento.

También se producen grandes desarrollosen las misiones. Y sucede también esto: quelos superiores confían muchas tareas de res-ponsabilidad a estas personas porque sien-ten que son fieles.

Además este espíritu lleva a una cierta co-munión entre las órdenes religiosas. Ustedes, enestos mismos días, están viendo en esta casaque hay religiosos de muchas órdenes dis-tintas, todos unidos, porque esta espirituali-dad lleva también la unidad entre las órde-

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nes. Esto en mis tiempos, cuando comenza-ba el Movimiento, no existía absolutamen-te. Recuerdo incluso cómo en la misma or-den franciscana, entre las tres ramas francis-canas, no es que había una gran armonía.En fin… Pero ahora estos religiosos se reú-nen, porque dicen: si Jesús en medio estáentre dos personas, también puede estar en-tre un carmelita y un dominico. ¿Por qué nova a poder estarlo? Y si Jesús está en mediode ellos, ilumina mejor al carmelita sobre suvocación e ilumina mejor al dominico sobresu vocación.

Pero estos religiosos también se abren ala unidad con el clero secular, lo mismo que ala unidad con los laicos, sobre todo con loscomprometidos, sintiéndose también asíparte viva de la Iglesia, al vivir la unidadjunto con ellos.

Estos son los efectos de la espiritualidaddel Movimiento en las órdenes religiosas.

- ¿Qué se entiende por los “7 aspectos” en la es-piritualidad del Movimiento?

Para entender los 7 aspectos en la espiri-tualidad del Movimiento, puede ayudarnosuna frase de san Juan de la Cruz, el cualdice que Dios puede compararse a un ho-gar, cuya luz se despliega en 7 colores.

Nosotros comprendimos hace muchotiempo –y luego todo ha sido aprobado porla Iglesia en los estatutos–, que también elamor tenía muchas manifestaciones, mu-chos aspectos.

Por ejemplo, el amor lo pone todo en co-mún, cosas espirituales y cosas materiales;el amor es difusivo por sí, es el verdaderoapostolado; el amor eleva, es la oración, launión con Dios y todas las oraciones que te-nemos que hacer, etc.; el amor –dice tam-bién san Juan de la Cruz– es la salud delalma, y nosotros la cuidamos, pero tambiénla salud del cuerpo, lo más posible, y toda laproblemática del cuerpo, la muerte, las en-

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fermedades, todas esas cosas. El amor creala asamblea, la familia, es vivir la Iglesia,pero también todos los aspectos externos deeste vivir, como los enseres de la Iglesia: ca-sas, iglesias, salones, etc., centros como ésteen el que estamos. El amor, además de reu-nir en asamblea, genera la sabiduría, porquequien ama acaba por tener la sabiduría, yaquí entran todos los estudios, desde los dela más alta especialización a los más senci-llos, como el catecismo. Además el amorgenera la unidad, que incluye todos los me-dios de comunicación que mantenemos en-tre nosotros.

Hemos observado que estos aspectos existenen todas las órdenes religiosas, porque todastienen una determinada comunión de bie-nes; todas tienen un modo de apostolado

propio; todas tienen un cierto itinerario es-piritual para que las almas avancen; todascuidan la salud de sus miembros; todas cui-dan las casas, las iglesias, los vestidos quellevan, etc.; todos realizan estudios; y todostienen lazos de conexión con cartas, con bo-letines, etc.

Lo que el Movimiento trae de nuevo en esteaspecto es que hace que todo parta del amor.Es el amor lo que une, es el amor lo que ele-va, es el amor lo que crea la asamblea, es elamor… Todo parte del uno.

No se trata de muchas cosas a trozos,como normalmente puede pensarse: ahoracomo, después voy a hacer apostolado; pare-cen dos cosas. Sin embargo, es el amor lo queme lleva sea a comer, sea a irradiarlo, etc.

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Cristo a través de los siglos

Jesús es el Verbo de Dios encarnado.

La Iglesia es el Evangelio encarnado, por eso es Esposa de Cristo.

A lo largo de los siglos se ha visto florecer a muchísimas órdenes religiosas.

Cada familia u orden es la «encarnación», por así decir, de una expresión de Jesús, de una actitud suya,de un hecho de su vida, de un dolor suyo, de una palabra suya. […] En fin, la Iglesia es un Cristo majestuo-so desplegado a través de los siglos.

Igual que el agua cristaliza en estrellitas en la blanca nieve, así el Amor asumió en Jesús la forma por ex-celencia, la belleza de las bellezas. El Amor ha sumido en la Iglesia distintas formas, que son las órdenes ylas familias religiosas.

En el espléndido jardín de la Iglesia han florecido y florecen todas las virtudes. Los fundadores de las ór-denes son esa virtud hecha vida, y subieron al Cielo transfigurados por tanto amor y tanto dolor, como «pa-labra de Dios».

Han realizado el designio de Dios, y también para ellos vale decir: «El Cielo y la tierra pasarán, pero mispalabras no pasarán» (Mt 24, 35)…

Todas estas órdenes, estas espiritualidades, nacidas en el curso de los siglos, encuentran su verdaderaesencia, su principio, en Jesús, continuamente vivo por los siglos en la Iglesia.

Él las unifica con el único espíritu, pero es cosa de los religiosos permitir que pueda manifestarse esta ar-monía, esta altísima unidad divina en toda su plenitud, para que la Esposa de Cristo brille con «su» bellezaúnica y dé al mundo testimonio de su divinidad en un radio lo más amplio posible. […]

Si queremos servir a la Iglesia, también nosotros tenemos que seguir predicando el Amor, pero sobretodo ponerlo en práctica haciendo que circule entre las distintas órdenes religiosas.

(Ch. Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, Madrid 2002, pp.164-166)

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EEEEN nuestras sociedades cultural y re-ligiosamente pluralistas, las certe-zas, tenidas hasta hace poco como

válidas, y las uniformidades que parecíanconsistentes, se han fragmentado. La con-fusión de ideas, opciones y comporta-mientos muestra una especie de desvia-ción existencial.

En esta situación se halla quien, yendocontracorriente, hace opciones valientes ycoherentes, pero también está quien tratasimplemente de sobrevivir o quien pretendeuna reconstrucción interior, mezclando li-bremente elementos de distinta provenien-cia, amontonados y disponibles en el super-mercado religioso y cultural de nuestrotiempo.

Los resultados están a la vista de todos yevidencian que se anda por un camino queno va en la dirección de la edificación deuna sociedad más humana, y mucho me-nos de la construcción de la civilizacióndel amor.

¿Dónde buscar para encontrar respuestasde altura a tal desafío? Los expertos en cien-cias sociales buscan desde hace tiempo nue-vos paradigmas que ofrezcan claves de lectu-ra de la sociedad actual y que indiquen iti-nerarios válidos para una nueva recomposi-ción social.

Como un arco iris: los “siete aspectos”

Con la certeza de que el Espíritu Santono dejará que falte su ayuda y su luz tam-

Unidad y Carismas

Caterina Mulatero

Siete palabraspara un crecimiento unitariode la persona

Frente a nuestras sociedades fragmentadas, el paradigma de la unidad ofrece un modelo deorganización que abarca “siete aspectos”, ayudando a encarnar una especie de unificacióninterior y exterior. La intuición de Chiara Lubich: siete colores para vivir todas las infinitasexpresiones del amor. Siete palabras-clave: economía, irradiación, amor que va en profundi-dad, arte de la vida, un lugar para habitar, sabiduría, comunicación.

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bién en nuestro tiempo, nos fijaremos enuno de sus dones para este hoy, en el caris-ma de la unidad. Con él brota un nuevo pa-radigma, el paradigma interdisciplinar de launidad, innato al pensamiento, a la espiri-tualidad y a la vida de Chiara Lubich.

El rico paradigma de la unidad ha dadoorigen a un específico modelo organizativo,llamado normalmente de los “siete aspectos”.

¿Cuál es el origen de este modelo o, sim-plemente, de los siete aspectos? Nacieron deuna intuición de Chiara, cuando compren-dió que el amor no sólo debía ser la vida delas personas del Movimiento naciente, sinoque debía ser también la regla. En efecto,del carisma no sólo había surgido una espi-ritualidad en la Iglesia, sino también unaObra y «para que haya una Obra –decía Chia-ra– hace falta, sin duda, un alma (la espirituali-dad comunitaria), pero es igualmente necesariauna organización, una estructura, una regla» 1.

Y explicaba así su intuición: «El amor esluz, es como un rayo de luz que, cuando atravie-sa una gota de agua, se despliega en el arco iris,en el que se pueden admirar sus siete colores. To-dos colores de luz que, a su vez, se despliegan eninfinitas gradaciones. Y así como el arco iris esrojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y viole-ta, el amor, que es la vida de Jesús en nosotros,asumiría distintos colores, se expresaría de va-rias maneras, diferentes una de otra» 2. De estemodo la vida de la nueva comunidad se or-denó en siete aspectos, todos expresión delamor.

Así pues, la raíz de estos siete colores esel amor, es la vida de Jesús en cada uno, quese expresa de muchos modos, uno distintodel otro.

La vida de Jesús, presente en el indivi-duo y en la comunidad, el amor que se des-pliega como un arco iris, no se detiene enlos individuos, ni siquiera en las solas rela-ciones interpersonales, sino que tambiénconstituye una regla de vida, haciendo po-sible inundar el mundo con lo divino y re-

novar todas las realidades sociales, abar-cando las estructuras, que de este modo sonpercibidas en su dimensión histórica, segúnla visión de Dios.

A continuación, examinaremos a gran-des rasgos aspecto por aspecto, para ver al-gunas de sus implicaciones concretas, sinte-tizando cada aspecto en una palabra-clave 3.

Economía

La vida de Jesús en cada uno, y de Jesúspresente en la comunidad, bajando a la con-creción de las vicisitudes humanas, desarro-lla un gran ámbito, el de la economía, que,por ejemplo, comprende el mundo de las ac-tividades productivas y el financiero con susrelativas estructuras, el uso personal de losbienes, el problema de la pobreza, el mundodel trabajo, etc.

Los interrogantes respecto a esta realidadson hoy especialmente numerosos, inquie-tantes, urgentes: ¿cómo salir de la crisis eco-nómica actual, cómo llevar equilibrio entrelas distintas áreas geográficas, cómo sacarde la pobreza al creciente número de perso-nas que carecen de los bienes esenciales,cómo dar trabajo –un trabajo digno– sobretodo a las jóvenes generaciones?

Se siente la necesidad de nuevas intuicio-nes, seguidas de nuevas praxis que indiquenel camino para el futuro. El carisma de launidad, tanto por su patrimonio espiritual yconceptual, como por su praxis delineadaen la vida trinitaria, puede ofrecer intuicio-nes y concreciones a la altura de los retoshoy presentes en el mundo de la economía.

Indico algunas: comunión de bienes a ni-vel personal y también comunitario, segúnel modelo de las primeras comunidadescristianas; uso personal de los bienes sobrio,esencial; dar lugar al don, a la gratuidad, ala Providencia en la vida económica nor-mal; volver a dar significado y esperanza almundo del trabajo; crear estructuras de co-

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munión; trabajar a nivel doctrinal para dardignidad científica a las experiencias en ac-ción, como deseó fuertemente Chiara enmayo de 1998.

Algún ejemplo: el trabajo vivido en el es-píritu del carisma de la unidad encuentra susignificación profunda porque mira al pro-yecto que Dios tiene sobre él y, por tanto,adquiere un plus de sentido, de colabora-ción, creatividad, alegría, belleza, así comode mayor eficacia.

Además el carisma de la unidad, por lapresencia de dos o más unidos en el nombrede Jesús (cf. Mt 18, 20), conlleva en los luga-res de trabajo la formación de células vivasque son fermento de vida evangélica, de no-vedad, y respuesta a tantos interrogantesque surgen en esos ambientes.

El espacio concedido a la intervenciónde la Providencia lleva a formar lo queChiara, desde los primeros tiempos delMovimiento, llamó capital de Dios, signifi-cando la entrada de Dios mismo en el mun-do de la economía cuando el que trabaja enella busca ante todo su reino (cf Mt 6, 33).Un capital que comporta algo de sagrado yque, por tanto, se usará según el pensa-miento de Dios: es el antídoto a la corrup-ción, al despilfarro, al lujo desenfrenado yal consumismo.

Con el proyecto Economía de comunión, elmodelo de vida trinitario, típico del carismade la unidad, ha penetrado, aunque todavíatímidamente, en el intrincado campo de lasestructuras económicas.

Irradiación

El amor no sólo hace que circulen losbienes, sino que también impulsa a irradiar,a abrirse a los demás en círculos concéntri-cos cada vez más amplios, hasta alcanzar ala humanidad entera.

Sabemos que el proyecto de Dios sobrela humanidad es formar una sola familia

donde todos se traten como hermanos,como dice la Gaudium et spes, n. 24: «Dios,que cuida paternalmente de todos, ha queridoque los hombres formaran una sola familia y setrataran entre ellos como hermanos».

Esta familia, viviendo en la historia, ne-cesita estructuras que puedan hacerle al-canzar un fin histórico en continua evolu-ción: el bien común. Es un objetivo que in-

terpela a todos, y todos tienen un espaciopara su contribución personal insustituible.

Fijémonos en uno de los aspectos delbien común que emerge cada vez más y quenos afecta a todos nosotros: el diálogo.

En nuestras sociedades cada vez másmultiétnicas, multiculturales y multirreligio-sas, vivimos en nuestra propia carne incom-prensiones, conflictos, obstrucciones detodo tipo. En muchos de nuestros países unracismo despreciable envenena las relacio-nes.

La Iglesia con su magisterio social invitaal diálogo; es más, presenta el diálogocomo una de las tareas históricas de la Igle-sia de hoy. Proféticamente, Pablo VI, ya en1964, en la encíclica Ecclesiam suam, escri-bía que «la Iglesia ha de entrar en diálogo con elmundo en el que se halla viviendo» (n. 67).

Unidad y Carismas

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«El amor es luz, es como un rayo deluz que, cuando atraviesa una gota deagua, se despliega en el arco iris, en elque se pueden admirar sus siete colores.Todos colores de luz que, a su vez, se des-pliegan en infinitas gradaciones. Y asícomo el arco iris es rojo, naranja, amari-llo, verde, azul, añil y violeta, el amor,que es la vida de Jesús en nosotros, asu-miría distintos colores, se expresaría devarias maneras, diferentes una de otra»

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N.º 76 - Octubre-Diciembrre 2010

El carisma de la unidad ofrece comoaportación propia un verdadero y caracte-rístico arte del diálogo que brota sobre labase de una actitud que le es típica: el ha-cerse uno.

Hacerse uno es la base y, a la vez, el ho-rizonte de este arte del diálogo. Significallevar los pesos y las alegrías del otro y ha-cerlos propios: reír con quien ríe, llorar conquien llora; sentirse desempleado conquien carece de trabajo; marginado conquien ha llegado a nuestro país buscandouna vida mejor.

Significa ser capaces de escuchar al otrohasta el fondo y aprender también del otrocon la conciencia de que nadie posee todala verdad entera, sino que hay que buscar-la juntos. Hacerse uno comporta un im-pulso que lleva a buscar al otro –sea quiensea– allí donde se encuentra y a acogerlosin reservas en las condiciones en las quese encuentra.

El auténtico hacerse uno contiene la fuer-za de abrir senderos que permiten el anun-cio, un respetuoso anuncio, del propio patri-monio religioso y cultural, en un fecundointercambio de valores, de experiencias y devida.

Partiendo de esta base, adquieren vida eimportancia algunas actitudes que llevan arealizar concretamente, a distintos niveles,un diálogo auténtico.

Un primer nivel tiene su fundamento enla tolerancia, actitud que puede impedir laconfrontación, la oposición abierta, que tanfácilmente se desencadena en nuestras ciu-dades. Pero, para un verdadero diálogo,hace falta también el respeto, que lleva aaceptar la diferencia del otro, su diversidad,reconociendo en ella la posibilidad de unenriquecimiento para entrambos.

A un nivel más alto, encontramos la soli-daridad, es decir, la atención al otro con elcual nos identificamos, compartiendo preo-cupaciones, penas, sufrimientos, angustias,

necesidades espirituales y materiales. La so-lidaridad es virtud que nace de un corazóncapaz de sentir y conmoverse ante el dolorajeno y que se convierte en compromisoconcreto, porque cada uno se siente, y real-mente lo es, responsable de todos.

Todas estas actitudes pueden resumirseen el amor, amor evangélico, que es univer-sal, no parcial, que no excluyente segúngustos, categorías de sexo, etnia, color de lapiel, ciudadanía, religión; amor que toma lainiciativa dando el primer paso, que sabeamar al enemigo y, a ejemplo de Jesús, estádispuesto a perdonar.

Este arte del diálogo, tal como lo hemosdescrito brevemente, ya se ha revelado muyvalioso, haciendo florecer retazos de fraterni-dad allí donde hombres y mujeres han sidocapaces de testimoniar con su vida la fuerzasiempre nueva del mensaje evangélico.

El amor va en profundidad

La relación con el Absoluto, con Dios, esfundamental para el nacimiento y creci-miento de toda civilización, y cuando estaraíz se corta, la civilización se seca y sevuelve incapaz de dar nuevos frutos. Es unaexperiencia de mucha actualidad en nuestraépoca.

Chiara, ya en 1980, constataba en el pe-ríodo navideño que Jesús había sido desa-lojado. “Han desalojado a Jesús” fue paramuchos niños, jóvenes y adultos, el gritoque hizo abrir los ojos hacia qué deriva ca-minaban nuestras sociedades, en particularen el mundo occidental.

Las clásicas preguntas: ¿Existe Dios?,¿quién es Dios?, ¿dónde está?, ¿qué hace?,casi no se oyen ya. A Dios ya no se le com-bate, porque simplemente se le ignora. Y lasotras religiones, con sus diferencias, a menu-do imponen miedo, molestia, intolerancia.

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Pero, como se sabe, cuando desaparece lafe en Dios, se tambalea también la fe en elhombre. El humanismo pierde su centrali-dad, siendo desplazado por la tecnología ypor una visión puramente utilitarista de lavida. El hombre vive huérfano de valoresque son fundamentales para la vida indivi-dual y comunitaria. La cultura de los dere-chos, de la legalidad, de la solidaridad, asícomo la honradez, la verdad y el respeto a lapalabra dada, ¿qué fin han tenido?

Pero igual que la oscuridad evoca la luz,así este eclipse de lo divino, auténtica “no-che mística colectiva”, evoca la presenciade una “mística colectiva” capaz de volvera presentar a Jesús, de proponer su presen-cia, no sólo en los lugares de culto, sino enla concreción de la vida, en los lugares enlos que la vida se desarrolla.

El carisma de la unidad sale al encuentrode estos interrogantes, ofreciendo una espiri-tualidad típicamente colectiva. En ella sehace el camino yendo juntos hacia Dios, y elhermano ya no es un obstáculo en el itinera-rio de la santidad, sino que es el camino porexcelencia. Yo–el hermano–Dios era el trino-mio preferido por Igino Giordani, que expre-saba de este modo el recorrido de esta espiri-tualidad colectiva.

Por tanto, estamos ante una espiritualidadque propone un nuevo humanismo, un huma-nismo pleno, porque se fundamenta en unaecuación especial: el hermano = Jesús.

El carisma de la unidad responde tambiéna esta noche mística colectiva por otro moti-vo. Chiara ha visto siempre en ella el rostrode Jesús abandonado que, en el momentoculminante de su dolor, sintió e hizo suyo elextravío, la falta de sentido, de identidad,pero que sobre todo experimentó la infinitalejanía de Dios.

Y ella misma nos ha hecho el don de la ex-periencia que, en el abrazo sin condiciones niobjeciones de Jesús abandonado, esta nochemística colectiva puede convertirse en luz de

resurrección, hasta repetir con san Lorenzo:«Mi noche no tiene oscuridad, sino que todo res-plandece en la luz».

El arte de la vida

La vida del amor, tal como la estamosenunciando a la luz del carisma de la uni-dad, comporta lo que podríamos definircomo «el arte de la vida».

No se trata aquí de detenernos sobre lamejora de la calidad de vida, o de fijarnos enel culto de la elegancia física o en el aleja-miento de las enfermedades y olvido de lamuerte.

Aquí estamos en un plano diferente. Mi-ramos el don de la vida tal como brota deldesignio de Dios, como se nos ha vuelto adar por la redención obrada por el Hijo enel Espíritu, abarcando toda la vida, todaforma de vida. Miramos a María, «flor de lahumanidad» 4.

Con esta mirada podremos comprenderque el arte de la vida coincide con el arte delamor, el arte que Chiara nos ha entregadocon su vida y su doctrina. El amor hace queflorezca la vida y debe ser la fuerza que hagaque sus frutos maduren.

Si falta el amor, ¿cómo podrá el arte de lavida desplegarse en su plenitud significativaen los momentos de enfermedad, en la fasedel declive físico y en ese momento único ydecisivo que es la muerte?

Podemos mirar también otros aspectosparticulares de este arte de la vida como, porejemplo, los que conciernen no ya al cuerpofísico, sino también al cuerpo social y a suformación, a sus momentos de salud y deenfermedad, a los que corrientemente deno-minamos paz, guerra, terrorismo; o tambiénlos aspectos medioambientales hoy tan enauge.

También en estos campos el carisma de launidad está ofreciendo su aportación especí-fica. Puesto en el centro de las relaciones el

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mandamiento nuevo de Jesús (Jn 13, 34), hasuscitado el amor que une, respondiendo aviejos interrogantes de siglos. Allí donde lahistoria nos ha mostrado la incapacidad derelacionarse de modo positivo con el otro, se

descubre que Cristo mismo llega a ser víncu-lo entre persona y persona, convirtiéndoseen la fuente de unidad entre dos o más.

Así las relaciones personales se sustan-cian de amor; las dificultades, los contrastesmás o menos grandes, que pueden surgir, sesuperan mediante el amor a Jesús abando-nado y se consideran como la posibilidad dedar un salto de calidad para una relaciónmás madura y más profunda. La fraternidaduniversal, la paz, el mundo unido, ya no pa-recen utopías, sino caminos que se puedenemprender con provecho cuando se tienecomo compañero de viaje a Jesús presenteentre dos o más.

Un “lugar” donde habitar

La asamblea, la comunidad, necesita un“lugar”, una casa en el sentido más estricto,que la reúna, la acoja, porque sin una casadigna, la vida que se desarrolla en ella pier-de dignidad.

La casa debe cerrar, pero al mismo tiempoha de estar abierta al exterior, porque formaparte de espacios vitales más amplios, comolos pueblos, los barrios, las ciudades, etc.

El tema de la ciudad es muy actual.Chiara nos ha dejado en este aspecto una

herencia muy preciosa. Desde los comienzosdel Movimiento sostenía que surgirían delcarisma no sólo casas, sino también ciudadesque se caracterizarían tanto por su relevantearmonía artística como por las relaciones fra-ternas capaces de hacer brillar la presencia deDios entre los ciudadanos. Todo esto no eshoy una utopía, porque son más de treintalas ciudadelas surgidas en el mundo y que es-tán testimoniado esta realidad.

Si la comunidad necesita una casa, tam-bién necesita un sistema de gobierno, unaestructura política. También en este aspec-to, el carisma de la unidad ofrece su aporta-ción específica, exponiendo el modelo trini-tario como paradigmático no sólo de las re-laciones sociales sino también de las institu-ciones. Escribía Chiara en 1996: «La socie-dad (…) debe organizarse según el modelo de laTrinidad (…) en las relaciones entre ciudadanosy en las relaciones entre grupos, instituciones,partidos, etc.» 5.

Concretamente, a la luz del carisma de launidad, la comunidad política se la entiendeformada por un tejido social vivo, partícipe,atento a las exigencias del bien común, en laque se vive una relación de reciprocidad en-tre gobernantes y gobernados. La política esasí “el amor de los amores”.

Sabiduría

El camino del mundo unido ha de pasartambién por los caminos de la búsqueda dela verdad, de su elaboración cultural, de sutransmisión. Pero esta búsqueda, si no quierepermanecer estéril, ha de estar radicada en elamor: amor a Dios, amor al hombre, a la his-toria y al mundo.

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El carisma de la unidad sale al en-cuentro de estos interrogantes, ofre-ciendo una espiritualidad típica-mente colectiva. En ella se hace elcamino yendo juntos hacia Dios, yel hermano ya no es un obstáculo enel itinerario de la santidad, sino quees el camino por excelencia... Portanto, estamos ante una espirituali-dad que propone un nuevo humanis-mo, un humanismo pleno, porque sefundamenta en una ecuación espe-cial: el hermano = Jesús.

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«El que no ama no ha conocido a Dios» (1 Jn4, 8), nos recuerda en evangelista Juan y, sinmiedo a errar, podríamos añadir: …y tampo-co al hombre, ni tampoco al mundo.

¿Es tal vez por este motivo, que en las so-ciedades más avanzadas desde el punto devista técnico, más ricas económicamentepero también más indiferentes al mensaje re-ligioso, la cultura se estanca, no es capaz deelevar el vuelo y de dar respuestas creíbles?¿Es quizá por este motivo, que las nuevas ge-neraciones, que han nacido y crecido en unasociedad humanamente más pobre, son másfrágiles y casi descarriadas?

Los carismas surgidos en la Iglesia puedenresponder también en este aspecto. No sonsólo ideas, proyectos sin fundamentos. Son,en su concreción, eventos históricos, porta-dores de nueva luz y, a menudo, también deun nuevo pensamiento.

Desde su nacimiento, el carisma de la uni-dad ha sido portador no sólo de nuevos mo-dos de obrar, sino también de un nuevomodo de pensar, de una nueva visión delhombre, del mundo, de la historia. En la basede todo hay una comprensión eminentemen-te trinitaria de todas las realidades. De ella,con el correr del tiempo, se han definido nue-vas líneas culturales, aún incipientes, pero yafecundas.

Por ejemplo, la categoría de la fraternidad–una fraternidad sustanciada de relaciones

según el modelo trinitario– que penetra enlas relaciones sociales, en el mundo econó-mico, en el jurídico y en general en todas lasciencias humanas. Se da un paso adelantecon la categoría de la comunión, y otro máscon el hacer agápico, como actuación típica dequien quiere bajar a lo concreto, a la vida, alas implicaciones de un estilo de acciónorientada según el modelo trinitario.

Estas son algunas de las pistas en las quese está trabajando con seriedad, con conti-nuidad, tratando ante todo que expresionescomo comunión y acción agápica sean unarealidad entre quienes se comprometen enesta profundización, tanto en los grupos deestudio como en los de verificación empírica.Esta es una condición indispensable para lacredibilidad de la misma investigación y parapoder hacer este camino con tantos compa-ñeros de viaje que se sienten incómodos enparadigmas superados, ya inadecuados, yque buscan nuevos itinerarios, nuevas solu-ciones. Son personas sedientas de verdad,con un gran respeto por el hombre, con me-tas distintas a las marcadas hasta ahora porciertos tipos de itinerarios científicos.

Comunicación

El camino para un mundo unido tiene queestar tejido de comunicación, pero una co-municación que lleva a la unidad, porque espropio del amor crear unidad. Vivimos en laera de los medios de comunicación social, omejor, de los nuevos medios, instrumentosque han tenido el gran mérito de poner encomunicación directa a los más variados rin-cones del planeta, ofreciendo los presupues-tos para caminos comunes de solidaridad.

Para la Iglesia, la comunicación ha sidosiempre esencial para mantener unidas lascomunidades entre sí y con el corazón de lacristiandad. Lo atestiguan las cartas de Pabloy de los otros apóstoles, y sucesivamente eluso de los demás instrumentos que la técnica

Unidad y Carismas

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Con los siete aspectos nos encontra-mos ante un modelo organizativodonde todo nace del amor y todotiende a hacer crecer el amor. Elamor es, pues, el elemento unifica-dor de este diseño global de organi-zación donde se entrecruzan orden,creatividad, libertad y armonía.

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iba poniendo a disposición. Con el tiempono han faltado, ciertamente, las invitacionesa la prudencia, a tener capacidad de discerni-miento, pero, en conjunto, la valoración hasido positiva. Así, además del uso de la pren-sa como instrumento de evangelización,ahora el nuevo areópago, constituido por losnuevos medios, es utilizado tanto por la San-ta Sede como por las comunidades parro-quiales y por las comunidades religiosas na-cidas de los carismas.

Chiara siempre sintió la “pasión” por lacomunicación. Ella, que fue gran comunica-dora, utilizó todos los medios para difundirel carisma que Dios le había dado: desde lascartas de los primeros tiempos, escritas eneventuales trozos de papel, a las escritas amáquina y multicopiadas, o al uso del mag-netófono, de las conexiones telefónicas pla-netarias, de internet…

Su carisma, sintetizado en la palabra “uni-dad”, siempre ha necesitado de instrumentosadecuados para trabajar por su difusión. Poreso, el uso de los medios que ella utilizó per-sonalmente y también todo el Movimientotiene una finalidad precisa: llevar la unidad,hacer que progrese el camino hacia el mundounido, formar personas “con dimensionesmundiales” o, con el expresivo lenguaje deChiara, formar en cada uno “el hombre-mundo”.

De este modo, el último aspecto, que tam-bién se puede expresar con la palabra unidad,en cierto sentido encierra y expresa todos losdemás, porque cada aspecto, cada una de laspalabras-clave que hemos utilizado, está fina-lizada a la unidad, a contribuir a la realiza-ción, con la especificidad que le es propia,del testamento de Jesús.

Una mirada de conjunto

Con los siete aspectos nos encontramos anteun modelo organizativo donde todo nace delamor y todo tiende a hacer crecer el amor. El

amor es, pues, el elemento unificador de estediseño global de organización donde se en-trecruzan orden, creatividad, libertad y ar-monía.

Es un modelo dinámico, contiene una di-námica como “en la Trinidad”. De hecho,cada uno de los aspectos no ha de verse aisla-damente, sino como “en la Trinidad”, dondecoexisten unidad y distinción: cada una delas partes tiene su propia identidad, sus pro-pias características, su propio método, peroforman un diseño unitario, armonioso.

Además, los siete aspectos ofrecen un mo-delo organizativo que no fragmenta la vidade la persona en momentos separados el unodel otro, divididos en los distintos momentosdel día, sino que lleva a vivir una unificacióninterior y exterior. Se vive una cosa sola: elamor, en sus diversas expresiones: es amorcuando trabajamos, cuando compramos,cuando nos relacionamos con los demás,cuando rezamos, cuando sufrimos, cuandocomemos o dormimos, cuando estamos enfamilia o con otros, cuando estudiamos opensamos, cuando nos comunicamos.

Por último, ya no hay separación o frag-mentación entre vida pública y privada, nohay oposición entre relaciones anónimas, deamigos o familiares, sino que todo es unifica-do viendo a todos como “candidatos a launidad”, y a cada sociedad como “la posibi-lidad del mundo unido”.

1 C. Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nue-va, Madrid 2002, p. 238.

2 Ibid.3 Para este planteamiento cf. H. Heinz, Linea-

menti della civiltà europea per la nostra epoca. Un con-tributo del Movimento dei focolari, en Nuova Umanità74 (1991)95-123.

4 Cf. C. Lubich, cit., p. 190.5 Id., Io prego così, in Città Nuova 19 (1996) 35.

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PPPPARA comenzar la presente reflexiónme han venido a la mente dos ense-ñanzas de Jesús. La primera se en-

cuentra en la parábola de los talentos. El amoalaba a aquellos empleados que han sabidonegociar con ellos y así hacerlos fructificar,mientras que reprocha al empleado holgazánporque había escondido su talento por miedoa perderlo (cf. Mt 25, 14-30; Lc 19, 11-27).

La otra enseñanza es aquella en la queJesús dice a sus discípulos que “son la luzdel mundo”. Una luz que ha de ser puestasobre el candelero para que alumbre así atodos los de la casa. Un poco antes, en elmismo pasaje, comparaba también a susdiscípulos con una ciudad puesta sobre elmonte. Y Jesús concluye: «Brille así vuestraluz delante de los hombres, para que vean vues-tras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padreque está en los cielos» (Mt 5, 16; cf. 14-16).

Estas palabras de Jesús suponen un desa-fío y, al mismo tiempo, una responsabili-dad. Se trata, ciertamente, de nuestra luz,pero una luz que tiene su origen en el donrecibido de Dios. De ahí que, viéndola, sellegue a dar gloria al Padre que está en loscielos. Este talento, lejos de esconderlo, hayque hacerlo fructificar en bien propio, pero,sobre todo, en bien del Reino de Dios.

A este respecto dice santa Teresa hablan-do del verdadero amor de Dios: «¿Esconder-se? -¡Oh, que el amor de Dios, si de veras esamor, es imposible! Si no, mirad un San Pablo,una Magdalena: en tres días el uno comenzó aentenderse que estaba enfermo de amor; éste fueSan Pablo. La Magdalena desde el primer día,¡y cuán bien entendido! Que esto tiene, que haymás o menos; y así se da a entender como la fuer-za que tiene el amor: si es poco, darse a entender

Unidad y Carismas

José-Damián Gaitán, o.c.d.

Dones y carismas en comunión:desafíos y responsabilidades.

El proyecto de “Unidad y Carismas”, inspirado por Chiara Lubich, ofrece una aportacióna una de las exigencias más actuales de la Iglesia: el diálogo entre carismas y la búsqueda denuevos caminos para la renovación de la vida consagrada.

PERSPECTIVAS

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poco; y si es mucho, mucho; mas poco o mucho,como haya amor de Dios, siempre se entiende» 1.

Por otra parte, en el Nuevo Testamentoson abundantes las referencias en las que seenseña la importancia de poner en comúnlo que se posee, tanto de los bienes materia-les como de los dones de Dios 2.

La vida consagrada como don

Tradicionalmente se hablaba de la vidaconsagrada como de un don o entrega radi-cal de sí mismos a Dios por amor. Sin dejarde afirmar esto 3, en estas últimas décadas seha venido poniendo el acento además en laimportancia del don recibido. El Vaticano IIhabló de una Iglesia a la que el Espíritu San-to ha enriquecido, y continuamente enrique-ce, con «dones jerárquicos y carismáticos» 4. Deahí que se haya hablado mucho en estosaños de los distintos dones y carismas en laIglesia, y de modo particular de los distintoscarismas de los religiosos y consagrados.

Pero más allá de los propios dones caris-máticos, se ha puesto de relieve igualmenteque la vida consagrada es ya en sí misma undon o carisma en la Iglesia. A mí me pareceéste un modo muy exacto de definirla o des-cribirla, porque esa realidad es algo anteriora cualquier otra matización carismática pos-terior, y, en ese sentido, es un punto impor-tante de posible unión y coincidencia entretodos los llamados a la vida consagrada.

La vida consagrada considerada en símisma es ya, pues, un “carisma” o “don”especial que Dios da a algunos para su pro-pio bien espiritual, desde luego, pero al mis-mo tiempo es un don que Dios hace a todala Iglesia a través de la vida de unas perso-nas y grupos concretos para que redunde enbien de otros muchos. Así lo reconocióJuan Pablo II en las primeras líneas de VitaConsecrata: «La vida consagrada, enraizada pro-fundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cris-to el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia

por medio del Espíritu. Con la profesión de losconsejos evangélicos los rasgos característicos deJesús –virgen, pobre y obediente– tienen una típi-ca y permanente «visibilidad» en medio del mun-do, y la mirada de los fieles es atraída hacia elmisterio del Reino de Dios que ya actúa en la his-toria, pero espera su plena realización en el cielo(…). En el Sínodo se ha afirmado en varias oca-siones que la vida consagrada no sólo ha desem-peñado en el pasado un papel de ayuda y apoyo ala Iglesia, sino que es un don precioso y necesariotambién para el presente y el futuro del Pueblo deDios, porque pertenece íntimamente a su vida, asu santidad y a su misión» 5.

Por otra parte, este don de la vida consa-grada en la Iglesia no es, ni mucho menos,uniforme. «Todos somos conscientes –se afirmaen Vita Consecrata– de la riqueza que para lacomunidad eclesial constituye el don de la vidaconsagrada en la variedad de sus carismas y desus instituciones. Juntos damos gracias a Diospor las Órdenes e Institutos religiosos dedicados ala contemplación o a las obras de apostolado, porlas Sociedades de vida apostólica, por los Institu-tos seculares y por otros grupos de consagrados,como también por todos aquellos que, en el secre-to de su corazón, se entregan a Dios con una espe-cial consagración» 6.

El don más grande es el amor

La variedad de dones y carismas adquie-ren su sentido más pleno sólo en la dona-ción y comunión reciprocas. De hecho, sitraemos ahora a la mente la doctrina pauli-na sobre los carismas, en seguida recordare-mos que en la primera carta a los CorintiosPablo afirma que a nadie se le da un caris-ma para su propia vanagloria, sino para uti-lidad común, para la construcción del Cuer-po de Cristo. Advirtiendo además que todoslos carismas alcanzan su plenitud en elamor recíproco. Que por grande que sea eldon que uno haya recibido, siempre necesi-tará el don que son los demás para cada

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uno, para mí, para el conjunto: cada unoconstituido así en don de Dios para los de-más. De ahí que nadie pueda decir al otro:no te necesito (cf. 1 Cor 12-13).

Resulta aleccionador en este sentido eltexto de san Bernardo, que nos recuerdaVita Consecrata, en el que dicho santo expre-sa su sentimiento y actitud ante las otras fa-milias religiosas existentes en la Iglesia desu tiempo: «Yo las admiro todas. Pertenezco auna de ellas con la observancia, pero a todas en lacaridad. Todos tenemos necesidad los unos de losotros: el bien espiritual que yo no poseo, lo recibode los otros [...]. En este exilio la Iglesia está aúnen camino y, si puedo decirlo así, es plural: unapluralidad múltiple y una unidad plural. Y todasnuestras diversidades, que manifiestan la riquezade los dones de Dios, subsistirán en la única casadel Padre que contiene tantas mansiones. Ahorahay división de gracias, entonces habrá una dis-tinción de glorias. La unidad, tanto aquí comoallá, consiste en una misma caridad» 7.

Con esta luz, sin duda, se entiende el dis-curso que hace dicho documento sobre laimportancia del compartir los carismas y dela comunión entre los mismos. Y que, a suvez, se llegue a afirmar que los laicos pue-dan compartir no sólo la misión, sino tam-bién, y sobre todo, las espiritualidades de losconsagrados. Sin ignorar, a su vez, el hechode que, en el momento actual, hay consagra-dos que participan de la vida y espiritualidadde los nuevos movimientos eclesiales 8.

Las espiritualidades, en cuanto que sonlecturas existenciales del evangelio, no tie-nen por qué estar vinculadas exclusivamen-

te a uno u otro estado de vida en la Iglesia.En ese sentido sirven también para acogerdentro de sí y aunar a gentes de las más va-riadas vocaciones y estados de vida.

No se ha de olvidar, por otra parte, que loscarismas alcanzan su plenitud en la comu-nión dentro del Cuerpo de Cristo, es decir, enel darse y recibirse dentro del mismo. En esalínea el documento de la CIVCSVA Caminardesde Cristo (2002) da quizá un paso adelanteal subrayar la importancia y positiva fecundi-dad eclesial del diálogo y del compartir entrelos carismas antiguos y nuevos; lo cual se ex-plica después indicando que esto no se ha deentender sólo respecto del diálogo y de la re-lación positiva entre los diversos carismas devida consagrada, sino también entre estos ylas nuevas formas de vida evangélica y losmovimientos eclesiales 9.

Las claves de un proyecto

Como su mismo nombre indica, la revis-ta Unidad y Carismas nació con el expresodeseo de servir a esta tarea tan importanteen la vida de la Iglesia de la que venimos ha-blando, y sobre la que el magisterio en va-rias ocasiones ha querido decir una palabraen estos últimos años.

No fue la moda o un puro acto volunta-rístico lo que hizo nacer esta revista. En suorigen está ciertamente la experiencia dellargo camino recorrido hasta nuestros díaspor religiosos y religiosas que, habiendo en-trado en contacto con la espiritualidad delMovimiento de los Focolares casi desde susinicios, allá por los años cuarenta del siglopasado, no sólo se han visto iluminados pordicha espiritualidad en sus propios carismassino que, a su vez, han sentido la importan-cia de vivirlos en la unidad, es decir, en ladonación y comunión recíproca 10.

Fue la misma Chiara Lubich, fundadoradel Movimiento de los Focolares, la que im-pulsó a dichos religiosos a compartir con to-

Unidad y Carismas

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«La vida consagrada, enraizada pro-fundamente en los ejemplos y enseñanzasde Cristo el Señor, es un don de Dios Pa-dre a su Iglesia por medio del Espíritu».

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dos, empezando por la misma Obra de Ma-ría, las riquezas de sus propios carismas, vis-tos, desde luego, con una nueva mirada, lade la luz de Jesús en medio de ellos. Esto eslo que, por ejemplo, les decía a un grupo dereligiosos en abril de 1968: «La Obra de Maríapara poder tener un propio pensamiento que seacapaz de ser la luz que atraiga al hombre de hoytiene que ponerse a estudiar, a confrontarse, a con-sultar, a conocer todos las demás escuelas, de ma-nera que en todas logre captar lo que hay en co-mún con nuestro modo de ver las cosas. Será unadoctrina que contendrá todas las demás, pero serátambién una doctrina totalmente nueva. No setrata de elaborar una síntesis, sino que, estudian-do las otras doctrinas y en contacto con ellas, sepondrá de manifiesto la nuestra, que será unanueva floración, en el campo intelectual, de JesúsAbandonado y de Jesús en medio» 11.

En ese mismo encuentro, Ch. Lubichconcretó de la siguiente manera la aporta-ción que podían dar los religiosos a partir delas riquezas de sus propios carismas y espi-ritualidades: «Se da por supuesto, naturalmen-te, que estas cosas se han de elaborar teniendo encuenta Jesús en el religioso. Por lo tanto que éstesea capaz de ver ya las cosas con una mirada nue-va. Pero, dándolas, se verán también a la luz deJesús en medio, por lo que serán más plenamenteválidas para todos (…). Para llegar a esto se nece-sita mucha escucha recíproca; saber tener Jesús enmedio, para que lo que llegue a formularse sea deverdad patrimonio de todos» 12.

Algunos años más tarde, hablando de laimportancia de la sabiduría y del estudio enla Obra de María, Chiara Lubich hizo la si-guiente reflexión referida a los religiosos ysus espiritualidades propias: «Otra cosa ciertaes esta: si es verdad, como es verdad, que en los re-ligiosos del Movimiento vemos como posible lacoexistencia en unidad de dos espiritualidades, lasuya propia y la nuestra (…), y si es verdad queconstatamos en la nuestra la posibilidad de jun-tar en una profunda unidad personas llamadaspor Dios a vivir caminos diferentes, esto quiere

decir que la doctrina de la unidad y de JesúsAbandonado no sólo no se opone a las otras yaexistentes en la Iglesia, sino que quizá está llama-da a hacer de las mismas una síntesis especial,una síntesis mariana» 13.

No cabe duda de que María, la madre deJesús y nuestra madre, tiene mucho que vercon esta realidad de la que aquí se habla,porque está claro que junto a ella ningunaespiritualidad verdaderamente evangélica sepuede sentir extraña.

Muchas moradas, pero una misma casa

Esto es lo que Jesús nos dijo: que en lacasa de su Padre había muchas moradas (cf.Jn 14, 2). Muchas moradas sí, pero una mis-ma casa: la del Padre de todos, donde todossus hijos tienen un sitio. Así es la casa delPadre, y así es la casa de la Trinidad, dentrode la cual estamos llamados a vivir a ima-gen de la Trinidad, en relaciones recíprocasde entrega total y de acogida del don que losotros son para cada uno de nosotros.

Los que participamos en la elaboraciónde Unidad y Carismas, que cuenta con edi-ciones en varias lenguas, somos bien cons-cientes de que existen, gracias a Dios, mu-chas otras revistas que tienen como finali-dad reflexionar sobre la vida consagrada en

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«En este exilio la Iglesia está aún encamino y, si puedo decirlo así, es plural:una pluralidad múltiple y una unidadplural. Y todas nuestras diversidades,que manifiestan la riqueza de los donesde Dios, subsistirán en la única casa delPadre que contiene tantas mansiones.Ahora hay división de gracias, entonceshabrá una distinción de glorias. La uni-dad, tanto aquí como allá, consiste enuna misma caridad».

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general y sobre su misión en la Iglesia y enel mundo de nuestro tiempo, con su granvariedad de retos y tareas. Y también sabe-mos que muchas familias religiosas, sobretodo las de una más larga tradición espiri-tual, suelen tener sus propias revistas en lasque van proponiendo y profundizando loselementos más importantes de la propia es-piritualidad. Pero somos igualmente cons-cientes de que hay lugar para una aporta-ción en la línea de lo que Chiara Lubich su-gería en los textos antes citados.

Pretendemos que las páginas de esta revis-ta y los trabajos que en ella se publican nossirvan en primer lugar a nosotros mismoscomo palestra donde ir plasmando nuestrareflexión sobre la vida consagrada hoy, si-guiendo la inspiración espiritual que Diosdio a la Iglesia de nuestro tiempo a través deChiara Lubich y su carisma de la unidad.

Pero además, desde esa misma perspec-tiva, queremos mirar las riquezas de todoslos demás carismas que Dios ha ido dandoa la Iglesia a lo largo de los siglos y en elmomento actual, y así volverlos a contem-plar y proponer al hombre y al creyente denuestros días con nueva fuerza y nueva luz.Para nosotros todos son importantes: tantolos considerados como más grandes comoaquellos más sencillos. «El mismo EspírituSanto –dice la ‘Lumen Gentium’– no solamen-te santifica y dirige al Pueblo de Dios por los Sa-cramentos y los ministerios y lo enriquece conlas virtudes, sino que ‘distribuye sus dones acada uno según quiere’ (1Cor 12, 11), reparteentre los fieles de cualquier condición inclusogracias especiales, con que los dispone y preparapara realizar variedad de obras y de oficios pro-vechosos para la renovación y una más ampliaedificación de la Iglesia según aquellas palabras:‘A cada uno se le otorga la manifestación del Es-píritu para común utilidad’ (1Cor 12, ). Estoscarismas, tanto los extraordinarios como losmás sencillos y comunes, por el hecho de que sonmuy conformes y útiles a las necesidades de la

Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento yconsuelo» 14.

Las familias religiosas por lo general es-tán llenas de figuras ricas de estos dones deDios: empezando generalmente por los pro-pios fundadores y fundadoras, seguidos des-pués por otros muchos, algunos más famo-sos y otros menos según las circunstancias.Reconocer todos los dones de Dios es fun-

damental para nosotros, pero para eso esigualmente importante la actitud de totalacogida del don del otro, en el total des-prendimiento, silencio interior e incluso ol-vido, si se puede decir así, del propio don,porque sólo así nos parece que esta relacióntrinitaria entre los diversos carismas es po-sible y es fecunda para la Iglesia y paracada uno de nuestros propios carismas y es-piritualidades.

Nuestra revista está pensada sobre tododesde la vida consagrada, pero somosconscientes de que esas riquezas carismáti-cas de las que hablamos no pertenecensólo a los consagrados o a los más directa-mente llamados a vivir una de esas formasde vida y espiritualidad evangélica, sino

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«Otra cosa cierta es esta: si es verdad,como es verdad, que en los religiosos delMovimiento vemos como posible la coe-xistencia en unidad de dos espiritualida-des, la suya propia y la nuestra (…), y sies verdad que constatamos en la nuestrala posibilidad de juntar en una profundaunidad personas llamadas por Dios a vi-vir caminos diferentes, esto quiere decirque la doctrina de la unidad y de JesúsAbandonado no sólo no se opone a lasotras ya existentes en la Iglesia, sino quequizá está llamada a hacer de las mis-mas una síntesis especial, una síntesismariana».

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que están destinadas a ser patrimonio vivode otros muchos en la Iglesia. Por lo mis-mo podemos decir que Unidad y Carismasmira, sí, a la vida consagrada, pero no deforma exclusiva; que pretende ser una re-vista sobre todo eclesial, que promueva elconocimiento y la acogida del don divinoque son todos y cada uno de los carismasque Dios ha ido dando a la Iglesia a lo lar-go de los siglos.

Pero además nos gusta hacer lo posiblepara que nuestra mirada no se limite a con-templar sólo las riquezas de esos carismasen el pasado, sino que también se extienda acómo se viven o pueden vivir dichas realida-des carismáticas en el presente desde unaespiritualidad de comunión. De ahí las dossecciones que procuramos mantener siem-pre en cada uno de nuestros números: “Tes-tigos” y “Experiencias”.

En la práctica los religiosos quizá duran-te mucho tiempo nos hemos acostumbradoa vernos demasiado separados unos deotros, como autosuficientes, cuando nocomo adversarios. Esta mirada de ciertadesconfianza no siempre está ausente tam-poco incluso en nuestros días. Esto últimoquizá hoy no tanto frente a los diferentes ca-rismas de la vida consagrada, aunque síciertamente en ocasiones respecto de losnuevos carismas que Dios ha mandado a laIglesia en los últimos tiempos.

El reto que se nos presenta en el momen-to actual es el de volver a las fuentes de todocarisma. No sólo a las fuentes del propio ca-risma, sino también a la de todo verdaderocarisma, es decir a Dios, a Jesucristo, al Es-píritu Santo. Y esto será posible en la medi-da en que seamos capaces de reconocer enlos otros carismas al mismo Dios que hainspirado el mío, aquel al que me siento lla-mado. En cada caso a través de un fundadoro fundadora concretos y en un tiempo y es-pacio concretos, pero no sólo para ese tiem-

po y ese espacio, ni sólo para el grupo desus propios seguidores.

Habría, sin duda, que universalizar y glo-balizar más los carismas. Pero no sólo en elsentido de hacer que estén presentes en to-dos los rincones del mundo, sino, sobretodo, procurando que cada uno de ellos seacapaz de verse más en el conjunto de losotros dones del Cuerpo de Cristo, con ellos,junto a ellos, y no sin ellos, porque sólo asíse podrán entender a sí mismos de una for-ma adecuada.

Mi experiencia personal como cristiano ycomo religioso tiene mucho que ver contodo esto. El carisma de Chiara Lubich, consu lema inspirador “que todos sean uno”,me metió en el corazón, hace ya algunosaños, que sólo así, desde la perspectiva aquídescrita, desde el llevar a todos dentro, pue-do ser verdaderamente fiel a mi vocación decarmelita en la Iglesia de Dios.

1 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 40, 3.2 Cf. entre otros: Mt 6, 19-21; 19,16-30; Lc

12,33-34; 18,18-30; Hch 2, 42-47; 4, 32-35; Rm 12,3-13; 15, 25-33; 1 Cor 12-14; 2 Cor 8-9; Gál 6,6-10;Fil 2, 1-11; 4,10-20; 1 Ts 5,11-22; St 3,13-18; 4,13 –5,6; 1 Pd 4,7-11.

3 Cf. Juan Pablo II, Vita Consecrata, 3.4 Vaticano II, Lumen Gentium, 4.5 Juan Pablo II, Vita Consecrata, 1 y 3.6 Juan Pablo II, Vita Consecrata, 2.7 San Bernardo, Apología a Guillermo de Saint

Thierry, IV, 8: PL 182, 903-904; Juan Pablo II, Vitaconsecrata, 52.

8 Cf. Juan Pablo II, Vita Consecrata, 46-58.9 Cf. CIVCSVA, Caminar desde Cristo, 30; cf. 28-

32.10 Cf. F. Ciardi, Los religiosos en la Obra de María,

en Unidad y Carismas, 59 y 60 (2006) 38-40 y 25-40;C. Donegana, “Far circolare l’Amore”; storia di Chia-ra con i religiosi, in Unità e carismi, 1-2/19 (2009) 52-59.

11 Texto inédito.12 Ibidem.13 Ch. Lubich, Inaugurazione dell'Università Popo-

lare Mariana,15 ottobre 1980 (texto inédito).14 Vaticano II, Lumen Gentium, 12.

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DDDDEMOS gracias a Dios por esta luminosaobra maestra suya», había escritoChiara Lubich en un telegrama a

Ruggero y María Teresa Badano, despuésde la marcha al cielo de su hija Clara.

La fama de santidad de esta joven, di-fundida de un modo asombroso desde elmomento de su enfermedad, testimonia louniversal que puede ser un mensaje que lle-ga a laicos, sacerdotes y religiosos, e inclu-so de no creyentes, no obstante una enfer-medad incurable que te arranca, en brevetiempo, del afecto de tus seres queridos yde tus proyectos.

Sin embargo, Clara Luce hoy está másviva que nunca; ella, que había decidido vi-vir el futuro destilándolo de momentospresentes hasta la muerte, en un ejercicioen el que se había entrenado desde su mástierna infancia 1.

Una competición de amor

Clara Badano nace en Sassello (Savona-Italia) el 29 de octubre de 1971, después deuna larga espera de once años. Crece entreel afecto de sus padres, muy atentos a sueducación cristiana, y con el cariño de unafamilia que se prolonga en los tíos y abue-los. Desde sus primeros años, muestra uncarácter generoso y sociable, al mismo tiem-po que fuerte. Sólo cuenta cuatro añoscuando un día su madre le pregunta si quie-re rezar con ella; a su negativa, María Tere-sa le responde: «Entonces yo rezaré tambiénpor ti». Y un momento después oye a Clari-ta que recita las oraciones con ella.

A los ocho años escribe en una cartitapara el año nuevo: «También yo le pido al Se-ñor que bendiga el año recién nacido; también yoespero los dones preciosos de la bondad, de lafuerza y la paz. Sé que el tiempo es un don de

Unidad y Carismas

Mariagracia Baroni

Clara Luce Badano.Una obra maestra de Dios.

TESTIGOS

Clara Luce, una chica de dieciocho años, muerta de cáncer en 1990, fue beatificada el 25 de sep-tiembre de 2010 en el Santuario del Divino Amor de Roma, tras haberle sido atribuida la curaciónde un muchacho de Trieste (Italia). Es el primer miembro del Movimiento de los Focolares que al-canza este reconocimiento oficial de la Iglesia.

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Dios, sé que cada hora del día es una moneditaque hay que emplear con juicio y con bondad».Entre ella y su madre existía cada día unaespecie de competición sobre quién hacíamás actos de amor. Y, como cuenta MaríaTeresa, «al final del día, ella siempre había he-cho más que yo».

Una vida nueva en familia

En 1981 tiene lugar su encuentro con elMovimiento de los Focolares. Unos amigosinvitaron a la familia Badano al Family-fest 2, que se celebró en el Palaeur de Roma.Este encuentro marcó, para ella y para suspadres, el comienzo de una vida nueva a laluz del ideal de la unidad. Clara, que enton-ces tiene nueve años, se une desde el primermomento a las gen-3 3 de la zona de Savonay de Génova.

En este período dirige su primera carta ala fundadora del Movimiento: «QueridísimaChiara Lubich: Lo primero de todo me presento.Soy una niña de casi diez años, me llamo Chiaracomo tú, vivo en un pueblecito llamado Sassello,provincia de Savona. Yo te conozco porque el 3 demayo fui con mis padres a Roma, al congreso delas familias, y en medio de toda aquella gente, lo-gré verte con unos anteojos.

Este año he tenido la suerte de participar enmi primera Mariápolis 4. No fui con mis padres,sino que elegí ir con las gen 3 a un santuario muybonito llamado de la Virgen del Pozo. Cuando mimamá me dejó, estaba un poco preocupada y medijo: ‘Chiara, ahora estás sola, así que trata deportarte bien’. Pero yo le respondí: ‘Mamá, no es-toy sola, porque está Jesús’.

Las niñas que conocí eran buenas, amables,distintas de las del colegio, y hemos tratado jun-tas de vivir por Jesús. También he hecho una pe-queña experiencia, prestando mis zapatos a unaniña que tenía que subir al escenario para contarsu experiencia a la Mariápolis de los adultos. Teabrazo fuerte, fuerte. Chiara».

Y a los doce años, durante su primer con-greso gen-3, la elección de Jesús crucificadoy abandonado como “esposo de su alma”:«Antes lo vivía más bien superficialmente, y loaceptaba para esperarme después la alegría. Eneste congreso he comprendido que estaba total-mente equivocada. No tenía que instrumentali-zarlo, sino amarlo y basta. He descubierto que Je-sús abandonado es la llave de la unidad con Diosy quiero elegirlo como mi primer esposo y prepa-rarme para cuando venga. ¡Preferirlo!».

En noviembre de 1985 comunica en unacarta a Chiara Lubich el descubrimiento delEvangelio vivido: «He comprendido que no erauna cristiana auténtica porque no lo vivía hasta elfondo. Ahora quiero hacer de este magnífico libroel único fin de mi vida. No quiero ni puedo per-manecer analfabeta de un mensaje tan extraordi-nario. Así como para mí es fácil aprender el alfa-beto, así también debe serlo vivir el Evangelio».

Una chica normal

La adolescencia transcurre tranquila en-tre los amigos y el deporte que le encanta,en particular el patinaje y la natación, perotambién disfruta con el tenis. A menudo seacerca a una residencia de ancianos que

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Cuando vuelve a casa, va seria,con la vista baja, no quiere respon-der ni a la inquietud de su madre. Seecha en la cama y permanece así, ensilencio, sola durante veinticinco mi-nutos; luego, se gira de repente ydice a su madre: «Ahora ya puedes ha-blar». En aquellos momentos le dijoa Jesús su sí y ya no se volverá atrás,respondiendo desde entonces a cadasuceso con un ofrecimiento decidi-do: «Si lo quieres tú, Jesús, también loquiero yo».

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dista poco de su casa, donde hay una vieje-cita con la que establece una relación muyespecial.

Por razón de sus estudios, en 1985 la fa-milia decide trasladarse a Savona, dondeClara acaba de matricularse en el liceo clási-co, aunque ella no quiere marcharse delpueblo y tiene que llegar a un acuerdo consus padres de volver todos los fines de sema-na a Sassello, porque allí puede volver a es-tar con sus amigos.

Clara se aplica mucho al estudio, lo cualno le evitará suspender el cuarto curso de ins-tituto a pesar de las vivas protestas de todossus compañeros, porque no se lo merecía.Un año después recuerda esto en una carta asu amiga Marita: «Para mí fue un dolor grandí-simo. Al principio no lograba darle este dolor a Je-sús. Ha hecho falta tiempo para sobreponerme unpoco, y todavía hoy, cuando a veces lo pienso, mevienen ganas de llorar. Es Jesús abandonado».

Es fuerte en ella el deseo de comunicarcon su vida y con gestos concretos la elec-ción que ha hecho de Dios, hasta el puntoque a la pregunta que una vez le dirige sumadre: «¿Hablas alguna vez de Dios con tusamigos?», ella responde: «Lo importante no eshablar de Dios. Yo tengo que darlo».

Veinticinco minutos

El verano de 1988 toca a su fin. Clara estájugando al tenis cuando siente un dolor tanfuerte en el hombro, que no puede seguircon la raqueta en la mano. Al comienzo, losmédicos piensan en una fractura y la ven-dan. Pero luego, como cuenta FerdinandoGaretto, amigo de Chiara y entonces estu-diante de medicina, «un día, ella misma coge elteléfono y llama a los médicos, pidiendo que le ha-gan un TAC, porque no veía mejoría y los doloresempezaban a agudizarse. Tenía 17 años».

El diagnóstico resultante de las diversaspruebas es un osteosarcoma localizado en-tre el hombro y la espalda, un tumor enton-

ces imposible de curar. Después de una pri-mera intervención quirúrgica, dolorosa,empieza a comprender que debe tratarse dealgo extremadamente serio. Pide el diagnós-tico al médico y así descubre lo que tiene.

Cuando vuelve a casa, va seria, con lavista baja, no quiere responder ni a la in-quietud de su madre. Se echa en la cama ypermanece así, en silencio, sola duranteveinticinco minutos; luego, se gira de repen-te y dice a su madre: «Ahora ya puedeshablar». En aquellos momentos le dijo a Je-sús su sí y ya no se volverá atrás, respon-diendo desde entonces a cada suceso con unofrecimiento decidido: «Si lo quieres tú, Jesús,también lo quiero yo».

La relación especial con sus padres, fun-damentada en una profunda relación deunidad, acompaña a Clara durante todo eltranscurso de la enfermedad. Existe una talatmósfera que el obispo de Acqui Terme,Mons. Maritano, que después incoará elproceso de beatificación, percibe inmediata-mente y que no duda en definir como un“milagro”.

Recuerda Ruggero, su padre: «En la enfer-medad hemos visto la mano de Dios: he descubier-to una hija nueva, desconocida. La relación quehemos tenido con Jesús nos ha ayudado a dar lospasos interiores necesarios. En una ocasión, Cla-ra, después de una meditación que hicimos juntos,dijo: ‘Cuando tenemos la presencia de Jesús entrenosotros, somos la familia más feliz del mundo’».

«Yo lo tengo todo»

El mal avanza y Clara, con grandes dolo-res, pierde también el uso de las piernas,que la confina a la inmovilidad. «Yo acababade recibir la noticia –dice Garetto–. Corro rápi-damente a su casa pensando en cómo podría sen-tirse, y, en cambio, entro en su habitación, y ellame recibe con un ‘¡ciao!’ y me pregunta por elexamen que estaba preparando”.

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Estando un día en el hospital de Turínpara una inyección que atenuara las fuertescontracciones en las piernas, recibe la visitade «una señora hermosísima» que la toma dela mano y la anima. Cuenta este episodio enuna cinta grabada para sus amigos los gen,describiendo que le había invadido una ale-gría indescriptible que ella define «un mo-

mento de Dios profundísimo». Una señora quenadie había visto entrar; ni siquiera sus pa-dres, que se encontraban en la antesala.

Entretanto celebra sus 18 cumpleaños. Eldinero que recibe con este motivo de fami-liares y amigos (unos mil euros de ahora), loentrega a G. Piccardo, un amigo suyo, apunto de partir para Benin, a una misión deexcavación de pozos de agua potable. Y ledice. «A mí no me sirve; yo lo tengo todo».

Las curas ya no surten ningún efecto. Es-cribe a Chiara Lubich: «Te informo un pocosobre mi estado de salud. He suspendido el trata-miento de quimioterapia a la que me había some-tido, porque ha resultado inútil continuarlo: nin-gún resultado, ninguna mejoría. ¡La medicinaha depuesto las armas! Sólo Dios puede».

Y cuenta Garetto: «En el expediente clínico deClara se lee: ‘En junio de 1990, la paciente telefo-nea y pide interrumpir la quimioterapia… Tam-bién decide rehusar la morfina. Dice: ‘Quita la lu-

cidez y yo sólo puedo ofrecer a Jesús el dolor. Sólome ha quedado esto. Si no estoy lúcida, ¿qué senti-do tiene mi vida?». Clara sigue haciéndose muypresente, tanto a sus amigos como a los gen,aunque sólo sea con breves notas, para per-manecer en viva comunión con los demás.

Un nombre nuevo

Chiara Lubich le da un nombre nuevo:«‘Chiara Luce’ es el nombre que he pensado parati; ¿te gusta? Es la luz del ideal que vence al mun-do. Te lo envío con todo mi afecto».

Llegan los últimos días, y Clara Luce sepregunta: «¿Por qué no viene Jesús todavía?».Decide prepararlo todo para su “fiesta nup-cial” con Jesús, como dice ella. Elige con suamiga Chicca los cantos, su vestido de no-via, incluso cómo la tiene que maquillar. Ydice a su madre: «Estate cerca de papá, no seaque en la misa se eche a llorar y haga ruido».

Muere el domingo 7 de octubre de 1990,a las cuatro de la mañana. Sus últimas pala-bras son para su madre: «Adiós. Sé feliz, por-que yo lo soy». Y cuando su padre le preguntasi estas palabras también valen para él, ellale aprieta la mano. Sus córneas fueron tras-plantadas y hoy dos jóvenes pueden ver porella. Varios miles de personas acuden a darleel último adiós y su funeral es una fiesta,porque el paraíso está presente en Sassello.

La beatificación

En los años sucesivos, son muchas laspersonas que se llegan a su tumba y se con-gregan el día del aniversario de su muerte.

El proceso diocesano para la beatifica-ción se emprende por voluntad de Mons.Maritano, obispo de la diócesis, en junio de1999, después de un período de reflexión yde estudio de «lo que sucedería después de sumuerte», afirma.

El 3 de julio de 2008, el papa promulga eldecreto de la venerabilidad de la Sierva de

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Sus últimas palabras son para sumadre: «Adiós. Sé feliz, porque yo losoy». Y cuando su padre le preguntasi estas palabras también valen paraél, ella le aprieta la mano. Sus córne-as fueron trasplantadas y hoy dos jó-venes pueden ver por ella. Varios mi-les de personas acuden a darle el úl-timo adiós y su funeral es una fiesta,porque el paraíso está presente enSassello.

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Dios Clara Badano por haber ejercitado lasvirtudes en grado heroico. Chiara Lubichparticipa en esta fase del proceso, enviandosu propio testimonio, incluido luego en la“relatio” (documento redactado por los con-sultores teólogos), recordando que ClaraLuce había asimilado los diez puntos funda-mentales de la espiritualidad del movimien-to: Dios amor, hacer la voluntad de Dios, Palabrade vida vivida, amor al prójimo, amor recíproco, launidad y Jesús presente, María, la Iglesia y el Es-píritu Santo. Pero, de una manera muy espe-cial, la joven experimentó «Jesús abandonado,‘llave de la unidad’; lo prefería; lo descubría en losalejados, en los ateos».

En enero de 2009, un grupo de médicosconvocado por la Congregación para lasCausas de los Santos para estudiar una cura-ción atribuida a la intercesión de Clara Luce,concluye con la “no explicabilidad” del casopor las solas fuerzas de la naturaleza segúnlos conocimientos médicos.

Se trata de un muchacho de dieciséis años,que había sufrido un ataque de meningitis en2001. Todos los intentos por salvarlo habíanresultado vanos y la situación era gravísima,pues cinco de sus órganos vitales estabanafectados. La madre del muchacho decidiódirigirse a su hermano, adherente del Movi-miento de los Focolares, organizando así unacadena de oración para pedir la intercesiónde Clara Luce. Se reza durante toda una no-che y al día siguiente el muchacho empezó amejorar.

Promulgado el “decreto del milagro”, seeligió el 25 de septiembre de 2010, para la be-atificación en el Santuario del Divino Amor,cerca de Roma, en donde con la asistencia deuna gran multitud llegada de todas partes delmundo, tuvo lugar la solemne ceremonia enmedio de un clima muy particular de fiesta yalegre juventud.

Al final del día, en el Aula Pablo VI alcompleto, y, en la plaza de San Pedro a travésde pantallas, multitud de jóvenes y menos jó-

venes sienten que Clara Luce está presente yvivísima en la fiesta de cielo conducida porlos gen, sus amigos.

El domingo 26 de septiembre, en la basíli-ca de San Pablo Extramuros de Roma, lamisa de acción de gracias fue presidida por elCard. Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.Al final de su hermosa homilía, quiso anun-ciar una sorpresa: «Volviendo del viaje de GranBretaña con el Santo Padre, sentado junto a él enel avión, hablamos de Chiara Luce Badano y medijo que esta Beata nuestra es un ejemplo que hayque tener muy en cuenta para los jóvenes…».

Luego, antes del rezo del Ángelus, elPapa, refiriéndose a la alegría por esta beati-ficación, reiteró que ésta es una fiesta paralos jóvenes, que pueden encontrar en ClaraLuce un ejemplo de coherencia cristiana, in-vitando a alabar a Dios «porque su amor esmás fuerte que el mal y que la muerte»; y «agra-decer a la Virgen María que conduce a los jóvenes,aún a través de las dificultades y los sufrimientos,a enamorarse de Jesús y a descubrir la belleza dela vida».

El 3 de octubre, también el Papa, en un en-cuentro con los jóvenes y familias en Palermo,hablando nuevamente de ella, les dijo: «Os in-vito a conocerla: su vida fue breve, pero es un men-saje estupendo… Ella rebosaba de la luz de Dios. Yesta luz, que viene de la fe y del amor, sus padres fue-ron los primeros en encenderla…».

1 Bibliografía: M. Zanzucchi, Realizarse a los 18.Vida y huella de Clara Badano, Ciudad Nueva, Ma-drid 2010; Franz Coriasco, Clara Badano. “ChiaraLuce” vista de tejas abajo, Ciudad Nueva, Madrid2010.

2 Familyfest: evento internacional organizadopor el Movimiento Familias Nuevas.

3 Gen 3: son las jóvenes del Movimiento de losFocolares (entre 9 y 17 años).

4 Con el término “Mariápolis” (ciudad de Ma-ría) se entienden los encuentros anuales del Movi-miento de los Focolares, donde las personas se reú-nen para vivir la fraternidad que nace de la prácti-ca del amor recíproco.

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N.º 76 - Octubre-Diciembrre 2010

SSSSOY misionero de la Consolata y ac-tualmente realizo el servicio de direc-tor espiritual en Roma, en el Pontifi-

cio Colegio Misionero Internacional SanPablo Apóstol de la Congregación para laEvangelización de los Pueblos.

El primer contacto

En junio de 1964, en Turín, tuve el pri-mer contacto con la espiritualidad de la uni-dad, cuando acompañé a un compañero decomunidad a visitar a unos amigos suyosque vivían -me había dicho- como consa-grados en el mundo.

La impresión, todavía viva en mi mente,fue la cordialidad con la que me acogieron yla sencillez y el orden que reinaba en lacasa. Parecía que todos los pocos mueblesestaban en su lugar justo. Me invitaron a unencuentro que tendría lugar durante el vera-no en Ala di Stura (Turín). Fui y vi mucha

gente de toda condición social, también reli-giosos de distintas órdenes, y tuve otra vezla misma impresión de serenidad y de paz.

Luego perdí el contacto. Acababa de serordenado sacerdote y fui destinado a un se-minario menor nuestro como vicerrector.Las actividades me absorbieron como untorbellino.

Después de tres años, inesperadamentefui enviado a nuestra provincia española.Este destino me molestó mucho, porque eralo contrario a lo que se me había propuestoalgunos días antes, y me hizo sufrir. Enton-ces alguien me propuso participar, para su-perar el derrumbe espiritual, en una Mariá-polis, una convivencia estiva del Movimien-to de los Focolares.

Quedé impresionado del discurso de unaseñorita –luego supe que se llamaba Rena-ta– sobre la pasión por la Iglesia, siguiendolas huellas de santa Catalina de Siena. Fuiprofundamente cogido por sus palabras, tal

Giovanni Marconcini, i.m.c.

Encontré la serenidad y la paz

EXPERIENCIAS

Los frutos y efectos de los “siete aspectos” puestos en práctica. El encuentro con la espiritualidadde la unidad y el descubrimiento de un “juego”. A la búsqueda de una armonía siempre nueva.

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vez porque me sentí tocado en mi identidadmisionera. En aquel momento comprendíque la espiritualidad de la unidad me ayu-daría a ser más misionero y decidí, estandoya en España, permanecer en contacto conel Movimiento.

El encanto de la sabiduría que brotaba deaquella nueva espiritualidad, suscitó en míla duda de que tal vez yo estaba hecho justa-mente para ella y que debería dejar mi con-gregación para unirme a aquellos jóvenesentusiastas. Ellos, en cambio, no tenían du-das y con frecuencia me repetían: «Tú tienesque ser tu fundador vivo hoy». Comprendí queviviendo profundamente mi vocación mi-sionera como específica voluntad de Diossobre mí, me sentiría en casa también enaquella nueva espiritualidad.

El descubrimiento de los carismas

Entonces tomé los escritos de G. Allama-no, para ser lo que debía ser y, con mi sor-presa, los redescubrí nuevos e incandescen-tes, como si fuesen gotas de agua que caíansobre un brasero. Brillaban con una lumino-sidad totalmente particular. Mi ser misione-ro, y en concreto misionero de la Consolata,me sentaba bien, como un traje hecho a me-dida. Era la nueva espiritualidad que habíadescubierto la que me había hecho redescu-brir como nuevo a mi fundador.

Esta espiritualidad partía del descubri-miento de Dios como único Ideal que debíaabrazar, que se convertía en mí como un pe-gamento que unificaba todas mis activida-des. Mi fundador repetía con fuerza la mis-ma cosa: «Solo Dios, solo Dios». La espiritua-lidad de la unidad me hacía descubrir lapreciosidad del momento presente. Mi fun-dador me repetía: «Hic et nunc, nunc coepi»(aquí y ahora, ahora empiezo).

Viví entonces un período de luz, con grandeseo de leer la vida de los santos, especial-mente de los fundadores y fundadoras de

órdenes. Cuántos carismas, cuántos donesotorgados por el Espíritu Santo a la Iglesiaen el curso de los siglos. Pero no eran sololos libros los que volvían a proponer antemis ojos la belleza de la Iglesia. Ella res-plandecía cerca de mí, en todos aquellos re-ligiosos que veía en los encuentros que detanto en tanto el Movimiento organizabapara ellos.

Allí me sentía hasta tal punto parte vivade la Iglesia que tenía la impresión de quetodos aquellos carismas, sembrados comootras tantas joyas en su seno, me pertenecí-an también a mí, que hubieran sido manda-dos a la Iglesia precisamente para mí. SanFrancisco, santa Teresa de Jesús, santa Tere-sita, y tantos otros santos, todos eran undon para mí.

Se me ponían al alcance de la mano paraestimularme a ser como ellos. Ninguna desus espiritualidades era extraña a mi espiri-tualidad misionera, más aún, la enriquecíany la hacían más fascinante. Desde esta pers-pectiva, me parecían fuera de lugar aquellasfrases dichas por algunos religiosos, comoconfirmando el exclusivo apego a su ordeno instituto: «A mí me basta con la espirituali-dad de mi fundador, no tengo necesidad de otra».Aun respetando este punto de vista, yo losentía reductivo y sobre todo dispersivo.

Ser amor

¡Dispersivo! Sí, porque, sin embargo,poco a poco, casi sin darme cuenta, en con-tacto con otros religiosos y personas que seadherían a la espiritualidad de la unidad,sentía que dentro de mí todo se recogía enunidad. Incluso la misma espiritualidadmisionera, que mis formadores me habíaninculcado en los años de formación, ya noera el centro de mi vida, no obstante ibasiendo realidad.

Lo importante era amar, tener una pro-funda relación con Dios amor, no tanto ser

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N.º 76 - Octubre-Diciembrre 2010

misionero, o ser sacerdote, realizar una de-terminada actividad, ir o no ir a los desea-dos territorios de misión. “Siendo amor”era como yo lograba vibrar al unísono conel corazón de cualquier ser humano. Y–aunque parezca extraño– era justamenteen ese punto profundo de encuentro con to-dos donde me sentía también más misione-ro. Después todo se armonizaba y brotabade ese centro.

Los “aspectos”

Desde los primeros encuentros con losfocolarinos, cuando entre otras cosas admi-raba el orden de los ambientes donde viví-an, me decían: «Nuestra vida está organizadasegún siete aspectos». No entendía qué querí-an decir, pero intuía que era algo hermoso ysabio. Lo comprendí más tarde.

El amor invisible del Padre se había he-cho visible en Jesús, había tomado un cuer-po. Igual que la luz del sol, filtrándose a tra-vés de la lluvia, forma en el cielo el arco iriso, pasando a través de un prisma se refractaen mil matices de colores, pero siendo siem-pre luz, así el amor –Jesús, la luz verdade-ra–, encarnándose, ha “coloreado” de amortodas las expresiones de la vida, desde lasmás simples a las aparentemente más im-portantes.

Esta intuición de Chiara Lubich me entu-siasmó enseguida y me hizo comprender quela unidad, antes de ser la expresión visible dela Iglesia, antes de ser un resultado ecuméni-co o interreligioso, tenía que conseguirladentro de mí. Era el amor. Era Jesús dentrode mí. Con ella, toda mi vida tendría sentido.Sin ella, todo sería vano y dispersivo.

Recordé lo que dice el Evangelio:«Quien no recoge conmigo, desparrama» (Lc11, 23b). Lo veía lógico. Mi vida tenía queconstruirse sobre el amor. Lo esencial eraamar, y todo lo demás, cada expresión demi vocación misionera, o era expresión de

esta actitud de fondo, o era paja que elviento esparce.

La solución de un juego

Comencé a vivir así una aventura extra-ordinaria, donde todo tiene valor, desde elmomento de despertar a la celebración de lamisa, o al desayuno, etc. Todos los momen-tos, desde los más insignificantes, como re-coger un papel del suelo; o los más aburri-dos, como esperar un autobús, hasta los quese consideran más importantes, como unaentrevista con alguien o desempeñar un tra-bajo de responsabilidad, todos son momen-tos sagrados, expresiones concretas de amoral prójimo, aunque esté ausente, porque a élestán destinados.

Y a veces saboreo en el alma un sentidode paz y de gozo como un niño que ha en-contrado la solución de un juego. La vidacristiana se reducía a que todo girara en tor-no al eje de la unidad, sentida dentro de mí.

Y dado que la luz del amor iluminabacon diversos matices de color todos los as-pectos de mi jornada, comprendí lo impor-tante que era que hubiese armonía entreellos. Chiara había intuido que el amor seexpresa en siete aspectos principales. Paraser yo esa luz, todos los aspectos debían es-tar presentes. Si un aspecto hubiese domina-do sobre los demás, intuía que ése ya no erauna expresión del amor.

Era lógico, pues, encontrar sitio para to-dos los aspectos en el arco de mi jornada: eltrabajo, el testimonio cristiano, la oración yla vida espiritual, el deporte con el debidodescanso y el cuidado de la salud, el ordendel lugar donde vivía, el estudio y la puestaal día, y, por último, el cuidado de las rela-ciones con todos, cercanos y ausentes.

Ya es una convicción y una experienciade muchos años. Aun con mil imperfeccio-nes -cada día descubro nuevas-, siento queesta vida me procura equilibrio, armonía,

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paz, modera mis alegrías y suaviza mis su-frimientos.

En varias circunstancias, me he encontra-do en contacto con jóvenes, por ejemplo enEspaña o en Kenya o en los Estados Uni-dos. Siempre se han sentido felices, cuandotenía la oportunidad de explicarles la vidasegún estos siete aspectos armonizados porel amor. Era como si se encendiese una luzen sus corazones y comprendían inmediata-mente cómo ordenar su vida.

En Kenya, por varios años, tuve ocasiónde enseñar Historia de la Filosofía. Durantetres cursos me pidieron que también ense-ñara Estética. Me preparé para exponer lamateria con entusiasmo. Recuerdo que, ex-plicando los criterios objetivos y subjetivospara definir a una cosa “bella”, me vinierona la mente estos aspectos, pero sería dema-siado largo explicar cómo.

Un equilibrio siempre nuevo

Desde hace más de quince años me en-cuentro en Roma. Doce los he pasado eninstituciones académicas de la Congrega-ción para la Evangelización de los Pueblos.Nunca me he sentido un misionero fracasa-do; al contrario, me siento más misioneroque nunca, y misionero de la Consolata,porque estoy inserto en el corazón de laIglesia misionera.

Os cuento una breve experiencia. Lleva-ba ya varios días que, por el cansancio deltrabajo (era secretario general de la Pontifi-cia Universidad Urbaniana), descuidaba losrezos comunes con mi comunidad. Preferíaquedarme solo en el cuarto, pero me dicuenta que algo no funcionaba y que mivida espiritual se enfriaba.

Un día me hice el propósito de participaren la oración común. Era jueves y habíaadoración eucarística. En el silencio, delan-te de Jesús eucaristía, intuí el error en elque había incurrido. De una manera abso-

lutamente nueva, comprendí la sabiduríade mi fundador, Allamano, que había dese-ado marcar nuestra vida diaria con un rit-mo hecho de oración, estudio, recreación,descanso, etc. De aquella experiencia nacióluego una reflexión que tuve ocasión decompartir con diversas comunidades reli-giosas, titulada «Volver a encontrar el equili-brio». Sobre todo creció en mí la gratitud aDios por haberme querido en los Misione-ros de la Consolata.

Un arco iris de carismas

En contacto con los otros religiosos quecomparten esta espiritualidad de la unidad,vuelvo a descubrir la misma Iglesia cada vezmás hermosa, revestida de todos los caris-mas que nuestros fundadores y fundadorasle han dejado en herencia.

Hay carismas que resaltan la oración,otros el anuncio evangélico, otros las obrasde misericordia, otros el estudio y la ense-ñanza, y otros la comunicación.

Todos estos carismas, como dones de luzprovenientes del único Espíritu, componenen la tierra un magnífico arco iris, comoconfirmando y testimoniando que, con lacolaboración de todos se puede transformarnuestra atormentada familia humana enuna nueva familia que se parezca cada vezmás a la del cielo: «Así en la tierra como en elcielo» (Mt 6, 10).

1 Renata Borlone (1930-1990), sierva de Dios.Nació el 30 de mayo en Aurelia, cerca de Roma. Alos 19 años conoció a Chiara Lubich. Desde 1967fue responsable de Loppiano (Incisa Valdarno,Florencia), ciudadela internacional del Movimien-to de los Focolares. Murió el 27 de febrero. Fue se-pultada en el Santuario de María Theotokos enLoppiano.

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N.º 76 - Octubre-Diciembrre 2010

CCCCOMENZAMOS en Orcasitas, unconocido barrio de Madrid, porquelos hermanos españoles ya tenían

allí experiencia y práctica en este campo detrabajo. En CONFER (Conferencia españo-la de religiosos) se nos orientó para entrar encontacto con los jesuitas y, a través de ellos,empezamos a trabajar en el CIE (Centro deinternamiento de extranjeros).

En España hay 9 de estos centros, y un to-tal de 300 en Europa; pero los reglamentosson distintos según el país. Un inmigrante“sin papeles” puede ser detenido hasta 60días, según la ley de extranjería española. In-teresarme por la situación de esas personas,estar cerca de ellas, intentar alguna soluciónsi era posible… Este ha sido el ámbito nor-mal en el que me he movido durante un año.

Anteriormente desempeñé labores pasto-rales como párroco de una parroquia másbien burguesa en la ciudad de Salzburgo(Austria). Por lo mismo mi nuevo trabajo enMadrid me supuso un cambio radical. Tal

vez parezca algo increíble, pero el mayortiempo de mi trabajo consistía en tener queesperar. A veces he tenido que esperar másde dos horas para poder visitar a un deteni-do en el centro. Y luego, el tiempo concedi-do para poder hablar con uno de estos rete-nidos no podía exceder los 15 minutos.

En todo momento ha sido una ocasiónpara mí de vivir la palabra de Jesús: «Estabaencarcelado y vinisteis a verme» (Mt 25, 36); ytambién: «Amarás a tu prójimo como a ti mis-mo» (Mt 22, 39). Muchas veces me he hechoesta reflexión: si yo estuviese detenido aquídentro, sin recibir una visita, sin poder hacernada por encontrar una solución, cómo mealegraría poder recibir la visita de alguien,de cualquiera que me hablara y mostrara suinterés por mí.

Con frecuencia no se puede hacer muchopor estas personas: cubrir alguna necesidadmaterial perentoria, pero pocas veces es po-sible establecer un contacto con alguno delos abogados de Pueblos Unidos, ONG de

Alois Schlachter, c.pp.s.

«Fui forastero y me acogisteis»

EXPERIENCIAS

El año 2009, cuatro Misioneros de la Preciosa Sangre –dos españoles, un italiano y yo, que soyalemán–, dimos comienzo a la formación de una “comunidad internacional para servicio de losinmigrantes”, poniendo por obra el proyecto que hacía cinco años habían aprobado los delegadosde las provincias europeas de nuestra congregación,

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los jesuitas. La mayoría de las veces la visitaservía únicamente para hacer sentir a la otrapersona que no estaba sola, darle conversa-ción, escucharla…

Allí, esperando bajo la única carpa llenade gente, hay que sufrir el calor del verano yel frío del invierno, haciendo cola con fami-liares y amigos, que también esperan ver alos suyos. He tenido que esperar mi turnocomo uno más de ellos, y ser así también so-lidario, compartir una situación de sin-senti-do, de angustia, de horror. Lejos han queda-do los éxitos de cuando era párroco, cuandomis antiguos feligreses me agradecían lo queles comunicaba en las homilías. Ahora mishomilías eran éstas: estar junto a esa gente y,por mi parte, sentirme contento de poder es-tar allí con ellos.

Ha habido otro aspecto en este trabajo: elcontacto con los policías. Entre ellos los hayamables, pero no todos son así.

Mi vida diaria no la ha llenado únicamenteeste trabajo pastoral de servicio a los inmi-grantes. Mi estancia en España ha tenido tam-bién otro aspecto a tener en cuenta: el de for-mar parte de una comunidad internacional. Yesto tampoco es fácil. Sobre todo al principiosupuso un verdadero desafío para mí: la len-gua, tratar de entenderme con pocas palabras,estar atento a la sola percepción, una vida conritmos y costumbres muy distintas…

Por ejemplo, la liturgia siempre ha tenidopara mí un carácter de “patria”, ayudándo-me a encontrarme “en casa”, pero, en la pa-rroquia de aquí, me costó mucho adaptar-me. También el pensamiento teológico, coninfluencia de corrientes creo que excesiva-mente liberales, ha originado situaciones de-licadas. En cierta manera, también me hesentido “inmigrante” en un mundo que porvarias causas me resultaba un tanto ajeno.Me encanta predicar, pero lo he hecho muypocas veces. Al principio por el idioma, des-pués porque yo tenía que ocuparme en otrasobligaciones…

En alguna ocasión Chiara Lubich habíadicho que “siempre podemos aprender”.Ésta ha sido una recomendación muy im-portante para mí: estar en actitud de “quereraprender”, de no juzgar personas o situacio-nes, sino tratar de aprender amando. ¿Porqué el otro lo hace o lo dice así? He visto queen un año he vivido relaciones buenas, au-ténticas, con mis hermanos misioneros ytambién con algunos laicos de la parroquia.

Después de la experiencia de este año,nuestros provinciales europeos han decididosuspender, por falta de miembros, el proyec-to de esta “comunidad internacional al servi-cio de los inmigrantes”, y yo vuelvo de nue-vo a mi provincia de lengua alemana. Creoque la tristeza de este momento de despedidaes un signo de lo que ha madurado entre no-sotros, que yo considero un don de Dios.

Viviendo cerca de estos inmigrantes, mepregunté: ¿Con quién puedo compartir mivida, mi experiencia? Naturalmente, en pri-mer lugar con los de casa, mis hermanos mi-sioneros. Y también con religiosos amigos,de distintas congregaciones, con los que, enreuniones quincenales, he podido compartirmi experiencia y enriquecerla en el espíritude la unidad.

Pero no todo quedó ahí. Mi vida y expe-riencia no era sólo mía y para mí. Por eso heescrito un correo circular a mis familiares yamigos de Alemania y Austria, establecien-do con ellos unas relaciones muy bonitas.En un pueblo austriaco organizaron un con-cierto para informar sobre la situación de losinmigrantes con los que yo trabajaba. La or-questa estaba formada por muchos niños. Seleyó una carta que escribí para el momentoy se hizo una colecta para nuestro proyecto.

Desde un punto de vista estratégico oeconómico, el final de este proyecto podríaparecer como un fracaso. Pero creo que ésano es toda la realidad. Por eso me digo a mímismo: lo que cuenta y lo que queda es elamor que has sido capaz de dar a los demás.

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30. El amor de Dios Padre.

31. Vivir a Jesús que ora.

32. Propuestas de Pastoral Juvenil.

33. El Este europeo, más allá de las fronteras.

34. Fraternidad.

35. Martirio.

36. El amor sana.

37. Asís: diálogo entre carismas.

38. Esperanzas de inicio de milenio.

39. Habitar en armonía.

40. Evangelizar.

41. Caminar desde Cristo.

42. Fidelidad.

43. La Sabiduría.

44. Vida religiosa. ¿Respuesta a los signos delos tiempos?

45. De Subiaco a Montserrat. MonaquismoBenedictino en Camino.

46. El amor une.

47. El Rosario, camino de espiritualidad - I.

48. El Rosario, camino de espiritualidad - II.

49. La experiencia.

50. «Sed santos».

51. Un camino para la unión con Dios.

52. Laicos y religiosos juntos.

53. La vida religiosa y el corazón inquieto deEuropa.

54. Caminar con Jesús en medio de los suyos.

55. La Eucaristía: llegar a ser Jesús.

56. Carismas para Europa y para el mundo.

57. Religiosos jóvenes en la vida consagrada.

58. Jesús abandonado y la vida.

59. La vida consagrada a la luz del carismade la unidad.

60. La vida consagrada en el diálogo interre-ligioso.

61. Vivir la palabra.

62. La educación a la espiritualidad de co-munión.

63. Sentir a Dios.

64. Mi noche no tiene oscuridad.

65. Carismas para la ciudad.

66. Misioneros: Evangelio y Cultura.

67. ¿Quién construye la ciudad?

68. Para ser la palabra viva’

69. Caminando con san Pablo.

70. Chiara Lubich y los carismas.

71. Siguiendo los pasos de María.

72. El Dios de Jesús, no otro.

73. Un sacerdocio para todos.

74. Transmitir el carisma.

75. Carismas: dones del Espíritu en unaIglesia-comunión.

76. En la tierra como en el cielo.

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