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Carismas y belleza Testigos de la belleza divina. Estética de la vida consagrada Mauro Mantovani, s.d.b. La verdadera belleza. Selección de textos de Chiara Lubich La Redacción Los religiosos creadores de belleza Heinrich Pfeiffer, s.j. La belleza en la liturgia oriental Paolo Cocco, o.f.m.cap. Santos juntos: el mensaje de Chiara Lubich en el testimonio de Chiara Luce Badano Lucia Abignente N.º 89/2014 Enero - Marzo Unidad y Carismas

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Carismas y belleza

Testigos de la belleza divina.

Estética de la vida consagrada Mauro Mantovani, s.d.b.

La verdadera belleza.

Selección de textos de Chiara Lubich La Redacción

Los religiosos creadores de belleza Heinrich Pfeiffer, s.j.

La belleza en la liturgia oriental Paolo Cocco, o.f.m.cap.

Santos juntos: el mensaje de Chiara Lubich

en el testimonio de Chiara Luce Badano Lucia Abignente

N.º 89/2014 Enero - Marzo

Unidad y Carismas

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«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

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EEddiicciióónn eessppaaññoollaaEdita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)

Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

RReevviissttaa ttrriimmeessttrraall ddee eessppiirriittuuaalliiddaadd yy ccoommuunniióónn

EEddiicciióónn ppoorrttuugguueessaa«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; JoséLuis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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3333Unidad y Carismas, N.º 89 Enero - Marzo 2014

CARISMAS Y BELLEZA

Editorial

Lo más bello Paolo Monaco, s.j. 4

Perspectivas

Testigos de la belleza divina.Estética de la vida consagrada Mauro Mantovani, s.d.b. 7

La verdadera belleza.Selección de textos de Chiara Lubich La Redacción 12

Los religiosos creadores de belleza Heinrich Pfeiffer, s.j. 14

Testigos

La belleza en la litugia oriental Paolo Cocco, o.f.m.cap. 18

Experiencias

Dar cuerpo y almaa “María de los focolarinos” Benedetto Pietrogrande 22

Miss ojos Paola Vizzotto, m.d.i. 25

Nuevos horizontes

«Así debe ser entre vosotros».El servicio de autoridad según el Evangelio Marina Motta, s.b.g. 29

Santos juntos: el mensaje de Chiara Lubichen el testimonio de Chiara Luce Badano Lucia Abignente 34

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Lo más bello

««««TTTTE pido un don: mira con ojos de maternidad a los artistas que te contemplancada día, y sacia esta sed de belleza que el mundo siente; manda grandes artis-tas, pero plasma en ellos almas grandes, que con su esplendor encaminen a los

hombres hacia el más bello de los hijos de los hombres: tu dulce Jesús»1.Chiara reza así a María mientras permanece fascinada por la Piedad de Miguel Ángel. La Vir-

gen llena de Vida, que sostiene entre sus brazos al Hombre Dios, sin vida, porque la ha dado to-talmente a Ella que ahora puede engendrarlo una vez más y de modo radicalmente nuevo, colec-tivo, a la Vida.

Leo a menudo estas palabras de Chiara. Están escritas en un póster que compré hace más detreinta años. Me las puse ante los ojos en la pared de mi habitación, como una inspiración, un ob-jetivo, un aliciente, una indicación, un aviso.

Desde hace casi dos años participo en un taller de diálogo entre personas de convicciones di-versas. Leemos juntos los textos de personas carismáticas. Dejamos que sus palabras abran anuestros ojos nuevos horizontes de comprensión. Buscamos en sus “visiones” un mayor sentidopara nuestra existencia. Creemos que los grandes místicos son también grandes artistas, y vice-versa, porque tienen el don y la capacidad de sentir y ver en el interior y más allá.

Son testigos de ello los fundadores y fundadoras que han contemplado lo Bello allí donde otrosveían un horror que había que evitar o mantener a distancia. Francisco ve la belleza en el pobre,Camilo en el enfermo, Teresa de Calcuta en el agonizante. Y, fascinados, quedan enamorados.

Escribe Simone Weil: «Debido a una disposición eterna de la Providencia, todo lo que unhombre produce en cualquier ámbito, cuando el espíritu de la justicia y de la verdad lo domina,está revestido de una belleza resplandeciente.

La belleza es el misterio supremo aquí abajo [...] Cuanto más repelente es la desgracia, más soberanamente hermosa es la expresión de la des-

gracia. Se puede poner como ejemplos, incluso en siglos recientes, Phèdre, l'École des femmes,Lear, los poemas de Villon, pero más aún las tragedias de Esquilo y Sófocles; y aún más la Ilía-

Buscar la belleza siguiendo las huellas de los místicos, de los fundadores, de los ca-rismas. Un camino entre arte y espiritualidad en diálogo con todos.

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da, el Libro de Job, ciertos poemas populares; y aun más los relatos de la Pasión en los Evan-gelios. La belleza resplandeciente se extiende sobre la desgracia gracias a la luz del espíritu dela justicia y del amor, lo único que permite que el pensamiento humano mire y reproduzca ladesgracia tal como es.

Igualmente, cada vez que un fragmento de verdad inexpresable pasa a las palabras que, sinpoder contener la verdad que las ha inspirado, tienen con ella una correspondencia tan perfec-ta a causa de su disposición que proporcionan un soporte a cualquier espíritu deseoso de en-contrarla, cada vez que las cosas suceden así, la belleza resplandeciente se extiende sobre laspalabras.

Todo lo que procede del amor puro está iluminado por la belleza resplandeciente.La belleza es sensible, aun cuando muy confusamente y mezclada con muchas falsas imita-

ciones, en el interior de la celda en la que todo pensamiento humano está en principio aprisio-nado. La verdad y la justicia imposibilitadas de expresarse no pueden esperar ningún otro soco-rro que no provenga de ella. Tampoco tiene lenguaje; no habla; no dice nada. Pero tiene vozpara llamar. Llama y muestra la justicia y la verdad que no tienen voz. [...].

Justicia, verdad, belleza son hermanas y aliadas. Con estas tres palabras tan hermosas nohace falta buscar otras»2.

El acto creativo es un acto místico. Me he dado cuenta cada vez más, desde que por primeravez probé, o mejor, me sentí impulsado a dejar que la música hablara en mí. Había aprendido a to-car el saxofón en la banda de música de mi pueblo y durante un año no emití ni una nota que va-liese la pena. Éramos un grupito de chicos necesarios para hacer número, de otro modo la bandahubiera sido demasiado pequeña. A mí me daba un poco de vergüenza porque temía que alguienme descubriese. Pero, si ahora sé escuchar, debo agradecerlo a aquel período de silencio. Si he sa-bido encontrar la música dentro de mí, lo debo a aquel ejercicio de escucha. Sí, porque yo nofingía tocar. Tocaba sin emitir sonidos, que es toda otra historia. Porque tocaba con el alma.

Más tarde he aprendido a tocar la guitarra y, sin darme cuenta, crecía dentro de mí la fuerza dela música. Durante el mes de ejercicios espirituales, puse música a un texto de Chiara Lubich:Tengo un solo esposo sobre la tierra.

He compuesto unas cuarenta canciones, he participado en conciertos, he organizado espectá-culos. No he podido estudiar música como hubiera querido y así sigo con los pies en la tierra. Heatravesado momentos en los que he dejado de lado la música. Tocar o cantar me provocaba unprofundo sufrimiento. Fueron momentos necesarios para encontrar la Música, el “la” originariode mi existencia. Sobre todo la música debía expresar un amor siempre más grande. Y renació,resucitada, después de haber atravesado noches de dolor y haber encontrado días nuevos y nue-vas formas de amor. El acto creativo es un acto místico, y viceversa. Entrambos un acto de amor.El que crea, y sabe crear, es consciente de haber recibido su obra como un don. Que no es suya.Y en realidad ni siquiera de los otros. Pertenece al Hombre. Es una ventana, un pasaje sobre laRealidad que se revela y huye continuamente, en un juego de amor siempre nuevo y jamás con-cluido. Tal vez está precisamente aquí su belleza.

Esa belleza que es un rasgo característico de María, la «toda bella» que canta el Magníficat.¡Jesús grita y María canta! El canto nace del dolor-amor. Es necesario un espacio vacío, silen-cioso, acogedor que pueda y quiera llenarse con la voz de otro.

Mi voz se convierte en eco de otra Voz que no sé de dónde viene y a dónde va. Nace, crece,camina, se refuerza e impone su presencia en mi vida. La sigo, la cuido, la dejo ir donde quiere,

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Unidad y Carismas

la pierdo, la vuelvo a encontrar, me agrada, adquiere profundidad, brilla con luz propia, me dejafascinado, me enamoro de ella, la toco con respeto, me escudriña, me hace sufrir, y finalmenteme dice: he aquí, así va bien, estoy completa, no hay necesidad de otro. Estoy saciado y satisfe-cho, emocionado, pequeño frente a ella, en paz entre sus brazos.

¿Por qué hablar de la belleza hoy? ¿A quién pertenece la belleza? Nos lo explica también Si-mone Weil:

«Este vacío paradójicamente pesado hace sufrir mucho. Es sensible, incluso, a muchos de es-tos hombres, cuya cultura es casi nula y cuya inteligencia es muy pequeña. Aquellas personasprivilegiadas que por su condición no saben lo que es esto, no pueden juzgar con equidad lasacciones de los que soportan dicho vacío durante toda su vida. No hace morir, pero es quizá mu-cho más doloroso que el hambre. Mucho más. Quizá sería literalmente verdadero decir que elpan es menos necesario que el remedio a este dolor.

No existe elección de remedios. Solamente existe uno, uno solo. Una sola cosa hace soporta-ble la monotonía, una luz de eternidad: es la belleza.

Existe un único caso en el cual la naturaleza humana soporta que el deseo del alma se dirijano hacia lo que podría ser o lo que será, sino hacia lo que existe. Este caso es la belleza. Todocuanto es bello es objeto de deseo, pero no se desea que el objeto sea otro, no se desea cambiar-le nada, se desea el objeto bello tal y como es. Se mira con sedeo el cielo estrellado de una no-che clara, y lo que se desea es, únicamente, el espectáculo que se posee.

Ya que el pueblo está obligado a dirigir todo su deseo a lo que ya posee, la belleza está hechapara él, y él para la belleza. La poesía es quizá un lujo para las otras condiciones sociales. Peroel pueblo, en cambio, tiene necesidad de poesía tanto como de pan. No de poesía encerrada enmeras palabras; ésta, por propia naturaleza, por abstracta y evasiva, no le sirve de nada. El tra-bajador tiene necesidad de que la substancia misma de su vida cotidiana sea ya poesía.

Y tal poesía solo puede salir de una sola fuente. Esta fuente es Dios»3. Con este número, Unidad y Carismas quiere ofrecer un momento de reflexión sobre el víncu-

lo intrínseco entre belleza y secuela de Cristo, «el más bello de los hijos de los hombres». Seguira Jesús no es solamente la respuesta a una llamada, un acto valiente, la entrega de la propiavida… es también “bello”. E introduce en la belleza, que con frecuencia se ha expresado en lasartes más diversas, desde la arquitectura a la música, desde la pintura a la poesía. Sí, es “bello”,es hermoso seguir a Jesús.

Paolo Monaco, s.j.

1 Ch. Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, Madrid 2002, p. 380.2 S. Weil, La persona y lo sagrado en Escritos de Londres, Ed. Trotta, Madrid 2000,pp. 35-36.3 Idem., Condición primera de un trabajo servil en Ensayos sobre la condición obrera, Ediciones Nova Terra,

Barcelona, 1962, pp. 309-310.

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El acto creativo es un acto místico, y viceversa. Entrambos un acto de amor. El quecrea, y sabe crear, es consciente de haber recibido su obra como un don. Que no es suya.

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EEEEL tema de la belleza está presente demodo muy significativo en el conte-nido de Vita Consecrata. Es más, se

podría decir que representa una constanteen la presentación de la realidad misma dela vida religiosa. Como es sabido, desde sucomienzo, el documento asocia la vida con-sagrada a la imagen de la Transfiguración(Mt 17, 1-9), que marca un momento decisivoen el ministerio de Jesús. Es un acontecimien-to de revelación que consolida la fe en el co-razón de los discípulos, les prepara al dra-ma de la Cruz y anticipa la gloria de la re-surrección. Este misterio es vivido conti-nuamente por la Iglesia, pueblo en caminohacia el encuentro escatológico con suSeñor. Como los tres apóstoles escogidos,la Iglesia contempla el rostro transfiguradode Cristo, para confirmarse en la fe y nodesfallecer ante su rostro desfigurado en laCruz. En un caso y en otro, ella es la Espo-

sa ante el Esposo, partícipe de su misterio yenvuelta por su luz. Esta luz llega a todossus hijos, todos igualmente llamados a seguir aCristo poniendo en Él el sentido último dela propia vida, hasta poder decir con elApóstol: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21) (VC, 15).

Si esta llamada va dirigida a todos loscristianos, Vita Consecrata subraya que laspalabras extasiadas de Pedro: «Señor, qué her-moso es estar aquí» (Mt 17, 4) encuentran unaresonancia especial en los llamados y lla-madas a la vida consagrada, que hacen unaexperiencia singular de la luz que emana del Ver-bo encarnado:

Son palabras […] que expresan con par-ticular elocuencia el carácter absoluto queconstituye el dinamismo profundo de la vo-cación a la vida consagrada: «Qué hermoso esestar contigo». En efecto, quien ha recibido lagracia de esta especial comunión de amor

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Mauro Mantovani, s.d.b.

Testigos de la belleza divina.Estética de la vida consagrada

Existe una profunda relación entre vida consagrada y belleza. En las breves reflexiones quesiguen, partiendo del texto de la Exhortación Apostólica Vita Consecrata [VC] que, des-pués de casi veinte años de su publicación, conserva todo su interés y su frescura, exponemosalgunos elementos fundamentales.

PERSPECTIVAS

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Unidad y Carismas

con Cristo, se siente como seducido por sufulgor: Él es el «más hermoso de los hijos de loshombres» (Sal 45 [44], 3), el Incomparable(VC, 15).

La Exhortación Apostólica añade inme-diatamente después que «a la vida consagra-da se confía la misión de señalar al Hijo de Dioshecho hombre como la meta escatológica a la quetodo tiende, el resplandor ante el cual cualquierotra luz languidece, la infinita belleza que, sola,puede satisfacer totalmente el corazón humano»(VC, 16). Con la identificación ‘conformadora’con el misterio de Cristo obediente, pobre ycasto, la vida consagrada «realiza por un títu-lo especial aquella confessio Trinitatis que ca-racteriza toda la vida cristiana, reconociendo conadmiración la sublime belleza de Dios Padre,Hijo y Espíritu Santo y testimoniando conalegría su amorosa condescendencia hacia todoser humano» (VC, 16).

Cuando subraya la íntima relación de lavida consagrada con el Espíritu Santo, elDocumento recuerda que los religiosos ylas religiosas, dejándose guiar por el Espíri-tu en un incesante camino de purificación,llegan a ser, día tras día, personas cristiformes,prolongación en la historia de una especialpresencia del Señor resucitado. Con intui-ción profunda, los Padres de la Iglesia hancalificado este camino espiritual como filo-calia, es decir, amor por la belleza divina, quees irradiación de la divina bondad. […] Deaquí surgen las múltiples formas de vidaconsagrada, mediante las cuales la Iglesia«aparece también adornada con los diversos do-nes de sus hijos» (VC, 19).

También se habla de belleza cuando serecuerda que los consejos evangélicos sonante todo un don y un reflejo de la Trinidad(cf. VC, 20), hasta el punto que «la vida con-sagrada se convierte en una de las huellas concre-tas que la Trinidad deja en la historia, para quelos hombres puedan descubrir el atractivo y lanostalgia de la belleza divina» (VC, 20).

La belleza y el poder del amor de Dios

que la vida consagrada testimonia con laexperiencia se evidencian precisamente ensu “dimensión pascual”, “bajo la cruz deCristo”:

Aquel que en su muerte aparece ante losojos humanos desfigurado y sin bellezahasta mover a los presentes a cubrirse elrostro (cf. Is 53, 2-3), precisamente en laCruz manifiesta en plenitud la belleza y elpoder del amor de Dios. San Agustín locanta así: «Hermoso siendo Dios, Verbo en Dios[…]. Es hermoso en el cielo y es hermoso en latierra; hermoso en el seno, hermoso en los brazosde sus padres, hermoso en los milagros, hermosoen los azotes; hermoso invitado a la vid, hermosono preocupándose de la muerte; hermoso dandola vida, hermoso tomándola; hermoso en la cruz,hermoso en el sepulcro y hermoso en el cielo. Oídentendiendo el cántico, y la flaqueza de su carneno aparte de vuestros ojos el esplendor de su her-mosura». La vida consagrada refleja este es-plendor del amor, porque confiesa, con sufidelidad al misterio de la Cruz, creer y vi-vir del amor del Padre, del Hijo y del Espí-ritu Santo (VC, 24).

Por eso la invitación de Jesús «Venid yveréis» (Jn 1, 39) sigue siendo aún hoy la re-gla de oro de la pastoral vocacional: «con ellase pretende presentar, a ejemplo de los fundadoresy fundadoras, el atractivo de la persona delSeñor Jesús y la belleza de la entrega total de símismo a la causa del Evangelio» (VC, 64).

Centralidad de Cristo, servicio de amory “sentirse Iglesia”

Un parágrafo de Vita Consecrata está de-dicado al tema de la confianza renovada quebrota, según el texto de la Transfiguración,de la frase de Jesús que, acercándose y to-cando a los tres apóstoles que había llevadoconsigo, les dice: «Levantaos, no tengáis mie-do» (Mt 17, 7).

El Documento hace notar que si «esta in-vitación del Maestro se dirige obviamente a cada

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cristiano», con mayor motivo a quien hasido llamado a “dejarlo todo” y, por consi-guiente, a “arriesgarlo todo” por Cristo.[…] “Éxodo”: término fundamental de larevelación, al que se refiere toda la historiade la salvación, y que expresa el sentidoprofundo del misterio pascual. Tema parti-cularmente vinculado a la espiritualidad dela vida consagrada y que manifiesta bien susignificado. En él se contiene inevitable-mente lo que pertenece al mysterium Crucis.Sin embargo, este comprometido “caminode éxodo”, visto desde la perspectiva delTabor, aparece como un camino entre dosluces: la luz anticipadora de la Transfigura-ción y la definitiva de la Resurrección. Lavocación a la vida consagrada –en el hori-zonte de toda la vida cristiana– no obstantesus renuncias y sus pruebas, y más aún gra-cias a ellas, es camino “de luz” sobre el quevela la mirada del Redentor: «Levantaos y notengáis miedo» (VC, 40).

Es particularmente interesante notar queesta referencia a la dimensión de éxodo quecaracteriza y marca la autenticidad y la be-lleza de la vida religiosa ha sido el elemen-to fundamental destacado por el papa Fran-cisco con ocasión de su discurso a las parti-cipantes en la Asamblea Plenaria de laUnión Internacional de Superioras Genera-les (U.I.S.G.), el 8 mayo de 2013:

Jesús, en la última Cena, se dirige a losApóstoles con estas palabras: «No sois voso-tros los que me habéis elegido, soy yo quien os heelegido» (Jn 15, 16), que recuerdan a todos[…] que la vocación es siempre una iniciati-

va de Dios. Es Cristo que os ha llamado aseguirlo en la vida consagrada y esto signi-fica realizar continuamente un «éxodo» devosotras mismas para centrar vuestra existen-cia en Cristo y en su Evangelio, en la voluntadde Dios, despojándoos de vuestros proyec-tos, para poder decir con san Pablo: «No soyyo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). Este «éxodo» de sí mismo es ponerseen un camino de adoración y de servicio.Un éxodo que nos conduce a un camino deadoración al Señor y de servicio a Él en loshermanos y hermanas1.

Una vida que en su verdad es via pulchritudinis

¿Qué es la belleza? El filósofo B. Mondinafirma: «Es esa gracia especial por la queuna persona, una cosa, una acción despier-ta admiración, suscita encanto, fascina, daplacer. Mientras la verdad interpela al co-nocimiento y la bondad solicita a la volun-tad, por su parte la belleza excita la admira-ción. Delante de la belleza permanecemosestáticos»2.

La belleza no es, por tanto, un aditivo ac-cidental que se añade como complementode un equilibrio exterior, sino que es signode plenitud interior, y expresa la perfecciónque una realidad ha alcanzado en confor-midad con su verdadera esencia3.

Por esto cada porción de esplendor con-tingente puede servir de acceso a lo Absolu-to, y la belleza –que santo Tomás de Aqui-no define como splendor formae (esplendorde la forma)– está ligada directamente aDios, «océano infinito de belleza, en el que elasombro se convierte en admiración, embria-guez, gozo indecible»4 y de modo específico ala segunda persona de la Trinidad, el Hijo,que es el Arte del Padre5. Afirma tambiénJuan Pablo II en la Carta a los Artistas[CaA]:

La belleza es clave del misterio y llamada

N.º 89 - Enero - Marzo 2014

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Quien ha recibido la gracia deesta especial comunión de amor conCristo, se siente como seducido porsu fulgor: Él es el «más hermoso de loshijos de los hombres».

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Unidad y Carismas

mia del Orthós del Santo y Gran Sábado)como «el Bellísimo, de belleza más que todoslos mortales». Cristo es Belleza, Bondad,Verdad en persona. El encuentro con Él esrevelación también de belleza. «Al hacersehombre […] el Hijo de Dios ha introducido en lahistoria de la humanidad toda la riquezaevangélica de la verdad y del bien, y con ella hamanifestado también una nueva dimensión dela belleza, de la cual el mensaje evangélico estárepleto» (CaA, 5).

Él, Suma-Belleza, en cuanto Hijo eternodel Padre, como afirma la Escritura leídaen la tradición eclesial, en la cruz «no teníaapariencia ni presencia; le vimos y carecía de as-pecto que pudiésemos estimar» (Is 53, 2). La“sabiduría de la cruz” es, paradójicamente,momento revelador de belleza y bondad,consustanciales con la Verdad que es Él. Elmás hermoso de los hijos del hombre hasido realmente colgado de una cruz y aban-donado, “hombre de dolores”. Se lee en Fi-des et ratio [FR]: «La sabiduría de la Cruz […]supera todo límite cultural que se le quiera impo-ner y obliga a abrirse a la universalidad de laverdad de la que es portadora»7. La predica-ción de Cristo crucificado y resucitado es«el escollo contra el cual [se] puede naufragar,pero por encima del cual [se] puede desembocaren el océano sin límites de la verdad» (FR, 23).

El encuentro con la Verdad que es Cristopone ante ese “esplendor de la forma” quese expresa mediante la donación del amor.Por eso la Iglesia sabe que puede glorificara Dios por la “belleza” de la vida de lossantos y de los mártires, y proponerlos parasu imitación vital y personal (cf. FR, 32).En Jesús y por Él, en todo testigo auténticodel amor, emerge con la máxima claridad elpuchirtudinis splendor. Juan Pablo II recuer-da para eso la tarea confiada a cada hom-bre: la santidad, vocación a hacer de la propiavida una obra de arte: «A cada hombre se leconfía la tarea de ser artífice de la propia vida; encierto modo, debe hacer de ella una obra de arte,

a lo trascendente. Es una invitación a gus-tar la vida y a soñar el futuro. Por eso la be-lleza de las cosas creadas no puede saciardel todo y suscita esa arcana nostalgia deDios que un enamorado de la belleza comosan Agustín ha sabido interpretar de mane-ra inigualable: «¡Tarde te amé, belleza tan anti-gua y tan nueva, tarde te amé!» (CaA, 16)6.

El mismo san Agustín, volviendo sobrela idea de lo bello, evocaba el equilibrio en-tre las diversas partes, por el cual un con-junto se convierte en “unidad”, precisa-mente partiendo desde la existencia perso-nal, individual y colectiva. Según la pers-pectiva clásica, bello y bueno son dos con-ceptos en relación tan simbiótica que re-quieren, como ocurre con el término griegokalokagathía (belleza-bondad), el uso de unasola palabra para expresarlos. En la Biblia,en la traducción griega de los LXX, se usael término bello (kalón) para traducir el tér-mino hebreo (tob), que indica la bondad.Las primeras páginas del Génesis resaltanla relación inseparable entre belleza y exis-tencia: «Y Dios vio que todo lo que había hechoera de verdad muy bello». Por esto, Juan PabloII recuerda que «la relación entre bueno y bellosuscita sugestivas reflexiones. La belleza es en uncierto sentido la expresión visible del bien, asícomo el bien es la condición metafísica de la be-lleza» (CaA, 3).

Jesús nos muestra también otro aspectode la belleza. A Él se le aplica la conocidaexpresión del Salmo 45 (v. 3): «Eres el másbello entre los hijos de los hombres». Él es lla-mado por la espiritualidad oriental (Enko-

«Mientras la verdad interpela al cono-cimiento y la bondad solicita a la volun-tad, por su parte la belleza excita la ad-miración. Delante de la belleza permane-cemos estáticos».

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una obra maestra» (CaA, 2). Por otra parte, elParaíso será también contemplación de labelleza que Dios ha sembrado en cadamiembro de la humanidad, en la humani-dad misma que es una sola familia.

Como personas consagradas estamos lla-mados a una tarea muy especial: elaborar lacultura de la “civilización del amor” (quees también “civilización de la belleza”) enla que el hombre, unidad inseparable deespíritu y cuerpo, sentimiento y razón, re-corriendo el camino de la belleza, vuelva a«volar alto», viviendo la búsqueda y el en-cuentro con Dios como una espléndidaaventura sin fin. Así la vida, las obras, elpensamiento y también las artes podrán,iluminadas “desde lo alto”, gritar que Él esla Verdad, la Bondad y la Belleza. Así, jun-tos, vivir como protagonistas por «una reno-vada “epifanía” de belleza para nuestro tiempo»(cf. CaA, 10).

Conclusión: “rayo” y “espejo”de la belleza divina

Vita Consecrata recuerda en el n. 28 cómoMaría Santísima es modelo de consagra-ción y seguimiento: «María es aquella que,desde su concepción inmaculada, refleja más per-fectamente la belleza divina. “Toda hermosa” esel título con el que la Iglesia la invoca» (VC, 28).

La vocación y la vida de las personasconsagradas se propone, pues, como expe-riencia y testimonio de belleza: el llama-miento consignado por Vita Consecrata a losreligiosos es, por esto, a vivir plenamente

«vuestra entrega a Dios, para que no falte a estemundo un rayo de la divina belleza que ilumineel camino de la existencia humana. Los cristia-nos, inmersos en las ocupaciones y en preocupa-ciones de este mundo, pero llamados también ala santidad, tienen necesidad de encontrar en vo-sotros corazones purificados que “ven” a Dios enla fe, personas dóciles a la acción del EspírituSanto que caminan libremente en la fidelidad alcarisma de la llamada y de la misión […]. Lamisión peculiar de la vida consagrada en la Igle-sia y en el mundo es testimoniar a Cristo con lavida, con las obras y con las palabras. Sabéis aquién habéis confiado (cf. 2 Tm 1, 12): ¡dadletodo! Los jóvenes no se dejan engañar: acercán-dose a vosotros quieren ver lo que no ven en otraparte. Tenéis una tarea inmensa de cara al futu-ro» (VC, 109).

Y la reflexión se hace oración a la Trini-dad por todas las personas consagradas:

«Trinidad Santísima, beata y beatificante,haz dichosos a tus hijos e hijas que has llamado aconfesar la grandeza de tu amor, de tu bondadmisericordiosa y de tu belleza […]. Colma su co-razón con la íntima certeza de haber sido escogi-das para amar, alabar y servir. Haz que gustende tu amistad, llénalas de tu alegría y de tu con-suelo, ayúdalas a superar los momentos de difi-cultad y a levantarse con confianza tras las caí-das, haz que sean espejo de la belleza divina»(VC, 111).

1 Papa Francisco, Discurso a las participantes en laAsamblea Plenaria de la Unión Internacional de Supe-rioras Generales (U.I.S.G.), 8 de mayo de 2013.

2 B. Mondin, Il problema di Dio, ESD, Bologna1999, p. 188.

3 Cf. C. Chenis, Fondamenti teorici dell’arte sacra,Magistero post-conciliare, Las, Roma 1991, pp. 79-110.

4 Juan Pablo II, Carta a los artistas, n. 16.5 Cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q.

39, a. 8.6 Cf. También Agustín, Confesiones 10, 27.7 Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, n.

23.

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«María es aquella que, desde su con-cepción inmaculada, refleja más perfec-tamente la belleza divina. “Toda hermo-sa” es el título con el que la Iglesia la in-voca» .

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EEEESTA es una de las cosas que nos hanapasionado desde el principio ennuestro Movimiento: manifestar

con la vida, con las palabras y con las artesque Dios es Belleza, y no sólo Verdad yBondad1.

– * –Nuestro carisma siempre ha tenido mu-

cho que ver con la belleza, porque la uni-dad es armonía. Lo decía ya en una cartade 1947, cuando se experimentaba las pri-meras veces la presencia de Jesús en mediode nosotros: «¡Oh, la unidad, la unidad! ¡Quédivina belleza! ¡No tenemos palabras humanaspara decir lo que es! ¡Es Jesús!». Con nuestraunidad, con nuestro amor recíproco, que esun pequeño reflejo de la vida trinitaria vivi-da entre los hombres, es como testimonia-mos ante todo la belleza de Dios que esAmor2.

– * –La belleza se estableció también en nues-

tro Movimiento porque la palabra quenuestro carisma empezaba a decir al mun-do era una sola: unidad. Y unidad significala más sublime armonía. La vocación a laarmonía fue lo que caracterizó, hasta en los

detalles más concretos, la nueva cultura queestaba aflorando, efecto del carisma. […] ElHijo del Hombre, el Encarnado por exce-lencia, parecía repetirnos: «Observad los li-rios del campo…» (Mt 6, 28). Y la belleza ynuestra idea de la belleza han ido asoman-do cada cierto tiempo; por ejemplo cuando,extasiados ante un escrito, una pintura ouna escultura, no podíamos dejar de expre-sar fascinación y profunda admiración3.

– * –Estás, Virgen hermosa de Miguel Ángel,

en esa capilla de San Pedro, y cada vez quete miro pareces más hermosa. Pasan losdías, los años, los siglos, y hombres de todoel mundo han venido a verte; y tú has deja-do en sus espíritus algo sublime, dulcísimo.[…] Hoy, mientras te miraba, Virgen her-mosa, pensaba: ¡qué sublime y divino es elefecto de una obra de arte! […] Y me pare-ció que el arte se elevaba a una altura jamáspensada y que lo bello era, como lo verda-dero y lo bueno, materia prima del reino ce-lestial que nos espera, y que los artistas ver-daderos, sin saberlo, tienen una misiónapostólica. […] Y he comprendido que solo

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La Redacción

La verdadera belleza.Selección de textos de Chiara Lubich

PERSPECTIVAS

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lo Bello es bello y el Arte es arte, en el sen-tido de que o lo bello es un bello universal yeterno, o no es bello. […]

Si el contenido de la filosofía es la ver-dad, el del arte es la belleza. Y lo bello esarmonía. Y armonía quiere decir “altísimaunidad”. Ahora bien, ¿quién sabrá compo-ner en armonía los colores y las partes deuna pintura, a no ser el alma del artista quees una imagen de la unidad de Dios que laha creado? Es el alma humana, reflejo delcielo, lo que el artista transmite en la obra4.

– * –Jesús abandonado en la cruz ciertamente

no era bello. Él, el Verbo de Dios, el ArtistaSupremo, al encarnarse, asumió completa-mente nuestra naturaleza humana hasta ha-cerse pecado, pero no pecador. Por eso «notenía apariencia ni presencia –dice Isaías–; (lovimos) y no tenía aspecto que pudiésemos esti-mar» (Is 53, 2). Sin embargo, en Él –nos lodice la fe– estaba ya presente la gloria de laresurrección.

Jesús crucificado y abandonado es elmodelo de los artistas, y sobre todo denuestros artistas, que, como Él, sabrán ofre-cer siempre, incluso en las situaciones mástristes, un rayo de esperanza5.

– * –Dice Camus: «El que ha elegido ser artista

porque se siente diferente, aprende muy prontoque no disfrutará de su propio arte ni de su diver-sidad si no busca la semejanza con los demás. Elartista se forja en el perpetuo ir y venir entre símismo y los demás, a mitad de camino entre labelleza (de la cual no puede abstraerse) y la socie-dad (de la cual no puede huir)».

Entonces, ya que la cercanía con loshombres no le quita nada al artista –al con-trario, lo enriquece–, se puede pensar tam-bién en un arte fruto de un grupo de artistasdedicados a la misma expresión artística,unidos en el nombre de Jesús, que luego seexpresa en las obras de uno u otro6.

– * –El Movimiento de los Focolares tiene

que ver con la belleza también porque debereflejar, de alguna manera, en cada uno yen su conjunto, a María.

María es la tota pulcra, la totalmente be-lla. En efecto, María es la expresión plenade la redención realizada por Cristo. Es lacriatura en la cual la imagen del Creadorresplandece de una manera única. Por elloes objeto de atención y admiración de losartistas, especialmente sensibles a la bellezay a lo sobrenatural7.

1 Ch. Lubich, Dios belleza y el Movimiento de losFocolares en La doctrina espiritual, Ciudad Nueva,Madrid 2002, p. 386.

2 Id., Vocación artística, talento de la unidad, enibid., p. 390.

3 Id., Dios Belleza y el Movimiento de los Focolares,en ibid., p.385.

4 Id., La Piedad de Miguel Ángel, en Escritos Espi-rituales/1, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pp. 204-206.

5 Id., Dios belleza y el Movimiento de los Focolares,en La doctrina espiritual, cit., p. 389-390.

6 Id., Un arte nuevo en una nueva cultura, en Ladoctrina espiritual, cit. p. 391.

7 Id. Ibid. p. 393.

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Y me pareció que el arte se eleva-ba a una altura jamás pensada y quelo bello era, como lo verdadero y lobueno, materia prima del reino ce-lestial que nos espera, y que los ar-tistas verdaderos, sin saberlo, tienenuna misión apostólica. […] Y hecomprendido que solo lo Bello esbello y el Arte es arte, en el sentidode que o lo bello es un bello univer-sal y eterno, o no es bello.

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AAAASISTIMOS hoy a un nuevo interésde la Iglesia por los artistas de todogénero, no solo por los músicos,

por los actores de teatro y de cine, sino tam-bién por los artistas figurativos y por los ar-quitectos.

Pero ¿qué es la belleza en el arte figurati-vo, en la arquitectura?

La belleza, en el arte, está unida a tresconceptos, a tres realidades: la vida, la luz yla transformación. ¿Cómo se vinculan estostres conceptos con las órdenes religiosas?

Cada orden religiosa constituye una nue-va forma de vida; la luz brilla cuando la or-den es un camino hacia la santidad; en lamedida que todo funciona bien, cadamiembro de la orden se transforma cada vezmás en Cristo.

Se comprende, pues, que la vida religio-sa, dentro de las órdenes, suscita tensión ala belleza y al arte, aunque por otros aspec-tos, pueda crear un conflicto interior enquien posea una especial inspiración artísti-

ca. Esto depende de la vida común y de lanecesaria renuncia que ella comporta, in-cluso a las inspiraciones que cada artistatiene, precisamente porque el primer mate-rial de la vida es la dialéctica; y esta se fra-gua en los conflictos, convirtiéndose en undesafío para armonizarlos en la unidad.

El Occidente y Oriente cristianos han vi-vido, de manera diferente, una cierta sim-biosis entre la vida religiosa y el arte. Sim-plificando, podríamos decir que en Orientetodo el arte de los monjes se expresa en laproducción de iconos. Incluso la arquitectu-ra monástica resulta incompleta si la iglesiacon todos sus muros internos no se trans-forma en un nuevo mundo en el que el fielse encuentra continuamente ante las imáge-nes de Cristo, de la Virgen, de los Santos yde los sagrados misterios de su vida.

En Occidente el arte de los monjes siem-pre comienza con la construcción del edifi-cio de la iglesia, y todo el arte figurativo enun primer momento se considera como un

Unidad y Carismas

Heinrich Pfeiffer, s.j.

Los religiososcreadores de belleza

PERSPECTIVAS

La historia de la vida religiosa está llena de belleza y ha originado arte en su entorno comoirradiación de la espiritualidad convertida en testimonio del evangelio.

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ornamento que puede ser, o no, realizadocomo algo añadido. Los cistercienses son uncaso extremo de esta forma de plantear lascosas, los cuales realizaron –por primera vezen la historia– un tipo de arquitectura pura,con el mínimo total de decoraciones florales.

El que creó este estilo, ha permanecidoen el anonimato. Solo sabemos que un her-mano de la familia de Bernardo de Clara-val, que se unió a él en el movimiento demonjes reformadores benedictinos de Cite-aux, era un arquitecto. Y es más que proba-ble que este fraile anónimo haya sido el cre-ador del estilo cisterciense. Precisamenteuna característica del nuevo estilo de vidamonástica es la de permanecer escondido yser conocido solo por Dios.

Los otros tres artistas europeos más im-portantes, que fueron también miembros deórdenes religiosas, no son arquitectos, sinopintores. El primero a tener en cuenta es elBeato dominico Fray Angélico. Luego des-taca el jesuita Andrés Pozzo y, después dela Revolución Francesa y las guerras napo-leónicas, un artista que entra en la Ordende los Benedictinos en Beuron, en Alema-nia meridional, que incluso creó una escue-la y un nuevo estilo de arte religioso. Se lla-ma Desiderius Lenz y su estilo se conocecomo de Beuron, por la abadía benedictinaque se halla junto al Danubio cerca de Sig-maringen en la región de Württemberg.

Antes del Concilio Vaticano II, encon-tramos en México un arquitecto, Fray Ga-briel Chávez de la Mora, que ingresa enCuernavaca en la Orden de los Benedicti-nos y crea la capilla y todos los edificios delconvento. Cuando por diversas circunstan-cias dolorosas el convento de Cuernavacafue suprimido, él permaneció como únicomonje benedictino, se convierte en miem-bro de otro convento y crea iglesias y con-ventos en México y en USA.

En México los franciscanos artistas y ar-quitectos existieron desde la conquista,

acompañando a Hernán Cortés; se sirvie-ron del arte y de la arquitectura para evan-gelizar de manera muy creativa. Entre es-tos, encontramos sobre todo a fray Pedro deGante (+1572). El emperador Carlos Vmandó, con el apoyo del comisario generalFrancisco Quiñones, doce padres francisca-nos, todos de la rama reformada de san Pe-dro de Alcántara, todos de la provincia deSan Gabriel, de la que el Santo era provin-cial. Ellos se dedicaron con todas sus fuer-zas a los indígenas, construyeron iglesias yconventos con grandes altares y retablos,como en España, y con enormes plazas de-lante de las fachadas de las iglesias, plazasincluso más grandes que en Europa.

Para sus construcciones, los franciscanosse sirvieron de la mano de obra de los indí-genas. Para la decoración plástica, crearonun estilo casi medieval, bidimensional. Lasprimeras obras de arte, retablos de altares yesculturas, fueron importadas de Europa, orealizadas por artistas europeos emigradosa aquellas tierras. Aún se conservan algu-nos ejemplos de la mitad del siglo XV, comoun retablo de altar de Tepeji de Herrera, enla iglesia parroquial de Ticali en la provin-cia de Puebla.

Pedro de Gante fundó una escuela depintura para los indígenas en Tlatelolco, enCiudad de México. Eso hace suponer queél mismo debía haber aprendido el arte dela pintura en Europa. El altar principal delconvento franciscano de Tepeji de Herrera,desmontado y transportado al crucero de laparroquia de Tecali, muestra aún hoy laspinturas de los discípulos indios que fueroninstruidos en Tlatelolco por Pedro de Gan-te. No hay que excluir que el retablo del al-tar de san Francisco, que proviene del mis-mo convento derribado, haya sido pintadopor el maestro Pedro de Gante.

En sus misiones los franciscanos cons-truyeron un convento tras otro, distantesentre ellos un día de camino. De tales con-

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ventos, construidos en un territorio habita-do entonces solo por indios, hay que recor-dar como ejemplos de arquitectura del XVII

las construcciones en la Sierra Gorda, alnorte de la ciudad de Querétaro.

Hay edificios construidos bajo la guía delfamoso fray Junípero Serra (1713-1786),padre fundador de California en los Esta-dos Unidos de América. Las iglesias mues-tran un interesante estilo: una mezcla entregrandiosidad arquitectónica y decoracionescon detalles un tanto burdos, pero siemprecon un destacado sentido cromático queri-do por los indígenas. Las construccionesimitan los conventos franciscanos de losgloriosos inicios del siglo XVI.

En la “Nueva España” –actual México–los franciscanos desarrollaron desde de losinicios de su presencia un nuevo tipo deconvento, con un enorme atrio con la cruzmisionera en el centro, delante de la facha-da de la iglesia. Los indígenas se convirtie-ron al cristianismo en grandes masas, peroinicialmente mostraron gran temor a entraren las iglesias. Por eso los franciscanos ide-aron estos grandes atrios rectangulares conmás de cien metros de largo en los muroslaterales: aquí las masas participaban en laMisa. Pero era necesaria la construcción deuna pequeña capilla abierta junto a la en-trada de la iglesia. Semejantes capillas fue-ron puestas también en los cuatro ángulosdel recinto y estaban destinadas a la recep-ción de los sacramentos, a las confesiones ya los matrimonios. Franciscanos que per-manecen anónimos crearon así un tipo to-talmente nuevo de arquitectura eclesiástica.

Cuando llegaron los jesuitas al nuevomundo, a partir de 1572, también ellos sesirvieron del arte para la catequesis en suscolegios de estilo europeo. En un primermomento hicieron llegar de Europa mu-chas pinturas, sobre todo de Flandes y deEspaña. En un segundo momento se sirvie-ron de pintores indígenas que imitaron las

Unidad y Carismas

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obras europeas, en particular de Pedro Pa-blo Rubens.

La Compañía de Jesús mandó a Perú aun religioso pintor, Bernardo Bitti, el cual,desde 1574, pintó muchas imágenes de laVirgen según el estilo manierista del Pon-tormo en Lima y más tarde en Cuzco. Losjesuitas crearon también las famosas “reduc-ciones” en Argentina, Paraguay, Brasil meri-dional y Bolivia, donde los indígenas traba-jaron como escultores, pintores y maestrosde edificios bajo la guía de un hermano je-suita. Su estilo, siempre un poco bidimen-sional, se asemeja mucho al que los indíge-nas realizaron más de cien años antes enMéxico bajo la guía de los franciscanos.

En China el jesuita Giuseppe Castiglioneno solo pintó con la técnica tradicional delpaís, en la corte del emperador Quian Long,sino que le construyó un castillo de estilorococó europeo, con fuentes y jardines. Dis-ponía de un grupo de jesuitas artistas e inge-nieros y una mano de obra china excelente.Para los cristianos chinos, artistas y artesa-nos, los jesuitas abrieron los mercados de laAmérica católica y de la Europa cristiana,creando así una red internacional; fue la pri-mera cultura global, que duró hasta la su-presión temporal de la orden.

Después del Concilio Vaticano II ha sidoel jesuita, el esloveno Marko Rupnik, quienha demostrado cómo la vida religiosa y elarte de nivel pueden vivir una fértil simbio-sis. Después de haber hecho, junto con unlaico ruso, la decoración interior de la Ca-pilla Pontificia Redemptoris Mater, organizóun equipo de artistas de Occidente y delOriente excomunista que crean y hacenmosaicos para todo el mundo. El primerencargo se lo hizo el papa Juan Pablo II, yhoy Marko Rupnik no sabe cómo satisfacertodas las peticiones que le llegan.

Su estilo es una combinación de elemen-tos occidentales y orientales, los colores ylas formas son las agresivas de los expresio-

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nistas alemanes y de los fauves franceses, dela primera mitad del siglo XX, con los ritmosy sobre todo la luminosidad de los iconos.

A estos pocos nombres de religiosos ar-tistas occidentales habría que añadir los delos monjes orientales, sobre todo Feofan

Grek y el famosísimo monje basiliano rusoAndrej Rublëv.

Queda claro, pues, que la vida religiosa,ordenada según reglas precisas, y la libertadartística han encontrado en grandes artistas,a menudo santos, una unión maravillosa.

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ALIANZA FECUNDA ENTRE EVANGELIO Y ARTE

«La auténtica intuición artística va más allá de lo que perciben los sentidos y, penetrando la re-alidad, intenta interpretar su misterio escondido. Dicha intuición brota de lo más íntimo del almahumana, allí donde la aspiración a dar sentido a la propia vida se ve acompañada por la percep-ción fugaz de la belleza y de la unidad misteriosa de las cosas. Todos los artistas tienen en común laexperiencia de la distancia insondable que existe entre la obra de sus manos, por lograda que sea, yla perfección fulgurante de la belleza percibida en el fervor del momento creativo: lo que logran ex-presar en lo que pintan, esculpen o crean es sólo un tenue reflejo del esplendor que durante unos ins-tantes ha brillado ante los ojos de su espíritu.

El creyente no se maravilla de esto: sabe que por un momento se ha asomado al abismo de luzque tiene su fuente originaria en Dios. ¿Acaso debe sorprenderse de que el espíritu quede como abru-mado hasta el punto de no poder expresarse sino con balbuceos? El verdadero artista está dispuestoa reconocer su limitación y hacer suyas las palabras del apóstol Pablo, según el cual “Dios no habi-ta en santuarios fabricados por manos humanas”, de modo que “no debemos pensar que la divini-dad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humano”(Hch 17, 24.29). Si ya la realidad íntima de las cosas está siempre “más allá” de las capacidadesde penetración humana, ¡cuánto más Dios en la profundidad de su insondable misterio!

El conocimiento de la fe es de otra naturaleza. Supone un encuentro personal con Dios en Jesu-cristo. Este conocimiento, sin embargo, puede también enriquecerse a través de la intuición artísti-ca. Un modelo elocuente de contemplación estética que se sublima en la fe son, por ejemplo, lasobras del Beato Angélico. A este respecto, es muy significativa la lauda extática que San Franciscode Asís repite dos veces en la chartula compuesta después de haber recibido en el monte Verna losestigmas de Cristo: “Tú eres belleza... Tú eres belleza”. San Buenaventura comenta: “Contempla-ba en las cosas bellas al Bellísimo y, siguiendo las huellas impresas en las criaturas, seguía a todaspartes al Amado”.

Una sensibilidad semejante se encuentra en la espiritualidad oriental, donde Cristo es calificadocomo “el Bellísimo, de belleza superior a todos los mortales”. Macario el Grande comenta del si-guiente modo la belleza transfiguradora y liberadora del Resucitado: “El alma que ha sido plena-mente iluminada por la belleza indecible de la gloria luminosa del rostro de Cristo, está llena delEspíritu Santo... es toda ojo, toda luz, toda rostro”».

Juan Pablo II, 1 abril 1999, Carta a los aristas, 6.

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NNNNOSOTROS, discípulos de Jesús,conocemos y celebramos de Diossobre todo su bondad. Íntimamen-

te ligada a su bondad está la belleza que res-plandece en el rostro de su Hijo. El hechoque en Occidente se prefiera la bondad serevela en que se le califica como “el buenPastor”. En el original griego se lee en Jn10, 11: «ho poimèn ho kalòs», que, traducidoliteralmente significa “el pastor bello”. Enla liturgia de las Iglesias orientales, esta be-lleza se refleja en todo lo que está consagra-do a su nombre.

Indicativo de la especial sensibilidadoriental es lo que se lee en el “Manuscritonestoriano”. Redactado en el siglo XIII yconsiderado como la primera crónica rusa,tomó el nombre de su redactor, un monjede nombre Néstor. En él se lee que Vladi-mir el Grande, príncipe de Kiev en el sigloX, decidió, de acuerdo con los nobles terra-

tenientes, abandonar el paganismo y abra-zar con su pueblo una de las religiones mo-noteístas. Para esto, envió embajadores avisitar a los pueblos limítrofes. Los quehabían contactado con el Islam no se per-suadieron, porque abrazarlo habría com-portado gravosas renuncias en materia decomida y bebidas. A los que contactaroncon representantes del judaísmo, les desa-nimó el hecho de que ese pueblo hubierasido alejado de su Ciudad Santa. El quehizo la visita a las Iglesias alemanas volviódesengañado por la oscuridad que domina-ba en ellas. En cambio, los que entraron enla basílica de Santa Sofía de Constantino-pla, volvieron conquistados, exclamando:«No sabíamos si estábamos en el cielo o en la tie-rra». Se trataba de una de las más bellasbasílicas cristianas antiguas.

Entrando en una iglesia típica cualquierade rito oriental, no se puede sino quedar

Unidad y Carismas

Paolo Cocco, o.f.m.cap.

La bellezaen la liturgia oriental

TESTIGOS

Juan Pablo II, en la carta apostólica Orientale Lumen (2 de mayo de 1995), pedía a loscristianos de Occidente que apreciaran lo que caracteriza a las Iglesias de Oriente, especial-mente su modo de rezar y de celebrar los santos misterios. En el curso de una peregrinación aTierra Santa, así como de un viaje a Rusia y de algunos encuentros de diálogo en Grecia y enItalia, he podido participar en liturgias ortodoxas. Comparto impresiones y recuerdos.

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fascinados por los mosaicos y los iconos,así como por los perfumes de los inciensosy de los bálsamos. De hecho, en estas igle-sias, y en las liturgias que se celebran enellas, brilla precisamente la ortodoxia delcristianismo, es decir, la verdadera fe y elauténtico modo de celebrar la gloria deDios, lejos de cualquier forma de dualismoo de gnosticismo. Comparados con estasiglesias, los edificios sagrados de Occidentea los orientales pueden parecerles museos opinacotecas, aulas escolásticas.

En las orientales se pone de relieve queen Jesús el cielo y la tierra, Dios y la huma-nidad, el Creador y la criatura se abrazan yse unen, sin por ello confundirse. Desdeque “el Verbo se hizo carne”, la gloria deDios resplandece en el mundo. Desde quela carne de Cristo se sumergió en el Jordán,los elementos creados pueden significar ytransmitir la gracia.

Todo esto se experimenta sobre todo enlas celebraciones de las Iglesias orientales.A quien recibe el bautismo no se le derramasolo algunas gotas de agua sobre la cabeza,sino que se le sumerge tres veces para cele-brar el renacimiento espiritual. El bautizan-do después es ungido visiblemente con unóleo de intenso perfume. Así se hace paten-te que ha entrado a formar parte del pueblosacerdotal de los hijos de Dios y ha sido in-corporado a Cristo, hasta el punto de que,aunque se trate de un niño, se le da a JesúsEucaristía, en la celebración del mismobautismo, bajo la especie del vino tinto.

La gloria de Cristo resplandece en todoel edificio sagrado, especialmente en el te-cho y en las paredes de las iglesias bizanti-nas, adornadas con teselas doradas. Nuncapuede pensar uno que se encuentra solo en-tre aquellas paredes, porque se descubre mi-rado continuamente por María, la madrede Dios, y por los santos. Otros iconos,“grabados” por artistas cualificados por lamucha oración y por largos ayunos, repre-

sentan episodios de la vida de Cristo, miste-rios que ya no pertenecen al pasado, porquete introducen en el hecho que representan,interpelando al mismo tiempo. De hecho,se han “grabado” para conectar la historiade Dios con la de los hombres, el tiempocon la eternidad. No se trata de sensacionesque provocan vértigo o arrobamiento: amenudo aparece la figura de Jesús con losapóstoles, juzgando si somos dignos o node entrar en el reino de Dios.

El único recuerdo que me llevé a casa deun viaje a Rusia fue una acuarela vendidaen las puertas de los museos por estudiantesque tratan de conseguir el dinero necesariopara mantenerse. En ella se aprecia un pai-saje campestre con dos abedules, árbolesque son muy apreciados por ese pueblo, lomismo que algunas casas y algunas iglesias,las cuales no acaban con agujas puntiagu-das, sino con campanarios que se alzan enforma de esferas aplastadas de color azul,coronadas por una cruz dorada. La formaesférica hace pensar en la comunión circu-lar que une entre sí a las personas divinas ya los fieles; por su parte, el color azul signi-fica que en ese edificio el cielo entra en diá-logo con la tierra, mostrando por encimade todo la cruz real del Señor resucitado.

Quedé sorprendido cuando descubrí queel célebre “Kremlin”, la ciudadela fortifi-cada de la capital de Rusia, no es un lugarque se caracterice por sus salones y cúmulode enseres, sino por una serie de catedrales

Desde que “el Verbo se hizo car-ne”, la gloria de Dios resplandece enel mundo. Desde que la carne deCristo se sumergió en el Jordán, loselementos creados pueden significary transmitir la gracia.

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e iglesias bellísimas. Quien intentó sofocarel alma del pueblo transformó la catedraldel Santísimo Salvador en una piscina ydemolió varias iglesias, pero ahora, comoantes, la vista sigue siendo dominada notanto por el cemento y las armas, cuantopor un patrimonio artístico decididamentecristiano.

La celebración más importante de lasIglesias orientales es la Eucaristía. No seutiliza pan ácimo, típico de quien está deviaje, sino un oloroso pan fermentado, elque come quien ya ha entrado en la tierraprometida y saborea sus frutos como ciu-dadano libre. Toda celebración es oficiadapor un sacerdote, que celebra en comu-nión con su obispo, elegido entre muchosmonjes, marcados profundamente por laascesis y por el desapego del mundo, lla-mados a tener un corazón lleno de amorhacia la humanidad, creada por Dios a suimagen y semejanza, y hacia el cosmos,destinado a ser enteramente recapituladoen Cristo. Algunos de ellos son un puntoseguro de referencia para los fieles porqueestán capacitados para educar en una gra-dual maduración en Cristo. Quien tiene lasuerte de visitar uno de los monasterios

queda impresionado por su singular belle-za. Incluso el refectorio está todo pintadocon frescos y suscita la clara sensación deser comensales del Señor y de los santos.

La celebración de la Eucaristía no se ca-racteriza por la predicación, por una en-señanza, sino que está toda como entreteji-da de invocación, alabanza y acción de gra-cias dirigidas por el sacerdote, los demásministros y los cantores. Domina la atmós-fera de lo divino, no la palabra pronuncia-da, sino la melodía fuerte y redundante,que baja a lo profundo, alejando distraccio-nes y preocupaciones demasiado terrenas.Mientras tanto, otros fieles encienden can-delas perfumadas y acercan la frente y loslabios a los iconos, expresando así su amorfraterno hacia Cristo, María y los santos.

Las Iglesias orientales no son únicamen-te las de tradición bizantina. Hay otros ri-tos, como, por ejemplo, el alejandrino, usa-do por la Iglesia etíope. Las iglesias de ritoalejandrino, también bellísimas, se visitandescendiendo bajo tierra. La sensación noes la de encontrarse en los infiernos, sino enel cielo. Están excavadas por un doble moti-vo: para resultar invisibles a los ojos de losinvasores de fe diferente y para asegurarfrescura durante las muchas horas de cele-bración. Las oraciones de este rito, ampliasy repetidas, se formulan con palabras her-mosísimas.

En la preparación de las ofrendas, al co-mienzo de la celebración, el sacerdote diri-ge a Cristo estas palabras:

«Oh Señor y Maestro mío, partícipe de la di-vinidad desde el principio, Tú, Verbo del Padre,consustancial con Él y con el Espíritu Santo, Túeres el Pan de Vida que has bajado del cielo y tehas inmolado como Cordero inmaculado por lavida del mundo. Nosotros te rogamos, por tubondad y clemencia, oh Amante de los hombres,que mires benigno esta hostia (señala la hostiacon las manos) y este cáliz y bendice esta hostia yeste santo cáliz, y purifícalos, bendícelos y trans-

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La celebración de la Eucaristía nose caracteriza por la predicación,por una enseñanza, sino que estátoda como entretejida de invoca-ción, alabanza y acción de graciasdirigidas por el sacerdote, los demásministros y los cantores. Domina laatmósfera de lo divino, no la palabrapronunciada, sino la melodía fuertey redundante, que baja a lo profun-do, alejando distracciones y preocu-paciones demasiado terrenas.

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forma esta hostia en tu Cuerpo sin mancha y elcontenido de este cáliz en tu preciosa Sangre. Ysea para todos los participantes medio de salva-ción y curación de nuestras almas, del cuerpo yde nuestro espíritu, para que Tú seas el Rey detodos nosotros, Cristo, Dios nuestro. A ti la ala-banza y la gloria, el honor y la adoración, junta-mente con tu buen Padre celestial y el EspírituSanto, el vivificador, consustancial a ti, ahora ysiempre por toda la eternidad. Amén».

No son numerosos los fieles que se acer-can al altar para comulgar con el Cuerpo yla Sangre del Señor, ya que esto requiereuna gran preparación, hecha de mucha ora-ción y un largo ayuno, pero a todos, al finalde la celebración, se les entrega un buentrozo de pan bendecido para consumirlocomo signo del ágape cristiano.

Mientras en Occidente nos preguntamospor qué el signo de la paz no está puesto alcomienzo de la celebración, quien conocela liturgia de las Iglesias de tradición antio-quena, en particular la maronita, puedecomprender mejor por qué nosotros practi-camos este rito poco antes de la Comunión.En algunas de esas liturgias resulta evidenteque se trata de una paz que no es de estemundo: el sacerdote la recibe del altar, delcontacto con el cuerpo y la sangre delSeñor, y la transmite al ayudante, que a suvez la lleva a los fieles presentes.

Hacia el final de la celebración, da a losfieles el Cuerpo y la Sangre del Señor, mo-jando la Hostia en la Sangre sagrada y dán-dosela al comulgante. En el rito etíope sedice: «Este es el Pan de vida que ha bajadodel cielo, el precioso Cuerpo del Emma-nuel, que es nuestro verdadero Dios». Elministro responde: «Amén, lo creo verda-deramente». Después el sacerdote reza laacción de gracias:

«Ahora se ha cumplido perfectamente, ohSeñor, tu santo e inmaculado misterio, que Túnos has dado para fuerza, salvación y recuerdode tu muerte. Nosotros hemos visto el misterio detu santa Resurrección. Haz que tengamos lavida, y mantennos en ella en la hora presente yen todo tiempo, porque Tú eres Rey sobre todo,glorioso, nuestro Señor y Dueño, nuestro Salva-dor Jesucristo, nuestro Dios. Nosotros te ofrece-mos y te presentamos la acción de gracias, vene-ración y honor juntamente con tu Padre celestialy con tu Santo Espíritu, el Vivificador de la eter-nidad y para la eternidad».

En la liturgia siríaca, el misterio de Diosestá significado por el gesto con el cual elcelebrante toma una cadena del incensarioy glorifica al Padre; luego toma dos, y glori-fica al Hijo, considerando las dos naturale-zas, que en Él están unidas; y finalmente to-mando las tres cadenas juntas, glorifica alEspíritu Santo.

Todas estas formas litúrgicas no llevan aalejarse del mundo, porque los que frecuen-tan la iglesia o viven en un monasterio sonanimados a cumplir sus deberes cotidianoscon el corazón y la mente de Cristo. Enefecto, la vida espiritual de hombres, y aúnmás de mujeres, santificados por la graciade los santos misterios, resplandece en lahospitalidad, en los exquisitos alimentosque ofrecen, o también en un vaso de aguafresca, como el que se me ofreció cerca dellugar donde nació Juan Bautista, en losconfines del desierto, que recuerdo comouna bendición divina.

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«Ahora se ha cumplido perfectamen-te, oh Señor, tu santo e inmaculado mis-terio, que Tú nos has dado para fuerza,salvación y recuerdo de tu muerte. Noso-tros hemos visto el misterio de tu santaResurrección. Haz que tengamos lavida, y mantennos en ella en la hora pre-sente y en todo tiempo, porque Tú eresRey sobre todo, glorioso, nuestro Señor yDueño, nuestro Salvador Jesucristo,nuestro Dios».

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LLLLA belleza no se identifica con cáno-nes estéticos exteriores, formas, co-lores, sonidos. Es un movimiento

que parte desde lo profundo, un lenguajeque se transmite más allá de los sentidos.Es una relación que une y lleva hacia y den-tro de dimensiones no imaginadas antes.La “confesión” del escultor Benedetto Pie-trogrande lo revela y nos dice cómo un ca-risma (don del Dios “belleza”) ilumina elarte y lo hace expresión de lo que las pala-bras no saben decir.

Tengo delante de los ojos una imagenque me lleva hacia atrás en el tiempo, cuan-do en mi estudio en Venecia había comen-zado mi búsqueda de escultor: una barcazaque se aleja en la laguna llena de esculturasque consideraba superadas y que había rotodeliberadamente. Un cúmulo de esculturas

lisas del que emergen bustos, cabezas cor-tadas que representan para mí la supera-ción de un lenguaje académico: finalmente,al alejarse por la laguna, alcanza un valorpoético surrealista. Un gran corte, casi acero que me invitaba a volver a partir y meobligaba a un gran esfuerzo, con momentosde profunda incertidumbre y otros de im-pulso creativo. Un scavo interior que meconducía a descubrir otros contenidos.

Sin embargo, me parecía que la sociedadalrededor no reclamaba valores fundamen-tales ni sentimientos del hombre.

Incluso Venecia, que me había fascinadoy que jamás habría pensado abandonarla,me mostraba su límite, la precariedad: vaci-laban en mi los absolutos estéticos comohasta ahora había entendido (glorioso pasa-do – fuera del presente).

Unidad y Carismas

Benedetto Pietrogrande

Dar cuerpo y almaa “María de los focolarinos”

EXPERIENCIAS

La belleza no se identifica con cánones estéticos exteriores, formas, colores, sonidos. Es unmovimiento que parte desde lo profundo, un lenguaje que se transmite más allá de los senti-dos. Es una relación que une y lleva hacia y dentro de dimensiones no imaginadas antes. La“confesión” del escultor Benedetto Pietrogrande lo revela y nos dice cómo un carisma (don delDios “belleza”) ilumina el arte y lo hace expresión de lo que las palabras no saben decir.

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No estaba solo con mi arte: ahora Ma-riuccia caminaba y compartía todo conmi-go. Se enfrentaban a la vida los nacimientosde mis hijos: grande experiencia que en-volvía todo en aquel momento y nutría mibúsqueda artística llevándome, incluso condureza, con fatiga, con incertidumbreeconómica, a nuevas visiones de lo bello.Los contenidos, poco a poco, modificabanmi lenguaje artístico que rehuía esteticis-mos de calidad por una esencialidad expre-siva que deriva de una mayor adherencia ala realidad.

Me sentía atraído por los objetos de tra-bajo, como si el “cántico de las cosas” llena-se la forma de mi modelación de escultor.

Advertía un definitivo declinar de la figu-ra del artista como solitario genio románti-co: atardecer que me empujaba inexorable-mente a redescubrir la parcela entre arte yvida.

Un encuentro

El encuentro con Chiara Lubich fue paramí una luz nueva que invadió mi búsquedaartística.

Al encontrar a Chiara y, en ella la espiri-tualidad de la unidad, me pareció distinguirel sentido profundo y único al cual tendíainconscientemente.

Fue aquel respiro del alma que me lleva-ba poco a poco a intuir la grandeza de sucarisma, entrando así en espacios muchomás amplios, no mensurables.

Me pareció estar envuelto y unificadopor el amor de Dios.

Por aquella luz me descubro viviendo ysuperando dificultades y pruebas que mehacían más atento al hombre y disponible ala confrontación…

Desmitificando el artista en mí, mesentía libre y advertía que Dios no me ex-propiaba absolutamente en nada, sino quese daba a mí.

Cual no fue mi sorpresa cuando en el 86Chiara me llamó, ya concluido el CentroMariápolis de Castel Gandolfo, y me invitóa estudiar y preparar la imagen de la Virgenpara la nueva capilla, corazón del Centro.

Me sentí privilegiado por esa confianzay, al mismo tiempo, fuertemente temerosopor la profundidad del contenido que mehacía sentir inadecuado.

¿Cómo presentar y modelar una imagende María según el corazón de Chiara?

Le presenté varias composiciones pro-puestas por la figuración de mi modelo, enlas que subrayaba la imagen de una madrerodeada de figuras dialogantes.

El modelado de la escultura viene a ex-presar la familia, los jóvenes, el estudio, eltrabajo, el focolar, la Iglesia con el papa ylos obispos.

Todo recogido por el manto de Maríaque poco a poco en la elaboración se am-pliaba recogiendo un converger hacia ellacomo su pueblo. Cuando le presentaba mitrabajo, Chiara de vez en cuando meorientaba dando un nombre a las diversaspresencias representadas en el panel debronce.

Instantes con ella que me penetraban enel alma; su mirada materna y profunda col-maba mi suspensión en los momentos másdifíciles de la definición de la obra. Mesesde trabajo durante los cuales he advertidola presencia de Dios que guiaba mis ma-nos. Un día, en el que me parecía haberconcluido la obra, le pedí a Chiara estarpresente; mientras me encontraba subidoen una escalera me sentí llamar por ella:“Benedetto”. Ella me miraba en silencio yme sonreía.

“Me he atrevido a cambiar, ¿va bien?”¡Para mí era el grande y definitivo banco

de prueba!Después de observar algunos minutos,

exclamó: “Somos nosotros”, y añadió re-cordando las palabras del papa Juan Pablo

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II dirigidas a ella: “Es María de los focolari-

nos”. Nombre del panel escultórico que

quedará para siempre.

Cuando me detengo en la capilla del

Centro observo la escultura con un senti-

miento de gratitud y, al mismo tiempo, con

la conciencia de mi límite de artista, de mi

pobreza frente al Misterio de la Belleza.

Unidad y Carismas

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DISCURSO DE BENEDICTO XVI A LOS ARTISTAS

«El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra titulada “Gloria”, una estética teoló-gica, con estas sugestivas expresiones: “Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza esla última palabra que el intelecto pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella no haceotra cosa que coronar, cual aureola de esplendor inalcanzable, el doble astro de lo verdadero ydel bien y su indisoluble relación”. Después observa: “esa es la belleza desinteresada sin lacual el viejo mundo era incapaz de entenderse, pero que se ha apartado de puntillas del mo-derno mundo de los intereses, para abandonarlo a su oscuridad, a su tristeza. Esa es la belle-za que ya no es amada y custodiada ni siquiera por la religión”. Y concluye: “Quien, en sunombre, crispa los labios en un -secreta o abiertamente- no es capaz de rezar y, pronto, ni si-quiera de amar”. El camino de la belleza nos conduce, entonces, a tomar el Todo en el frag-mento, el Infinito en lo finito, Dios en la historia de la humanidad. En este sentido, SimoneWeil escribía: “En todo aquello que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lobello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en elmundo, del cual la belleza es un signo. Lo bello es la prueba experimental de que la encarna-ción es posible. Por esto, cada arte de primer orden es, por su esencia, religiosa”. Todavía máscáustica es la afirmación de Hermann Hesse: “Arte significa: dentro de cada cosa mostrar aDios”. Haciendo eco a las palabras del Papa Pablo VI, el siervo de Dios Juan Pablo II rea-firmó el deseo de la Iglesia de renovar el diálogo y la colaboración con los artistas: “Paratransmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte” (Carta alos artistas, n. 12); pero preguntaba inmediatamente después: “¿el arte tiene necesidad de laIglesia?”, animando a los artistas a encontrar en la experiencia religiosa, en la revelación cris-tiana y en el “gran código” que es la Biblia una fuente de renovada y motivada inspiración.

...San Agustín, cantor enamorado de la belleza, reflexionando sobre el destino último delhombre y como comentando ante litteram la escena del Juicio que tenéis hoy ante vuestrosojos, escribía: “Gozaremos, entonces de una visión, hermanos, nunca contemplada por losojos, ni oída por los oídos, nunca imaginada por la fantasía: una visión que supera todas lasbellezas terrenas, la del oro, la de la plata, la de los bosques y de los campos, la del mar y delcielo, la del sol y la luna, la de las estrellas y los ángeles; la razón es ésta: es la fuente de cual-quier otra belleza” (Ep. Jo. Tr. 4,5: PL 35, 2008)».

Benedicto XVI, Encuentro con los artistas, 21 noviembre 2009

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SSSSI yo fuera organizadora de concursos,presentaría de inmediato a “Missojos”, estando segura que habría se-

rios problemas para la elección de la vence-dora, viendo los innumerables movimien-tos de esas cuencas que a menudo son máselocuentes que un largo discurso, compen-dio de belleza, de ternura o desesperación.

Siempre me ha fascinado y atraído elmirar a los ojos de las personas con las quehablo y de las que encuentro casualmenteen el metro o por la calle. Sé que tal vez vacontra la urbanidad y recuerdo bien lasprimeras recomendaciones que recibí hacemuchos años, recién entrada en el novicia-do: «¡Tienes que mirar a las personas de la na-riz para abajo; lo contrario es peligroso!». Sin-ceramente, he transgredido muchas vecesesta imposición, pues hablar mirando aesa protuberancia en medio de la caranunca ha estimulado demasiado mi con-versación ni mi escucha, ya que descubriry dejar descubrir, leer y dejar leer lo no di-cho, el silencio, la espera, la alegría o eldolor, a través de los ojos tan cambiantes,

expresivos, sinceros y espontáneos, essiempre para mí un don recíproco quesube de lo profundo del corazón y se ofre-ce con simplicidad al otro.

En mi ministerio carcelario, los ojos, losde las personas a las que me acerco y losmíos, son el primer carné de identidad quees un encuentro y, a veces, también un de-sencuentro, pero nunca ruptura; basta lue-go saber leer el retorno de la calma o la ne-cesidad del desahogo. Son el espejo límpi-do de la belleza o turbio del mal que hayque conjurar.

Sé lo que consuela y anima, al atravesarlos largos pasillos, el presuroso saludo conla mujer que va a tirar los sacos de la basu-ra: «B, ¿estás bien? Tienes los ojos oscuros…¿malas noticias?», o «A (otra hermana),sonríe, ¿ya sabes que F ha salido?, ¡todas nos ale-gramos!».

Y sé también por larga experiencia, el va-lor de una atención delicada que lee en losojos lo que las mujeres tratan de enmasca-rar con un rostro impasible o fingidamentetranquilo. A veces basta que yo ofrezca un

Paola Vizzotto, m.d.i.

Miss ojos

EXPERIENCIAS

En la cárcel, donde cada gesto se ha de medir, la mirada puede ser la manera privilegiadapara comunicar y llevar a este lugar de sufrimiento un rayo de luz y de belleza.

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pañuelito de papel para que se abran las ca-taratas del llanto trabajosamente reprimidoo que pregunte dónde se ha ocultado el her-moso color de los ojos disfrazado en unhondo suspiro. O, cuando al enterarme delbuen resultado de un juicio, propongo rien-do el uso de las gafas de sol para evitar losrayos de los ojos felices. Belleza que res-plandece en lo gris de una celda.

Cada vez que entro en las distintas sec-ciones de la cárcel, como primera gimna-sia del alma, después de la señal de laCruz y renovar rápidamente la concienciade que estoy pisando tierra sagrada por lapresencia de Cristo crucificado y resucita-do, trato de “resetear” mi corazón en la se-renidad y en la paz, para que mis ojos re-flejen serenidad y paz, aunque luego, du-rante los coloquios, la tristeza, la amargu-ra, la fragilidad, la impotencia, tienentodo el poder de ofuscarlas o destruirlas, yencontrarme, fraternalmente, enjugandolágrimas de quien se confía y también lasmías, para después poder mirarnos a losojos y encontrar juntas esa fuerza de uni-dad que nos hace solidarias y responsablesunas de otras. Cuántas veces, yendo a lacárcel, mi rosario es solo una invocación:«Jesús, por la intercesión de María, Madre tuyay nuestra, abre los ojos y los oídos de mi corazónpara que sea capaz de acoger a tus mujeres comolas acoges tú».

Tal vez ese “como” es un poco presun-tuoso, pero en las peticiones hay queapuntar alto y estoy segura de que mi exi-gencia da frutos primeramente en mí yluego en las mujeres que visito. La largaexperiencia en la cárcel de Yaoundé, capi-tal de Camerún, me había educado a po-ner en el centro la persona, a abrazar a unamujer, no a una detenida, a recordar sunombre, no su delito, y, por tanto, ahorame resulta natural sentarnos juntas paralos coloquios, sin una mesa de por medioque nos separe. No hablar, sino escuchar,

escuchar… escuchar… incluso los silen-cios, las explosiones de rabia, de llanto, dedesesperación… Escuchar, pero sin perderel contacto con los ojos, que, de tristes ocerrados, poco a poco se alzan buscandoconsuelo, seguridad, acogida en los míos,y lentamente se abren a la sonrisa, mien-tras las lágrimas, no contenidas, fluyentranquilas, saludables, dejando señales enmi velo en el largo abrazo que consuela ynos hace hermanas que caminan con unsolo corazón. Entonces el rostro se transfi-gura en una belleza que aflora de lo pro-fundo y, aun dejando intactos los rasgosdel rostro, renueva e ilumina todo el ser ycuanto lo rodea.

G sabe que no saldrá pronto de la cárcel,así como más de la mitad de su familia, in-terna en varias cárceles con duras conde-nas. Nos vemos en los pasillos tres veces ala semana, porque ella está encargada deacompañar a las detenidas enfermas a laenfermería.

Nuestro primer encuentro, hace años,fue un verdadero… desencuentro: con la si-lla de ruedas, que empujaba corriendo, casime atropelló pero, más que la silla, me atro-pellaron sus invectivas y amenazas. Tratéde evitarla durante un tiempo, sobre tododespués de los informes tan negativos queme dieron las funcionarias y sus compañe-ras. Pero un día, ante el gran portón de laentrada, me encuentro con una ancianatoda agitada que, en voz alta, trataba de im-

Unidad y Carismas

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«Señor, gracias, el milagro ha sucedi-do, ahora G se ha encontrado a sí mis-ma, ahora es libre, ahora caminará enpaz. Gracias por haberla mirado a travésde mis ojos, gracias por haberlos usadouna vez más».

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poner a las funcionarias sus razones. Meacerco y le pregunto qué quería. Por tenercaducado su carné de identidad, no podíaentrar a visitar a su hija ni a su nieta, cuyosnombres no me sonaban. Trato de calmarlay le doy mi palabra de hacer toda mi partepara que sus familiares sepan que la mamáhabía venido a visitarlas pero no podía en-trar. La señora se calma, me da las gracias yse marcha.

Qué sorpresa cuando descubro que lahija es justamente mi hosca atacante, lamando llamar y se me para delante con losojos evidentemente cansados… Abrazán-dola, me parece tocar un tronco rígido, ledigo que es el abrazo de su madre, que noha podido entrar… De repente me tomalas manos y me pregunta cómo he encon-trado a su mamá, qué me ha dicho, cómoestá… Una avalancha que allí, de pie, ex-plota confiándome todo el dolor de sabersobre su madre, anciana, la única libre dela familia, que peregrina de una cárcel aotra quitándose de la boca lo necesariopara llevar algo a los suyos. Entonces laabrazo de nuevo más fuertemente, sin pre-ocuparme de las cámaras de vigilancia quehay a lo largo del pasillo y, ¡milagro!, susojos se abren grandes, sorprendidos, de unnegro intenso, hermosísimos, brillantesbajo las lágrimas que ahora brotan comoperlas… y los fija en los míos buscandoapoyo, seguridad: «Señor, gracias, el milagroha sucedido, ahora G se ha encontrado a sí mis-ma, ahora es libre, ahora caminará en paz. Gra-cias por haberla mirado a través de mis ojos,gracias por haberlos usado una vez más».Nuestros encuentros en los largos pasillosson ahora explosión de alegría y de noti-cias, son una sonrisa hermosa que da calory que contagia a las enfermas que acom-paña a la enfermería.

R acaba de ingresar, está acusada de ungrave delito penado con el internamientoen la cárcel: hacer daño o matar a un bebé

es más grave que matar a un adulto. Ley noescrita, pero efectiva detrás de las rejas.

Cuando sale de la zona de aislamiento,las compañeras me la recomiendan ense-guida, señal de que ellas también han com-prendido la situación de la joven. La llamo,casi no se atreve a entrar, parece contraídasobre sí misma, cabeza encajada en loshombros, el rostro fijo en el suelo, las ma-nos hundidas en los bolsillos. Enseguida sepone detrás de la mesa, como hacen las de-tenidas con las otras interlocutoras institu-cionales. La llamo por su nombre y hagoque se acomode en la silla cerca de mí. Estáinmóvil, rígida, le saco las manos de losbolsillos, se las aprieto, heladas, trato de le-vantarle la cabeza, resiste, muda. ¿Qué ha-cer? Con un gesto espontáneo, le aliso elflequillo, un estremecimiento y me encuen-tro con R casi caída en mi regazo como unaniña que busca protección en su madre.Siento dentro una fuerte sacudida, le abra-zo fuertemente teniéndola sobre las rodillasun largo rato, atenta a que no se abra el pes-tillo y alguien venga a interrumpir este mo-mento sublime. Podría ser su abuela: R estodavía una muchachita, extranjera, estásola; noto en sus brazos signos de quema-duras de cigarrillos, cardenales antiguos yrecientes. No le hablo, espero, despuéspoco a poco le levanto el rostro y le mirofija a los ojos como transmitiéndole toda lacomprensión por cuanto haya cometido ytoda la misericordia que imploro del Padrepara ella y para mí.

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Supo descubrir el buen ladróntodo el amor y misericordia que hi-cieron de él no un criminal crucifi-cado justamente, sino el primer san-to que acompañó a Jesús a su Reino.

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No se atreve a mirarme hasta que rompoel silencio llamándola por su nombre variasveces. Como un relámpago, y sus ojosazulísimos se clavan en los míos mudos,pero que tratan de darle toda la confianza yla acogida que quisiera darle, y de golpe ex-plota sin alejar nunca sus ojos de los míos.Cuenta su vida de niña en su país, de vendi-da en este otro lugar, de prostituta menormaltratada, de desesperada y amenazadade muerte por la criatura que estaba cre-ciendo en ella, fruto de violencia, pero queella no tenía el valor para abortarla y lue-go… el parto: sola, desesperada, sin presen-te y sin futuro, el abandono del bebé y lafuga. Le hablo del niño que vive, que hasido adoptado, que su vida ahora podrácambiar. ¿Me escucha? No lo sé, no me im-porta, sé que no aparta sus ojos de los míosy sonríe cuando yo sonrío, hasta un llantoliberador que, lavando sus ojos, lava el co-razón y cura las quemaduras y cardenales.

Ahora R, apenas entro en su sector, mebusca y aunque no pueda hablarle en esemomento, la complicidad que leo en susojos claros es la confirmación de que elSeñor sigue mirándola a través de mis ojosincluso cuando estoy lejos de la prisión. Esla belleza de una maternidad del corazónque puede dar vida a una maternidad demuerte.

También fuera de la cárcel, cuando en elmetro encuentro a alguna mujer rumana,excarcelada, que “trabaja”, la fiesta estáasegurada, aunque sabe que la regañaré porel temor a volverla a ver detrás de las rejas.Sus ojos buscan los míos, me sonríen, meabrazan, me piden noticias de las compañe-ras aún detenidas y me dan noticias de lasque ya salieron. Qué diferencia entre lasmiradas irónicas, contrariadas de los pasa-jeros y las sonrisas sencillas y luminosas delas mujeres, a menudo en espera un nuevoretoño o con el último nacido en los brazos,que presentan a la “abuela” con orgullo,

para que yo lo bendiga. Me sorprendo con-tinuamente –espero no acostumbrarme– dela belleza de la confianza, del respeto, de lalibertad que leo en sus ojos, que cambianenseguida de color y expresión a la vista deun uniforme o al oír palabras racistas, si nopeores, de los viandantes.

Cuántas veces, en los tres días que voy ala cárcel, el camino se convierte en una me-ditación agradecida por el gran don de serla “hermana de la prisión”, título que mehonra y que trabajo por honrar recordandolas túnicas de piel que Dios Padre cose des-pués del error de nuestros progenitores, ycon las que tiernamente los recubre, porquela persona, hija amada de Dios, no es lapena que cumple sino espejo de una socie-dad madrastra, que no defiende y salva asus propios hijos, sino que los hace frágilesy culpables.

Dios, cuando crea al hombre y a la mu-jer, lo que crea es bueno y hermoso: nadienace con la marca de la culpa, sino que seconvierte en su víctima. «Se parecen a noso-tros», fue la exclamación sorprendida de unvisitante de la cárcel, que aún me siguepunzando. No, no se parecen, «son como no-sotros»: creados en belleza y bondad, perovíctimas de una historia y de sucesos quehan estropeado el sello inicial, pero que nohan destruido el designio divino, que solohan de encontrar manos y corazones de mi-sericordia que reconstruyan devolviendo labelleza querida por el Creador.

Mi oración es que la piedra que llevo enla mano y la de cuantos están prontos a lan-zarla contra una detenida, por grave quesea el delito, se deje caer al suelo, sintiendodelante el rostro reclinado de Cristo, en cu-yos ojos, entornados por el escarnio y laagonía, supo descubrir el buen ladrón todoel amor y misericordia que hicieron de élno un criminal crucificado justamente, sinoel primer santo que acompañó a Jesús a suReino.

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LLLLA sala del hotel Ergife, en un climade profunda comunión, ofrecía unespectáculo de belleza, por la varie-

dad de los carismas y de las culturas, reve-lando el gran potencial y la riqueza de lavida consagrada, una riqueza que se ex-presó en los momentos de oración, de cele-bración y de colaboración gratuita.

No será así entre vosotros. El servicio de la au-toridad según el Evangelio: fue el tema de laplenaria, un hermoso desafío para las exi-gencias de un mundo marcado cada vezmás por una profunda crisis antropológica,por los cambios de época y por el siempre“dramático grito de los pobres”.

La presidenta sor Mary Lou Wirtz,f.c.i.m., al inaugurar los trabajos, exhortó:

Estamos viviendo un tiempo de caos, denoche, de oscuridad. ¿Cómo podemos iradelante con esperanza cuando estamos

tentados de ceder al desánimo? Pero elcaos es potencialmente un bien. El Espírituquiere irrumpir en nosotros para renovar latierra.

Invitó así a mirar al futuro, a alargar lasperspectivas del liderazgo en una “obedien-cia a la realidad”, subrayando que en laevangelización el papel de la vida religiosafemenina es crucial.

Durante cinco días se sucedieron las re-laciones expuestas por teólogas, sociólogas,economistas, pedagogas y psicólogas, ofre-ciendo materiales de reflexión y de revisióna las participantes que, primero se reuníanen grupos lingüísticos (cada grupo com-puesto por ocho superioras generales de na-ciones y culturas diversas); después enasamblea se abría un diálogo profundo y fe-cundo, diálogo que no tuvo miedo de ponersobre el tapete cuestiones delicadas, retos y

Marina Motta, s.b.g.

«Así debe ser entre vosotros».El servicio de autoridad

según el Evangelio

NUEVOS HORIZONTES

En el marco de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II, del año de la fe y dela nueva evangelización, ha tenido lugar en Roma la XIX plenaria de la Unión internacio-nal de Superioras Generales (UISG), reuniendo a más de 800 madres generales de 75 paísesde todo el mundo, para reflexionar y dialogar sobre el tema del liderazgo (leadership).

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puntos cruciales que vive hoy la vida consa-grada.

Valiosísimas fueron las aportacionesque, resumidas en un documento final, pro-pusieron reflexiones sobre puntos impor-tantes como: la figura de la autoridad enuna comunidad adulta; “La compañíacomo gracia”: un desafío en nuestro mun-do post-moderno; la autoridad de los quesufren; la escucha del grito de los pobres.

Sor Mary John Mananzan, o.s.b., con sucontribución Las perspectivas sobre la autori-dad en la Vida Religiosa después del ConcilioVaticano II, subrayó las características deuna comunidad adulta en la cual la leaders-hip tiene el deber de potenciar la correspon-sabilidad del grupo y promover una comu-nicación circular-participativa que superelas lógicas verticales o piramidales. En estaperspectiva se afrontó una reflexión sobre el“poder”, sobre su verdadero significadoevangélico y sobre su uso o abuso que a me-nudo se hace del mismo.

Las exposiciones de sor Mary Pat Gar-vin, r.s.m., La Compañía como Gracia: unametáfora para la autoridad religiosa hoy y desor Charlotte Sumbamanu, s.t.n.j., El ejerci-cio de la autoridad en una comunidad adultaafrontaron, sin embargo, el modo de enten-der la autoridad religiosa hoy. Sor MaryPat, analizando dos elementos críticos delservicio de responsabilidad, afirmó quepara guiar como “compañías de gracia” de-bemos creer seriamente que la leadershipmira, antes que nada y sobre todo, a las re-laciones. En segundo lugar las “compañíasde gracia” deben reconocer una empresacomún y compartida.

Como líder de congregaciones, tenemosel deber de animar a nuestros miembros yde proveerles los instrumentos para apoyar-se mutuamente en el seguimiento de Jesúsen la tradición de nuestros fundadores yfundadoras. Las historias que contienennuestra historia, los valores proclamados en

nuestras Constituciones y la expresión con-temporánea de tales valores, que se encuen-tran en las Declaraciones de nuestro recien-te Capítulo son los medios más potentesque tenemos para realizar directamente losdeseos más profundos y las más altas aspi-raciones de nuestros miembros, los mismosdeseos y aspiraciones que encendieron suvocación religiosa.

¡Jesús conocía bien el poder de la narrati-va y de la narración para que prendiera laacción en nombre del sueño de Dios! En elEvangelio vemos a Jesús hacer a menudoreferencia a los deseos y a las aspiracionesde los discípulos, uniendo sus experienciasordinarias con las historias contenidas enlas Escrituras hebraicas. Hoy día los archi-vos de nuestra congregación contienen mi-llares de relatos e historias que únicamenteesperan que se vuelvan a contar y a decir li-berando otra vez la energía y la visión denuestros miembros fundadores. Pero quizámás querida a nuestros corazones y a nues-tra experiencia personal es la narración dela congregación que se desarrolla formal-mente o informalmente en un infinito nú-mero de modos, por ejemplo, en las admi-siones, en las profesiones, en los jubileos y,tal vez de modo más conmovedor, en los fu-nerales de nuestras hermanas, donde através de esa historia contamos y gozamosdel carisma hecho carne1.

Se acentuó después que, en toda culturay en todos los tiempos, la función central dela edad adulta siempre ha sido y siempreserá el de ser generativos. El servicio de au-toridad común y compartido debe ofrecer alos propios miembros los instrumentos y elapoyo de que ellos tienen necesidad para

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«La verdadera autoridad crece en lamedida en la que hace que crezca en losotros».

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desarrollar sus capacidades de leadership,sea como líder en sus ministerios sea comofuturos líderes de las congregaciones.

«Las personas con verdadera autoridad no sepreocupan de hecho de preservar su poder, sino,al contrario, se guían por el deseo de que las otraspersonas crezcan en la autodeterminación y en lalibertad de acción. La verdadera autoridad creceen la medida en la que hace que crezca en losotros».

Su ministerio es el de la unidad: ella es elsigno y la responsable de la unidad de la co-munidad. Podríamos preguntarnos si esteideal es realizable. Pero sí sabemos que laautoridad en la comunidad, como en laIglesia, es un don de Dios y el don siguesiendo un ideal con el que debemos medir-nos cada día.

El amor nos lleva a aceptar la responsa-bilidad de ser “el guardián de nuestro her-mano o hermana”, pero nos impide interfe-rir con violencia en su vida privada. Másbien estamos llamados a seguir la discretavía del Espíritu Santo en el corazón delotro. Y no estamos llamados a sustituirle aÉl ni a hacer su trabajo.

Sugestiva fue la contribución de la teólo-ga Bruna Costacurta con su relación La au-toridad y la Biblia. Trazando la figura del reyideal de Israel como la autoridad “que vivea servicio” “según el corazón de Dios” y elcaso de Ester, la teóloga profundizó en cla-ve bíblica sobre el servicio de autoridad. AEster, en particular, la describió como unamujer que asumió la «realidad del propio cuer-po, de la situación concreta, de su historia perso-nal» y «puso en peligro su vida cargando con lossufrimientos del pueblo al que pertenece y delcual se siente responsable».

La autoridad de los que sufren fue el temade sor Marta Zechmeister, c.j., que suscitóuna reflexión sobre la atención a los de-safíos de hoy y sobre el discernimiento. Re-cogiendo una frase de Dietrich Bonhoeffer,el gran mártir de la Iglesia luterana alema-

na, el cual dijo que ya no es suficiente «asis-tir a las víctimas del suplicio de la rueda», sinoque lo que se nos pide es «bloquear y detenerla rueda», afirmó:

En esta dimensión la misericordia y elamor apasionado deben traducirse en estra-tegias bien pensadas. Con la astucia delEvangelio, como congregaciones religiosaspodemos aprovechar nuestra ventaja de seruno de los primeros “global player” (jugado-ras mundiales) en la historia humana y uti-lizar nuestras redes internacionales ennuestra congregación, en colaboración conotras congregaciones y tejer relaciones contodos los que luchan por la humanizacióndel planeta.

Es un ejercicio de “contemplación”, elejercicio de mirar y escuchar con atención yhonestidad, para que “la autoridad de lasvíctimas”, el “sacramento de la voluntad deDios” nos hable. Es necesario un corazónque escuche con paciencia para compren-der lo que las víctimas nos piden concreta-mente en cada situación.

Por consiguiente el deber de las respon-sables es el de hacer que toda la comuni-dad se ponga en marcha “pronta y solíci-ta”: se acerque físicamente a los pobres y alos excluidos y participe con ellos la vida ysus aficiones, aprenda su lenguaje y bus-que y goce de su amistad […] –como afir-ma el papa Francisco–: «La Iglesia está lla-mada a salir de sí misma y a ir hacia las perife-rias, no solo a las geográficas, sino también alas existenciales: las del misterio del pecado, del

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¿Cómo podemos ir adelante conesperanza cuando estamos tentadosde ceder al desánimo? Pero el caoses potencialmente un bien. El Espí-ritu quiere irrumpir en nosotros pararenovar la tierra.

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dolor, de la injusticia, de la ignorancia y de laausencia de fe, las del pensamiento, las de todaforma de miseria»2.

Durante la plenaria además de las rela-ciones se presentaron testimonios, expe-riencias, encuestas. Se presentó el caminointercongregacional en Brasil, por el cual,durante los años 70 y 80, abrazando la op-ción por los pobres, muchos institutos setransfirieron del sur al nordeste del país fa-voreciendo la intercongregacionalidad.Un sucesivo traslado geográfico se produ-jo también en los años 90 hacia el centro-norte, cuando diversos Institutos se trans-firieron a la Amazonia. La Conferencia delos religiosos del Brasil apoyó estas opcio-nes misioneras promoviendo la formacióny el acompañamiento de las comunidadesintercongregacionales. En algunas favelasdel Brasil viven y trabajan juntas herma-nas de diversas congregaciones, cada unacon la propia espiritualidad, pero se con-frontan en un camino de comunión y departicipación recíproca para responderjuntas a los desafíos de su territorio. SorFiorenza, una hermana misionera, comu-nica: «De este modo quien tiene una inclina-ción a la vida contemplativa da equilibrio aquien está comprometida exclusivamente conlas acciones sociales, y viceversa. De este modose favorece a la persona, no a la obra».

La dimensión intercontinental caracteri-za en cambio al proyecto Talita Khum, lared internacional de Vida Consagrada con-tra la “trata de personas”. Surgida en el

seno de la UISG, en el ámbito de un pro-yecto en colaboración con la OrganizaciónInternacional para las Migraciones y finan-ciado por el Gobierno de los Estados Uni-dos, Ministerio para la población, los Refu-giados y la Migración. Colaboran en estounas de dos mil hermanas, a través de vein-tidós redes de religiosas comprometidas enla ayuda a mujeres, hombres y niños vícti-mas de explotación, abusos y la prostitu-ción. También se afrontó la trabajosa reali-dad de la vida religiosa americana, con susretos y sus dolores, en un clima de profun-da atención, haciendo posible un diálogofranco y constructivo.

A este respecto hay que resaltar interven-ción del cardenal Joao B. de Aviz, Prefectode la Congregación para los Institutos devida consagrada y las Sociedades de vidaapostólica, el cual respondió a las pregun-tas de las generales en un diálogo honesto yclaro, diálogo no siempre verificado en elpasado.

Debéis ser profetas de la esperanza.Sois valiosísimas para la Iglesia

Después de haber valorado el rol de laUISG como «camino de comunión en el cualse comprende y se actúa el espíritu del ConcilioVaticano II», el cardenal añadió que «volveral Concilio significa volver al Evangelio». «LaIglesia nos parece a veces una sociedad de clases,bien organizada, pero siempre de clases». Sinembargo, añadió, debemos tener en cuentaque «el Papa., el cardenal, la persona consagra-da, no valen más que quien trabaja, cría los hi-jos, etc.». Por eso «entre nosotros debe crecer larelación de fraternidad, la espiritualidad de par-ticipación». Las «órdenes y congregaciones másricas deben ser las que más distribuyen». Refi-riéndose a la presencia de la dimensiónjerárquica y de la dimensión carismática enla Iglesia, dos dimensiones coesenciales,dijo: «El valor de la participación, de proceder

Unidad y Carismas

«Tratar de transformar nuestra vidacon la Palabra, y contarla no cómo hasido estudiada, sino cómo ha sido vivida[…] esto nos ayuda a crecer; nos lleva ano detenernos en una cristología sin Pa-dre y sin Espíritu Santo.».

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juntos, hombres y mujeres, es fundamental y lacomprensión de esta “coesencialidad” es unmodo de resolver los conflictos y dar esperanza ala Iglesia». Tocando el espinoso problemade las disputas surgidas entre las religiosasamericanas reunidas en la Lwer (LeadershipConference of Women Religious) y el Vaticanopor aspectos doctrinales y de naturalezaética, contestando a las religiosas por laCongregación para la doctrina de la fe, elcardenal reconoció que el problema to-davía no ha sido resuelto; pero precisamen-te por eso «hay necesidad de un intenso diálogoentre las dos partes. Prevalece sin embargo la es-peranza y la voluntad de construir».

«Este encuentro por su consistencia eclesial esun tesoro, es uno de los tesoros más preciosos dela Iglesia, para el diálogo entre personas que vi-ven el evangelio de Jesús. Estoy contento de estemomento», dijo el cardenal durante la ho-milía.

Y continuó: «Tratar de transformar nuestravida con la Palabra, y contarla no cómo ha sidoestudiada, sino cómo ha sido vivida […] esto nosayuda a crecer; nos lleva a no detenernos en unacristología sin Padre y sin Espíritu Santo. La di-mensión trinitaria uno-tres es una realidad deamor. ¿Cómo componer la diversidad si no enmodo trinitario? La unidad en la diversidad: serdiversos, ser uno».

Y el Papa Francisco durante la audienciacon las Generales:

No debemos olvidar nunca que el verda-

dero poder, a cualquier nivel, es el servicio,que alcanza su vértice luminoso sobre laCruz. Benedicto XVI, con gran sabiduría,ha recordado muchas veces a la Iglesia quesi para el hombre a menudo autoridad essinónimo de posesión, de dominio, de éxito,para Dios autoridad es siempre sinónimo deservicio, de humildad, de amor; quiere decirentrar en la lógica de Jesús que se postra alavar los pies a los Apóstoles y que dice asus discípulos: Sabéis que los gobernantesde las naciones las dominan… Entre voso-tros no será así –precisamente el lema devuestra asamblea, “entre vosotros no seráasí”–, sino el que quiera ser grande entre vo-sotros, será vuestro servidor y quien quieraser el primero entre vosotros, será vuestroesclavo (Mt 20, 25-27). Pensemos en el dañoque acarrean al Pueblo de Dios los hombresy mujeres de Iglesia que son carreristas, tre-padores, que “usan” al pueblo, a la Iglesia, alos hermanos y a las hermanas –a los quedeberían servir– como trampolín para lospropios intereses y ambiciones personales.Estos hacen un daño grande a la Iglesia.

Sabed ejercer siempre la autoridadacompañando, comprendiendo, ayudando,amando; abrazando a todos y a todas, espe-cialmente a las personas que se sienten so-las, excluidas, tristes, las periferias existen-ciales del corazón humano. Tengamos lamirada fija en la Cruz: allí está el lugar detoda autoridad en la Iglesia, donde Aquelque es el Señor se hace siervo hasta el dontotal de sí3.

1 Cf. M.P. Garvin, r.s.m. La Compagnia comeGrazia: una metafora per l’autorità religiosa oggi. 5maggio 3013 pp.5-6. Esta y las siguientes relacio-nes mencionadas han sido publicadas en VidimusDominum.

2 Cf. Suor M. Zechmeister, c.j., L’autorità di co-loro che soffrono, p. 2.

3 Papa Francisco a las participantes en la asam-blea plenaria de la U.I.S.G., 8 mayo 2013.

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«La Iglesia está llamada a salir de símisma y a ir hacia las periferias, no soloa las geográficas, sino también a las exis-tenciales: las del misterio del pecado, deldolor, de la injusticia, de la ignorancia yde la ausencia de fe, las del pensamiento,las de toda forma de miseria».

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««««OOOOS invito a conocerla: su vida hasido breve, pero es un mensaje es-tupendo». Así decía el papa

Benedicto XVI a miles de jóvenes y fami-lias, pocos días después de la ceremonia debeatificación de Chiara (Luce) Badano. Yse preguntaba cómo esta joven había podi-do en el dolor irradiar tanta luz, paz, sere-nidad, fe. Evidentemente, concluía el papa,«se trata de una gracia de Dios, pero esta graciatambién ha estado preparada y acompañada porla colaboración humana: la colaboración deChiara misma, ciertamente, pero también de suspadres y de sus amigos»2.

Acogiendo la invitación y las indicacio-nes del Benedicto XVI, queremos ahora de-tenernos en la dimensión comunitaria quecaracterizó el camino de Chiara Luce a lasantidad.

La sabia educación recibida de sus pa-

dres permitió a Chiara Badano desde su in-fancia asimilar valores cristianos y huma-nos tales como la honestidad, la rectitud, lacoherencia, la magnanimidad ante las ne-cesidades de los hermanos. En los últimosdiez años de su corta vida, y de modo muyparticular durante los años de la enferme-dad, el camino espiritual de Chiara Bada-no, el de sus padres y el de muchos de susamigos más cercanos tuvo un origen y unalma común: el compromiso en una de lasrealidades eclesiales de nuestro tiempo, elMovimiento de los Focolares, nacido delcarisma de Dios dado a Chiara Lubich.

La vocación a la santidad segúnla espiritualidad de la unidad

No es posible presentar aquí extensa-mente la visión que Chiara Lubich tiene del

Unidad y Carismas

Lucía Abignente

Santos juntos:el mensaje de Chiara Lubich en eltestimonio de Chiara Luce Badano1

NUEVOS HORIZONTES

El camino de santidad recorrido por Chiara Luce Badano es inseparable del carisma de launidad de Chiara Lubich, no sólo por la relación que unió a la joven con la fundadora de losFocolares, sino también con su familia y con una comunidad que la acompañó paso a pasoen su camino hacia la santidad. En ella aparece de modo luminoso cómo el amor hace bellaa una persona: «La hija del rey es toda esplendor» (Sal 45, 14).

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camino de la santidad, ni del influjo quesus intuiciones e indicaciones tienen en estesentido en la formación de los miembrosdel movimiento y en los frutos de santidadque han madurado en la vida de muchos3.De manera sintética –no exhaustiva– qui-siera destacar algunos puntos esenciales.

Ante todo me parece importante aclararque ya en los años cuarenta, inmediata-mente después de la consagración de Ch.Lubich a Dios, el 7 de diciembre de 1943,estaba presente en ella y en la naciente ex-periencia de los Focolares la conciencia deponer como lo primero la vocación del cris-tiano a la santidad, conciencia que, en líneacon la Constitución conciliar Lumen Gen-tium, la Exhortación apostólica Christifideleslaici puso como primer criterio para discer-nir la eclesialidad de un carisma. Decididafue, de hecho, en Ch. Lubich la convicciónde que no es un estado de vida lo que deci-de la perfección, sino el cumplir la voluntadde Dios, porque este es el camino de santi-dad para todos, no sólo para una élite depersonas. Esta comprensión y visión de lasantidad dio a la joven Ch. Lubich, y al pri-mer grupo de sus compañeras de Trento,una dimensión que podría decirse nuevapara aquellos tiempos. En el camino de se-guimiento del Señor, se comprendió funda-mental no el interés por una perfección quehabría que conseguir, mirándose a uno mis-mo, para ir quitando cada defecto, sino másbien vivir amando, por tanto, proyectadosfuera de sí, en la voluntad de Dios y en elamor al prójimo, para responder a Dios co-nocido como Amor. No sólo esto, sino quela lectura del Evangelio, hecha juntos, lacomprensión nueva de las palabras deJesús, en particular las del mandamientoque llamó suyo y nuevo (cf. Jn 13, 34), vi-viéndolo hasta experimentar la presenciaprometida de Jesús entre dos o más unidosen Él (cf. Mt 18, 20), hizo que la primacíadada a la caridad llegase ya desde aquellos

primeros años a inyectar el mismo deseo desantidad. Subrayando el cambio producido,gracias a la luz dada por Dios, Ch. Lubichexplica:

«Antes éramos tan individualistas que cadauno pensaba en sus asuntos: en ser bueno, tal vezhasta en hacerse santo, pero por su cuenta; des-pués la misma idea, el mismo deseo de santidadera puesto en común: queríamos amar al otro yayudar al otro a hacerse santo como nosotrosmismos»4.

La verdadera santificación, por tanto,madura en la reciprocidad del amor, cuan-do Jesús, que es el santo, está presente yconforma con su santidad. Escribía Chiaraen 1950:

«El mandamiento de Jesús: “Sed perfectoscomo el Padre” (Mt 5, 48) es mandamiento quevale para todos en cada momento de su vida, in-cluso para el pecador apenas convertido». Comotodos deben amar al prójimo como a sí mis-mos, así «todos deben ser perfectos como el Pa-dre. Pero esto es posible sólo si tratamos de hacer-nos santos con la disposición indispensable paralograrlo, es decir, si ponemos como base de nues-tra santidad (ante omnia, incluso antes de lasantidad) la mutua caridad, es decir, Jesús entrenosotros como premisa o principio, como mediopara santificarnos y como fin»5.

Esta certeza conformó y sostuvo siempreel compromiso siempre vivo y siempre re-novado por hacernos “santos juntos”, con-forme al carisma recibido de Dios: el de launidad.

Con esta luz se comprende cómo el com-partir las intuiciones, las luces, los dones deDios es una característica constante del ca-mino espiritual de Chiara. Lo hizo con per-sonas de todas las edades, vocaciones, pro-veniencia cultural, social, de confesionesdiversas, incluso con fieles de otras religio-nes y con personas de convicciones no reli-giosas. A las nuevas generaciones del Movi-miento, jóvenes y niños (llamados gen 2,gen 3, gen 4) con los cuales tenía una rela-

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ción especial, les trasmitía íntegro lo quehabía recibido de Dios. Es significativo loque afirmaba hablando de los más pe-queños: «Cuando me encuentro con ellos procu-ro adaptar mi lenguaje al de ellos, pero no reduz-co la verdad y veo que comprenden. Con frecuen-cia se convierten en apóstoles de los de su edad ya veces son testigos eficaces para los adultos»6.

El ejemplo de Chiara Luce es una prue-ba. ¿Pero qué pensamientos, indicacionesde Ch. Lubich, tuvo ocasión de conocer yhacer suyos Chiara Badano? Tratemos decomprenderlo más de cerca.

Una gen realizada

Conocido el Movimiento de los Focola-res a los 9 años, Chiara Badano se insertaen el grupo de las niñas de su edad, las gen3, participando en los encuentros durantelos cuales, sobre el fundamento del Evange-lio, profundiza los 12 puntos cardinales dela espiritualidad del Movimiento de los Fo-colares. Característico de la formación genes también el ayudarse recíprocamente a vi-vir la caridad a través de la comunión debienes, el testimonio y la irradiación delmensaje evangélico, la vida de oración, elcuidado por la naturaleza y la vida física (eljuego, por ejemplo, tiene un puesto relevan-te y un importante rol formativo), el cuida-do por la armonía personal y por el am-biente, la solicitud por la unidad que semantiene viva estando al día mediante lacorrespondencia y el uso de los medios decomunicación.

Se le presta atención al estudio, no sóloel personal, sino sobre todo el que se haceen unidad para profundizar en la doctrinacristiana. El programa de formación esacompañado y sostenido siempre por pen-samientos, escritos, cartas, temas pro-gramáticos que Ch. Lubich ha dirigido du-rante años a estos niños, o también graba-ciones audiovisuales de encuentros tenidos

con ellos. Son como “pilares” en la historiay en la vida del Movimiento gen, que se vantrasmitiendo a todos. Desde el nacimientodel Movimiento gen 3, por ejemplo, Chiarales dio como protector al Espíritu Santo:«con Él esta debe ser una generación desantos», dijo7. De la santidad les habló repe-tidamente, animándoles para ofrecer a Diosun “escuadrón de santos”. Con esta luz, laelección de Dios solo, en primer lugar, fueel paso fundamental propuesto con la con-ciencia de que el sí a Dios es también un sía los hermanos, un regalo que también esbeneficioso para los otros. Momento funda-mental en los comienzos del Movimientogen 3 (después transmitido también a losque han venido después como ChiaraLuce) fue cuando Ch. Lubich envió perso-nalmente a cada uno de los gen 3 un Evan-gelio de bolsillo para poder tenerlo siempreconsigo. Les escribió: «la característica de losgen 3 es y será la santidad. Pero la santidad seconsigue viviendo el Evangelio»8, «el Evangelioha sido, es y seguirá siendo el libro de la renova-ción de los individuos y de la sociedad. Hay quenutrirse con él desde jóvenes para santificarse ycambiar el mundo»9. Transmitiendo la espiri-tualidad que brota del carisma que ve elEvangelio desde la perspectiva del testa-mento de Jesús, Ch. Lubich inflama los co-razones de estos jovencísimos para llevar elmundo a Dios, abre ante ellos el horizontedel «que todos sean uno» pedido por Jesús alPadre y, al mismo tiempo, comunica el se-creto de la unidad, la pasión de su vida: elamor a Jesús que sobre la cruz grita suabandono. Les invita a un sí lleno de amora Él: «Jesús abandonado debe convertirse envuestro mejor amigo»10. Les ayuda a descu-brirlo en los dolores personales, pero tam-bién en quien sufre, en quien es abandona-do por los demás, en quien está lejos deDios. Les anima: «no temáis, gen. Yo lo conoz-co […]. Él, si se siente verdaderamente amado,sabe cómo recompensaros: os llena de tanta

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alegría nueva que tendréis para dar a todos. Nosólo esto: además él os hará santos»11. No dudaen señalarlo como el esposo de sus almas,independientemente de las distintas voca-ciones a las que Dios les llame: «Mañana al-guna de vosotras se casará, porque querrá formaruna familia, pero ¿quién será el primer esposo?Jesús Abandonado. ¿Y qué se hace con el esposo?Del esposo nunca puede uno divorciare. Por tan-to, si llega el dolor, debes abrazar al esposo; nopodéis decirle: “¡Estáte allá lejos!”, porque es tuesposo. Con el esposo ¿qué se hace? Se le prefieresiempre a él. […] Si partís con este desposorio, oshe puesto en el alma lo que más tengo en el co-razón, el secreto de mi vida, el secreto del Movi-miento y esto os hará felices en toda esta vida ypor toda la eternidad»12.

Estos rasgos esenciales de la formacióngen se encuentran todos en los documentosque tenemos de Chiara Luce, en los testi-monios sobre su vida, así como en sus es-critos. Examinemos, por ejemplo, su co-rrespondencia con Ch. Lubich, a la que amenudo se dirige con gratitud con el térmi-no “mamá”.

La elección de Dios ya se evidencia en laprimera carta dirigida a Ch. Lubich en1981, poco después de haberla conocido.Le habla de su primera Mariápolis, vividacon los chicos de su edad:

«Cuando mi madre me dejó estaba un pocopreocupada y me dijo: “Chiara, ahora estás sola,procura comportarte bien”. Pero yo le respondí:“Mamá no estoy sola, está Jesús”. Las niñas queconocí eran buenas, amables, distintas de las dela escuela y juntas hemos tratado de vivir paraJesús»13.

En 1983 Chiara Badano participa en doscongresos internacionales de gen 3 en Roc-ca di Papa, centrados sobre Jesús Abando-nado. Escribe en junio a Ch. Lubich:

«Para mí ha sido el primer Congreso y tengoque decir que ha sido una experiencia maravillo-sa, he descubierto a Jesús Abandonado de unmodo especial, lo he experimentado en cada pró-

jimo que pasaba a mi lado. Este año me he pro-puesto ver a Jesús Abandonado como mi esposo yelegirlo con alegría y sobre todo con todo el amorposible»14.

Y después del Congreso de noviembre:«La realidad más importante para mí duranteeste congreso ha sido volver a descubrir a JesúsAbandonado. Antes lo vivía un tanto superficial-mente y lo aceptaba esperando después laalegría. En este congreso he comprendido que es-taba equivocándolo todo. No debo instrumenta-lizarlo nunca, sino amarlo y basta. He descubier-to que Jesús Abandonado es la llave de la unidadcon Dios y quiero elegirlo como mi primer esposoy prepararme para cuando venga. ¡Preferirlo! Hecomprendido que puedo encontrarlo en los aleja-dos, en los ateos y que debo amarlos de modo es-pecialísimo, sin intereses»15.

Son palabras profundas de una niña deapenas 12 años…

En noviembre, dos años después, en unmomento nada fácil para ella (había dejadoSassello y marchó a Savona para estudiaren el instituto) participará de nuevo a uncongreso internacional, esta vez sobre eltema de la Palabra:

«Durante este congreso he descubierto elEvangelio bajo una nueva luz. He comprendidoque no era una cristiana auténtica porque no lovivía hasta el fondo. Ahora quiero hacer de estemagnífico libro el único objetivo de mi vida. Noquiero y no puedo permanecer analfabeta de unanuncio tan extraordinario. Como para mí es fá-cil aprender el alfabeto, así debe ser también vivirel Evangelio»16.

En una comunión sincera con Ch. Lu-bich comunica lo que ha comprendido, lospasos dados y los propósitos: «He descubiertoesa frase que dice: “Dad y se os dará”. Deboaprender a tener más confianza en Jesús, a creeren su inmenso amor», y su inmediata adhe-sión en la que se trasparenta la apertura desu corazón hacia la Iglesia: «He ofrecido cadamomento de estos días por el Sínodo»17.

La correspondencia con las otras gen, o

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las cartas en forma de comunicaciones es-critas a las responsables, demuestran la ge-nerosidad con que Chiara Badano se com-promete y la coherencia de ir “contraco-rriente”, de no adaptarse a la mentalidaddel mundo en cuanto a las costumbres, ellenguaje, el deseo consumista de poseer, lacapacidad de superar la tentación del desá-nimo cuando sobrevienen las críticas delos coetáneos que la ven diferente o tam-bién cuando, con el grupo de jóvenes (gen2), no encuentra enseguida el clima desea-do. Su atención se muestra muy concreta yconstante en la comunión de bienes mate-riales y espirituales. Incluso cuando su sa-lud no le permitirá estar presente física-mente, encontrará los modos para hacersentir su participación y ofrecer el don desu vida18. Al mismo tiempo sabe acoger eldon de la presencia y de la experiencia delotro (también de los que le han precedidoen la vida gen, como Carlo Grisolia, quees Siervo de Dios)19.

Y mientras vive con intensidad las rela-ciones dentro del grupo, su alma se extien-de hacia horizontes amplios, al de la ora-ción de Jesús al Padre: «que todos sean uno».De aquí la sencillez y autenticidad en enta-blar relaciones de amistad con el compro-miso no tanto de hablar de Dios sino de dara Dios20. Su vivir para la unidad se mani-fiesta también en el cuidado por los quesiente que Dios le ha confiado, en la gene-rosidad hacia quien está necesitado (bastapensar en lo que da a un amigo que partíapara África), en la acogida alegre, simple yabierta a los demás, sin discriminaciones,con una mirada atenta a quien está solo orechazado. Es un testimonio que no dejaindiferentes, una presencia que habla inclu-so cuando es necesaria la ausencia, comotestimonia su profesor:

«Durante el periodo de la enfermedad ha sidocuando más hemos sentido su presencia creativa,la fuerza de estímulo, de reflexión, de profundi-

zación de nuestra vida. Esto ha sido sin dudaalgo que ha implicado a los compañeros de laclase y a todos los profesores […]. Todos han vi-vido este testimonio de vida con la misma inten-sidad y la misma participación»21.

«Quien ama la cruz tiene la luz de Dios y esluz para el mundo»22, decía Ch. Lubich a losgen. Y también: «La característica del Gen esllevar a todas las partes la unidad»23. «Queremosrealizar la unidad sobre la tierra, porque es el tes-tamento de Aquel a quien amamos sobre todaslas cosas»24. «Somos un solo cuerpo, unidos, perolibres porque nuestra vida refleja la unidad y latrinidad de Dios»25.

En el testimonio de Chiara Badano senota, por tanto, una correspondencia aten-ta, profunda, generosa a las líneas de vidadadas por Ch. Lubich a las nuevas genera-ciones de los Focolares. Nos lo confirma supensamiento que, comparando lo queChiara Luce manifiesta de sí con las exi-gencias de la espiritualidad de la Obra deMaría descritas en los estatutos y en los re-glamentos, depuso así en el proceso de bea-tificación: «ha colmado todas las exigencias dela vida Gen»26.

Juntos en el “Santo Viaje”

En la breve vida de Chiara Luce, Ch. Lu-bich encuentra «un crecimiento hacia la madu-rez espiritual». «De manera particular –precisa–el Espíritu Santo la ha concentrado en el puntocentral […] de toda la espiritualidad de la uni-dad: Jesús crucificado y abandonado, que podíarepetir con san Pablo: “No conozco más que aCristo y este crucificado” (cf. 1 Cor 2, 2)»27.

La relación con Jesús Abandonado, alque Chiara Badano había elegido con amorde predilección ya desde pequeña, alcanzasu cumbre en los dos últimos años marca-dos por la enfermedad, vividos por ella enla conciencia y en la espera del encuentrocon Dios.

En una nota a Chicca Coriasco, Chiara

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Luce escribe un año antes de la muerte (4de octubre de 1989): «Iniciamos un nuevo añojuntas sumergiéndonos en el Santo Viaje»28.

Para entender el sentido que contienenestas dos palabras (“Santo Viaje”) hay quedar un paso atrás, haciendo referencia unavez más a Ch. Lubich. En 1980, después dehaber preparado los textos sobre la volun-tad de Dios –tema elegido como punto dela espiritualidad para profundizar duranteel año– Ch. Lubich escribía en su diario:«La voluntad de Dios me ha penetrado en elalma como un sello de fuego… Quisiera, duran-te este año, hacer lo que sea para que todos seconvenzan de su enorme importancia y se deci-dan a vivirla con total compromiso. Veríamos almundo cambiar, todos tenderían a la santi-dad»29. Un mes después pide a Dios un im-pulso decisivo para hacerse santa. Su peti-ción es escuchada. Jesús que en los prime-ros días en Trento le había revelado el senti-do profundo de su grito en la cruz: «Diosmío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»(Mt 27, 46), viene ahora a interpelarla: «Sino me amas tú, ¿quién me amará?». JesúsAbandonado: Él es el camino a la santidad.Chiara comunica su experiencia interior atodos, primero a los focolarinos, despuéstambién a los más jóvenes el 31 de diciem-bre de 1980. En amar a Jesús abandonado«siempre, enseguida, con alegría» –cada vezque se presenta, con prontitud y alegría–hallaría el camino y, al mismo tiempohabría correspondido a cuanto la Iglesiapide cuando habla de virtudes heroicas30.La adhesión es inmediata y se parte unidosen el camino común hacia la santidad. Ensintonía con la Escritura: «Dichoso el hombreque pone su confianza en ti y decide en su co-razón el santo viaje» (cf. Sal 83 (84), 6): se lellama “santo viaje”. Un “viaje” acompaña-do regularmente por Chiara con pensa-mientos espirituales, comunicados duranteconversaciones telefónicas colectivas perió-dicas: las llamadas Conexiones.

Se trata de una cita especialmente queri-da por Ch. Lubich. Durante los días ante-riores a esta cita, ella la primera, buscabatraducir en vida lo que Dios le hacía com-prender y después resumía su pensamientoespiritual en un “lema” o “palabra” para vi-vir hasta la conversación sucesiva, para pro-gresar constantemente juntos.

Es una feliz coincidencia que Chiara Ba-dano y sus padres encontraran el Movi-miento de los Focolares precisamente aquelaño (final de 1980-1981), en el que el cami-no hacia la santidad recibe un nuevo impul-so y la conexión telefónica, poniendo encontacto a personas de todas las partes delmundo, ayuda a ser cada vez más una solafamilia, con una única meta. Chiara Bada-no, los gen con los que ella se encuentra, asícomo sus padres, toman de los pensamien-tos espirituales de Ch. Lubich luz y fuerzaen el compromiso cotidiano de esa “altamedida”31 a la que está llamado el cristiano.

La Conexión de junio de 1990 tienecomo título: «Lo quieres Tú (Señor), tambiényo lo quiero»32. El 19 de julio, en su penúlti-ma carta a Ch. Lubich en que la comunicaque la medicina había “depuesto las ar-mas”, Chiara Luce escribe:

«¡Oh madrecita, ¿lograré yo también ser fiel a

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«Durante este congreso he descubier-to el Evangelio bajo una nueva luz. Hecomprendido que no era una cristianaauténtica porque no lo vivía hasta elfondo. Ahora quiero hacer de estemagnífico libro el único objetivo de mivida. No quiero y no puedo permaneceranalfabeta de un anuncio tan extraordi-nario. Como para mí es fácil aprender elalfabeto, así debe ser también vivir elEvangelio».

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J.A. y vivir para encontrarlo? Me siento muyPEQUEÑA y el camino que hay que hacer esmuy arduo, a menudo me siento abrumada porel dolor. Pero es el Esposo que viene a verme,¿verdad? Sí, yo también repito contigo: Si loquieres tú, Jesús, también yo lo quiero»33.

Solo estas referencias ya indican clara-mente la correspondencia entre el mensajede Ch. Lubich y la adhesión de ChiaraLuce. Los pensamientos de las Conexionesse reflejan en sus escritos, en lo que vive ycomunica, como prueba el testimonio dequien le ha estado cerca34. Es una confirma-ción del eco que el carisma de Ch. Lubichha tenido en su alma.

El constatarlo sería, sin embargo, aúnpoco para entender en qué sentido ChiaraLuce pueda ser considerada un ejemplotransparente, claro, no el único, sino el pri-mero reconocido por la Iglesia, de la llama-da a hacerse santos juntos que Ch. Lubichtuvo siempre en el corazón. Chiara Luce noha llegado sola a la meta, sino que «es unaflor ayudada en su santidad por el terreno de al-rededor». Así la calificó un día en un discur-so espontáneo Ch. Lubich que, sin temor alos malentendidos, dijo: «Es una flor de unacomunidad santificada»35.

No pretendía con esto pronunciarse so-bre la santidad de los individuos, sino másbien señalar el aspecto específico de la pro-puesta que nace del carisma de la unidad:ser santos con el Santo entre nosotros,según la promesa de Jesús: «Donde dos o másestán unidos en mi nombre, yo estoy en medio deellos» (Mt 18, 20).

Recordemos el escrito citado al comien-zo: ser perfectos como el Padre; esto es po-sible «si a la base de nuestra santidad (ante om-nia, incluso antes que la santidad) ponemos lamutua caridad: Jesús entre nosotros como premi-sa o principio, como medio para santificarnos ycomo fin»36. «Nosotros, explicaba Ch. Lubich,ponemos como punto de partida el amar a Dioscon todo el corazón, con toda el alma, con todas

las fuerzas y, por consiguiente, al prójimo como anosotros mismos y por eso comenzamos nuestrasantificación santificándonos con los otros en co-munión con el hermano»37.

«En comunión con el hermano…». La can-tidad de episodios recogidos en las actas dela causa de canonización de Chiara Bada-no testimonian esta comunión plena, quees comunión en Dios (basta pensar en lodivino que invade las conversaciones consus padres, con los amigos), por Dios (en eldon de sí consciente y consecuente, que lelleva incluso al rechazo de la morfina, por-que sólo le ha quedado el dolor para ofre-cer), es comunión con Dios, con Él presen-te en el corazón de cada hermano, con Élpresente entre los hermanos. En este cami-no en cordada, el primero es justamenteÉl. Chiara Badano siente su presencia ytiene ojos puros para reconocerlo. Así es-cribe a sus amigos Orietta y Luca el 7 deseptiembre de 1990, solo un mes antes desu muerte:

«Ante todo, ¡gracias! Gracias por vuestroamor que siento tan fuerte. Solo vuestra presen-cia me tranquiliza. Gracias también por las me-ditaciones de Chiara que son preciosísimas y meayudan a empezar de nuevo.

Y ahora quisiera pediros un favor: (no sé si lo-graré hacerme entender plenamente). No quisie-ra que me alzaseis sobre un pedestal… Jesús hapermitido esta prueba pero es mérito de Él si lo-gro aceptarla… de mi parte hay muy poco. Yvosotros no os creáis demasiado “pequeños”, ¡nolo sois!» Cuando he llamado por teléfono a Gis[una de las primeras compañeras de Ch.Lubich, n.d.r.] le he dicho que yo no me sientoa la altura de contribuir a su espléndido desig-nio de amor y ella me ha dicho que es Él el quenos lleva a sus alturas, no debemos preocupar-nos; lo importante es decir nuestro sí en el mo-mento presente. Este es mi deseo… Entonces si-gamos juntos»38.

Esta carta es una síntesis preciosa delcamino recorrido. Ahí está todo: la con-

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ciencia de la gracia de Dios («es mérito deÉl si logro aceptarla [la prueba»], de la pre-sencia de Dios que actúa en cada uno («noos creáis demasiado “pequeños”, ¡no lo sois!»),está la gratitud por la presencia y la ayudade los hermanos en el “Santo Viaje” («Sólovuestra presencia me tranquiliza. Gracias tam-bién por las meditaciones de Chiara que sonpreciosísimas y me ayudan a empezar denuevo»), están las virtudes heroicas (la hu-mildad, la perseverancia, la fortaleza…«Lo importante es decir nuestro sí en el momen-to presente»), está el compromiso conscien-te y renovado de hacerse santos juntos(«entonces sigamos juntos») y, al mismo tiem-po, está la conciencia limpia de que esDios, el Santo en medio nosotros, el quenos lleva a sus alturas y nos hace instru-mentos suyos, capaces de «contribuir a suespléndido designio de amor».

Como conclusión de esta reflexión qui-siera volver por un momento al 3 de mayode 1981, fecha en la que la familia Badanoparticipan juntos por primera vez en un en-cuentro del Movimiento: el Familyfest.Aquel día Juan Pablo II dirigió a todas lasfamilias reunidas en el Palacio de deportesde Roma palabras sublimes sobre la fami-lia, pequeña Iglesia doméstica: «Vosotrosconstituís la unidad de los dos reunidos en sunombre y él está en medio de vosotros […]. ¡Sed,pues, la Iglesia! ¡Construid la Iglesia! […] Ospuede ayudar en este compromiso vuestra típicaespiritualidad»39. Quien estaba presente aqueldía recuerda el silencio absorto y el estremeci-miento de la sala –captado también por los me-dios– cuando el Santo Padre añadió una frase:«he dicho que os deseo que seáis la Iglesia […]ahora quiero decir que deseo a la Iglesia que seacomo vosotros» 40.

¿Quién habría imaginado aquel día queuna de las familias en su primer encuentrocon el carisma de la unidad habría dado,años después, a Dios y a la Iglesia este fru-to maduro? ¿Quién habría dicho que una

de las más jóvenes participantes sería co-nocida un día como «la primera beata focola-rina»? 41.

Este don que Dios ha hecho al Movi-miento de los Focolares, sin embargo sobre-pasa al movimiento mismo. Sería imposiblepensar de otra manera, considerarlo comoun tesoro para guardarlo celosamente oalardear… Es un don, cierto, que hay queacogerlo con responsabilidad. Chiara Bada-no, a sus 19 años, no dudó en acoger a Diosque llamo a su puerta. Ella, a quien Ch. Lu-bich dio el nombre de “Luce” precisamenteporque había recogido en sus ojos la luz delEspíritu, de su carisma42, con su testimoniode vida sirve de estímulo para un caminohacia una santidad eclesial y comunitariaque anhela nuestro tiempo43. Nos recuerdael Concilio: «Fue voluntad de Dios santificar ysalvar a los hombres no aisladamente, sin cone-xión alguna de unos con otros, sino constituyen-do un pueblo, que le confesara en verdad y le sir-viera santamente» (LG. 9).

Una «santidad del pueblo»: este es preci-samente el deseo y el anhelo de Ch. Lu-bich. Decía: «El Señor no nos pide una santi-dad individual, sino comunitaria, donde cadauno debe ayudar a su prójimo a hacerse santo. Yestos en cadena, su prójimo, y así sucesivamente.Este es el tipo de santidad que tendría […] queproducirse y ponerse de relieve para la edificaciónde muchos en la Iglesia: una santidad colectiva,una santidad del pueblo». Con un deseo llenode fe y de esperanza, concluía: «Que el Cielola haga realidad»44.

El profesor de instituto de Chiara Luce,laico, no practicante, testificó: «Te di mimano para conducirte, a lo largo de los caminosdel saber, a las fuentes de la vida. Me has dado tumano para conducirme, a lo largo del camino deldolor, a las fuentes de la eternidad»45. Ella siguehaciéndolo desde el cielo46.

1 El texto está sacado del informe presentado

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en la Universidad de Lublin (Polonia) el 17 demayo 2013.

2 Discurso del Papa Benedicto XVI en la reu-nión con los jóvenes - Palermo, 3 octubre 2010.

3 Sobre el tema remito a un artículo mío apare-cido recientemente: Santificarse juntos: la santidad enel pensamiento y en testimonio de Chiara Lubich, enNueva humanidad, XXXV (2013/2) 206, pp. 153-174.

4 C. Lubich, La “storia dell’Ideale”, Heidelberg,14 marzo 1962 cit. in ibid., p. 160.

5 Id., La volontà di Dio, a cura di L. Abignente,Città Nuova, Roma 2011, p. 91.

6 Id., Dalla parte della vita in Città Nuova, 39(1995), n. 5, p. 29.

7 Id., Ai gen 3 – 1975-’80, Città Nuova, Roma1994, pp. 63-64.

8 Id., Ai gen 3, Città Nuova, Roma 1979, p. 106.9 Ibid., p. 109.10 Ibid., p. 65.11 Ibid.12 C. Lubich, Ai gen 3 – 1975-’80, cit., pp. 69-70.13 Congregatio de Causis Sanctorum, Beatifica-

tionis et Canonizationis Servae Dei Clarae Badano, Bio-graphia documentata, in Positio super vita, virtutibus etfama sanctitatis, vol. II, p. 115.

14 Ibid., p. 129.15 Ibid., p. 130.16 «Come chi non sa le poche lettere dell’alfabeto non

sa scrivere, così chi non assimila ad una ad una le paroledel Vangelo, non sa scrivere Cristo con la sua vita» (C.Lubich, Detti gen, Città Nuova, Roma 20067, p.30).

17 Biographia, pp. 166-167.18 Cf Biographia, pp. 354-357.19 Lettera a Chiara Lubich,19 luglio 1990, in

Biographia, p. 382.20 «Ai tuoi amici parli di Gesù?» le venne chiesto

dalla mamma. «No», rispose e poi aggiunse: «Nongli devo dire di Gesù, ma gli devo dare Gesù con il miocomportamento» (Summarium, p. 27).

21 Dal film (Un luminoso capolavoro).22 C. Lubich, Detti gen, cit., p. 12.23 Ibid., p. 17.24 Ibid., p. 11.25 Ibid.26 Congregatio de Causis Sanctorum, Beatifica-

tionis et Canonizationis Servae Dei Clarae Bada-no, Suumarium, in Positio super vita, virtutibus etfama sanctitatis, vol. I, (d’ora in poi Summarium) p.438.

27 Ibid.

28 Biographia, p. 415.29 C. Lubich, La volontà di Dio, cit., pp. 11-12.30 Cf. Centro Chiara Lubich, ACL [= Archivio

Chiara Lubich], F 100, REG 19801231.31 Cf. Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 31.32 Cf. C. Lubich, Santos juntos, cit., pp. 39-42.33 Biographia, pp. 382-383.34 Testimonio de su madre: «Frente a cualquier

nuevo dolor, seguía repitiendo como Chiara Lubich: “porti, Jesús: si lo quietes tú, lo quiero también yo”» (F. Co-riasco, En viaje con los Badano, Cittá Nuova, Roma2011, p. 64; cf. Summarium, p. 51).

35 Fue en un encuentro con Obispos, sacerdotesy religiosos en Fonjumetaw, el 11 de mayo del2000. Cf. Centro Chiara Lubich, ACL, F 100,REG 20000511.

36 C. Lubich, La voluntad de Dios, cit., p. 91.37 Apunte escrito por Chuara Lubich en 1950,

pubblicato in: L. Abignente, Santificarsi insieme: lasantità nel pensiero e nella testimonianza di Chiara Lu-bich, cit., p. 164.

38 Carta a Orietta y Lucas, publicada in M. Zan-zucchi, «Io ho tutto». I 18 anni di Chiara Luce, CittàNuova, Roma 2010, pp. 93-94.

39 Cf. Juan Pablo II. A los participantes al Congre-so sobre la Familia y el amor, Palaeur (Roma) 3 demayo 1981, in Insegnamenti di Giovanni Paolo II,vol. IV/1 (1981), Libreria Editrice Vaticana, Cittàdel Vaticano 1981, pp. 1092-1100.

40 Tales palabras fueron añadidas espontánea-mente por el papa y son documentadas por registroauditivo. Negli Insegnamenti di Giovanni Paolo II èriportato solo il testo ufficiale

41 Cf. C. De Cicco, La luce di Chiara, in L’Osser-vatore Romano, 26 settembre 2010, p. 1.

42 Así lo testifica Chiara Lubich: «Me parece quehay algo particular en ella que no se puede inventar: notenía los ojos de la simple alegría, sino algo más, diría laluz del Espíritu (…) Sé que Chiara entendía bien lo quequería indicar con ese nombre, es decir, la luz del Espíri-tu Santo, del carisma» (Summarium, p. 436).

43 Cf J. Castellano Cervera, o.c.d., Santi e santedal volto nuovo, in Unità e Carismi 1 (2004), pp. 19-25.

44 C. Lubich, Construyendo el “castillo exterior”,Città Nuova, Roma 2002, pp. 56-57.

45 Summarium, p. 398.46 Entre las frases de Chiara Luce para el recor-

datorio, leemos: «Así quiero que continúe naciendo conotros esta relación de amor y de unidad, para que la feli-cidad se multiplique y así el Dios en medio a nosotros»(Biographia, p. 514).

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EL ARTE ANTE EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO

«Esta manifestación fundamental del “Dios-Misterio” aparece co-

mo animación y desafío para los cristianos, incluso en el plano de la

creación artística. De ello se deriva un desarrollo de la belleza que ha

encontrado su savia precisamente en el misterio de la Encarnación. En

efecto, el Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha introducido en la historia

de la humanidad toda la riqueza evangélica de la verdad y del bien, y

con ella ha manifestado también una nueva dimensión de la belleza,

de la cual el mensaje evangélico está repleto.

La Sagrada Escritura se ha convertido así en una especie de “in-

menso vocabulario” (P. Claudel) y de “Atlas iconográfico” (M. Cha-

gall) del que se han nutrido la cultura y el arte cristianos. El mismo

Antiguo Testamento, interpretado a la luz del Nuevo, ha dado lugar a

inagotables filones de inspiración. A partir de las narraciones de la cre-

ación, del pecado, del diluvio, del ciclo de los Patriarcas, de los aconte-

cimientos del éxodo, hasta tantos otros episodios y personajes de la his-

toria de la salvación, el texto bíblico ha inspirado la imaginación de

pintores, poetas, músicos, autores de teatro y de cine. Una figura como

la de Job, por citar sólo un ejemplo, con su desgarradora y siempre ac-

tual problemática del dolor, continúa suscitando el interés filosófico, li-

terario y artístico. Y ¿qué decir del Nuevo Testamento? Desde la Navi-

dad al Gólgota, desde la Transfiguración a la Resurrección, desde los

milagros a las enseñanzas de Cristo, llegando hasta los acontecimien-

tos narrados en los Hechos de los Apóstoles o los descritos por el Apoca-

lipsis en clave escatológica, la palabra bíblica se ha hecho innumera-

bles veces imagen, música o poesía, evocando con el lenguaje del arte el

misterio del “Verbo hecho carne”».

Juan Pablo II, Carta a los artistas, 5, 1 abril 1999.

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