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«Interioridad dilatada» Una interioridad nueva Manuel Morales, o.s.a. Interioridad, oración y santidad Bruno Moriconi, o.c.d. Jesús en medio de nosotros: la «interioridad dilatada» según Chiara Lubich Florence Guillet El camino de la «interioridad dilatada» Amedeo Ferrari, o.f.m.conv. Alberto Hurtado: «¡Contento, Señor, contento!» Antonio Castellano, s.d.b. El encanto de la teologa espiritual Donato Cauzzo, m.i. N.º 77/2011 Enero - Marzo Unidad y Carismas

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«Interioridad dilatada»

Una interioridad nueva Manuel Morales, o.s.a.

Interioridad, oración y santidad Bruno Moriconi, o.c.d.

Jesús en medio de nosotros:

la «interioridad dilatada» según Chiara Lubich Florence Guillet

El camino de la «interioridad dilatada» Amedeo Ferrari, o.f.m.conv.

Alberto Hurtado:

«¡Contento, Señor, contento!» Antonio Castellano, s.d.b.

El encanto de la teologa espiritual Donato Cauzzo, m.i.

N.º 77/2011 Enero - Marzo

Unidad y Carismas

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EEddiicciióónn iittaalliiaannaa

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

EEddiicciióónn iinngglleessaa ((AAssiiaa,, ÁÁffrriiccaa))

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

EEddiicciióónn ffrraanncceessaa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

EEddiicciióónn aalleemmaannaa

«Charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

EEddiicciióónn eesslloovveennaa

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

EEddiicciióónn ppoollaaccaa

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

EEddiicciióónn eessppaaññoollaaEdita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)

Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

RReevviissttaa ttrriimmeessttrraall ddee eessppiirriittuuaalliiddaadd yy ccoommuunniióónn

EEddiicciióónn ppoorrttuugguueessaa«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Director: José Damián Gaitán, o.c.d. Composición: José Luis Belver, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; JoséLuis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Depósito Legal: M-16.216-1991

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1111Unidad y Carismas, N.º 77 Enero - Marzo 2011

«INTERIORIDAD DILATADA»

Editorial

Una interioridad nueva Manuel Morales, o.s.a. 2

Perspectivas

Interioridad, oración y santidad Bruno Moriconi, o.c.d. 4

Jesús en medio de nosotros:la «interioridad dilatada» según Chiara Lubich Florence Gillet 8

El camino de la «interioridad dilatada» Amedeo Ferrari, o.f.m.conv. 13

Testigos

Alberto Hurtado:«¡Contento, Señor, contento!» Antonio Castellano, s.d.b. 20

Experiencias

El encanto de la teología espiritual Donato Cauzzo, m.i. 25

Franciscanas con los jóvenesde la Fazenda da Esperança Rosa M. Severino, f.s. 29

Vivir la comuniónen los organismo eclesiales Mario y Luisa Franzoia 33

Hacer que circule la esperaza entre los jóvenes Nicola Giacopini, s.d.b. 36

Nuevos horizontes

Unidos por la misma raíz María Voce 39

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Una interioridad nueva

MMMMIENTRAS contemplo este anchuroso mar de Cádiz, en el abrazo entre el Atlánti-co y el Mediterráneo, hoy más revuelto gracias al levante, con cientos de gaviotaslocas de hambre dándose el festín en acrobacias increíbles, voy pensando en el

tema de este editorial de Unidad y Carismas: Una interioridad nueva ¿Nueva? ¿Tambiénhay una interioridad que puede ser nueva? Y pienso en nuestra inmensidad interior, en «lasprofundidades del alma humana que los Santos han sabido sondear» 1, en el fondo y tam-bién en “la superficie” de nosotros mismos, en lo que se vive dentro y en lo que se muevefuera. Porque es verdad, ahí fuera picotea fuerte el hambre de la gente. Pero, ¿y nosotrosdentro? ¿Qué hay en nuestro fondo, quién habita en nuestros adentros, «quién está dentro enesta alma»?, que decía Santa Teresa 2.

A San Agustín “le inspiraba pavor” la complejidad profunda e infinita de este “mar” quesomos. E invitaba a no huir de la interioridad –«No te vayas fuera, vuelve a ti mismo»– 3. «Sedesplaza la gente para admirar los picachos de las montañas, las gigantescas olas del mar,las anchurosas corrientes de los ríos, el perímetro del océano y las órbitas de los astros,mientras se olvidan de sí mismos» 4.

Se oye decir que hay crisis de la persona. Se escribe desde la sicología y la siquiatría queabundan hoy las personas débiles, vulnerables e inmaduras. Parece que se hace cada vezmás difícil saber vivir con uno mismo. C.S. Lewis, en las Cartas del diablo a su sobrino, ex-plica la técnica fundamental con que el “aprendiz” debe tentar a su “paciente”: mantenerlesiempre distraído, evitar a toda costa que él se pare a pensar, conseguir que preste atenciónal «flujo de sus experiencias sensoriales inmediatas» 5. Porque eso es la vida real, y no otrasrealidades que ni se pueden ver ni palpar.

Es muy frecuente, en conversaciones y reuniones, escuchar quejas como ésta: “lo que estáfaltando hoy es profundidad, vida interior, más calma y más silencio”. Pero también se buscaen todos los foros más comunión, más comunidad. ¿Cómo se conjuga todo ello? ¿Estaremosobligados a replantearnos la vida espiritual? Porque ¡cuántas críticas hemos oído (seguramen-te no siempre santas ni sensatas) sobre personas que cumplían con el coro y los actos comunesde oración, pero eran tal vez desabridas en sus relaciones humanas, intransigentes en sus crite-rios! Recuerdo un poster portugués que representaba un niño rezando las oraciones de la no-che: «Señor, te pido que los malos sean buenos y que los buenos sean simpáticos».

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¿Tan difícil será hoy para el “hombre interior” vivir equilibradamente la actividad exter-na? El precioso documento del Vaticano II sobre la vida de los presbíteros expresó lúcida-mente este problema (nº 14): el peligro de la disipación y la ansiedad de quien busca «cómoreducir a unidad la vida interior con el tráfago de la acción externa».

Estamos, sin duda, ante un problema central de la espiritualidad cristiana. Se trata de undesafío antiguo en un contexto nuevo: cómo lograr hoy esa unidad de vida, cómo ser unapersona de Dios las veinticuatro horas del día. Si nuestra interioridad es hija del Amor quenos ha creado a su imagen y semejanza, ¿ese Amor no es difusivo, no se extiende y se dila-ta? ¿Y la relación fraterna, codo a codo con los demás, no se contagiará naturalmente, vital-mente? ¡La interioridad dilatada!

En el presente número de Unidad y Carismas, de hoy en adelante online, encontraremosmás de una sugerencia que responda a una interioridad nueva.

Manuel Morales, o.s.a.

1 Benedicto XVI, La caridad en la verdad, 762 Moradas I, 13 La verdadera religión 39,724 Confesiones X, 8,15.5 Cartas del diablo a su sobrino, I. Ed. Espasa Calpe, Madrid 1981, páginas 27-30.

N.º 77 - Enero-Marzo 2011

3333Editorial

“INTERIORIDAD DILATADA”

Una expresión que puede parecer extraña, pero en realidad ofrece un amplio horizon-te, acogiendo un desafío antiguo en un contexto nuevo: la “vida interior” como “vidaespiritual”.

Es un asunto de gran actualidad, con consecuencias importantes en el terreno huma-no y cristiano. El hombre contemporáneo prefiere el aspecto exterior en detrimento del“hombre interior”, el mundo material antes que el trascendente, en una constante fugade sí y del propio centro, hasta la mutación de su misma naturaleza, ligada a la “pérdi-da del silencio” como privación de interioridad e incapacidad de escucha. Esta pérdidaes, probablemente, una de las causas decisivas de su actual extravío. ¿Cómo hace un serhumano, proyectado a vivir siempre “fuera de sí”, para descubrir su verdadero “yo”? Sino entra, si no vuelve a sus propias raíces, se encuentra continuamente comprometido.

¿Dónde y cómo encontrar una solución? ¿Cómo curar el virus de un individualismoenvolvente y obstinado que presenta el riesgo de dejarnos encerrados en el cascarón, enuna atrofia del yo, incapaces de abrirnos a una vida de relación, de dignidad y respetorecíproco, que envuelva a todos en un abrazo planetario? Es urgente volver a la vida in-terior y al encuentro con los demás de un modo universal y dialógico.

G. Cicchese, o.m.i.

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Unidad y Carismas

EEEEN nuestros datos autobiográfica co-menzamos diciendo que hemos naci-do tal día de tal año y en tal localidad.

Esto es verdad desde el punto de vista de lasobservaciones externas: aquel día, aquellahora y en aquel determinado lugar nació unnuevo ser humano. El bosque se enriqueciócon un nuevo árbol que, enraizado, comenzóa crecer y a desarrollarse hasta la edad quetiene ahora, acaso trasplantado de un viveroa un bosque y de un bosque a otro. Veinteaños, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta,setenta, ochenta para los más robustos, comodice el salmo, pero que ahora ya son –siem-pre para los más robustos– incluso los noven-ta o los cien. Años y obras, enfermedades ysucesos, todo fácilmente reseñable.

Esto desde el punto de vista del registrocivil, pero desde el punto de vista del miste-rio de la vida que sorprendió aun a nuestrospadres, deberíamos decir que es Dios el quehabía nacido en nosotros o con nosotros. El«hagamos al hombre a nuestra imagen y seme-

janza» (Gn 1, 26) y el «soplo divino» (cf. Gn2, 7) con el que la criatura humana vino a laluz, tan diferente de la vida vegetal o sim-plemente animal, están ahí para evidenciar-lo. Si bien la mayor parte de los hombres pa-rece no haberse dado cuenta, y siguen sinadvertirlo, es un hecho objetivo que, comolo confirma la figura del “buen” ladrón,puede bastar un solo instante para tomarconciencia y aceptar la comunión con Dios.

Toma de conciencia subjetiva de la pre-sencia objetiva que no depende de nosotros,pero que existe, antes de ser descubierta yque tanto sorprendió a Agustín que –des-pués de haber buscado a Dios fuera– descu-brió que estaba dentro de él. Más íntimo(“interior”) a él de cuanto Agustín podía es-tarlo a sí mismo. Aunque la imagen podríasuponerlo, ni siquiera el “castillo” de Teresade Ávila prevé un asalto desde el exterior,sino un camino de interiorización hacia lamorada más secreta donde suceden cosasque sólo Dios y el alma pueden compren-

Bruno Moriconi, o.c.d.

Interioridad, oración y santidad

Excursus histórico-teológico sobre la “interioridad”. Nuevas dimensiones a la luz de la es-piritualidad de comunión.

PERSPECTIVAS

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der. La «interior bodega» de san Juan de laCruz, o mejor aún, dado que los místicosno pueden decir más de lo que ya se ha di-cho en el Evangelio, la habitación más se-creta de la casa donde ir a orar, cuando sequiere realmente hablar con el Padre y nosimplemente alardear de devoción.

La interioridad como “búsqueda” y“recogimiento”

El concepto de “interioridad” es uno delos más familiares y, según el diccionario,esta palabra indica la parte interior de algo, elser interior y, al mismo tiempo, el conjuntode pensamientos, sentimientos e interesesque constituyen la vida espiritual de un indivi-duo. Puede indicar, también, la riqueza psi-cológica, o la profundidad íntima que un artis-ta, por ejemplo, expresa en sus obras. Dehecho, hay quien manifiesta una fuerte inte-rioridad, lo mismo que existen personas su-perficiales que pueden tenerse como priva-das de interioridad.

Desde el punto de vista de los presupues-tos antropológicos, entre el introvertido y elextrovertido, según Jung, sería el primero elmás predispuesto a la interioridad, mientrasque, entre el carácter primario (fácilmentedesligado de su propio pasado) y el secunda-rio (sensible a cualquier emoción que locondiciona de manera duradera), sería esteúltimo, según Heymans, el más favorable-mente predispuesto a la interioridad.

Massignon habla de condicionamientoslingüísticos en el proceso de la interiori-dad, llegando a la conclusión de que laslenguas indoeuropeas estarían abiertaspara expresar conceptos exteriores y opera-tivos, mientras que las semitas, articuladassobre raíces de tres letras, disponiendo, porexigencia de sus transformaciones, de laposibilidad de cambiar de significado,serían naturalmente proclives a la pasivi-dad y a la escucha. ¿Dependerá de esto que

la máxima expresión de la fe de Israel seexprese en el Shemah?

El ambiente y la cultura influyen segura-mente favoreciendo más o menos la vida inte-rior. Al menos en el mundo postindustrial, lafalta de interioridad parece debida a la faltade espacios de silencio, pero la vida interiorestá fundamentalmente determinada por la“búsqueda” de sentido y, sea en circunstan-cias favorables como desfavorables, por el ne-cesario “recogimiento”. Lo específico de labúsqueda cristiana en relación, por ejemplo,con el budismo, está en que en este último elrecogimiento es el fin, mientras que para elcristianismo es el medio o el espacio para elencuentro personal con un Dios personal.

La búsqueda y el recogimiento implicanalejamiento del mundo y desapego del cuerpo.Alejamiento del mundo, no como huída dela naturaleza, sino de la “mundanidad” odel estilo de vida mundano (cf. Imitación deCristo I, 20, 4.8.23). Desapego del cuerpo, encuanto renuncia a los placeres sensibles, a lalibre imaginación y a los pensamientos vul-gares. Todo en un sano equilibrio consisten-te en hacer que el cuerpo no se oponga a lavida interior, sino dejarlo que florezca en loque corresponde a la dignidad y a la sereni-dad de la vida espiritual.

Para facilitar la oración, por ejemplo, Ig-

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5555Perspectivas

El ambiente y la cultura influyenseguramente favoreciendo más omenos la vida interior. Al menos enel mundo postindustrial, la falta deinterioridad parece debida a la faltade espacios de silencio, pero la vidainterior está fundamentalmente de-terminada por la “búsqueda” de sen-tido y, sea en circunstancias favora-bles como desfavorables, por el ne-cesario “recogimiento”.

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Unidad y Carismas

nacio de Loyola sugiere la posición más fa-vorable al recogimiento y hasta al ritmo de larespiración. Si bien en la oración debe renun-ciarse al razonamiento (al llamado “pensa-miento discursivo”), puesto que el ideal delrecogimiento cristiano no es tanto lograr de-cir cosas a Dios, sino lograr estar más atentosa su presencia. En la oración, según Bérulle,es necesario mirar a Dios, no a nosotros mis-mos, y la oración, según santa Teresa, no esotra cosa que un “estar” a menudo en com-pañía de Aquel que sabemos nos ama.

Métodos y experiencia

Hoy se sospecha de todo lo que sabe a“receta” y en la vida espiritual con muchamás razón que en otros campos, pues las“metodologías” podrían pretender, aun sinquererlo, el puesto y la iniciativa del mismoEspíritu Santo, del único que puede salir alencuentro de nuestra incapacidad para orar.El peligro consiste en confundir la oración–una relación personal con Dios– con la es-trategia para recogerse, aunque las metodo-logías, sobre todo en los inicios, pueden te-ner cierto valor, con tal, naturalmente, quese sepa que se trata siempre de actividadesprevias a la oración. De hecho, podríamosdecir que aprende a amar amando.

En la enseñanza de las lenguas, en lugarde tantas reglas con las que se llenaban cur-sos y cursos de estudio sin llevar al estu-diante a poder decir dos frases correctascuando era necesario, hoy se prefiere la fullinmersión y la conversación desde el primerdía. Así también en la oración. Se aprendepracticándola, en el abandono a la escuchadel misterio divino que parece lejano y que,en cambio, está en nuestro interior como ensu “cielo”, pues el cielo, lo dice tambiénsanta Teresa, está donde Dios está.

¿Y en nuestro mundo superagitado, dondela calma no existe ni siquiera en los monaste-rios y hasta en las celebraciones litúrgicas pa-

rece haberse abolido el silencio? No hay queresignarse, sino hacer de la necesidad virtudy tomar en serio que así como el Hijo deDios vino a nuestro mundo y se sentó a lamesa de los pecadores, así el cristiano debesaber encontrarlo en los entramados de sujornada (¡devotio “modernísima”!) y en cual-quier estado de vida, como enseñaba ya sanFrancisco de Sales y lo confirmó Teresa deLisieux. Chiara Lubich habla del “castilloexterior”, complementario del “interior” deTeresa de Ávila. A favor de la interioridadjuega, por tanto, el ejercicio para saber culti-var el jardín secreto del alma y el espíritu deoración en toda circunstancia, si bien, parahablar con el Padre, siempre es necesario ce-rrar la puerta de la propia estancia secreta.

En la espiritualidad cristiana, el “vacío”,así como la “nada” y la “noche”, están “enfunción” de lo lleno, del Todo y del día. Unmístico cristiano como Juan de la Cruz nobusca el aniquilamiento, sino la demoliciónde barreras, hasta la última, para el encuen-tro con el Señor amado. La búsqueda espara llegar a Dios y, necesariamente, cuantomás nos acercamos a Dios, tanto más nosabrimos al mundo de los hombres. Dios esel interior, y san Agustín (Confesiones I, 2, 1-2) al término de su búsqueda, comprendeque no existiría si no estuviese en Dios, esmás, que no existiría si Dios no estuviera enél: «Nada sería yo, Dios mío, si tú no estuviesesen mí; pero, ¿no sería mejor decir que yo no seríaen modo alguno si no estuviese en ti?».

“Alto grado” de la vida cristiana

Si bien no todos pueden llegar a lo subli-me de ciertas experiencias privilegiadas yejemplares, la de la interioridad no es unaexperiencia de tipo aristocrático o de elite.Francisco de Sales, como hemos recordadoantes, no ponía límites a la vida espiritual,llamada en su tiempo vida “devota”. El últi-mo Concilio, por otra parte, enseña que la

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vocación a la santidad es para todos y, en laNovo millennio ineunte, sobre todo en los nú-meros 30 y 31, Juan Pablo II ha declaradoque ésta debe ser la motivación de la nuevapastoral: «No dudo en decir que la perspectivaen la que debe situarse el camino pastoral es el dela santidad», afirmaba refiriéndose al añosanto del 2000 apenas celebrado. «¿Acaso noera éste el sentido último de la indulgencia jubi-lar, como gracia especial ofrecida por Cristo paraque la vida de cada bautizado pudiera purificarsey renovarse profundamente?» Y continuaba:«Espero que entre quienes han participado en elJubileo, hayan sido muchos los beneficiados conesta gracia, plenamente conscientes de su carácterexigente. Terminado el Jubileo, empieza el nuevocamino ordinario, pero hacer hincapié en la san-tidad es más que nunca una urgencia pastoral».

E invitaba a descubrir todo el valor pro-gramático del capítulo quinto de la LumenGentium, sobre la vocación universal a la san-tidad: «Si los Padres conciliares concedieron tantorelieve a esta temática no fue para dar una especiede toque espiritual a la eclesiología, sino más bienpara poner de relieve una dinámica intrínseca ydeterminante. Descubrir a la Iglesia como “miste-rio”, es decir, como pueblo “congregado en la uni-dad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, lle-vaba a descubrir también su “santidad”, entendi-da en su sentido fundamental de pertenecer aAquel que por excelencia es el Santo, el “tres vecessanto” (cf. Is 6, 3). Confesar a la Iglesia comosanta significa mostrar su rostro de Esposa de Cris-

to, por la cual él se entregó, precisamente para san-tificarla (cf. Ef 5, 25-26). Este don de santidad,por así decir, objetivo, se da a cada bautizado».

«Es el momento –parece casi gritar másadelante– de proponer de nuevo a todos con con-vicción este “alto grado” de la vida cristiana ordi-naria”, aunque los caminos “son personales yexigen una pedagogía de la santidad verdadera ypropia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos decada persona».

La interioridad es para el encuentro

La interioridad está orientada al encuen-tro o a la oración que es el acto más sublimeque puede realizarse. «Cuando un hombre rezacumple el acto más alto para el que ha venido almundo, porque su pensamiento se une al Logos»,ha escrito V. Mancuso en su libro El alma ysu destino. «Posiblemente, todo el sentido de la re-ligión consista en hacer a los hombres capaces derezar». La interioridad es una “actitud” ma-riana, pues María santísima fue llamada bie-naventurada, precisamente porque creyó ensu interior y siguió creyendo, viviendo inte-riormente el esfuerzo de la fe, como el ma-gisterio reciente ha tenido el coraje de decir-lo, bajo la enseñanza de Teresa de Lisieux.

«Marcharé contigo continuamente, de ahoraen adelante, y así te impediré que me abando-nes», escribe en el Diario con profundo sen-timiento “místico” E. Hillesum, al final desu célebre Plegaria del Domingo. «Tener ora-ción», afirma Teresa de Ávila, quiere decirestar a menudo en compañía de Aquel quenos ama. «Creo porque oro», responde decidi-damente K. Rahner a quien le objetaba queciertas verdades de fe no eran racionalmen-te compatibles.

Interioridad y fe, para un cristiano, coin-ciden y se cultivan reviviendo en lo secretodel corazón el amor que Dios ha manifesta-do en el don del Hijo para bien de toda lahumanidad y en querer caminar con Él paraamar mejor a los hermanos.

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En la espiritualidad cristiana, el“vacío”, así como la “nada” y la“noche”, están “en función” de lolleno, del Todo y del día. Un místicocristiano como Juan de la Cruz nobusca el aniquilamiento, sino la de-molición de barreras, hasta la últi-ma, para el encuentro con el Señoramado.

Perspectivas

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Unidad y Carismas

SSSSI quisiéramos sintetizar en una pala-bra la espiritualidad de Chiara Lu-bich, esa palabra sería “unidad”. Ella

misma lo afirmó muchas veces.El descubrimiento de la oración “sacer-

dotal” de Cristo, de su petición al Padre:«que todos sean una sola cosa» (cf. Jn 17, 21)dio el impulso a su misión, su sentido, ledictó la arquitectura de su obra: para Chiarala unidad es la suprema voluntad de Jesús,la síntesis de todos sus deseos. Si Jesús oróasí al Padre, ¿hay tal vez algo más grandeque colaborar con Él para que su petición serealice? Estas palabras constituyen la cartamagna del Movimiento de los Focolares des-de sus inicios.

Pero podemos decir igualmente que la es-piritualidad de Chiara está en el binomiounidad y Jesús Abandonado, o mejor, Jesús

Abandonado y unidad. Su espiritualidadestá centrada pues en el misterio pascual.

Tampoco sería equivocado afirmar que lapalabra-síntesis de su espiritualidad (de loque Chiara Lubich llama “el Ideal”) es“Jesús”, Jesucristo. Ella misma, que gustasiempre de la síntesis, de los atajos concep-tuales, dice: «El Ideal es Jesús». Significa serJesús, revivirlo, ser y orar en Él. Es hacernuestras y traducir en vida sus dos peticio-nes: «Padre, que todos sean uno» y «Dios mío,Dios mío, por qué me has abandonado» (cf. Mt15, 34): una mira al destino de toda la hu-manidad, la otra pregunta por el sentido delhombre que sufre. Es una espiritualidad ver-daderamente cristocéntrica.

Ahora bien, Jesús es una persona única,la segunda persona de la Trinidad, el Verboencarnado, sentado a la derecha del Padre

Florence Gillet

Jesús en medio de nosotros:la «interioridad dilatada»según Chiara Lubich

De qué modo el carisma de la unidad “resuelve” una paradoja cristiana: la dinámica in-terior-exterior. Una propuesta original: interioridad y amor fraterno en una relación de reci-procidad. Elementos esenciales de la experiencia y del pensamiento de la fundadora del Mo-vimiento de los Focolares.

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en la gloria, pero es también, después de suencarnación-muerte-resurrección, una per-sona “colectiva”, que vive en un Cuerpo: laIglesia. Y esta segunda dimensión ha sidocaptada por Chiara de un modo totalmenteparticular. ¿Cómo?

La presencia de “Jesús en medio”

Ante todo es necesario volver al episo-dio originario. A los 19 años Chiara parti-cipa en un congreso de Acción Católica enLoreto, donde una “iglesia-fortaleza”guarda una casita que, según una tradi-ción, sería la casa de Nazaret. Chiara se re-tira con frecuencia a esta “casita” y allí su-cede algo imprevisto: se ve envuelta poruna presencia de lo divino tan fuerte que sesiente literalmente como “aplastada”,como diría ella misma.

Lágrimas de conmoción se deslizan sincontrol por su rostro. Durante toda la estan-cia en Loreto, se siente misteriosamenteatraída por aquellos cuatro muros como porun imán. Más tarde verá en esto un signoprecursor de la vida de esas pequeñas comu-nidades que son los “focolares”. Pero asícomo en el relato pone el acento en la reali-dad de la presencia de Jesús, también puedeinterpretarse este episodio como una intui-ción especialmente fuerte, una toma de con-ciencia de la presencia realmente operante delResucitado entre los hombres.

Cuando Chiara se conmueve, imaginan-do a Jesús niño en la casa de Loreto, conMaría y José, no es que piense tanto en lavida oculta de Nazaret, cuanto en el hechode que él esté en medio de criaturas huma-nas, percibiendo la presencia del Resucitadoen el mundo, y tal presencia la desconcierta,pues la presencia de Dios siempre turba ydesconcierta a quien la advierte.

En Loreto el Espíritu puso en Chiara unasemilla destinada a crecer, un don de fe: lacerteza de que el Resucitado está presente

en el mundo, entre los hombres. Es unauténtico carisma que la coloca plenamenteen el surco de la Iglesia primitiva, cuyokerygma, o sea, anuncio, consistía en procla-mar que Jesús ha resucitado y está vivo.«Dios constituyó Señor y Mesías (aquí quieredecir ‘resucitado’) al mismo Jesús a quien voso-tros crucificasteis»” (cf. Hch 2, 36).

Como una persona que ve lo invisible (cf.Heb 11, 37), Chiara se comprometió duran-te toda su existencia a expresar y traducir envida la certeza de que Él está vivo, que estáentre nosotros. A esta presencia de Jesús re-sucitado en la historia de los hombres y enmedio de ellos tienden todas las demás pre-sencias de Jesús en la Iglesia (en la Palabra,en la Eucaristía, en el ministerio del orden,en el hermano, dentro de nuestra interiori-dad…) y en ella tienen su origen.

Cuando en los años cuarenta, descubreen el evangelio de Mateo la frase: «Donde doso tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yoen medio de ellos» (18, 20), Chiara atribuye aeste pasaje un sentido pleno, sin reducirlo ala liturgia o a la oración comunitaria. Su úl-timo testamento será: «¡Os dejo a este Jesús!...Este es el Jesús que debía volver» 1.

El “castillo exterior”

Este don del Espíritu Santo no ha dis-tanciado a Chiara de mirar a los santos yde tomarlos como modelos. Todo lo con-trario. Desde el inicio camina en com-pañía de san Francisco y de santa Clara(era terciaria franciscana), de Catalina deSiena (era italiana), santos para los cualesla interioridad era algo personal. Su en-cuentro con santa Teresa de Ávila tiene unvalor un tanto especial y merece una men-ción aparte.

¿Cómo? Siendo el camino que el Espíri-tu Santo indica a Chiara nuevo y particu-lar, no faltaron críticas y hasta persecucio-nes, ya en los primeros años del Movi-

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9999Perspectivas

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miento. Incluso por parte de hombres deIglesia. Por eso cuando en 1961, leyendouna obra de santa Teresa, Chiara descubre,en cuanto a los efectos, un camino de san-tidad semejante al suyo, siente un gran ali-vio, una gran alegría. Fue una confirma-ción maravillosa de que también el suyoera un camino de santidad.

Seguidamente, conociendo lo que Teresallama el “castillo interior”, en cuya últimamorada se llega a la unión transformanteporque allí reside “Su Majestad”, Chiara re-toma la analogía del castillo para expresarel elemento más característico de su propiaespiritualidad: el castillo en el que podemosencontrar a Dios no está solamente en noso-tros, sino también entre nosotros, hermanosy hermanas unidos en el nombre de Jesús.La presencia de Dios no está, pues, única-mente en el “castillo interior”, como paraTeresa, sino también en el “castillo exte-rior”, complementario de aquel interior.“Su Majestad”, centro de nuestro “castilloexterior”, es Jesús presente “en medio” denosotros.

Por todos estos motivos, el año 2002, envisita a Ávila, quiso dejar escrito su recono-cimiento a Teresa en el Libro de Oro dehuéspedes:

«Gracias, santa Teresa,por todo cuanto has hecho por nosotrosdurante nuestra historia.¡Gracias!Pero el gracias más hermoso te lo diremos en el Paraíso.Sigue velando sobre todos nosotros,sobre nuestro ‘castillo exterior’que el Esposo ha suscitado sobre la tierracomo complemento de tu ‘castillo interior’para hacer a la Iglesia bella como la deseaste».

Hay, pues, una “interioridad” que tienecabida también en el “castillo exterior”. Yahí debemos buscar a “Su Majestad”, siqueremos llegar a la unión con Dios.

Vivir entre “dos fuegos”

Juan Pablo II solía utilizar la metáforade los “dos pulmones” para hablar de laIglesia de Occidente, que sólo respira ple-namente si se abre al Oriente y viceversa.Tomamos la analogía aplicándola a nuestravida cristiana: ésta debe respirar a plenoplumón, con sus dos pulmones, es decir,con Cristo en nosotros y con Cristo en me-dio de nosotros. Debemos caminar, diceChiara, con las “dos piernas”, vivir entre“dos fuegos”: igual que advierto la presen-cia de Dios dentro de mí, así debo aprendera abrirme y a buscarla fuera de mí. Asícomo Dios me es íntimo, del mismo modoes íntimo al “yo” que es el Cuerpo de Cris-to, la Iglesia, la humanidad. Chiara hablatambién de galerías, considerando el Cuer-po místico como una red de galerías quepermanecen en la oscuridad hasta queJesús no vive en la relación entre las perso-nas. Lo cual ella lo siente como una caren-cia en la Iglesia actual:

«La Comunión de los Santos, el Cuerpo místi-co existe. Pero este Cuerpo es como una red de ga-lerías oscuras.

La potencia para iluminarlas existe: en mu-chos es la vida de la gracia. Pero Jesús no queríaúnicamente esto cuando se dirigió al Padre in-vocándolo. Quería un Cielo en la tierra: la uni-dad de todos con Dios y entre ellos; la red de ga-lerías iluminada; la presencia de Jesús en cada re-lación con los demás, además de en el alma decada uno” 2.

¡Jesús en medio de nosotros! No es un sa-cramento como el bautismo, la Eucaristía o,en sentido más amplio, el hermano. Es “el”sacramento original (el Ur sacrament) delque se derivan todos los demás. Vivir porJesús en medio significa creer en el Resuci-tado, expresar nuestra fe que Jesús resucitaen un Cuerpo que es la Iglesia. Dejemosaún hablar a Chiara:

«Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros.

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Y esto vale. Vale más que cualquier tesoro quepueda poseer nuestro corazón: más que la madre,que el padre, que los hermanos, que los hijos.

Vale más que la casa, que el trabajo, que lapropiedad; más que las obras de arte de una granciudad como Roma, más que nuestras ocupacio-nes, más que la naturaleza que nos rodea con lasflores y los prados, el mar y las estrellas; más quenuestra alma.

Él es quien, inspirando a sus santos con suseternas verdades, hizo época en toda época.

También ésta es su hora: no la de un santo,sino la de él, de él entre nosotros, de él viviente ennosotros, que construimos –en unidad de amor–su Cuerpo místico» 3.

Una interioridad potenciada

Pero la dimensión de interioridad no esminusvalorada; más aún, diría que resultapotenciada. Cristo ya ha realizado la uni-dad de todos los hombres: con su muerte haatraído a todos hacia sí (cf. Jn 12, 32); consu resurrección es el centro hacia el cualconvergen el universo y la historia de loshombres. Para ofrecer nuestra aportación ala unidad, explica Chiara, es necesario revi-vir a Cristo, ser otro Cristo.

Nuestra parte consistirá ante todo en per-manecer en él, para que su voluntad sea lanuestra. Se trata, pues, de “vivir dentro”.Este “resorte espiritual” que atrae nuestraalma a lo más profundo es absolutamentenecesario:

«Queremos convertirnos, Señor. Hasta ahorahemos vivido “fuera”; de ahora en adelante debe-mos vivir “dentro”, como María.

Porque también el vivir “fuera”, proyectadosen el prójimo o en las obras –aun siendo por amora Dios– si no es corregido por una fuerza espiri-tual que atrae continuamente el alma hacia loprofundo de su ser, puede ser motivo de divagacio-nes, de muchas conversaciones inútiles, de «cosassantas» dadas a los “perros”.

Vivir “dentro”, crecer en el interior, despren-

derse de todo, no para permanecer suspendidosentre Cielo y tierra, sino “arraigados” en el Cielo,fijos en el corazón de Cristo a través del Corazónde María, en una morada trinitaria, preludio dela vida eterna» 4.

De hecho, el peligro de una espirituali-dad, en la cual estamos continuamente pro-yectados hacia los demás, es el de perder devista la raíz que nos anima y confundir losdones de Dios, es decir, la plenitud que pro-bamos cuando amamos y trabajamos por él,con Dios mismo. Hay que estar desprendi-dos de todo, “enraizados en el Cielo”, como“en una morada trinitaria”, incluso en me-dio de nuestras ocupaciones. «Vivir ‘dentro’levantados en cruz por nuestras manos» 5.

Viviendo la voluntad de Dios nos alza-mos en una cruz que es al mismo tiempocruz y gozo. La voluntad de Dios puedecambiar continuamente y, en ese cambio,que es desasimiento, llegamos a poseer aDios solo. Chiara dice que debemos deseareste desasimiento para que Dios pueda res-plandecer:

«Deseosos… de dejar la Obra que habíamosconstruido y pasarla a otras manos para que lacontinúen, o prontos a verla morir momentánea-mente, como el grano de trigo, para que florezcamultiplicada» 6.

He aquí el “atractivo” de su vida, que ellaatribuye al “tiempo moderno”:

«Penetrar en la más alta contemplacióny permanecer mezclados con todos,hombre entre los hombres» 7.

Un amor verdadero

Hay que mantener un equilibrio entreoración y vida proyectada hacia los demás:

«Si uno, por impaciencia, descuida la presen-cia de Dios dentro de su alma, su vida, aunqueparezca caridad fraterna, es una caridad frívola,voluble, superficial y peligrosa, porque no seasienta sobre la roca: luego no es caridad. Estaalma parece una peonza. Lo mismo que una per-

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sona agarrotada en sí misma, sin amor, estámuerta» 8.

Desasidos de todo, Cristo vive en noso-tros y él es quien hace la unidad. Entoncesno dudaremos en ir al hermano “que tienealgo contra nosotros” antes de presentar-nos ante el altar, como Jesús ha mandado:«Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrendasobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tuhermano tiene quejas contra ti, deja allí tuofrenda» (Mt 5, 23-24). La iniciativa de lareconciliación, como subraya esta frase delevangelio de Mateo, no depende de misofensas al hermano, sino de que me doycuenta que la unidad ha venido a menos.Querer la unidad implica no quedarse cal-culando de quién o de dónde procede elerror o la culpa.

Viviendo “dentro” tendremos el corajedel pacto del amor recíproco, de declarar-nos el uno al otro el estar prontos a amar-nos como Jesús nos ha amado. Tendremostambién el coraje de estrechar un pactorecíproco de misericordia. De hecho, lavida de unidad puede conocer paradas yno es raro que una paja en el ojo del her-mano nos parezca una viga, algo que gene-ralmente es recíproco. Para que Jesús pue-da seguir viviendo en nosotros, Chiara nosinvita a reconocer humildemente nuestrasincapacidades, a pedirnos perdón y a de-clararnos mutuamente el deseo de recono-cernos nuevos como si nunca nos hubiése-mos conocido, para que nuestras relacio-nes estén iluminadas por la presencia deCristo que estará de nuevo en medio de no-sotros.

Viviendo así, ofrecemos «al prójimo sólola linfa que mana del Cielo dentro de nosotros,para servirlo de verdad y no escandalizarlo connuestra escasa santidad» 9. Bien enraizadosen esta actitud, comunicaremos también anuestros hermanos, con la prudencia nece-saria, las maravillas que Dios realiza ennosotros:

«Vivir ‘dentro’… para que Cristo continúe através de nosotros la obra de reunificación en unmundo carnavalesco que sufre, que espera, quedesea olvidar, que teme, que causa tristeza a nues-tro corazón hoy, como las multitudes, ayer, aJesús.

Vivir ‘dentro’ para arrastrar al mundo, quevive solo ‘fuera’, a los abismos de los misterios delespíritu, donde uno se eleva y descansa, encuen-tra alivio y se fortalece, se sosiega para volver a latierra a continuar la batalla cristiana hasta lamuerte» 10.

Para Chiara el juego inseparable de lo in-dividual y de lo colectivo no crea tensiones:en Cristo es todo uno. La Unidad, biencomprendida, nace de la ascesis sumaria-mente descrita (dejar vivir en nosotros aCristo, su palabra) y es una comprobaciónexistencial de la verdad del cristianismo.Jesús ha unido inseparablemente el don dela alegría a la vida de unidad (cf. Jn 17, 13)y nada expresa mejor la plena realizaciónde la persona como la alegría. La vida deunidad comporta una dinámica pascual quelleva a quien la vive a una nueva dimensiónde resurrección, de gozo pleno. En la uni-dad vivida en Jesús, el individuo y la comu-nidad se hallan en relación armoniosa por-que cada uno da lo mejor de sí, a Cristo. Noexiste dicotomía alguna entre vida religiosay vida fraterna: se trata de un principio uni-ficador que se manifiesta en la vida de cadauno.

1 C. Lubich, Inédito, 15 octubre 2002.2 Id., Las Palabras de un Padre, en La doctrina espi-

ritual, Ciudad Nueva, Madrid 2002, p. 148.3 Id., Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros, en.

o. cit., p. 151.4 Id., Vivir dentro, en o. cit., p. 106.5 Ibid.6 Id., Inédito, 8 septiembre 1970.7 Id., Hombre entre los hombres, en. o. cit., p. 229.8 Id., Equilibrio divino, en o. cit., p. 178.9 Id., Vivir dentro, en o. cit., p. 107.10 Ibid.

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UUUUNO de los signos de los tiempos enel ámbito de la espiritualidad,como también de la teología, y que

marca un viraje en la experiencia espiritualde los creyentes, es la exigencia de la expe-riencia mística como participación de lavida trinitaria. Hace ya años que K. Rahnerescribió que el cristiano del mañana «o seráun místico o no será cristiano» 1. Y la experien-cia mística, según él, ya no será la vividapor cada creyente en particular ni la de ungrupo de místicos individualistas, sino la re-alizada por una comunidad de creyentesque, porque viven la espiritualidad de co-munión, gozan de la presencia del Resucita-do entre ellos 2.

Hay teólogos de otras Iglesias que tam-bién confirman esta línea. El evangélicoJüngel, por ejempo, subraya que las Iglesiashan de ser capaces de dar una respuestaadecuada a esta exigencia de espiritualidadcomunitaria mediante la mística: «No unamística de ojos cerrados, sino una mística que ve

y sabe ver con los ojos abiertos. No sólo una mís-tica de la interioridad, sino una mística en la queal movimiento hacia el ínterior de uno mismo lecorresponde el ir fuera de sí» 3.

La mística de la que Chiara Lubich estestigo camina decididamente en esta direc-ción: una mística que no es sino la experien-cia de vida en Jesús y con Jesús, crucificadoy resucitado, pero compartida con los her-manos y hermanas de la comunidad cristia-na con los cuales, por la reciprocidad delamor que circula entre todos, se crea la pre-misa capaz de merecer la presencia de Jesús(cf. Mt 18, 20). Esta mística trinitaria puedeser verdaderamente la respuesta del Espírituhoy a la exigencia de mística comunitariaen la Iglesia y en la humanidad.

La mística trinitaria que nace del carismade la unidad se apoya en dos pilares que ca-racterizan dicha espiritualidad: la unidad yJesús Abandonado. Ya en 1948, Chiara es-cribía: «El libro de luz que el Señor va escribiendoen mi alma tiene dos aspectos: una página ilumi-

Amedeo Ferrari, o.f.m.conv.

El caminode la «interioridad dilatada»

PERSPECTIVAS

La unidad y Jesús Abandonado son los dos vértices de la espiritualidad cristiana que abar-can todo el proyecto de Dios y el camino para realizarlo hoy en este mundo y en la historia.

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nante de misterioso amor: Unidad, y una páginaluminosa de misterioso dolor: Jesús abandonado.Son los dos aspectos de una única medalla» 4.

A partir de estos dos vértices para definirla espiritualidad de la unidad, Chiara nosabía que realizaba «un descubrimiento inédi-to, (que aportaba) una novedad absoluta en la es-piritualidad cristiana», como también al po-ner de manifesto el vínculo indisoluble dereciprocidad, como causa y efecto, entre launidad pedida por Jesús al Padre y el miste-rio de Jesús Abandonado 5. Este hecho llevóa escribir a J. Castellano, experto en Teo-logía Espiritual: «La unidad y Jesús abandona-do contienen todas las grandes líneas de la espiri-tualidad evangélica, las iluminan y son capacesde situarlas en la armonía del designio de Dios»6. El teólogo P. Coda no duda en reconoceren el carisma de la unidad el testimonio de«un cambio de paradigma en la historia de la es-piritualidad cristiana –del primado del individuoal equilibrio entre persona y comunión–, confor-me a las expectativas del Concilio y a las instan-cias que los signos de los tiempos plantean» 7.

La intuición carismática de Chiara fueconfirmada más tarde por las palabras deJuan Pablo II, dirigidas a un grupo de obis-pos adherentes al Movimiento de los Focola-res, reunidos para profundizar el tema El cru-cificado y abandonado raíz de la Iglesia comu-nión. «Os animo –dice el Papa– a dejaros guiarpor las indicaciones que he escrito en la cartaapostólica Novo millennio ineunte. En ella invitoa todo el pueblo cristiano a fijar la mirada en elrostro de Cristo crucificado y resucitado y a profun-dizar el misterio de dolor y de amor del cual nace yse renueva constatemente la Iglesia-comunióncomo imagen viva de la Santísima Trinidad» 8.

Jesús Abandonadocamino para la unidad con Dios

Cuando el Espiritu manda un don ca-rismático como respuesta a los desafíos de

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una época, en la esencia del don se oculta elsecreto para vivirlo. Cuando el Espíritu dicea Francisco de Asís: «¡Ve y repara mi Iglesia,que, como ves, está toda ella en ruinas!» (FF1038), viviendo el Evangelio en la «forma devida y el modo de santa unidad y altísima pobre-za»(FF 2749), ciertamente inspiró a Francis-co para encontrar el camino a fin de encar-nar el carisma y hallar el secreto para vivirloy darlo a la Iglesia. Para Chiara Lubich, en elmisterio de Jesús crucificado y abandonado,se encierra no sólo el secreto para realizar launidad que Jesús pidió al Padre, sino tam-bién para experimentar la unión con Dios; y,al mismo tiempo, el modelo de cómo amar alos hermanos hasta experimentar la presen-cia de Jesús, y, por tanto, el camino para lle-gar a vivir la mística trinitaria, de construir el“castillo exterior” viviendo las relacionescon las demás células del Cuerpo místicohasta hacerse santos juntos en la unidad,como requiere el carisma de la unidad.

Vértice del Amor

Entre los varios aspectos del misterio deJesús crucificado, Chiara no se detiene enlas llagas exteriores, el sudor de sangre, losdolores físicos, psicológicos o morales vivi-dos por Jesús en la cruz, sino más bien en eldolor del alma del hombre-Dios cuando gri-ta: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aban-donado?» (Mc 15, 34). ¿Qué abismo de amorencierra ese grito de dolor en la relación conel Padre y con el Espíritu Santo?

Más allá de esa llaga interior, totalmenteespiritual, Chiara ya no halla el dolor, sino a«Dios de un modo nuevo, más cara a cara, másabierto, en una unidad más plena» 9. «Efectiva-mente, quien entra en su infinito dolor, como porencanto todo lo encuentra trocado en Amor» 10.«Él había enseñado que nadie tiene mayor cari-dad que aquel que da la vida por sus amigos. Él,la Vida, se daba totalmente a sí mismo. Era el

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punto culminante, la más bella expresión delamor. ¡Amaba como Dios! Con un amor tangrande como Dios» 11.

Precisamente porque es todo y sóloamor, Jesús, en el abandono, aparece en lamáxima expresión de sí, en el momento cul-minante de su ser Hijo de Dios encarnado,como la Palabra definitiva del Padre, la «Pa-labra plenamente manifestada» 12, vértice de larevelación, síntesis del Evangelio. Si bien esposible profundizarlo, intuimos que el des-cubrimiento de la dinámica amor-dolor enel abandono de Jesús abre a un nuevo enfo-que espiritual y teológico de la realidad deDios a su ser Amor uni-trinitario.

Jesús abandonado como único Esposo

Haber encontrado en Jesús Abandonadoel Dios-Amor fue como percibir una elec-ción, una llamada a escogerlo como únicotodo de la vida. De modo que la elección deDios Amor que había caracterizado el co-mienzo de esta experiencia, ahora se con-cretizaba: «Elegir a Dios, para nosotros, signifi-caba elegir a Jesús abandonado» 13. «No quería-mos conocer más que a Él. El Espíritu repetía ennosotros: ‘No conozco más que a Cristo, y a éstecrucificado’. El amor hacia Él era exclusivo: nopermitía componendas» 14.

El deseo, cada vez más intenso, de com-partir su dolor llevó gradualmente a Chiaray a sus compañeras a descubrir todos losmatices del amor sobrenatural que se esta-blece entre el alma y Dios, hasta llegar aamar a Jesús abandonado por sí mismo entodas sus manifestaciones: en los dolorespersonales, en los demás, en las circunstan-cias, en la Iglesia, en la humanidad. JesúsAbandonado se convierte en “el Amado”con el cual se establece una verdadera rela-ción de amor cada vez más profunda y másíntima, exclusiva, hasta “hacerle fiesta”, yamarlo “siempre, enseguida y con alegría”

cada vez que se presenta, porque “es el Es-poso” esperado. El vértice de este caminomístico se expresa en la conocida medita-ción escrita a finales de 1949, que contienela quintaesencia de la espiritualidad de launidad: «Tengo un solo esposo en la tierra: Jesúscrucificado y Abandonado. No tengo otro Diosfuera de Él. En Él está todo el paraíso con la Tri-nidad y toda la tierra con la humanidad» 15.

Camino para la unión transformante

Y, puesto que Dios no se deja ganar engenerosidad, lleva a experimentar el frutode la identificación con Jesús Abandonado,“una alquimia divina” que permite partici-par en la transformación del dolor en amorque Jesús vivió sobre la cruz y con la resu-rrección. De hecho –escribe Chiara–, «nues-tro amor puro, al contacto con el dolor, lo trans-formaba en amor; en cierto modo lo divinizaba,casi proseguía en nosotros –por así decir– la divi-nización que Jesús hizo del dolor» 16.

Chiara experimenta el fruto de haber pa-sado más allá de la llaga, donde se encuen-tra inmersa en la luz y en el Amor, donde sehalla identificada con Aquel al que ama:«Jesús abandonado abrazado, estrechado, queri-do como único todo exclusivo, consumado en uno

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«Nosotros, en cambio, somos polo ne-gativo y polo positivo entre hermanos...El contacto de ambos da la Luz de Jesúsentre ellos y por tanto en ambos. Noso-tros llevamos realmente el Reino de Diosa la tierra. En efecto, Dios está entre no-sotros y, a través de nosotros, esta co-rriente de amor (que es la corriente delAmor trinitario) pasa por el mundo entodos los miembros del Cuerpo Místico,iluminándolo todo»

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con nosotros, consumados en uno con Él, hechosdolor con Él Dolor: esto es todo. Así es como lle-gamos a ser (por participación) Dios, el Amor» 17.

Jesús crucificado y abandonado, que seabandona al Padre dando su Espíritu, per-mite experimentar, al abrazarlo, los donesdel Espíritu y una nueva relación con elEspíritu Santo. Es el Amor trinitario que,desde el corazón de Jesús crucificado, sevierte sobre la Iglesia, para que en ella estéel mismo amor que reina en la Trinidad.

Jesús Abandonado, caminopara la unidad con los hermanos

Que Jesús crucificado pudiera llevar a launión con Dios mediante su anonadamien-to ya era conocido en la espiritualidad, par-ticularmente desarrollado por san Juan dela Cruz. «En efecto –comenta Chiara–, él,con su noche oscura, fue el polo negativo que,unido a Dios, polo positivo, hizo brillar o brotarla Luz en él» 18.

Pero la novedad de Chiara es haber encon-trado en Jesús Abandonado la posibilidad devivir la unidad con los hermanos para tener laTrinidad entre nosotros: «Nosotros, en cambio,somos polo negativo y polo positivo entre herma-nos... El contacto de ambos da la Luz de Jesús entreellos y por tanto en ambos. Nosotros llevamos real-mente el Reino de Dios a la tierra. En efecto, Diosestá entre nosotros y, a través de nosotros, esta co-rriente de amor (que es la corriente del Amor trini-tario) pasa por el mundo a través de todos los miem-bros del Cuerpo Místico, iluminándolo todo» 19.

Ahora quisiera destacar algunos pasosdel camino que lleva a la experiencia de lainterioridad dilatada, marcados por el amora Jesús Abandonado.

Hacerse uno

Para quien vive la espiritualidad de launidad, centrada en el paso a través del her-

mano para encontrar a Dios, es necesariovivir el amor a Jesús Abandonado. De he-cho, Él, que era Dios, el Verbo del Padre,supo vaciarse de sí mismo (cf. Flp 2, 7) parahacerse hombre entre los hombres: «Se hizonosotros, gusano de la tierra, para hacernos a no-sotros Él: Hijos de Dios» 20.

Por eso es el modelo de “hacerse uno”con el hermano, con cada prójimo; de ha-cerse pobre de espíritu para acoger a losotros. Efectivamente, vivir el otro requiereun despojamiento interior y un hacerse“nada”, perderlo todo, incluso la propiaalma, incluso la experiencia de Dios. Hastaperder a “Dios por Dios”, en la oración o enlas inspiraciones para estar vacíos, para ha-cerse todo a todos, como dice san Pablo.Además, Jesús Abandonado es camino parala unidad porque permite recomponerlacada vez que se requebraja. Por un acto desoberbia, de orgullo o de egoísmo, por unjuicio, puede eclipsarse la luz de “Jesús enmedio”. Entonces, reconocer en la desuni-dad un rostro de Jesús Abandonado permiteempezar a amar de nuevo, quizá pedirperdón y restablecer la unidad.

Perfectos en la unidad

Poniendo en práctica «Amaos como yo oshe amado» (cf. Jn 13, 34), Chiara experimen-ta un “algo más” de la caridad, la perfec-ción del amor en la reciprocidad. Se experi-menta lo que declara Juan: «Si nos amamosunos a otros, Dios permanece en nosostros y suamor es perfecto en nosotros» (1Jn 4, 12). Esteexperimentar a Dios-Amor en la reciproci-dad es una de las novedades ofrecidas a laespiritualidad en el camino para encontrar aDios. Al hermano o a la hermana no se lle-ga ya como a objeto terminal de la caridad,sino que se le busca desde el comienzo parapoder ir juntos, en la reciprocidad, haciaDios y hacer juntos la experiencia de Dios-

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Amor-Trinidad. Si estamos unidos en suamor, está asegurada la presencia de Jesús:«... Allí estoy yo presente» (cf. Mt 18, 20): «Enla unidad con el Resucitado en medio de noso-tros, somos perfectos y, por tanto, santos» 21.

Ahora bien, ¿para los creyentes cómo esposible llegar a esta perfección del amor?Sólo si es Jesús en mí el que ama y si estáJesús en el hermano es posible ser perfectosen la unidad: «Pero... para que Jesús estuvieraen nosotros, teníamos que amar a Jesús Abando-nado en todos los dolores, vacíos, fracasos y triste-zas de la vida. Esta unión nos llenaba de Dios, demodo que, al encontrarnos, nos reconocíamos eluno en el otro, porque era Dios en mí, Dios en elotro y Dios en todos. Y sólo entonces nos sentía-mos hermanos» 22. Con Jesús Abandonado lavida de la Trinidad ya no se vive sólo en lainterioridad de cada alma, sino que circulalibremente entre los miembros del Cuerpomístico de Cristo 23.

Jesús Abandonado y las noches

Con el amor a Jesús Abandonado comosecreto de la unidad con los hermanos, y nosin una luz particular del Espíritu, el caris-ma de Chiara no sólo arroja una luz nuevasobre las vías clásicas de la vida espiritual,como también sobre la ascética, las pruebasy las noches antes de llegar a la unión trans-formante, sino que abre nuevos horizontesen la mística, y consiguientemente en laascética, con la experiencia de otras nocheshasta ahora desconocidas, como la nochede Dios y la noche colectiva: «San Juan de laCruz habla de noche oscura de los sentidos y delespíritu, que precede a la iluminación. Nosotros,para realizar nuestro Ideal de la Unidad (para re-componernos en Cuerpo Místico, prestándonoscomo sus miembros a Él en unidad), pedimosmás: la noche oscura de Dios. Es Jesús abando-nado, donde la Luz se hizo tiniebla y el Amor de-sunidad. Esto porque a nosotros no nos basta la

santidad del individuo, sino la santificación deJesús entre nosotros, de Jesús-nosotros. Para in-jertarnos, pues, el uno en el otro, como las perso-nas en la Trinidad, incluso debemos perder aDios en el hermano. Igual que Jesús abandona-do, que perdió a Dios en el hermano» 24.

Jesús abandonado, caminopara la participación de la vida trinitaria

La experiencia del amor trinitario vividoen las relaciones interpersonales dentro deuna comunidad, por la presencia de Jesús,nos permite hablar de “mística comunitariao trinitaria”. Y Chiara no duda en llamarla“nuestra mística”. «Nuestra mística –escribe–supone al menos dos almas hechas Dios, entre lascuales circula verdaderamente el Espíritu San-to..., es decir, un tercero. Dios que los consume enUno. En un solo Dios: ‘Como yo y Tú’, diceJesús al Padre... Y Jesús está donde dos o más:por tanto, la mística de aquellos que se aman mu-tuamente como Él nos ha amado; de una unidadde almas que refleja, estando en la tierra, la Tri-nidad de allá arriba» 25.

Viviendo esta mística trinitaria en una cé-lula de Iglesia, se supera el umbral de la im-posibilidad de penetrar el misterio trinitario,ante a la cual san Agustín mismo llegó a con-fesar: «Quisiéramos elevarnos a la contemplaciónde la suprema Trinidad que es Dios, pero no somoscapaces» 26. Chiara Lubich, habiendo hallado

«Pero... para que Jesús estuviera ennosotros, teníamos que amar a JesúsAbandonado en todos los dolores, vacíos,fracasos y tristezas de la vida. Esta uniónnos llenaba de Dios, de modo que, al en-contrarnos, nos reconocíamos el uno enel otro, porque era Dios en mí, Dios en elotro y Dios en todos. Y sólo entonces nossentíamos hermanos».

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en Jesús Abandonado el paso para participaren la vida trinitaria, puede afirmar: «Nuestroser uno era tal que nos hacía no sólo imagen de laTrinidad, no sólo estar unidas a Ella, sino que noshacía ser, por participación, Trinidad» 27.

De hecho, Jesús Abandonado había reve-lado a Chiara «el Ser de la Trinidad comoAmor» 28. «Y porque es Amor, Dios es Uno y Tri-no a la vez: Padre, Hijo y Espíritu Santo» 29.«Son tres las Personas de la Santísima Trinidad,y, sin embargo, son Uno porque el Amor no es yes al mismo tiempo... A la luz de la Trinidad,manifestada por Jesús abandonado, Dios, que esel ser, se revela, por decirlo así, custodiando en suinterior el no-ser como don de Sí; ciertamente noel no-ser que niega el Ser, sino el no-ser que revelael Ser como Amor. Este es el dinamismo de lavida intratrinitaria que se manifiesta como in-condicionado y recíproco don de sí, mutuo ano-nadamiento amoroso, total y eterna comunión»30. Pero Jesús abandonado no es sólo el quenos revela la dinámica trinitaria, sino tam-bién Aquel que deificándonos por gracia,nos hace partícipes de la misma vida divinade la Trinidad: «Parecía que la Trinidad seabría para acoger a los redimidos en su seno» 31.

Jesús Abandonado, por tanto, nos introdu-ce en la comunión del amor trinitario, nosparticipa su amor que nos hace capaces deuna realación de amor análoga entre noso-tros: «Como el Padre me ha amado a mí, así yo oshe amado a vosotros» (Jn 15, 9). «Como yo os heamado, así también amaos unos a otros» (Jn 13,34). «Hay, pues –comenta Chiara– una afinidadentre el Padre, el Hijo y nosotros... por el únicoamor divino que poseemos» 32. Es, efectivamente,el único ágape divino que une en el Espíritual Padre y al Hijo, al Hijo y a los hijos, a loshijos en el Hijo con el Padre y entre ellos.

Se realiza así ese “algo más” del carismade la unidad. Ese “algo más” –explica J.Castellano– nos lleva a decir: «Si la Trinidadestá en mí y está en ti, entonces la Trinidad estáentre nosotros, estamos en una relación trinitaria

[...] entonces nuestra relación es a modo de la Tri-nidad; mejor dicho, es la Trinidad la que vive ennosotros esta relación» 33.

Jesús Abandonado, caminopara la “interioridad dilatada”

Así pues, amando a Jesús Abandonado,es posible, como hemos visto, vivir la reci-procidad del amor que engendra la presen-cia de “Jesús en medio” de nosotros y for-ma una célula del Cuerpo místico en lacual habita la Trinidad. Y es Jesús Abando-nado el que además da y acoge en la reci-procidad del amor la propia interioridad,abriendo un espacio de encuentro que no esni la morada del yo, ni la del hermano, sinoel espacio de la interiordad misma de Jesúshecho presente por la unidad. Por lo cual seexperiamenta realmente lo que afirma Pa-blo: «Todos vosotros sois una sola persona enCristo Jesús» (Ga 3, 28).

Las dos interioridades anuladas en elamor a Jesús Abandonado son asumidaspor la de Cristo Jesús. Como escribeZanghì: «Se encuentran siendo uno en la interio-ridad misma de Jesús. Son conducidas allí dondeestá la Palabra encarnada y resucitada: en la co-munión trinitaria que es, si así podemos decir, lainterioridad más interior del Uno Absoluto» 34.Cada uno, en Jesús resucitado, encuentra suinteriordad, pero dilatada sobre la de Jesús,que contiene en sí a todo hombre o mujer.“Jesús en medio” se experimenta como ellugar más allá del tiempo y del espacio, por-que está resucitado, y, al mismo tiempo, enel corazón de la humanidad donde habita laTrinidad y es posible experimentar la “inte-rioridad dilatada”. Este es el “castillo exte-rior” edificado por la reciprocidad del amor,que lleva a cada uno a salir de su propia in-teriordad para entrar en la de Jesús y encon-trarse en la comunión trinitaria 35.

Viviendo la espiritualidad de comunión, la

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Iglesia podrá mostrar su verdadero rostro, tes-timoniar su identidad de koinonia como ima-gen de la Trinidad y llevar a cumplimiento sumisión conduciendo la humanidad y la crea-ción al seno de la Trinidad. Escribe De Lu-bac: «Dios no nos ha creado para que vivamos enlos límites de la naturaleza, ni para que cumpla-mos una misión solitaria. Nos ha creado para queseamos introducidos colectivamente en el seno de suvida trinitaria. Jesucristo se ofreció en sacrificiopara que seamos uno en esta unidad de las Perso-nas divinas (...). Pero hay un lugar en el que ya des-de aquí abajo empieza a realizarse esta reunión detodos en la Trinidad. Hay una familia de Dios, ex-tensión misteriosa de la Trinidad en el tiempo, queno sólo nos prepara a esta vida unitiva y nos pro-porciona la firme garantía de poseerla, sino que noshace participar ya de ella. Es la única sociedad ple-namente ‘abierta’, la única que se ajusta a nuestroíntimo deseo y la única, en fin, en la que podemosadquirir todas nuestras dimensiones. Esta es laIglesia. Ella está llena de la Trinidad» 36.

1 K. Rahner, Espiritualidad antigua y actual, enIDEM, Escritos de teología, VII, Taurus, Madrid1969, p. 25.

2 Cf. K. Rahner, Elementos de espiritualidad en laiglesia del futuro, en T. Goffi – B. Secondin, Proble-mas y perspectivas de espiritualidad, Sígueme, Sala-manca 1984, pp. 470-471.

3 J. Jüngel - M. Neri, Intervista al teologo EberhardJüngel, en Il Regno-attualità XLVII (2002) 145-150,cit. p. 150.

4 J. Castellano, Prólogo, en C. Lubich, La unidad yJesús abandonado, Ciudad Nueva, Madrid 1985, 7.

5 Cf. Ibid., p. 9.6 Ibid., p. 10.7 P. Coda, Un carisma y una obra de Dios, en C.

Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, Ma-drid 2002, p. 22.

8 Juan Pablo II, Mensaje a los Cardenales y Obisposamigos del Movimiento reunidos en el Centro Mariápolisde Castelgandolfo, 14.2.2001.

9 C. Lubich, Il punto di contatto, en Gen 18(1984/4) 5.

10 Cf., Id. La unidad y Jesús abandonado, cit., pp.83-84.

11 Id., cit. en A. Pelli, La aportación de un carismasa la profundización teológica del abandono de Jesús, enCuadernos Abbá 1, Ciudad Nueva, Madrid 1997, p.49.

12 Id., La vida, un viaje, Ciudad Nueva, Madrid1994, p. 89.

13 Id., La unidad y Jesús abandonado, cit., p. 58.14 Ibid.15 Id., Escrito del 20 septiembre 1949, en La doc-

trina espiritual, cit., p. 144.16 Cf. Id., El grito, Ciudad Nueva, Madrid 2000,

p. 47; cf. Unità e Gesù abbadonato en Nuova UmanitàXXV (2003/1) 29.

17 Id., La unidad y Jesús abandonado, cit., p. 83.18 Id., Inédito, cit. por P. Coda, Qualche nota su

Gesù Abbandonato, Castelgandolfo, 25.10.2005.19 Ibid.20 Id., Ideale dell’unità, Escrito autógrafo, publi-

cado parcialmente y con alguna variante en Gen’s1 (1971).

21 Id., cit. en M. Vandeleene, Io-il fratello-Dio nelpensiero di Chiara Lubich, Città Nuova, Roma 1999,258.

22 Id., El grito, Ciudad Nueva, Madrid 2000.23 Cf. Id., Discurso en la Universidad Santo Tomás

de Manila con ocasión del Doctorado «honoris causa» enSagrada Teología, 14.1.1997, en Cuadernos Abbá 3,Ciudad Nueva, Madrid 2000, p. 13.

24 Id., cit. en P. Coda, Chiara e il grido di GeSù, enNuova Umanità XXIII (2001/2) 134, 319-320.

25 Id., cit. en J. M. Povilus, Jesús en medio en elpensamiento de Chiara Lubich, Ciudad Nueva, Ma-drid 1988, p. 80.

26 Agustín, De Trinitate, XV, 6, 10.27 Cit. en P. Coda, L’esperienza e l’intelligenza della

fede in Dio Trinità, en Nuova Umanità XXVIII(2006) 549.

28 Ibid.29 Ibid.30 Cf. Id., Discurso en la Universidad Santo Tomás

de Manila, cit. p. 12.31 Id., Heloi, Heloi, lamma sabacthani, en Città

Nuova IV (1960/1) 4-5.32 Id., Il comandamento nuovo, en Città Nuova IV

(1990/8) 41.33 Cit. en C. Lubich, Un camino nuevo, Ciudad

Nueva, Madrid 2003, p. 16.34 G. M. Zanghí, Il Castello esteriore, en AA.VV.,

Egli è vivo, Città Nuova, Roma 2006, p. 137.35 Cf. Ibid.36 H. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, DDB,

Bilbao 1966, p. 212.

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AAAALBERTO, nace en Viña del Mar(Chile) el 22 de enero de 1901 yqueda huérfano de padre a los cua-

tro años 1. La madre, con sus dos hijitos, Al-berto y Miguel, vende todas las propiedadesde la familia para hacer frente a unos pro-blemas económicos, que surgen con lamuerte del marido, y se traslada a casa deun familiar, en Santiago. Alberto contaráque en aquellos años su madre iba a menu-do a visitar a los pobres de la ciudad y lo lle-vaba con ella.

De joven estudia con los jesuitas y luegocompleta sus estudios de Derecho en laUniversidad Católica. Joven universitario,junto con algunos compañeros, se pone adisposición de los obreros que defienden susderechos. Terminados los estudios, aun sin-tiéndose atraido por el matrimonio y ser unlaico comprometido, junto con un amigo

suyo, Manuel Larraín, busca esclarecer lavoluntad de Dios. Pronto siente que su ca-mino es el de la Compañía de Jesús, mien-tras que su amigo entra en el seminario, lle-gando a ser obispo.

Una vida completa

En 1923, Alberto escribe desde el novi-ciado a su amigo: «Querido Manuel, por finsoy jesuita. Me siento tan feliz y contento que nose puede ser más en esta tierra, inundado dealegría, y no me canso de dar gracias a NuestroSeñor por haberme traído a este auténtico paraí-so, donde uno puede dedicarse a Él 24 horas aldía». Completará su formación en Argenti-na, España y Bélgica. En 1933 es ordenadopresbítero y, mientras se especializa en cien-cias de la educación en Lovaina, colaboraactivamente en la fundación de la Facultad f

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Antonio Castellano, s.d.b.

Alberto Hurtado:«¡Contento, Señor, contento!»

Alberto Hurtado (1901-1952), jesuita chileno, es un testigo extraordinario de un cristia-nismo encarnado en una socidad renovada con el signo de la unidad y de la fraternidad. Unamística abierta a lo social y fundamentada en una radical elección de Dios Amor. Una vidaintensa, totalmente entregada al amor de Cristo presente en los hermanos, especialmente enlos más pobres.

TESTIGOS

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de Teología en la Universidad Católica deChile. De hecho, siempre tuvo viva la con-ciencia del valor del compromiso culturalcristiano para la transformación de la socie-dad, un aspecto que cuidará durante su vidacon la publicación de libros y artículos y lacreación de la revista Mensaje.

En 1936 vuelve a su patria y se dedica altrabajo académico, a la pastoral universita-ria y a la Acción Católica, de la que más tar-de fue nombrado asistente nacional. Porciertas sospechas y acusaciones infundadas,se vio obligado a renunciar al cargo. Pocoantes de esta renuncia, en octubre de 1944,una noche fría y lluviosa, se le acerca «unpobre hombre enfermo, tiritando, en mangas decamisa, que no sabía dónde encontrar refugio».Este encuentro lo conmueve profundamen-te y pocos días después, durante un retiro,afirma: «Cristo vaga por nuestras calles en lapersona de tantos pobres que sufren, enfermos,deshauciados de sus míseras casas... ¡Cristo estásin casa! ¿No queremos ofrecérsela nosotros?... Loque hayáis hecho al más pequeño de mis herma-nos, me lo hacéis a mí».

Comienza así una obra social que lo lle-vará a inaugurar, en mayo de 1945, el Ho-gar de Cristo, donde acoge a muchachos dela calle y a pobres abandonados de la ciu-dad de Santiago. Los últimos años de suvida (sólo siete) son intensísimos y los em-plea todos a esta obra caritativa, que hoy esla más variada y extendida de la Iglesia chi-lena. En 1947 visita al Papa para presentar-le el Hogar de Cristo y para recibir su bendi-ción. En 1948 funda la Asociación SindicalChilena (ASICH) y en 1951 la revista“Mensaje”.

Cuando descubre que tiene una grave en-fermedad, que determinará la conclusión desu vida terrena, afirma: «¿Cómo no estar con-tento? ¿Cómo no estar agradecido a Dios? En vezde una muerte violenta, me manda una larga en-fermedad para poder prepararme; no me da dolo-

res, me da el gozo de ver a tantos amigos, de ver-los a todos. Verdaderamente Dios ha sido paramí un padre afectuoso, el mejor de los padres». El18 de agosto de 1952, Alberto parte para elcielo, hacia el que se sentía dirigido veloz-mente como un “disparo”. El 16 de octubrede 1994 es beatificado por Juan Pablo II y el23 de octubre de 2005 es canonizado porBenedicto XVI. Asomémonos un poco alinterior de su alma, mediante algunos tro-zos de las notas personales que él nos dejó.

Fraternidad universal

Alberto se siente llamado a vivir la frater-nidad universal. Anota en 1947: «¿A quiénamar? A todos mis hermanos de humanidad. Su-frir con sus fracasos, con sus miserias, con la opre-sión de la que son víctimas. Gozar con susalegrías. Empezar a llevar en mi espíritu a todoslos que he conocido en mi camino.. .A todos losde mi ciudad, de mi nación, a los que he conocidoen Europa, en América... Todos los del mundoson mis hermanos. Encerrarlos en mi corazón, to-dos juntos... Ser plenamente consciente de mi te-soro, y con un ofrecimiento vigoroso y generoso,ofrecerlos a Dios. Hacer en Cristo la unidad demis amores».

Siente que tal sentimiento se concreta enel amor a los pobres: «Amar el bien que se ha-lla en ellos: su sencillez, rudeza y audacia» y«amarlos hasta no soportar más sus desgracias».

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«Su dolor tiene que hacerme daño:la falta de higiene en sus casas, la ali-mentación insuficiente, la falta de edu-cación de sus hijos, la tragedia de sushijas.

Todo esto no es sino la traducción dela palabra amor. Los he puesto en micorazón para que vivan como hombresen la luz, y la luz es Cristo»»

Testigos

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«Su dolor tiene que hacerme daño: la falta dehigiene en sus casas, la alimentación insuficiente,la falta de educación de sus hijos, la tragedia desus hijas».

«Todo esto no es sino la traducción de la pala-bra amor. Los he puesto en mi corazón para quevivan como hombres en la luz, y la luz es Cristo».

Y Cristo es el que ofrece una respuesta «asus preguntas más angustiosas. ¿Para qué viven?¿A qué destino están llamados?».

Por eso «amarlos apasionadamente en Cris-to... para que encuentren a Cristo».

«¿Sabrán responder?... Dios quiere sobre todomi esfuerzo, y nada se pierde de lo que se hace poramor».

Elección de Dios

En una reflexión publicada póstumamen-te por voluntad suya, habla de la elección deDios como la respuesta al desafío de nues-tro tiempo, que es el «de una sociedad de lacual Dios está ausente». Es como un testamen-to: una invitación dirigida a todos para tra-

tar de vivir de modo colectivo esa elección:«Hay grupos elegidos que buscan a Dios con todasu alma, y para los cuales hacer la volutad deDios es el deseo supremo de sus vidas. Y cuandolo han encontrado, sus vidas descansan como enuna roca inamovible; el espíru descansa en la pa-ternidad divina, como un niño en los brazos de lamadre (cf. Sal 130). Cuando se ha encontrado aDios, el espíritu comprende que la única cosagrande que existe es Él. Ante Dios todo se desva-nece: lo que no toca a Dios es indiferente...

A quien halla a Dios le sucede lo mismo que aquien encuentra su primer amor: corre, vuela, sesiente transportado; todas sus dudas quedan en lasuperficie, en la profundidad de su ser reina lapaz...

En el alma de este repatriado hay dolor y feli-cidad al mismo tiempo. Dios es a la vez su paz ysu inquietud. En Él descansa, pero no puede per-manecer inmóvil ni un momento. Tiene que des-cansar caminando, debe encontrar abrigo en lainquietud. Cada día Dios se levanta ante él comouna llamada, un deber, como una felicidad próxi-ma no alcanzada».

Unidad, fraternidad, amor

En un congreso de católicos chilenos(durante la II Guerra Mundial), presenta lafe cristiana en Dios Amor (y no las ideo-logías) como la respuesta al drama de lahumanidad: «Tres palabras parecen sacudir elmundo contemporáneo y están en la base de to-dos los sistemas que se ofrecen como solución alos males de nuestra época: colectividad, solidari-dad y justicia social. Nuestra santa madre laIglesia no desprecia estas palabras, sino que, alcontrario, las supera con una riqueza infinita-mente mayor y con un contenido inmensamentemás revolucionario, y, elevándose por encima deellas, habla de unidad, fraternidad, amor. Estastres palabras son la síntesis de la enseñanza de laIglesia, la de siempre, pero que se renueva espe-cialmente en nuestros días...

En estos momentos, hermanos, nuestra prime-

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«Tres palabras parecen sacudir elmundo contemporáneo y están en labase de todos los sistemas que se ofre-cen como solución a los males de nues-tra época: colectividad, solidaridad yjusticia social. Nuestra santa madre laIglesia no desprecia estas palabras,sino que, al contrario, las supera conuna riqueza infinitamente mayor y conun contenido inmensamente más revo-lucionario, y, elevándose por encimade ellas, habla de unidad, fraternidad,amor. Estas tres palabras son la sínte-sis de la enseñanza de la Iglesia, la desiempre, pero que se renueva especial-mente en nuestros días...»

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ra misión debe ser la de convencernos a fondo queDios nos ama...

Este grito sencillo, pero que es un mensaje deesperanza, no debe congelarse nunca en nuestrolabios: Dios nos ama, somos hijos suyos...

¡Somos hijos suyos! ¡Oh vosotros, cincuentamillones de hombres que vagáis ahora fuera devuestra patria, expulsados de vuestras casas por elodio de la guerra! ¡Dios os ama! ¡Tened fe! ¡Diosos ama! ¡También Jesús quiso conocer vuestro do-lor y tuvo que huir fuera de su patria y comer elpan del exilio!...

Y si Dios nos ama, ¿cómo no amarlo? Y si loamamos, observemos su gran mandamiento, sumandamiento por excelencia: Os doy un manda-miento nuevo... (Jn 13, 34-35).

¡En cada hombre, por pobre que sea, veamosla imagen de Cristo y tratémoslo con espíritu dejusticia y de amor! Elevando nuestros ojos y en-contrándonos con los de María, nuestra Madre,ella nos mostrará a muchos hijos suyos, predilec-tos de su corazón, que sufren la ignorancia mástotal y absoluta; nos hará conocer sus condicionesde vida, en las cuales es imposible la práctica dela virtud, y nos dirá: “Hijos, si me amáis de ver-dad como Madre, haced todo lo posible por estoshijos míos, los que más sufren, que por eso son losmás amados de mi Corazón..”..

El fruto de este congreso sea un incendiarsenuestra alma en el deseo de amar, de amar conlas obras, y que esta noche, al volver a nuestroshogares, nos preguntemos: ¿Qué he hecho yo pormi prójimo? ¿Qué estoy haciendo por él? ¿Quéme pide Cristo que haga por él?...

El cristianismo se resume por entero en la pa-labra ‘amor’: es un deseo ardiente de felicidadpara nuestros hermanos, no sólo de la feliciddeterna del cielo, sino también de todo lo que pue-da mejorar y hacer más feliz esta vida, que ha deser digna de un hijo de Dios».

Llenar nuestra vida con los demás

En los apuntes de una conferencia de

1946 encontramos su convicción de queDios suscitaría, para nuestro tiempo, “espí-ritus nuevos” para un nuevo orden socialcristiano: «La mejor manera de llenar la vida esllenarla de amor, y, haciendo así, no hacemosmás que cumplir el precepto del Maestro...

Los primeros cristianos se preguntaban:¿Cómo se salva un hombre? Amándolo, sufrien-do con él, haciéndose uno con él, en el dolor, en supropio sufrimiento. No con discursos... sino conla evidente demostración del amor. La Iglesia tie-ne necesidad de testigos. Por esto creo que para lostiempos difíciles que vienen, Dios en su inmensamisericordia suscitará espíritus nuevos. No meextrañaría ver una nueva congregación religiosavestida con el mono, con el voto de trabajar en lasfábricas y de vivir entre los pobres para salvar almundo...

Se habla mucho, justamente, en nuestros díasde un orden social cristiano. Un orden que supo-ne una legislación basada en el bien común, en lajusticia social, pero ese orden sólo será posible silos cristianos nos llenamos del deseo de amor quese traducirá en ‘dar’. Menos palabras y másobras. El mundo moderno es antiintelectualista:cree en lo que ve, en los hechos. Cuando los pobresven, tocan su dolor y nos miran a los cristianos,¿qué derecho tienen a pedirnos a nosotros que cre-emos que Cristo vive en cada pobre? ¿Podránaceptar nuestra fe si nos ven conservar todas nues-tras comodidades y odiar el comunismo por lo

«Rodeado de tinieblas, huyo total-mente hacia la luz. En Dios me sientolleno de una esperanza casi infinita.Mis preocupaciones se disipan. Lasabandono en él. Yo me abandono todoentero en sus manos. Soy suyo, y Élcuida de todo y de mí mismo... Dios, laroca inmóvil, contra la cual rompen envano todas las olas»

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que quiere quitarnos más que por lo que tiene deateo? ¿Cuál ha de ser nuestra actitud? ¡El sentidosocial! Servir, dar, amar. Llenar mi vida con losdemás».

Caminar al paso de Dios

En su intensa actividad, Alberto no per-dió nunca de vista que la fuente de todo erasu constante unión con Dios. Así escribe enuna reflexión personal: «El gran apóstol no esel activista, sino aquel que mantiene en todo mo-mento su vida bajo el impulso divino. Cada unade nuestras acciones tiene un momento divino,una duración divina, una intensidad divina, eta-pas divinas, un término divino. Dios comienza,Dios acompaña, Dios termina. Nuestra obra,cuando es perfecta, es al mismo tiempo toda suyay toda mía. Si es imperfecta es porque nosotroshemos puesto nuestras deficiencias, y porque nohemos mantenido el contacto con Dios durantetoda la duración de la obra, es porque hemos ca-minado más deprisa o más despacio que Dios.

Nuestra actividad no es plenamente fecunda sino en la perfecta sumisión al ritmo divino, en unasincronización total de mi voluntad con la deDios». Por eso «después de la acción, hay quevolver continuamente a la oración, para encon-trarse con uno mismo y encontrarse con Dios,para darse cuenta, sin pasión, si de verdad cami-namos en el camino divino... Esta vida de ora-ción ha de conducir al alma a darse de modo na-tural a Dios, en el don completo de sí misma».

No vivía lo bastante para Él... ¡ahora sí!

En otra reflexión autobiográfica, escritacomo si se tratase de la confesión de unamigo suyo («uno de esos apóstoles ardientes,siempre alegre a pesar de sus trabajos y sus fraca-sos»), confía: «También llegan las horas oscu-ras... Entonces, como en todos los momentos difí-ciles, recurro a Dios, le entrego todo mi ser y mivoluntad a su providencia de Padre, aunque no

tenga fuerzas ni siquiera para hablarle. ¡Ah,cómo he comprendido su bondad en estos mo-mentos! En mi trabajo de cada día, era a Él aquien buscaba, pero me parece que, si bien mivida se la había dado a él, no vivía lo bastantepara Él... Ahora sí..., en mis días de sufrimiento,no tengo más que a Él ante mis ojos, Él solo, enmi rendición y en mi impotencia. Nuevos doloresme esperan en las horas de mi impotencia.

Las obras por las cuales me he gastado total-mente están gravemente amenazadas. Mis cola-boradores también están exhaustos a fuerza detrabajar. Además las incomprensiones de los máscercanos, el abandono o el desánimo de los ami-gos, la falta de confianza de la gente, la victoriade los enemigos. La situación es casi desesperan-te. El materialismo triunfa, todos nuestros pro-yectos de trabajo por Cristo están en el suelo.¿Nos habremos equivocado?...

Rodeado de tinieblas, huyo totalmente haciala luz. En Dios me siento lleno de una esperanzacasi infinita. Mis preocupaciones se disipan. Lasabandono en él. Yo me abandono todo entero ensus manos. Soy suyo, y Él cuida de todo y de mímismo... Dios, la roca inmóvil, contra la cualrompen en vano todas las olas».

A Alberto le gustaba afirmar que «la Igle-sia y las familias cristianas deben ser centros dealegría, el cristiano siempre alegre. Las jaculato-rias del fondo del alma han de ser: ‘¡Contento,Señor, contento!’. Y, para estarlo, decirle siemprea Dios: ‘¡Sí, Padre!’. Cristo es la fuente de nuestraalegría. En la medida en que vivamos en Él vivi-remos felices». Y esta es la estela de luz queha dejado tras de sí 2.

1 Para una presentación sintética de su vida , cf.la introducción del libro de S. Fernández, Un dispa-ro a la eternidad. Retiros espirituales predicados por elPadre Alberto Hurtado, S.J., Universidad Católica deChile, Santiago 2002.

2 Hemos seguido una selección de textos hechapor S. Fernández en Un fuego que enciende otros fue-gos. Páginas escogidas de san Alberto Hurtado, Santia-go 2009.

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EEEESTUDIÉ teología espiritual en elInstituto de Espiritualidad de la Uni-versidad Gregoriana de Roma. No

fue una elección mía. En 1983 el superiorgeneral, inesperadamente, me llamó aRoma para trabajar con él. En aquel tiempoyo era formador en el seminario. Como élviajaba con frecuencia para visitar las co-munidades de todo el mundo, me sugirióque durante sus ausencias hiciera algunoscursos en el Instituto de Espiritualidad y asípodría profundizar el carisma de mi funda-dor y de la orden, cosa que él sentía mucho.

Me parece que, de este modo, empleécuatro o cinco años para completar los cur-sos del bienio de licenciatura, ya que asistíaa pocos cursos cada semestre. La mayoríade los que estaban matriculados en espiri-tualidad eran religiosas y religiosos, destina-dos a ser formadores y maestros de novi-cios, o sacerdotes que luego desempeñaríanla dirección espiritual en los seminarios. No

eran todos jóvenes, sino que algunos eranya maduros, con una experiencia consolida-da de vida religiosa o sacerdotal.

Al principio me acerqué a las diversasmaterias –fundamentos bíblicos de la santi-dad, historia de la espiritualidad, psicologíade la experiencia religiosa, el carisma de losfundadores, etc.– de la misma manera comohabía estudiado en mis años de formaciónlas distintas materias filosóficas y teológi-cas. Diría que entonces fue un acercamientode tipo intelectual: estudiar para aprender ypara prepararme a ejerecer mejor el futuroministerio. Una buena nota en el examendemostraba, ante todo a mí mismo, quehabía aprendido los contenidos propuestosen aquel determinado curso.

Vivir antes que estudiar

Luego se produjo un cambio, que repre-sentó el primer motivo de encanto de la teo-

Donato Cauzzo, m.i.

El encantode la teología espiritual

EXPERIENCIAS

Un interesante itinerario de estudio que, partiendo de un carisma particular, se abre a ho-rizontes de vida y de pensamiento cada vez más amplios.

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logía espiritual. Recuerdo una frase repetidapor el entonces director del Instituto, C.Bernard: «Si buscas un estudiante de espirituali-dad, lo encuentras en la capilla o en la bibliote-ca». Intuí que el verdadero valor de la mate-ria que estudiaba no estaba en aprender lateología espiritual, ciertamente hermosa yatractiva, sino encaminarme yo por la sendade una experiencia espiritual más intensa.Era el paso de las cosas espirituales a la vidaespiritual, para desembocar finalmente enuna nueva y más consciente elección deDios, fuente y término último de toda doc-trina espiritual.

Mientras estudiaba los fundamentos bí-blicos de la santidad, sentí que Dios me lla-maba a hacerme santo a través del caminodel amor misericordioso que Dios había in-dicado a mi fundador. Leyendo los escritosde los grandes místicos españoles del Siglode Oro, percibí el atractivo de la vida decontemplación, de la intimidad con Dios.El curso sobre los aspectos penumatológi-cos de la espiritualidad cristiana me intro-dujo en una mayor conciencia de la presen-cia del Espiritu en mí y en una relación per-sonal con Él. El curso de psicología de laexperiencia religiosa me ayudó a aclarar lasmotivaciones y los dinamismos incluso psi-cológicos de mi consagración y de las rela-ciones comunitarias. Estudiando la espiri-tualidad de los votos religosos no sólo loscomprendí mejor, sino que decidí vivirloscon mayor radicalidad. El curso sobreMaría en la vida espiritual tal vez no inten-sificó mis prácticas devocionales, pero meimpulsó a quererla imitar como modelo deldiscípulo y del consagrado.

Creo que este elemento experiencial de lateología espiritual es connatural e irrenun-ciable de esta disciplina teológica. Y tam-bién peculiar respecto a otras especializa-ciones. En Derecho Canónico o ExégesisBíblica o Pastoral Familiar o Dogmática,

etc., el teólogo está llamado ante todo a do-tarse de instrumentos cognoscitivos e inter-pretativos que lo hagan un experto en esamateria, prescindiendo de su experienciapersonal (aunque ésta no se excluye nuncatotalmente). En teología espiritual no suce-de esto, o al menos no me ha sucedido a mí.Es como quien escucha una música sublimeo se acerca a una mujer (o a un hombre)atractiva o admira la majestuosa cima deuna montaña nevada: son encuentros, expe-rienicas que no nos dejan indiferentes, sinoque afectan a todas las dimensiones denuestro ser, el corazón, el espíritu y la men-te, y nos atraen. Nos fascinan.

Desde la perspectiva de la teología espiri-tual, puedo reformular la invitación del«contemplata aliis tradere» de san Ignacio deLoyola con el «experta aliis tradere». Encami-narme por la senda de la vida según el Espí-ritu, recorriendo las distintas etapas que losmaestros espirituales han delineado desti-lando su propia experiencia espiritual, meintroduce ante todo en el encanto de unaextraordinaria aventura con Dios, acom-pañado de todos los hombres y mujeres que

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«En el espléndido jardín de la Igle-sia han florecido y florecen todas lasvirtudes. Los fundadores de las órdenesson esa virtud hecha vida, y subieronal Cielo transfigurados por tanto amory tanto dolor, como ‘palabra deDios’...

El Evangelio predicado por Jesúsera la buena nueva, el Amor anuncia-do. En veinte siglos, este Amor se hahecho concreto en su Iglesia, la cualprosigue la Encarnación, en cierto sen-tido...»

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la han vivido antes que yo. Y además me ca-pacita para transmitir a otros «lo que nosotroshemos visto con nuestros ojos, lo que hemos con-templado y lo que nuestras manos han tocado»(1Jn 1, 1) y ser, a mi vez, anunciador, guíaespiritual y maestro creíble, recordando laexhortación de Pablo VI: «El hombre contem-poráneo escucha mejor a los testigos que a los ma-estros... o, si escucha a los maestros, lo hace por-que son testigos» (EN 41).

Conocer los demás carismas

El segundo motivo de encanto de la teologíaespiritual deriva de otro descubrimiento deaquellos años. Al principio, había comparti-do la finalidad que los superiores me habíanindicado: estudiar al fundador y ayudar ami orden a comprender mejor el carisma es-pecífico y los nuevos modos de encarnarlohoy en la Iglesia y para la humanidad.

Contactando a través del estudio con dis-tintas espiritualidades que poco a poco hanmadurado en la historia de la Iglesia con losdiversos fundadores y fundadoras que Diosha suscitado durante los siglos, y sobre todocon los miembros de esas comunidades, seprodujo en mí otro cambio. Deseé conocermejor, al menos un poco, a otros fundado-res y otras espiritualidades y enriquecermecon las riquezas espirituales de las que erandepositarias. Me sentí impulsado a cons-truir relaciones de fraternidad con religiosasy religiosos de otras órdenes y congregacio-nes, a veces incluso visitando sus comunida-des, escuchando su historia y compartiendoal menos algo de la vida.

Recuerdo que un escrito de una maestraespiritual de nuestro tiempo, Chiara Lu-bich, me fue de particular inspiración e ilu-minación. Se remonta a finales de los años40 y se titula: «Cristo a través de los siglos», delcual destaco algún pasaje:

«Jesús es el Verbo de Dios encarnado. La Igle-

sia es el Evangelio encarnado: por eso es esposa deCristo. A lo largo de los siglos, se ha visto florecera muchísimas órdenes religosas. Cada familia uorden es la ‘encarnación’, por así decir, de una ex-presión de Jesús, de una actitud suya, de un he-cho de su vida, de un dolor suyo, de una palabrasuya. Están los franciscanos, que siguen predi-cando al mundo, y con su sola existencia: ‘Biena-venturados los pobres de espíritu, porque de elloses el Reino de los Cielos’ (Mt 5, 3). Están los do-minicos, que contemplan al Logos, al Verbo, bajoel aspecto de Luz, de Verdad, y explican y defien-den la Verdad. Los monjes han asociado a la ac-ción la contemplación (Marta y María). Los car-melitas adoran a Dios en el Tabor, dispuestos abajar para predicar y afrontar la pasión y lamuerte. Los misioneros ponen en práctica el pre-cepto: ‘Id y predicad a todas las naciones’ (Mt 28,19). Las órdenes, congregaciones e institutos decaridad repiten la intervención del buen samari-tano... En fin, la Iglesia es un Cristo majestuosodesplegado a través de los siglos...

En el espléndido jardín de la Iglesia han flore-cido y florecen todas las virtudes. Los fundadoresde las órdenes son esa virtud hecha vida, y subie-ron al Cielo transfigurados por tanto amor y tan-to dolor, como ‘palabra de Dios’...

El Evangelio predicado por Jesús era la buenanueva, el Amor anunciado. En veinte siglos, esteAmor se ha hecho concreto en su Iglesia, la cualprosigue la Encarnación, en cierto sentido...» 1.

Tal encarnación sucede porque cada ca-risma, con la espiritualidad que lo expresay la familia religiosa que engendra, hacevivo en el tiempo a Cristo que predica yanuncia el Reino, que cura a los enfermos,que se retira al monte a orar, que acoge alos niños, que abraza a los leprosos, que dade comer a las multitudes, que sufre la pa-sión, etc. (cf. LG 46).

Seguro que admiramos un parterre com-puesto totalmente por rosas rojas, pero esaún más hermoso un jardín lleno de la mul-tiforme y culticolor variedad de muchas flo-

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res, cada una con su belleza, que no se con-funde con la de las otras, sino que resaltaaún más junto a ellas por la forma y los co-lores que la distinguen. Acercándome a dis-tintas corrientes espirituales y conociendolas familias religiosas (al menos algunas) na-cidas a lo largo de los siglos en la Iglesia, mefascinó descubrir en cada una la raíz comúnen el Evangelio, y todas me atrajeron.

En cada una encontré “algo más” y tam-bién “algo menos” respecto a la mía. Y detodas tenía que aprender para crecer en mivida espiritual. Teresa me enseñaba a orarmejor; Domingo a unir la ciencia con la sa-biduría que viene de lo alto; Ignacio a no an-teponer nada a la búsqueda de la gloria deDios; Juan Bosco la pedagogía correcta paratratar con los jóvenes; Benito me recordabala importancia del trabajo apostólico no se-parado de la oración; Francisco la sencillezy la fraternidad evangélica; Teresita la hu-mildad; Francisco de Sales me mostraba quela santidad está abierta a todos los estadosde vida; Catalina de Siena, la pasión por laIgleisa; Alfonso de Ligorio, cómo identifi-carme con la voluntad de Dios; Pedro JuliánEymard, el valor de la Eucaristía, etc.

Santos juntos

Acercarme a las otras corrientes espiri-tuales, trazadas a lo largo de la historia delcristianismo, no me ha hecho olvidar o dis-minuir el camino recorrido por mi funda-dor. Al contrario, lo he valorado y compren-dido mejor, como una tesela del único ma-jestuoso mosaico de Cristo desplegado enlos siglos y presente en todas partes delmundo. El precepto evangélico «ama a tuprójimo como a ti mismo» (Mat 19, 9), puedovivirlo también amando el carisma, la espi-ritualidad, la famila religiosa del otro comola mía. Y esto ha producido en mí algunosefectos: el impulso a conocer mejor a mi

fundador; una comprensión más clara delas características distintivas de su carism;un mayor compromiso en vivir el carismapara mostrarlo encarnado y ser así un pe-queño fundador redivivo; un mayor amor ala Iglesia en todos sus componentes; unanueva experiencia de fraternidad y de co-munión eclesial; una mayor estima de lasdemás expresiones espirituales presentes enla Iglesia. Había partido del estudio de misanto fundador y me fui abriendo a la co-munión de los santos.

Fascinado por esta experiencia, me sientoen profunda sintonía con la invitación deJuan Pablo II a promover la espiritualidad decomunión, para «hacer de la Iglesia la casa y laescuela de la comunión... si queremos ser fieles aldesignio de Dios y responder a las profundas espe-ranzas del mundo» (NMI 43). Precisamente eltestimonio de recirpocidad entre las distintastradiciones y expresiones de vida espiritualpuede ofrecer la oportunidad para ensanchar“los espacios de la comunión”, hasta incluiren ellos a todos los creyentes y a todos loshombres y mujeres de buena voluntad.

En diversos manuales he leído varias de-finiciones de la teología espiritual. Si me pi-dieran sintetizar en pocas palabras cómo hedescubierto y comprendido la teología espi-ritual, diría: es la disciplina teológica quenos ayuda a hacernos santos juntos. ¡Eso eslo que más me ha fascinado de ella! Parafra-seando el versículo de Mt 18, 20, deseo queJesús pueda decirnos: “Donde dos o másestán unidos en mi nombre para estudiar te-ología espiritual, yo estoy en medio deellos”. ¡Estudiando así, podríamos esperarque la nota del “examen final” sea muy bue-na!

1 El texto completo se encuentra en:Chiara Lubich, La doctrina espiritual, CiudadNueva, Madrid 2002, pp. 164-167.

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UUUUNO de los grandes retos de finalesdel siglo XIX fue la educación de lajuventud. Para responder a este

grito nació en 1854 en Siessen, al sur deAlemania, la congregación de las Francis-canas de Siessen. A lo largo de nuestra his-toria, principalmente durante la época dela secularización y las guerras, habíamossentido la necesidad de encontrar nuevosmodos para educar a los jóvenes. Las mi-siones en Sudáfrica y en Brasil son fruto deuna valiente apertura a las exigencias delos tiempos.

Algo nuevo

Durante más de sesenta años, en cual-quier parte que estuviesen, nuestras religio-sas fueron verdaderas misioneras en la edu-cación y evangelización de la juventud. Sinembargo, por el año 1980 surgió una refle-

xión sobre la función de la educación en lasescuelas. En los años noventa la situación sehizo insostenible: falta de vocaciones, com-petencia con otros grandes colegios, crisiseconómica, y tantas otras dificultades.Había llegado el momento de pensar enalgo nuevo.

Se presentaron varias propuestas, pero notuvieron acogida. Surgió así la pregunta:“¿Qué es lo nuevo?”. Precisamente en aquelmomento de fragilidad Dios se presentó conuna propuesta exigente y radical. J. Jung,nuestra superiora general, conoció a H. Sta-pel, o.f.m., el cual le presentó la realidad dela Fazenda da Esperança. Comenzó entoncesun nuevo camino. Dos religiosas fueron en-viadas de Alemania a Brasil a vivir con lasjóvenes en el centro de recuperación feme-nino en Guaratinguetà, para experimentarun nuevo modo de vivir el Evangelio, que–como dijo Benedicto XVI en su histórica

Rosa M. Severino, f.s.

Franciscanas con los jóvenesde la Fazenda da Esperança

EXPERIENCIAS

El Espíritu Santo ha suscitado nuevas formas de vida consagrada en la Iglesia que pue-den iluminar los carismas “antiguos”. En un contexto de diálogo trinitario es posible unafecundidad recíproca. Una riqueza para la Iglesia, una respuesta viva a la llamada deJuan Pablo II a “remar mar adentro y echar las redes”.

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visita a la Fazenda da Esperança– encuentrasu raíz en el carisma de san Francisco y enla espiritualidad de la unidad, es decir, el ca-risma del Movimiento de los Focolares. Al-gunas religiosas brasileñas se unieron algrupo. También se invitó a las jóvenes enformación a vivir con las jóvenes en fase derecuperación, para que pudiesen experi-mentar el nuevo fuego que allí se estaba di-fundiendo.

El modo con que Dios nos condujo fuemaravilloso. En pocos meses vendimos lostres colegios que teníamos. Por tanto, senti-mos que había llegado la hora de dar unpaso audaz. No era posible seguir permane-ciendo paradas, mirando las obras antiguas.Entre muchos dolores, incomprensiones, re-sistencias, oraciones y esperanzas, llegó aestablecerse una verdadera “alianza” entrela Fazenda da Esperança y las Franciscanasde Siessen. Trasladamos la sede provincial ala casa de formación en Guaratinguetà, cer-ca del centro de recuperación femenina yestablecimos dos comunidades: una en laFazenda del barrio Pedrinhas de Guaratin-guetà; otra en Coroatà, en el Nordeste, don-de las religiosas ayudan en los centros mas-culino y femenino y atienden a niños aban-donados.

Con las muchachas

Como sucede en la historia de la salva-ción, algunas personas han dado concreta-mente la vida por este nuevo proyecto.Frente a diversas decisiones debíamos obe-decer sin entender nada. Al mismo tiempouna nueva esperanza surgía entre nosotras.Personalmente, siguiendo desde lejos loque estaba sucediendo, sólo en parte esta-ba de acuerdo: veía el entusiasmo de mishermanas más comprometidas en el nuevoproyecto, sin embargo yo me resistía. Lamayor dificultad era tener que aceptar quenuestras jóvenes tuviesen que habitar con

las muchachas en fase de recuperación.Entonces se me invitó a asumir la direc-ción del noviciado. Seguro que movidas

por la sabiduría, mis superioras me pidie-ron hacer la experiencia de vivir con lasmuchachas. Ante esta propuesta pasé me-ses de juicios y resistencias, hasta que do-blegué mi orgullo y me dejé conducir porDios. Acepté el reto y fui a vivir al “centrode acogida”, a donde llegaban las mucha-chas destrozadas por el “pícaro mundo”(como ellas lo definían).

La casa estaba totalmente aislada, a 30km de la ciudad, entre montañas. Tuve mie-do. Un sentimiento de inutilidad me domi-naba. Toda mi experiencia de profesora y devida pastoral no valía de nada para aquellasvidas destruidas con las que no sabía cómocomportarme. Pero comprendí en seguidaque debía recuperarme de mis prejuicios,del individualismo y de tantas otras “dro-gas”. La solución fue morir a mis esquemas,dejar a un lado los libros, vivir la Palabra deDios en el día a día y obedecer a las dos co-ordinadoras (una se había recuperado total-mente y la otra, que tenía la mitad de misaños, estaba en fase de recuperación).

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«Mi decisión por esta congregaciónha sido motivada por su trabajo con jó-venes de la Fazenda da Esperança.Quedé impresionada por las experien-cias que las aspirantes hacían con lasmuchachas en recuperación. Actual-mente participo en la escuela de comu-nión de la Fazenda. Para mí es real-mente una escuela diferente, porque noes sólo una escuela: es una familia,donde compartimos nuestra alma, loponemos todo en común, nos formamospara engendrar vida en Jesucristo».

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Nunca olvidaré la sonrisa de Kely, unachica de la calle, con la que, haciendo el panen la cocina, puse en práctica por primeravez la Palabra. Escuchar a las muchachasen sus dolores, acompañarlas en su procesode autoperdón, ayudarles a experimentar lamisericordia de Dios, incluso si habían he-cho uno o diez abortos…, en fin, era algoque me fascinaba y me ayudaba a mantenerviva mi espiritualidad y elección de vida.

Dios nos ha concedido la gracia de en-tender que esta experiencia es la mejor es-cuela de formación para las jóvenes que sonllamadas a vivir nuestro carisma: abrazar aJesús encarnado, crucificado y resucitado:«La presencia de las religiosas en la Fazenda esmuy importante. Ellas transmiten paz, ofrecenmucho apoyo y enseñan a todos que Dios es laúnica esperanza. Sobre todo ayudan a aceptarnuestros dolores» (Cleide).

Una maduración real

Hace algunos años que me encuentro enesta aventura. Seguir, por una parte, a las jó-venes candidatas y, por otra, a las que estánen fase de recuperación con sus dolores ymiserias, y percibir Cada día hay la ocasiónde abrazar a “Jesús leproso” como hizo sanFrancisco.

Para nuestras postulantes y novicias laconvivencia directa con las muchachas enrecuperación es propiamente una gracia,porque las ayuda a confrontarse con sus va-lores y sus miserias. Sólo con mucho amory coherencia de vida se puede hacer cate-quesis y hablar del Dios de la Vida a estaschicas marcadas por los abusos, abortos,homicidios, etc. Ellas no soportan discur-sos y doctrinas “frías”. Vivir prácticamentela Palabra y el amor concreto en el día adía, responder a las exigencias de la convi-vencia con sus innumerables diferencias,son la garantía de una maduración real enla vocación.

Ha sido una de nuestras mayores con-quistas para la renovación de nuestra con-gregación: «Soy aspirante de las Franciscanasde Siessen. Mi decisión por esta congregación hasido motivada por su trabajo con jóvenes de la

Fazenda da Esperança. Quedé impresionadapor las experiencias que las aspirantes hacíancon las muchachas en recuperación. Actualmen-te participo en la escuela de comunión de la Fa-zenda. Para mí es realmente una escuela dife-rente, porque no es sólo una escuela: es una fa-milia, donde compartimos nuestra alma, lo po-nemos todo en común, nos formamos para en-gendrar vida en Jesucristo. Otra experiencia queha marcado mi vida es la convivencia en la casade apoyo Sol Naciente para personas con virusHIV. Algunas están en sillas de ruedas, otras en-camadas, pero todas tienen mucha alegría de vi-vir, aunque están tan debilitadas. Estar con ellases hacer la experiencia de Jesucristo resucitado»(María).

«Provengo de una región del interior deBahía. Nunca había tenido contacto con toxicó-manos. Durante mi período de aspirante fui avivir con las chicas en fase de recuperación. Alprincipio sufría, pero al mismo tiempo me im-presionaba ver a aquellas jóvenes, cada una consu historia difícil y esclavas de las drogas, quevivían el Evangelio. ¡Era interesante descubrircómo todavía eran capaces de soñar! Con ellasaprendí a reconciliarme con mi padre, a valorara mi familia y a vivir la palabra del Evangelio

«Las religiosas de Siessen para míson una presencia de María entre noso-tras. Vivir esta relación con ellas mehace pensar en la posibilidad de quetoda una comunidad puede vivir con laluz de Dios Amor. Muchas veces el diá-logo con ellas me hace encontrar la res-puesta que necesitaba».

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día a día. Hoy me encuentro en el noviciado ysoy catequista de estas muchachas. Es dolorosover cuántos jóvenes que todavía no conocen aJesucristo. Al mismo tiempo es muy hermoso

reconocer su sed de Dios y lo abiertas que estána la acción de Dios en sus vidas. Las experien-cias concretas que he hecho con ellas me recuer-dan a san Francisco cuando abrazó al leproso.Por eso esta vida ha contribuido mucho a lamaduración de mi vocación franciscana»(Angélica).

Una presencia de María

Otra experiencia importante es el en-cuentro de las muchachas en recuperacióncon las religiosas ancianas, haciendo juntastrabajos manuales, llevando a una religiosaen silla de ruedas, escuchando un sabio con-sejo, rezando o simplemente escuchándosemutuamente: «Las religiosas de Siessen para míson una presencia de María entre nosotras. Viviresta relación con ellas me hace pensar en la posi-bilidad de que toda una comunidad puede vivircon la luz de Dios Amor. Muchas veces el diálogo

con ellas me hace encontrar la respuesta que nece-sitaba» (María Belém).

Para las jóvenes religiosas se presenta uncampo de trabajo que, además de ayudar alsostenimiento de la provincia, presenta unamanera nueva de anunciar el Evangelio:«Soy estudiante de psicología y he tenido laoportunidad de realizar prácticas en la Fazendada Esperança. Veo la necesidad que estas jóve-nes tienen de ser escuchadas, amadas y acogidasen la condición en la que se encuentran. Es unaexperiencia gratificante y un modo para conci-liar mi trabajo profesional con nuestro carisma»(Marcia).

«Formé parte del primer grupo de religiosas jó-venes que inició la experiencia con las muchachasen recuperación. Los retos fueron muchos, peroDios nos ha conducido de un modo muy eviden-te. Hoy, como religiosa de votos perpetuos, traba-jo en la Fazenda da Esperança como profesio-nal. Una experiencia que me ha complacido mu-cho es la que he vivido en Coroatá, en el Nordeste,con los adolescentes (la Casa de los Menores esuna de las filiales de la Fazenda). Les daba for-mación humana y espiritual, y también trabaja-ba como asistenta social de la escuela donde estu-diaban. Llegué a ser para ellos punto de referen-cia y siempre tenía la ocasión de defenderlos con-tra las discriminaciones, para que tuviesen untrato justo» (Marines).

Dios ha sido “escandalosamente” mise-ricordioso con nosotras haciéndonos el re-galo de la casa “Sol Naciente”, que acoge apersonas con HIV en fase terminal. Nues-tras aspirantes comparten la experiencia devida con ellas, rezando juntas, dando cate-quesis y siendo una presencia mariana.Con la muerte de J. Rosendo, el fundadorde la casa, nos hicimos cargo de la coordi-nación general. Allí podemos vivir el amorgratuito propuesto por san Francisco: «De-ben alegrarse cuando se encuentren entre perso-nas viles y despreciadas o entre los pobres, los dé-biles, los leprosos y junto a los que piden limosnapor la calle».

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«Dios ha sido “escandalosamente”misericordioso con nosotras haciéndo-nos el regalo de la casa “Sol Nacien-te”, que acoge a personas con HIV enfase terminal. Nuestras aspirantescomparten la experiencia de vida conellas, rezando juntas, dando catequesisy siendo una presencia mariana... Allípodemos vivir el amor gratuito pro-puesto por san Francisco: “Deben ale-grarse cuando se encuentren entre per-sonas viles y despreciadas o entre lospobres, los débiles, los leprosos y juntoa los que piden limosna por la calle”».

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DDDDESPUÉS de nuestro traslado en1984 a Trento, hemos trabajado enlas comisiones diocesanas de la fa-

milia, de Cáritas, y en el consejo de laicos,como representantes del Movimiento de losFocolares

No siempre ha sido fácil trabajar dentrode estos organismos, pero era importanteestar en ellos para ser constructores de uni-dad. A lo largo de los años hemos tenidomuchísimas ocasiones para construir mu-chas relaciones con laicos y sacerdotes.

Con los movimientos

En base a estas relaciones, después delencuentro del papa Juan Pablo II con losmovimientos eclesiales y nuevas comunida-des en Pentecostés de 1998, fue surgiendoen Trento el don de la comunión con losdistintos movimientos presentes en la dióce-sis. A través de varias iniciativas nos fuimos

conociendo, nos reconocimos, nos estima-mos y apreciamos recíprocamente, aun te-niendo opciones diversas en el campo cultu-ral y político.

En la diócesis, desde hace 10 años, en lavigilia de Pentecostés secelebra en la cate-dral la jornada de los movimientos y de lasasociaciones laicales. Nuestro arzobispo hadicho que se ha convertido en una tradicióny que representa un signo de unidad para laIglesia tridentina. Al término de cada jorna-da, podíamos asegurarnos: «Es otra etapa; yano podemos volver atrás, sino que hemos de pro-seguir en la dirección de la unidad».

Esta experiencia no se ha detenido en losmovimientos y, año tras año, este espírituha ido templando e impregnando tambiénla consulta diocesana de las agrupacioneslaicales (unas cuarenta entre asociaciones ymovimientos). En un primer momento, losvicarios episcopales para los laicos se detu-vieron a observa, pero luego, a medida que

Mario y Luisa Franzoia

Vivir la comuniónen los organismos eclesiales

EXPERIENCIAS

Una interesante trayectoria en la Iglesia de Trento. Partiendo de relaciones personales ver-daderas, crece la unidad implicando a laicos, presbíteros y personas consagradas. Carismasantiguos y nuevos en diálogo para la ciudad.

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se fue construyendo con ellos una relacióncada vez más profunda, la actitud fue cam-biando, porque se sentían envueltos en unacomunión no sólo efectiva, sino tambiénafectiva.

Se admiraban del modo fraterno de salu-darnos antes y después de las reuniones,cosa que no constataban cuando iban a visi-tar a los consejos pastorales parroquiales ode arciprestazgo. Alguno de ellos decíasiempre: «Siento que los movimientos tenéis eldon de la comunión». En varias ocasiones he-mos colaborado juntos para el bien de laciudad y de la diócesis, porque, como cris-tianos, todo nos pertenece, todo lo sentimosnuestro, especialmente todo lo que de nega-tivo y de doloroso sucede en la humanidad.

Desde hace ocho años, celebramos juntosla “Jornada de la Vida”, para responder me-jor a los retos actuales, que son demasiadograndes si cada movimiento los afronta porseparado. Han sido tardes especiales, con in-tervenciones de natable interés cultural. Lostestimonios personales, auténticas historiasheroicas de Evangelio vivido, han sido mo-mentos que han llegado profundamente alcorazón de los presentes y han sido inclusopublicadas en la revista Città Nuova.

Con todos los carismas

En sintonía con la comunión entre los“nuevos” carismas, también nació en 2003un camino de comunión con los carismas“antiguos”. Hacía años que conocíamos alactual vicario episcopal para la vida consa-grada, porque era el asistente de la comisiónde Cáritas. De este modo la relación de co-munión construida con él se amplió luego alas secretarías de la Unión de Superiores ySuperioras Mayores de Italia, teniendo mo-mentos de convivencia y cada año se la con-cretado en un encuentro que pone de mani-fiesto la belleza de los unos y de los otros.

Estando juntos y conociéndonos como

hijos e hijas de las grandes e históricas fami-lias religiosas y de los movimientos moder-nos, los unos ofrecen sus tesoros de sabi-duría y de experinecia y los otros el frescor,impulso y entusiasmo generoso para laevangelización de hoy. El arzobispo está es-pecialmente contento con esta comuniónentre carismas antiguos y nuevos y la hapresentado como modelo a la ConferenciaEpiscopal del Trivéneto.

En mayo de 2004 y 2007, la participaciónde todos los representantes de estos movi-mientos y nuevas comunidades y de los vica-rios episcopales en los dos congresos “Jun-tos por Europa” en Stuttgart (Alemania), re-marcó aún más la fraternidad entre noso-tros. Allí éramos más de 11.000 los partici-pantes de 140 movimientos católicos,evangélicos, anglicanos y ortodoxos, prove-nientes de toda Europa, movidos por una“cultura de la reciprocidad”, en la cual pue-blos e individuos distintos pueden acogerseunos a otros, conocerse, reconciliarse, apren-der a estimarse y a sostenerse mutuamente.Esta unidad fue una ocasión para mostrar lavitalidad de la experiencia cristiana en elmundo de hoy, particularmente en Europa.

El último encuentro

Este año, el encuentro entre carismas an-tiguos y nuevos ha tenido lugar en el CentroMariápolis de Cádine (Trento), con gran nú-mero de participantes. El biblista G. Vival-delli, director del Estudio Teológico Acadé-mico, tuvo una ponencia titulada: «Esforzaosen estimaros mutuamente», invitando a todos areflexionar sobre unos versículos de la cartade san Pablo a los Romanos (12, 9-18).

Un breve vídeo, que hizo desfilar por lapantalla los nombres de las familias religio-sas y de los movimientos presentes en ladiócesis, con una frase-síntesis de sus res-pectivos carismas, ofreció visualmente ellazo de comunión de los unos con los otros.

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Unidad y Carismas

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Este sencillo gesto suscitó entre los presen-tes conmoción y al mismo tiempo gratitudal Espíritu Santo, que, como único funda-dor, ha suscitado en el correr de los siglosrespuestas adecuadas para cada “noche os-cura” de la humanidad.

Mons. Luigi Bressan, arzobispo de Tren-to, en su saludo subrayó que «el Señor suscitaformas nuevas de carismas sin negar las preceden-tes» y que «toda opción de vida, todo carisma, in-cluso la Iglesia, no son fines en sí mismos, sinoque están para el mundo». Luego comparó esteestar juntos dentro de la Iglesia entre caris-mas antiguos y nuevos con una sinfonía in-terpretada por diversos instrumentos que

componen una orquesta. El diálogo, los sa-ludos fraternos y las impresiones, todas posi-tivas, confirmaron el clima de profunda co-munión que se creó a lo largo del encuentro.

La búsqueda de la comunión es como unlaboratorio en el que nos comprometemos arezar unos por otros, a compartir dificulta-des y dolores, a comunicarnos las experien-cias positivas para gozar juntos del progresodel Reino de Dios en medio de los hombres.Hemos comprendido que el carisma deluno también es de utilidad y de crecimientopara el carisma del otro y cada vez nos sen-timos más hermanos, que trabajan por elmismo fin en la Iglesia y en la sociedad.

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«El fiel laico no puede jamás cerrarse sobre sí mismo, aislándose espiritualmente dela comunidad; sino que debe vivir en un continuo intercambio con los demás, con unvivo sentido de fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en el empeño por hacerfructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en herencia. El Espíritu delSeñor le confiere, como también a los demás, múltiples carismas; le invita a tomar par-te en diferentes ministerios y encargos; le recuerda, como también recuerda a los otros enrelación con él, que todo aquello que le distingue no significa una mayor dignidad, sinouna especial y complementaria habilitación al servicio (...). De esta manera, los caris-mas, los ministerios, los encargos y los servicios del fiel laico existen en la comunión ypara la comunión. Son riquezas que se complementan entre sí en favor de todos, bajo laguía prudente de los Pastores (20).

En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominadavida “espiritual”, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida “secu-lar”, es decir, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromisopolítico y de la cultura. El sarmiento arraigado en la vid que es Cristo, da fruto en cadasector de su actividad y de su existencia. En efecto, todos los distintos campos de la vidalaical entran en el designio de Dios, que los quiere como el “lugar histórico” del reve-larse y realizarse de la caridad de Jesucristo para gloria del Padre y servicio a los her-manos. Toda actividad, toda situación, todo esfuerzo concreto —como por ejemplo, lacompetencia profesional y la solidaridad en el trabajo, el amor y la entrega a la fami-lia y a la educación de los hijos, el servicio social y político, la propuesta de la verdaden el ámbito de la cultura— son ocasiones providenciales para un «continuo ejerciciode la fe, de la esperanza y de la caridad» (59).

Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles Laici.

Experiencias

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EEEEL mundo juvenil representa el desafíomás importante y urgente que la socie-dad está llamada a aceptar y afrontar.

No voy a hacer un análisis (que hay hasta de-masiados) ni tampoco quiero dar indicacionestécnicas sobre métodos educativos. Sí deseo,en cambio, narrar algunas historias y proyec-tos que abran a la esperanza y estimulen a losadultos a aceptar con valentía este reto.

«La juventud actual está entregada al demo-nio, sin dios y perezosa. Nunca será como la ju-ventud del pasado y jamás logrará dar continui-dad a nuestra cultura». Leyendo esta frase(aparecida hace algún tiempo en un conoci-do periódico), seguramente muchos de no-sotros han llevado la memoria a muchosartículos de diarios, telediarios y revistas es-pecializadas: bulismo, baby-gang, violenciasgrabadas en móvil y perpetuadas en YouTu-be, indiferencia por el estudio y desercionesescolares… Pero deteniéndome un momen-to y mirando la fuente de esta noticia, mellega la sorpresa: ¡es una frase escrita en unpapiro fenicio de hace 3000 años!

Mi fundador, don Bosco, sintetizó la im-prescindible actitud de confianza y esperan-za en esta frase: “En todo joven, incluso enel más irremediable, hay un punto accesibleal bien. Pertenece al educador encontrarlo ysostenerlo”. Para mí quiere decir mirar acada joven con ojos atentos, escucharlo conorejas prontas, tratar de comprenderlo coninteligencia lúcida y corazón profundo, sos-tenerlo con voluntad fuerte, gran paciencia yfirmeza decidida.

Francisco

Francisco llegó hace algún año a nuestraescuela superior. En realidad, más que llega-do fue llevado por su madre, porque ya esta-ba destinado al abandono escolar despuésde una escabechina en los exámenes, pueslas ganas de estudiar y los resultados eranbajo cero.

Llegó a nuestra escuela no tanto para elámbito (gráfico, mecánico y eléctrico), sinopara una experiencia rara en esta región, la

Unidad y Carismas

Nicola Giacopini, s.d.b.

Hacer que circulela esperanza entre los jóvenes

EXPERIENCIAS

¿Las nuevas generaciones son más difíciles y complicadas que las anteriores? ¿De quiénes sonhijos los jóvenes de hoy? El empeño de un salesiano en el mundo juvenil. Parece una paradoja,pero éste es un tiempo favorable para ofrecer nuevos espacios de desarrollo humano y espiritual.

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del internado para muchachos de escuelassuperiores: los alumnos son cerca de 60 y,por motivos de distancia geográfica o porexigencias de carácter personal o familiar,viven con nosotros desde el lunes por lamañana hasta el viernes por la tarde.

El elemento que más sobresalía en la vidade Francisco era “el desorden”: sustitucióndel día por la noche (sobre todo el fin de se-mana), tardes al gusto del momento, teléfo-no móvil siempre pegado a la oreja, uso des-carado de drogas “blandas”, alcohol y com-portamientos sexuales desinhibidos. En fin,el dicho “sexo-droga y rok-n-roll”.

Imaginaos su estupor y su enfado al versemetido improvisamente en una escuela decuras, donde no se puede “hacer novillos”;en donde por la tarde hay un horario fijo enel que se estudia junto a los otros 60 chicos;donde a una hora fija de la noche se apaganlas luces y hay que dormir… en fin, ¡una pe-sadilla! Por fortuna, poder jugar al fútbol,ver un film, tocar en la sala de ensayos ycharlar con los amigos hacía la situaciónmás tolerable. Pasan las semanas y educado-res y profesores tratamos seguir a Franciscoa distancia, conscientes que ésta es su últimaposibilidad, alternando intervenciones opor-tunas con comprensivos “dejemos correr”,junto a frecuentes coloquios personales conél y con su familia, a la que también habíaque sostener y guiar.

Los resultados, aunque costosos y efíme-ros al principio, van llegando: Francisco esinteligente, si estudia comprende y las pre-guntas y exámenes escritos ya no son el fes-tival del mudo. Hacia media noche el móviltermina su trabajo de sms con la novia, lamúsica y los juegos, y las 7 horas de sueño lotransforman de “zombi” en “estudianteadormecido”, que ya es un medio milagro.Con los educadores y sacerdotes pasa deuna inicial y legítima sospecha a una fran-queza hasta demasiado abierta (típica de loschicos de hoy).

Está cambiando. Es un espectáculo vercómo sucede: para la fiesta del centro seofrece como dee-jay (que es su pasión disco-tequera de siempre); cuando estalla cual-quier litigio entre los chicos, trata de quitarhierro con su modo de suavizar y dar colori-do a la situación; además ha conseguido unseis y medio en matemáticas.

¿Qué es lo que le mueve? ¿Qué hemos lo-grado tocar en él con nuestras tentativas amenudo confusas y titubeantes? En una con-versación con algunos compañeros, supimosque Francisco hablaba de un familiar que letomaba el pelo porque iba a una escuela decuras y él le respondió con valentía: «Tam-bién a ti te iría bien venir aquí, porque eres ácidocomo un limón. Al menos aquí me escuchan». “Almenos aquí me escuchan”: estas palabras segrabaron en mi corazón y en mi mente.

Descubriendo a Dios

Diarios, tv, revistas científicas y expertoshablan de los jóvenes con adjetivos que vandesde disponibles a fáciles, desde dependientes delas sensaciones del momento a débiles y superficia-les. Ciertamente, viviendo todo el día junto amás de 60 adolescentes y organizando a me-nudo retiros y encuentros formativos paramuchos de ellos, puedo testimoniar con segu-ridad cómo la vivencia interior, espiritual, esfrágil y un tanto insegura, pero con frecuen-cias aparecen impulsos de buena voluntad,vislumbres de sinceridad, aunque de prontoaparezcan retrocesos y posiciones pasivasque necesitan continuos afianzamientos.

«A los jóvenes hay que decirles las cosas 100 ve-ces y aún no basta». No es la frase de un padrefrustrado de hoy o de un religioso en apuroscon un grupo juvenil contemporáneo, sinode don Bosco que me empuja a acoger lasdificultades no como las inevitables conse-cuencias de la decadencia contemporánea,sino como un reto.

¿Qué desafío mayor para el crecimiento

33337777Experiencias

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interior que la celebración de los sacramen-tos? Cuando en nuestra escuela profesionalprogramamos las confesiones comunitariasparecía una batalla persa. Por eso tratamosde prepararla bien, anunciando la fecha du-rante un momento comunitario de los estu-diantes y explicando el significado de la for-ma más distendida durante la clase de reli-gión; llevando cada vez a los de una clase ala iglesia, también los profesores; ofreciéndo-les puntos de reflexión y examen de concien-cia, pero dejando que a cada uno libre deacercarse o no a los sacerdotes; creando unaatmósfera de silencio con suave música defondo y preparando folletos con breves rela-tos para quien decidiera no confesarse o paraquien, terminada la confesión, quisiera per-manecer un poco en el silencio en la iglesia.

Recuerdo a Fabio, joven “discotequero”,que se acercó y me confió que desde la cua-resma anterior había dejado de ir a misa y deconfesarse. «¿Qué te ha empujado a venir hoy?».«No lo sé bien –fue su respuesta sincera– perosentía que debía decirlo a alguien». Y abrió sucorazón, su vida, sus dificultades, sus rela-ciones familiares y con las chicas. Entregó suinterioridad tan molesta, al principio tal vezsólo al cura que le era simpático, o tal veztambién a sí mismo, tomando la confesióncomo un desahogo. Pero poco a poco, cele-bración tras celebración, cuatrimestre trascuatrimestre, la conciencia se fue formandoy dilatándose, hasta comprender que detrás yen mis palabras estaba la presencia de unDios que lo ama personalmente.

Y de este modo comenzó a apreciar estemomento tan personal, seguro de ser escu-chado, aconsejado y acompañado. Renco-res, vicios, relaciones poco sanas, dudas so-bre Dios, sobre la fe, sobre la Iglesia hansido en estos años el pan cotidiano del sacra-mento, junto a esperanzas y alegrías y pasosadelante. Terminada la escuela, la sorpresa:me invitó a la misa de acción de gracias porlos cien años de su bisabuela.

Durante el curso teníamos salidas de dosdías compartiendo la vida, parrilladas, ca-minatas, pero también oración, encuentrosde grupo compartiendo testimonios de vidacristiana. Junto con Pablo -un compañeroque vive y trabaja con niños en adopción-organizamos una marcha con un grupo en-tre los más reacios a rezar. Les despertamosla curiosidad diciéndoles que era una salidasólo apta para los que eran suficientementemaduros para saber encontrarse con quienvive con niños abandonados y con quienesviven una vida monacal (cerca de la casa dePablo hay un desierto camaldulense) y paralos que aceptaran hacer la experiencia per-sonal de silencio.

Al comienzo de la jornada Pablo y yo loconfiamos todo a Dios, pidiéndole que sólofuese Él el que hablara, presente en el co-razón de los chicos y en medio de nosotrospor el amor recíproco que une nuestras vi-das. Él contó con decisión y sinceridad suexperiencia de amor concreto y sufrido conestos niños abandonados, cómo vivía su re-lación con Dios, sus oraciones, sus dudas ysus esperanzas. La Palabra de Dios anuncia-da, explicada y orada por los monjes comofuente de sus vidas, abrió después el mo-mento de silencio: 45 minutos empleados demodo autónomo por el interior de un granparque natural. En mi corazón un gran te-mor: serviría para charlar, se dedicarían acopas, a fumar o… peor.

Lo confié todo a Dios con un acto de feen Él que está en sus corazones como en elmío y después de algún minuto comencé apasear con tranquilidad por el parque. Unavez más los chicos fueron mis maestros:quizá ellos creían más en lo que habíamospropuesto que en lo que yo creía en ellos. Elsilencio reinaba soberano: una chica, agnós-tica (así se define ella), me confió que lehabía gustado estar en silencio y reflexionarsobre las preguntas propuestas después deltrozo del Evangelio. Pequeñas semillas…

Unidad y Carismas

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N.º 77 - Enero-Marzo 2011

RRRREALMENTE hay que dar gracias aDios y a vosotros que habéis res-pondido con vuestro sí a la llamada

de Dios.¿Qué deciros? ¡Expresaros nuestra

alegría!Nelson 1 decía que es el día en que se reali-

za un sueño. Quizá sin saberlo, también paranosotros se realiza en este momento un sueñode Chiara. Únicamente podemos expresar laalegría de darnos cuenta que la respuesta deChiara a la llamada de Dios continúa produ-ciendo frutos maravillosos. Porque el testimo-nio de Fray Hans expresa esto. Haber encon-trado este carisma de Chiara a través de un re-ligioso, a través de una familia, ha hecho na-cer en él un empuje nuevo. Y de esta vidanueva de Fray Hans surgió la vida nueva detantos de vosotros, de todos vosotros.

¡Me parece ver el carisma de Chiaracomo un tronco, como una raíz profundatan grande como Dios! Justamente porqueexiste esta raíz profunda, sigue teniendo

nuevas ramas, nuevas hojas, nuevas flores.¡Y quizá cuántos vendrán todavía!

Porque si Dios dio a Chiara un carisma,que es el de tender a la unidad de toda la fa-milia humana, seguro que no puede hacerloChiara sola. Ni siquiera la Obra de Chiarapor sí sola. Por eso han nacido los diálogosde la Obra de María, del Movimiento de losFocolares, con todas las demás obras.

Yo diría que con vosotros no es tanto undiálogo, porque vosotros habéis nacido deesta Obra. Vosotros os reconocéis nacidosde esta espiritualidad de Chiara. Por tanto,es un diálogo en la misma familia, no undiálogo entre familias. También dos herma-nos se parecen, como Fray Hans y su herma-no; quizá otro hermano se le parecería me-nos, pero no es que el hecho de que se parez-ca menos significa que es más majo o menosmajo, más guapo o menos guapo. Significasolo que Dios es rico en sus dones y distribu-ye a manos llenas dones diversos. Y de unamisma raíz, hace nacer tantas cosas.

María Voce

Unidos por la misma raíz

NUEVOS HORIZONTES

Traemos aquí el saludo que María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, yGiancarlo Faletti, copresidente, dedicaron a los dirigentes de la Fazenda da Esperança, el 28de mayo del 2010, con ocasión de su visita al Centro internacional del Movimiento.

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Agradecemos a Dios formar parte de estaraíz y que de esta raíz haya nacido la Fazen-da da Esperança, que tiene la misión de tes-timoniar una esperanza que viene del Evan-gelio, de la Palabra vivida y, transformandoa las personas que viven la Palabra en hom-bres nuevos, contribuye a hacer de toda lahumanidad una familia.

Porque ¿cuándo se habrá realizado el «utomnes unum sint» (cf. Jn 17, 21)? Cuando

cada uno de nosotros sea Jesús. Entonces:Jesús, Jesús, Jesús, Jesús… una única reali-dad, una única familia. Esto es lo que senti-mos. Por tanto, una gran alegría, un recono-cimiento y también un descubrimiento, encierto modo, de estos hermanos. Y una fa-milia que crece produce gozo.

Entonces, ¿cuáles son los vínculos entrenosotros? El vínculo principal, como ha di-cho Fray Hans, es la vida de la Palabra quese traduce en acciones concretas, día a día, yque nos lleva por un camino de santidad, noimporta de dónde se parte, sino que importavivir esta Palabra en el momento presente.

En esa Palabra todos nos encontramos li-gados, todos unidos. Puede darse que los fo-colarinos hagan una mariápolis, la Fazendada Esperança hace una actividad para recu-perar a jóvenes drogadictos… Es importantetanto la unidad como la distinción, porqueDios nos hace descubrir su ser Uno y Trino;todas nuestras relaciones han de tener estadimensión de unidad en la raíz –y la raíz esel Evangelio– y, por otro lado, también la ca-

racterística de ser tantas obras distintas, paramultiplicar las posibilidades de bien.

Por tanto, sin ningún temor, sin ningunareserva, dar gracias a Dios por tantas obrasque Él hace nacer… y estar atentos a esavoz de Dios dentro, que nos dice qué hacercada uno personalmente. Y vosotros lahabéis escuchado, porque estáis aquí. Y portanto vamos adelante juntos.

Giancarlo Faletti: También yo me uno aeste saludo… a este momento de alegría,que sin duda es un momento de gran alegríatambién para Chiara. Recuerdo un momen-to en el que, creo eran los inicios de los años80, Chiara estaba en esta sala con un estu-pendo grupo de jóvenes y habló de la Pala-bra. Habló con un entusiasmo grandísimo ydijo: recordad que, como dice san Jerónimo,la Palabra de Dios no es como las demás pa-labras. Las otras palabras producen unaplanta de huerto, que tiene pocos días devida y se marchita. Sin embargo, la Palabrade Dios produce una gran planta, que llega aser tan grande, que los pájaros anidan enella… y dura por siempre. Yo creo que voso-tros sois testimonio de esta vitalidad.

María Voce: Creo que también habéisdado una gran alegría a la Iglesia, testimo-niada por la aprobación que habéis recibidodel Pontificio Consejo para los Laicos. Por-que la Iglesia no es que aprueba una Regla,aprueba una realidad, una vida que existe.Por tanto, esto es una vida nueva que nace,que la Iglesia reconoce y goza porque quieredecir que la Iglesia e siempre joven.

Entonces, con esta alegría en el corazón -vuestra, nuestra y de toda la Iglesia- piensoque podemos verdaderamente dar gracias aDios.

1 Nelson Rosendo, uno de los fundadores de laFazenda da Esperança, junto con Fray Hans Sta-pel o.f.m., Iraci Leite y Lucilene Rosendo.

Unidad y Carismas

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¡Me parece ver el carisma de Chia-ra como un tronco, como una raízprofunda tan grande como Dios!Justamente porque existe esta raízprofunda, sigue teniendo nuevas ra-mas, nuevas hojas, nuevas flores. ¡Yquizá cuántos vendrán todavía!

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ÚÚLLTTIIMMOOSS TTÍÍTTUULLOOSS PPUUBBLLIICCAADDOOSS

Los números atrasados se pueden adquirir al precio de 2 ¤ ejemplar.

30. El amor de Dios Padre.

31. Vivir a Jesús que ora.

32. Propuestas de Pastoral Juvenil.

33. El Este europeo, más allá de las fronte-ras.

34. Fraternidad.

35. Martirio.

36. El amor sana.

37. Asís: diálogo entre carismas.

38. Esperanzas de inicio de milenio.

39. Habitar en armonía.

40. Evangelizar.

41. Caminar desde Cristo.

42. Fidelidad.

43. La Sabiduría.

44. Vida religiosa. ¿Respuesta a los signosde los tiempos?

45. De Subiaco a Montserrat. MonaquismoBenedictino en Camino.

46. El amor une.

47. El Rosario, camino de espiritualidad - I.

48. El Rosario, camino de espiritualidad -II.

49. La experiencia.

50. «Sed santos».

51. Un camino para la unión con Dios.

52. Laicos y religiosos juntos.

53. La vida religiosa y el corazón inquietode Europa.

54. Caminar con Jesús en medio de los su-yos.

55. La Eucaristía: llegar a ser Jesús.

56. Carismas para Europa y para el mun-do.

57. Religiosos jóvenes en la vida consagra-da.

58. Jesús abandonado y la vida.

59. La vida consagrada a la luz del carismade la unidad.

60. La vida consagrada en el diálogo inte-rreligioso.

61. Vivir la palabra.

62. La educación a la espiritualidad de co-munión.

63. Sentir a Dios.

64. Mi noche no tiene oscuridad.

65. Carismas para la ciudad.

66. Misioneros: Evangelio y Cultura.

67. ¿Quién construye la ciudad?

68. Para ser la palabra viva’

69. Caminando con san Pablo.

70. Chiara Lubich y los carismas.

71. Siguiendo los pasos de María.

72. El Dios de Jesús, no otro.

73. Un sacerdocio para todos.

74. Transmitir el carisma.

75. Carismas: dones del Espíritu en unaIglesia-comunión.

76. En la tierra como en el cielo.

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EN MEMORIA DE JUAN PABLO II .BEATIFICACIÓN, 1 DE MAYO DE 2011

«La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, sur-giendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través delEspíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5, 5), para hacer de todos nosotros “unsolo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32)» (NMI 42).

«Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran de-safío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremosser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas espe-ranzas del mundo…

Espiritualidad de la comunión significa, ante todo, una mirada del co-razón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros,y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos queestán a nuestro lado.

Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentiral hermano en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como«uno que me pertenece», para saber compartir sus alegrías y sus sufri-mientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecer-le una verdadera y profunda amistad.

Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todolo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalode Dios: un «don para mí», a demás de ser un don para el hermano quelo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es sa-ber «dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros(cf. Ga 6, 2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamenteacechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfian-za y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, depoco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertiríanen medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de ex-presión y crecimiento» (NMI 43).

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