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Carismas y fundadores Jesús “fundador” Fabricio Tosolini, s.x. Los fundadores, un “don” del Magisterio Santiago M. González Silva, c.m.f. Para comprender el carisma de un fundador Santino Bisignano, o.m.i. San Jorge Preca, como un san “Felipe Neri” de Malta Joaquín Vicente, o.carm. El fundador en las distintas etapas de mi vida Fabio Ciardi, o.m.i. Sobre la santidad en las Iglesias de la Reforma Elena Cardinali N.º 87/2013 Julio - Septiembre Unidad y Carismas

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Carismas y fundadores

Jesús “fundador” Fabricio Tosolini, s.x.

Los fundadores,

un “don” del Magisterio Santiago M. González Silva, c.m.f.

Para comprender el carisma de un fundador Santino Bisignano, o.m.i.

San Jorge Preca,

como un san “Felipe Neri” de Malta Joaquín Vicente, o.carm.

El fundador en las distintas etapas de mi vida Fabio Ciardi, o.m.i.

Sobre la santidad

en las Iglesias de la Reforma Elena Cardinali

N.º 87/2013 Julio - Septiembre

Unidad y Carismas

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Edición italiana

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

Edición inglesa (Asia, África)

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

Edición francesa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

Edición alemana

«charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

Edición eslovena

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

Edición polaca

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

Edición española

Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Revista trimestral de espiritualidad y comunión

Edición portuguesa

«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; José

Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.

Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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3333Unidad y Carismas, N.º 87 Julio - Septiembre 2013

CARISMAS Y FUNDADORES

Editorial

Siguen vivos y transmiten vida Fabio Ciardi, o.m.i. 4

Perspectivas

Jesús “fundador” Fabricio Tosolini, s.x. 6

Los fundadores,

un “don” del Magisterio Santiago M. González Silva, c.m.f. 12

Para comprender el carisma de un fundador.

Pasión por la Iglesia y por la humanidad Santino Bisignano, o.m.i. 15

Ejemplaridad del fundador.

Cinco aspectos de la relación con él Gennaro Cicchese, o.m.i. 20

Testigos

San Jorge Preca,

como un san “Felipe Neri” de Malta Joaquín Vicente, o.carm. 24

La Fraternidad de Cristo de Selbitz Joan Patricia Back 27

Experiencias

El fundador en las distintas etapas de mi vida Fabio Ciardi, o.m.i. 32

Siempre he intentado beber del Dios...

que encontraba en Chiara Bernadette Verhegge 37

Nuevos horizontes

Sobre la santidad en las Iglesia de la Reforma Elena Cardinali 41

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Siguen vivos

y transmiten vida

LLLLOS fundadores y las fundadoras ¿siguen siendo hoy un punto de referencia para losmiembros de las familias religiosas? Los recientes escándalos que se han dado en el casode algunos iniciadores de nuevas experiencias de vida carismática (Legionarios de Cris-

to, Comunidad Misionera de Villaregia, Comunidad monástica de Lanuvio… y algunos más)han suscitado serias dudas sobre lo que se llama el “carisma del fundador”. ¿No sería más opor-tuno hablar de “carisma de fundación”, distinguiéndolo de la persona del fundador o de la fun-dadora? Tanto más que, como se ha publicado en algunas revistas y páginas web, la expresión“carisma del fundador” no existe en los documentos conciliares, sino que aparece más tarde.¿No se habrá dado demasiada importancia a la persona en su relación con el carisma? El tema delas difíciles relaciones entre el fundador y el instituto, que hoy día suscita tanto estupor e incer-tidumbre, no es algo nuevo. La historia de la vida consagrada nos enseña que se dieron episodiostristes también en el pasado. Basta recordar algunos. Margaret Anna Cusack, después de habersepasado del Anglicanismo al Catolicismo, fundó en Inglaterra la Congregación de las Hermanasde san José de la Paz, aprobada por León XIII en 1884. Cuando fue a los Estados Unidos paratrabajar allí con los emigrantes, surgieron algunos conflictos con el obispo de New York y otrosobispos, lo que le llevó a tomar la decisión de dejar la Congregación y volver al seno de la Igle-sia anglicana. Las religiosas superaron aquella prueba y ahora están presentes en el Reino Uni-do, Estados Unidos, El Salvador, y Haití. Clelia Merloni, fundadora de las Apóstoles del Sagra-do Corazón, depuesta en 1911, dispensada de los votos en 1916, fu readmitida en el instituto sóloen 1928, dos años antes de su muerte. En 1879 Bábara Micarelli dio comienzo en Aquila (Italia)al Instituto de las Terciarias Franciscanas del Niño Jesús, del que después fue expulsada y al queno se le concedió jamás volver. Ahora son 700 religiosas, presentes en América Latina, EstadosUnidos, Camerún, Filipinas, Libia. El beato Santiago Alberione mandó fuera a las primeras su-

Los fundadores y las fundadoras ¿siguen desempeñando un papel en la vida de los insti-tutos religiosos? Creemos que quien ha recibido la gracia de ser el cauce a través del cualllega el don de un carisma sigue siendo siempre un maestro a quien hay que escuchar, unmodelo en el que inspirarse, un santo al que rezar, un padre en torno al cual reconocersecomo hermanos, y quizá también un amigo con el que compartir las alegrías, las dificulta-des, y las esperanzas que se van encontrando en el camino.

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perioras de tres de los institutos fundados por él: las Hijas de San Pablo, las Pastoras, y lasApostólicas.

Las situaciones difíciles, a veces escandalosas, son sin duda una llamada a distinguir entre elcarisma dado por el Espíritu a la Iglesia, y el instrumento elegido para su realización histórica.Se debe siempre recordar la gratuidad del don y la libertad que el Espíritu manifiesta en ello. Na-die puede apropiarse del don recibido. «El Señor –escribió en su testamento espiritual el beatoSantiago Alberione– quiso ser él quien actuara; como cuando el artista toma un pincel cual-quiera, barato y ciego respecto de la obra que se va a llevar a cabo, aunque esta sea una bellaimagen de Jesucristo, nuestro Divino Maestro». Y ¿cómo no recordar a este propósito el funeralde la Madre Teresa de Calcuta, cuando al ofertorio llevaron un lapicero, porque eso era lo queella se sentía ser en las manos de Dios, quien, gracias a su docilidad, había podido “escribir” lasMisioneras de la Caridad? La misma Chiara Lubich, al narrar su propia experiencia en una oca-sión, comenzó diciendo: «La pluma no sabe lo que ha de escribir. El pincel no sabe lo que va apintar. El cincel no sabe lo que va a esculpir. Así, cuando Dios escoge una creatura para hacersurgir en la Iglesia una obra suya, la persona no sabe qué es lo que va a tener que hacer. Es uninstrumento. Y este es, creo yo, mi caso».

Esta distinción, ciertamente, no impide reconocer que habitualmente los fundadores y lasfundadoras no son instrumentos inertes, como simples muñecos de trapo en las manos deDios. Al corresponder fielmente, se convierten en auténticos protagonistas de la obra que Diosles ha encargado de iniciar y dar forma. La imagen del instrumento se equilibra con la de la pa-ternidad y de la maternidad, que implica que ellos también transmiten algo propio, hasta elpunto de poder decir con san Pablo: «En Cristo Jesús he sido yo quien os he engendrado»(Gal 4, 19; 1Cor 4, 15).

Independientemente de los hechos que se han dado últimamente en el caso de algunos pocosiniciadores de nuevas comunidades, las preguntas sobre el papel del fundador y de la fundadoraen la vida de las comunidades religiosas tienen su origen también en un cierto oscurecimientodel sentido de su figura. Si en los años setenta y ochenta del siglo pasado surgió un extraordina-rio interés por el carisma de los fundadores, promoviendo investigaciones y estudios que han sa-cado a la luz tesoros escondidos y han hecho posible un mejor conocimiento de su persona, hoycada vez menos se hacen referencias directas a su persona y experiencia. Por eso mismo hemosquerido dedicar a esta cuestión el presente número de nuestra revista: los fundadores y las fun-dadoras ¿tienen aún un papel que desempeñar en la vida de un Instituto religioso y en relación alos miembros del mismo? ¿Cuál es la relación que está llamado a tener con él o con ella cada unode los miembros de una familia religiosa?

Creemos que aquel a quien le ha sido dado ser canal a través del cual otros han de recibir eldon de un carisma ha de ser siempre un maestro a quien escuchar, un modelo en quien inspirar-se, un santo a quien rezar, un padre en torno al cual reconocerse como hermanos, y quizá tam-bién un amigo con el que compartir las alegrías, las dificultades y las esperanzas que se van en-contrando en el camino. Ellos, no cabe duda, prosiguen su misión de continuar engendrando:«Seré para vosotras madre, tanto estando viva como cuando esté muerta», decía a sus hijas san-ta Ángela de Mérici.

Fabio Ciardi, o.m.i.

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Unidad y Carismas

PPPPARA muchos, como también paranosotros, el ingreso en una familiareligiosa seguramente ha supuesto

–y continúa suponiendo– una serie de expe-riencias fascinantes, que han implicado demodo fuerte el corazón y la mente. Algo deeste encanto viene a la memoria cuando seleen las vidas de los santos, especialmentede los fundadores con sus primeros discípu-los y sus escritos.

Es una ventana privilegiada, desde lacual pueden contemplarse –quizá de unmodo especial– las experiencias de funda-ción, tan abundantes en la Biblia, por lomenos a partir de Noé, pasando porAbrahán, Moisés, Elías…, hasta la másgrande de todas: la experiencia de funda-ción de la que Jesús es protagonista. Su his-toria y la historia de su obra, de la que Él esla piedra angular, atraen a todos hacia Él,con una fuerza irresistible.

Quizá pueda resultar útil recordar algu-

nos momentos de la experiencia de funda-ción vivida por Jesús. Tal vez puedan ayu-dar a descubrir dimensiones todavía no re-conocidas plenamente en la experiencia delos fundadores: de aquellos a los que fas-cinó tanto la historia de Jesús y de sus discí-pulos que la quisieron representar concreta-mente con su vida a lo largo de los sigloscomo un drama sagrado.

Incluso una mirada rápida a algunos deestos momentos, ofrece una visión tan ricade la experiencia de Jesús que vuelve a en-cender el entusiasmo por ella y la gratitudpor formar parte de tal empresa: se descu-bre que toda la Iglesia es la gran “FamiliaReligiosa”, fundada por Jesús, en la cualhallan espacio, sentido y misión las familiasde los fundadores.

Los comienzos

Se ponen de manifiesto en dos series

Fabricio Tosolini, s.x.

Jesús “fundador”

Jesús fue un fundador especial, hasta el punto que se discute sobre qué ha fundado efecti-vamente. Pero sigue siendo el punto de referencia para todo fundador y la inspiración funda-mental para todo carisma.

PERSPECTIVAS

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de experiencias: en los primeros tiemposde la vida de los fundadores, como pro-fecía o preparación, y luego cuando reú-nen, o mejor, reciben a los primeros discí-pulos.

Como para su primo Juan, también enJesús, algunas experiencias del comienzode su vida señalan ya que algo especial estápresente y se está desarrollando en Él. En eltemplo, Simeón llama a Jesús salvación,luz de los pueblos, gloria de Israel. A losdoce años, también en el templo, Jesús re-vela una percepción especial de su relacióncon el Padre, que, en presencia de José, lollama “mi Padre”.

Años después, en base al testimonio delBautista, dos de sus discípulos se acercan aldesconocido Maestro. Jesús los recibe en sucasa, en su misterio. De ahí nace una diná-mica de compartir noticias e intereses, elacercamiento de otros discípulos, la llama-da de algunos, diálogos de resultado impre-decible, como el que mantuvo con Natana-el (cf. Jn 1, 35-51).

En estos encuentros, Jesús muestra unaperfecta complementariedad de capacida-des de iniciativa y a la vez de acogida de losque se acercan a Él. Se entrevé la actitudque Él mismo describe: «Los que el Padre meda» (cf. Jn 17, 24). Él atrae porque es atraí-do y está totalmente dirigido a la fuente di-vina de su estar y de su caminar.

Las aventuras de los primeros tiempos

Siguen las aventuras de los primerostiempos, que los discípulos recuerdan conprecisión, entusiasmo y nostalgia: el entu-siasmo por estar en primera fila y asistir amilagros, a palabras únicas, a la fascinaciónejercida sobre muchos, pobres y ricos, cul-tos e ignorantes. Alrededor de Jesús se for-ma un grupo que, como en círculos concén-tricos, muestra distintos niveles de interés,de pertenencia y de participación activa.Sobre el fondo de las comunidades de losesenios y de las compañías de los fariseos,el grupo de Jesús empieza a delinearse conuna fisonomía propia muy definida.

Contrastes y opciones

A diferencia de los demás maestros,Jesús deja entrever una clara conciencia so-bre la coincidencia entre su mensaje y supersona. Mateo subraya que habla con au-toridad, y las gentes lo notan (cf Mt 9, 8).

No solo, sino que la conciencia que tie-ne de su relación con el Padre hace que sepresente como representante del puebloelegido, como su realización: no simple-mente como uno entre los muchos perte-necientes al pueblo, sino como aquel quelo contiene y expresa en sí mismo, hasta elpunto que pide dirigir a él la fe que todo is-raelita tiene como perteneciente al puebloelegido. Son las palabras de Pedro: «Señor,¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vidaeterna» (Jn 6, 68). Los demás, inclusoMoisés, aunque transmitieron las palabrasde Dios y comieron la comida de los ánge-les, murieron. Solo creyendo en ti, noso-tros, los israelitas, pasamos de la muerte ala vida.

Y al final, ante la disyuntiva de esta op-ción, el numeroso grupo que rodea a Jesússe divide. Desde aquel momento, muchosse retiraron y ya no fueron con Él. Pero

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...Las aventuras de los primerostiempos, que los discípulos recuer-dan con precisión, entusiasmo ynostalgia: el entusiasmo por estar enprimera fila y asistir a milagros, apalabras únicas, a la fascinaciónejercida sobre muchos, pobres y ri-cos, cultos e ignorantes.

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Unidad y Carismas

vosotros ¿quién decís que soy yo? La res-puesta de Pedro marca una segunda elec-ción de Cristo por parte de su grupo, unaelección que rompe puentes y que abrenuevos caminos.

A partir de la llamada crisis galilea, elgrupo de Jesús asume una fisonomía distin-ta, y por consiguiente una misión como re-alidad comunitaria reunida alrededor delmaestro.

La revelación del designio

En la vida de los fundadores hay un mo-mento, una ocasión en la que, por así decir-lo, “ven” su misión y en particular su obra.Esta experiencia es, de algún modo, algoextraordinario, fruto de una intervenciónparticular de Dios en su vida, un punto cla-ve cuya presencia es señal de la autentici-dad de su llamada. Podemos pensar enAbrahán, que salió de la tienda a contem-plar las estrellas, o en Moisés, que en elmonte vio el modelo de la Morada, o enElías, que recibe una nueva misión. Pode-mos pensar en María, que en el Magníficat“ve” su realidad en el designio de Dios.¿Hay un momento similar en las narracio-nes evangélicas?

Parece que la Transfiguración marca estaexperiencia de descubrimiento y contem-plación. Entre los discípulos, algunos sonelegidos para ver venir el Reino de Dios conpoder. Hay que destacar el hecho que todose concentra en Jesús: se puede decir que elReino de Dios es Él, fmanifestado en la glo-

ria anticipada de su cuerpo resucitado. Sinos preguntamos cuál es el carisma deJesús, uno de los lugares en los que hay quebuscar la repuesta es justamente la narra-ción de la Transfiguración, que Pablo releecomo fuente de la esperanza cristiana (cf.Flp 3, 19-21).

La composición de la obra

A partir de la Transfiguración, el caminode Jesús comienza otra etapa.

En los sinópticos, esta etapa espiritual sedesarrolla geográficamente en el viaje haciaJerusalén, a lo largo del cual Jesús instruyea los discípulos. La experiencia de la visiónrecién compartida constituye la base a par-tir de la cual él construye la comunidad y eltipo de relaciones que la debe caracterizar,para que ella sea su presencia, el sacramen-to de su unidad con el Padre.

Es una llamada a la corresponsabilidad,a la decisión de arriesgar en primera perso-na por la obra de otro, porque se descubreque, más allá de todo, se pertenece a ella.

Todo se pierde

Los fundadores pasan por purificacionesmuy radicales, para que aparezca clara-mente que lo que está naciendo proviene deDios. Las pruebas más dolorosas son lasque proceden del interior: muchos funda-dores viven en la incertidumbre duranteaños, porque no saben si su obra será o noaprobada por quien en la Iglesia tiene auto-ridad y responsabilidad. Con frecuencia seles examina, se les impide actuar; otras ve-ces la causa de su sufrimiento son sus hijos,que piensan que comprenden la obra másque el padre que la ha hecho nacer. Tam-bién son aprobados interiormente, les pare-ce estar separados de Dios, les viene laduda de ser instrumento no de santidadsino de perdición para quienes los siguen.

Es una llamada a la corresponsa-bilidad, a la decisión de arriesgar enprimera persona por la obra deotro, porque se descubre que, másallá de todo, se pertenece a ella.

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Todo esto se ve en Jesús, que en realidadno necesitaba pruebas: se las han procura-do los hombres, y él, fiel a la consigna delPadre, no se opuso.

Algunos dirigentes del pueblo lo recha-zan; un discípulo lo traiciona. La pruebamás grande le viene a través del tipo de con-dena a muerte que eligen para él: la muertede malditos de Dios. Con ello le quieren de-cir que todo lo que ha dicho y hecho noestá bajo la bendición divina, al contrario.Pero Jesús permanece firme, aunque con elcorazón dolorido. Como siempre, está to-talmente dirigido hacia el Padre, y todo loespera de él, incluso la respuesta a su in-menso «Por qué» (cf. Mt 27, 46), en el cualacoge en sí –vaciándose infinitamente y ex-tendiendo el amor trinitario para abrazar,purificar y santificar– todos los límites, do-lores y pecados del mundo.

Todo se encuentra

La resurrección es la respuesta del Padre,la confirmación divina de su obra. Laspuertas del infierno no prevalecerán, por-que Jesús ahora está siempre con los suyos,en su vida resucitada participada a losdiscípulos en el don del Espíritu.

Bajo este aspecto, vemos también la dis-tancia entre Jesús y los fundadores que hanvenido después de él en la Iglesia: Jesús seda a sí mismo a los suyos de un modo in-comparablemente más grande de lo que losfundadores puedan hacerlo; aunque es ver-dad que en él también los fundadores pue-den dejar a sus hijos su espíritu sin límites,en un progreso infinito. Igual que Jesús esel camino, también los fundadores se hacencamino para sus hijos, los cuales, recorrién-dolo, pueden encontrar y recibir su espírituen su totalidad.

La conclusión del Evangelio de Marcos:«El Señor actuaba juntamente con ellos» (Mc16, 20), expresa clarísimamente la vida y la

acción del Resucitado en su “Familia Reli-giosa”, fuente para sus hijos de paz y dealegría.

¿Tenía Jesús conciencia de sí mismo?

Los estudiosos se afanan en ver si Jesúsverdaderamente tenía conciencia sobre símismo, si realmente quería cuanto nació deél. A quien hace preguntas de este tipo se lepuede responder preguntando cómo es po-sible conocer si Jesús sabía, y luego ofrecerla respuesta que da todo el Evangelio:¿quieres saber a dónde lleva este camino?Recórrelo. No hay otro modo de saber siJesús sabía sino es aceptando el ofrecimien-to que él hace de verificar esto hasta el infi-nito en la unidad con él; porque dice él mis-mo: «La gloria que me has dado a mí, yo se lahe dado a ellos, para que lleguen a ser perfectosen la unidad, y no solo ellos, sino todo el mundosepa que tú me has enviado y los has amadocomo me has amado a mí» (cf. Jn 14, 22-23).

Los evangelistas nos atestiguan que Jesústiene plena conciencia de ser enviado a rea-lizar una obra, obra que se hace con las per-sonas, por tanto una familia que él forma yfunda (cf Jn 13, 13). Familia que lo prolon-ga en el tiempo, él que lo contiene todo, y

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Una regla sirve para conservar elespíritu típico de una fundación, asícomo una partitura sirve para fijar lainspiración musical del artista, yuna receta los sabores de una tartaamasada sabiamente por la cocine-ra. Jesús no dejó nada escrito en pa-pel, sino que escribió en los corazo-nes, y así nos dejó libros vivos de lavida de su Espíritu, que Él da sinmedida

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que extiende a todos los lugares –conteni-dos en él– los dones de su redención. Fami-lia regida por su persona, en la cual, por suinfinito amor por cada uno, cada cual flore-ce como persona en la unidad con él y contodos los demás. Familia que es portadoradel don del carisma de su fundador, la vidade Dios en la tierra como en el cielo. Fami-lia en la que, en la unidad del carisma defundación, se distinguen, como un evange-lio desplegado en los siglos, los dones de losindividuos, entre los cuales también los do-nes de fundación.

Un primer ejemplo en el Nuevo Testa-mento, aunque muy informal, podemosverlo en Pablo, siempre acompañado porun grupito de personas que comparten conél una inspiración particular, y que cadauno tiene con él una relación especial.

¿Qué discípulos? ¿Qué hijos?

En las experiencias de fundación sucedi-das a lo largo de los siglos, aparece tam-bién otro detalle, que podemos buscar y en-contrar en el Nuevo Testamento: no es raroque los fundadores “vean” en alguno desus hijos la imagen realizada, perfecta, porasí decirlo, de la inspiración que les muevey que tratan de encarnar en sí mismos y enmuchos. Por ejemplo, alguien ha dicho quesan Ignacio veía en san Francisco Javier larealización del carisma jesuita; quizá sepuede decir lo mismo de santa Teresa deJesús respecto a san Juan de la Cruz. Peroson muchos más los ejemplos posibles. ¿Ypara Jesús? ¿Habrá visto en alguno de lossuyos la realización del don que había ve-nido a traer?

Quizá una respuesta la sugiere Dante:“Virgen Madre, Hija de tu Hijo”. Hija por-que es madre, madre porque es virgen, queno se conoce a sí misma porque es conoci-da solo por Dios. Si el carisma del Verbohecho hombre es la encarnación, deseando

ser vacío de sí mismo ante el Padre y llenar-se de la criatura, siendo pronunciado por elPadre como palabra en los tiempos y en losespacios, esto mismo se ve en María, en lacual y por la cual sucede esto de maneraúnica y realísima. Y sucede porque ella viveen relación a Cristo lo que él vive en rela-ción al Padre. Nadie está más unido a suhijo, nadie es más distinto de él que su ma-dre. Y en María esto es único, y a la vezparticipado, y comunicable justo porquetambién ella, como su hijo, está vacía de símisma, y quien la sigue la encuentra en elvacío que hace de sí mismo para dejar vivira Cristo.

En el Stabat de María podemos ver,además de su amor por el hijo, su entrega asu obra, a su inspiración. Quizá tambiénen este sentido fue dada por Jesús comomadre al discípulo amado: para que seconvirtiera en su forma, para que pudieravivir en él, y así poder engendrar continua-mente a Cristo.

¿Qué regla y qué constituciones?

También en este punto, fundamental enla vida de una familia religiosa, Jesús

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La visión de Cristo como Funda-dor ayuda a poner en evidencia suser totalmente vacío de sí mismo, di-rigido al Padre, su transparencia yrevelación –características que nece-sariamente califican a todos los fun-dadores, porque de lo contrario noatraerían a nadie–, y la realizaciónhistórica de este recorrido en sus dis-tintas etapas, ricas de indescriptiblebelleza y fascinación

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muestra la línea hacia el cual tienden losfundadores. Porque una regla sirve paraconservar el espíritu típico de una funda-ción, así como una partitura sirve para fijarla inspiración musical del artista, y una re-ceta los sabores de una tarta amasada sa-biamente por la cocinera. Jesús no dejónada escrito en papel, sino que escribió enlos corazones, y así nos dejó libros vivos dela vida de su Espíritu, que Él da sin medida(cf. Jn 3, 34). Y en ellos, «la mano veloz delVerbo que escribía en los corazones» (LeónMagno) fija su mandamiento, la clave paraentrar en el mundo nuevo y divino que havenido a traer. Y su mandamiento es ver-daderamente llave y puerta abierta, porquesi morimos a nosotros mismos en el her-mano, y le pedimos que haga lo mismo,juntos por él, Cristo “está” realmente y rei-na en medio de nosotros (cf. Lc 24, 36; Jn20, 19; 1R 3, 8) y sigue infundiendo suEspíritu divinizante1.

Mirando al término

La experiencia de los fundadores se reen-cuentra en la experiencia de Cristo, es confir-mada por ella, y, al mismo tiempo, ofrece dela experiencia de Cristo una clave de lecturano solo especial, sino también privilegiada,no solo en términos generales, sino tambiénsegún muchos aspectos particulares.

Si Cristo es la piedra angular, el cimien-to, ¿dónde captar su verdad sino en las mu-chas fundaciones que han nacido de suEspíritu? También una diócesis, cada Igle-sia local puede entenderse como Familia,teniendo en el corazón al obispo como pa-dre y a los presbíteros como su comunidadestable, vinculada por votos –las promesassacerdotales– ; y así toda realidad en laIglesia, y la Iglesia misma, es familia deDios fundada en la tierra por su Hijo.

En particular, la visión de Cristo comoFundador ayuda a poner en evidencia su es-

tar totalmente vacío de sí mismo, dirigido alPadre, su transparencia y revelación –carac-terísticas que necesariamente califican a to-dos los fundadores, porque de lo contrariono atraerían a nadie–, y la realización histó-rica de este recorrido en sus distintas etapas,ricas de indescriptible belleza y fascinación.

Una última observación sobre estos di-namismos quizá puede hacer entrever uncamino, las opciones prioritarias.

Entre tantos libros escritos en la largahistoria que ha acompañado la redacciónde la Biblia, solo algunos han sido amoro-samente guardados y transmitidos hastaformar parte del canon. Son muchas las ra-zones, pero quizá podemos subrayar una:los lectores encontraban en tales libros elsentirse dirigidos hacia la fuente de la luzque los hacía luminosos, espiritualmenteatractivos. En su vértice, la Palabra viva delPadre, dirigida a Él; en torno a él aquellosque llamó para ser su reflejo más espléndi-do. Es probable que, también en un futuro,sea esto lo que quede de las obras de losfundadores, que queden aquellos que másvivan esta actitud, aquellos en los que la va-riedad de colores que son los carismas másse conviertan en luz, sean solo luz.

1 A partir de este punto, se puede captar un as-pecto especial del carisma de Chiara Lubich, trans-mitido a su Obra: si es verdad que es obra de todoslos carismas dar vida a Cristo en la historia, tam-bién es cierto que a través de ellos, Cristo nace enalguien o algo distinto de sí: en el alma de los con-sagrados (carismas de oración y contemplación),en la vida de otros hermanos a los que los consa-grados se dedican (según los muchos aspectosseñalados por las obras de misericordia); pero elcarisma de Chiara tiene como elemento típico quehace nacer a Cristo resucitado en sí mismo, vivopara la consumación, para la vida de los que por élse pierden en la unidad. Justamente, Obra deMaría que ha dado así y sigue dando Cristo almundo.

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EEEEL título indicado para mi colabora-ción me parece muy apropiado y ricode matices. No voy a hacer aquí un

análisis teológico de lo que el Magisterio re-ciente ha dicho en los documentos, sino másbien constatar la iniciativa magisterial a esterespecto, que tuvo un primer momento yluego se ha mantenido de forma continuada.

La progresión temática es impresionante.En los textos conciliares se advierte el resur-gir de una conciencia nueva: la Iglesia es ca-rismática por naturaleza. En el capítulo de-dicado al pueblo de Dios, de la constituciónLumen gentium, se afirma: el Espíritu «reparteentre los fieles de cualquier condición incluso gra-cias especiales, con que los dispone y prepara pararealizar variedad de obras y de oficios provechosospara la renovación y una más amplia edificaciónde la Iglesia según aquellas palabras: “A cadauno se le otorga la manifestación del Espíritupara común utilidad” (1Cor 12, 7). Estos caris-mas, tanto los extraordinarios como los más sen-cillos y comunes, por el hecho de que son muyconformes y útiles a las necesidades de la Iglesia,hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo»

(LG 12). El origen, finalidad y difusión pro-pios de estas gracias son un fundamento im-prescindible para cuanto sigue.

Situándolas luego en el contexto de laIglesia, se dice: «demuestra también a la hu-manidad entera la maravillosa grandeza de lavirtud de Cristo que reina y el infinito poder delEspíritu Santo que obra maravillas en su Iglesia.Por consiguiente, un estado cuya esencia está enla profesión de los consejos evangélicos, aunqueno pertenezca a la estructura jerárquica de laIglesia, pertenece, sin embargo, de una maneraindiscutible, a su vida y a su santidad» (LG 44).La atención se orientó prevalentemente a lafrase conclusiva: no pertenece (la vida con-sagrada) a la estructura sino a la vida y a lasantidad. Sin embargo, tiene mayor impor-tancia la fuente de donde procede, que esalgo que también se pone de relieve: la vir-tud de Cristo y el poder del Espíritu.

La acción del Espíritu

En el número siguiente (LG 45) se men-ciona la acción del Espíritu en el hecho del

Unidad y Carismas

Santiago M. González Silva, c.m.f.

Los fundadores,un “don” del Magisterio

PERSPECTIVAS

A través de algunos textos fundamentales, podemos ver el apoyo que el Magisterio ha dadoal florecimiento de muchos carismas y de nuevas comunidades.

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reconocimiento por parte de la Iglesia delas reglas propuestas por los fundadores yfundadoras, “hombres y mujeres”. Más in-cisivo es el texto de la Perfectae caritatis, en elque se afirma que muchos de ellos, «bajo lainspiración del Espíritu Santo», fundaronfamilias que la Iglesia aprobó de buen gra-do (PC 1).

La expresión más decisiva la plasmó Pa-blo VI, quien dedicó un punto al Carismade los fundadores en la exhortación Evangeli-ca testificatio (n. 11). Allí se dice que esDios quien suscita en la Iglesia a los fun-dadores. Exhorta, siguiendo el Concilio, aser fieles al espíritu de los fundadores, a suspropósitos evangélicos y al ejemplo de su santi-dad. En su pedagogía, el papa Montini,más que una definición, prefiere ofreceruna reflexión que sirva de invitación a serprotagonistas en el redescubrimiento delcarisma. Se ve en ello un principio y unode los criterios más seguros para la renova-ción que todo instituto debe emprender.La vida religiosa, en cuanto carisma, esfruto del Espíritu Santo, que siempre actúaen la Iglesia.

El proceso seguido por la vida consagra-da en estos años ha demostrado que dichaindicación era la adecuada. Ninguna otrase ha demostrado tan válida como esta enlas más variadas circunstancias. El últimoescrito sobre esta materia de aquel pontifi-cado, Mutuae relationes, lo describía de for-ma sintética así: «una experiencia del Espíritutransmitida a los propios discípulos para ser porellos vivida, custodiada, profundizada y desarro-llada constantemente en sintonía con el Cuerpode Cristo, en crecimiento perenne» (n. 11).

La gracia del carisma

Es necesario partir del principio “expe-riencia del Espíritu”. El carisma de unfundador es un don sobrenatural que per-tenece al dinamismo de la gracia. Desde

los primeros momentos es comunicado aotros y compartido por otros. Origina unainteracción en cuyo punto focal se encuen-tra el fundador. En esta participación nose da una igualdad paritaria, sino que exis-te una jerarquía de comunicación, pero vi-vida de manera espontánea, no impuesta.Y esto pone en evidencia a un mismotiempo tanto la humildad del fundador,que reúsa cualquier culto a la propia per-sona, como la trascendencia genuina de lamisión recibida.

Aquí se fundamenta la forma de ver elfuturo, que no obedece a cálculos o deter-minadas previsiones. Es fruto de una salva-ción que llega, y que jamás pueda fallar, deCristo y del Espíritu, a la cual se orientacada una de las etapas sucesivas como par-te de un camino que se dirige hacia su cum-plimiento definitivo.

Esta doctrina tan clara ha sufrido algu-nas deformaciones. En primer lugar, la des-viación histórica. Este concepto puede enri-quecerse con las investigaciones sobre lostiempos y los acontecimientos. Sin embar-go, tiene también un valor teológico y debejuzgarse desde esta perspectiva, de lo con-trario no se hace justicia ni siquiera a la ver-dad íntima de las personas. Interpretar,pues, la vocación en términos solo de su-plencia social resulta miope, además deridículo, cuando aquello que se quiere ma-nipular, más que servir, no coincide con susplanteamientos.

Otra visión consiste en valorar un caris-ma por su poderío estructural, o bien por laoriginalidad de sus ideas. Alguno, ponien-do de relieve que estos criterios solo son vá-lidos para los “grandes”, ironizaba con laposibilidad de aplicar dicho criterio a la fa-milia del Cottolengo, que en algunos de suscomponentes tuvo que esperar más de cienaños (1840-1969) para obtener la aproba-ción pontificia. En todo caso, es de admiraruna eficacia que es capaz de actuar esplén-

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didamente, a pesar de tener una organiza-ción precaria.

Finalmente, alguna vez se ha cedido alenredo de las distinciones: carisma del fun-dador, de fundación, del instituto, etc. Nun-ca se ha logrado algo verdaderamente con-sistente. Más aún, recientemente todo estose ha dejado de lado sin llegar a algo con-creto. Poner por una parte el carisma delfundador, contraponiéndolo por otra al ca-risma del instituto, parece solo un torpe in-tento de justificar arriesgadas “refundacio-nes”. Es algo que no lleva a ninguna parte.La dependencia del fundador indica la pri-macía de la intervención divina. Podemospedirla con confianza, procurarla con per-severancia, pero sería un error de principio

intentar fabricarla por cuenta propia.Como bien decía don Abundio: “nadiepuede darse el valor a sí mismo”. Pues aúnmenos crear un carisma, que es una obradel Espíritu, siguiendo únicamente nuestrasintuiciones que, en ocasiones, tienen mu-cho que ver con modas pasajeras, enmasca-radas con retóricas artificiales.

El beato Juan Pablo II compartía estosprincipios, acentuando aún más las conse-cuencias. Existe un amplio campo paraaplicar el discernimiento y descubrir, inclu-so en las realidades más modernas, que haycosas que no son válidas. Lo que verdade-ramente cuenta es vivir en contacto con eldon vivificante en el que hemos sido engen-drados por una palabra de verdad.

Unidad y Carismas

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«ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO…»

¿De dónde podemos nosotros sacar la inspiración ideal para ser la encarnación de losfundadores hoy, reunidos en un espíritu de comunión y de unidad?

Antes de nada parece oportuno recordar que la historia de la Iglesia nos ofrece ejem-plos estupendos de “amistad espiritual” entre los fundadores, como la de Francisco yDomingo. Aquellos que están unidos en Dios se sienten mucho más unidos entre sí, y alrevés, la unidad de los hermanos es la manifestación de la comunión en Cristo y de supresencia en medio de ellos (cf. PC 15). Nace así la fraternidad y la amistad entre los fun-dadores, sensibles como ninguno de que en el testimonio de comunión y en la fecundi-dad de la unidad es donde debe actualizarse el designio de Dios para los hombres denuestro tiempo.

Si hoy estuvieran presentes sobre la tierra nuestros fundadores ¿no estarían todos másunidos en el servicio de la Iglesia, en una espiritual amistad y lúcida y armónica colabo-ración, para afrontar en el discernimiento y la laboriosidad, los grandes problemas espi-rituales y materiales…, como “intérpretes y traductores” de los designios de Dios sobretoda la familia humana? Tal vez es ésta la gracia del momento presente y el desafío quenos llega de nuestros fundadores hoy… Nuestros fundadores están unidos en el cielo.Nosotros tendremos que realizar en la tierra lo que es la unidad de nuestros fundadoresen el cielo.

J. Castellano, o.c.d. Los Fundadores hoy: don y desafío para nuestro tiempo,en Crecer juntos en Cristo, Ediciones Claretianas, Madrid 1990, p. 56.

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La experiencia del Espíritu

Para comprender el carisma de un funda-dor y la “experiencia del Espíritu” que lo ca-racteriza con su familia de consagrados, de-bemos partir de la Iglesia, la amada Esposade Cristo, y de su misión en el mundo. LaIglesia es «esencialmente misterio de comunión,pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo ydel Espíritu Santo» (San Cipriano); se configu-ra «como una comunión “orgánica”, análoga a lade un cuerpo vivo y operante. En efecto, está carac-terizada por la simultánea presencia de la diversi-dad y de la complementariedad de las vocacio-nes y condiciones de vida, de los ministerios, de loscarismas y de las responsabilidades» (ChristifidelesLaici 20). El Espíritu, se ha hecho notar, es elprincipio dinámico de la variedad y de la uni-dad en la y de la Iglesia. «El Espíritu Santo nosólo confía diversos ministerios a la Iglesia-Comu-nión, sino que también la enriquece con otros donese impulsos particulares, llamados carismas. Estospueden asumir las más diversas formas, sea encuanto expresiones de la absoluta libertad del Espí-ritu que los dona, sea como respuesta a las múlti-

ples exigencias de la historia de la Iglesia» (ChL24). Los ministerios y los carismas son donesdel Espíritu Santo y se conceden para la edifi-cación del Cuerpo de Cristo y para su misiónde salvación en el mundo, es decir, «son gra-cias del Espíritu ordenadas a la edificación de laIglesia, al bien de los hombres y a las necesidadesdel mundo» (ibid.). Estos datos iluminan elmotivo de la intervención a lo largo de la his-toria de Cristo el Señor, que es el Pastor y laCabeza de la Iglesia: «Los mismos dones dadospor el Espíritu son precisamente queridos por Cris-to y son por su naturaleza dirigida a la contexturadel cuerpo con el fin de vivificar sus funciones y ac-tividades» (Mutuae Relationes 5).

En esta luz hay que ver a cada fundadorcon su familia de consagrados, lo mismo queel multiplicarse de los dones del Espíritu a lolargo de los caminos del pueblo de Dios y dela humanidad. Si se pierde esta visión y sesaca de su contexto natural –la Iglesia y elmundo– , todo Instituto se encamina haciasu deterioro al cerrarse en sí mismo y en susobras, sin abrirse a los estímulos y las llama-das, los sufrimientos y las necesidades pre-

Santino Bisignano, o.m.i.

Para comprenderel carisma de un fundador.

Pasión por la Iglesia y por la humanidad

PERSPECTIVAS

Los religiosos están llamados a conjugar cuatro verbos para ser fieles al propio carisma:transmitir, vivir, custodiar, profundizar.

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sentes en la sociedad. «Todos los Institutos reli-giosos han nacido a causa de la Iglesia y para ella;obligación de los mismos es enriquecerla con suspropias características en conformidad con su espí-ritu peculiar y su misión específica» (MR 14 b)

Existe otro aspecto a tener en cuenta; setrata de la identidad cristológica de la vidaconsagrada. Se le define como «memoria vi-viente del modo de existir y de actuar de Jesúscomo Verbo encarnado ante el Padre y ante loshermanos. Es tradición viviente de la vida y delmensaje del Salvador» (VC 22). Esta descrip-ción remite a la Lumen gentium donde se diceque «el estado religioso imita más de cerca y repre-senta perennemente en la Iglesia el género de vidaque el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mun-do para cumplir la voluntad del Padre, y que pro-puso a los discípulos que quisieran seguirle» (LG44). Juan Pablo II afirma que es Cristo mis-mo el que inaugura este género de vida que,bajo la acción del Espíritu, se desarrolla gra-dualmente a lo largo de los siglos en las dis-tintas formas de vida consagrada (VC 29).Afirma además que, en su realización histó-rica, nace de la contemplación de CristoCrucificado (VC 23), es decir, en la inmer-sión en el misterio pascual que es plenitud yrevelación del amor del Padre que ha man-dado a su Hijo unigénito para salvar al mun-do (cf. Jn 3, 16-17). Todo carisma de vidaconsagrada es, por tanto, en su forma históri-ca, una manifestación viviente, por obra delEspíritu, del misterio de Cristo o de un as-pecto particular de Cristo: «ya entregado a lacontemplación en el monte, ya anunciando el rei-no de Dios a las multitudes, o curando a los enfer-mos y pacientes y convirtiendo a los pecadores albuen camino, o bendiciendo a los niños y haciendobien a todos, siempre, sin embargo, obediente a lavoluntad del Padre que lo envió» (LG 46). Bene-dicto XVI ofrece una visión de la vida consa-grada que muestra la belleza de sus orígenes,la fecundidad de la Palabra, su función: «ElEspíritu Santo –nos recuerda la InstrucciónCaminar desde Cristo– ha iluminado con luz nue-

Unidad y Carismas

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va la Palabra de Dios a los fundadores y fundado-ras. De ella ha brotado cada carisma y de ellaquiere ser expresión cada Regla» (n. 24). Y enefecto, el Espíritu Santo llama a algunas per-sonas a vivir el Evangelio de manera radicaly a traducirlo en un estilo de seguimientomás generoso. Y así nace una obra, una fa-milia religiosa que, con su presencia, pasa aser “exégesis” viva de la Palabra de Dios.Continúa el papa Benedicto poniendo de re-lieve una particular e inesperada funcióneclesial de la vida consagrada: «El sucederse delos distintos carismas de la Vida Consagrada, diceel Concilio Vaticano II, puede ser leído como undesplegarse de Cristo en los siglos, como un Evan-gelio vivo que se actualiza siempre en nuevas for-mas (cf. Lumen gentium, 46). En las obras delas Fundadoras y los Fundadores se refleja un mis-terio de Cristo, una palabra suya, se refleja unrayo de luz que emana de su rostro, esplendor delPadre (cf. Vita consecrata, 16)».

Responsabilidad eclesial

Hay, pues, una responsabilidad con rela-ción a la Iglesia y a los pueblos que nos obli-ga a vivir el don recibido, a conocerlo cadavez mejor en el designio de Dios, a custo-diarlo y a profundizarlo en todas sus dimen-siones: histórica, teológica, espiritual, social,cultural y apostólica; a crecer en la comu-nión eclesial como personas que pertenecena Cristo y comparten su vida virginal y pobreen la plena obediencia al Padre, como haceMaría, Madre y Discípula (LG 46). La “ex-periencia del Espíritu” actualiza el misteriode Cristo y evidencia un aspecto específicode quien es llamado a ser “memoria vivien-te”, como don hecho por Cristo a la Iglesia.La Exhortación Apostólica distingue sietegrupos de formas de vida consagrada (VC 5-11), sirviéndose de la imagen de la “plantallena de ramas que hunde sus raíces en elEvangelio” y evidencia la contribución quecada uno ofrece a toda la Iglesia, de forma

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que su conjunto traza y describe las líneasesenciales del rostro del discípulo y del pue-blo de Dios, en Cristo, y es testimonio profé-tico en medio del mundo.

Las responsabilidades de toda Instituciónde vida consagrada son grandes y abarcan atodos los miembros de la familia. Podemosaprovechar los verbos de Mutuae Relationespara ver cómo se concretiza esta responsabi-lidad eclesial. Leemos en el documento so-bre la relación entre Obispos y religiosos: «Elcarisma mismo de los Fundadores se presentacomo una “experiencia del Espíritu” transmitidaa los propios discípulos para ser vivida, custodia-da, profundizada y desarrollada constantementepor ellos, en sintonía con el Cuerpo de Cristo en elproceso de crecimiento» (MR 11; cf. VC 48).

Transmitir

El primer verbo –transmitir– explica cuáles la responsabilidad del fundador: trasmitira aquellos que el Señor agrega a su familia eldon recibido como fundador, que consisteen la particular experiencia de Cristo y de sumisterio de amor y que constituye su identi-dad eclesial. Pensemos en santo Domingo,en San Francisco de Asís, en san Ignacio yen tantos otros, y pensemos en su celo conrelación al don recibido para que nada lo al-tere o lo contamine, ni siquiera con elemen-tos positivos que no son propios de su voca-ción, es decir, del designio de Dios sobreellos dentro del designio de Dios sobre laIglesia. “Transmitir” es un verbo de rela-ción; no hay transmisión sin relación, sin uncanal de comunicación: y este canal es elamor difundido en el corazón del fundador,que le constituye en padre y madre. La rela-ción es reciprocidad de amor, de comunión:«amaos como yo os he amado» (Jn 13, 35). Elamor de Jesús tiene un carácter trinitario, esdecir, ocurre junto al del Padre con el que esuna sola cosa (Jn 10, 30; 17, 21). Jesús pideque también nosotros seamos una sola cosa

como Él es una cosa sola con el Padre: asíun fundador con sus hijos. Es una realidadque se lleva a cabo en las modalidades histó-ricas del tiempo, a lo largo de la vida del fun-dador y sucesivamente, con las modalidadesde su plena participación en la resurrecciónde Cristo glorificado («Nuestro Dios es Dios devivos», Lc 20, 38).

Vivir

La respuesta, en la comunión, que proce-de de los miembros de la Familia del funda-dor se establece en la trilogía: vivir, custodiar,profundizar. Los tres verbos constituyen unaunidad, no hay que tomarlos separadamen-te, sino verlos en su dinamismo e interde-pendencia.

Vivir supone “acoger” la experiencia delEspíritu, por la gracia de la “llamada” al se-guimiento de Cristo virgen, pobre y obe-diente (VC 18), y traducirla en vida en el hoypersonal y comunitario. No se comprende sino se vive. Vivir es experimentar, participardesde el fondo, hacer propia la experienciadel Espíritu. Debe ser reavivada, como escri-be Pablo a Timoteo (2Tim 1, 6). La expe-riencia tiene un carácter integral, es decir,implica a toda la persona y en todas sus di-mensiones; y tiene un carácter integrante, esdecir, armoniza y genera unidad interior entorno a la persona de Cristo. La relación conÉl tiene la capacidad de hacer florecer la fi-gura del creyente cristiano y de la personaconsagrada en su actualidad histórica, de de-terminar y cualificar el estilo de vida, el pen-samiento, las opciones, la visión de sí mis-mo, la visión del otro, y del futuro.

Debemos dar espesor al verbo vivir inte-riorizando la Palabra e introduciéndolo enel misterio pascual.

Custodiar

Custodiar la experiencia del Espíritu en su in-tegridad, así como el fundador la ha recibi-

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do y transmitido a los suyos. Custodiar es te-ner cuidado de la obra divina –porque es taltambién ante un pueblo peregrino necesita-do de salvación–, protegerla, respetarla, queen el fondo es ser fieles al designio de Diosen su realización progresiva. El verbo custo-diar reclama la misión confiada a nuestrospadres: guardianes del jardín confiado aellos por el Señor para completar, juntamen-te con Él, la obra de la creación (cf. Gen 1,26-28). Somos custodios de una realidad hu-mano-divina que no nos pertenece, que nonace de nuestra iniciativa, sino que es dondel Altísimo, en la cual se manifiesta queDios obra junto con el hombre en la realiza-ción de su designio de amor y en la respues-ta a las necesidades de su pueblo y de la hu-manidad. Custodiar es ser vigilantes y prote-ger de las infiltraciones del mal y de los en-gaños del maligno. Hay algunas barrerasque pueden falsear la visión de la vida con-sagrada y alejarla de la tarea de custodiar yde vivir. Entre ellas, está el concebir la fideli-dad como un acto repetitivo, considerandolas formas históricas de realización como re-alidades permanentes para reproducir inclu-so en la misma evangelización; la lectura delcarisma y de la espiritualidad en clave indi-vidualista y subjetiva; asumir el carismacomo un “instrumento de poder”; el narci-sismo y el secularismo.

El Señor, en su amor, nos pone a prueba,nos purifica, para que seamos en la Iglesia ypara la humanidad el don en su purezaevangélica.

Profundizar

La profundización es necesaria tanto parasaber custodiar correctamente como para eldesarrollo. Se fundamenta en que la expe-riencia del Espíritu está en desarrollo comouna semilla que se convierte en planta; porconsiguiente, la profundización es una reve-lación ulterior de las potencialidades conte-

nidas en el carisma, de su dinámica en lahistoria y del designio de Dios que hace a laIglesia ese particular don.

La primera etapa de profundización es lalectura de la vida, –personas, comunidad,ministerios– porque la experiencia del Espí-ritu se expresa creciendo y así se manifiestanlas intenciones presentes en germen en elfundador. A la lectura de la vida ha deacompañarla la reflexión, la investigación,el estudio, el discernimiento de las nuevas si-tuaciones eclesiales y sociales. La profundi-zación se hace igualmente con el seguimien-to de la expansión de la familia religiosa,con la llamada por parte del Señor de otrosmiembros prevenientes de nuevos países yculturas. También con la aportación de lasnuevas generaciones en el ámbito de la vidaen el Espíritu, en la vida fraterna, en la mi-sión y en las obras de evangelización y decaridad, con la presencia en los nuevos areó-pagos en los que se suelen encontrar las per-sonas (cf. RM 37c) o se reúnen entre sí (porejemplo internet).

La segunda etapa es la lectura sapiencialde la historia del Instituto y de la vida consa-grada; ayuda a ver a nuestros fundadores yfundadoras dentro de la vida de la Iglesia yen relación con ella, a través de ellos, con lasnecesidades, las llamadas, los sufrimientos ylas esperanzas de la sociedad, ane todo delos pobres (Cf GS, 1). Así se explican la va-riedad de las respuestas y la continua nove-dad del Espíritu.

Recorrer los caminos de la historia es ha-cer “memoria” de estas maravillosas realida-des, que se convierten en “escuela” para no-sotros: nos abren, por la sencillez del co-razón (cf. las bienaventuranzas) a la accióndel Espíritu, el cual, en el sí libre del amor,plasma en nosotros el sentir de Cristo y nosenvuelve en la realización del designio deDios sobre la humanidad de hoy. La historiaayuda a comprender la pedagogía de Dios ysu amor por todos, porque todos son sus hi-

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jos; nos hace estar atentos a su acción ennuestro hoy para colaborar con Él, según eldon recibido, respondiendo a los desafíosnuevos y antiguos del corazón humano, en-caminados todos juntos hacia la plenitud dela vida, de la paz y de la alegría. No nos acer-camos a la historia, por tanto, sólo para con-seguir una cultura, sino para introducirnos,con la “especialización” del carisma, en elmovimiento de la vida en Cristo Señor en elque todo se recapitula, encuentra su armoníay experimenta la belleza de la creatividad enla comunión, a modo de la Trinidad.

Desarrollar

El último verbo da un respiro eclesial a laexperiencia. Todo don tiende, por su natura-leza, a desarrollar la propia identidad ca-rismática expresándose en el círculo de la co-munión eclesial y entrando en relación –amodo de la Trinidad (VC 41)–, con los demásdones concedidos por Cristo, manifestandoasí, visiblemente, en la unidad entre todos«como ramas de una única Vid, la plenitud delEvangelio del Amor» (VC 52). Si nos quedamosen la sola trilogía, la familia consagrada co-rre el riesgo de encerrarse sobre sí misma yde no comprender ni siquiera al fundador: lovenera como un santo, pero no como guar-dián y realizador de un designio del Padre yde una experiencia del Espíritu que él hatrasmitido a los suyos para continuar sirvien-do al pueblo de Dios y al hombre.

Cada una de las expresiones de MR 11 de-berá sopesarse para comprender el significa-do a desarrollar. Este es el paso: «la experienciadel Espíritu se desarrolla constantemente en sin-tonía con el Cuerpo de Cristo en perenne creci-miento». La vida no se detiene; madura ycrece continuamente en sus estaciones hastala plenitud, alcanzándola no por sí solos,como un árbol solitario sobre una colina oen el desierto (aparentemente, porque se nu-tre de la vida escondida en el suelo y respira

de los rayos del sol). Se desarrolla viviendoen relación con toda la Iglesia, caminandoen sintonía con el Cuerpo de Cristo, respe-tando y valorando las diversidades en la ten-sión hacia la plena unidad, como aconteci-miento evangelizador (cf. Jn 17, 21). Es unhecho que el Cuerpo de Cristo está “en pe-renne crecimiento”: también nosotros, portanto, como miembros suyos. La fidelidadcreativa no afecta solo a la institución en sudinamismo carismático (cf. VC 37), sinotambién al caminar de las personas consa-gradas, con vigor profético, “en sintonía”con la Iglesia en su y nuestro hoy, que esabrazar los desafíos de renovación y de mi-sión, sufrir por el evangelio, ayudados por lapotencia de Dios.

“En sintonía” no es una expresión que re-mite a cualquier elemento externo como unrevestimiento de la experiencia del Espíritudel fundador y del carisma del Instituto; esalgo que está dentro de cada uno, es un pul-sar en lo profundo del corazón del Instituto–desde el servicio de la autoridad en la vidacotidiana personal y comunitaria sobre losritmos del Espíritu que anima a la Iglesia–;es compartir la pasión por el Reino y por laconstrucción de la “familia de los pueblos”en la paz y en la justicia (GS 40); es caminarcon la Iglesia que compromete a sus miem-bros en la nueva evangelización y quiere re-novarse a sí misma reavivando su propia fe;es poner en obra nuestros recursos y com-prometer nuestras personas para que la Igle-sia sea en el mundo de hoy un signo límpidode la presencia del Resucitado y de su ac-ción de transformación del mundo. «Vividplenamente vuestra entrega a Dios, para que nofalte a este mundo un rayo de la divina bellezaque ilumine el camino de la existencia humana».«Vosotros no solamente tenéis una historia glorio-sa para recordar y contar, sino una gran historiaque construir. Poned los ojos en el futuro, hacia elque el Espíritu os impulsa, para seguir haciendocon vosotros grandes cosas» (VC, 109, 110).

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Consagrados hoy: ¿Cristianos cansadoso cristianos vivos?

Los recientes eventos del Sínodo deObispos sobre la nueva evangelización, elAño de la Fe promulgado por el Papa y el50 aniversario del Concilio Vaticano II…Todo con el deseo de fondo de volver siem-pre a las fuentes y a la frescura de las raícesevangélicas, pretenden volver a dar respues-ta a una pregunta: “Y tú, Iglesia, ¿qué dicesde ti misma?”.

Pero esto, naturalmente, también cues-tiona a la vida consagrada. ¿Cómo vivir lavida cristiana en un contexto histórico cul-tural que desafía nuestras antiguas certe-zas y nuestra débil identidad? ¿Es posibleuna fidelidad creativa al carisma, a un donde Dios dado al fundador y luego en he-rencia a sus hijos para el bien de la Iglesia

y de la humanidad? Y, a la luz de esto,¿cuál es nuestra relación personal con elfundador?

En un tiempo en el que parece dominarun cambio, a todos los niveles, capaz de afec-tar a cualquier persona, valor y tradición, elconsagrado ha de redescubrir el gusto de be-ber en las fuentes evangélicas y carismáticaspara recorrer un itinerario como cristianoadulto, o mejor, como “cristiano vivo”. Por-que es justamente este el reto actual: el de uncristianismo vivo, capaz de mirar a lo alto,para beber en el corazón de la Trinidad lasrespuestas a los interrogantes del hombrecontemporáneo, suscitándolos también don-de este hombre, drogado de bienestar y tec-nología, o atormentado por la pobreza extre-ma y la falta de referencias, no sea capaz deplantearse las grandes preguntas: ¿Quién soy?¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?

Unidad y Carismas

Ejemplaridad del fundador.Cinco aspectos de la relación con él

Gennaro Cicchese, o.m.i.

¿Qué puede despertar la vida consagrada, en un contexto de cambio antropológico y cul-tural, marcado por el “cansancio” y crisis de identidad? La relación con la figura emblemá-tica del fundador –“santo que imitar, fundador que seguir, maestro que escuchar, padre queamar, intercesor que invocar”, según una hermosa frase de Marcelo Zago– es indispensablepara redescubrir las raíces del propio carisma y responder a esta pregunta.

PERSPECTIVAS

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Una sensación de desconcierto se obser-va por todas partes. Dispersión a nivel so-cial, político y económico. Y quizá tam-bién a nivel eclesial. Lo que más impresio-na, en este momento delicado de la histo-ria del mundo y de la Iglesia es un ciertobajón de idealismo y sobre todo de coherencia.

También el consagrado parece ser vícti-ma de una especie de esquizofrenia: porun lado, la noble historia y la laboriosatradición de su instituto; y, por otro, unpresente lleno de preocupaciones, conexocon la pesadez de las “estructuras”, y undesánimo ligado al descenso vocacional yal envejecimiento del instituto. Las medi-das tomadas para poner remedio parecenincapaces de producir efectos vitales:asambleas y capítulos generales, inspira-dos en los grandes temas de la renovacióny de la conversión, parecen más bien unamanera de decir que “estamos haciendoalgo”, con el riesgo de caer en un nuevotipo de activismo, para luego permanecersiempre en el mismo punto, sin cambio,sin perspectiva.

La mayoría de las veces no es falta deideas, sino falta de fuerzas y de aplicacio-nes concretas de lo que se ha dicho. Lavida consagrada ya no es un “dicho y he-cho”, inspirado en la Palabra de Diossegún el espíritu de nuestros fundadores, ypor eso se convierte en pura evanescencia,creando ese sentimiento de tedio y de quepoco se puede hacer, hasta el punto quemuchos se preguntan para qué sirve tantoesfuerzo inútil. El hecho que emerge es elcansancio y coomo consecuencia una infle-xión hacia una mediocridad generalizada.Si el ideal es demasiado alto, casi inalcan-zable, mejor bajar el tiro. Un olvido de lamemoria, de lo que éramos por vocación,de lo que hemos sido y estamos llamadosa ser, parece atenazar muchas familias reli-giosas y muchos miembros de nuestrosinstitutos. ¿De dónde partir?

El fundador, modelo de referencia

El punto de referencia está en la inspira-ción inicial, en la gracia vinculada al funda-dor. «El hombre contemporáneo escucha de me-jor grado a los testigos que a los maestros, o, si es-cucha a los maestros, lo hace porque son testigos”(EN 67). La célebre afirmación de PabloVI, que encuentra aplicación universal en lavida cristiana, también es válida para la es-pecificidad de la vida consagrada.

La llamada personal de Cristo marca lavida de todos los cristianos. Él es el princi-pal modelo de referencia. Los fundadorestienen una tal conciencia de ello que subra-yan que la nueva familia religiosa es unareunión alrededor de Jesús, como los após-toles entonces, para ser discípulos y anun-ciadores, gracias a su presencia y a su en-señanza. Pero también es verdad que ellosmismos, en cuanto guías carismáticos, hansido y son mediadores de nuestro encuen-tro con Cristo.

Como muestran estudios importantes so-bre el tema, la formación de los discípulosestá siempre vinculada al ejemplo de unmaestro. Según Max Scheller, por ejemplo,la acción y el comportamiento humanos notienen que ver con la búsqueda de una nor-ma o de un deber ser universal al que adap-tarse, sino más bien con el ejemplo de unguía inspirador1.

Guido Cusinato lo explica así: «La forma-ción de la persona presupone una ejemplaridadque ya haya abierto el camino, que haya inaugu-rado nuevos horizontes. Uno es atraído por unaejemplaridad cuando siente poder desarrollarse orenacer “dentro” del espacio conquistado por unmodo especial de vivir, por un gesto, por una pro-puesta o por una obra. Cuando encuentra en laejemplaridad aquel espacio que en él se habíabloqueado […] La ejemplaridad ofrece su fuerzapropia, en la línea del propio desarrollo, un espa-cio ulterior de crecimiento al ser del seguidor.[…] Sabiéndolo o no, el seguidor encuentra en

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ella la medida objetiva de su propio ser, del éxitoo no de su propio vivir: se aprueba o desapruebaa la vista de tal ejemplaridad. […] La ejemplari-dad es la ocasión en la que el seguidor halla elestímulo y el espacio para renacer dando formaa su “deber ser individual”»2.

Tratemos de profundizar cómo este estí-mulo y este renacimiento son posibles, através de un texto de Marcello Zago, cuan-do era superior general de los MisionerosOblatos de María Inmaculada. En una car-ta dirigida a los oblatos en formación, de fe-cha 25 de enero de 19953, año de la canoni-zación de san Eugenio de Mazenod, es-cribía que el líder carismático es un santo alal que imitar, un fundador al que seguir, un ma-estro al que escuchar, un padre a quien amar yun intercesor al que invocar. Me parece que es-tas características tienen valor universalpara los institutos de vida consagrada.

Un santo al que imitar

Una persona es canonizada –escribeZago– no porque «fue fundador u obispo, oporque hizo cosas grandes, sino porque fue unsanto». Se destaca aquí la idealidad, y conella el objetivo de la vida cristiana, que es lasantidad. Resuenan aquí las palabras de sanPablo: «Soy yo quien os he engendrado en Cris-to Jesús, mediante el evangelio. Os exhorto, pues,a ser imitadores míos» (1Co 4, 15-16); «Sedimitadores míos, como yo lo soy de Cristo» (1Co11, 1; cf. Flp 3, 17; 1 Ts 1, 6).

Un fundador al que seguir

«Un fundador –escribe Zago– no es simple-mente el iniciador de una misión humana. Supersona y su trabajo solo pueden comprenderseplenamente dentro de la economía salvífica divi-na, guiada por el Espíritu Santo, primer actor dela vida y de la misión de la Iglesia». No es tan-to el elemento humano sino más bien el di-vino, la respuesta a una llamada personal

de Dios, lo que caracteriza la vida de unguía carismático. El inicio es decisivo. En élse contiene el núcleo carismático que Diosindica al elegido. Por eso, desde el principioy luego sucesivamente, en el recorridohistórico y carismático del instituto es nece-sario sintonizar con la figura del líder, empa-tizar con su vida y su programa: «Para com-prender el carisma del propio instituto –escribeZago– es necesario comprender al fundador yarmonizar con él, con su inspiración y su proyec-to. Así percibimos el don que, a través de él, se leha hecho a la Iglesia». En este recorrido deafinación de nuestro “sentir con” el funda-dor, es donde debe nacer una nueva rela-ción con él, capaz de inspirar nuestras deci-siones y nuestras acciones.

Un maestro al que escuchar

«El Concilio –sigue Zago–, y en consecuen-cia el Magisterio, nos invitan a renovarnos en elespíritu de los fundadores. El primer criterio esciertamente el de la propia renovación en Cristo,al cual todo fundador hace referencia y del cualse revela como aspecto suyo. Para Eugenio, Cris-to es el verdadero Fundador del instituto, el mo-delo. En su primera regla, escribe: “¿Qué finali-dad más sublime que la de vuestro instituto?Vuestro fundador es Jesucristo, Hijo de Dios;vuestros primeros padres son los apóstoles. Ellosfueron llamados a ser los colaboradores del Sal-vador, los corredentores de la humanidad».

Hay, por tanto, un doble movimientoque realizar en nuestra vida cristiana. Porun lado, la escucha del Maestro, Jesús, me-diante la revelación, y especialmente las pa-labras del Evangelio. Por otro, la escuchade la sabiduría del fundador, que, siguiendoa Jesús, imitando sus ejemplos y encarnan-do uno o más aspectos particulares, nos in-dica un camino de santidad para seguir me-diante una regla de vida. Solo así será posi-ble la “fidelidad creativa” y una verdaderarenovación personal y comunitaria.

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Un padre a quien amar

Escribe también el padre Zago: «Normal-mente, los fundadores se consideran padres y ma-dres del instituto que han fundado. Este senti-miento estuvo muy pronunciado en Eugenio deMazenod, hasta el punto de ser un “ejemplo em-blemático”. Esta actitud va ligada con una carac-terística del carisma oblato: la caridad fraterna.Eugenio fue consciente enseguida de este elemen-to. En sus notas del retiro de 1824, escribió: “Bienpuedo decir de estos queridos hijos como la madrede los Macabeos, que no sé cómo se formaron enmi seno”. Pocos años después escribió: “Soy vues-tro padre, ¡y qué padre!”». Expresiones comoel leitmotiv de su existencia, rimando, comoun estribillo, las diversas fases de su obra.

Un intercesor al que invocar

Escribe el P. Zago: «En el cielo intercede porlos suyos como hizo ante el Santísimo Sacramen-to. Escribió al P. Lacombe: “No te puedes imagi-nar cuánto pienso, en la presencia de Dios, ennuestros misioneros del río Rojo. Solo tengo unmodo de acercarme a ellos: estando delante delSantísimo Sacramento, donde me parece que osveo y os abrazo. Y tú, por tu parte, debes estar amenudo en su presencia. Así es como nos encon-tramos los unos y con otros en ese centro vivienteque nos sirve como medio de comunicación. Yvuestros sufrimientos y vuestros arduos trabajos,¿podéis creer que no son frecuentemente el objetode mi conversación y admiración?».

La relación posterior con el fundador yla fundadora, una vez que ellos han alcan-zado la santidad, es la de dirigirse a elloscomo a personas que pueden ejercer una in-tercesión especial ante Dios. Desde que elSeñor los llama, ya no transmiten nuevasconsignas, no reaccionan con las palabras alas nuevas situaciones y a las nuevas opcio-nes que hay que tomar constantemente.Pero en su amor de padre y de madre y,como santos, pueden interceder por su fa-

milia ante el Señor. Las gracias y los mila-gros obtenidos por la intercesión de ellosson un ejemplo de su disponibilidad.

A la luz de este itinerario, que hemos re-corrido a vuelo de pájaro, es evidente quesolo reencontrando la compañía de nues-tros fundadores, con su inspiración e im-pulso inicial, solo invirtiendo en la admira-ción hacia ellos y en la vivencia empática(“sentir con” ellos), seremos capaces de en-contrar las respuestas que estamos buscan-do, mediante ese discernimiento personal ycomunitario de nuestras familias religiosas,que es ante todo un amoroso acto de fe.

También seremos capaces de no caer enla tentación, bajando la guardia y cayendoen la tibieza y en la mediocridad. Redescu-briendo aquel “primer amor” que nos in-flamó cuando sentimos la llamada y el des-cubrimiento de nuestra vocación en una de-terminada congregación. Y no seremos re-prendidos, como le sucedió a la Iglesia deÉfeso: «Tienes paciencia, y has sufrido por minombre sin desfallecer. Pero debo decir en tu con-tra que has perdido tu amor de antes. Date cuen-ta, pues, de dónde has caído; arrepiéntete y vuel-ve a tu conducta primera» (Ap 2, 3-5).

1 Cf. M. Scheler, Modelli e capi. Per un personalis-mo etico in sociologia e folosofia della storia, FrancoAngeli, Milano 2011.

2 Cf. G. Cusinato, Le domande dell’antropologia fi-losofica, in «Dialegesthai» 2010 (revista telematica)h t tp ://mondodomani .o rg/d ia leges tha i/gcu03.htm.

3 Cf. M. Zago, Renewing ourselves in the charism ofEugene de Mazenod (http://www.omiworld.org/superior-general-writings.asp?sID=43). La traduc-ción inglesa es nuestra.

El líder carismático es un santo queimitar, un fundador que seguir, un maes-tro que escuchar, un padre a quien amary un intercesor al que invocar

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DDDDON Jorge Preca nació en Malta en1880 en una familia de 9 hijos.Vivía a pocos pasos del Santuario

de la Virgen del Carmen y ya de niño, segúnla costumbre del tiempo, fue incorporado ala Familia Carmelita con la imposición delEscapulario. Muy vivaracho, a la edad decuatro años, estuvo en peligro de ahogarse,pero aquel día, el 16 de julio, fue salvado,como él mismo contó, por la intercesiónmaterna de la Virgen. Joven todavía sintió lavocación por el sacerdocio y recibió el ordensacerdotal en diciembre de 1906. Por su vidaprolífera, vivida santamente en el amor aDios y el servicio al pueblo, prefiriendo a lospequeños y humildes, fue llamado como unsan “Felipe Neri” de Malta.

Apóstol y fundador

A primeros de 1907, apenas ordenado sa-cerdote, empezó su misión reuniendo y for-mando un pequeño grupo de jóvenes veinte-

añeros, imprimiendo en su corazón los prin-cipios morales, el temor de Dios y la con-ciencia del infinito amor que Dios nutre porla humanidad. Ellos constituyeron el primerbrote de la Sociedad Doctrina Cristiana, di-cha comúnmente MUSEUM, letras inicialesde Magister, Utinam Sequatur Evangelium Uni-versus Mundus (Maestro, ojalá que todo elmundo siga el Evangelio), pero compuestaen un principio por varones, pronto fueronacogidas las mujeres, incorporándose des-pués adultos libres de compromisos familia-res que se volcaron en esta misión. La obrade Jorge fue la educación religiosa de losniños, de los chicos, de las chicas y de los jó-venes, realizada por seglares bien preparadospor él. La actividad de la Sociedad estaba yestá basada sobre todo en la vida espiritual.Cada miembro de la asociación debe buscarla perfección cristiana, modelando su vidasobre Cristo Crucificado. Para realizar talunión con Dios y desarrollar mejor el propiodeber al servicio del Reino, los miembros de

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Joaquín Vicente, o.carm.

San Jorge Preca,como un san “Felipe Neri” de Malta

TESTIGOS

Juan Pablo II, al regreso de su viaje a Siria, se pasó por Malta para beatificar el 9 de mayode 2001 a Don Jorge Preca, que sería proclamado por Benedicto XVI como primer Santo deMalta el 3 de junio de 2007. ¿Quién es este maltés que, después de 50 años de su desapari-ción, es reconocido por la Iglesia por sus virtudes heroicas y por sus obras magníficas?

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la Sociedad se obligan al celibato. Su vida deíntima unión con Cristo en la Iglesia se forta-lece a través de la participación activa en lossacramentos, de la mortificación, de la re-nuncia de sí para cumplir la voluntad deDios, de la dirección espiritual y la oraciónunida al trabajo cotidiano.

Espiritualidad

Don Jorge logró asimilar de las muchasformas de espiritualidad todo lo que, reela-borado de una forma suya personal, pudo re-velarse apto para su Sociedad. San Vicentede Paúl, san Felipe Neri, san Alfonso Maríade Ligorio, san Francisco de Asís, san Igna-cio de Loyola, santa Teresa de Jesús y sanJuan de la Cruz fueron por él bien conoci-dos, como testimonian sus escritos. Su perso-nalidad original y creativa, en cambio, logra-ba asimilarlos en su espíritu y expresarse deuna manera fresca, simple y original. Lomismo hacía con la liturgia. Solía decir: «Mipan lo hago con la harina que tomo del cos-tal de los otros. A fin de cuentas todos tene-mos que sacar de un único costal: el Evange-lio». Y verdaderamente supo partir el pan dela Palabra en pequeños trozos, que cada unopodía mascar bien y asimilar para el bien delalma. Pensamiento central de su espirituali-dad y su teología fue la encarnación: VerbumDei caro factum est (El Verbo de Dios se hizocarne). Tomadas estas palabras como lema yemblema distintivo de la Sociedad y de suvida, don Jorge, a ejemplo del Maestro, seencarnó en la vida del pueblo maltés, y op-tando por los pequeños, los pobres, los enfer-mos, por el pueblo simple, que es a menudovíctima de los que ejercen el poder, trató dequerer a Dios con toda el alma, con todo elcorazón y con todas las fuerzas.

En el espíritu del Carmelo

Cercano a los carmelitas desde pequeño,

de joven quiso comprometerse más en laimitación de la Virgen María. En su profe-sión religiosa como terciario carmelita, eli-gió el nombre de Franco, como el beato car-melita Franco de Sena, quien antes de con-sagrarse totalmente a la Bienaventurada Vir-gen María en la Orden del Carmen, habíavivido una vida lejana de Dios. Nuestro san-to eligió el nombre de este beato porque seconsideraba él mismo un gran pecador,como es característica de muchos santos. Sesintió un verdadero miembro de la Familiacarmelita hasta el punto que muchas veces,en sus escritos, se presentaba como carmeli-ta, utilizando el nombre de Franco en lugardel propio. En 1952 como reconocimiento asu incansable divulgación de la devoción ala Virgen del Carmen, fue afiliado a la Or-den Carmelita por el Prior General. Los últi-mos años de su vida los vivió en Santa Vene-ra, en la parroquia de los carmelitas, dondeantes de pasar a la vida eterna fue conforta-do con los santos sacramentos por el padreprior de la comunidad.

La Orden del Carmen se empeña en el se-guimiento radical de Jesucristo por los con-sejos evangélicos y los valores fundamenta-les de la contemplación, la fraternidad y elservicio al pueblo de Dios, siguiendo elejemplo de la Virgen María y la inspiracióndel profeta Elías.

Vida mariana cristocéntrica

La devoción que don Jorge nutrió por laVirgen María derivaba de una teología cris-tocéntrica, que le llevó a reconocer la pree-minencia de María en el plan de la salva-ción. Movido por esta profunda fe se em-peñó fuertemente, con su palabra y con susescritos, en alimentar en el pueblo una de-voción auténtica hacia la Madre de Dios.Como un fiel carmelita expresó la cercaníaamorosa de María al pueblo a través de ladevoción del Escapulario, señal de consa-

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gración a Ella e instrumento eficaz deevangelización. En uno de sus escritos(1947), dice: “hay que entender bien el sen-tido de las palabras de María Santísima: elEscapulario es una señal de hermandadcon ella. ¡Qué honor es que la Madre deDios te trate como a uno de sus hermanos!¡Con qué fervor se tiene que vestir el Esca-pulario del Carmen!”. Siempre recordaba aquien vestía el Escapulario que no abusarade la materna protección y que viviera laconsagración en la gracia. Para él el Esca-pulario del Carmen significaba un vestidoespiritual, el de las virtudes de María. Ensu obra “Los santos nos hablan”, refirién-dose a la visión de san Simón Stock (el san-to del Escapulario), imaginó que éste reco-mendaba: «Vestíos de María, vosotros queamáis a María».

Inspiración eliana del Carmelo

El espíritu del profeta Elías también fueincisivo en la vida personal y en la obra dedon Jorge. Trató de imprimir en sus segui-dores una vida de comunión con Dios y deservicio a la gente. La oración fue el puntocentral de su acción. Durante el día, a me-nudo se apartaba a orar. Estaba orgullosode llevar el apellido “Preca”, una palabraderivada del latín “preces”, que significa“oración”: «Para no olvidar que tengo que serun hombre de oración”, decía. A tal fin com-puso un manual de oraciones cotidianaspara los miembros de la Sociedad y lo pusobajo el patrocinio del profeta Elías, el hom-bre lleno de celo y caridad hacia Dios y supueblo. De manera semejante al del Profe-ta, el corazón de don Jorge ardía por “elDios de los ejércitos” (1Re 19,10). Recorriótoda Malta para predicar el amor y la justi-cia de Dios, llamando a la gente a la conver-sión al conocimiento de Dios. Su Institu-ción y el mismo sentido del nombre “MU-SEUM”, resuena y recuerda las palabras

del Profeta Elías: «... que este pueblo sepa quetú eres el Señor Dios...» (1Re 18,37).

Conclusión

La Asociación pasó por serias pruebas. En1909 el vicario del obispo le dijo: «Tienes queacabar con todos esos institutos», disposiciónque fue protestada por otros párrocos, peroante la cual don Jorge respondió humilde-mente: «Ustedes son los superiores y yo el súbdito,tengo que obedecerles, terminaré con todo». Añosmás tarde el obispo revocó la orden, pero laobra ya había sido difamada por distintasvías. En tal situación dolorosa, los miembrosde la Sociedad, a instancias del fundador,asumieron las circunstancias con espírituevangélico.

Pero si las dificultades no fueron pocas, esde maravilla ver cómo supo adelantarse alos tiempos y a la puesta al día del ConcilioVaticano II: la importancia dada a la Biblia,el empleo del maltés para hacer llegar másdirectamente al pueblo la Palabra de Dios, el“status” asignado a los laicos en la evangeli-zación y en la Iglesia, el método popular enla enseñanza catequística, etc. Era naturalque la gente acudiera masivamente a escu-charle, confiara en él, se agolpara en sus ca-tequesis y los padres confiaran de buenagana sus niños a sus catequistas.

Don Jorge murió el 26 de julio de 1962, ala edad de 82 años, pero su presencia y elatractivo de su espíritu aún son oídos porcasi todas las familias maltesas. Es un santode nuestro tiempo, no tanto por los hechosextraordinarios que se recuerdan de su vida,sino por su monumento vivo, que es la So-ciedad hoy operante también en Australia,Sudán, Kenia, Gran Bretaña, Albania,Perú…

Digno hijo del Carmelo, porque vivió unavida de intimidad y unión con Dios y de ser-vicio total al pueblo siguiendo el ejemplo dela Virgen María y del Profeta Elías.

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LLLLA vida consagrada desaparece de lasIglesias luteranas en el siglo XVI. To-davía en 1941, en una enciclopedia

de la Iglesia luterana de Alemania, bajo lavoz “monasterio” se dice: «El protestantismorechaza totalmente la vida monástica»1.

Pero hoy se habla de una Nueva orienta-ción de la Iglesia evangélica respecto al segui-miento de Cristo según las antiguas reglasmonásticas, con la vida consagrada a Diosen los tres votos. Muchas Comunidades na-cen inmediatamente después de la II Gue-rra Mundial2. Un ejemplo es la Fraternidadde Cristo (Christusbruderschaft Selbitz)3. Esteartículo está dedicado a los fundadores deesta Fraternidad. Para comprender loproféticos que fueron, es oportuno revisarbrevemente cómo ha sucedido este cambiode paradigma.

Después de más de 450 años de ausen-cia, las Comunidades evangélicas recibenun reconocimiento de su propia Iglesia. En2007 la Iglesia luterana de Alemania se pro-

nunció: «Después de la Reforma, con las críticasde Lutero a los monasterios y a las órdenes de sutiempo, las Iglesias de la Reforma miraban contitubeos esta opción de vida. La vida monástica,las formas de vida comunitaria, la opción por elcelibato, parecían de por sí algo “no evangélico”,no conforme al protestantismo. Esto, gracias aDios, ha cambiado totalmente. […] Son un teso-ro en la Iglesia evangélica y se han de custodiar ydesarrollar». Esto fue lo que escribió el obis-po Wolfgang Huber, presidente del Consejode las Iglesias Evangélicas de Alemania4.

Ya a partir de 1976 las autoridades de laIglesia evangélica habían comenzado aemitir documentos oficiales, declarando lalegitimidad teológica y práctica de formasmonásticas de vida común dentro de laIglesia luterana.

¿Cómo se produjo ese cambio en el senode las Iglesias evangélicas? «Para las Iglesiasevangélicas regionales fue una sorpresa la funda-ción de muchas Comunidades en el siglo XX.Solo en 1979 el Consejo de las Iglesias Evangéli-

Joan Patricia Back

La fraternidadde Cristo de Selbitz

TESTIGOS

Después de varios siglos, durante los cuales la vida consagrada había desaparecido en las Iglesias lu-teranas, a continuación de la II Guerra Mundial se asiste a un florecimiento de nuevas comunidadesque redescubren el seguimiento de Cristo según las antiguas reglas monásticas. Un ejemplo de ello es laFraternidad de Cristo (Christusbruderschaft Selbitz), a cuyos fundadores está dedicado este artículo.

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cas de Alemania, presentando un documento ti-tulado Espiritualidad evangélica, dice que se haefectuado un profundo cambio de paradigma: seha roto el rechazo de la vida monástica en el ám-bito de la Iglesia evangélica, que procedía de lostiempos de la Reforma»5. Ahora se reconocencomo lugares de gracia6.

La novedad

En 1948-1949, cuando nació en Bavierala Christusbruderschaft Selbitz, la situaciónera muy distinta, como se aprecia en la car-ta con la que el pastor Walter Hümmer sedirige a su obispo luterano de Munich: «He-mos estado dudosos de comunicarle o no todoesto, porque no quisiéramos exhibirnos como sifuéramos algo especial, y también porque to-davía está naciendo y creciendo todo. Pero poramor y por la verdad, no podemos callarle lo queestá sucediendo. Para nosotros es importante re-cibir su bendición paterna, su sí, porque quisiéra-mos seguir viviendo en unidad con nuestra Igle-sia evangélica luterana a la que amamos, haciala cual se dirige nuestro servicio, de la cual somoshijos y en la que deseamos permanecer siempre»7.

Los fundadores

El pastor Walter Hümmer (1909-1972) ysu mujer, Hanna (1910-1977), casados en1935, fundaron la Cristusbruderschaft Selbitz.Durante su noviazgo, conocieron al Grupode Oxford8, que les proponía un nuevo esti-lo de vida, haciendo especial hincapié en lapresencia del Espíritu Santo en el obrar co-tidiano.

El 1 de junio de 1937, el pastor Hümmerse traslada con su mujer a su primera parro-quia de Schwarzenbach. Los habitantes sonpreferentemente obreros, y pocos tienen re-lación con la Iglesia. La pareja Hümmerempieza a rezar intensamente por la reno-vación espiritual entre sus parroquianos,pero los frutos se hacen esperar.

En 1940, Walter Hümmer vuelve de unretiro en el que le habían preguntado cuán-tas personas había llevado a Jesús. No suporesponder. Vuelve a casa humillado y,

mientras caminaba, un joven se le acerca:«Señor pastor, ¿puedo acompañarle?». Es el pri-mer joven que desea saber más sobre Jesús.Unas semanas después le siguen otros. Esel comienzo de un despertar espiritual en elpueblo.

Los comienzos

En 1942, el pastor Hümmer es llamado afilas. Hanna asume la responsabilidad decriar a su hijo, recién nacido, y de llevaradelante la vida espiritual que está nacien-do. Cuenta el pastor: «Durante los últimosaños de la guerra, mientras estaba yo en el frente,alrededor de mi mujer se había formado un gru-po de jóvenes, sobre todo chicas y señoras, perotambién chicos. Ella se había convertido paraellos en una especie de madre espiritual. Algunoshabían recibido una clara llamada a vivir por elReino de Dios, que durante varios años la lleva-ron silenciosamente en su corazón. No se incli-nan a entrar en una de las casas de diaconisas yaexistentes. Están a la espera. Se reúnen regular-mente para la oración y el diálogo. Sienten quehan crecido juntos como hermanos y hermanas,y la primera llamada de Dios a formar una Fra-ternidad la experimentan la noche del 31 de di-ciembre de 1947, mientras esperaban el año nue-vo meditando Efesios 4, 1-17»9.

Carisma

A Hanna Hümmer se le reconoce ense-guida un don carismático-profético paraacompañar la formación y la vocación de laComunidad. «Quien solo vive para sí mismopeca contra el Cuerpo Místico de Cristo», fueuna de sus afirmaciones que pusieron enmovimiento un intenso proceso de oracióny de escucha de la Palabra de Dios. El Vier-nes Santo de 1948 es un día determinante.Recuerda Hanna: «Durante el día, el Espíritude Dios nos llevó a rebajarnos unos delante deotros y revisar nuestra vida pasada a la luz deDios y bajo la cruz de Cristo. Él, que estaba coro-nado con una corona de espinas, iluminabanuestra jornada y, con la tercera palabra que pro-nunció en la cruz, bautizaba en su sangre la uni-

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dad entre nosotros. Desde entonces, las espinas,la cruz y el corazón entregado a Dios se convirtie-ron en los símbolos de nuestra Fraternidad. “Sa-bed que sois uno” es el sello santo de Dios sobrenosotros, y desde aquella hora nos llamamos“hermano” y “hermana”. Ese día, Hanna com-prendió que había nacido una orden»10.

Walter Hümmer no estaba presente esedía, y al principio era escéptico, pensandoen su posición en la Iglesia evangélica. Trasun período de dudas y de lucha interior, lle-ga a convencerse: «Es obra del Señor. Él se-guirá guiándola y nos protegerá. Que Él noshaga perfectos en su amor»11. Durante un reti-ro posterior, el grupito reconoce como “fa-ros de luz” lo que en aquel Viernes Santo sehabía visto como dones del Espíritu Santo:pobreza, castidad y obediencia. El 1 de ene-ro de 1949, siete hermanas y cuatro herma-nos comienzan oficialmente la Christusbru-derschaft.

Escribe Walter a uno de los jóvenes her-manos: «La novedad es que somos una “ordenevangélica”. Esto me hace feliz. Esto aclaranuestra situación. Esto nos llevará a tener quesufrir ofensas denigrantes. Pero así es como vivi-mos nuestra obediencia a Dios. Tendremos quesubrayar la palabra “evangélico”. Y tambiénnuestro carácter de servicio. Además, la absolutasumisión a la Iglesia. Y todo, no como si estuvié-ramos bajo una ley, sino todo en sacrificio de ala-banza y de amor hacia Él solo»12.

Cuando en el pueblo se percataron deque los jóvenes dejaban materialmente lascasas de sus padres, llegaron fuertes críticasy protestas. A pesar del asentimiento de los

responsables eclesiásticos, se ve más opor-tuno trasladar al pastor Hümmer a Selbitz.Allí la casa parroquial es demasiado pe-queña, y pronto se ve la necesidad de cons-truir una “casa madre”.

Dios les había confiado a los dos un ca-risma para el nacimiento de la Bruderschaft,y Walter escribe: «A través de mi mujer, se de-sarrolló el aspecto interno, espiritual de la Bru-derschaft, el comienzo, el despertar. Pero Diosha hecho que yo fuera quien representara en pú-blico nuestra vida espiritual y su responsableante la autoridad eclesiástica. […] Mi vocaciónespecial dentro de la Bruderschaft es la de ser suprotector, como la figura de José»13.

Vida espiritual

La comunidad vive según los consejosevangélicos: pobreza, castidad y obedien-cia. La oración comunitaria consta de tresmomentos (en los conventos de la ciudad sesigue otro ritmo). Por la mañana, tienenmedia hora semejante a los laudes, a me-diodía un tiempo más breve para una ora-ción cantada; por la tarde, la oración seme-jante a las vísperas, mientras en algunosconventos se reúnen también para recitarlas completas. Son fundamentales los Sal-mos cantados en gregoriano, la lectura dela Escritura, otros cantos, himnos de laIglesia Oriental, cantos y oración de la co-munidad y la oración personal cotidiana.Tres veces a la semana celebran la SantaCena (= Eucaristía). Otros momentos de lavida espiritual de la comunidad: «Vivimos eldon de la confesión como fuente de renovación.Si es posible, una vez al mes tenemos el llamadocoloquio: una especie de revisión de vida, en elque hablamos juntos, comunicamos nuestro esta-do de ánimo y nos pedimos perdón recíproca-mente»14.

Fin y vocación

Sobre todo Walter subraya la importan-cia de ser una comunidad de servicio. Unacomunidad en la cual se vive la liturgia coti-diana: en la casa, en el jardín, en la cocina,

Desde entonces, las espinas, la cruz yel corazón entregado a Dios se convirtie-ron en los símbolos de nuestra Fraterni-dad. “Sabed que sois uno” es el sello san-to de Dios sobre nosotros, y desde aquellahora nos llamamos “hermano” y “her-mana”. Ese día, Hanna comprendió quehabía nacido una orden»

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en la secretaría. «Todo nuestro ser y nuestroobrar es para alabanza de Dios. Todo puede con-vertirse en liturgia de amor: limpiar, cocinar,sembrar y recoger, curar y coser, trabajar y des-cansar; y toda forma de creatividad con colores,las palabras y la música. En cada uno de noso-tros el Espíritu Santo desarrolla una oraciónsegún la originalidad de cada cual»15.

Además del trabajo para la acogida y elservicio a ancianos y enfermos, hay otrocampo de servicio: el compromiso en laevangelización. En sus casas se tienen reti-ros y fines de semana de lecturas bíblicas;también los llaman a otras ciudades paradar ejercicios espirituales y para acom-pañar a personas en su camino espiritual.Todo lo sostiene y le da valor la vida de ora-ción, de la que ya hemos hablado.

La vocación de la Christusbruderschafqueda bien resumida en las palabras deWalter: «La Fraternidad de Cristo quiere sercomo el corazón en medio de las parroquias deFranconia. Un espíritu fresco y vivo –sencillo,natural, espiritual y feliz– reina en la casa ma-dre, que también es un lugar de silencio, de ado-ración y de ayuda espiritual»16.

La Regla resalta también otros aspectosde la vocación: el seguimiento de la cruz deCristo y la participación en su Resurrec-ción, la vida comunitaria basada en la uni-dad en Dios Uno y Trino, el trabajo comoparticipación en la obra creadora de Dios17.Acerca de los tres votos se expresa en estostérminos: pobreza: «Cristo te invita a vivir

como él, pobre. Significa la plenitud de suvida»18; castidad: «Aliméntate diariamente enla fuente del Corazón de Jesús, de modo que suamor sea el fuego interior de tu amor»19; obe-diencia: «Dios quiere implicarte en su voluntadsalvífica. Podrás participar desde tu puesto, des-de tu tiempo en el gran acontecimiento del Reinode Dios. Jesucristo quiere venir y actuar a travésde ti. Este es el secreto de la obediencia»20.

Leiturgia – Martyria – Diakonía

Estas tres palabras aparecen con frecuen-cia en los textos de la Christusbruderschaft.Se utilizan para expresar la esencia íntimadel servicio. En un discurso, Hanna expli-ca: «Nuestro servicio se ha de vivir y realizar apartir de un encuentro profundo con Dios. […]Jesús venía del monte cuando caminó sobre lasaguas. Primero oraba y luego se dedicaba al ser-vicio y a los acontecimientos. ¡Tener el corazónen el cielo, las manos junto al hermano, los piesen el polvo! Dar la vida por los hermanos no esun acto a medias, sino un servicio total, radicadoen la relación con Dios. Hemos de traer el cielo ala tierra, y la pobre tierra llevarla al cielo. Luterose atrevió a decir: “Tenemos que ser un Cristopara el otro”. Esto marca el sentido de nuestroservicio. Para que todo pueda crecer hacia el cie-lo, la tierra ha de convertirse en cielo»21.

También la Regla de la Christusbruders-chaft retoma, bajo la voz “Misión de la Co-munidad”, esas tres palabras explicando,con la ayuda de algunas citas de los funda-dores, su significado y cómo se han de vivir.En resumen, se invita a vivir la Liturgia delamor (Leiturgia) para convertirse en terre-no para la semilla de la Palabra de Dios(Martyria) y ser signo del amor de Dios enel mundo (Diakonia)22.

La Christusbruderschaft hoy

Hoy al frente de la Christusbruderschaftestá una priora (actualmente sor Anna Ma-ria aus der Wiesche) y un prior, ambos ele-gidos, ayudados por un consejo y auxilia-dos por un pastor. Forman parte de la Chris-tusbruderschaft 120 hermanas, 4 hermanos y

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«Todo nuestro ser y nuestro obrar espara alabanza de Dios. Todo puede con-vertirse en liturgia de amor: limpiar, co-cinar, sembrar y recoger, curar y coser,trabajar y descansar; y toda forma de cre-atividad con colores, las palabras y lamúsica. En cada uno de nosotros el Espí-ritu Santo desarrolla una oración segúnla originalidad de cada cual»

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un centenar de terciarios, casados o no,además de un vasto grupo de amigos y sim-patizantes.

Aun en condiciones sujetas a cambios,siguen viviendo la vocación originaria: ser“un lugar de la presencia del amor de Diosen este mundo”, según las palabras de lafundadora: «Sed la casa de Dios junto a loshombres. […] Este es el signo que necesita elmundo: Yo en vosotros»23.

Tras su visita a Selbitz, el entonces obis-po evangélico luterano de Munich con-firmó su carisma: «No en vano se califica a lasComunidades como “lugares de esperanza”»24.

1 Calwer Kirchenlexikon, Band II, 269 (artículoMönchtum).

2 Sobre el renacimiento y la situación actual, cfr.J. P. Back, La vita consacrata nell’esperienza attuale de-lle Chiese protestanti e anglicane, en Claretianum,ITVC III (LII), Romae, Institutum Theologiae Vi-tae Consacratae 2012, pp. 189-240.

3 Cf. www.christusbruderschaft.de.4 Verbindlich leben – Komunitäten und geistliche Ge-

meinschaften in der vangelischen Kirche in Deutschland.Ein Votum des Rates der EKD zur Stärkung evangelis-cher Spiritualität, Hannover 2007, p. 5.

5 Cf. Verbindlich leben, cit.6 Ibid., p. 6.7 Walter Hümmer, Denn er hatte seinem Gott ver-

traut, Selbitz 1999, p. 34.8 Fundado en 1921 por el norteamericano Frank

Buchmann, que en 1938 dio lugar al movimientoRearme moral, hoy Iniciativas y cambios.

9 Citado en Christoph Joest, Spiritualität evange-lischer Kommunitäten, Vandenhoeck & Ruprecht inGöttingen 1995, p. 314.

10 Ibid., pp. 314-315.11 De un discurso de sor Anna Maria aus der

Wiesche, 27 giugno 2009.12 Citado en Joest, op. cit., p. 316.13 Ibid., pp. 323-324.14 De una entrevista mía a sor Adelheid Wenzel-

mann.15 Citado en C. Joest, op. cit., p. 321.16 Ibid., p. 325.17 Cf. Communität Christusbruderschaft Selbitz, Re-

gel, Selbitz 1999, pp. 19, 5, 10-11.18 Ibid., p. 15.19 Ibid., p. 17.20 Ibid., p. 18.21 Citado en C. Joest, op. cit., p. 326.22 Cf. Communität, op. .cit., pp. 26-30.23 Ibid., p. 11.24 Johannes Friedrich al PresseClub, Munich, 7

de enero de 2010.

33331111Testigos

La página ecuménica del Movimiento de los Focolares se abre en 1961, en el tiempoen que el Papa Juan XXIII ponía la unidad de los cristianos entre las primeras finalida-des del Concilio por él anunciado en 1959. Es por entonces cuando Chiara comunica laexperiencia del Evangelio vivido en el Movimiento en un encuentro con un grupoevangélico-luterano, en Darmstadt, en Alemania. Esto marcará el inicio de la difusiónde la espiritualidad de la unidad en las diversas Iglesias.

Pocos años después se inician relaciones personales:- En el mundo ortodoxo, con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Atenágoras

I, y después con sus sucesores;- En la Comunión anglicana, primero con el arzobispo anglicano de Canterbury,

Ramsey, hasta el actual, Rowan Williams;- En el mundo evangélico, con el entonces presidente de la Federación luterana mun-

dial, el obispo Christian Krause, y con los Secretarios Generales que se sucedieron en elConsejo Ecuménico de las Iglesias, de Ginebra.

Todos respaldan la difusión de la espiritualidad de la unidad en las diversas Iglesias.

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¿¿¿¿QQQQUÉ me movió a seguirle en lafamilia de los MisionerosOblatos de María Inmacula-

da? No es algo fácil de responder. Durantemi adolescencia se fue madurando en mí,lentamente, el deseo de abrazar la vida reli-giosa, que como yo la entendía, no era otracosa que una opción por una forma de vidaentregada totalmente a Dios. No sé nicómo y de dónde nació en mí ese deseo. Almismo tiempo sentía en mí una llamada ala misión, provocada no tanto por lo queoía contar a los misioneros, cuanto másbien por una exigencia cada vez más pro-funda de entregarme a los demás. Y, final-mente, me atraía María... Entonces nosabía que estas tres realidades estuvierancontenidas en el nombre mismo de los Mi-sioneros Oblatos de María Inmaculada. Unlibro sobre ellos, que me regaló una tía mía,fue lo que me hizo ver concretamente el ca-mino para responder a lo que Dios mehacía sentir en el corazón.

Fui a verlos y desde el primer momentome impresionó el espíritu de familia que

reinaba allí y su sencillez de vida. Desdeentonces los oblatos se convirtieron para míen mi familia. Les conocí a ellos antes queal fundador.

El fundador delante de nosotros

Fue sólo más tarde, durante el año de no-viciado, cuando descubrí al fundador, Eu-genio de Mazenod, que entonces no habíasido todavía proclamado beato. Leer suvida y sus textos fue para mí una auténticarevelación. Como escribí más tarde al Su-perior General, con él sentía una especialsintonía, me sentía reflejado en él. Con sor-presa por mi parte, el Superior General pu-blicó aquella carta mía en un documentosuyo dirigido a toda la Congregación,como testimonio de cómo los jóvenes“sentían” al fundador. A medida que leíalos textos de Eugenio de Mazenod trans-cribía y traducía del francés aquellos pensa-mientos que más me llamaban la atención.Cuando aquella pequeña antología llegó amanos del Superior Provincial, inmediata-

Unidad y Carismas

Fabio Ciardi, o.m.i.

El fundador en las distintas etapas de mi vida

EXPERIENCIAS

La relación con el propio fundador cambia con el paso de los años. Es como el proseguirse de lasestaciones, cada una de las cuales tiene sus propias características y su propia belleza.

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mente decidió que se publicara. Así fuecomo, siendo todavía novicio, llevé a cabomi primer escrito sobre el fundador.

En aquellos mismos años empecé tam-bién a frecuentar el Movimiento de los reli-giosos y tuvieron lugar mis primeros en-cuentros con Chiara Lubich, que nos invi-taba constantemente a mirar a nuestros fun-dadores. Fue precisamente el día de micumpleaños de 1974 cuando ella, dirigién-dose a nosotros, religiosos jóvenes, nos in-vitó a «estudiar bien a vuestro fundador en suscomienzos, durante los primeros años de su vida.No para imitarlo pedestremente –porque a lossantos no se los imita pedestremente– sino parahacer la voluntad de Dios como él la hizo». ¡Elfundador cuando era joven! Era el periodode su experiencia que más me atraía. Es-cribí mi primera biografía de él con ocasiónde su beatificación, y en la portada quiseque se pusiera un retrato suyo de cuandotenía unos treinta años, en la que se le veíajoven, voluntarioso, con un fuego dentroque se percibía en su mirada; eran los añosen los cuales se había lanzado a anunciarcon fuerza el evangelio en la ciudad y porlos pueblos, conquistando decenas de jóve-nes, reuniendo gente sencilla deseosa depoder escuchar finalmente la Palabra deDios en un lenguaje accesible para ellos,arrastrando tras de sí compañeros con losque compartir vida e ideales…No me gus-taba, sin embargo, el retrato que lo presen-taba ya anciano, con pelo largo blanco, y elrostro con signos de cansancio y agota-miento a causa del trabajo realizado a lolargo de su vida.

Para mí, como para cualquier otro jovenreligioso, el periodo de mi primera forma-ción se corresponde con el momento de miacercamiento al fundador. Son los años enlos que se aprende a conocerlo y a amarlo,se estudian sus escritos y las etapas de suvida para comprender cada vez más pro-fundamente sus enseñanzas e ideales, y po-

der así asimilarlos. Se le ve delante, comoun maestro que enseña y como un modeloque indica el camino para seguir a Jesús,cómo vivir el Evangelio, cómo servir a laIglesia.

Apenas terminada la primera forma-ción, me llamaron a participar en un grancongreso, organizado por el gobierno cen-tral de los oblatos, sobre el carisma del fun-dador. Era el más joven de todos. Durantetres semanas estudiamos a fondo la histo-ria pasada y reciente de la Congregación,tratando de identificar los aspectos funda-mentales de la misma. Me di cuenta de queya había asimilado muchos elementos delcarisma, y otros me parecían especialmen-te interesantes. Más tarde me llamaronpara dar mi aportación a la reelaboraciónde las Reglas, haciendo un trabajo históri-co. En ese momento me pareció que mifundador ya no estaba delante de mí, sinoque empezaba a hacerse vivo en mí, hastael punto de comenzar a ofrecer una aporta-ción a mi familia religiosa. Sólo entoncespodía decir que mi primera formación sehabía completado.

En aquellos años nacieron los “Cuader-nos de Vermicino”, una serie de estudiossobre el fundador, realizados en el estu-diantado de teología de Vermicino (Frasca-

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Esto me dio la oportunidad de es-tudiar de cerca otros fundadores yotros carismas. Me parecían todostan bonitos que me hubiera gustadopertenecer a todos y cada uno deellos: el franciscano, el jesuita, elpaúl, el pasionista… Me interesabanlos otros fundadores tanto como elmío, y las otras congregaciones tan-to como la mía.

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ti), del que por entonces había sido nom-brado formador. Era una manifestación delnaciente interés de toda la comunidad porel fundador. Una comunidad que, puestaante su fundador, fue escribiendo lo quetendrían que ser las líneas fundamentalesde nuestro programa. Allí escribí breve-mente la génesis de lo que fue nuestro ir alencuentro del fundador, una experienciaque había compartido y seguía compartien-do con mis compañeros de estudio: «En1969, durante el noviciado en Marino, comenza-mos a acercarnos a las fuentes que nos iban apermitir adentrarnos en el alma de nuestro fun-dador. Empezamos a hacer visitas frecuentes alArchivo de la Postulación, al Archivo General, ahablar entre nosotros de las impresiones y senti-mientos que suscitaba en nosotros el acercarnos aesta persona tan viva y extraordinaria. No co-nocíamos aún de forma explícita lo que supone elsentido teológico del carisma de un fundador. Y,sin embargo, sentíamos que, en cuanto oblatos,teníamos que recorrer el camino que había hechoel primer oblato, volver a hacer su misma expe-riencia de Dios, a sentir en nosotros su mismapasión por Cristo, por la Iglesia abandonada, lamisma ansia apostólica, la misma urgencia deanunciar el evangelio a los pobres, a los másabandonados, con aquella creatividad y aquellacapacidad de improvisar que él tenía. En resu-men, comprendimos que, para ser capaces de ad-herirse a la realidad de hoy y estar abiertos a lonuevo que habría de venir, era necesario mirarlea él, preguntarle a él, actuar de tal manera que élpudiese, de nuevo, contarnos y transmitirnos suexperiencia».

El fundador detrás de nosotros

Entre tanto, mi participación en la vidade la Obra de María, y en particular en elMovimiento de los religiosos, que es una desus ramas, iba intensificándose, y con ellola comunión con religiosos de diferentes ca-rismas. Desde mi primer encuentro, al final

del noviciado, me atrajo la belleza de launidad que reinaba entre ellos, de la ten-sión sincera a vivir la radicalidad evangéli-ca y la santidad, algo que les unía entre sí atodos ellos. Comencé también a compren-der mejor la belleza de las otras vocaciones,lo cual supuso para mí experimentar ungran gozo.

Como en el caso de los religiosos que en-contré al comienzo de mi formación, tam-bién entonces me sentí arrastrado por lafuerza de esta unidad y empecé a reunirmeregularmente con miembros de diferentescongregaciones, de todas las partes delmundo. Chiara Lubich había explicadocuál debía ser el sentido de una tal comu-nión: «El carisma de la unidad –nos dijo en1974– pone en movimiento a los hijos de los fun-dadores, y hace que se conozcan y se unan entresí. Y, como la caridad es fuente de luz, cada unoes iluminado en su propia vocación, la cual sien-te dentro de sí, porque, si ese religioso es hijo deun santo, posee naturalmente una gracia de filia-ción dentro de sí (…). La caridad reaviva en ellosla sangre del fundador, la hace circular y ese reli-gioso se hace cada vez más benedictino, cada vezmás franciscano, etc.». «Nosotros –había escri-to años antes– sólo tenemos que hacer circularel Amor entre las diferentes Órdenes. Se tienenque comprender, entender, amar como se aman[entre ellas] las Personas de la Santísima Trini-dad. Entre ellas tiene que existir el Espíritu San-to que las una, porque cada una de ellas es expre-sión de Dios, del Espíritu Santo».

Esta experiencia de comunión me acom-pañó en la elaboración de mi tesis de docto-rado, cuyo tema era “el carisma del funda-dor”; no directamente el mío, sino la figuradel fundador en cuanto tal. Esto me dio laoportunidad de estudiar de cerca otros fun-dadores y otros carismas. Me parecían to-dos tan bonitos que me hubiera gustadopertenecer a todos y cada uno de ellos: elfranciscano, el jesuita, el paúl, el pasionis-ta… Me interesaban los otros fundadores

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tanto como el mío, y las otras congregacio-nes tanto como la mía.

Por entonces comencé a enseñar teologíaespiritual y teología de la vida consagradaen el Instituto Claretianum, en la Universi-dad Lateranense, en la Universidad Salesia-na… Daba cursos y conferencias en novi-ciados, en congresos de religiosos y religio-sas, y sobre los temas más diversos en dife-rentes ámbitos eclesiales… Sentía que estome abría a la Iglesia y a las diferentes fami-lias religiosas, llevado como de un impulsoa trabajar cada día más por alcanzar el Utomnes pedido por Jesús al Padre: Utomnes… que “todos” sean uno. Y esto hastael punto de que, en un determinado mo-mento, tuve la impresión de que me iba ale-jando cada vez más de mi fundador, de queiba perdiendo incluso mi propia familia re-ligiosa.

En ese tiempo escribí lo siguiente: «Pero¿es posible que mi fundador se me haya eclipsadotan de golpe, sin previo aviso y sin un verdaderomotivo? ¿Por qué ha desaparecido de mi horizon-te? Le he amado, lo amo aún, pero ya no lo veoante mí, ya no lo siento. Estoy como un huérfa-no, no tengo ya padre. Cuando lo encontré mesentí fascinado. Su vida y sus escritos fueronpara mí una auténtica revelación. Sentía unagran sintonía con todos sus ideales... Visité loslugares en los que vivió, buscando sus huellas:Aix-en-Provence, Saint-Laurent-du Verdon,Marsella... Quería conocerlo en su propio am-biente. La elegancia de su ciudad natal, el fuegode la Provenza, los colores de Cézanne, el vientomistral repentino y violento me hablaron de él.He sentido muy cerca a este santo sin milagros,sin fenómenos místicos llamativos, apasionado,impulsivo, soñador, de grandes ideales…Y ahora¿dónde está?, ¿dónde se ha escondido?».

«¿Y mi familia? ¿No son, los oblatos, la fami-lia más unida que existe en el mundo? ¿Dóndeestán mis hermanos? También a ellos los sientolejos. He querido locamente a mi familia. ¿Porqué ahora me siento sin familia?».

Finalmente comprendí: «Te tenía delantede mí, y cuanto más me acercaba a ti más fami-liar me resultabas. Pero no eres tú la meta. Tú notenías delante de ti un fundador al que seguir.¡Tenías a Jesús! Y quieres que así sea también enmi caso. Ya no te veo porque ya no te tengo de-lante de mí, sino quizá dentro de mí. No te veo,porque quieres que mire a aquel que tú mirabas,porque quieres que siga a aquel al que tú seguiste:¡es a Él quien tengo ante mí!».

Todo fundador lleva a Cristo. El funda-dor no llama para sí, sino que orienta aCristo. Indica el camino del seguimiento deCristo. La “vuelta al fundador” implica asíalgo más radical: llegar a donde él llegó: di-rectamente a Cristo y al evangelio. Tieneque quedar viva la convicción de que, comoleemos en la Exhortación apostólica VitaConsecrata, «la garantía de toda renovación quepretenda ser fiel a la inspiración originaria estáen la búsqueda de la conformación cada vez másplena con el Señor» (nº 37).

Si el camino de formación comienza conmirar al fundador y seguirlo, tiene que lle-gar un momento en que él pase detrás y em-puje hacia delante, para recrear hoy lo queél hizo en el pasado. Estamos llamados avolver a recorrer su misma experiencia cre-ativa, a dejar que el Espíritu realice en no-sotros lo mismo que realizó en él: dejarseguiar en el misterio de Dios, en la configu-ración con Cristo, en el evangelio vividocon radicalidad, en la lectura de los signosde los tiempos, en las respuestas a las ur-gencias de la Iglesia y de la sociedad. Vi-viendo así no ya para sí mismos, sino parala Iglesia. Sólo así un religioso o una reli-giosa puede realizar verdaderamente laobra de Dios, como la realizó el fundador;y se está en la avanzadilla del carisma, enprimera línea.

Un nuevo encuentro con el fundador

Los últimos veinte años de mi vida los he

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vivido en esa particularísima comunidadque es el Centro internacional del Movi-miento de los religiosos, formada por unpequeño grupo de hombres provenientes deórdenes y congregaciones diferentes, y dedistintas nacionalidades, que están al servi-cio de centenares de religiosos que, en todoel mundo, han acogido la espiritualidad dela unidad de la Obra de María, y han queri-do que ella les inspirase en el vivir y encar-nar el propio carisma. Un servicio que, conel permiso de mis superiores, me ha llevadoa viajar por los más diversos países delmundo y a encontrarme con religiosos demuy diferentes carismas. Así mi familia sehizo cada vez más grande hasta ser capazde abrazar a las otras familias religiosas.

Podría pensarse que la lejanía física de lacomunidad oblata y la convivencia diariacon religiosos de otros institutos me haríanperder mi “identidad” carismática. De he-cho, aunque seguía trabajando para mi con-gregación, dedicaba la mayor parte de mitiempo al Movimiento de los Focolares y alas otras familias religiosas.

Personalmente estaba convencido de quecuanto más entrase en la dinámica de la co-munión, olvidándome de mí (incluso deaquello que sentía más propio, como era elcarisma de mi fundador) para vivir el otro yamarlo en su realidad más profunda (su ca-risma y su fundador), tanto más habría cola-borado en la realización de la “comunión delos santos” y, en ella, habría encontrado miauténtica realidad. Creía en aquello quehabía escrito Chiara Lubich: «Cuando Jesúsdijo: “Donde dos o tres están reunidos en mi nom-bre, allí estoy yo en medio de ellos”, había queridoincluir ciertamente: “Donde un franciscano y unbenedictino, o un carmelita y un pasionista, o unjesuita y un dominico…están unidos en mi nom-bre, allí estoy yo…”. Y si verdaderamente estáJesús entre ellos, el resultado tendría que ser que elencuentro con él haría al franciscano mejor fran-ciscano, y al dominico mejor dominico».

Hace dos años fui llamado por mi Supe-rior General al centro de la Congregaciónpara poner en marcha un nuevo organismoque tendría la tarea de promover el estudioy la investigación sobre la vida y la misiónde los oblatos. Me encomendaron el tesoromás valioso de la Congregación, la conser-vación de la herencia carismática, con elencargo de introducir sobre todo a las nue-vas generaciones en el conocimiento delfundador, en la historia del Instituto, y en lareflexión sobre lo que hoy se está viviendoy las respuestas que han de darse a los nue-vos desafíos.

Y aquí estoy de nuevo, como cuando eranovicio, volviendo a leer las fuentes, redes-cubriendo, haciendo descubrir y difundien-do el patrimonio de vida guardado en losarchivos, que no son tumbas, sino fuentesde inspiración. He fundado una revista deestudio, “Oblatio”, en las tres lenguas prin-cipales del Instituto: francés, inglés y es-pañol. He comenzado a tomar contactocon las universidades y los institutos supe-riores de cultura de la Congregación. Estoydando retiros sobre el carisma en todos loscontinentes… Y sobre todo estoy encon-trando una relación nueva con san Eugeniode Mazenod.

En esta nueva fase de mi vida está na-ciendo en mí una relación con él algo dife-rente, quizá algo más afectiva; en parte de-bido a la nueva misión que se me ha confia-do, y también a los años que voy ya tenien-do. Ahora me gusta la foto que lo presentaviejo, ya con setenta y ocho años, marcadopor las pruebas, que deja ver una cierta in-quietud y un cansancio sufrido. Me pareceque lo comprendo mejor. Sigue siendo unmaestro al que escuchar, un santo al queimitar, un padre a quien amar, pero sobretodo se está convirtiendo en un intercesoral que rezar, quizá en un hermano, un ami-go con el que compartir preocupaciones,proyectos, sueños…

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LLLLA gran pregunta que surge cuandomuere el fundador o la fundadora deuna Obra de Dios en la Iglesia es

siempre ésta: “¿Cómo ir adelante, cómo lle-var adelante el carisma del fundador, cómova a ser la relación entre el fundador yquien le sucede?”.

Siendo aún reciente la desaparición deChiara Lubich, fundadora del Movimientode los Focolares, la experiencia de “despuésde la fundadora” es muy viva. De esto noshabla la nueva presidenta, María Voce(Emmaus) en el libro-entrevista en diálogocon Paolo Lòriga y Michele Zanzucchi.

En este artículo queremos presentar suexperiencia, recogiendo de sus respuestas elitinerario de su relación con la fundadora,que, si por una parte es único, por otra pue-de ayudarnos a comprender cómo cadauno puede relacionarse con el fundador ocon la fundadora de su orden, movimientoo comunidad.

Ya desde su primer contacto con el Mo-

vimiento de los Focolares, María Voce tuvomuy clara su relación con Chiara Lubichcomo fundadora. Dejamos la palabra aella:

«Mi encuentro con el Movimiento fue simple,y lo mismo ha sido el camino sucesivo. Nunca hecorrido el peligro de caer en el culto a la persona-lidad de Chiara, pues al principio no conocía aChiara, sino a personas que habían adoptado elcarisma que Dios les había encomendado y lovivían. Cuando luego conocí la historia de Chia-ra, ya la había visto hecha vida en un grupo depersonas normales» .

Esta primera experiencia pone de relieveque no fue la personalidad de la fundadoralo que le atrajo, sino el Carisma, del queella era la portadora.

Siendo estudiante universitaria, conocióen Asís una comunidad fundada por donGiovanni Rossi . Afirma entre otras cosas:«Me dio la impresión de que todo se apoyaba enuna figura carismática» (p. 215). Es decir, le

Bernadette Verhegge

Siempre he intentado beber del Dios...que encontraba en Chiara

EXPERIENCIAS

Diálogo con María Voce (Emmaus) acerca de su experiencia como sucesora actual deChiara Lubich para el Movimiento de los Focolares, a través de su libro-entrevista La horade la confianza, Ciudad Nueva, Madrid 2013.

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parecía que el carisma y el fundador eracomo una única cosa y que cuando él falta-se, su carisma no habría permanecido. Sinembargo, su experiencia con el Movimien-to de los Focolares le hizo ver una clara dis-tinción entre la persona de Chiara y el Mo-vimiento nacido de ella. Sus palabras sonmuy claras: «Pero esa impresión nunca la he te-nido con los Focolares, porque nunca he identifi-cado el Movimiento con Chiara En ella he vistola inspiración, la chista inspiradora, el inicio, eldon de Dios. Pero antes, y también después, hevisto lo que Chiara había producido, la comuni-dad generada por ella» (p. 215).

La primera relación es con Dios

Hay que subrayar también que su llama-da no está ligada a la persona de Chiara,sino que propiamente se sintió elegida porDios. Afirma muy claramente que no fuedetrás de Chiara, ni siquiera cuando la co-noció, sino que ella ha seguido a Dios. Unpequeño hecho, referido por ella misma,nos lo confirma: cuando una focolarina, alcomienzo de haber conocido el Movimien-to, le preguntó si había escrito a Chiara, lerespondió: «No, ¿por qué tendría que escribir-le?» y explica: «¿Qué sentido tenía en mi casoescribirle a Chiara, si aún no tenía una relacióncon ella?» (p. 217).

Dios es quien determina toda su vida. Laprimera relación es con Dios.

Incluso la primera vez que tuvo la oca-sión de encontrarse y hablar con Chiara nocambia, más aún, se afianza su convicciónde que fue Dios quien la llamó: «Intuí queJesús Abandonado era mi ideal, no el focolar, norecorrer el camino de Chiara. Me atraía con másfuerza Dios que el focolar» (p. 218). Esto es,como ella misma dice, lo que le ha procura-do una gran libertad interior para moversey tomar decisiones, y esta determinación deseguir a Dios solo la ha acompañado y laacompaña hasta hoy.

Por eso, hablando de su último saludo aChiara, afirma: «Aun en medio del dolor de lapartida de Chiara, sentí que todo continuaba.Ella se iba, pero todo continuaba. Espero (…)que no se piense que no soy consciente del donque Chiara ha sido para la humanidad. No, soyconsciente de ello, absolutamente. ¡Pero es Diosquien me atrajo!» (p. 217).

Se percibe por todo esto, una constantede su relación con Chiara como puerta aDios, como “mediación” de Dios para losque son tocados por el carisma, y al mismotiempo se pone de relieve qué es el funda-dor de una Obra de Dios: «Siempre he visto aChiara más grande que ella misma, porque esta-ba habitada por Dios y por ese sueño de Dios quees la unidad. De modo que siempre he intentadobeber del Dios, del Infinito, del Absoluto que en-contraba en Chiara, del que Chiara fue y es reve-ladora. Precisamente por esto me parece que nome podía quedar en Chiara, y no puedo quedar-me en ella tampoco ahora» (p. 218).

Hablando de su elección como presiden-ta del Movimiento de los Focolares, sigueacentuando que es siempre Dios el que con-duce su vida: «Ahora me siento más libre.También en este caso pienso que Dios fue un ca-ballero conmigo: no soy presidenta porque Chia-ra me haya designado, sino porque es la volun-tad de Dios. A Chiara le dio el don de la unidad,para mí y para todos los demás, y yo le sigo a Él»(p. 218).

Puede decirse que en cada etapa de suandadura aflora la convicción de que la vo-luntad de Dios está siempre a la base de suactuar, de sus opciones. Incluso su elecciónestuvo totalmente marcada por este ele-mento:

«Convencida de que fue Dios quien me pedíaeste servicio a la Obra tras la muerte de Chiara»(p. 13). «Yo no seguí a Chiara, y lo vuelvo a de-cir: “no seguí a Chiara”, aunque sé que soy suheredera como presidenta del Movimiento. Yo se-guí a Dios, a Jesús en medio del Movimiento, elmismo que Chiara inspiró y provocó» (p. 216).

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Pensando en los años venideros, a la pre-gunta que le plantean sobre si piensa seguiradelante después de su primer mandatocomo presidenta del Movimiento de los Fo-colares, responde con la misma certeza:

«No tengo intención ni de quedarme ni deirme: solo quiero hacer lo que Dios me indiqueque es útil que haga» (p. 13).

La relación con Chiara

Hablando de su experiencia de estosaños como presidenta del Movimiento delos Focolares, da a entender cómo su rela-ción con Chiara no es una relación de de-pendencia, de imitación, sino de plena li-bertad. Dice explícitamente cómo vive ellasu relación con la fundadora como presi-denta y sucesora suya. Explicando que ellano quiere para nada imitar, tener como mo-delo a la fundadora, afirma que tampocosus primeras compañeras hicieron esto.Cito sus palabras:

«Yo no he encontrado entre las primeras foco-larinas ninguna que me llevase a pensar: “Mira,estas dos se parecen porque tratan de amoldarse aChiara”. Más bien diría que son muy distintasuna de otra. Probablemente usan el mismo len-guaje que Chiara, porque se han alimentado deél. Pero cada una añade los trazos de su propiapersonalidad» (19).

Después precisa qué entiende con esta“no imitación” de la fundadora, para evitarcualquier equívoco sobre la importancia dela misma:

«Por lo que a mí respecta, nunca he creído quetuviera que imitar a Chiara en las cosas externas,como el aspecto físico o su forma de hablar. Pro-curo más bien tomar de Chiara lo esencial de suespiritualidad e intento imitar o más bien vivirde lo que nos daba» (p. 19).

Establece una clara diferencia entre se-guir a Chiara en la vida personal, dondecada cual responde al carisma de Chiara,con su personalidad, tal como queda acla-

rado en las citas anteriores, y entre seguir-la en lo referente al gobierno del Movi-miento.

Hablando del gobierno del Movimiento,da a entender que en este caso imita, comoella dice, sí y no a la fundadora. Pero haceuna distinción de actitud en la relación conChiara, entre cuando se trata del estilo devida y cuando tiene que ver con la concreti-zación, y la encarnación:

«En cuanto a imitar a Chiara en el gobiernode la Obra, pues sí y no. Sí porque, lógicamente,he procurado tomar de ella su afán tanto de cap-tar de Dios lo que convenía hacer en la Obra,como de contrastar lo que había captado de Dios,ante todo con sus colaboradores más directos. Eneste sentido trato de inspirarme en el estilo quetenía Chiara para guiar la Obra» (20-21).

«Percibo el empeño de actualizar lo que ellaha realizado, sin descuidar nada de lo que esesencial, su testamento, y a la vez dejando quecaigan cosas que no me parecen esenciales (…).Chiara ya no está, pero la Obra puede y debe se-guir avanzando, y se puede introducir una nove-dad aunque Chiara directamente no la haya vis-to realizada» (p. 227).

Contando su experiencia como presiden-ta, se transparenta la libertad, pero tambiénla conciencia de que la inspiración de lafundadora permanece siempre fundamen-tal y es muy clara cuál debe ser la relacióncon lo que ella transmitió a quien le sucediódespués, en la nueva fase que vive el Movi-miento:

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«Siempre he tratado de acudir a Dios,al Infinito, al Absoluto que estaba enChiara, del que Chiara fue y es revelado-ra. Precisamente por esto me parece queno me podía quedar en Chiara, y no pue-do quedarme en ella tampoco ahora»

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«La seguridad y tranquilidad con que estamosavanzando derivan en el fondo del darnos cuentade que podemos cambiar en varios aspectos, quepodemos ser distintos respecto a ciertos usos, quepodemos cambiar incluso totalmente en algunascosas, siempre que no queden alterados la esenciade la espiritualidad y el núcleo del carisma quenos dejó Chiara, y llevar a cabo la Obra haciahorizontes aún sin explorar y que descubriremosjuntos» (p. 17)

La actualización del carisma

Con otras palabras subraya aún más cla-ramente que de Chiara toma propiamentelo esencial, el carisma, pero para las res-puestas concretas trata de dejarse guiarpor el estilo de vida de Chiara, que con-sistía también en interpelar a sus colabora-dores:

«Me sorprendo preguntándome qué haría enmi lugar, cómo respondería, qué decisiones to-maría. Y tengo la impresión de que ella me ayu-da a captar lo esencial (…). Cada vez más notoque me guía y me orienta cuando busco una res-puesta y debo tomar una decisión compartidacon mis colaboradores (…). Mi relación con ellaes más intensa que antes, más interior. No mesale imitarla, sino pensar cómo tomaría ella hoytal decisión, qué diría en determinada ocasión»(p. 227).

De captar las cosas de Dios y de confron-tarlas también con sus colaboradores, se si-gue que ella se encuentre con la libertad decambiar, de hacer diversamente de lo que,

tal vez, la fundadora hubiera hecho: en-cuentre también la libertad de cambiar, dehacer diversamente de lo que tal vez la fun-dadora habría hecho:

«A nosotros nos corresponde encarnar lo queChiara nos dejó para vivir, y vivirlo hoy, con loque eso conlleva. Lo cual significa hacer lo posi-ble por adecuar la respuesta del carisma a los de-safíos y requerimientos del presente.

Me doy perfecta cuenta de que en ciertas si-tuaciones nuestra fundadora podría haber actua-do de otra manera, y no me asusta pensar, casicomo una certeza que me surge dentro: Chiarahabría actuado de otra manera (…). Debo decirque muchas veces, gracias a Dios, no me ha fal-tado la confirmación interior e incluso exteriorde que la decisión era buena; es decir, el desarro-llo posterior de los acontecimientos me ha demos-trado que las cosas no han ido mal, aun cuandoen algunos ámbitos había tomado decisiones endiscontinuidad –no digo ruptura– con la formade hacer de Chiara» (p. 21).

En las palabras de conclusión del libroquizá podemos encontrar una síntesis de suactitud de fondo, que expresa cómo ve yvive ella su relación con la fundadora:

«Cada cual debe ser él mismo delante deDios. Más bien quisiera dejar un Movimientoconsolidado, que avance siempre hacia fronterasmás bien lejanas (…). No creo que quien me su-ceda se halle en condiciones muy distintas de lasmías; seguirá a Dios y a Chiara como yo he se-guido a Dios y a Chiara. La segunda, la tercera,la cuarta o la quinta tendrán que añadir su la-drillo al edificio, y hacerlo con la gracia queDios le da a cada uno para realizar su tarea.Será una gracia distinta, porque los tiemposserán distintos y las exigencias de la humanidadtambién» (p. 232).

1 M. Voce (En diálogo con Paolo Lòriga y Mi-chele Zanzucchi), La hora de la confianza, CiudadNueva, Madrid 2013, p. 215.

2 Fundador de Pro Civitate Cristiana.

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«A nosotros nos corresponde encarnarlo que Chiara nos dejó para vivir, y vivir-lo hoy, con lo que eso conlleva. Lo cualsignifica hacer lo posible por adecuar larespuesta del carisma a los desafíos y re-querimientos del presente»

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EEEES un prejuicio difundido que el mun-do protestante no “reconoce a lossantos”. En realidad, el heroísmo de

la entrega radical a Dios se siente fuerte-mente en las Iglesias de la Reforma.

Según este criterio, el volumen ofrece unbatallón de grandes personajes cristianos delas Iglesias Reformadas que merecen ser“conmemorados”. Fruto del trabajo de másde 60 colaboradores pertenecientes a lasIglesias Protestantes, dirigido por James Pu-glisi y Stefan Tobler, el Dizionario recoge 341perfiles de testigos de fe, desde Lutero anuestros días, provenientes de los más diver-sos ámbitos confesionales de las Iglesias Lu-teranas, Reformadas, Metodistas, Anglica-nas, Pentecostales y otras, cada una bajo ladirección de un experto de prestigio en sucampo.

En un mundo que está afirmando conevidencia creciente su propia autonomía deDios y de la naturaleza, el discípulo de Cris-to, que ha redescubierto en su existencia la

relación armoniosa con Dios, con los hom-bres y con la naturaleza, puede ser un signotangible de la presencia de Dios creador yde Cristo redentor en el mundo y en la his-toria. [...]

Como es sabido, el modo de relacionarsecon los santos declarados oficialmente porlas Iglesias constituye uno de los puntos quecrean dificultad en el diálogo ecuménico.Sin entrar en el tema del culto de los santos,y para atenernos a la identificación del santoy de la santidad, será útil aclarar algunasconvergencias y divergencias entre las Igle-sias en este campo. Sobre el tema de la santi-dad, junto con percepciones distintas, emer-gen convergencias importantes.

En primer lugar, podemos encontrar enlas distintas tradiciones cristianas una coin-cidencia sustancial al delinear el conceptode santidad y la figura del santo. La santidadde los santos es una participación gratuitade la santidad del único Santo. Cristo es elsanto por naturaleza, mientras que los san-

N.º 87 - Julio -Septiembre 2013

Elena Cardinali

Sobre la santidaden las Iglesias de la Reforma

NUEVOS HORIZONTES

Como complemento de la Bibliotheca Sanctorum y de la Enciclopedia dei Santidelle Chiese Orientali, el volumen Testimoni della fede nelle Chiese della Rifor-ma, editado por Cittá Nuova, ofrece un panorama inédito y original de la extraordinariariqueza de fe en las Iglesias Reformadas.

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tos los son por gracia. La santidad no seidentifica con un comportamiento o unacualidad moral, sino que, participada porgracia, se ha de testimoniar en la vida o tam-bién puede oscurecerse culpablemente.Dado que la Iglesia es una comunidad quese extiende no sólo por las diversas áreas ge-ográficas, sino también en el tiempo, ayer,hoy y mañana, todas las tradiciones hablande una comunión de los santos, entendiendocon esta expresión el vínculo que une a losfieles vivos entre ellos, la relación íntima delos fieles con las tres Personas divinas y conlos santos que ya no viven en esta tierra.

Naturalmente, dentro de esta concepcióngeneral existen apreciaciones muy diversifi-cadas, en particular por lo que se refiere a lacomunión de los santos. Pero, más allá decualquier discusión o puntualización, no sediscute que la santidad construye comunióny es salvaguarda de la unidad de los cristia-nos y de las Iglesias. Sobre todo en nuestrosdías se habla de un ecumenismo de los san-tos y de los mártires, en el sentido de que lossantos y los mártires viven ya la realidad delúnico reino de Dios, por encima de toda di-visión. Esta acepción de la comunión de lossantos sobrepasa y elimina todas las barre-ras de pertenencia y divisiones confesiona-les. [...]

La santidad en la óptica protestante

Si la visión católica de la santidad estámodelada sobre el misterio de la encarna-ción y la ortodoxa sobre la resurrección, laprotestante hunde claramente sus raíces enla teología de la cruz y en la justificación porla gracia. El santo es aquel que vive los clási-cos cuatro solus: vive solo de la Palabra deDios, en un seguimiento fiel; confía en la solagracia, desconfiando de sus energías y obras;se confía a solo Cristo, como único mediadorpara su justificación; y por último, vive lasola fe, que es confianza en Dios y fuente de

ánimo. Naturalmente, estas fuertes manifes-taciones no se han de banalizar con exclusi-vismos superficiales. De descubrir el verda-dero significado de la justicia de Dios, Lute-ro comprende también el sentido profundode la santidad: si la justicia divina no es cas-tigo o amenaza, sino misericordia y condes-cendencia amistosa, entonces la santidad esla acogida de este Dios que viene al encuen-tro de forma amistosa y gratuita. Lutero in-vita a apartar la mirada de los santos muer-tos del cielo y a dirigirse a los santos que vi-ven en la tierra, que son todos los bautiza-dos (cf. WA 15, 492). Santo es el bautizadoque es obediente a la Palabra de Dios y com-prometido respecto a los demás hombres.Animado por la Palabra de Dios que salva,vive en las dificultades y tentaciones una ex-periencia de sufrimiento y de culpa.

De la teología de la cruz, Lutero deducesu imagen de santo, caracterizada no por laperfección de un ideal realizado, sino por laconcreción de un hombre de carne y hueso,que es pecador, pero que está llamado a sersanto. [...]

El intercambio de dones de santidad y launidad de las Iglesias

La conciencia de la comunión de los san-tos debería llevar a las Iglesias a un inter-cambio de dones de santidad, de modo queesta sea no un punto de confrontación sinoun don recíproco. Este intercambio de donesllevará inevitablemente a un cambio de la si-tuación actual. Los santos, que actualmenteconstituyen un motivo de tensión y divisiónentre las Iglesias, se convertirán en un moti-vo y un vehículo de unión, y nosotros noshallaremos automáticamente, no frente a undesaparecido número de santos, privilegia-dos y fenómenos excepcionales en el senode las Iglesias, sino frente a Iglesias santas,que saben mostrar la plenitud del amor y dela obra salvífica de Cristo.

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MENSAJE DEL PAPA FRANCISCOA LOS CARMELITAS CON MOTIVO DEL CAPÍTULO GENERAL

(Extraemos algunos puntos de la carta enviada el 22 de agosto de 2013)

Vuestra Regla inicia con la exhortación a los hermanos a “vivir en obse-quio de Jesucristo”, para seguirle y servirle con un corazón puro e indiviso…Reflexionando sobre vuestros orígenes y sobre vuestra historia, y contem-plando la inmensa estela de cuantos han vivido a través de los siglos el caris-ma carmelita, descubriréis así vuestra vocación actual de ser profetas de es-peranza. Y es precisamente esta esperanza en la que seréis regenerados. Confrecuencia aquello que aparece nuevo es algo muy antiguo iluminado poruna nueva luz…

Vosotros os definís como contemplativos en medio del pueblo. En efecto,si es verdad que estáis llamados a vivir en las alturas del Carmelo, también escierto que estáis llamados a dar testimonio en medio del pueblo. La oraciónes el “camino real” que nos abre a la profundidad del misterio de Dios Unoy Trino, pero es también el camino obligado que se nos abre en medio alpueblo de Dios, peregrino en el mundo hacia la Tierra Prometida…

Los santos carmelitas han sido grandes predicadores y maestros de ora-ción… A lo largo de vuestra historia, los grandes Carmelitas han sido unfuerte reclamo a la raíz de la contemplación, raíz fecunda siempre de la ora-ción. Aquí está el corazón de vuestro testimonio: vivir, cultivar y transmitirla dimensión “contemplativa” de la Orden… ¡Un carmelita sin esta vidacontemplativa es un cuerpo muerto! Hoy, más que en el pasado, es fácil de-jarse distraer por las preocupaciones y por los problemas de este mundo ydejarse fascinar por sus falsos ídolos. Nuestro mundo está dividido de mu-chas maneras; el contemplativo, en cambio, vive la unidad y constituye unafuerte llamada a la unidad.

Ahora más que nunca es el momento de descubrir el sendero interior delamor y ofrecer a la gente de hoy, en el testimonio de la contemplación, en lapredicación y en la misión, no atajos inútiles, sino aquella sabiduría queemerge de meditar “día y noche la ley del Señor”, Palabra que siempre llevajunto a la cruz gloriosa de Cristo.

El testimonio del Carmelo en el pasado pertenece a la profunda tradiciónespiritual crecida en una de las grandes escuelas de oración. Esta ha suscita-do el coraje de hombres y mujeres que han afrontado el peligro e incluso lamuerte. Recordamos solamente los dos grandes mártires contemporáneos:santa Teresa Benedicta de la Cruz y el beato Tito Brandsma.

El testimonio de vuestro amor y de vuestra esperanza, enraizados en la pro-funda amistad con el Dios vivo, puede llegar como una “brisa ligera” que re-nueva y revigoriza vuestra misión eclesial en el mundo de hoy. A esto estáisllamados.

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