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Dentro y más allá de la crisis Renacer desde la purificación. Crisis actual y vida religiosa Jesús Morán Suscitar la profecía Paolo Monaco, s.j. La crisis económica: síntoma de un problema de fondo Carlos García Andrade, c.m.f. Más allá del desafío, la comunión Marina Motta, s.b.g. De las cinco llagas de la Santa Iglesia: una profecía no escuchada Costanzo Donegana, p.i.m.e. N.º 88/2013 Octubre - Diciembre Unidad y Carismas

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Dentro y más alláde la crisis

Renacer desde la purificación.

Crisis actual y vida religiosa Jesús Morán

Suscitar la profecía Paolo Monaco, s.j.

La crisis económica:

síntoma de un problema de fondo Carlos García Andrade, c.m.f.

Más allá del desafío, la comunión Marina Motta, s.b.g.

De las cinco llagas de la Santa Iglesia:

una profecía no escuchada Costanzo Donegana, p.i.m.e.

N.º 88/2013 Octubre - Diciembre

Unidad y Carismas

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Edición italiana

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

Edición inglesa (Asia, África)

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

Edición francesa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

Edición alemana

«charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

Edición eslovena

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

Edición polaca

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

Edición española

Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Revista trimestral de espiritualidad y comunión

Edición portuguesa

«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; José

Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.

Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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3333Unidad y Carismas, N.º 88 Octubre - Diciembre 2013

DENTRO Y MÁS ALLÁ

DE LA CRISIS

Editorial

Dentro y más allá de la crisis:una “peregrinación del espíritu” Mauro Mantovani, s.d.b. 4

Perspectivas

Renacer desde la purificación.Crisis actual y vida religiosa Jesús Morán 10

Suscitar la profecía Paolo Monaco, s.j.. 17

La crisis económica:síntoma de un problema de fondo Carlos García Andrade, c.m.f. 19

Construyendo la historia desde dentro.El desafío educativo en tiempo de crisis Santino Bisignano, o.m.i. 25

Más allá del desafío, la comunión Marina Motta, s.b.g. 29

Testigos

De las cinco llagas de la Santa Iglesia:una profecía no escuchada Costanzo Donegana, p.i.m.e. 32

Angelo Clareno y Buenaventura.¿Hacia dónde va la historia? Theo Jansen, o.f.m.cap. 36

Experiencias

Saborear la crisis Guido Miglietta, o.s.j. 40

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Dentro y más allá de la crisis:

una “peregrinación del Espíritu”

HHHHOY se habla de “crisis” a distintos niveles, tanto que parece que todo el “mundo” estáen crisis. Crisis económica y financiera, crisis de sentido y de valores, crisis de la vidareligiosa y de las vocaciones, etc. Además se reafirma que no se trata solo de una crisis

de Occidente, porque en un mundo globalizado existen aspectos que ya pertenecen a todos y queimpregnan, aunque según modalidades y efectos diversos, a todas las culturas. Junto con la in-formación y la tecnología se globalizan por ejemplo la desigualdad, la injusticia, el ansia de po-der, el abismo entre ricos y pobres, las discriminaciones, etc.

Etimológicamente, la palabra “crisis”, leemos en un conocido Diccionario, tiene significa-ciones de orden médico, político, psicológico, moral, espiritual, deportivo, etc. Podría des-cribirse en general como un «estado de perturbación, de duda, de inseguridad en el equili-brio de una persona o de una colectividad», que en perspectiva económica y social manifies-ta normalmente una situación de «desequilibrio más o menos grave». El término griego kri-sis indica la decisión (del árbitro, en caso de batalla, de enfermedad) y también distinción,elección, división, controversia. Sabemos que comporta además el doble significado que,por una parte, indica una situación o momento difícil marcado por circunstancias desfavora-bles, pero, por otra parte, también una oportunidad nueva para un cambio y para una nuevafase. ¿Cómo ver, pues, la crisis? ¿Cómo leerla y cómo vivirla? ¿Cuáles son los auxilios quese pueden señalar para que no nos aplaste sino que pueda convertirse verdaderamente en unaoportunidad?

Caritas in veritate y crisis

Puede ser interesante examinar aunque sea sintéticamente la presencia del término “crisis” en

«La crisis nos obliga a reproyectar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrarnuevas formas de compromiso, apuntando a experiencias positivas y rechazando las negati-vas. La crisis se convierte así en ocasión de discernimiento y de nuevos planteamientos.Según esta clave, conviene afrontar, de manera más confiada que resignada, las dificultadesdel momento presente».

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el texto de la última encíclica escrita por el papa Benedicto XVI, la Caritas in veritate, en la queaparece el término crisis en 20 ocasiones.

Ante todo en el n. 21, al hablar de la preocupación con que se ve «el desarrollo y la perspecti-va de las crisis que se suceden en estos tiempos», la Caritas in veritate afirma que:

«Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un nuevo desarrollo fu-turo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos es-fuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista. Nos preocupa justamente lacomplejidad y gravedad de la situación económica actual, pero hemos de asumir con realismo,confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundoque necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobrelos cuales construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnosnuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias po-sitivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir yproyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, demanera confiada más que resignada»1.

Muchas veces la referencia a la crisis es de carácter específicamente económico y financiero2,pero a menudo va acompañada de amplias conexiones de carácter sociocultural como, por ejem-plo, en relación a la desocupación (n. 25), a la crisis alimentaria (n.27), al rol del Estado y de laautoridad política (n. 41), a la redistribución de las riquezas como respuesta a la pobreza y desi-gualdad (n. 42), a la participación de los Países emergentes o en vías de desarrollo (n. 42), a ladisminución de la natalidad (n. 44), a un mayor acceso a la educación (n. 61), a una autoridad gu-bernativa de carácter mundial (n. 67).

Benedicto XVI reconoce en la Encíclica que «rebajar las culturas a la dimensión tecnológi-ca, aunque puede favorecer la obtención de beneficios a corto plazo, a la larga obstaculiza elenriquecimiento mutuo y las dinámicas de colaboración. Es importante distinguir entre consi-deraciones económicas o sociológicas a corto y largo plazo. Reducir el nivel de tutela de los de-rechos de los trabajadores y renunciar a mecanismos de redistribución del rédito con el fin deque el país adquiera mayor competitividad internacional, impiden consolidar un desarrollo du-radero. Por tanto, se han de valorar cuidadosamente las consecuencias que tienen sobre laspersonas las tendencias actuales hacia una economía de corto, a veces brevísimo plazo. Estoexige una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines, ademásde una honda revisión con amplitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus dis-funciones y desviaciones. Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo re-quiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todaslas partes del mundo desde hace tiempo»3.

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5555Editorial

Los carismas de la vida consagrada, en este sentido, pueden constituir una propues-ta viva en vistas a una respuesta a la crisis, ante todo haciendo propia y educando a unanueva sobriedad, promoviendo una cultura de la solidaridad y de la participación.

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La crisis, pues, identificada como ocasión de discernimiento y de nuevos planteamientos, nosolo a nivel de economía y de finanzas, que representan una consecuencia directa, sino a nivelcultural. Este es un ámbito en el que la aportación de la vida consagrada puede ser realmente sig-nificativa.

Vita consecrata y crisis

La Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata escrita por el papa Juan Pablo II utili-za tres veces la expresión “crisis”. La primera la encontramos cuando dice que «los dolorososmomentos de crisis representan un apremio a las personas consagradas para que proclamen confortaleza la fe en la muerte y resurrección de Cristo, haciéndose así signo visible del paso de lamuerte a la vida»4.

La segunda y la tercera se encuentran al comienzo de la sección del Documento dedicada al“dinamismo de la fidelidad”, que nos parece importante reproducirlo por entero:

«Hay una juventud de espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho deque el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modoespecífico de ser, de servir y de amar. En la vida consagrada los primeros años de plena inserciónen la actividad apostólica representan una fase por sí misma crítica, marcada por el paso de unavida guiada y tutelada a una situación de plena responsabilidad operativa. […] La fase sucesivapuede presentar el riesgo de la rutina y la consiguiente tentación de la desilusión por la escasezde los resultados. Es necesario, pues, ayudar a las personas consagradas de media edad a revi-sar, a luz del Evangelio y de la inspiración carismática, su opción originaria, y a no confundir latotalidad de la entrega con la totalidad del resultado. Esto permitirá dar nuevo empuje y nuevasmotivaciones a la decisión tomada en su día. Es la época de la búsqueda de lo esencial.

En la fase de la edad madura, junto con el crecimiento personal, puede presentarse el peligrode un cierto individualismo, acompañado a veces del temor de no estar adecuados a los tiempos,o de fenómenos de rigidez, de cerrazón, o de relajación. […] La edad avanzada presenta proble-mas nuevos, que se han de afrontar previamente con un esmerado programa de apoyo espiritual.El progresivo alejamiento de la actividad, la enfermedad en algunos casos o la inactividad for-zosa, son una experiencia que puede ser altamente formativa. Aunque sea un momento frecuen-temente doloroso, ofrece sin embargo a la persona consagrada anciana la oportunidad de de-jarse plasmar por la experiencia pascual, conformándose a Cristo crucificado que cumple entodo la voluntad del Padre y se abandona en sus manos hasta encomendarle el espíritu. Este esun nuevo modo de vivir la consagración, que no está vinculado a la eficiencia propia de una ta-rea de gobierno o de un trabajo apostólico. Cuando al fin llega el momento de unirse a la horasuprema de la pasión del Señor, la persona consagrada sabe que el Padre está llevando a cum-plimiento en ella el misterioso proceso de formación iniciado tiempo atrás. La muerte será en-tonces esperada y preparada como acto de amor supremo y de entrega total de sí mismo. Es ne-cesario añadir que, independientemente de las varias etapas de la vida, cada edad puede pasarpor situaciones críticas bien a causa de diversos factores externos –cambio de lugar o de oficio,dificultad en el trabajo o fracaso apostólico, incomprensión, marginación, etc.–, bien por moti-

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vos más estrictamente personales, como la enfermedad física o psíquica, la aridez espiritual, lu-tos, problemas de relaciones interpersonales, fuertes tentaciones, crisis de fe o de identidad,sensación de insignificancia, u otros semejantes. Cuando la fidelidad resulta más difícil, es pre-ciso ofrecer a la persona el auxilio de una mayor confianza y un amor más grande, tanto a nivelpersonal como comunitario. Se hace necesaria, sobre todo en estos momentos, la cercanía afec-tuosa del Superior; mucho consuelo y aliento viene también de la ayuda cualificada de un her-mano o hermana, cuya disponibilidad y premura facilitarán un redescubrimiento del sentido dela alianza que Dios ha sido el primero en establecer y que no dejará de cumplir. La persona quese encuentra en un momento de prueba logrará de este modo acoger la purificación y el anona-damiento como aspectos esenciales del seguimiento de Cristo crucificado. La prueba misma serevelará como un instrumento providencial de formación en las manos del Padre, como lucha nosólo psicológica, entablada por el yo en relación consigo mismo y sus debilidades, sino tambiénreligiosa, marcada cada día por la presencia de Dios y por la fuerza poderosa de la Cruz».

Es interesante en este sentido notar el hecho de que cada época de la vida del consagrado estámarcada por fases “críticas” y por pruebas que indican un proceso de crecimiento y de autentici-dad en la respuesta a la llamada de Dios. Con realismo la Exhortación apostólica considera el he-cho de que siempre hay factores, tanto externos como estrictamente personales, que intervienenen las situaciones de crisis y de prueba.

Caminando desde Cristo, peregrinos hacia el futuro

Sin aminorar lo dramático del momento que vivimos, podemos notar la existencia de elemen-tos que contribuyen a evidenciar que en toda “crisis” hay que reconocer siempre aspectos bene-ficiosos, justamente porque inducen a la búsqueda de nuevos equilibrios, a nuevos estilos devida, al cultivo de lo esencial, a la determinación de potencialidades inexploradas o adormeci-das, a la posibilidad de dar pasos concretos con renovada responsabilidad y compromiso. Todoesto ¿no puede ser un indicador de nuevo impulso para la construcción social y eclesial, para unanueva ética y nueva antropología, para una nueva espiritualidad?

La “crisis” en curso, como he dicho, no es solo económica sino que es también, y sobre, todouna crisis de cultura y de pensamiento, y por eso necesita no solo de “soluciones técnicas”, sinoque revela una exigencia más profunda que atañe a nuestra existencia y que encamina hacia unadirección más solidaria y fraterna, y por esto más profundamente humana y más sostenible paratodos y de todos, marcada por un verdadero cambio de actitudes y de estilos de vida que repre-sentan una válida alternativa a la lógica individualista y consumista que parece imperar en lasdinámicas no solo del mundo empresarial.

Cuando se derrumba un gran edificio se abren espacios y paisajes inimaginables. Efectiva-mente, esta crisis ha catalizado muchos males oscuros de nuestra sociedad, desvelando toda lafragilidad, pero al mismo tiempo se ha manifestado portadora de grandes posibilidades paraajustar situaciones, comportamientos y mentalidades ya superadas y volver a ponerse decidida-mente en marcha hacia una sociedad más fraterna y solidaria. Y las señales de un desarrolloabierto a la fraternidad, al compartir y a las futuras generaciones no faltan: ¿cómo ponerlo sufi-cientemente en evidencia? ¿Cómo ser, como religiosos, un testimonio viviente?

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Unidad y Carismas

Los carismas de la vida consagrada, en este sentido, pueden constituir una propuesta viva envistas a una respuesta a la crisis, ante todo apostando y educando a una nueva sobriedad, promo-viendo una cultura de la solidaridad y de la participación como modelo y como remedio, pasan-do de una antropología del desarrollo a una verdadera y propia “teología del desarrollo”: un ca-mino hacia la plenitud de Dios, la dignidad de la persona y de la comunidad mundial, la asigna-ción a todo individuo de una función social, en términos de derechos y deberes activos y de co-rresponsabilidad de la polis mundial. Todo esto requiere el no razonar solo en términos naciona-les, como en otros tiempos, sino de manera que se pueda comprender y proponer instrumentosnuevos, redes nuevas, proyectos nuevos.

La globalización del mundo, con sus contradicciones, con su grave crisis económica, con losriesgos para las personas, los pueblos y el ambiente, presenta también importantes oportunidadesque hay que afrontar con decisión, para realizar lo que Benedicto XVI ha llamado “el anhelo delcristiano”, o sea «que toda la familia humana pueda invocar a Dios como Padre nuestro»5.

Desde el punto de vista de la espiritualidad, podemos preguntarnos también, y más en profun-didad, si es necesario superar la crisis, para volver a encontrar a Dios, o más bien si Dios no sedeja encontrar precisamente “desde” dentro mismo de la crisis, y hablándonos desde ahí, tienealgo importante que decirnos. No que una cosa excluya la otra, pero es verdad que toda crisis ensí misma –y la Sagrada Escritura nos lo muestra en la historia del pueblo de Israel– puede repre-sentar una verdadera y auténtica “llamada” de Dios, Él que es capaz de poner en crisis porquequiere cambiar las cosas junto con nosotros. La dinámica de la encarnación y del misterio pas-cual nos ha revelado en Jesús Crucificado y Abandonado al Dios que se ha hecho Él mismo “cri-sis” y que nos permite mirar con una luz nueva la historia individual y colectiva de la humanidadincluso cuando parece marcada por la oscuridad y por la falta de sentido y orientación, tal comosucede hoy. ¿Es tal vez esta la perspectiva por la que apostar y “comprometerse” en la nuevaevangelización, y acoger una renovada “profecía” de la vida consagrada?

Nos parece que el texto del Documento del 2002 Caminar desde Cristo, cuando habla de lanecesidad de «descubrir el sentido y la calidad de la vida consagrada», vaya en esta dirección:

«Las dificultades que hoy deben afrontar las personas consagradas asumen múltiples rostros,sobre todo si tenemos en cuenta los diferentes contextos culturales en los que viven. Con la dis-minución de los miembros en muchos Institutos y su envejecimiento, evidente en algunas partesdel mundo, surge la pregunta de si la vida consagrada es todavía un testimonio visible, capaz deatraer a los jóvenes. Si como se afirma en algunos lugares el tercer milenio será el tiempo delprotagonismo de los laicos, de las asociaciones y de los movimientos eclesiales, podemos pre-guntarnos: ¿cuál será el puesto reservado a las formas tradicionales de vida consagrada? Ella,nos recuerda Juan Pablo II, tiene una gran historia que construir junto con los fieles. Pero nopodemos ignorar que, a veces, a la vida consagrada no se le tiene en la debida consideración, eincluso se da una cierta desconfianza frente a ella. Por otro lado, ante la progresiva crisis reli-giosa que asalta a gran parte de nuestra sociedad, las personas consagradas, hoy de maneraparticular, se ven obligadas a buscar nuevas formas de presencia y a ponerse no pocos interro-gantes sobre el sentido de su identidad y de su futuro. Junto al impulso vital, capaz de testimo-nio y de donación hasta el martirio, la vida consagrada conoce también la insidia de la medio-cridad en la vida espiritual, del aburguesamiento progresivo y de la mentalidad consumista. La

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compleja forma de llevar a cabo los trabajos, pedida por las nuevas exigencias sociales y por lanormativa de los Estados, junto a la tentación del eficientismo y del activismo, corren el riego deofuscar la originalidad evangélica y de debilitar las motivaciones espirituales. Cuando los pro-yectos personales prevalecen sobre los comunitarios, pueden menoscabar profundamente la co-munión de la fraternidad. Son problemas reales, pero no hay que generalizar. Las personas con-sagradas no son las únicas que viven la tensión entre secularismo y auténtica vida de fe, entre lafragilidad de la propia humanidad y la fuerza de la gracia; ésta es la condición de todos losmiembros de la Iglesia. Las dificultades y los interrogantes que hoy vive la vida consagradapueden traer un nuevo kairós, un tiempo de gracia. En ellos se oculta una auténtica llamada delEspíritu Santo a volver a descubrir las riquezas y las potencialidades de esta forma de vida»6.

En esta tarea nos sentimos todos implicados. El papa Benedicto, en un momento sin duda“crítico” como el de los días que precedieron a su renuncia al ministerio petrino, se expresó asíen la homilía de la Misa con los miembros de los Institutos de vida consagrada y de las Socieda-des de vida apostólica en la Fiesta de la Presentación del Señor (2 febrero 2013, XVII Jornada dela Vida consagrada):

«Os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza, lavida consagrada es peregrinación del espíritu, en busca de un Rostro, que a veces se manifiestay a veces se vela: «Faciem tuam, Domine, requiram» (Sal 26, 8). Que éste sea el anhelo cons-tante de vuestro corazón, el criterio fundamental que orienta vuestro camino, tanto en los pe-queños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes. No os unáis a los profetas dedesventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nues-tros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz –como exhorta san Pablo(cf. Rm 13, 11-14)– permaneciendo despiertos y vigilantes. […] Queridos hermanos y herma-nas: la alegría de la vida consagrada pasa necesariamente por la participación en la Cruz deCristo. Así fue para María Santísima. El suyo es el sufrimiento del corazón que se hace todo unocon el Corazón del Hijo de Dios, traspasado por amor. De aquella herida brota la luz de Dios, ytambién de los sufrimientos, de los sacrificios, del don de sí mismos que los consagrados vivenpor amor a Dios y a los demás, se irradia la misma luz, que evangeliza a las gentes. […] Os de-seo de modo particular a vosotros, consagrados, que vuestra vida tenga siempre el sabor de laparresia evangélica, para que en vosotros la Buena Nueva se viva, testimonie, anuncie y res-plandezca como Palabra de verdad»7.

Mauro Mantovani, s.d.b.

1 Caritas in veritate, n. 21.2 Cf., por ejemplo, ibid., nn. 21, 24, 27, 33, 36, 60.3 Vita consecrata, n. 63.4 Ibid., n. 70.5 Caritas in veritate, n. 79.6 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Caminar desde

Cristo, un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio, nn. 12-13.7 Benedicto XVI, Homilía con ocasión de la Santa Misa con los miembros de los Institutos de Vida consagrada y

de las sociedades de vida apostólica en la Fiesta de la Presentación del Señor con ocasión de la XVII Jornada de la Vidaconsagrada (2 febrero 2013).

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Unidad y Carismas

la posibilidad de vivir la crisis, de mante-nerse en ella y de conducirla a su madura-ción.

Ante esta visión poco atractiva y desa-lentadora, querría intentar ofrecer una con-cepción diferente desde el punto de vistaantropológico, partiendo de mi propia ex-periencia. Si repaso mi camino de segui-miento de Cristo, me doy cuenta de que losperiodos –más o menos largos– de crisispersonal han sido fundamentales para lamaduración de diferentes actitudes de caraa la realidad de las cosas. Así fue, por ejem-plo, al comienzo de mi consagración reli-giosa, en el periodo de la formación inicial,cuando –con no poco sufrimiento– tuveque aceptar la brusca caída de los idealis-mos que me habían acompañado desde losprimeros años de la llamada. Atravesar eldesierto con la sensación de vacío y de os-curidad, con el desconcierto por el silenciode Dios, por la decepción frente a la desnu-

HHHHABLAR hoy de crisis es un lugarcomún; se presenta tan generaliza-da que parece que no hay ningún

aspecto de la realidad humana que no sevea acometido por la crisis. La dificultadestá en la caracterización de la crisis queaflige a nuestra época, porque de por sí lacrisis no es algo negativo, sino que indicaun recorrido vital e histórico, como un ele-mento que le es propio e intrínseco. Sin cri-sis es improbable suponer el crecimiento dela persona y la maduración de las relacio-nes, tanto a nivel interpersonal como a ni-vel colectivo. A pesar de esto, permanece latendencia a atribuir a la crisis una connota-ción prevalentemente negativa. Se conside-ra, en efecto, que una persona “en crisis”no está bien y que debe superar ese periodooscuro para volver a ser ella misma. Delmismo modo, una época de crisis se consi-dera como un tiempo que hay que dejaratrás cuanto antes. Por esto no se piensa en

Jesús Morán

Renacer desde la purificación.Crisis actual y vida religiosa

Las crisis no son necesariamente negativas. Tampoco la que atraviesa nuestra sociedad yla Iglesia. Más bien son purificación y estímulo para que los cristianos seamos portadores dela luz en el amor.

PERSPECTIVAS

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da humanidad, la mía, la de mis compañe-ros de viaje e incluso la de los que –hastaentonces– indiscutibles e intocables mode-los, fue indispensable para poder afrontarposteriormente la primera misión en uncontinente distinto del mío y con mi prime-ra experiencia de trabajo en un contexto co-munitario caracterizado por la fragilidad.Aprecié mucho, sin duda, la serenidad re-cobrada después de las borrascas de los dis-tintos momentos de crisis atravesados, perotambién es verdad que a menudo, pensán-dolo, sentía la falta de aquella creatividad“pura”, de aquella profundidad de almaque de diversas maneras la había marcado.El teólogo Romano Guardini, gran expertoen sufrimientos interiores, afirma que sinun cierto grado de melancolía no es posibleninguna creatividad verdadera. Es necesa-rio, pues, mirar con valentía la crisis, cual-quier tipo de crisis, sean personales o colec-tivas, porque, como desarrollaré más ade-lante, son un momento de purificación ne-cesaria y una invitación a renunciar a loscriterios usados hasta ese momento parapoder llegar a una experiencia íntima deDios, a una experiencia de luz.

El hombre ante la elecciónde las tinieblas o de la luz

En el contexto del encuentro de Jesúscon Nicodemo, contado en el IV Evangelio,encontramos una mención a la palabra cri-sis: «El juicio (krisis) consiste en que la luz vinoal mundo, pero los hombres amaron más las ti-nieblas que la luz» (Jn 3, 19). En el desarrollodel diálogo, que constituye el aspecto teoló-gico-kerigmático de todo el relato1, aparecela acepción del término crisis en su sentidoetimológico originario de “juicio”, de ver-dad acerca de la relación con Dios2; la crisiso juicio es asociada a la luz que, personifi-cada por Cristo, descubre las tinieblas: «Lacrisis nace, pues, en una situación conflictiva:

frente a la luz el hombre elige la tiniebla y es pro-piamente en tal decisión en lo que consiste antetodo la crisis”3.

Según la perspectiva del IV Evangelio,el Verbo del Padre ha venido al mundopara iluminar a la humanidad; Jesús es laluz verdadera que ilumina a todo hombre(Cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5) y su misma perso-na pone en crisis al hombre en cuanto quelo coloca frente a una elección fundamen-tal, la elección de la fe: luz o tiniebla. Lacrisis, por tanto, según el IV Evangelio, re-presenta el centro del kerigma, y toda lahistoria se confronta sobre esta elección:con Jesús (luz, acogida) o contra Él (tinie-bla, rechazo).

Jesús determina algo radical, que no sóloafecta a sus contemporáneos, sino a loshombres de todos los tiempos. Es una situa-ción crítica que separa a los hombres segúnsus opciones. Frente a Jesús, el Hijo dadopor Dios y venido en la carne como luz enel mundo, los hombres se dividen; esteacontecimiento crítico va desde la encarna-ción del Verbo hasta su muerte en cruz y asu resurrección. Es el evento de salvaciónque describe la parábola del amor del Pa-dre. Como sintetiza Zevini:

La elección fundamental del hombreconsiste en aceptar o rechazar el amor delPadre, que se reveló en Cristo. Este amor,sin embargo, no juzga al mundo, sino que loilumina: Porque Dios no envió a su Hijo almundo para juzgar al mundo, sino para que elmundo se salve por él (v. 17). Sin embargo, elAmor que se revela a los hombres, al mis-mo tiempo los juzga. Este Amor no se im-pone sino que se propone. Puestos frente ala propuesta de salvación y de amor, que esel único objetivo de la misión del Hijo, loshombres deben tomar posición, manifes-tando sus opciones libres. Ellos no puedenpor menos que manifestarse a sí mismos ysu corazón, decidiendo a favor o en contra.El que cree en la persona de Jesús no es

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condenado, pero quien lo rechaza, no cre-yendo en el nombre del Hijo de Dios, es de-cir en la persona del Verbo hecho hombre,ya está condenado (v. 18)4.

Por tanto, para Juan el juicio no es reali-zado por Dios sino por el hombre mismo, yen esto consiste el carácter dramático y crí-tico del IV Evangelio5. El versículo 19 delcapítulo 3 continúa precisando el motivoprofundo de la elección de las tinieblas porparte de los hombres: «porque sus obras eranmalas». Es el aspecto moral de la crisis-jui-cio: «Las obras malas no designan simplementeuna conducta moral perversa, sino una elecciónradical que se expresa en el rechazo de la luz, esdecir, de la adhesión de fe en Jesús»6. La adhe-sión explícita a Jesús no es sino la manifes-tación de esta elección radical que corres-ponde a la iniciativa gratuita de Dios.

Más adelante, en el capítulo 5, Juanvuelve sobre el tema de la crisis-juicio: «Enverdad, en verdad os digo: Quien escucha mi pa-labra y cree al que me envió posee la vida eternay no incurre en juicio (crisis), sino que ha pasa-do ya de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). Tam-bién en este texto, la crisis va unida a unadecisión, a una elección: se trata de escu-char la palabra de Jesús y de creer en Dios,que para Juan son dos aspectos de tal ma-nera asociados que indican una única acti-tud religiosa. La crisis equivale a permane-cer en la muerte; en cambio quien escuchala palabra de Jesús y cree en el Padre, obtie-ne el don de la vida eterna, huye del juiciode muerte y de condena, y se establece en laesfera de plenitud y de vida permanente hu-yendo de la zona de las tinieblas. Para elevangelista el hombre es tiniebla, muerte yesclavitud si la palabra de Jesús no es nor-ma de su vida; el hombre es vida, luz, liber-tad, plenitud si la palabra de Jesús es fuentey criterio de su conducta7.

Esta sería una posible hermenéutica dela crisis según el IV Evangelio: es la luz loque provoca la crisis. La elección funda-

mental está vinculada a la luz: se trata deacogerla o de rechazarla y en esto el hom-bre hace una opción entre la muerte o lavida eterna. Es una elección absolutamentepersonal, aunque presupone el don deDios. Pero esto está inscrito en la naturale-za del hombre. En efecto, también el que nocree debe confrontarse de alguna maneracon lo Absoluto. La tensión existencial noes otra cosa que tensión lo Absoluto. La fe,en este sentido, va más allá de la adhesión auna determinada confesión religiosa. En sudimensión teologal, la fe es algo anterior atal proceso. Para los cristianos, como paraJuan, la luz es Cristo, el inconmensurabledon de amor del Padre. Cristo es tambiéndon de luz para todos los hombres. Se tratade un don definitivo, precisamente porqueen Él se ha hecho visible el Dios invisible,nos ha manifestado el rostro del Padre, elDios que es Amor. Cristo representa la ex-presión suprema del amor que cada hom-bre busca dentro o fuera de sí. Como ya he-mos dicho, la crisis, que es la venida deCristo como luz, afecta a los hombres de to-dos los tiempos y cada uno debe confron-tarse con ella. Tiene una dimensión espiri-tual y una dimensión moral: la luz es juicio-crisis del alma y de nuestras acciones. Estaluz es purificación por el hecho de ser luz.En efecto, la luz es un faro enfocado sobrenuestra conciencia y gracias a ella nos mos-tramos en nuestra verdadera realidad perso-nal sin ninguna máscara. Esto es posibleporque la luz de la que hablamos es amor,es el Amor. Nada más crítico, en efecto,que el amor.

Frente a una manifestación de amor tanabsoluta como la encarnación del Hijo deDios y su muerte en cruz, nuestra existen-cia y nuestro obrar entran en crisis. Elamor nos interpela continuamente y cadavez debemos volver a hacer la elección desu acogida o de su rechazo. Por otra parteel verdadero amor, el del Hijo crucificado y

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resucitado, no conoce topes, pide siempremás, es un torbellino que no se para jamáshasta la plenitud, inalcanzable meta ennuestra condición histórica. El amor miramás allá, hacia su realización escatológica.Jesús ya nos la ha mostrado. A ella tende-mos de crisis en crisis. Debemos concluir,pues, que, en una hermenéutica evangélicade la crisis, esta no se debe jamás, en suesencia, a factores externos de carácter so-cial, o que sean determinantes in primis,sino que acaso son secuenciales. Es necesa-rio ahondar en lo profundo del alma hu-mana para encontrar allí la clave. Tambiénhoy, como en tiempos de Jesús, la luz vienecomo juicio-crisis y nos llama a una nuevaconfrontación, a un nuevo cara a cara conella. Y esto afecta a todos, principalmentea los cristianos, a la Iglesia, en el sentido deque nos hace preguntarnos sobre la auten-ticidad de nuestra acogida de Cristo: ¿quéhemos hecho de la luz?

La crisis como purificación

Quisiera creer, con Romano Guardini,que la progresiva desaparición del amor ennuestra cultura (hablamos del Occidentemoderno) podría ser el síntoma de un des-cubrimiento más radical de la caridad. Si-guiendo esta línea de pensamiento, creoque la categoría más adecuada que nos per-mite una caracterización de la crisis actual–y quizá de toda crisis– es la de purificación.Podemos decir que hoy vivimos una gravey atormentada purificación antropológica conmil rostros, y por esto compleja y difícil deprecisar; pero es sin duda una purificacióndel amor. En la cultura actual, en medio detantos sufrimientos y equivocaciones, seestá incubando una nueva forma de conce-bir al hombre y una nueva conciencia delamor como núcleo del ser persona. Podría-mos decir que tras los bastidores de un es-cenario donde se representa el teatro de la

deshumanización –quizá una de los más ra-dicales de la historia– está apareciendo unpersonaje de rostro terso, sufrido pero lumi-noso, que representa el tipo de un nuevohumanismo. No quisiera pecar de superfi-cial optimismo. En el mejor de los casos,me expresaría con la feliz expresión de Em-manuel Mounier, “optimismo trágico”. Setrata de un optimismo que nace desde den-tro de la llaga, de la asunción del sufrimien-to, de la lúcida conciencia de que no haycamino por delante, sino que se hace “ca-mino al andar”, como dice el poeta españolAntonio Machado. El optimismo trágico esuna lúcida conciencia de la noche culturalen la que vivimos, pero interpretada segúnlos cánones de la tradición mística, es decir,una noche donde no se ve con la razón,pero se prosigue con la tenue pero firme luzde la fe.

La crisis de hoy es purificación para loscristianos, en cuanto que nos hace másconscientes de nuestra incapacidad deanunciar el evangelio de la vida eterna queCristo nos ha traído. Estamos demasiadoacomodados en el mundo, particularmentelos que vivimos en Países de larga tradicióncristiana; hemos asumido sus categorías depensamiento y de vida sin lograr transfor-marlas con el pensamiento de Cristo (Cf. 1Cor 2, 16). De esta manera hemos perdidoal hombre.

La crisis es purificación también para lacultura moderna y contemporánea, porquetambién ella vive perdida en un gran maras-mo antropológico. Aunque nos enorgullez-can las conquistas de la libertad y toleran-cia, no es difícil percibir, en grandes estra-tos sociales, una gran carga de infelicidad.Lo testimonian la creciente violencia, eldifícil diálogo cultural, el agravamiento delas diferencias, la incapacidad de relacionesinterpersonales sosegadas, las insoportablesdesigualdades económicas y sociales, launiversal inestabilidad axiológica. En este

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contexto el hombre renuncia a mirar másallá de sí mismo y de su ámbito privado. Senos ofrece la ilusión de vivir globalizadoscuando en realidad se experimenta lo priva-do como refugio ante lo desconocido ame-nazante. El hombre de nuestros días, enefecto, aparece poco libre, es un ser temero-so. Usando las categorías joaneas, diremosque vive en la tiniebla.

Renacer desde la purificación

Hemos hablado antes de un nuevo hu-manismo. ¿Cuáles son las notas caracterís-ticas de este nuevo humanismo que nace dela purificación? ¿Cuál es el rol de la vida re-ligiosa en este contexto?

a) La crisis en la que Dios nos pone esuna luz que ilumina. Dios ha mandado alHijo para iluminar las “tinieblas” del mun-do, usando la categoría del IV Evangelio.Este dato me parece fundamental. Lo pri-mero que hay que decir frente a la deshuma-nización que vemos a nuestro alrededor esque esa deshumanización, en cuanto tinie-bla, nos conduce a la luz del proyecto de sal-vación del Padre en Cristo. La tiniebla inter-pela a la luz, la llama. Pienso, pues, que elnuevo humanismo, que nace de la crisis,deba ser un aumento de luz. Los cristianos, enefecto, estamos llamados a superar la crisisactual aumentando la luz. Podemos pregun-tarnos: ¿Somos realmente luz de Cristo queinterpela al hombre del siglo XXI, y en quémedida? Cristo no puede ser luz del mundosino a través de sus testigos, si no está vivoentre ellos. Este es el aspecto de la crisis-jui-cio que nos afecta de manera particular. Talvez muchos cristianos se encuentran hoy enla situación de Nicodemo, el fariseo culto ypiadoso, miembro del Sanedrín, que aun re-conociendo los signos de Cristo es llamadoa volver a nacer del Espíritu. Quizá la situa-ción actual de deshumanización se debatambién al hecho de que no hemos cogido

la luz de Cristo, como decía antes. Por tantoel desafío de hoy, como el de siempre, esprecisamente el de ser capaces, como testi-gos de Cristo, de su amor, de poner en crisisal hombre. En este sentido la respuesta cris-tiana a la crisis es una profundización deella en la luz de Cristo. Esto supone cristia-nos prontos a dar la vida por los hermanossegún la medida de la cruz.

Renacer desde la purificación para unnuevo humanismo querrá decir responder ala deshumanización con una nueva y másradical llamada al amor. Se trata de dilatarla capacidad de amar a la medida de Cristocrucificado y resucitado. Si, como decía-mos antes siguiendo el Evangelio de Juan,la crisis es la luz que el Padre nos da con elacontecimiento de la encarnación del Hijohasta la muerte por amor en cruz, los cris-tianos debemos hoy escuchar esta nuevallamada a la radicalidad del amor, a travésde la cual nos haremos portadores de esedon que no se le impone al hombre, sinoque se le propone como camino de plenitudpersonal. Es el don que surge de la cruz y laresurrección. En términos culturales, se tra-tará de inaugurar una cultura de la resu-rrección, como cultura del amor y de la li-bertad. Esto significará, entre otras cosas,renunciar a cualquier forma de poder, depretensión, aunque sea la pretensión de laposesión de la verdad. A Benedicto XVI legustaba repetir que los cristianos no posee-mos la verdad, sino que es la verdad la quenos posee a nosotros. Quien no posee, pue-de donarse a sí mismo. En definitiva, se tra-ta de hacer de la kenosis de Cristo el propioestilo de vida (Fil 2, 27ss.).

Significa también renunciar a la fuerzaexterna de nuestras instituciones, al triunfa-lismo cuantitativo, para concentrarse mássobre la calidad de nuestra vida. Sólo deesta forma podremos mostrar la belleza deun modo de ser mujeres y hombres dialo-gantes y auténticamente tolerantes, incluso

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en la firmeza de nuestras convicciones; mu-jeres y hombres abiertos a todas las dimen-siones de la persona, sin reduccionismos deningún tipo. Hoy, en efecto, resulta urgentesuperar radicalmente los distintos dualis-mos que empobrecen la vida humana. En-tre estos señalo de manera especial el dua-lismo inmanente-trascendente y el dualis-mo identidad-relación. El primero se refiereal ámbito más personal de la vida: el hom-bre no puede vivir humillado sobre la des-nuda materialidad sin justificaciones cuan-do hay algo en su propio ser que lo llama atrascenderse continuamente. El segundodualismo pone en crisis la tarea de la comu-nión interpersonal, tarea urgente para el fu-turo de la humanidad.

Renacer desde la purificación quiere de-cir mostrar un horizonte de realización per-sonal inaudito, más allá de «el cual, siendo decondición divina, no retuvo ávidamente el serigual a Dios; al contrario, se despojó de si mismotomando la condición de esclavo» (Fil 2, 6-7).Se trata de un “sentir” que va desde las in-tenciones profundas a la calidad de las rela-ciones interpersonales; el verbo está vincu-lado a un conocimiento relativo al obrar éti-co, es un “sentir” que empuja a un conoci-miento, a una voluntad, que afecta a toda lapersona8. Comentando el v. 9 del himnocristológico de la carta a los Filipenses: «poreso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió elNombre-sobre-todo-nombre», Romano Pennaconcluye:

En la definición del hombre Jesús entratambién Dios, no sólo desde el momentode su nacimiento, sino también y sobretodo desde el momento de su exaltacióndespués de la muerte en cruz. Naturalmen-te esto comporta también una concepciónnueva del hombre en general, como escribeMelitón de Sardes hacia el final del siglo se-gundo poniendo en boca del Resucitado es-tas palabras: «Yo he elevado al hombre hastalas alturas de los cielos» (Sobre la Pascua 102)9.

El hombre, en efecto, ha sido hecho paravivir en el cielo con los pies en la tierra, opara hacer de la tierra un cielo.

Significa vivir como hijos de la luz, temarecurrente en abundancia en las cartas dePablo, para el cual los que han experimen-tado la irrupción del evangelio en sus vidasson llamados “hijos” de la luz y del día (Cf.1Ts 5, 5); de ellos se espera que dejen las“obras” de las tinieblas y se vistan con “lasarmas de la luz” (Rm 13, 12). Este tema esampliado con la exhortación a ser vigilan-tes y a caminar como hijos de la luz: «Antessí erais tinieblas, pero ahora, sois luz por elSeñor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bon-dad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscadlo que agrada al Señor» (Col 5, 8-10). La luzde Cristo hace visible el verdadero carácterde la acción humana y los hijos que perte-necen a la luz deben moverse en la esferadel Resucitado, que es la Luz, para ser a suvez “lumbreras (o “estrellas”, phosteres) enel mundo” (Fil 2, 15). Vivir como hijos dela luz es gracia y compromiso concreto10.

Y todavía podemos decir que renacerdesde la purificación para un nuevo huma-nismo significa ser dispensadores de espe-ranza. En la carta a los Efesios la esperanzaes una llamada, algo adquirido para noso-tros (cf. Ef 4, 4). Nosotros debemos vivir ala altura de la esperanza. Esto es distintivodel cristiano, del que vive en la luz. Comoafirma R. Penna:

La esperanza cristiana se ha de vivir enplenitud de alegría, si quiere ser tambiéndesde el punto de vista subjetivo de la mis-ma naturaleza que su objeto, hacia el cualse inclina. En efecto, no es una aspiraciónilusoria a un vago devenir de felicidad in-cierto o huidizo; sino que es espera confia-da de un futuro favorable, de última y defi-nitiva promoción. Esto está confirmadopor el hecho de que, según el autor, la re-dención se refiere a «los que Dios se ha adqui-rido» 11.

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b) Vista así la crisis, la vida religiosa, enla rica variedad de sus expresiones, podráaparecer con una nueva actualidad. Enefecto, cada comunidad religiosa, una vezperdida el ansia del crecimiento cuantitati-vo e institucional, podría recuperar su sen-tido más fecundo: ser centro de humaniza-ción y de esperanza. Me parece que los ca-rismas son también esto. Si lo han sidosiempre, hoy, gracias también a la disminu-ción de las fuerzas, pero sobre todo por losimpulsos del Espíritu, tanto a nivel institu-cional (ver Concilio Vaticano II y el magis-terio de los últimos pontífices) como a ni-vel carismático (nuevas formas laicales condinámicas marcadamente comunitarias),se encuentran en una situación particular-mente feliz: la de serlo no ya por su propiacuenta, sino en comunión con todos losdemás. De este modo, las comunidades re-ligiosas pueden convertirse en minoríascualificadas que atraerán a las mujeres y alos hombres de nuestro tiempo por la belle-za de su propuesta antropológica. En elseno de las mismas, con el signo de la co-munión eclesial, podrá experimentarse quésignifica ser verdaderamente persona.Cada comunidad está llamada a llegar aser un laboratorio donde se aprenda un as-pecto del humanismo integral; un centroque ponga en crisis a mujeres y hombresque giran en torno a ella, precisamenteporque estando iluminados, son portado-res de luz. En ellas Cristo continuará sien-do don de amor del Padre: luz y juicio, donde sabiduría que comunicará el saber supe-rior que integra amor e inteligencia y, almismo tiempo, instancias de moralidad re-ligiosa y civil.

Los hombres –afirma Zevini– saben quesu vida está sin perspectivas y abocada alabsurdo, si no logran darse cuenta de la ne-cesidad de una elevación espiritual y de unarenovación interior que sólo Dios puededar. Sin embargo, los hombres deben pres-

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tar fe a Cristo, aunque ninguno de ellos hasubido al cielo para comprender los misterioscelestes, porque sólo el que ha bajado del cie-lo (v. 13), está en grado de anunciar la reali-dad del Espíritu y es el verdadero mediadordel hombre con Dios12.

¿No podría ser leída la crisis actual comouna nueva oportunidad de “elevación espi-ritual”? ¿No son los carismas de todo tipo,los instrumentos del Espíritu que, por razo-nes que sólo Él conoce, han sido arrebata-dos al cielo para descender con Cristo a co-municarnos algo de los misterios celestes?

1 Cf. R. Schnackenbrurg, Commentario teologicodel nuovo testamento, Il vangelo di Giovanni, I, Pai-deia, Brescia 1973, pp. 559-579.

2 F. Büchsel, «krisis», en Grande Lessico del NuovoTestamento, Paideia 1969, c. 1077: «Se ratifica en eltérmino krisis el significado de decisión, separación,elección; pero esto no quiere decir que para Juan signifi-que algo diverso de juicio. El juicio del mundo es siem-pre separación»

3 G. Gaeta, Il dialogo con Nicodemo, Paideia,Brescia 1974, p. 87.

4 G. Zevini, Vangelo secondo Giovanni, Città Nuo-va, Roma 2009, p. 141.

5 Cf. Ibid.6 R. Fabris, Giovanni, Borla, Roma 1992, p.258.7 G. Zevini, Vangelo secondo Giovanni, cit., p. 192.8 U. Vanni, L’ebbrezza dello Spirito. Una proposta di

spiritualità paolina, ADP, Roma 2001, pp. 173-174:«Pablo exhorta a los cristianos de Filipos a tener los mis-mos sentimientos que se revelan en Cristo Jesús que, sien-do de condición divina, da a toda su vida una orienta-ción de servicio. […]. Servir comporta un salir continua-mente de sí mismo, de las propias exigencias, del propiointerés: requiere un igualamiento con el otro, una verda-dero desposeimiento».

9 R.Penna, Lettera ai Filipessi. Lettera a Filemone.Nuovo testamenti-commento esegetico e spirituale, CittàNuova, Roma 2002, p. 55.

10 Cf., G. Rossé, Lettera ai Colossesi. Lettera agliEfesini. Nuovo testamento-commento esegetico e spiri-tuale, Città Nuova, Roma 2001, p. 167.

11 R. Penna, Paolo scriba di Gesù, EDB, Bologna2009, p. 122.

12 G. Zevini, Vangelo secondo Giovanni, cit., p.139.

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TTTTUVE ocasión de vivir en la Plaza deSan Pedro el último ángelus de Be-nedicto XVI. Su gesto me parecía

que hacía evidente, físico, el momento decrisis que estamos viviendo. El público reci-bió la decisión de su renuncia con sereni-dad, intensidad, profundidad y respeto, a laespera de algo nuevo.

Me pregunto cuál puede ser el valor posi-tivo de esta crisis, su éxito final, y me ayudaun artículo que reproduce algunas conside-raciones de Ratzinger, que ya en 1969, con-cluyendo un ciclo de conferencias radiofó-nicas, lanza una mirada (profética) sobre elfuturo de la Iglesia, especialmente en elmundo occidental:

«De la crisis de hoy surgirá mañana unaIglesia que habrá perdido mucho. Se hará pe-queña, tendrá que empezar todo desde el princi-pio. Ya no podrá llenar muchos de los edificiosconstruidos en una coyuntura más favorable.Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privi-

legios en la sociedad. […] La hará pobre, la con-vertirá en una Iglesia de los pequeños. […] Elproceso será largo y laborioso […], pero cuandoeste proceso de discernimiento haya terminado,surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplifi-cada, una gran fuerza, porque los seres humanosserán indeciblemente solitarios en un mundoplenamente planificado. Experimentarán, cuan-do Dios haya desaparecido totalmente paraellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entoncesdescubrirán la pequeña comunidad de los cre-yentes como algo totalmente nuevo, como unaesperanza importante para ellos, como una res-puesta que siempre han buscado a tientas. […]A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguar-dan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisisapenas ha comenzado todavía. Hay que contarcon fuertes sacudidas. Pero yo estoy también to-talmente seguro de lo que permanecerá al final:no la Iglesia del culto político [Church of thepolitical cult] […] que ya fracasó, sino la Igle-sia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más

Paolo Monaco, s.j.

Suscitar la profecía

PERSPECTIVAS

Ya en 1969 el entonces cardenal Ratzinger hablaba de una profunda crisis de la cual laIglesia saldría disminuida en grandeza, poder y números, pero más espiritual y enraizada ensu verdadera esencia. Palabras que se muestran proféticas y que anuncian un nuevo florecermás allá de la oscuridad de la crisis actual.

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la fuerza dominante en la sociedad en la medidaen que lo era hasta hace poco tiempo, pero flore-cerá de nuevo y se hará visible a los seres huma-nos como la patria que les da vida y esperanzamás allá de la muerte»1.

Una Iglesia más pobre, comunidadeseclesiales reducidas por el número de cre-yentes, donde la vida cristiana se vive másintensamente y radicalmente. Una Iglesiadirigida a lo esencial del cristianismo y a suvocación de profecía de la presencia deDios en la humanidad.

A la vista de todos está la miopía deaquellos que en el post-Concilio se dedica-ron a ver el futuro: sabían que llegarían es-tos tiempos, pero siguieron construyendograndes obras, buscando privilegios, suscri-biendo acuerdos con políticos y mafiosos,forzando en una vida inhumana generacio-nes de consagrados y consagradas. Paramantener riqueza, poder y honor: los treselementos constitutivos de la soberbia, diráIgnacio2.

Es evidente la tentativa de hacer inútil larenovación iniciada por el Concilio Vatica-no II, manteniendo viva la imagen sacra ypiramidal de la Iglesia; el rechazo práctico,y a menudo también teórico, de la eclesio-logía de comunión y de la espiritualidad decomunión; la resistencia a proponerlascomo principios educativos «en todos los lu-gares donde se forma el hombre y el cristiano,donde se educan los ministros del altar, las perso-nas consagradas y los agentes pastorales, dondese construyen las familias y las comunidades»

(NMI 43), para hallar nuevos caminos ynuevas estructuras de formación.

Un ejemplo: Una religiosa, de acuerdocon su director espiritual, pide a la superio-ra el poder hacer los ejercicios espiritualesanuales, dejándose acompañar de la expe-riencia de un movimiento eclesial. La supe-riora responde negativamente, porque deotro modo tendría que decir que sí a todaslas otras religiosas que le pidieran haceruna experiencia semejante.

¿Debemos defendernos de la crisis o aco-ger su profunda apelación? La crisis es unaetapa del camino que la experiencia cristianaestá haciendo para madurar en una palabrasignificativa, comunicable y comprensiblepara el mundo de hoy. Hay que tomar estacrisis como nuestra “cruz de cada día” y así,desde esta posición “crucificada”, poder en-gendrar desde dentro una palabra, un gritoque ofrecer a la humanidad. Aquí radica, meparece, la vocación profética de la Iglesia.

Los acontecimientos de la cuaresma de2013, inolvidables, con la renuncia de Be-nedicto XVI y la elección del papa Francis-co, ¿son el inicio de la realización de estaprofecía? Yo lo espero. Y lo creo, porque séque la humanidad en Jesús abandonado yresucitado es amada por siempre con unamor infinito.

1 J. Ratzinger, Fe y futuro, Desclée de Brouwer,Bilbao 2007, 106 págs.

Hace poco más de cuarenta años y casi una dé-cada antes de ser nombrado obispo por Pablo VI,el entonces sacerdote y profesor de teología en Tu-binga y luego Ratisbona, Dr. Joseph Ratzinger,emitía una serie de charlas en un programa ra-diofónico de su país. La editorial Kösel-Verlag deMünchen las reunió en 1970 publicando con ellasun libro de cinco capítulos titulado Glaube und Zu-kunft, traducido al año siguiente al español comoFe y futuro y reeditado más recientemente por Des-clee de Brouwer.

2 Cf. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, nn.136-147.

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Hay que tomar esta crisis comonuestra “cruz de cada día” y así,desde esta posición “crucificada”,poder engendrar desde dentro unapalabra, un grito que ofrecer a la hu-manidad.

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LLLLA crisis económica se nos ha venidoencima y nos ha pillado despreveni-dos. Casi como si se hubiera des-

prendido una roca de lo alto de la montañay hubiera aplastado nuestra casa, cuandonadie podía esperar algo semejante. Confrecuencia, ante los presentes problemaseconómicos, se escuchan lamentos comoestos: «es que hemos vivido por encima de nues-tras posibilidades» o también, «¡hemos despilfa-rrado tanto...!», etc. Otros protestan airadosporque el peso de la crisis la padecen sobretodo los más débiles, mientras que a lospresuntos protagonistas de la misma se lesconceden retiros super-millonarios, en lu-gar de someterles a juicio. Y se trata de afir-maciones justas, pero quizá basadas enapreciaciones superficiales.

Es cierto que llevados por el entusiasmode la unidad europea, y con la inyección delos fondos de cohesión se han vivido unosaños de prosperidad y de mejora generali-zada, en la que no se ha reparado en gastos,

muchos de ellos absurdos. Pero si nos pre-guntamos cómo se han podido desarrollartantas conductas nocivas por parte de losbancos (bonos basura), o tantas iniciativasempresariales disparatadas (burbuja inmo-biliaria), o tantas medidas administrativasinconcebibles (como dotar de aeropuerto aciudades que ni por el número de habitan-tes, o de visitantes, ni por su emplazamien-to geográfico, permitían esperar que fueraun recurso rentable), o una corrupción tandifusa que contagia, como un virus, a polí-ticos de todos los partidos, se comprendeque no todo se reduce a conductas econó-micas imprudentes o a carencias de controlsobre los especuladores.

Un análisis más penetrante nos revelaque, en realidad, esta crisis es un síntomade algo más estructural. La crisis econó-mica hunde sus raíces en una crisis másprofunda, una crisis de humanidad. Unamirada más atenta a la cultura nos permitedescubrir que la situación ambiental per-

Carlos García Andrade, c.m.f.

La crisis económica:síntoma de un problema de fondo

PERSPECTIVAS

La crisis económica que nos circunda no depende sólo de errores de gestión. Es un síntomade carencias más profundas y su superación pasa por considerar con cuidado estas carenciasbásicas. En particular la división entre vida pública y vida privada que se revela, cada vezmás, incapaz de responder a los desafíos del presente.

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mitía imaginar un fenómeno similar. Lasinfecciones ocultas siempre acaban reven-tando por algún sitio. Y es muy posibleque la crisis económica no sea sino la ma-nifestación de una dolencia más profunda,porque ciertas situaciones no se puedenmantener impunemente durante largotiempo. Intentemos una reflexión al res-pecto.

Una mirada a la historia

Las sociedades han caminado durante si-glos, apoyando su andadura sobre una cos-movisión legitimadora compartida por unamayoría de los miembros de dicha socie-dad. Estas cosmovisiones cumplían unafunción decisiva, porque servían para deli-mitar, de una forma objetiva (socialmenteobjetiva) el bien del mal, permitían verte-brar la sociedad y distinguir las conductasadecuadas de las conductas anti-sociales,sustentando las leyes promulgadas que ri-gen el cuerpo social Y eran especialmentevitales en el proceso de socialización de lasnuevas generaciones.

Cuando la rebelión ilustrada rechazó lalegitimación religiosa característica de lasociedad tradicional, fueron los ideales hu-manistas los que recogieron el testigo, con-virtiéndose en “cosmovisiones legitimado-ras” de reemplazo. Se secularizó la socie-dad y se postuló la racionalidad científico-técnica como criterio alternativo para orga-nizar mundo, hombre y sociedad. En nom-bre de los ideales humanistas de la demo-cracia y de la libertad. Pero este proyectoestaba minado interiormente por una raízdividida: junto a ese ideal racional existíaun sueño de libertad entendida de formasubjetivista: superar toda forma de restric-ción y de limitación. Se confiaba en que to-dos los frutos evidentes que la racionalidadcientífico técnica había rendido en el cam-po de la ciencia, lo pudiera rendir también

en el plano de la sociedad y de la política yalcanzar así una gran libertad.

Pero ambas raíces del sueño ilustrado sehan revelado incompatibles. Porque larazón científico técnica sabe de causas, node fines, sabe hacer análisis, pero no sínte-sis, habla de procesos necesarios no de op-ciones libres, y resulta incapaz de propor-cionarle al ser humano sentido y objetivosdignos para su vida. Y este sueño subjetivode libertad tampoco es capaz de orientar di-cha razón, y acaba por ponerla al serviciode intereses inconfesables (como se ha vistoen los repetidos intentos de las ideologíasautoritarias por sancionar “científicamen-te” sus propuestas), o dedicarla a prácticasperversas (ciencia sin conciencia).

La división entre vida pública y privada

Esta incompatibilidad se ha traducido enuna peculiar forma de organización social.Es la clásica división entre “vida pública” y“vida privada” , característica de las socieda-des burguesas. División que releja la escisiónantes indicada. Mientras que para la “vidapública” (laboral, profesional, comercial, de

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Mientras que para la “vida públi-ca” (laboral, profesional, comercial,de relaciones oficiales) se acepta portodos la existencia de unas normasde obligado cumplimiento, exigiblesincluso por vía penal, y todos admi-ten la necesidad de una formación yuna profesionalidad (que implicacontrol, esfuerzo, dedicación), parapoder alcanzar el éxito en este terre-no, en cambio para la “vida priva-da” el criterio común es que... nohay normas, ni criterios objetivos, niprincipios exigibles..

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relaciones oficiales) se acepta por todos laexistencia de unas normas de obligado cum-plimiento, exigibles incluso por vía penal, ytodos admiten la necesidad de una forma-ción y una profesionalidad (que implica con-trol, esfuerzo, dedicación), para poder alcan-zar el éxito en este terreno, en cambio parala “vida privada” el criterio común es que...no hay normas, ni criterios objetivos, ni prin-cipios exigibles. Esta parte de la vida se con-sidera el reino de la más absoluta libertad,pero entendida de forma subjetivista: quecada uno haga lo que quiera, con tal de queno moleste, disturbe o violente a los demás.

Así, mientras para la vida pública se ad-mite una objetividad moral, que permitiríadelimitar lo bueno de lo malo, las conduc-tas admisibles de las no admisibles, esto pa-rece no regir para la vida privada, dondetodo depende de la libre elección personal,y donde ni se plantea la necesidad de unaformación, o de unos criterios para distin-guir objetivamente lo adecuado de lo noadecuado. Así esta organización se ha tra-ducido en la creación de dos esferas mora-les separadas que, en el plano de las con-ductas y las normas, se rigen por criteriosmuy diversos. Todos admiten que, para lle-var a cabo un proyecto exigente, si se quiereser productivo y dar frutos concretos, sonimprescindibles las reglas, los criterios, laorganización que favorezcan el desarrollode las conductas inteligentes que lleven aculminar dicho proyecto y que, a la vez, ex-cluyan las conductas desviadas que lo impi-den, o que abocan al fracaso del mismo.

Sin embargo, inexplicablemente, esto noparece valer para la “vida privada”. Ahí sesupone que no hay objetividad posible, nidebe haberla. Tampoco se necesitan prepa-ración, esfuerzo o disciplina. Una esquizo-frenia difícil de mantener. Pero, al menos,la presencia de los ideales humanistasejercía una especie de control respecto delas tendencias a-sociales individuales.

La segunda secularización y sus frutos

Mas tras la experiencia traumática de lasdos guerras mundiales y la caída de las ide-ologías, se ha producido lo que algunos de-nominan como la “segunda seculariza-ción”. Por ella, los mismos ideales huma-nistas que generaron la primera seculariza-ción, destronando los principios derivadosde la tradición cristiana, han sido, a su vez,barridos del escenario y ya no son punto dereferencia. La crítica de la post-moderni-dad se ha dedicado a “deconstruir” el racio-nal edificio ilustrado, señalando sus caren-cias y sus trampas, pero sin ofrecer alterna-tivas: se postula un pensamiento débil, rela-tivista, efímero, fragmentario, sin grandesplanes ni proyectos, falto de compromiso,esteticista. El sueño de la libertad sin res-tricciones se ha impuesto sobre el proyectoilustrado.

No hay que rebuscar mucho entre la plé-yade de los postmodernos para contemplarcómo los valores, ideales y principios queanimaron la vanguardia cultural europeadurante casi tres siglos han sido descalifica-dos, abandonados y arrojados al cubo de labasura, sin derramar ni siquiera una lágri-ma, por la alegre osadía post-moderna. Unejemplo entre mil: «Los individuos habrándado un paso decisivo hacia su mayoría de edadel día en que el pensamiento deje de ser un valorsupremo y se vuelva tan facultativo como la lo-tería primitiva o el rock’n roll»1.

Y es que si nuestros abuelos ilustrados le-vantaran la cabeza se quedarían perplejos

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La crítica de la post-modernidadse ha dedicado a “deconstruir” el ra-cional edificio ilustrado, señalandosus carencias y sus trampas, pero sinofrecer alternativas.

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ante el paradójico desenlace de su proyectocultural de la ilustración. Auque no se nie-guen los grandes ideales humanistas, la quereina es el individualismo subjetivista.Donde se proyectaba una unanimidad mo-ral construida sobre la base de la razón uni-versal, lo que reina es un pluralismo éticoextremo, una moral subjetivista, de libreopción, que cada uno inventa o elige segúnle parece; se postula la irresponsabilidad yse rechaza, en nombre de la tolerancia,toda restricción. A la vez hay una crecienteexaltación de la sensibilidad, del sentimien-to, de la experiencia subjetiva exaltante que,en no pocas ocasiones, bajo la égida el he-donismo, retrotrae a los individuos a mo-dos infrahumanos, infra-creadores e infra-responsables de conducta y de relación.

La política ha dejado de ser una formasuperior de vida moral y se ha reducido ala lucha partidista por el poder. En ese con-texto, los “tiburones” sacan provecho y semultiplican la corrupción y los “agujeroseconómicos”. Las nuevas generaciones di-miten del compromiso social, desilusiona-das de una política de la que ya no esperannada, y, desorientados ante una socializa-ción que no les proporciona razones paravivir, se centran en lo individual y en lo pri-vado, ciñéndose al aquí y al ahora, sin deu-das para con ningún pasado arquetípico, niobligaciones para con ningún futuro utópi-co. Y lo que se extiende es un materialismocraso y miope, vivido sin mala conciencia,en medio de un individualismo desolador.En Europa, a Prometeo le ha sucedidoNarciso.

El predominio de la libertad subjetivista

¿Qué tiene que ver todo esto con la crisiseconómica? A primera vista no parece quehaya una real conexión. Y, sin embargoexiste. ¿Puede sobrevivir una sociedad sinuna cosmovisión legitimadora compartida?¿Basta la ley penal para prevenir las tenden-cias a-sociales que pueden surgir –y sur-gen– de una libertad entendida de formasubjetivista?

Yo creo que resulta muy difícil. Porqueya no existen razones para evitar caer en lastentaciones cuando se trata del dinero aje-no; porque las exigencias privadas tiendena imponerse sobre las obligaciones públicas(y ésta es la razón del “clientelismo”, del“nepotismo”, de la “endogamia” que se di-funde como una mancha de aceite en lasinstituciones, por el que se favorece con car-gos, prebendas y “asesorías” a los parien-tes, a los amigos, a los miembros del propiopartido, aunque sean manifiestamente inca-paces, pero también la razón de que se mul-tipliquen los evasores fiscales); porque noresulta muy difícil esquivar las exigenciasde la ley mediante variados trucos legales.Pero, sobre todo, porque se vuelve incapazde justificar ante las nuevas generaciones lalegitimidad de sus mismas prescripcioneslegales. La ausencia de una visión global desentido, compartida por los miembros deuna sociedad, rompe la espina dorsal de lamisma y hace que las viejas pasiones desiempre: poder, placer, dinero, prestigio,vuelvan a campar a sus anchas por nuestrasociedad, y ahora sin ningún tipo de princi-pios capaces de ponerles freno.

El caso de la familia

Un ejemplo muy concreto de los frutosnegativos de esta división se percibe en lafamilia. La familia sigue siendo, con unamayoría abrumadora, el valor supremo

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La vida de familia es un proyectoexigente que requiere entrega,aprendizaje, disciplina, criterios: elarte de amar.

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para el hombre de nuestro tiempo, de nues-tra cultura. ¿Por qué, entonces tanto fraca-so matrimonial? ¿Por qué crecen exponen-cialmente los episodios de violenciadoméstica, de abusos de menores, de crí-menes increíbles en el interior de las fami-lias? Yo creo que fenómenos tan distintostienen en común este presupuesto de nues-tra sociedad de que en el ámbito de lo pri-vado no hay normas, ni reglas objetivas, nidebe haberlas.

Y es que la vida de familia es un proyec-to exigente que requiere entrega, aprendiza-je, disciplina, criterios: el arte de amar. Yafrontarla, como sucede con la mayoría, sinla menor preparación, ni criterios moralesfirmes, creyendo que sólo el mutuo amor–que, con frecuencia, no pasa de ser un ena-moramiento, que siempre es algo pasajero–les permitirá ir superando los problemas, escondenarse a vivir a la intemperie, a tenerque improvisar sobre la marcha, con resul-tados nefastos.

Así se configura la sangrante paradojaque se vive hoy. La familia es el valor supre-mo para la cultura actual. Pero nadie seprepara ni siquiera un poco para vivirla, niadmite la necesidad de seguir pautas objeti-vas para llevarla adelante. Los episodios deviolencia y de muerte nacen de la confluen-cia de dos incapacidades: la incapacidadpara aceptar el fracaso en aquello que seconsidera lo más valioso de tu vida y la in-capacidad para aceptar las reglas o pautas

de conducta que permiten llevar adelantecon éxito ese proyecto tan valioso. Y la con-siguiente incapacidad para suprimir o mo-dificar las conductas erróneas que, de he-cho, arruinan la relación de la pareja, por-que «en mi vida privada no tiene que meterse niDios». Se comprende el conflicto total conla moral cristiana.

Las consecuencias económicas

¿Qué sucede si, en el plano de las relacio-nes económicas se produce ese trasvase delas actitudes y talantes propios de lo privado(ausencia de normas, negación de toda res-tricción...etc) y se carece de conviccionesprofundas y compartidas sobre lo bueno ylo malo? Pues algo muy simple: no hay másdique para contener esas tendencias que elsistema legal. En esas condiciones es difícilevitar la tentación de “desviar” el dinero pú-blico hacia el propio bolsillo, o de lanzarse aaventuras financieras prometedoras –aun-que arriesgadas– con el dinero que los otroste han confiado. ¿Y qué sucede si el sujeto atales trasvases es, además, el que establecelas leyes? Que aparecen las «leges ad perso-nam», donde se legisla sólo para favorecerlos intereses privados de un individuo.

Ahora bien, en realidad, la economía tie-ne como base un simple principio: la con-fianza. Es imprescindible que entre los pro-tagonistas del juego económico exista esta,la mutua confianza, que nace de atenersecon precisión a unas reglas de jugo comu-nes. Y lo que la irrupción de la libertad sub-jetivista, con todas sus manifestaciones pro-blemáticas, también en las conductaseconómicas, ha provocado es el desmoro-namiento de dicha confianza. Y la confian-za es algo frágil, que depende de la calidadde las relaciones interhumanas, y que, si serompe es muy difícil de rehacer.

Esto nos hace comprender que las distin-tas medidas económicas correctoras, para

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La ausencia de una visión globalde sentido, compartida por losmiembros de una sociedad, rompela espina dorsal de la misma y haceque las viejas pasiones de siempre...vuelvan a campar a sus anchas pornuestra sociedads

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disminuir el gasto público, aunque sean ne-cesarias, no bastan. Como tampoco puedearreglarse sólo endureciendo las leyes pena-les o agilizando la tortuga judicial. Porqueno es cuestión sólo de eficiencia o de sobrie-dad. Es necesario trabajar por un rearmemoral, especialmente en el plano de lo priva-do. Porque sólo la recuperación de una cos-movisión de sentido compartida puede ofre-cer la garantía de la reconstrucción de unaconfianza, que requiere de bases comunes.

Esto significa un reto y también unaoportunidad para la fe y para la Iglesia.Pero, entendámonos, no puede esperartranquilamente a que las ovejas descarria-das acaben por volver al redil, ni lanzarsecon el evangelio en la mano a una campañade anuncio del mensaje como si fuera el 5ºde caballería de los filmes del Oeste queaparece en el último momento para resol-ver la situación angustiosa.

Ante todo tiene que mostrar la eficaciahumanizadora de la fe y abrirse al diálogo,salir al encuentro, buscar la comunión conestos hombres de hoy. Y si ya no entiendenpor qué es mejor abstenerse de ciertas con-ductas o controlar determinados impulsoso deseos, es preciso que puedan ver con susojos y tocar con sus manos que, haciéndolo,se vive de un modo más justo, más feliz,más alegre, mas libre. Hay que acreditarcon los hechos la razón de ser y el significa-do de una visión global de sentido. Porqueya no se percibe así, ni se entiende. La aco-gida del imperativo (preceptos, principios)sólo puede ser fruto, hoy en día, de la con-

templación del indicativo (una vida hermo-sa). Pero también es preciso educarse paraun estilo de “vida contracorriente”. Hay co-sas que un creyente no puede permitirse,aunque sea común para los que le rodean.Y contrastar este estilo esquizoide de vidaes imprescindible.

Tampoco es tan raro. Algo semejante tu-vieron que vivir los primeros cristianos enmedio de una sociedad pagana. Para hacer-se una idea, basta echar una ojeada a la Car-ta a Diogneto escrito cristiano del siglo I-II,de autor desconocido, del que no me resistoa transcribir un fragmento: «Los cristianos,en efecto, no se distinguen de los demás hombresni por su tierra, ni por su habla, ni por sus cos-tumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivassuyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevanun género de vida aparte de los demás (...) sinoque, habitando ciudades griegas o bárbaras,según la suerte que a cada uno le cupo, yadaptándose en vestido, comida y demás génerode vida a los usos y costumbres de cada país, danmuestras de un tenor de conducta peculiar, admi-rable y, por confesión de todos, sorprendente. Ha-bitan sus propias patrias, pero como forasteros;toman parte en todo como ciudadanos y todo losoportan como extranjeros. Se casan como todos;como todos engendran hijos, pero no abandonana los que les nacen. Ponen mesa en común, perono lecho. Están en la carne, pero no viven segúnla carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienensu ciudadanía en el cielo. Obedecen las leyes esta-blecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes(...). A todos aman y por todos son perseguidos.Se los desconoce y se los condena. Se los mata yen ello se les da la vida. Son pobres y enriquecena muchos. Carecen de todo y abundan entodo...». Y acabaron por conquistar el mun-do en el que vivían. Creo que el desafío dehoy va en esta línea.

1 Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento,Barcelona, 1987, pg. 120.

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Pasan el tiempo en la tierra, pero tie-nen su ciudadanía en el cielo. Obedecenlas leyes establecidas; pero con su vida so-brepasan las leyes (...). A todos aman ypor todos son perseguidos

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HHHHABLAR de crisis desde el punto devista educativo es poner al hombreen el punto de mira. Al afrontar

una crisis, el equilibrio nace de ahí, de quese trata realmente del hombre, de una situa-ción del hombre, de su dignidad, de la redde los valores constitutivos de su ser. Por lacrisis, todas estas realidades pueden sermortificadas, privadas de su espacio naturalde desarrollo, o también convertirse en unaoportunidad de crecimiento, en un “tiempofavorable”.

Cuando Jesús ora al Padre, le pide queguarde en su nombre a los discípulos, queestán en el mundo, «para que sean una solacosa como nosotros», y que los guarde delMaligno. La primera petición recuerda suacción educativa encaminada a introducir alos discípulos en su relación de amor con elPadre, en el cual ellos encuentran la pleni-tud de la vida como criaturas nuevas; guar-darlos les permite caminar en su seguimien-

to, cumplir y proseguir la misión a él con-fiada, la salvación (Jn 17, 11; 20, 21).

Con la segunda petición ayuda a tomarconciencia de la condición de peregrinos enun mundo en el cual han experimentado yexperimentan la contienda entre la luz y lastinieblas, el odio del mundo, la persecu-ción, los condicionamientos de las «obrasde la carne» (Gal 5, 19), con las que se pre-tende separar al hombre de Dios, separarlode los demás y dividirlo en sí mismo, apa-gando sus energías, su creatividad, el amory la libertad.

Todo esto lo encontramos en todas lascrisis, las cuales han de evaluarse a la luz decriterios inspirados por el designio de amordel Padre, en su devenir histórico; es decir,se trata de una acción conjunta con el hom-bre, llamado desde los orígenes a ser nosolo cooperador de Dios en la creación,sino con-creador como hijo, en la fuerza delEspíritu, junto a toda la familia humana. El

Santino Bisignano, o.m.i.

Construyendo la historia desde dentro.El desafío educativo en tiempo de crisis

PERSPECTIVAS

Afrontar el reto educativo que plantea la crisis implica ante todo un replanteamiento antro-pológico y teológico del sujeto educativo, para poder comprender cómo ayudarlo a asumir lacrisis y vivirla como experiencia formativa. El nacimiento de muchos carismas precisamenteen tiempos de crisis puede también ayudarnos a descubrir en ella la “pedagogía de Dios”.

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enfoque de la crisis es, por tanto, antropoló-gico y teológico, e implica todas las cien-cias humanas.

La crisis es un componente del caminodel hombre. El proceso de crecimiento delindividuo pasa por momentos delicados yespecialmente comprometidos, que, si seviven con creciente libertad, conducen auna nueva fase de la vida, consolidando lasmotivaciones, trazando con mayor clari-dad la meta a la que se tiende, desarrollan-do nuevas intuiciones, recursos y perspecti-vas; ensanchando y purificando la propiavisión de la vida y la red de relaciones. Asícrece como hombres y como mujeres. Eneste camino de maduración se toma con-ciencia de la dignidad de toda persona y dela belleza de la diversidad como elementode riqueza, se descubre el propio “nombre”y la propia vocación, desafiando a las“obras de la carne”.

La crisis es ciertamente un crisol, algo encontraste con las más diversos apremios ycon los modelos que otros, los medios en pri-mer lugar, proponen para la construcción dela propia identidad, arrastrando a menudocon una engañosa violencia. Esto vale encualquier fase de la vida humana, no soloen distintos pasos de la adolescencia a lavida adulta o en períodos especiales de laexistencia personal (cf. Vita Consecrata, 70).La crisis contiene una nueva llamada que esconnatural al propio ser; invita a pararsepara saber discernir en la verdad, volver atomar las riendas y superar la tentación dehuir de los conflictos, de la oscuridad, delansia, de las nuevas obligaciones de desa-rrollo personal o social. La crisis se refieretambién al cuerpo social, a la comunidadhumana, a cada núcleo familiar como acualquier realidad cultural, porque todos so-mos una gran familia de pueblos ligados en-tre nosotros, interdependientes.

Los reflejos de las crisis sociales, políti-cas, culturales y religiosas pueden estimular

recursos y creatividad o también servir deobstáculo frenando el camino de la perso-na, del grupo, de un pueblo; pueden conta-minar los valores constitutivos de la propiacultura y dar lugar a un proceso de involu-ción y de creciente pobreza, no solo mate-rial. La crisis es un desafío que obliga a re-flexionar, a pensar, a verificar los valorespersonales, la madurez humana, social y re-ligiosa como miembro de la Iglesia y comociudadano de la familia humana. Puedeabrir a nuevos horizontes y nuevas expe-riencias, así como inducir a cerrarse en unomismo, protegiéndose de las nuevas etapasde la vida previsibles. La llamada que tododesafío contiene lleva a una nueva opciónde madurez como ingreso en la fase de lavida que se abre.

La crisis, sea del carácter que sea, no hayque afrontarla solos, sino juntos, porque so-mos miembros de un cuerpo, de una fami-lia. Hay que afrontarla con la ayuda y lamediación de un hermano, o de una herma-na, de los padres o de un guía espiritual.Son ellos los testigos al alcance de la manoque transmiten con su vida un mensaje deconfianza y de esperanza y garantizan laverdad y la fecundidad de un proyecto defuturo: para nosotros creyentes, el ofrecidopor Jesucristo.

¿Cómo afrontar una crisis? Ante todocon confianza y dando confianza. La mira-da que dirigimos a las personas y a la socie-dad que luchan está estrechamente vincula-

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La crisis es un componente del ca-mino del hombre. El proceso de cre-cimiento del individuo pasa por mo-mentos delicados y especialmentecomprometidos, que, si se viven concreciente libertad, conducen a unanueva fase de la vida...

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da a las actitudes con que vivimos la vida ya la madurez humana y espiritual de cadauno. El que sufre no necesita palabras, sinoconstatar que no disminuye la estima, quese respeta su situación interior, que no de-cae el amor y que nos hacemos compañe-ros de viaje. La crisis también puede ser unmodo de dar la vida, de “celebrar” la vidaen el ofrecimiento de sí mismo. Somoscompañeros de viaje en el silencio habitadopor la Palabra de Dios y en la oración: «Pa-dre, guárdalos en tu nombre». Por tanto, nobasta el análisis y la búsqueda de las causas,aunque es necesario; se trata de vivir eltiempo de la crisis como una experienciaque implica a toda la persona –inteligencia,corazón, sentimientos, libertad–, a la rela-ción con Dios y con los demás.

Así, poco a poco, se llega a asumir la cri-sis y no solo a aceptarla, condición paraque ésta pueda convertirse en un suceso for-mativo. Además hay que seguir sembrandoen la tierra, en la propia persona y en la so-ciedad, semillas de luz y de amor, viviendoen la Palabra, fieles –aunque en lucha,como Jacob– a la alianza con Dios, creyen-do en su amor; amándolo con todo el ser yamando al prójimo. Cada paso exige tiem-po y pide respetar los ritmos personales:«Una planta no crece tirando de ella, sinoque crece por su propia virtud». Educar exi-ge preparar a las personas –“preparar parala prueba”– con un camino de formaciónintegral, abierto y dinámico, y explicandosu significado en el proceso de crecimientohumano y espiritual, que tiene lugar siem-pre en el hoy de la historia, con el rostro olos rostros que la caracterizan.

Un objetivo primario para construir la“casa sobre roca” es aprender el arte deldiscernimiento (Rm 12, 1-12) en la expe-riencia de lo cotidiano. Además la historiade la salvación es una gran escuela de for-mación, como también lo es la vida y lasopciones de nuestros contemporáneos y de

cuantos en la historia más reciente han sa-bido afrontar y construir las varias y dolo-rosas crisis de la sociedad. El Espíritu guíay sostiene a toda persona de buena volun-tad que sufre por su gente.

Otro contexto formativo en la pedagogíade Dios son las familias religiosas y los va-rios Movimientos eclesiales, contempladosen su origen histórico y en las motivacionesde fe y de amor que animaban a sus funda-dores y a sus primeras comunidades. Pue-den, porque son tales, ser tenidos como unarespuesta, en el plan de Dios, a las crisis dela comunidad humana en sus distintas ex-presiones e instancias: «He oído los gemidosde mi pueblo» (Ex 3,7; 6, 5-7). Visitarlos conespíritu de comunión nos pone en contactoy nos hace descubrir el fundamento sobre elcual han construido las leyes vitales, su lec-tura de la crisis en la verdad del hombre, ala luz del Evangelio.

Compartir las propias experiencias, ide-as, opiniones y emociones, en un clima delibertad y de fraternidad, concurre igual-mente al crecimiento en la fraternidad y enla solidaridad. A través del intercambio,acompañado del estudio y la reflexión, secomprenden mejor las evoluciones de la so-ciedad y la nueva etapa de la vida de la Igle-sia, pudiendo valorar con mayor objetivi-dad –para no convertirnos en esclavos– laabundancia de informaciones que las redessociales transmiten con sorprendente rapi-dez; se estimula y se desarrolla el sentido deresponsabilidad personal y social, se captanlas necesidades y las llamadas, se liberannuevas energías en la creatividad, se esta-

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La crisis, sea del carácter que sea,no hay que afrontarla solos, sinojuntos, porque somos miembros deun cuerpo, de una familia.

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blecen distancias frente a las propuestasque crean dependencia y que atan, mortifi-cando la dignidad de las personas y de lospueblos. La formación no es la sola infor-mación, es ante todo transmisión de valo-res que definen la identidad personal, so-cial, cultural y religiosa del interesado.

Dos notas pedagógicas ulteriores

El modo de afrontar la crisis está ligado ala visión que la persona tiene de sí misma, ala claridad de su identidad, a la autoestima.Todos tenemos dudas, incertidumbres, de-cepciones, sensación de incapacidad antelo nuevo, y muchas otras dificultades en si-tuaciones de crisis. Por esto el proceso edu-cativo ha de personalizarse, para que cadauno pueda madurar dentro de sí conviccio-nes, experimente su capacidad personal deafrontar la vida y, desde dentro, saque losrecursos necesarios, abierto a la acción delEspíritu; que palpe que el Espíritu está pre-sente en la crisis, que obra en ella y que lla-ma a actuar en sintonía con él en la verdady en el amor. La palabra “juntos” no se li-mita a las personas, sino que incluye al Re-sucitado: «Yo estaré con vosotros hasta el finalde los tiempos» (Mt 28, 20).

Una segunda nota pedagógica nos intro-duce en el campo de la fe. El salto de fe noabstrae de la concreción de la vida, sinoque más bien permite una lectura más pro-funda de ella en la verdad de la condiciónhumana. La acción formativa, por tanto, esposible en cualquier experiencia, inclusodonde habita el error y la debilidad. Piénse-se en la oración de Francisco: «Donde hayaodio, haz que yo lleve el amor; donde hay ofensa,que yo lleve el perdón; donde hay discordia, queyo lleve la armonía; donde hay error, que yo llevela verdad; donde hay duda, que yo lleve la fe;donde hay desesperación, que yo lleve la esperan-za; donde hay tinieblas, que yo lleve la luz; don-de hay tristeza, que yo lleve la alegría».

La fe hace penetrar dentro de los dina-mismos de la historia y del corazón huma-no, y afina el oído del amor. Pablo pudo de-cirle a Timoteo, para sostenerlo en sus tra-bajos: «Sé de quién me he fiado» (2Tm 1, 12),porque había hecho la experiencia del amory de la presencia del Señor en la prueba yen las comunidades, en la historia de supueblo y entre los gentiles. Se confiaba a éltambién cuando no veía con la sola inteli-gencia y con la luz que provenía de las tra-diciones religiosas o de la misma compren-sión de la Palabra que había tenido hastaentonces (cf. Ef 3, 17-19): lo seguía, creyen-do en el designio de Dios, que sabía se rea-lizaba, esperando su hora.

El camino en la crisis puede, por tanto,adquirir un carácter de kénosis, en su signifi-cado más profundo, donde la opción deldon radical de sí tiene como única motiva-ción el amor y el bien de los hermanos: porellos, por su salvación, para que vivancomo hijos de Dios, se abandona totalmen-te, se despoja de todo, se desprende de todoen la «pobreza de espíritu» (Mt 3, 5), com-parte su condición. Como hizo Cristo (Flp2, 6-8). Como hemos visto en el papa Bene-dicto XVI al responder a la nueva llamadaque lo ha conducido sobre el monte. Comosucede en el arduo proceso de comprensióny de actuación del Concilio Vaticano II, de-finido por el papa Juan XXIII y por PabloVI un nuevo Pentecostés. «Si el grano de tri-go, caído en la tierra, no muere, queda solo; perosi muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24).

Unidad y Carismas

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Compartir las propias experien-cias, ideas, opiniones y emociones,en un clima de libertad y de fraterni-dad, concurre igualmente al creci-miento en la fraternidad y en la soli-daridad.

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UUUUNA época compleja, la nuestra, laque cada día se revela a nuestro al-rededor. Es la que el marco inter-

nacional nos ofrece diariamente, a niveleconómico, cultural y político. Es un esce-nario inquietante que engendra miedo, sino angustia.

Somos interdependientes y, por tanto, to-dos sentimos las consecuencias de una cri-sis que desafía a toda la humanidad: la con-solidación de una economía que producecada vez más fajas de pobreza, la amenazanuclear, el miedo a las epidemias. En Euro-pa, en particular, asistimos a una crisis cul-tural que ha marginado el hecho religioso,lo trascendente, y ha exaltado y valorizadoel solo factor económico. Más allá de las di-versas reacciones de los países europeosfrente a la crisis, queda que en el centro dela acción política, cultural y económica ac-tual domina la “ley del mercado”1.

Alguno habla de “sueño de la razón” (F.Goya). La esquizofrenia, la depresión, las

frustraciones que encontramos diariamenteen nuestros ámbitos de misión son la prue-ba. Esta crisis afecta también a la Iglesia y ala vida consagrada misma, que está experi-mentando un momento de descarrío, defragilidad y de purificación. Alguien hacenotar que en la Iglesia no todo es igual: hayrealidades cristianas, como en Asia o enÁfrica, donde se respira una vitalidad ca-paz de engendrar aún numerosas vocacio-nes, o bien Iglesias que en la persecucióndan testimonio de la fuerza del Evangelio.

Pero en Europa, la crisis cultural, sobretodo en sentido antropológico, plantea im-portantes preguntas a la vida religiosa de hoy.

La pérdida de la ética, el nihilismo, la vir-tualidad del mundo (que sustituye a la reali-dad con la representación de un espejo querefleja la nada), la concepción del tiempoque ignora tanto el pasado como el futuro, lapérdida del sentido, el relativismo que niegavalores absolutos y la amenaza de la muerteson retos que obligan a asumir la realidad, a

Marina Motta, s.b.g.

Más allá del desafío,la comunión

PERSPECTIVAS

Los carismas de la vida religiosa son desafiados por la crisis actual. No están llamadosa hacer obras, sino a sumergirse en la crisis, “estando con” en una comunión pobre, queengendra la presencia de Cristo..

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dejarnos interpelar por ella para “estar” ypara ser portadores de vida y de esperanza.

Los carismas en la historia

La globalización y la conciencia de serinterdependientes obligan, en los análisis,en las reflexiones y en las decisiones a supe-rar los límites de los propios perímetros ca-tegoriales y territoriales. La pertenencia auna congregación internacional representa,pues, un reto: el de dar testimonio de unafraternidad posible más allá de las diferen-cias. El historiador G. Falco2 afirma que elmilagro que se estaba manifestando en lossiglos V y VI, cuando el Imperio Romano sedisgregaba y Europa era un gran campo debatalla, era el de constatar cómo en la co-munidad benedictina convivían pacífica yfraternalmente personas que, fuera de losmuros monásticos, habrían peleado y mata-do. Hoy este testimonio de paz puede darseviviendo en comunión la riqueza de una his-toria carismática capaz de encarnarse y deexpresarse en las diversas culturas, así comocompartiendo una apasionada tensión enbuscar la lógica del don capaz de atravesarcualquier tipo de frontera antropológica ygeográfica. En la historia podemos consta-tar cuánto han respondido los carismas a lasnecesidades de sus tiempos y cómo han en-gendrado obras, cultura, servicios, evangeli-zando y humanizando el mundo. A veceshan realizado verdaderas revoluciones; bas-te pensar en el monaquismo benedictino, enlas órdenes mendicantes o en el movimientoapostólico femenino del siglo XIX, carismasque, encarnando el evangelio, han incididoprofundamente en la realidad cultural, so-cial y económica de su tiempo.

¿Y hoy?

Y hoy ¿qué llamadas de Dios intercep-tamos en los contextos en que vivimos?

¿No estamos llamados a hacernos a lamar con valentía, dejando la conquista denuestros proyectos, de nuestras estructu-ras, para buscar nuevos modos de hablar ala humanidad, viviendo el Evangelio? Lasrealidades cambian, pero Cristo es el mis-mo ayer, hoy y siempre. ¿Cómo “estar” enla Iglesia y en el mundo con nuestros ca-rismas?

En la realidad que vivimos diariamente,detrás de la indiferencia y del miedo de lagente, todos sentimos con fuerza la invoca-ción del sentido, de lo trascendente, y perci-bimos la pregunta de personas que sean ca-paces de detenerse, de perder tiempo paraescuchar y acoger al otro, la necesidad delugares de participación verdadera, dondepoder decir “yo” con verdad. A los consa-grados ahora no se les piden obras, servi-cios, sino una presencia que sostenga, queanime, que ayude a buscar y a responder ala tarea a la que Dios llama a cada uno, cre-

yente y no creyente. “Estar con”, compartiren la crisis actual, escuchar el grito de lospobres, el sufrimiento de quien vive en con-textos de persecución, de violencia y de in-justicia nos ayudan a redescubrir y a resig-nificar el voto de la pobreza, y asumir unestilo de vida más sobrio, más pobre, másacogedor, arriesgando por otras formas depresencia más evangélicas.

El episodio del milagro de la multiplica-ción de los panes y de los peces (Mc 6, 30-44) reviste, en el contexto de la vida religio-sa actual un significado especial. Los discí-

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No importa que los recursos seanpocos; al contrario, es precisamentela conciencia de sentirse pobres loque permite el milagro de la partici-pación. Dios pide que “demos noso-tros de comer”.

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pulos que se han entregado a la misión,dándolo todo, recogiendo incluso éxitos,ahora se encuentran cansados, incapaces einhábiles para afrontar el hambre de lamultitud que los sigue (¿no es la realidadque experimentamos?) y piden al Maestroque la despida. Pero Jesús se conmueve,siente “compasión” por la muchedumbre einvita a los discípulos a salir de sus esque-mas para entrar en “otro” proyecto: “Dad-les vosotros de comer”. No importa que losrecursos sean pocos; al contrario, es preci-samente la conciencia de sentirse pobres loque permite el milagro de la participación.Dios pide que “demos nosotros de comer”.Podemos ser los que distribuyen los paneso los que recogen las sobras. Podemos en-contrarnos en la situación en la que tampo-co sabemos cómo responder, y nos senta-mos a esperar el “pan” junto a nuestroshermanos para luego experimentar juntosla fiesta de comer con Jesús, que se sientaentre nosotros.

Estar con

¿No es esto lo que la gente espera? Vivirhumildemente con los demás, dando a ma-nos llenas en la comunión, los dones denuestros carismas para permitir a Jesús, enla reciprocidad del amor, que repita en todomomento el milagro de su presencia viva.

¿Y en Europa? Si por una parte debe-mos dejarnos interpelar por los retos quese conjugan en los distintos diálogos (cul-tural, ecuménico, interreligioso…) provo-cados por el fenómeno de las migraciones,por otra parte emerge fuerte la necesidadde crecer en la fe, de esperar y de vivir el“ya, pero todavía no” de la unidad y de lafraternidad universal. Chiara Lubich, conla espiritualidad de la unidad, nos haabierto a esta visión y nos ha dado la clavepara vivirla: Jesús Abandonado. La oscu-ridad, la nada cultural en la que estamos

inmersos, el miedo, la soledad e incluso ladesesperación que a menudo vive la gente,¿no son las realidades en las que estamosllamados a “estar” y asumir en la vulnera-bilidad crucificada de Cristo y allí dar tes-timonio del Resucitado? ¿No son la invita-ción a dárselo todo para que Él, en la co-munión, pueda realizar el milagro de supresencia, que engendra hombres y muje-res de esperanza, tal vez permaneciendosentados y esperando con otros “el pan”que Jesús quiere compartir con nosotrosen la alegría?

«Hoy debe nacer la visión de una Iglesia queviste a Cristo (y la Palabra de la Escritura)que sea texto legible de su palabra». Nuestroscarismas, que encarnan palabras del Evan-gelio, pueden dar a la humanidad, en la co-munión, a Jesús. «Podría ser el comienzo deuna nueva historia de Europa con una perspecti-va comunional y universal. Una historia de hos-pitalidad, capaz de acoger los sufrimientos deJesús, porque es capaz de abrirse a la misericor-dia, a la sensibilidad y la fragilidad de la crea-ción»3. Una historia de unidad y de fraterni-dad, “un ya, pero todavía no”.

1 «La cultura civil del continente se identifica enel capitalismo “tecno-nihilista”: un modelo de acu-mulación económica que, en esta fase histórica,hace depender el crecimiento cada vez más direc-tamente de la capacidad de innovación técnica yque, por consiguiente, necesita de una cultura nihi-lista para disponer libremente de cualquier signifi-cado de modo que no tenga obstáculos de acuerdoa su pleno desdoblamiento» (Mauro Magatti). Unaespiral nihilista que no tiene el aspecto agresivo,sino el sonriente de quien desmonta y disminuye eldepósito simbólico sin hacerse cargo nunca de ali-mentarlo». L. Prezzi, I religiosi e L’Europa, in «Testi-moni» , n. 18 de 2012.

2 G. Falco, La Santa Romana Repubblica, Ricciar-di, Milano-Napoli 1973, p. 95.

3 K. Appel, Il retorno filosofico di Paolo: una sfidaper l’universalismo cristiano, in AA. VV., Cristianesi-mo ed occidente. Quale futuro immaginare?, Ed. Glos-sa, Milano 2011, p. 91.

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AAAANTONIO Rosmini, en 1832, dijoconfidencialmente a su amigo Nic-colò Tommaseo: «Entonces anoto

que la Iglesia está cargada de los despojos deEgipto como de otros tantos trofeos, y entoncesparece convertida en árbitro de los destinos hu-manos, entonces solo ella es como impotente: escomo David oprimido bajo la armadura deSaúl, ese es el tiempo de su decadencia»1 (me hepermitido –y me permitiré– en este artículovulgarizar en italiano del siglo XXI textosdel siglo XIX, n. d. r.).

Pensar mirando y escuchando

Estas palabras se pueden considerar lasíntesis de la obra de Rosmini De las cincollagas de la Santa Iglesia2, que él redactócomo borrador a finales de aquel año y per-feccionó luego para su publicación anóni-ma en Lugano en 1948, La escribió a los 35años (había nacido en Rovereto en 1797),

en 1821 había sido ordenado sacerdote.Abierto a todos los intereses culturales y alos diversos campos del saber, había descu-bierto que no existía otra sabiduría más queen Dios, pero esto no atenuó sino que exaltósu pasión por la investigación intelectual.Además, el papa Pío VIII lo había animadoa estudiar para ponerse al servicio del diálo-go entre el cristianismo y los fermentos nue-vos y contrastantes generados por la Revo-lución Francesa, por la Restauración y porel clima anticlerical dominante. Esta fue suvocación, que persiguió durante toda suvida y por la cual fue querido y combatido.

Para comprender su figura (de la que solopresentaremos un aspecto), no se puede ol-vidar que en 1828, siendo todavía joven,fundó el Instituto de la Caridad, para sacer-dotes y laicos, y en 1832 la rama femenina,las Hermanas de la Providencia. El carismarosminiano es la caridad: espiritual, intelec-tual y material. O sea, todo lo que Rosmini

Unidad y Carismas

Costanzo Donegana, p.i.m.e.

De las cinco llagas de la Santa Iglesia:una profecía no escuchada

TESTIGOS

Rosmini es uno de los hombres que nacieron un siglo antes del recorrido “normal” de laIglesia. Por eso sufrió, pero con la libertad de quien solo sigue el Evangelio de Cristo y que poreso ama a la Iglesia.

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hace y escribe está inspirado por el Evange-lio en su esencia más pura. Esta inspiraciónserá lo que le salvará en las dificultades y enlas persecuciones.

Retomemos el camino. Rovereto está bajola dominación austríaca, que desconfía deRosmini, el cual había manifestado abierta-mente su amor por Italia. Tendrá que trasla-darse a Milán, donde entabla amistad pro-funda con Manzoni, que dice de él: «Una delas cinco o seis inteligencias más grandes que lahumanidad había producido desde siglos». Lue-go marchará a Domodossola y después aStresa, en el Reino del Piamonte, donde es-tablece el centro de sus dos congregaciones.

Una Iglesia infiel

Durante toda su vida, Rosmini pensó y es-cribió mucho, con valentía, exponiendo ide-as que, tanto en el plano de la filosofía teoré-tica y moral, del sistema político (relaciónentre Iglesia y Estado), como de la lectura so-bre la situación de la Iglesia de su tiempo, ha-llaron fuerte oposición dentro de la Iglesia deentonces. El ejemplo más típico puede serprecisamente su obra De las cinco llagas de laSanta Iglesia.

Él imagina a la Iglesia, Cuerpo de Cristo,crucificada, herida en las manos, pies y cos-tado por cinco llagas. Su amor por ella loimpulsa a hablar, denunciando sus males yproponiendo los remedios. Tiene ante sí lavisión de la Iglesia de los orígenes, que con-trasta de modo estridente con la realidadconcreta de principios del siglo XIX. Ha per-dido su fuerza sobrenatural, se ha aliadocon el poder político, ha reducido los laicosa personas sin pensamiento, sin palabra ysin iniciativa, y se ha hecho rica.

Es impresionante ver cómo Rosmini sabeconjugar su pasión por la Iglesia con su in-mensa erudición, tanto para describir la si-tuación de la Iglesia antigua como para ilus-trar su involución. Conoce profundamente

los Padres de la tradición occidental y orien-tal, la historia de la Iglesia y de las institu-ciones eclesiásticas, pero no utiliza estos co-nocimientos como investigador, sino comocristiano.

En la Advertencia puesta al comienzo desu obra, se plantea la pregunta: «¿Está bienque un hombre sin jurisdicción componga un tra-tado sobre los males de la Iglesia? […] Y destacarsus llagas, ¿no es quizá una falta de respeto a susmismos pastores?». Y responde: «Meditar sobrelos males de la Iglesia, ni siquiera a un laico se lepodría reprochar, si le impulsa el celo vivo de subien y de la gloria de Dios; y creo, examinándo-me a mí mismo, en cuanto una persona puede ga-rantizarlo, que mis reflexiones no provienen másque de esta intención». Y concluye con pro-funda humildad: «No hablo con intención dedecir cosas definitivas, sino que, exponiendo mispensamientos, pretendo someterlos a los Pastoresmismos, y principalmente al Sumo Pontífice, cu-yas veneradas palabras serán para mí siemprenorma directa y segura, a la luz de la cual con-frontar y corregir todas mis opiniones»3.

Las cinco llagas

Es hora de llegar a la presentación del li-bro.

1) Llaga de la mano izquierda: la divi-sión del pueblo respecto al clero en el cultopúblico, que ha concentrado la exclusiva ad-ministración de las cosas sagradas en lasmanos de la clase sacerdotal, reduciendo alos laicos a un estado de pasividad y suje-ción. « ¿Será verdad que esa plebe (= los laicos),que en el templo del Señor para la primitiva insti-tución no es solo espectadora sino actora en granparte, tenga que mantener apenas una presenciamaterial?»4. La solución que propone Ros-mini es la enseñanza del latín (que no quie-re abolir) y la explicación de las ceremoniaslitúrgicas.

2) Llaga de la mano derecha: la insufi-ciente educación del clero. Tiene su raíz en

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la praxis, que se instauró en el Medioevo, deprivilegiar las funciones políticas y adminis-trativas sobre la evangelización y la caridad.Actualmente hay en los seminarios “librospequeños” y “pequeños maestros”. La Igle-sia tiene que volver, como en tiempos anti-guos, a unir ciencia y piedad sobre la basede la Sagrada Escritura.

3) Llaga del costado: la desunión de losobispos. Viene de la lucha por acaparar ladignidad episcopal, garantía de rentas, privi-legios, honores, intereses políticos, ocupacio-nes políticas extrañas al ministerio sacerdo-tal, ambición, servilismo hacia los gobiernos.Los obispos son «esclavos de hombres ricamentevestidos, en vez de apóstoles libres de un Cristo des-nudo». Como remedios propone la libertaddel poder político y la separación de las ri-quezas: ¿quién no ve que «ha llegado la hora enla que empobrecer a la Iglesia es salvarla?»5.

4) Llaga del pie derecho: nombra-miento de los obispos en manos del poderlaico. Rosmini denuncia el servilismo de losobispos al poder político, que los nombra, ypropone la vuelta a la praxis antigua, expre-sada en la fórmula: «El clero, juez; el pueblo,consejero»6. El pueblo no tiene derecho a ele-gir y darse sus pastores, lo cual pertenece alclero, sino que tiene derecho a tener pasto-res que le sean gratos –expresando respon-sablemente su parecer–, que gocen de su es-tima y de su confianza.

5) Llaga del pie izquierdo: Esclavitudde los bienes eclesiásticos. «La Iglesia primiti-va era pobre, pero libre»7, afirma con nostálgi-ca tristeza Rosmini. Y propone la vuelta alos criterios antiguos de administración delos bienes eclesiásticos, que tenían dos úni-cas finalidades: la primera, que la ofrendafuera espontánea, y la segunda que los bie-nes «se poseyeran, se administraran y se dis-pensaran en común», teniendo presente elsostenimiento del clero y la caridad hacialos pobres (el obispo debería ser «el primeroentre los pobres»8).

Todo en la máxima transparencia. Ros-mini afirma con agudeza que la carcomaque corroe es «la idea de individualidad» (cur-siva del autor, n.d.r.)9.

He aquí una síntesis de la obra. El espa-cio me ha obligado a ofrecer una pobre ima-gen de un libro cuyo valor supera el mo-mento histórico en el que fue escrito. Vale lapena leerlo íntegramente.

La condena

En 1848 Rosmini decide editar Las cincollagas. ¿Por qué precisamente entonces, des-pués de tantos años de silencio? Ha subido altrono pontificio Pío IX, «que parece destinado arenovar nuestra edad y a dar a la Iglesia ese nuevoimpulso que ha de empujar hacia nuevos caminosy a un curso tan maravilloso y glorioso cuanto im-previsto»10. Las esperanzas de todos los quesueñan novedades políticas y reformas, den-tro y fuera de la Iglesia, apuntan hacia el nue-vo papa, incluidas las de Rosmini.

Ese mismo año, el rey de Piamonte, Car-los Alberto, decide enviar a Rosmini comoplenipotenciario a Roma ante el papa, quelo acoge con afecto y estima y le anuncia laintención de elevarlo al cardenalato. En laCuria circula la voz de su nombramientocomo Secretario de Estado. Pero poco des-pués en Roma estalla la revolución y el papahuye a Gaeta, pidiéndole a Rosmini que losiga. Los sucesos ayudan a empeorar lashostilidades contra él, sobre todo por partede Austria («nuestro más formidable enemigo»,«el mal genio de Pío IX», lo define el embaja-dor de ese país ante la Santa Sede11). Sus ad-versarios (en el plano político, Austria, y enel eclesiástico, los jesuitas) se concentran endos obras suyas, Las cinco llagas de la SantaIglesia y La Constitución según la justicia social,y piden su condena. Él responde alegandoque las acusaciones no encuentran funda-mento en sus escritos. De todos modos, sedeclara dispuesto al diálogo y a modificar

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eventuales errores. Envía cartas al papa, queno obtienen respuesta; también pide au-diencias, que le son obstaculizadas.

Entre tanto, recaen sobre él las acusacio-nes más diversas y los comentarios más ex-traños. El ambiente y el ánimo del papa, en-tregado en las manos poco fiables del card.Antonelli y de Austria y sus aliados, hancambiado profundamente. La policía borbó-nica (Rosmini se ha trasladado a Nápoles) losomete a abusos y atropellos. A mediados dejulio, deja esa ciudad y vuelve a Stresa: «Eldolor y las humillaciones de todo tipo no habíanrestado nada a la serena dulzura de su sonrisa,que, bajo sus ojos profundos y penetrantes, dabaun carácter casi sobrehumano a su fisonomía»12.

En una breve estancia en Albano, recibe(13 de agosto de 1849) una carta del maes-tro de los Palacios Apostólicos, de la quehabla el mismo Rosmini en sus Diarios: «Pororden del S. Padre, se reunió en Nápoles extraor-dinariamente la S. Congregación del Índice, lacual prohibió por decreto del 30 de mayo, confir-mado por el papa el 6 de junio, mis dos opúsculosde las Llagas y de la Constitución. Mantuvie-ron totalmente en secreto todo este trabajo, y no seme reveló ningún motivo de la prohibición. Yoenvié mi plena sumisión. Sit nomen Dominibenedictum»13.

¿Por qué motivos prohibieron su obra Delas cinco llagas de la Santa Iglesia? Había queimpedir que Rosmini llegara a cardenal. Asílo temían Austria y sus aliados y las corrien-tes conservadoras de la Iglesia. Además, eravisto como un pensador peligroso, que de-nunciaba y ponía en crisis una tradición depensamiento y de gobierno de la Iglesia yaincrustada y contraria a cualquier cambio.

Los adversarios no se dieron tregua y vol-vieron a atacarlo, pero esta vez les salió malel tiro. Pío IX reaccionó, pidiendo un exa-men profundo de todas las obras de Rosmi-ni. Fueron para él cuatro años de angustiapor el daño que sufrían sus dos congregacio-nes, pero todo concluyó con una sentencia

definitiva de absolución. Pío IX comentó:«Bendito sea Dios, que envía de vez en cuandohombres como este para el bien de la Iglesia».

¿Qué crisis?

Una pregunta final: ¿Crisis de Rosmini ocrisis de la Iglesia? Creo que la respuesta esclara: crisis de una Iglesia que no supo com-prender los signos de los tiempos, tuvo mie-do de la historia, defendió sus propios inte-reses y no los de Jesucristo y los del hombre.

Rosmini nunca “entró en crisis”: danprueba de ello las tres palabras de su testa-mento espiritual, que, muriendo (1 de juliode 1855), confiaba a Alejandro Manzoni,que lo asistía: «Callar, adorar, gozar».

Rosmini fue declarado beato el 18 de no-viembre de 200714.

1 A. Rosmini, Epistolario ascético, vol. I, p. 575.2 Sigo la edición de Clemente Riva, Morcellia-

na, Brescia 1966.3 Ibid., pp. 45-46.4 Ibid., p. 71.5 Ibid., p. 163.6 Ibid., p. 170.7 Ibid., p. 326.8 Ibid., p. 339.9 Ibid., p. 335.10 Ibid., p. 357.11 Ibid., p. 25.12 Diario di Vittoria Manzoni, cit. in G. B. Pagani

– G. Bozzetti – G. Rossi, Vita di Antonio Rosmini, 2vol., Rovereto 1957., II, p. 261.

13 A. Rosmini, Diari, in «Scritti editi e inediti», acura di E. Castelli, Ediz. Naz., Roma 1934.

14 La “cuestión rosminiana” continuó despuésde su muerte, desembocando en el Decreto doctri-nal del Santo oficio, Posto obitum, que condenó“Cuarenta Proposiciones” sacadas de sus obras(1887). Una Nota de la Congregación para la Doc-trina de la Fe, presidida por el card. Josef Ratzin-ger, ha declarado que el sentido de aquellas propo-siciones «no pertenece, en realidad, a la auténtica posi-ción de Rosmini, sino a posibles conclusiones de la lectu-ra de sus obras» (1 de julio de 2003). ¡Tuvo que pasarmás de un siglo para llegar a esta conclusión!

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SSSSOBRE el desarrollo de la historia dela Iglesia existen varias interpretacio-nes que fundamentalmente pueden

reducirse a dos: una visión negativa por laque alejándonos de los orígenes el impulsodisminuye; y una visión positiva: lo que ensu origen estaba contenido como en una se-milla se desarrolla a través de los siglos y lasemilla se convierte en árbol y, poco a pocoque va creciendo, se ve mejor lo que enprincipio existía solo en potencia. Dosejemplos de la tradición franciscana repre-sentados por Angelo Clareno y san Buena-ventura.

Angelo Clareno:involución en la historia

Clareno era un discípulo de los primeroscompañeros de Francisco, que entró en laorden casi medio siglo después de la muer-te del fundador. La fraternidad franciscanase había desarrollado en número y exten-

sión dando origen a varias interpretacionesdel ideal fundacional1. Clareno sigue la vi-sión de los espirituales, los cuales intenta-ban vivir de modo radical, y a veces inclusoexagerado, la vida del Poverello y de sus pri-meros compañeros, especialmente respectoa la pobreza material.

Cuando Clareno describe el camino dela orden franciscana desde los orígenes has-ta sus días2 ensalza el tiempo y el ideal desan Francisco, mientras que ve en la evolu-ción siguiente un alejarse del ideal original.Casi como en una paradoja habla de progre-so hacia lo peor (“Progressus… ad peiora”, Pró-logo 201), en otras palabras, habla de unainvolución.

Los frailes, según Clareno, no observanel Evangelio y especialmente la pobrezacomo era la praxis de los primeros tiem-pos: «Se dedican a acumular dinero, testamen-tos y legados; consecuentemente, sin pudor al-guno se entregan a litigios, se alejan del amor ala santa pobreza, humildad y oración… se dan

Unidad y Carismas

Theo Jansen, o.f.m.cap.

Angelo Clareno y Buenaventura.¿Hacia dónde va la historia?

TESTIGOS

¿Vamos adelante o caminamos hacia atrás en el camino histórico de la Iglesia? Dos respues-tas diversas de la tradición franciscana.

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con gran ambición a la ciencia y al lectorado,anteponiendo las palabras a las virtudes, ladoctrina a la santidad, la ampulosidad y arro-gancia a la humildad… escandalizan a los lai-cos con la codicia de bienes y con la moderniza-ción y la suntuosidad de sus edificios» (Prol.204-214).

Si bien Angelo Clareno expresa un juiciobastante negativo sobre el transcurso de sufamilia religiosa, no falta en él una nota po-sitiva: la obra de Dios no puede ser destrui-da por los hombres, sino que a través deuna intervención de Cristo será repuesta enel antiguo esplendor ideal.

Buenaventura:progreso en la historia

Buenaventura conoció el ideal francis-cano cuando era estudiante en la universi-dad de París, el centro científico más im-portante de su tiempo. Los seguidores desan Francisco vivían en aquella ciudaddesde hacía dos décadas y despertabangran admiración para el joven estudiante,nacido en 1217 en Bagnoregio (Italia) ycurado en su juventud por intercesión desan Francisco.

Cuando en 1257, a los 31 años de lamuerte del fundador, fue elegido ministrogeneral, la orden franciscana se encontrabaen una situación delicada. Algunos profe-sores universitarios difícilmente aceptabanla novedad de las órdenes mendicantes. Ha-llaban dificultades prácticas y teoréticaspara colocar el estilo de vida de estos nue-vos movimientos en la estructura existenteen la Iglesia. Dedicarse al apostolado vi-viendo en pobreza, ¿no era un ideal exage-rado y demasiado alto para la naturalezahumana? Y sobre todo, el proyecto de vidade estos nuevos grupos era una novedadjamás verificada en la historia de la Iglesia.Ni siquiera Jesús había querido vivir tan ra-dicalmente pobre, pues Judas llevaba la bol-

sa del dinero para Jesús mismo y para losapóstoles.

Buenaventura responde a estas objecio-nes dando su visión de la historia de la Igle-sia: «Según la disposición de la divina sabi-duría, Dios determina y ordena todas las cosasen sus tiempos. En el primer tiempo de la Iglesia,suscitó hombres poderosos en milagros y signos,como fueron los apóstoles y sus discípulos. En eltiempo intermedio suscitó hombres dotados deinteligencia de las Escrituras y razones funda-mentales. Y en este último tiempo ha suscitadohombres que mendigan por libre elección y queson pobres respecto a las cosas mundanas... Estoera ciertamente un bien conveniente, para quefuese destruida por medio de los primeros la ido-latría y los portentos de los ídolos; por medio delos segundos la herejía; y por medio de los terce-ros la codicia que sobre todo reina como fin en elmundo»3.

Teología de la historia

Gracias al estudio de J. Ratzinger sobrela teología de la historia en Buenaventura4,podemos comprender mejor el razona-miento del Doctor Seráfico. Buenaventuraencuentra el curso de la historia prefigura-do en la Sagrada Escritura, que él considerade modo dinámico. Ve en ella semillas quecrecen y maduran hasta la plena flora-ción… La Palabra de Dios se comprende

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Buenaventura vuelve a tomar lavisión de los seis días de la creación,pero añade un elemento nuevo, muyvalorado en su tiempo. Él no miraatrás, a la plenitud ya realizada enCristo, sino que dirige su mirada haciael futuro, hacia la plena realizaciónde lo que Cristo había traído de for-ma completa aunque en germen.

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siempre mejor en la medida en que la histo-ria progresa, como el conocimiento de unniño aumenta en la medida en que crece enaños.

Esta reflexión es entendida como teo-logía de la historia, donde se evidencia elcarácter salvífico de la historia profana. Bue-naventura ve un paralelo entre los seis díasde la creación y el desarrollo de la historia,aportando una novedad respecto a la visiónde la historia de Agustín, el cual, partiendode los seis días de la creación, distingue enla historia seis edades y afirma que con lavenida de Jesús se ha llegado al últimoperíodo de la historia. En Jesús está la ple-nitud de la salvación. La historia de la Igle-sia desarrolla una plenitud ya presente yque no añade nada de nuevo. El conceptode Agustín es retrospectivo.

Buenaventura vuelve a tomar la visiónde los seis días de la creación, pero añadeun elemento nuevo, muy valorado en sutiempo. Él no mira atrás, a la plenitud ya re-alizada en Cristo, sino que dirige su miradahacia el futuro, hacia la plena realización delo que Cristo había traído de forma comple-ta aunque en germen. La historia despuésde Jesús traerá una verdadera novedad,nuevos desarrollos del mensaje evangélico.¿No había dicho Jesús mismo a sus discípu-los: «Vosotros haréis cosas más grandes que yo»(Jn 14, 12)?

Una cita: «Cristo no tenía que venir al prin-cipio del tiempo, porque su venida hubiera sidodemasiado apresurada; ni tampoco al final deltiempo, porque entonces hubiera sido demasiadotarde. Convenía que el Salvador hiciese presenteel tiempo del remedio en el tiempo interpuesto[en medio], entre el de la enfermedad y el del jui-cio. Convenía que el mediador precediera a algu-nos de sus miembros, y que otros le siguieran»5.

La plenitud de los tiempos es también elcentro del tiempo y Buenaventura explica amenudo la mediación de la salvación porparte de Jesús en sentido cronológico. Jesús

tenía que venir a la mitad del curso de lahistoria, y trajo además algo nuevo en lahistoria que continúa después de Él.

Esta visión hace de fondo a la respuestaque Buenaventura da a los opositores de lasórdenes mendicantes. Y no es un elementosecundario en su visión del cristianismo.Un año antes de su muerte, Buenaventuravolvió a París para una serie de conferen-cias en la universidad donde había enseña-do. Son las Conferencias o Colaciones sobre laObra de los Seis días (Collationes in Hexaëme-ron). En ellas desarrolla aún más su inter-pretación de la historia, insertando tambiénun discurso sobre el lugar que Francisco ylos Frailes Menores tienen en el designiosalvífico de Dios.

El lugar de Franciscoy de los franciscanos

Cuando Buenaventura fue elegido gene-ral de su orden, tuvo que afrontar no sololos ataques desde fuera, sino también laspolémicas dentro de la misma fraternidadfranciscana. Se trataba de divergencias enla interpretación del ideal de san Francisco.

El Poverello propone una vida evangélicasine glossa, exhortando a «tener el Espíritu delSeñor y su santa acción», como había escritoen la regla6. Pero ¿cómo encarnar tal vida

Unidad y Carismas

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Esto quita a cualquier miembrode la orden la pretensión de haberllegado ya al culmen de la perfec-ción evangélica, mientras por otraparte lo estimula a progresar hacia elideal de su fundador al cual se lle-gará gradualmente y de un modosiempre más perfecto en el caminohistórico.

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en otros lugares y en tiempos que cam-bian? Algunos se orientaban a una mitiga-ción de los heroicos primeros tiempos de laorden. Otros defendían formas y costum-bres cerrándose a cualquier evolución7.Tocó a Buenaventura el difícil deber de en-contrar una línea que permaneciera fiel alideal del fundador, pero que podía satisfa-cer también las justas reivindicaciones decambios.

A todos los frailes, de una y otra tenden-cia, propone la persona de Francisco comoseráfico. Este término, común hasta hoy enambientes franciscanos, tiene un sentidoascético (encendido de amor), pero indicatambién el sumo grado de la perfección. Dehecho, en sus Colaciones sobre el Exámerondistingue tres grados en la vida consagrada,asemejándolos a los tres más elevados co-ros de los ángeles: a los Tronos corresponde«el orden monástico, vistan de color blanco o ne-gro, como los Cistercienses, los Premostratenses,los Cartujos, los Canónigos Regulares». A losQuerubines corresponden las órdenes men-dicantes.

En la cima de la escala se encuentranlos Serafines y Buenaventura afirma quesu grado corresponde a una orden futurade la cual dice que «se dedican a Dios segúnel modo más alto, es decir, estático o sublime».El mismo Buenaventura afirma: «No es fá-cil saber cómo será esta Orden futura o si ya espresente». Para nuestro objeto basta resaltarante todo que Buenaventura dice cauta-mente: «A esta Orden futura parece haber per-tenecido Francisco»8. En otras palabras: sanFrancisco anticipa un modo de vivir esca-tológico. Su ideal no pertenece a la histo-ria reciente, sino al futuro del camino de laIglesia. Es necesario, pues, mirar adelantey crecer hacia la madurez de la vidaevangélica que él inició.

Y aquí hay un segundo punto que subra-yar. Buenaventura no identifica la orden dela que él es ministro general con la orden

futura, pero distingue entre la posición deFrancisco y de la Orden de los Frailes Me-nores. Si Francisco puede ser asignado a laorden futura y es, por tanto, “seráfico”, laorden franciscana es “querubina” y, portanto, un grado por debajo que el fundador.Esto quita a cualquier miembro de la ordenla pretensión de haber llegado ya al culmende la perfección evangélica, mientras porotra parte lo estimula a progresar hacia elideal de su fundador al cual se llegará gra-dualmente y de un modo siempre más per-fecto en el camino histórico.

En la historia no es que nos alejemos delideal evangélico de Francisco, sino que nosacercamos cada vez más. La historia no esinvolución, sino evolución.

Visión positiva de la historia

Esta visión fascinante nos pone ante losojos la realidad de la Iglesia «semper refor-manda». Pero entre la postura A. Clareno yla de san Buenaventura preferimos la vi-sión positiva del camino histórico de laIglesia y también de la vida consagrada encuanto elemento esencial de la misma. Enesto también puede alentarnos el pensa-miento de T. de Chardin: «Al final siempresucede lo mejor y el futuro es mejor que cual-quier pasado».

1 Véase T. Jansen, Franciscanos, Conventuales yCapuchinos: Tres corrientes de una única fuente, en Uni-dad y Carismas, 37, 2001, 18-23.

2 A. Clareno, Liber chronicarum sive tribulationumOrdinis Minorum, a cura di G. Boccali, Santa Mariadegli Angeli-Assisi 1998.

3 Id., De perfeccione evangelica, Q. II, A. II, ad 20.4 Cf. J. Ratzinger, Obras completas II: Compren-

sión de la revelación y teología de la historia de San Bue-naventura, BAC, Madrid 2013.

5 Buenaventura, Breviloquium IV, 4.6 Regla bulada, 10, 8.7 Para otras explicaciones: T. Jansen, cit.8 Buenaventura, Coll. Hexaem. 22, 20-22.

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EEEEL seminario Dentro y más allá de la cri-sis, organizado por la revista Unità eCarismi, el 25 de febrero de 2013, se

celebró en un contexto de crisis para la Igle-sia: casi sin papa al aproximarse el fin delpontificado de Benedicto XVI, que terminóel 28 de febrero por dimisión del mismo, yque era algo que no sucedía desde hacíaquinientos años. Aquel 25 de febrero, loscolegios electorales para las elecciones ge-nerales en Italia se habían cerrado a las dosde la tarde.

Crisis es experiencia que dice relación a lavida y no es solo una cuestión de la mente. Esuna experiencia existencial que implica todala existencia de la persona, de mi persona. Esuna experiencia que se vive con estupor y condolor, empujado a ir más allá de uno mismo.Crisis es ponerse en juego, es verse como des-plazados del propio horizonte y de las pro-pias certezas. La crisis no es una experienciapositiva en cuanto tal, y su valor solo se vemás adelante, cuando se la puede contemplardesde una perspectiva más amplia.

No comparto por eso las “racionalizacio-nes” de la crisis, es decir, que la crisis signi-fique un momento de conocimiento, unmomento de juicio. En la crisis no se tratade algo objetivo, fuera de mí, que ha de serjuzgado, sino que soy yo mismo el que soyjuzgado, el que soy puesto a prueba, es mimismo ser el que se pone en cuestión, yo solo,juzgado, incluso cuando existe una soledadque no excluye la unidad –que vendrá, peroque no se siente–; tampoco se trata de laimagen que tengo de mí, puesta en entredicho,o la concepción que yo tengo de mí mismo:esto para “entrar” en crisis sería algo dema-siado “light”, demasiado ligero. Lo que sepone en cuestión es mi mismo existir: el es-cenario extremo de la crisis es la desapari-ción de “mi” ser, de la misma posibilidadque tengo en mi vida de poder emitir ulte-riores juicios, y, por lo tanto de ser juzgadopor otros. Si la vida se acaba, si mi ser seacaba, se acabará también mi pensamientoy mi juicio, y, por lo mismo, el juicio de los“otros” sobre mí.

Unidad y Carismas

Guido Miglietta, o.s.j.

Saborear la crisis

EXPERIENCIAS

La crisis consiste en la incertidumbre de su superación, afecta a toda la persona que pasapor ella: puesta en el límite de su existencia, sin “huir” de la propia negación, la persona co-nocerá nuevas realidades. El Credo no lleva a la destrucción ni a una salvación “light”, sinoa una existencia compartida: creo en el hombre.

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El trabajo que tuve que realizar en otrostiempos me ha hecho tener experiencia de lascrisis sociales: emergencias sociales, terremo-tos, inundaciones, incluso en situaciones decrisis económica y social persistentes. Re-cuerdo las expresiones de desolación que es-cuché y vi en Argentina en el 2002 –en dondeme encontraba por entonces–, para describirla crisis económica y social que se estabaatravesando. Las expresiones de un periodis-ta que describía los sentimientos de la genteen Buenos Aires, eran de este tenor: «Es comoun piloto que está conduciendo un avión por la no-che en medio de una oscuridad total, de una oscuri-dad completa, en una oscuridad persistente. Nohay ninguna luz, no hay ninguna referencia posi-ble, no hay ninguna señal, no hay nada delante enla oscuridad, pero no solo: hay una trágica nada denada, donde cada instante puede ser… el fin detodo. De hecho volar en la oscuridad completa esarriesgarse a morir, es arriesgarse a autodestruirse,es arriesgarse a terminar para siempre en un ins-tante, en un cataclismo, ser “desintegrados en lanada”, desaparecer, destruidos en la nada. Es con-tinuar en esta sensación de muerte, de hundimien-to, un minuto, una hora, un día, un mes, un año,para siempre. Lo infinito de la destrucción formaparte de la “crisis”».

No quiero anular el sentido de la crisis, noquiero borrar el “no sentido” de la crisis. Siestamos en crisis, quiero “saborear” la crisispara que no sea una falsa crisis, ni una pura“racionalización” por mi parte. La crisis esverdadera “crisis”. La crisis no es positiva, esmás bien experiencia de lo que no es positivo:parece un juego de palabras. Aquí está en jue-go mi capacidad de “transcender” la crisis.Decir que “quiero saborear” la crisis significaque quiero asumirla hasta el fondo, que quie-ro “permanecer” en ella. No es cuestión sólode probarla durante un rato, porque en esecaso no sería crisis. No sé qué es la crisis, dehecho mantengo que no se la puede definir.Solo sé que la crisis “hace daño”. Sin embar-go, incluso en el caso de que no se quiera ac-

tivamente y se limite uno a aceptarla, estomismo ya forma parte del saborear la crisis ypertenece definitivamente a la misma capaci-dad de trascendencia de mi ser, de mi mismaexistencia respecto a la crisis. En todo caso,en la crisis uno no se sabe si va a ser capaz detrascenderla, porque, si no fuera así, ya nosería “la crisis”. Por eso, yo quiero permanecer“en la crisis”.

En el seminario del 25 de febrero, expreséuna idea que me había venido a la menteunos días antes, una idea bastante absurda,porque supondría el atrevimiento de cambiarcuanto de más sagrado hay en la fe católica:el Credo. Pero mi atrevimiento ¿sería real-mente una trasgresión? ¿O más bien signifi-caría respetarlo profundamente? De hechoesta idea, nació en mí a partir de la crisis: esuna idea que nace interiormente de las situa-ciones de crisis de la Iglesia católica; aquellassituaciones que hicieron decir a muchos co-mentaristas que las verdaderas causas de cri-sis de la Iglesia católica eran los escándalospor pedofilia que habían implicado al clerode distintos países del mundo; o era la acusa-ción de conducta inmoral del Banco Vatica-no, el cual debía demostrar su credibilidadante la Unión Europea estableciendo y po-niendo en práctica (¿y haberlo hecho igual-mente en el pasado?) unas líneas correctas deconducta para evitar el blanqueo de dinerosucio y otras malas praxis financieras; se leacusaba, además, de que algunos de sus car-denales más relevantes se habían movido enun ámbito de contratos y acuerdos que impli-caban tráfico de ingentes sumas de dinero, yen los que se habrían visto envueltos o comoparte perjudicada (es el caso de los Salesianosen la intervención del Secretario de Estadovaticano, el cardenal Tarcisio Bertone) ocomo cómplices en operaciones ilícitas den-tro del campo de la administración pública(en otros casos). En fin, la Iglesia católica¿qué es? ¿Un holding financiero de operacionesoscuras, para mantener la fe católica de la so-

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ciedad italiana, o de cualquier otra nación?¿Son las operaciones financieras las que mantie-nen la fe? O más bien para concluir, sin termi-nar, ¿es posible que detrás de ciertos descon-certantes delitos del pasado –como el caso decrónica negra de la desaparición de Emanue-la Orlandi, acaecido el 22 de junio de 1983,hace treinta años– estén personajes podero-sos, encubridores de “excelencia” del pasado,y cierta complicidad hasta el día de hoy enocultar, y no querer revelar, la verdad? Si yofuese el hermano de Emanuela Orlandi, ¿notendría el derecho de ser tratado de otra for-ma, de saber, de ser protegido, de pedir y ob-tener que la sociedad sea protegida? De he-cho, “yo” soy el hermano de Emanuela Orlan-di, soy yo precisamente el hermano de Ema-nuela Orlandi, así como lo soy de cada vícti-ma. Siento dentro de mí la voz divina quedice: « ¿Dónde está tu hermano?» (Gen 4, 9).

He tenido la impresión, y sigo teniéndola,de que se dan –en los posibles modos de verel Catolicismo– dos versiones irreconcilia-bles, una de las cuales está en las antípodasde la misma palabra “Catolicismo”: se tratade una versión del Catolicismo totalmentecentrada en la misión de Cristo, en la que sepone de relieve la “venida” de Cristo, una ve-nida sin destinatarios, de modo que, frente ala majestad del que viene, la humanidad que-daría destruida. Yo he sentido y siento den-tro de mí la angustia de esta crisis, el incubode la muerte de la humanidad frente a la ve-nida de Cristo, ¿provocada por la venida dequé “Cristo”? Yo sé que este “infierno” es po-sible, este infierno ha sido “pensado”. Pre-senta un “Cristo” frente a cuya majestad lahumanidad no puede más que “morir”anulándose, un “Cristo” frente al cual la hu-manidad no puede que “caer en el infierno”.Cristo traería el infierno, porque la humani-dad es pecadora.

La otra versión del Catolicismo es la del«Qui propter nos homines et propter nostran salu-tem descendit de coelis», es decir: «Que por noso-

tros los hombres, y por nuestra salvación, bajó delcielo». Esto me recuerda siempre el coro devoces blancas de la catedral de mi ciudad enel que a los 10 años cantaba junto a otrosamigos míos. De ahí mi propuesta, absurdapero sentida, de que en el Credo se introduz-ca el destinatario de la misión de Cristo–Creo que cada hombre es digno de respeto y deamor– cada hombre, en su singularidad. To-dos los hombres y cada hombre. No somossimple masa: ni masas condenadas, ni ma-sas salvadas. Que se diga después de «Creo enel Espíritu Santo», y antes de «Creo en la Igle-sia». Para indicar que cada uno está llama-do, en su condición irrepetible, a la unidad,lo pondría antes de «Creo en la Iglesia», queequivale a profesar “creo en la comunidad”.

Esta verdad –«Creo que cada hombre es dig-no de respeto y de amor»– es algo que desde miconciencia manifiesta todo mi apego a laVida y al Amor, manifiesta la identidad in-terna profunda entre fe y conciencia. A nivelde la fe se puede decir que es una verdad yacontenida en la misión del Hijo hecho hom-bre –qui propter nos homines– pero que se ex-plicitaría mejor así: «Creo que cada ser humanoes digno de respeto y amor».

Me gusta esta afirmación porque no esproducto de un simple “cambio antropológi-co” –desde un punto de vista histórico losteólogos necesitan hablar de “cambio antro-pológico”, porque los teólogos tienen necesi-dad de diferenciar los conceptos–, sino unaverdad que desde siempre ha estado en elCredo, es decir en la fe. Me agrada porque esuna verdad práctica, y la verdad “práctica”debe entrar de algún modo en el Credo paraque nuestra fe no se reduzca sólo a conceptos,sino que exprese también la vida. Porque nosabre a la unidad entre todos nosotros, reuni-dos por el respeto y por el amor de Cristo, porél y en él unidos. Es bello poder decir conJob, una vez pasada la crisis: «Te conocía de oí-das, pero ahora te han visto mis ojos» (Jb 42, 5)Esperemos, todo lo que sea necesario.

Unidad y Carismas

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Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y

madre de nuestra fe.

¡Madre, ayuda nuestra fe!

Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la

voz de Dios y su llamada.

Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de

nuestra tierra y confiando en su promesa.

Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que poda-

mos tocarlo en la fe.

Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor,

sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuan-

do nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.

Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.

Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.

Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea

luz en nuestro camino.

Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros,

hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu

Hijo, nuestro Señor.

Papa Francisco, Lumen fidei, 59.

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