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RUAH – EVANGELIZANDO A TIEMPO Y DESTIEMPO www.ruahperu.com - 1 - LOS GRANDES CARISMAS PAULINOS. Son nueve los carismas mayores que cita San Pablo en la 1ª carta a los Corintios. Nosotros los trataremos en dos partes. PRIMERA PARTE. 1 - LA PALABRA DE CONOCIMIENTO. P. Amando SANZ ESCORIAL, S.J. Entre los carismas del Espíritu que cita San Pablo se encuentra la palabra de conocimiento. "Allo dé lógos gnóseos katá tó autó pneuma": y a otros, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu": 1 Cor. 12,8. Así es como se expresa en la primera carta a los Corintios este Carisma, tan conocido por la Renovación Carismática, en las intercesiones y misas de sanación. Su significado La palabra griega "gnosis" se traduce al latín por conocimiento o ciencia, pero al castellano, sólo se debe traducir por conocimiento; y mejor: "conocimie nto revelado". Ciencia en latín es igual a conocimiento, pero en castellano es: "Conocimiento de las cosas por sus causas". Cuando decimos: "He tenido una palabra de conocimiento", quiero significar que el Espíritu Santo me ha revelado una palabra para conocer una sanación realizada por el Señor, un trauma para ser sanado, o la raíz de un problema que Dios quiere resolver. ¿Cómo se recibe este Carisma? Según el P. De Grandis, toda persona que ha recibido la Efusión del Espíritu tiene en sí este Carisma. El problema está en cómo conocerlo y cómo empezar a practicarlo. Para ello veamos un ejemplo: Entre los dones naturales que el hombre recibe al nacer, se encuentra el nadar. Sin embargo el bebé por sí mismo ni lo conoce, ni lo practica. Es más, a fuerza de no practicarlo, lo pierde. Luego, si lo quiere recuperar, tiene que hacer grandes entrenamientos para aprenderlo. Si una madre arroja a su bebé al agua, comprobará que su niño nada perfectamente por el don de la naturaleza, libre de prejuicios. Veamos ahora lo que ocurre con el don de lenguas que también se recibe en la efusión del Espíritu. Puede ocurrir que, por prejuicios racionalistas, el bautizado en el Espíritu vea pasar años antes de recibir este carisma; pero cuando se decide a aceptarlo por fe, se abandona al Espíritu y empieza a mover los labios, la lengua y la garganta, entonces se produce en él, como la cosa más natura del mundo, el fenómeno carismático de las lenguas. Entre los dones naturales existen la intuición, la premonición, la telepatía, la percepción extrasensorial. Y ¿no podrá Dios comunicarse con sus criaturas de manera mucho más sublime? Todos sabemos que Dios nos habla en la oración a cada uno personalmente, y ¿no podrá

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LOS GRANDES CARISMAS PAULINOS.

Son nueve los carismas mayores que cita San Pablo en la 1ª carta a los Corintios. Nosotros los trataremos en dos partes.

PRIMERA PARTE.

1 - LA PALABRA DE CONOCIMIENTO.

P. Amando SANZ ESCORIAL, S.J.

Entre los carismas del Espíritu que cita San Pablo se encuentra la palabra de conocimiento.

"Allo dé lógos gnóseos katá tó autó pneuma": y a otros, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu": 1 Cor. 12,8.

Así es como se expresa en la primera carta a los Corintios este Carisma, tan conocido por la Renovación Carismática, en las intercesiones y misas de sanación.

Su significado

La palabra griega "gnosis" se traduce al latín por conocimiento o ciencia, pero al castellano, sólo se debe traducir por conocimiento; y mejor: "conocimiento revelado". Ciencia en latín es igual a conocimiento, pero en castellano es: "Conocimiento de las cosas por sus causas".

Cuando decimos: "He tenido una palabra de conocimiento", quiero significar que el Espíritu Santo me ha revelado una palabra para conocer una sanación realizada por el Señor, un trauma para ser sanado, o la raíz de un problema que Dios quiere resolver.

¿Cómo se recibe este Carisma?

Según el P. De Grandis, toda persona que ha recibido la Efusión del Espíritu tiene en sí este Carisma. El problema está en cómo conocerlo y cómo empezar a practicarlo. Para ello veamos un ejemplo:

Entre los dones naturales que el hombre recibe al nacer, se encuentra el nadar. Sin embargo el bebé por sí mismo ni lo conoce, ni lo practica.

Es más, a fuerza de no practicarlo, lo pierde. Luego, si lo quiere recuperar, tiene que hacer grandes entrenamientos para aprenderlo. Si una madre arroja a su bebé al agua, comprobará que su niño nada perfectamente por el don de la naturaleza, libre de prejuicios.

Veamos ahora lo que ocurre con el don de lenguas que también se recibe en la efusión del Espíritu. Puede ocurrir que, por prejuicios racionalistas, el bautizado en el Espíritu vea pasar años antes de recibir este carisma; pero cuando se decide a aceptarlo por fe, se abandona al Espíritu y empieza a mover los labios, la lengua y la garganta, entonces se produce en él, como la cosa más natura del mundo, el fenómeno carismático de las lenguas.

Entre los dones naturales existen la intuición, la premonición, la telepatía, la percepción extrasensorial. Y ¿no podrá Dios comunicarse con sus criaturas de manera mucho más sublime? Todos sabemos que Dios nos habla en la oración a cada uno personalmente, y ¿no podrá

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hablarnos para comunicarnos mensajes de salvación para nuestros hermanos? Esto es lo que llamamos Palabra de conocimiento.

¿Cómo se percibe?

La palabra de conocimiento se percibe en un clima de oración y unión con Dios. De ordinario, después de haberla pedido al Espíritu Santo Paráclito. No olvidemos que Paráclito significa: "El que acude cuando se le llama". La manera práctica es: orar en lenguas para borrar de la mente cualquier distracción y así dejar espacio al Espíritu para comunicarse con nosotros. En este clima la palabra que viene a tu mente es de Dios.

Basta con creerlo y tener fe para actuar y proclamarlo. Jesús ha prometido que: "quien diga a este monte: levántate y échate al mar y no vacile en su corazón, sino que crea que se hará, lo obtendrá". Mc. 11,23.

Algunos ejemplos

En la última Eucaristía de sanación que celebré en el Templo de la Renovación Carismática de Madrid el Señor me dio esta palabra: "Rodilla sanada". Yo lo anuncié en fe. La respuesta fue inmediata. Una señora se levantó y dio testimonio: "Hace meses me caí en Marbella y me hice daño en una pierna. Me llevaron a urgencias. Me dijeron que tenía que operarme del menisco en la rodilla, pero no me operé. Nada más escuchar la palabra de conocimiento empecé a oír pequeños chasquidos en mi rodilla y se me quitó el dolor hasta quedar completamente bien.

En julio de 1997 se celebraba una Misa de sanación en Tenerife, en el Monte de la Esperanza. Hubo numerosas palabras de conocimiento.

Una de ellas fue: "Una persona está siendo sanada por el Señor de un oído completamente sordo". Enseguida se presentó a dar testimonio un hombre que afirmó: "Llevo muchos años sordo. Ahora he empezado a oír perfectamente": Terminada la Eucaristía, vino a decirme que en agradecimiento a Dios que le había curado, quería dedicar sus ratos libres a ayudar a los ancianos de una residencia.

En otra ocasión Dios me hizo ver mentalmente el paisaje nevado de una ciudad, como si desde una ventana contemplase multitud de tejados cubiertos por la nieve. Yo había pedido a Dios una palabra de conocimiento para ayudar a una persona a sanarse de un trauma. El paisaje nevado puede significar muchas cosas, pero yo no debo interpretarlo.

Es la persona interesada la que debe hacerlo. Ella me dijo: "El trauma que yo arrastro empezó en invierno en una ciudad muy fría donde yo habitaba". Entonces fue el momento de orar al Señor por la sanación de ese trauma.

Resumiendo

¿Quién puede tener la palabra de conocimiento? Cualquier cristiano que crea en el poder del Espíritu, que viva unido al Espíritu, que lo invoque y le pida este don para un fin bueno.

¿Dónde se percibe? En la mente o en la imaginación. ¿Cómo se percibe? Como la profecía. Generalmente después de orar en lenguas.

¿Cómo distinguirlo de las ideas propias? Por venir después de la oración, cuando no han irrumpido en la mente las propias consideraciones.

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2 - LA PALABRA DE SABIDURIA

P. Carlos ALDUNATE, S.J.

La palabra de sabiduría es una moción del Espíritu que nos indica qué hacer, cómo actuar.

El sabio no es simplemente el más informado, sino el hombre que da mejores consejos.

En el libro de los Proverbios se hace el elogio de la sabiduría, atributo de Dios y don que él hace al hombre, imagen de Dios. Debemos pedir la sabiduría para saber cómo proceder.

En Jesús vemos una sabiduría que lo orienta siempre en sus actuaciones: qué hacer, qué decir, cómo actuar. Algunos pasajes del Evangelio son especialmente notables:

En Mt 22, 15-22, Jesús pide una moneda, para responder luego: "Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios"; en Mt 17,24-27, leemos su solución al pago del impuesto del templo: él, como Hijo de Dios, es dueño del templo; no está obligado al pago del impuesto; pero "para no ofender" instruye a Pedro que eche el anzuelo, encuentre en la boca del primer pescado una moneda, y pague por los dos, Pedro y Jesús. Hay personas que poseen un don permanente de sabiduría (es uno de los siete Dones del Espíritu Santo y crece en nosotros como gracia de santificación); hay quienes reciben un carisma de sabiduría, como gracia, propia de su oficio en el Cuerpo de Cristo, como es el caso de un Obispo, un juez cristiano, un abogado, médico, maestro... Estos están llamados a vivir en receptividad a las mociones de Dios.

Las "palabras de sabiduría" se dan también ocasionalmente a las personas que las necesitan en un servicio para el hermano.

Hagamos la prueba. Ante problemas complicados cuya solución se nos escapa, pidamos con constancia cada día una palabra de sabiduría. Comprobaremos la promesa del Señor (Lc 18, 1-8). También en problemas más sencillos, pidamos: "Señor, dame tu sabiduría para saber cómo actuar"(Cfr. Sant 1, 5-6).

CARISMA DE SABIDURIA

Precisiones y aclaraciones

P. Ceferino SANTOS, S.J.

No resulta fácil hablar del carisma de palabra de conocimiento y de palabra de sabiduría (1 Cor 12,8). A veces, se dan tan unidos estos dos carismas que podemos mezclarlos y confundirlos. En otras ocasiones, para distinguirlos más, se remite la palabra de sabiduría hacia campos de percepción de Dios y de las cosas divinas hasta confundirlo con el don de sabiduría, que es un hábito sobrenatural infundido en el alma por el Espíritu para conocer las cosas de Dios con facilidad y simpatía. Alguien escribe: 'Las palabras de sabiduría tienen poder para entreabrirnos los misterios de Dios y para captar las cosas del Espíritu de Dios (1 Cor 2,14)". Esto más que palabra de sabiduría es don de sabiduría. Debemos distinguir claramente el don permanente de sabiduría, que nos ilumina y santifica, del carisma transitorio de palabra de sabiduría, que aprovecha a otros.

Tampoco puede confundirse el carisma de conocimiento con el don de ciencia, que hace que bajo el influjo del Espíritu juzguemos rectamente de las cosas terrenas en su relación con

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nuestro fin último de modo habitual. La palabra de conocimiento es un carisma pasajero que ayuda a la persona que la recibe para vivirla como una manifestación del Espíritu Santo, que le toca el corazón y que la cura.

Así, "la palabra de conocimiento dice lo que el Señor desea hacer o está haciendo en otra persona; por ella el Señor interpela al hombre o le toca, más. frecuentemente, en donde él está herido por el pecado o la enfermedad" (E. Garín, Qui fera taire..., p. 139). Por ejemplo, uno anuncia: "El Señor está curando a un hombre de 29 años que tiene asma desde los cuatro".

Se trata del carisma de palabra de conocimiento. Y añade: "El Señor le pide para curarse que perdone a su padre, que les abandonó a los cuatro años y les dejó a él y a su madre sin dinero". Esta es palabra sabiduría que indica el remedio y el poder de Dios para curar. La palabra sabiduría es portadora del poder del Espíritu para otra persona (IB.,p.128).

Mons. Vicent M. Walsh dice que "palabra de conocimiento es la acción de Dios que mueve a una persona a transmitir a otros verdades religiosas de modo que la presencia y el amor a Dios se experimentan y el pueblo es movido a buscar a Dios" (Lead my People, p.79). Mons. Walsh, en cambio, define la palabra sabiduría como "el poder de Dios que ilumina a una persona para hablar una palabra eficaz de modo que el querer de Dios se realice en una situación concreta" (Ib,).

El P. Robert DeGrandis adopta un camino práctico para distinguir la palabra de conocimiento de la sabiduría: " Mientras oramos, buscando ayuda del Espíritu Santo a través de los dones carismáticos comunes, es el Espíritu Santo el que revela rá especialmente por medio del don de conocimiento, cuál es la verdadera raíz y causa del problema o problemas de una persona. Entonces procedemos con palabra de sabiduría, según nos conduce el Espíritu Santo, y nos movemos con su poder.

El don carismático de palabra de conocimiento es el diagnóstico del Espíritu Santo. El don carismático de palabra de sabiduría es la receta del Espíritu Santo (La palabra de conocimiento, p.14).

La distinción del P. DeGrandis es útil en muchos casos para distinguir estos dos carismas, sabiduría y conocimiento, aunque no agote todos los casos y posibilidades que abarcan. Otro punto de vista muy interesante lo expone así Maximiliano Calvo: "La palabra de conocimiento es una revelación del Espíritu de Dios de hechos pasados o de cosas existentes o sucesos que tienen lugar en el presente. La palabra de sabiduría es revelación de Dios sobre sus propósitos acerca de su pueblo, o acerca de cosas y sucesos del futuro. Por la palabra de conocimiento supo Juan la situación de las siete Iglesias de Asia; por la palabra de sabiduría pudo comunicarles la mente, la voluntad y los mandatos de Dios".

]oseph Hazzaya, místico sirio del siglo VIII hablaba del conocimiento por el Espíritu de ambos mundos: del mundo de Dios y del futuro, por la palabra de sabiduría; y del mundo de los hombres y del pasado por la palabra conocimiento. Según esto, el carisma de la palabra de conocimiento nos revela problemas de los hombres y sus raíces en el pasado; la palabra de sabiduría, en cambio, nos manifiesta ostensiblemente la acción y las soluciones de Dios a problemas concretos.

Otros nos hablarán de que por la palabra de conocimiento no sólo nos desvela el Espíritu de Dios lo que sucedió o sucede en el hombre, sino también en los espíritus de mal y en las cosas afectadas por el pecado y que Dios quiere restaurar para salvarnos. En muchos de los comentaristas se dan grandes coincidencias en la explicación de las palabras de conocimiento y de sabiduría. Desde el discernimiento de estos carismas iremos fijando mejor sus características prácticas, pues no se trata de construcciones mentales sino de dones concretos y de

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manifestaciones llamativas del Espíritu de Dios, que tratamos de analizar desde sus características especiales. Que el Señor nos haga conocer y vivir sus carismas.

3 - DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS

P. Carlos ALDUNATE S.J.

Este carisma consiste en reconocer con luz divina el origen de los pensamientos, deseos y acciones que podrían venir de Dios o de un espíritu malo.

Hay mociones que son tan manifiestamente malas que no se necesita un carisma para detectar su origen y para rechazarlas de plano. Pero hay también invitaciones a un bien aparente que no vienen de Dios sino del espíritu de las tinieblas.

San Juan escribe: "No crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus" (1 Jn 4,1). Hay reglas de discernimiento que pertenecen a la prudencia cristiana y aún al carisma de sabiduría, pero existe también este carisma de discernimiento, que da la capacidad para distinguir intuitivamente lo bueno y lo malo. A veces esta distinción se manifiesta por colores o por olores o por sonidos o por sensaciones físicas.

El ámbito de este carisma es amplio, ya que abarca el discernimiento de aspiraciones y de proyectos (pueden ser buenos en sí mismos, pero no son los que quiere Dios en ese momento), de doctrinas, de personas y de sus actitudes, de carismas (¿son realmente inspirados por Dios?).

La última palabra en el discernimiento para orientación de la Iglesia pertenece ciertamente al Obispo, como lo indica el Concilio Vaticano II (L.G. n.12) y lo recuerda Juan Pablo II; pero esto no impide que el Señor confiera el carisma cuando quiera aún a los más humildes e iletrados, y habitualmente a los grupos reunidos en su nombre (Cfr. Mt 11,25-26; 18,20).

Siempre debemos tener presente que el discernimiento, quizás más que los demás carismas, necesita un alma muy purificada, porque somos tan fácilmente influenciados por temores, intereses, prejuicios, presiones...

Hay una afinidad especial entre las bienaventuranzas y el discernimiento (Cfr. Mt 5,3-8; Sof3, 11-13).

El carisma de discernimiento es un caso particular del carisma de ciencia y está relacionado con la sabiduría, ya que las invitaciones de la inspiración piden una respuesta de nuestra parte. Por esto, las líneas divisorias entre uno y otro de los carismas de pensamiento no son siempre netas. Pero esto no tiene mayor importancia.

Visiones, locuciones...

Estas no son carismas especiales, sino una manera de recibir las mociones de Dios. Dios nos habla de muchas maneras: por sueños, por imágenes mentales (que serán más o menos intelectuales, imaginativas, emocionales, aún exteriormente sensibles), por palabras que se oyen interiormente o aún exteriormente, por sensaciones musculares, por olores, por músicas, etc.

Los carismas de ciencia, de sabiduría, de discernimiento pueden revestir todas estas formas, y muchas más. De alguna manera, la gracia de Dios debe hacer impacto en nuestro cuerpo o en

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nuestro psiquismo. De allí la importancia de preguntar: Señor, ¿qué quieres tú decirme con esto?".

Ejercicios

Es posible ejercitar la receptividad a estos carismas. Solamente Dios es el dueño de ellos, y los da cuando él quiere en su infinita sabiduría; pero, de hecho, él los da con más frecuencia de la que nos imaginamos. No somos conscientes de ellos por nuestra superficialidad y dispersión. Por otra parte, si nos abrimos a los carismas podemos estar seguros de que percibiremos muchos de estos carismas.

Para ayudar a esta apertura, hagamos los ejercicios siguientes:

1° Pedir al Señor que aumente en nosotros el deseo del bien de los demás, y el deseo de servirles, confiando en que ponemos lo que está de nuestra parte, pero que es Dios quien hace la obra.

2° Pedir la gracia de estar atentos a las necesidades de los demás, pero también a la moción interna de acudir nosotros con nuestra ayuda. No estamos llamados a remediar todos los males, pero sí a aportar nuestra parte.

¿Cuándo sí; cuándo no? Aquí pedimos (y recibimos) palabras de sabiduría.

Es lo que Cristo prometió: "El Espíritu Santo los conducirá a ustedes a la verdad" (Jn 16,13). .

TIPOS DE DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

1º - Existe un discernimiento espiritual "normal", propio de estados de alma tranquilos, cuando se da un proceso racional, ayudado por la fe y la caridad, para captar lo que agrada a Dios y viene de su Espíritu y lo que no viene de Dios. (v.g. visiones que no aprovechan espiritualmente, quitan la paz, llevan al orgullo. No son de Dios).

2º - Discernimiento "doctrinal": se apoya en la conformidad o no de lo que se valora con la doctrina de la Sagrada Escritura, de la tradición eclesiástica y del Magisterio jerárquico. Si algo va contra estas tres instancias no es de Dios.

3º - Discernimiento espiritual por mociones interiores de "consolación y desolación" para conocer lo que viene o no viene de Dios (San Ignacio de Loyola).

4º - Discernimiento "carismático": puro don de Dios y gracia del Espíritu con captación inmediata causada directamente por el Espíritu de Dios de realidades espirituales y de la actuación de los diversos espíritus con convicción profunda.

Estas clases de discernimiento pueden encuadrarse o en el discernimiento individual o en el comunitario.

C.S.

4 - EL CARISMA DE LA FE

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P. Vicente BORRAGÁN O.P.

"A otro, fe en el mismo Espíritu" (1 Cor, 12,9).

El carisma de la fe no debe ser confundido con la virtud teologal de la fe. Se trata de una gracia especial, dada por el Espíritu a algunos fieles, para edificar a la comunidad. Alguien ha definido ese carisma con estas palabras: "Es una súbita oleada de fe para creer confiadamente, sin dudar en absoluto, que lo que hagamos o hablemos en el nombre de Jesús, sucederá". Es la fe que mueve las montañas, según todos los comentaristas: "Tened fe en Dios" (Mc 11,22-23). "Se trata de un carisma que puede hacer posible lo imposible".

"La fe, como carisma, es la firme certeza de que Dios va a hacer aquí un milagro. El que está dotado de ese carisma sabe, en un momento determinado, que una situación sin esperanza no lo es en absoluto, que Dios va a intervenir y que todo va a ser cambiado para honra y gloria de su nombre". Es la fe que hace milagros y edifica a la comunidad.

El texto de San Pablo sobre el carisma de la fe podría ser entendido también de esta manera: "Y a otro, el mismo Espíritu le da una fe fuerte". San Pablo debía pensar también en el poder dado a algunos fieles para confortar en la fe a otros. La Iglesia, las comunidades y los grupos necesitan de la presencia de esos hermanos que contagian entusiasmo y seguridad. Todos necesitamos de la fe de los demás para vencer las dudas.

Los fieles que están dotados de una fe poderosa confortan a los débiles, robustecen a los que están tentados, animan a los que pasan por dificultades, son como una luz en medio de la noche de la vida. La presencia de esos hermanos, fuertes en su fe, contribuye a edificar la comunidad. .

5.1 - DON DE CURACIONES

Mons. Alfonso URIBE JARAMILLO

SAN PABLO pone a continuación del Carisma de fe el de sanaciones. Este don encuentra resistencia en muchas personas que oyen hablar de la Renovación Espiritual. "Que no me vengan ahora con milagritos y curaciones", dicen entre despectivos y preocupados. ¿Por qué esta posición tan negativa y tan enfática? Porque no se tiene en cuenta que si es un don del Espíritu Santo merece aprecio, y porque no se tiene una idea precisa de su realidad y de su ejercicio.

Un hombre tan serio como el Cardenal Suenens ha escrito en su libro "¿Un Nuevo Pentecostés?" lo siguiente sobre este asunto: "La renovación del sacramento de los enfermos nos invita a interrogarnos acerca de nuestro comportamiento personal y religioso respecto a ellos mismos, renovando nuestra fe en la oración a favor de su curación de ellos.

El ministerio de la curación ha jugado en vida de Jesús un gran papel, para que ahora no deba continuar a través de sus discípulos aquélla su obra de misericordia y de restauración de la salud física y moral.

Él entonces nos exige, por supuesto a nosotros, para que se le permita actuar a Él, como lo hizo tan a menudo, se nos exige tener una gran fe expectante y confiada, semejante a la de aquella mujer que habiendo tocado tan sólo la orla de su vestido fue curada porque una gran virtud brotaba de él.

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Por otra parte bien se conoce cómo en la Iglesia primitiva, se llevaban a cabo grandes curaciones en nombre del Señor realizadas por los mismos apóstoles, las cuales impresionaban a las muchedumbres.

Este carisma de la curación se encontraba no tan sólo en las manos de los Apóstoles, sino también entre las de sus discípulos, tales como el diácono Felipe, del cual se dice: "q ue porque se le escuchaba y se le veía hacer milagros, la muchedumbre aceptaba su predicación... y toda la ciudad se veía penetrada por una gran alegría". (Cf. Hech 8,6-8).

Esta fe en el poder del Señor, operando en favor del enfermo, a través de nuestra plegaria, es preciso que la renovemos. A este respecto no debemos temer dejarnos interpelar por ciertos ejemplos de fe viva que nos llegan desde nuestros hermanos protestantes. Por otra parte vamos viendo cómo renace en el seno de la Iglesia Católica, dentro de sus medios más influenciados por la renovación carismática, la práctica de la oración colectiva en favor de los enfermos.

Por mi parte me siento invitado a reexaminar mi comportamiento acerca de aquéllos a los que visito; cuando yo veo en la comunidad de cristianos reunidos en la habitación de un enfermo, cómo ruegan por él espontáneamente extiendo mis manos sobre él en un gesto que recuerda al de Jesús en el Evangelio y que expresa la comunión cristiana alrededor del que sufre. No osamos creer por supuesto que nosotros somos Cristo vivo que obra en nosotros. No osamos creer que la oración lleve necesariamente al milagro.

Es preciso que los responsables de la doctrina, en todos los niveles, nos enseñen de nuevo y más profundamente, el verdadero sentido de la plegaria, siempre eficaz según el pensamiento de Dios; la forma del amor paternal de un Dios que lo es de vivos más que de muertos, que no es origen del mal y que desea el bien integral para sus hijos; el sentido purificador y transformador también del sufrimiento aceptado, el que Dios concede a aquéllos a quienes ama.

Es menester que nuestra oración englobe toda la complejidad de lo real: hay enfermedades de todas clases, visibles e invisibles, somáticas, sicológicas, patológicas, debidas a traumas ocultos y antiguos.

Nuestra plegaria debe comprender a todo aquello que tiene necesidad de ser curado; y debe exponer a los rayos de la gracia a todo lo humano en sufrimiento, tanto lo presente como lo pasado.

Es preciso recordar y sostener que Jesús fue ayer como sigue siendo hoy; es decir; el Maestro tanto del pasado como del presente. Si el milagro de la súbita curación espectacular es raro, la curación progresiva y lenta se encuentra también ella, bajo la acción de Dios. La oración entonces se sitúa en el mismo corazón de ella. Todos sabemos por lo demás, que la medicina ha dejado de ser ya materialista y positivista y cada día aparece como más consciente de las múltiples correlaciones que se dan entre los contenidos humanos y lo psicosomático.

A la luz de una enseñanza cristiana renovada hoy acerca de la oración y de la curación no se puede sino desear vivamente que consideremos de veras en el mismo corazón nuestro - incluso fuera del contexto sacramental y sacerdotal- aquellas recomendaciones de Santiago: "si alguno de vosotros enferma, que llame a los presbíteros de la Iglesia y que oren sobre él después de haberle ungido con óleo en nombre del Señor. La oración de la fe salvará al paciente y el Señor le curará...

Rogad los unos por los otros, a fin de que seáis curados". (Sant. 5,14-16). No olvidemos que el Espíritu Santo en persona no es sino la Unción viva y divina a través de la cual Jesús continúa su obra".

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Debo confesar que mi posición frente al Carisma de curación era muy negativa hasta hace unos años. Gracias al Señor veo ahora más claro y compruebo cada día su realidad y riqueza.

¡Lástima, sí, haber perdido tanto tiempo! .

5.2 - LA SANACION FISICA.

P. Carlos ALDUNATE, S.J.

Muchas veces los resultados son simples y llamativos. Pero recordemos que frecuentemente se trata de enfermedades sicosomáticas; de modo que en esos casos no se produce una verdadera sanación física si no va acompañada de una sanación interior.

Petición simple

Es sencilla: "Señor, te presento a tu hijo(a). Tú lo(a) amas y él(ella) está enfermo(a) . Te pido que lo(a) sanes; tú sabes el cómo y el cuándo".

Se puede tocar al enfermo para hacer más tangible este puente de oración y sanación. Se recomienda que esta "imposición de manos" no sea un gesto solemne, sacramental, ni un gesto de sacerdote o de mago, sino un gesto fraternal: basta la mano sobre el hombro. (No conviene sobre la cabeza, para no interferir en los centros nerviosos).

Se ora poniendo la fe en Dios. Él es infinito amor y poder y sabiduría; él nos ha dicho que pidamos; al acudir a él, lo honramos como a nuestro Padre y a nuestro Dios. Creemos y confiamos en él.

No ponemos nuestra fe en la oración misma que hacemos, ni en la fe del enfermo, ni en nuestra fe o en los sentimientos que tengamos. Muchas veces pediremos con el sentimiento de que nuestra oración es inútil. No importa. Al pedir simplemente, sabemos que nuestra fe está puesta en Dios.

Petición con mandato

Agnes Sanford escribe que al orar por otra persona, solía recogerse primero para sentirse unida a Cristo y para poder orar con un sentimiento de unidad con él. Así terminaba su oración con las palabras: "Por Jesucristo nuestro Señor, Amén". El Amén era una confirmación; confirmaba la voluntad de que "así fuera".

Estas palabras y estos sentimientos pueden contribuir con un aporte subjetivo, sicológico, a nuestra fe. No son esenciales; pero tampoco dañan.

Con aporte imaginativo

Tanto Agnes Sanford como Ruth Stapleton solían usar con la oración aportes de su imaginación creadora. Así, imaginaban que ya se estaba efectuando la sanación de la parte enferma: corazón, pierna lo que fuera...mantenían ante sí la imagen de la persona completa, enteramente sana...

Se sabe que las imágenes ayudan la acción parasicológica del pensamiento y del deseo; pero no debemos adelantarnos a la voluntad de Dios. ¿Cómo sabemos que él quiere sanar ahora la

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dolencia física del enfermo? Él tiene su sabiduría divina; quizás quiera efectuar una sanación interior antes de una sanación física.

A no ser que tengamos una "palabra de ciencia" o una gracia de fe carismática acerca del enfermo por el cual oramos, no debemos imaginar lo que no sabemos si es real.

Otra cosa es dar una forma imaginativa a una realidad que conocemos por la fe. Así, podemos imaginar a Jesús que está al lado nuestro y que pone su mano sobre la nuestra...porque sabemos por la fe que estamos incorporados en el Cuerpo de Cristo. Cuando vivimos esa verdad y pedimos "en el nombre de Jesús", estamos pidiendo lo que sabemos que él pide con nosotros.

Lo importante es que pongamos nuestra fe en Dios y en lo que él nos ha revelado. No debemos poner la confianza en tales o cuales imágenes que expresan nuestra fe.

Oración colectiva

Jesús nos dice: "Donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (M t 18,20). La reunión de varias personas que oran por un enfermo supone el amor fraterno, llave importante para todo carisma.

Además la presencia especial de Jesús afirma nuestra fe.

6 - DON DE MILAGROS.

San Pablo coloca el carisma de "operaciones milagrosas" en seguida del don de las curaciones. Es muy importante partir del hecho de que son Carismas diferentes. Esto nos servirá para no hablar de milagros cuando el Señor efectúa la sanación por ministerio nuestro y para no creer que los milagros se presentan por todas partes y a cada paso.

Pero tampoco debemos caer en el extremo opuesto al negar la existencia de los milagros en la hora presente. Por falta de ideas claras acerca de la noción de milagro y de su fin en el plan salvífico de Dios, se llama milagro a lo que no lo es y se tiene una posición negativa y prevenida frente a una realidad tan importante como es el milagro en la vida de Jesús y en la historia de su Iglesia.

Conviene tener presentes algunas ideas expuestas por Metz en Sacramentum Mundi sobre este importante tema.

1. Desde el punto de vista teológico los milagros son signos que muestran la presencia del prometido reinado de Dios y que acreditan a los portadores históricos de esta promesa.

2. El milagro no es una demostración arbitraria de la omnipotencia de Dios, sino un testimonio del poder que tiene de producir nuestra salvación en Jesucristo. El milagro es un signo del poder y del amor de Dios que quiere salvar a todo el hombre y a todos los hombres.

3. No aparece oportuno definir negativamente el milagro como suspensión o ruptura de las leyes de la naturaleza. Más bien hay que definirlo positivamente como signo de la inclusión de la realidad entera de una economía histórica de Dios, que nos ama y quiere salvarnos. "En la obra de Jesús, tal como lo refieren los Evangelios, los milagros ocupan un lugar cuantitativa y cualitativamente importante.

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Pero no aparece allí como simple proliferación de lo maravilloso, al margen del mensaje salvífico, sino que, más bien ellos mismos son evangelio, mensaje salvífico en acción. Puesto que los sinópticos normalmente designan el milagro con las palabras: acciones poderosas, deberíamos traducir este concepto por "manifestaciones del poder". Por lo demás, la palabra poder no insiste en el carácter excepcional de la manifestación o en la afirmación de la intervención transcendente de Dios, sino en la presencia de la salvación, que vence las "virtudes y potestades" del mal.

Como signo de la salvación el milagro alcanza su sentido pleno y su realización perfecta en Cristo, plenitud de la presencia salvadora y "sí" definitivo de Dios al hombre, en quien se hacen realidad todas las promesas. (2 Cor. 1,20).

Todos los grandes temas de los profetas y de la actividad mesiánica de Jesús se prolongan plásticamente en los milagros; primacía del reino sobre los cuidados materiales (diezmo sacado de la boca del pez); liberación del pecado (el paralítico bajado por el techo); victoria sobre el demonio (expulsión de los demonios); victoria sobre la muerte (Naim, la hija de Jairo); paradoja de la cruz y de la glorificación (el caminar sobre las aguas; tempestad calmada); esterilidad del que rechaza la salvación (higuera seca) y riqueza del que la acepta (pesca milagrosa; Pedro que camina sobre las aguas) ; Jesús mismo, en la sinagoga de Nazaret, lo mismo que en la respuesta dada a los emisarios de Juan Bautista (Lc 4, 16s;7, 18-23), une expresamente sus prodigios con las profecías mesiánicas de Isaías, donde cada don físico simboliza la salvación eterna y las riquezas del reino.

Todos los milagros son así preludio de su propia resurrección, que es el triunfo decisivo del poder de Dios y de la realidad escatológica más allá de todo signo, pero que, para la Iglesia que vive aún en la espera, se anuncia por el sepulcro vacío y las apariciones". (Pág. 599 S.M.).

4. Como testimonio divino, como acción simbólica que se añade al signo de la palabra y lo confirma, el milagro es uno de los principales lugares de mediación entre el mensaje y la fe.

El milagro es un signo que invita, pero no fuerza. Para Jesús el milagro no es el camino único de la fe, ni siquiera el más perfecto. Mucho más eficaz es el encuentro con su doctrina, y sobre todo con su persona. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron". (Jn 20,29).

A partir de estas ideas debemos ver la importancia y medir la realidad de las "obras de poder" y de los milagros en la vida de la Iglesia en todas las épocas.

5. Jesús no limitó los milagros a su vida mortal. Él prometió continuar efectuándolos a través de sus discípulos. "En verdad, en verdad os digo que el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre". (Jn. 14,12). Así habló Jesús antes de su Pasión. ¿Qué importancia y credibilidad damos a estas palabras del Señor? ¿No las hemos convertido en una bonita frase para consolar a quienes estaban tristes por su partida?

¿ Y si el Señor no ha hecho nada grande a través de nosotros no será esto la clara manifestación de nuestra poca fe?

La acción poderosa del Señor en nosotros por medio de nosotros depende del grado de nuestra fe. Por eso antes de la Ascensión dice: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban algún veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.

Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios". (Mc.16, 17-19).

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La lectura de los Hechos de los apóstoles nos muestra cómo se cumplieron estas promesas del Señor en la Iglesia primitiva desde el día de Pentecostés.

Pedro ordena al paralítico de nacimiento: "en nombre de Jesús de Nazareno, anda" y tomándole de la mano derecha, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolidaron; y de un brinco se puso en pie y, comenzado a andar, entró con ellos en el templo saltando, brincando y alabando a Dios". (He. 3,7-9). Este tullido termina saltando y alabando a Dios porque un hombre lleno de fe y del poder del Espíritu da una orden en nombre de Jesús.

No es Pedro quien sana, sino Jesús por medio de él. Con gran sinceridad este Apóstol dice a los presentes: ¿Por qué os admiráis de esto y por qué nos miráis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra piedad hubiéramos hecho anda a éste? "Por la fe en su nombre, éste a quien veis y conocéis ha sido por su nombre consolidado, y la fe que de Él nos viene dio a éste la plena salud en presencia de todos nosotros". (Hch 3, 12 y 16). .

("Nuevo Pentecostes" Nº 57)

LOS GRANDES CARISMAS PAULINOS

(Segunda parte)

7 - LA PROFECIA

Por Hna. CATHERINE de la Comunidad de las Bienaventuranzas.

Muchos grupos de oración ya no practican el carisma de profecía. Después de un inicio de la R.C. en Francia hace 25 años y de un momento de apogeo, en los grupos ha ido decayendo la alabanza, la evangelización y los carismas.

Es necesario profundizar en esta dimensión carismática. Explicaremos primero el concepto de carisma.

CARISMA

Tiene tres características fundamentales: Es don

a) gratuito.

No se recibe por la santidad personal. La gracia es para nuestra santificación; el carisma no es para nuestra santificación.

b) sensible.

Se ha creado para ser visto, oído...Se le reprocha que sea demasiado visible, sin embargo está hecho para ser percibido.

c) transitorio.

Se da, pero no permanentemente. Si es permanente es un "misterio". Ej. El carisma de profecía se nos da en algún momento de la asamblea de oración, pero no durante toda la asamblea.

Todos tenemos carismas. Es importante descubrirlos y a continuación permitir que crezcan.

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Son dados para el bien de la comunidad y para cumplir una misión. Si el Señor da una misión, da los carismas necesarios para cumplir esa misión. Pedir un carisma que no necesito es perder el tiempo.

La misión está en función de la visión y ésta se recibe a través de un sacerdote o responsable.

El Espíritu Santo actúa de formas diferentes:

- a través de los sacramentos.

- a través de las virtudes.

- a través de los dones que son para nuestra santificación.

- a través de los carismas que son para evangelizar a los demás. Estos, ejercitados en docilidad, llevan a la santidad. Ej. Llevo 20 años practicando un carisma y no soy más santo...mal.

El Espíritu Santo está en nosotros y nos hace regalos pero necesitaba nuestra colaboración. Esta colaboración es en primer lugar una "apertura".

Es necesario practicar la presencia de Dios en nosotros. Estar atentos a esta presencia. Dejarnos guiar por esa presencia. Para practicar los carismas es necesario entrar en una docilidad al Espíritu Santo. Hay personas que no vivían en Dios y recibieron carismas muy fuertes y siempre transitorios, pero para continuar haciéndolos crecer es necesario no descuidar la presencia del Espíritu Santo en sus vidas; si no, el carisma desaparece, se convierte en algo momentáneo y pasajero.

ACTITUDES FUNDAMENTALES PARA RECIBIR

y DESARROLLAR LA PROFECIA

A) ALABANZA y ADORACIÓN

B) ESCUCHA A DIOS y ESCUCHA MUTUA

I. Alabanza.-

Es el corazón de nuestra relación con Dios. La alabanza nos pone en la presencia de Dios. La obra suprema del hombre no es otra cosa que alabar a Dios. La alabanza es el comienzo y fin de nuestra relación con Dios (S. Agustín). La alabanza es la oración gratuita. Distinguiremos ahora algunos aspectos entre alabanza y acción de gracias.

La alabanza.- Puedo alabarle en todo tiempo y en toda circunstancia. Siempre puedo alabar. Es olvidarse de uno mismo y mirar a Dios.

La acción de gracias.- Me vuelvo hacia Dios y le agradezco lo que hace por mí. Él me da y yo le doy gracias. No es gratuita. No puedo dar gracias siempre.

La alabanza se apoya en la adoración. Para alabar necesito conocerle y le conozco en una relación profunda de corazón a corazón.

ADORACIÓN.- Nuestro corazón se vuelve a Dios. Nos volvemos a Dios para adorarlo, amarlo y ponerlo en el primer lugar de nuestras vidas.

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Es una actitud del corazón. Nos hace volver a la fuente de la vida. Deseo volverme a Dios. No podemos llamarnos cristianos si no hay en nuestro corazón un deseo de venir a Dios. Así podemos convertirnos en hijos e hija s de Dios. Descubro que Dios está en el centro de mi existencia. Descubro que Dios es amor.

Adorar es un acto de amor.

Sólo puedo adorar si tengo una actitud de apertura. Me abro a Aquél que me ofrece su presencia. Le permito reunirse conmigo en la intimidad de mi ser y le permito hacer lo que Él quiere. Él va a combatir todas mis resistencias. Aumenta mi confianza y podré darme a Él. La acogida permite el don.

Adorar es escuchar a Dios que está dentro de mí y discernir su voz, su voluntad, su sabiduría sobre mí, sobre nosotros y sobre el mundo.

Aprender a dejarme guiar por Él.

En la adoración me aproximo a Dios y dejo que El se acerque a mí, en esta actitud acojo al que ha hecho su morada dentro de mí.

El conocimiento me acerca a Dios y a vivir en alabanza.

"La verdadera alabanza nace en nuestro corazón y no es falsa. El mismo Espíritu Santo alaba en nosotros.

La alabanza es el fruto de la presencia del E.S. en nosotros" (G. Blanquiere).

La alabanza es al principio más externa. Necesita de aplausos y cantos, pero poco a poco se convierte en alabanza del corazón. No es algo externo. Todo mi ser es poseído por el Espíritu Santo y alaba a su Señor.

La alabanza necesita al principio nuestra colaboración pero luego el relevo es tomado por el E. Santo. Al Señor le gusta que colabore aunque no tenga ganas de alabar.

EFECTOS DE LA ALABANZA

La alabanza tiene múltiples consecuencias en nuestra vida.

1° "'Desatasca la tubería que somos nosotros" (E. Tardif).

Estamos llenos de sufrimientos, preocupaciones, egoísmos... y el soplo de Dios trabaja sobre todo eso.

La alabanza nos descentra de nosotros mismos y nuestros problemas. Cuando alabo me doy la espalda a mí mismo y me vuelvo a Dios.

2° Cada vez me hago más dócil a las inspiraciones de la presencia de Dios.

3° La alabanza me instala en la confianza. Esta confianza es indispensable para practicar los carismas:

- Saber que Dios está ahí, se ocupa de mí, guía mi vida y mis pasos. Saber que Dios me necesita.

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- Confianza también en uno mismo: No es creerme yo algo; es saber que puedo ser un instrumento de Dios, que Él puede servirse de mí.

2° Escucha.-

Condiciones indispensables para cualquier carisma son:

. La escucha interior.

. La escucha mutua.

a) La escucha interior

No es una concentración intelectual. No es la mente quien escucha sino el corazón. Es una actitud espiritual que capta la presencia de Dios en mí y percibe su voz.

Percibir esta presencia del Espíritu Santo en mí y descubrir interiormente hacia dónde me está conduciendo. Este descubrimiento va acompañado de una disposición para dejar actuar al Señor.

Cada uno tiene su propia manera de escuchar a Dios. No hay fórmulas. A cada uno le toca descubrir esa forma personal. Se necesita un aprendizaje para percibir cada vez mejor cómo nos solicita el Espíritu Santo. Esto implica una vida espiritual auténtica. La escucha es muy exigente. Es igual a obedecer. Nos encantaría convertirnos en grandes profetas sin convertimos en la vida, pero esto es imposible.

La escucha exige un mínimo silencio interior.

b) La escucha mutua

Es escuchar lo que sucede a nuestro alrededor. Durante la oración hay alabanza, don de lenguas...

Esto requiere una escucha mutua para permanecer en la unidad. El Espíritu Santo nos empuja a la unidad.

Uno nunca hace su tarea solo. No se practica un carisma solo, sino en el seno de un cuerpo. La unidad es fundamental para el desarrollo de los carismas. El canto en lenguas es falso, si cada uno canta por su cuenta.

Se realiza al mismo tiempo la escucha interior y la escucha mutua.

La escucha supone también una actitud de renuncia. No es renunciar por renunciar. Renuncio a mis actitudes: egoístas, narcisistas, a mis contrariedades, a mis riquezas, a mis proyectos, a mis ideas...

Y lo más duro es renunciar a mis riquezas espirituales.

Tengo el testimonio de una hermana de un instituto secular de inspiración carmelita que decía: "El Espíritu Santo siempre me ha contrariado". Es verdad, nos contraría constantemente. Hay que aceptar la renuncia a sí mismo que nos libra de no apoderarnos del don. El Señor de los carismas, los regala a quien quiere.

DON DE LENGUAS y PROFECÍA

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El don de lenguas y la profecía son carismas para todo el pueblo de Dios. El don de lenguas es para proclamar la alabanza a la gloria de Dios. La profecía tiene como fin percibir la voluntad de Dios.

Estos dos carismas favorecen la eclosión de otros carismas y son dos carismas indisociables.

El canto en lenguas introduce la profecía. Es peligroso ejercer la profecía sin que esté precedida del canto en lenguas.

1 Cor, 14 y Rom 12,13,14.

El canto en lenguas

Es el único don que fortalece a cada uno. Fortalece nuestra relación con Dios. Es diferente de los otros. Se dirige a Dios y no tiene como primera finalidad edificar a los otros.

. El canto en lenguas es para dirigir la alabanza al Señor.

. El hablar en lenguas es para edificar a la asamblea y sólo sirve si es interpretado.

"Hay júbilo cuando el corazón deja escapar lo que la boca no puede decir".

El canto en lenguas es diferente siempre y siempre armonioso. Estamos habituados a "lo mismo", pero esto es nuestro y no del Espíritu Santo.

Somos invitados a dejarnos renovar en nuestra manera de cantar. El canto en lenguas armonioso es un testimonio y el canto en lenguas de voces y almas individuales es un anti-testimonio.

El canto en lenguas es introducido lentamente por 2 o 3 hermanos que empiezan, otros hermanos van a ir incorporándose a este canto, son instantes para que el canto vaya creciendo. Después el canto va creciendo y se desarrolla más plenamente y por último va decreciendo. La calidad del canto en lenguas tiene que ver con la armonía y la unidad.

Efecto del canto en lenguas

1° Impacta, convierte a la gente. Es portador de la presencia de Dios.

2° Ayuda a entrar en la escucha interior y a practicar la profecía. Nos descentra de nosotros mismos y nos centra en el Señor (2Re, 3, 15-Eliseo; faltaba el espíritu de profecía)

3°. Es portador de profecía y tiene fuerza evangelizadora.

LA PROFECIA CARISMA

Textos bíblicos: Hch. 19,6. Núm., 11,29

"¡Ojalá que todo el pueblo fuera profeta!"

Es un carisma para todo el pueblo de Dios. Todos somos reyes, profetas y sacerdotes.

La profecía:

. habla a los hombres.

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. edifica a la asamblea.

. exhorta en la fe.

. reconforta en los sufrimientos.

. construye el cuerpo de la Iglesia.

Nuestro mundo, lleno de sufrimientos y tristezas, necesita descubrir quién es Dios. Dios se manifiesta de muchas formas y una de ellas es la profecía. Ella permite que la Palabra de Dios sea concretada en una Asamblea. Toca los corazones de los hombres y mujeres. Nuestro mundo necesita profecías. Dios los necesita para acoger a esa humanidad herida.

La profecía es un acto de conocimiento de Dios. Dios se revela. En la profecía podemos transmitir lo que Dios dice de sí mismo, lo que Él está haciendo. Podemos recibir también lo que puede estar ocurriendo lejos. Percibir lo que otros no ven. La profecía, tal como estamos mencionando, no es predecir el futuro.

La profecía es una revelación divina. Aquí el conocimiento humano no sirve de nada. Es necesario para crecer en el don de profecía una gran calidad de escucha interior y escucha mutua.

El contenido de la profecía es comunicado por Dios. Cada profeta tiene libertad en el modo de expresarlo.

Este estilo propio depende de las características personales del individuo: psicología, cultura, educación...

Cada uno elige cómo expresarlo. Si uno se conoce a sí mismo puede lograr que el mensaje sea comunicado lo más exactamente posible. La profecía no es un truco espiritual; es un lenguaje espiritual que hay que encontrar. Cada uno tenemos el nuestro.

FORMAS DE PROFECIA

1. Interpretación del hablar en lenguas.

2. Exhortación. Advertencia. Invitación. Animo.

3. Palabra de conocimiento. Necesita de mucha precisión en su contenido, para ayudar a que la persona se reconozca y colabore a la obra de Dios. Si me siento interpelado por Dios podré reaccionar.

4. Una oración espontánea puede ser profética en el sentido de tener un impacto profético.

La profecía puede llegar de maneras diferentes:

1. En forma de imagen o explicación.

2. En forma de pensamiento en la cabeza.

3. De moción interior.

4. Como un impulso que toca mi sensibilidad.

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Cada uno tiene su forma de recibir la profecía y es importante ir conociéndonos personalmente ir conociendo a aquellos hermanos que ejercemos juntos los carismas haciendo equipos.

ERRORES QUE HAY QUE EVITAR

Una profecía no determina nunca la vida de una persona. La vida está basada en el discernimiento espiritual. La profecía puede animar, estimular, exhortar..., pero no se pueden basar determinaciones importantes de la vida sólo en una profecía.

EL contenido de una verdadera profecía no es nunca duro, acusador, inmoral, antimisericordioso o condenatorio.

Al recibir algo que llega como profecía es necesario aplicar la inteligencia. La profecía no es una ciencia exacta. Podemos equivocarnos. Exige prudencia y una vida muy en el Señor para no quedar a merced de sentimientos humanos, fruto de nuestra psicología. Lanzarnos corriendo es un riesgo y podemos equivocarnos.

Si siempre nos equivocamos, algo falla. Es posible que no tengamos el don de profecía, pero también una persona con un carisma de profecía reconocido puede equivocarse. Forma parte de las reglas del juego.

Un carisma profético tiene que evolucionar, crecer, desarrollarse y para esto es preciso perder el miedo a equivocarse, aceptando siempre que alguien que esté por encima puede decirnos que nos hemos equivocado.

NOCIÓN DE DISCERNIMIENTO

Hay dos niveles de discernimiento:

1º Personal

2° Eclesial

1º PERSONAL

Requiere analizar qué sucede dentro de mí. Qué hace el Espíritu Santo conmigo, con lo que yo soy. Cómo actúa el E.S. a través de mí. Esto aumenta en mí, progresivamente, la humillación y la purificación. Voy descubriendo progresivamente que mis profecías son más de Dios y menos mías. Al analizarme, tengo que ir viendo y contestando a estas preguntas: ¿qué provoca en mí el sentir algo de Dios? (miedo, duda, orgullo...)

El autoanálisis debe responder también a estas preguntas:

¿Me someto a mis hermanos?

¿Hay en mí dureza de corazón o un corazón cerrado a aspectos del carisma?

¿ Vivo con miedo o angustia por exceso de timidez? etc,etc.

2° ECLESIAL

El discernimiento eclesial tiene tres niveles:

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a) Frutos duraderos.

A veces hay frutos pero estos no son duraderos, son sólo inmediatos. Ej. "La bendición de Toronto".

b ) La unidad.

El profeta debe ser siempre elemento de unidad. Obediente a sus responsables y huyendo de toda división, discordia, rivalidad, y todo aquello que no construye la unidad y el cuerpo de Cristo.

c) Coherencia

La persona que desarrolla un carisma de profecía debe vivir de acuerdo con los mandamientos de la Iglesia y estar integrada en la vida de la Iglesia. No puede ir por libre.

d) Obediencia a la unción.

¿ CÓMO PRACTICAR EL CARISMA DE PROFECIA?

El ejercicio del carisma de profecía requiere una gran obediencia. Esta palabra va a ser el hilo conductor a la hora de saber cómo proceder en el ejercicio del carisma: I Cor. 14,26ss. Es necesario orden y obediencia, elementos opuestos a la anarquía y la improvisación que a veces vivimos en la R.C.

Esta obediencia se concreta en tres aspectos:

a) obediencia a la unción.

b) obediencia a la unidad.

c) obediencia a lo que se está viviendo.

Estos tres aspectos de la obediencia son simultáneos.

A) UNCIÓN

Cada uno de nosotros tiene una unción. Esta unción está en función de la misión específica que hemos recibido. Cada uno tenemos por tanto una unción única y personal. Recibir esta unción es participar de la unción de Cristo: unción de salvación, unción irremplazable.

Otra persona puede ejecutar mi trabajo, pero sólo a mí me es dada la unción. Es decir, nadie lo podrá realizar con mi unción. La unción se mueve en la línea del ser y no en la del hacer.

Existe también la unción de la asamblea. En el momento en que estamos reunidos hay una unción que reposa en el grupo. Hay que respetar esta llamada de Dios. Él quiere visitarnos a su manera, hablarnos y manifestarse de forma concreta. Hay que estar atentos para descubrir la manera como Dios se revela.

Tenemos que descubrir esa "unción" y colaborar con ella, permitiéndola realizarse en medio de nosotros.

El ejercicio profético debe someterse a esa unción de la asamblea.

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Lo que desea el E.S. es que nos sometamos a esa unción. La profecía debe decirse en el momento oportuno para que respete la obediencia a la unción y a lo que el grupo está viviendo en ese momento.

E) UNIDAD

La unidad en la asamblea se realiza a través de la obediencia al animador de la oración o guía.

El papel de esta persona - animador de la oración- es muy importante. El Señor pasa a través de todo el mundo, pero Él concede el privilegio a una persona concreta que es el animador y le da esa gracia. El animador es el prisma a través del cual pasa la gracia a toda la asamblea.

Esta función es tan importante y está muchas veces tan descuidada que nos detendremos en ella.

Podemos dividirla en tres aspectos:

1. Vigilar la unidad.

2. Acoger a todos.

3. Discernir la unción.

A Dios le gusta tener intermediarios. La animación es un carisma. Requiere saber guiar y saber discernir.

No todos valen para ser animadores de la oración. Conviene que el guía o animador sea uno. Recuerdo una vez en Francia, en una gran Asamblea de oración; había dos líderes que dirigían la oración, pero cada uno tenía una unción diferente y las dos eran muy fuertes. Ese día, por no elegir entre una de las dos unciones, no se administró bien la gracia de Dios, a pesar de que para la mayoría de la Asamblea todo había ido muy bien y la oración había estado muy fuerte. Nunca hay que tener miedo a que un eje nos una y nos guíe en una única unción.

Dios necesita de estos guías de la oración y prefiere en ellos, sobre todo, un corazón obediente. Lo mismo ocurre con los que ejercen el carisma de profecía. Dios prefiere el de corazón obediente que al desobediente con una profecía muy fuerte.

La unidad requiere que dejemos de lado muchos protagonismos y rivalidades. A veces vemos 2 ó 3 personas que dirigen la oración y se reparten el tiempo. Esto favorece la dispersión y no la unidad.

C/ LO QUE SE ESTA VIVIENDO (ser oportunos)

La persona que ejerce el carisma de profecía debe ir desarrollando la escucha mutua para discernir cuál es el momento oportuno para la profecía. Durante la oración hay un tiempo para cada cosa. Y esto siempre teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente en estos tres apartados.

8 - DON DE LENGUAS

Mons. Alfonso URIBE JARAMILLO

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"A otro, diversidad de lenguas".

Nos hallamos ahora frente al Carisma de lenguas que para muchos es como el "coco", y para quienes viven la realidad de la Renovación adquiere cada día más importancia.

El don de lenguas ha creado problemas desde el día de Pentecostés. Su uso hizo creer a algunos que se trataba de borrachos. En Corinto se presentaron abusos en su empleo y fue necesaria la Carta de San Pablo para regularlo, mas no para prohibirlo.

Con frecuencia oímos esta afirmación: "me gusta la Renovación, pero no acepto ese don que llaman lenguas. No falta un pastor que advierte: "muy bien que formen grupos de oración, pero cuidado con las lenguas". No pocos creen que este don constituye la esencia de la Renovación y ponen en él todo el énfasis.

Estas y otras exageraciones se deben a la ignorancia o a los conceptos incompletas que abundan al respecto. Hay que respetar el criterio o concepto que cada cual desee adoptar respecto a este don, pero que se opine después de saber de qué se trata y no a golpes de imaginación.

Empecemos por unas sencillas ideas:

1. Si este es un don del Espíritu Santo, y lo es no puede ser rechazado ni combatido por el sólo hecho de que no guste a tal o cual persona. No nos toca decirle al Espíritu Santo qué Carismas puede dar y cuáles no.

2. El mejor punto de partida para estudiar este don y su importancia es reflexionar sobre las afirmaciones que hace San Pablo cuando se refiere a él.

a)- "El que habla en lenguas habla de Dios, no a los hombres". (1 Cor 14,2).

b )- "El que habla en lenguas se edifica a sí mismo". (v.4).

c)- "yo veo muy bien que todos vosotros habléis en lenguas". (v.5).

d)- "Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros". (v.18).

e)- "No estorbéis hablar en lenguas, pero hágase todo con decoro y orden". (v.39).

3. No hay que creer que se trata del carisma clave, pero tampoco se debe menospreciar.

Sólo quien lo reciba y reciba sus beneficios podrá valorarlo y agradecerlo al Señor.

4. Es curioso que a muchos preocupe más el uso creciente de este Carisma, que la profusión de expresiones irreligiosas y obscenas que pululan por todas partes. Es más lógico comprobar que dentro de las estupendas relaciones y modos de disfrutar de la experiencia de Dios está el don de oración en lenguas, mediante el cual el Espíritu Santo ora en nosotros con gemidos inefables. La primera experiencia de este don es muy intensa e inolvidable. Ahora cuando tantos se olvidan de Dios y cuando el ateísmo ha avanzado como nunca, el Espíritu Santo está difundiendo este don, mediante el cual el Señor es intensamente alabado por sus hijos.

Y para el hombre moderno tan soberbio y tan engreído por sus avances científicos sería muy provechoso reflexionar lo que acaba de escribir un Jesuita francés, el Padre Domingo Bertrand sobre este don: "El más humilde de los Carismas."

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Es aquí donde aparece la buena nueva que puede ser hoy hablar en lenguas. Ha sido suficientemente establecido por los especialistas que este hablar no es en realidad más que un balbuceo infantil, un modo de devolvernos a la prehistoria del lenguaje adulto, sí, al lado del bebé, del animal. Oí decir que una de las personalidades más importantes del Pentecostés Católico de los Estados Unidos explicaba así el don de la glosolalia: "este carisma es importante porque es el ínfimo, colocado siempre por San Pablo al final de la escala de los dones espirituales". Caería uno en una ilusión si buscase allí una realización heroica del yo. Todo el heroísmo consiste en dejarse conducir a un acto en el cual, públicamente, en un sentido solemne, reconozco que soy un ser incompleto. Es renovar la experiencia de Jeremías al comienzo de su misión profética: ¡Señor! Sabes que no sé hablar; soy un niño. (1,6).

O la experiencia del tartamudeo de Moisés. (Ex. 4,10). Es dar una fuerza real a las palabras de Cristo: "Si no os hicierais como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". (Mt. 18,3). No son unos tontos los que oran en lenguas. Son niños que se dirigen al Padre con el candor y el lenguaje de los niños, y esto no es una tontería para Dios.

9 - DON DE INTERPRETACION DE LENGUAS.

Intimamente unido con el don de "diversidad de lenguas" está el de interpretación. Los dos se complementan y se requieren.

El don de lenguas que tiene como fin principal la oración, puede a veces manifestarse en la comunicación de un mensaje para la Comunidad o para uno o varios de sus miembros.

Puede ser una profecía o una exhortación en lenguas. En este caso se requiere que la misma persona u otra, y esto es lo más común, reciba el don de interpretar y así sea benéfico.

Con razón escribe San Pablo a los Corintios: "Si algunos han de hablar en lenguas, sean dos, o a lo más tres, y uno interprete. Si no hubiera intérprete, cállese y hable para sí mismo y para Dios". (1 Cor 14,2 y 28).

El don de interpretación no es para hacer una traducción literal del mensaje en lenguas, sino para comunicar su contenido, sea en una forma sintética o en una detallada. La persona que interpreta no se pone a decir que el mensaje es tal o cual, sino que habla en primera persona porque está interpretando lo que el Señor ha dicho en lenguas. Jesús quiere que se dé su mensaje y en su nombre.

El capítulo V del Libro de Daniel nos muestra la presencia de un don maravilloso de interpretación en este hombre de Dios y la manera franca y desinteresada como lo ejerció en el festín de Baltasar.

Es conveniente advertir que quien recibe el don de interpretar un mensaje en lenguas no conoce la que interpreta.

No es traductor. Quien no haya asistido a una reunión en donde aparezcan estos dones no podrá apreciarlos como es debido. Lo mismo sucede con el ejercicio de otros carismas. Sólo cuando se tiene experiencia de la manera como el Espíritu Santo obra en muchas ocasiones se podrá empezar a reconocerlo y apreciarlo.

Con razón escribió el Padre Bertrand: "el Espíritu Santo es desconcertante y tan desconcertante que quien no se haya desconcertado frente a su acción es porque no lo conoce".

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Algunos carismas más habituales

Ceferino SANTOS, S.J.

"Los carismas son dones gratuitos que la asamblea cristiana reconoce como recibidos del Espíritu a través de uno a otro de sus miembros, con el propósito de edificar la comunidad fraterna, célula del Cuerpo de Cristo. Como su raíz griega indica (Jairo: alegrarse y Jaris: gracia), los carismas alegran a los que ejercen y a los que los acogen. Cada asamblea recibe sus propios carismas, pero muchos se encuentran habitualmente en la mayoría de los grupos carismáticos.

Recordemos algunos de estos carismas más comunes." (B.-V-Aufauvre: Qui fera taire le vent? París, Desclée, 1988, p.8).

Algunos hablan de carismas ordinarios (ningún carisma del Espíritu es ordinario); tal vez sean menos llamativos que otros, pero hasta los carismas más sencillos son don precioso de Dios para su Iglesia.

Otros los llaman carismas naturales, porque en ellos Dios utiliza la base de nuestra manera de ser y nuestras aptitudes para su manifestación y para el provecho de otros, sin una intervención llamativa del Espíritu. El Concilio Vaticano II los llamaba, en oposición a los carismas extraordinarios, los carismas "más sencillos y comunes" (Lg 12).

CARISMA DE ACOGIDA

No se trata sólo de un comportamiento social acogedor ni de disposiciones naturales que hacen decir de una persona: es muy acogedora. No se trata de una técnica psicológica.

Este carisma manifiesta al acogido por medio del Espíritu que es Cristo quien le acoge a través del otro. El que tiene este carisma hace percibir por la acción del Espíritu, con un gesto, una palabra o un comentario breve, la acogida misericordiosa de Cristo al que se presenta, aunque sea como el leproso del evangelio o un publicano. El que tiene este carisma de acogida hace perceptible la actitud misericordiosa y penetrante de Cristo con relación a los más pequeños y humillados. Es un carisma necesario en los pastores y en numerosos miembros de la asamblea, que hace sentirse bien a los que llegan a una reunión y a gusto para ejercitar con libertad los carismas que se reciban.

CARISMA DE ALABANZA

Uno puede alabar a Dios en su grandeza, en su santidad, en su esplendor y en sus obras magníficas en el secreto de su corazón. Cuando esta alabanza interior del corazón se manifiesta externamente ante la asamblea por moción del Espíritu Santo, puede convertirse en un carisma para el provecho y el crecimiento espiritual de muchos.

Todos estamos llamados a alabar al Señor, por más que las nubes de la tribulación nos lo oculten. Cuando lo hacemos públicamente en una asamblea con todo nuestro ser: con la inteligencia que utiliza las expresiones de la Escritura santa, con la voluntad que proclama las grandezas del Señor, con la boca que proclama sus maravillas, y con los brazos que se alzan en alto para anunciar la gloria de nuestro Dios, es que el Espíritu Santo está alabando en nosotros

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carismáticamente. Sin este carisma de alabanza, la gente no se lanza a proclamar espontáneamente las grandezas de Dios en público.

Y, cuando los atribulados alaban a Dios con fuerza, se convierten en un testimonio edificante para los que los oyen.

CARISMA DEL CANTO

No basta ser un músico competente y dominar la técnica interpretativa de una partitura o de un instrumento musical para tener el carisma del canto.

El buen cantor o músico puede conseguir que le admiremos por su ejecución. El que ejerce el carisma del canto permite al Espíritu que lo utilice para que la asamblea sienta la manifestación de la presencia del Señor en lo más profundo del corazón, mucho más allá de la sensibilidad estética.

"El amigo del esposo, escucha la voz del Esposo y se alegra al oírla" (Jn 3,29).

No importa que el canto sea interpretado o de libre improvisación, más o menos perfecto musicalmente. Lo que importa es que el Espíritu Santo lo utiliza para manifestar la actuación de Dios con claridad de frutos espirituales. ¡Cuántas veces hemos visto a un cantante utilizar el carisma del canto orando por los otros, intercediendo ante Dios, cantando las alegrías de la salvación y de los dones de Dios!

CARISMA DE ENSEÑANZA

Es una manifestación del Espíritu por la que uno trasmite las doctrinas de Jesús y nos recuerda lo que Él nos dijo (Jn 14,16) con una luz en lo alto, que ilumina nuestros espíritus, nutre nuestras almas y toca nuestros corazones con una fuerza, que no proviene del estudio teológico ni de la claridad lógica ni de la perfección del lenguaje del que habla.

Se trata de enseñanzas que provienen más de la inspiración del Espíritu Santo que de nuestro talento. "El que reciba el carisma de la enseñanza, ejercítelo enseñando" (Rom 12,7).

Una señora que no ha estudiado nunca teología , puede hablar de la mujer adúltera del evangelio de forma que toque los corazones de los oyentes de modo que vean con claridad que Dios les llama a una nueva conversión. " ¿Cómo puede hablar con esa sabiduría, si no ha estudiado" (Jn 7,16). Un teólogo puede hablar de la parábola del sembrador con ideas que jamás había encontrado en los comentarios exegéticos, pero que tocan la realidad espiritual más profunda de los que le escuchan: " ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32).

El carisma de la enseñanza fomenta la unidad de fe y amor en las comunidades cristianas. No proviene de la ciencia ni del estudio teológico; viene más de una inspiración del Espíritu, que ilumina la mente del que habla y toca los corazones de los que escuchan.

El Espíritu Santo nos puede hablar de modos inesperados con el carisma de enseñanza.

CARISMA DE CONSUELO

No se trata de un alivio puramente humano y psicológico que un buen comunicador transmite a una persona afligida, sino de una suave y manifiesta actuación del Espíritu de Dios en alguien que sufre por mediación de un hermano/a, que transmite por una palabra, un gesto, una sonrisa,

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una oración, o una frase de la Escritura una mejoría carismática al triste, que llora en su corazón y en su vida.

A veces, basta pronunciar una frase de la Biblia: "Ten valor y firme corazón. Espera en el Señor" (SI 27,14), y cesa el raudal de lágrimas y de gemidos del atribulado. Otras veces, una breve oración por el que sufre le proporciona un alivio inesperado.

El Señor es nuestro consuelo profundo y radical y sabe calmar al corazón afligido de múltiples maneras.

Este carisma aparece con frecuencia en la intercesión por los atribulados.

CARISMA DE COMPASIÓN

Por este carisma, la compasión de Cristo se transmite al desesperado y sin ánimos, de modo eficaz y carismático por palabras, por lágrimas de compasión, por gestos de sintonía con el que sufre, que inspira el Espíritu Santo y no la carne ni la sangre. Por el carisma de compasión, Cristo hace nuestro corazón semejante al suyo para que transmita su ternura y su misericordia, con las que llama a la conversión, construye y edifica a la comunidad cristiana.

CARISMA DE EXHORTACION

El que recibe el carisma de la exhortación, lo ejerce exhortando (Rom 12,8). En las asambleas o retiros Dios pone, a veces, en boca de un participante un don especial de exhortación inspirada para estimular a uno, a varios o muchos de los asistentes que comienzan a cansarse en el camino. Es verdad, que a veces la profecía adopta la forma de "estímulo" (paráklesis), como recuerda San Pablo: "El que profetiza habla a los hombres para su edificación, su estímulo y su consolación" (1 Cor 14,3). Puede decir ocasionalmente un profeta una palabra de exhortación, sin que esto excluya que alguien pueda tener un don especial para exhortar sin ejercer el don de profecía ni en su forma ni en su tono.

CARISMA DE MISERICORDIA

En mi opinión este carisma, es hermano gemelo del carisma de compasión. Tal vez, la pequeña diferencia resida en que, según San Pablo, ha de ejercitarse con gozo: "El que ejerce el carisma de la misericordia, hágalo con jovialidad" (Rom 12,8d). En cambio, el carisma de la compasión puede practicarse "llorando con los que lloran".

Pero la misericordia, que se vivie se con tristeza, adustez y mal ceño, sin jovialidad y sin ternura alegre, dejaría de ser carisma de misericordia y no manifestaría bien la actuación bondadosa del Espíritu de Dios.

LOS CARISMAS SENCILLOS: ASISTENCIA, COMUNICACIÓN DE BIENES, ETC.

Podría alargarse la lista de los carismas sencillos y poco llamativos que construyen en la caridad, en la oración y en la unidad. También podría reducirse su número. Albert Vanhoye escribía que "el que consuela, el que reparte y el que ejerce la misericordia (Rom 12,8) están en relación con el carisma de asistencia (antilempseis)" en la primera carta a los Corintios;.

Bajo el nombre de carisma de ayuda podrían incluirse los carismas de consuelo, compasión y misericordia. También podríamos diferenciarlos: "Luego el don de asistencia y de gobierno" (1 Cor 12,28c) , escribe San Pablo.

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No se trata nunca de carismas pequeños; merecen ser tratados aparte, pues tienen una importancia grande para la construcción de la Iglesia.

El don de asistencia en una Madre Teresa de Calcuta ha tenido un impacto evangelizador de alcance mundial. El carisma de ayuda se extiende a toda clase de socorro a los necesitados: comida, bebida, vivienda, educación, sanidad, trabajo, vida espiritual, etc.

Dentro de este campo, San Pablo concreta el carisma de la comunicación de bienes: "El que da (metadidous), con sencillez" (Rom 12,8). El Espíritu Santo mueve a compartir con los demás todo tipo de bienes recibidos de Dios: materiales, intelectuales, espirituales.

Se trata de vivir aquellas palabras de Cristo: "Mayor felicidad tiene el que da que el que recibe" (Hch 20,35). Cristo nos dio todo: su tiempo, su amor, su poder y su vida.

No olvidemos que estos carismas que llamamos sencillos y pequeños tienen fuerza para cambiar el mundo.