santuario - universidad católica de pereira

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11 iNVESTIGACIÓN El río Mapa, una tranquila corriente de agua transparente que cruza buena parte del área rural de Santuario, terminó como tumba de un número indeterminado de personas. Hubo momentos en que los pedazos de cuerpos flotando en su cauce, parecían parte de la cotidianidad. Los habitantes recuerdan en particular el hallazgo de una extre- midad inferior de una mujer o el de una cabeza que logró taponar uno de los tanques que abas- tecían de agua a varias porquerizas de la zona. Todo ésto ocurría en Santuario, uno de los 14 mu- nicipios que conforman el departamento de Risa- ralda, situado en la región occidental, a 64 Km de Pereira. Factores como las grandes extensiones de espe- sa selva, hacen que Santuario sea un lugar propi- cio para el asentamiento de grupos al margen de la ley. En un principio se trató del Frente 47 de las Farc, quienes se estaban apoderando de la región quiere olvidar a sus muertos Santuario Por: Pablo César Henao Osorio [email protected] en un corredor que comprometía el occidente de Risaralda y el vecino departamento del Chocó. Entre los años de 1997 al 2000 sentir temor era inevitable, especialmente en las veredas de La Esperanza, Tribunas, Campamento y Los Planes de San Rafael, debido al abuso cometido por el grupo guerrillero contra los campesinos que, de una u otra forma, se veían obligados a ceder en sus peticiones, que iban “desde brindar dormida, comida y animales, hasta la responsabilidad en la autoría de secuestros, asesinatos o extorsiones por la modalidad de las denominadas ‘vacunas’ a per- sonas reconocidas de la región. Ésto con la ayuda de habitantes a los que la guerrilla les pagaba por información”, comenta Arturo Cano*, agricultor de Santario. Pero las Farc no eran el único grupo armado ilegal que operaba en el municipio. A mediados El próspero municipio risaraldense parece dejar en el pasado un lamentable mo- mento de su historia reciente, una historia de sangre y dolor construida con muchos silencios. Un santuario para el olvido.

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iNVESTIGACIÓN

El río Mapa, una tranquila corriente de agua transparente que cruza buena parte del área rural de Santuario, terminó como tumba de un número indeterminado de personas. Hubo momentos en que los pedazos de cuerpos flotando en su cauce, parecían parte de la cotidianidad. Los habitantes recuerdan en particular el hallazgo de una extre-midad inferior de una mujer o el de una cabeza que logró taponar uno de los tanques que abas-tecían de agua a varias porquerizas de la zona. Todo ésto ocurría en Santuario, uno de los 14 mu-nicipios que conforman el departamento de Risa-ralda, situado en la región occidental, a 64 Km de Pereira.

Factores como las grandes extensiones de espe-sa selva, hacen que Santuario sea un lugar propi-cio para el asentamiento de grupos al margen de la ley. En un principio se trató del Frente 47 de las Farc, quienes se estaban apoderando de la región

quiere olvidar a sus muertos

Santuario

Por: Pablo César Henao [email protected]

en un corredor que comprometía el occidente de Risaralda y el vecino departamento del Chocó.

Entre los años de 1997 al 2000 sentir temor era inevitable, especialmente en las veredas de La Esperanza, Tribunas, Campamento y Los Planes de San Rafael, debido al abuso cometido por el grupo guerrillero contra los campesinos que, de una u otra forma, se veían obligados a ceder en sus peticiones, que iban “desde brindar dormida, comida y animales, hasta la responsabilidad en la autoría de secuestros, asesinatos o extorsiones por la modalidad de las denominadas ‘vacunas’ a per-sonas reconocidas de la región. Ésto con la ayuda de habitantes a los que la guerrilla les pagaba por información”, comenta Arturo Cano*, agricultor de Santario.

Pero las Farc no eran el único grupo armado ilegal que operaba en el municipio. A mediados

El próspero municipio risaraldense parece dejar en el pasado un lamentable mo-mento de su historia reciente, una historia de sangre y dolor construida con muchos

silencios. Un santuario para el olvido.

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de 2001 se empezaron a escuchar rumores acerca de la presencia de paramilitares en la zona, rumo-res que a muchos les significó una esperanza para salir del abuso de la guerrilla. En el momento que se comprobó que los paras estaban en Santuario, muchos de los pobladores vieron con buenos ojos la presencia del grupo, tanto que varias personali-dades del pueblo se atrevieron a decir que llegó a existir cierta simpatía entre miembros de las auto-defensas con la fuerza pública.

“Más mala la cura que la enfermedad”Con los días se empezó a presentar un fenóme-

no que sucede donde no hay apoyo del Estado. Varios jóvenes optaron por engrosar las filas de este grupo a cambio de un salario que se cotizaba “entre 750 mil pesos para quien hiciera mandados y suministrara información, hasta 2 millones para los que fueran teniendo un rango mayor”, asegura Víctor Zamora, joven de 23 años, que vio ingre-sar al grupo a varios conocidos del colegio. Ésto se convirtió en una alternativa para conseguir dinero. También se hizo cotidiano escuchar en las calles comentarios de fiestas en fincas que se tenían por campamentos, donde abundaban drogas y prosti-tutas llevadas del pueblo y de Pereira.

Pero al grupo no podía entrar cualquiera, pues tenían que comprobar su “finura”. A muchos ini-cialmente les tocó hacer parte de sangrientas tareas, matando a quienes se consideraban expendedores de drogas, consumidores de “vicio”, y ni hablar de los tildados de colaborar a la guerrilla, además de personas inocentes, asesinadas por sólo sospechas. Tal es el caso de Eduardo Castaño*, agricultor de 23 años, residente en Anserma (Caldas) quien por visitar a sus padres en la zona rural del municipio, en botas pantaneras y ropa negra, recibió su sen-tencia de muerte al ser declarado guerrillero. Pese al ruego de su familia los paras lo subieron a un vehículo y nunca se supo su paradero. Este suceso tuvo eco en la población y ocupó un lugar en los medios.

Uno de los funcionarios de la administración municipal, que no quiso revelar su identidad, con-tó la situación vivida en el 2001, año en el que los índices de homicidios se dispararon considerable-mente, tanto que Santuario pudo ocupar el primer lugar entre municipios con hechos violentos en el país, respaldándose en cifras de 60 muertos en 30 días, según el Libro Radicador, donde se registran

los homicidios, sin contar el número de denuncias que se tienen por desapariciones.

El hecho que más impacto causó en el funcio-nario es el de Magola Taborda*, quien vio cómo los paramilitares se llevaron a su esposo e hijo de su casa y, posteriormente, recuperó el cuerpo des-membrado de su compañero. Quienes asistieron al sepelio aún recuerdan cuando llegó uno de los fa-miliares a la iglesia con una bolsa negra, que con-tenía algunas partes del cuerpo del hijo. Después de toda esta tragedia, Magola recibió la reparación en términos económicos de Justicia y Paz.

Con la llegada de las autodefensas la situación se tornó peor. Así lo manifiesta Carlos Sánchez*, mayordomo de varias fincas, quien asegura que “salió más mala la cura que la enfermedad, pues se

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volvieron insostenibles para el pueblo, más abu-sivos con los bienes de las personas, con vacunas más seguidas y desproporcionadas. Y en el casco urbano se estaba viviendo con temor ya casi nadie salía a las calles”.

El ambiente que describe Carlos es consecuen-cia de los hostigamientos con los que tenían some-tida a la población; hacían disparos en las calles, tumbaban puertas a media noche y se escuchaban gritos de las personas que sacaban de sus casas, con lista en mano, para ser asesinadas. La situa-ción estaba llegando a tal extremo que los jóvenes debían llevar su pelo corto por temor a ser moti-lados a la fuerza, como les pasó a varios, no con tijeras ni máquinas de peluquería, sino con mache-te. Sánchez agrega también que los paras fueron llamados por el ejército y por la misma gente del pueblo, debido a la discordia por las vacunas.

Con la muerte llega el olvidoDespués de toda una época de violencia, muerte

y sufrimiento, Santuario parece vivir actualmente una etapa confusa en la que sólo quedan las fosas, el recuerdo o en el peor caso, el olvido de aquellos días. “Cuando se llevó a cabo la desmovilización se escucharon rumores de la formación de nuevos grupos, pero hasta el momento no se ha vuelto a saber nada sobre ese tema”, dice el Secretario de Gobierno Municipal, Jorge Luis Barreto, agregan-do que Santuario se encuentra libre de grupos ar-mados ilegales.

En mayo de 2008 una comisión de Justicia y Paz, apoyada por el Cuerpo Técnico de Investiga-ción de la Fiscalía General de la Nación realizó la exhumación de los restos óseos de al menos cinco personas, localizadas en fosas de las veredas La Esperanza y La Bamba. El encuentro de las fosas se efectuó con las coordenadas dadas por alias “Ma-caco” durante versión libre. Los restos encontra-dos corresponderían, según las investigaciones, a alias “Cortico”, “El Gordo”, “Piraña”, “Popeye” y “Paquirri”, según lo informó el periódico El Tiem-po.

Por su parte, las declaraciones desde la Alcal-

día Municipal, apuntan a que aún faltan hechos por esclarecer, manifestando interés para que se conozca la verdad de lo sucedido en el municipio. Paradójicamente, en el pueblo se escuchan comen-tarios temerosos de los pobladores refiriéndose a posibles ubicaciones de más fosas comunes, pero no se sabe por qué no se han intervenido aún.

Un ejemplo concreto es el caso de las veredas La Cristalina, Los Planes y La Esperanza, en donde se presume que existen más fosas. Algunos habi-tantes dicen que aclarar esta situación le compete al CTI, a la Fiscalía y a los de Justicia y Paz, mien-tras que otros prefieren callar.

Pese al miedo y el silencio hay una corriente que se atreve a decir que la negativa para interve-nir estas fosas, de las que se conocen su existencia y ubicación, se debe a un posicionamiento de ima-gen positiva tanto del municipio como de las fin-cas. Mientras tanto continúa el drama de madres, hijos y familias enteras que aún se preguntan qué pasó con sus familiares.

*Nombres cambiados a petición de la fuente.

/Fotografías Fiscalía Seccional Pereira