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CAPTULO I: ANTECEDENTES DE INVESTIGACIN: ESTUDIOS DE
PBLICO
Seguidamente, se muestra un breve estado de la cuestin en torno a los estudios de
pblico. Este apartado se construy mediante la bsqueda de las caractersticas de los
visitantes a los museos de arte, principalmente con especial nfasis en los ms frecuentes.
Tambin, se consideraron los trabajos relacionados con el significado social de la
asistencia a este tipo de instituciones y con las perspectivas tericas ms diversas que se
encontraron relacionadas con el tema propio de esta investigacin.
Los estudios de pblicos pretenden ocuparse de toda la gama de
comportamientos actitudes, hbitos culturales y construcciones imaginarias ligadas al
modo en que la gente organiza su tiempo libre en los espacios concebidos para la
recreacin y la informacin. (Schmilchuk, 1996: 2, sombreado en el original). Segn
Asensio y Pol (2005): El estudio de pblico ofrece un perfil de las caractersticas del
pblico y las posibilidades de segmentar ese conjunto de personas en grupos funcionales a
los que poder adaptar mejor (...) [la] oferta expositiva y de programas. (Asensio y Pol,
2005: 328) Sin embargo, estos van ms all del perfil del pblico, o del estudio de
variables socio-demogrficas, en algunas ocasiones se incluyen opiniones de los visitantes,
construcciones del sentido, aproximaciones metodolgicas cualitativas en relacin con
algn tema que se desee investigar en un momento concreto (Asensio y Pol, 2005;
Schmilchuk, 1996).
Los estudios de pblicos de museos de arte surgen principalmente en Estados
Unidos, en los aos treinta (Schmilchuk, 1996), y se desarrolla tambin con las
investigaciones realizadas en Europa (Heinich, 2001), en pases como Francia (Bourdieu y
Darbel, 2003), o Espaa desde los aos sesenta (Snchez de Horcajo et al., 1997;
Hernndez y Ulln de la Fuente, 1995). En Amrica Latina comienzan a llevarse a cabo, en
un primer momento, solamente en Argentina, en los aos sesenta (Gibaja, 1964) y luego en
Mxico en los setentas (Eder, [1977]1999). En Costa Rica, a diferencia de pases como
Argentina y Mxico, el estudio de los pblicos de museos de arte se mantiene
prcticamente indito o inexistente.
Este apartado est dividido en cuatro partes. La primera consiste en una revisin de
los avances investigativos relacionados con los estudios de pblico, en general, realizados
en Costa Rica. La segunda constar de una esquematizacin de los hallazgos ms
relevantes de estos, con especial nfasis en los que se refieren al arte. La tercera versa
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sobre los debates existentes en torno a los tpicos abordados en dichos trabajos, de acuerdo
con los enfoques utilizados. Finalmente, se abordan los alcances y limitaciones de los
antecedentes investigativos consultados, los consecuentes vacos tericos y metodolgicos
que se derivan de las investigaciones revisadas.
Ante la escasez de trabajos relacionados propiamente con los estudios de pblico en
Costa Rica y en todo Centroamrica, se ha ampliado el margen de revisin de documentos
a diferentes partes del orbe: Europa, Estados Unidos y a otros pases de Amrica Latina.
Sin embargo, tambin se muestran los esfuerzos investigativos existentes en el contexto
local y las carencias respectivas, para mostrar la importancia y el carcter de indito del
presente estudio.
1.1 Los estudios de pblico en Costa Rica
Ha habido un esfuerzo por conocer los pblicos de los museos en Costa Rica, pero se
han concentrado en instituciones musesticas no-artsticas. Los estudios existentes sobre
los pblicos que los mismos museos han realizado para profundizar en el conocimiento de
sus visitantes, han quedado principalmente a la disposicin del personal interno. En
algunos casos, resultan inaccesibles para la consulta de cualquier ciudadano, debido a que
algunas instituciones se niegan a brindar informacin sin contar con una serie de cartas y
trmites burocrticos. Por esta razn, en este apartado no se pudo contar con la totalidad de
las investigaciones realizadas sobre los pblicos en Costa Rica.
Antes de mencionar cualquier estudio realizado en Costa Rica, conviene apuntar la
existencia del trabajo de Mora Rechnitz (1977), que se titula: Museo de Arte Moderno en
Costa Rica. Se trata de un ensayo en el que se elabora un cmulo de reflexiones en torno a
la necesidad de construir un museo de arte moderno en este pas y de que se enfoque en el
deber comunicativo de la institucin. Entre las caractersticas que el autor recomienda para
tal entidad se destacan las siguientes: que se disocie de la imagen de catedral, al que se
entra con miedo y con actitud de adoracin, y que deje de ser aquel depositario de obras de
arte que no pasan de ser solamente objetos estticos. Como contrapartida, propone una
institucin musestica que elabore un puente entre la obra y el visitante, que tenga una
agenda comunicativa y pedaggica importante en su quehacer cotidiano, que se aleje de ser
una mera exhibicin de objetos artsticos y que adquiera su vocacin como museo.
En palabras del autor:
no se trata simplemente de localizar objetos y exhibiciones en cierto espacio,
sino de hacer que el espacio respalde una respuesta que asuma arquitectnicamente
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la vocacin del museo como tal. No se trata de la simple proteccin de objetos de
exhibicin, sino de que el mismo espacio de exhibicin pueda respaldar y asumir los
objetivos concretos de la institucin (Mora, 1977: 21).
Jimnez (2006), realiz un trabajo titulado: Problemas en la visita y utilizacin de los
museos en las instituciones de educacin secundaria, En l se pregunta cul el vnculo que
existe actualmente entre las instituciones de educacin formal principalmente secundaria y
los museos, respecto de la enseanza de los Estudios Sociales. Se les pregunt a 72
profesores quines asisten durante un ao para fortalecer la educacin implementada en las
aulas, de los cuales solo respondieron afirmativamente dos. A estos mismos docentes se les
pregunt si conocan el contenido expositivo de dichas entidades y solo uno respondi
satisfactoriamente. Consecuentemente, se concluy que existen serias deficiencias en el
fomento de la educacin secundaria en las instituciones musesticas y en el vnculo entre
estas y los colegios.
En Una nueva forma de enseanza de la historia: El Museo Virtual como estrategia
de la historia (Jimnez, 2005), el autor se refiere a la trayectoria histrica del museo en
general como espacio de coleccin de objetos y en cuanto al vnculo que guarda con lo
educativo. Concluye que la educacin formal (que se imparte en las aulas) est en crisis y
que, por lo general, el memorizar y ver la secundaria como un paso para el mundo laboral
conduce a que se le preste escasa atencin a los Estudios Sociales. Seala tambin que los
programas de las visitas guiadas resultan insuficientes por la displicencia del educando, por
los riesgos que este corre al salir con los estudiantes y por la escasa proyeccin musestica
para atender a un pblico diversificado. Por lo tanto, propone implementar un Museo
Virtual como estrategia alternativa para la enseanza de la Historia en las aulas. Aunque el
autor considera que dinamizara ms la enseanza de la Historia y que sera una
herramienta fundamental para la democratizacin de los conocimientos o de la cultura que
se expone en un museo convencional, destaca que no todas las personas acceden a Internet,
ni cuentan con la misma preparacin para manejar los recursos electrnicos y digitales.
Jimnez (2005; 2006) realiz la observacin a grupos de estudiantes en el Museo de
Arte Costarricense, el Museo de Jade, el Museo Nacional de Costa Rica y el Museo
Histrico Cultural Juan Santamara. Se menciona que a partir de la aplicacin de los
PAE(s) se presentan problemas que coinciden con el debilitamiento del modelo educativo
tradicionalmente usado, enseanzas que fomentan la memorizacin excesiva en un mundo
laboral que exige que se sea prctico.
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Por otro lado, en Costa Rica tambin se ha desarrollado un estudio de pblico, como
el de Murillo y Alfaro (2006), en el que se plante utilizar los resultados para evaluar la
exposicin de Numismtica en el MNCR. Este trabajo se llama: Percepciones y opiniones
de las y los visitantes con respecto a la Exhibicin de Numismtica del Museo Nacional.
Desde una metodologa predominantemente cuantitativa, con una muestra de 50 personas:
se orienta a conocer y comprender las motivaciones del pblico para la visita a los
museos, as como las percepciones acerca de aspectos museogrficos que permitan evaluar
los niveles de aprendizaje obtenidos en la exposicin. (Murillo y Alfaro, 2006: 3). Con un
error de muestreo del 15%, se obtuvo como resultado que existe una tendencia a que sean
los adultos en su mayora, con niveles altos de escolaridad; 58% con educacin superior y
20% quienes han terminado la secundaria. Destacan tambin el hecho de que la ubicacin
geogrfica de los visitantes, pues mencionan que el 74% de quienes asistieron, residen en
el Valle Central.
Una investigacin sobre los visitantes del Museo de los Nios de Costa Rica,
titulada: La participacin guiada de padres y madres con sus hijas o hijos, de I y de II ciclo
escolar, en la visita familiar al Museo de los Nios en Costa Rica. (Rodrguez. 2008), da
cuenta del vnculo existente de la visita familiar al museo y los respectivos
comportamientos en las distintas salas con los diferentes dispositivos de la didctica
museal. Se preocupaba por la relacin entre los aspectos socio-demogrficos y la forma en
la que se comportan las personas en la visita. Encontr que existe una diferencia de edades
en cuanto a los tipos de salas que se visitan. Los hombres y las mujeres se comportan de
manera distinta, principalmente a partir de ciertas edades, debido a las caractersticas
propias del tratamiento hacia cada gnero en la socializacin primaria. Las metodologas
del tiempo y el recorrido a los que se refieren Yalowitz y Bronnekant (2009), se trabajaron
en la investigacin de Rodrguez (2008).
Existe una tesis de estudio de pblico, titulada: Consumo de la Msica Clsica:
distincin o diferenciacin social? Aproximacin sociolgica al pblico de la Temporada
Oficial 2006 de la Orquesta Sinfnica Nacional (Toledo, 2008), referida a la asistencia a
conciertos de msica clsica en Costa Rica. La autora se pregunta si las clases sociales se
diferencian, en trminos de Bourdieu (2000) o ms bien de una cultura de masas (a travs
de la industria cultural); o si esa distincin se da a travs de ambas posibilidades de manera
simultnea. Emplea una perspectiva bsicamente cuantitativa que consta de una encuesta
de una muestra de 33 personas y de entrevistas a profundidad a algunos informantes y
administrativos de las entidades correspondientes. Los resultados se podran resumir en
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que: el acceso a la msica clsica se ve extendido por la industria cultural, cuya
ejemplificacin ms clara es la venta masiva de esta; pero igualmente sigue siendo un
espacio de distincin, segn refieren algunos de sus informantes clave. Si bien la
masificacin de la cultura permiti a ms gente acceder a los bienes culturales como
discos, libros, y por lo tanto, ampliar los gustos de personas que no formen parte de lo que
llama Bourdieu la nobleza cultural, la distincin entre las clases sociales a partir de las
diferencias existentes de capitales econmico y cultural de quienes accedan al Teatro
Nacional sigue ocurriendo.
En El perro est ms vivo que nunca: arte, infamia y contracultura en la aldea global,
Villena (2010) analiza el caso de la Exposicin #1, en la que el Guillermo Habacuc ofrece
una instalacin en la que aparentemente un perro muere de hambre en la Galera Cdice en
Nicaragua en agosto del 2007. En Costa Rica, un migrante nicaragense llamado Natividad
Canda Mairena muri devorado por unos perros por entrar a una propiedad privada, el 11
de noviembre del 2005. En cuanto se supo la noticia a travs de la prensa nacional fue un
espectculo meditico en el que la sociedad costarricense pareca disfrutar dicha muerte.
Durante la presunta muerte que provoc Habacuc, millones de personas se pronunciaron en
contra del maltrato animal y reclamaban acciones legales y de todo tipo en contra de l. A
travs de la premisa de que el medio es el mensaje, el artista evidencia que el alarme de
tantas personas por un fallecimiento ficticio deja ver que, en efecto, se le confiri mayor
importancia a este hecho que al anterior.
A travs del estudio de Villena (2010) es posible constatar que quienes pertenecen a
la institucin arte y las que tienen conocimientos especializados sobre artes no se
alarmaron con la supuesta muerte del perro sino que, al contrario, la elogiaron. Aunque
hubo un sector del medio que critic la propuesta de Habacuc, lo importante de sealar es
que los conocimientos especializados por parte de este tipo de pblico le permiti dar una
opinin socialmente fundamentada tanto para estar en contra o a favor de dicha obra. Es
decir, la formacin especfica en artes permite que no haya demasiada sorpresa frente a
determinadas obras de arte, as como que la opinin contraria a obras controversiales o
diferentes sea vlida, por su consecuente fundamento y legitimidad. No se trata
propiamente de un estudio de pblico, pero el tratamiento cualitativo que le da al
fenmeno es un material imprescindible para la comprensin de los pblicos del arte
contemporneo en la sociedad costarricense.
A pesar de los museos de arte que se han creado en las ltimas dcadas, es
sorprendente que se sepa tan poco sobre las personas que visitan estos lugares y,
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especficamente, del rol que cumplen en la sociedad costarricense. Los estudios que existen
versan sobre los visitantes en museos histricos como el Museo Nacional de Costa Rica, el
Museo Histrico Cultural Juan Santamara o arqueolgicos como el Museo de Jade
(Jimnez, 2006), sobre la exposicin de Numismtica en el MNCR (Murillo y Alfaro,
2003), o al Museo de los Nios (Rodrguez, 2008). De los 10 museos de arte existentes,
muy pocos han brindado datos sobre las visitas anuales. De hecho, solo se conocen los
datos del Museo de Arte y Diseo Contemporneo y del Museo de Arte Costarricense,
debido a las restricciones que ofrecen las dems instituciones musesticas en el acceso a la
informacin correspondiente o a la ausencia de esta.
Camacho (2013), en Anlisis de la participacin de la poblacin costarricense en
eventos culturales desde la teora del omnivorismo cultural, realiza un anlisis estadstico
de la PENHPC, en el que explica el consumo de la poblacin costarricense de actividades
culturales como: el teatro, el cine, conciertos, museos, fiestas populares, mediante el
planteamiento de la omnivoridad cultural.1 Utiliza la base de datos de la encuesta y realiza
recodificaciones especficamente dirigidas a sus intereses investigativos, que van ms all
del enfoque descriptivo empleado en el informe oficial de dicha encuesta. Entre las
conclusiones a las que llega, se destacan las siguientes, en relacin con la asistencia a los
espacios anteriormente mencionados: 1) existe una tendencia a que las mujeres asistan ms
que los hombres, sin que estas diferencias sean estadsticamente significativas (p 0,05); 2)
quienes poseen edades superiores a los 70 aos, tienen menores probabilidades de asistir;
3) las personas que habitan en las ciudades tiene ms probabilidades de asistir (Cartago,
San Jos y Heredia), por dos razones: a) porque la oferta cultural se concentra en San Jos
y b) porque en Limn se presenta un bajo desarrollo social, medido en ndices de
Desarrollo Humano del Ministerio de Planificacin Nacional y Poltica Econmica
(MIDEPLAN). 4) A medida que aumenta el nivel educativo, principalmente entre los casos
universitario y para-universitario, aumenta la probabilidad de asistencia a los espacios
culturales anteriormente mencionados; 5) las personas que detentan una posicin
socioeconmica ms aventajada tienen mayores probabilidades de asistir a dichas
actividades; 6) la probabilidad de asistencia aumenta en relacin con el incremento de
1 A diferencia de la perspectiva de la homologa (en la que los gustos de la clase alta son los considerados
culturalmente superiores y estn limitados a los bienes de la alta cultura), o los del argumento individualista (en el que no existe jerarqua de gustos), la omnivoridad consiste en el consumo de la mayor
cantidad de bienes culturales de diferentes espacios. Desde esta ptica, tampoco existe una jerarqua de los
consumos culturales, es decir, los bienes considerados de la alta cultura no son considerados superiores. Por
lo tanto, la clase alta no solamente busca bienes de alta cultura sino que de los de todo tipo: alta cultura,
cultura de masas y cultura popular.
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libros ledos en el ltimo ao; 7) la percepcin que tienen las personas sobre estos espacios
juega un papel muy importante para que se acerquen o se alejen.
Segn Camacho (2013), la poblacin costarricense est compuesta de jvenes y
adultos que habitan en el rea metropolitana, con mayor nivel educativo y socioeconmico
y con residencia cercana a los espacios culturales, son los ms propensos a adoptar
prcticas omnvoras. La transformacin en los patrones de consumo, tal y como se plantea
en este estudio, muestran cmo este se hace cada vez ms complejo. Las diferencias de
clase no se han desdibujado, sino que se suman ms variables que complejizan ms el
anlisis.
1.2 Estudios de pblico en el contexto internacional: hallazgos ms importantes
Dentro de las tesis o proposiciones que se encontraron importantes, se ubican los
siguientes:
1) La asistencia a los museos de arte y galeras no depende necesariamente de lo
econmico, pero se ha constatado que las personas que asisten con mayor regularidad
tienen las mejores condiciones econmicas dentro de la muestra.
Aunque en algunas investigaciones se haya reportado que una cantidad apreciable de
personas que asisten a las exposiciones de arte tienen altos ingresos (Hendon, et al., 1989;
Gibaja, 1964; Snchez de Horcajo, 1997; Lorenzano, 1998; Rosas y Schmilchuk, 2008;
Luckerhoff, 2006; DiMaggio y Useem, 1978; Blau y Blau, 1985), esta caracterstica es
insuficiente para explicar la asistencia a dichos espacios. Aunque intervienen cuestiones
como el precio de la entrada, el medio de transporte que se utiliz para llegar, no
constituyen ni los nicos, ni los ms importantes factores, para comprender y explicar la
asistencia, y ms especficamente la AV, a los museos de arte.
Chan y Goldthorpe (2007) realizan un anlisis de los resultados del Arts in England
Survey del ao 2001, y constataron que, el consumo de las artes en Inglaterra no se
explica tanto por la clase como por el estatus. A partir de la distincin weberiana entre
ambos conceptos, concluyen que en el consumo de las artes visuales no est tan clara la
presencia de la totalidad de una clase y que esta no tiene gustos homogneos en torno a un
mismo objeto de consumo. Lo que ellos constataron, por el contrario, fue que el gusto por
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las bellas artes vara principalmente por la pertenencia a un determinado grupo de
estatus.2
A partir de una perspectiva terica distinta, Donnat (1999), realiza un anlisis de las
Encuestas de Prcticas Culturales en Francia de 1973-1997, constata que son las personas
que tienen mayores ingresos las que asisten al teatro, a los conciertos de msica clsica y a
los museos de arte, pero principalmente las que tienen una categora socio-profesional alta.
A lo que se est refiriendo con estos hallazgos es que la tenencia de alto capital
econmico no garantiza necesariamente la constitucin de una persona como consumidora
de arte, pero tampoco resulta prescindible. Eun-Young (2008) examina la relacin entre la
inconsistencia de estilo de vida en trminos de capital cultural y social, y plantea la
existencia de cuatro grupos de estatus: 1) Alta educacin-altos ingresos, 2) Alta educacin-
bajos ingresos, 3) Baja educacin-altos ingresos y 4) Baja educacin-bajos ingresos. A
partir de esta tipologa el argumenta que los individuos de los grupos 1 y 2 tienen mayor
probabilidad de participar en actividades de bellas artes, mientras que las personas de bajo
capital cultural como las de los grupos 3 y 4 tienen una probabilidad menor, aunque es an
menor para el colectivo que tiene tanto ingresos como educacin baja.
2) La asistencia a los museos de arte y galeras asciende en funcin del grado de
educacin formal que se tenga.
La mayora de los estudios consultados coinciden en que las personas que tienen altos
grados de educacin formal son las que ms se ven representadas en los museos de arte y
galeras3 (Bourdieu y Darbel, 2003; Cimet et al., 1987; Chan y Goldthorpe, 2007; Donnat,
1999; Eder, 1999; Eun-Young, 2008, Gibaja, 1964; Hendon et al. 1989, Hernndez y Ulln
de la Fuente, 1995; Kracman, 1996; Lizardo, 2011, Merriman, 1989, Rosas y Schmilchuk,
2008; Snchez de Horcajo et al., 1997). Verdaasdonk et al. (1996) han constatado que el
nivel educativo se encuentra asociado significativamente a la asistencia solamente entre
quienes ya haban visitado previamente el museo. Se ha concluido que cuando las clases
sobre artes estn incorporadas en el currculum estudiantil, el sistema escolar tiene una
injerencia ms efectiva que cuando sucede lo contrario (Bourdieu, 2000; Donnat, 1999;
Eder, 1999; Kracman, 1996, Chambers, 1984, citada en Hendon, 1989). De acuerdo con
los resultados de tales investigaciones, la tenencia de un conocimiento ms especfico
2 De acuerdo con Weber la pertenencia a determinado grupo de estatus se define por: 1) el modo de vida, 2)
maneras formales de educacin y 3) en su prestigio hereditario o profesional (Weber, 1944: 245). 3 Aqu se usa indistintamente los museos y galeras, aunque se conoce la diferencia en la definicin de una y
otra institucin, para mostrar con economa de palabras la asistencia a las exposiciones artstico-visuales.
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sobre un determinado tema, que lo otorga un ttulo universitario en general, y an con
mucho ms razn cuando se trata de un diploma relacionado con las artes, permite a las
personas ms capacidad expresiva y reflexiva en torno al arte.
De acuerdo con Lizardo (1999), Donnat (1999), Hernndez y Ulln de la Fuente
(1995) y Chan y Goldthorpe (2007), son las personas de mayor nivel educativo y
ocupacional quienes acceden a una participacin artstica ms variada, es decir, van a los
museos de arte, al teatro, a conciertos de msica clsica, entre otras. Ulln de la Fuente
(1995) y Gibaja (1964) destacan que a medida que asciende el grado acadmico, el tipo de
fuentes utilizadas para informarse (sobre artes, por ejemplo) se hace ms especializado:
libros, revistas especializadas o materiales ms acadmicos. Las personas de escasa
escolaridad acuden principalmente a los medios de comunicacin masivos para su propio
cultivo en materia artstica: televisin, peridicos, entre otros.
3) La asistencia a los museos de arte y galeras requiere la tenencia de cdigos especficos
que constituyen el capital cultural.
Aunque la tenencia de un determinado nivel educativo pueda contribuir, es ms
importante el peso que ejerce el capital cultural especfico para el desciframiento de las
obras de arte. Segn Ario (2003), para este proceso se requiere de una serie de cdigos,
de conocimientos, una especie de capital cultural, sin los cuales la comprensin resultara
improbable. A travs del anlisis del Survey of Public Participation in Arts de 1992 en
Estados Unidos, Kracman (1996), constata que la educacin artstica, tanto la impartida en
el sistema escolar como fuera de este, contribuye notablemente al desarrollo de la
asistencia a los museos de arte. Eder (1999), en Mxico, aplic una encuesta en la
exposicin Hammer en 1977. A travs de esta observ que la incapacidad de los estudios
formales generales para proporcionar los cdigos necesarios para la comprensin de una
determinada obra de arte. Se encontr con visitantes que, a pesar de haber estado en la
universidad, confesaron su infructuoso intento por descifrar la muestra artstica.
4) La asistencia a los museos de arte y galeras es ms probable si se tiene una
adscripcin profesional al mbito artstico.
Gibaja (1964), aplica una encuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes, en la
ciudad capital de Argentina. Constata que las personas que tienen planeada de antemano su
visita al museo, son aquellas que por sus caractersticas (ya sea profesionales, como por su
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aficin a las prcticas artsticas o culturales) los considera como pertenecientes al mbito
artstico. Bourdieu y Darbel (2003), implementaron unas encuestas durante los aos
sesentas en una muestra de 24 museos europeos. Los autores destacan que hay una
presencia mayoritaria de quienes tienen ocupaciones relacionadas con el mbito artstico.
Falk (2010), a partir de una investigacin cualitativa que consisti en series de entrevistas a
profundidad realizadas a varios de sus colegas meses y aos despus de una misma visita a
museos de arte, de ciencia, de historia; visualiza que una de las razones de la asistencia a
estos sitios es la pasin profesional o la de aficionado. Por otro lado, Chambers (1984),
citada en Hendon et al. (1989), a travs de encuestas constata que los que llegan
regularmente a las EA constituyen una audiencia de pares. Es decir, un conjunto de
personas con muy alto grado de motivacin habilidades, nivel de lectura y conocimientos
especializados en artes (Hendon, 1989: 235).
5) La asistencia a los museos de arte y galeras es cimentada o imposibilitada en cierta
medida por la familia, pero ms especficamente por parte de la madre.
Algunos estudios enfatizan en la importancia de la familia en la constitucin de un
pblico asiduo a los museos de arte (Bourdieu y Darbel, 2003; Bourdieu, 2000; Eder,
1999; Snchez de Horcajo, 1997; Hernndez y Ulln de la Fuente, 1995). A travs de ella,
en el proceso de socializacin primaria, se ensea el inters o no por esta actividad. Pero
ms especficamente, de acuerdo con el estudio realizado por Kracman (1996) en Estados
Unidos, es a partir del gusto de la madre de asistir que se educa en la familia para ir en
edades adultas. La autora argumenta que las mujeres tienden a tener ms tiempo en
cercana con sus hijos que los padres. Upright (2004) encuentra que el (o la) cnyugue
tiene un papel importante en la visitacin a los museos de arte, pues puede convencer a su
esposa o marido a que asista aunque, en principio, esa persona no hubiera ido. Y as, a
partir de las experiencias como pareja, se teje el gusto por dicha prctica
6) La asistencia a los museos de arte y galeras, ms que por el sistema educativo y por la
familia, puede verse afectada por las experiencias ms cercanas o recientes de los
individuos.
Verdaasdonk et al. (1996), realiz un estudio que consisti en aplicar un cuestionario
en el Museo Noord-Brabant del sur de Holanda, a una muestra de aproximadamente 400
personas. Se constat que existe correlacin ms fuerte entre la asistencia frecuente a
exposiciones de arte y las experiencias recientes relacionadas con lo artstico. Se
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reportaron algunos individuos con un contacto precoz con el arte, pero dicha variable
presentaba menor capacidad explicativa que las experiencias recientes para el desarrollo
del gusto por la asistencia a estos espacios.
7) La asistencia a los museos de arte y galeras en trminos sociodemogrficos, es
atractiva a un pblico mayoritariamente joven y las diferencias en cuanto a nmero de
asistencia entre hombres y mujeres no son significativas en trminos de porcentajes.
La mayora de las investigaciones coinciden en que el pblico que asiste a los
museos de arte son mayoritariamente jvenes (Snchez de Horcajo et al., 1997; Eder,
1999; Flrez, 2006; Gibaja, 1964). Verdaasdonk et al. (1996) encontraron que existe una
correlacin estadstica negativa entre la edad y la asistencia, lo cual quiere decir que a
medida que disminuye la primera aumenta la segunda. Luckerhoff (2006) realiz una
revisin terica de las constricciones que impiden la asistencia a las EA. Encuentra que la
edad es una posible variable que podra cimentar la no-asistencia a las exposiciones. De
acuerdo con la PENHPC en Costa Rica, una de las razones por las que se declar la no-
asistencia a los museos a nivel general debido a las edades avanzadas (Senz, 2010). Lo
anterior resulta importante para entender que el hecho de que no todas las personas de un
determinado territorio o pas asistan a estos espacios tambin podra deberse a la edad.
8) La asistencia a los museos de arte y galeras, adems de estar estrechamente
relacionada capital cultural, tambin tiene un vnculo importante con el capital social que
una persona tenga.
Algunos estudiosos han constatado, en relacin con la asistencia a los museos de
arte, que lejos de darse como una suma o resta de informantes, las personas que asisten
tienen vnculos entre s, asisten en grupos. En el caso contrario, la asistencia no es
iniciativa nicamente del individuo, sino un producto social, que tiene explicacin a travs
de lo colectivo. Lorenzano (1999) constata que, lejos de ser un Robinson Crusoe, el
visitante encuentra el museo como un espacio para encontrarse con sus pares, con los
cuales conversar sobre la ltima exposicin que visit, los gustos que tiene en torno al
arte, entre otros temas, durante los das de inauguracin.
Por otro lado, Upright (2004) destaca que la pareja tambin puede propiciar la visita
a los museos de arte, pero ms an las mujeres tienen esa capacidad, debido a que desde su
socializacin han tenido ms cercana con la oferta cultural. Por lo tanto, el capital social
es un aliciente importante en la constitucin de la visita a los museos de arte. Por el
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contrario, Luckerhoff (2006) menciona que una de las razones por las que las personas no
van al museo es cuando tienen pocos lazos sociales con aquellos que hayan desarrollado el
gusto por asistir a estos espacios.
Una consecuencia directa de la frecuentacin asidua es que se gestan vnculos
sociales. Las personas que asisten con cierta frecuencia, que por lo general son de alto
estatus, se llegan a conocer entre s. Otro ejemplo se da en el caso de los museos que
utilizan el detector de metales, que con estas personas dejan de emplearlas (Merriman,
1989).
9) La asistencia a los museos de arte y galeras refuerza la identidad de quienes les gusta
ir y no es importante para quienes no estn identificados con l.
Falk (2010) plantea que muchas veces la primera pregunta que se le plantea a los
visitantes en los estudios de pblico es la que tiene la respuesta ms obvia: por qu usted
visita los museos? De acuerdo con los hallazgos de este autor, las personas van a los
museos porque se sienten identificadas con eso, es decir, les refuerza su identidad. A este
respecto, tambin se pueden considerar, por otro lado, las aseveraciones tericas de Rosas
(1999). En un estudio sobre museos patrimoniales, la autora encontr que para aquellas
personas cuya vida cotidiana no gira en torno a los museos patrimoniales, no sentirn la
necesidad de visitarlos, porque no los consideran importantes.
Se podra suponer que, de acuerdo con tales autores, la identidad social que se teje en
torno a los museos se forja a partir de la percepcin que se tenga del museo y del gusto que
se tenga sobre el asistir a estos. Adems, de lo que se exhibe in situ, entorno tambin al
conjunto de elementos que componen este espacio; el hecho de conversar con pares,
encontrar personas que le asignan la misma importancia a un determinado smbolo
(Hermanowicz, y Morgan, 1999) y a otros con gustos y capital cultural de niveles
relativamente parecidos.
As tambin, Stylianou-Lambert (2009), de manera similar a Luckerhoff (2006), por
medio de entrevistas a profundidad a 60 informantes clave, constata cmo la percepcin
que tienen quienes no son visitantes a los museos de arte, ejerce una influencia importante.
Es decir, no se sienten cmodos en estos lugares, o perciben que no son para ellos. De este
modo, la identidad no solamente refuerza el inters por asistir, sino que tambin establece
los cimientos para no asistir a las exposiciones de arte.
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13
10) La asistencia a los museos de arte y galeras se realiza a diferentes tipos de museos de
arte, dependiendo de la personalidad de los y las visitantes.
En un estudio realizado por Gottesdiener y Villate (2009), se observ que el concepto
que tenga la persona sobre s misma, ser clave para identificarse con ir, o lo contrario. As
tambin, los autores constataron diferencias de personalidad entre quienes asisten a los
distintos tipos de museos artsticos: bellas artes, arte contemporneo y arte moderno.
Destacan las diferentes personalidades entre quienes han ido a todos los tipos y los que
solamente han visitado uno. Las principales conclusiones de este estudio es que el gusto
distinto implica una personalidad distinta, la cual se expresa en apertura frente a las obras,
apertura frente a las acciones, conocimientos en artes plsticas, entre otros.
11) La asistencia a los museos de arte y galeras es diferenciada segn la razn principal
de asistencia declarada.
Hendon et al. (1989: 237) realiz una revisin de varios estudios de pblico y destac
la existencia de uno, llevado a cabo entre 1976 y 1979, en el que se sealan los siguientes
resultados:
a) Un promedio de 37% de personas que visitan el museo cada 4 aos lo realizan por
inters y curiosidad.
b) Un promedio de 16% cada cuatro aos lo hacen para traer a sus hijos.
c) Un promedio de 14,25 % personas cada cuatro aos realizan su visita para ver algo
especfico.
En el estudio que realiz Gibaja (1964), se les preguntaba a los visitantes si tenan
planeado ir al museo antes de salir de su casa. Se observ que la asistencia azarosa es
mucho mayor en la gente que report haber llegado sin tener planeada previamente su
visita. De acuerdo con Hendon et al. (1989) son estas personas la mayora del pblico que
asiste a las exposiciones de arte llamadas: blockbuster.4
Los que declararon haber ido en busca de algo especfico son generalmente los que
representan un menor porcentaje del total de la poblacin asistente (Hendon et al., 1989).
A medida que aumenta la regularidad con la que asisten, aumentan tambin sus propios
conocimientos sobre las diferentes actividades que organiza el museo y sobre arte en
4 Las exposiciones de este tipo son aquellas organizadas en torno a artistas muy conocidos para la mayora de
personas, como puede ser DaVinci o Goya, por ejemplo.
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14
general (Verdaasdonk et al., 1996), por lo que su asistencia no resulta casual, sino planeada
de antemano como parte de su estilo de vida.
Por otro lado, Falk (2010), identifica una tipologa de cinco visitantes diferentes:
a) Exploradores (los curiosos);
b) Facilitadores (motivados socialmente para ensear a otros);
c) Profesionales/aficionados (asisten por una pasin profesional o de pasatiempo);
d) Buscadores de experiencias (se sienten motivados porque ven el museo como un
destino importante);
e) Recargadores (su inters es meramente contemplativo, porque creen que en el
museo los puede reconfortar, como una experiencia espiritual o religiosa).
12) La asistencia a los museos de arte y galeras es afectada in situ debido a la co-
presencia fsica.
Una proporcin muy escasa de trabajos se han dedicado a estudiar desde el enfoque
del Interaccionismo Simblico cmo la presencia de los otros juega un papel crucial en el
actuar de los dems en el espacio expositivo. Vom Lehn, Heath y Hindmarsh (2001), a
travs del anlisis conversacional y de la observacin no participante, constataron que la
co-presencia y la interaccin social definen en gran medida el tipo de experiencia museal.
Segn dichos autores, es a travs de la conciencia de los otros que alguien orienta su
comportamiento dentro del museo: desde tomar la decisin de ir hacia la derecha o quitar
un pie para no estorbarle a otro.
13) La asistencia a los museos de arte y galeras no solo es facilitada por cierta cantidad
de capital cultural (especficamente sobre artes) para el desciframiento, sino tambin para
participar de las conversaciones o tertulias con otros.
A partir de una revisin bibliogrfica de diversos estudios, DiMaggio (1987) constata
que para quienes tienen gustos de alto estatus (alto nivel educativo sobre arte y una
adscripcin profesional al campo artstico) tendrn mayor capacidad para mantener y
reforzar relaciones con otros que comparten esa caracterstica. A las personas de un capital
cultural alto, les resultar ms fcil en el logro del estatus. Quienes tienen un amplio
repertorio de redes, tendrn un abanico ms amplio de gustos diversos (DiMaggio, 1987:
443). De modo inverso, quienes conocen poco sobre arte, tendrn tericamente menos
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15
capacidad de compartir con otras personas que tienen muchos conocimientos, y por lo
tanto tendrn poco capital social de este tipo.
Saniewicz (1996), desde Espaa, considera que, generalmente, la visita a los museos
es realizada por especialistas (curadores, artistas, coleccionistas), con los que alguien que
carezca de cierto repertorio de conocimientos artsticos, le ser difcil conversar. A este
respecto, DiMaggio (1987) seala que las personas que pertenecen del mbito artstico
(insiders), en el ritual mismo de una conversacin, tienden a reconocer a los extraos
(outsiders); pues a partir de esta es donde ellos revelan si conocen los cdigos requeridos.
Estos, seala el autor, son puestos a prueba a travs de trampas idiomticas, bromas,
chistes muy especializados y si demuestran que s conocen los cdigos, son aceptados
dentro de una pltica
La segmentacin del pblico de la que habla Verdaasdonk et al. (1996), no solo
est dada a partir de los diferentes conocimientos sobre arte, ni debido a las habilidades,
sino en el capital social: en la capacidad de establecer nuevas amistades con los asistentes a
los espacios expositivos. De este modo, aunque no aparece mencionado en ningn estudio
se podra suponer, la audiencia de pares, pareciera un pblico asiduo con vnculos entre s
y con caractersticas muy especficas.
14) La asistencia a los museos de arte y galeras realizada por los visitantes asiduos tiene
caractersticas particulares.
De acuerdo con DiMaggio (1996), mediante el anlisis de 93 preguntas de un estudio
con representatividad nacional que se realiz en los Estados Unidos, los asiduos presentan
una actitud poltica ms liberal frente a los no visitantes, cuya actitud es principalmente
conservadora. Los indicadores que se utilizaron para establecer dichas diferencias fueron
las preguntas sobre xenofobia y tolerancia del aborto. Mientras los asiduos estaban ms de
acuerdo con la tolerancia frente a los otros y hacia el aborto, los conservadores
mostraban una actitud adversa a dichas cuestiones.
Por otro lado, Verdaasdonk et al. (1996) mencionan que las personas que reportan
una mayor asistencia, son quienes estn mejor informados sobre las distintas actividades
que realiza el museo. Merriman (1989) destaca que estas personas son las que participan
ms activamente en dichas actividades, y logran tal reconocimiento por el personal de la
institucin que llegan a evitar el ser revisados por la mquina de deteccin de metales.
Glynn, Bhattacharya y Rao (1996), en Estados Unidos, a partir de un anlisis
cuantitativo de la asociacin de miembros del museo de arte 18000 miembros. Constataron
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que para las personas la membresa significa un signo de prestigio. Esta creencia
incrementa la probabilidad de que sean visitantes asiduos, al buscar adquirir un mayor
status. Los significados que existen en torno a los beneficios que ofrece la institucin,
repercuten en la asistencia y de ser visitante frecuente a los museos de arte.
Por otro lado, Hendon et al. (1989) constatan, por medio de la revisin de distintos
estudios, que los visitantes asiduos son por lo general quienes tienen un mayor nivel de
escolaridad (por lo menos posee Licenciatura o su equivalente para los Estados Unidos:
B.A. degree), tienen principalmente estudios especializados en artes, son los que vienen
de las distancias ms cortas, tienen los gustos artsticos ms sofisticados y, por lo general,
participan como miembros del museo o de las actividades que esta institucin organiza y
promueve.
1.3 Debates
Existe una produccin relativamente reciente de material relacionado con el consumo
de las artes y los grupos de estatus. El principal argumento es que, a partir de estudios
cuantitativos se ha logrado constatar que diversas clases participan del consumo de un
mismo bien artstico (Chan y Goldthorpe, 2007a). Tanto las clases bajas como medias o
altas asisten a teatros, a conciertos de msica clsica, etc. Este enfoque se opone al de la
homologa estructural de Bourdieu (2000) que establece que la misma desigualdad que
existe entre las clases sociales, se refleja en el consumo de cada una de estas, de modo que
las clases altas consumen la alta cultura y la clase baja son consumidores de productos
de la cultura popular.
A partir de la indagacin sobre aspectos psicolgicos del visitante, progresivamente
se erigi una corriente terica e investigativa que sita a la identidad como mejor variable
explicativa de la asistencia a los museos de arte (Falk, 2010; Stylianou-Lambert, 2009),
versus condiciones sociales como la clase, el capital cultural, o aspectos
sociodemogrficos. Para este enfoque, lo importante es la creacin del significado, o los
aspectos de deleite meramente individuales.
1.4 Alcances, limitaciones y vacos de los estudios revisados
A partir de los estudios revisados, es posible extraer las siguientes conclusiones.
En primer lugar, ningn estudio trabaja el grado de conexin que existe entre los
visitantes. Lo que se indaga est ms relacionado con las vinculaciones sociales que tienen
las personas antes de asistir a las exposiciones: quines influyeron en la constitucin de la
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asistencia. Se carece de estudios que identifiquen los vnculos in situ de los visitantes, el
grado de conexin entre ellos. Una especie de estudios de redes que permita identificar
profesiones, estilos de vida, entre otras caractersticas que permita identificar no slo
cuntos se conocen entre s, sino cmo se conocieron. Si bien, Chambers (1984), citada en
Hendon et al. (1989), se refiere al concepto de: audiencia de pares, no aclara si estos se
conocen entre s, si conversan y si tienen un cierto nivel de conexin entre ellos.
Segundo, a pesar de que las investigaciones consultadas constituyen un muy diverso
acervo de hallazgos fundamentales para la comprensin de la asistencia a las exposiciones
de arte, es evidente que se desconoce qu sucede en la dinmica particular de Costa Rica.
Conviene estudiar la situacin relativa a los museos locales, las particularidades histricas
de este pas y que las incorpore en el anlisis de los visitantes a las exposiciones de arte, o
a quienes no se acercan.
En tercer lugar, la mayora de las investigaciones se abordan desde metodologas
cuantitativas. Se privilegia el uso de cuestionarios o el anlisis de encuestas realizadas a
escala nacional. En algunos casos se utilizan entrevistas, grupos focales, observacin, entre
otras herramientas, como complemento, pero predomina la indagacin mediante tcnicas
cuantitativas.
En cuarto lugar, dentro de las investigaciones revisadas muy pocas trabajan el tema
de la interaccin social en los museos de arte de manera central (Vom Lehn, Heath y
Hindmarsh, 2001). Tampoco el tipo de conversaciones que se dan (Bruder y Ucok, 2000),
ni los grupos que se forman desde una mirada cualitativa, dentro de estos espacios.
En quinto lugar, en el contexto acadmico de Amrica Latina, al menos, no ha
habido ninguna investigacin que se dedique a estudiar especfica o enfticamente a los
visitantes asiduos. Adems, en general, a diferencia de lo que sucede con el capital cultural
o econmico, en las investigaciones revisadas no se le da al capital social una importancia
central, o al menos en el capital social relacionado con el campo artstico: Quines se
conocen entre s? Cules son las profesiones de estas personas que se conocen entre s o
entre quienes se desconocen? Aunque los estudios de Kracman (1996), Upright (2004),
Lorenzano (1999), plantean que la influencia de otros puede influir en la asistencia a los
museos de arte, no centran cualitativamente su estudio en este respecto. El nico estudio
que menciona la necesidad de estudiar las posibles conexiones entre el pblico asiduo es
DiMaggio (1996); sin embargo, lo plantea nicamente como sugerencia y no se centra en
tal cuestin.
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Por las razones anteriormente, resulta necesario un estudio que puntualice en las
vinculaciones que existen entre los pblicos dentro y fuera de las instituciones, que no se
limite a las metodologas cuantitativas, y que se enfoque en abordar las particularidades del
contexto costarricense.
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CAPTULO II: ANTECEDENTES SOCIO-HISTRICOS
2. 1 Orgenes y desarrollo de los pblicos de las exposiciones de arte en Costa Rica
Hablar acerca del origen de los fenmenos artstico-plsticos en Costa Rica
resultara imposible si se prescinde de lo que signific la Colonia. El arribo de los
espaoles a Amrica, la dominacin y el sometimiento que emplearon, se tradujo en una
transformacin en todo sentido: poltica, social, cultural, econmica. El legado artstico
ms importante que la colonia hered al siglo XIX fue la arquitectura sacra, alrededor de la
cual oscilaban otras manifestaciones como la literatura, la msica, la pintura y la escultura.
Las pocas iglesias lejos estn de ser ambiciosos templos. (Rojas, 2003: 1).
Los indgenas habitantes del territorio que se llamara Costa Rica, ya haban
realizado ciertas obras de arte y artesanas. Sin embargo, la llegada de los espaoles, y
el virtual exterminio de la cultura indgena que la sigui, interrumpi la variada y compleja
serie de estilos de talla, modelado y decoracin indgenas, cuyos orgenes se remontaban
quince siglos atrs. (Echeverra, 1986: 21).
El arte que se exhiba desde la poca colonial hasta poco despus de la estructuracin
del Estado, fue meramente religioso. Las razones por las que esto ocurri as son similares
en Costa Rica a lo que De Souza (2008) observa en Brasil. De acuerdo con la autora:
el acceso amplio a la iconografa religiosa integraba una estrategia de propaganda ideolgica de la iglesia catlica. Pero, a medida que se investa de un
valor externo a su finalidad, los objetos inicialmente considerados accesorios pasarn
a ser vistos como arte por una minora. El acceso privado permita que pocos
pudiesen apreciar el arte, instituyendo el deleite como una actividad que se adecuaba
a las condiciones econmicas y sociales de las lites. (De Souza, 2008: 121).
Ferrero (2004) observa que en el tan poco desarrollado medio artstico de ese
entonces, quien deseaba ver arte deba aproximarse a las iglesias. Fue hasta despus de la
influencia del positivismo en la poca liberal que el aspecto religioso comenzaba a
desdibujarse. Sin embargo, no ocurri lo mismo con el acceso minoritario a las
exposiciones de arte, al menos en este primer momento.
2.2 La poca liberal 1821-1930s
Al principio de la constitucin de Costa Rica como repblica independiente, el
desarrollo del arte era prcticamente insignificante. A este respecto, Ferrero plantea
(2004): Aquella gente con mentalidad campesina y modo de vivir aldeano no tena clara
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idea de cun necesario es el arte para la accin de la sociedad pues el gusto por el arte se
produce socialmente. (Ferrero, 2004: 15).
Hay que recordar que, en ese momento, la sociedad costarricense era principalmente
agraria. Ferrero (2004) destaca que son varios los aspectos que impiden el florecimiento
del arte en Costa Rica: 1) se careca de un estmulo para abrir un mercado del arte, un
espacio adecuado en las casas para lucir obras de arte; 2) se careca tambin de opulencia
(que es un correlato del arte, segn el autor), predominaba un estilo de vida rural, 3) la
burguesa se concentraba ms en los bueyes y en los cafetales que en concederle un lugar
al arte, 4) haba un enorme porcentaje de analfabetismo (68,58% segn el censo de 1890) y
5) no haba crticos, ni idelogos.
Ferrero (2004) tambin seal que:
[se] deba recurrir a extranjeros porque en Costa Rica no haba maestros de pintura o de escultura. Tambin escaseaban los materiales. Algo muy importante: sin
lite cultural dirigente y estimuladora de las vocaciones, no haba estmulo
econmico para abrir mercado a la obra de arte. Sin espacio adecuado en las casas
para lucir obras de arte, entonces, cmo pensar en la existencia de un movimiento
artstico en un pueblo carente de educacin? (Ferrero, 2004: 16). En palabras de Roberto Brenes Mesn, no haba un pblico adecuado para el arte
(Ferrero, 2004: 152). Sin embargo, progresivamente se gesta un cambio cultural que
comienza con el inicio de la explotacin de oro en las minas de los Montes del
Aguacate, a partir de 1820, y con el despegue del boom cafetalero dentro del Valle
Central. (Melndez, 1998: 20). Desde que se construy un camino permanente de salida
hacia Puntarenas en 1845, se abre la oportunidad de ampliar enlaces y contactos con el
mundo exterior. Esto produjo, a la vez, cierta bonanza econmica, que vino a repercutir
en grandes cambios del gusto, la moda y el consumo en nuestro pas. (Melndez, 1998:
20).
Dicho cambio cultural, se caracteriz, entre otras cuestiones, por la introduccin de
cursos de Dibujo e Historia del Arte en centros educativos, por ejemplo en el Colegio San
Luis Gonzaga, entre 1870 y 1884. La actividad constante que supuso el incremento del
comercio internacional en Puntarenas, se tradujo en la implementacin de este tipo de
cursos en esta provincia (Ferrero, 2004). Entre 1881 y 1884 se imparten clases de dibujo
en el Instituto Nacional por el famoso retratista Henry Etheridge, quien tuvo como alumno
a Ezequiel Jimnez Rojas y a Enrique Echandi (Melndez, 1998: 26). Otro elemento que
contribuye al panorama visual es el fortalecimiento de periodismo.
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Sin embargo, cabe destacar que, desde que se gesta este cambio cultural, se pone en
evidencia que el acceso simblico a (comprensin y disfrute), o fsico (compra) de, los
bienes artsticos es inequitativo. El ejemplo paradigmtico, en este sentido, es el de la obra
del artista Aquiles Bitgot (1809-1884), donde el arte se desarrolla como elemento de
distincin social, puesto que posee un: arte de patrn esttico elitista para poseedores
de cdigos estticos consagrados como signos de distincin social. (Ferrero, 2004: 62).
Adems, eran las familias extranjeras y cafetaleras las que tenan una mayor apreciacin
del arte (Ferrero, 2004: 109). Eran las personas con mayor capacidad adquisitiva, quienes
tenan la posibilidad de enviar a sus hijos a Europa para cursar estudios de arte (Ferrero,
2004: 115).
Un hecho que resulta crucial respecto del desarrollo de las artes en Costa Rica, fue la
Primera Exposicin Nacional de 1886, la cual produjo una inusitada concurrencia de
pintores. Con esta exposicin se trataba de seleccionar las obras que representaran a Costa
Rica en una exposicin en Nueva Orlens y otra en la Exposicin Universal de Pars en
1889. (Ferrero, 2004: 72). Esta actividad fue organizada por la Oficina de Estadsticas y
constituy un acontecimiento de gran importancia para la posterior creacin del Museo
Nacional de Costa Rica en 1887. Esta institucin servira durante casi un siglo como lugar
prcticamente exclusivo para la realizacin de las exposiciones artstico-plsticas que se
exhibieran el pas. Pero esto hubiera sido imposible de no haberse trado artistas e
intelectuales extranjeros que introdujeron en el pas conceptos europeos (Herrero, 1997:
24). Sin embargo, al poco tiempo de su fundacin, result claro que no era exclusivamente
sobre las artes de lo que este museo se encargara. Se trataba de una institucin que
empez a coleccionar obras que posteriormente se consideraron patrimonio nacional. De
esta manera, se empezaron a elaborar discursos y narrativas nacionalistas pensadas as por
los grupos cafetaleros, quienes fueron sus progenitores (Viales, 1995).
En este contexto se construye el Teatro Nacional, el cual se inaugura en 1897. Ya se
haban elaborado edificios para la representacin de obras de teatro como el que construy
Vicente Villaseor en 1837, o el de alguien apellidado Sifuentes en 1846, o el de Manuel
Espinal en 1848. Pero fue hasta 1950, con la edificacin del Teatro de Mora, que se
comienza a construir edificios con una infraestructura propiamente teatral. El presidente
Juan Rafael Mora Porras (1850-1959), encontr en el teatro un espacio para legitimar
su gobierno. (Fumero, 1998: 71). Se evidencia una fuerte relacin entre el proceso de
centralizacin del Estado y el desarrollo teatral, y la constitucin de este ltimo como
medio de difusin ideolgica. Al ser un sitio de esparcimiento para las clases altas en el
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que las personas de extraccin popular se daban cita con otras ms cultas, denotaba ese
trasfondo simblico de distincin social.
Con la cada de Juan Rafael Mora Porras en 1859, el Teatro Mora cambi de nombre
a Teatro Municipal. Desde ese momento, hasta 1888 con el terremoto que supuso su
destruccin, se convirti en un sitio ms deslucido y de segunda categora. Por esta razn
se decidi dotar al pas de una infraestructura que se adecuara a los requerimientos de la
poca (Fumero, 1998). Con la inauguracin del Teatro Variedades cesaron
momentneamente las presiones. Pero, de manera progresiva debido a sus dficits, dej de
ser un lugar clave para los espectadores y se requiri de la existencia de un teatro que
denotara el adelanto cultural de la poblacin. Fue hasta que se termin de construir el
Teatro Nacional, en 1897, que hubo una obra arquitectnica propicia para la sociabilidad
que la lite exiga en ese entonces.
Como plantea Rojas (2003):
Con la inauguracin del Teatro Nacional la oligarqua vio colmadas sus mximas aspiraciones. Este nuevo santuario, adornado con esculturas de mrmol y pinturas al
leo de ninfas y bodegones en su interior, se convirti por un lado, en deleite de ese
pequeo mundo selecto de comerciantes y cafetaleros, y por otro, en vital punto de
referencia para los artistas. (Rojas, 2003: 25).
La edificacin del Teatro Nacional signific el resultado de la bsqueda de un
espacio propicio para la puesta en escena de las obras de arte, que los grupos ms
poderosos consideraban acorde con el estilo de vida de su clase. Se organizaban conciertos
de pera y todo tipo de actividad en la que se expusiera todo tipo de material artstico
caracterizado por un innegable parentesco con la cultura europea (o alta cultura).
Al mismo tiempo, como recuerda Urbina (2006), no hay que olvidar el hecho de que,
para el caso de Centroamrica, el acceso al teatro era exclusivo de los sectores ms
pudientes. Ni que este consisti en un lugar en el que estaban prescritos ciertos
comportamientos que denotaran falta de decoro y los de las clases populares. Esto lo
ejemplifica, la elaboracin del Reglamento del Teatro Nacional (1897). En este se
estipulaba la prohibicin de que gente popular fumara y hablara en voz alta, bebiera
aguardiente en la platea del teatro, entre otras actividades (Fumero, 1998; Urbina, 2006).
A pesar de que se haban producido ciertos cambios en el incipiente medio artstico
costarricense, los artistas nacionales eran poco apreciados por la clase alta, quienes
declaraban carecer de tiempo y de inters en el goce esttico (Ferrero, 2004: 141); ni
siquiera haba un pblico (Ferrero, 2004: 176). Los artistas se encontraban disgregados:
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23
unos cuantos haban recibido educacin artstica y an menos personas una formacin
slida (Zavaleta, 2003: 2).
Por otro lado, la creacin de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1897 origin
nuevas oportunidades para quienes eran incapaces de viajar al extranjero para estudiar
artes. No es sino hasta 1897 que los interesados en las artes plsticas tuvieron la
posibilidad de recibir una educacin artstica formal, al fundarse la Escuela Nacional de
Bellas Artes. (Zavaleta, 2003: 2-3). Sin embargo, como plantea Ferrero (2004), Desde su
fundacin la Escuela de Bellas Artes empez a ser una especie de casta brahmnica, pues
la mayora de las alumnas pertenecan a las principales familias cafetaleras. (Ferrero,
2004: 179). Por eso Montero (1986) plantea que dicha institucin representaba una
concepcin esttica oficial y de la alta esfera poltica y social. Adems, promova una
visin europeizante, cuyo apego por los arquetipos europeos qued confirmado en la
exposicin de 1914, como observa Molina (1997: 11).
Segn Rojas (2003):
Junto a la inauguracin del Teatro Nacional, otro trascendente acontecimiento habra de suceder: la fundacin de la primera Escuela Nacional de Bellas Artes, de
acuerdo con las Memorias de Instruccin pblica del 12 de marzo de 1898, en el
antiguo local de la Universidad de Santo Toms, para la cual se contrat como su
director al artista espaol, daran un decisivo impulso al arte costarricense. Ambos
factores Teatro Nacional y la Escuela de Bellas Artes- coincidieron con una dcada en la que el factor econmico y poltico permitieron, como nunca antes se haba
logrado, el propicio desarrollo del arte nacional. En otras palabras, el arte ira
encaminado hacia el fomento de obras de carcter pblico con nfasis en exaltar el
carcter nacionalista. (Rojas, 2003: 25-28).
Cuando Costa Rica empez a participar ms de lleno en el comercio internacional, se
gest progresivamente una transformacin socio-cultural que tuvo dos consecuencias
inmediatas sucesivas: por un lado el nacimiento del Barrio Amn y el comienzo del cine.
Ambas implicaron un re-ordenamiento urbano. En cuanto a la primera, consisti en un
barrio que tena aspiraciones arquitectnicas europeizantes y que marcaba un claro sello
distintivo. Por medio de este se intentaba marcar la diferencia social entre los grupos
poderosos y oligrquicos y el resto de la poblacin. En este barrio se encontraba el Teatro
Nacional, el Edificio Metlico, entre otros. Respecto de la segunda, la introduccin del
cine sirvi para diversificar los consumos culturales y para disminuirle al teatro su
importancia como definitorio de pertenencia social, ya que poco a poco era utilizado por
cada vez ms personas (Fumero, 2005).
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El progreso econmico, que iba marcando el carcter propiamente capitalista de la
sociedad costarricense, estuvo ligado a partir de finales del siglo XIX y principios del XX
con el desarrollo de las llamadas bellas artes. As como se importaron formas de
produccin y distribucin de carcter mundial, lo mismo sucedi con el consumo del arte y
los estilos de vida. Se buscaba crear espacios para la realizacin de actividades recreativas
que fueran coherentes con las aspiraciones econmicas y culturales de los grupos ms
poderosos del pas, en ese entonces. Segn Fumero (2005), en la construccin del Barrio
Amn se expres ese apego por los gustos europeizantes de la lite gobernante y de los
grupos oligrquicos. Las actividades de ocio que se promovan ah, apuntaban claramente a
la diferenciacin cultural entre las clases populares y entre quienes contaban con los
cdigos para entender y disfrutar el arte. As, los espacios expositivos eran casi siempre
frecuentados por la misma camarilla de artistas, o entendidos en arte. Por lo cual, desde
entonces hubo una lite cultural cuyo estilo de vida estaba abocado al disfrute de las
bellas artes.
A finales de los aos veinte del siglo XX, las limitaciones de un campo artstico
prcticamente inexistente impulsaron a los artistas costarricenses a buscar una salida. La
solucin la encontraron en la organizar las exhibiciones, lo cual materializ las llamadas
Exposiciones de Artes Plsticas. (Zavaleta, 2003: 4-5). Zavaleta (2004: 12) plantea que
la iniciativa de organizar dichas exposiciones surgi de un grupo de artistas que se negaban
a ser vistos solamente en catlogos olvidados, y fue acogida por el Secretario de
Educacin, Luis Dobles Segreda, y por el Presidente Cleto Gonzlez Vquez, bajo el
patrocinio de Diario de Costa Rica.
De acuerdo con Zavaleta (2003), fue entre 1928 y 1937, principalmente en el Teatro
Nacional donde se realizaron dichas exposiciones, que consistieron en certmenes anuales
de pintura, dibujo, escultura y caricatura. Las exposiciones de Artes Plsticas abrieron el
camino para el inicio de un mercado del arte, pues all se vendan las obras. Los precios
variaron de acuerdo con el autor... (Fumero, 2005: 37). Adems, agrega la autora: fueron
diseadas para un grupo econmicamente privilegiado y selecto, por lo que el consumo del
arte era diferenciado. (Fumero, 2005: 37). La posicin en el espacio que ocupa el Teatro
Nacional (Barrio Amn) formaba parte del propsito de la lite poltica y social de
fomentar un gusto por las bellas artes que se separara de lo popular, como se expres en
las construcciones arquitectnicas (Fumero, 2005). No era casual que el consumo artstico
era diferenciado, si se considera que, como seala Quesada (1998) dicho barrio se
constituy como el primer barrio residencial de Costa Rica.
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Como plantea Rojas (2003):
El fenmeno de Las Exposiciones de Artes Plsticas, como producto de las primeras confrontaciones que se dan en el arte costarricense, darn como resultado el
encuentro entre el arte academicista, representado por la Escuela Nacional de Bellas
Artes y ese otro arte, representado por el grupo conocido como la Nueva Sensibilidad. Estos salones sern patrocinados por el Diario de Costa Rica desde
1928 hasta 1937, y surgen por iniciativa del entonces embajador de la Repblica de
Argentina, el seor Enrique Loudet. (Rojas, 2003: 41-42).
Y ms adelante agrega:
Ese otro arte que aparece como alternativa frente a lo acadmico, se centrara en recuperar el pasado autctono. Mediante el estudio y la comprensin del arte
vanguardista del momento y su identificacin con el pasado prehispnico, los artistas
ensayaban nuevas formas estticas. (Rojas, 2003: 46).
De acuerdo con Ferrero (2004), en el siglo XIX: El campo de la visin esttica era
en extremo limitado. Al arte le faltaban elementos indispensables para ser importante y,
entre ellos, una slida base educativa. (Ferrero, 2004: 23). Fue progresivamente como se
fue gestando desde la poca liberal, con algunas reformas educativas impulsadas por
Mauro Fernndez (Monge, 1978) y con algunas otras promovidas desde la poca del Dr.
Rafael ngel Caldern Guardia, culminando con el establecimiento de la Segunda
Repblica, que se realizar dicho cambio (Cuevas, 1995; 2007).
2.3 Estado benefactor 1940s-1970s
El acceso a las artes visuales, tanto en la educacin como en el disfrute de esta,
pertenecan casi exclusivamente a un reducido crculo de entendidos, que tenan la
posibilidad econmica de formarse en el extranjero o de acceder a las clases de la Escuela
Nacional de Bellas Artes. La lite poltica posea mayor capacidad, en lo que respecta al
acceso de las artes, y fomentaban una visin de cultura que privilegiaba las expresiones
especializadas, y principalmente las provenientes de Europa, como las nicas dignas de ser
llamadas: arte. Esto se expres en la creacin de obras arquitectnicas cuya finalidad ms
inmediata fue la de promover lo que se entiende como alta cultura (como la pera, la
msica clsica, entre otras), a travs de instituciones como el Teatro Nacional, etc.
Hasta ese momento, la capacidad de acceder a educacin sobre las artes estaba
vedada para quienes carecieran de los medios econmicos para salir del pas a estudiar.
Tambin la enseanza que se imparta en la Escuela de Bellas Artes, como seala Ferrero
(2004), era solamente accesible para un reducido nmero de personas. Es a partir de los
aos cuarenta, con el nacimiento de las garantas sociales y del proyecto socialdemcrata,
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que se concreta la idea de ampliar el acceso a las bellas artes a ms sectores de la
poblacin.
Cuando se implementaron las reformas sociales alcanzadas en los aos 1940s en la
administracin Dr. Rafael ngel Caldern Guardia, en conjunto con el Partido Vanguardia
Popular y la iglesia catlica, se apunt por mejorar la calidad de vida y de salud de gran
parte de los y las costarricenses. Entre dichas reformas se cuentan: 1) la creacin de la Caja
Costarricense de Seguro Social (1941), lo cual contribuy a que mucha gente ahora s
tuviera acceso a los servicios de salud, 2) la incorporacin del captulo de las garantas
sociales, 3) el primer cdigo de trabajo, 4) se cre la Universidad de Costa Rica, entre otras
reformas ms. Esto constituy, de alguna manera, la antesala a una serie de
transformaciones que se daran posteriormente.
Desde la guerra civil de 1948, en la que los grupos socialdemcratas llegaron al
poder, e instauraron la consecuente Segunda Repblica, profundizaron las reformas
sociales que se haban empezado en la administracin anterior. Entre 1950 y 1975 se
desarrollaron ms sistemticamente las polticas de bienestar social, pues, instituciones
como la Caja Costarricense de Seguro Social, los ministerios de Educacin, Salud y
Trabajo, Acueductos y Alcantarillados, etc., tuvieron un impacto substancial en el
mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de la ciudad y el campo (Rojas,
1992: 5).
Esto se expres, segn Rojas (1992: 5-6) en diversos aspectos: a) en cuanto a
educacin, un crecimiento constante de la matrcula, principalmente en enseanza
primaria, secundaria y la universitaria, antes de los aos 80; b) en el campo de la salud, la
esperanza de vida pas de 65,6 aos en 1963 a 72,6 aos en 1980, y c) la mortalidad
infantil disminuy de manera considerable; d) mejoraron las condiciones de higiene con la
extensin de redes de agua potable y alcantarillado; e) los servicios de telefona y
electricidad tambin fueron ampliados hasta llegar a un gran parte de la poblacin; f) los
salarios reales aumentaron moderada pero constantemente y g) hacia 1980 solo un 24, 8%
de los habitantes costarricenses se encontraba en estado de pobreza, en un serio contraste
con los dems pas de Centroamrica.
La principal finalidad que subyaca en las polticas estatales apuntaba a conferirle a
la poblacin costarricense un nivel de vida ms incluyente, de ms calidad. En ese sentido,
entre los mbitos a los que el Estado se dirigi, estaba, de alguna manera, el arte y la
cultura.
Como plantea Cuevas (1995):
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El inters del Estado apunta, en general, al mejoramiento de las condiciones de vida del costarricense pero, en especial, al fortalecimiento de los sectores medios de la
poblacin, dentro de los cuales, el sector de los productores de cultura ocupa un
lugar, si bien numricamente poco significativo, importante por lo relevante de su
produccin simblica y pblica. Es por ello que el Estado se ve en la necesidad de
tomar una serie de medidas que se orientan especficamente hacia ellos. (Cuevas, 1995: 116-117).
As, la creacin Direccin General de Artes y Letras (1962), el Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes (1971), la Compaa Nacional de Teatros (1972), la Editorial
Costa Rica (1959), la Orquesta Sinfnica Nacional (1970)5, entre otras instituciones, forma
parte fundamental del proyecto liberacionista de democratizacin cultural. Se basa en la
asuncin de una cultura como la nica, o la ms importante (por ej. alta cultura o las bellas
artes), por lo cual es una imperante necesidad llevarla a quienes carecen de ella. Por esta
razn, se afirma que las reformas tenan una clara reminiscencia del proyecto liberal, en lo
que respecta a perfilar la identidad de la nacin. Sin embargo, para esta poca se contaba
con matices y fenmenos nuevos en escena (Cuevas, 2007: 112). En otras palabras, se
quera instaurar en el pueblo costarricense la cultura conocida como la alta cultura, o las
bellas artes, y se crearon una serie de instituciones para que eso sucediera. Ya no se quera
que se mantuviera esta cultura reducida al conocimiento de unos cuantos, como en la poca
liberal. Pero s se intentaba perfilar una identidad costarricense de clase media, en la que
desde la percepcin de los jerarcas, el conocimiento y el gusto por las bellas artes deba ser
obligatorio.
Como plantea Cuevas (2007):
Las mismas polticas culturales del Estado se orientaron a crear y reforzar a grupos sociales de creadores y consumidores regidos por valores vinculados a la clase
media. No interes al Estado, por ejemplo, que surgieran grandes valores artsticos,
sino ms bien que se crearan obras a las que fcilmente pudieran acceder el burcrata
o el pequeo y mediano propietario. (Cuevas, 2007: 112). ,
En la medida en que se fue reforzando una clase media, con mayor acceso a:
servicios de salud, de electricidad, educativos y a mejores condiciones de trabajo, tambin
sucedi en lo que respecta al acceso a la educacin artstica. As pues, con el
establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en
1940, La Casa del Artista por Olga Espinach en 1951, y la Escuela de Arte y Decoracin
Esempi en 1955, se van crearon las condiciones para un mayor acceso a las bellas artes; y
al mismo tiempo, se instaur un mbito de legitimacin de las artes (Cuevas, 1995:78).
5 Si bien es cierto, la creacin de la OSN fue en 1940 durante el gobierno de Rafael Caldern Guardia, fue
hasta 1970 cuando, con la creacin del Ministerio de Cultura Juventud y Deportes cuando se profesionaliza y
refina ms dicho ente. A este proceso se le ha llamado: revolucin musical (Cuevas, 1995).
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La caracterstica ms relevante durante este periodo es el carcter difusor de las artes
que asume el bloque socialdemcrata. Esto signific una serie de iniciativas, en las que se
incluye la creacin de instituciones, encaminadas a modernizar la estructura institucional
del pas para as llevar la cultura a quienes carecan de ella. A travs de este sesgo
democratizador de la cultura, fue como el Estado iba creando progresivamente espacios
para la educacin artstica, para que cada vez ms sectores se hicieran ms cultos.
Tambin este iba constituyendo implcitamente, es decir, legitimando, la normativa
simblica de qu es arte y qu no es arte, quin podra o no ser un artista.
La extensin de la accesibilidad educativa formal y superior que tuvo lugar durante
este periodo es un cambio de suma importancia para comprender cmo se crean las
condiciones para el ingreso del pblico general a la escena de las exposiciones de arte en
Costa Rica. Molina (2008) analiza las consecuencias que esto tuvo en la vida pblica y
privada cotidiana: tanto hombres como mujeres de clases medias como bajas, poco a poco,
fueron adquiriendo mayores posibilidades para educarse formalmente que en pocas
anteriores. Esto fue diversificando poco a poco el tipo de profesiones a las que podra
acceder una persona en Costa Rica. Al innovarse en la formacin a la que accedan las
personas, tambin cambiaban las aspiraciones, en trminos generales, de la sociedad. Ya la
meta profesional de un individuo proveniente de una familia de campesinos dej de
reducirse a permanecer en el campo, sino aspirar a ser un docente o alguna otra ocupacin
que se separara de lo agrcola, como la artstica.
Adems de la transformacin en las pretensiones profesionales, ocurre tambin un
cambio en la forma de divertirse de las personas. Mientras que en la poca liberal la
asistencia al teatro era una actividad restringida a ciertos grupos sociales (Fumero, 2003;
Urbina, 2006; Ferrero, 2004), el acceso al cine y a la televisin de banda ancha,
progresivamente se iba extendiendo a ms y ms habitantes (Molina, 2008). La
transformacin urbana del casco central josefino como ciudad cultural se fue
consolidando, ms que por el levantamiento de obras arquitectnicas como el Teatro
Nacional, por el de cines, teatros, entre otras diversiones pblicas, que resultaban
atrayentes para lo que segn Fumero (2003) se podra interpretar como la recin surgida
cultura de masas costarricense.
Como guiados por una especie de precepto religioso, en el que se magnifica la
cultura como salvadora, se intentaba extender las bellas artes (o la cultura) hacia quienes
carecan de ella. Al mismo tiempo, se imprima el sesgo etnocentrista en la produccin,
distribucin y consumo del arte que el Estado promova. En la oposicin entre alta cultura
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y el resto de las expresiones culturales llevada a cabo por los grupos poderosos, lase
popular y de masas, permaneca una marcada frontera. La comprensin de las artes que se
difundan siempre supona una suerte de sofisticacin y de manejo de determinados
cdigos requeridos. Por ejemplo, el hecho de que despidieron a artistas nacionales que
conformaban la Orquesta Sinfnica Nacional, bajo razones como: por no tocar como se
debe, por ser mediocres (Cuevas, 1995). El sesgo de la concepcin de cultura como un ente
salvfico se expresaba ms inmediatamente como una necesidad, desde la ptica de los
gestores culturales en el poder, de elevar la cultura de la poblacin costarricense.
Aunque se carezca de las cifras respectivas, se podra suponer que quienes
ingresaban a la universidad era solamente un porcentaje pequeo; y an menor el que se
graduaba en la carrera de arte. La diferenciacin social tambin estaba relacionada con la
posibilidad de estudiar en las academias nacionales o las extranjeras. El desarrollo de la
crtica y el pblico experto en los aos sesentas (Zavaleta, 1994) contribuan a formar la
idea, y con ello la realidad, de que no era posible ser artista sin conocimientos
especializados sobre la materia. Este era precisamente un bien escaso al que no todas las
personas podan acceder, y a la vez, el recurso que le da exclusividad al crculo del arte, a
la lite sociocultural que desde esta investigacin se conceptualiza como pblico implcito.
En el momento en que se haba extendido ms la formacin artstica, al establecerse
desde los aos cuarenta como una carrera ms en la Universidad de Costa Rica, y al
haberse fundado algunas escuelas de arte, como La Casa del Artista, por lo que los
visitantes de esa poca cuentan (Urea, 2012), pareciera ser que eran solo camarillas de
pares, de personas educadas formalmente en artes (artistas, estudiantes, escritores, actores,
msicos, etc.), las que asistan a las exposiciones. Un ejemplo de esto son las exposiciones
que organizaba el Grupo 8, entre otros artistas.
En este contexto, en 1971 se celebr en San Jos la Primera Bienal Centroamericana
de Pintura, organizada por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA)
como parte del II Festival Centroamericano y para conmemorar el 150 aniversario de la
Independencia de Costa Rica. El jurado estaba conformado por Marta Traba (de
Argentina), y los artistas Fernando de Szyszlo (de Per) y Jos Luis Cuevas (de Mxico).
La premiacin inclua un gran premio centroamericano, que fue concedido al guatemalteco
Luis Daz por su obra Guatebala. Esta consista en una figura humana que se deshaca a
travs de las balas, como denuncia por la militarizacin y las guerras que atravesaba
Centroamrica. Adems se otorg un premio nacional para cada pas. El de Costa Rica, El
Salvador y Honduras fue declarado desierto.
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Los argumentos que dio el jurado para el caso costarricense fue porque: la
participacin de este pas a pesar de presentar un aceptable nivel tcnico en los casos de
Lola Frnndez, Rafa Fernndez y Jorge Manuel Vargas, tiene un empleo superficial de
recursos ya empobrecidos por el uso excesivo. (CSUCA, 1971, citado en Rojas, 2003:
228-231). Se premi a la obra Guatebala del guatemalteco Luis Daz con el Gran Premio
Centroamericano y a la obra de Danza Alegrica del artista Rolando Castelln, como
Premio Nacional de Nicaragua. Todo pareciera apuntar a que la derrota artstica sufrida por
Costa Rica hiere sensibilidades y nacionalismos por parte de las autoridades costarricenses,
a tal punto que surge la necesidad de un museo que promueva y conserve el arte
costarricense.
Debido a lo anterior, en 1972 se crean los Salones Nacionales de Artes Plsticas, con
un inters predominantemente social como consecuencia de la I Bienal Centroamericana
de Pintura y el plan de reforma del MCJD. Con el antecedente de las Exposiciones de
Artes Plsticas patrocinadas por el Diario de Costa Rica (1928-1937), los Salones
Nacionales vinieron a llenar la necesidad de muchos artistas. Esto porque, como plantea
Rojas (2003), los pintores y otros artistas carecan de un lugar a donde llevar el trabajo
producto de un ao. Como plantea Cuevas (1995): Indudablemente, los Salones son un
factor muy importante en el desarrollo de la plstica costarricense al establecer las bases
para la cada da ms creciente actividad de interaccin entre creador y pblico. (Cuevas,
1995: 186).
Es en este contexto en el que, en 1978, se crea el Museo de Arte Costarricense
(MAC), en el edificio patrimonial del antiguo Aeropuerto La Sabana. El propsito de este
es conservar y difundir el arte plstico costarricense (Museo de Arte Costarricense, 2002),
por lo que pasa a absorber los Salones Nacionales de Artes Plsticas, en 1981. Despus de
la creacin del Museo Nacional de Costa Rica en 1887, a partir de los aos treinta se
empiezan a abrir ms museos en el siglo XX, pero que carecen de un carcter artstico. Son
histricos (Museo Histrico Juan Santamara, en 1933), arqueolgicos (Museo del Oro, en
1966 y el Museo de Numismtica, en 1966) (Herrero, 1997), privados con enfoques
cientficos (como es el caso del Museo La Salle, en 1960). Es hasta la creacin del Museo
de Arte Costarricense que se crea un museo especficamente destinado a la exhibicin y
conservacin el disfrute del arte costarricense, ms especializado que el que haba antes.
El Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) no tena como fin primordial promover o
conservar las artes plsticas, o al menos no era la finalidad nica de dicha institucin. De
modo que, la apertura del MAC tuvo como finalidad la crear de un sitio especializado para
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la exposicin de las artes plsticas costarricenses. Como plantea Daz, este museo se
encarga de regular las colecciones de artes plsticas de las instituciones pblicas, adems
de contar con un centro documental, pero sobre todo de la coleccin y exhibicin de arte
costarricense desde 1860 hasta la actualidad. (Daz, 2003: 46). Sin duda tambin
contribuy a fomentar ms cercana entre los pertenecientes al crculo del arte en este pas.
De acuerdo con Echeverra: El Museo de Arte Costarricense no solo es un espacio de
reunin y exhibicin del arte costarricense, sino tambin una institucin dinmica que
organiza en forma constante exposiciones temporales en varias galeras a su cargo.
(Echeverra, 1986: 163).
Cabe hacer notar que la apertura del Museo de Arte Costarricense es muy cercana a
la crisis econmica de finales de la dcada de los aos setenta. Cuando la inminente
reduccin del presupuesto estatal obliga a algunas economas a recurrir a prstamos,
como pas con Costa Rica. Conviene recalcar que, en este periodo, se sentaron las bases
institucionales por parte del Estado para que haya una mayor poblacin educada, un
elemento que Ferrero (2004) consideraba crucial para el desarrollo de un pblico de las
exposiciones de arte.
Como plantea Cuevas, a travs del Estado de Bienestar:
la activa participacin del Estado ha dejado una importante infraestructura musestica, de salas de exposiciones y anfiteatros, as como una institucionalidad
referida al patrimonio material e inmaterial. Todo esto se construy a partir de los
aos cincuenta, habiendo tenido como uno de sus momentos estelares la creacin
del Ministerio de Cultura en el ao 1970, pero que no se agot en l. () Un largo periodo de acumulacin dio como resultado que de la dcada de los ochenta en
adelante florecieran con buen nivel las artes, a travs de individuos y agrupaciones
que ya no necesariamente se encontraban en la gida del Estado, pero que eran el
resultado de sus polticas culturales. (Cuevas, 2008: 120).
Aunque se ampliaron las posibilidades de recibir formacin artstica, estas se
localizaron en el Valle Central y no garantizaban por s mismas que todas las personas
accedieran econmicamente a dichas clases. De la misma manera, como plantea Sojo
(2010), aunque se sentaron las bases para una mejor educacin a nivel poblacional, esto no
signific que todas las personas tuvieran el mismo nivel educativo. Como se analizar en el
apartado posterior, se abri paso a que se originara un pblico para las exposiciones de
arte, quiz uno especializado, pero el que predomin fue el PG.
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2.4 poca neoliberal 1980-2010s
La nacionalizacin de empresas petroleras en los pases que posteriormente
conformaron la Organizacin de Pases Exportadores de Petrleo (OPEP), supuso el
aumento del precio del llamado: oro negro. Esto desestabiliza las economas ms
importantes del mundo y as sucesivamente, de modo que Costa Rica tambin se vio
afectada. Despus de tres dcadas de bonanza y estabilidad, la economa costarricense an
dependa de las divisas provenientes de la produccin agropecuaria tradicional, y de bienes
de capital importados para sostener la planta industrial que se haba desarrollado a partir
del Mercado Comn Centroamericano (Rojas, 1992: 6). Al tener lugar la crisis, menguaron
de manera importante los ingresos que lo anterior le inyectaba a la economa nacional, por
lo que Costa Rica deba recurrir al endeudamiento externo, ya de por s elevado.
Los prstamos ofrecidos por los organismos financieros internacionales, como el
Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), requeran cumplir ciertas
condiciones que apuntaban a liberalizar ms las economas y a empequeecer a los
Estados. La aplicacin de estas medidas, en el caso costarricense en especfico, supuso un
fuerte golpe al aparato institucional que se haba erigido entre 1940 y 1970. Esto se
expres en el aumento del desamparo de los habitantes por parte del Estado. Fue as como
los movimientos y protestas sociales se hicieron escuchar, en materia agrcola
principalmente.
Al debilitarse el aparato estatal, las instituciones dedicadas al arte y a la cultura
tambin se debilitan, y la iniciativa privada adquiere mayor fuerza (Rojas, 2003). El Estado
tiene una menor participacin como regulador y orientador, ya que son las fuerzas del
mercado las que deben cumplir esas funciones. (Herrero, 1997: 33).
Como plantea Cuevas:
La ideologa conservadora del neoliberalismo penetra paulatinamente en la sociedad, acuerpando las ideas de la libre competencia en el mercado y de la
eficiencia econmica donde el criterio de xito lo determina la ganancia. La cultura y
las artes tienen poco espacio en este esquema, a menos que generen, directa o
indirectamente, rditos econmicos. De ac deriva el inters de la empresa privada
por ciertas reas de la cultura (Cuevas, 1995: 228).
Como plantea el mismo autor, el eje del proyecto neoliberal,
se encuentra en la idea segn la cual son el mercado y la empresa (o, ms amplio, la inici