suplemento voy diario río negro | artículo 9 | 03-ene-2014

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Hasta luego 9 Patagonia

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Hasta luego

9

Patagonia

RÍO NEGRO VIERNES 3 DE ENERO DE 20148

Hasta lJIMENA SÁNCHEZ

[email protected]

Estamos a punto de terminar la primera región de nuestro país, e

Fotos: Andrés Calla

TE RECOMENDAMOS

• Tomar unos mates a orillas del río Chimehuín enJunín de los Andes.• Frenar en la reserva natural de cóndores, ubicadaen la salida de Junín de los Andes.• Visitar el Parque Nacional Laguna Blanca, a muy

pocos kilómetros de la ciudad de Zapala.• Ver un atardecer en el Torreón de Chos Malal.• Comer unas empanadas fritas en la rotisería-comedor de Barrancas.

Somos Andrés y Jimena, una pareja que decidió recorrer laArgentina de sur a norte en bicicleta.

Podés seguir nuestras aventuras en lavidadeviaje.com.

Salimos de San Martín de losAndes un día un tanto difícil: nu-blado, frío y con muchísima ne-blina en la ruta.Algo que aprendimos en el ca-mino es que en condicionescomo estas, ponerse las pecherasreflectivas es una medida de se-guridad importante cuando haypoca visibilidad, de esta maneraes imposible pasar desaperci-bidos.Rodamos en dirección a Junín delos Andes, a unos 42 kilómetrosdesde donde estamos. Allá nosesperan Inés y Mario para vivirnuestra primera experiencia decouchsurfing, que significa literal-mente “surfear sofás”. Esta es unabuena opción para viajeros. Con-siste en una red social de aloja-miento gratuito en la que se prio-riza el intercambio cultural, lahospitalidad y el conocer, nocomo un turista sino como unapersona local, la ciudad que se vi-sita y sus costumbres. La usanmás de 2.5 millones de usuariosen el mundo y en Argentina cadavez son más los que se suman ala comunidad.Así fue como Inés y Mario nosacompañaron a conocer todo loque no nos podíamos perder deJunín: el pueblo y su historia, lacosta del río Chimehuín, el víaChristi y el bello Parque NacionalLanín.

LA CIUDAD DEL VIENTOSi pensábamos que ya habíamospasado la peor zona de viento,nos equivocamos: llegamos a Za-pala y por poco no nos volamosnosotros.Conocida como la “capital na-cional del viento”, descubrimosuna ciudad en la que Eolo marcael ritmo: si se levanta fuerte, sesuspenden todas las actividades yhasta se corta la luz (durantelargas horas). Justo cuando lle-gamos, el pronóstico marca unasemana de soplidos de más de100 km/h. Salir a la calle es todauna aventura: tierra y piedrasbien chiquitas en el aire, las

ramas de los árboles moviéndosehacia todas las direcciones. Loúnico que falta es una vaca vo-lando como en “Twister”.No podemos hacer otra cosa quequedarnos adentro de la casa dela familia Peucón (nuestros anfi-triones en esta localidad de Neu-quén que conocimos gracias auna amiga mochilera) escri-biendo sobre nuestros días en laruta, sintiéndonos como en casay charlando horas con Jorge,Dante e Isabel, oriundos de Za-pala, que nos llevaron a pasear,nos cocinaron desde guiso hastahamburguesas y nos regalaronabrazos y lágrimas de despedidacuando nos fuimos. ¿Volveríamos

a Zapala? Sí, sólo para disfrutarotra vez de la calidez de losPeucón.

LINDAS CONEXIONESAntes de salir hacia Las Lajas, unamigo cicloviajero nos pasó la di-rección de una mujer de unos 70años que había conocido un añoatrás en su paso por este pueblo.Nos insistió para que la pasemosa saludar y nos dijo que con-temos con ella para lo que nece-sitemos, así que después de 57kilómetros y con el viento anuestro favor, visitamos a Rosita.Muy cerca de la plaza principal ydetrás de un gran portón dehierro, encontramos su casa, toda

Inmensidad en el Parque Nacional Laguna Blanca.

/ lavidadeviaje

¡Gracias por todo Patagonia!

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de madera y bien chiquita. Nibien le contamos sobre nuestratravesía y cómo fue que llegamoshasta ella, nos invitó a tomar algocalentito y nos preguntó si te-níamos algún lugar donde parar.Al responderle que no, nosmostró el cuarto que tenía librepara que ahí armemos las bolsasde dormir.Rosita, con sus arrugas y líneas deexpresión, su pelo lacio por loshombros y sus ojos marrones,nos cuidó como si fuésemos sushijos por 48 horas. Antes me cos-taba entender este tipo de “cone-xiones” con personas que unoconoce en tan poco tiempo, perodespués de varios meses en laruta, comprendí que es algo queno se piensa, que son los senti-mientos y el corazón los que

luego Patagoniaextensa y mágica. En estos últimos kilómetros, la hospitalidad y la intuición son las protagonistas

salen a la luz sin ningún tipo defiltros. Cómo sería el mundo sidejáramos de racionalizar tantotodo, ¿no?

EN LA MITAD DE LA 40Para ir de Las Lajas hacia ChosMalal (nuestra próxima paradaoficial) son 158 km. En auto se

Cenando con toda la familia Peucón en Zapala.

NEUQUÉN

Subidas y bajadas en esta etapa del viaje.

“Dan ganas de no tocarel freno, gritar como siestuvieras en unamontaña rusa y volar

Despidiéndonos de Rosita, antes de salir hacia Chos Malal.

puede hacer en 2 horas, pero sise piensa en distancia bici son 2días de 80 kilómetros, así quevolvimos a acampar al costado dela ruta, en un ex hotel del Auto-móvil Club Argentino que ahorafunciona como una escuela rural.Al otro día, llegamos a la ciudaddespués de una larga e increíblebajada con la Cordil lera delViento toda nevada en frentenuestro… en esos momentosdan ganas de no tocar el freno,gritar como si estuvieras en unamontaña rusa y volar.Se dice que Chos Malal está justoen la mitad de la Ruta 40, peroesa mitad… ¡sigue estando en laPatagonia! Es una región tan perotan inmensa que hace meses quela estamos recorriendo y todavíanos quedan 100 kilómetros pordelante. Falta muy poco paradejar atrás una porción del paísque fue muy significativa para no-sotros y entrar en otra completa-mente nueva, con personas y pai-sajes diferentes. El camino nospuso a prueba un centenar deveces y no podemos creer quedesde hace 5 meses estemos vi-viendo la vida de viaje.

EL TRAMO FINALSi tenemos que resumir en unapalabra los últimos kilómetrospor la Patagonia sería “hospita-

lidad”. Nuestras últimas paradasson Buta Ranquil y Barrancas, lo-calidades bien pequeñas y demuy poca gente, donde nos pro-pusimos jugar un juego: guiarnospura y exclusivamente por la in-tuición a la hora de buscar unlugar donde dormir.Así fue como en Buta entramosen un almacén y la señora quenos atendió nos transmitió tanbuena energía, que me surgiópreguntarle si tenía algún lugardonde poder pasar la noche. Memiró, abrió un cajón y sacó unallave. “Tengo una casa que alquiloa pocos kilómetros de acá, qué-dense el tiempo que quieran”.Adela nos guió cómo llegar, nosmostró la casa y se fue pidién-donos un único favor: que le lle-vemos la llave nuevamente al al-macén antes de irnos.En Barrancas nos pasó algo pare-cido. Fuimos hasta una rotisería acomprar algo para almorzar, nosquedamos charlando con Sonia(la dueña) y cuando le pregun-tamos dónde podíamos dormir,nos ofreció un cuartito detrás desu casa para descansar. Así nosdespedimos de los 3.800 kilóme-tros pedaleados hasta ahora…Patagonia, ¡hasta la próxima!

(En la próxima entrega: “Unpueblo en la ciudad”)