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“ Tiempo para rememorar el don precioso de la fe ” Porta fidei 8 Agradecer la Fe 12 Año de la Fe 2012 2013

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Fascículo coleccionable del Año de la Fe

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“ Tiempo para rememorar el don precioso de la fe ” Porta fidei 8

Agradecer laFe 12

Año de la Fe 2012

2013

“Crecer más, para evangelizar mejor”

Es don de Dios el

ser agradecidos

P or eso, el cántico de María, el Magnificat latino, el Megalinárion bizantino (cf Lc 1, 46-55) es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de

la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la Economía de la salvación, cántico de los “pobres” cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres “en favor de Abraham y su descendencia, para siempre”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2619)

La Iglesia católica proclama a todos los hombres desde su inicio, esta “Buena Noticia”: “Dios te ama. Tú eres valioso e importante para Dios; tanto que, además de todo lo que te ha regalado, se ha encarnado, se ha hecho hombre y ha dado la vida por ti”. Pero esta “Buena Noticia” pareciera que en ocasiones contradijera la realidad, cuando aparece el sufrimiento, ya sea por la enfermedad, un accidente, la ruptura familiar, la muerte, etcétera.

Y por más fe que tenga, el ser humano llega a preguntarse, en ese momento, dónde está Dios y cómo es posible que si le ama tanto, permita que le sucedan esas cosas, al grado de caer en “crisis” de fe, a las que se les hace frente adecuadamente si se ha experimentado ese amor divino y se ha reflexionado sobre él. Por lo tanto, es necesario profundizar en los motivos de agradecimiento que tenemos con Dios para vencer las dudas de fe, lo mismo que para llevar esa fe a la vida práctica, conforme a las directrices del Evangelio.

“Dios me ama”, es una expresión que nos causa gran gozo y consuelo, sin embargo, no basta con proclamarla, sino que hay que estar bien conscientes y convencidos de la verdad que encierra y lo que ella significa, y poder dar testimonio de ello a los demás, dando así razón de nuestra fe. Por ello, es preciso ir ahondando en ese amor de Dios por todos y por cada uno de los hombres, y de esa forma, ir descubriendo todos los aspectos de esa verdad y misterio, que refuerzan la convicción personal de que el Señor ama a cada hombre con un amor incomparable; convicción que no se debilita, ni mucho menos se pierde, incluso aunque en determinadas etapas de nuestra vida nos sintamos como sumergidos en una noche oscura, que pareciera que no tuviera fin. La fe es un don, y la convicción, el resultado de esa fe. Pidamos al Señor que aumente nuestra fe y nuestra convicción de su infinito, incondicional y personal amor, para ser agradecidos por todo y en todo momento con Él, como nos lo dice San Pablo en la carta a los Efesios (5, 20): “Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.”

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Siempre y por cualquier

motivo, den gracias a Dios,

nuestro Padre, en nombre

de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Pon tu fe

en acción!Gracias Señor,

por el Año de la Fe

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E n este Año de la Fe, hemos recibido de Dios mil y una invitaciones a renovar nuestra fe. La invitación a reflexionar y estudiar nuestra fe como nos dice el papa

Benedicto XVI, es más importante que todo lo externo que podamos hacer.

En este año, los católicos hemos sido exhortados a realizar el esfuerzo de profundizar en nuestra hermosa tarea de evangelizar y para ello conocer, asumir el Plan de Pastoral de nuestra Prelatura, sintetizado en la frase “Crecer más para evangelizar mejor”. No podemos remar en sentido contrario del rumbo de nuestra Iglesia. Todos tenemos que sumarnos también a la tarea evangelizadora y misionera.

En el Año de la Fe, los creyentes en Jesucristo, fuimos convocados a profundizar en el Evangelio, en su lectura pero más en su asimilación, para ir configurando nuestra vida con Cristo.

Para ser hombres y mujeres de fe, también fuimos llamados en este tiempo a crecer en la vivencia de las diversas formas de oración: petición, alabanza, acción de gracias, en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía.

Se nos pidió profesar más vivamente nuestra fe y ser testigos de ella, en un mundo, sociedad concreto, que tenemos que conocer más y mejor . No podemos de ahora en adelante vivir la fe al margen de nuestra cultura y sociedad.

Perdonar a quienesnos hayan ofendido

Si Dios nos manda a perdonar significa que sí podemos perdonar. Lo que sucede es que no nos gusta perdonar y a veces preferimos el desquite o la venganza.

Para perdonar, debemos pedir a Dios que nos enseñe y nos ayude a perdonar. Ayuda mucho el pensar en la persona a quien debemos perdonar cuando recemos el Padre Nuestro.

Un buen ejercicio de oración para aprender a perdonar es precisamente el Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofrensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Al rezar el Padre Nuestro y repetir esta frase, se puede pensar en los que nos han ofendido y ponerlos ante el Padre Celestial, tal vez diciendo interiormente: “Tú sabes, Señor, lo que me cuesta, lo que verdaderamente siento. No puedo perdonar. Pero sí quiero perdonar, porque Tú me lo pides. Perdóname, y ayúdame a perdonar”.

Nos ayudará mucho el reconocer que perdonar no significa olvidar por olvidar sino de recordar sin dolor. El perdón implica reconciliación, cuando la relación entre las personas involucradas puede recuperarse.

También con la oración diaria podemos ir aliviando nuestros rencores, pidiendo al Espíritu Santo fortaleza para perseverar en nuestro intento de perdonar. Que la oración y la fe nos lleven a perdonar de corazón a cuantos nos ofenden.

Descubrimos que decimos CREO, unidos a un CREEMOS. Hemos experiementado y vivido el don de ser la familia de Dios, la familia de los creyentes. Agradezcamos tantos beneficios y gracias derramadas en este Año de la Fe. Sólo nos basta decidirnos a vivir con plena coherencia y convicción nuestra Fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Testigos de Cristo Joven: vive tu fe

Frases Célebres

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Publicación coleccionable elaborada por la Oficina de Pastoral

www.cancunchetumal.org www.annusfidei.va

Santa Rosa de LimaNació en Lima, Perú, en 1586. Desde pequeña sintió una fuerte vocación religiosa. A los diez años recibió el sacramento de la confirmación del Obispo Santo Toribio de Mogrovejo, encuentro que marcó profundamente toda su vida espiritual. A los 20 años se incorporó como Terciaria del Convento de Santo Domingo. Fue muy devota de Santa Catalina de Siena, a quien imitaba en su mortificación, sacrificio y labores para con los pobres. Todo lo ofrecía por el mayor bienestar físico y espiritual de los indígenas del Virreinato del Perú. Siempre trabajaba haciendo cantos y alabanzas para Dios, la Virgen María y el Niño Jesús. También acudía a los hospitales de la ciudad para atender a muchos pacientes aliviando sus penurias, incluso convenció a sus padres para cuidar a los enfermos en un ambiente de su propia casa. Falleció muy joven, a los 31 años de edad, en su ciudad natal, debido a una epidemia de tuberculosis y a la total entrega hacia los enfermos. Era el año 1617, y una multitud de limeños le rindió homenaje. En 1671 el papa Clemente X la canonizó como Santa Rosa de Santa María, Patrona de las Américas y las Islas Filipinas.

No pesa, es mi hermanoUn grupo estaba de excursión cuando apareció a lo lejos un niño de unos ocho años que traía sobre sus hombros a otro más pequeñito, como de tres. Su rostro era ardiente, tostadito como el de todos los campesinos del lugar. Más expresivo quizás al pasar a nuestro lado, pero incapaz de ocultar un cierto cansancio, producido sin duda por la distancia, lo difícil del camino y el peso del niño. Para dar calor humano y aliento al pobre niño, pregunté con tono de cariñosa cercanía: “Amigo, ¿pesa mucho?”. Y él, con inefable expresión de cara y encogimiento de hombros, que encerraban una gran carga de amor, de valor y de resignación, dijo con fuerza y decisión: “No pesa, es mi hermano”, y agarrando más fuertemente al pequeño, que sonreía y saludaba con su manita derecha, echó una corta y lenta carrera haciendo saltar con gracia a su hermanito que aún miraba una vez atrás para sonreír.

“La fe hace posible lo que por razón natural no lo es”.(Santa Teresa de Jesús)

“La fe es como el amor: no puede ser impuesta por la fuerza”.(Arthur Schopenhauer)

“No se puede honrar de mejor manera a Dios, nuestro Padre, que a través de una confianza sin limites”. (San Alfonso María de Ligorio)

“Da el primer paso en la fe. No necesitas ver toda la escalera, sólo dar el primer paso”.(Martin Luther King)