mi modelo, la pedagogia involuta

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LA PEDAGOGÍA INVOLUTA Ni mando yo, ni mandas tú. Anónimo soy yo; Ni anarquía ni órden; tampoco lo que toque hacer, menos aún practicar la teoría. Si se trata de aprender, aprende que aprender no es un oficio en la vida. Skyrla Enrique Araújoviedo, sábado 3 de marzo. 2:57 a.m Cuántas veces has tratado de estar en el interior de otro sin ponerte los zapatos ajenos? Muchas veces hemos jugado al juego de simulaciones de roles. De pequeños jugábamos a que tú eras mamá y yo papá y jugábamos al papá y la mamá; a la familia cuando venían los primos y ellos eran nuestros hijos; y mi hermana era la tía mumuca. Imitábamos tan bien a papá y mamá que creíamos que se nos habían metido dentro. Cuando jugábamos al cole, hacías tan bien el papel de la profe Rosita que sentía el mismo temor cuando decías: “la tarea!” (…) “al tablero!”. Recuerdas la vez cuando furtivamente pasábamos por la sala de profes y ellos estaban hablando de Matías - el niño ‘malo’ del curso - y el profe de sociales gesticulaba como Matías: “nooo, que va cucho; no hice la tarea, ¿qué va a hacer?...!”. Descubrimos ese día que ellos también juegan a ser nosotros. Y sí tú eres yo, y yo soy tú; ¿Quiénes somos? Fácil, -dijiste-: “seres involutos!”. Y todo el mundo te quedo mirando como diciendo “Y ésta loca con qué salió?” Desde entonces, al día de hoy, nada ni nadie –salvo en mis clases de geometría diferencial en la universidad- me había preocupado por ese término de “involuta”. Envolvente; realmente doblemente envolvente y quizás mejor: mutuamente envolventes. Entonces, lo que quisiste decirnos era eso: seres que se envuelven mutuamente. En un castizo más parroquial, personas o cosas que se cubren mutuamente o que se cubren simultáneamente. Parece fácil decirlo y parece fácil entenderlo. Pero realmente no es tan fácil, requiere algo de complejidad y lógica no formal. Mejor dicho, pensar al revés. Veamos, supongamos que estamos tendiendo la cama. Coloco una cobija sobre otra. Es fácil ver que una está sobre la otra; si las volteo (giro de 180 grados) unidas, la que estaba abajo ahora queda arriba y la que estaba arriba ahora queda abajo. Entonces, al principio una cubría la otra y después del giro la otra cubre a la una. ¿Es claro? Bueno, por ahí comienza la idea. Para hacerlo más descriptivo no consideremos dos cobijas sino una cobija y la sobresábana (la sábana es la que va con el colchón, ¿sí?) Si diéramos la vuelta a éste par, la sobresábana queda arriba cubriendo la cobija. Cosa que no es normal porque la sobresábana debe ir debajo de la cobija, es decir cubierta por la cobija. ¿Me siguen? Ahora vamos a intentar pensar en que cada una cubre a la otra: la sobresábana a la cobija y la cobija a la sobresábana al tiempo. ¿Qué giro debemos hacer? ¿Cómo debe ser el giro? Lo hemos intentado con mi hermana varias veces, lo que hemos conseguido es una hebra trenzada de cobija y sobresábana. ¿Cómo lo hemos hecho? Ya, tomamos las puntas. Yo

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LA PEDAGOGÍA INVOLUTA

Ni mando yo, ni mandas tú.Anónimo soy yo;

Ni anarquía ni órden; tampoco lo que toque hacer, menos aún practicar la teoría. Si se trata de aprender, aprende que aprender no es un oficio en la vida.

Skyrla

Enrique Araújoviedo, sábado 3 de marzo. 2:57 a.m

Cuántas veces has tratado de estar en el interior de otro sin ponerte los zapatos ajenos? Muchas veces hemos jugado al juego de simulaciones de roles. De pequeños jugábamos a que tú eras mamá y yo papá y jugábamos al papá y la mamá; a la familia cuando venían los primos y ellos eran nuestros hijos; y mi hermana era la tía mumuca. Imitábamos tan bien a papá y mamá que creíamos que se nos habían metido dentro. Cuando jugábamos al cole, hacías tan bien el papel de la profe Rosita que sentía el mismo temor cuando decías: “la tarea!” (…) “al tablero!”. Recuerdas la vez cuando furtivamente pasábamos por la sala de profes y ellos estaban hablando de Matías -el niño ‘malo’ del curso - y el profe de sociales gesticulaba como Matías: “nooo, que va cucho; no hice la tarea, ¿qué va a hacer?...!”. Descubrimos ese día que ellos también juegan a ser nosotros. Y sí tú eres yo, y yo soy tú; ¿Quiénes somos? Fácil, -dijiste-: “seres involutos!”. Y todo el mundo te quedo mirando como diciendo “Y ésta loca con qué salió?”

Desde entonces, al día de hoy, nada ni nadie –salvo en mis clases de geometría diferencial en la universidad- me había preocupado por ese término de “involuta”. Envolvente; realmente doblemente envolvente y quizás mejor: mutuamente envolventes. Entonces, lo que quisiste decirnos era eso: seres que se envuelven mutuamente. En un castizo más parroquial, personas o cosas que se cubren mutuamente o que se cubren simultáneamente. Parece fácil decirlo y parece fácil entenderlo. Pero realmente no es tan fácil, requiere algo de complejidad y lógica no formal. Mejor dicho, pensar al revés.

Veamos, supongamos que estamos tendiendo la cama. Coloco una cobija sobre otra. Es fácil ver que una está sobre la otra; si las volteo (giro de 180 grados) unidas, la que estaba abajo ahora queda arriba y la que estaba arriba ahora queda abajo. Entonces, al principio una cubría la otra y después del giro la otra cubre a la una. ¿Es claro? Bueno, por ahí comienza la idea. Para hacerlo más descriptivo no consideremos dos cobijas sino una cobija y la sobresábana (la sábana es la que va con el colchón, ¿sí?) Si diéramos la vuelta a éste par, la sobresábana queda arriba cubriendo la cobija. Cosa que no es normal porque la sobresábana debe ir debajo de la cobija, es decir cubierta por la cobija. ¿Me siguen? Ahora vamos a intentar pensar en que cada una cubre a la otra: la sobresábana a la cobija y la cobija a la sobresábana al tiempo. ¿Qué giro debemos hacer? ¿Cómodebe ser el giro? Lo hemos intentado con mi hermana varias veces, lo que hemos conseguido es una hebra trenzada de cobija y sobresábana. ¿Cómo lo hemos hecho? Ya, tomamos las puntas. Yo

me encargo de la parte de arriba y mi hermana con las puntas opuestas se encarga de la parte de abajo, o sea de la sobresábana. Yo debo cubrirla a ella y ella a mí. Levantamos los brazos aferrando fuertemente las puntas cada uno. Ella pasa por debajo del binomio y trata de cubrirme efectuando un giro; cuando hace eso, yo intento cubrirla. El resultado es que en la mitad hay una torsión. Lo Intentamos nuevamente. Otra torsión aparece. Y así, por cada intento, una torsión. Hasta que ya no es posible hacer más y el resultado final es como dos alambres que se retuercen uno al otro. El señor que vino a colocarnos el internet el otro día, dijo que a cables como esos los llamaba “par trenzado”. En un “par trenzado” un cable se envuelve en torno al otro y viceversa. Pero en el par trenzado, cada cable sigue siendo el mismo. El cable rojo que se envuelve sobre el verde sigue siendo rojo todo el camino del trenzado y el verde sigue siendo verde. Realmente aquí no hay un recubrimiento ni un cubrimiento sino un arrollamiento. Mi hermana decía que eso no vale porque es enrollarse sobre otro, como lo hace una boa constrictor sobre un árbol o como lo harían dos boas constrictor enrollándose la una sobre la otra. Pero si la una se tragara a la otra y viceversa; es decir, si cada una se tragara mutuamente (nótese que cuando se está tragándose a la otra se traga también a sí misma; razón por la cual no decimos: “si se tragaran mutuamente” en lugar de lo escrito “si cada una se tragara mutuamente”) y se enrollaran tanto por fuera como por dentro, serían involutas. –Ay, mi hermanita con esos diez añitos! ¿Cómo será a los veinte?!!!!

Pero mi hermana tiene razón, ser involutos significa que tú eres yo y yo soy tú sin dejar de ser cada uno lo que es, pero siendo los dos. ¿Me entendiste?

Te la voy a poner más fácil: vamos a suponer que tu eres mi profesor y yo tu alumno. ¿Eso es lo que somos verdad? Resulta que tú sabes qué es lo que yo necesito aprender y yo sé que tú me vas a enseñar lo que sabes que yo necesito aprender. Ahora, yo sé que tú no sabes cosas que yo necesito aprender y por tanto tú sabes que no podrás enseñarme esas cosas que sabes que yo sé que no sabes que necesito aprender. ¿me sigues? Ahora como yo sé que tú no sabes cosas que yo necesito aprender, yo me convierto en tí para saber las cosas que necesito aprender que tú no sabes. Y tú te conviertes en mí, que sé qué las cosas que debes aprender para enseñármelas las debes aprender para enseñármelas no para que las aprendas para tí. Ahora como yo soy tú y tú yo, y yo sé lo que sé que tú debes saber y tú ahora sabes lo que debo saber, somos involutos! Fácil, ¿eh? Pero eso no es todo. Ahora que eres yo, no puedes pensar como adulto sino que debes pensar como pienso yo, como niño; pero sin dejar de ser el adulto que eres porque te verías muy ridículo haciendo niñerías siendo tú. Y yo debo pensar como adulto, sin perder mi integridad de niño porque si me convierto en el adulto que eres, se acaba el juego y yo termino de verdad siendo tú; y entonces dejaría de ser yo.

Para enseñarme no debes creer que sabes qué debo aprender desde ti con todo tu conocimiento, sabiduría y experiencia porque vicias lo que debes enseñarme. Tu visión de adulto se impone y no escuchas mi voz infantil pidiéndote que me enseñes lo que realmente necesito aprender. Tampoco puedo decirte cuáles son las cosas que necesito y quiero aprender porque no las sé, por eso necesito que seas yo para que me entiendas y las interpretes por mí. Tal vez tú siendo yo, encuentres las palabras y las imágenes que yo necesito tener para conocer mis necesidades de aprendizaje. Si yo soy tú puedo intentar ver con tus ojos mi corta vida y buscar las palabras e

imágenes que necesitas para poder entenderme. Debemos ser una unidad dialéctica en éste juego. Mi hermana dice que como dos anillos que pasan cada uno por el centro del otro. Eso sí lo entiendo fácilmente.

A mí me gusta jugar a ser el profesor, pero mi hermana dice que a ti no te gusta jugar a ser profesor porque estás convencido que eres el profesor. Que piensas como profesor y que también hueles a profesor. Le dije a mi hermana que eso sí no lo había entendido. ¿Sabes que me respondió? Que tratas a todo el mundo como si fueran tus alumnos; que no importa a quien; siempre haces de profesor. ¿No te aburre? ¿Nunca juegas a ser alumno? No, niño no. Que niño soy yo; y a mí no me gusta que los grandes hagan de niños porque nos ven como tontos. Mi tíocuando le habla a mi primito de seis meses le dice: “agú, papá, papá…dáaa!” El cree que si habla como tonto el niño le va entender y va a aprender a hablar más rápido. ¡Qué tonto que es mi tío! Para hablarle con cariñitos y mimos al niño no debe hacer como el niño sino como él pero pensando como el niño; y el niño no es ningún tonto por lo que no debe hacer monerías y tonterías que creen los grandes hacemos los niños. No solo se ven ridículos sino que nos hacen ver ridículos y eso es anti-involutivo. Pero no quiero aburrirte con las cosas de mi tío.

Lo que yo quiero decirte es que mi hermana dice que a ella le gustaría tener profesores que sean capaces de ser niños sin dejar de ser adultos; que entiendan que muchas veces no nos importa quién fue Simón Bolivar o qué fue lo que hizo sino que nos hagan sentir que somos él en esa época, que nos hagan ver lo que él vió haciendo como un viaje en el tiempo. En matemáticas por ejemplo, a mí me gustaría saber cómo fue que pensó Galois, cómo fue que se le ocurrieron esas ideas o cómo fue que a alguien se le ocurrió que si movía todo, había cosas que no se movían y cómo fue que él podía descubrirlas. Es decir, si yo pudiera convertirme en ellos vería lo que vieron ellos y cómo vieron lo que vieron; y si tú puedes ser yo para ver cómo veo yo lo que vieron ellos, todos seríamos involutos y nos entenderíamos mejor. Mi hermana dice que si la profe Rosita fuera involuta con ella, ella podría entenderla mejor y ser como amigas que se enseñan mutuamente y, ella (mi hermana) no tendría miedo de decir las cosas que piensa que le gustaría enseñar y que le enseñaran o que le repitieran una y otra y otra vez; ya sea porque no entiende o porque le gusta. Tú sabes que a los niños nos gusta que nos repitan un cuento que nos gusta una y otra vez, y otra y otra. Los adultos creen que no hemos entendido nada. No, en absoluto. Es que nos gusta y cada vez le encontramos cosas nuevas y también por eso nos gusta volverlo a escuchar. Pero te has dado cuenta que cuanto digo que no entiendo no sólo me miras como esa mirada tuya de desaprobación y desconcierto sino que vuelves y me cuentas lo mismo con las mismas palabras. Hazle caso a Einstein. El dice que si quieres obtener resultados (diferentes) no debes hacer lo mismo una y otra vez. Sólo quiero que pienses en mí como pienso yo; tal vez así veas mis dificultades y puedas explicarme en palabras mías (no tuyas) lo que yo debo entender. Sé que es mucho pedir, pero si me enseñas a ser como tú seré tú sin ser yo; pero si me enseñas a ser yo seré como tú siendo realmente yo.