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1 A los desaparecidos, a los detenidos, a los exiliados, a los enterrados, a los muertos, y a los que intentan vivir. Su voz en estas páginas.

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Revista de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY.

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A los desaparecidos, a los detenidos,a los exiliados,

a los enterrados,a los muertos,

y a los que intentan vivir.

Su voz en estas páginas.

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Violencia, represión y arte:

la Literatura hoy

Los textos escritos y visuales en esta colección responden a dos contextos: uno, el Mexico de hoy, y lo que significa para la juventud; dos, experiencias académicas en el marco de la asignatura Literatura Latino-americana del Siglo XX.

Este colectivo comprende una Instalación de carteles, escul-turas y foto-composiciones; el Performance “El merolico”; y la edición de la Revista Digi-tal “La otra voz”. Los traba-jos expresan la voz de jóvenes estudiantes, conscientes de su devenir histórico y com-prometidos con su presente y

su futuro. Así, partiendo de conocimientos generados en las clases, los trabajos pro-fundizan y reflexionan so-bre el papel del escritor y el artista en América Latina, y el rol que juega el arte en los movimientos sociales del continente. Abordan temas tan diversos como la violen-cia, el cuerpo, el travestismo, la escritura y la re-escritura de la historia, los discursos del poder.

Historia Oficial/La Otra Voz/¿Hay una Historia?

La realidad está

Amo a mi amo pero todas las noches,cuando atravieso la vereda florida hacia el cañaveraldonde a hurtadillas hemos hecho el amor, me veo cuchillo en mano, desollándolo como a una ressin culpa.

Nancy Morejon

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Violencia, represión y arte: respuestas desde

la Literatura hoy El arte da vida a lo que la historia ha asesinado. El arte da voz a lo que la historia ha negado, silenciado o perse-guido. El arte rescata la verdad de las mentiras de la historia.

(Carlos Fuentes, 1976)

Por M. Shrimpton Masson

tejida de ficciones

Música, Arte, Cine y Literatura cre-

an un lenguaje universal, sensible y

solidario, que convoca, empatiza e

impulsa la toma de conciencia: to-

can al interior de las sociedades y

los individuos.

Mérida, Yucatán1 de diciembre de 2014

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ColaboradoresBr. Adriana Domínguez XoolBr. Antonio Tec CauichBr. Damiana Mangas Aguilar Br. Daniel Can CaballeroBr. Daniela Olivares ArteagaBr. Eduardo Torres RodríguezBr. Graciela Canul BalamBr. Ivan Herrera HerreraBr. Joaquin Tamayo HerreraBr. José Gamboa PechBr. Juan Molina Br. Karina Gisela Boiola Br. Karla Ucán AkéBr. María José Ceh PérezDr. Margaret Shrimpton MassonBr. Natalia Macías MendozaBr. Rodrigo Espadas AguilarBr. Susana Barradas

[email protected]

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natalia_macias77@hotmailcom

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ContenidoMonólogo interior Adriana Domínguez Xool

43 de másAntonio Tec Cauich

Crónica visual: pase de lista a los 43 desaparecidosMaría José Ceh Pérez

Pedro Lemebel y su discurso literario en “Tengo miedo torero”Damiana Mangas Aguilar

ManifiestoDaniel Can Caballero

Acontecimientos de un 26 de septiembreDaniela Olivares Arteaga

CartelesMaría José Ceh Pérez

El príncipe desencantadoIvan Herrera Herrera

Analogía de un buen ciudadanoJuan Molina

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37

43

51

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El presidente tiene miedoJoaquin Tamayo Herrera

#Ya me canséJosé Gamboa

VocesKarina Gisela Boiola

Ilustraciones/Manual para el hijo muerto, de Claudia HernándezNatalia Macías Mendoza

Historias cortasRodrigo Espadas Aguilar

RepresiónGraciela Canul Balam

Morir diciendoMaría José Ceh Pérez

Si muero lejos de tiKarla Ucan Aké

De la A a la ZSusana Barradas y Eduardo Torres

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15-127

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Monólogo interior Adriana Domínguez Xool

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Yucatán siempre se ha caracterizado como un estado único y singular con todo lo que posee y es capaz de ofrecer al resto del mundo. Cuenta con individuos capaces de realizar las labores más pesadas e incluso es rico en el área cultural, no obstante, cabe resaltar que no todo se pinta del clásico y maravilloso col-or de rosa, sobre todo si hace referencia a la voz que la gente reprime, a la vista gorda ante acciones ilícitas y a la sordera que se forja desde temprana edad a comentarios que resultan una vil falacia.Así pues, Yucatán tuvo fuertes antepasados que lograron sub-levarse durante la famosa Guerra de Castas, buscando recobrar la soberanía que les fue arrebatada durante tal época. Sin em-bargo, hoy en día nos planteamos la siguiente cuestión: ¿Dónde ha quedado el anhelo de un estado unificado? Cierto es que Yucatán se caracterizó por el intento de independencia en aquel tiempo, pero no es posible encontrar una resolución exacta so-bre lo que la gente piensa en la actualidad.Quejas, manifestaciones de todo tipo; diversos actos que un número reducido de personajes han llevado a cabo por decisión propia ante las injusticias que el gobierno lleva a cabo, no res-tando importancia a los habitantes que día tras día continúan una lucha interminable frente a los abusos de los cuales son víctimas y que con anhelo buscan generar un cambio por más pequeño que sea. Ahora, ¿por qué Yucatán se ha convertido en un estado débil? Anteriormente se mencionó lo que los indi-viduos adoptan con el paso del tiempo; pierden sabiduría y en-tonces, recaen en la ignorancia total para fundirse en el rebaño del día a día. “Aquí jamás ocurrirá”, “no sé por qué hacer tanto escándalo por algo que ni nos compete”, “no es nuestro problema, es de el-los”; frases como las anteriores son parte de las tantas que he

“Y USTEDES, ¿QUÉ OPINAN?”

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escuchado últimamente y todas a raíz de la indignación que ha provocado en el pueblo mexicano, incluso en el extranjero, el caso de los cuarenta y tres desaparecidos de Ayotzinapa. Nuestro es-tado prefiere ignorar todo aquello que ocurre fuera de su lugar. Despiden preocupación momentánea para luego olvidar y hacer pasar el tema como algo que “alguna vez sucedió”. ¿Cuándo po-dremos percatarnos de lo que verdaderamente nos afecta como país? El siglo XIX ha quedado atrás, la unión que alguna vez se tuvo se desvaneció dejando seres humanos incapaces de abrir los ojos ante conflictos que agravarán su futuro y la calidad de vida que los antecesores dejaron como un legado.Es sumamente desolador el egoísmo que se tiene frente a la des-gracia y dolor ajeno, mismo que no es adecuado tomar como ajeno pues es una agonía similar para todos los que vivimos en diversos puntos de la República Mexicana. Hay que entender que un país se define por la solidaridad y unión que se tienen en la sociedad que lo conforma, se construye a través de la esperanza que nos impulsa a perseguir el Estado ideal, y sobre todo, se revoluciona a partir de quienes lo conforman y se hacen escuchar.¿Cuándo nos dejaremos de prórrogas absurdas?¿Cuándo nos quitaremos la venda de los ojos, la cinta de la boca y las manos de los oídos para convertirnos en partícipes del con-texto que nos enriquece y empobrece simultáneamente?¡Basta! Sí, ¡BASTA! Ya no podemos perpetuar la falsa utopía que nosotros mismos hemos creado, ya no podemos actuar con tanta indiferencia. ¿Acaso es necesario ser el número cuarenta y cuatro o que un ser querido lo sea? No esperemos que llegue el turno indeseado, no prolonguemos nuestra estadía en la ignorancia y la arrogancia al creer que somos inmunes a la violencia que se vive hoy en día en nuestro país. Todos somos parte del problema, todos tenemos la capacidad de marcar la diferencia.Todos estamos conscientes del temor hacia las represalias que po-drían ejercerse en nuestra contra si nos enfrentáramos al gobierno, tal vez sería el pretexto que “justificaría” la evasión de los hechos acontecidos. Sin embargo, el temor es el reto que se nos impone y el que traerá consigo un despertar a un nuevo “yo” al no ser más

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una parte de la corrupción —la autora intelectual de las mutilacio-nes de ojos y lengua para inutilizar al mexicano, ignorando nues-tra capacidad para salir adelante aún en los peores momentos.Por las calles, en las noticias, entre familia, vecinos o amigos se escucha con frecuencia una frase que sin duda alguna acarrea un sentimiento contrario a la sumisión: “¡Ya me cansé!”Exacto. Las personas espetan una y otra vez lo agobiados que se encuentran ante la represión de la época moderna. Insiste en que los sujetos que nos gobiernan son monstruos y nosotros sus pre-sas; no obstante, en un punto crucial a tratar, si existe la incansable inconformidad, ¿cuándo nos decidiremos a retomar aquel estado unido que una vez formamos? No es necesario un líder, todos y cada uno poseemos capacidad, fuerza e inteligencia suficiente para hallar la justicia que nuestros semejantes del mismo estado o de la República merecen. No siempre puede dejarse el trabajo solamente a un par. Para el cambio se necesita un pueblo unido y tener la cabeza al tanto de las extensas mentiras que se han creado con el paso del tiempo. Yucatán, ya es tiempo de despertar de tu tan intempestivo sueño absurdo.

«Te recuerdo Amanda, la calle mojada, corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel.

La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, no importaba nada, ibas a encontrarte con él.

Son cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos, suena la sirena, de vuelta al trabajo y tú caminando, lo iluminas todo,

los cinco minutos... te hacen florecer.

[...]

Qué partió a la sierra,que nunca hizo daño, qué partió a la sierra, y en cinco minutos quedó destrozado, suena la sirena, de vuelta al trabajo, muchos no volvieron... tampoco Manuel.»

Víctor Jara, Te recuerdo Amanda, canción, 1969, Chile.

AmandaDe la A a la Z

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43 de más Antonio Tec Cauich

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Tenía casi noventa mil pollos1 de raza Ross 308. Era mi tercera parvada2, y era la semana 17, el momento cuando inicia su madu-rez sexual; las pollitas dejan de crecer en estatura y comienzan a engordar; los gallos son otro rollo, esos no dejan de ganar al-tura hasta la semana 28, aproximadamente, pero sus crestas co-mienzan a tomar volumen en la 17. En unas semanas se llevarán a todos los pollos, machos y hembras, a la granja de postura. Allí iniciarían su orgiástica madurez, producirían miles de huevos al día, la empresa será feliz a través de la aparente placidez de estos animales irracionales. La semana 17 también es en la cual se les aplica su última va-cuna intramuscular. Vacuna muy molesta de aplicar, diferente al Gumboro o el Polibron que se aplican por aspersión y toma unos minutos. En la semana 17 la cuadrilla de vacuna de la empresa hace acto de presencia, entran a las casetas e inyectan miles de aves al día. Es algo muy molesto y trato de alejarme los más posi-ble, mando al segundo a cargo y a los caseteros para que se encar-guen de ver por nuestros intereses: sobre todo por la uniformidad, cada caseta tiene tres divisiones: las aves pesadas, las medianas y las livianas, las divisiones son móviles, por lo tanto es importante que no haya fugas de una sección a otra, si los lotes se revuelven tendríamos que hacer una selección del peso que llevaría más de un día de trabajo, o perder el incentivo de uniformidad. Durante esta serie de vacuna, que incluye tres tipos de medi-camentos, de los cuales no puedo explicar su funcionamiento, ocurre algo que no es de mi agrado: sacrifican aves. Como jefe

1 En realidad pertenecían a cierta empresa avícola y ganadera, quizá la que más creci-miento tenía en el país. Soy un simple empleado, pero con plenipotenciaridad, por lo que llamarlas mías no está del todo descabellado.

2 En las granjas de crianza se reciben los polluelos horas después de brotar, lo que se tarda en seleccionarlos y separarlos según su sexo, encajonarlos y transportarlos a la granja. Allí vivirán hasta que lleguen a su madurez sexual, separados en casetas. En el caso de esta granja en específica, tiene seis casetas con catorce mil hembras y una con once mil machos, siete casetas en total; luego se envían a la granja de postura en donde se juntan a los machos con las hembras siguiendo cierto protocolo que incluye el peso y tamaño y la edad, se destina una séptima parte del total de machos en cada caseta y se junta con otra cantidad de hembras en una proporción de 10 a 1 , cada gallo tiene aproximadamente diez pollas a las que pisará para que la producción de aves inicie su círculo. Cada parvada en crianza dura entre 22 y 24 semanas.

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de la granja yo podría evitarlo, pero me es imposible, no puedo ir contra el sistema. La orden es que se tiene que sacrificar, las proyecciones de mortalidad para ese momento así lo marcan en mis gráficas, y si algo diferente ocurre los superiores harán pre-guntas, y nadie quiere a los superiores por aquí, menos yo, sin ellos quien manda aquí soy yo. En cada caseta de hembras se sac-rificarán unos 50 gallos ¿Cómo hay gallos en las casetas de hem-bras? Es asunto de los sexadores, esos seres casi divinos que se-leccionan a los pollitos recién brotados y saben, o casi saben, sí son macho o hembra; por supuesto cometen errores, los mismos dioses también los comenten. Entonces algunos gallos se cuelan en las casetas de hembras, les llaman “gallos hermanos”, precioso eufemismo para gallos maricas. Los índices de mortalidad de las casetas de hembras se ven muy afectados en este periodo por esta basura que hemos alimentado por 17 semanas. Pero hay solucio-nes o paliativos. Si los sexadores comenten errores en la selección de las hembras, también la cometen en la de los machos, el día que los vacunadores se meten a la caseta de machos la consigna es no sacrificar a las pollas machorras para transportarlas en alguna ca-seta de hembras, por lo general a la caseta número uno, en donde se encuentran las pollas de mayor edad y con más peso, pues las machorras han consumido las porciones diarias de los macho y pesan bastante más que cualquier hembra, y así mermar la pér-dida por mortalidad de gallos hermanos en esa caseta de hembra. Es fácil hacerlo. Un gallo hermano en postura no se atreverá a pisar a una polla, los gallos terminarían violándolo y matándolo, pero una machorra, a pesar de resistirse terminaría pisada a la fuerza por alguno de los gallos, que si bien son unos pendejos las primeras semanas, luego de una par de semanas en la luz 3 con las crestas enormes y rojas, y con casi 70 cm. de estatura, a esos mon-struos ninguna hembra se les escapa así sea machorra. No quería ponerme las botas ni los lentes oscuros4 . Por eso 3 Todas las casetas son cerradas y selladas, y la ventilación e iluminación son eléctricos. Las primeras tres semanas la iluminación artificial de las casetas de pollitos es de 150 luxes, después de ese momento hasta la semana en la que se traslada al ave a la granja de postura su iluminación es de cinco luxes durante seis horas, el resto del día se la pasan sin luz; por lo que las casetas están en penumbras la mayor parte del tiempo u oscuras.

4 Para ingresar a las casetas se necesita usar botas aislantes de hule para protegerse de

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cuando el segundo vino a avisarme de las muertes le dije que se encargara de todo. No me explicó bien que ocurrió porque me encontraba haciendo el papeleo del día: reporte de consumo, de mortalidad, de entrada de alimento, etcétera. Al final me reportó que murieron 43 pollos. Le dije que estaba bien, ni pedo. Pero cuando me reportó el total me enojé, 86. Fueron 43 de más. Y no fueron errores sexados, fue un descuido, eran pollas sanas y cor-rectas para el traslado, eran productos buenos. Lo peor me lo dijo con miedo, eran 43 pollas. Allí me enojé aún más. Le pregunté cómo fue posible. No supo explicármelo. Era la última caseta, el último día de vacuna. Yo ya había cuadra-do las cuentas. Había logrado recuperar 50 hembras de la caseta de machos, pero como las pollitas de la caseta siete eran las más jóvenes les tocó vacuna al final. Era imposible reportar 86 bajas por error sexado si lo esperado es un máximo de 22, 40 exager-ando y que amerita llamada de atención. 43 de más, le dije que teníamos que ocultarlos. Al día siguiente tendríamos visita del supervisor de la zona que siempre se aparece después de la última vacuna. Para deshacernos de la mortalidad del día, así sean dos pollos, o veinte, las incinera-mos. El incinerador es como un gran asa-dor. Es una construcción rectangular, de cuatro por tres, con dos ventanillas a ras del suelo de cuarenta por cuarenta centímetros, los muros no superan los dos metros, de allí tiene malla metálica que separa el muro de piedra del techo, así, con las ventanillas y la apertura superior se facilita la circulación del aire necesario para el fuego. En el interior hay tres enormes parrillas de metal, para poner los cuerpos, afuera a un costado hay leña suficiente, y bidones de diesel. Por lo general incineramos unos cuantos aves al día, nunca más de diez, que mueren por causas naturales y ac-cidentes. Los días de vacuna y sacrificio por error sexado esa can-tidad se dispara. En las primeras semanas es cosa fácil calcinar pollitos, son peque-ños y no queda rastro de ellos al día siguiente. Cuando los pollos la gallinaza o algún golpe, además de que son fáciles de lavar y desinfectar antes de ingresar al interior. También es necesario ponerse los lentes oscuros antes de ingresar y al salir para no lastimarse la vista en el alto contraste de la luz solar y la penumbra de cinco luxes del interior.

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crecen incinerarlos se vuelve algo caótico y molesto. Pocas veces aprovechamos algo de carne para nuestro consumo, con el tiempo uno se fastidia del pollo. Pero por más carne que nos comamos nunca podemos con todo, la leña se agota y el diesel también. El día de las 43 de más fue un infierno. Utilizamos toda la leña, bue-no, los caseteros a los que ordené la incineración. Yo miré el fuego a lo lejos. Cuando se acercaron me dijeron que no había más leña y habían utilizado veinte litros de diesel. Les ordené que consigui-eran más leña, estando al lado del monte no era gran problema. Me metí en la oficina pensando en lo que haría, no podía reportar el doble de mortali-dad, nuestros incentivos se irían a la chingada, y eran las últimas semanas y por lo general los incentivos de mor-talidad disparan los incentivos de uniformidad ya que es el final de la parvada y se considera un logro tener buenos números. Pensé en las 86 aves que se quemaban en el incinerador, cada uno pesaba unos tres kilos, los gallos por lo general pesan más, pero esos eran mariquitas y pesaban solo un poco más que las pollas. Había como 240 kilos de aves, necesitaríamos reducirlos a ceniza para mañana. En la noche le encargué al velador que vigilara el fuego y que lo avivara hasta el amanecer. Cuando llegué la mañana siguiente el fuego seguía consumiéndose. Mi jefe llegó a las diez de la mañana miró a lo lejos el fuego del incinerador, le dije que eran los er-ror sexados, no se sorprendió. Revisamos números, gráficas, dio órdenes y al final hizo su recorrido. En el incinerador me dijo que estábamos haciendo un mal trabajo con la incineración de los pol-los muertos, podría ser un problema de contaminación, mi jefe siempre tan preocupado de la bioseguridad de la granja. También miré en el interior, se veían huesos calcinados y bolas denegreci-das, era un cerro enorme de mediocridad incinerante, aun con un fuego de casi 15 horas. Ya en la tarde le ordené a los caseteros que se dieran a la faena de terminar de quemar todo lo que allí quedaba. Entré a mi ofi-cina e hice los cálculos: murieron unas doscientas aves en total, descontando mi rescate de las machorras, pero sumándole las muertas en el accidente de la caseta siete. De no haber sido por esas 43 de más los números rojos la vacuna hubieran sido hermo-

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sos. Por eso decidí no reportarlo. Fue un riesgo que debía tomar. Unos de los caseteros se acercó a la oficina y lo escuché discutir con el segundo, luego éste me dijo que solicitaban más diesel. Le dije que utilizara lo que necesitara pero que calcinara a todos esos restos. Lo escuché quejarse, el total de la semana eran seiscientos kilos de carne, era mucho, pero considerando que venían toda la semana quemándolo, eran casi ceniza en ese momento. Me enojé y salí a repetirle mi orden, hay que dejarlos en cenizas para mañana. Habían tenido seis días, de poco a poco. Ni que fueran cuerpos de animales más grandes le dije. Que son 43 pollitas de tres kilos, como 120 kilos, si fueran cerdos de cien kilos serían como tres toneladas, allí yo entendería que es imposible dejarlos en cenizas de un día para otro. Lo escuché quejarse pero se dirigió al incinerador. El fuego duro tres días más, hice muchos corajes, pero al final todo eran cenizas. Hasta que me olvidé del asunto. La semana de los traslados recordé el día de las 43 de más. Al fi-nal del traslado, de nuevo en la caseta número siete no nos cuadr-aban las cuentas, nos hacían falta casi cien pollas. No daba crédito a lo que las matemáticas me decían. Las revisamos una y otra vez. Pensé que el faltante sería de 43 y estaba dispuesto a recibir un re-gaño horrible de mis jefes, si tienes a tu cargo noventa mil pollos, cincuenta son un número feo pero en cierta medida creíble, pero cien, suena a otra cosa: desde engaños en el reporte de mortalidad para ganar incentivos, considerado como un fraude a la empresa, hasta robo de aves. El segundo estaba asustado, y al final me dijo que quizá los ca-seteros me reportaban menos mortalidad de lo que había. Ese día ambos nos pusimos muy nerviosos, tanto que al final hablamos sobre las 43, me confesó que fue por culpa de uno de los caseteros. En la vacuna se usan redes de hilo para dividir y encapsular a los pollos que se van a vacunar, se les amontona y los vacunadores tienen más fácil su manipulación física. Al parecer en el acarreo hacia un rincón uno de los vacunadores, azuzado por un case-tero, replegó de más a las pollas, que ya grandes casi no se querían mover, así que las replegaron a patadas. Como sea las dejaron allí

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no más de diez minutos. Al final se dieron cuenta que no se movía cierto montón, las que estaban pegadas a la pared. Las de último. Algunas murieron asfixiadas, otras las tuvieron que matar allí, ya no tenían salvación. Mis jefes me citaron a una reunión, el jefe del jefe de mi jefe quiere que le explique la razón del faltante de aves después del traslado. No sé qué decirle. No puedo estar en todas partes en todo momento, y quizá necesite nuevo personal, pues el parecer está corrompido. Quizá me despida. Eso sería lo peor. Todo por las mugrosas 43 de más. Mi fracaso tiene una cifra.

Boquitas«Las cartas atadas con la cinta rosa cayeron al fuego y se quemaron sin desparra-marse. Se soltaban las hojas y la llama que había de ennegrecerlas y destruirlas antes las iluminaba fugazmente… «...ya mañana termina la semana...» «...unas lagrimitas de cocodrilo...» «...nada de malas pasadas porque me voy a enterar...» «...por ahí me voy a enfermar de veras, de mala sangre que me hago...» «...cuando se desocupa una cama es porque alguien se murió...» «...Te juro rubia que me voy a conformar con darte un beso...» «...no digas a nadie, ni en tu casa, que vuelvo sin completar la cura...» «...yo hoy hago una promesa, y es que me voy a portar bien de veras...» «...Muñeca, se me termina el papel...» «...porque ahora siento que te quiero tanto...» «...mirá, rubia, ya de charlar un poco con vos me siento mejor ¡cómo será cuando te vea!...» «...ni bien tenga más noticias te vuelvo a escribir...» «...el agua del río es calentita...» «...vos también estás lejos...» «...pero cada vez que leo tu carta me vuelve la confianza...»

Manuel Puig, Boquitas pintadas, novela, 1969, Argentina.

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Crónica visual: pase de lista a los 43

normalistas desaparecidos María José Ceh Pérez

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Las siguientes fotografías fueron tomadas durante uno de los eventos organizados el día 20 de noviembre del 2014 en la Fac-ultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, en el marco de las actividades realizadas por los estudiantes del Campus de Ciencias Sociales, Económico, Administrativas y Humanidades, en soli-daridad con los acontecimientos recientes del país.Esta actividad en particular consistió en el pase de lista a los 43 normalistas desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzi-napa.

Fotografía #1, María José Ceh.Después de cada nombre, leído por uno de los organizadores, los asis-tentes contestaban con un «En pie de lucha».

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Fotografía #2, María José Ceh.Estudiantes, docentes y administrativos asistieron a la actividad entre las diez y once de la mañana.

Fotografía #3, María José Ceh.Los 43 normalistas presenciaron el evento simbólicamente, pues se dis-pusieron sillas para cada uno de ellos.

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Fotografía #4, María José Ceh.En la manta puede leerse: «Campus de Ciencias Sociales (CCSEAH) UADY se solidariza».

Fotografía #5, María José Ceh.Antes de finalizar el evento, hubo una breve lectura de poesía y el estudiante que moderaba la actividad dirigió unas palabras a los asistentes. Ambas actividades relativas a los acontecimientos actuales del país.

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Pedro Lemebel y su discurso crítico en

“Tengo miedo torero” Damiana Mangas Aguilar

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La radio Cooperativa no para de informar sobre los últimos dis-turbios…la Loca del Frente, así le llaman a este personaje prin-cipal, homosexual cuarentón que vive en un mundo de cancio-nes románticas como “Tengo miedo torero, tengo miedo que en la tarde tu risa flote…”, de Sara Montiel, ajeno e ignorante de las contingencias políticas de Chile, su país. Es 1986 y en las calles de Santiago las protestas y manifestaciones en contra del gobierno son el pan de cada día, sin embargo “ella”, La Loca del Frente como se nombra a sí misma no escucha más allá de lo que quiere es-cuchar: sus canciones románticas. Él es un ex travesti, con poco pelo y sin dientes tratando de eva-dir el mundo real que le ha tocado vivir, un mundo de orfandad, plagado de miserias y víctima de un padre incestuoso. Todo lo ha querido borrar y vive en un departamento alto, rodeado de flores y manteles que él mismo borda y a lo que también se dedica como medio de sustento.Así que cuando el guapo Carlos, revolucionario “frentista” que prepara el atentado contra Pinochet en el Cajón del Maipo, viene a pedirle permiso para guardar unas cajas llenas de libros prohi-bidos y para realizar reuniones nocturnas de estudio, ella (él) no se da cuenta de nada y se enamora perdidamente de él. Y para cuando se da cuenta, ya es demasiado tarde y no le queda otra más que cuidar de las granadas escondidas en su casa. Este es el contexto y el hilo de la trama del libro de Pedro Lemebel su única novela, Tengo miedo torero.

En la lectura de esta novela, encontré una gran capacidad de re-vivir un contexto socio-político además de retratar la vida y la psicología de estos personales marginales. Ella (él) se describe como un marica apolítico y sin embargo poco a poco Lemebel lo

“Si a los chilenos les basta con la televisión, éste es un pobre país”

Pedro Lemebel

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va dibujando con maestría absoluta como un ser pensante que se va concientizando de las injusticias y desigualdades sociales y lo va empoderando, y empieza a unirse a esa sociedad chilena que alza la voz contra la represión y que exige su derecho a cambiar la historia. Esto lo manifiesta en el momento en que va a entregar un hermoso mantel bordado a una de sus mejores clientas, (esposa de un político del régimen opresor) y en el trayecto va fotografiando las desigualdades sociales reflejadas en el entorno del humilde barrio donde vive y en el entorno del lujoso complejo residencial donde viven los políticos y los ricos. De cierta manera, su relación con Carlos lo lleva a un despertar político.

Novela que me hace reflexionar en el momento actual que vive mi país México, donde parece ser que el tiempo no transcurre y seguimos siendo gobernados por gobiernos opresores y corrup-tos, a quienes no les importa matar y masacrar al pueblo, si éstos representan un obstáculo para su iniquidad y su excesiva hambre de poder y de riquezas. Se vive aparentemente en un país libre, democrático y sano, un país que va luchando por dejar la barbarie y las impunidades en el pasado, y de repente se van destapando las cloacas, en donde lo único que podemos decir es que parte de este México apesta. Y los que deciden protestar, luchar y alzar la voz, son callados, son mutilados, son des-aparecidos, son quemados, son silenciados con el régimen del terror.

Esta novela quizá nos recuerde que ningún régimen opresor debe ser tolerado.

Los 43 estudiantes de Ayotzinapa que aún se encuentran desapa-recidos son una razón más para luchar en contra de éstos poderíos que se encuentran regados por todo el planeta.

Ellos gritaron, ellos alzaron la voz por nosotros, por los dormidos, por los que estamos callados y por los que nos vendamos los ojos y preferimos cantar canciones y ver televisión.

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La literatura de Pedro Lemebel nos abre los sentidos y su novela Tengo miedo torero, además de ser una linda historia de amor, es una novela que nos hace reflexionar acerca de nuestra realidad política latinoamericana. Muy recomendable su lectura.

Cárcel«A mí ya me anda por regresar a mi ciudad, Trini, yo soy de la tierra y aquí a donde volteo veo reja, cemento y más cemento. La cárcel saca al diablo que llevamos dentro y al mío prefiero no sacarlo, porque se me figura que una vez suelto ya no va a haber manera de echarlo pa’ dentro. (MIRACLO une ambas manos.) A mí me criaron entre puercos, me acostumbraron a despertar con gallo y no con macana. ¡Ya son cinco años de no ver el sol más que a ratos y de reojo! (Comienza a sollozar. TRINIDAD intenta calmarlo.) A veces me vienen ideas locas, vaya usted a saber de dónde, del encierro será. Ganas de agarrar algún gringo en las regaderas y matarlo, matarlo pa’ arrancarle la lengua y hablar el inglés, los ojos azules… (Tocándose el rostro.) Y la piel blanca pa’ ponérmela; me imagino que me ven gabacho y me dejan libre. (Pausa) »

Daimary Sánchez Moreno, Are you bringing something from Mexico?, dramaturgia, 2011, México.

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Manifiesto (hablo por la diferencia)

Daniel Can Caballero

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Seamos diferentes en la indiferencia. Es cierto que no soy madre ni padre para pedir explicaciones por hijos que ya nadie tiene. Pero soy hijo y soy hermano como ustedes, de ellos, de aquellos que viven muertos bajo tierra. Seamos diferentes en la indiferencia, como los estudiantes que siembran semillas en las aulas, en pasillos, en las calles de pala-cios de gobierno. Poner en marcha a México no es lo mismo que marchar por él, lo primero quiere mover a la nación como un pu-ñado de tierra para tapar fosas comunes, lo segundo quiere justicia paso a paso.¿Qué harán con nosotros, hermanos? Si ya no tenemos izquierda, derecha ni centro, ni cabeza que pueda orientarnos. Han mutilado a México y guardan sus trozos sangrantes detrás de una “legítima” paz al alcance de todos en la pantalla de las estrellas en horario estelar. Detrás del telón están los actores que nadie quiere ver, porque nunca acaban con el final feliz que la tele nos promete.Seamos diferentes en la indiferencia porque hay un México que se mueve al ritmo de once Reformas Estructurales y está transfor-mándose y lo está haciendo en «democracia», a partir del diálogo y los acuerdos, donde el diálogo es el silencio y el acuerdo es desa-parecer a estudiantes. Nos meterán en algún tren positivista hacia ninguna parte (¿o una fosa común patentada en México, en alguna tierra olvidada?) No van a dejarnos bordar con nuestros rostros las banderas de la patria libre. (¿Hay alguna patria libre?) ((¿Hay alguna patria?)) Seamos diferentes en la indiferencia. Y sepan, aunque después nos odien por corromper su moral revolucionaria, que la Revolución, señores del Partido Institucional, la traicionaron ustedes hace tiempo. Mancharon de rojo al Verde, Blanco y Rojo. Su revolu-ción no puede darles un pedazo más de esta tierra enrojecida. Son nuestros muertos, es nuestra tierra.Nosotros queremos que vuelen estas ideas, aunque nos corten las alas y entierren nuestras voces. Queremos que su supuesta revo-lución institucional les dé un trocito de conciencia, que hagan Re-formas en sus conciencias, que muevan a México en sus concien-cias. Cómo cuesta encontrar la identidad en estas condiciones,

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ustedes no saben qué es cargar con esta lepra de ser estudiante; una vez que compran la panacea azul, rojiverde o amarilla todo va mucho mejor; pero aquí afuera, aquí afuera el aire se mete por todas partes y levanta la tierra, levanta las voces de este llamado el cual no van a querer escuchar.Seamos diferentes en la indiferencia. El fusil se lo dejo a usted, yo me quedo con la palabra.LlamamientoQueremos hablar del peligro de esta nación mexicana, su hábito de sepultureros y enterradores clandestinos.Que la educación, la libre expresión, la conciencia y la pala sean elementos esenciales de nuestra causa.El arte que exalta, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño son necesarios, pero más necesario es para nuestros días el arte que critica los sistemas indigestos de nuestra nación mu-tilada. Nosotros queremos exaltar el Movimiento Desenterrador Consciente.A partir de ahora, no existirá belleza, motivo ni causa suficiente si no es en la lucha contra el hábito histórico de México, contra la necrofilia nacional. Ante el cúmulo de tierra amontonada en nuestras voces por los sepultureros nacionales, nuestra pala.Es necesario blandir nuestras palas y conocer bien nuestra tierra, esta tierra que es nuestra, estar preparados por si encontramos un terreno sospechoso, será el momento de empezar a cavar. Quite-mos la tierra de nuestras voces. No temamos usar nuestras palas.Es tiempo de la resurrección de los muertos, de la vida de un mundo presente en el que ustedes no están, de quitar la tierra que ahoga nuestras bocas, de las bocas, de la boca de nuestra nación que grita su pasado. Es tiempo de exhumar los huesos del país que unos entierran, de hacer un nuevo esqueleto que sostenga esta nación. Es tiempo de alzar nuestras palas y hundirlas en la tierra mexicana, en esta tierra que es nuestra.

Basado en el Manfiesto de Pedro Lemebel:Manifiesto (Hablo por mi diferencia);y el manifiesto futurista de Marinetti.

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Diferencia«Yo no voy a cambiar por el marxismoQue me rechazó tantas vecesNo necesito cambiarSoy más subversivo que ustedNo voy a cambiar solamentePorque los pobres y los ricosA otro perro con ese huesoTampoco porque el capitalismo es injustoEn Nueva York los maricas se besan en la callePero esa parte se la dejo a ustedQue tanto le interesaQue la revolución no se pudra del todoA usted le doy este mensajeY no es por míYo estoy viejoY su utopía es para las generaciones futurasHay tantos niños que van a nacerCon una alíta rotaY yo quiero que vuelen compañeroQue su revoluciónLes dé un pedazo de cielo rojoPara que puedan volar»

Pedro Lemebel, Hablo por mi diferencia, manifiesto, 1986, Chile.

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Acontecimientos de un 26 de septiembreDaniela Olivares Arteaga

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Me despierto por la mañana y hay un aroma extraño en el aire. Dicen que ese olor es debido al río de sangre que recorre el pueblo, un punto perdido en medio de la nada, en casa de la chingada, como quien dice. Yo sé que esa no es la razón, ese río ha estado aquí desde antes que yo naciera, incluso desde antes que mi bis-abuelo naciera durante la Revolución. El río ha sido sujeto y ob-jeto, nadie sabe cómo se originó ni de dónde o de quién proviene la sangre y no se lo cuestiona; está prohibido ir al nacimiento de este, dicen que aquel lugar está maldito. Me visto y abro las ventanas, en este pueblito mío siempre hace frío durante la noche y también hay muchos ladronzuelos, la may-oría niños y jóvenes latosos y sucios, por lo que las ventanas se cierran con seguros y, de ser posible, hasta con candados. Vuelvo a sentir ese olorcillo raro pero no le tomo gran importancia, nadie lo hace; como cuando un día florecieron cabezas putrefactas a las afueras de la ciudad y ni uno siquiera se sorprendió por ello. Las cosas son así en este mísero aunque pintoresco pueblito. Me dirijo a la cocina y saco un par de tortillas y la olla de frijoles de ayer. Tengo ganas de un cereal con leche pero el dinero no me alcanza para comprarlos, la luz y el agua impiden que el sueldo me rinda. Mi madre está muerta y mi padre se volvió un borracho desde que ella falleció por una bala perdida, así que tengo que mantenernos a ambos. El trabajo es una bendición en este pueblo, la mayoría son tontos y se dedican al campo, tontos porque es un trabajo arduo y el peor pagado del mercado; aún así, yo solo soy un humilde estudiante que trabaja medio tiempo en una caf-etería, como mesero, por las tardes; normalmente gano la mitad de un salario mínimo, cincuenta y seis pesos, eso más las propinas que los clientes gustan dejarme; sin embargo, no son tan buenas porque la gente de aquí es pobre y los que tienen dinero no van a establecimientos tan humildes. La que gana mejores propinas es la Manuela, porque está bien bonita y tiene unas tetas voluminosas; se presumiría que ella es la que más gana en este establecimiento, más lo que le da el jefe de pilón por dejárselas tocar. Es que la

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Manuelita es huérfana y no tiene nadie quien la ayude, considera que cualquier dinerito que le cae es bueno, hasta que se convierta en actriz o se case con algún hombre rico, dice ella. Su hermana pequeña, Maricela, no es tan ambiciosa, la inocente quiere ir a la universidad para convertirse en maestra, dice que es para poder ayudar y educar a los niños. En mi opinión, eso es inútil, si van a terminar trabajando igual que yo, mejor que se dediquen a eso desde el principio. Al terminar de desayunar me dirijo a la preparatoria, tengo suerte de poder estudiar en ella ya que no muchos jóvenes logran llegar hasta aquí; se quedan estancados en la secundaria y en trabajos con horario completo, normalmente de albañiles, que se convierten en su vida, pero con un salario mínimo de noventa y ocho pesos tam-poco les alcanza para comprar una despensa decente. Los únicos aquí que viven como reyes son los políticos; pero, por supuesto, ellos tienen un trabajo muy importante que es el de cuidarnos, por eso ganan tanto. Se esfuerzan demasiado, no duermen, no des-cansan y buscan el bienestar del pueblo, aunque somos tan pobres que ni ellos pueden hacer algo. Muchos dicen que roban pero a esas gentes yo no les creo nada, si el noticiero o los periódicos no difunden esa información es que debe ser mentira. Yo confío en mis noticieros, en mi televisión de treinta pulgadas, porque bien no puedo comprarme mi comida pero mi cajita mágica es sagrada y debo tener una en casa para informarme de todo lo que sucede afuera; sin embargo, yo sé que no pasa nada, solo de los narcos hay que cuidarse. A medio camino de la escuela me topo con una manifestación. Son los revoltosos estudiantes, la gente ociosa, las masas estúpidas son las que están entorpeciendo el tránsito del país. No se dan cuenta de que fueron los narcos, ellos culpan al Estado porque no ven las noticias, sino que se la pasan leyendo libros de la revo-lución mexicana como Los de Abajo, El Águila y la Serpiente, La muerte de Artemio Cruz y otros tantos que citan manifestaciones tan molestas, pregonando que la historia se está repitiendo y que necesitamos una nueva revolución. ¿Qué es eso? Luego por eso se los llevan al bote, por andar de ruidosos. Yo por eso no leo, eso de

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andar pensando no me va, estoy muy ocupado con el trabajo y la escuela para eso, a mí me gusta nuestro gobierno pacífico y trans-parente, es bueno.Cuando los policías logran deshacer la manifestación a macanazos y lanzando gas lacrimógeno, mientras la gente corre y los policías los agarran y los suben a unos vehículos, sonrío, se parece mucho al ‘68, y aprovecho para entrar al edificio pero un policía me con-funde con esos rebeldes y comienza a golpearme con su macana; me rompe la nariz y me abre la ceja mientras yo le grito que no soy uno de los manifestantes y que voy tarde a clases, pero no me hace caso y me sigue golpeando hasta dejarme casi inconsciente. Me suben entre cuatro a una camioneta y arrancan con destino desconocido. Yo intento hablar e informarles que están equivocados, que yo no soy uno de ellos, que me suelten pero uno de los cuatro me apunta con una pistola en la cabeza, su contacto es un témpano de hielo, y me obliga a callarme. Me ponen una bolsa de tela, no puedo respirar bien, no veo nada y todavía siento la punta del arma en la sien. Dicen que si abro la boca, si se me ocurre gritar o hacer algún movimiento brusco, me van a matar. Yo sé que es un error y que me soltarán pronto, son mis fuerzas públicas, después de todo, ellos son la autoridad y la justicia está de mi lado, solo están tomando precauciones porque esos estudiantes siempre están ar-mando problemas.El automóvil se detiene en quién sabe dónde pero el olor raro se siente mucho más intenso, estoy seguro que estamos en la fuente de él. Huele a algo que se está descomponiendo, huele horrible y el terreno no se siente muy sólido, está lleno de algo que pa-recen troncos, varas y otras cosas que no reconozco que crujen bajo mis zapatos. Me tropiezo y caigo, el olor se desprende de algo duro aunque suave, ahí es en donde aterrizo; me levantan, ya no me siento tan seguro como antes pero no puedo huir, me están apuntando con la pistola en la cabeza y siento el movimiento zig-zagueante de la punta a cada paso. Como sigo trastabillando, me quitan la bolsa y lo que veo es abom-inable. Cientos y cientos de cuerpos con rostros irreconocibles

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son la alfombra del lugar, incluso huesos viejos y rotos que podría decir que ya tenían más años que Valentín, el más anciano del pueblo. La fragancia que se desprende y ahoga la brisa del lugar es de muertos recientes, de cuerpos hinchados de gases y de gusanos; es tan atroz que me provoca náuseas con arcadas incontrolables. Apesta a sangre, a caca, a orines frescos; es un revoltijo de sustan-cias que dan como resultado una peste a huevo podrido, a zor-rillo asustado, a leche cortada y a pescado sin refrigerar. Vomito un poco y el olor amargo y ácido de mis propios jugos me causa más asco pero ya no tengo nada qué sacar, las arcadas siguen y se me parten los labios por la boca seca. Escucho cómo los policías comienzan a reírse de mí y siento un líquido caliente, proviene de ellos, que empapa mis pantalones y mis zapatos. Escucho una explosión y me tiro al suelo con los ojos cerrados mientras pego un grito, siento más líquido caliente y con olor a miedo, solo que este resbala por mis piernas, proviene de mí; no es solo allí, mis axilas también sudan miedo. Yo soy miedo. Mi corazón palpitan-do fuertemente en la garganta me delata. Los olores se agudizan, siento la piel de los cuerpos bajo mis dedos, en mi cara y me le-vanto de golpe.Comienzo a temblar. Lo sé, ya me cargó la chingada. Siento de nuevo la pistola en la sien, su boca me quema como un cigarro encendido. Aún con el corazón atando mis cuerdas vocales logro gritar: “¡No me maten, por favor, no me maten! Se lo ruego por Dios. Se los juro, soy inocente ¡NO ME MATEN!” Pero mis súpli-cas solo les provocan más risas. Me obligan a quitarme la ropa a pesar de mi llanto y mi desesperación. Desnudo, siento el frío del ambiente, como si la propia muerte coqueteara conmigo y pasara sus dedos por mi cuerpo entero. Bajo mis pies escucho el crujir de los huesos y, peor, los siento, se rompen bajo mi peso y se clavan pequeñas astillas entre mis dedos y mis plantas, me duele un poco pero la angustia que me invade es más fuerte y grande. Fotogram-as de rostros magullados, desfigurados y desollados aparecen en mi mente. Lloro porque pienso en mi padre, por dejarlo solo y borracho, porque le causaré más dolor al no regresar a casa. Sol-lozo un ruego más pero no escucho mis lamentos, solo el sonido

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de la bala disparándose, y siento los brazos de la muerte que me re-cibe, fría y húmeda, en la orilla del río. Mi sangre ahora está con él y con ellos. Somos uno.

Exilio

«Dejé el país a las cuatro de la tardeen avión y con soltodo estaba normal hasta lágrimasy nieve en la cordilleralatigazos de sombrase cernían sobre mi cabeza.Dejé el país a las cuatro de la tardeSolo(pero iba con todos)»

Mauricio Redolés, Septiembre, poema, 1953, Chile.

Financiamiento

«Se negocia con larealidadse negocia levementeen carnehumanaen sangre y huesosunos pocos más unos pocos menos,depende.Se transa en la Bolsa yal mejor precio en elMercado de los Pecados Capitalesse compra o se vende elmás o menosdolorel más o menosllanto.[...]

Ellos negociaron y ahí están.Yo negocio yahí me ven,gimnasia bancariaque me estira los tendonesque me vuelve ágil entreangustia, llanto, huesos, sangre yotros valores del mercado.[...] »

María Inés Zaldívar, Arte de negociar: bal-ance financiero, poema, 1996, Chile.

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Colección de carteles María José Ceh Pérez

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El príncipe desencantadoIván Herrera Herrera

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Se creía un príncipe porque nunca lavó un plato; no eran ricos, pero definitivamente tampoco eran pobres, siempre hubo en la casa alguien que se encargaba de las labores domésticas elemen-tales, por lo que nunca aprendió a barrer adecuadamente, ni lavar ropa, ni limpiar pisos. Para el cumpleaños de la chacha, él le regaló unos guantes, con ese frío y esa agua seguramente le será de pr-ovecho. Ella se quedó pensativa un rato y le dio gracias al señorito, no le llamaba así sino “muchacho”, pero en su mente escuchó la pa-labra señorito, una más apropiada para él. A veces veía las noticias, se acercaba el fin, perdieron los del Partido Rojo, se avecinaban problemas para la familia porque los del otro bando habían salido victoriosos en el estado. El Padre era un hombre áspero, labrado por las enseñanzas callejeras, aun así trabajador honrado desde los diez y ocho años; cuando el abuelo se había negado a seguirle dando manutención económica; empezó en el mercado del pueblo, vendía carne, nunca olvidaría el olor a carne cruda que se había impregnado por siem-pre en sus glándulas olfativas; tampoco olvidaría el hedor de las dos de la tarde, finalizada la jornada diaria, cuando tenía que lim-piarse la sangre de las mosaicos blancos; y nacían riachuelos rojos de jabón. También fue agiotista, cuando tuvo el suficiente dinero como para prestarlo con interés mensual; le prestaba a los mismos del mercado, a veces surgían conflictos a la hora de pagar, pero siempre fue condescendiente con los pagos… al menos hasta que se dio cuenta que empezó a recibir pocas ganancias del negocio y a tener fama de pendejo; aun con esto fue el agiotista con menos en-emigos del rubro y el menos próspero también. El resto de los hijos del abuelo eran un desmadre, entonces le llegó su oportunidad a Padre dentro de la empresa; para ese tiempo empezó a frecuentar abogados y proveedores, parecía muy honesto para este juego al juicio del abuelo, por eso pronto se convirtió en el administrador mediante un documento que le otorgaba un poder sobre el capital y sobre las actividades legales de la empresa, los Licenciados en Derecho lo conocen como Carta Poder; pero no fue fácil, fueron diez años de trabajo arduo y transparente (la fama de pendejo lo se-guiría persiguiendo siempre, no faltaban los que mencionaban tal

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cualidad en él, pero eran menos personas de las que él imaginaba). Fueron tiempos de ganancias mayores en la empresa, además el abuelo conservaba una gran amistad clientelar con el Gobernador del Estado, que había ganado las elecciones siendo candidato del Partido Rojo; incluso el abuelo fue Presidente Municipal y organ-izaba corridas de toros y bailes populares; fue el apogeo para la empresa y sus nuevos rubros; ¿Usted qué necesita? Lo tiene en el instante. Le faltaba darle gracias por su voto y el de todos sus em-pleados, pero era demasiado vulgar mencionarlo porque era más que obvio. Pero la felicidad es efímera, tanto o más que la tristeza; pronto el abuelo tuvo problemas graves de salud, un parásito en el cerebro que le provocaba convulsiones, una craneotomía para extirpárselo, fallas masivas en los riñones y tuvo que abandonar completamente la actividad social y postrarse en la cama. Fue cu-ando una de sus hijas, La madrina, por ser madrina de uno de sus sobrinos aprovechó para falsificar la firma del abuelo, postrado en la cama de terapia intensiva, se aprovechó de la tristeza general de la familia y todos los hijos firmaron el nuevo testamento que ella había redactado; no, todo es mío, la herencia. Una expresión de tranquilidad, había aprendido a robar a través de los mejores abogados. Esta decadencia paulatina coincidió con el ascenso del Partido Azul para la gubernatura del estado. Se cumplía lo que tanto temía El Príncipe. Otro empresario quería apoderarse de la empresa del fallecido abuelo; El Padre y el resto de los hijos, uni-dos temporalmente por la chinga que recibieron de su hermana, recurrieron a amparos para que pudieran seguir, ellos conserva-ban su parte y estaban dispuestos a defenderla…ah, lo olvidaba; el rubro de la empresa en cuestión es el transporte suburbano de pasajeros, de La Capital al poblado cercano de X. El Partido Rojo celebraba que pelearan contra el Partido Azul; en especial, el Otro Padre, y su hijo, quien había sido jefe de Policía. Aquel empre-sario, que una vez fue un amigo, no pudo despojar a la empresa de sus bienes. El Padre estaba más convencido que nunca de su alianza innata con el Partido Rojo, el período de poder del Par-tido Azul llegaba a su fin; veían con esperanza su recuperación inminente con el regreso del Partido Rojo. El nuevo candidato es

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amigo del Otro Padre, quien le financió su campaña electoral tam-bién quería aprovecharse del desmadre de la empresa, tenía los ojos fijos puestos sobre ésta, la ambicionaba; uno no sabe cómo al-guien con tanto poder económico puede ambicionar una empresa pequeña como la de la familia de X. Veamos, para ser explícitos, era una pelota de baseball y un campo para tal fin. El Príncipe lucía contento porque el Partido Rojo había sido victorioso en las elecciones a gobernador del estado, no importa que a nivel municipal se haya perdido contra los azules, tampoco importaba mucho que se hubiese pintado de azul el Palacio Mu-nicipal, ni mucho menos el aspecto de pitufo que había adquirido el pueblo de X. Los problemas políticos se irían, es lo que había asegurado El Abogado y no cabían dudas, incluso Padre última-mente planeaba negocios con un gigante empresarial de esta zona del país, el hijo de aquel señor era el jefe de policía, con eso era seguro de que ya no los molestarían más; Padre había retirado las demandas contra El Gobierno, ya que no tenía caso, los dejarían en paz; el poblado crecía en población, lo que significaba una alza en las ganancias y la expansión de la ruta con su merecido au-mento de las concesiones; incluso La Madrina había cedido ligera-mente, aunque siguiese vendiendo gran parte de la herencia, ya no importaba porque a Padre le expedirían más concesiones, ya con-taba con cinco unidades de transporte, nunca hubo antes tal auge económico, incluso compraron un aparato de aire acondicionado, nunca había tenido alguno; recordaba que de niño, El Príncipe nunca contó con sistema de televisión de paga, ahora ya tenían. Sin duda se avecinaba una prosperidad mayor, aunque convivir con abogados, mecánicos y choferes era repulsivo, por ahora se encontraba alegre. Incluso empezaron a construir una casa propia, habían dejado aquella casa diminuta del Infonavit; rentaban una más grande, de dos pisos, con más habitaciones de las necesarias; Padre continuamente depositaba dinero en el banco, eran fajos de billetes para ahorrar. Incluso invitaron a El Príncipe a una de esas reuniones con el Otro Padre, para hablar de negocios aunque no sabía nada de ellos. Pero algo inaudito ocurrió, tiempo después; La policía decomisaba los autobuses de Padre, los secuestraban

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con motivo de unas placas vencidas, se enteró que Transporte se había negado reiteradas ocasiones a renovarlas a pesar de cumplir con los requisitos de ley; primero fueron tres, luego los otros dos; autobuses desaparecidos, no habría ingreso familiar; sí, el propio Jefe de Policía, el que era amigo de Padre y de la familia de X lo hacía. Padre no le había contado la nueva situación desfavorable para no contrariarlo, pero ahora lo estaba: y paulatinamente sus fantasías se desmoronarían con la fuerza de un terremoto. Lu-ego escuchó noticias acerca de un “banderazo”, que el Otro Padre metería muchos autobuses, no se sabe cuántos, que nada podría impedirlo, porque tenía la fuerza pública a su disposición; con motivo de otro conflicto en la población de X, aprovechándolo, convertirían al lugar en una auténtica zona de guerra, no lo vio porque estaba durmiendo; cerca de las nueve de la mañana hubo un desfile militar; cuando despertara simplemente vería los nue-vos autobuses pasar por su ruta. Meses antes, y antes de volver a promover juicios de amparo, Padre acudió al jefe directo de Transporte y del Jefe de Policía: al Secretario de Gobernación, porque sabía que él podía impe-dir que continuasen. El Otro Padre había invitado a Padre a un negocio ilícito. Tú dejas que meta mis autobuses, luego solo a ti a mí nos dejarán meter los que queramos, pero no a los demás, solo a ti y a mí. No, es ilegal. No importa, la autoridad me lo per-mitirá, es mi hijo. Se había negado, varias veces se negó. Te vamos a meter al bote, yo me aseguraré de que mi hijo lo haga. Después de aquella amenaza, advirtió que él metería quince autobuses a la línea y que Padre no lo podría impedir. Padre le mostró a Secre-tario un documento en el que Otro Padre firmó que Padre podría administrar libremente algunos de los autobuses que Otro Padre tenía legalmente en la ruta de Capital-X; Secretario llamó traidor a Padre, por la disposición de este último de estar en desacuerdo con la inclusión de quince autobuses más, los de Otro Padre, en la ruta; a pesar de que por ley, Transporte y Gobierno debían otorgar estos privilegios a quienes habían trabajado la ruta ininterrum-pidamente desde la inauguración de la carretera que vincula las dos poblaciones, quienes también solicitaron la ampliación de la

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ruta, renovación de placas y concesiones, y la expedición de nue-vas concesiones, solicitudes ignoradas desde hacía varios meses. Estos esfuerzos diplomáticos fueron inútiles. Uno de los tíos de El Príncipe demostró legalmente que la firma del abuelo fue falsificada, lo que invalidaría el testamento y en-torpecería el trabajo de Otro Padre y de su hijo, el Jefe de Policía; ya que mediante La Madrina ellos tenían su débil sustento lega-loide de haber introducido tantos vehículos en la ruta. La reacción fue rápida, el tío comía plácidamente con su familia cuando fue sorprendido por varios miembros del Ejército, bajo el pretexto de una llamada anónima que había acusado al tío de tener drogas en su casa; fue arrestado, con una bolsa cubrieron su cabeza y se lo llevaron. La familia tardó un par de días, gracias a la asesoría de Abogado y a su oportuna y rápida labor. Poco después Abogado recibió amenazas de muerte mediante llamadas telefónicas. Para ese momento El Príncipe ya había empezado a sufrir taquicardias con frecuencia. Te estás metiendo con Sansón a las patadas. Eso solían decirle a Padre, pero continuaron los juicios de sus amparos, que le per-mitirían seguir trabajando y subsistiendo él y sus dos hijos, y tam-bién para no dejar desamparadas a su madre, la viuda del abuelo y la tía minusválida de Príncipe. Lo ignoraron a nivel estatal, pero a nivel federal le concedieron sus amparos, incluso uno para prote-gerse a sí mismo; Padre, con la ayuda de otro abogado, había con-seguido un amparo ante el Jefe de Policía que iba a encarcelarlo; Padre se enteró mediante la llamada de un amigo. Aquello sucedió en Nochebuena. El Príncipe recordó los rumores de una posible vinculación de Jefe de Policía con narcotraficantes, lo que le preocupó aún más, no podía dormir; Padre podía morir, su cabeza podrían cortar y dejarla tirada en la puerta de la casa; eso esperaba cada vez que Padre no llegaba a dormir o llegaba tarde a casa. No durmió varios días, tenía miedo de todo pequeño dolor en su cuerpo, pensaba que el dolor punzante en su pecho era el síntoma de un infarto que iniciaba, recurrió al 060, el número de emergencias, una am-bulancia preguntaba dónde estaba el señor con la angina. Soy yo.

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Ven aquí, ¿te drogas?, tienes los síntomas. Haz alguna actividad física. Ve con un psiquiatra. Eso sucedió, le recetaron Clonazepam para poder dormir, fue un alivio la primera vez, pero seguía suf-riendo la realidad de su familia; su mundo se desmoronaba, ya no había seguridad económica, todo se había acabado. No se puede confiar en nadie. Príncipe había recibido la dosis de realidad que le hacía falta para despertar ante la situación atemporal de México, ante la cor-rupción que suponía que no le iba a afectar. Es probablemente el único príncipe en esta situación de calamidad, pero no el único mexicano.

Gran Hermano«Sacó de su bolsillo una moneda de veinticinco centavos. También en ella, en le-tras pequeñas, pero muy claras, aparecían las mismas frases y, en el reverso de la moneda, la cabeza del Gran Hermano. Los ojos de éste le perseguían a uno hasta desde las monedas. Sí, en las monedas, en los sellos de correo, en pancartas, en las envolturas de los paquetes de los cigarrillos, en las portadas de los libros, en todas partes. Siempre los ojos que te contemplaban y la voz que te envolvía. Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo.»

George Orwell, 1984, novela, 1949, Inglaterra.

Hijo«Solo sé que si desaparecieras te buscaría entre la tierra y debajo de ella [...] Si no desaparecieras, hijo, como así deseo y quiero, gritaría los nombres de todos aquellos que sí han desaparecido, escribiría sus nombres en los muros, abrazaría en la dis-tancia y en la cercanía a todos aquellos padres y madres; hermanas y hermanos que buscan a sus desaparecidos, caminaría del brazo de ellos por las calles y no permitiría que sus nombres fueran olvidados.Y querría, hijo, que todos ellos no tuvieran miedo, porque todos los buscamos. »

Marcela Ibarra Mateos, Mamá, si desaparezco ¿a dónde voy?, artículo en La Jor-nada de Oriente, 22 de octubre 2014, México.

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Analogía del buen ciudadanoJosé Antonio Molina Vega

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“¿Qué diablos pasa en un país donde desaparecen 43 estudiantes?”. Frase exclamada por Jeremy Corbyn, parlamentario laborista bri-tánico, respecto a lo acontecido con los normalistas de Ayotzina-pa. La misma pregunta me hago yo. Pasa como en un cuento de Claudia Hernández llamado Hechos de un buen ciudadano, que me permitió hacer una comparación con la realidad que se vive en este país y me parece que lo ejempli-fica muy bien (aunque posiblemente no fuera su intención). En este país pasa que la vida vale tan poco y la muerte es tan nor-mal como encontrar un cadáver en tu cocina junto al refrigerador, como en el cuento. Y el gobierno resulta lleno de buenos ciudada-nos que lo mínimo que podrían hacer es iniciar la búsqueda de -a diferencia del cuento- 43 personas de las que aún no hay pruebas contundentes de su estado: vivos o muertos. El cuento bien refleja lo indiferente que puede llegar a ser la muerte para un ser humano; incluso se puede convertir en algo tan irónico que resulta humorístico. Lo peor es que al leerlo es fácil identificarte como mexicano. La labor de las autoridades ha sido Igual de extraordinaria que la labor del personaje del cuento de Claudia Hernández al colocar un anuncio en el periódico. El personaje, el buen ciudadano, no obtuvo el resultado esperado y no pudo hallar a alguien que rec-lamará el cuerpo lacerado hallado en su cocina. Las autoridades tampoco. Es por ello que hay que informar a la ciudadanía de re-sultados que tienen tono de invento, datos inconclusos y teorías sin fundamento. No es la respuesta que buscan los padres de los normalistas, pero seguramente en la mentalidad del Estado resulta “suficiente” o “es algo” para calmar las ansias y la angustia. Respuesta muy adec-uada como para la primera persona que llama al buen ciudadano para reclamar el cuerpo; al darse cuenta de que no es el cuerpo que busca, no importa, lo acomoda para otros fines. Igual como pasa en México, las investigaciones se acomodan para dar respu-esta, aun sabiendo que no es “el cadáver” que se está buscando. La última llamada que responde al anuncio en el periódico de nuestro buen ciudadano en realidad me impacto. Es la de una

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pareja de adultos mayores buscando a su hija. Lamentablemente en estos tiempos, incluso leer un cuento puede remitirte a la tra-gedia y al recuerdo de saber que hay otros padres buscando a sus hijos en la vida real. Volviendo a la historia, la persona que es de-scrita por los padres es exactamente igual al cadáver que se en-cuentra en la cocina del buen ciudadano, excepto por un pequeño detalle: su hija está viva, no muerta. Por lo tanto, no puede ser el cuerpo anunciado en el diario. La literatura, ya sea en pequeños relatos o grandes historias puede llegar a ser muy cruel. Así pasa en México, como lo indiferente e irónico de este pequeño cuento en el que el buen ciudadano no se tiene la culpa de que haya aparecido sin ningún motivo un cuerpo humano sin vida en su propiedad. Aun analizándolo no me queda claro, ¿somos el buen ciudadano que hace lo que el deber le exige? ¿O lo es el gobierno en su pa-sividad y falta de empatía? Tal vez el buen ciudadano tiene más méritos que nuestras autoridades. El buen ciudadano de Claudia Hernandez no “se cansó”.

Individualidad

«Insatisfechas de su clara distinción espacial, las cebras practican todavía su gusto sin límites por las variantes individuales, y no hay una sola que tenga las mismas rayas de la otra. Anónimas y solípedas, pasean la enorme impronta digital que las distingue: todas cebradas, pero cada una a su manera.»

Juan José Arreola, “La cebra” en Bestiario, cuento, 1959, México.

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El presidente tiene miedoJoaquín Tamayo Herrera

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La población estaba cerrada con odio y con piedras.José Revueltas

El presidente no tiene miedo, pero esto es un secreto de Estado. Desde que comenzaron los problemas no ha podido mirar la televisión, tomar un café o leer las revistas vaqueras de las que tanto disfruta. Incluso se ha visto en la necesidad de aprobar en las últimas semanas, una ley de reforma acerca del uso adecuado sobre los elementos sensoriales del cuerpo, en la que se exhorta a la gente del país a permanecer en silencio durante horas especí-ficas. El presidente no tiene miedo. Mientras selecciona los cal-cetines que se pondrá después de su baño, escucha el escándalo que se ahoga desde el patio. Cuando se asoma por la ventana ve a la copiosa masa gris de caras enojadas. Es la tercera del mes. El presidente no tiene miedo, tiene preocupación. Deduce que llegar a la cita con el embajador chino será una odiosea completa. Su asistente toca a la puerta, le dice que es hora de salir. El presidente afirma al mismo tiempo que se mira con la banda presidencial de frente al espejo. Le parece recordar perfectamente el momento preciso, en el pódium preciso, con la gente precisa que aplaudía puntualmente. Es un hecho que el presidente no tiene miedo, tiene orgullo, vejaciones mentales, impedimento de visualizar la realidad, pero no temor, no miedo. Al bajar por las escaleras presidenciales, su familia presidencial ya lo espera en la sala. Hay un hedor que sube desde el brillo de los azulejos, va ascendiendo sobre los escalones marmoleados y finalmente se queda, como habitando, la página en blanco de las paredes. Es una sala por la que han desfilado grandes personajes de la historia universal: dictadores, primeros ministros, terroris-tas, líderes mundiales, y otros largos etcéteras. Cuando la familia presidencial está por salir de la casa presiden-cial, el mayordomo les informa que existen algunos imprevistos. Los manifestantes tomaron la parte trasera de la casa y el frente está atiborrado de personas con carteles y pancartas. El presidente continúa sin tener miedo, sabe que es el momento crítico y que tendrá que tomar una decisión. Los hijos presidenciales están sen-

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tados en el sofá, con un gesto de aburrición sofocante. La madre presidencial les exige que se apuren. Falta poco tiempo, apunta la mujer después de colocarse los aretes de perla. No sé qué hacer, ustedes que opinan, pregunta el presidente. El mayordomo sug-iere que le marquen al secretario de Defensa Y Seguridad Pública del Gobierno Federal. El presidente automáticamente toma el teléfono. Martín, hola, amigo, oye tenemos un problema… Afuera el sonido de los inconformes aumenta, y ahora parece que se pre-cipitan a la cercanía, como si los gritos estuvieran dentro de sus cabezas. Apúrese señor, las voces se aproximan, señala uno de los hombres de protección y servicios especiales. Salgamos por la puerta principal, dice el presidente reuniendo a su familia como en el futbol americano. Ustedes —apunta a los hijos— se adelan-tan y abren la reja. Y tú —le habla a su mujer— cuida mi espalda. Cuando el mayordomo abrió la puerta, la burocrática familia ya había desaparecido. La salida nunca es fácil, abandonar ese bunker de gloria hubiese resultado más sencillo de no ser por la estampida de inconformes que se abalanzaron como un tsunami de lágrimas e impotencia. Los hijos, que fallaron con la única misión que se les había del-egado estaban detenidos por unos hombres. La primera dama era sometida y puesta de rodillas por un grupo de mujeres de la tercera edad. El presidente no tiene miedo; pide ayuda y calma, nadie le escucha y los gritos se hacen más fuertes. Cuélguenlos, quítenles la ropa y los zapatos… se escucha entre los murmullos. Hay un intento por detener la estampida. Entre las camisas suda-das y el olor agrio del pueblo, se abre un espacio de donde aparece un puño implacable. El presidente cae al suelo y en un abrazo a si mismo, aprieta sus costillas. Después lleva sus manos al rostro y entre sus dedos delicados se escurre un riachuelo de lágrimas. Por más que intenta detener su estrepito ocultándose en la más-cara improvisada del saco, los manifestantes ya se han percatado de todo. Progresivamente los gritos y murmullos se apagan, hasta que el lugar se ahoga entre hilos tensos de mudez. Entre la multi-tud sale una mujer. Es chaparra y gorda y en las manos lleva una balanza oxidada que asienta en el piso sucio de la calle. De un solo

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movimiento arranca la banda presidencial del pecho, como quien arranca la hierba de monte que crece alrededor de los campos. Esto es para que aprendas y no lo vuelvas a hacer ¿entendiste? le pregunta el líder de los inconformes. Después los hijos y la prim-era dama son liberados. Uno de los chicos de la multitud toma al presidente de un brazo y le ayuda a levantarse. El presidente no tiene miedo, no tiene vergüenza; el presidente tiene prisa. Adel-ante se abre una senda que la familia presidencial atraviesa para llegar al auto presidencial y subirse de una vez por todas. Una vez adentro, la mujer le pega unas cachetadas al presidente que aún no puede detener su llanto. Entonces se detiene, se tranquiliza y observa desde su ventana polarizada la ciudad. Puede verse como desde el fondo de la alameda comienza a pronunciarse la oscuri-dad y poco a poco la luz del cielo que se apaga.

Financiamiento«Fuentes bien informadas habrían dicho quealgunos personeros no identificados de organizaciones inexistentesestarían reunidos en un lugar desconocido presumiblemente cerca de Santiagopara concertar una eventual acción de protestacontra la supuesta violación de los derechos humanos.Además insistirían en la aparición con vida de gente que habría desaparecido de manera involuntariacuya muerte presunta ya ha sido claramente sugerida al Comité sin personalidad jurídicaque agrupa a las personas allegadas a esta hipotética situación. En esta reunión no autorizadapor tanto sólo un encuentro social de elementos antisocialesha trascendido quejunto a los dirigentes de los partidos disueltosestarían participando también algunos sujetos desconocidos probablemente jóvenesque desde el anonimato propalan rumores y chistesatentatorios contra la Seguridad de la parte más conocida de la Nación. »

Jorge Montealegre, Enviado especial, poema, 1954, Chile.

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#YamecanséJosé Gamboa Pech

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Inevitablemente cuando pienso en cambios sociales, recuerdo las palabras de Heidegger , ‘’El lenguaje es la casa del ser y la morada de la esencia del hombre’’, y es que es cierto, el lenguaje orienta, más no determina, porque de ser así, nadie en México estaría en las calles gritando: ¡basta! nuestro lenguaje es, por encima de otras acepciones, deprimente.Pensemos, ante problemas políticos y sociales solemos terminar la plática con “ni modos”, “así es esto”, “pues que le vas a hacer, siempre ha sido así”. Nuestras posturas ante la exigencia, están im-pregnadas por la esquizofrenia que produjeron en su momento las represiones hacia determinados movimientos. Así, parecemos ser el experimento macabro de Pavlov, el elefante que fue amarrado desde pequeño.Qué es lo que nos enciende a desgarrarnos las garga, si históri-camente parece ser que todo quedará en más que un momento catártico que puede ser apagado brutalmente. Hannah Arendt al respecto apunta “la furia no es de ninguna manera una reacción automática frente a la miseria y el sufrimien-to como tales; nadie se enfurece ante una enfermedad incurable o un terremoto, o frente a condiciones sociales que parecieran imposibles de modificar. Solamente en los casos en que tenemos buenas razones para creer que esas condiciones podrían ser cam-biadas, pero no lo son, estalla la furia. No manifestamos una reac-ción de furia a menos que nuestro sentido de justicia se vea ataca-do”. Teniendo tantas injusticias sobre la mesa, el principal motivo es cientos de motivos que se funden en Ayotzinapa como la gota de sangre que derramo el vaso, sin embargo… ¿no siempre se ha estado chorreando? ¿porque estos movimientos logran expandir la empatía más allá de nuestras fronteras? A mi parecer, se debe a dos cosas.

1.) El PRI no se renueva ni se destruye solo se transforma. Si en algo puede estar devaluado el concepto de política, (si no exclusi-vamente, si mayoritariamente) el PRI es el responsable. EPN nos repitió hasta al hartazgo en su campaña que él era la imagen del

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nuevo PRI, como si la represión brutal de Atenco, y 70 años de injusticia se borrarán con sus palabras. Fue en esos días cuando jóvenes de la Ibero lo orillaron a refugiarse en un baño de su es-cuela. La furia de oír a un asesino en su institución, pudo más que sus palabras insípidas. Irrumpieron en su conferencia gritando al unísono, “¡Atenco no se olvida!”.

2.) Al día siguiente, voceros del PRI calificaron el suceso en me-dios masivos como “un movimiento de 30 obradoristas que inten-taron hacer fracasar” al entonces candidato. Un día después 131 alumnos de dicha universidad publicaron un video en internet en el que desmentían (con credencial y número de cuenta en mano) ser acarreados o afiliados de algún partido político. Ese día el PRI conoció aun opositor incapaz de ser callado, encarcelado desapa-recido, sobornado, desacreditado, torturado etc.; con tanta facili-dad: el internet.En redes sociales prácticamente es imposible ser indiferente ante cualquier hecho que sucede en la realidad no virtual. El internet nos ha envuelto en un proceso donde todo se encuentra siendo resignificado a partir de los vínculos inmediatos con cualquiera en cualquier parte (quizá en un futuro) del universo. El lenguaje se encuentra siendo enriquecido por un tono más democrático. No podemos conocer aun todos los alcances que el internet está ejerciendo sobre nuestra manera de expresarnos, es claro que está introduciendo vocablos nuevos a nuestro lenguaje, pero, la au-toestima del habla también está siendo alterada por el consumo de un producto que se construye sin la mediación de una retorica inclinada hacia cierto partido o intereses. Quien pronuncié, “pues que le vas a hacer, siempre ha sido así”, necesita informarse. Perpetuar esas frases nos convierte en cóm-plices de una estructura donde nacemos con la corrupción como segunda lengua. En antítesis (por poner un ejemplo) el fenómeno de la viralidad funciona con los mismos engranes de la tradición oral, es decir, se comparte ampliamente el sentido denotativo de cierto signo. Ejemplo el ya multiviral: #YaMecanse. Esta revolución de la percepción, debiere ser el motor para re-

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vertir tanta porquería, no podemos hacer cola y esperar que nos toque un cachito de justicia, debemos y podemos exigirla, pen-sando que somos constructores de identidades globales que se identifican con logros afines producidos por este sistema democ-ratizador de la información, que como dijera Elías Hernández este es “un medio que no sólo es útil para acceder a lo inmediato, sino para conservar, impulsar y rescatar, en cualquier momento, la conciencia de que hay un pasado que está ligado estrechamente a nuestro presente.”

Kermés

«A las cinco de la tarde, ya tenía todo casi listo. En la puerta, una bulla de chiquillos campaneaba en la vereda donde las mamás los habían formado en una larga fila para mantenerlos en orden. Pero cuando abrió la puerta se metieron en tropel, por debajo de sus piernas, corriendo desesperados, al tiempo que un solo grito los paró en seco. Un momento, párense allí, que esto no es un potrero […] Las vocecitas iban en aumento, amenazando desbordar el orden conseguido […] El sonido de llaves los dejo quietos escuchando […] De seguro era Carlos el que llegaba […] y cuando la puerta se abrió, un angélico coral irrumpió con el cumpleaños feliz […] Los dos cayeron juntos en medio de la chuchoca pinganilla que alborotaba la fiesta de los pitufos, rojos de tanta risa, de tanta torta y golosinas que comieron hasta hartarse, jugando a la gallinita ciega, jugando a la ronda de San Miguel, el que se ríe se va al cuartel. Así, el cumpleaños a la cubana de Carlos fue una alegría parvularia. »

Pedro Lemebel, Tengo miedo torero, novela, 2001, Chile.

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VocesKarina Gisela Boiola

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I.

es una incógnitael desaparecidodice el dictadoruna incógnita

no existeno está

dice el dictadorque es el desaparecido

¿qué es el desaparecido?no tiene entidad

no estáni muerto

ni vivoes

en tanto talun desaparecidodice el dictador

dice el dictadortambién

esto es una guerray se paga con sangreporque las guerras

se pagan con sangrecon

sangre sin sangrede desaparecidos

ni muertos ni vivossangre de incógnitassangre que no está

la de los desaparecidos

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aquí,ahora,

un poco más lejosen la distancia y el tiempo

dicenhay cadáveres

pero no los que buscamoshay cadáveres

fosas, comunes, muchascon cadáveres

pero no los que buscamoshay fosas

hay cadáverespero no los que buscamos

(¿quiénes, entonces, dormíanaquel sueño ignoto

en las fosas,quiénes, los cadáveres

por qué, los cadáveres?)

otros dicenestán vivos, podrían estarlo

no sabemospero los buscaremos

con todo el compromiso del estado, los buscaremosallá lejos,

el dictador,también decíaalgo haremos

por los desaparecidospero no están

son una incógnitalos desaparecidos,son una incógnita

las fosas

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los cadávereslos desaparecidos.

II.

hemos sidolos más solidarios

los más sensibles al temahemos sido

los primeroslos más solidarios

con el dolorhemos sido

hemos emprendidouna investigación exhaustiva

para darcon la verdadde los hechos

hemos atendidopersonalmente

a los padres de familia

los hemos atendido

a ellos:

los embargaesta pena y este dolor

a ellos

personalmente

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los hemos atendido

pero

hemos advertidoal amparo y al escudo

de esta penahemos advertido

protestas violencia

voces

atentan

contra el proyecto de nación

protestas violencia

voces

generan

d e s e s t a b i l i z a c i ó nd e s o r d e n s o c i a l

atentan

contra el proyecto de nación

que hemos impulsadofirmes y decididos:

lo hemos impulsado

el proyecto de naciónel crecimiento

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el desarrollolo hemos impulsado

y

no nos vamos a detener

no.

no le vengo a pedir limosnano le vengo a pedir un favor

vengo a pedir

justicia

vengo a pedir

algo más eficaz

esperaba algo más eficaz

algo con más ganas

esperaba

de un presidente de Méxicoque nos representa

esperaba

como ciudadano mexicano que soy

justicia

ni limosna ni favor

justicia.

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lo que escuchamos de su bocame decepciona

ya lo hemos oídome decepciona

la reunióna los treinta y tres días

(treinta y tres días de un gran esfuerzo:el gobierno federalun gran esfuerzotreinta y tres días

ni uno soloque no haya habido

una acción de búsqueda:el gobierno de la nación,

un gran esfuerzo)

y no porque él quisiera.

ni limonsa ni favor:

vengo a pedir justicia

porque fueron personas del gobierno quecometieron el atropello

hacia nuestros hijosnuestros jovencitos

indefensos

no vengo a pedirni limosna ni favor:

justicia.

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«No vaya a ser que los perros guardianes.No vaya a ser que los perros de presao los perros policía.No vaya a ser que los canes cultivadoslos que cuelgan su rosal de ladridosen medio de los jardines.No vaya a ser que los advenedizoslos que sólo hasta ahora merodeana sus propias mandíbulas y dientes.No vaya a ser.No vaya a ser que aquélloscuando ustedes destruyan este mundose erijan en los nuevos mandarineschorreantes de colmillosy que ustedes se quedensufriendo nuevamentesu existencia de perros. »

Enrique González Rojo Arthur, Discurso de José Revueltas a los Perros en el Parque Hundido, poema, 1981, México.

Ley

Móndrigo«—Yo sé la causa— dijo otro—. Y si quiere se la entero. Nos hemos rebelado contra el gobierno y contra ustedes porque ya estamos aburridos de soportarlos. Al gobierno por rastrero y a ustedes porque no son más que unos móndrigos bandidos y mantecosos ladrones. Y del señor gobierno ya no digo nada porque le vamos a decir a balazos lo que le queremos decir.— ¿Cuánto necesitan para hacer su revolución?— preguntó Pedro Páramo—. Tal vez yo pueda ayudarlos.

Juan Rulfo, Pedro Páramo, novela, 1955, México.

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Ilustraciones/ Manual para el hijo muerto, de

Claudia HernándezNatalia Macías Mendoza

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Historias cortasRodrigo Espadas Aguilar

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Lo MerecemosY aquí nos encontramos, mis amigos y yo, perdidos en algún lugar que no conocemos, un lugar oscuro y frío; unos murieron de hambre, a otros los mataron para que no fueran una moles-tia, muchos tenemos miedo y otros más dudan que alguna vez salgamos de esta. La triste realidad es que todos lo merecemos; merecemos estar en algún lugar bajo una roca sin que se sepa qué fue de nosotros, merecemos morir como animales y que nos ar-rojen a la basura igual que a muchos otros. ¿Por qué? Por lo que todos hemos hecho: merezco esto porque una vez no entré a clase y preferí irme de pinta, el que está a mi izquierda merece esto porque una vez le pegó a un chavo con el que discutía, el que está a varios pasos de aquí lo merece porque una vez se quedó con una pluma prestada. Así es, somos malos y estamos bien servidos con lo que nos pasa, eso es lo que te sacas por maleante, es lo que te sacas por revoltoso, es lo que te sacas por ser un criminal vil y despiadado que no respeta las reglas, que no respeta las leyes, que se atreve a llevar a cabo las acciones más despreciables que la humanidad alguna vez haya podido concebir, y por esto, es que he llegado a reconocer que, sí, todos nosotros lo merecemos.Que vivan las autoridades que evitan que semejante escoria ande libre, que viva su determinación a hacer que la ley se cumpla a como dé lugar aún ante las críticas de la gente común, ¿qué saben las personas normales de justicia o leyes? ¿Qué sabe la masa y la chusma de lo que debe hacerse por el bien de todos? ¿Qué podrían entender sobre administrar una nación, sobre levantarse todos los días y saber que tienen que tomar decisiones difíciles? ¿Que toda cosa que haga es vista por un puñado de ignorantes que no en-tienden nada?Ojalá alguien pudiera saber todo lo que sucede, ojalá alguien pu-eda entender que los que nos hacen esto solo hacen su trabajo, que lo hacen para que el mundo en que vivimos sea un lugar mejor; que sin importar lo que pase, que mi carne se infecte, que mi cu-erpo se pudra en alguna ciénaga, que mis restos sean devorados

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por los zopilotes y los gusanos, que todo aquello que ni siquiera puedo imaginar, es algo que yo, y cualquiera que haya hecho algo similar a lo que he hecho, merece. Estas docenas de personas aquí conmigo y yo, lo merecemos.

El CerditoHubo una vez hace mucho tiempo un gran grupo de animales de todas las clases, perros, gatos, canarios, palomas y mucho más. Estos animales tenían un sistema muy simple para decidir quién mandaba: había una gran plataforma de madera que se elevaba muy por encima del suelo, y el animal que se asentara en la cima sería el jefe de todos. Su palabra seria ley. Muchos podrían decir que esta es una medida tonta, pero no lo es, pues los animales daban una oportunidad a los que normalmente no la tendrían, ¿de qué otra forma la liebre o el canario podrían tener una opor-tunidad? ¿De qué otra forma podrían al menos intentar ser gober-nantes sin ser comidos o aplastados por animales más grandes o más fuertes? Quien se sentó en la cima de la plataforma fue un cerdito; no era el primero, pues su familia había aprendido la técnica para siempre estar en la plataforma, y precisamente, se aprovecharon de esta para que el cerdito pudiera estar en ella y ser feliz. Durante uno de los primeros días, llegaron ante el cerdito unas ovejas que tenían hambre y sed, pero él no quiso compartir la comida y el agua que tenía a su disposición, y mandó a los perros guardianes a correr a las ovejas; ellas no eran agresivas, y solo pudieron escapar dejando atrás a algunas compañeras, que murieron por las mordidas des-piadadas de los perros. Un tiempo después, llegaron vacas maltratadas por los to-ros que no apreciaban su labor; una vez más, el cerdito mandó a los perros, y aunque las vacas eran más fuertes que las ovejas tam-poco pudieron ganar la batalla y se retiraron. Cuando contaron a los toros que el cerdito les había soltado a los perros, ellos las lastimaron como castigo por haber tratado de arruinarles la fiesta. Más adelante, pasó una tormenta. La plataforma logró re-

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sistir, pero una vez más hubo una baja en alimento y agua, y el cerdito se regodeó de tener todo para él y de no tener que preo-cuparse de pasar hambre. Una vez más, los animales acudieron a él para recibir ayuda, pero el cerdito, se las negó nuevamente, y en su alegría comenzó a saltar y a bailar en la plataforma. El peso del cerdito junto con el mal estado en que había quedado la plata-forma fueron demasiado, y esta se derrumbó con todo y el cerdito. Él sobrevivió, pero muy lastimado, y ordenó a los animales que lo ayudaran a levantarse; los animales ya no le debían ninguna obediencia por ley, porque había caído de la plataforma, y mucho menos por la moral, así que pronto lo rodearon. El cerdito trató de correr, pero sus patas, desacostumbradas a caminar y al esfuerzo, no pudieron levantar su propio peso, y ahí mismo, los animales se tomaron turnos para devorar al cerdito. La primera mordida fue de los perros que por tanto tiempo le habían servido.

Normalización

«Como cualquier buen ciudadano habría hecho, no esperé a que apareciera mensaje alguno en la radio o en la televisión, sino que hice imprimir uno en el periódico que decía:

Busco dueño de cadáver de muchacha jovenDe carnes rollizas, rodillas saltonas yCara de llamarse Lívida.Fue abandonada en mi cocina, muy cerca deLa refrigeradora, herida y casi vacía de sangre.Información al 271-0122.»

Claudia Hérnandez, “Hechos de un buen ciudadano (parte I)” en De Fronteras, cuento, 2007, El Salvador.

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RepresiónGraciela Canul Balam

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Morir diciendoMaría José Ceh Pérez

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Tuberculosis.

No somos violencia como país. Los crímenes recientes van en contra de lo que somos como mexi. Tos. Tos. Sangre. Tos. No, no es nada, no es nada. Tos. Los mexicanos decimos no a la violen-cia, y en particular yo como padre, enfatizo mi solidaridad con las familias de. Tos. Sangre. Sangre. Tos. Debo decir, con toda hon-estidad, que no hacerlo sería actuar de manera irresponsa. Tos. Sangre. Sangre. Sangre.

Manifestación.

Un cuerpo humanoide, diferente al tuyo y al mío. Su única voz sale de múltiples bocas. Tiene tantos brazos que no se pueden contar, los agita todos. Cada par de piernas camina con ritmo. Todos sus ojos miran, todos están pendientes; cada ceja alzada se apoya en los rostros que se desencajan. Un cuerpo diferente al tuyo y al mío, que es de todos.

Manifestación #2.

“¿Y si yo desapareciera, mamá?”, preguntó el niño al aire.

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Si muero lejos de tiKarla Ucan Aké

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México lindo y queridoNo quiero nada para mí:

sólo anhelo lo posible imposible:un mundo sin víctimas.

José Emilio Pacheco, Fin de Siglo

México lindo y querido: País de pobres, de muertes, de muertosSi muero lejos de ti. Que me mate la vida y no una bala; Que digan que estoy dormida. 14 horas no bastaron Y que me traigan aquí. Y que sepan qué pasó conmigoQue me entierren en la Sierra.Pero que me pongan nombreAl pie de los Magueyales. No en tus fosas, ni prisionesY que me cubra esta Tierra. Y no brasas infames Que es cuna de hombres cabales Secuestrados, reprimidos, incineradosMéxico lindo y querido, si muero lejos de ti.

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Ñiquiñaque«Augustito, sentado en la cabecera de la mesa, ni pestañeaba mirando la puerta de calle donde vería desfilar uno a uno a sus detestables compañeros. Y estaba feliz esperando que llegaran y se posaran como moscas en su apetitoso pastel. Augustito no cabía de gusto, imaginando sus bocas engullendo la torta, preguntando qué sabor tan raro, qué gusto tan raro, ¿son pasas?, ¿son nueces?, ¿son confites molidos? No, tontos, son mos-cas y cucarachas, les diría con una risa macabra. Todo tipo de insectos que los había despedazado, echándolos a escondidas a la bella tarta. Entonces vendría la estampida, las arcadas, escupos y vómitos que arruinarían el mantel. [...] A las ocho el timbre no había sonado ni una vez [...] y como no hay mal que por bien no venga, cantó su mamá, mi niño podrá comerse toda la torta que quiera [...] y Augustito, conteniendo la náusea, tragó y tragó sintiendo en su garganta el raspaje espinudo de las patas de arañas, moscas y cucarachas que aliñaban la tersura lúcuma del pastel.»

Pedro Lemebel, Tengo miedo torero, novela, 2001, Chile.

Opresión«Ahora güeón vamos a conversar de otra formayo y sólo yo hago las preguntasentendiste AAAAAAAAAAAAAYYYYYYnada de gruposmira que te tenemos cachaosabimos hasta lo que comiste ayery cuantas veces cagai al díaasí que querimos cuestiones claras AAAAAAAAAAAAAYYYYYYcómo dijisteeste güeón se está haciendo el pajaritono quiere cooperarsúbele al voltajeahora vai a ver AAAAAAAAAAAAAYYYYYYcuélgalo mejormejor cuelga este pelota AAAAAAAAAAAAAYYYYYYahora cuando querai decir algotení que levantar el deo chicoentendiste AAAAAAAAAAAAAYYYYYYmira cómo levanta too los deos el maricón.»

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«Ahora güeón vamos a conversar de otra formayo y sólo yo hago las preguntasentendiste AAAAAAAAAAAAAYYYYYYnada de gruposmira que te tenemos cachaosabimos hasta lo que comiste ayery cuantas veces cagai al díaasí que querimos cuestiones claras AAAAAAAAAAAAAYYYYYYcómo dijisteeste güeón se está haciendo el pajaritono quiere cooperarsúbele al voltajeahora vai a ver AAAAAAAAAAAAAYYYYYYcuélgalo mejormejor cuelga este pelota AAAAAAAAAAAAAYYYYYYahora cuando querai decir algotení que levantar el deo chicoentendiste AAAAAAAAAAAAAYYYYYYmira cómo levanta too los deos el maricón.»

Cristian Cottet, XXII, poema, 1955, Chile.

Permanencia

«Se ha metido en camisa de once varaseste deseo profundo de permanecer.

Se ha mezclado milagrosamenteen este vaso provisoriola gota de aceite fresco y el chorro de aguadetenido.

Se ha oído el redoble del tambory el sonido de las botas vencedoras

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arrasando con camas y petacas.

Se ha mirado palmo a palmoel territorio conquistado.

Se ha saboreado la victoria regaladasobre el cuerpo tendido delenemigo amado.

Se ha metido en camisa de once varaseste deseo profundo de permanecery atrapado en lino blanco sin salida,vivo,se resigna a esperar laeternidad.»

María Inés Zaldívar, El invasor, poema, 1996, Chile.

qeer«—Valentín... ¿puedo yo tocarte a vos?—Sí... -Quiero tocarte... ese lunar... un poco gordito, que tenés arriba de esta ceja.—...—¿Y así puedo tocarte?—...—¿Y así?—...—¿No te da asco que te acaricie?—No...—Sos muy bueno...—No, sos vos el bueno.—Valentín... si querés, podés hacerme lo que quieras... porque yo sí quiero.—...—Si no te doy asco.—No digas esas cosas. Callado es mejor.—Me corro un poco contra la pared.—...—No se ve nada, nada... en esta oscuridad.—...—Despacio...—...—No, así me duele mucho.—...

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—Esperá, no, así es mejor, dejame que levante las piernas.—...—Despacito, por favor, Valentín.—...—Así...—...—Gracias... gracias...—Gracias a vos también...—Ahora sí, ya estoy empezando a gozar, Valentín... Ya no me duele.»

Manuel Puig, El beso de la mujer araña, novela, 1976, Argentina.

Revolución

«En el año de la revolución, 1979, había que actuar. Así que abandoné mi destino de profeta durante un tiempo. —Hoy me llamo Ché Guevara.—Yo soy Fidel.—Y yo quiero ser Trostky.Nos manifestábamos en el jardín de casa.—¡Abajo el rey! ¡Abajo el rey![...]—La revolución es como una bicicleta; cuando las ruedas dejan de moverse se cae.—¡Bien dicho!Así se hizo la revolución en mi país. “La revolución despertó al pueblo después de un largo sueño de 2,500 años. 2,500 años de tiranía y sumisión”, como decía mi padre. Primero nuestros propios emperadores. Después de la invasión árabe del oeste. Seguida de la invasión mongol del este. Y, por último, el imperialismo moderno.Para despertarme, me compraron libros. Lo sabía todo sobre los niños palestinos...sobre Fidel Castro...sobre los pequeños vietnamitas asesinados por los americanos...sobre los revolucionarios de mi país...Pero mi libro preferido era un cómic titulado: “El material-ismo dialéctico”. En mi libro aparecían Marx y Descartes [...]»

Marjane Satrapi, Persépolis, novela gráfica, 2000-2003, Francia.

sentencia

«El camino de las hormigas formaba una delgada y confusa crestería de diminuto ver-dor. Era imposible engañar a nadie: el miligramo desentonaba violentamente en aquella perfecta uniformidad.

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Ya en el hormiguero, las cosas empezaron a agravarse. […] Hasta que la inspectora en jefe, sentada con gravedad ante una mesa imponente, se atrevió a unirlas diciendo con sorna a la hormiga confundida: “Probablemente nos ha traído usted un prodigioso mili-gramo. La felicito de todo corazón, pero mi deber es dar parte a la policía.”Los funcionarios del orden público son las personas menos aptas para resolver cuestio-nes de prodigios y de miligramos. Ante aquel caso imprevisto por el código penal, pro-cedieron con apego a las ordenanzas comunes y corrientes, confiscando el miligramo con hormiga y todo. Como los antecedentes de la acusada eran pésimos, se juzgó que un proceso era de trámite legal. Y las autoridades competentes se hicieron cargo del asunto.

La lentitud habitual de los procedimientos judiciales iba en desacuerdo con la ansiedad de la hormiga, cuya extraña conducta la indispuso hasta con sus propios abogados. […] Propagó el rumor de que se cometían en su caso gravísimas injusticias, y anunció que muy pronto sus enemigos tendrían que reconocer forzosamente la importancia del hallazgo. Tales despropósitos atrajeron sobre ella todas las sanciones existentes. En el colmo del orgullo, dijo que lamentaba formar parte de un hormiguero tan imbécil. Al oír semejantes palabras, el fiscal pidió con voz estentórea una sentencia de muerte.»

Juan José Arreola, “Prodigioso miligramo” en Confabulario, cuento, 1952, México.

trabajo

«Centro de inteligencia y prisión preventivaen vías de expansión a todo el territorionecesita contratar personal de apoyoen jornadas nocturnas, diurnas o vespertinas.

Se exige dinamismo, reserva, sangre fría,olfato, patriotismo, buen oído y buen ojo.Deseable posesión de vehículo propio,estudios de karate y buena puntería.

Se ofrece buen sueldo, comisiones y viáticos.Labor no rutinaria –con viajes de confianzadentro y fuera del país–. Carrera funcionaria.

Postular solamente los más interesados.Enviar nombre completo, sin datos ni currículo:de eso ya tenemos un registro exhaustivo.»

Eduardo Llanos, Aviso clasificado, poema, 1956, Chile.

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Utopía«Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos, a pesar de los golpesque asestó en nuestras vidasel ingenio del odiodesterrando al olvidoa nuestros seres queridos.

Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamosque nos digan adóndehan escondido las floresque aromaron las callespersiguiendo un destino. ¿Dónde, dónde se han ido?

Todavía cantamos, todavía pedimos,todavía soñamos, todavía esperamosque nos den la esperanzade saber que es posibleque el jardín se iluminecon las risas y el cantode los que amamos tanto.

Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamospor un día distinto,sin apremios ni ayunossin temor y sin llantoy porque vuelvan al nidonuestros seres queridos.»

Víctor Heredia, Todavía cantamos, canción, 2000, Argentina.

Violencia

Me fotografían en un galpóncomo a un objeto,una, dos, tres veces,de perfil, de frente,confeccionan mi ficha con esmero:

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“soltero, estudiante, 17 años,peligroso para la Seguridad del Estado”.Miran de reojo:Quieren mis huellas dactilares.Un sudor heladoInunda mis mejillas.No he comido.Creo que hay una tormenta.Me engrillan nuevamente.Tengo náuseas.Empiezo a ver que todo giraA mil kilómetros por hora.Se estrellan sus puñosen mis oídos.Caigo.Grito de dolor.Voy a chocar con una montaña.Pero no es una montaña.Sino barro y puntapiés,y un ruido intermitenteque se mete en mi cerebrohasta la inconciencia. Aristóteles España, Apuntes, poema, 1955, Chile.

Whisky«Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lenta-mente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.El coronel sabe dónde está.Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronc-es, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.Él bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con despre-cio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente»

Rodolfo Walsh, Esa mujer, cuento, 1966, Argentina

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xenofobia

«Sellaron las alcantarillas para que no pudieran salir, para que no siguieran desapareci-endo mascotas, para que dejaran de ser un problema, para que se asfixiaran. Después de una semana, los lamentos cesaron y se esparció por el barrio el olor de seres escamados sin vida. Entonces, para contrarrestar la fetidez, abrieron nuevamente las bocas de las calles y cubrieron con cal los cuerpos. Semanas después se les ocurrió pensar que habría sido más fácil convencerlos de que regresaran a su lugar de origen o atraparlos con una red y luego arrojarlos en el pantano, de donde probablemente habían llegado. Pero ya era tarde: sus huesos estaban ya volviéndose polvo. Alguien dijo que lo tomarían en cuenta para una próxima ocasión.»

Claudia Hernández, Fauna de alcantarilla, cuento, 2007, El Salvador.

Yeguas

«En este país salchicha donde todo se transa a espaldas de la mirada peatonal, en este invierno venenoso; la vieja sorda, el cojo jubilado, el trafic de FEAVISTA, el paco preso, el peso para el cigarro, la Alameda ALAMEDA… caminando solas, yeguas chilean, maricovento del Pancho-Pedro, colizas del arte buscando una patria, un rincón de ma-chos para brindar por Sodoma, la gran puta, SODOMA-MÍA, la perseguida… SAN CAMILA-MONAMOUR, maricones forever, el derecho por el chico, el culo estandarte, el culo panfleto, los fletos y el “pan, trabajao, justicia y libertad”. Ahora que todo cambia, nosotros, las muñecas trágicas nos hacemos PATAS-MALAS, le jugamos al tiempo, da-mos la cara y decimos “HOMOSEXUALES UN PROYECTO” [...] ¡En el partido no hay maricones!, nos gritaron casi con miedo, dos homosexuales contra un estadio, quería-mos ganar un manifiesto a los TRIBUNOS MAIRA Y VOLODIA, la guardia pretoriana casi nos hace puré de yeguas, el lienzo que no pudimos abrir decía “HOMOSEXUALES POR EL CAMBIO” como YEGUAS TROYKAS y no tenía ninguna falta ORTOgráfica, pero no entendieron… ¿cachay?»

Pedro Lemebel y Francisco Casas, Que no muera el sexo bajo el puente, artículo en revista Trauko, 1989, Chile.

zarrapastrosa

Ser bella es un deber social.El ajetreo de la vida moderna pone a menudo en el rostro de la dama de sociedad la

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tristeza de una flor marchita… Material y espiritualmente, la fatiga de las fiestas deja sus huellas bien marcadas. A veces tiene una preocupación más: enfrentar al problema de rehacer su rostro, de renovar su juvenil frescura a deshoras… Por eso, quien conoce sus deberes sociales, tiene en casa un rincón íntimo bien surtido de las exquisitas cremas y de las estimulantes lociones Du Barry, que transforman rápidamente la apari-encia del rostro, haciéndolo ver terso, fresco y lozano. Haga usted lo mismo y cumpla con el deber social de ser bella.

La Crema Mascarilla Rosa, Du Barry, trae a usted la sensación de un moderno trata-miento de belleza en su propio tocador… primero, un agradable cosquilleo; después, una exquisita frescura que hace sentir los tejidos tersos y firmes, el cutis suave y flex-ible. ($12.50).

EL PUERTO DE LIVERPOOL NIETO • EL PALACIO DE HIERRO • EL CENTRO MERCANTIL • SANBORN’S

Anónimo, Publicidad de crema facial marca Du Barry, anuncio publicitario, c.1940, México.

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Equipo Editorial

Graciela Canul BalamDaniel Can CaballeroMaría José Ceh PérezSusana Barradas RosadoEduardo Torres

Corrección de estilo

Diagramación y diseño

Natalia Macías Mendoza

Diciembre, 2014

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