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r dhes e Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales ISSN 1889-8068 Año VII No. 13 Enero-Junio 2015 Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí Departamento de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma de Aguascalientes Educación para las Ciencias en Chiapas (ECICH)

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r dheseRevista de Derechos Humanos y Estudios Sociales

Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales

ISSN 1889-8068

Año VII No. 13 Enero-Junio 2015

Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis PotosíDepartamento de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla

Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma de AguascalientesEducación para las Ciencias en Chiapas (ECICH)

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LA MODERNIDAD Y LA MERCANTILIZACIÓN DE LA NATURALEZA. BUSCANDO NUEVOS CAMINOS FRENTE A LA CRISIS SOCIOAMBIENTAL1

Danielle de Ouro Mamed2

Resumen: La modernidad como periodo histórico y como racionalidad surgió como base para un nuevo modo de producción naciente: el capita-lismo. La sociedad moderna se configuró de manera antagónica a su ante-rior sociedad medieval para imponer su ideologia como hegemónica, ha-ciendo consolidar los valores económicos e individuales como norte para la vida en general. Muchas consecuencias son observadas por cuenta de esta transición civilizacional moderna, muy especialmente en lo que atañe a las sociedades y su relación con la naturaleza. En este trabajo se busca además de compreender cuales elementos fueron necesários para forma-ción de la crisis socioambiental, presentar, aunque sencillamente, el pro-ceso de mercantilización de dicha naturaleza, que ha sido principal fuente de la degradación sin precedentes que se observa. Frente a tal horizonte, proponemos pensar la cuestión socioambiental como punto de partida para modificar los valores que la racionalidad moderna ha introducido en las sociedades y que fueron responsables por la degradación de la vida.

Palabras clave: Modernidad, mercantilização, natureza, capitalismo, cri-se socioambiental.

Abstract: Modernity as an historical period and as rationality emerged as a base for a new mode of production: capitalism. Modern society was configured in an antagonistic fashion regarding its predecessor, the medi-eval society, to impose its ideology as hegemonic, in so doing its econom-ic and individualistic values were consolidating as guiding values of every-day life. Many consequences are to be observed which were caused by the

1 Artículo recibido: 13 de enero de 2015; aceptado: 14 de abril de 2015.2 Doctoranda en Derecho Económico y Socioambiental en la Pontifícia Universidade Ca-tólica do Paraná. Master en Derecho Ambiental por la Universidade do Estado do Amazonas. Becada por CAPES en el “Programa de Doutorado Sanduíche no Exterior (PDSE)” para rea-lización de estáncia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (México) bajo orientación del profesor Jesus Antonio de la Torre Rangel en el periodo de Abril a Septiembre de 2014. Correo-e: [email protected].

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modern transition, especially regarding the relationship between society and nature. In this work we try to understand what elements were neces-sary for the emergence of the socio-enviromental crisis, and to present the process of commoditization of nature as a source of the current un-precedented degradation of the environment. We propose to think about the socio-enviromental issue as a point of departure to modify the values modern rationality has introduced in the societies that were responsible for the degradation of life.

Keywords: Modernity, commodification, nature, capitalism, social and environmental crise.

1. Introducción

La crisis del medio ambiente, tan discutida en la sociedad actual, a cada día se muestra de mayor gravedad. Para explicarla, surgen diversas teorías que señalan como se llegó hasta el grado actual de contaminación de la atmósfera, de las aguas, del suelo y, como consecuencia, la debilidad general de la vida en todas sus formas.

La principal causa que se ha atribuido a esta situación consiste en el actual modo de producir y de consumir que sostiene las diversas sociedades. Este modo de produ-cir y de consumir, a su vez, son los principales reflejos de los valores defendidos por los seres humanos, fundamentados esencialmente en las premisas de la modernidad. A partir del momento en que esta fase de la organización social se consolidó como hege-mónica, se observan diversos cambios esenciales en la forma por la cual las sociedades se relacionan con su medio ambiente. Son esos cambios quienes determinarán la situa-ción actual de la creciente mercantilización de la naturaleza.

Para entender cómo se ha desarrollado este proceso, será necesario pensar cómo la consolidación de la modernidad como modelo de sociedad ha contribuido para una relación de dominación, que va desde los seres humanos hasta la naturaleza, la que pasó a significar sólo “recursos naturales”, destinados al uso indiscriminado, para atender a las necesidades básicas de los seres humanos y también a sus necesidades creadas. Par-tiendo de las características básicas de la modernidad, será necesario analizar el pro-blema de la producción y del consumo sostenidos por esta sociedad, y entender cómo estos estándares fueron fundamentales para que la naturaleza se haya modificado lo suficiente hasta llegar a la situación en que se encuentra ahora.

Frente a tan grave crisis, lo que toca a los investigadores interesados en el tema, es buscar los orígenes del problema en la sociedad moderna para, a partir de ellos, em-pezar a articular soluciones posibles, que realmente contribuyan positivamente en la

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tarea de solucionar, o minimizar, el alto grado de degradación ambiental y de conflictos sociales de que se tiene conocimiento en este momento.

2. La sociedad moderna capitalista y sus características

La época moderna, o la modernidad, es definida por Villoro como “época de la historia de Occidente que sucede la Edad Media, como forma de vida y pensamiento propios de esa época”3. Para el autor, las ideas modernas expresan una manera de pensar las re-laciones del ser humano con el mundo, con preferencias axiológicas predefinidas y un estilo general de razonar, implícitos en varias doctrinas. Para él, no se trata de un simple sistema de pensamiento, sino de una mentalidad4.

Para Karl Polanyi, la modernidad significó, además de un cambio de valores, la consolidación en definitivo del modo capitalista de producción, proceso que empezó con la venta del ser humano (llamado entonces de mano de obra) y de la naturaleza (con el nombre de tierra): en este momento, para el autor, empieza el proceso de mer-cantilización de la vida como marco de la modernidad5. Este cambio, sin embargo, pasa necesariamente por lo que Bolívar Echeverría reconoce como el grande fundamento de la modernidad, que es la consolidación de un cambio tecnológico que viene transfor-mar las múltiples civilizaciones materiales que existían hasta entonces6.

Los rasgos de la modernidad entonces se van concretando, basados en la cre-ciente actividad creativa del ser humano y en la superación de las reglas de la naturaleza, dominándolas por medio de los logros tecnológicos. Villoro, basado en esto, lista algu-nas de las características que componen la racionalidad moderna:

a) El ser humano asume una postura de libertad y de determinador de las posi-bilidades según su propia elección. De este rasgo humanista, por lo tanto, se genera la característica del individualismo;

b) El ser humano tiende a crear una segunda naturaleza. La sociedad se obser-va a sí misma como libre creación humana, producto del contrato voluntario con el Estado. Por ello, el mundo se convierte en objeto para la sociedad mo-derna. Se valora, en este momento, el ojo y la mano en el arte, que se traducen en la observancia del mundo por medio del intelecto, y la transformación de esta observación en trabajo humano, través de la mano.7

3 Villoro, Luis, El pensamiento moderno: filosofía del renacimiento, México, Fundo de Cultura Eco-nómica, 2010, p. 10.4 Ibídem., pp. 10-11.5 Polanyi, Karl, A grande transformação, Rio de Janeiro, Elsevier, 2000, p. 162.6 Echeverría, Bolívar, La modernidad de lo barroco, México, Era, 2000, p. 144.7 Villoro, Luis, op. cit., p. 116-119.

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c) Valorase el arte y la técnica para transformar a la naturaleza. Esta valorización va en dirección a la emancipación, pero también al dominio;

d) El ser humano reclama para sí el origen de todas las cosas, incluso de la crea-ción de Dios: “el sentido de las cosas, incluso el del hombre mismo, proviene del hombre”,8

Sin embargo, es posible resumir estas características a los temas del individua-lismo y la búsqueda por hacer de la naturaleza un conjunto de elementos destinados únicamente a la satisfacción de los deseos humanos al través del incremento de la tec-nología, sin importar los costos sociales (generación de pobreza, desigualdad, violación de todos los derechos de las personas) y, menos aún, los costos ambientales.

Aunque el cambio de mentalidad haya sido el principal hecho que llevó a la con-solidación de la modernidad, es necesario mencionar que para que esto fuera posible, el proyecto moderno también contó con la importante contribución del Derecho, a quienes tocó cristalizar en elementos normativos las bases políticas necesarias al man-tenimiento de la nueva racionalidad.

Para garantizar todas estas “conquistas”, la modernidad contó con el papel fun-damental de la figura jurídica de la propiedad privada, que justificaría toda la acumu-lación de capital generada por la mercantilización del trabajo y de la naturaleza y, por lo tanto, consolidaría el individualismo como eje de la sociedad. Esta idea la defiende Carlos Marés, para quien la propiedad fue la base esencial para la consolidación de los Estados y del derecho moderno occidental, una vez que optó por detallar derechos pri-vados e ignorar los derechos colectivos y todo lo que no esté de acuerdo a la propiedad privada9. De esta manera, los ejes de la modernidad tienden a causar una infinidad de injusticias en contra de las sociedades que no se basan en estos principios, como por ejemplo, pueblos indígenas y comunidades tradicionales. El modelo jurídico-económi-co propuesto (e impuesto) por la modernidad no es aplicable a la totalidad de socieda-des tan diversas. No es posible exportar este modelo a todas las sociedades del mundo, pero aún así, se intenta.

Estas características van quedando aún más fuertes con el desarrollo del capita-lismo como sistema económico característico de la modernidad, especialmente con la crisis del Estado y la asunción de formas políticas liberales. Este sistema ideológico está basado en el dogma de la autorregulación de la economía de mercado, pero en verdad, a cada día, este sistema demuestra su incapacidad para autodirigirse y para controlar las negatividades que provoca10. En términos de medio ambiente esto se refleja en el hecho

8 Ibídem., pp. 116-122.9 Marés, Carlos Frederico, “Os direitos invisíveis”, en Oliveira, Francisco y Paoli, Maria Célia. Os sentidos da democracia: políticas do dissenso e hegemonia global, Brasília, Vozes, NEDIC, 1999, p. 310.10 Forrester, Viviane, Una extraña dictadura, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.

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de que en los últimos 30 años los problemas ambientales y sociales se han multiplicado y llegado a rebasar cálculos irrazonables como consecuencia de la acción de gobiernos neoliberales11. Es decir, cuando los gobiernos no intervienen en la actividad económi-ca, la explotación de los recursos naturales por los mercados sigue únicamente las reglas de la búsqueda de ganancias económicas, no importando los costos socioambientales que generan. Tratase de la necesidad urgente de que el Estado establezca una interven-ción eficaz para garantizar que los intereses no económicos sean considerados en el proceso de transformación de la naturaleza para las necesidades humanas.

Por lo tanto, la asunción de ideales neoliberales trae aún más problemas en lo que se refiere a la distribución de los recursos naturales en el mundo, como consecuen-cia del proceso cada vez más presente de la mercantilización de todo. Los supuestos neoliberales indican que el Estado se ocupe cada vez menos de la economía, dejándola a cargo del mercado, es decir, del sistema capitalista de satisfacción y creación de las necesidades, fomentando un modelo de acceso a los recursos basado en la acumulación del capital y explotación del ser humano y de la naturaleza:

el neoliberalismo también es la mercantilización generalizada de las palabras y las cosas, de los cuerpos y las mentes, de la naturaleza y la cultura. De allí que se hayan agravado las desigualdades. A escala planetaria, éstas se amplían en proporciones sin precedentes,12

De esta manera, hay que reflexionar el tema de la modernidad partiendo del su-puesto de que este período de la historia significó el cambio de paradigmas, valorándo-se el ser humano como el centro de la existencia. En este hecho, por lo que se ha obser-vado, reside la re�significación del valor de las cosas, incluso el valor del propio ser hu-mano y de la naturaleza, cuya existencia pasa a basarse en la progresiva dominación de la naturaleza través de los logros tecnológicos a servicios del bienestar humano. Ade-más, no se puede olvidar de que para que todo esto fuera posible, la voz de comando del Derecho, al crear a la propiedad privada, consolida la mentalidad individual del ser humano, perdiendo, en gran medida, su sentido colectivo. Actualmente, este proceso se ha agudizado aún más con la consolidación de políticas capitalistas extremas, como las neoliberales, agravadas por el hecho del constante intento de sacar del escenario económico al Estado. Todos estos cambios, a su vez, generan las consecuencias que se han observado actualmente en términos de desigualdades sociales y de la degradación del medio ambiente.

11 O’Connor, James, Causas naturales: ensayos de marxismo ecológico, México, Siglo XXI, 2001, p. 10.12 Ramonet, Ignacio, La catástrofe perfecta: crisis del siglo y refundación del porvenir, Paris, Diario Público/Icaria/Galilée, 2010, p. 47.

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3. Buscando el origen de la actual crisis del medio ambiente

En lo que se refiere a la naturaleza, la modernidad significó una transformación traumá-tica: como se ha observado, con el final de Edad Media, el ser humano tiende a buscar de forma incesante a la dominación del conocimiento sobre sí mismo y sobre la natura-leza. En la mentalidad de la nueva humanidad moderna, sería necesario el completo do-minio de la naturaleza para liberarse de su impotencia frente a ella. Por lo tanto, “bas-taría conocer esos principios para anticipar los estados futuros. Si el acto está implícito en potencia, conocer las fuerzas permite prever; prever hace posible dominar”13.

Por lo tanto, la grande cuestión de la modernidad ante la naturaleza reside en la búsqueda de las maneras de someterla a los intereses humanos. Esta búsqueda, sin embargo, no pudo restringirse a las sociedades que la pensaron. Fue necesario expan-dir territorialmente esta racionalidad. Este proceso de conocimiento y explotación de la naturaleza en la modernidad tiene un importante marco en el momento del “descu-brimiento” de América, lo que representó la posibilidad de expandir la explotación de los recursos para la acumulación de capital iniciada con el capitalismo. Es entonces en 1492 que se inicia el encuentro de dos culturas y, consecuentemente, los intercambios de fauna y flora entre Europa y las recién descubiertas Américas14.

Para Karl Polanyi, este hecho constituyó un aspecto fundamental para la mo-dernidad que, luego de comercializar la tierra y aumentar la producción y consumo de alimentos, encontró en la expansión marítima y en la colonización de otros pueblos, la oportunidad para vender sus excedentes, integrando, de esta manera, todas las “sobras” al mercado creciente15. El intercambio de mercancías, en este momento, va a crear a lo que conoce como “pacto colonial”, en el cual la colonia vende materia prima a los paí-ses “centrales” y, a la vez, compra sus productos industrializados.

A partir de esta búsqueda del ser humano por la mercantilización de todo y de los resultados que ha ocasionado, Ulrick Beck señala algunos otros problemas de la mo-dernidad, caracterizándola como el período en que se diseña “la sociedad del riesgo”. Para Beck, la modernidad se puede dividir en dos momentos: en el primero, la llamada “primera modernidad”, se consolidan los Estados Nacionales y la noción de progreso, certeza, control y apropiación de la naturaleza. Enseguida, en la “segunda moderni-dad”, todas esas características empiezan a revelar la otra cara de este proceso: la bús-queda por el control y dominación se vuelve en colapso y descontrol, pues ya no se

13 Villoro, Luis, op. cit., p. 89.14 Aridjis, Homero, “La destrucción de las Indias y sus recursos renovables”, en Vélez, Alejan-dro Sanchéz, La destrucción de las indias y sus recursos renovables 1492-1992, Chapingo, Universidad Autónoma de Chapingo, 1999, p. 22.15 Polanyi, Karl, Polanyi, Karl, A grande transformação, Rio de Janeiro, Elsevier, 2000, p. 215.

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conocen los efectos reales que los mecanismos industriales han causado a la sociedad, generando el contrario de lo que buscaba la racionalidad y control de la naturaleza. Los efectos de esto son la intensa inseguridad, la contra-productividad y la incertidumbre sobre la calidad de vida del ser humano.16

Para Iván Illich, esto quiere decir que se compromete el equilibrio multidimen-sional de la vida, ya que la labor de una herramienta social moderna sobrepasa un um-bral óptimo, esta herramienta se vuelve contra su finalidad17. Esto queda claro cuando el autor comenta el tema de la utilización de energía para los transportes: cuando los niveles de energía empleada con este fin llega a estratos muy superiores, el transporte pasa a exigir cada vez más tiempo, llegando a actuar contra la necesidad de las personas de moverse.

Sin embargo, a pesar de todo esto, la sociedad sigue asumiendo los riesgos de sus actividades sin conocer exactamente las consecuencias o, conociéndolas, asumen las negatividades del proceso para mantener el status del “desarrollo”. A esta asunción de riesgos indiscriminada, Beck llama “irresponsabilidad generalizada”18. Es decir, ade-más de tener resultados contraproducentes a sus demandas, se observa la asunción de consecuencias negativas que ya afectan la calidad de vida de las personas y el equilibrio del medio ambiente en general.

Esta conducta de destrucción de los recursos naturales, a su vez, es lo que genera la situación actual de crisis socioambiental, que puede ser comprendida por la degra-dación de los ecosistemas y de las sociedades que dependen de ellos, destacándose la generación de escasez de los recursos naturales necesarios a las necesidades humanas y el hecho de comprometer los flujos naturales. Este escenario negativo tiene como causa determinante, principalmente, la modificación sustancial de los patrones de producción y de consumo de la sociedad que, desde la revolución industrial, han manejado el con-sumo a gran escala y, con ello, se ha observado una mayor acumulación de desechos que no son absorbidos por la naturaleza y van a contribuir con los cuadros de contami-nación que se observan. Por lo tanto, teniéndose en cuenta estos dos puntos principales es necesario pensar la manera de combatir el modelo vigente que rige estos aspectos.

4. El problema de la producción y del consumo

En la búsqueda de las causas que llevaron a nuestro status actual, es común que se en-cuentren las expresiones “modo de producción”, “estándares de consumo” o “explota-ción de la naturaleza”. Pero lo que hay que buscar, además de esto, es la explicación so-

16 Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo global, Madrid, Siglo XXI, 2002, p. 2.17 Illich, Iván, Obras reunidas I, México, Fondo de Cultura Económico, 2006, p. 372.18 Ibídem., p. 9.

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bre la racionalidad que rige estos hechos y cuestionar cuales son los puntos principales que llevan a que la producción y el consumo sean problemáticos para las sociedades.

El modo de producción, como bien se sabe, ha sido sustancialmente alterado desde la Revolución Industrial, especialmente en lo que se refiere al incremento de ex-posición del aire atmosférico a los desechos del proceso productivo. Sobre este hecho, Anthony Giddens aclara que durante los últimos ciento cincuenta años los gases de efecto invernadero aumentaron progresivamente a causa de la expansión de la produc-ción de las industrias: “(…) sabemos que la temperatura del mundo ha fluctuado en el pasado (…). No obstante, las pruebas muestran que en los últimos 650.000 años este CO² del aire nunca había sido tan elevado como lo es en la actualidad”19. Como resulta-do de este proceso, lo que se observa es que los patrones insostenibles de producción y consumo se manifiestan como problemas ambientales en escala global, regional y local, como suele pasar con las afectaciones a la capa de ozono, las lluvias ácidas, la contami-nación hídrica y de los suelos, pérdida de diversidad biológica, además de los conflictos sociales que todo esto genera.

Sin embargo, además del hecho de que la forma de producir se haya alterado sustancialmente, aumentando la producción de manera exorbitante, este modelo de larga escala tiende a trasladarse al mayor número de países posible, para expandir los dominios del capital en el mundo y generar más acumulación de capital. Para Lowÿ, es en este punto que el capitalismo defiende y trabaja por una industria universal basada en la exploración de la naturaleza y del trabajo humano para la consolidación de la so-ciedad burguesa. �sta sería para él, la gran acción civilizatoria que pretende el capital20. Además, para que esto sea posible, es necesario destruir completamente los sistemas de producción locales, que no atienden a los requisitos del mercado capitalista para gene-ración de grandes bultos de ganancias.

De esta forma, para garantizar su forma de producción en larga escala, “las gran-des firmas han saqueado (y saquean aún) el medio ambiente, obteniendo ganancias de las riquezas de la naturaleza, bienes comunes de la humanidad. Lo han hecho sin escrú-pulos y sin freno”21. De esta manera, la forma de producir encuentra graves problemas, desde la rápida modificación de la manufactura a la maquinofactura y la grande explora-ción del medio ambiente necesaria a su mantenimiento. Esto, sin contar las violaciones a los derechos de los pueblos que se hacen para tener acceso a los recursos naturales.

Este proceso se torna aún más destructivo porque también depende de las sub-jetivas necesidades del ser humano y de la constante creación de necesidades para in-crementar la oferta de productos y servicios, lo que se relaciona directamente con el

19 Giddens, Anthony, La política del cambio climático, Madrid, Alianza Editorial, 2010.20 L�wy, Michael, L�wy, Michael, Ecologia e Socialismo, São Paulo, Cortez, 2005, p. 25.21 Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 47.

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consumo. En términos técnicos, el consumo es el acto de uso de los recursos naturales, bienes y servicios por parte de los individuos o de instituciones, representando también la cantidad de recursos que se extraen del medio ambiente para utilización económica22. El consumo se hace necesario para la satisfacción de las condiciones materiales para el bienestar, salud y calidad de vida de las personas. Sin embargo, en la sociedad capita-lista, la satisfacción de las necesidades básicas ha pasado a un segundo plano. Cuando se observa una creciente creación de nuevas necesidades para incrementar la demanda por productos y servicios para ingreso económico, se puede decir que se está pasando al nivel del consumismo.23

Además del consumismo de recursos naturales, este proceso, también genera, según Iván Illich, una visión limitada de la vida en sociedad. También las personas se tornan consumidores de las instituciones, de quien nos hemos hecho prisioneros, una vez que dichas instituciones también actúan en la creación de necesidades materiales para las personas:

Las fábricas, los medios de comunicación, los hospitales, los gobiernos y las escuelas producen bienes y servicios especialmente concebidos, enlatados de manera tal que contengan nuestra visión del mundo (…). En escasos 100 años, la sociedad industrial ha modelado soluciones patentadas para satisfacer las necesidades básicas del hom-bre, y nos ha hecho creer que las necesidades humanas fueron configuradas por el Creador como demandas para los productos que nosotros mismos inventamos.24

De acuerdo a su visión, las estructuras institucionales todas llevan a la creación de la cultura actual que rige la determinación de las necesidades humanas de acuerdo a los intereses del mercado, no de acuerdo a las reales necesidades de los seres humanos.

El problema es que estos estándares de necesidad no son posibles de trasladarse a todas las sociedades que compiten por los recursos básicos a la manutención de di-chas condiciones. Además, hay que considerar que aunque la explotación de los recur-sos naturales no conozca fronteras, el consumo es concentrado de forma desigual en los países desarrollados:

Mientras que los treinta países más desarrollados representan 20% de la población mundial, producen y consumen el 85% de los productos químicos sintéticos, el 80% de la energía fósil, el 40% del agua dulce. Y sus emisiones de gases de efecto inver-

22 Terry, Carmen Cristina y Orúe, Sonia, “Consumo y producción sostenibles. Perspectivas”, en Rubio, Teresa María, Producción y consumo sostenibles: imperativo de una estrategia de desarrollo econó-mico, La Habana, Editorial Científico�Técnica, 2013, p. 157.23 Ídem.24 Illich, Iván, Illich, Iván, Obras reunidas I, op. cit.

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nadero por habitante, comparadas con las de los países del Sur, son diez veces más elevadas.25

Con tantas desigualdades de acuerdo a los datos presentados, la conclusión po-sible es de que apenas una pequeña parte de la población se beneficia de los recursos naturales transformados. La explotación de los recursos es generalizada, pero el acceso a los bienes producidos queda restringido a una pequeña parte de las personas. Consi-derando que este 20% tienen acceso a próximamente 80% los recursos citados, 80% de la población tiene que compartir entre sí el 20% que queda de dichos recursos. La des-igualdad del consumo es algo extremadamente preocupante y que también contribuye con la desigualdad en términos de soporte de la degradación del medio ambiente.

Las políticas y mercado vigentes generan, aún, una clara segregación social de la contaminación: las actividades económico-industriales más contaminadoras son ins-taladas justo en países más pobres. Mientras la población tiene que soportar la conta-minación ambiental generada, los países de donde vienen estas empresas, solamente se hacen cargo de los lucros, dejando el pasivo ambiental para los países más pobres. A este proceso, Henri Acselrad la nombra como “injusticia ambiental”26.

Por lo tanto, son necesarios cambios profundos en los patrones de producción y consumo para que se pueda empezar con las tentativas de solucionar el tema socio-ambiental. Primero, hay que dejar de producir y consumir enormes cantidades de pro-ductos inútiles y, luego, tomar medidas para que los productos y servicios realmente necesarios sean distribuidos a quienes los necesita, sin dejar que la satisfacción de ne-cesidades genere conflictos y viole a los derechos de las personas a un medio ambiente sano, en todos sus sentidos. Es un reto difícil de lograr, si lo pensamos en términos de los patrones que ha adoptado la sociedad. Por ello, es necesario cambiar los patrones y desvincular la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano de las cadenas de la mercantilización de todo.

5.Lamodificacióndelanaturalezayelprocesodesumercantilización

De acuerdo a lo que se pudo ver hasta el momento, el paso a la modernidad se pensó como un proyecto para superar la escasez, la opresión y la oscuridad de las formas de vida tradicionales, que no disponían de los beneficios ocasionados por la tecnología moderna. De esta manera, lo que marca profundamente la modernidad es el dominio racional sobre la naturaleza y la sociedad.

25 Ramonet, Ignacio, Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 95.26 Acselrad, Henri, Acselrad, Henri, O que é justiça ambiental?, Rio de Janeiro, Garamond, 2009.

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La crisis del medio ambiente, generada por el modelo moderno-industrial, au-mentó exponencialmente la explotación de los recursos naturales y generó mucho más residuo de los que puede procesar el planeta. Por ello, la capacidad de soporte del pla-neta resulta comprometida. El concepto de capacidad de soporte está relacionado a se-gunda ley de la termodinámica, que defiende que la capacidad de la naturaleza de proce-sar materia no es ilimitada, por lo tanto, hay un límite de alteraciones que el sistema de la vida puede procesar para mantener su equilibrio27. Pasado este límite, lo que ocurre es el aumento de la entropía, que es el estado de desequilibrio ambiental.

En la gestión del desequilibrio, no se ha combatido la génesis del problema. Se han creado mecanismos de mercado, supuestamente pensados para reanudar la capaci-dad de soporte del planeta, pero que no han tenido resultado efectivo. De esta manera, el mercado que generó el problema, incluye los bienes ambientales en sus sistemas del capital, ocasionando el fenómeno de la mercantilización.

Desde principios de la modernidad “todas las actividades se vuelven progresiva-mente mercantiles y sus resultados mercancías, y parece que esta extensión está llama-da a proseguirse sin límites”28. Este proceso permanece hasta hoy, encontrando en la mercantilización de los bienes comunes29, su punto más alto.

Humbert30 explica este proceso como la “cosificación” de los recursos, que, se-gún la concepción de Iván Illich, ocurre cuando la sociedad deja de ser del homo habilis, que modela y crea, para ser del homo economicus, que adquiere, posé y consume. Se trata, por lo tanto, de la continuación del proceso de expropiación de la capacidad creativa del ser humano, transformándolo en detentador de la mano de obra, desvinculada de la totalidad del proceso productivo. Además de mano de obra, el ser humano es con-siderado como mero consumidor de los productos originados del sistema productivo moderno-industrial.

27 Tomas, M. Janet e Callan, Scott J., Tomas, M. Janet e Callan, Scott J., Economia ambiental: aplicações, políticas e teorias, São Paulo, Lenguage Learning, 2010, p. 17.28 Humbert, Marc, “Convivencialismo, política y economía. Ivan Illich y el ‘vivir bien juntos’”, en Caille A.; Humbert M.; Latouche S. et al., Acerca de la convivencialidad: diálogos sobre la sociedad convivencial venidera, Buenos Aires, Nueva Visión, 2012, p. 88.29 Sobre los bienes comunes: “Los bienes naturales, por lo tanto, de naturaleza colectiva/ difusa, son encuadrados en la categoría de bienes comunes, una vez que no posen un titular específico que los vindiquen con exclusividad. Como bienes comunes, Elionor Ostrom, Premio Nobel de Economía de 2009, entiende que son aquellos espacios y recursos naturales colectivos, lo que desde luego, hace difícil que esta categoría de bienes sean compatibles con las estructuras de la propiedad individual, objeto de los mercados”. (traducción libre). Mamed, Danielle de Ouro e Lemos, Camila Gonçalves, “A inclus�o dos bens comuns nos mercados e seus reflexos nos direitos socioambientais pos povos e comunidades tradicionais”, en Revista Paradigma, N° 21, 2012, p. 289.30 Humbert, Marc, Humbert, Marc, op. cit., p. 98.

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Explicando este mismo proceso, Fernando Dantas y Joaquim Shiraishi entien-den que esta transformación significa que las cosas dejan de tener valor de uso (acceso fuera del mercado) para adquirir valor de cambio (mercadológico), lo que los autores reconocen por comoditización de los bienes ambientales31.

Sobre este proceso, considera David Harvey32:

La reciente depredación de los bienes ambientales globales (tierra, aire, agua) y la proliferación de la degradación ambiental, que impide cualquier cosa menos los mo-dos de producción agrícola con empleo intensivo de capital, fueron resultado de la total transformación de la naturaleza en mercancía. La mercantilización de las for-mas culturales, las historias y la creatividad intelectual supone la total ausencia de la posesión – la industria de la música se destaca por la apropiación y exploración de la cultura y de la creatividad populares. La transferencia para las corporaciones y la privatización del agua y otros servicios públicos (como las universidades), para no mencionar la ola de privatización del agua y otros servicios públicos que devastó al mundo, constituye una nueva ola del “cercamiento de los bienes comunes” (traduc-ción libre).33

El autor trata de demonstrar que el proceso de mercantilización afecta esencial-mente los bienes ambientales y también los culturales. En este sentido, queda concluir que el capital trata de reducir a términos mercadológicos toda la complejidad que sig-nifica la cultura y los elementos naturales de las distintas sociedades. Se trata de llevar a lo privado, todo lo que tiene valor no-monetario en el campo colectivo.

En suma, los autores, aunque con distintos términos, hablan del problema de la mercantilización de los recursos y sus consecuencias en lo que respecta a la equidad de su distribución. Sin embargo, hay que distinguir la evolución del proceso en dos mo-mentos: primero, en la explotación desenfrenada de los recursos naturales a cambio de la acumulación de capital a través del lucro y, luego, la mercantilización por mecanis-

31 Shiraishi Neto, Joaquim e Dantas, Fernando, “A ‘commoditização’ do conhecimento tra- Shiraishi Neto, Joaquim e Dantas, Fernando, “A ‘commoditização’ do conhecimento tra-dicional: notas sobre o processo de regulamentação jurídico”, en Almeida et al., Conhecimento tradicional e biodiversidade: normas vigentes e propostas, Manaus, PPGAS/UFAM/UEA, 2010.32 Harvey, David, “O novo imperialismo: acumulação por espoliação”. Disponible en: http:// Harvey, David, “O novo imperialismo: acumulação por espoliação”. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/social/2004pt/05_harvey.pdf, 2006, p. 110.33 En el original: “A recente depredação dos bens ambientais globais (terra, ar, água) e a pro- En el original: “A recente depredação dos bens ambientais globais (terra, ar, água) e a pro-liferação da degradação ambiental, que impede qualquer coisa menos os modos de produção agrícolas com emprego intensivo de capital, foram resultado da total transformação da natureza em mercadoria. A mercantilização das formas culturais, as histórias e a criatividade intelectual pressupõe a total ausência de posse –a indústria da música se destaca pela apropriação e explora-ção da cultura e da criatividades populares. A transferência para as corporações e a privatização de ativos previamente públicos (como as universidades), para não mencionar a onda de priva-tização da água e outros serviços públicos que arrasou o mundo, constitui uma nova onda do ‘cercamento dos bens comuns’”.

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mos que buscan supuestamente la “protección” de los recursos naturales, incluso los bienes comunes. De las tantas maneras de mercantilizar los recursos socioambientales, destacamos las siguientes:

5.1. Mercantilización por explotación de los recursos

La mercantilización por explotación de los recursos naturales se refiere al primer pro-ceso donde la actividad de intercambio de mercancías, inherentes a las organizaciones humanas, toma proporciones extremas, que comprometen el acceso igualitario a los re-cursos, especialmente cuando se propone a una masiva acumulación de capital.

La mercantilización por explotación de los recursos se refiere al proceso de apro-piación de los recursos naturales para generación de capital. Este es el mismo proceso por lo cual pasó América Latina luego de su “descubrimiento” por los colonizadores: las riquezas del territorio fueron simplemente llevadas, sin considerarse los derechos de los pueblos originarios a estos mismos recursos.

A pesar de que, las primeras formas de mercantilización ocurrieron en el perio-do colonial, no dejaron de existir con su término. Actualmente, las relaciones de mer-cantilización por explotación de recursos siguen presentes por medio de los proyectos de explotación de recursos ambientales en diversos países de Latinoamérica, dejando a sus pueblos la promesa de creación de empleos y desarrollo económico. Sin embargo, lo que queda realmente son la contaminación ambiental y la disminución de la calidad de vida de las personas involucradas. Los “beneficios” no superan las consecuencias negativas dejadas por dichas actividades.

5.2. Mercantilización de los bienes comunes más esenciales por limitación del acceso

La mercantilización de los bienes comunes por limitación de acceso, a su vez, consiste en el proceso más avanzado del proyecto moderno de la mercantilización de las cosas. Por cuenta de la adopción de un modelo neoliberal de gestión económica, se pretende tratar el tema de la preservación del medio ambiente al través de la limitación de su uso por instrumentos de mercado. Bajo esta racionalidad, se ponen en las redes mercado-lógicas el aire, el agua, el suelo, los bosques y la biodiversidad en general, prohibiendo el acceso a estos recursos naturales que son asignados para estos mecanismos de “pro-tección” ambiental.

Los sistemas de Pagos por Servicios Ambientales representan en gran medida este proceso, especialmente en lo que respecta a los mercados de carbono y otros me-canismos desarrollados en el seno del sistema capitalista de producción. Los créditos de carbono permiten que sean negociados certificados obtenidos a partir de la reducción

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de la emisión de gases, permitiendo que quienes hayan ultrapasado su cuota de emi-sión compensarlo por la compra de dichos créditos otorgados por quienes redujeron sus respectivas emisiones o implementaron métodos de crédito de carbono. Se trata, en resumen, de un sistema de compensación, donde países que tienen “derecho de emitir” dejan de hacerlo para vender tal derecho a otros países, para que sigan contaminando más allá de su límite.

Sin embargo, el objetivo de reducir emisiones por estos mecanismos no lograron sus fines, ya que han generado más contaminación aún, pues, hasta ahora la emisión de gases solamente ha aumentado permanentemente, desde 1990, con la única excepción de 2009, cuya reducción se explica como efecto de la crisis de 200834. En verdad, lo que están haciendo estos mercados es garantizar la continuidad del modelo de producción, evadirse de los compromisos asumidos por el Protocolo de Kioto, crear escenarios para trasladar las emisiones para los países del Sur y, por fin, generar nuevos escenarios financieros que sirven únicamente a la acumulación de ganancias, mercantilizando los recursos de los países considerados no desarrollados, nuevamente35.

Frente a los retos de la mercantilización, se nos impone entonces pensar qué es necesario para combatir a este proceso. La respuesta que actualmente es posible de ser pensada es que solamente el Estado tiene el poder para sustituir al mercado, dictándole las reglas de acceso a los recursos naturales para hacer su distribución más igualitaria. Para ello, el Estado necesita dejar la postura de mero colaborador del sistema económi-co puesto y volverse más a su papel fundamental de garantizar las necesidades huma-nas, pues “en vez de de desempeñar su papel de protección de la sociedad poniendo un freno a la mercantilización general, el Estado va en el sentido de la culminación del proyecto planetario de modernización-globalización”36. En este sentido, considera Ja-mes O’Connor:

Justo en el momento histórico en que el estado (y la sociedad) tiene que regular el capital con más firmeza e inteligencia – muy especialmente con respecto a la viabili-dad de los sistemas ecológicos y las aptitudes y normas colectivas de las comunidades que representan la base de la solidaridad social – la capacidad rectora del estado (y la capacidad regulatoria de la sociedad) es cada vez más cuestionada e ineficaz. Las formas establecidas de regulación y control han cedido el paso al “mercado libre” (“libertad de capital”) y a la “democracia” (“ideología y política neoliberales”) en un

34 Forero, Lyda Fernanda, “Geopolítica de las negociaciones sobre cambio climático: frente a la crisis. Respuestas insuficientes y alternativas reales”, en Forero, Lyda Fernanda, Cambio climatico y justicia ambiental: una introducción, Bogotá, Instituto Latinoamericano para un Derecho Alternativo (ILSA), 2011, p. 31.35 Ibídem., p. 35.36 Humbert, Marc, Humbert, Marc, op. cit., p. 89.

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momento en el cual se presentan, con gran urgencia, más asuntos ecológicos y socia-les de mayor importancia.37

La observación de O’Connor, nos recuerda que la crisis medioambiental sigue ignorada por el poder público, que frente a la necesidad de intervenir, deja la cuestión aún más a cargo del mercado, aunque haya cada día más señales de que la racionalidad neoliberal no es capaz de responder a estas demandas. Esta postura se presenta clara con la creciente adopción de mecanismos de mercantilización de la naturaleza y de las relaciones sociales, de forma que superar esta racionalidad, parece ser el gran reto de la modernidad.

6. La cuestión socioambiental más allá de la modernidad: posibilidades

Si el tema socioambiental parece progresar por una ruta sin salida o destino cierto, hay que pensar qué es posible hacer la sociedad para intentar alguna resistencia a este pro-yecto que trae a cada día más destrucción de las bases de la vida y desigualdades en su calidad. Frente a los retos que surgen como consecuencias de la racionalidad moderna, el tema ambiental, como se hizo posible observar, hace necesaria la búsqueda de alte-rativas concretas que signifiquen la posibilidad de cambiar el rumbo que ha tomado la sociedad.

Es cierto que la crisis del medio ambiente presenta una limitación al desarrollo del propio sistema económico capitalista, motivo por el cual, se han pensado algunas soluciones que traten el problema través sus mecanismos. Es decir, el capitalismo, para no sucumbir frente a las amenazas de la crisis del medio ambiente, intenta involucrar el tema en sus redes de mercado, presentando nuevos mecanismos que serian responsa-bles por resolver el problema.

La respuesta de los organismos internacionales para tratar la crisis del cambio climático empezó a manifestarse en 1988, con la creación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), vinculado al Programa de Naciones Uni-das para el Medio Ambiente; la Cumbre de la Tierra (1992) y una serie de otros tratados internacionales, destacando el Protocolo de Kioto, que crea el comercio de emisiones.

De todas las conferencias internacionales organizadas bajo el eje de la cuestión ambiental, han surgido diversos instrumentos jurídicos, tales como tratados, leyes y compromisos internacionalmente asumidos que consolidaron en la teoría importantes avances, como el reconocimiento de los principios de la precaución, de la prevención, de la participación y de las responsabilidades comunes, pero diferenciadas para ser apli-cados en términos de gestión ambiental juntamente con los varios instrumentos eco-37 O’Connor, James, O’Connor, James, Causas Naturales: ensayos de marxismo ecológico, México, Siglo XXI, 2001, p. 10.

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nómicos de protección del medio ambiente. Sin embargo, “estas buenas intenciones fueron seguidas por pocos resultados. Casi cien años después, en muchos ámbitos, las cosas están lejos de haber mejorado, muy al contrario. Con la aceleración de la globali-zación neoliberal, se reforzó el ‘esquema de consumo y de producción no viable’”38.

Por lo tanto, resulta difícil creer que mecanismos de mercado puedan resolver un problema que fue creado, en gran medida, por el propio mercado. Por el contrario, dichas “soluciones” están agudizando aún más los problemas que se propone combatir. Un grande ejemplo de este fenómeno son las negociaciones para reducir el problema del cambio climático: Naciones Unidas, desde el Protocolo de Kioto, han creado solu-ciones de intercambios de derecho de contaminar el aire con gases de efecto inverna-dero, que consiste en un falso “equilibrio” de las contaminaciones en todo el mundo. Mientras países que poco contribuyeron para la situación actual de concentración de gases reciben pagos de servicios ambientales para vender a otros su “derecho de conta-minar”, el país que compra dichos derechos sigue contaminando y degradando al me-dio ambiente. La cuenta es perversa: el que contamina aumenta sus emisiones y quienes poco contaminaban siguen en lo mismo. El balance de todo esto es el aumento de las emisiones, causados por mecanismos que tenían por objetivo reducirlas: “durante la década de 1995-2005, las emisiones de gas carbónico (CO²), principal causa del recalen-tamiento climático, aumentaron un 9%... Las de Estados Unidos, primer contaminador del planeta, crecieron, durante el mismo período, un 18%...”39.

Es necesario, por lo tanto, cuestionar el alcance de las medidas de contención de la contaminación ambiental por medio de instrumentos de mercado. Teniendo en cuenta que el propio sistema ha causado la degradación, hay que verificar, primeramen-te, en qué medida los valores de la sociedad actual (moderna) han contribuido para la situación. En este texto, pensamos que la racionalidad moderna de la constante domi-nación de la naturaleza para satisfacción de los deseos humanos ha sido la raíz del pro-blema y, de esta manera, este es el punto que se debe trabajar en busca de resultados eficientes frente a la crisis del medio ambiente. Llegó el punto en que es necesario re-pensar la viabilidad de ciertos valores modernos, tales como40:

a) Dejar la idea de conocimiento de la naturaleza únicamente para su domina-ción. Es necesario pensar la naturaleza además de sus funciones útiles a los seres humanos, considerando el valor intrínseco de los elementos naturales. Esta es la propuesta del movimiento intelectual que defiende actualmente la consideración de los “derechos de la naturaleza”.

38 Ramonet, Ignacio, Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 94.39 Ibídem., p. 95.40 Soluciones enseñadas por Villoro, Luis, op .cit.

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b) Superar el rechazo por la tradición: Rescate de la tradición. Nostalgia de los valores cultivados en el pasado y que brindaban sentido a la vida41. Esta suge-rencia se refiere a la búsqueda por patrones de vida que valoren calidades no�materiales, rechazándose los estándares actuales de consumo como medida de felicidad.

c) Desilusión y escepticismo deben ser superados, para que sea posible dejar las actitudes conservadoras. Para Luis Villoro “el escepticismo ante las preten-siones del racionalismo moderno, la duda ante la posibilidad de emancipa-ción del hombre, conducen a una actitud conservadora que hace de lado, por ilusoria, cualquier proyección de una meta que trascienda la situación existen-te, por lo tanto, descarta las actitudes tendientes a la transformación social o a la disrupción cultural42. Hay que creer que es posible otra postura frente a los desafíos socioambientales.

d) Salir de la postura de confusión y buscar nuevas respuestas. En este sentido, Villoro señala la necesidad de rescatar la creatividad del ser humano en su beneficio, sacándolo del conformismo causado por la confusión para definir se debe buscar en verdad la sociedad. Villoro comenta que la sociedad asu-mió la modernización de todo como única posibilidad de vida, lo que debe ser superado, para que otras configuraciones se hagan posibles43.

e) Volver a pensar las alternativas adecuadas para los ámbitos locales. Para Julia Carabias, fenómenos globalizantes han homogeneizado el uso de los recur-sos naturales por medio de la especialización de la producción, contrapo-niéndose a los sistemas tradicionales44. Este es uno de los principales proble-mas de la forma actual de producción económica, pues cuenta con maneras de producir no adecuadas a la totalidad de sociedades existentes en el pla-neta. Hay que volver a pensar las alternativas a partir de lo local, respetando los sistemas tradicionales (no-capitalistas) en su manera de aprovechar los recursos naturales.

Villoro defiende, en este sentido, que ni siquiera soluciones homogéneas pensa-das globalmente o por el Estado para todo un país serían eficaces en este caso, pues el Estado Nacional resulta demasiado pequeño para dar cuenta de las complejidades de

41 Villoro, Luis, op. cit., p. 135.42 Ibídem., pp. 137-138.43 Ibídem., pp. 137-139.44 Carabias, Julia, “La historia del deterioro de los recursos naturales en México”, en Vélez, Alejandro Sanchéz, La destrucción de las indias y sus resursos renovables 1492-1992, Chapingo, Univer-sidad Autónoma de Chapingo, 1999, p. 43.

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los problemas planetarios y, a la vez, demasiado grande para hacer frente a las deman-das diversificadas de las comunidades particulares que lo componen. Es decir:

comprobamos en el interior de cada Estado la creciente actividad de nacionalidades, etnias, comunidades y grupos sociales de todo género, que afirman su identidad y exigen el derecho a la diversidad dentro de la igualdad. El marco de los Estados na-cionales actuales se ha mostrado inadecuado para dar una respuesta a esas reivindi-caciones, porque fueron concebidos como cuerpos artificiales cuyos elementos son los ciudadanos individuales, iguales entre sí.45

La dificultad demostrada por el autor se refiere al hecho de que las propias es-tructuras jurídicas están dibujadas sobre las bases de los derechos individuales, con én-fasis a la propiedad privada y, consecuentemente, están en contra los derechos colecti-vos o difusos46. El Estado Moderno trató de considerar la sociedad como hegemónica, olvidándose de las peculiaridades que tienen las distintas sociedades, especialmente aquellas cuya organización social está fundamentada en el derecho colectivo.

El tema del medio ambiente pasa exactamente por esta cuestión: la búsqueda por la satisfacción del individual, ha ocasionado la destrucción del medio ambiente sin que fueran consideradas las necesidades del colectivo. Para arreglar el problema, por lo tanto, hay que volverse a pensar más allá del individual, es decir, en el campo colec-tivo.

De esta forma, teniendo en cuenta los problemas esenciales que la mercantili-zación de todo ha causado a la humanidad y a los sistemas naturales, hay que buscar nuevas formas de hacer un camino inverso: salir de la racionalidad del valor de cambio, para asumir una postura que contemple el valor de uso de las cosas, generando sistemas económicos más justos, solidarios, y socioambientalmente responsables.

7.Consideracionesfinales

La modernidad se ve como un período de la historia en que grandes avances ha logra-do la sociedad. La calidad de la vida, por los logros de la ciencia seguramente ha llega-do a nuevos niveles, con beneficios para gran parte de las sociedades. Sin embargo, la modernidad, con su racionalidad de dominación de la naturaleza, ha rebasado la cons-trucción de herramientas para la calidad de vida, generando un proceso opuesto de de-gradación de esta calidad. Cada día se pasaron a crear nuevas necesidades, que se con-

45 Villoro, Luis, op. cit., p. 153.46 De acuerdo com el pensamiento de Carlos Marés, ya expresado anteriormente. Cf. Marés, Carlos Frederico, Os direitos invisíveis, p. 308.

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cretizaron en forma de productos y servicios que ya no pudieron ser procesados por los ecosistemas. El cuadro de crisis socioambiental se fue dibujando con cada vez más claridad, con extremados perjuicios a la población, en especial a los más pobres.

Como se hizo posible observar, esta dominación de la naturaleza necesitó de nuevos mercados, trasladándose la racionalidad de producción moderna a los pueblos “conquistados” de las Américas, ignorándose las formas tradicionales de organización y utilizándose estos nuevos territorios como fuentes de ganancias. Esto fue posible por un creciente proceso de mercantilización de todo: de los recursos naturales y de las gentes, que pasaron a significar solamente fuente de recursos económicos y depósitos de desechos de los procesos productivos. Todo ello se observa hasta hoy, de forma que a cada día se establecen nuevas formas de seguir con la racionalidad mercantilista. En este momento, los mecanismos de preservación del medio ambiente por la asignación de precios a los recursos y la restricción de acceso a los recursos (a la gente más necesi-tada) son la última versión de este proceso tan largo de mercantilización de la vida.

Como manera de combatir las tantas consecuencias negativas que la mercan-tilización ha causado, fue posible señalar algunas salidas, como por ejemplo, cambiar la racionalidad de dominación de la naturaleza sin considerar su valor intrínseco para el equilibrio de los ecosistemas y de los demás aspectos de la vida en sentido general. Hay que rechazar los valores que conducen al consumismo sin sentido, rescatando los valores tradicionales que hacen repensar el vínculo del ser humano con su medio. Además, es necesario pensar lo nuevo, incentivar a la creación humana en la búsqueda por nuevas formas de relacionarse con la naturaleza y, también, respetar y preservar las formas tradicionales de manejo de los recursos naturales, creados en ámbito local. Ya no hay lugar, en un mundo tan grande, para soluciones globalizantes, que surgen como una medicina generalizada para todos los males. Esto ya probó no ser posible. De esta forma, se hace necesario reanudar algunos valores modernos para que sea posible la construcción de nuevas formas de vida, más sanas, justas y que no destruyan a la vida, en cualquiera de sus formas.

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