revista autoestima
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La autoestima puede ser
cambiada y mejorada con ayuda
psicológica
QUE LUGAR OCUPA
TU AUTOESTIMA?
Importancia y Usos del concepto “Autoestima”
QUE ES LA BAJA AUTOESTIMA
La autoestima es una condición
fundamental para la supervivencia
psicológica, ya que sin ciertas dosis de
autoestima la vida puede resultar
enormemente penosa. El hecho de
juzgarse y rechazarse a uno mismo
produce un enorme dolor. Como
consecuencia, es frecuente que la
persona con problemas de autoestima
evite con todas sus fuerzas que
aumente el rechazo que siente hacia
sí misma. De forma que evita
situaciones que conllevan nuevos
juicios y posibles rechazos. Por lo
tanto, puede que asuma menos
riesgos sociales, académicos o
profesionales (Se implica en menos
cosas, y consecuentemente, acaba
consiguiendo menos cosas).
Uno de los principales
factores que diferencian al
ser humano de los animales
es la conciencia de sí mismo:
la capacidad de establecer la
propia identidad y darle un
valor. En otras palabras, cada
uno de nosotros tiene la
capacidad de definir quienes
somos y luego "decidir" si nos
gusta nuestra identidad o no.
El problema surge cuando se
rechazan partes de uno
mismo. Cuando una persona
se juzga a sí misma y
concluye que no se gusta, que
globalmente se considera una
persona poco válida, decimos
que esa persona tiene
problemas de autoestima.
¿Que lugar ocupa tu
autoestima?
Pocas veces se habla del lugar que
ocupa la autoestima en la
generación y en la dinámica de los
trastornos emocionales o
psicológicos. Por lo general se usa
el término “autoestima” sólo
para hablar de maneras poco
profundas o poco técnicas. Es una
de las palabras más usadas en los
libros de divulgación de
conocimientos de psicología
aplicados a la vida cotidiana pero
no es muy usada en las
descripciones técnicas de los
problemas emocionales y
psicológicos. Sin embargo, es claro
que una de las fórmulas más
rápidas y prácticas para resolver
los trastornos psicológicos o para
aminorar sus efectos nocivos es el
trabajo de autoestima. También es
la forma más sencilla y útil de
prevenir la generación de
problemas emocionales o
psicológicos y de generar
relaciones sanas y placenteras así
como historias de vida plenas y
satisfactorias. En general, la
literatura que aborda la manera
de enfrentar y resolver problemas
psicológicos siempre incluye de
alguna manera el trabajo sobre le
autoestima,
aunque no suele hacerse
hincapié en su importancia
ni en la manera correcta de
realizarlo. Casi todas las
estrategias para abordar
problemas psicológicos
utilizan técnicas que inciden
en la autoestima pero los
autores de dichas técnicas no
suelen reparar en este hecho
y acaban por trabajar la
autoestima de la persona
tratada de manera
inconsciente e indirecta, casi
accidentalmente. Y aunque
este trabajo indirecto suele
pasar inadvertido para
terapeutas y pacientes, es un
elemento esencial de la
efectividad de las técnicas
usadas y en el bienestar que
logran las personas a través
de ellas.
¿CÓMO SE FORMA
LA AUTOESTIMA?
El concepto de uno mismo va
desarrollándose poco a poco a
lo largo de la vida, cada etapa
aporta en mayor o menor grado,
experiencias y sentimientos, que
darán como resultado una
sensación general de valía e
incapacidad. En la infancia
descubrimos que somos niños o
niñas, que tenemos manos,
piernas, cabeza y otras partes
de nuestro cuerpo. También
descubrimos que somos seres
distintos de los demás y que hay
personas que nos aceptan y
personas que nos rechazan. A
partir de esas experiencias
tempranas de aceptación y
rechazo de los demás es cuando
comenzamos a generar una idea
sobre lo que valemos y por lo
que valemos o dejamos de valer.
El niño gordito desde pequeño
puede ser de mayor un adulto
feliz o un adulto infeliz, la dicha
final tiene mucho que ver con la
actitud que demostraron los
demás hacia su exceso de peso
desde la infancia.
Durante la adolescencia,
una de las fases más críticas
en el desarrollo de
la autoestima, el joven
necesita forjarse una
identidad firme y conocer a
fondo sus posibilidades como
individuo; también precisa
apoyo social por parte de
otros cuyos valores coincidan
con los propios, así como
hacerse valioso para avanzar
con confianza hacia el futuro.
Es la época en la que el
muchacho pasa de la
dependencia de las personas a
las que ama (la familia) a la
independencia, a confiar en
sus propios recursos. Si
durante la infancia ha
desarrollado una
fuerte autoestima, le será
relativamente fácil superar la
crisis y alcanzar la madurez.
Si se siente poco valioso corre
el peligro de buscar la
seguridad que le falta por
caminos aparentemente
fáciles y gratificantes, pero a
la larga destructivos como la
drogadicción.
Aumentar/Mejorar la
autoestima
Para mejorar la autoestima primero hemos de
ser conscientes que la tenemos baja, pues
muchas personas gozan de una autoestima
elevada y no necesitan aumentarla más, al
revés, sería perjudicial que lo hicieran. En
ese sentido hemos de distinguir las personas
que precisan mejorar la autoestima de
aquellas otras que ya la tienen alta. También
hemos de distinguir la autoestima alta del
orgullo. La autoestima es una línea continua,
donde en el extremo inferior estarían
aquellas personas que se sienten
acomplejadas, se sientes inferiores a los
demás, y en el extremo superior estarían las
personas que han superado la autoestima
alta y se acercan al orgullo excesivo, la
prepotencia, la chulería, el sentirse
superior a los demás. En ese extremo se
encuentran las personas que explotan a los
demás en beneficio propio, ya que solo tienen
autoestima, es decir, sólo se quieren a sí
mismos, como si ellos fueran los únicos en el
mundo y como si su felicidad solo dependiera
de que los demás les obedezcan y cumplan sus
órdenes. En cierto sentido también se podría
decir que su autoestima, de tanta que tienen
ha explotado como un globo de gas, ha
desaparecido, pues han dejado de respetarse
a sí mismos y a los demás, han dejado de darse
cuenta que pertenecen a un universo donde
existen muchos seres, muchos microcosmos
que como ellos también intentan ser felices,
lo cual es imposible conseguir si no tenemos
en cuenta los derechos de los demás: Mis
derechos terminan donde empiezan los
derechos del otro.
Tips para mejorar
la autoestima:
1.- Pensar que somos
únicos en el
universo, no hay dos
seres iguales, y por
tanto somos
perfectos en nuestra
imperfección.
2.- Somos
fundamentales para
el desarrollo del
universo, ya que sin
nosotros el universo
no existe para
nosotros, pues ese
universo que vemos
existe para nosotros
gracias a nosotros
mismos.
3.- Ante las
dificultades de la
vida, pensar que son
normales, inherentes
a ella. Esta vida no
es un nido de rosas
sin espinas, las rosas
siempre tienen
espinas, y asumir
esas dificultades
como propias de la
vida nos da empuje
para resolverlas.
4.- Para mejorar la
autoestima hemos de
sabernos escuchar y
para ello hemos de
aprender a
reflexionar en
silencio, a meditar, y
escuchar a ese sí
mismo, a ese centro
interior que nos dice
lo que quiere, lo que
le gusta. Estar
relajados para
escuchar a ese yo
interior que nos
revele sus sueños,
sus deseos, sus
objetivos en la vida.
5.- Para mejorar la
autoestima hemos de
querernos a nosotros
mismos, en la misma
media que queremos
a los demás.
Para mejorar la
autoestima hemos de
pensar por nosotros
mismos, no ser
pensados por los
demás.
6.- Para mejorar la
autoestima hemos
de saber aceptar la
soledad en
determinados
momentos o etapas
de nuestra vida. Si
bien somos seres
sociales y nos
necesitamos unos a
otros para
sobrevivir, hay
momentos en que
no podemos estar
acompañados, y
por tanto en esos
momentos que
estamos solos no
tenemos que
sentirnos
abandonados.
8.- Para aumentar
la autoestima
hemos de realizar
nuestros sueños,
pero sin perder de
vista nuestras
responsabilidades,
sin alejarnos de
nuestra realidad
Síntomas de un
autoestima positiva:
1.- El ser humano se siente
feliz por el simple hecho
de estar vivo.
2.- Es capaz de hablar de
sus logros y de sus
fracasos de forma franca y
espontánea.
3.- Se siente cómodo
cuando recibe halagos y
muestras de afecto.
4.- Está abierto a la critica
y reconoce sus errores de
forma natural.
5.- Su forma de reaccionar
es tranquila y espontánea.
6.- Está abierto a nuevas
ideas, experiencias y
posibilidades de la vida.
7.- Es capaz de sentir la
vida con buen humor
frente a sí mismo y a los
demás.
8.- Muestra un
comportamiento asertivo,
manteniendo su opinión
frente a la de los demás,
sin ser beligerante, con
respeto hacia ellos.
9- Mantiene una actitud
de armonía y dignidad
incluso en situaciones de
estrés.
Formación de la
autoestima.
Cuando el bebé nace y empieza a crecer,
no sabe quién es.
No se conoce y no conoce el mundo que
lo rodea. Aprende de lo que siente, ve y
escucha y saca sus propias conclusiones
que no están basadas en el análisis de
hechos y pensamientos, como las
nuestras.
Son simples sensaciones. Pero van
dejando una huella en su mente y en sus
sentimientos y ayudan a que se forme el
adulto, que va a llegar a ser. Si cuando
el bebé llora porque está molesto,
mojado o tiene hambre, llega su mamá
(u otro adulto) y lo toma en brazos, lo
acaricia, le habla suavemente y elimina
su molestia, el bebé se tranquiliza. Sabe
que todo está bien y que así va a seguir.
Se siente seguro, confiado y querido.
Alguien está siempre allí, para cuidarlo
y evitarle el dolor
Cuando juegan con él, se siente feliz y
aprende a confiar en la gente que lo
rodea. De alguna manera sabe que él es
importante.
Obviamente no lo razona de esta forma
ni con estos pensamientos, ya que no
sabe hablar.
Pero vive las emociones y sensaciones de
seguridad, de ser querido e importante y
de confianza, que son la base de una
autoestima alta. Por otro lado, si sus
necesidades no son atendidas o la
persona que lo cuida es brusca y fría, el
bebé se siente incomodo, tenso e
inseguro. El niño pequeño piensa que
todo está relacionado con él.
Si lo cuidan, es porque él es importante
Si no lo atienden o no se siente querido,
es porque no es digno de ser querido y
porque él está mal.
Cuando se da esta última situación, empieza a formarse
una autoestima baja y una serie de etiquetas negativas,
que el pequeño puede llevar por el resto de su vida. En
este sentido, es importante distinguir entre querer a un
hijo y que él se sienta querido.
La autoestima del niño no depende sólo del amor que sus
padres sienten por él, depende de que él sienta ese amor.
Por eso los padres deben de comunicarles a sus hijos ese
amor, de todas las maneras posibles:
Con caricias, tonos de voz cariñosos y suaves, jugando con
él y diciéndoselo constantemente.
Y esto es, a cualquier edad. Es importante que las
palabras y los gestos, tono de voz y actitud en general,
manden el mismo mensaje.
Decirle al niño, te quiero mucho, mientras estamos viendo
televisión o enojados, sólo lo confunde y le causa angustia.
Por eso tenemos que tener cuidado con lo que le decimos,
sobre todo cuando estamos tensos o enojados. Si le
decimos:
"Eres un tonto", "Quítate, no sabes hacer hacerlo bien",
"Ya no te aguanto", etc., el niño se cree esas etiquetas y
las hace propias. Con ellas, forma una imagen de sí
mismo:
Soy un tonto, no sirvo, no soy importante ni digno de ser
querido, no valgo, etc.
Este auto concepto se completa con la idea de:
"Si mis propios padres no me quieren, nadie me puede
querer". Cuando el niño se considera malo, tonto,
desobediente, etc., porque así fue calificado por sus
padres, se va a comportar de esta manera.
Y muy probablemente, va a seguir recibiendo las mismas
calificaciones y juicios, que lo han alimentado durante
esos primeros años. Así, a medida que el niño va
creciendo, su autoestima se fortalece o debilita, de
acuerdo a las nuevas etiquetas que le ponen los demás y
que se pone él mismo, porque está convencido de que son
ciertas.
Las bases que sus padres establecieron siguen siendo las
más importantes, pero se van agregando nuevos mensajes
de gente importante para él: maestros, amigos, familia,
etc. Se van agregando nuevas etiquetas que pueden
reforzar su auto imagen y acompañarlo el resto de su vida
o que pueden irla cambiando. Cambiar la autoestima de
un niño, es responsabilidad de los adultos que forman
parte importante de su vida, ya que él no tiene la
capacidad para hacerlo. No importa cómo se formó o
quienes son los "culpables".
Nuestros padres hicieron lo que pudieron o supieron
hacer.
Pero ahora nosotros tenemos la opción de modificar esa
autoestima.
Si no queremos hacerlo, es nuestra decisión y somos
responsables de ello.
Si queremos hacerlo, podemos lograrlo.
Autoestima y estado
de ánimo
Cuando alguien se encuentra
desanimado, se ve peor a sí mismo, y
eso suele llevarle a un menor aprecio
hacia sí mismo. Autoestima y estado
de ánimo suelen ascender o
descender de modo paralelo.
Una autoestima demasiado baja
suele generar actitudes de frecuente
desánimo, de no atreverse a casi
nada, de desarrollar poco las propias
capacidades y ver casi todo como
inasequible. Con esa actitud, la
derrota viene dada de antemano,
antes de entrar en batalla, por esa
injustificada infravaloración de uno
mismo.
Cuando esa baja autoestima ha
arraigado de modo profundo en una
persona, hacerle comprender su error
no será tarea fácil. Les cuesta mucho
admitir cualquier valoración positiva
de uno mismo, y cuando otras
personas intentan hacérselo ver, con
frecuencia lo interpreta como halagos
infundados, simples cumplidos de
cortesía, o bien como un ingenuo
desconocimiento de la realidad, o
incluso un intento de tomarle el pelo.
¿Es bueno entonces tener una alta
autoestima, cuanta más mejor? Sí, si
se enfocan bien las cosas. Pero si
tener una alta autoestima lleva a
pensar sólo en uno mismo, a
valorarse más de lo que se vale, o a
un exceso de comprensión con uno
mismo, a ser egoísta y engreído, etc.,
es evidente que eso sería malo. En
ese sentido, podría decirse que tanto
la baja autoestima como la
excesivamente alta son destructivas
para la personalidad y
psicológicamente insanas.
Los sentimientos de culpa, o de
vergüenza, o de insatisfacción
ante algo que hemos hecho o
dejado de hacer, no son
sentimientos buenos ni malos de
por sí. A veces serán muy
necesarios, puesto que habrá
cosas que haremos mal y de las
que es bueno que nos sintamos
culpables y avergonzados; otras
veces serán inadecuados, porque
nos atormentan de modo
patológico y tienen un efecto
destructivo y contraproducente.
Se trata de sentimientos que,
como todos, deben tener medida
y adecuación a su causa.
A medida que una persona va
madurando y adquiriendo
solidez, su nivel de autoestima
se irá haciendo más estable,
gracias a un mejor conocimiento
de sí misma y a poseer criterios
más sólidos a la hora de
encontrar motivos de propia
estimación. Ya no es tan fácil
que una opinión favorable o
desfavorable, o un sencillo
acierto o error, una buena o
mala noticia, ocasionen fuertes
oscilaciones en su estado de
ánimo o su autoestima.
También es importante
aceptar con el modelo de
vida a que uno aspira. Por
ejemplo, el éxito social o
profesional no bastan para
garantizar la autoestima; si
ciframos el ideal de persona
valiosa y respetable en ser
capaz de alcanzar grandes
resultados económicos o de
reconocimiento social,
dejando al margen otros
criterios más sólidos, es
fácil que las cosas no nos
vayan bien, tanto si
conseguimos esos logros
como si no. De hecho, hay
una constante
comprobación de que si los
modelos de éxito se reducen
a sólo una parte de la vida y
no a su conjunto, al final no
se quedan satisfechos de
esos éxitos ni siquiera los
pocos que llegan a
conseguirlos.
Está claro que tampoco se
trata de rebajar los ideales
para evitar las decepciones.
Sería un camino fácil y
equivocado. Es la estrategia
del escepticismo vital, en la
que se apagan los
sentimientos de sana
emulación y se enaltece, por
el contrario, la falta de
ideales y la mediocridad.
Rebajar los ideales y decir
que todo da igual, o que hoy
día todo el mundo va a lo
suyo y ya está, son
actitudes que no conducen a
nada bueno.
Perdonarse a uno
mismo
Todos sabemos que, muchas veces,
perdonar es difícil. Pero quizá para
algunos sea especialmente difícil
perdonarse a uno mismo. Y están tristes
porque no se perdonan sus propios
fracasos, porque alimentan sus errores
dándoles vueltas en su memoria, porque
parece que se empeñan en mantener
abiertas sus propias heridas. Son como
cadenas que se ponen a sí mismos,
cárceles en las que se encierran
voluntariamente.
A lo mejor están tristes y sienten dentro
del corazón como una especie de lanzada
que les amarga la existencia, porque
cargan con una responsabilidad que no
les corresponde, por un fracaso que no es
suyo, al menos en su totalidad.
Sucede a veces, por ejemplo, con la
educación de los hijos. Unas veces se falla
porque se hace mal, otras porque hay
circunstancias ajenas que lo estropean
sin culpa de los padres, y otras
simplemente porque los hijos son libres.
En cualquier caso, la solución nunca es
dejarse consumir por la tristeza, sino
rectificar en lo posible el rumbo, procurar
aprender, intentar recuperar el terreno
que se haya perdido, mirar al futuro con
esperanza.
La falta de perdón para uno mismo suele
generar tristeza, y una y otra tienen su
origen en el orgullo. Y así como el orgullo
del que es simplemente vanidoso, o de
quien está pagado de sí mismo, es el más
corriente y menos peligroso; en cambio,
pasarse la vida dando vueltas a los
propios errores suele ser señal de un
orgullo más refinado y destructivo.
Es preciso aprender a aceptarse
serenamente a uno mismo. Aceptarse,
que nada tiene que ver con una
claudicación en la inevitable lucha que
siempre acompaña a toda vida bien
planteada, sino que es encontrar un
sensato equilibrio entre exigirse y
comprenderse a uno mismo.
Conociéndose un poco es fácil saber
cómo hacer frente a esos desánimos que
acompañan a los propios errores y
fracasos. Son instantes de hundimiento
y de desazón, bajones de ánimo que
pretenden ganarnos la partida de la
vida.
Conviene pararse a pensar en las
razones que los producen. A veces nos
avergonzará ver cómo pueden
desanimarnos contratiempos tan
tontos; cómo cosas de tan poca
importancia pueden hacernos pasar de
la euforia al abatimiento, o viceversa,
de forma tan rápida. Para superarlos,
conviene hacer un esfuerzo de reflexión,
un serio intento para ser objetivo, para
ver cómo alejar esas sombras de
pesimismo que asaltan
inadvertidamente a todos y que tantas
veces no dejan ver la cara soleada de la
vida.
Características que
puede tener una
persona con baja
autoestima:
-Desprecia sus
virtudes.
-Demasiado autocrítica.
-No toma en cuenta los
halagos, pero sí las
críticas.
-Opta por las decisiones
de los otros, aunque
crea que su opinión es
correcta.
-Actúa a la defensiva.
-Se siente despreciada
con frecuencia.
-Siente que tiene menos
valor que los demás.
-No está conforme con
su cuerpo.
-Desearía ser otra(s)
persona(s).
-Constantemente se
manda mensajes
internos negativos.
Es importante identificar
en qué áreas nuestra
autoestima es más baja
y cómo justificamos esa
percepción de nosotros
mismos.
Cuando una persona
tiene autoestima baja en
todas las facetas de su
personalidad, corre el
riesgo de ser muy infeliz
e incluso de caer en una
enfermedad mental. Si
únicamente pasa en una
faceta de nuestra vida, a
no ser que ésta sea muy
baja, no es un gran
problema, pero sí puede
interferir en nuestra
felicidad. Más adelante
encontrarás un test para
ver en qué aspectos de tu
personalidad tu nivel de
autoestima está a la
baja, así podrás trabajar
en ella.
Autoestima (demasiado)
alta
Hay gente que es poco realista
con respecto a sus capacidades
y las sobrevalora. Estas
personas, al creer con tal fe en
una o varias de sus
habilidades, tienden a
frustrarse menos, y al intentar
mucho más, logran más cosas
que el resto. Un claro ejemplo
son algunos artistas que con
voz de gallo han alcanzado la
cuotas más grandes del éxito.
Creen tantísimo en su talento
que son capaces de intentarlo
muchísimas veces más que los
otros. También pueden sufrir
grandes decepciones al chocar
de frente con la realidad de sus
capacidades.
La baja autoestima y la
inteligencia
Hasta hace poco tiempo una
persona era inteligente cuando
sabía solucionar problemas
matemáticos complejos, o si era
buena para cierto tipo de
cálculos. Aquellos que no
sobresalían en este sentido no
eran considerados tan
inteligentes o se les calificaba de
tontos. Las cosas han cambiado
mucho y ahora se considera que
hay varios tipos de inteligencias.
Una inteligencia lógica, que tiene
que ver con la capacidad de
llegar a una solución lo antes
posible; una inteligencia
emocional; una inteligencia
creativa; intuitiva…
Actualmente hay un sinfín de
formas para demostrar el
talento. También existe una
inteligencia más artística, que es
la que tienen los músicos.
En definitiva, si quieres hacer un
balance real de tu personalidad
debes encontrar la “inteligencia”
en la que más destacas y
desarrollarla al máximo, porque
es tu don. En cambio, debes
asegurarte de trabajar
suficientemente en las áreas que
se te dan peor, para que al menos
puedas resolver los problemas a
los que te enfrenta la vida diaria,
pero no te agobies si no resultas
ser la primera potencia en ellas.
Cómo puede impactar la
familia en una baja
autoestima
La familia impacta enormemente en
nuestra autoestima. Esto se debe a
que desde pequeños los padres
generan expectativas
sobre los hijos; por eso los motivan a
realizar aquello para lo que los
consideran aptos, o lo que les
gustaría que fueran, y los desalientan
a hacer aquellas cosas para las que
no los consideran adecuados o que les
desagradan; claro, su intención no es
generar daño, a veces incluso lo
hacen por protección.
Cuando los padres piensan que su
hijo no es bueno para algo, dicen: “Te
dije que no servías para eso”, y quizá
se equivoquen, tal vez el hijo sólo lo
ha intentado un par de veces, muy
pocas para comprobar si es bueno en
algo. Sin embargo, lo más seguro es
que se quede con esa idea y no lo
vuelva a probar. En definitiva,
generalmente nos comportamos como
nuestros papás esperan y, en muchos
casos, no de acuerdo con nuestras
capacidades. Cabe decir que también
puede pasar al contrario: que el hijo
construya una alta autoestima a
partir de la opinión o los deseos de
sus padres. Es posible que si los
padres sueñan con que su hijo sea
músico, cualquier intento de tocar un
instrumento o, incluso, al dar las
primeras palmaditas de bebé, los
papás lo lean como un gusto innato
por la música, alentándolo a
continuar.
Lo mismo pasa con la posición que
cada hijo ocupa según el orden de
nacimiento: no es casualidad que
los hermanos mayores tiendan a
ser más responsables. Esto se
debe a que constantemente se les
repite que ellos son mayores y son
los que tienen que cuidar del
resto. En cambio, de los pequeños
se espera que sean menos
responsables y por ello tienden a
serlo. En definitiva, se comprueba
que nos comportamos como se
espera que lo hagamos. Una vez
que se cree ser malo para algo,
hay una voz interna que lo
recuerda constantemente. Es
importante frenar esa dinámica.
Por eso, cuando pienses que no
eres bueno para algo, reflexiona
hasta qué punto lo has intentado,
si es suficiente, o si has llegado a
creer lo que te han dicho
constantemente sobre ti y tus
capacidades.