polimedicación y salud en ancianos frágiles y terminales
DESCRIPTION
Apuntes de apoyo a un curso presencial sobre polimedicación y salud. Borrador no evaluado por pares. Fines estrictamente educativos.TRANSCRIPT
1
Arte y ciencia en la deprescripción de medicamentos
Enrique Gavilán Moral.
Médico de Familia. Responsable de Investigación e Innovación, Laboratorio de
Prácticas Innovadoras en Polimedicación y Salud, polimedicado.com. Área
Salud Plasencia. Servicio Extremeño de Salud.
Correo electrónico: [email protected]
RESUMEN
La deprescripción, o deconstrucción de la prescripción, es el proceso de
desmontaje de la prescripción de medicamentos de una persona por medio de
la revisión y análisis de ésta, que concluye con la modificación de dosis,
sustitución o eliminación de unos fármacos y la adición de otros. Su desarrollo
pretende básicamente resolver las tensiones y contradicciones entre dos pares
de interrogantes, como son: 1) ¿es la expectativa de vida de esta persona
(determinada por el pronóstico y la evolución natural de la enfermedad) menor
que el tiempo que tarda el medicamento en obtener un beneficio clínico
relevante?, y 2) ¿son congruentes las metas de la atención sanitaria
(determinados por la comorbilidad, el estado funcional y la calidad de vida) con
los objetivos de la prescripción-deprescripción? La validez de la deprescripción
está fundamentada en argumentos científicos y éticos. Desconocemos la
utilidad y seguridad de muchos de los tratamientos farmacológicos que siguen
las personas de edad avanzada, ancianos frágiles o enfermos terminales.
Otros producen efectos adversos molestos y potencialmente graves, a la vez
que poseen dudosas ventajas. Por tanto, en determinadas ocasiones su
retirada pudiera estar justificada, siendo de una manera sustancial seguro
2
hacerlo. El papel de coordinación y conciliación de la medicación que tiene el
médico de familia, unido a su visión integral y holística, es fundamental para
llevar a cabo el proceso de deprescripción de una manera segura y aceptada
por todos.
3
La cuestión difícil de responder no es por qué los médicos utilizan tanto la tecnología o por qué
los pacientes no la desean menos que ellos, sino por qué es tan difícil dejar de utilizarla, aun
cuando el bienestar del enfermo y el simple sentido común parezcan requerir precisamente
eso.
David Callahan. Poner límites. Los fines de la medicina en una sociedad que envejece. Madrid:
Triacastela; 2004.
Francisca tiene 90 años. Dedicó toda su vida a ser ama de casa y no
tiene estudios. Es viuda y vive con su hija mayor, que es su
cuidadora. La situación socioeconómica de ambas es baja. Padece
de hiperuricemia, hiperlipemia, diabetes tipo 2 e hipertensión sin
afectación de órganos diana, salvo enfermedad renal grado III.
Posee una prótesis en la rodilla derecha, y presenta múltiples
limitaciones físicas por una artrosis de cadera, problemas visuales
por degeneración macular, incontinencia urinaria grave y
dependencia moderada a actividades instrumentales y básicas,
motivos por los que está inmovilizada. Toma diariamente
trimetazidina 20 mg, carbonato calcio/colecalciferol 1500 mg/400 UI,
valsartán/hidroclorotiazida 80 mg/12,5 mg, rosuvastatina 10 mg y
pantoprazol 20 mg.
Rosario es una paciente de 81 años que viene desplazada desde
otra ciudad para volver al pueblo donde nació. Vive con su marido,
de igual edad que ella. Es hipertensa y en ocasiones ha tenido
episodios de ictus isquémicos, a consecuencia de una fibrilación
auricular permanente, que no le han dejado secuelas. Hace 2 años
se le diagnosticó de demencia mixta (vascular y Alzheimer). En los
4
últimos meses ha tenido cuadros de dolor abdominal; hace 4
semanas se le ha diagnosticado un colangiocarcinoma. Desde
entonces su demencia ha evolucionado rápidamente, presentando
trastornos del comportamiento e insomnio, motivo por el que su
marido me demanda “tranquilizantes”. El cirujano no cree posible
tratar el tumor en el estado en que está Rosario. Toma diariamente 9
clases de medicamentos por vía oral: donezepilo 10 mg, memantina
20 mg, trimetazidina 20 mg, acenocumarol 4 mg, ácido
acetilsalicílico 100 mg, omeprazol 20 mg, carvedilol 6,25 mg,
telmisartán 80 mg y diazepan 10 mg, y semanalmente ibandronato
150 mg.
Francisca y Rosario tienen en común varias cosas. Ambas son personas
mayores, tienen una salud precaria con relativa mala calidad, no albergan
muchas expectativas de vida, padecen muchas enfermedades crónicas para
los que toman muchos medicamentos y presentan cierto nivel de discapacidad
y de dependencia. Dados los cambios demográficos y los avances médicos y
tecnológicos de las últimas décadas, este tipo de situaciones son cada vez más
frecuentes. Sin embargo, en muchas ocasiones se dan circunstancias
paradójicas en este tipo de personas, como el uso de medicación preventiva de
acción a largo plazo o fármacos que potencialmente pueden ocasionar daños
prevenibles. Ante situaciones como éstas se requiere de un replanteamiento
del esquema terapéutico en aras de una atención sanitaria más sensata,
adaptándose además así a los deseos y necesidades de los pacientes que
están en sus últimas etapas de la vida. En este contexto nace la
5
deprescripción, como intento de reconsiderar los objetivos de la práctica clínica
en la atención a este tipo de pacientes.
1. ¿Qué es y cómo llevar a cabo la deprescripción de medicamentos?
a. ¿Qué es la deprescripción?
La deprescripción de medicamentos es un proceso de desmontaje de la
prescripción por medio de su análisis, mostrando sus contradicciones y
ambigüedades. Se trata de un proceso singular, continuo (prescripción-
deprescripción), que necesariamente debe adaptarse a cada persona y
circunstancia, y que concluye con la reducción de dosis, sustitución o
eliminación de unos fármacos y la adición de otrosi. Los condicionantes para
poder llevarla a cabo de una forma segura y aceptada por todos son la
disponibilidad de evidencias científicas sobre la utilidad de un medicamento
(balance beneficios/riesgos), la funcionalidad física y social, calidad de vida,
comorbilidad y preferencias del paciente, los factores farmacológicos de los
medicamentos (farmacodinámica y farmacocinética, indicaciones y
contraindicaciones, interacciones) y los factores no farmacológicos (contexto
social y familiar, aspectos psicológicos, funcionamiento sistema sanitario,
expectativas, relación médico-paciente)ii.
b. ¿En qué consiste?
La deprescripción consiste en una serie de fases que se esquematizan en la
figura 1. Lo primero es disponer de un listado fiel de la medicación que toma el
paciente. En muchas ocasiones, lo que el médico de familia cree que toma el
6
paciente no siempre se corresponde con lo que éste dice tomar, siendo alto el
grado de discrepancia entre ellos.
Para determinar qué medicamentos son susceptibles de ser modificados es
preciso valorar al paciente y todo lo que a éste rodea. Las decisiones sobre
cómo llevar a cabo la deprescripción dependen básicamente de resolver las
tensiones y contradicciones entre dos pares de interrogantes, como son: 1) ¿es
la expectativa de vida de esta persona (determinada por el pronóstico y la
evolución natural de la enfermedad) mayor que el tiempo que tarda el
medicamento en obtener un beneficio clínico relevante?, y 2) ¿son congruentes
las metas de la atención sanitaria (curación, cuidados, prevención primaria,
secundaria, terciaria o cuaternaria), determinados por la valoración de grado de
comorbilidad, el estado funcional y la calidad de vida, con los objetivos de la
prescripción-deprescripción (por ejemplo, pasar de un escenario de prevención
a largo plazo a tratamientos meramente sintomáticos)? También es preciso
evaluar el grado de adherencia a los tratamientos, los deseos del paciente de
abandonar o mantener o iniciar otros nuevos fármacos, sus expectativas y
experiencias previas, así como su contexto sociofamiliar. Existen en la literatura
multitud de métodos para identificar medicamentos inapropiados en los
ancianos: los más usados son los de Beers y los STOPPiii. Sin embargo, estos
métodos no valoran las características particulares de cada paciente, obviando
además los aspectos clínicos y psicosociales.
La última fase, la de seguimiento clínico y farmacoterapéutico, tiene como
misión principal detectar y evitar las complicaciones derivadas de la
deprescripción, como la reaparición o agravamiento de la enfermedad de base,
y evaluar el grado de adhesión y aceptación de las recomendaciones. Para
7
incrementar el grado de confianza del paciente en el proceso de deprescripción
es fundamental que dichos cambios se realicen de forma gradual y que el
seguimiento sea estrecho, sobre todo al comienzo (que es cuando suelen
aparecer los principales problemas), manteniendo una actitud de “puerta
abierta”, involucrando activamente al paciente o su cuidador en las decisiones
y aclarando que ningún cambio es irreversibleiv.
c. ¿En qué se basa?
La polimedicación, definida como el uso de más medicamentos de los
clínicamente indicados o de fármacos inadecuados, o bien como el consumo
de más de un número determinado de fármacos (generalmente 5), se ha
constituido en las últimas décadas como un problema de salud pública de
primer orden. Su alta prevalencia y sus consecuencias van más allá de lo
puramente asistencial (tabla 1)v , lo que justifica que se tomen medidas que
impliquen la política sanitaria y los niveles de macro, meso y microgestión.
Además de lo anterior, los fundamentos en los que se basa la deprescripción
son básicamente científicos y éticos.
Paradójicamente, aunque el consumo de fármacos es mayor en los ancianos,
éstos suelen estar infrarrepresentados en los ensayos clínicos (EC). La
situación es aún más elocuente para las personas con enfermedades
terminales, comorbilidad múltiple, fragilidad o inmovilidad, que suelen estar
sistemáticamente excluidos de los ECvi. Al tener dichas personas peor
pronóstico, los resultados de los EC tienen a sobreestimar los beneficios e
infravalorar sus posibles riesgos, disminuyendo al mismo tiempo su
aplicabilidad a la población anciana ambulatoria real. Consecuentemente, las
8
guías clínicas no suelen recoger aspectos relacionados con la situación
habitual de muchos ancianos, centrándose sobre todo en emitir
recomendaciones para personas más jóvenes, con menos carga de morbilidad,
menor uso simultáneo de fármacos y mayor homogeneidadvii.
Pongamos el ejemplo de la estatina de Francisca. Su justificación nace de un
solo EC, que fue interrumpido prematuramente, y de un análisis post hoc de
dicho estudio sobre un subgrupo de pacientes en prevención primaria por
encima de 70 añosviii. Tanto los análisis de subgrupos como los ensayos
prematuramente interrumpidos tienden a sobreestimar los beneficios de la
intervención terapéuticaix.
El único EC con estatinas realizado íntegramente en pacientes ancianos (entre
70 y 82 años) no incluye pacientes como Francisca, ya que la enfermedad
renal crónica moderada y la inmovilización son motivos de exclusión de este
ensayo. El estudio revela que en aquellos que no han tenido previamente
eventos cardiovasculares, como es el caso de nuestra paciente, no hay
beneficio clínico evidentex. Considerando globalmente todos los pacientes del
ensayo, aunque disminuye la morbi-mortalidad cardiovascular, la mortalidad
total no se ve modificada. En un análisis posterior de ese EC, Mangin y cols.
argumentan que el descenso en la mortalidad cardiovascular se ve
compensada por un aumento de la probabilidad de morir por otras causas,
entre ellas cáncerxi. Las estatinas conseguirían en los ancianos, pues,
simplemente cambiar la causa de muerte, pero no evitarla.
Por otro lado, el uso de antihipertensivos está muy extendido entre la población
mayor, entre ellos nuestros dos pacientes. Recientemente, un ensayo clínico
realizado exclusivamente en ancianos por encima de 80 años, el estudio
9
HYVET, que fue precozmente parado, demostró que la indapamida disminuía
significativamente la mortalidad por cualquier causaxii. Sin embargo, la
relevancia clínica del resultado obtenido para este objetivo es baja (el NNT
para este objetivo es de 46, oscilando –intervalo de confianza- entre 24 y 637),
y los beneficios no se ha visto corroborados en un reciente metanálisis que
incluye el estudio anteriorxiii. Pero su principal debilidad radica en que dicho
estudio excluye a ancianos como Francisca o Rosario, al tener como criterios
de exclusión las personas con demencia, las inmovilizadas, las que padecen
de enfermedad renal o las que están en situación terminal.
Además, cifras de presión arterial cercanas a las propuestas como objetivo en
estudio HYVET se han visto asociadas en personas por encima de 85 en
estudios de cohortes de base poblacional a mayor mortalidadxiv, así como a
efectos adversos de intensidad suficiente como para cambiar, suspender o
bajar sus dosisxv. En una revisión sistemática se analizó qué efecto podría
tener la retirada de antihipertensivos en las personas hipertensas por encima
de 65 añosxvi. Se observó que entre el 20-85% de los sujetos permanecían
normotensos o no requirieron reintroducir el antihipertensivo al cabo de un
periodo que oscilaba, según estudios, entre 6 meses y 5 años, sin que se
incrementara la mortalidad por ese motivo. Sólo la retirada de los diuréticos
pudiera ser menos segura, al aumentar de forma relevante la presión arterial y
estar asociado a un agravamiento de los síntomas de insuficiencia cardíacaxvii.
Por tanto, el tratamiento antihipertensivo en persona de edad avanzada
produce en muchas ocasiones efectos adversos y posee dudosos beneficios,
no conociéndose si dicho beneficio pudiera ser aplicable a ancianos terminales
10
o frágiles, y su retirada pudiera estar justificada en muchos casos, siendo de
una manera sustancial seguro hacerlo.
Otro ejemplo podrían ser los bifosfonatos. Estos medicamentos, cuya
indicación es, de forma genérica, el tratamiento de la osteoporosis
postmenopáusica, no han demostrado evitar de forma significativa las fracturas
de cadera cuando se usan en prevención primaria en mujeres por encima de
80 añosxviii. Además, al menos en los cinco primeros años tras la retirada del
bifosfonato no parece aumentar el riesgo de fracturas de caderaxix. Teniendo en
cuenta que la supervivencia al cabo de ese tiempo en personas con el nivel de
fragilidad que presenta Rosario está en torno al 25 %xx, no parece del todo
improcedente retirar el ibandronato, sobre todo teniendo en cuenta sus
potenciales efectos adversos cuando el uso es prolongado (osteonecrosis,
fracturas patológicas, cáncer esofágico, etc.). Similares argumentos se pueden
aplicar a la memantina, el donezepilo y el acenocumarol en pacientes como
Rosarioxxi.
La deprescripción tiene además justificaciones éticas (figura 2). Como hemos
visto anteriormente, el beneficio de diversos tratamientos en ancianos es
cuando menos controvertido (dudosa beneficiencia) y produce en ocasiones
daños evitables (maleficiencia). La autonomía se ve habitualmente limitada por
los problemas cognitivos, pero los que logran expresar sus preferencias
muestran deseos que en ocasiones chocan frontalmente con las
recomendaciones clínicas, siendo generalmente más sensibles a la posibilidad
de que los fármacos preventivos produzcan efectos adversos que a sus
potenciales beneficiosxxii. Por último, el ideal de no discriminar a las personas
ancianas ofreciéndoles las mismas oportunidades terapéuticas que a los más
11
jóvenes (justicia social) puede ocasionar un trasvase importante de recursos
que pudieran mermar la sostenibilidad del sistema sanitario (justicia
distributiva).
d. ¿Cómo deprescribir?
Podríamos hablar de dos estrategias diferentes. La tipo “poda” trataría de
reconsiderar en un paciente concreto su régimen terapéutico, discontinuando lo
innecesario y añadiendo lo necesario de una forma individualizada según el
estado del paciente y su expectativa de vida. Esta táctica suele apoyarse en el
uso de algoritmos que facilitan la toma de decisiones, basándose en criterios
de necesidad (confrontación de la indicación del medicamento con las
necesidades clínicas del paciente y las metas de la atención sanitaria) y de
efectividad-seguridad (balance beneficios/riesgos), al tiempo que tienen en
consideración la expectativa de vida y el tiempo que el medicamento tarda en
alcanzar su beneficio. Dicha aproximación ha demostrado reducir el número de
medicamentos, el volumen de derivaciones a urgencias e incluso la mortalidad
respecto al grupo control, sin afectar a la calidad vida ni el estado mental ni
provocar efectos adversos relevantesxxiii. Sin embargo, al tratarse de estudios
preliminares no exentos de sesgos importantes no podemos asegurar con
rotundidad que esta estrategia sea recomendable.
El otro modelo de deprescripción podríamos nombrarlo con el símil de la “tala
selectiva”. Se trataría de, una vez conocido que un fármaco determinado es
inapropiado para su uso en una población concreta, revisar uno a uno a todos
esos pacientes para identificar quiénes lo tienen prescrito, actuando luego en
consecuencia. Este tipo de intervenciones también suele ser útil para retirar
12
medicamentos inapropiadosxxiv, siendo además más factible que el anterior por
consumir menos tiempo y ser más eficiente, pero al mismo tiempo tiene menos
en cuenta al contexto individual y sociofamiliar.
Volviendo a nuestros casos, Rosario es una candidato idónea para una “poda
de medicamentos”, puesto su estado de salud y su expectativa de vida se ha
modificado, y por tanto determinados medicamentos probablemente han
dejado de tener sentido o lo van a dejar de tener en breve (memantina,
telmisartán, acenocumarol, donezepilo, ibandronato) y otros (por ejemplo,
opioides para el dolor abdominal) muy posiblemente comenzarán a ser
necesarios a partir de este momento. Francisca también es candidata a la
deprescripción tipo poda, pero fue detectada inicialmente tras rastrear
selectivamente en las bases de datos de la historia clínica aquellos ancianos
por encima de 80 años que, estando en prevención primaria cardiovascular,
estaban tomando estatinas (deprescripción tipo “tala selectiva”); tras analizar
en detalle su historial se puede ver que otros fármacos eran también
susceptibles de ser eliminados o sustituidos (trimetazidina, valsartán,
pantoprazol).
e. ¿A quién?
La deprescripción típicamente es un proceso que se adapta y justifica de una
forma más adecuada y aceptada en los pacientes que se encuentran en una
situación terminal. Por extensión y por los mismos motivos, puede ser aplicable
a ancianos frágiles, cuya expectativa de vida es corta en la mayoría de los
casos 20. Sin embargo, si consideramos que la deprescripción debe y puede
ser un proceso que acompañe siempre a la prescripción, cualquier momento
13
puede ser bueno, sobre todo cuando se van acumulando medicamentos en el
régimen terapéutico, ante cambios clínicos relevantes o situaciones vitales que
modifiquen la percepción y actitud de la persona ante los medicamentosxxv.
f. ¿Por quién?
Básicamente, podríamos considerar dos tipos de deprescripción en cuanto a
quién es el responsable de llevarla a cabo. Distinguimos así de deprescripción
realizada por agentes externos (generalmente farmacéuticos o geriatras), o por
profesionales “de cabecera” (médicos de familia y enfermeras comunitarias).
Los primeros consiguen mayor objetividad en sus evaluaciones, mientras que
los segundos aportan una visión más integral y son mejor aceptados por parte
de los pacientes, ya que la accesibilidad y la longitudinalidad propias de la
Atención Primaria favorecen el establecimiento de una relación de confianza.
En otras ocasiones, son los equipos multidisciplinares los que pueden hacerse
cargo del proceso.
g. ¿Qué riesgos, barreras y amenazas hay? (Tabla 2)
Para asegurar que la deprescripción es aceptada por el paciente y no conduce
a riesgos innecesarios es preciso tener un conocimiento amplio de los
medicamentos y del paciente y su contexto. En primer lugar, saber manejar
bien los fármacos, sus propiedades, precauciones de uso y los problemas que
pudiera acarrear su discontinuación es imprescindible1. Sin embargo, existen
muy pocos estudios que evalúen la seguridad de la retirada de medicamentos,
por lo que el ars medica y la prudencia son los que guían habitualmente la
práctica clínica. Por su parte, conocer el significado del medicamento por parte
14
del paciente y su experiencia del proceso es primordial, ya que en muchas
ocasiones descubrimos que la falta de adhesión al proceso de deprescripción
esconde miedos y vivencias desagradables4,xxvi.
15
FIGURAS Y TABLAS
Figura 1: Fases de la deprescripción de medicamentos.
Adaptado de 1.
16
Figura 2: Fundamentos éticos de la deprescripción.
ECA: Ensayo Clínico Aleatorizado. Modificado de 6.
17
Tabla 1: Consecuencias de la polimedicación y del uso de medicamentos
inapropiados
Consecuencias clínicas
Disminución adherencia terapéutica
Efectos adversos a los medicamentos
Interacciones fármaco-fármaco y medicamento-enfermedad
Riesgo de hospitalización, de prolongación de la misma y de
reingreso
Riesgo de caídas y de lesiones provocadas por las mismas
Disminución funcionalidad física
Deterioro calidad de vida relacionada con la salud
Aumento de la morbilidad
Aumento de la mortalidad
Consecuencias legales
Responsabilidad civil en caso de daños resarcibles
Responsabilidad penal por imprudencia o dejación de funciones que
ocasionen daño a la vida o a la integridad física
Consecuencias éticas
Deterioro relación clínica
Pérdida de confianza en la asistencia sanitaria
Consecuencias sociales
Alteraciones en el rol y fundones sociales del individuo
Consecuencias económicas
Gastos directos: Gasto farmacéutico (hospitalario y por receta),
18
consultas y hospitalizaciones por efectos adversos, pruebas
diagnósticas, etc.
Costes sanitarios no directos: cuidados y adaptaciones domiciliarias
por discapacidades
Costes indirectos: productividad perdida asociada al daño producido
por los medicamentos
Costes intangibles: daño moral, disminución calidad vida, deterioro
bienestar, etc.
Consecuencias en la política sanitaria y en la salud pública
Medidas legislativas y administrativas
Políticas y planes de salud
19
Tabla 2: Riesgos, barreras y amenazas asociadas a la deprescripción
Riesgos
Aparición de efectos indeseables
Agravamiento proceso de base
Barreras
Barreras del propio sistema sanitario y de la sociedad
o Receta electrónica y otros métodos que reactivan automáticamente
la continuidad de las prescripciones
o Guías clínicas y protocolos intervencionistas
o Sistemas de salud impersonales, escaso patient-centredness
o Prescripción inducida
o Sobremedicalización y mercantilización de la salud
o Prescripción, íntimamente asociada a acto clínico
o Múltiples profesionales involucrados en la atención sanitaria de un
mismo paciente
Barreras del médico
o Inercia sobreterapéutica
o Educación médica centrada en el medicamento
o Falta de destrezas para cambiar actitudes
o Reticencias a cambiar medicamentos prescritos por otros
facultativos
Barreras en la relación médico-paciente
o No discutir posibilidades de deprescripción con el paciente/familia
o No tener en cuenta perspectiva del paciente
Barreras del paciente
o Percepción de abandono
o Miedos, vivencias pasadas desagradables
o Resistencias a abandonar medicamentos que vienen tomando largo
tiempo
Amenazas y debilidades
Discriminación por la edad
Dificultades para determinar si un paciente realmente está en sus últimas
etapas de la vida
20
Paternalismo o asimetría en la toma de decisiones
Olvidar los aspectos no farmacológicos de la medicación
BIBLIOGRAFÍA
i Hardy JE, Hilmer SH. Deprescribing in the last year of life. J Pharm Pract
Research. 2011;41:146-51.
ii Barsky AJ. Nonpharmacologic aspects of medication. Arch Intern
Med. 1983;143:1544-8.
iii Gallagher P, O’Mahony D. STOPP (Screening Tool of Older Persons’
potentially inappropriate Prescriptions): application to acutely ill elderly patients
and comparison with Beers’ criteria. Age Ageing.2008;37:673-9.
iv Leydon GM, Rodgers L, Kendrick T. A qualitative study of patient views on
discontinuing long-term selective serotonin reuptake inhibitors. Fam Pract
2007;24:570-5.
v Villafaina Barroso, Gavilán Moral E, Atanasio Moraga JA. Implicaciones y
consecuencias de la polimedicación. En: Gavilán Moral E, Villafaina Barroso A
(edits). Polimedicación y salud: estrategias para la adecuación terapéutica.
Barcelona: Reprodisseny; 2011. [Consultado 1/11/2011]. Disponible en:
www.polimedicado.com.
vi Le Couteur DG, Ford G, McLachlan AJ. Evidence, ethics and medication
management in older people. J Pharm Pract Res. 2010;40:148-52.
vii Boyd CM, Darer J, Boult C, Fried LP, Boult L, Wu AW. Clinical practice
guidelines and quality of care for older patients with multiple comorbid diseases.
Implications for pay for performance. JAMA. 2005;294:716-24.
viii Glynn RJ, Koenig W, Nordestgaard BG, Shepherd J, Ridker PM.
Rosuvastatin for primary prevention in older persons with elevated C-reactive
21
protein and low to average low-density lipoprotein cholesterol levels: exploratory
analysis of a randomized trial. Ann Intern Med. 2010;152:488-96.
ix Schulz KF, Grimes DA. Multiplicity in randomised trials II: subgroup and
interim analices. Lancet. 2005;365:1657–61.
x Shepherd J, Blauw GJ, Murphy MB, Bollen EL, Buckley BM, Cobbe SM, et al.
Pravastatin in elderly individuals at risk of vascular disease (PROSPER): a
randomised controlled trial. Lancet. 2002;360:1623–30.
xi Mangin D, Sweeney K, Heath I. Preventive health care in elderly people
needs rethinking. BMJ. 2007;335:285-7.
xii Beckett NS, Peters R, Fletcher AE, Staessen JA, Liu L, Dumitrascu D.
Treatment of hypertension in patients 80 years of age or older. NEJM.
2008;358:1887-98.
xiii Bejan-Angoulvant T, Saadatian-Elahi M, Wright JM, Schron EB, Lindholm LH,
Fagard R, et al. Treatment of hypertension in patients 80 years and older: the
lower the better? A meta-analysis of randomized controlled trials. J Hypertens.
2010;28:1366-72.
xiv Van Bemmel T, Gussekloo J, Westendorp RGJ, Blauw GJ. In a population-
based prospective study, no association bet- ween high blood pressure and
mortality after age 85 years. J Hypertens. 2006;24:287-92.
xv Butt TF, Branch RL, Beesley L, Martin U. Managing hypertension in the very
elderly: effect of adverse drug reactions (ADRs) on achieving targets. J Human
Hypertens. 2010;24:514-8
xvi Iyer S, Naganathan V, McLachlan AJ, Le Couteur DG. Medication withdrawal
trials in people aged 65 years and older: a systematic review. Drugs Aging
2008; 25: 1021-31.
22
xvii Walma EP, van Dooren C, Prins A, van der Does E, Hoes A. Withdrawal of
long term diuretic medication in elderly patients: a double blind randomised trial.
BMJ 1997;315:464–8.
xviii Inderjeeth CA, Foo ACH, Lai MYM, Glendenning P. Efficacy and safety of
pharmacological agents in managing osteoporosis in the old old: Review of the
evidence. Bone. 2009;44:744-51.
xix Black DM, Schwartz AV, Ensrud KE, Cauley JA, Levis S, Quandt SA, et al.
Effects of continuing or stopping alendronate after 5 years of treatment: the
Fracture Intervention Trial Long-term Extension (FLEX): a randomized trial.
JAMA. 2006;296:2927-38.
xx Carey EC, Covinsky KE, Lui LY, Catherine Eng C, Sands LP, Walter LC.
Prediction of mortality in community-living frail elderly people with long-term
care needs. J Am Geriatr Soc. 2008;56:68–75.
xxi Parsons C, Hughes CM, Passmore AP, Lapane KL. Withholding,
discontinuing and withdrawing medications in dementia patients at the end of
life. A neglected problem in the disadvantaged dying? Drugs Aging.
2010;27:435-49.
xxii Fried TR, Tinetti ME, Towle V, O’Leary JR, Iannone L. Effects of benefits and
harms on older persons’ willingness to take primary cardiovascular medication.
Arch Intern Med. 2011;171:923-8.
xxiii Garfinkel D, Zur-Gil S, Ben-Israel J. The war against polypharmacy: a new
cost-effective geriatric-palliative approach for improving drug therapy in disabled
elderly people. Isr Med Assoc J. 2007;9:430-4.
xxiv Beer C, Loh PK, Peng YG, Potter K, Millar A. A pilot randomized controlled
trial of deprescribing. Ther Adv Drug Safe. 2011;2:37-43.
23
xxv Moen J, Bohm A, Tillenius T, Antonov K, Nilsson JL, Ring L."I don't know
how many of these [medicines] are necessary..". A focus group study among
elderly users of multiple medicines. Patient Educ Couns. 2009;74:135-41.
xxvi Anthierens S, Tansens A, Petrovic M, Christiaens T. Qualitative insights into
general practitioners views on polypharmacy. BMC Fam Practice. 2010;11:65.