mauricio lara manning, un hombre de energía nuclear

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MAURICIO LARA MANNING, UN HOMBRE DE ENERGIA NUCLEAR por Jorge Luis Alvarado Pisani (1994) En su Buenos Aires querido se nos murió nuestro Doctor Lara, el pasado viernes 22 de julio. Le falló el corazón en el quirófano. Y hoy, jueves 28, nos llega a Managua, por avión, sellado y precintado en doble caja, lo que quizás no osaríamos llamar su cadáver si tuviésemos presente que cadáver es CArne DAda a los VERmes. O quizás sí debiéramos hablar de su cadáver, con palabra tan gráfica y científica, tal como el mismo Mauricio lo hubiera hecho ahora, sin miedo a las palabras. Sin embargo, no quiero hablar aquí de sus residuos entrópicos sino de la explosión de energía vital que fue, y en cierto modo no ha dejado de ser, el doctor Mauricio Lara Manning. La herencia que recibió El Dr. Lara nació en León, el 23 de septiembre de 1929. Fue hijo del Dr. Escolástico Lara, el notable médico leonés que, junto con el Dr. Luis H. Debayle, atendió a Rubén Darío moribundo. Dicen que un día Rubén bautizó a Escolástico Lara como "El Ultimo Azteca", aludiendo a la fuerte y chaparra condición indígena de aquel médico y amigo que a diario lo sometía al cruento sacrificio de las inyecciones y que habría de estar a su lado a las 10:15 de la noche del 6 de febrero de 1916, hora en que al poeta se le ocurrió irse a la inmortalidad. Mauricio Lara heredó de ese Escolástico Lara el fornido aspecto, el amor a las ciencias experimentales y la energía vital que

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Page 1: Mauricio Lara Manning, un Hombre de Energía Nuclear

MAURICIO LARA MANNING, UN HOMBRE DE ENERGIA NUCLEAR

por Jorge Luis Alvarado Pisani (1994)

En su Buenos Aires querido se nos murió nuestro Doctor Lara, el pasado viernes 22 de julio. Le falló el corazón en el quirófano.

Y hoy, jueves 28, nos llega a Managua, por avión, sellado y precintado en doble caja, lo que quizás no osaríamos llamar su cadáver si tuviésemos presente que cadáver es CArne DAda a los VERmes.

O quizás sí debiéramos hablar de su cadáver, con palabra tan gráfica y científica, tal como el mismo Mauricio lo hubiera hecho ahora, sin miedo a las palabras.

Sin embargo, no quiero hablar aquí de sus residuos entrópicos sino de la explosión de energía vital que fue, y en cierto modo no ha dejado de ser, el doctor Mauricio Lara Manning.

La herencia que recibió

El Dr. Lara nació en León, el 23 de septiembre de 1929. Fue hijo del Dr. Escolástico Lara, el notable médico leonés que, junto con el Dr. Luis H. Debayle, atendió a Rubén Darío moribundo.

Dicen que un día Rubén bautizó a Escolástico Lara como "El Ultimo Azteca", aludiendo a la fuerte y chaparra condición indígena de aquel médico y amigo que a diario lo sometía al cruento sacrificio de las inyecciones y que habría de estar a su lado a las 10:15 de la noche del 6 de febrero de 1916, hora en que al poeta se le ocurrió irse a la inmortalidad.

Mauricio Lara heredó de ese Escolástico Lara el fornido aspecto, el amor a las ciencias experimentales y la energía vital que caracterizaba a aquellos librepensadores masones amigos de Darío que luego serían amigos de Sandino. En efecto, años más tarde, el General de Hombres Libres delegó en Escolástico Lara la jefatura del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, cuando él decidió viajar de Wiwilí a Managua, sólo para caer en la trampa de Somoza García.

Con Escolástico Lara entró Sandino al despacho del presidente Sacasa, a las 5:00 de la tarde del 21 de febrero de 1934, y allí se despidió Sandino de Lara cinco horas antes ser asesinado (a las 10:15 de la noche, la misma hora en que murió Darío). Escolástico Lara se exilió entonces a Argentina, con su familia, para no correr la misma suerte que los 3000 sandinistas masacrados en el campamento "Luz y Verdad".

Mauricio tenía entonces tan sólo cuatro años y medio, y heredaría la devoción de Escolástico Lara a la causa sandinista de justicia, libertad, fraternidad, soberanía nacional y sueños bolivarianos.

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La vida que vivió

En Argentina, Mauricio se hizo científico. En 1955 se licenció en ciencias físicas y matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, por entonces el mejor lugar para hacer ciencia en América Latina. Perteneció a la Comisión Nacional de Energía Atómica y formó parte del equipo que construyó Atucha I, el primer reactor nuclear argentino, entre 1958 y 1960. En 1962 fue fundador del Departamento de Física de la Facultad de Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Litoral, y fue su director hasta que los militares golpistas lo despojaron de su cátedra, en 1975. Se dedicó entonces a dirigir la empresa privada Biomación Argentina, hasta 1980.

En 1982 regresó a Nicaragua y, desde estonces hasta ahora (1994), fue asesor científico del Ministerio de Planificación y del Ministerio de Cooperación Externa. Desde este lugar desplegó un constante trabajo de promoción y gestión científica y tecnológica por el que le fue concedida la Orden Ramírez Goyena en 1990. En 1984 le habían sido restituidos por ley los derechos de su cátedra argentina, pero no quiso dejar Nicaragua en los días más duros de la guerra contrarrevolucionaria. Regalaba a manos llenas, a quien le pedía, dinero, conocimientos y amistad, cosa que ya no se estila en estos neoliberales tiempos del cólera.

La herencia que nos deja

Un impulso inclaudicable a la investigación científica, a la invención tecnológica y a su aplicación industrial. Un profundo respeto a la sabiduría popular. Una lección callada de alegría, magnanimidad, entrega y generosidad. Y una tarea abierta: la creación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, condición necesaria para el desarrollo económico y social de Nicaragua (Lucha ésta, ché Mauricio Lara, en la que siempre estarás, como los héroes, presente, presente, presente).

Managua, 28 de julio de 1994