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DIPLOMADO: “EDUCACIÓN SUPERIOR EN SALUD CON NUEVAS TECNOLOGÍAS”
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TALLER DE PLANIFICACIÓN EDUCATIVA
DISEÑO DEL PLAN GLOBAL CON INTEGRACIÓN DE TIC
Lectura 5
FUNDAMENTOS DE EVALUACIÓN EDUCATIVA
COCHABAMBA, MAYO DE 2014
DIPLOMADO: “EDUCACIÓN SUPERIOR EN SALUD CON NUEVAS TECNOLOGÍAS”
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Hacia una nueva cultura de la evaluación educativa
Adaptación del texto de Santiago Castillo Arredondo1
Introducción
Es un hecho que la evaluación educativa supone una preocupación constante en el mundo de la
educación a todos los niveles, y que ha experimentado en los últimos años un notable desarrollo
institucional y legislativo, junto a una abundante literatura pedagógica y frecuentes
investigaciones sobre muchas de sus aplicaciones. Hoy se le atribuye una singular importancia
como factor que favorece la calidad y mejora de la enseñanza y el aprendizaje.
Pese a ello, la evaluación es uno de los campos en los que todavía queda mucho por hacer y
estudiar para generar cambios que permitan mejorar nuestras prácticas evaluativas y en
consecuencia, mejorar el aprendizaje de los estudiantes.
En estas páginas vamos a profundizar en la reflexión sobre la evaluación, su marco teórico y la
necesidad de una nueva cultura evaluadora en la educación.
1. Estructura básica del concepto de evaluación
En la base de la concepción actual de la evaluación, hay una estructura básica característica, sin
cuya presencia no es posible concebir la auténtica evaluación. En primer lugar, hay que considerar
la evaluación como un proceso dinámico, abierto y contextualizado, que se desarrolla a lo largo de
un periodo de tiempo: no es una acción puntual o aislada. En segundo lugar, se han de cumplir
varios pasos sucesivos durante dicho proceso, para que se puedan dar las tres características
esenciales e irrenunciables de toda evaluación:
1º Obtener información. Aplicando procedimientos válidos y fiables para conseguir datos e
información sistemática, rigurosa, relevante y apropiada, que fundamente la consistencia y
seguridad de los resultados de la evaluación.
2º Formular juicios de valor. Los datos obtenidos deben permitir fundamentar el análisis y la
valoración de los hechos que se pretenden evaluar, para que se pueda formular un juicio de
valor lo más ajustado posible.
3º Tomar decisiones. De acuerdo con las valoraciones emitidas sobre la información relevante
disponible, se podrán tomar decisiones que convengan en cada caso.
1 ARREDONDO CASTILLO, Santiago. Compromisos de la evaluación educativa. Ed. Prentice Hall, Madrid, 2002
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Estructura básica del concepto de evaluación
Aplicaciones del concepto de evaluación
PROCESO DINÁMICO, ABIERTO Y CONTEXTUALIZADO
Tiempo Evaluación inicial Antes de…
Evaluación procesual Durante…
Evaluación final Después de…
Función Diagnóstica Formativa Sumativa
Contenidos y aplicaciones
Evaluación de los estudiantes
Evaluación de los docentes
Evaluación de los procesos
Evaluación del sistema educativo o Evaluación de áreas y materias curriculares o Evaluación según etapas o ciclos
Ejecutores Docentes
Estudiantes
Administración educativa
Sobre la base de esta estructura básica podemos ir ampliando el campo conceptual de la
evaluación, en función de los diversos aspectos y aplicaciones de la misma: de la intencionalidad
educativa que se persigue; de los momentos del proceso; de los ámbitos de aplicación; de los
agentes de su ejecución, etc. Esta diversidad de enfoques o perspectivas da pie a contemplar
distintos tipos de evaluación, en función de los distintos ámbitos y circunstancias de la aplicación
concreta de la evaluación.
EVALUACIÓN
PROCESO
1º OBTENER
3º TOMAR
2º FORMULAR
INFORMACIÓN DECISIONES JUICIOS
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Momentos de la evaluación
En cualquier caso, la evaluación debe estar integrada en el proceso educativo y convertirse en un
instrumento de acción pedagógica que permita, por un lado, adaptar la actuación educativo-
docente a las características individuales de los estudiantes a lo largo de su proceso de
aprendizaje; y, por otro, comprobar y determinar si éstos han conseguido las finalidades y metas
educativas, que son el objeto y la razón de ser de la actuación educativa. En consecuencia, el
concepto de evaluación en el que actualmente nos encontramos no se reduce al hecho habitual de
evaluar los aprendizajes de los estudiantes, sino que también debe tener en cuenta distintos
aspectos que intervienen en el proceso de aprendizaje: la capacidad intelectual, el desarrollo
afectivo y social, la actitud, etc., sin olvidar los aspectos docentes del proceso de enseñanza que
inciden en el aprendizaje: metodología empleada, intercomunicación en el aula, nivel de exigencia,
etc.
En síntesis, se pueden subrayar algunas características significativas de la actual concepción de la
evaluación: ha de ser continua, global, integradora, e individualizada a la vez que debe ser un
instrumento de acción pedagógica que permita la mejora de todo el proceso educativo.
La estructura básica del concepto de evaluación se complica al asentar sobre ella tipos, funciones,
fases, objetivos, etc. La estructura básica conceptual de la evaluación no cambia, aunque sí
pueden cambiar las circunstancias: el momento (cuándo evaluar), las funciones (para qué evaluar),
los contenidos (qué evaluar), los procedimientos (cómo evaluar), los ejecutores (quiénes evalúan),
etc. En definitiva, la evaluación educativa tiene un contexto determinado, un espacio o contenido
sobre el que actúa, unos momentos continuados a lo largo del proceso, y persigue unas finalidades
u objetivos formativos concretos.
ANTES del proceso de E-A
DURANTE el proceso de E-A
DESPUÉS del proceso de E-A
EVALUACIÓN
INICIAL
Diagnóstica
Pronóstica
Previsora
FORMATIVA
Orientadora
Reguladora
Motivadora
SUMATIVA
Integradora
Promocional
Acreditativa
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Circunstancias de la evaluación educativa
CIRCUNSTANCIAS
DE LA EVALUACIÓN
¿QUÉ EVALUAR? Grado de desarrollo de
capacidades
Aprendizaje de contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales.
Agentes, procesos y resultados
¿CÓMO EVALUAR? Según criterios de
evaluación establecidos en la planificación
Conforme a criterios profesionales
Según diseño y planificación previa
¿CUÁNDO EVALUAR? EV. INICIAL: diagnóstica
EV. FORMATIVA: reguladora
EV. FINAL: sumativa
¿CON QUÉ EVALUAR? Utilizando técnicas: de
observación, prueba objetiva, encuestas, entrevistas, etc.
Con el soporte de instrumentos adecuados
¿QUIÉN EVALUA? Docentes y estudiantes o Autoevaluación o Heteroevaluación o Coevaluación
Administración educativa
¿PARA QUÉ EVALUAR? Adecuar la actuación
didáctica a las necesidades de los estudiantes
Toma de decisiones: promoción, titulación, etc.
Calificación y acreditación
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2. Funciones y ámbitos de la evaluación educativa
La evaluación educativa, al estar inmersa en el planteamiento curricular, se adapta a sus
características y cumple unas funciones específicas al servicio del mismo. Además de las funciones
habituales, la evaluación adquiere unos compromisos que podemos centrar en los siguientes
grandes ámbitos, estrechamente interrelacionados entre sí.
Ámbito didáctico
La función de la evaluación en el ámbito didáctico se ocupa de ayudar a desarrollar el proceso de
enseñanza-aprendizaje de los estudiantes, en las mejores condiciones posibles. La evaluación pasa
a ser el elemento determinante de la planificación didáctica, afecta a todos los aspectos de la vida
académica: ambiente de aula; proyecto educativo del centro y proyecto curricular; actividades;
medios y recursos; decisiones organizativas, etc.; aspectos todos ellos que, de una forma u otra,
influyen en el rendimiento académico de los estudiantes, por lo que la evaluación ha de velar por
detectar los errores, proporcionando la información necesaria para que se realicen las
modificaciones que se consideren oportunas en beneficio del funcionamiento del centro, de la
función docente y del aprendizaje del estudiante. La evaluación en el ámbito didáctico no sólo es
un elemento integrante del diseño curricular, sino que es también una ocasión más de aprendizaje
para el docente y para el estudiante. Justifica, regula y avala, según cada caso, el contenido, el
proceso y los participantes en el quehacer didáctico.
Ámbito psicopedagógico
La función formativa de la evaluación cobra aquí su pleno y profundo sentido. El aprendizaje se
individualiza y al estudiante se le contempla también, ante todo, como persona. La evaluación
permite al docente desarrollar su proceso de enseñanza-aprendizaje personalizado y adaptado a
las circunstancias de cada estudiante o, al menos, de aquéllos que requieren más ayuda,
adecuándose a su ritmo de aprendizaje, teniendo en cuenta sus dificultades concretas y
exigiéndole unos rendimientos acordes con sus capacidades.
La evaluación se centra en recoger información psicopedagógica relevante y útil para la finalidad
que persigue. Es preciso obtener información sobre los resultados del proceso de aprendizaje,
pero especialmente sobre el comportamiento que cada estudiante tiene en el mismo. Una
evaluación formativa no puede limitarse a obtener sólo datos sobre el rendimiento de los
estudiantes. Dicha información es importante, pero debe estar subordinada al conocimiento de
otros aspectos que inciden en el proceso de aprendizaje del estudiante y que han de servir al
docente para proporcionarle las ayudas más adecuadas.
La información que aporta la evaluación sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje facilita, por un
lado, que se analicen los motivos que provocan los avances o los bloqueos del estudiante en el
aprendizaje; y, por otro, sirve para que el estudiante tome conciencia de las estrategias que le
resultan más adecuadas para sus estudios. En consecuencia, conduce a arbitrar las medidas o
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ayudas más adecuadas para que los estudiantes mejoren la calidad de sus aprendizajes; a la vez
que permite revisar y regular los distintos factores que interactúan e intervienen en el proceso de
aprendizaje: las características del estudiante, la especificidad de la tarea, la metodología
empleada, etc.
La evaluación formativa en el ámbito psicopedagógico permite adaptar las actividades de
enseñanza y aprendizaje a las características personales de los estudiantes, con el fin de ajustar las
tareas propuestas a lo que ellos son capaces de hacer. En consecuencia, los docentes no deben
centrarse sólo en la valoración de los resultados, sino también en averiguar las causas que alteran
el normal desarrollo del aprendizaje de algunos estudiantes.
Ámbito social
La evaluación educativa también tiene repercusiones sociales que afectan tanto a la institución
educativa como a la persona del estudiante. El proceso de la evaluación, va ligado a actos
administrativos y puede acabar en decisiones trascendentes para el estudiante, como la
acreditación, la promoción o la titulación, que afectan de lleno a la vida familiar y al contexto
social. Es la función acreditativa de la evaluación la que, junto con la función sumativa, permite
aportar logros o resultados definitivos, pero también de carácter social: acredita ante la sociedad
los aprendizajes logrados por el estudiante que, en unos casos, le permite promocionar a un nuevo
curso y, en otros, obtener la correspondiente titulación.
Para que la evaluación pueda hacer balance sobre el logro de un conjunto de objetivos con fines
acreditativos, interesa recoger información sobre el rendimiento de los estudiantes en momentos
determinados de su trayectoria formativa. Es necesario obtener información, no tanto sobre el
proceso de aprendizaje que ha seguido el estudiante, cuanto sobre los conocimientos que ha
adquirido al finalizar un período determinado respecto a un conjunto de objetivos educativos.
Para ello, será preciso haber logrado los aprendizajes más relevantes y prioritarios, de modo que
la valoración global de su adquisición fundamente las decisiones de calificación, promoción y
titulación. Normalmente, las decisiones que se derivan de la evaluación acreditativa tienen un
carácter esencialmente administrativo. Sirven para certificar los resultados obtenidos por los
estudiantes y comunicar a las diferentes instancias (estudiantes, familias, administración educativa
y sociedad en general) datos sobre el rendimiento educativo.
3. Clasificación de la evaluación
Esta clasificación se presenta con el ánimo de ofrecer algunos elementos que favorezcan la
comprensión de enfoques o perspectivas, pero debe tenerse presente que en el ejercicio práctico
no se trata de optar por una u otra forma, sino tener claridad sobre su uso con el fin de lograr que
la evaluación sea un recurso para la comprensión y el mejoramiento del proceso educativo.
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Según la función que cumple
La evaluación puede ser formativa o sumativa. Formativa: se utiliza preferentemente como estrategia de mejora y para ajustar sobre la marcha,
los procesos educativos de cara a conseguir las metas u objetivos previstos. Esta evaluación
posibilita la toma de decisiones pedagógicas (avanzar en el programa o retroceder, cambiar
estrategias metodológicas, quitar, simplificar o agregar contenidos, etcétera). Es la más apropiada
para la evaluación de procesos, aunque también es formativa la evaluación de productos
educativos, siempre que sus resultados se empleen para la mejora de los mismos. Suele
identificarse con la evaluación continua.
En este tipo de evaluación, cobra singular importancia la retroalimentación, es decir la generación
de espacios de diálogo y reflexión entre el docente y los estudiantes, individual y grupalmente,
para comunicar los resultados de la evaluación, resaltar las fortalezas, recomendar las acciones de
refuerzo necesarias y reorientar el proceso en caso de ser necesario.
Este carácter formativo, que el docente puede darle a la evaluación, hace posible que se
constituya en una experiencia de aprendizaje orientadora y motivadora para el estudiante.
Sumativa: suele aplicarse más en la evaluación de productos, es decir, de procesos terminados,
con realizaciones precisas y valorables. Con la evaluación no se pretende modificar, ajustar o
mejorar el objeto de la evaluación, sino simplemente determinar su valía, en función del empleo
que se desea hacer del mismo posteriormente.
Según el momento en que se realiza La evaluación puede ser inicial, de proceso o final.
Evaluación inicial: o diagnóstica se realiza al comienzo de un curso académico, de una unidad,
tema, etc. Consiste en la recogida de datos en la situación de partida.
Es imprescindible para iniciar el proceso de enseñanza aprendizaje ya que posibilita obtener
información valiosa respecto a los estudiantes, sus conocimientos previos, sus aptitudes,
expectativas y condiciones particulares, que permitirá decidir si se inicia el proceso tal como se
tenía previsto, o si es necesario introducir cambios en los contenidos, remitir a los estudiantes a
fuentes de información complementaria, reorientar las actividades planificadas o incluso elevar el
nivel de exigencia para el grupo. En este sentido es útil, también, para decidir los objetivos que se
pueden y deben conseguir y para valorar si al final de un proceso, los resultados son satisfactorios
o insatisfactorios. Este tipo de evaluación no conduce a una calificación.
Evaluación de proceso: consiste en la valoración, a través de la recogida continua y sistemática de
datos, del proceso de enseñanza y aprendizaje, a lo largo del periodo de tiempo fijado para la
consecución de unas metas u objetivos. La evaluación procesual es de gran importancia dentro de
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una concepción formativa de la evaluación, porque permite tomar decisiones de mejora sobre la
marcha.
Evaluación final: consiste en la recogida y valoración de unos datos al finalizar un periodo de
tiempo previsto para la realización de un aprendizaje, un programa, un trabajo, un curso, etc. o
para la consecución de unos objetivos.
La evaluación final no tiene que ser necesariamente un examen, pues si se dispone de buen
material, de suficiente información sobre los estudiantes, su análisis y valoración quedará
representado en un resultado que puede expresarse de forma numérica o con un concepto.
De acuerdo con el sujeto que evalúa La evaluación puede ser heteroevaluación, coevaluación o autoevaluación.
Heteroevaluación: es la evaluación que realiza una persona sobre el trabajo o el rendimiento de
otro. En el ámbito de la evaluación de los aprendizajes, básicamente está referida a la evaluación
que realiza el docente sobre sus estudiantes.
Coevaluación: es una evaluación conjunta, como la realizada por los grupos con la valoración que
cada uno hace del trabajo del otro.
Para ello se requieren criterios determinados, de tal manera que los estudiantes no queden
sujetos a evaluar lo negativo exclusivamente, ni tampoco caer en la mala interpretación de la
solidaridad, con prácticas como cubrir al compañero frente al profesor, negándole la posibilidad
de entender mejor sus propios avances.
Éste es un proceso complejo, que requiere condiciones para lograr el desarrollo de la capacidad de
argumentar, de defender posturas y, en definitiva, consolidar puntos de vista críticos y claros
frente a los otros.
La autoevaluación: se produce cuando cada estudiante evalúa sus propias actuaciones y
producciones. Para ello, se pueden determinar los aspectos en los cuales el estudiante ha de
realizar autoevaluación y se le ayudará a identificar los aspectos más relevantes que debe observar
y registrar para que pueda llegar, de la mejor manera posible, a realizar una valoración de su
propio trabajo.
La autoevaluación tiene el propósito de mejorar el proceso de aprendizaje del estudiante en la
medida en que le permite tomar conciencia de lo que está haciendo, sus aciertos, éxitos, errores y
fracasos. La autoevaluación es un medio fundamental para que el estudiante progrese en la
autonomía personal y en la responsabilidad de su propio proceso de aprendizaje.
Aunque algunos docentes se muestran reacios a la práctica autoevaluativa, por considerar que no
es aséptica ni libre de problemas, dado que algunos estudiantes tienden a no valorar su trabajo, a
permitir que actúe la baja autoestima, el temperamento depresivo y las tendencias pesimistas; o
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por el contrario, valoran en exceso todo lo que realizan y pierden la perspectiva autocrítica; el
ejercicio persistente de la autoevaluación es esencial para el desarrollo de la autonomía en el
aprendizaje, porque el estudiante irá tomando conciencia de que el responsable último de su
proceso de aprendizaje es él mismo y no aquel que tiene la tarea de asignar una calificación.
Finalmente es necesario precisar que autoevaluación no es lo mismo que autocalificación. Cuando
los estudiantes realizan, con la asesoría del docente, la calificación de los exámenes o trabajos, no
están haciendo autoevaluación, ya que están, en esencia, haciendo un ejercicio de reconocimiento
sobre unos criterios determinados con anterioridad por el grupo académico del programa. La
autoevaluación, debe entenderse como un proceso de valoración, de autocrítica, de toma de
decisiones que cada estudiante realiza sobre su propio proceso de aprendizaje.
4. Planificación de la evaluación
Como venimos diciendo, la evaluación ha dejado de considerarse sólo como un elemento más en
los momentos finales de un proceso didáctico, para pasar a considerarse como un proceso
sistemático con sustantividad e identidad propia, que coadyuva al complejo proceso de
enseñanza-aprendizaje. Por ello, es más preciso hablar del proceso de evaluación en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, que, como hasta ahora, hablar de la evaluación del proceso de enseñanza-
aprendizaje, viniendo a decir que la evaluación tiene una participación parcial al término del
mismo. Por el contrario, cuando hablamos del proceso de evaluación en el proceso de enseñanza-
aprendizaje, estamos indicando la indisociable participación de la evaluación, desde dentro, en
todo cuanto acontece en dicho proceso en cualquier momento, modo y lugar.
En tal sentido, es fundamental una adecuada planificación de la evaluación que nos permita
proyectar, con fundamento y seguridad, una acción evaluadora organizada e intencional. Dicha
planificación, en definitiva, es la previsión, organización, estructuración y adecuación del proceso
de evaluación que ha de acompañar y propiciar el mejor desarrollo del proceso de enseñanza y
aprendizaje.
La planificación de la evaluación debe estar precedida por la reflexión en torno a los elementos
conceptuales que definirán su orientación. Para ello es necesario responder a interrogantes como
las siguientes: ¿Cuál es nuestro concepto de evaluación? ¿Qué entendemos por evaluar, o de qué
evaluación estamos hablando? ¿Qué se quiere hacer con la evaluación? En otras palabras, pensar
antes de actuar para saber lo que se quiere, anticipando una visión global, lo más aproximada
posible, de las condiciones y circunstancias de la acción evaluadora que se pretende realizar.
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Simultaneidad e integración entre los procesos de enseñanza-aprendizaje y el proceso de evaluación
PROCESO DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE
Diseño
Programación
Procedimientos
Requisitos
Criterios
Acción Docente-Discente
Desarrollo
Aplicación
Regulación
Logros
Indicadores
Valoración de datos
Informes
AC
TUA
CIÓ
N D
EL D
OC
ENTE
FASE DE PLANIFICACIÓN
FASE DE EJECUCIÓN
FASE DE EVALUACIÓN
AC
TUA
CIÓ
N D
EL ESTUD
IAN
TE
EVALUACIÓN INICIAL
Diagnóstico de la
situación
Necesidades
Criterios
EVALUACIÓN FORMATIVA
Seguimiento
Control
Regulación
Corrección
EVALUACIÓN SUMATIVA
Resultados
Informe
Toma de decisiones
Calificación
Acreditación
PROCESO DE EVALUACIÓN
5. La evaluación de la evaluación
Al término de un proceso siempre es conveniente mirar hacia atrás para revisar su desarrollo y
confirmar o redefinir el valor de sus resultados. Es el momento de someter a evaluación el proceso
evaluador que se ha desarrollado. “Evaluar es reflexionar sobre la práctica” (Rosales, 1989);
también sobre la práctica evaluadora. Cada docente debe someter a su propia reflexión el modo y
manera de ejecutar la evaluación. En esta metaevaluación puede encontrar un mejor
conocimiento de su práctica docente, y una explicación al rendimiento de sus estudiantes.
Individualmente, o colectivamente como miembro de un equipo docente, tiene en esta fase la
oportunidad de asumir la responsabilidad de reconducir o de mejorar el desarrollo y los resultados
de un proceso en el que es un agente fundamental. Es el momento de tomar conciencia de sí, con
lo que ha hecho y cómo se ha hecho, se han alcanzado los objetivos didácticos propuestos.
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6. Hacia una nueva cultura de evaluación
En las páginas que anteceden hemos insistido en la viva y permanente actualidad de la evaluación,
y del creciente protagonismo que va asumiendo en el quehacer didáctico. La evolución que en el
concepto y en su normativización ha experimentado la evaluación ha superado con creces su
tradicional o habitual asimilación a la aplicación de una prueba o examen.
Sin embargo hay que reconocer, lamentablemente, que en la práctica diaria de muchas aulas y de
muchos centros, la evaluación sigue siendo la hora del examen, el día del examen o la semana de
exámenes. No se trata de denunciar o de responsabilizar a nadie de esta situación. Es un cambio
de la conceptualización de la evaluación, en particular, y de la acción didáctica, en general, que
debe ir calando en todos los responsables más directamente implicados: autoridades
institucionales, docentes y estudiantes. Sólo cuando se produzca este cambio de mentalidad se irá
abriendo paso a una nueva cultura evaluadora.
La nueva cultura evaluadora lleva consigo cambios muy significativos por parte de los docentes,
sobre todo. Cambiar la concepción y la práctica de la evaluación, lleva necesariamente a cambiar
también la concepción de su enseñanza en favor de un mejor aprendizaje del estudiante. Plantear
la evaluación como centro neurálgico, vertebrador y regulador del proceso de enseñanza-
aprendizaje; dar mayor participación en su desarrollo al estudiante; exigirle mayores cuotas de
responsabilidad en la ejecución de la evaluación de sus propios aprendizajes (autoevaluación), son
algunos de los cambios más trascendentales y necesarios que se han de producir para poder
alumbrar la llueva cultura evaluadora. Estos cambios, lentos y profundos, en ningún caso deben
entenderse como pérdida de autoridad profesional o académica del profesorado. Al contrario,
contribuirán a revitalizar sus funciones, adaptándolas a una situación de acción pedagógica y de
actuación didáctica, donde modificamos los modos, las estrategias y el método de acción para
lograr que los estudiantes consigan sus aprendizajes de forma más eficiente y satisfactoria. Los
niveles de exigencia y los objetivos se mantienen; cambiamos las actitudes y los modos de
proceder, para mejorar el proceso y el resultado del quehacer didáctico.
Mucho se ha escrito los últimos años acerca de la incorrecta utilización de la evaluación poniendo
de manifiesto los puntos negros. Siempre ha sido más fácil denunciar los errores, aquello que va
mal, y plasmar un cuadro en negativo. Ello no nos debe impedir reconocer también los avances
conseguidos. Ahora es el momento de actuar en positivo, una vez que tenemos el diagnóstico de
los males que afligen la aplicación de la evaluación. Para mejorar dicha situación presentamos
algunas propuestas concretas con el convencimiento de que su aplicación en la práctica diaria de
las aulas y los centros, ayudará al profesorado a renovarse, actualizando y reforzando su imagen
de docente y educador. La nueva práctica evaluadora ha de ser más abierta, dialogada y
participativa, que fundamente y regule la actuación didáctica y pedagógica del profesor; y en la
que, a su vez, el estudiante asuma su parte de responsabilidad y exigencia.
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El futuro de la evaluación educativa, tal como aquí hemos defendido, pasa porque el docente
asuma conceptual y actitudinalmente planteamientos que, como sugerencias de acción didáctica,
enunciamos a continuación:
Pensar y diseñar las actividades de evaluación plenamente integradas en el proceso de enseñanza-
aprendizaje. La evaluación no es algo distinto o posterior, sino simultáneo a la enseñanza del
profesor y al aprendizaje del estudiante.
No confundir la evaluación con el examen; ni la evaluación continua con exámenes continuos o
más frecuentes. El examen es solo uno de los muchos instrumentos de recogida de información al
servicio de la evaluación. La evaluación es mucho más, es recoger información válida, es poder
formular un juicio de valor y es tener la capacidad para tomar las decisiones.
El objetivo de la evaluación no es sólo poner notas a los estudiantes. Antes de llegar a esa fase
calificatoria o acreditativa del proceso evaluador, están las fases y funciones: diagnóstica,
formativa, reguladora, motivadora, de diálogo, etc., con que la evaluación acompaña a todo el
proceso de enseñanza-aprendizaje, y que afecta tanto al profesor como al estudiante.
No hay que defender que las pruebas objetivas son mejores que las preguntas abiertas, y
viceversa. Hay que saber seleccionar los instrumentos necesarios que pueden proporcionar la
información más adecuada, para cada caso o situación, según cada circunstancia. La evaluación no
nos sirve, como se viene atribuyendo a los exámenes, para determinar qué estudiantes fracasan y
quiénes tienen éxito. La evaluación no se debe quedar ahí, sino que, por el contrario, debe aportar
información suficiente que explique por qué se producen resultados en términos de éxito o de
fracaso; y sobre todo, que fundamente las decisiones de tratamiento o de mejora a las situaciones
de fracaso. La evaluación no debe ser responsabilidad exclusiva del profesor. El proceso de
evaluación, como el proceso de enseñanza-aprendizaje, es una actividad docente compartida
entre el profesor y los estudiantes. El estudiante, es capaz de reconocer sus esfuerzos o su
desinterés; sus aciertos o errores, etc. Es educativo poner al estudiante frente a sus
responsabilidades, también en la evaluación, fomentando para ello la autoevaluación del
estudiante.
Por último, en un afán de sintetizar las ideas fundamentales hasta aquí expresadas, con la
esperanza puesta en un futuro próximo donde una llueva cultura de la evaluación signifique una
enseñanza de más calidad, proponemos diez claves que contribuirán, sin duda, a conseguirlo.
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Bibliografía
ARREDONDO CASTILLO, Santiago. Compromisos de la evaluación educativa. Ed. Prentice Hall, Madrid, 2002
FUNDACIÓN INSTITUTO DE CIENCIAS DEL HOMBRE. La evaluación educativa: conceptos, funciones y tipos. En: http://www.oposicionesprofesores.com/biblio/docueduc/LA%20EVALUACI%D3N%20EDUCATIVA.pdf Última visita 03/07/2012
SALINAS SALAZAR, Marta Lorena. La evaluación de los aprendizajes en la universidad. S.e. Medellín, 2001
DIEZ CLAVES PARA UNA NUEVA
CULTURA DE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA
I. Descartar la evaluación como instrumento o situación con la que hacer valer la autoridad del
docente. El profesor debe dar a la evaluación una importancia similar a la que dé a la enseñanza
y el aprendizaje.
II. Cuando hablamos de evaluación nos podemos referir al estudiante, al docente, a la institución
educativa, al sistema educativo y al entorno.
III. La acción evaluadora, como el resto de la actuación didáctica, necesita que se le dedique tiempo,
no sólo para su ejecución, sino con anterioridad para su diseño y planificación; y,
posteriormente, para su rápida corrección e información.
IV. La evaluación no es el punto final. Debe ser una actitud permanente que acompañe la actuación
didáctica en todos los momentos del proceso: desde su inicio, su desarrollo y su resultado.
V. La evaluación ha de medir productos, pero también procesos. Por tanto se debe ajustar a la
individualidad de cada estudiante. No puede ser igual para todos por principio.
VI. Una evaluación educativa debe contar con la participación activa del estudiante. Debe implicarle
para que le sea significativa y formativa.
VII. La autoevaluación es un potente elemento educativo, ya que hace que el estudiante se enfrente
consigo mismo, con su trabajo, con su interés..., con datos que sólo él conoce; le obliga a ser
objetivo, autocritico, honrado....y más responsable.
VIII. Los cambios en la concepción y en la práctica de la evaluación llevan necesariamente a modificar
la forma de desarrollar la enseñanza.
IX. La evaluación no debe quedarse en qué se ha aprendido o cuánto se ha aprendido; sino que
también se ha de buscar el porqué y el cómo. Es importante el rendimiento y los resultados, pero
también lo son el proceso y su contexto.
X. Conviene hacer una evaluación de la evaluación (metaevaluación) como forma de avanzar en el
perfeccionamiento profesional, y en la mejora del proceso de enseñanza-aprendizaje.