historia economica de chile

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Facultad de Economía y Negocios. Escuela de Ingeniería Comercial. Taller de Herramientas Informáticas. Profesor: Jonathan Duarte. Autor: | Marco Gutiérrez Urrutia TRABAJO: La economía chilena: una historia difícil

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Facultad de Economía y Negocios.

Escuela de Ingeniería Comercial.

Taller de Herramientas Informáticas. Profesor: Jonathan Duarte.

Autor: | Marco Gutiérrez Urrutia

TRABAJO: La economía chilena: una

historia difícil

Contenido

Introducción _________________________________________________ 3

El Turbulento Camino del Siglo _________________________________ 4

La Gran Depresión ___________________________________________________ 4

La Crisis de la Balanza de Pagos de 1961-62 _____________________________________ 4

El Shock Petrolero de 1973-74 _______________________________________________ 5

La Crisis de la Deuda de los Años Ochenta _____________________________________ 6

La Crisis Asiática _________________________________________________________ 7

Conclusiones _______________________________________________ 11

Bibliografia: ____________________________________________ 12

La economía chilena: una

historia difícil

Introducción

s usual que en momentos de incertidumbre económica, las miradas expectantes de la comunidad se dirijan a las instituciones que deben contribuir a guiar al país a través de las turbulencias. Es propio de una democracia como la nuestra que se cuestione y se critique el accionar de los responsables de las políticas económicas, sin que ello signifique un

menoscabo a su autoridad o a sus facultades. Todo lo contrario, es a través de este permanente proceso de diálogo entre las autoridades, la ciudadanía y los expertos que se enriquece el proceso de elaboración e implementación de políticas económicas en democracia. Por ello, es más que esperable que, en momentos complejos, en los cuales el país debe ajustarse a cambios, muchas veces violentos, en la economía internacional, aparezcan múltiples voces críticas. Estas voces reflejan diferentes maneras de ver la política económica y contribuyen muchas veces a enriquecer la inversión.

El Banco Central de Chile fue fundado al inicio de una de las más grandes crisis económicas e

institucionales que ha vivido el país: el final del primer gobierno de Arturo Alessandri. Este período de inestabilidad, que se extendió desde 1924 hasta la restauración de 1932, tiene una multiplicidad de causas y consecuencias en todo el ámbito de la política económica; sin embargo, marca un cambio radical en la estructura económica nacional. La economía chilena, hasta entonces una economía abierta, casi mono - exportadora de salitre, se ve enfrentada a la aparición del nitrato sintético durante la primera guerra mundial y con un progresivo deterioro de las relaciones económicas internacionales, que contribuyó a una devaluación progresiva de la moneda y un creciente déficit fiscal. Dicho proceso, que culmina con el inicio de la segunda guerra mundial, da un impulso definitivo a la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones.

Desde su creación en 1925, El Banco Central de Chile ha estado dedicado a enfrentar, de

diferentes maneras, las turbulencias de la economía internacional. La creación del Banco, por ejemplo, estuvo directamente asociada a la reinstalación del patrón oro, con el objeto de estabilizar el tipo de cambio e independizar la política monetaria del creciente déficit fiscal. La aparición dEl Banco Central fue una más de un conjunto de medidas que acompañó a la Constitución de 1925 y un último intento de la época de estabilizar el funcionamiento económico e institucional del país.

En esta presentación revisaremos las principales crisis internacionales que han afectado a la

economía chilena y el desempeño que ha tenido El Banco Central de Chile. Nuestro análisis va a abarcar, de manera breve, las crisis de 1931-32, 1975, 1981-82, y 1997- 99, cuyos detonantes principales se encuentran en los mercados internacionales. También examinaremos brevemente la crisis de 1961-62, cuyos determinantes se encuentran en nuestra propia economía.

E

El Turbulento Camino del Siglo El siglo veinte ha sido en términos agregados, un siglo en que la economía chilena ha crecido

substancialmente. En términos reales, el producto del país se ha multiplicado por 24 .El producto per capita, el que era de US$ 2,300 el año 1900, ha crecido hasta US$ 11,200 medidos en términos del poder de compra en dólares de 1995. Además de crecer, el país ha sufrido un conjunto de transformaciones económicas y sociales, que han aumentado la movilidad social, la equidad, la educación y la salud de la población. En términos generales no ha sido un mal siglo. Sin embargo, no por eso ha dejado de ser un camino turbulento, pues Chile ha estado expuesto a los vaivenes y las transformaciones de la economía internacional.

La Gran Depresión En el período 1929-32, como resultado de la primacía internacional del patrón oro y de los

conflictos económicos derivados de la primera guerra mundial, se produce una secuencia de quiebras bancarias internacionales y caídas en las bolsas de valores que terminan por detonar la más grande crisis económica global de la que se tenga recuerdo histórico. Las masivas quiebras financieras se tradujeron en una violenta contracción de la cantidad de dinero en todos los países y una fuerte contracción de la economía mundial. Para Chile, esto se manifestó como una caída violenta de la demanda por su principal producto de exportación, el salitre.

La economía chilena fue muy duramente golpeada por la depresión de 1931-32. Las razones

que se dan para esto son la mantención del patrón oro que había sido adoptado en 1925 (aún cuando la mayoría de las economías en crisis habían abandonado el patrón oro) y la extrema sensibilidad de la economía chilena a los cambios en volúmenes y precios de los mercados de sus exportaciones y de capitales internacionales.

La crisis económica y política desencadenada por la gran depresión nos deja una lección

principal: que las políticas que parecían adecuadas en 1925 claramente no lo eran en 1930. Si bien en 1925 el patrón oro parecía ser un mecanismo adecuado para enfrentar la turbulenta situación fiscal, era una política claramente inadecuada en el marco de una crisis global. El resultado fue que a la contracción fenomenal de las exportaciones se sumó una deflación, para generar una caída del PIB real de alrededor de 45% entre 1929 y 1932. El Banco Central se decidió por el abandono del patrón oro en ese último año y durante los siguientes la moneda sufrió una fuerte devaluación real. Según Godfried Haberler, en su trabajo sobre los ciclos económicos publicado en el curso de la Segunda Guerra Mundial, Chile fue el país que más sufrió en el mundo como consecuencia.

La Crisis de la Balanza de Pagos de 1961-62 Durante el gobierno de Jorge Alessandri se implementó en Chile uno de los primeros programas

de estabilización que se encontraban fundamentados en el juego de las fuerzas de mercado. Sus principales características macroeconómicas fueron la fijación del tipo de cambio, la liberalización del comercio exterior, la fusión y liberalización de los mercados cambiarios y el intento de eliminar de los efectos inflacionarios del déficit fiscal a través del financiamiento externo. Durante los primeros años de ese gobierno existió una política activa dirigida al desarrollo del mercado de capitales, en que fueron abolidos los controles cuantitativos al crédito, se suprimieron los impuestos a los cheques y sobre los intereses pagados por depósitos bancarios, y se alentaron los depósitos y préstamos en moneda extranjera.

A pesar del carácter monetarista del proceso de ajuste, continuó habiendo un déficit fiscal del

orden de 5% del PIB, financiado ahora por préstamos externos. Además, como usualmente ocurre en un

régimen de tipo de cambio fijo, con fuerte inercia inflacionaria, el endeudamiento en moneda extranjera se expandió por encima de lo que es conveniente debido al incremento en el valor real de los activos domésticos en virtud de la sobrevaloración de la moneda. Con la moneda fuertemente sobrevaluada, las exportaciones no adquirieron el dinamismo necesario para cerrar la brecha externa y permitir financiar los compromisos externos.

Este ambiente, unido a que la composición del financiamiento se concentró en capitales de corto

plazo, tuvo como desenlace una crisis de balanza de pagos. La crisis incluyó tres semanas de suspensión de las operaciones del mercado de divisas a partir del 28 de diciembre de 1961, la reposición de los depósitos previos de importación, la creación de dos mercados cambiarios, una moratoria en los pagos de las importaciones y el restablecimiento de otras restricciones a importar. En septiembre de 1962, se decide devaluar la moneda. En un ambiente de grandes desequilibrios internos, la devaluación de más de 50% fue rápidamente erosionada por la inflación interna.

Si bien la crisis de 1962 consistió en un colapso en la capacidad de financiar un déficit sostenido

de cuenta corriente, la crisis no fue gatillada por eventos del exterior sino por una secuencia inconsistente de reformas en diversos mercados, sin la disciplina fiscal que correspondía al discurso de la política económica imperante. El precio del cobre venía recuperándose paulatinamente de su caída de 1957 y la economía internacional se encontraba estable y sin problemas significativos de liquidez internacional. Sin duda que lo que cambió fue la percepción de los prestamistas sobre la capacidad de Chile para cumplir sus compromisos. Si bien es cierto que la crisis de 1961 no tuvo grandes consecuencias desde el punto de vista de la tasa de crecimiento del producto, también es cierto que se enfrentaba un escenario estable en la economía internacional.

Como resultado de una combinación insostenible de políticas, los avances en el control de la

inflación resultaron ser efímeros. Asimismo, la política de tipo de cambio fijo generó un retraso del tipo de cambio real que se corrigió durante la segunda mitad de la década de los sesenta mediante la aplicación, por primera vez en el mundo, de un sistema de minidevaluaciones, bautizado luego internacionalmente como "crawling peg". Las lecciones que se pueden rescatar de la crisis de balanza de pagos de 1962, tienen que ver con el peligro de generar desequilibrios insostenibles en las cuentas externas, lo que puede generar crisis internas aún en un ambiente estable de la economía mundial; y con el riesgo de devaluar en un ambiente de claros excesos de gastos en la economía nacional.

El Shock Petrolero de 1973-74

A los eventos políticos domésticos y consecuencias económicas de los primeros años de la década de los setenta se unieron otros de gran trascendencia en la economía internacional. Desde fines de la Segunda Guerra Mundial el sistema monetario internacional se encontraba regido por un sistema de tipos de cambio fijos administrado por el Fondo Monetario Internacional, sistema acordado en la conferencia de Bretton Woods del año 1944. Sin embargo, desde 1971 se venían produciendo una serie de corridas contra la moneda norteamericana que se encontraba sobrevaluada. En 1971 se produce el abandono de la paridad con el oro por parte del dólar, y en 1973 la primera liberalización coordinada de las monedas europeas, que culminaría con el establecimiento del Sistema Monetario Europeo. Ambos acontecimientos marcan el fin del régimen de Bretton Woods. Como si fuera poco, en 1974 se producen dramáticas alzas en el precio del petróleo, derivadas de las agresivas políticas de precios del cartel de países petroleros agrupados en la OPEP, generando una caída en el crecimiento mundial y una generalización del problema inflacionario, combinación a la que se le dio el nombre de estanflación.

En 1973 nuestro país se encuentra atrapado en una grave crisis política y económica: hiperinflación, recesión, desempleo y un gigantesco déficit fiscal. Se quiebra el tejido institucional que

sostenía la democracia y, se da inicio a una fase de devaluaciones substanciales en un marco de convergencia para los diversos tipos de cambio existentes. Entre 1973 y 1978 el país fue sometido a un profundo programa de reforma, liberalización, privatización y apertura. Los giros de la economía mundial durante 1974 implicaron tres cambios en el entorno internacional, fundamentales para la economía chilena:

i- una caída en el precio del cobre de 52% entre mayo y octubre de 1974, ii- un aumento violento en el precio del petróleo de 500% entre 1972 y 1974, y iii- un alza en la tasa de interés internacional que alcanzó 14,13% para la tasa LIBO a 180 días

en agosto de 1974.

El conjunto de estos impactos significó una caída de alrededor de 13% del PIB durante 1975.

Nuevamente, Chile se constituye en uno de los países más afectados por la crisis externa.

Como resultado de esta crisis y de los pocos avances en la reducción de la inflación, se introdujo uno de los más agresivos planes de estabilización que se han implementado en la historia de Chile. Se llevaron a cabo reducciones masivas del gasto público, alzas de impuestos, y una política monetaria restrictiva con una importante devaluación real del peso. Vale la pena mencionar que la violencia de los shocks externos se confunde con la situación crítica que se venía produciendo desde 1973, y los efectos recesivos de la brusca política anti-inflacionaria. La crisis del shock petrolero nos muestra como una economía con desequilibrios macroeconómicos puede sufrir aun más intensamente las consecuencias de los shocks externos.

La Crisis de la Deuda de los Años Ochenta

Desde 1979, año en que se adoptó una política de tipo de cambio fijo, en adelante, se tuvo la usual apreciación del tipo de cambio real que sigue al uso del tipo de cambio como ancla nominal en presencia de persistencia inflacionaria. Dicha apreciación fue eventualmente exacerbada por una masiva entrada de capitales. En parte, este influjo obedecía a las singulares condiciones de liquidez externa. El déficit de cuenta corriente crece sostenidamente durante este período (llegando a 14% del PIB en 1981), fundamentalmente impulsado por un exceso de gasto y de endeudamiento privados. Éste, a su vez, crecía excesivamente debido a una pobre regulación bancaria legada de la privatización de mediados de los setenta. La regulación permitía la existencia de seguros implícitos y créditos relacionados, lo cual generaba toda una gama de problemas de riesgo moral en la intermediación financiera doméstica y externa.

Nuevamente entre 1978 y 1981, el petróleo sube en 88%, como resultado de políticas de cartel

de los países exportadores. La tasa de interés internacional se eleva violentamente durante fines de 1980 y principios de 1981. La situación de elevada iliquidez de los mercados internacionales detona una situación de extrema iliquidez en los países latinoamericanos, comprometiendo la capacidad de los países de pagar su deuda externa. México suspende el pago de su deuda externa. Esto, a su vez, cierra los mercados de capitales privados internacionales y genera una masiva fuga de capitales. En junio de 1982, enfrentado a las elevadas tasas de desempleo y al gigantesco déficit de balanza de pagos, El Banco Central decide devaluar el tipo de cambio, renunciando a la política anti-inflacionaria de tipo de cambio fijo. Como resultado de la crisis y del retraso cambiario, el país perdió una enorme cantidad de reservas y finalizó su período de tipo de cambio fijo con una devaluación nominal de 94% en nueve meses, y el PIB cayó 19,6% en 1982-83. Otra vez, entre las caídas más violentas del mundo.

Al igual que en 1932, una política que parecía adecuada en 1979 había dejado de serlo debido a los errores de políticas domésticas, puestos al descubierto por violentos cambios en el contexto

internacional. Otra lección se extrajo de la crisis de 1982: la importancia de mantener un sistema financiero solvente y sano a la hora de enfrentar los shocks de la economía internacional. Rescatar al sistema financiero implicó usar recursos equivalentes a 1/3 del PIB de la época. Esta lección fue dolorosamente aprendida por nuestro país y sus lecciones han sido aplicadas en las leyes de bancos de 1986 y 1997.

La Crisis Asiática

El Origen de la Crisis

La crisis asiática es una más de un conjunto de crisis externas e internas que han sacudido al país en el presente siglo. Durante los diferentes episodios, autoridades e instituciones han recogido lecciones que son útiles a la hora de formular e implementar políticas en las actuales circunstancias.

La devaluación del baht tailandés en julio del 1997, y las dificultades financieras de Corea del Sur en noviembre del mismo año, marcaron el inicio de la crisis asiática que prontamente se extiende a la mayoría de los países del sudeste asiático y a la totalidad de los mercados emergentes. La generalización de la crisis se produjo cuando los demás países de la región, en forma casi inmediata, implementaron medidas cambiarias destinadas a evitar la pérdida de sus reservas internacionales. Las autoridades de Filipinas e Indonesia ampliaron la banda de flotación de sus monedas, mientras que en el caso de Malasia se implementó un sistema de tipo de cambio flotante. En el caso de Corea, la devaluación de su moneda se retrasó hasta finales del año, generando la pérdida de casi un tercio del stock de reservas internacionales de ese país. Se generaliza en la región un proceso de intervenciones estatales en bancos y entidades financieras, mientras los gobiernos negociaban paquetes de ayuda con las entidades multilaterales.

La crisis asiática causó una caída generalizada en los precios de los productos básicos (commodities) lo que extendió la crisis hacia otros mercados emergentes. Mientras tanto, impulsados por las dificultades económicas, se radicalizaban conflictos políticos internos en países como Corea del Sur, Tailandia e Indonesia, lo que retrasaba la entrega de ayuda financiera y, por tanto, la implementación de un plan para detener la crisis, que ya se extendía a las grandes economías japonesa y rusa.

En agosto de 1998, se produce la devaluación del rublo, con las consiguientes pérdidas para los inversionistas institucionales de los países desarrollados y la declaración de moratoria (temporal) de la deuda rusa. Este hecho generó importantes alzas en la percepción de riesgo-país que tenían los inversionistas internacionales sobre las economías emergentes, lo que en definitiva generó una reducción en el acceso al financiamiento externo de todas las economías emergentes, que se vino a sumar al deterioro en los precios de los productos básicos.

A ello se agregó hacia fines de 1998 la situación de Brasil, cuando las restricciones de financiamiento generadas por las crisis asiática y rusa, empezaron a hacer insostenible la política macroeconómica que se venía siguiendo desde la adopción del Plan Real.

Desde hacía bastante tiempo existía la percepción de que el éxito de dicho plan estaría asociado a la capacidad de Brasil de disminuir su déficit fiscal. La declaración de moratoria de algunos gobernadores sobre la deuda de sus estados con el gobierno central confirmó la percepción de que la situación fiscal de Brasil no estaba en vías de solución; finalmente en enero de este año se produce la esperada devaluación del Real.

En resumen, desde el punto de vista de Chile, desde mediados de 1997 a la fecha, a las caídas en los precios de los principales productos de exportación han venido a sumarse importantes restricciones en el acceso a los flujos voluntarios de capital. Dichas restricciones se deben tanto a la disminución de los mercados emergentes en las carteras de los inversionistas internacionales, como a la disminución en la liquidez de dichos inversionistas debido a las pérdidas asumidas en el Este Asiático, Rusia y Brasil.

El Ajuste Chileno

Durante 1998, los precios de las exportaciones chilenas cayeron alrededor de un 17% respecto de los niveles de 1997, a lo que se sumará un deterioro adicional durante 1999 del orden de un 6%. Esto constituye la caída más significativa de estos precios desde 1982. En particular el precio real del cobre ha caído a su mínimo histórico. De acuerdo a estimaciones preliminares, la caída de términos de intercambio durante 1998-99 equivale por sí sólo a una caída del ingreso nacional de alrededor de 4,5%. A pesar de que desde hace varios años el manejo macroeconómico de la economía chilena la distingue de los demás países emergentes, el spread que se exige en el mercado internacional por papeles de empresas chilenas ha crecido desde 1997 en 220 puntos base, lo que si bien es sustancialmente menor a cualquier otro país de América Latina, refleja el impacto de los eventos de los últimos años sobre el acceso de Chile a los mercados de capitales internacionales. Esto llevó al Banco Central a disminuir a cero el encaje aplicado al ingreso de préstamos externos, que sirvió muy bien para evitar un sobreendeudamiento de corto plazo en los tiempos de abundancia.

Pero no solamente hemos tenido que enfrentar las turbulencias del mercado internacional.

Adicionalmente, durante 1998 Chile ha sufrido una de las peores sequías del siglo, la que ha impactado directamente sobre la agricultura y el sector eléctrico, mientras que se han mantenido los efectos climáticos adversos para la industria pesquera, la que ha disminuido sustancialmente sus capturas durante 1998. En suma, dada la naturaleza y tamaño de los shocks, la actividad económica en Chile se habría resentido más sin ajuste macroeconómico que con él. El déficit en cuenta corriente habría alcanzado más de un 8% del PIB; se habría perdido credibilidad en las políticas macroeconómicas, y el producto habría experimentado una caída en términos absolutos cuya magnitud sólo puede apreciarse en comparación con aquellas de las crisis anteriores.

El ajuste en marcha responde a la necesidad de corregir un conjunto de peligrosos desequilibrios

macroeconómicos sin caídas anuales en el producto y con un aumento transitorio y moderado del desempleo. Tales desequilibrios amenazaban con empujar a la economía chilena hacia una crisis muy grave.

Se debe recordar que cuando la economía comenzaba a recibir la secuencia de shocks adversos, el gasto agregado se expandía en forma desmesurada. Por ejemplo, durante el último trimestre de 1997 el crecimiento del gasto en 12 meses llegó a 13,7%, y se aceleró a 15,6% real en el primer trimestre de 1998. La sobreexpansión del gasto se reflejaba en un incremento insostenible en las importaciones lo que, combinado con los shocks adversos por el lado de las exportaciones y del producto, generaba un alza explosiva del déficit de la cuenta corriente, implicando una creciente vulnerabilidad de la economía.

Por ello El Banco Central da inicio a una fase de política monetaria restrictiva elevando las

tasas de interés de instancia desde 6,5% a 7,0% en enero de 1998 y a 8,5% en febrero. Sin embargo, a medida que los shocks adversos se hacían más visibles, las noticias desde el exterior empeoraban cada vez más y el gasto de la economía no mostraba signos de desacelerarse, se empezaron a intensificar las presiones sobre el sector externo y el mercado cambiario. A mediados de año las importaciones continuaban aumentando, mientras algunos analistas ya proyectaban un déficit de la cuenta corriente

superior al 8,0% del PIB. Hay que recordar que cifras de déficit inferiores a ésa constituyeron la puerta de entrada a la crisis en Asia.

La incertidumbre que generaba el dinamismo del gasto y el empeoramiento del panorama

internacional, dieron lugar a tres episodios breves de iliquidez generados por la especulación cambiaria. En este cuadro de incertidumbre, en junio de 1998 el Banco Central revalidó su compromiso con

la estabilidad y, entre otras medidas, inició la emisión de pagarés reajustables en dólares, disminuyó el encaje a los influjos de capital a 10%, y modificó la banda cambiaria entregando límites claros y acotados para las fluctuaciones del tipo de cambio. En septiembre, luego de la crisis rusa de fines de agosto, y en un ambiente de aún mayor volatilidad, se elevó transitoriamente la tasa de interés de instancia a 14,0%, lo que tuvo por objeto acortar la distancia entre dicha tasa y las prevalecientes en el mercado, mucho más altas, para luego arrastrar ambas hacia abajo. Además, se incrementó paulatinamente el ancho de la banda para el tipo de cambio y se disminuyó el encaje cambiario a cero. Esta estrategia tuvo pleno éxito.

Las tasas de interés de mercado se alinearon rápidamente hacia abajo con la tasa de instancia;

se estabilizaron los mercados financieros y se logró finalmente el ajuste del gasto agregado a niveles compatibles con un déficit moderado de la cuenta corriente.

Desde ese tiempo hasta la fecha, y en la medida que las turbulencias internacionales lo han permitido, la política monetaria se ha ido haciendo cada vez menos restrictiva.

Estas políticas están rindiendo los frutos esperados. La cuenta corriente terminó el año pasado en torno a un déficit de 6,3% del PIB, en tanto que la inflación fue de 4,7%, ambos valores en línea con las metas planteadas. Más aún, el ajuste sentó las bases para que el déficit de cuenta corriente de este año se sitúe en torno a un rango de 4% a 5% y la inflación siga reduciéndose. Este cuadro permitirá una sana y relativamente vigorosa recuperación de la economía durante la segunda mitad de 1999, esperándose un crecimiento anual de alrededor de 3,0% con algún riesgo hacia abajo que dependerá también de las condiciones externas. Al mismo tiempo, gracias a la estabilización lograda en el frente financiero, se ha podido avanzar progresivamente, sin grandes riesgos, hacia un régimen cambiario cada vez más flexible.

La experiencia de otros países (entre otros, México en 1994, Finlandia en 1992, Tailandia en 1997 y el mismo Chile en 1982) ha mostrado que un déficit de cuenta corriente abultado, por ejemplo, del orden de 7%-10% del PIB, puede traer consecuencias devastadoras. De acuerdo con este diagnóstico, el control de este déficit pasó a ser un objetivo primordial durante 1998.

Si bien no existe manera de saber con certeza lo que hubiese sucedido sin ajuste, es fácil imaginar una situación en que, dada la negativa e inesperada evolución de los términos de intercambio y la fuerte expansión que traía el gasto interno, el déficit hubiese superado el 8% del PIB o más. Esto habría puesto a la economía al borde de un colapso, donde una caída de 5-10% del PIB, así lo señalaron algunos analistas, no habría sido extraña, conforme lo señala la experiencia internacional y la historia de nuestro país al respecto. Al contrario, gracias al oportuno ajuste realizado en Chile, así como a las fortalezas construidas a base de nuestra propia experiencia, no se hablará esta vez de términos como "renegociación de la deuda externa", "extinción de reservas", "crisis de balanza de pagos", "inflación creciente o desatada" o "desempleo de 20%", como sí ha sucedido en el pasado en Chile y en otros países durante la presente crisis.

Las políticas implementadas han permitido mantener los equilibrios macroeconómicos y la

estabilidad de precios y financiera. Estos son activos de altísimo valor pues permitirán una expansión futura sostenible. En términos concretos, el ajuste actual evita que tengamos que entrar a una nueva fase contractiva en el corto plazo. Más aún, la consolidación de la estabilidad conseguida en tiempos difíciles, nos permite hoy en día mantener el acceso a los mercados internacionales de capital y de esa forma

financiar parte de nuestro crecimiento futuro. Así, por ejemplo, el spread que se exige en el mercado internacional por papeles de empresas chilenas ha crecido desde 1997 en menos de un tercio del que han debido sufrir el promedio de los países latinoamericanos (220 y 700 puntos base, respectivamente).

Ninguno de estos países paga menos que Chile. Asimismo, durante 1998 hemos logrado

mantener la excelente clasificación internacional como país receptor de inversiones. En un frente relacionado, vemos por estos días a grandes empresas internacionales intentando adquirir proporciones significativas y tomar el control de empresas nacionales.

Algunos analistas han criticado la dosis de política aplicada en términos de que habría sido más contractiva que lo estrictamente necesario y que no ha permitido una flexibilidad cambiaria adecuada. Al respecto deben considerarse cuatro elementos:

Primero, el nivel que alcanzaron las tasas de interés en Chile durante 1998 fue sin duda alto respecto de nuestra historia reciente, pero no si se las compara con otros países u otros momentos de nuestra historia en los que hubo shocks externos de similar importancia. Aún cuando la mayoría de los otros países latinoamericanos sufrieron shocks externos de menor envergadura, han mantenido tasas de interés reales sustancialmente mayores a las de Chile y su producto interno sufrirá no sólo una desaceleración en 1998-1999, sino una caída en términos absolutos.

Segundo, el nivel de flexibilidad cambiaria en Chile ha permitido una depreciación real importante. En cambio, varios países que han permitido una supuesta mayor flexibilidad cambiaria han terminado efectivamente con una mayor depreciación nominal, pero con más inflación, tasas de interés reales más altas, y menos depreciación real que Chile, que es lo relevante desde el punto de vista económico. La experiencia indica que no existe una relación lineal entre flexibilidad nominal y flexibilidad real, pues la inflación puede rápidamente erosionar la competitividad que se gana con una depreciación nominal.

Tercero, la crisis internacional y las dosis de política han generado cuadros recesivos en la

mayoría de los países. En el caso chileno, la desaceleración es mucho menor que lo ocurrido en otros países. Se reducirá el ritmo de crecimiento en 1998-1999, pero continuaremos creciendo, y a un ritmo superior al de la economía mundial.

Por último, cabe destacar que Chile mantiene una posición avanzada en el control de la inflación para el período 1998-1999.

Chile ha sufrido durante estos dos años la peor conjunción de factores negativos desde 1932. Ha experimentado uno de los mayores impactos negativos externos de todos los países emergentes. De hecho, el shock que significó la crisis asiática para Chile es el segundo más grande en América Latina, sólo superado por Ecuador. Esto se debe a la alta participación de Asia en el comercio exterior chileno y a la gran apertura de la economía chilena en relación con otros países de América Latina. Comparado con los demás países de la región, las tasas de interés reales, aún durante el ajuste, no son especialmente altas y la política cambiaria chilena no es inflexible aún cuando se han enfrentado con éxito los ataques especulativos que han causado los eventos internacionales. Por ello, a pesar de que somos uno de los países más afectados por la crisis, a diferencia del conjunto de América Latina, nuestro producto interno continuará creciendo en términos anuales. Adicionalmente, nuestro déficit de cuenta corriente se ha controlado, haciendo del ajuste chileno, probablemente, el más eficiente y ordenado de la región.

Conclusiones

Como se puede ver, la historia de la economía chilena es una historia turbulenta y compleja. En definitiva, es la historia de un país en desarrollo, pequeño, que se encuentra sujeto a los cambios de la economía internacional. Sin embargo, si bien cada una de las crisis que hemos sufrido ha tenido costos y repercusiones, también es cierto que ellas nos han dejado lecciones que hemos aprendido y que El Banco Central de Chile ha incorporado a su manera de hacer política económica.

Durante los últimos años, el país y El Banco Central han construido paulatinamente una reserva

de estabilidad macroeconómica y credibilidad que nos ha servido para enfrentar esta crisis en condiciones envidiadas por otros países. Adicionalmente, durante los períodos críticos que se han vivido durante los últimos meses, El Banco Central ha sido flexible ante los cambios que ha sufrido la economía mundial. Esta combinación de credibilidad y flexibilidad del Banco Central es uno de los grandes activos que tiene la economía chilena. Se une a la solvencia de nuestro sistema financiero, a la seriedad de la política fiscal, a la solidez de nuestras instituciones democráticas, a la calidad de nuestros sectores productivos y de nuestros trabajadores, y a la solvencia externa del país.

Hoy, las tasas de interés están en rangos compatibles con una gradual recuperación de nuestra

tasa de crecimiento económico, restringida por las limitaciones de la economía mundial, manteniendo un déficit decreciente en nuestra cuenta corriente y un ambiente de estabilidad de precios indispensables para mirar el futuro con confianza.

En un año de elecciones presidenciales, en el que inevitablemente se exageran las diferencias

de opinión y se exacerba el debate, quedan aún más de manifiesto las fortalezas que ha construido la economía de Chile, una de las cuales, no menor, es la autonomía Que posee El Banco Central, que debe entregar una cuenta al Senado sobre sus objetivos, sus políticas y el grado de cumplimiento de aquellos de acuerdo con su mandato constitucional. Ello facilita un grado apropiado de continuidad de análisis y de políticas, que es nuestra tarea preservar.

Lo peor de la crisis ya quedó atrás. Ahora es la oportunidad

para retomar lo postergado, con un legítimo optimismo basado en los

fuertes pilares sobre los que ahora se asienta la economía chilena.

Bibliografia:

Clase Magistral de Carlos Massad, Presidente del Banco Central de Chile, en la Ceremonia Inaugural del Año Académico de la Universidad de Santiago, 24 de marzo de 1999.