historia de la compañía de jesús en la asistencia de...
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CAPÍTULO III
FILIPINAS.— ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO SÁNCHEZ EN FILIPINAS,
EN MADRID Y EN ROMA
Sumario: 1. Llegan a Filipinas los PP. Sedeño y Sánchez, en 1581, y empléase el
P. Sánchez en el concilio de 1582.—2. Primer viaje del P. Sánchez, enviado por
el Gobernador de Filipinas, a Macao y a las costas de la China.—3. Segundo viajo
del P. Sánchez a Macao en compañía del Factor real.—4. El P. Sánchez es enviado
por la ciudad de Manila a negociar con el Rey y con el Papa.—5. Su encuentro en
Méjico con una expedición de dominicos.—6. Negociaciones del P. Alonso Sánchez
con Felipe II en Madrid.—7. Negociaciones con el Papa en Roma.—8. Vuelve a
España con intento de volver a Filipinas, pero muere en 1593.
FUBNTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Mexícuiia. Kpistolae G¿iieralium.—2. Philippinarum Historia.
3. Varias cartas, relaciont's y memoriales del P. Alonso Sáncliez, existentes en el Archivo de
Indias.
1. Parecerá extraño que debiendo continuar explicando los tra-
l)ajos apostólicos de la Compañía de Jesús en lo restante de América,
interrumpamos en cierto modo este relato para pasar a Filipinas,
y volver desde allí con nuestra historia a las regiones de la América
meridional. La razón de este método estriba en la circunstancia de
que la provincia de Filipinas fué derivación de la provincia de
Méjico. Al principio sólo se fundó en Manila una pequeña misión.
Andando el tiempo, la misión se convirtió en viceprovincia, pero
todavía dependiente de la provincia de Méjico, de donde recibía
sujetos y medios de acción. Por último, se separó en 1605 y consti-
tuyó provincia independiente. Esta íntima unión entre Filipinas
y Méjico durante un espacio de veinticuatro años, nos obliga a no
separar la historia de dos provincias tan estrechamente ligadas entre
sí. Pasemos, pues, de Méjico a Filipinas y veamos lo que en este
archipiélago empezó a ejecutar la Compañía a fines del siglo XVI.
No poco sorprendidos quedarán algunos de mis lectores, al ver
que nuestro primer capítulo sobre Filipinas contiene una acción
política. ¡Extraño fenómeno! ¡Ir a lo más remoto del mundo para
difundir la luz del Evangelio y tropezar ante todo con la política!
Sin embargo, el hecho es así. Por un concurso de circunstancias que
nadie pudo prever, por el carácter particular y las ideas un poco
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siii (jeneris de uno de los Nuestros, se vio metida la Compañía en
una grave negociación política, de la cual salimos con relativa
felicidad.
Como ya indicamos ajiteriormente, los primeros de la Compañía
que navegaron para el archipiélago filipino fueron el P. Antonio
Sedeño, el P. Alonso Sánchez y el Hermano coadjutor Nicolás Ga-
llardo. Habíase embarcado con ellos también un Hermano estu-
diante teólogo, que se decía Gaspar de Toledo, de quien se esperaba
que, llegado a Filipinas, recibiría pronto las sagradas órdenes ypodría servir a la misión. Pero a poco tiempo de navegar enfermó
gravemente y Dios Nuestro Señor se lo llevó para sí (1). Los otros
tres desembarcaron en Manila en Setiembre de 1581 (2). Iban acom-
pañando al primer Obispo de aquella ciudad D. Fray Domingo de
Salazar, de la Orden de Predicadores, quien hizo siempre mucha
caridad a nuestros primeros Padres y puso extraordinaria confianza
en ellos.
Apenas llegado a Manila, determinó el Sr. Obispo reunir un
sínodo de las personas más respetables que había en aquellas islas,
la mayor parte religiosos, para ir dando orden en las cosas de su
nueva diócesis y entablando los negocios eclesiásticos, así con los
españoles como con los indios a quienes se debía convertir. A prin-
cipios de 1582 se reunió esta junta, que algunos llaman el primer
sínodo diocesano de Manila. No poseemos las actas de esta asamblea,
pero podemos penetrar algo de lo que allí se trató por lo que escri-
ben nuestros Padres. Fué secretario de ella el P. Alonso Sánchez,
y, según dice el P. Sedeño, fué «el todo en todo». El P. Chirino
escribe que allí «se declaró y resolvió, docta, santa y acertadísima-
mente todo cuanto tenía duda, desde el oficio de gobernador lugar-
teniente del Rey (que entonces ni había real Audiencia ni se espe-
raba) hasta el de cobrador de los tributos, sin dejar cosa por resolver
espiritual ni temporal. Dióse el cargo de poner por escrito la rela-
ción de todas las sesiones al P. Alonso Sánchez, cuyos cuadernos de
su letra vi yo después y leí con estima de cosa tan docta y tan justi-
ficada, y no dejaré de decir lo que me dijeron algunos que se halla-
ron en este concilio, que mandándole el Obispo decir el primero,
ninguno discrepaba de su parecer. Todos le seguían, remitiéndose
(1) Fliilippiíiarum Hist., I, n. 3. Sedeño a Aquaviva; Manila, 12 Junio 1582.
(2) ibid., n. 1. Es una relación anónima en siete páginas escrita algunos años des-
pués. Véase también la carta citada del P. Sedeño.
2i)
450 I'If!. III.— MISIONES
a él sin adición alguna» (1). Aunque no lo indican el P. Chirino ni el
P. Sedeño, no debemos omitir un punto particular (¡ue en este
sínodo se trató y es mencionado por el P. Alonso Sánchez en carta
al P. Aquaviva (2). Dícenos que allí se discutió sobre el derecho del
Rey a las islas Filipinas, al imperio de la China y a todas las tierras
e islas que se descubrieran por los mares de Oriente, y da a enten-
der que él defendió con razones el derecho de Su Majestad a la
posesión de esos países. Esta defensa, sobre todo si la hizo con la
energía y animación que le caracterizaban, debió ser quizás el pri-
mer motivo que impulsó al Gobernador y a las otras personas prin-
cipales a encomendarle las comisiones políticas que luego pusieron
en sus manos.
Añade el P. Chirino este párrafo sobre el éxito del sínodo: «Que-
daron con este sínodo las cosas entabladas, firmes y ciertas; los
hombres instruidos y desengañados, serenadas las conciencias, fácil
y suave la administración de los santos Sacramentos, animados y
cuidadosos para satisfacer los que tenían cargos y restituciones,
y todos los estados y oficios renovados y puestos en buen orden» (3).
Demasiado feliz parece este éxito en un sínodo o congregación cual-
quiera. Otro testigo más inmediato al hecho, el P. Hernán Suárez,
llegado a Filipinas dos años después, escribía en 1586: «El Obispo
juntó los religiosos para satisfacer muchas cosas que tenían necesi-
dad de remedio... El secretario de ellas y el que las puso en orden
fué el P. Alonso Sánchez; pero ni esto duró mucho tiempo ni lo que
allí determinaron, en la mayor parte, no ha tenido efecto, porque
los frailes tuvieron parecer contrario del Obispo, y cada uno abun-
daba en su sentir» (4). Esto nos parece algo más verosímil que los
grandes elogios del P. Chirino.
2. Terminado esté negocio, que pudo llamarse eclesiástico, ofre-
cióse uno de carácter enteramente político. Tratábase de un viaje
a la China y a Macao para negocios del real servicio, y el Goberna-
dor de Filipinas puso los ojos en el P. Alonso Sánchez. Este admitió
la comisión. Y ¿por qué razones? Él mismo las declara en una carta
(1) Colin, Lahov evaiii/clica..., 1. 1, pág. 264. Citaremos osta obra según ]a nueva edi-
ción dispuesta por el P. Pablo Pastel Is e impresa en Barcelona el año 1900, porqu<'
más que el texto de Colin nos han de servir los preciosos documentos añadidos en
nota por el nuevo editor.
(2) Fhilippiuarnm Hist., I, n. 5. Alonso Sánchez a Aquaviva; Manila, 18 Junio 15S:!.
{'.{} Colin-Pastells, t. I, pág. 264.
(4) Philippiuurum H¡st., n. 34. Hernán Suárez a Aquaviva; Manila, 30 Junio 1586.
CAP. lir.—ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO 8ÁNCIIEZ 451
larga y difusa, como todas las suyas, que dirigió al P. Aquaviva el
18 de Junio de 1583 (1). Viene a decir que la Compañía está infa-
mada en el Perú y en Nueva España de no trabajar tanto como
debiera con los infieles. Se dice que andamos entre sedas y tercio-
pelos y que no arrostramos a los indios pobres y bozales. Viendo el
descrédito que esto nos j)uede causar a los ojos de Su Majestad,
juzgó necesario admitir esta comisión en su real servicio, para que
vea que la Compañía tiene hombres que sirven a Su Majestad aun
en tierras tan remotas y exponiéndose a graves peligros y naufra-
gios. Su discurso puede reducirse a la siguiente idea: Estamos infa-
mados ante el Piey de que no trabajamos bastante con los indios;
luego... Otro hubiera inferido, trabajemos más con los indios. El
P. Sánchez infiere: luego metámonos en política a favor del Rey,
para ganar por este lado lo que hemos perdido por el otro en la
estimación de Su Majestad. Algo singular es el raciocinio. Pero, en
fin, así lo pensó y así lo ejecutó el P. Alonso Sánchez.
El 14 de Marzo de 1582 embarcóse para la China (2). Dos objetos
principales le había encargado el Gobernador de Filipinas. El pri-
mero era ver si se podían establecer relaciones comerciales entre
F'ilipinas y la China. Para esto le dio una carta suya dirigida al
Virrey chino de Cantón. El segundo era procurar que la ciudad de
Macao reconociese por Rey de Portugal a Felipe II, pues hasta
entonces, o por no tener noticias seguras del suceso, o por otras
causas, no se había ejecutado esta solemnidad en Macao. La navega-
ción fué bastante larga y penosa. La fuerza de los vientos desvió al
Padre hacia otras regiones y el navio vino a dar en un puerto de la
China, donde había una grande armada y otros muchos navios mer-
cantes. El general que mandaba aquellas fuerzas, a quien el P. Sán-
chez llama Su^n, reconoció a él y a sus compañeros, le dio una
audiencia benigna, y aunque se podían entender muy poco por
medio del intérprete, pero al fin le concedió pasaje para que conti-
(1) Es la citada anteriormente, PhiUppinarum Hisf., n. 5. Llena 13 páginas en folio.
(2) Los pormenores de este viaje los conocemos principalmente por una relación
que escribió el mismo P. Sánchez y se conserva en Sevilla (Archivo de ludias, 08-1-37)
con este título: Jesús. Rp.lución breve, de In jomada que el 1'. Alonso Sánches, de la Coinpa-
tíía de Jesús, hizo por orden y parecer del Sr. D. Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, gobernador
de Filipinas, y del Sr. Obispo y Ofieiales de S. M. de la isla de Litzó)^ y ciudad de Manila,
a los reinos de China. De esta relación sacaron sin duda sus noticias el P. Luis de Guz-mán (Historia de las misiones de la Compañía de Jesús, 1. V, capítulos 13-17) y el P. Coliu
(t. I, pág. "26.5), que hablan con bastante extensión de este viaje de Sánchez a la
(•hiña.
452 T'lli- III.—MISIONES
nuara su camino (1). A los ocho días llegó a otro puerto, donde
había una armada mayor que la precedente, y el general que la
mandaba, que parecía ser el superior de todas las fuerzas marítimas
de China, es designado por el P. Sánchez con el nombre de Chumpín.
El recibimiento que éste hizo al Padre fué algo más difícil que el
primero, pues por no entenderse bien, parece que el Chumpín entró
en algunas malas sospechas; pero por fin se apaciguó el general y les
dejó continuar su camino para Cantón.
Entraron en esta ciudad el día 2 de Mayo, y aquí tuvieron la
buena suerte de encontrar al P. Miguel Rogerio, italiano, que por
aquel tiempo negociaba penosamente el establecimiento de una
misión católica en las provincias orientales de la China. Comunicó
con él sus negocios el P. Alonso Sánchez, le mostró los papeles que
traía, que todos eran dirigidos a las autoridades chinas de aquella
provincia de Cantón e iban encaminados a obtener permiso para
entrar en relaciones con la China. Bien entendió el P. Rogerio la
dificultad de aquel negocio, que la tenía muy grave, no sólo por
parte de los chinos, sino más aún por los portugueses de Macao, que
habían de mirar con malos ojos la entrada de los castellanos en la
China por la vía de Manila. Esto forzosamente había de hacer una
competencia al comercio portugués de Macao. Por esto ambos Padres
guardaron profundo secreto con los portugueses acerca de este nego-
cio. Por medio del P. Rogerio pudo entenderse el P. Sánchez con
las autoridades chinas de la provincia de Cantón, pero aunque en
algunos halló buen acogimiento, sin embargo, pasó graves peligros
por las sospechas de un mandarín a quien llamaban los nuestros
Conchifú, que concibió malas ideas de los castellanos y los tuvo
encerrados algunos días. Por fin se les dejó partir para Macao sin
haber concluido formalmente su negocio ni haber entablado rela-
ciones algunas entre Cantón y Manila.
A fines de Mayo de 1582 entró en Macao el P. Alonso Sánchez,
y allí tuvo la buena suerte de encontrar varios hombres insignes
que o residían en la ciudad o pasaban por ella en distintas direccio-
nes. Allí conoció al P. Melchor Carnero, portugués, Obispo de Nicea;
al P. Alejandro Valignano, célebre Visitador de las provincias de
Oriente, que por entonces pasaba del Japón a Europa, llevando en
su compañía a tres príncipes japoneses que debían presentarse al
(1) Véase en Colin-Pastells, t. I, pág. 2G!) y siguientes, la exposición de éste y de
otros incidentes copiados de la li-Utción breve del P. Alonso Sánchez.
CAP. III.—ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO SÁNCHEZ 45o
Papa y ofrecerle la obediencia en nombre de sus reyes. También se
hallaba el P. Pedro Gómez, que después murió Provincial del Japón,
y con éstos algunos otros eclesiásticos y caballeros muy respetables yamigos de la Compañía. Empezó el P., Sánchez por dar noticia al
P, Valignano de la mudanza ocurrida en nuestra península y del
suceso, que entonces debía ser sorprendente, de la coronación de
Felipe II por Rey de Portugal. El P. Valignano j otros de los Nues-
tros fueron disponiendo poco a poco a los portugueses de la ciudad
para recibir esta noticia que les podía desagradar muchísimo. Des-
pués el mismo P. Alonso Sánchez fué hablando privadamente con las
personas principales de la ciudad, y uno a uno, debajo de juramento
que a nadie lo comunicarían, les anunció el ruidoso suceso. Viendo
que lo recibían bastante bien, por fin una tarde se juntaron en la
casa de la Compañía el P. Melchor Carnero, Obispo niceno; el Obispo
de Macao, el P. Alejandro Valignano, Visitador, y otros Padres de la
Compañía, el capitán mayor del puerto y algunos caballeros ancia-
nos y principales de la ciudad. Entonces anunció públicamente,
delante de todos, en términos suaves y moderados, el aconteci-
miento de la sucesión de Felipe II en la corona de Portugal. Adujo
el P. Sánchez algunas razones mostrando que debía recibirse este
hecho como un beneficio de la divina providencia, y quiso el Señor
que sus palabras fueran bien recibidas. Observando la buena dispo-
sición de los ánimos, el primer día de fiesta predicó el P. Visitador
y dio cuenta a todo el pueblo del acontecimiento ocurrido en Por-
tugal y las razones que había para agradecerlo a Dios y para levan-
tar pendones por el Rey Felipe II. Conformáronse con esto los áni-
mos de todos y se hizo la solemnidad, siendo aclamado por Rey el
que ya lo había sido un año antes en Lisboa (1).
Esta reducción de Macao a la obediencia de Felipe II fué suma-
mente agradecida, como no podía menos, por nuestro Rey. El capi-
tán del puerto de Macao, el Sr. Obispo y algunas otras personas,
escribieron por medio del P. Alonso Sánchez cartas cordiales al
Gobernador de Filipinas, anunciándole la solemnidad que se había
celebrado en su ciudad. Pero aunque en estas cartas todo parece
afecto y cordialidad, sabemos por otro lado que llegó a rezumarse
en Macao el designio de establecer comercio entre Filipinas y la
China, y esto causó la pesadumbre que se deja entender. No sabemos
(1) Coliu-Pastells, t. I, pág. >i)ü.
•ío4 I'IR. III.— MISIONES
quo por entonces se hiciera nada, pero andando el tiempo se toma-
ron graves providencias para impedir este comercio. Volvió a Ma-
nila el P. Alonso Sánchez, y por las tempestades y contratiempos no
pudo llegar hasta bien entrado el año 1588.
3. Al poco tiempo húbose de embarcar segunda vez para Macao
en compañía del Factor de la Real Hacienda, Juan Bautista Román.
Al principio rehusó el P. Sedeño dar licencia para este viaje. El
mismo Padre, escribiendo a Aquaviva, el 22 de Junio de 1584, le
dice: «Yo, aunque al principio la negué, por entender que no había
tanta sustancia en el negocio, después de más madurado y encomen-
dado á Nuestro Señor, y consultado con el P. Alonso Sánchez, nos
pareció convenir su ida, porque así parecía al Obispo y Gobernador
y lo pedía. Ayudó también a que fuese haber hecho el P. Rogerio
mucha instancia por una carta que le escribió al mismo P. Alonso
Sánchez, encargándole mucho procurase licencia para verse con él...
y procurase llevarle alguna limosna y un reloj, si fuera posible de
mesa» (1). El mismo P. Alonso Sánchez declara en otra carta la prin-
cipal razón que le movió a este viaje. Fué el saber que lo deseaba el
mismo Factor, y como esta persona era la más atendida por el Rey
en todos los negocios de Filipinas, y se decía que muchos empleos
los daba y quitaba Su Majestad por el dicho de este Factor, juzgó
conveniente complacerle y acompañarle en el viaje. Dirigióse, pues,
á Macao y ayudó al Factor en el desempeño del negocio que llevaba.
Era éste algo singular. Cierto navio mercante se había alzado
con las mercancías de varios españoles en Filipinas y se dirigía a
venderlas por cuenta propia. Sabido esto en Manila, quiso correr en
persecución de los ladrones el Factor Real. Dio con ellos en el puerto
de Macao y se aplicó a hacer justicia. Hubo graves dificultades por-
que el Gobernador y el juez de Macao juzgaban que en el puerto de
la ciudad no podía otro juez ejercitar su oficio, pues no pertenecía
a su jurisdicción. Con todo eso, llevó adelante el Factor su pensa-
miento, y habiendo procesado a los culpables, ajustició al piloto y a
otro oficial de la nave huida, y con esto se volvió a Manila (2). Jun-
tamente con este negocio debía el P. Alonso Sánchez tratar lo que
pudiese sobre los negocios domésticos de la Compañía y sobre el
(1) PhilippiHuriim Hist., I, u. 14. Sedeño a Aquaviva. Manila, 24 Junio 1584.
(2) Sevilla. Archivo de Indias, 68-1-42. Sedeño a Felipe II. Manila, 25 de Junio
de 158G. Véase la relación del P. Sánchez sobre est'' suceso en Colin-Pastells, t. I,
pág. 323.
CAP. III.— ACCIÓN rOTJTICA DEIi I'. ALONSO S.ÍNCIIEZ 455
medio de abrir algún camino para comunicarse entre Manila y la
China. Pero aunque se vio despacio con el P. Rogerio y conferenció
mucho con él, hallaron ambos tan cerradas las puertas para todo lo
que se deseaba, que el P. Alonso Sánchez hubo de volverse sin
haber conseguido efecto alguno en este negocio particular.
Fué bastante sentida por los Nuestros y por los extraños esta jor-
nada del P. Alonso Sánchez. El P. Hernán Suárez, escribiendo al
P. General, le dice así acerca del éxito de este viaje: «Lo que se dice
de esta segunda vez que de allí vino el P. Alonso Sánchez es, que de
allí a seis meses vino un mandato del Virrey de la India al Gober-
nador de Macao, en el cual manda, so graves penas, que ni admita
españoles de estas islas en Macao, ni den licencia a los portugueses
a que vengan acá a tratar, como habían comenzado; y la causa de
esta prohibición dijeron los frailes descalzos que de allá vinieron yotros mercaderes españoles que llegaron, que fué la ida del Factor
de estas islas junto con el P. Alonso Sánchez. Y aunque ahora lo
doramos diciendo, que fué por servicio de Dios y del Rey, la tal ida
sólo sirvió de desembargar un navio que iba de estas islas a Méjico
y con temporal dio en las costas de Macao. Y vino aquí nueva que
los capitanes y pilotos de él se habían alzado con la hacienda de los
particulares y a esto fué el Factor y el P. Alonso Sánchez, a favore-
cerle. Y el Factor, conociendo el crimen que cometieron, dio garrote
en la nao al piloto y a otro. De esto se sintieron mucho el Goberna-
dor de Macao y el Virrey de Goa, por haber hecho justicia en reino
ajeno, sin orden ni mandato de la justicia que allí reside y por haber
escrito el presidente de esta Audiencia al Gobernador de Macao, que
con los negocios en grado de apelación acudiesen si quisiesen a esta
Audiencia, pues está cerca y Goa tan lejos» (1).
El mismo Aquaviva, informado sin duda por los Padres portu-
gueses, sintió bastante estos viajes del P. Alonso Sánchez a la China,
y el 16 de Junio de 1586, encargó mucho a los Nuestros de Filipinas
no ir desde allí ni a China ni a Macao, «porque no es conveniente,
dice, mezclar los viajes de la Nueva España con los de Portugal, yaun el mismo Rey Felipe hasta ahora no ha permitido que las nave-
gaciones de los que contratan en estas dos partes se mezclen» (2). En
otra carta al Provincial de Méjico, encargándole enviar otro a Fili-
pinas en vez del P. Sedeño que se hallaba nial de salud, le advierte
(1) Phiüppiíuuum iJid., u. ;i4. Es la carta citada más arriba.
(>) Mp.iicana. Epist. Gi'ii., I. Al P. Antonio do Mendoza, l(í Junio ITiHC.
l.'iO r,IH. Til. MISIONES
que a quien vaya «le instruya primero, que en ninguna manera paso
a la China, y esto aunque lo pidan ministros del Rey, con los cuales
en semejantes casos no conviene que los Nuestros se entremetan,
antes el P. Alonso Sánchez ha errado mucho en ir a aquel reino» (1).
4. Un año pasó en Manila el P. Alonso Sánchez, después de su
segundo viaje a Macao, y cuando parece que podía despedirse para
siempre de la política, se vio de nuevo metido en ella más que hasta
entonces. El 20 de Abril de 1586 convocó la Audiencia de Manila al
Sr. Obispo, a los prebendados de la Iglesia, a los Superiores de las
Órdenes religiosas, a los principales capitanes y a las personas
más insignes de la ciudad. Propúsose una idea que ya estaban deba-
tiendo privadamente muchos particulares, y era si convenía enviar
a Madrid y a Roma una persona inteligente y autorizada que pro-
pusiese a Su Majestad los negocios pendientes de la colonia, ypidiese resolución de las dudas que se ofrecían y sobre todo socorro
de tropas y pertrechos para las empresas que se meditaban (2). Para
entender bien la causa de esta deliberación conviene recordar el
estado en que se hallaban los negocios españoles en Filipinas.
Hacía veinte años que había conquistado estas islas para España
el Adelantado Miguel López de Legazpi. Los españoles se habían
establecido en Cebú, en Manila y en algunos otros puntos importan-
tes del archipiélago, pero todavía eran pocos para tan vasto territo-
rio, y sobre todo, para lo que empezaron a pretender, ó mejor diría-
mos a soñar, en estos años. Según los informes que trajo consigo el
P. Alonso Sánchez, no había en Filipinas el año 1586 más que mil
doscientos españoles, de los cuales casi doscientos eran frailes agus-
tinos y franciscanos. La población española de Manila estaba enton-
ces reducida a setenta familias y a los religiosos e individuas del
clero secular. Habíase puesto, naturalmente, un Gobernador; el Rey
había mandado poco antes una Audiencia y Su Santidad había nom-
brado Obispo del archipiélago a Fray Domingo de Salazar, del Orden
de Predicadores, que, como vimos, tomó posesión de su silla en 1581.
Estando las cosas tan a los principios, fácil es de entender que nece-
sitaban arreglo muchos negocios de la incipiente colonia. Era pre-
ciso, pues, pedir al Rey la resolución de muchas dudas que se ofre-
cían, ya sobre el establecimiento de las iglesias, ya sobre el pago de
las dignidades eclesiásticas, ya sobre el socorro necesario a las tro-
(1) Mexicana. Epist Gen., I. Al misino, 16 Febrero 1586.
(2) Véase el acta de esta reunión en Colin-Pastells, t. I, pág. 3:^2, n, 2,'
CAÍ'. III.—ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO SÁNCHEZ 457
pas, ya sobre los medios de defender la naciente colonia, ya sobre
otros puntos que naturalmente necesitan resolución en los principios
de una sociedad.
Pero si la organización interior de la colonia exigía el envío de
un mensajero a la corte de Felipe II, mucho más necesaria era esta
providencia para la empresa que absorbía entonces a los españoles
de aquel país. Desde ocho años antes, por la vía de Macao habían
adquirido bastante conocimiento del vastísimo Imperio de la China.
Cuando llegaron a entender la extensión de aquella tierra, las rique-
zas inagotables de sus campos, la multitud innumerable de sus habi-
tadores y las otras ventajas que se podían sacar de aquel país, conci-
bieron los españoles de Filipinas un entusiasmo indecible para lan-
zarse en medio de aquella gentilidad y conquistarla para el Evange-
lio y para España (1). Según se ve, no se habían olvidado todavía
las ideas y entusiasmos de aquellos héroes que, como Hernán Cortés,
Pizarro y Alburquerque habían adquirido la posesión de imperios
que hasta entonces hubieran parecido fabulosos. Los colonos de Ma-
nila vivían realmente con los pies en Filipinas y con los ojos y el
corazón en el Imperio chino. Deseaban, pues, entenderse con el Rey,
para obtener las fuerzas militares necesarias a la grande empresa.
Reunidas, pues, las personas más ilustres de la ciudad, entre las
cuales se contaban también los Padres de la Compañía, propuso el
Gobernador al Presidente de la Audiencia, si convendría enviar a
Madrid una persona prudente que informase a Su Majestad acerca
del estado de la colonia y le pidiese los socorros que todos desea-
ban. Empezando por el Sr. Obispo, la voz universal fué que convenía
indudablemente enviar tal mensajero, aunque las razones aducidas
por unos y por otros eran bastante distintas. Propúsose después en
aquella reunión a quién se elegiría para esta empresa, y la voz uná-
nime de casi todos designó al P. Alonso Sánchez (2) . Algo sintieron
esta elección el P. Sedeño y los demás Padres nuestros, por ser el
negocio tan político y ajeno a lo que mandan nuestras Constitucio-
nes; pero viendo que concurrían el Gobernador con toda la Audien-
cia, el Obispo con todos los prebendados, el Maestre de campo con
todos los capitanes y hasta los Superiores de las otras Órdenes reli-
giosas en escoger y enviar al P. Alonso Sánchez, y observando que
(1) Véase el memorial que trajo el P. Alonso Sánchez y analizamos luoso, publi-
cado en Colin-Pastells, t. I, pág. 438.
(2) Iihd.,pág. •.Vid.
Ió8 IJi:. Ilt.— MISIONES
esto se les intimó de oficio, con todas las formalidades de derecho
por la Audiencia (1), creyó el P. Sedeño que no debía resistir, yaceptó, enn ombre de la Compañía, la misión impuesta por la colonia
al P. Alonso Sánchez.
Aunque parecía haber tantas razoneá para ceder a las instancias
de todos, sin embargo, el P. Aquaviva no aprobó el que hubieran
los Nuestros aceptado la comisión. Escribiendo al P. Alonso Sán-
chez, el 11 de Agosto de 1587, le dice estas graves palabras: «Muchoholgáramos que V. R, hubiera excusado la jornada que ha hecho,
pues veía que las cosas de que se encargaba nada tienen que hacer
con la profesión de un religioso; y crea cierto que el Rey no gusta
de que religiosos se metan en cosas semejantes, como lo sabemos
por experiencia de otras cosas...» Al fin de la carta, y como por vía
de postdata, añade el P. Aquaviva estas palabras: «Pues V. R. ha lle-
gado a España, no conviene que deje de informar al Rey; mas deseo
que con toda brevedad desista de esos negocios, dando a Su Majes-
tad los memoriales que trae y según le ordenare que lo haga; y para
que en todo se vaya con edificación y buen modo, me ha parecido
dar a V. R. por superior inmediato, allende que lo serán los provin-
ciales, rectores y prepósitos, según el modo de la Compañía, al Padre
José de Acosta , con el cual V. R. consultará lo que hubiere de
tratar, así con Su Majestad como con cualquiera otros, y en todo
seguirá su orden y juicio» (2). Con la misma fecha enviaba una repren-
sión parecida al P. Sedeño, por haber permitido la comisión dada al
P. Alonso Sánchez (3).
5. El 26 de Junio de 1586 embarcóse éste para Méjico, llevando
consigo un soldado virtuoso y honrado, llamado Bartolomé Alonso,
que deseaba entrar coadjutor en la Compañía. En seis meses de bas-
tante borrascosa navegación llegó a Nueva España y desembarcó en
Acapulco por Enero de 1587 (4). Desde luego tropezó con una difi-
cultad en que nadie había pensado. Entre las instrucciones que por
escrito le habían dado para Su Majestad, llevaba una concebida en
estos términos: «Que Su Majestad mande que vengan más religiosos
de las religiones que están acá... y que los religiosos no sean de otra
nueva religión que venga, porque ni la tierra ni esta ciudad pueden
(1) Véase el auto de la Audiencia en Colin-Pastells, t. I, pág. 341.
(2) Meadccnia. Kpi^t. Gen., I. Al P. Alonso Sánchez. 11 Agosto 1587.
(3) Ibid.
(4) Colin-Pastells, t. I, pág. 3(í-2.
I
CAP. ITI. ACCIÓN POLÍTICA DEI> P. ALONSO sANCHEZ i)^
sustentar más religiones, por ahora al menos, en Manila» (1). Sucedió,
pues, que cuando llegó a Méjico el P. Alonso Sánchez, se encontró
allí con una expedición de cuarenta religiosos dominicos, que por
orden del Rey se encaminaban a Filipinas. Como él llevaba encargo
de negociar que no entrasen religiosos de otras Órdenes, creyó que
en este caso le tocaba impedir la ida de aquellos religiosos. No pode-
mos alabar la prudencia del P. Sánchez en este caso. Es verdad que
en Manila le habían mandado procurar que no fuesen otras Órdenes
religiosas; pero nótese bien: le habían mandado negociar eso con el
Rey, pero no tratarlo con los mismos religiosos de las otras Órdenes.
Cualquiera ve cuan peligroso era esto segundo, pues, naturalmente,
podríap interpretar a envidia o emulación de los jesuítas el que un
religioso de la Compañía cerrase el paso de Filipinas a los Padres
Dominicos. Fué para éstos una grave tribulación aquel encuentro
con el P. Sánchez. Como éste era tan fogoso en sus discursos, tan
enérgico en inculcar lo que deseaba, hizo impresión muy fuerte en
aquellos religiosos, y algunos de ellos se quedaron en Méjico, no re-
solviéndose a pasar adelante. Pero el superior y los principales de
la expedición no atendieron a las razones de nuestro negociador
Iban mandados por el Rey, les hacía la costa el Rey, llevaban en sus
manos cédulas reales; pues, ¿quién era el P. Alonso Sánchez para im-
pedir un viaje mandado por el Rey? Movidos por estas razones, con-
tinuaron su camino y llegaron a Filipinas, adonde, sin duda, los lle-
vaba la Divina Providencia, ijara que hiciesen el bien inmenso que
desde entonces ha hecho siempre en aquel archipiélago la Orden de
Predicadores. Para la Compañía fué un disgusto más, añadido a los
no pocos que ya padecíamos por acá. Como si no tuviéramos bastan-
tes conflictos en España con los dominicos, viene el P. Alonso Sán-
chez á traernos uno más de las regiones de América (2).
6. Continuando su camino, llegó nuestro negociador sin novedad
a Sevilla por Setiembre de 1587. Después de haber descansado algu-
nos días, se encaminó a la corte y empezó a entablar los negocios que
traía. Tuvo por de pronto un largo coloquio con el mismo Felipe II,
(1) PhiUppinarum Hist., I, n. 47. Es un memorial de 31 páginas en folio con esta
inscripción: Memorial de las cosas de las Islas Filipinas que trae a cargo el 1'. Alonso Sán-
chez. En la página 3 se ve lo que copiamos. La misma idea, aunque variando las pala-
bras, aparece en otro memorial reproducido en Colin-Pastells, 1. 1, pág. 417.
(2) Véase cómo hablan do este incidente, por un lado el P. Colin (t. I, pág. MA y si-
guientes), y por otro Fray Diego Aduarte (Historia de la Provincia del Santo Rosario de
la Orden de Predicadores en Filipinas, Japón ¡j China, 1. I, C 6.)
lÜO 1,II;. ITI.— MISIONES
pero después hubo de esperar bastante para que se tratasen los ne-
gocios de Filipinas. Deseando abreviar tantas dilaciones, escribió el
P. Alonso Sánchez un breve memorial, indicando con energía la con-
veniencia de resolver bien o mal, pero pronto, los negocios que
traía (1). Entregado este memorial a uno de los privados de Felipe II.
lo puso éste en manos de Su Majestad, y al instante el Monarca mandó
que se formase una junta en que entrasen los más graves y califica-
dos personajes y ministros de su casa y corte. El licenciado Hernando
de Vega, del Consejo de Indias con otros dos consejeros; D. Juan de
Idiáquez, D. Cristóbal de Mora, D. Pedro de Cardona, D. Alonso de
Vargas, el Arzobispo de Méjico, D. Pedro Moya de Contreras y los
secretarios Juan de Ibarra y Andrés de Alba, se aplicaron a leer los
papeles del P. Sánchez y a examinar detenidamente aquellos nego-
cios. Para facilitar la inteligencia de ellos, se tomó el acuerdo de lla-
mar al mismo P. Alonso Sánchez y mandarle explicar de palabra los
puntos que exigían más particular explicación. Lo primero de que
se trató fué el derecho de su Majestad a las islas Filipinas. Sobre esto
hizo un raciocinio de una hora, que, según dice Colín, pareció a los
consejeros un cuarto de hora, por el gusto y atención con que le oye-
ron. Según lo que el mismo Colín ha escrito y, mejor aún, según lo
que se conserva textualmente de este razonamiento (2), se ve que el
P.Sánchezesquivó la principal dificultad del negocio, es decir, no trató
del derecho a conquistar las Filipinas, sino que admitiendo el hecho
(sin meterse a discutirlo) empezó su discurso, después de un breve
exordio, con estas palabras: «Pues para que se vea cuál es el derecho
que Su Majestad tiene allí, se ha de advertir que en las Filipinas hay
cuatro comunidades o cuatro diferencias o suertes de gentes. La pri-
mera es la república de los españoles; la segunda, los indios ya pací-
ficos y cristianos; la tercera, los indios pacíficos, mas no cristianos, y
la cuarta, los indios ni pacíficos ni cristianos.» Discurriendo sobre el
estado de estas cuatro diferencias de gentes, demuestra el P. Sánchez
el derecho y obligación que tiene Su Majestad de poner orden en
aquella república así establecida.
Durante cinco meses se estuvo discutiendo en Madrid sobre estos
negocios, y por fin obtuvo el P. Sánchez de Su Majestad la resolu-
ción que deseaba. El punto capital de esta resolución y en que hacían
(1) Vid. Coün-Pastells, 1. 1, pág. 374.
(2) Ambas cosas pueden verse en Colin-Pastells, 1. 1, páginas 376 j- 377, comparando
lo que dice Colin por cuenta propia con el texto original que se reproduce en la nota.
('AI'. Iir.- ACCIÓN POLÍTICA DEL 1'. ALONSO SÁNCHEZ 4<U
más fuerza, así el P. Sánchez como otros españoles de Filipinas, era
la supresión de la Real Audiencia. Pensaban que para tan pocos espa-
ñoles no era necesario este tribunal, cuyos individuos estaban suspi-
rando por salir de Filipinas, donde, como no ocurrían negocios dig-
nos de una Audiencia, o permanecían ociosos o molestaban a los
vecinos con menudencias judiciales. Hubo pareceres contrarios entre
los mismos españoles; pero después de discutirse mucho allá en Fili-
pinas y aquí en Madrid, se inclinó la opinión a que debía suprimirse
la Audiencia, y, en efecto, Felipe II la suprimió. Bien se arrepintie-
ron de esta resolución muchos y sobre todo el Obispo de Manila, que
antes había suplicado también por la supresión (1).
En cambio instaba mucho el P. Sánchez en que se nombrase unbuen Gobernador. Este hombre debía ser recto y justo en el gobernar
y prudente y aguerrido soldado. Esto y no más se necesitaba en unacolonia formada casi toda de soldados y aventureros. Habiendo dis-
cutido largamente sobre este punto, juzgó necesario Felipe II enco-
mendar al mismo P. Alonso Sánchez el buscar el Gobernador queconviniese para Filipinas. Como si no bastasen tantos negocios políti-
cos en que se había metido hasta entonces, métese ahora el P. Sánchez
en buscar un Gobernador. Las cualidades que debía tener el candi-
dato las resumía el P. Sánchez en estas palabras: «No había de ser ni
mozo ni viejo, sino de edad sazonada, que no había de tener mujerni hijos ni deudas ni deudos, que no fuese gastador ni codicioso, quetuviese gran valor y prudencia, aprobadas ya y experimentadas en
algún gobierno, que fuese muy caballero y juntamente llano y hu-
mano y, sobre todo, cristiano y ejemplar» (2).
No era fácil hallar una persona en quien concurriesen todas estas
condiciones. ¿Dónde habría un hombre sin deudas ni deudos? Esta
especie de Melquisedec civil creyó descubrirla el P. Sánchez en el
Sr. Gómez Pérez Dasmariñas, caballero gallego, que se había distin-
guido como Corregidor de Cartagena y Murcia; y entonces se hallaba
en la corte pretendiendo algún ascenso.
Felipe II admitió la elección hecha por el P. Sánchez y nombróGobernador de Filipinas a Gómez Pérez Dasmariñas. Habíase pensadoal principio que partiese para su destino juntamente con el P. AlonsoSánchez, que debía volver con las respuestas del Rey; pero ocurría
(1) A petición del tír. Obispo y de otras personas, restableció Felii)c II la Audienci i
en 1598. Coliu-Pastells, t. I, i)ág. 1!)8.
(•>} Ibiil., ¡láy-. 4t)2.
4fi2 . l'tli. III. -MISIONES
la dificultad de que nuestro negociador traía también a su cargo va-
rias súplicas sobre negocios eclesiásticos, que sólo el Papa debía re-
solver, y por esto, después de madura deliberación, se juzgó conve-
niente que el nuevo Gobernador se partiese luego para Filipinas y el
r. Alonso Sánchez continuase a Roma para dar fin a los negocios
que requerían respuesta de Su Santidad. Así se hizo. Gómez Pérez
Dasmariñas, acompañado por el P. Pedro Chirino y un Hermano de
nuestra Compañía se embarcó para su destino y llegó felizmente a
Manila el 31 de Mayo de 1590. Entretanto el P. Sánchez se había en-
caminado a Roma.
No debemos pasar por alto el memorial curioso de los españoles
de Filipinas que el P. Alonso Sánchez traía a nuestra corte, para tra-
tar con el Rey sobre la conquista de la China. Recientemente lo ha
impreso el P. Pastells (1), y este escrito nos da clara idea de las ilu-
siones, mejor diríamos sueños, que agitaban aquellos colonos espa-
ñoles acerca de esta empresa aventurada. Empiezan proponiendo a
Su Majestad que determine pronto si se ha de entrar o no en la China.
Según se ponen las cosas, es necesario decidirse antes de que los chi-
nos tomen mayores precauciones y hagan imposible la empresa.
Ante todo, el derecho de Su Majestad a conquistar aquel país lo de-
mostrará perfectamente el P. Alonso Sánchez. Ya por la necesidad
de predicar el Evangelio a aquellos gentiles, ya por las injurias que
han hecho a los castellanos y mucho más a los portugueses en Macao,
tiene Su Majestad justo título para penetrar por la fuerza en aquel
Imperio.
Pasan después a exponer los medios que se tomarán para llevar a
cabo conquista tan señalada. Dicen así: «Lo primero que, mirada la
cualidad y disposición de la tierra de China y de su gente, será nece-
sario y bastará que vengan de España diez o doce mil hombres, que
se podrán allegar de España, Italia y de los otros reinos propios de
Su Majestad y que procuren sean vizcaínos cuantos se pudiere y que
de Vizcaya, si puede ser, se despache la armada; a la cual gente se
añadirán algunos otros cinco o seismil japoneses y otros tantos visayas
que son vasallos de Su Majestad en nuestras islas y gente muy ani-
mosa y robusta.» Piden después que se envíe un buen general y
algunos distinguidos oficiales, que la gente sea de infantería con ar-
cabucería, coseletes y picas y algunos mosqueteros, que envíe Su
(1) Colin-Pastells, t. I, págs. 438-445.
CAP. III.—ACCIÓN POLÍTICA DKL P. ALONSO SAnCHEZ 463
Majestad tres o cuatro fundidores de artillería, que se envíen de Es-
paña uno o dos ingenieros para máquinas de guerra y artificios de
fuego y algunos oficiales de hacer alquitrán, etc. Sobre todo llama
la atención la décima cláusula de esta súplica que dice así: «Lo dé-
cimo, que venga delante un capitán con orden de Su Majestad y man-
dato del General de la Compañía de Jesús para sus religiosos en Ja-
pón, que le reciban y favorezcan, el cual lleve dinero bastante para
pagar la gente que de allí se hubiere de sacar y traerla al lugar depu-
tado y que se pagará a ducado o a doce reales por mes y aun a me-
nos.» ¡Extraño pensamiento! Querer meter a nuestro P. General en
una empresa tan disparatada!
Prosiguen después apuntando otras prevenciones que se deberán
hacer, determinan el camino que deberá seguir la Armada, y es
saliendo de Sevilla encaminarse al estrecho de Magallanes y de allí
venir a Filipinas, porque para tan grande ejército será más cómodo
este camino que no el de Méjico, el de Panamá o el de Cabo de Buena
Esperanza. Advierten que deben concurrir los portugueses a esta
expedición, ya porque ellos han recibido muchas injurias de los
chinos, ya principalmente porque son tan experimentados en aque-
llos mares del Extremo Oriente. Previenen que a su tiempo deberán
sacarse de China los Padres de la Compañía, que han entrado misio-
nando allí, para que éstos, como conocedores de la lengua, sirvan
de intermediarios entre el ejército y los chinos. Apuntan después
los peligros y contratiempos que se deben prevenir, y al fin del
memorial se explayan en declarar los frutos innumerables, así espi-
rituales como temporales que esperan de esta conquista. Será indu-
dablemente la empresa mayor que jamás se ha hecho en España;
tendrá el Rey bajo su mando la más populosa nación del orbe,
sacará grandísimas rentas de todas las cosas generales sin agravio de
nadie, podrá repartir riquísimas encomiendas a todos los españoles
que tomaren parte en la jornada, se podrán poner escuelas y univer-
sidades de todas las ciencias, pues los chinos parecen aptos para todo
género de estudios, y por último, terminan declarando los bienes
espirituales que esperan de esta expedición. Nótense los dos prime-
ros, que dicen así: «Lo primero, que entonces se podrán hacer arzo-
bispados y obispados tantos como en toda la cristiandad antigua de
allá [de Europa] con un patriarca. Lo segundo: que se pueden fundar
nuevas Ordenes militares con mayores rentas que las de allá o
extenderse his antiguas de Santiago y Calatrava y San Juan, y aunharía muy bien al caso que éstas u otras nuevas viniesen a la
4i")4 ' mi;, m.—misiones
conquista.» En una palabra: según los términos de este memorial,
aquella empresa debía conducir a una Jauja espiritual y temporal
imnca vista desde que Dios crió el mundo.
Suponemos que este memorial sería obra del P. Alonso Sánchez,
y que deberá identificarse con un tratado que él dice haber escrito
en Filipinas y entregado en propia mano a Felipe II. En el catálogo
que el mismo Padre formó después de los escritos que había redac-
tado sobre sus negocios, señala como el último hecho en Filipinas
uno, sobre el cual nos da las siguientes noticias: «Otro tratado
[se hizo en Filipinas], que se me remitió recogiese también de las
gravísimas cosas que se consideraron en la dicha junta [de 20 de
Abril 1586], sobre el modo que proponían al Católico Rey, cómo se
podría con brevedad y con efecto introducir en los reinos de la
China el santo Evangelio, y de las muchas cosas que se considera-
ron, con que todos los de las islas ayudarían para ello, sólo por la
salvación de aquellas almas y los grandes frutos que de ello sal-
drían. Éste, entre otros, di yo a Su Majestad de mi mano a la Real
suya» (1). Apenas cabe dudar de que este tratado es el memorial
referido. Aunque Felipe II recibió en sus manos este escrito, no lo
quiso sin duda comunicar con sus consejeros, pues en las respuestas
dadas al P. Sánchez no hay una palabra sobre la expedición a la
China (2). Las circunstancias en que se veía España por entonces no
eran a propósito para discutir sobre tales ensueños. Recuérdese que
aquel año 1588, se perdió la Armada Invencible, padeciendo España
el mayor quebranto militar que había sufrido en todo el siglo XVI.
Pues sacar entonces a relucir este tratado, en que se pedía una
Armada de doce mil hombres, hubiera sido el colmo de la impru-
dencia y de la ridiculez. Por eso sin duda el prudente Monarca
guardó bajo llave este memorial. Pero hemos creído necesario
comunicarlo a nuestros lectores, para que entiendan el estado de
exaltación en que se hallaban los ánimos en Filipinas, y de ahí los
proyectos extraños de que también participaron un poco los Nues-
tros en los primeros años que trabajaron en aquellas islas.
7. Llegó a Roma el P.Alonso Sánchez a principios del año 1589(8);
y aunque su deseo hubiera sido despachar cuanto antes sus negocios
(1) Colin-Pastells,',t. I, pág. 528.
(2) Véanse estas respuestas en Colin-Pastells, 1. 1, páginas 415-460.
(3) No he podido averiguar el día fijo de su llegada. El P. Colín (t. I, pág. 470)
l)arec'e adelantarla un poco.
CAP. lU.—ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO SÁNCHEZ 465
y volver a Filipinas con los breves pontificios que necesitaba para
la resolución de sus dudas, pero sucedió, por un conjunto impre-
visto de circunstancias, que hubo de detenerse en Roma cerca de tres
años y negociar sucesivamente con cuatro Sumos Pontífices: Sixto V,
Gregorio XIV, Inocencio IX, y por fin, Clemente VIII. El primero
de estos Papas le recibió con suma benignidad, aceptó los papeles
que el Padre le entregó, y para examinarlos mandó que pasaran a la
congregación del Santo Oficio. El primer punto que con más deten-
ción se trató en Roma y ya se había agitado en Madrid, fué uno que
había despertado graves sospechas y al pronto escandalizado a
muchas personas. Era la opinión del P. Sánchez sobre el concurso
de las armas en la predicación del Evangelio. Habíase dicho en
Madrid que el P. Sánchez recomendaba predicar la fe con el Evan-
gelio en una mano y la espada en la otra (1), tomando como medio
para introducir la verdad católica, la conquista y dominación mili-
tar. Esta idea, naturalmente, sorprendió a muchos, y habiéndola
escrito desde Madrid a Filipinas, creyó el buen Obispo Fray Domin-
go de Salazar necesario enviar una carta a nuestra corte en son de
protesta contra teoría que le parecía tan irracional (2). No menos se
escandalizó de ella nuestro P. Aquaviva la primera vez que la oyó,
que fué a principios de 1586, y en Febrero de dicho año, escribiendo
al Provincial de Méjico, le decía: «El P. Sánchez ha errado mucho
en escribir lo que escribió especialmente en el punto de la gue-
rra. V. R. por este particular le dará una buena reprensión, signifi-
cándole cuánto más propio es del espíritu evangélico dar la propia
sangre por la salvación del prójimo, que no tomar la guerra por
medio para su conversión» (3). En todo esto, sin embargo, había una
mala inteligencia. El P. Alonso Sánchez no había dicho que las armas
habían de abrir el camino a la fe; lo que defendía era, que las armas
habían de acompañar a la predicación, no para conquistar y muchomenos para cometer injusticias con los indios ni con nadie; sino
solamente para guardar las espaldas del misionero e impedir que los
indios le maten. Reducido a estos límites el oficio de las armas, no
era injusto de suyo, aunque en la práctica, tratándose de reinos bien
constituidos como la China y Japón, fuera verdaderamente irreali-
(1) Esta frase la ponía en una carta suya el P. Antonio de Mendoza (Philippiytarum
Hi8t. I, n. 17) dirigida al P. Aquaviva, el 12 Junio 1.585.
(2) Poseemos una copia de esta carta en el tomo Philippinartim Hist., I, n. 49.
(3) Mexicana. Epist. Gen., I, A. Mendoza, 24 Febrero 1586.
30
4(j() I^IR. III.—MISIONES
zable. ¿Cómo introducir en un reino bien organizado fuerzas arma-
das de otro, sin contravenir a los principios generalmente admitidos
de derecho público? Era, pues, en este caso impracticable la teoría,
pero, repitámoslo, no era de suyo injusta.
Discutióse, pues, largamente en Roma y en la congregación del
Santo Oficio la idea del P. Sánchez, y parece que él mismo habló
largamente sobre ella con personas autorizadas, y a juzgar por los
breves apostólicos que le dieron, se conoce que fué aceptada su
teoría, y no reprobada, como hubieran deseado algunos enemigos
de la Compañía. No conocemos otras particularidades de lo que hizo
en Roma, pues no se ha conservado relación alguna de las negocia-
ciones que allí entabló y de los medios que naturalmente tomaría
para obtener de la Santa Sede lo que deseaba. Sólo nos consta, por
los mismos escritos del P. Sánchez, el número de breves que los
cuatro Papas le concedieron, todos más o menos favorables a las
pretensiones que él llevaba. En estos escritos dícenos el mismo
Padre que presentó a Sixto V un largo tratado sobre el derecho que
Su Majestad tenía a las Indias y con que procedía en el gobierno de
ellas (1). Añade que para explicación de estas ideas, se presentó los
jueves varias veces ante la congregación del Santo Oficio, y como
resultado de estas explicaciones, indica el P. Sánchez varias conce-
siones que hizo el Papa para el buen gobierno de la Iglesia de Fili-
pinas. Del mismo modo se extiende después en declarar las gracias
que le concedió Gregorio XIV mediante un breve amplísimo en que
abona, dice Sánchez, y confirma el Papa lo que los Reyes de España
por sí y por sus ministros hacen en las Indias (2). Del mismo modo
le concedieron otros breves Inocencio IX y sobre todo Cle-
mente VIII, que fué quien al fin le despachó para Filipinas.
8. A juzgar por lo que dice en cartas posteriores el mismo P. Sán-
chez, quedó muy contento del resultado que había obtenido en la
corte romana, y volvía a España con un regular cargamento de bre-
ves, cartas, reliquias y objetos de devoción para repartirlos a perso-
nas que le habían favorecido en la empresa. Si recuerdan nuestros
lectores lo que escribimos en el tomo III, ya sabrán que la venida a
España del P. Alonso Sánchez fué ordenada además para otros fines
importantísimos. El P. Claudio Aquaviva le había elegido por su
comisario particular, para tratar con el Rey y con la Inquisición
(1) Vid. Coliu-PastoUs, t. I, pág. 474.
(2) Ibid., pág. 475.
CAP. ni.—ACCIÓN POLÍTICA DEL P. ALONSO SÁNCHEZ 4fi7
sobre el modo de resolver los más graves negocios que entonces
agitaban a la Compañía en España. ¡Cosa singular! El P. AlonsoSánchez, cuyo espíritu peregrino daba que hacer en todas partes, es
ahora escogido para enderezar en el espíritu a varios Padres espa-
ñoles, y para tratar en nombre de la Compañía los más delicados
negocios que entonces se nos ofrecían en el mundo. Sin duda el
P. Aquaviva, en los tres años que Sánchez estuvo en Roma, o le
enderezó en sus ideas, o por lo menos consiguió hacerle abrazar delleno los designios que tenía sobre los negocios de España, y unavez obtenido este objeto, quiso el P. General aprovecharse de la ener-
gía indomable de aquel hombre, para lograr el fruto que en trances
tan difíciles se deseaba. Y en realidad así sucedió. El P. Alonso Sán-
chez, en el año 1592 y principios del 1593, negoció hábilmente conel Rey, con la Inquisición y con las principales personas de España,
y cuando fué elegido vocal de la provincia de Toledo para la con-
gregación general, de repente le sobrevino su última enfermedad,
que en seis días le condujo al sepulcro, en Mayo de 1593.
Con esta muerte quedaron, dice el P. Gil González Dávila,
muchos negocios sin dueño, y esos negocios eran naturalmente los
de Filipinas. Algo, sin embargo, se había hecho, pues el Rey había
suprimido la Audiencia, había elegido nuevo Gobernador y había
hecho llegar ya varias de sus respuestas y resoluciones, aunquetodavía faltaba mucho que hacer para la solución de tantos nego-cios. Entretanto había entrado en Filipinas el Gobernador elegido
por el P. Sánchez, y por desgracia no satisfizo a los españoles de porallá. El primero que hubo de padecer con él fué el Sr. Obispo, quien,
después de un año de competencias y encuentros amargos, se resol-
vió en 1591 a venir a España, para pedir a Felipe II que se restable-
ciera la Audiencia y que le diera favor contra las intrusiones del
Gobernador. Como era general el disgusto de los españoles contra
este hombre, y vino a saberse que lo había designado nuestroP. Alonso Sánchez, hubieron de padecer bastante los Nuestros poresta circunstancia. El P. Sedeño, afligido con tantas murmuraciones,escribió al P. Aquaviva el 24 de Junio de 1593, representando queno se metiesen jamás nuestros Padres en la elección de Gobernado-res ni de otras personas públicas, y la razón de esto la exponía enestos términos: «En toda esta ciudad se sabe que el P. Alonso Sán-chez propuso al Rey a Gómez Pérez Dasmariñas, para que le enviasea gobernar estas Islas y que lo alcanzó de él. Y como él no salió
según lo que al Padre le informaron y él entendía, y como acá lo
468 I^Ilí- III.—MISIONES
deseaban, hay tantas murmuraciones del Padre y aun maldiciones
de quien tal envió, y que fuera mejor que el P. Alonso Sánchez no
hubiera nacido, antes que tal hombre enviara, que nos ha hecho
reparar mucho y dar de ello noticia a V. P.» (1). Esta es la última noti-
cia que descubro en los documentos contemporáneos acerca de la
misión política del P. Alonso Sánchez. En la historia de este hombre
podemos aprender que Dios Nuestro Señor no nos llama a los jesui-
tas para políticos.
(1) Philipptnarum Hist, I, n. 08.