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la jornada aguascalientes / suplemento mensual / número 6 / enero 10 hp://lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas vecindades / hugo gómez la literatura como línea de fuga gilberto castrejón H ace algunos años, Houellebecq trazaba en El mundo como supermercado ciertos juicios en re- lación con el arte contemporáneo, lo curioso de todo era la manera en que concebía la reacción que el individuo experimenta frente a una obra de arte. Cier- tamente, la mayoría de nosotros siente un poco de in- diferencia y desconcierto frente al arte, ya que la lógica con la que se estructuran las sociedades modernas ha forjado diversas subjetividades, a la par del poco interés que el gran público mantiene ante cualquier manifesta- ción artística, y en especial: la literatura, pues resulta que tanto ésta como la filosofía han ido perdiendo su papel de “potencias históricas”, como las llamara Gior- gio Agamben; sin embargo la literatura, como forma humana de expresión estética, ofrece una de las mejores posibilidades de agenciamiento de la realidad. Decía Houellebecq: “Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte.” Es verdad que actualmente pocos son los que se acercan a la literatura, vivimos en sociedades donde muchos de los productos artísticos sólo son apre- ciados por unos cuantos, a pesar de que precisamente los medios que usamos para comunicarnos resultan tener un amplio alcance, lo que difícilmente existía en otras épocas; no es difícil identificar que la mercado- tecnia ha entrado a formar parte del ámbito de diversas expresiones artísticas como la música o la plástica, con- figurando un arte con tintes un tanto insípidos y poco sublimes, ¿cuál es el lugar que ocupa la literatura fren- te a esto? La literatura sigue manteniendo su papel de configuradora de nuevos mundos, muy a pesar de que muchas de sus posibilidades se han ido parasitando. Haciendo un poco de historia, la palabra escrita siempre ha constituido la mejor forma de expresión y comunica- ción, sin embargo, parecería que en nuestros tiempos la literatura ha asistido a una especie de desterritorializa- ción de sus espacios propios, esos territorios habitados primero por el escritor, después por el lector. Un terri- torio literario por excelencia lo constituye la ficción, el espacio donde el delirio del artista se desarrolla, ¿tiene sentido preguntarse: cómo es que la ficción se ha para- sitado? Cuando uno ve la lista de best sellers , no tiene más remedio que emitir una mueca de extrañamiento, ya que los libros más leídos siguen siendo aquellos que explotan viejas fórmulas como los dramas humanos, la fantasía, la religión o los temores a lo desconocido, ¿cuál es la fórmula del éxito de J.K. Rowling, Stephenie Me- yer o Dan Brown?, ¿cuántos lectores potenciales poseen los ganadores del Premio Nobel frente a estos úl- timos, cuya obra se ha traducido a casi todos los 3 Un poeta lo puede soportar todo4 “Ser gris en nuestros días es irrelevante. Ser feliz, también” 7 “Queremos seguir teniendo monstruos en el armarioFin último de la literatura, liberar en el delirio esa creación de la salud, o esa invención de un pueblo, es decir, una posibilidad de vida. Gilles Deleuze. La literatura y la vida

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guardagujas seis enero 2010 suplemento de La Jornada Aguascalientes

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la jornada aguascalientes / suplemento mensual / número 6 / enero 10http://lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas

veci

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es /

hug

o gó

mez

la literatura como línea de fuga

gilberto castrejón

Hace algunos años, Houellebecq trazaba en El mundo como supermercado ciertos juicios en re-lación con el arte contemporáneo, lo curioso de

todo era la manera en que concebía la reacción que el individuo experimenta frente a una obra de arte. Cier-tamente, la mayoría de nosotros siente un poco de in-diferencia y desconcierto frente al arte, ya que la lógica con la que se estructuran las sociedades modernas ha forjado diversas subjetividades, a la par del poco interés que el gran público mantiene ante cualquier manifesta-ción artística, y en especial: la literatura, pues resulta que tanto ésta como la filosofía han ido perdiendo su papel de “potencias históricas”, como las llamara Gior-gio Agamben; sin embargo la literatura, como forma humana de expresión estética, ofrece una de las mejores posibilidades de agenciamiento de la realidad.

Decía Houellebecq: “Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte.” Es verdad que actualmente pocos son los que se acercan a la literatura, vivimos en sociedades donde muchos de los productos artísticos sólo son apre-ciados por unos cuantos, a pesar de que precisamente los medios que usamos para comunicarnos resultan tener un amplio alcance, lo que difícilmente existía en otras épocas; no es difícil identificar que la mercado-tecnia ha entrado a formar parte del ámbito de diversas expresiones artísticas como la música o la plástica, con-figurando un arte con tintes un tanto insípidos y poco sublimes, ¿cuál es el lugar que ocupa la literatura fren-te a esto? La literatura sigue manteniendo su papel de configuradora de nuevos mundos, muy a pesar de que muchas de sus posibilidades se han ido parasitando. Haciendo un poco de historia, la palabra escrita siempre ha constituido la mejor forma de expresión y comunica-ción, sin embargo, parecería que en nuestros tiempos la literatura ha asistido a una especie de desterritorializa-ción de sus espacios propios, esos territorios habitados primero por el escritor, después por el lector. Un terri-torio literario por excelencia lo constituye la ficción, el espacio donde el delirio del artista se desarrolla, ¿tiene sentido preguntarse: cómo es que la ficción se ha para-sitado? Cuando uno ve la lista de best sellers, no tiene más remedio que emitir una mueca de extrañamiento, ya que los libros más leídos siguen siendo aquellos que explotan viejas fórmulas como los dramas humanos, la fantasía, la religión o los temores a lo desconocido, ¿cuál es la fórmula del éxito de J.K. Rowling, Stephenie Me-yer o Dan Brown?, ¿cuántos lectores potenciales poseen los ganadores del Premio Nobel frente a estos úl-timos, cuya obra se ha traducido a casi todos los

3“Un poeta lo puede

soportar todo”

4“Ser gris en nuestros días es irrelevante. Ser

feliz, también”

7“Queremos seguir

teniendo monstruos en el armario”

Fin último de la literatura,liberar en el delirio esa creación de la salud,

o esa invención de un pueblo,es decir, una posibilidad de vida.

Gilles Deleuze. La literatura y la vida

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editores

Elaborado por Servicios Editoriales de Aguascalientes S. de R.L. de C.V. para La Jornada Aguascalientes.

edilberto aldán / joel grijalva

consejo adán brand /beto buzali / alberto chimal / luis cortés juan carlos gonzález / rodolfo jm / paloma mora josé ricardo pérez ávila /jorge terrones / gustavo vázquez lozano

[email protected] se responde por originales no solicitados.

Los Leones de Mesopotamía

Los Leones de Mesopotamia son en la canchaLos Leones de Mesopotamia sonde mucha garra en la canchaCampeones de Asia son del balónJuegan con tanta garra y tesónAún en tiempos de guerrano piden tiempo fuerasólo juegan fútbol

Bora de peregrino se ha ido a BagdadBora de peregrino ha cruzado el desiertoY los entrena allá en BagdadBora bebe pellegrinoEs por el calor que hace Bagdad

Bora de peregrino se ha ido a BagdadBora de peregrino ha pasado por Méxicode camino llamado a BagdadBora bebe pellegrinoMientras corren bajo el sol de Bagdad

Los Leones de Mesopotamia son en la canchaLos Leones de Mesopotamia sonde mucha garra en la canchaPuede que a Osama no le lataPero no da lataAl Queda no se quejaCuando corren tras el balón

Cuando todavía había SadamSu hermano Udai les pegabasi jugaban y no ganabanya no más

Cuando todavía había SadamSu hermanos Udai los castigabasi la victoria no alcanzabanya no más

Nadie tira bombas nadie explotaNadie se tira de bombaSólo el balón rebota y lo llevaGlorioso el centro delantero

¡Un lugar en el cielo te has ganadoYounis Mahmoud con ese gol!

A partir de la noticia “Soccer in Iraq: Another Field for Argu-ment” de Joao Silva publicada por The New York Times el 24 de noviembre de 2009

ricardo pohlenzmenester de juglaría

SIGLO XIX

SIGLO XX

SIGLO XXI

no-entiendoSi usted no ha entendido estegag visite museos, lea libros de arte,póngase en contacto con nosotros [email protected] simplemente ignore suignorancia deluniverso artístico.

eduardo sallesbreve historia del arte

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Escribir, es también devenir

algo distinto del escritor. A

aquellos que le preguntan en

qué consiste la escritura, Virgina

Wolf responde: ¿quién les habla

de escribir? El escritor no habla

de eso, está preocupado por

otra cosa

idiomas? Lo curioso es que precisamente la literatura, la gran literatura se ha desterritorializado.

La literatura forma parte de la estructura de una sociedad, constituye la voz de una época determinada, revela los anhelos y los traumas de los individuos, da cuenta de cómo el lenguaje en su devenir define el espíritu de los pueblos, por algo, y aun-que quizá duela reconocerlo dado el contexto actual: la litera-tura más leída es aquella que cumple “una función de espejo de los individuos”, que configura ciertos mundos ad hoc con el tipo de sociedad de la que ésta es producto, ¿puede por tanto ser una “línea de fuga”? “Así pues, y en cierto sentido, podría decirse que en una sociedad lo primero son las líneas, los movimientos de fuga que, lejos de suponer una huída fuera de lo social, le-jos de ser utópicos o incluso ideológicos, son constitutivos del campo social, puesto que trazan su pendiente y sus fronteras, es decir, todo el devenir.” Quiero pensar a la literatura como una línea de fuga, es cierto, puesto que es a su vez un movimiento de desterritorialización y re-territorialización social, con sus muy características formas de hacerse presente, de incitar al deve-nir existencial de los individuos, puesto que “las líneas de fuga afectan a las masas”, y por obvias razones: a lo más íntimo de

la literatura...

habitar el poemajorge terrones

Cuando profundizo en un poema cargado semánticamente de dolor, muerte o tristeza salgo con una impresión ácida a niveles sensorial e intelectual. Pero, vaya, me repongo.

Un poema no es la vida misma. Aunque hay una gran diferencia entre los poemas de otros y los de uno mismo. Hablo con co-nocimiento de causa puesto que escribo poesía y, bien que mal, hay un efecto a posteriori de la creación del poema: el tiempo perdona, mata, abochorna. Cuando leo a Vallejo –digamos- pue-do llegar a decir en un minimalismo: “pobre”; pero cuando me leo, siento más bien incredulidad: “¿en verdad estás tan jodido por dentro?”, Esta cuestión me ha intrigado siempre y de ahí desprendo un cuestionamiento: ¿esto sucederá a menudo entre los poetas? He hablado indirectamente del tema con varios y lo que más pueden llegar a articular al charlar sobre sus obras pasa-das es: “ya no me gustan”; pero no me escuchado a ninguno que diga: “me enferma mi obra”, esto, naturalmente, no en el sentido anglosajón sino que literalmente enferma, como es mi caso. Me atrae y me alarma la vida de los poetas que han vivido desafora-damente. Y tal parece que esta percepción es compartida: poe-ta = vida trágica. Es probable. No lo sé de cierto. Puedo hablar por mí, y, en efecto, sí que he observado ciertos detalles que me podrían confirmar esa sentencia. En lo personal, la poesía es la manera más compleja y más cruda de conocerme. A Roberto Bolaño también le llamaba la atención la vida de los poetas. Re-cuerdo el inicio de un cuento donde observo esta peculiaridad, “Enrique Martín”:

“Un poeta lo puede soportar todo. Lo que equivale a decir que un hombre lo puede soportar todo. Pero no es verdad: son pocas las cosas que un hombre puede soportar. Soportar de verdad. Un poeta, en cambio, lo puede soportar todo. Con esta convicción crecimos. El primer enunciado es cierto, pero conduce a la ruina, a la locura, a la muerte.”

Desde que leí este párrafo mi atención fue captada por la ima-gen que provoca: la vida del poeta como una cadena de priva-ciones, soledad, dolor. Bolaño solía escribir bastante sobre los poetas en sus cuentos. En alguna entrevista dijo que los admi-raba por la forma en que desarrollaban sus vidas a veces menos

la cartografía humana, creando posibilidades de agenciamiento de subjetividades.

Así, la literatura ofrece “una posibilidad de vida”, y un escritor, aquel “que habla en una lengua extranjera”, no se preocupa nece-sariamente por ser prescriptivo, por entretener o vender, su arte es invención, sólo ficción que desterritorializa y re-territorializa, una apropiación y desapropiación de distintos universos, pues: “Escribir, es también devenir algo distinto del escritor. A aquellos que le pre-guntan en qué consiste la escritura, Virginia Wolf responde: ¿quién les habla de escribir? El escritor no habla de eso, está preocupado por otra cosa.” Dígase que de aquéllos que escriben libros con preten-siones literarias, como dijera Deleuze, sólo unos cuantos pueden lla-marse escritores en toda la extensión de la palabra. La literatura no ha perdido su carácter subversivo, es transgresión, atentado contra el lenguaje, es una línea de fuga que codifica, decodifica, modula mo-dos de ser, y escenifica el espíritu de una sociedad, se dirige a todos, y todos son capaces de apreciarla, aunque para ello se deba saber que: “Por lo tanto es más importante creer en mirar, en escuchar y en leer que en pintar, en cantar o en escribir.” La literatura es una muestra del grado de salud por el que atraviesa una sociedad y los individuos que la conforman. Es un delirio estético que permanece y libera, por algo denota salud, aunque en determinadas épocas una sociedad no esté suficientemente preparada para apreciarla del todo.

trágicas que sus obras. No sé hasta qué punto el párra-fo anteriormente citado pueda ser cierto. Negar esta posibilidad sería no aceptar el alto grado de verdad que contiene; afirmarla rotundamente, un juicio incomple-to. Para ambos caminos hay ejemplos. El poeta, desde mi punto de vista, debe tener la capacidad de trascen-der su empirismo y su racionalismo y con-vertirlos en un acto literario, del cual, sospecho con cono-cimiento personal de causa, a veces no se sale bien librado. Me explico, he escrito varios poemas donde mi psique no queda bien parada y, sin embargo, el poema me agrada; en otras palabras, el poe-ma me gusta, pero no me gusto. Es bien sabido que el yo poético no es enteramente el yo de la realidad, sí, pero, ¿qué porcentaje del yo real está escrito en ese yo poético? Olvidándome de una cantidad en fracción, es más sencillo decir que hay una parte del poema donde el yo de la realidad se confiesa; encontrar esa palabra, ese verso, esa estro-fa: una aventura, desde la experiencia del lector, insospechada; por el otro lado del texto, el del escritor, éste sabe muy bien dónde está esa “confesión inconfesable” (en palabras de Dalí) y la puede ocultar por ética, estética, intuición, entre otras posibilidades. Y, claro está, para lograr entrar en ese hondo lugar donde el autor guarda un pedazo de su memoria para el olvido, es necesario –y sin embargo no lo recomiendo- habitar el poema.

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“No tengo tiempo. No tengo dinero. No tengo ganas. No tengo amor. No tengo vida.” Parecería que estas frases rigen el nuevo Evangelio de la re-gión más transparente del aire, como primero la llamó Alfonso Reyes y

luego Carlos Fuentes. El vacío y la desolación son el motivo de que millones de voces se encuentren en una sintonía de la levedad. ¿El aturdimiento de una buena parte de la sociedad tiene que ver con esa muralla del siglo XXI llamada “lo cotidiano”, esa ancla que nos sumerge en la soledad y que está construida con la sustancia (la limitación del deseo, la congelación del intento) que REM describe en la canción “Imitation of life”? Lo cotidiano es el enemigo último. Es, parecería, la negación de todo impulso y de todo clímax. Es, si se ve bien, el monstruo al que nos enfrentamos todos. El desafío de lo cotidiano; o la inercia ante lo cotidiano. Creo que esta última es una suerte de adap-tación inteligente para lograr sobrevivir al estatismo del día a día. Esta inercia ante lo cotidiano es el tema de la obra que presentamos hoy.

Arturo Vallejo, autor de esta primera novela llamada No tengo tiempo, nos describe, a través de la ausencia de motivaciones épicas de un personaje llamado “La Chaparra”, el mundo de la nueva generación de mexicanos que comenzó a constituirse en 1985, año en que abrió el primer Mcdonald’s en México. Este mundo, que ya no es más el de aquellos jóvenes fresas que se ponían, como hobby, detrás de una parrilla o junto a la freidora de papas fritas, es el lado b de esos comerciales llenos de luz y sonrisas que pretenden vender una realidad que imita a la vida. Los personajes de Arturo Vallejo, en parte, son los responsables de organizar, detrás de cámaras, aquel show cuando en el auto-mac alguien nos invita a hacer uno de los 30 millones de clientes al año. Los personajes de este autor son organizadores del ritual más grande de la humanidad que día a día presenciamos en nuestra vida cotidiana a través de la televisión, los centros comerciales o incluso nuestra actitud ante la inercia de este siglo.

“La Chaparra” y esos residuos de una juventud llena de sueños y deseos que son los personajes de esta novela, son la realidad cruda y cruel. Para ellos la única esperanza es o ser empleado del mes o, renunciar y hacer el intento de integrarse a otro trabajo que, en el mejor de los casos, es una pirámide de venta. Los finales felices de Hollywood son una inocente broma que otras generaciones creían. La narradora, desde un espacio de no rebeldía, entiende la realidad no desde la reflexión si no desde un conformismo heredado por sus padres y hermanos mayores. Esta novela echa por tierra los discur-sos de esperanza y motivación tan de moda a partir del new age y otras filosofías vanas (acerca de que el mundo aún tiene solución). Pero tampoco lo hace desde el desampa-ro, la tristeza o la nostalgia, si no desde el razonamiento de que este tiempo es un gran stand by. Años sin dinero, años sin ganas, años sin amor de las generaciones pasadas necesariamente han repercutido en que los jóvenes de hoy sean incrédulos a sentencias como “Sonreír siempre” o “Existe una solución para todos sus problemas”; es decir, la religión de las corporaciones o del metro. “La Chaparra” y sus compañeros entienden que cada frase positiva esconde un engaño, un producto para vender: saben que son formas eficaces de hacerle ver “al otro” que aún hay oportunidad sobre la tierra. Por-que es el combustible fósil que se usa para poner en movimiento el mundo, aunque no lo puedan explotar porque siempre habrá alguien arriba de ellos. Si la gente tiene espe-ranza, si aún le recordamos que el día de mañana será mejor, entonces, puede entrar a las tiendas de comida rápida y comprar. La gente feliz, es un hecho, compra más.

El aturdimiento es, quizá, el nuevo modo de vida del mexicano promedio. Sin em-bargo, miro a estos personajes como un grupo de seres redescubriendo la vida desde los escombros. Creo que en esta novela asistimos al despertar al día siguiente del fin del mundo. Hay, paradójicamente, una inocencia sabia, producto de la sobreinforma-ción o del formateado de la memoria colectiva en nuestros días. Problemas como lo sucedido en Tlatelolco en 1968, o lo que ocurrirá cuando el petróleo se termine, o los campesinos agoten sus ilusiones en el campo, son propaganda o banderas de engaño. Lo cotidiano para “La Chaparra” y sus amigos significa un “aquí y ahora” en que el pasado se mira en Discovery Channel y el futuro, también.

Lo importante de esta novela es que sus personajes no son rebeldes, ni son jueces, ni son un compendio de quejas ambulantes. Han aprendido desde pequeños que las cosas son así, y que no hay vuelta de hoja. Sus vidas, por más que se esfuercen no darán para mucho. Lo rescatable es que tampoco hay llanto o dolor. La inercia de lo cotidia-no, esa droga magnífica que significa ir sistemáticamente hacia el frente sin detenerse a descansar, los va consumiendo y les inculca un temple de acero. Dice “La Chaparra”, “La diferencia está en que yo siempre he sabido que no lo voy a lograr y ella piensa que sí”, y con esto, toda una generación se ha vacunado contra el fracaso. Décadas de inten-tarlo en vano han consumido la energía que toda persona necesita para darse esperan-zas, hacer acopio de fuerzas y trabajar en sus sueños para alcanzar la derrota al final del

camino. La enseñanza de este nuevo México es brutal y cínica y estos personajes son sus principales aprendices y quienes, acaso, han logrado acomodarse al “así es”.

¿Para qué pelear si, al final, uno va a terminar muerto, en un féretro y con los múscu-los rotos de tanto esforzarse en vano? O, en el mejor de los casos, con carreras exitosas, dinero y una pareja infiel. El resultado es el mismo.

En No tengo tiempo, Arturo Vallejo da cuenta de esta nueva realidad. No la aprue-ba ni la condena, la traduce para exponerla y que los lectores trabajen la idea. A pri-mera vista, parecería una novela llena de pesimismo. Sin embargo, el logro narrativo es que a través de la radiografía de esta juventud típica del hoy, se consigue uno de los reflejos más sensibles y humanos que de las nuevas generaciones se haya hecho. Si otros autores eligen el mal, la delincuencia, la autodestrucción, Arturo Vallejo elige esa zona, de tránsito, por supuesto (porque las cosas no serán así siempre), para insistir en este grupo de sobrevivientes, quizá de los más fuertes en esta nueva sociedad, para remarcar esta desolación tierna de nuestros días. Ya los afanes de trascendencia han sido olvidados y, quizá, también, el ego. Ahora sólo existimos en tanto se alimente esa colectividad en la cual protegernos, gente que es igual que yo, que tiene los mismos trabajos aburridos y mal remunerados que yo. ¿Quién es el afortunado que está cerca de alguien que ha vivido una real historia de amor (como la de las telenovelas)? ¿Quién es el feliz poseedor ya no de un amigo si no de un amigo de un amigo que tenga una bonita casa, coche último modelo y un trabajo de lujo?

La desolación, que en otros tiempos, era síntoma de vagancia, desaliño, del paso angosto por el pasillo de la locura, y de la caída, ahora se ha convertido en la atmós-fera natural de una generación entera. ¿Para qué quejarse si no hay Dios, ni ciencia, ni nadie que en última instancia se saque el Melate? Parecería que esa larga zona de vida de una gran parte de la población en México y quizá de muchas partes de Lati-noamérica se extiende cada vez más. Posiblemente, los fanáticos dirían que esto no es así. Defenderían la causa para demostrar que aún vale la pena luchar. Y quizá sí. Sin embargo, el trabajo literario de la novela que hoy se presenta reconstruye la realidad sin paternalismos ni falsas esperanzas. Porque, extrañamente, donde no hay amor po-sible, piensa Arturo Vallejo, hay compañerismo, fraternidad. Donde no hay empleos bien remunerados hay pequeñas victorias, pequeños lujos como asistir a una tocada, ir a conocer la nieve o compadecerse de la estampa cotidiana de una familia que entra al restaurante a refugiarse de la lluvia sin tener dinero para una cajita feliz. Si no hay futu-ro, lo único valioso es el día de hoy, dormir, despertarse, tomar el metro y tener la triste ilusión de ganar la estación de las papas fritas porque así no hay que lavar los baños. Con “No tengo tiempo”, escrita con el desenfado de una voz femenina que ya no pide más, y con la velocidad propia de estos tiempos, Arturo Vallejo nos entrega una escena feliz de nuestros días. Parecería que aquellos seres que en nuestra arrogancia vemos un poco más tristes que nosotros, porque no tienen tiempo de leer, ni de comprar, ni de estudiar, ni de comer mejor (tal como lo intentamos desesperadamente nosotros), se han subido a un barco que tiene un destino distinto al nuestro. Entre el optimismo fanático de algunos, que trata de imponer el “vive mejor”, a estos personajes perdi-dos en una sinceridad real, me quedo con “La Chaparra” y sus cuates, que vendiendo hamburguesas han aprendido a sobrellevar esta vida cotidiana tan feroz que nos hace sonreír artificialmente cuando nos preguntan si estamos bien.

No, no estamos bien, dicen los personajes de Arturo Vallejo. Pero no se quejan si no que, en medio de las ruinas, se levantan día a día para delatarnos desde su aparente opacidad. Ser gris en nuestros días es irrelevante. Ser feliz, también. Lo que surca con una fortaleza, esa sí, épica, estas páginas es ese misterio que tantas y tantas preguntas y novelas han despertado y que Vallejo muestra con una inteligencia de narrador nato: la cohesión: el nombre y sentido de esas horas muertas que se encuentran entre los momentos de clímax de nues-tras vidas. Lo que hay entre esa cima y aquella, lo que existe entre esa sonrisa y aquella, lo que se respira entre el éxito y el fracaso de la gente, esa mem-brana aparentemente insípida y aburrida es la materia prima de esta novela. Describir la proeza de la sobrevivencia de la cotidiani-dad fue uno de los empeños de Arturo Vallejo.

Bg5

imitación de la vidajaime mesa

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radio coyotealejandro pérez cervantes

Forjar un poema como se forja un cigarro, como se forja un hombre o una espada. Asombrarse hasta el desgarro. Vivir eternamente trasterrado, prófugo de uno mismo. Elegir a la

palabra más que como moneda de cambio como talismán, un lu-minoso amuleto. Éstas y muchas otras parecen ser las divisas del poeta que se desnuda en “... de los textos del alcohol”, donde el front man de Real de Catorce, “Agradecido, a la deriva” persiste en el venero que alimenta su música desde hace más de dos décadas. Reconocido unánimemente junto a Jaime López y José Manuel Aguilera como uno de los mejores letristas contemporáneos de la escena mexicana, José Cruz Camargo entrega en este volumen una continuación a su tránsito poético por los veneros del blues.

Afuera el cielo es oscuro, da igual si es la máscara del día o de la noche.

Abres el libro como cuando alzas la mano sobre el filo del buró para girar el dial de la sintonía, entre el chirriar del vacío cósmico, las estaciones de radio, la noche, las voces se suceden:

“Cuatro lunas en tu insomnio¿en qué país crees que vives?Abismado en noches sangrientas:¿Cómo resolver este amanecer?Pregúntale a los cupidos de la muerteQue nos han dejado huérfanos.”

“Nos miramos las manos y son plateadas”Como un moderno San Sebastián asaeteado por sus propias du-

das, José Cruz Camargo desgrana un canto inmune a la vulgaridad de “lo real”. El beatnik tardío es aquel que convoca la iluminación tras la fachada de lo evidente. El que enciende la magia en una esquina como quien enciende un cigarro, y hace Su Altar en ese sitio: una encrucijada mordida por vientos feroces donde la poesía espera a los que saben oírla, ese mismo espacio donde quizá más tarde se des-angrará un muchacho o se venderá por hambre una virgen. Cruz lo sabe, y hasta en su propio nombre carga la encrucijada y una suerte de amarga ternura. Ese hombre de la calle, el que con un brazo rasca las cuerdas y con la otra le habla al oído a su propia muerte.

“Sueño que en las bolsas cargo un puñado más de tiempoy que no me voy a irque mi muerte es de juguetela única mentira que Dios no me perdonapero despierto, y ahí está la medicinaaguja incrédula de la desmemoria.Y te recuerdo cercana, como eres,inventándote la angustia de los que nunca amarán.”

“Nuestro pecado crecerá más que la hierba”Como José Alfredo condensando al Eclesiastés y a Vallejo, el can-

to de Cruz es una corriente crecida donde nadan muertos y vivos poetas de todos los tiempos, (McCartney y Octavio Paz, Ginsberg y Gorostiza) ahogados en sus propias palabras. Ese Río podría ser El Lenguaje. O El Tiempo. Ese Médico Asesino. Como Bonifaz Nuño, como Jaime Reyes, la voz que llora tras la armónica es la del cronista que enuncia la caída, el memorioso contable de la soledad y el vér-tigo, en esa espera donde al final encontraremos la absolución o la desolación, “mientras afina la noche su motor amargo.”

“Pinche dolorquema tu cigarrono lo apagues en mi vida”

Como Efraín Huerta, Cruz ha entendido a la ciudad como una maquinaria de demolición de las almas, pero también como un

Nido Espiritual donde el hom-bre se reinventa al nombrarse, un limbo donde las cicatrices se suceden como las preguntas, los terremotos y los amores.

Desmarcado de los simbolistas en la economía de sus palabras, la es-critura es esa incansable búsqueda del mismo que persiguió sus huellas por el sur profundo de Norteamérica, o el que convertido en gambusino decantó las pala-bras como quien criba piedras en el corazón del desierto. La voz de Cruz crece y se fuga desde El llano en llamas hasta la Mal Urbe, des-de El Quemado hasta Chicago. Si al fin y al cabo la lengua es un músculo táctil y los aceites del alco-hol y la noche nos empujan hacia la misma quietud, hacia el mismo vértigo.

Vago, aúllo: luego existo.

“Tristeza en el labio que besasun polvo tenue amorata mi bocaen el tejado de un sueñolos gatos lamen solazados la barriga de la lunalos lobos van de caceríase escurren entre las viejas catedrales de la ciudadtonos tristes componen la noche del azul al negrose van los pájaroslas mujeres los siguen con los ojosy de cada lagrimal brota una palabra mudauna tristeza alada.”

…De los textos del alcohol. José Cruz Camargo. Señales, proyectos de comunicación y cultura. 2004. 127 p.

Pulverizo a la abejaque renunció al vuelo.

Pero antes tomo sus alas y miro a través de ellas.

Ahora soy la niña que no comprendiólos colores del insecto, ni la danza en el aire.

Que conquistó el espíritu de la colmena.Ni la historia sin nombre del padre.—Mi padre, el que aún sigue muerto—.

Esparzo polvos de abeja a mis ojos para mantener el orden de los recuerdosque no he resuelto.

Guardo las diminutas alas para no olvidar.

yadira cuéllar mirandael cuerpo de la abeja

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voy de pasobeatriz rivas

do por sus muestras de entusiasmo. Se meten entre las llantas, brincan hacia la ventana como para verme más de cerca. Es viernes por la noche pero no pude llegar antes por el exceso de trabajo en la ciudad. Los perros tepozte-cos comienzan su concierto cotidiano. Él ya está aquí, se-guramente en el estudio escribiendo o leyendo un grueso libro que alimenta su investigación. Entro a la casa -de azulejos- por la cocina. Todo está en donde debe estar: la jarra con agua de tamarindo y piloncillo en el mueble de madera, tapada por un plato que la protege de las moscas; el congelador con el salmón que compré la semana pasa-da; la alacena con los vasos verdes y azules que nunca te han gustado. Prefiero ver qué es lo que bebo, me dices, y voy corriendo a comprar dos copas grandes y transparen-tes. ¿Qué mejor sitio para albergar el vino tinto de Saint Emilion? En el frutero hay papaya, mangos ligeramente verdes -tus favoritos-, mandarinas para el jugo de maña-na, dos manzanas y algunos chabacanos, imprescindibles en tu dieta diaria.

Desde el comedor veo la alberca, quieta. Seguramente hoy no nadaste. Despertaste temprano y leíste algunas páginas antes de levantarte. La luz de la ventana-cabece-ra te calienta poco a poco. Qué bien te quedan los shorts beige, cortitos y tu playera negra. Qué delgado estás. Qué bien te conservas y sales por los perros y por el aparatito que ahuyenta a los de su raza, a los enemigos, a los que se le vienen encima al más chiquito. Corres por el camino de terracería hacia la derecha, cruzas el río, subes, sigues de frente hacia la vereda de dos marcas de piedras como vías de ferrocarril, siempre paralelas. Good boy! gritas o Seat! ordenas cuando escuchas el motor de un coche que se acerca.

Ya junto a la alberca veo la luz de tu estudio. Cruzo la puerta y me llega tu olor y me alegra tu mirada. Adoro cuando se distrae tu boca y tu lengua juega adentro como si no la vieras. No te escuché llegar, me dices, poniendo el Save en tu computadora. Seguramente estás corrigiendo. No te gusta escribir de noche. Me acerco rápido antes de que dejes la silla y te abrazo por atrás. Beso tus canas y tu nuca. Todo es como lo he soñado, como lo estoy soñan-do. Una tierna calma me obliga a sentarme en tus piernas. Acaricias mi muslo, te susurro algo al oído y ríes. ¿Cómo te fue en la carretera?, ¿con quién comiste?, ¿tienes ham-bre? preguntas al acercarme tu rostro. Yo siempre tengo hambre, ya lo sabes. Soy una golosa, una antojadiza des-

almada. Con tus ojos oscuros y profundos me lo pides y yo tomo tu mano y te sigo escaleras arriba. Antes te lavas los dientes. ¿Sabes de qué tengo ganas?, te pregunto mi-rándote hacia arriba y recibiendo tu aliento a Crest. Ya lo sabes y comienzas a desabotonar mi blusa mientras yo trato de quitarte los pants. Si te los sigues amarrando tan fuerte un día se te van a quedar para siempre. Qué terri-ble, aunque sean de Harvard.

Me abres las piernas sin ninguna ternura y me acaricias y me vuelves loca y yo solo digo dios mío, dios mío, dios mío. Y tu miembro tan cerca entre mis dedos despreocu-pados, traviesos, como te gustan. Y esas frases que solo se pueden decir dos seres en la intimidad de lo perverso ¿Qué te estoy haciendo? Me estás cogiendo. ¿Qué? Co-giendo. ¿Te gusta? Me encanta, no hay nada que me guste más. Metes tus manos debajo de mis nalgas y me acercas más, mucho más y de pronto, así, de pronto, eres todo mío. Adentro y afuera. Arriba y abajo. Por todos lados. Tibio.

Cuando te sales, nos acurrucamos de cucharita; yo atrás, tu adelante con mis rodillas casi clavadas y nues-tros pies en un concilio. Te duermes rápido pero yo, con los ojos muy abiertos, no sé despertarlo. La computado-ra, abajo, se quedó encendida y tengo que decirle, ten-go que explicarle por qué no ha existido. Un nudo me aprieta el estómago me consume las ganas me regresa el vacío. ¿Cómo voy a decirle a este hombre que no exis-te, que nunca ha existido, que no podrá hacerme el amor ni esperarme por las noches ni podrás viajar conmigo ni besarme con irreverencia?, ¿en dónde guardar las sába-nas blancas y azules que nunca compramos?, ¿cómo leer los cinco libros que nunca has escrito?, ¿podré romper la transparencia de las copas que no están en la alacena?, ¿a quién explicarle que esta casa y este hombre son nada más un sueño dulce al que recurro a veces a manera de consuelo?

No sé cómo decírselo, no sé cómo decírmelo, no sé cómo explicar que es otro mundo el que tiró de mí y con-tinúa tirando. Y yo... nada más voy de paso.

Voy de paso(*) Versión libre de El transeúnte, de Antonio Gala.

stephanie alcantardos poemas

Con el sufragio vespertino de mis soledadesconsigo dislocarme la memoriahundir en el concierto de gaviotas el efímero fastidio de las células

La comarca de palabras que no habitoes un viernes sumergido en la placentaepistolario de las grietas amarillas que ahorca los disturbios con grafemas

Por eso cuando intento levantarmesobre un tiempo que no puede sostenermese yerguen primero las palabrascomo si mi sombra se inventara otro cuerpo.

Quise nombrarte abismodisyuntiva de los versos vegetalesremanso de los órganos convexosceniza de los limites ya devorados

Pensaba acostumbrarme a tu memoriaal espacio de tu ausencia simultáneagélido proceso de la orca que no magulla los espasmos

Esperaba coincidir en tu caídao en el péndulo invisible de tu sombraen el crudo movimiento de la sangreesperaba coincidir con tu ceguerapara vernos como dos desconocidostapándole los ojos a la ausencia.

Anuncia abril su fruto en esa huertadonde a placer reposan juntosun higo y una niña entre el follaje. Veo en la ventana, lejano, aquella carne tierna e imposible,aquel zumo guarnecidoy descuidado. Mientras siento cómo con angustiase endurecen las fauces del deseo,miro a un tordo que se acerca:un brillo de ferocidad puebla sus ojos,y en su picova grabado ya el destino de aquel fruto.

adán brandchildhood

Que es otro mundo el que tiró de mí y continúa tirando.

Antonio Gala

José me abre el viejo portón de madera y entro. El jardín apenas está iluminado por los últimos signos del día. El Sak s

y Marcus corren hacia el coche ya muy raya-

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monstruos en el armariosandra reyes carrillo

la verdadera pesadillaperla holguín pérez

Vivimos en un mundo que va deprisa, atropelladamente, como sin saber a dónde ni por qué. Un mundo que avanza a veces pero que otras retrocede. Un cosmos donde casi todo tiene cabida, casi por-

que está prohibido alterar el orden en este universo cada vez más caótico. No está permitido aquello que se halla fuera de su estado natural. Está prohibida la transgresión. En un mundo así no se puede ser obeso, feo, lisiado. Tampoco se aceptan las alteraciones físicas. “Tengo horror a los seres enfermos”, decía un personaje de Jean Paul-Sartre.

Los miedos nos rodean. Nuestros temores infundados nos proveen de imágenes ensordecedoras, estados de desasosiego, alteración en los sen-tidos. Compuestos químicos suelen templar nuestras ansiedades en las noches más inquietantes, cuando despertamos envueltos entre sábanas y sudor.

En la más mórbida de mis pesadillas un ser minúsculo suele apoyarse en mi vientre, cruza el umbral de mi refugio para venir a verme con una mirada blanca. La misma escena sucede en La colmena, de Camilo José Cela, pero en ésta el pequeño ser no se me presenta a mí sino a Elvirita. En Madrid reveo el acto: los enanos de la corte de Velázquez en el Museo del Prado.

Los enanos aparecían en la pintura europea como retrato de lo curioso, en el arte italiano la representación de estos seres diminutos era más bien burlesca; Velázquez, sin embargo, retrataba a los enanos y bufones de la corte de Felipe IV como seres refinados muy queridos por los reyes, a quienes acompañaban desde niños. En Velázquez, los enanos poseen una mirada capaz de reflejar su alma, son seres humanos y no simples objetos de estudio científico o de placer y recreo.1

La mirada de los enanos, noble para Velázquez, guarda en otros escena-rios un halo de perversidad, pincelado con trazos de ingenuidad algunas veces, de maldad otras. Camilo José Cela, verbigracia, describe una esce-na donde un grupo de enanos con los ojos en blanco se masturba en una alcoba. Erotizante para unos, abominable para otros.

Siglo tras siglo, hemos propiciado el rechazo de todo ser diferente, se-guimos relegándolos. Y aunque reclamamos integridad, seguimos soñan-do con ellos y los hacemos dueños de nuestras más perversas ficciones.

Tememos lo que desconocemos, lo que no nos explicamos y, por tanto, lo rechazamos, así condenamos lo diferente. ¿Para qué demandar igual-dad si criamos, como cortesanos del siglo XVII, seres por curiosidad, fantasías y pesadillas? Nos nutre lo grotesco. Queremos seguir teniendo monstruos en el armario.

1 Alcalá-Zamora J. y Pérez Sánchez, E. (2000). Velázquez y Calderón, dos genios de Europa. Madrid: Real Academia de la Historia.

El hombre moderno actúa como si cada decisión dependiera exclu-sivamente de él; sin embargo, al final del día le queda la sensación de que ha perdido algo. Entendemos que somos incapaces de con-

trolarlo todo. Entre las cosas que creemos controlar está el lenguaje. Sin embargo,

hay palabras que no llegan a nacer porque hay pensamientos que no he-mos sido capaces de expresar. Nos gustan las sorpresas que nos brinda la espontaneidad del habla, pero no podemos negar que quisiéramos poder utilizar la lengua plenamente y, por ello, cuando creemos haberlo logrado nos sentimos satisfechos. Somos seres limitados que buscamos sentir lo contrario.

No controlar el lenguaje deriva en la dispersión del pensamiento. No poder decir lo que pensamos, lo que deseamos, lo que creemos, en el mo-mento correcto puede volvernos locos. La locura vive cuando las palabras mueren.

Si no podemos controlar algo que proviene de nosotros mismos, cómo podríamos controlar algo distinto a nosotros. La locura está en todo lo que se pierde, pues sólo los locos son capaces de sentir añoranza por lo que ya no está. Un cuerdo sufre por lo palpable, los locos por las cosas que se nos escapan de las manos.

Una vez escuché la historia de un hombre que sufría un terrible dolor a causa de una infección en una muela, un día acudió al dentista para que

se la extrajera. Después del acto el hombre se desmaya, cae y muere de un golpe contra el suelo. La anécdota pertenece a la historia de Thomas Buddenbrooks (Buddenbrooks de Thomas Mann). Antes del accidente, Thomas se encuentra en la cúspide de los negocios familiares, pero al poco tiempo comienza a perderlo todo, es el momento en que el inci-dente se desencadena. No posee más vida privada desde su enriqueci-miento, su vida familiar es infeliz, los negocios empiezan a caer junto con su salud que se degrada. La muela cariada es sólo una muestra de este deterioro.

He tenido una pesadilla recurrente, en ella pierdo los dientes. Siento un dolor agudo en un diente que termina extendiéndose a todos. El primer diente cae y le siguen los demás. No me puedo ver, pero puedo sentirlos cayendo sobre chorros de sangre que los acompañan. Pienso en lo mal que debo lucir e intento controlar su caída colocando mi lengua sobre ellos, pero es inútil. Son millones de dientes flotando en la boca llena de sangre. Paso lentamente la lengua por encima de las encías tratando de descubrir cuántos dientes me quedan y las encuentro vacías. Lo más te-rrible es que el dolor no cesa, ahora lo siento sobre las encías.

Mis dientes y la muela de Thomas Buddenbrooks simbolizan, supongo, la pérdida de una apariencia cuidada, que puede resumirse en la perdida de la belleza, la fuerza y la juventud. Las dos situaciones, sin embargo, tie-nen una motivación determinante. No se trata de conservar la juventud, sino la voluntad. Pues hay un deseo vital, ante todo, de tener el control. En esto reside la angustia de las dos historias. El dolor se convierte en la imposibilidad de controlar las cosas, ésta es la verdadera pesadilla del hombre moderno.

malapata vap

[email protected]

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tripulacióngilberto castrejón / físico y filósofo.

Estudió el diplomado en literatura de la SOGEM. Actualmente imparte

clases de física y matemáticas en el Instituto Politécnico Nacional.

eduardo salles / ilustrador, caricaturista, cuentacuentos, crítico

gráfico, periodista, diseñador, publicista digital. Su blog:

cinismoilustrado.blogspot.com

ricardo pohlenz / poeta y escritor, colabora en diversas revistas nacionales e internacionales, es la voz cantantes de Los

Ositos Arrítmicos de Lemuria

jorge terrones / licenciado en letras hispánicas por la UAA.

Premio Desiderio Macías Silva 2007, miembro del consejo de www.

mexicokafkiano.com

jaime mesa / nació en 1977 en Puebla. Tiene publicada la novela

Rabia (Alfaguara, 2008)

alejandro pérez cervantes / escritor y artista plástico. Con Murania

obtuvo el Premio Nacional de Cuento Julio Torri 2006.

yadira cuéllar miranda / aguascalientes, 1981. Licenciada en

Letras Hispánicas, correctora de estilo en la UAA y auxiliar de librería

Educal. Becaria del FECA 2009, proyecto Las presentes ausencias.

stephanie alcantar / estudiante de la Lic. en Matemáticas Aplicadas de

la UJED. Autora de los libros: Los lirios contarán cuentos de hadas y La incertidumbre también tuvo infancia

(Premio Estatal de Poesía Olga Arias 2008, obra traducida al polaco).

adán brand / poeta y ensayista, su poemario Agua entre manos

obtuvo el Premio Desiderio Macías Silva de la UAA, escribe en www.

mexicokafkiano.com

beatriz rivas / escritora, autora de las novelas La hora sin diosas, Viento

amargo y Todas mis vidas posibles (todas en Alfaguara), su espacio en la

red: www.beatrizrivas.com

sandra reyes carrillo /licenciada en letras hispánicas por la UAA.

perla holguín pérez / licenciada en letras hispánicas por la UAA,

textos suyos están incluidos en las antologías Luz, sangre y tinta y en

¡Empatamos, Pilar! Historias de futbol

fotografía de portada: hugo gómezilustraciones: arcelia m. cruz zavala

Sé que para los guardakids contarme en las páginas de mi suplemento es un honor, así que aprovecho estas primeras líneas para felicitarlos por la audaz insistencia con que

me brindaron este espacio y, por supuesto, saludarte, lector: willkommen.

Con la generosidad que me distingue respondo a la misiva de un joven atribulado (como el colegial Törtless, de Musil), quien me ha solicitado consejo, pues tiene que presentar un libro de poesía y no sabe cuál es el camino a seguir.

Mi atolondrado estudiante, cualquier navegador de internet podría encauzarte hacia Fernando Lázaro Carreter y su esencial Cómo se comenta un texto literario o a Introducción al comentario de textos de Manuel Camarero. De un vistazo sabrías que se requiere leer, comprender, delimitar, analizar si la estructura es cerrada o abierta y aditiva; sopesar, en su caso, si los elementos aparecen en forma caótica. Que es necesario establecer la postura del lector ante el texto, realizar un análisis de la forma, el uso de las figu-ras retóricas, las peculiaridades lingüísticas, hacer notar el ritmo, rima, encabalgamientos, tipos de versos, etcétera; por supuesto, un juicio crítico. Pero lo tuyo es otra cosa, lo tuyo es lo de hoy, brillar en el firmamento literario y artístico, así que te concedo mis recomendaciones, más ad hoc para ser un chico coolto.

Establezcamos en principio la irrelevancia absoluta del públi-co: familiares, acarreados, jet set del trago gratis y groupies dis-léxicas; es posible que el tamaño de la tipografía en las invita-ciones distraiga tu atención y te lleve a pensar que el evento está dedicado al poeta o a su poemario, no seas naïve, el protagonista eres tú, te invitaron a hablar, por lo tanto, eres la estrella; el libro tendrá su oportunidad en las manos del lector, el poeta explotará al máximo sus minutos ante el micrófono engolando la voz para compartir lo que ha escrito o, peor todavía: narrando minucio-so las adversidades sorteadas para dar a luz su petit monstre. Así que no te contengas, como suelo increpar a mi valet cuando me llama por cualquier fruslería: Nec deus intersit, nisi dignus vindice nodus, con este precepto de Horacio en mente, a por lo tuyo sin dilación.

El esquema estructural clásico del panegírico coolto se divide en tres momentos: 1) comentario del poemario, 2) estableci-miento del conjunto de poemas en la historia literaria nacional y universal, y 3) argumentación biográfica. Bakurikimaha:

Siempre hay alguien entre el público que demanda con el tem-ple usurpador de Ingenuus que se hable del poemario. No temas, no importa que no lo hayas leído (es más, no lo leas, seguramente yo ya lo leí, y es malo), aprovecha la ventaja de estar sentado en el presidium, acomete la empresa con la misma bravura del general Galieno en la batalla de Mursa y sacúdete del compromiso de una vez por todas señalando: “La poesía no requiere explicaciones, no se hace crítica sobre la poesía”, frases como esas encantan a

http://www.lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas/visita el sitio de guardagujas en la red. contenido exclusivo: texto de adolfo castañón. descarga los archivos en pdf del suplemento.

coolturajoel terrones

los poetas, pues les evita aclarar los motivos por los que cor-tan a hachazos un párrafo para dejarlo en versos, emplean el recurso tipográfico ahí donde el sentido se pierde o creen que a alguien le importa si se va por ahí con las miradas maullando en los bolsillos. Remata subrayando que “la poesía es subver-siva” y tendrás al público (y al autor) de tu lado.

Califica: lírica poderosa, verso innovador, ritmo vigoro-so (y cualquier inverosímil par sustantivo-adjetivo que se te ocurra); busca frases vagas pero melodiosas, establece que vas a hablar del espíritu del libro, ese constante movimiento en fuga, juega señalando que la consistencia del lenguaje va de lo ínfimo a lo íntimo, resalta la presencia del Símbolo (pro-núnciese así, con mayúscula) que pone de manifiesto lo im-pronunciable, finaliza con tercias, verbigracia: la profundidad de este conjunto de poemas nos colocan al borde del abismo, empujan al silencio, la reflexión, la quietud; omitir la conjun-ción es importante para lograr el efecto.

Si prefieres no elidir los enlaces, remata con relaciones ab-surdas y evocadoras: estos poemas son el resultado de una escritura que es al mismo tiempo deseo y mundo, radio y es-pina, fuego y nube, essen und trinken.

La segunda fase consiste en entreverar el trabajo del poeta con la historia de la literatura, o se inscribe en la tradición lite-raria o es una clara muestra del espíritu renovador de la nueva novísima poesía. No hay de otra. Salpimenta tu elección con dos o tres nombres, de preferencia el de algún escritor rela-cionado con la edición del libro o mandamás en la burocra-cia cultural (no te preocupes, siempre hay uno), nunca está de más hacer los honores. Para elegir el bando al que corres-ponde el volumen, nada como basarse en el título, si contiene palabras como nostalgia, noche, naufragio, otoño, hombres, lamento… sin duda está del lado de la tradición, mientras que si en el rótulo de la portada aparecen energúmeno, máquina, noecilla, pop, tetas o cualquier otro vocablo que de entrada no parezca “poético”, informa al público que se encuentra ante una expresión del neobarroco, posmodernismo, postpoética, neomanierismo o minimalismo.

Acaba pronto con esta fase, que viene la argumentación biográfica. Lee dos o tres versos del poemario, concede al azar la selección de esas líneas, mientras recitas cierra los ojos y deja que el aire se deleite con el eco de tu voz, enseguida gira sutil el rostro hacia el cielo y pierde la mirada en el techo, como si las lámparas fluorescentes encarnaran lontananza, tras la pausa (dramática, but of course) aprovecha para señalar que esas líneas te tocan profundamente, de una manera personalísima… Voilà, es el turno de hablar de ti mismo, por algo te han invitado, dignifica le reunión comentando lo que tú crees de la poesía: que sirve para no volverse loco, que es un caracol recorriendo el rectángulo de la noche, lo que quieras, improvisa, es tu tema. Nunca pierdas la oportunidad de rematar con Dylan Thomas: “Do not go Gentle into that Good Night”, ¿qué tiene que ver?, nada, pero dicho en el momento preciso siempre causa buen efecto. A esas alturas de la presentación, ya habrá llegado toda la parentela del escritor, sobre las mesas estarán listas las charolas con pintxos y canapés, frías las botellas de vino blanco y temperadas las de tinto. È pronto.

Cede la palabra al poeta, mientras el autor se rinde a la in-fluencia de las potencias suprapoéticas, el amable auditorio podrá acercarse al banquete, que finalmente es su único inte-rés y tú, tú podrás pasear entre ellos con la frente en alto, pres-to a recibir los comentarios sobre tu interesante disertación.

Servido, mi atribulado colegial, gracias y hasta la siguiente lección, mon semblable, mon frère!