guardagujas 42

5
uarda ujas g g http://lja.mx/guardagujas enero 2012, n° 42 cecilia eudave ricardo pohlenz • agustín fest pablo brescia agustín cadena juan francisco pizaña morones

Upload: la-jornada-aguascalientes

Post on 30-Mar-2016

219 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

SUPLEMENTO DE LA JORNADA AGUASCALIENTES

TRANSCRIPT

Page 1: guardagujas 42

uarda ujasg ghttp://lja.mx/guardagujas

enero 2012, n° 42

cecilia eudave • ricardo pohlenz • agustín festpablo brescia • agustín cadena

juan

fra

ncis

co p

izañ

a m

oron

es

Page 2: guardagujas 42

http://lja.mx/guardagujas

El silicón francés no aguanta, se rompe, se atragantaNo bota ni rebota al salto asalto de las mujeres implantadas.Revienta, revienta, la mientan mientras saltan arriba y abajolas mujeres implantadas en el ejercicio de sus derechosde sus izquierdos: no levanta, claman, no aguanta.

En Hungría no le temen a las tetas falsaslo que temen es a las tetas gigantes que ruedan colina abajo,es el peso de la historia lo que tienen encimalo que les pisa la cola, esa cola gigantesca afuera de cada tienda,ese antes, ese ahora, después del imperio de largo invierno ruso.

Ese mismo invierno ruso que acabó con Napoleón,Ese que descolgó lo soviético hasta Afganistán para que no fuera más.No sé si antes fuera una invención, lo es ahora, la Unión Soviética lo es ahora,exporta rusas con ansias de occidente, de esgrimir tetas de silicón francés,ese que no bota, ni rebota, pero saltan y saltan hasta que reviente.

En Afganistán vio la muerte un soldado americano, era oriundo del Chinatown de Manhattan, tenía diecinueve.No fue en el campo de batalla, no fue con honores,no apagó el calentador de agua después de bañarsey sus compañeros le vieron cara de chino, se la hicieron ver en chino.

La veremos todos en chino un día, un día hecho en China, un día en que la tele nos salude con un ni jao en deuda,una deuda comprada por alguien más, siempre por alguien más,ese alguien que quiere sus tetas más grandes porque mañana,mañana no será más, un hoyo en la tierra, un hoyo inmenso en la tierra.

A partir de las noticias “8 Facing Charges in Wake of Death of Fellow G.I.”, “Foes of Hungary’s Goverment Fear ‘Demolition of Democracy’” y “Healt Fears Over Suspect French Breast Implants Spread Abroad” publicados el 22 de diciembre de 2011 en el New York Times.

tetas de silicón francés

La ofrenda debida

Después de tantos años,de tanto desearnos y extrañarnos,son tan pocas las horasque nos han sido prestadas.Hoy pienso que me habría gustado, por ejemplo,tener juntos una nuestra casa,una tarde por lo menos, robada como todo.Que en esa tarde nos sentáramos a la mesay yo cortara el pan, amor,y tú me alcanzaras la sal o el aceite.Oír un nuestro perro ladrando a los paseantes.Esperar juntos el atardeceren las murallas de piedra rosa,con el juego de las sombras del follajey el susurro del olivar al viento, tan triste.

Pavura

Verla.Aunque sea un instante.Sólo un instante antes que otro goce,al desprenderse de la vida,convierta sus cabellos, flor de luz,en un chorro de luminoso viento,en un gallardete de ascuas.

Verla.Cuando regrese.Aunque sea para oírque otro hombre convirtió en orgía de esclavoa la que en mis brazos era un pichón.Que tornó en su lecho de gozomi jardín de cascadas suspirantes,y mientras yo no conocía más dulzuraque la que gotea del filo de los sables,bebió en copa de rosami vino de misterio.

Verla.Una vez.Que en mi huerto concupiscentevuelva a rielar, maligna,la nocturna floración de sus humores.Que el negro crisantemo vuelva a agitarsey, pávido, tembloroso,festeje sus cabriolas sobre su luz de escarcha.Verla.

Crepúsculo

La tarde cae sobre el jardín de arrayanes,donde hemos luchado hasta sentir sueño.Sobrevive del día algún calor:se siente en la hierba, en la piel de tus brazos. “¿Por qué existen las sombras?”,te pregunto, jugando a calcar la tuya. “Porque la carne —contestas muy seria—no deja pasar la luz.” Me levanto y voy por nuestras ropasantes de que empiece a hacer frío. Cuando vuelvo, veo temblar sobre tus hombros,en el oro de tu arracada,el perfume de las flores nocturnas,el reflejo oriflamado del agua. Con las primeras estrellas que salen,me inclino una vez más sobre la hierba,toco el suelo con mi frentey doy gracias, niña,a tu sombra.

Las sombras

A veces las sombras me traen recuerdos,sombras de esas mismas sombrasen otro momento,en otro lugar.

Alguien que ya se fue.

Así las sombras no son ingrávidas,como ellas dicen,sino pesadas, muy pesadas.

Son como negras hojas elegantesque se adhieren húmedas al pechocomo densas cataplasmas de nostalgia.

Especialmentelas que nacen en las llamas.

Ahí —en las sombrasestán los ojos que no me dejan olvidar.Los ojos que vieron. Que vieron.De eso hablan las sombrasaéreas mantarrayas,oscuras sonrisas de sarcasmo,implacables ángeles guardianes de la memoria.

Por eso les tengo miedo a las sombras.

Lapidaria

Sé, niña, como las piedras.Míralas:Ellas ruedan con el agua,no les preocupa dónde van a detenerse.Se mueven con la Tierra,un milímetro cada dos mil años:no tienen prisa.Las piedras, niña, no se aferran a nada.Abandonan solas su playay van a adornar una fuente,un pasillo en un palacio,la celda de un sabio que ha aprendido a oírlas.Son humildes las piedras:permanecen enterradas durante siglosy un día salen y se quiebran sin más.Tienen fe, una fe de piedra.Por eso el profeta Jesús las hizo pan. Tú no preguntes, niña.Sé como las piedras nada más. Un día, bajo la tierra,yo te estaré esperando.

Zalema

En el bochorno de la tardelas hojas de los olivos vienen y van:larga zozobra de dudas verdes.“¿Me deseará todavía?”,se pregunta, cansada, la concubina.

la ofrenda debida

agustín cadena

Selección de fragmentos del libro que saldrá publicado en los primero meses de 2012, La ofrenda debida (Premio Estatal de Poesía de Hidalgo “Efrén Rebolledo”).

Page 3: guardagujas 42

[email protected]

Y o, Juan y Jason. Tal vez nuestra amistad fuera resultado de la alite-ración, aunque me parece que no es así; Jason nunca pudo con la “j” y siempre decía “One”. Por las tardes solíamos hacer una tertu-lia en un café que se llamaba Sartre y que ahora cambió de nom-bre a Starbooks, una maniobra ingeniosa que nunca alcanzó para

disimular los precios. El lugar era como tantos otros: una réplica de un cuadro de Frida Kahlo al lado del letrero de Budweiser, la música de jazz o blues como mueble, el hombre barbudo con su perro, la chica de anteojos de marco negro que lee a Nietzsche y cree entender, el chico gigantón con la camiseta del Che Guevara que lee el Wall Street Journal y, definitivamente, entiende.

Estoy resguardado de mi medio ambiente gracias a las burbujas que ofrecen las universidades en este país. Hace mucho que Juan llegó aquí; es un ejemplar pasado por agua, aculturado, asimilado, tamizado por el sistema yanqui. Y Ja-son… Bueno, Jason es un tipo especial: un gringo que ama equivocadamente nuestros mitos y que habla siempre con citas literarias aprendidas en sus cla-ses. Eso se llama vivir para la literatura.

*—Qué suerte la mía. Venir a parar a Yanquilandia, tierra de los autos velo-

ces y las personas invisibles, tierra de los malls al por mayor y de las plazas al por menor…

—Empezamos con el cantito del burgués sufrido. ¿De qué te quejas? Aquí estás trabajando bien, vives de lo que te gusta.

—America, land of the free y todo eso… Acá nada es gratis, hermano. Todo cuesta. Y lo peor es que cuesta vida y emoción. Uno se va secando de a poco…

—Pobrecito. Imagino que prefieres volverte al aire contaminado de tu ciu-dad para poder decir: “¡Esto es lo mío!”.

Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasorde la América ingenua que tiene sangre indígena,que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

—Jason, no me vengas con Darío ahora, ese extranjerizante que lo único que hizo fue hablar de púberes canéforas. Además, en otros poemas elogiaba a nuestros primos del Norte. Hay que pensar un poco: Estados Unidos ya in-vadió. Sí, los tuyos. Pronto Latinoamérica rezará a la hamburguesa y no habla-remos español. Así no hay diferencias, ni choque de culturas.

*—Lo que pasa es que te convertiste en uno de esos marxistas trasnochados

que todavía se llenan la boca con la revolución. ¿No oíste hablar del fin de las ideologías? The dream is over, man.

—Qué sensibilidad la tuya… El fin de las ideologías es otra ideología. Te quieren convencer de eso para que no veas y no denuncies la injusticia, para que no sueñes. ¿No te das cuenta de que estamos en una dictadura perfecta, la de los medios de comunicación?…

—Estás hablando como esos latinoamericanos que convierten a la queja en el deporte nacional. En realidad, tendrías que estar agradecido por las oportu-nidades que encontraste aquí.

—America, love it or leave it. ¿Agradecido? ¿Agradecido al gobierno que tan-to admiras por haber causado mi expulsión? No sabes lo que es el exilio, vo-luntario o involuntario. No entiendes lo que es llevar esa cicatriz…

Hay golpes en la vida, tan fuertes…¡Yo no sé!Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufridose empozara en el alma…¡Yo no sé!

—¿Qué estás diciendo, Jason? Vallejo no sirve. Citas a un poeta que se qui-so morir miserablemente en París y murió así y allí. Escribía en un lenguaje incomprensible. Sí… el rito sagrado de pasarse la mano por el propio lomo y ahogarse en la propia angustia… Yo estoy en contra de eso. La literatura no es para flagelos ni silicios; tiene que ser agente de cambio y debe comunicar.

*—¿Y qué más decir?—Las mujeres acá, hermano. Creí que iba a ser una fiesta, ¡las orgías que me

iban a tocar!, pensaba. Resulta que si te acercas a las gringas, se alejan como si tuvieras la peste. Se creen liberadas y son más puritanas que Calvino, el del siglo dieciséis. Con ellas no siento nada.

—Tenía que salir el machito latinoamericano, ¿no? Porque en tu país no hay mujeres que son histéricas, posesivas o peligrosas. Por favor. Las relaciones aquí se entablan entre adultos, se las trabaja, se las construye todos los días. Son amores maduros.

—Se caen de maduros. Tanto que las conversaciones pasan por los manua-les para entretener al cónyuge en la cama sin lastimarse, o por el jacuzzi que se compró el vecino.

—Ahora vas a pregonar la superioridad de nuestras familias y el mito de

la hembra latinoamericana.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.Parece que los ojos se te hubieran voladoy parece que un beso te cerrara la boca.

—Jason, Jason… ¿Cómo vas a decir eso? Si te escuchan, tenemos que salir corriendo. Acá te cambian todo con el asunto de la libertad de interpretación. Hay que apaciguar a las fieras, decirles que sí, que todo muy bien, que usted también puede. Me vas a poner en aprietos…

*—La literatura es un producto disponible en el mercado y nosotros tenemos

que ocupar el lugar que nos corresponde. Por ejemplo, el relato que estás escri-biendo es muy actual, lleno de marcas y temas reconocibles para el lector, sin aspiración de trascendencia. Habría que conseguirte un buen agente literario.

—Tu cinismo me estimula, la verdad. Lo que quieres decir es que ocupemos un lugar etiquetado. Caber dentro de esas palabras que se usan para amonto-nar personas que poco tienen que ver unas con otras, para decirnos que coma-mos tacos, bailemos salsa y escribamos sobre nuestra experiencia campesina o sobre esa vez que el Santo Niño de Atocha se apareció en el medio del ca-mino… ¿Por qué no elegimos a Mercurio, eh? ¿Por qué no Mercurio, digo yo?

—No me refiero a eso. Es que estuvimos silenciados durante mucho tiempo y ahora hay que recuperar nuestro lenguaje, nuestra gente, nuestro ser. Y esto debe hacerse siendo fieles a esa forma híbrida, a ese melting pot que somos los que vivimos acá.

—Qué bien, qué bien… Con qué facilidad asumes la voz plural, tendrías que escribir un libro de autoayuda. Híbrido. Antes se metía inglés en el es-pañol para estar a la vanguardia. Y ahora aparece el español en la literatura en inglés. Todo eso me causa mucha gracia, en el peor sentido del término. Escriben: “And I told him: M’hijo, don’t speak with your mouth full”, o alguna otra tontería por el estilo.

Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejerciciopresupone un pasado que los interlocutores comparten;

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mitemerosa memoria apenas abarca?

—¿Borges, Jason? Me extraña, amigo. Borges no puede ser modelo de escri-tura ya. Literatura de literatura, juegos oximorónicos, infinitos… ¿Y el ansia de cambio, de lo nuevo? La vida de la escritura pasa por la libertad del riesgo. Leer y escribir tienen que ser como la aventura de un trompo giratorio, no como una esfera perfecta y distante.

*—¿Alguna queja más?—¿Y los cementerios? La muerte siempre escondida, imperceptible. Nadie

se muere. Hay que mantener el ritual oculto, aparentar que los muertos no existen. Las únicas cosas seguras en esta vida son los impuestos y la muerte …

—Ah, claro, porque en tu país estaríamos a salvo de las guerrillas o de los atentados terroristas o de la inseguridad en la calle. La muerte, por fortuna para todos allá, habita la cotidianidad y está bien visible.

—Prefiero guerrillas que proponen debates y no bandas psicóticas o demen-tes disfrazados de ciudadanos apacibles que se meten a un edificio de correos y empiezan a dispararle a cualquiera…

—Claro, habría que mandarlos a todos a pudrirse a las cárceles como presos políticos, así estarían a salvo.

—Lo tuyo es de una cobardía y de una ceguera…—Y lo tuyo muestra el resentimiento del trasplantado.

*Habían subido los tonos (casi siempre pasaba). Levanté los puños (casi nun-

ca pasaba). Juan se cubrió la cara y se tiró para atrás, esperándome.¡Mierda!Juan y yo nos miramos, en principio sorprendidos, luego con una sonrisa.

García Márquez. Fuera de contexto y, sin embargo, apropiado para el momen-to. Era lo que necesitábamos. Porque nuestras discusiones eran una mierda, Latinoamérica era una mierda, Estados Unidos era una mierda … Había sido algo natural, genuino. La manera correcta de citar.

Mientras decía aquella palabra, Jason tenía los ojos húmedos. Se había pues-to las manos en los bolsillos de esos pantalones demasiado grandes y se había ido arrastrando un poco los pies.

*Una vez lo volví a ver. Tenía el pelo rubio largo y hacía surf. Si bien los

dos estábamos incómodos, hablamos un rato, amablemente. En inglés, cla-ro. Ahora Jason sólo usa el español para pedir cervezas en sus viajes a Baja California.

la manera correcta de citarpablo brescia

Page 4: guardagujas 42

editores: edilberto aldán / joel grijalva

Un nuevo año. Como cada nuevo año las promesas, los renovados esfuerzos por ser mejores, por ha-cer las cosas ahora sí en serio, por cristalizar los proyectos y bla, bla,

bla. Quizá a causa de toda está euforia proposi-tiva, donde se enfatiza con sobrado optimismo que este 2012 será un gran año, me puse a releer el Cándido (1759) de Voltaire. No con el afán de empezar con un libro este ciclo, por aquello que dicen: “lo realizado en los primeros 12 días del período anuncian como será el resto de él” –o sea que si comenzó usted jodido, tiene algunos días para remediarlo, de lo contrario será jodido el res-to de los meses–, sino porque la sátira que hace este filósofo francés a la postura del optimismo leibniziano me viene como anillo al dedo para iniciar el año.

Si bien Voltaire firmó con el seudónimo de Monsieur le Doctour Ralph su texto por razones desconocidas, ya que éste es uno de su mejores li-bros y no se extraña la calidad de su prosa, ni su infatigable búsqueda del por qué somos como so-mos si vivimos en el mejor de los mundos posibles y todo sucede para bien de éste.

Ufff!!! Fue la expresión utilizada cuando volví a reco-

rrer sus páginas, acompañada reiterativamente por esta sentencia, mientra observaba la catas-trófica vida del optimista personaje, Cándido, siempre acompañado de una especie de escudero filósofo –por aquello de que tomarlo con filosofía mitiga los males–, Pangloss, quien no deja de re-petir: todo sucede para bien… Así, les roban, les golpean, abusan de sus seres queridos, los despo-jan, los maltratan, los desprecian, los rebajan, los persiguen, los acosan, los obligan, los denigran… Y ellos con esa obstinación, por no llamarla ter-quedad, necedad o estupidez que rige el optimis-

mo enceguecido, no claudican pensando –por más que los signos digan lo contrarío y cada vez se vuelvan en su contra– que todo es por algo, al final se restablecerá el bien.

Entonces, abrumada por la lectura, me puse a reflexionar sobre el futuro de este 2012 en el Mé-xico que habito, y por lo tanto es el mejor de los mundos posibles que me toco a mí. Y si no mori-mos arrasados por una intervención cósmica pro-fetizada por los mayas –fin mítico, bastante noble y hasta literario–, nos espera un año donde ni el mismísimo Leibniz podría hacer gala de optimis-mo. ¿Por qué? Dirán, eres una pesimista, hay paí-ses peores que el nuestro… no te quejes…

Quizá yo podría argumentar: porque seguire-mos habitando un país donde la pobreza supera a más de la mitad de la población, donde el anal-fabetismo ayuda a la manipulación puntual de nuestros gobernantes. Donde la violencia nos ha confinado a un encierro voluntario, donde la falta de empleos genera cada vez más ira, deses-peranza y migración. Donde el dinero no alcanza para nada y las clases sociales se van desdibujan-do poco a poco, donde los medios de comunica-ción nos regalan un rancio pan y un pésimo cir-

co –futbol, telenovelas, nota roja y Apocalipsis–, donde los secuestradores, narcos o políticos son amos y señores de nuestras vidas, que demás no les importan. Donde las leyes son materia muerta y no dispuesta, donde la justicia se ejerce sólo en el mundo idílico al otro lado del espejo, donde es mejor quedarse callado, quieto, sin voz para se-guir saliendo en la foto.

Pero hay que ser optimistas, insistirán, todo sucede para bien, no hay que empezar así el año, podemos hacer borrón y cuenta nueva –a mí que me expliquen cómo, pues reprobé esas matemá-ticas–, debemos encarar el futuro con ánimo de cambio. Sí, en esto último estaré de acuerdo, soy pesimista no drama queen. Sin embargo, no debe-mos olvidar ser realistas y aceptar que el mejor de los mundos posibles que nos toco vivir, es un Mé-xico raído, saqueado y mezquino, miedoso, con-formista, cuyos habitantes se la pasan mirando el jardín del otro, y descuidando el propio.

“Il faut cultiver notre jardin” (hay que cultivar nuestro jardín), grita Cándido a su amigo el filó-sofo Pangloss, con esa agudeza que Voltaire de-muestra aún cobijado por su pesimismo, por su burla al todo estará bien; porque en el fondo intu-ye que desde la toma de conciencia de cada uno, y trabajando desde lo propio con el tiempo hasta el jardín más duro, seco o estéril darás sus frutos.

Así que venga ese 2012: de elecciones, cambios energéticos, olimpiadas, devaluaciones, crisis, violencia o caos apocalíptico. Y qué sabe nadie, es posible que podamos ser optimistas sin dejar de ser realistas para echarnos la mano unos a los otros, con verdadera solidaridad, con toma de conciencia, sin mezquindad, sin envidias –todos los jardines, hasta el propio es bello–, para variar. Porque, finalmente, nosotros somos lo más sobre-saliente que tiene el mejor de los mundos posibles que nos toco habitar…

ser optimistaTout est au mieux.

Cándido o el optimismo, de Voltaire.

La primera vez que lo dejé fue por estúpido. Leí un libro de autoa-yuda (santamaríapurísima) por insistencia de una amiga mía, li-cenciada en letras, maestría en comparadas (es importante deter-minar que la educación no es indicador de sensatez. Cualquiera puede caer en las argucias de “esa” industria). Ella juraba sobre su

tumba que el libro rompería la determinación por tener fuego en los pulmo-nes. Lo leí para que se callara de una buena vez. No recuerdo el título del libro, tampoco recuerdo el nombre del escritor. ¿Quién recuerda todos los detalles de uno esos libros?

El discurso comenzaba con el juramento de un hombre. Prometía que ha-bía logrado curarse después de fumar la increíble cantidad de cinco cajeti-llas diarias. Su método: una increíble y sobrehumana fuerza de voluntad, aderezada con cierto convencimiento religioso. Caí en el embrujo. El hom-bre narraba de sus grupos, de sus conferencias, de personas que recibieron su ayuda, de sus pulmones sanos por gracia divina para que él pudiera en-tregar el mensaje. “Estoy leyendo un libro de autoayuda”, pensaba, “y ahora no puedo parar… Auxilio”.

Comencé el libro a las dos de la mañana y lo terminé a los cinco. Me vapu-leó tanto que no fumé durante tres días.

Luego, como pasa con todos los libros de autoayuda, sólo bastó que me diera un buen baño para olvidarlo. Encendí un cigarrillo en la regadera mientras sentí el agua templada en la espalda. Sonreí. Qué bueno era regre-sar al vicio y la costumbre.

La segunda vez, unos cinco años después del episodio tan vergonzoso con el libro, se debió a las artes místicas de un bicharajo conocido como “bru-cellosis”. No es que inhibiera los efectos de la nicotina, tampoco es que se manifestara como hormigas que escaparan por los poros de mi cuerpo para desaparecer mi vicio. La brucellosis es una enfermedad rara. Afecta princi-palmente a hombres que trabajan en mataderos o en ranchos. Es el primo feo de la salmonelosis y bien hemos escuchado (o, desafortunadamente, sa-brá de experiencia propia caro lector) que la salmonelosis es dolorosa.

Uno de los trucos de la enfermedad consiste en un dolor ventral insopor-table. Me dio un sábado en la noche. Mi esposa me llevó al hospital a que me

hicieran análisis. Después de un par de horas de espera, un médico se acercó y expresó: La buena es que ya sabemos qué tiene, la mala es que tiene bruce-llosis. Me reí, pregunté que era esa cosa y qué problemas traería en mi vida. Me recetaron unos antibióticos que, cuando una enfermera o doctor toma-ba en sus manos, me preguntaba por qué diablos me dieron algo tan fuerte. Al salir del hospital esa noche, bajé la ventanilla de la camioneta, encendí un cigarrillo y me volvió a doler.

Fue muy fácil asociar el dolor con fumar. Lo dejé por temor a que los anti-bióticos no funcionaran (me dieron un mes de inyecciones). Mis bases cien-tíficas para sustentar el temor tenían tanto sentido como un hombre que fuma cinco cajetillas diarias durante veinte años y no muere.

Cuatro meses después, una noche, me encontraba esperando en una fil-mación. Una productora me ofreció un cigarrillo y lo tomé. No me dolía, tenía frío y llevaba catorce horas ahí, de las cuales al menos unas ocho fue-ron aburrimiento. Compré la cajetilla a la semana. En la agencia estaban sorprendidos de que lo hubiera dejado, hasta que, en horas de comida, se cayó la cajetilla de mi chaleco y cacharon la mentira. De ser otra droga, esa situación se hubiera convertido en un episodio dramático… pero no, nos reímos, nos ofrecimos cigarrillos, me regañaron por regresar pero se sintie-ron cómodos de fumar a mi lado.

La tercera vez pasó este año. Se dieron una serie de factores: Un cachorro en la casa al que no deseaba le hiciera daño el humo del cigarro, la amenaza de subir los precios una vez más y el ominoso temor al colapso de la econo-mía que pide prudencia en los gastos. Lo dejé. Avisé a mi esposa que, segu-ramente, me encontraría un poquito irritable y que fuera paciente conmigo en lo que mi cuerpo liberaba la nicotina.

Los primeros tres días son importantes cuando un fumador lo deja. Es el tiempo que tarda el cuerpo en desechar la nicotina. Cuando el cuerpo se libera, entonces la necesidad pasa de ser biológica a convertirse en una trampa psicológica. Fue por eso que la tercera no funcionó muy bien: En un viaje de trabajo tuve la oportunidad de ver a mi madre y tuvimos problemas. Ah, la madre, siempre la madre. Salí a comprarme una cajetilla y me fumé el enojo.

La cuarta es el aprendizaje de las tres anteriores: No sirve el autoengaño, no sirve el temor al dolor y es importante estar alerta a los puntos flacos. Ya veremos que me invita a prender uno nuevo. Podría ser que confirmaran en unas horas el fin del mundo. O que descubrieran la ambrosía para la restau-ración de la salud o de los pulmones. O que alguien me regalara un paquete de cigarrillos electrónicos.

Podré decir que ya lo abandoné, pero la verdad, es que el cigarrillo es como un diablo que se la pasa danzando en mi oreja.

Cómo dejar de fumar por cuarta vez

Page 5: guardagujas 42

Agustín Cadena (Ixmiquilpan, Hidalgo, 1963). Ensayista, narrador, poeta y tra-ductor. Actualmente imparte clases en la Universidad de Debrecen, en Hungría, donde tiene también un taller de crea-ción literaria. Ha sido colaborador de Excélsior, La Jornada, Periódico de Poe-sía, Siempre!, entre otras revistas y su-plementos de México, Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Hungría. Premio Nacional Universidad Veracruzana 1992 en ensayo y narrativa. Premio de los Jue-gos Florales de Lagos de Moreno 1998. Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 1998. Premio Netzahual-cóyotl del Gobierno de Hidalgo 2000. Premio Timón de Oro 2003, Premio Na-cional de Cuento San Luis Potosí 2004, Premio Nacional de Cuento José Agustín, 2005, Premio Estatal de Poesía Efrén Re-bolledo 2011.

Pablo Brescia (Buenos Aires, 1968) re-side desde 1986 en Estados Unidos don-de es profesor de literatura. Ha publicado La apariencia de las cosas y sus relatos más recientes han aparecido en revistas lite-rarias y antologías de Cuba, España, Es-tados Unidos y México. Participó como autor y co-editor de varios libros, entre ellos Borges múltiple: cuentos y ensayos de cuentistas y El ojo en el caleidoscopio: las colecciones de textos integrados en la litera-tura latinoamericana, una versión de “La manera correcta de citar”, apareció en la antología Se habla español.

Agustín Fest (Ciudad de México). Men-tiroso, escritor, creador, cínico, exfuma-dor, bassethounder. Dice que vive en Cholula pero lo encuentras siempre en la red. Ha publicado, entre otros libros, Fotocuentos, El diario de Simon Dor, Padre Taxi y La historia de ayer. Su blog perso-nal: http://arbol217.com/

Cecilia Eudave (Guadalajara, Jalisco). Doctora en Lenguas Romances (Mont-pellier, Francia). Es autora de los libros: Técnicamente humanos, Invenciones enfer-mas, Registro de Imposibles, Países Inexis-tentes y Bestiaria vida, entre otros. Actual-mente es profesora e investigadora en la Universidad de Guadalajara. Su libro más reciente es Para viajeros improbables, edi-tado por Arlequín.

Ricardo Pohlenz. Nacio en Puebla en 1965. Escritor y poeta. Estudio Litera-tura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana. Se ha dedicado a la crí-tica literaria, de arte y cine. Ha colabo-rado en Flash Art, Vuelta, Letras Libres, Mandarla, Art Nexus, La Tempestad, Artes de México, Esquire, Trace, Revista de la Universidad, Biblioteca de México, Espacio, entre otras. En 2006 formó Los Ositos Arrítmicos de Lemuria junto con el músico Fernando Díaz Corona (exin-tegrante de Los Amantes de Lola) es-pectáculo de vodevil posmo (recitación y música) que ha venido presentándose en diversos foros desde entonces; tienen listo un primer álbum. Es autor de la pla-quete Oración para gato y dama en desgra-cia (1991) publicada en los Cuadernos de Malinalco y del volumen de relatos Lounge (2010) publicado por Magenta.

La foto de portada es de Juan Francisco Pi-zaña Morones (Bajío de San José. Jalisco, 1965). Estudió la Licenciatura en Sociología en La Universidad Autónoma de Aguasca-lientes. Ha obtenido diversos reconocimien-tos tanto por su labor como fotógrafo como por su desempeño como escritor. Es autor del libro El amor, el olvido, la muerte y otras sorpresas (ICA, 2009)

tripulación