guardagujas 54

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http://issuu.com/guardagujas junio 2012, n° 54 cuadros fugaces ileana garma alejandro badillo / gabriela d’arbel alejandro espinoza / agustín fest / fotografía: cristian de lira

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Suplemento literario de La Jornada Aguascalientes junio 2012

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http://issuu.com/guardagujas

junio 2012, n° 54

cuadros fugacesileana garma

alejandro badillo / gabriela d’arbelalejandro espinoza / agustín fest /

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http://lja.mx/guardagujas

PerseveranciaDescubrieron un cuerpo putrefacto en la casa de mi vecino. Los peritos se disponían a sacarlo cuando el cuerpo abrió los ojos y les dijo que lo dejaran ahí, que había derrotado a la muerte sólo para ver –mientras quedaba reducido a esqueleto– el inútil transcurrir del tiempo.

La vida que se vaEstá el increíble caso de Matías Blumfeld que tomó un fuerte analgé-sico y fue a dormir temprano agobiado por una jaqueca. Cuando des-pertó ya no le dolía la cabeza pero sintió los miembros entumecidos, como si hubiera dormido mucho tiempo. Se asomó por la ventana. El crepúsculo empezaba. Pensó que había estado en la cama todo el día y sintió vergüenza. Iba a cerrar las cortinas cuando descubrió un par de lunas flotando en el cielo.

esqueletoscinco minificciones

alejandro badillo CaronteLe puso ruedas a su lancha, la empujó al lecho arenoso donde an-tes había estado el mar. Desplegó las velas y, con una red, comenzó a pescar esqueletos.

HamelinInstrucciones para deshacerse de una plaga de ratones: compre una flauta e interprete varias piezas por toda la casa. Una vez rela-jado diseñe un ambicioso plan para exterminarlos.

DisfrazHará algunos años, en la ciudad de Cádiz, vivió un hombre con apariencia de pez. El parecido era tan asombroso que nadie se dio cuenta de su condición humana y Federico -como se llamaba- pasó sus días tranquilo en su pecera, lejos de periodistas y fotógrafos.

Encuentro con café, pie de zarzamora y un cerillo

El cielo se desploma de tanto gris, un pai de queso con puré de zarzamora.Ella piensa…, no recuerda bien si se comió la corteza, pero sí se terminó el café. También sus ganas.

//Quiero arder en la maquinaria de tu cuerpo//

La distrae una mujer de lentes que come un batido impresionante. Gente deambula sin mucho que hacer por la calle peatonal

//Tu mano toca sin querer el dorso de la mía, excitación//

En una página del periódico lee. “En un solar, encontraron el cuerpo carbonizado de una mujer esquizofrénica, se prendió fuego con un galón de gasolina y un cerillo.”

//Ardo sin fuegos pirotécnicos. Estoy cerca del encuentro con los deseos//

Hace frío en la calle, ella mira cómo él le sonríe a la vendedora de revistas.La Alameda se ahoga, sucia de tráfico.

// Lleno mi boca del relieve de tus labios, intentas robarte mi lengua,la humedad nos asalta. Las dos de la tarde//

La mujer quemada perdió su identidad, también su esquizofrenia.

Cubre su cuello con la solapa del abrigo, el aire helado intenta volarsobre su interior hecho cenizas.

tres poemasgabriela d’arbel

Cultivo

Nada más cautivador que el mundo/ espejoQue adiestras en el cuarto de la televisor.No necesitas moldear tus anhelos porque alguienYa tomó la iniciativa por ti.

Las coliflores se plantan mediante semillas, descansan a una Profundidad de sesenta centímetros.

No existe guión donde se adivine el final.Crisantemos y miradas de corderos agónicos./the end./ Tarde de palomitas con mantequilla.Unos kilos de grasa en mente-cuerpo.

La coliflor blanca, necesita humedad abundante. La coliflorBlanca no puede huir hacia la luz.

Cucharadas de papilla mental alimentan El jardín norte del encéfalo.Nutres, también, las parcelas de tu espíritu./Raquitismo./

La coliflor blanca es un cultivo que prefiere un clima templadoEntre los 15 y los 20 grados centígrados.Al final del episodio, la palabra continuará.Palpitar luminoso de ojo, electricidad , plasma.Se acabaron las palomitas. Se extingue la clarividencia.

Un riego seminal es suficiente.

Yacoub: Jinete de Camellos

Polen tierno en la cima de dos jorobas y correas de velcro.Los primeros años de vida a lomo en un camello.Ligera pluma que olvidaste tu lengua para aprender urdu.En la pista arenosa… [Mauritania.] No se aluza ninguna baliza;Yacoub: sin pizarrones, tizas, ni borradores a la vista.¿Dónde están los hermanos que resbalaron del rumiante? ¿Dónde esta el rostro del niñopayaso en el periférico?Veintidós kilos de vida bajo el polvo.

[email protected]

Espuma

Pasajero, aquel cuadro en un hotel frente al mar. Un cuadro con luminosas casitas. Un cuadro donde una calle se convertía en fantasma en espuma en un, pensamiento. Pasajero ese muchachillo del-gado que recolectó flores de jardines ajenos, para entregarme un ramo de travesuras. Pasajero sí, ese caprichoso amor de escándalo y de duelo, donde yo me quité las calcetas bajo la lluvia. Fuera de la ciudad, en la carretera todo era lluvia pasajera. Fugaz, sí, el odio que me guardas porque yo soy de humo. Porque esa jarra de porcelana con sus mu-ñequitas pintadas a mano es efímera. La televisión se echará a perder y los ladrillos dejarán de brillar. Cierto. Pasajero el miedo también. Yo estoy en un hotel frente al mar, breve, líquido, pasajero.

Primavera

Los hombres martillando la calle bajo un sol de púas es algo que me recuerda a tus manos. Aquí afuera están taladrando porque remodelarán toda la ciudad y. Tus dedos largos, oscuros, un líquido vicio que bebía cada noche, un martilleo de esclavo perdido. La tierra que el concreto ocultaba ha co-menzado a brillar blanca porque, en primavera, todo es blanco. Solo esos hombres, como delgadas teclas de un piano de juguete, están tocando una melodía triste y tus manos bailan al compás. Que terminen pronto, pido con los ojos cerrados frente al televisor, a todo volumen. PARA NO PENSAR. En las galeras. En el látigo azul de tus dedos. En el vals de esta primavera, bicolor, donde tus dedos forman parte del paisaje.

Bosque

La voluntad de una mujer camina a solas, se mece bajo los árboles, los insectos. Ese llanto. Tarde ya cuando las luces pierden fuerza y los taxistas co-mienzan a ganar más dinero. La voluntad de una mujer tarde ya, como en elevados puentes que se derrumban, se acercará al borde de la cuna, justo donde el bosque comienza a florecer. Vamos, mí-rala, parece tan absorta. Tú y yo estamos detrás. Tú y yo quizá en las columnas, pagándole a un taxista tramposo para regresar de la noche muy de prisa. La voluntad de esta mujer es estar despierta. Acari-ciará tu cabello, se desvestirá de a poco. Veintiséis años y los pezones oscuros. Me gusta ver cómo cierra los ojos cómo se mutila y se llena de azúcar los labios. Y. Los días oscuros para ti. Veintiséis veces para ti.

cuadros fugacesileana garma

Sol

Nos sentaremos sobre las maletas, sobre los la-drillos, sobre la baja temperatura, mientras en la casa de enfrente un policía toca la puerta. Así, y hay mujeres que han esperado todo el sol. Nos llevaremos los sobrecitos de comida instantánea mientras hombres uniformados entran por todas las puertas. Así. Llenaremos de nuevo esa mi-graña. Puedo. Puedo verme buscando el carro de mudanza a deshoras mientras en los departamen-tos de arriba el aire es débil. Te nombro acertijos para que duermas tibiamente. Y lo volveré a hacer todas las noches mientras lo pidas. Te escucho. Mi piel repite tus sonidos. Y los volverá a repetir. Todos los gritos todos los callados gritos. Nos sen-taremos sobre las maletas. Así. Y hay hombres que han esperado todo el silencio.

DunasTenías razón. Yo no me enamoro de los cuerpos sino de las mentes. Cuerpos amigo mío. Frente al mar brillan como gotas como diamantes. Diaman-tes líquidos sobre la arena. Es de noche. Las dunas de Marte comienzan a moverse. Tu mano ya no estará más sobre este sol de agua, este cuerpo mío. Tenías razón, las mentes no pueden tocarse. No pueden. Los científicos acaban de descubrir que hay viento ahí afuera, en la oscuridad estelar. Y las dunas cambian todo el tiempo. Vamos amigo tú sabes de las dunas. Vamos amigo tu sabes de las sábanas de los cuerpos líquidos que no. De las estrellas que no. De la mano que has perdido para siempre por intentar poseerla. Cuerpos. Ti-bios. Como ayer como las nubes de este verano eterno donde cambian los rostros. Donde siempre estamos rompiendo inútiles fotografías tomadas mientras las dunas en Marte se mueven y. Quién sabe. Quizá la vida ahí sea más roja. Vamos amigo, tú sabes del viento.

Abismo

Hablar, digo. Hablar despacio. Con un cigarrillo y las uñas bien pintadas de rojo. El humo. El humo bien alto. El humo entre nosotros. Hablar con el dedo Índice levantado. Yo me inclinaré un poco. Esperando. El susurro el aullido de los automó-viles que cantarán un segundo sobre nuestra respiración. Entrecortada. Hablar, hablar en los sillones rojos. Sobre la telaraña que cada día baja un poco más. Es larga. Y el cigarrillo muy corto. Yo con el cabello negro anudado a lo Anaís Nin. Cosa que te molesta mucho. Hablar, esperando la nada, el gusanillo luminoso de la nada donde suelen estallar esas preguntas, yo. He estado muchas veces ahí. Hablar, porque pesa porque se requiere un gran esfuerzo, un sillón profundo, un sillón de abismo donde no se arrastren los pies ni la dulce evasión al amor. A esa sonrisa blanca parecida al amor. Y así. Despacio. Hablar.

CristalAlgunas veces el poema que quiero es un pedacito de cristal que brilla en la tierra. No sabré caminar en medio de las aguas cuando llegue el momento. Tú lo sabes pero quieres luchar conmigo. Soy tan sim-ple. Para mí sólo un pedacito de vidrio, un cristal. No un espejo. Tú lo sabes no un espejo. Regálame un rascacielos, yo tomaré las últimas palabras y comenzaré a subir por las escaleras de emergencia. El resto del mundo tomará el elevador. Y cuando mires hacia arriba entre el humo también, un poco oscura mi sonrisa. Tú lo sabes, no un espejo sino una gotera sí. En los pliegues en los vértices de este cuerpo que necesita una escalera, que necesita que luches aunque no puedas creerlo porque siempre estoy pateando el polvo. Este polvo que brilla bajo el sol y, el pedacito de vidrio se confunde con los millones de vidrios que duermen. Soy tan simple. Como los millones de vidrios que duermen.

Paraíso

En todas las ciudades habré de ver, hombres solita-rios, niños enfermos de este sol que desciende todos los días. En todas las ciudades. Bicicletas oxidadas sobre bardas antiguas. Yo he salido a caminar a la orilla de tu rostro. Yo he visto esas piedras, unas tras otra en la laguna, una tras otras mientras llueve la noche. Y de regreso una hilera de casas nos enreda el miedo. La música de fondo es un árbol que deja caer almendras que nunca probaremos. A donde vaya siempre pliegues oscuros. Caminos confusos que nos llevan donde no estoy. En todas las ciuda-des habré de no encontrarme. A menos que sea de negro, mirándote con el rabillo del ojo. Cuando era niña me contaron una historia de amor en donde un hombre se convertía en ave. Yo tuve miedo de creer en esa historia con la que me dormían noche tras noche. Y he andado con la cabeza suavemente en los días. Es tan dócil lo que quiero decirte, por-que sólo conozco el paraíso polvoriento, donde bicicletas se oxidan por el odio del sol, arrastrando el huesillo de los niños que un día serán hombres solitarios. Yo he visto esas dudas. Aquí estoy. Es tan dócil lo que quiero darte. Aquí estoy.

editores: edilberto aldán / joel grijalva

ué sucede después que se “vive feliz para siempre” al final de los cuentos de hadas? ¿Qué tipo de vida, qué tipo de condi-ciones humanas y de organiza-ción social, imperaba en estos

reinos de perpetua dicha y bailes interminables? ¿Es posible un mundo así, o estamos destinados a una búsqueda fútil? En los pueblos de los cuentos de hadas, la gente vive relativamente tranquila, cada quien dedica-do a su oficio de coser, armar, erigir, reinar, amar, procrear, cocinar y en ocasiones despedir a los soldados que van a la batalla (porque la guerra es inevitable, y porque afuera de los reinos las cosas no son del todo perfectas) hasta que la vida coti-diana es interrumpida por un cierto tipo de mal-dad, maldición o infortunio. Dragones, brujas y la constante amenaza al reino por parte de forasteros con ambiciones nefastas, tienden a desestabilizar el orden, rompiendo con la armonía y, la mayoría de las veces, usurpando el poder. Luego viene el acto heroico, el rescate del reino, la batalla triunfal, donde príncipes o esclavos emancipados, donde sirvientes cuya sangre real se hallaba oculta como un secreto de familia, donde caballeros valientes devuelven la estabili-dad y reinstauran, la mayor de las veces, al rey que ocupaba su cargo con orgullo, con humildad, con valentía y con audacia, venerado por el pueblo y celebrada su vida. A ver, a ver. Detengámonos un momento. Concen-trémonos en el rey y su reino armónico. ¿Cómo le hace, de ahí en adelante, para mantener la felicidad,

para perpetuarla, para que se instale por siempre en la comunidad? Seguramente, no lo hace por medio de normas y prácticas medievales que sean equivalentes a las contemporáneas, donde el modelo imperante consiste en un sistema de libre mercado disfraza-do de igualdad de oportunidades y encaminado a la persecución de la felicidad (según el dictum estadounidense, la felicidad no se busca: se per-sigue, esto es, se caza), y donde la industria y el mercado y el culto a la marca son los nuevos reyes, y los gobernantes de los pueblos no van más allá de una posición gerencial, dotados de presencia mediática y con algunos discursos sociales que perpetúan no la felicidad, sino la mitopoética de nuestros tiempos, aquella que nos habla del valor espiritual del consumo, la supremacía del ser humano por sobre todas las cosas (incluyen-do la pretenciosa creación de un Dios utilitario y reaccionario) y las buenas conciencias de res-peto al prójimo y al medio ambiente. Esto es, en estos reinos no sucedía que el fabricante de ropa del pueblo hacía negociaciones especiales con el rey –debajo de la mesa redonda—para explotar a un sector de la comunidad, de manera que sus productos pudieran venderse afuera del reino, en lugares donde estarían dispuestos a comprar sus productos a diez veces el costo de producción. Nada de esta esquizofrenia se encontraba en los pueblos de los cuentos de hadas, ni mucho menos en las disposiciones de un rey. ¿Cómo era este rey, entonces? La historia se ha con-centrado demasiado en pensar que las sociedades se liberaron una vez que deshicieron al estado mo-nárquico pero, ¿No habrá existido un rey que haya llevado a una pequeña comunidad a algo que pu-diera llamarse dicha plena? ¿Qué tipo de políticas, posturas, disposiciones, qué tipo de liderazgo nu-tría uno de estos monarcas? ¿Qué relación guarda-ba con su pueblo? Si el final es siempre feliz en los cuentos de hadas, esto quiere decir que la comu-nidad en general vive feliz. ¿Cómo llegaron a esta

felicidad? Con engaños, simulaciones y cortinas de humo, no creo. Los reinos felices no necesitan del teatro de la fascinación para mantener la ilusión de felicidad. Yo creo que el rey se llevaba de maravi-lla con sus súbditos. No los hacía menos y era in-capaz de verlos como una prole indeseable. No los amagaba ni les otorgaba falsas promesas. Ni mucho menos –ni mucho menos—los mataba de hambre. Era sensato con la gente, rígido con sus decisiones pero flexible con las necesidades compartidas, de carácter fuerte pero sin ese paternalismo engañoso que sólo busca el beneficio personal. Yo creo que se llevaba bien con todos, pero lo más importante, yo creo que todos tenían la confianza suficiente como para abordarlo cuando fuera necesario; la hija del zapatero que se casaría con el hijo del herrero tenía la seguridad de poder acercarse al rey para solici-tarle su bendición, la madre que perdió a su hijo en alguna batalla sintió la tristeza genuina del rey que se acercó a ella para ofrecerle su apoyo moral, sabían que sus decisiones estaban encaminadas al beneficio de la comunidad. Ese canto de sirena llamado progreso ni siquiera existía, y mucho menos formaba parte de esa feli-cidad ilusoria de nuestros paraísos artificiales, eri-gidos a expensas de los otros, los que mantienen a dichos paraísos a flote, sin tener acceso a éste. Al rey no le interesaba progresar, le interesaba que la vida siguiera su rumbo, su flujo armónico con la naturaleza, la vida humana y ese mundo encan-tado que, no obstante, estaba lleno de amenazas, pero éstas no las usaba para infundir el miedo en su pueblo. En términos generales, el rey de los mundos por siempre felices era un rey que podía conmoverse, que le asombraban las minucias de la vida, y que imaginaba junto con su pueblo la posibilidad de una felicidad que quizá no haya es-tado ahí, a pesar de las consignas de los relatores de estos cuentos de hadas, pero que valía la pena buscar entre todos. Porque la vida es imperfecta, y el rey sabía que no había nada peor que una vida arruinada por culpa de otros.

¿Q

cuaderno postapocalíptico

los cuentos de hadas ylos mundos posibles

alejandro espinoza

La habitación se llena con el humo del cigarrillo. Se nos ocurre que estamos sumergidos en un sueño por culpa del humo que

sólo permite ver siluetas, que sólo per-mite escuchar sonidos de algún mago, de alguna criatura, del abuelo y como mueve las hojas de sus viejos periódicos, los viejos documentos que guarda con la información de hace años, hace siglos. Alguien abre la ventana, el humo se disipa, se termina la sensación onírica y los sentidos se disparan paulatinamente para capturar todo lo que no pudieron capturar antes. Curiosamente todo nos parece más real que antes, ¿y no es cierto? Pero que es verdaderamente real, dirían algunos filósofos, algunos personajes de película que interpretan la reali-dad como capas caprichosas, ¿qué es real?

El ruido blanco es muy similar al humo que sumerge una habitación en la inconsciencia. Recuerdo cuando las televisiones eran análogas y carno-sas, antes de que el internet fuera abundante como ahora. Eran un rescate para los insomnes solitarios. Dejabas prendido el aparato, escuchabas los infomerciales o las repeticiones de algún programa científico, o social, y eventualmente entrabas a la zona del ruido blanco. Probablemente ya esta-bas dormido para entonces y si ya lo estabas, el ruido blanco se convertía, aparentemente, en un agradable pasaje para el mundo metafísico, donde po-drías abrir las puertas y hablar con el inconsciente. Si no estabas dormido, entonces apagabas el televisor. El sonido incomprensible era molesto.

En estas etapas electorales hay mucho ruido blanco. Demasiado, diría. No es para menos. Se nota que somos una democracia joven porque cualquier golpecito (o ausencia de golpe) a cualquier candidato se convierte en una noticia. En internet es increíble la velocidad con la que se difunde la infor-mación y todavía más, cómo ésta puede continuar repitiéndose hasta dos o tres días después. Nadie puede detenerlo. Tener algún aparato prendido: televisor, computadora, celulares, hasta teléfonos, a cualquier hora del día, está transmitiendo ruido blanco que puede ser una de dos cosas: una música hipnótica que nos lleva agradablemente al sueño o una colmena de avispas de la que no podemos huir a ningún río para amortiguar el escándalo.

Dicen algunos que lo malo de internet, es que ahí se quedan las notas, que no hay rigor periodístico, que es un cúmulo de serpientes que sesean maldi-

ciones. En internet todo se queda, dicen, y las comunidades más humildes, menos comunicadas, quizás menos ricas, serán manipuladas igual que antaño. Pensaba lo mismo hasta que paseando por mi co-munidad, a un lado de mi perro orejón y baboso, encontré gente humilde en los cafés de internet, pagando sus diez pesos

la hora para informarse y no sólo eso, pedían a la persona que atendía, en caso de no entender algo, de no leer correctamente, que les explicara el ar-tículo. Fue un espectáculo maravilloso, y aterrador. La gente, como en un campo resonante que nos une, misteriosa y simultáneamente aprende que ya no puede confiar en los medios tradicionales y deciden, valientemente, sumergirse a la aventura del ruido blanco para validar las que serán sus de-cisiones, pequeñas decisiones que acumuladas resultarán en el destino del país.

Por lo pronto ya decidí y me gustaría comunicar mi decisión, es una muy sencilla y que pienso, también, (mis dos centavos al ruido blanco), debe repetirse: No hay de otra, no lo pienses mucho, el día de las elecciones le-vántate y sal a tachar esa boleta. No importa por quien votes, no importa si anulas, no importa si dibujas una tira cómica en ella. Levantarse y hacer es el primer paso de un trabajo continuo por hacer que las cosas funcionen, mejoren, sean más agradables para todos. El voto es un medio de expresión, el voto es el alimento para el bebe democrático mexicano que apenas está gateando. Si los jóvenes escandalosos piensan hacerlo, si los campesinos que gastan diez pesos la hora por información piensan hacerlo y si todos los que ya se vendieron por una torta piensan hacerlo, únete. Dale sentido al ruido blanco, ese que no se calla.

Y qué bueno, a veces despreciable, a veces chocante, pero qué bueno que estamos llenos de ruido blanco, qué bueno nuestro gateo infantil demó-crata con ganas de convertirse en un adulto, qué bueno el discurso repi-tiéndose acerca del poder popular de la elección, del destino, del si no me gusta puedo cambiarlo, qué buena la energía juvenil de los que no se callan y difunden, gritan, retuitean, comparten y recomparten otra vez, se plan-tan y le aprenden a las hormigas para seguir llevando sus palabras a todas partes, a todo el ancho y largo del país, la necedad suficiente para que to-dos sigamos escuchando.

la habitación de humoagustín fest

ruido blanco