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1 Etnicidad y Redes Territoriales: perspectivas de complejidad 1 Carlos Reynoso Universidad de Buenos Aires http://carlosreynoso.com.ar [email protected] Introducción La antropología tiene en su haber dos grandes logros muy distanciados en el tiempo y muy difíciles de evaluar desde la perspectiva contemporánea. Ambos fueron abandona- dos en una época no tan lejana en que se impusieron modas de pensamiento débil y una extraordinaria cortedad de miras. Hoy en día, sin embargo, se han vuelto a concentrar sobre ellos grandes expectativas, pues están bien claras cuáles son sus implicaciones para las políticas y las prácticas de cara a las problemáticas del territorio y la etnicidad. Me refiero, naturalmente, al estudio sistemático del parentesco y al análisis de redes sociales. Partiendo de la creación de un método genealógico que distaba de la perfección en ple- no trabajo de campo, William Halse Rivers Rivers llevó a cabo un relevamiento de las redes parentales que más tarde se revelaría esencial, en manos de los propios aboríge- nes, para fundamentar reclamos territoriales e identitarios en el Estrecho de Torres. Cin- cuenta años después de la creación del concepto de redes sociales en el seno de la Es- cuela de Manchester y casi un siglo después de la expedición de Cambridge, el descu- brimiento de las distribuciones estadísticas propias de las grandes redes (la Web y la Internet) traerían a la actualidad las intuiciones de Vilfredo Pareto, el “efecto de San Mateo” de Robert Merton, las relaciones de pequeños mundos de Stanley Milgram, los números de Robin Dunbar para las diferentes relaciones sociales, la fuerza de los lazos débiles de Mark Granovetter y otros innumerables insights que redefinieron (o debieron haber redefinido) el papel de las ciencias sociales en la dinámica transdisciplinaria de las ciencias de la complejidad. Muchos de los supuestos de normalidad, monotonía, li- nealidad y sentido común que prevalecían en toda clase de ciencia demostraron ser en- gañosos, y muchas de las metáforas que se pensaban banales o específicas de dominio aportaron una fuerza metodológica insospechada. Hoy en día la fusión entre los modelos reticulares y las perspectivas complejas ha pro- ducido una nueva generación de técnicas, muchas de las cuales han de resultar esen- 1 Los aspectos metodológicos de este trabajo se elaboraron el contexto de la investigación sobre “Redes y Complejidad: Hacia un análisis integrado en Antropología”, UBACYT 20020100100705 (Universidad de Buenos Aires, Programación científica 2011-2014).

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Etnicidad y Redes Territoriales: perspectivas de complejidad1

Carlos Reynoso Universidad de Buenos Aires

http://carlosreynoso.com.ar [email protected]

Introducción

La antropología tiene en su haber dos grandes logros muy distanciados en el tiempo y muy difíciles de evaluar desde la perspectiva contemporánea. Ambos fueron abandona-dos en una época no tan lejana en que se impusieron modas de pensamiento débil y una extraordinaria cortedad de miras. Hoy en día, sin embargo, se han vuelto a concentrar sobre ellos grandes expectativas, pues están bien claras cuáles son sus implicaciones para las políticas y las prácticas de cara a las problemáticas del territorio y la etnicidad. Me refiero, naturalmente, al estudio sistemático del parentesco y al análisis de redes sociales.

Partiendo de la creación de un método genealógico que distaba de la perfección en ple-no trabajo de campo, William Halse Rivers Rivers llevó a cabo un relevamiento de las redes parentales que más tarde se revelaría esencial, en manos de los propios aboríge-nes, para fundamentar reclamos territoriales e identitarios en el Estrecho de Torres. Cin-cuenta años después de la creación del concepto de redes sociales en el seno de la Es-cuela de Manchester y casi un siglo después de la expedición de Cambridge, el descu-brimiento de las distribuciones estadísticas propias de las grandes redes (la Web y la Internet) traerían a la actualidad las intuiciones de Vilfredo Pareto, el “efecto de San Mateo” de Robert Merton, las relaciones de pequeños mundos de Stanley Milgram, los números de Robin Dunbar para las diferentes relaciones sociales, la fuerza de los lazos débiles de Mark Granovetter y otros innumerables insights que redefinieron (o debieron haber redefinido) el papel de las ciencias sociales en la dinámica transdisciplinaria de las ciencias de la complejidad. Muchos de los supuestos de normalidad, monotonía, li-nealidad y sentido común que prevalecían en toda clase de ciencia demostraron ser en-gañosos, y muchas de las metáforas que se pensaban banales o específicas de dominio aportaron una fuerza metodológica insospechada.

Hoy en día la fusión entre los modelos reticulares y las perspectivas complejas ha pro-ducido una nueva generación de técnicas, muchas de las cuales han de resultar esen-

1 Los aspectos metodológicos de este trabajo se elaboraron el contexto de la investigación sobre “Redes y Complejidad: Hacia un análisis integrado en Antropología”, UBACYT 20020100100705 (Universidad de Buenos Aires, Programación científica 2011-2014).

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ciales en la comprensión de las complejas cuestiones del territorio y la etnicidad. Con-currentemente, en un diálogo sin precedentes entre las ciencias humanas y las discipli-nas formales están saliendo a la luz problemas de un nuevo orden y de una magnitud inédita, a la luz de los cuales se sabe hoy que unos cuantos conceptos cuya utilidad her-menéutica o instrumental dábamos por sentada en realidad se asientan sobre una base muy incierta.

En base a técnicas de modelado que surgieron de la investigación cara a cara, primero en términos del estudio genealógico, luego a caballo de las redes sociales y finalmente en el seno de la comunidad de estudiosos de la sintaxis espacial, las ciencias sociales están realizando el tránsito desde lo micro a lo macro y de lo simple a lo complejo que para esta clase de estudios es esencial y que se ha tornado al fin posible, pero que se encuentra atravesada por múltiples dificultades y malentendidos.

Todavía falta un largo trecho para pasar de las redes estáticas a las dinámicas, de los grafos unimodales a los multimodales y del modelado de las ciudades a la comprensión de los fenómenos que hacen a la identidad cultural y a la etnicidad a escala regional y aun más allá. Sobre el estado de arte de las nuevas técnicas y sobre los modelos todavía exploratorios que conforman el campo trata esta presentación, en la que se resumen primero un par de avances de la teoría y la práctica reticular en antropología, se revisan después los obstáculos con que se encontraron las técnicas lineales y estáticas que las articulaban y se ilustran algunos de los nuevos avances técnicos y metodológicos desa-rrollados en la ciencia de la complejidad. Estas técnicas se aplican a materiales obteni-dos en mis trabajos de campo en Bali que, aunque distantes en el tiempo y en el espacio, presentan los mismos efectos de tensión entre local y lo global que son propios de la investigación de la etnicidad y las redes territoriales aquí y ahora.

Aportes disciplinarios fundamentales – #1: Redes de parentesco y etnicidad

El primer avance sustancial de las técnicas elaboradas por la antropología no es otro que la analítica del parentesco, la que al principio se plasmó en una notación (el diagrama genealógico) que encubría su carácter reticular. Después de un siglo de dormir en los archivos y de que la antropología de lengua inglesa eliminara masivamente el análisis del parentesco de su grilla curricular de grado y posgrado, los primeros diagramas pa-rentales elaborados por la disciplina revelaron al fin ser de una utilidad insospechada en un juicio memorable en el que estuvieron en juego los derechos territoriales y la identi-dad étnica del pueblo que había sido motivo del relevamiento.

No todo el mundo sabe que el uso por parte de los nativos de las genealogías relevadas a partir de la expedición de la Universidad de Cambridge de 1898 ha modificado los pa-trones de tenencia de la tierra entre las comunidades aborígenes australianas y en el es-trecho de Torres, que no por nada es el lugar donde se estableció la práctica del trabajo

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de campo y donde se originó el método genealógico (Segalen y Michelat 1991; Bouquet 2001). Escribe Leah Lui, nativo del estrecho:2

En años recientes, el evento más significativo en el reconocimiento de los derechos in-dígenas en el estrecho de Torres y por cierto en Australia, está representado por la deci-sión de la corte suprema australiana sobre el Caso de la Tierra de Mabo que se litigó du-rante 10 años. En 1982 Koiki Mabo y otros cuatro isleños de la Isla Murray en el oriente del Estrecho de Torres presentaron una demanda en la Corte Suprema australiana re-clamando diferentes derechos a tierras tradicionales ocupadas continuamente por el pue-blo Meriam desde tiempos inmemoriales. Después de seis años, el caso sobrevivió a un intento del gobierno de Queensland para extinguir retroactivamente cualquier derecho que los isleños pudieran o no tener. En junio de 1992 la Corte Suprema reconoció por unanimidad del derechos de los Meriam a regir la isla Murray: “... el pueblo Meriam po-see frente a todo el mundo derecho a la posesión, ocupación, uso y goce de las tierras de las islas Murray” (Eddie Mabo y Otros vs el Estado de Queensland, Orden de la Corte Suprema de Australia). [...] La doctrina de “terra nulius” que decía que la tierra estaba deshabitada por gente con gobierno y sistema legal fue impugnada. El juicio constituye una victoria mayor para el pueblo Meriam y posee implicancias profundas para los isleños del estrecho de Torres y el pueblo aborigen en general (Sharp 1993: 235).

El testimonio jurídico más impactante que presentaron los nativos es el denominado Prueba #117 en la documentación del caso:

Llamativamente, este material fue elevado por el querellado Estado de Queensland sin objeción de los demandantes y su contenido fue avalado por ambas partes. Al presentar evidencia concerniente a la ‘cadena de títulos’ de las tierras reclamadas por los quere-llantes, se hizo referencia a las genealogías presentadas por el Dr. W. H. R. Rivers, quien fue un miembro de la expedición conducida por Haddon. Los querellantes también elevaron comentarios a los Reportes (particularmente al Volumen VI) referidos al paren-tesco y a la herencia de la propiedad para reforzar sus argumentos a propósito de la con-tinuidad de los componentes esenciales de la organización social de Meriam.3

Entre los reportes se encontraba, por supuesto, la misma exacta genealogía de la isla Murray que Rivers dibujara cien años antes. Desde entonces es posible percibir las co-piosas críticas que los antropólogos posteriores hicieran al método de Rivers y a sus limitaciones bajo un sesgo distinto, como si a pesar del menor tiempo transcurrido estos juicios denigratorios hubieran envejecido mucho más que aquellos amarillentos dia-gramas victorianos o que la estrechez de sus propósitos originales.

Entre 1999 y 2000 se realizó en el Museo de Arqueología y Antropología de Cambridge una exhibición recordatoria de la expedición al estrecho de Torres a la que asistí y a la cual documenté.4 Respecto de ella se ha escrito:

2 “Cultural identity and development in the Torres Strait islands”, Indira Gandhi National Centre for the Arts, Nueva Delhi, 1996, http://ignca.nic.in/ls_03009.htm. 3 http://www.mabonativetitle.com/info/documentaryEvidence.htm. Véanse también los documentos de Eddie Mabo en http://www.nla.gov.au/cdview/nla.ms-ms8822-8 y el pequeño libro de Sandi Kehoe-Forutan (1988). Visitado en enero de 2013. 4 Véase http://carlosreynoso.com.ar/mapa-de-cambridge/.

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Quizá el legado más famoso de la expedición es el uso de las genealogías de Rivers en respaldo de los reclamos de tierras, especialmente el Caso de las Tierras de la Isla Mu-rray, que sentó precedentes. Esta fue la primera vez que los testimonios orales de la historia fueron aceptados en una corte australiana y que el concepto de terra nulius se rechazó. Uno de los querellantes, Eddie Mabo, no vivió para escuchar el veredicto a su favor pero de muchas maneras su historia conecta las diversas partes de la exhibición, desde las genealogías de Rivers hasta la fotografía de los Beizam-boai (hombres-tibu-rón) caminando por Townsville para la inauguración de una lápida en la tumba de Eddie Mabo (Edwards 1999: 18) . 5

A la luz de lo que he registrado, la necesidad de preservar la capacidad de trabajar con el mayor rigor posible sobre relaciones sociales en general y relaciones de parentesco en particular no es algo respecto de lo cual quepa abandonar el terreno sólo porque global-mente prevalece una actitud nihilista en materia teórica.

El impacto de las nuevas tecnologías genealógicas y los nuevos usos forenses de las genealogías desarrolladas por los antropólogos son dos de los elementos de juicio que, a despecho de todas las críticas del método, los sesgos de la época, las ingenuidades de la epistemología, las limitaciones de las técnicas y lo soporífero que él mismo se haya tor-nado a veces, deberían situar el estudio del parentesco más como una posibilidad que se abre a la disciplina en el futuro inmediato que como un mal recuerdo que nos llega del pasado distante.

En contraste con lo que fue el trabajo exitoso de la Expedición de Cambridge en materia de puesta en valor de principios identitarios, la antropología también conoció algún fracaso en este campo. El más resonante es el que documentó James Clifford (1995) en su “Identidad en Mashpee”, referido a un reclamo identitario de los Mashpee que involucraba reivindicaciones territoriales con la posibilidad de explotar casinos. En lugar de recurrir a información fidedigna (como fue el caso en la querella en torno de la Isla Murray) los Mashpee recurrieron al testimonios de un antropólogo posmoderno que declaró no poder determinar si ellos constituían una tribu, porque la antropología del momento se sentía incapaz de definir algo tan vago de manera tan taxativa. Conse-cuentemente, los Mashpee perdieron el primer juicio, aunque años más tarde (ya sin asesoría de expertos antropólogos) les fue reconocido su estatuto tribal y sus derechos territoriales. La moraleja que se impone de cara al tema que nos convoca es que es ma-teria de reclamos en los que están en juego derechos territoriales y principios de iden-tidad y etnicidad no cualquier antropología sirve al propósito.

5 Los Beizam-boai, miembros del mismo clan de Eddie Mabo, son bailarines enmascarados que conser-van hoy las mismas ceremonias Bomai Malu que filmara en su día Alfred Haddon. Hay abundante docu-mentación de Cambridge y del estrecho de Torres (incluyendo la filmografía completa de Haddon en la isla Murray) en mi sitio de web (Haddon 1912: 281-313).Véase http://carlosreynoso.com.ar/mapa-de-cambridge/ y http://carlosreynoso.com.ar/ciencia-cognitiva-02-la-expedicion-al-estrecho-de-torres-y-los-esquemas-de-bartlett/.

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Aportes disciplinarios fundamentales – #2: Las redes sociales

Literalmente, las redes sociales no fueron fundadas o predichas ni por la numerología de los tecnólogos ni por la sensibilidad de los artistas. Por el contrario, son una creación antropológica. La expresión “red social” fue acuñada por el antropólogo de la venerable Escuela de Manchester John A. Barnes a principios de los años ’50, con vistas a aplicarla al estudio de las sociedades complejas que se estaban gestando, descoloniza-ción mediante, en las ciudades del Africa. Fue como si se intuyera que algo tan anárqui-co e ingobernable ameritaba un modelo de semejante nivel de abstracción. El concepto, por desdicha, no tuvo mayor continuidad dentro de la disciplina, y el análisis de redes sociales fue impulsado por las corrientes estructurales de la sociología que la convir-tieron en una estática social bien intencionada pero más bien rutinaria. Hoy en día, tras treinta años de sueño hermenéutico y conformismo posmoderno, puede que los antropólogos no estén en la mejor forma para recuperar lo suyo y volver a situarse en la vanguardia del abordaje científico en el estudio de las redes. Pero de algún modo fueron los creadores de la idea, por lo que propongo, en lo que sigue del artículo, llamar a las redes sociales virtuales de última generación (Facebook, Twitter y demás) redes sociales de segundo orden (RSSO), tanto por su posicionamiento histórico como por su contingencia y virtualidad.

Casi siempre en la esfera de influencia de la escuela de Manchester, en la antropología social británica tuvieron sus quince minutos de fama “los cinco B-” que realizaron la transición entre el moribundo estructural-funcionalismo de la época colonial y la nueva era de las estrategias relacionales y dinamicistas: Barnes, Bott, Barth, Boissevain, Bailey. El carismático Barth, creador del transaccionalismo, no fue un teórico de redes de la primera hora, pero en los noventa se volcó hacia esa clase de modelos en nombre de un mayor naturalismo en la conceptualización social (Barth 1992). Entre libros y artículos (y entre Manchester y Harvard), los estudios de redes del período de auge en antropología suman unos docientos, destacándose aparte de los nombrados los de auto-res como Geert Banck, el estudioso de la mafia Anton Blok, D. M. Boswell, la estudiosa de género Tessa Cubitt, Arnold L. Epstein, Philip H. Gulliver, Peter Harriet-Jones, David Jacobson, D. G. Jongmans, Nancy Howell Lee, Rudo Niemeijer, Mary Noble, Albertus Antonius Trouwborst [1928-2007], el analista situacional Jaap van Velsen [1921-1999], Prudence Wheeldon, Norman Whitten y Alvin Wolfe.

La obra maestra en materia de estudios exhaustivos de redes antropológicas es, tal vez, el análisis que llevó a cabo el australiano Bruce Kapferer (1972) en torno de una disputa en una pequeña red de trabajadores mineros en Kabwe, ciudad del centro de Zambia lla-mada antes Broken Hill, de donde procede el alguna vez famoso Hombre de Rhodesia. El estudio abarcaba una de las tres secciones o celdas, comprendiendo quince trabajado-res permanentes y un grupo de ocho que iban y venían hacia o desde las otras secciones. La discusión que motivó el análisis comenzó cuando un trabajador de edad más avanzada, Abraham, acusó a otro más joven, Donald, de romper el ritmo coordinado de trabajo, acelerando más de lo que todos podían tolerar. En represalia, Donald lo acusó veladamente de brujería. Lo que sucedió fue que los demás operarios, en lugar de ali-

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nearse conforme a sus edades, terminaron respaldando más a Abraham que a Donald. La pregunta que se formuló Kapferer fue ¿por qué algunos trabajadores tomaron partido de maneras que parecerían antagónicas a sus intereses en materia de ritmo de trabajo y brujería?

Figura 1 – Grafo de los mineros de Zambia según Bruce Kapferer (1969)

Programado por el autor en ORA Net Scenes

Kapferer estimó que los mineros se alinearían de manera tal de minimizar la amenaza sobre sus posiciones. Comparó entonces las cualidades de las relaciones directas de los miembros del grupo con Abraham y con Donald en función de tres variables interacti-vas de intercambio, multiplexidad y flujo direccional (figura 1). El intercambio abar-caba a su vez cinco tipos de contenido: conversación, comportamiento jocoso, ayuda en el trabajo, asistencia pecuniaria y servicios personales. La multiplexidad se refería al número de diversos contenidos de intercambio en la relación, vale decir, si ésta era simple o múltiple. El flujo contemplaba la dirección de los contenidos de intercambio: en un sentido, en el otro o en ambos. Sobre todo este aparato conceptual, Kapferer apli-có medidas sobre cuatro variables estructurales: (a) la proporción de relaciones múlti-ples de un hombre con otros hombres; (b) la proporción de vínculos laterales; (c) la den-sidad de las relaciones laterales de cada Ego; (d) la esfera, entendida como la propor-ción resultante de todas las relaciones, tanto las directas desde cada Ego como los vín-culos laterales de esas relaciones. Kapferer pudo explicar entonces la conducta en apa-riencia contradictoria de algunos actores: Abraham podía ganar el apoyo de muchos que en la disputa parecían neutrales debido a sus estrechas relaciones con terceras personas influyentes.

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El trabajo de Kapferer es magistral; no sólo resolvió de forma abierta a la inspección su problema empírico, sino que sirvió para ajustar diversos métodos de cálculo en redes sociales, la multiplexidad en primer término. Todavía hoy los datos de Kapferer integran el juego de archivos de ejemplo de un número crecido de programas de análisis de redes sociales: UCINET/Pajek/NetView, Krackplot y ORA Visualizer, entre otros (Wasserman y Faust 1994: 6, 13, 49-50, 179, 779; Borgatti, Everett y Freeman 2002).

Pero la práctica intensiva del análisis de redes en el seno de la escuela mancuniana duraría tan poco como la buena imagen de la escuela misma. Muchos de sus represen-tantes de la primera hora se inclinarían hacia posiciones interpretativas y fenomeno-lógicas en los años setenta, y no pocos llegaron a abrazar formas extremas de posmoder-nismo en las tres décadas subsiguientes. Nadie menos que el propio Bruce Kapferer, arrojando al vertedero una de sus más valiosas contribuciones, concedió esta expresiva entrevista a Olaf Smedal para Antropolog Nytt 3 en el año 2000:

Cuando hace 25 años usted accedió a editar el volumen que luego fue Transaction and meaning (1976) yo supongo que lo hizo porque sentía un fuerte interés (aunque luego

tal vez menguante) en la teoría del intercambio, no en el sentido Maussiano sino en el

Barthiano y sobre todo Blauniano. ¿Todavía ve algún mérito en esas tradiciones

analíticas, o ellas ya son caballos muertos en lo que a usted concierne?

Bueno, déjeme ponerlo de esta manera. Es un caballo muerto para mí, pero se está po-niendo activo nuevamente. Están todas esas cosas que hice en materia de elección, toma de decisiones, redes muy barthianas (fui un pionero del análisis de redes); con esto de la globalización actual, todo eso es otra vez la orientación de moda.

¿Lo usaría ahora, entonces?

No. En realidad tendría que plantear la pregunta de otra manera. Usted me preguntó qué efecto tuvo ese período temprano. Bueno, el efecto que tuvo ese período fue, como puede ver todavía en todo mi trabajo, mi preocupación por cantidades masivas de detalle. Esto es, trabajar muy de cerca con una cantidad de detalles, con montones de prácticas y elaborar todo eso. Y eso proviene del viejo análisis situacional mancheste-riano y el método extendido de casos. Tal como dije a mis alumnos esta mañana, ese proceso se bifurcó. Por un lado estaba el método extendido de casos que se preocupaba mucho por cómo las culturas y las estructuras se creaban y generaban continuamente, y que usaba una especie de método barthiano ingenuo. [...] Todo esto está claro en Strategy and transaction in an African factory (1972), donde traté de articular, siguien-do a [Peter] Blau, una teoría que soportara ese análisis de caso extendido del tipo de re-des. De hecho eso fue muy positivista, muy objetivista, etcétera.

Qué es lo que anduvo mal

Si la antropología fue capaz de desarrollar ideas que llevaron al estado de arte en la analítica del parentesco y al análisis de las redes sociales ¿por qué razón no ocupa hoy el lugar que merece en el concierto de las disciplinas?

La respuesta a esta pregunta, desde ya, debe contemplar un gran número de factores y de acontecimientos: la pérdida de las herramientas comparativas, el carácter esotérico de lo que se conoció en algún momento como la antropología matemática, el colapso ver-

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gonzante del alguna vez promisorio análisis componencial, el descrédito de la propia noción de cultura en la década de 1990, la tardía e infortunada glorificación del “cono-cimiento local” por parte del influyente Clifford Geertz (1983) en los albores de la glo-balización, la aparición de otras disciplinas que ocuparon espacios antes reclamados por la nuestra, el descrédito del modelos de las cuatro ‘s’ [synchronous single society

studio], el rápido agotamiento de la imaginación en espacios temáticos tales como la an-tropología urbana o la antropología organizacional, la falta de modelos dinámicos ge-nuinos en antropología médica y la infatigable promoción de los “pequeños lugares” como los objetos disciplinarios por antonomasia (Eriksen 2001), alentando una doctrina que acentúa el hecho de que las tácticas y técnicas antropológicas usuales no escalan adecuadamente de la casa a la aldea, de ésta a la ciudad y luego más allá hacia el plano transnacional (cf. Eriksen 2003: 1; Brenner 2004).

Modelo Perspectiva del Objeto

Inferencia Propósito Ejemplo

1. Interpretativo Simplicidad desorganizada

Narrativa / Abductiva

Comprensión Antropología interpretativa

2. Mecánico Simplicidad organizada

Analítica-deductiva Explicación Materialismo cultural, estructuralismo

3. Estadístico Complejidad desorganizada

Sintética-inductiva Correlación Antropología transcultural

4. Complejo Complejidad organizada

Holista-descriptiva Modelado estructural o pocesual

Modelos basados en agentes, sociedades artificiales

Cuadro 1 – Los cuatro modelos (Reynoso 2006)

Dejando del lado el hecho de que la antropología se inclinó mayormente a lo que po-dríamos llamar modelado discursivo o narrativo (que vendrían a ser los Modelos de Tipo 1 en el cuadro de la clasificación propuesta), creo yo que desde el punto de vista de los métodos inclinados a la formalización hay dos campos de problematicidad que con-tribuyeron al ostracismo: (1) el apego a principios estructurales antes que a la compren-sión de la dinámica y el cambio en los modelos mecánicos (de Tipo 2) y (2) el predo-minio indiscutido de concepciones de linealidad, homogeneidad, monotonía y normali-dad en los modelos estadísticos (el Tipo 3).

En ningún lugar esto es más evidente que en el uso continuado y acrítico del manual por antonomasia del análisis de redes sociales (ARS), el tratado de Wasserman y Faust (1994). Respecto de él he escrito hace un par de años:

Cuatro o cinco años después de editado ese manual considerado pináculo en su género se descubrió que las redes de la vida real no exhiben las propiedades estadísticas que Was-serman y Faust dan por sentadas. No son pocos los cálculos que propone este tratado que deberían plantearse ahora de otra manera; lo mismo se aplica a diversos supuestos meto-dológicos (distribuciones de Bernoulli, muestreo, monotonía) y a las correspondientes es-trategias de modelado y visualización. Aquí y allá el texto de Wasserman-Faust habla […] de modelado estadístico y pruebas de significancia sin reconocer que estas técnicas de statistical testing (englobadas en la sigla NHST) hace mucho se saben problemáticas. […]

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Conceptos que se han vuelto fundamentales (la fuerza de los lazos débiles, los mundos pequeños, las transiciones de fase, la coloración de grafos y sus generalizaciones, la teoría de Ramsey, las cajas de Dirichlet, el principio de los pigeonholes, los grafos de intersec-ción, de intervalo y de tolerancia, los grafos pesados, los árboles abarcadores mínimos, la tratabilidad, la percolación, la escala, la no-linealidad, las alternativas a la ley del semicír-culo, la teoría extremal de grafos, la optimización combinatoria, el análisis espectral, las matrices laplacianas, la noción misma de vectores o de valores propios) no se tratan en absoluto o se despachan a la ligera. El texto, de apariencia extrañamente setentista, per-manece anclado en una concepción estructural-estática de las redes que contrasta con la visión procesual-dinámica que hoy se cultiva en los principales centros de investigación. Lo más grave, consecuentemente, es que el libro consolidó una visión analítica de las re-des sociales, sin interrogar a través de un modelado genuino los mecanismos que hacen a su accionar o la posibilidad de intervenir en ellas (Reynoso 2010: 23-24, n. 5).

Respecto de la problemática de las estadísticas (tanto aplicadas a redes como en gene-ral) he desarrollado los dilemas en torno del asunto en Antropología y Estadísticas:

Batallas en torno de la Hipótesis Nula (Reynoso 2011). Más allá de las confusiones emergentes de la estadística paramétrica clásica y de la prueba estadística de referencia, me parece que los dilemas más hondos se originan, una vez más, en el predominio de supuestos de linealidad y normalidad.

Hacia fines del siglo XX el estudio de las estructuras en red de la World Wide Web y la Internet demostró en forma dramática que las diversas distribuciones estadísticas que les eran propias no respondían al modelo de las distribuciones normales sino que se ajus-taban a leyes de potencia (Barabási 2003; Reynoso 2011). Estas distribuciones, simi-lares a las viejas leyes de Pareto y de Zipf, difieren de las distribuciones gaussianas y afines tanto como es posible que dos cosas difieran, cualitativa y cuantitativamente. Al ser la la ley de potencia una distribución en la que no es ni útil ni posible definir medias o promedios, en la que no existe un valor que pueda reputarse “normal” (intermedio más o menos exacto entre los valores extremos) y a la que no puede llegarse mediante operaciones de muestreo, gran parte de las estadísticas convencionales no le son apli-cables.

El problema que deseo enfatizar aquí tiene que ver con el hecho de que si bien el des-cubrimiento de la vigencia de la LP en la mayor parte de los fenómenos y procesos so-ciales y culturales ha sido plenamente reconocido, las ciencias humanas en general y el análisis de redes sociales en particular siguen adelante su negocio sin tomar cabalmente en cuenta el nue-vo estado de cosas. No se han cambiado correspondientemente ni los diseños investigativos ni las herramientas de software, que siguen aplicándose como si la distribución normal siguiera siendo, como se quiso que fuera hasta hace poco, la madre de todas las leyes. Los métodos implicados en ella, capítulo fundamental de un aleatorismo envolvente que se obstina en presentar una pregunta mal planteada como si fuera una respuesta inteligente, siguen osbtaculizando el camino hacia métodos de mo-delado matemático que son a todas luces más instrumentales para empezar a compren-der las complejidades involucradas.

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Nuevas perspectivas de problematicidad, nuevos avances metodológicos

El tema conductor que me ha orientado en los últimos años ha sido el de las mal llama-das ciencias de la complejidad. Existen numerosos géneros de algoritmos y estilos de modelado complejo, comprendiendo campos tales como dinámica no lineal, geometría fractal, gramáticas recursivas complejas, metaheurísticas basadas en la cultura o la natu-raleza, análisis de series temporales no lineales, dinámica de redes y sistemas complejos adaptativos, entre otros. Estos últimos incluyen autómatas celulares, redes booleanas, modelos basados en agentes, sociedades y vida artificial. He ejemplificado ampliamente aplicaciones antropológicas de todos estos estilos de modelado en dos libros principales, dedicados respectivamente a Complejidad y caos: Una exploración antropológica (Rey-noso 2006) y al Análisis y diseño de la ciudad compleja: Perspectivas desde la antro-

pología urbana (Reynoso 2009). Un tercer volumen, Redes y complejidad: Modelos

interdisciplinarios en la gestión sostenible de la sociedad y la cultura (Reynoso 2010) estudia en particular las relaciones entre la teoría de grafos, el análisis de redes sociales y la ciencia de la complejidad, siempre desde una concepción antropológica. La confluencia del análisis de redes y de las técnicas complejas ha producido enormes avances en la comprensión en todo el campo de la teoría, los métodos y las técnicas.

Figura 2 – Modelo del desarrollo de la cultura Anasazi.

A la izquierda, el estado de la simulación en contraste con los datos históricos. A la derecha, los valores de parámetro.

Aquí sólo podré dar una idea muy somera del modelado basado en agentes (MBA), uno de los estilos algorítmicos complejos cuyas propiedades y aplicaciones en el ámbito disciplinar he detallado en otras partes (Reynoso 2006: 194-234; 2010: 91-110). Un mo-delo construido en estos términos es básicamente un programa en que se especifican los elementos en juego y la relaciones dinámicas entre ellos. El MBA es lo que se dice di-námico, procesual y microscópico: el comportamiento del conjunto se deriva mediante un claro proceso de emergencia a partir de las relaciones locales.

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El MBA tiene una larga y rica trayectoria en antropología. El más conocido de todos los modelos tal vez sea el que atañe al colapso de la cultura Anasazi, impulsado en el Insti-tuto de Santa Fe por el arqueólogo George Gumerman (Figura 2). El modelo intenta explicar por qué la cultura Anasazi desapareció hacia el siglo IX de la era cristiana, coordinando variables tales como el tamaño de la unidad doméstica, las necesidades de nutrición, las necesidades nutricionales, el tamaño promedio de los depósitos de granos, etcétera. Hay que admitir que el modelo no funcionó como se esperaba. A mi juicio esto sucedió porque no se integraron los datos reticularmente, se consideraron más variables y parámetros de lo necesario, se trabajó a partir de supuestos de homogeneidad a lo largo de tiempo (sin las transiciones de fase que hoy son mandatorias) y se hicieron concesiones a un principio que algunos llamarán de corrección política pero que a la larga se revela más bien etnocéntrico: a diferencia de los nativos del tercer mundo, tales como los mexicanos y otros muchos, los aborígenes del Primer Mundo en general y de los Estados Unidos en particular no pueden ser caníbales. Si hubo canibalismo debió venir desde fuera (desde la cultura Azteca, por ejemplo) y por lo tanto no se programó dicha eventualidad, pues una nueva e inesperada ortodoxia manda que los factores exó-genos sean tabú en el MBA.

Mucho más exitosos han sido los estudios de Stephen Lansing y James Kremer (1993) de la Universidad de Arizona en Tucson sobre los intrincados sistemas de irrigación ba-lineses, que han significado un enigma para hidrólogos y antropólogos durante décadas; según una encuesta realizada sobre quince grupos sociales distintos para evaluar la ade-cuación de los modelos, los “juegos” de sociedades hidráulicas programados por Lan-sing lograron capturar las ideas de los agricultores sobre cooperación y toma de deci-siones en escenarios reales.

Figura 3 - Modelo de Lansing en NetLogo

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He escogido este modelo porque corresponde a un sitio en el que he trabajado y con el que tengo familiaridad, así como por su valor general. Lejos de ser específicas de una cultura en particular, las problemáticas implicadas parecen ser las mismas en todos los casos en que los intereses de la globalización entran en conflicto con la etnicidad y con las prácticas territoriales basadas en la diversidad y la cooperación.

El modelo de Lansing se refiere a la interacción entre las estrategias definidas en los encuentros rituales en los templos de agua y los subak. Éstos son organizaciones iguali-tarias de agricultores de arroz en el sur de Bali. Comenzando desde los terrenos más al-tos en la cuenca de un río que desagua cráteres inundados, cada presa define un con-junto de terrazas organizado como uno o más subak. Cada nivel está asociado a su vez con diversos altares y templos de agua, con un templo en particular en el que anualmen-te se coordina el ciclo ritual con las actividades agrícolas. Los vínculos rituales en la red de templos enfatizan la interdependencia de las relaciones corriente arriba y corriente abajo y ayudan también a resolver toda clase de problemas entre vecinos.

La coordinación de las actividades da lugar a períodos de barbecho sobre áreas bastante extensas que contribuyen a controlar las plagas privando a éstas de su hábitat normal. Cuando estas actividades no se coordinan y se planta de manera continua para maximi-zar la cosecha (como sucedió a partir de la fallida Revolución Verde de 1970-1971) se experimentan caídas en la producción, aumento de las plagas y polución.

Figura 4 - Contraste entre una corrida de 11 años en el modelo y los datos reales de 1987.

Las formas geométricas muestran las estrategias (Mejor – Diferente – Igual – Peor) (Basado en Lansing 2006: 80-81)

Con la colaboración de James Kremer, Lansing elaboró un modelo basado en agentes para ilustrar la dinámica de estos procesos. Los programas originales (para Mac sola-mente) todavía se consiguen en las páginas de la Universidad de Arizona, pero hoy en

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día es problemático compatibilizarlos con los actuales entornos operativos.6 Marco A. Janssen, de la Universidad del Estado de Arizona desarrolló entre 2006 y 2008 un pro-grama más moderno en ambiente NetLogo cuya interface se ilustra en la figura 3.7 El equipo de trabajo de Antropocaos a cargo de Diego Díaz Córdova migró este segundo programa (que ya se había tornado incompatible) a la versión actual de NetLogo; la versión actualizada se encuentra disponible en las páginas correspondientes a esta con-ferencia junto con otros materiales complementarios.8

El modelo de Lansing especula sobre la forma en que la coordinación entre los agricul-tores pudo haber evolucionado como resultado de las interacciones locales. Cada agri-cultor miembro de un subak toma una decisión respecto del patrón de trabajo a utilizar cada año. Observando a sus vecinos, establece cuál de ellos tuvo ese año la mejor per-formance y copia su estrategia. Al cabo de pocos años todo el sistema se estabiliza en un nivel que se encuentra muy cerca del óptimo posible. La totalidad del sistema se organiza (en forma emergente) a partir de interacciones puramente locales.

Basada en un sistema de relaciones de poder tan sutil como para pasar por completo inadvertido, la función práctica de los templos no fue reconocida hasta demasiado tarde, cuando ya se habían desencadenado los tristes efectos de la Revolución Verde. El tra-bajo ulterior de Lansing mostró la forma en que los templos perdieron el control de los patrones de cultivo, sobrevinieron todas las clases conocidas y desconocidas de crisis ecológica, se perdió de vista la integración de lo simbólico y lo económico y se im-plementó un modelo burocrático de control de irragación que resultó ser sobresimpli-ficado e ineficiente. El modelo de Lansing posee interesantes capacidades predictivas. De manera parecida a lo que sería la contrastación en el programa de los Anasazi, la figura 4 muestra el paralelismo entre una corrida del modelo correspondiente a once años y los datos reales de 1987.

Tras el fracaso indisimulable del modelo global impuesto de arriba hacia abajo, en 1984 Lansing pidió al Banco Asiático de Desarrollo que se impulsara el restablecimiento de las prácticas tradicionales. Sin privarse de ningún gesto de pedantería el Banco contestó:

No estamos totalmente de acuerdo con las preocupaciones expresadas por el Sr Lansing. Ciertamente hay una relación directa entre grandes áreas de tierra en barbecho por un pe-ríodo considerable y la población de las plagas. Sin embargo, los programas de control de plagas ejecutados eficiente y efectivamente controlarán la población de plagas y permiti-rán el crecimiento del arroz durante todo el año si existen adecuadas fuentes de agua, tal como sucede por ejemplo en ciertas áreas de Java Central y Oriental donde los agriculto-res obtienen tres cosechas anuales. Debe notarse que no hay desarrollo que no afecte a los

6 El modelo de Lansing se encuentra en http://www.ic.arizona.edu/~lansing/bali.htm. Visitado en enero de 2013. 7 El modelo de Janssen está en http://www.openabm.org/model/2221/version/1/view. Visitado en enero de 2013. 8 Véase http://carlosreynoso.com.ar/etnicidad-y-redes-territoriales/. Visitado en enero de 2013.

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sistemas o costumbres tradicionales. Todo el mundo puede criticar y dañar un proyecto, pero sólo unos pocos pueden superar esos problemas difíciles y hacer el proyecto viable.

El argumento clave es el que expresa que no puede haber desarrollo que no avasalle los sistemas o costumbres tradicionales. Habiéndose negado a contemplar la posibilidad de cambiar de idea, el organismo cerró las puertas a una alternativa adaptativa y cultural-mente adecuada, promoviendo el uso de pesticidas en lugar de permitir la coordinación del barbecho como técnica de control de plagas. Nada más que cuatro años después, un documento del Banco Mundial reportó que “el uso de pesticidas ha contaminado pro-fundamente el suelo y los recursos hídricos de la isla”.

El trabajo de campo que realicé en Bali entre enero y febrero de 1997 (una década antes de la publicación de Perfect Order) me permitió corroborar la exactitud de las pre-dicciones de Lansing y documentar las consecuencias en el largo plazo de una política global contradictoria con las prácticas locales adaptativas con la que los balineses ha-bían administrado su territorio durante siglos. A fines de la década de 1990 las variantes balinesas de arroz, sutilmente adaptadas a las características de cada ladera y cada cuen-ca hídrica ya habían sido sustituidas en todo el territorio por el transgénico IR-8 reco-mendado por el Banco Mundial. Es una variedad semi-enana desarrollada por el Inter-national Rice Research Institute (IRRI) que produce hasta 10 veces más que el arroz in-donesio común pero que requiere fertilizantes y plaguicidas específicos. El resultado de la generalización de esta clase de arroz en Bali fue la virtual destrucción de los atolones de coral.9

El relevamiento fotográfico que sigue ilustra la pureza de las aguas en el templo que se encuentra corriente arriba (Figura 5), el abandono de terrazas de mil años de antigüedad debido al colapso de numerosos subak, a la ruptura de los patrones de auto-organización y a la sustitución de la agricultura de subsistencia por el turismo (Figura 6), la planta-ción de variantes globales de arroz impuestas por multinacionales y el IRRI (Figura 7), la contaminación de las aguas por exceso de fosfatos que impiden que los campesinos obtengan peces y ranas de sus campos de arroz (Figura 8) y el desacople entre el calen-dario ritual y el ciclo agrícola en el templo mayor de Besakih, totalmente desierto e inactivo en plena temporada de lluvias (Figura 9).

Otros aspectos sensibles del cambio no salen en la foto: los granos del IR-8 y sus suce-sores híbridos y transgénicos son homogéneos e impolutos y en su cocción (que de-manda el mismo tiempo exacto sin que importe el subak, la región, el país o el con-tinente de origen) es improbable que se pasen o se peguen; pero el inconfundible aroma de la cocción del arroz tradicional para el nasi goreng, delicadamente distinto de un valle a otro, se ha perdido para siempre.

9 Véase http://blog.baliwww.com/environment-nature/1421. Visitado en enero de 2013.

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Conclusiones

El modelo de redes de agentes desarrollado por Lansing y actualizado por nuestros equi-pos de trabajo permite poner en contraste las prácticas tradicionales con sus efectos emergentes y las prácticas globales impulsadas por multinacionales y gobiernos. Es in-dudable que esta clase de modelos está más en línea con las búsquedas formales y proactivas que se pusieron en movimiento en la expedición al Estrecho de Torres que con los balbuceos del pensamiento débil en la deposición testimonial en Mashpee.

Aun así, el modelado de redes de agentes está poniendo de manifiesto un conjunto de aspectos prioritariamente necesitados de mejora. La visión dominante hasta hoy sobre el análisis de redes sociales en la línea fundada por la escuela de Manchester y sus deriva-ciones contemporáneas, por ejemplo, ha enfatizado los aspectos estáticos, relacionales y estructurales de las redes en detrimento del modelado dinámico y del tratamiento de los aspectos espaciales. Sufriendo todavía la inercia de múltiples ortodoxias, recién en los últimos años se ha comenzado a trabajar en términos de redes dinámicas y redes espa-ciales (Barrat, Barthélemy y Vespignani 2008; Reggiani y Nijkamp 2009; Sierksma y Ghosh 2010). De allí que fuera necesario complementar el análisis de redes tradicional con el modelado basado en agentes, inherentemente dinámico y espacial.

Todavía es mucho lo que resta por hacer. El contraste entre los modelos que hemos llamado complejos con el modelado estadístico demuestra que lo primero que urge re-pensar es el concepto de escala y la epistemología de la cuantificación. En lo que a las redes respecta, deben elaborarse técnicas para sustituir el muestreo así como principios de representación y análisis multimodal que den cuenta del hecho de que nunca hay una sola red, sino muchas redes interactuantes. Y en lo que a la cuantificación atañe deben elaborarse alternativas a las estadísticas basadas en presunciones de normalidad. Tam-bién se debería tomar conciencia de que los problemas que normalmente se abordan en el estudio de los procesos territoriales son por lo general problemas inversos que, en tanto tales, admiten muchas respuestas posibles junto a la que nos ha sido dado encon-trar. El modelo que podamos construir será siempre uno entre los muchos modelos al-ternativos posibles.

Precisamente por la dialéctica que instaura entre lo real y lo posible, el modelado alienta el tránsito entre comprender pasivamente la realidad y explorar diversas formas de cam-biarla, articulando las propiedades emergentes de sistemas que ahora se sabe inheren-temente complejos. Aunque siempre está latente el riesgo de que ellos se conviertan en fines en sí mismos, los modelos, por ser lo que son, permiten comprender y modular el pasaje desde la simulación de los procesos tal cual son hacia diversas alternativas de lo que ellos han sido o podrían llegar a ser. En tal sentido es también prioritario que las herramientas permitan explorar las contradicciones eventuales y la congruencia en úl-timo análisis entre las estructuras y los acontecimientos, entre lo local y lo global, entre los sistemas complejos adaptativos y las prácticas sociales sostenibles.

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Figuras complementarias:

Figura 5 – Templo de agua, corriente arriba.

Cercanías del volcán Gunung Agung.

Figura 6 – Terrazas abandonadas en las laderas, en el sur de Bali

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Figura 7 – Cultivo de arroz de la variedad IR-8

Figura 8 – Aguas fosfatadas, sin peces ni ranas, en el curso bajo del canal

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Figura 9 – Templo mayor de Besakih con turistas locales pero sin ritual

en plena temporada de lluvias

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