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1 La teoría de la localización Néstor Duch Brown Universitat de Barcelona

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La teoría de la localización

Néstor Duch Brown

Universitat de Barcelona

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0. Introducción La literatura económica reciente, especialmente aquella que se ocupa de explicar las causas del crecimiento económico, ha focalizado su análisis en el papel del territorio y de sus determinantes históricos. La introducción de la dimensión espacial en la teoría económica convencional supone modificaciones rigurosas a los resultados tradicionales del análisis competitivo, sobre todo en referencia a su influencia sobre la organización industrial local y su capacidad de potenciar el crecimiento. Las decisiones locacionales, mediante las cuales se elige un lugar determinado para instalar una empresa, generan una distribución espacial de las actividades económicas, que pueden estar concentradas en algunos puntos o dispersas por todo un territorio. Estas decisiones pueden obedecer a ciertas regularidades o ser totalmente aleatorias. La teoría tradicional de la localización ha tenido un enfoque incompleto ante el problema de explicar los patrones de localización y los factores que los determinan, muchas veces sin siquiera hacer explícitos los mecanismos microeconómicos que inducen a las empresas y a los consumidores a ubicarse los unos cerca de los otros. Los avances en la teoría de la organización industrial y del crecimiento económico, ocurridos durante la década de los setenta, han permitido la aparición de modelos basados en los principios de la competencia imperfecta, que permiten un análisis más profundo de la realidad económica y que encajan muy bien en el estudio de la localización. En este planteamiento, se considera que el espacio actúa como fallo de mercado, por lo que asumir la existencia de competencia perfecta es, aunque teóricamente válido, un supuesto en exceso restrictivo. De esta forma, las economías de escala en la producción juegan un papel preponderante en la explicación de no pocos fenómenos económicos. Los modelos con externalidades se han constituido como una alternativa lo suficientemente rigurosa para hacer frente a la teoría económica tradicional, apuntalada en la competencia perfecta y los rendimientos constantes a escala y resultan especialmente atractivos para el análisis de la aglomeración de las actividades económicas. Para que la teoría de la localización tenga sentido, es necesario alejarse del enfoque de rendimientos constantes a escala y mercados competitivos, ya que la introducción del espacio limita la competencia. La propia localización se constituye como una barrera a la entrada y proporciona un cierto poder de mercado a las empresas ahí ubicadas. Los rendimientos crecientes son fundamentales para explicar la concentración territorial de la producción. Si nos enfrentáramos a rendimientos no crecientes, sería deseable para cada empresa distribuir sus actividades entre todas las áreas de consumo posible, en

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donde el nivel de producción sería el que satisface la demanda local. Los costes de transporte se ahorrarían y cada mercado sería una autarquía. Sin embargo, las ciudades son la evidencia más convincente de la magnitud de las externalidades en las economías reales. La concentración espacial provee a las empresas de una serie de beneficios que generan un tipo especial de economías externas: las economías de aglomeración, por medio de las cuales se reducen los costes locales de producción . Dichas economías se derivan del aglutinamiento territorial de las actividades económicas. En el territorio, las economías son internas, pero a nivel de la empresa individual, las economías son externas. Existen, además, otro tipo de efectos externos, o externalidades, que afectan las decisiones locacionales: las externalidades tecnológicas (o no pecuniarias) que se refieren a las ventajas que disfrutan las empresas de la capacidad innovadora de otras geográficamente próximas. Las razones de la marginación del espacio en la teoría económica todavía se desconocen. Blaug (1985) sostiene que von Thünen adolecía de falta de claridad en sus trabajos mientras que Launhardt desarrolló sus teorías siguiendo un formalismo poco accesible para su época. Sin embargo, la explicación de haber carecido de precursores eminentes parece poco satisfactoria. Para que la economía espacial tenga relevancia, es necesario que los teóricos del espacio demuestren la importancia real que tiene éste en el seno de la teoría económica. El interés de un modelo no reside en el realismo de sus hipótesis, sino en su poder explicativo. En este sentido, los teóricos del espacio deben reconocer la importancia y multitud de problemas económicos fundamentales que pueden estudiarse de manera profunda a partir de modelos puntuales (no espaciales). Resulta equivocado inferir de lo anterior que el espacio es económicamente neutro y que debe ser menospreciado como objeto de análisis, aun cuando muchos de los intentos serios por construir teorías del espacio económico se contabilicen como fracasos. Paradójicamente, el espacio juega un papel fundamental en el funcionamiento real de los mercados, pero está ausente de los modelos teóricos. La paradoja resulta aparente, ya que integrar espacio y competencia exige alejarse de la comodidad de los principios del análisis competitivo e impone restricciones complejas sobre cualquier otra forma de competencia. Por consiguiente, resulta más cómodo jugar con los triángulos de Weber o los hexágonos de Lösch, dando la impresión de que la economía espacial se reduce a cuestiones de geometría aplicada, sin considerar las implicaciones fundamentales que tiene la interdependencia espacial y el territorio en el análisis económico. El nuevo enfoque del análisis locacional justifica la concentración espacial de las actividades económicas mediante la existencia de economías externas de aglomeración que reducen los costes de producción dentro de unos determinados límites territoriales.

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Este proceso genera, asimismo, una dinámica industrial capaz de atraer actividades complementarias y de generar servicios especializados, así como de fomentar la innovación tecnológica. Este nuevo enfoque recupera la tradición de Marshall sobre las economías externas a la empresa pero internas al territorio, lo que permitía, según el propio Marshall, mantener el supuesto de competencia perfecta. Si suponemos que las economías externas tienen una limitación geográfica que favorece la aglomeración, debemos suponer también la imposibilidad de que dichas economías sean trasladadas de un lugar a otro, lo que hace que las regiones se diferencien unas de otras. Por lo tanto, dichas economías están circunscritas por ciertas barreras territoriales. Sin embargo, los procesos de integración económica modifican, debido a la alteración de los mecanismos de atracción y repulsión, el espacio económico en consideración. La ampliación de dicho espacio o la adición de nuevas unidades territoriales con otro tipo de fuerzas, alteran el equilibrio espacial y tienden a modificar la estructura de regiones particulares, en la búsqueda de una organización espacial general más eficiente. Este trabajo se plantea investigar sobre los determinantes de la localización industrial bajo este nuevo enfoque, sobre todo dirigiéndose a los efectos que sobre la relocalización de las actividades tienen los procesos de integración económica o de Globalización. En el primer apartado se ofrece una breve reseña histórica de la teoría de la localización, sobre todo lo que se conocen como modelos normativos y se plantea el nuevo enfoque basado en la existencia de externalidades a nivel territorial, poniendo énfasis en el papel que han desempeñado las economías externas en la literatura sobre crecimiento económico y organización industrial. Se intenta hacer ver cómo se ha modificado el paradigma de la teoría de la localización. En un primer momento, las consideraciones teóricas giraban sobre la determinación de la localización óptima, desde la perspectiva del equilibrio parcial, y de configuración de una estructura espacial eficiente en términos de ventajas distributivas, desde la perspectiva del equilibrio general en el espacio. Sin embargo el cambio de enfoque, el paso del análisis normativo hacia uno positivo, debe explicar no el patrón óptimo, sino los factores que explican lo que realmente ocurre y las consecuencias de dicho comportamiento. Es aquí donde se presentan los avances en la teoría del crecimiento y de la organización industrial que utilizan intensivamente el concepto marshalliano de economías externas y que han impulsado una nueva línea de investigación en la teoría de la localización. El punto principal del nuevo argumento es la revelación de la importancia de las economías externas pecuniarias, ya que se derivan explícitamente de efectos asociados al tamaño de mercado (Krugman, 1992).

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En el segundo apartado se presentan las bases teóricas que han impulsado este nuevo paradigma y se ofrece una revisión de la literatura, tanto teórica como empírica, sobre el papel de las economías externas en la determinación de las pautas de localización, destacando de manera particular los determinantes de la localización, asociados bajo este enfoque con los mecanismos por los que se generan las economías externas. El siguiente apartado, el tercero, hace referencia a la influencia que sobre la localización, pueden tener los procesos de integración económica. Se discute la importancia renovada que temas como el desarrollo desigual y el patrón centro-periferia tienen hoy en el seno de la economía regional. (…)

1. Evolución histórica de la teoría de la localización1 La dimensión espacial y, por lo tanto el efecto de la distancia, ha sido generalmente omitido en el análisis económico tradicional, aún cuando algunos de los tratados clásicos en la materia consideraban de una u otra forma el territorio. Los orígenes de la introducción de los efectos espaciales en la economía pueden remontarse hasta Cantillon (1755), para quién la organización social en su totalidad dependía básicamente de la fertilidad de la tierra y del trabajo humano dedicado a ella. Supuso que las economías de tiempo y de transporte obligan a los agentes económicos a situarse cerca de la tierra en que trabajan, explicando así la creación de ciudades. Fue el primero en reconocer la interdependencia de los circuitos verticales (gasto, consumo) y relaciones horizontales (localizaciones) y propuso que los flujos existentes entre ellos implican necesariamente un multiplicador espacial. Las variaciones cuantitativas y las modificaciones cualitativas de la demanda determinan, junto con el efecto multiplicador, la naturaleza de los cultivos, la extensión espacial y, finalmente, el número de localizaciones y su población asociada. El propio A. Smith (1776) le dio una gran importancia a los costes de transporte. Para él, la división del trabajo estaba estrechamente ligada al nivel de población y a la extensión del mercado que, a su vez, depende de las rutas de transporte y de las dificultades para trasladar los productos de un lugar a otro. El valor (y no el precio) de los bienes varía, según Smith, en relación a las diferencias espaciales en los elementos que inciden en el coste de producción (salarios, beneficios y rentas pagados a los factores productivos). Sin embargo, Ricardo (1817) reduciría las diferencias espaciales de precios a diferencias en la fertilidad de los suelos y englobaría los costes de

1 Esta sección es de carácter descriptivo y, por consiguiente, no exhaustiva. Se intenta solamente proporcionar una visión general del enfoque de la localización a través del tiempo. Para una revisión completa sobre éste tema, véase Ponsard (1983).

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transporte en el coste total por lo que a partir de entonces, el análisis económico clásico marginaría la dimensión espacial de la teoría económica. El distanciamiento teórico entre Ricardo y von Thünen es el origen de la separación entre la tradición clásica y la teoría de la localización. De todos los economistas clásicos ortodoxos, sólo Marshall percibió algunos aspectos del problema espacial. En los “Principios de Economía Política” apunta la posibilidad de estimar en términos monetarios las ventajas de una localización y la relación entre coste de transporte y la distancia del centro de producción al mercado. En “Industry and Trade”2 enlaza la teoría económica con el análisis locacional a partir del concepto de economías externas. Este concepto llamó la atención de los economistas, aunque finalmente fue reducido a una “curiosidad analítica” durante largo tiempo. En la actualidad, como veremos más adelante, ha pasado a primer plano en áreas tan importantes como el comercio internacional y las nuevas teorías del crecimiento. Hasta 1950, las aportaciones teóricas fundamentales en economía espacial fueron casi en su totalidad exclusivas de la escuela alemana. La posición dominante de Inglaterra, primero, y Estados Unidos después, parecen haber obviado tales aportaciones. La vertiente anglosajona en el análisis de la localización se concentraba exclusivamente en descripciones empíricas y la simple enumeración de los factores que incidían en los patrones de localización. 1.1 El modelo de von Thünen El primer modelo formal de la localización de la actividad económica, particularmente de la agricultura, fue elaborado por von Thünen en la primera mitad del siglo pasado (1826). Este modelo supone un espacio continuo, aislado y uniforme en términos de fertilidad y redes de transporte. Al centro de este territorio se encuentra ubicada un centro de consumo (ciudad), que actúa como un mercado puntiforme. La localización óptima de las actividades agrícolas es una función de la renta de la tierra, que se busca maximizar3. Ya que la renta tiene características de residuo4, está en función de la distancia del lugar de producción al mercado debido, principalmente, a los costes de transporte. En el mercado, los productos de enfrentan al mismo precio. El coste de 2 Ver Prendergast (1992). 3 La renta económica es, como la define von Thünen, el ingreso excedente que se obtiene por la utilización de una unidad adicional de tierra. Esta “tierra marginal” es aquella capaz de proporcionar un rendimiento lo suficientemente elevado como para que se justifique su utilización. La renta económica mide, básicamente, las ventajas que una porción de tierra tiene sobre otra. Lo anterior implica que la tierra se diferencia en algunos aspectos y que estas diferencias se reflejan en los rendimientos que proporciona. 4 Thünen define la renta de la tierra como el factor residual que se obtiene después de pagar a todos los factores de producción.

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transporte es proporcional al peso de cada producto y a la distancia entre el centro de producción y el mercado lo que determina los precios relativos locales de cada producto que generan, a su vez, una serie de categorías de rentas de la tierra. Una diferencia fundamental entre la producción agrícola y la producción industrial o terciaria, como se verá más adelante, es que la primera es intensiva en tierra, mientras que las otras son puntiformes. Lo anterior implica que, mientras que en el análisis locacional de la industria o los servicios el input espacio (tierra) puede ser ignorado, esto no es así para la producción agrícola, por lo que el énfasis de este modelo radica en la tierra per se y en las diferencias de uso del suelo que pueden derivarse del impacto que sobre el terreno tienen los costes de transporte. La fórmula que explica la renta de un determinado producto agrícola es:

LR Y m c Ytd= − −( ) donde LR - renta por unidad de tierra Y - producto por unidad de tierra m - precio de mercado del bien c - coste de producción por unidad producida t - coste de transporte por unidad de distancia d- distancia del mercado A partir de la ecuación anterior, es posible determinar la curva de renta para cada producto o bien producido dentro de los límites del espacio considerado. Las curvas de diferentes productos están en función de los parámetros de la ecuación, sobre todo de la distancia, por lo que dichas curvas no coinciden, como muestra la figura 1. Las pendientes de cada curva son distintas, por lo que éstas se intersectan. De cada intersección de curvas de renta económica, von Thünen define un círculo concéntrico en donde tendrá lugar la producción del bien que minimiza, dado su peso y la distancia que lo separa del mercado, el coste de transporte. A partir de este modelo, es posible calcular los precios locales de los bienes, la renta y los costes de transporte en función de la distancia. La figura 2 muestra las curvas de renta para diferentes productos que están en relación decreciente con la distancia. A cada distancia, se producirá el bien que tiene la más alta renta esperada. Cuando las líneas se intersectan se producen los círculos concéntricos.

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A

B

C

D

E

A' B' C' D' E'

a

b

cd

Figura 1. Figura 2.

Supóngase que un bien agrícola se vende en una ciudad en el centro de una planicie al precio de mercado P. La producción tiene lugar en dicho territorio cuya principal característica es la uniformidad de su fertilidad. Los costes de transporte ascienden a ts por unidad de medida, siendo s la distancia entre el lugar de producción y el mercado. El precio del productor, p, disminuye a mayor distancia del mercado (p=P-ts, ver figura 3). El output por unidad de tierra depende de la cantidad de trabajo por unidad de tierra de acuerdo con q q a= ( ) . A cada precio de productor, éste selecciona un método de producción de manera que el producto marginal del trabajo q a' ( ) evaluado al precio de producción iguala la tasa uniforme de salario que se determina exógenamente. La curva en el tercer cuadrante de la figura 3 expresa la disminución del producto marginal del trabajo en la medida en que se aplican métodos de producción intensivos en mano de obra. El área bajo la curva de producto marginal es el producto total. Mientras el rectángulo representa los salarios, el residuo (sombreado) refleja la renta de la tierra. Finalmente, la curva del cuarto cuadrante muestra la intensidad del trabajo como función decreciente de la distancia.

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p

s

a

q'(a)

P

Precio de productor

Mercado de trabajo

pq'(a)=w

salarios

Intensidad del trabajo

Distribucion

t

Renta

Figura 3.

La estática comparativa del modelo de von Thünen muestra que menores costes de transporte y rendimientos decrecientes tienden a incrementar la distancia de la ciudad a los centros de producción. El modelo básico puede extenderse hacia múltiples direcciones. Por ejemplo, si las cantidades requeridas están dadas, es posible determinar los precios de mercado. Asimismo, dado que los trabajadores agrícolas no se enfrentan a los precios de mercado (su demanda esta distribuida por todo el espacio y no concentrada en la ciudad), los salarios no serán uniformes. A pesar de la profundidad del análisis de von Thünen, su planteamiento es de carácter parcial, ya que no logra determinar un equilibrio general espacial. Uno de los aspectos más característicos del modelo de Thünen es la determinación de el salario natural, aspecto que incluso atrajo la atención de los economistas clásicos. El output per capita, p, (medido en cantidades) depende del ratio capital por trabajador, q. Se divide en salarios, w, y la renta del capital, r, de acuerdo con

p q w rq( ) = + El ahorro se define como el excedente del salario sobre un nivel mínimo de subsistencia, a. La economía crece en función del número de nuevos productores (granjas) en el margen del territorio. Con un tipo de interés ( ) /p w wq− , los rendimientos del ahorro son

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Rp wwq

w a=−

−( )

y Thünen maximiza R para obtener su salario natural, bajo el supuesto de que q (y por lo tanto p) están dados. Igualando ∂ ∂R w/ = 0 , el salario natural se determina fácilmente

como la media geométrica de p y a, es decir w pa= .

La teoría de los círculos concéntricos de von Thünen (1826) enfocada exclusivamente en la agricultura proponía un patrón de ordenamiento espacial de las actividades económicas, en este caso los cultivos, que son susceptibles de aparecer alrededor de un mercado. Su principal herramienta analítica, la renta económica, definida como la diferencia entre costes y beneficios, estaba, en este sentido, estrechamente ligada a la teoría ricardiana5. La aportación fundamental de von Thünen a la teoría de la localización fue el reconocimiento de que la distancia, y por tanto los costes de transporte, imponen un ordenamiento espacial de las actividades económicas6. 1.2 La teoría del coste mínimo El supuesto central de la teoría del coste mínimo es que la empresa individual sabe, al escoger donde instalarse, el monto de demanda que puede cubrir y a que precios. Entonces, la localización óptima es aquella que minimiza los costes totales, incluidos los de producción y transporte. Los sucesores de von Thünen intentaron determinar la existencia de leyes naturales en la evolución espacial de las estructuras económicas. No fue sino hasta 1882 cuando Laundhart trasladó el análisis de von Thünen al sector industrial y en vez de concentrarse en industrias completas se enfocó directamente en el caso de la empresa individual. Demostró que el emplazamiento óptimo lo determinan los costes de transporte que, a su vez, están en función de las localizaciones de los centros de producción, materias primas y mercados de consumo. Laundhart atacó también el problema de las áreas de mercado, estudiando el caso particular de dos vendedores, cuyas localizaciones están dadas a cierta distancia uno del otro, estableciendo las leyes de oferta de dichas áreas de consumo. Las aportaciones de Launhardt servirían de base

5 Resulta sorprendente que, solamente unos años después de la publicación de la obra clásica de Ricardo, surgiese la primera teoría formal de la localización, curiosamente a partir de los elementos que Ricardo menospreciara en su análisis. 6 Dado que el caso que nos ocupa se reduce a la localización manufacturera o industrial, remitimos al apéndice 1 un tratamiento detallado del modelo de von Thünen.

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para el desarrollo de la teoría del coste mínimo, por un lado, y a la de la interdependencia locacional, por otro. En 1909, Weber ofrece una teoría general de la localización de las actividades económicas. Los costes de transporte eran considerados como el determinante básico de la localización, aunque lejos de considerarlos directamente, los contempla como una función del peso de los bienes y de la distancia que tiene que cubrirse al transportarlos. Weber demostró la derivación del emplazamiento con el mínimo coste de transporte, a partir de un concepto que había introducido Launhardt unos años ates, el triángulo locacional7. Weber introdujo, también, otros conceptos que son hoy utilizados en la teoría de la localización, a saber, las isodápanas y la aglomeración. Finalmente, Weber demostró la tendencia de las empresas a aglomerarse, al estar dispuestas a incurrir en mayores costes de transporte y de aprovisionamiento de factores, siempre que la producción sea lo suficientemente grande en el emplazamiento para provocar una reducción en el coste unitario de producción. Existe aglomeración en el sentido de Weber si las isodápanas críticas8 de dos enclaves productivos se intersectan. El modelo de mínimo coste de transporte de Weber9 El impulso de la teoría de la localización industrial tuvo una de sus fuentes fundamentales en el modelo de A. Weber (1909), quién formalizó y dio rigor analítico a muchas cuestiones que sus predecesores, entre los que cabría destacar a Launhardt y Predöhl, habían propuesto con anterioridad. La teoría de Weber de la localización industrial sigue un formato semejante al planteado por Thünen. En primer lugar, Weber supone que las empresas se localizarán en aquel lugar donde los costes de producción y de distribución puedan ser minimizados. Weber plantea su modelo en tres etapas diferenciadas: a) el punto que minimiza el coste de transporte b) sitios con costes laborales mínimos c) aglomeración

7 También conocido como triángulo de Weber. 8 Weber define las isodápanas críticas como aquellas cuyo valor es igual al ahorro en el coste de la mano de obra disponible en la localización. Esto se explica con mayor claridad en el siguiente apartado. 9 Algunos años antes que Weber, Launhardt propuso un modelo semejante cuyas conclusiones eran análogas, por lo que los modelos que buscan determinar el punto que minimiza los costes de transporte se denominan usualmente en la literatura como modelos de Launhardt-Weber.

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La lógica de Weber se entiende de la siguiente manera: dados los puntos de consumo y de obtención de materias primas, se busca encontrar el punto en el que se localizará la unidad de producción que minimice los costes de transporte. Una vez encontrada dicha localización, la existencia de lugares en donde el factor trabajo resulte más barato o que posean ventajas de aglomeración, entonces la localización óptima puede modificarse. La localización óptima en función del coste de transporte se encuentra construyendo una figura locacional, que en el ejemplo clásico de Weber es un triángulo, ya que considera dos fuentes de aprovisionamiento de materias primas y un centro de consumo (mercado), unidos por líneas rectas que representan las distancias entre ellos. A partir de dicha figura se busca el punto que minimiza los costes de transporte según el peso de los bienes y la atracción que ejerce cada vértice del triángulo sobre la localización ideal. Asimismo, Weber distingue entre materias primas ubicuas y localizadas. Las primeras, al poder ser obtenidas en cualquier punto del espacio en consideración, solo afectan al peso de los bienes finales, por lo que refuerzan la atracción del centro de consumo. Las localizadas las separa en puras y divisibles, éstas últimas pierden peso en el proceso productivo, por lo que refuerzan la atracción de las fuentes de aprovisionamiento. La combinación de todos los elementos anteriormente citados determina el peso locacional de cada empresa. Weber define el índice material como

IMpeso de las materias primas localizadas

peso del producto final=

que mide el peso unitario total y que determina la orientación del lugar de producción. En función de si el índice es mayor o menor a 1, la mayor atracción vendrá de la fuente de aprovisionamiento de materias primas o del mercado, respectivamente.

M

RM1 RM2

M

RM1 RM2

a) b)

Figura 4.

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Una vez determinado el sitio que minimiza los costes de transporte, Weber analiza cómo, de existir un sitio cercano al lugar de producción caracterizado por costes laborales bajos, podría modificarse la localización óptima de una empresa. Lo anterior solo ocurre si el ahorro en el coste de la mano de obra es mayor al coste de transporte adicional que tendría que pagar la empresa por ubicarse en dicho sitio. Para tal efecto, Weber introduce el concepto de isodápana, que no es más que un radio derivado a partir del punto de mínimo coste que contiene en el círculo que forma todo el espacio para el que el coste de transporte es el mismo, independientemente de la dirección que se tome, como se muestra en la figura 5.

10 20 30 40 50 60

Figura 5.

Aquella isodápana que tiene el mismo valor que el ahorro en el coste de la mano de obra se denomina isodápana crítica. Si el punto con ventajas en el coste de la mano de obra se encuentra dentro de la isodápana crítica, resultara más ventajoso para la empresa ubicarse en el lugar de bajo coste laboral y viceversa. Este posible cambio en la localización puede acarrear otro tipo de complicaciones, pues al cambiar de localización, fuentes de aprovisionamiento de materias primas previamente descartadas por encontrarse demasiado lejos, pueden encontrarse más cerca del lugar de bajo coste laboral, por lo que la figura locacional variará, como se muestra en la figura 6. En la figura, P1 es el punto que minimiza los costes de transporte en relación al mercado A y a las fuentes de aprovisionamiento de materias primas B y C. Los círculos con centro en P1 son las isodápanas, indicando el incremento en el coste de transporte desde P1. Cada círculo representa mil pesetas de incremento en el coste de transporte. En L1 se encuentra un sitio con mano de obra barata, lo que provocaría un ahorro en el coste del

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trabajo de una cierta cantidad, digamos cinco mil pesetas. Dado que L1 esta más cerca de P1 que la isodápana que marca las cinco mil pesetas, un movimiento de la unidad de producción de P1 a L1 provocará una reducción en los costes totales. El punto D que originalmente no era considerado por la unidad de producción como fuente de materias primas, ahora puede incluso ser considerado, haciendo que el triángulo locacional cambie a ACD.

A

BC D

P1

P2

L1

L2

Isodápana crítica

Figura 6.

Otro factor que puede alterar la localización óptima de una empresa es la tendencia a la aglomeración. Si varias empresas deducen que pueden obtener algún ahorro, por ejemplo en el coste de producción, si se localizan juntas, buscarán de localizarse en aquel punto en que el ahorro sea superior al coste de transporte adicional que habrían de pagar. Existe aglomeración en el sentido de Weber si las isodápanas críticas de dichas empresas se intersectan.

Figura 7.

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El problema de Weber ha sido analizado formalmente y aquí presentamos una generalización de dicho modelo. Suponemos un espacio continuo (E), en el sentido de que dada la métrica retenida, generalmente euclídea pues se trabaja en un espacio bidimensional, siempre es posible trasladarse de un punto determinado a otro en línea recta sin abandonar dicho espacio. Si M1 y M2 ∈ E, entonces M M M3 1 21= + −δ δ( ) y es, por lo tanto, un subespacio convexo del espacio euclídeo10. El espacio es isotrópico, es decir, es posible cubrir una misma distancia sin importar la dirección a un mismo coste y homogéneo, o sea que una o más propiedades que se verifican en un punto se verifican en todos los puntos11. Los costes de transporte son proporcionales a los pesos y a las distancias. La producción está dada a partir de una función de producción de tipo Walras-Leontief, de coeficientes fijos e invariantes en el espacio. Los factores que tomamos en cuenta para determinar el punto que minimiza los costes de transporte son las distancias relativas y las dotaciones de factores, así como la localización del centro de consumo. Asumimos competencia perfecta y una tarifa de transporte uniforme por unidad de distancia. La localización de una empresa que combina dos inputs m1 y m2 que obtiene de M1 y M2 respectivamente, para producir un bien m3 que vende en M3, con costes de transporte unitarios uniformes definidos por t, minimizará los costes de transporte siempre que el punto

T tm s tm s tm s= + +1 1 2 2 3 3 sea el mínimo, para T ∈ E y donde las si representan las distancias euclídeas entre la localización óptima y los centros de aprovisionamiento o el mercado, según sea el caso. La solución a este problema puede ser geométrica o numérica, ya que la solución analítica comporta dificultades bastante serias. Sea

min T t m a x b yj j j jj

m

= − + −=∑ [( ) ( ) ] /2 2 1 2

1

10 En economía espacial a un espacio que cumple con esta propiedad se le denomina espacio de transporte. 11 En economía espacial este es el supuesto análogo al ceteris paribus en economía general.

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el programa mediante el que obtenemos las coordenadas del punto que minimiza los costes de transporte, donde (aj,bj) representan las coordenadas del punto Mj y (x,y) las del punto K,12 a partir de las condiciones de primer orden

δδTx

t ma x

a x b yj jj

j jj=

−− + −

=∑ [( ) ( ) ] /2 2 1 2 0

δδTy

t mb y

a x b yj jj

j jj=

−− + −

=∑ [( ) ( ) ] /2 2 1 2 0

En general, no es posible obtener una solución directa para (x,y) y normalmente se aproxima mediante métodos numéricos o procesos iterativos y hoy en día por algunos famosos algoritmos computacionales13. Después de Weber, hubieron aportaciones menores a la teoría de la localización. Entre éstas, habría que destacar a Predöhl (1925) quien intenta construir el primer puente entre el marginalismo y la teoría de la localización; Engländer (1926) estableció el principio de la “condicionalidad local” donde establece que, una vez escogida una localización, la empresa tiene una influencia directa en los precios; Weigmann (1926) relaciona por primera vez la teoría económica espacial con la competencia monopólica. En su análisis, los mercados dejan de ser puntos para convertirse en áreas, aunque limitadas en el espacio, ya que la movilidad de factores y productos está, de igual forma, limitada. Retomando la línea de pensamiento desarrollada a partir de los trabajos de Weber, el sueco Palander (1935) intentó elaborar una teoría de equilibrio general espacial. Principalmente, se concentró en estudiar los efectos de los precios sobre las extensiones de mercado en las que las empresas pueden vender sus productos cuando la localización, las condiciones de competencia, los costes de los factores y las tarifas de transporte están dados. Concluyó que los beneficios están en función de la distancia máxima a la que la empresa puede extender su mercado. Hoover (1937) desarrolló un modelo que relacionaba la demanda espacial y el ingreso marginal, demostrando que existe una tendencia creciente de los precios cuando los costes unitarios de transporte crecen, introduciendo el análisis de la discriminación espacial de precios.

12 Dada la necesidad de una solución iterativa, K representa el punto arbitrario a partir del cual iniciamos el proceso para buscar la solución óptima. Normalmente se asocia con el centro de gravedad de la figura locacional. 13 Por ejemplo el de Ostrech (1978) o el de Hansen et al. (1982).

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1.3 La interdependencia locacional Por esas mismas fechas, otra vertiente de la teoría de la localización empezaba a surgir. Esta corriente creía muy limitado el análisis exclusivo del coste mínimo como determinante fundamental de la localización. Fetter (1924) y principalmente Hotelling (1929) investigan las relaciones entre la formación de precios, las áreas de mercado y la localización. El énfasis se encuentra en las rigideces de la demanda, que vienen dadas por los costes de transporte por unidad de distancia en un mercado lineal, a lo largo del cual los consumidores (con demanda inelástica) se distribuyen uniformemente. Concluyen que el equilibrio locacional implica necesariamente la concentración de los vendedores en un solo punto. Christaller (1933) reafirmaría esta corriente de pensamiento al elaborar su teoría de los lugares centrales, definidos como emplazamientos cuya función es la provisión de bienes y servicios a una población dispersa alrededor de éste. Introduce los mercados hexagonales basados en dos conceptos fundamentales, el valor de umbral, es decir el nivel de demanda mínimo que permite cubrir los costes de producción y obtener un beneficio razonable, y el rango, que delimita la máxima extensión espacial de las ventas de determinado bien desde el punto de producción (lugar central). A partir de estos conceptos, Christaller elabora una jerarquía de centros de servicios donde un gran número de pequeños centros proveen servicios básicos y un pequeño número de centros (generalmente de mayor dimensión) proveen servicios complementarios a éstos. Introduce por primera vez la importancia de motivos no económicos y de la historia como determinantes de la localización. En la década de los cincuenta se consolidó la corriente alternativa en la teoría de la localización. Bajo la influencia de Fetter y Hotelling y la aparición de la obra de Chamberlin14, el interés primordial se centró en la interdependencia locacional. Este enfoque partía del supuesto de que el coste de procesar y distribuir materias primas era el mismo en cualquier emplazamiento y explicaba la localización como la voluntad de controlar la mayor extensión de mercado posible, es decir, cuando el vendedor se vuelve un monopolista local. La teoría de la interdependencia locacional pone en duda la

14 Chamberlin, E. (1933), es una obra clásica en el estudio de la competencia, que considera a la competencia perfecta y al monopolio como los casos límite. En realidad, las empresas se enfrentan a una competencia monopolística, donde se propone que la diferenciación de productos dota a las empresas de cierto poder de mercado lo que hace que, aunque las empresas compiten entre sí, es perfectamente posible suponer que puede existir un distanciamiento de la situación de equilibrio competitivo y por tanto de óptimo en sentido de Pareto.

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existencia de competencia perfecta, al considerar que la sola introducción del espacio en el análisis invalida dicho supuesto. El factor clave del análisis es la demanda, en función de la localización de los competidores y de la extensión del mercado. Hotelling y la competencia espacial La teoría del mínimo coste ignora, en su mayoría, que existen interdependencias entre las empresas y que la localización de una afecta a las demás y sobre todo, a su demanda al posicionarse como posible competidor. El planteamiento original de la interdependencia locacional se debe a Hotelling (1929) quien supone dos empresas y un mercado lineal, donde están distribuidos uniformemente los compradores, quienes adquieren una unidad de producto en cada periodo de tiempo. Los productores, A y B, producen un bien homogéneo y los costes de producción son los mismos en cualquier punto. Los costes marginales son constantes para ambos competidores e iguales a los costes medios (y ambos son iguales a cero). Para los compradores, la única diferencia entre los bienes producidos será su localización, por lo que la diferencia de precios es la distancia que tienen que recorrer para adquirirlos. Los costes de transporte son iguales en todo el espacio, la demanda es perfectamente inelástica y la relocalización no sólo es posible sino instantánea y gratuita. Los productores compiten en precio y localización, pudiendo ambos abastecer a todo el mercado de ser necesario. Gráficamente, el mecanismo por el cual se determina la localización de A y B puede verse en la figura 8. Los productores están situados en los extremos del mercado, puntos A y B de la figura 8.a y dada su localización inicial, abastecen cada uno una parte del mercado, definida por la marca cerca de la mitad. Dado que existe plena libertad de movimientos, A tenderá a desplazarse lo más cerca de B que le sea posible, así aumenta su mercado “protegido” situado a su izquierda por lo que se ubicará junto a B (figura 8.b). Sin embargo, B tenderá a hacer lo mismo y, dado que el mercado protegido de A es mayor, se ubicará a su izquierda para maximizar la fracción de mercado a suministrar, como en la figura 8.c, donde controla la parte de mercado que anteriormente le correspondía a A. A y B continuarán desplazándose hasta localizarse ambos en el centro del mercado, abasteciendo el primero a la mitad izquierda del mercado y el segundo a la mitad derecha. Sin embargo, desde el punto de vista social, el equilibrio resulta sub-óptimo, ya que si A y B se establecieran dejando cierta distancia entre sí, equivalente a la mitad de la longitud del mercado (figura 8.d), dichas localizaciones minimizan los costes de

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transporte de los consumidores que son los que deben trasladarse para adquirir el bien y, en consecuencia, se reduciría el precio de venta.

L

L

L

L

A B0

0

0

0

1

1

1

1

A

A

A B

B

B

L

0 1A B

a)

b)

c)

d)

e)

Figura 8.

Formalizando, supongamos que dos empresas venden un producto homogéneo a los consumidores, quienes se distribuyen uniformemente a lo largo de un mercado lineal de largo l. Cada consumidor compra exactamente una unidad de producto. La producción se realiza con un coste marginal c y los costes de transporte se asumen lineales con respecto a la distancia. Las demandas de cada empresa se definen como Di(p1,p2) i=1,2 donde p1 y p2 son los precios de los bienes producidos por 1 y 2, respectivamente, por lo que la función de beneficios Gi depende de los precios (p1,p2) y de las localizaciones (s1,s2), donde s1=a y s2=l-b. El equilibrio puede entonces plantearse como un juego no cooperativo donde los jugadores son las empresas 1 y 2, las estrategias son los precios y las localizaciones y los pagos son los beneficios. Si el juego no es secuencial, es decir, se elige simultáneamente precio y localización, no existe equilibrio posible, definido como (p*

1,s*1,p*

2,s*2).

1.4 La escuela de las áreas de mercado Resulta razonable encajar la teoría del coste mínimo en un contexto de monopolio espacial, así como la interdependencia locacional como un oligopolio con un número pequeño de empresas localizadas. La escuela de las áreas de mercado puede entenderse como un paso al frente, es la equivalencia espacial de la competencia monopólica. Fue Lösch (1940) quién consolidó el análisis espacial mediante la descripción de relaciones

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generales utilizando un conjunto de ecuaciones que sostenían un sistema de equilibrio general para todas las localizaciones. El lado de la demanda se introduce explícitamente, al atribuir a cada consumidor una curva de demanda decreciente para cualquier tipo de bien. Lösch contemplo cinco condiciones fundamentales para alcanzar el equilibrio: i) la localización de cada individuo debe ser la más provechosa posible, ii) los emplazamientos productivos deben ser tan numerosos que todo el espacio esté ocupado (es decir, no existen áreas en donde la ausencia de oferta atraiga nuevas empresas), iii) no existen beneficios extraordinarios en actividades abiertas a toda la gente, iv) las áreas de oferta, producción y ventas deben ser lo más pequeñas posible, pues solo así se maximiza el numero de empresas capaces de subsistir y, v) en los limites de varias áreas de mercado, los consumidores son indiferentes acerca de que área es más conveniente para abastecerse. Asimismo, elaboró más formalmente la teoría de los mercados hexagonales. La teoría de Lösch es lo bastante abstracta como para poder ser interpretada en el mundo real, sin embargo ofrece una visión de lo que sería la economía espacial en las mejores circunstancias posibles (enfoque normativo). El modelo de Christaller-Lösch15 Una de las críticas más fuertes a la teoría del coste mínimo fue su abstracción de la demanda. Tanto los enfoques de la interdependencia locacional como el de las áreas de mercado se enfocan hacia esa dirección, aún cuando sus planteamientos son diferentes. En el caso de la primera, se trata de analizar con alto nivel de detalle el proceso por el que las empresas compiten entre sí y los resultados que tiene dicha competencia sobre los precios y la localización de las empresas. La segunda corriente intenta descubrir los mecanismos que generan la distribución espacial de la actividad económica y la estructura del espacio económico, así como la determinación de un nivel de jerarquías de las aglomeraciones, cuya capacidad de atracción juega un papel fundamental en la localización. Lösch utiliza como su principal herramienta analítica las variaciones espaciales en el nivel de demanda, aunque su principal preocupación fue la de construir un modelo de equilibrio general espacial. A partir de las aportaciones teóricas de Christaller (1933) y Palander (1935), elabora un modelo de equilibrio general de tipo Walrasiano al que le introduce la distancia y a partir del cual determina un sistema de coordenadas de localización. Además, al pasar de un análisis parcial como el de Weber y sucesores que

15 Al igual que en el caso de la teoría del coste mínimo, la aportación fundamental de la escuela de las áreas de mercado se debe a Lösch, quién refinó varias aportaciones previas, entre las que cabe destacar a Christaller, de ahí que el modelo clásico lleve el nombre de ambos autores.

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consideran las fuentes de aprovisionamiento de materias primas, el mercado y otras aglomeraciones como dadas, a un esquema de equilibrio general, Lösch plantea unos supuestos sencillos que le permiten determinar que las fuerzas competitivas establecen un sistema de localizaciones que es posible clasificar jerárquicamente y que se determinan simultáneamente.

a) b)

c) d)

Figura 9.

La figura 9 muestra cómo se determinan las áreas de mercado hexagonales. En la parte a) se encuentran dos empresas pero existe todavía mucho espacio por cubrir, lo que permite la aparición de nuevas empresas que, como se muestra en b) el número de centros de producción se incrementará hasta que todo el espacio este cubierto. Sin embargo, todavía quedan algunos espacios libres, por lo que las áreas de mercado de las diferentes unidades de producción se solaparán unas con otras, como se muestra en c). Los consumidores ubicados en la intersección de las áreas de mercado se abastecerán del mercado más próximo, minimizando así sus costes de transporte, salvo aquellos para los que la distancia a los diferentes mercados sea la misma, los que serán indiferentes entre uno y otro. Finalmente, en d) se muestra la formación de las áreas hexagonales a partir de la sobreposición de las áreas circulares originales. A partir de los supuestos considerados, Lösch establece un sistema de cinco ecuaciones simultáneas que determinan un equilibrio general de la economía en el espacio y que generan una estructura espacial determinada. Los supuestos son: distribución uniforme de las materias primas en el espacio, facilidades de transporte hacia todas las direcciones por lo que los costes de transporte son iguales en todos los puntos, distribución uniforme de la población, idénticos gustos y preferencias de los consumidores y oportunidades de negocios accesibles para todo el mundo. El equilibrio se produce a consecuencia de dos

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tendencias, la primera determinada por el hecho de que los productores buscan la mayor ganancia personal mientras que los consumidores intentan siempre abastecerse del mercado más barato. La segunda esta marcada por la competencia que se establece entre los productores cuando las empresas de la misma actividad se multiplican hasta llegar al número que elimina los excesos de beneficios. Al desaparecer todos los beneficios extraordinarios, se alcanza un equilibrio y desaparece la búsqueda de la localización óptima, quedando así determinadas las localizaciones y la estructura espacial de la economía. Sean m cantidad de productos 1,2,…,m q número de localizaciones 1,2,…,q donde q y q-1 son localizaciones

representativas R beneficio x,y coordenadas de localización A extensión del área total, donde las Ai son las áreas de mercado de los

emplazamientos individuales 1,2,…,q P precio de fábrica C coste medio D demanda B frontera del área de mercado expresada en términos monetarios t tarifa de transporte La localización de cada productor individual ha de ser óptima para que sus beneficios sean máximos siempre que lo permitan las restricciones impuestas por las ecuaciones 2, 3 y 4. Si esta ecuación se cumple un cambio en la localización no puede aumentar los beneficios.

∆∆

∆∆

Rx

Ry

qm

qm

qm

qm= =0 0; (1)

El número de empresas (y sus localizaciones) deberá ser suficientemente numeroso como para ocupar todo el territorio. Las áreas de mercado de todas las localizaciones deben ser, si se multiplican por el número de puntos, exactamente igual a la superficie considerada. Si no se cumple esta condición (2), algunas empresas podrían ocupar el espacio libre y obtener beneficios extraordinarios.

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A Aim

i

q

=∑ =

1 (2)

El precio de fábrica debe ser igual al coste medio, estando ambos determinados en función de la demanda. La ecuación (3) establece la no existencia de beneficios extraordinarios.

P Dq C Dqm m( ) ( )= (3) Las áreas de mercado deben ser del tamaño mínimo necesario que justifique la producción continua. Si dichas áreas fueran mayores, el precio excedería los costes medios, lo que permitiría que no hubiera barreras a la entrada de nuevas empresas, que competirían con las ya existentes reduciendo el tamaño de las áreas de mercado hasta que el precio igualase el coste medio. Si un cambio en el área de mercado viniera asociado a un cambio en los precios mayor que el experimentado por los costes medios, daría lugar a la aparición de competencia16 y se tendría momentáneamente un desequilibrio hasta que la igualdad se volviera a cumplir. Si la variación de precios fuera menor que la de los costes medios, la empresa no alteraría voluntariamente su área de mercado y, si la competencia le forzase a un cambio a largo plazo, la empresa terminaría por abandonar el negocio.

∆∆

∆∆

PA

CA

qm

qm

qm

qm= (4)

Los consumidores situados a los límites de las áreas de mercado son indiferentes ante las posibles localizaciones de donde abastecerse, siempre que se cumpla la condición de que en dichos límites, el precio de fábrica más la tarifa de transporte multiplicada por el radio de dicha área debe de ser la misma para un consumidor que compre en q y para otro que compre en q-1. Si estos valores no fuesen iguales, el consumidor comprará siempre en el emplazamiento que le ofrezca el menor precio.

B P t x x y y P t x x y yqm

qm

qm

qm

qm

qm

qm

qm

qm= + − + − = + − + −− − − −( ) ( ) ( ) ( )2 2

1 1 12

12 (5)

1.5 Intentos de síntesis y aportaciones teóricas posteriores 16 La competencia en este caso se refiere a un proceso de competencia espacial como en el modelo de Hotelling, de donde nace la similitud entre la teoría de la interdependencia locacional y la de las áreas de mercado.

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Los cuatro modelos descritos en los apartados precedentes son considerados como clásicos y las ampliaciones y críticas de las que han sido objeto en las décadas posteriores han marcado la evolución de la teoría de la localización. Así, por ejemplo, algunos especialistas en economía urbana partieron del modelo de Thünen para elaborar una teoría de la renta del suelo urbano, entre los que debemos destacar a Alonso (1964)17. En este modelo existe una ciudad ubicada en un espacio homogéneo y convexo y tiene un centro a partir del cuál se determinan los diferentes usos del suelo urbano de forma concéntrica. La asignación de suelo está en función del uso, que puede ser residencial, comercial, de consumo o producción y depende del valor de la renta, que decae a medida que nos alejamos del centro. De la misma manera, el modelo de Weber que originalmente presentaba severas restricciones, sobre todo porque consideraba solo tres puntos, una distancia euclídea y coeficientes de producción fijos ha sido extensivamente estudiado. El modelo del mínimo coste de transporte ha sido ampliado mediante la introducción de supuestos menos restrictivos, lo que ha permitido obtener soluciones cuando se consideran más de tres puntos, esto es, la figura locacional deja de ser un triángulo para convertirse en un polígono. Además, varios teoremas han sido propuestos que demuestran que los resultados obtenidos por Weber pueden reducirse a casos particulares de una más general teoría de la localización. Asimismo, elementos tales como la incertidumbre, la teoría de la producción, espacios heterogéneos y métricas distintas a la euclídea han sido estudiadas en el marco del modelo de Weber. Incluso, dentro del campo de la investigación de operaciones, el problema de Weber ha sido estudiado ampliamente en un contexto de redes y grafos, que han permitido la obtención de sofisticados algoritmos para la resolución del problema. El resultado del modelo clásico de interdependencia locacional se conoce como la ley de Hotelling, quién había establecido un resultado para la aglomeración en una situación de duopolio en un mercado rectilíneo, uniforme, limitado y con demanda perfectamente inelástica. Uno de los resultados más importantes en relación a los obtenidos por el modelo clásico de competencia espacial se debe a D’Aspremont et al. (1979) quienes, a partir del supuesto de productos diferenciados, encuentran que la solución propuesta por Hotelling es errónea, ya que dos empresas localizadas en un mismo punto entrarían en un equilibrio de Bertrand, es decir, competirían en precios, a menos que se alejaran lo suficiente una de la otra, lo que imposibilita la aglomeración. La solución propuesta es que las empresas se separen en el espacio de gustos, diferenciando sus productos y haciendo posible una aglomeración caracterizada por la competencia monopolística. 17 De hecho, el modelo descrito se conoce como el modelo Thünen-Alonso.

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El modelo de Christaller-Lösch también ha sufrido aportaciones posteriores. Entre las más importantes, la de Beckmann (1966) quién demostró que mercados de forma circular también poseen algunas propiedades de eficiencia de los mercados hexagonales, según el efecto que ejercen sobre el mercado las empresas entrantes. Demostró, además, que la forma de las áreas de mercado no está determinada por las empresas individuales, sino por las condiciones de competencia entre ellas. Desde el punto de vista del bienestar, Holahan y Schuler (1981) ofrecieron una solución desafiante: monopolios multi-establecimiento procuran mayores excedente del consumidor y bienestar social mayores de los que se obtienen en un marco de competencia pura. Corrientes teóricas derivadas de los modelos clásicos promovieron la elaboración de modelos de equilibrio parcial y general en el espacio. Asimismo, surgieron varios intentos de conjugar los diferentes enfoques en un modelo general de la localización de las actividades económicas en el espacio. Greenhut (1952) demostró la complementariedad de las diferentes aproximaciones teóricas y que tanto costes de transporte como nivel de demanda influyen en las decisiones de localización. Muestra, también, la inadecuación de lo que considera como casos especiales (one-sided location theory) y esboza algunos comentarios que justifican de alguna forma la importancia de las preferencias en las decisiones locacionales. Isard (1956), en su intento de establecer una teoría general de la localización, combina los marcos analíticos de Thünen, Lösch y Weber. A partir de las zonas agrícolas concéntricas alrededor de una ciudad combinadas con unas áreas de mercado de tipo Lösch, dentro de un marco analítico muy semejante al de Weber en el que considera la localización de una empresa cuando se conocen las fuentes de aprovisionamiento. Surgen nuevas ciudades y lugares de producción que modifican la jerarquía establecidas por el modelo de Christaller. Además, Isard introduce el concepto de input de transporte y lo enmarca en la función de producción como un factor productivo adicional. El creciente criticismo hacia las visiones clásicas promovió el desarrollo de algunas explicaciones a la localización desde la perspectiva de la geografía humana. En la década de los 70’s, el surgimiento del enfoque del comportamiento individual, en donde se asume que es el individuo la principal fuerza motriz de la actividad económica motivó muchos estudios acerca del comportamiento de los agentes y derivó en varias teorías, como la de los mapas mentales o la de la matriz de comportamiento18. El refinamiento de la teoría de juegos permitió, asimismo, profundizar en el análisis de las

18 Para un tratamiento más detallado de dichos temas, consúltese Lloyd y Dicken (1990), Richardson (1986).

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decisiones locacionales, desde la perspectiva del comportamiento individual19. Finalmente, como respuesta a este tipo de modelos surge el enfoque estructuralista, que dominaría la escena de la teoría de la localización durante los años ochenta. Aquí se pone de manifiesto la estructura de la economía como un todo, por lo que la cambiante organización espacial responde no sólo a la estructura de la sociedad sino a las relaciones económicas y sociales existentes en ella. 1.6 Hacia un enfoque positivo: el papel de las externalidades Como hemos visto, la teoría de la localización adoptó hasta hace pocos años y prácticamente en su totalidad, un enfoque incompleto ante el problema de explicar los patrones de localización y los factores que los determinan. Mientras la teoría del coste mínimo se ha concentrado en la búsqueda del lugar que maximiza los beneficios en un marco que contempla costes de producción que varían en el espacio, las teorías de la interdependencia locacional y la de las áreas de mercado se han enfocado casi exclusivamente en fluctuaciones del nivel de demanda local y en el tamaño y forma del mercado. A pesar de los intentos por dotar a la teoría de la localización de instrumentos más poderosos para explicar los fenómenos de concentración espacial, se tuvo que esperar hasta que los avances en la teoría de la organización industrial, ocurridos durante la década de los setenta, permitieran la aparición de modelos basados en competencia imperfecta y que reflejan con mayor fidelidad algunos fenómenos económicos, entre ellos la desigual distribución geográfica de las actividades económicas. De las aportaciones de Lösch20, se concluyó que la localización óptima sería ahí donde se maximiza el beneficio neto positivo, y el contexto en el que se empezó a llevar a cabo dicho análisis fue el de las externalidades, es decir los beneficios o costes generados por la actividad económica pero que no captura el mecanismo de precios. Poco a poco se fue haciendo evidente que las economías externas y los encadenamientos industriales eran determinantes fundamentales en el reforzamiento de las ventajas de localización de complejos industriales e incluso de ciudades. Lo anterior condujo a cuestionar la adecuación de los modelos existentes de localización para acomodar a las externalidades. Recientemente se ha abordado el problema de integrar las externalidades en modelos de naturaleza espacial. 19 Véase Gabszewicz y Thisse (1992). 20 Jackman (1975) examinó, en el contexto del modelo de Lösch, como se modifica el tamaño de las áreas hexagonales cuando se agrega una externalidad en la función de producción. Si la externalidad es positiva, entonces las áreas de mercado crecen y viceversa, pero el impacto preciso depende en la medición de los niveles de externalidades localizadas.

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Una diferencia fundamental entre el nuevo enfoque de la localización y los modelos clásicos, es su planteamiento positivo a partir del cual, en vez de investigar los posibles patrones óptimos de localización, busca las explicaciones económicas, tanto teóricas como empíricas, que explican el hecho de que las actividades económicas se encuentran concentradas en pocos lugares, típicamente en las ciudades. La localización industrial tiene implicaciones indudables en los niveles de crecimiento económico y de bienestar social a nivel territorial. El nuevo enfoque de la localización no podría entenderse completamente sin una revisión de las aportaciones recientes en el campo del crecimiento económico, es decir la teoría del crecimiento endógeno, ni tampoco de los cambios ocurridos en la economía industrial que han promovido esta cambio de paradigma. 1.6.1 Crecimiento económico endógeno y territorio Las ideas de economistas clásicos como Smith (1776), Ricardo (1817) y Malthus (1798) y posteriores como Ramsey (1928), Young (1928), Knight (1944) y Schumpeter (1934) proporcionaron muchas de las bases de las modernas teorías del crecimiento económico, incluidas las de comportamiento competitivo y dinámica de equilibrio, el papel de los rendimientos decrecientes y su relación con la acumulación de capital físico y humano, las interrealciones entre ingreso per capita y tasa de crecimiento de la población, los efectos del progreso tecnológico (en la forma de mayor especialización del trabajo o la aparición de nuevos productos y métodos de producción) y el ciclo real. La moderna teoría del crecimiento tiene su punto de partida en los trabajos de Ramsey (1928) sobre optimización intertemporal. Harrod (1939) y Domar (1946) intentan integrar el análisis keynesiano a la teoría del crecimiento a partir de la idea de que el sistema capitalista es inherentemente inestable, por lo que la senda de crecimiento equilibrado resulta sumamente difícil de alcanzar. El refinamiento de la teoría del crecimiento económico se debe a Solow (1956) y Swan (1956) quienes, a partir de una función de producción neoclásica con rendimientos constantes a escala, previeron la existencia de rendimientos decrecientes a cada factor productivo y una elasticidad de sustitución positiva que, combinada con una tasa de ahorro constante, genera un modelo extremadamente simple de equilibrio general de la economía. El resultado de dicho modelo era la existencia de convergencia entre países. De acuerdo con el modelo neoclásico, la tasa de crecimiento económico de largo plazo, si no es cero, está determinada por factores exógenos, de naturaleza no económica como la tasa de crecimiento de la población o los avances tecnológicos y científicos. El modelo predice

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que la economía alcanzara en el largo plazo un estado estacionario con una tasa de crecimiento cero de la renta per capita, por lo que las medidas de política económica que promueven el crecimiento solo tienen influencia en el corto y medio plazos. Una de las líneas que suscitó un debate de mayor intensidad es la que se dirige a determinar la existencia o no de un proceso de convergencia entre las economías menos desarrolladas y aquellas otras que gozan de mayores niveles de desarrollo. Este tipo de análisis, realizado tanto a escala internacional como en la perspectiva de un solo país, parecería destinado a encontrar una respuesta afirmativa a la pregunta planteada. El razonamiento neoclásico resulta sencillo. Bajo el supuesto de libertad de circulación de capital y tecnología entre los distintos espacios económicos, el modelo de crecimiento neoclásico postula la convergencia de los niveles de renta con el transcurso del tiempo. Dada la hipótesis de rendimientos marginales decrecientes en el uso del capital, la rentabilidad que se deriva de su desplazamiento a economías menos desarrolladas con escasez del mismo debe exceder a la ofrecida por su permanencia en las zonas de origen, lo que impulsa la movilidad. Sumando a este proceso la disponibilidad de la tecnología moderna por parte de las economías atrasadas, el corolario de este análisis predice la mencionada convergencia. Sin embargo, resultaba evidente que el modelo no explicaba lo que realmente se observa en la realidad, pues la persistente ausencia de convergencia era evidente y los determinantes del crecimiento a largo plazo, el crecimiento de la población y el progreso técnico, deben poder ser explicados dentro del modelo. La explicación neoclásica asumía que el progreso tecnológico ocurre de forma exógena, lo que reconciliaba la teoría con una positiva, y posiblemente constante, tasa de crecimiento del ingreso per capita a largo plazo, permitiéndole así mantener la hipótesis de convergencia. Pero, ¿el crecimiento per capita en el largo plazo depende totalmente de una variable, la tasa de cambio del progreso técnico, que se determina exógenamente? La introducción de una teoría del cambio técnico en un marco neoclásico de análisis resultaba difícil, ya que los supuestos tradicionales de competencia no podían ser mantenidos. El cambio técnico tiene que ver con la creación de ideas, que tienen el carácter de no-rivales, al menos parcialmente, y presentan características de bienes públicos (colectivos). Para un nivel tecnológico dado, es razonable suponer la existencia de rendimientos constantes, pues con el nivel de conocimiento existente resulta plausible que, al doblar las cantidades de factores de producción, doblemos también la cantidad producida. Sin embargo, al incluir bienes no-rivales en la función de producción, los rendimientos tienden a ser crecientes, lo que es incompatible con los supuestos básicos de la competencia perfecta (la compensación de viejas ideas (no-

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rivales) de acuerdo con su coste marginal de producción actual (cero) no provee la recompensa justa para el esfuerzo y el gasto realizados en investigación e innovación). La idea de que los rendimientos crecientes son fundamentales para explicar el crecimiento a largo plazo de una economía es tan vieja como la economía misma. Con la introducción de la distinción entre economías internas y externas de Marshall, parecía que la existencia de un marco competitivo en esta explicación era válida, sin embargo, dadas las dificultades para la formulación de modelos dinámicos y la naturaleza verbal de las explicaciones teóricas, no fue posible desarrollar un modelo formal de crecimiento con rendimientos crecientes. Las dificultades técnicas de los modelos dinámicos condicionaron el análisis de las economías externas a la empresa pero internas a la industria a modelos estáticos, concretamente en el campo de la economía internacional. Aportaciones subsecuentes demostraron que era perfectamente posible construir modelos consistentes de equilibrio general con competencia perfecta, rendimientos crecientes y externalidades (Chipman, 1970). A partir de las aportaciones de A. Smith, A. Marshall y A. Young, se justifica la existencia de rendimientos crecientes con base en una mayor especialización y en la división del trabajo. Hoy es evidente que dichos cambios en la organización de la producción no pueden ser rigurosamente tratados como externalidades tecnológicas. Formalmente, una mayor especialización abre nuevos mercados e introduce nuevos productos. Todos los productores se benefician de la introducción de dichos bienes, pero son bienes y no externalidades tecnológicas. Arrow (1962) y Sheshinski (1967) construyeron modelos en los que las ideas eran el resultado paralelo y no intencionado de la producción o la inversión, un mecanismo denominado learning by doing. En estos modelos, las ideas se desbordan inmediatamente hacia toda la economía, un proceso de difusión instantáneo que es técnicamente posible ya que las ideas son no-rivales. Romer (1986) mostró que el marco competitivo puede mantenerse y que determina un ritmo de avance tecnológico cuya tasa de crecimiento económico asociada resulta ser Pareto sub-óptima. Sin embargo, si la innovación depende de propósitos explícitos de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) y si las ideas se difunden solo gradualmente hacia otros productores, los principios de competencia resultan insostenibles, por lo que la teoría del crecimiento debe incorporar modelos de competencia imperfecta, que aparecieron posteriormente en los trabajos de Romer (1987, 1990), basados en las aportaciones de Spence (1976) y Dixit y Stiglitz (1977) en el campo de la organización industrial. Es difícil determinar con exactitud la fecha del nacimiento de las nuevas teorías del crecimiento económico, ya que surgen de la rigurosa formalización de las ideas que

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economistas como Young (1928), Myrdal (1957), Hirschman (1958) y Kaldor (1972) desarrollaron en la primera mitad de este siglo y cuyos orígenes se remontan a ideas que Smith (1776) o Marshall (1890) plantearon en su momento. Basados en los trabajos de Arrow (1962), Uzawa (1965) y Sheshinski (1967), el impulso inicial al desarrollo de modelos de crecimiento endógeno provino de dos fuentes principales en la década de los años setenta, impulsos que, además, han involucrado explícitamente el factor espacial. En Italia, Beccattini (1975, 1979) y Brusco (1982), a partir de la percepción de que determinadas regiones con un perfil caracterizado por el predominio de pequeñas y medianas empresas presentaban una gran capacidad de reacción frente a la crisis económica y demostraban una gran flexibilidad productiva, provocaron el surgimiento del papel del territorio en los debates sobre crecimiento y desarrollo, además de sugerir que la unidad de análisis dejase de ser el sector industrial, normalmente desarticulado territorialmente, contrariamente a lo que ocurre en un distrito industrial y las interrelaciones existentes entre los agentes que lo conforman. En Estados Unidos, Piore y Sabel (1984) proponen que la crisis del sistema fordista de producción y la búsqueda de mecanismos productivos flexibles debe traer a primer plano la importancia de la dimensión territorial, destacando la importancia de lo que denominan los “nuevos espacios industriales”21. Sin embargo, la consolidación de esta corriente de pensamiento y su consecuente desarrollo posterior se debe en gran medida a los trabajos de Romer (1986) y Lucas (1988). Si pensamos que la introducción de rendimientos crecientes en los nuevos modelos de crecimiento es una novedad, la metodología de análisis sigue siendo neoclásica22 y donde se insiste reiteradamente en la necesidad de proveer a los modelos de fundamentos microeconómicos, en el sentido de que todas las relaciones entre los agentes deben ser derivadas explícitamente de los axiomas del comportamiento racional. Desde mediados de los ochenta, el campo del crecimiento económico ha experimentado un notable resurgimiento, basado en la idea de que los determinantes del crecimiento a largo plazo son cuestiones cruciales, más importantes que la mecánica del ciclo real o los efectos contracíclicos de las políticas monetaria y fiscal. Además, se ha generalizado la idea de que el crecimiento está localizado (Lucas 1988, Glaeser et al. 1992) por lo que el territorio ocupa actualmente una importancia mayúscula. El crecimiento económico de las regiones parece enmarcarse mucho mejor en un marco de crecimiento endógeno que no predice convergencia, ya que incluso a escala sub-nacional existen marcadas diferencias en los niveles de desarrollo y potencial de crecimiento de las

21 La corriente francesa de la regulación también podría incluirse en esta clasificación. 22 Por lo tanto la novedad no debiera ser exagerada, ya que lo que si resulta novedoso es el cambio de concepción en la opinión de que los rendimientos crecientes son relevantes.

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regiones, por lo que las sospechas de que la existencia de factores inherentes al territorio condicionan la capacidad de crecer son perfectamente válidas. 1.6.2 Organización industrial, concentración y eficiencia La organización industrial o economía industrial es el área de la economía que se ocupa de estudiar los mercados para los que el modelo estándar de competencia resulta inapropiado. En tales mercados, las implicaciones positivas y normativas de los modelos de competencia imperfecta son de gran interés, así como el diseño y los efectos de las políticas industrial y de defensa de la competencia dirigidas a incrementar la eficiencia de los mercados. Dado que existen muchos modelos de competencia imperfecta, y dado que las políticas deben normalmente dirigirse a casos particulares, la economía industrial ha tenido un enfoque empírico en su mayoría. Históricamente, la economía industrial nació como disciplina a raíz de la importancia que adquirieron las empresas manufactureras a principios de siglo y, aunque hoy en día no se limita a dicho sector, los estudios de otras ramas productivas son bastante selectos. La economía industrial ha mantenido a la empresa como su objeto de análisis. En microeconomía, la empresa se considera una caja negra, a la que se le introducen inputs y de la que se obtiene un output, o se le considera una función de producción o de costes que se supone maximiza los beneficios. En cualquier caso, la organización industrial estudia a fondo la estructura y el comportamiento empresarial. Los mercados de bienes manufacturados tienen dos características de suma importancia que han sido objeto de extensivo análisis por parte de los teóricos de la economía industrial. En primer lugar, los productos en dichos mercados tienden a ser diferenciados, esto es, los consumidores no los perciben como sustitutos perfectos, por lo que la competencia no recae en los precios y cuestiones como el diseño y la publicidad se vuelven importantes. Por otro lado, muchos mercados están dominados por un número relativamente pequeño de empresas, un tema recurrente en economía industrial, en el que se intenta investigar sobre las diferentes formas de organización de los mercados, principalmente en el estudio de la concentración industrial. Las consecuencias de tal concentración también es un tema relevante, en el que destaca el papel del oligopolio. El objetivo principal de la economía industrial ha sido el desarrollo de herramientas que permitan un mejor y más profundo análisis de los mercados y sus consecuencias en el desempeño económico. Una primera corriente en el estudio de los mercados, asociada con Mason y Bain23 era de naturaleza exclusivamente empírica y regida por el paradigma estructura-conducta- 23 También conocida como La Tradición de Harvard, por la afiliación académica de ambos autores.

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resultados de acuerdo con el cual la estructura de mercado (el número de empresas en el mercado, su grado de diferenciación de productos, la estructura de costes, el grado de integración vertical) determina la conducta (precio, investigación y desarrollo, inversión, publicidad) que a su vez influye en los resultados de la empresa (eficiencia, razón precio-coste marginal, variedad de productos, tasa de innovación, beneficios). Este paradigma descansaba en teorías débiles y ponía énfasis en observaciones empíricas de las industrias, que se fueron convirtiendo en una tradición oral sin fundamentos teóricos sólidos. Los años sesenta trajeron una gran cantidad de estudios econométricos que cubrieron casi todas las industrias y estaban basados fundamentalmente en índices de concentración. Aunque se puede discutir la validez de los resultados e incluso de algunas especificaciones, lo cierto es que empezó a consolidarse la idea de la existencia de altos niveles de poder de mercado en muchos sectores industriales y lo más importante, que las consecuencias económicas de dicho posicionamiento competitivo resultaban fundamentales. A partir de los hechos estilizados elaborados por los estudiosos de la tradición de Harvard, el análisis antimonopolio y la creciente desconfianza sobre el papel de la intervención del Estado en cuestiones de política industrial, surge una nueva corriente, la Tradición de Chicago, cuyos autores más representativos fueron Director y Stigler, quienes enfatizaron en la necesidad de tratamientos teóricos formales y la identificación empírica de teorías alternativas. Sin embargo, a principios de los setenta, todavía resultaba evidente que la teoría era resultado de explicaciones estadísticas y orientada hacia la defensa de posiciones intelectuales, más que un análisis riguroso y sistemático. Tres factores parecen haber impulsado la revolución teórica de la economía industrial en los años setenta. Por el lado de la demanda, la creciente insatisfacción con los límites del análisis empírico y la escasez de modelos explicativos de la amplia diversidad de estructuras de mercado. Por el lado de la oferta, quizá sea apropiado distinguir dos características no necesariamente satisfactorias: i) grandes teóricos empezaron a preocuparse por temas de naturaleza industrial y, ii) el refinamiento de la teoría de juegos y la creciente utilización de herramientas matemáticas en el seno de la teoría económica permitieron el surgimiento de modelos cada vez más refinados que reflejaban con mayor grado de fidelidad el comportamiento industrial estratégico. Uno de los conceptos más importantes en economía industrial es el de comportamiento de mercado. Tres características de un mercado marcan su desempeño global: la eficiencia, la justicia y el progreso. La eficiencia, la dimensión más importante, estudia

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el correcto o incorrecto uso de los recursos disponibles por el mercado. La justicia se refiere normalmente a la equidad en la distribución de los beneficios económicos entre los agentes participantes y el progreso analiza la efectividad del mercado para impulsar los cambios necesarios que provean nuevos y mejores productos y técnicas de producción. La eficiencia puede ser de dos tipos, productiva o asignativa. La competencia perfecta es una estructura apropiada para alcanzar la eficiencia asignativa, ya que bajo este mecanismo, los excedentes del consumidor y del productor indican los beneficios económicos que obtienen del intercambio de bienes y servicios tanto vendedores como compradores. En esta situación, el excedente total se maximiza al precio y producto competitivos. El alcance de la eficiencia productiva es muchas veces inconsistente con una estructura competitiva, ya que la reducción de costes, el objetivo de la eficiencia productiva, puede requerir un pequeño número de empresas que genera una estructura oligopólica y que se refuerza por la existencia de economías de escala en la producción. La minimización de costes puede impedir la eficiencia asignativa y viceversa, por lo que normalmente la eficiencia óptima es una cuestión de sub-óptimo social (second best). Stigler (1951) demostró, siguiendo el famoso teorema de A. Smith sobre la división del trabajo y el tamaño del mercado, que existen ganancias de eficiencia al concentrarse geográficamente compradores y vendedores, vía la mayor especialización de bienes intermedios. Fujita (1990) formalizó el argumento utilizando un modelo en el que la producción de bienes de consumo final exhibe preferencias por la variedad de bienes intermedios producidos con costes medios decrecientes. Una elevada escala industrial reduce los costes de producción por medio de la amplia variedad de inputs intermedios especializados. Las barreras a la entrada son factores económicos que proveen a las empresas de ventajas sobre la competencia, en términos de sus consecuencias a largo plazo. Las empresas que disfrutan de una protección derivada de barreras a la entrada, pueden generar beneficios económicos indefinidamente sin perder competitividad o reducir su cuota de mercado o incluso sin atraer nuevos competidores. Incluso, en un caso extremo, la empresa puede tener acceso exclusivo al mercado. Las barreras a la entrada pueden ser naturales (costes absolutos), de desempeño superior (costes relativos) o de comportamiento estratégico (costes fijos elevados). Una vez escogida una ubicación geográfica en donde la empresa disfruta de las ventajas de la aglomeración, la misma localización se convierte en una barrera a la entrada de otras empresas, debido a que disfrutará ventajas de costes derivadas de las externalidades de naturaleza espacial, por el simple hecho de haber escogido dicho territorio. La localización y, por tanto, las barreras a la entrada existentes en el territorio condicionan el acceso a los mercados de

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productos finales y de materias primas, por lo que la organización industrial local sufre las consecuencias del poder me mercado que ejercen las empresas aglomeradas.

2. Externalidades y localización La introducción de externalidades en los modelos de crecimiento endógeno y la aparición de sofisticados modelos de competencia imperfecta en el campo de la economía industrial, influenciaron un nuevo enfoque en el análisis locacional. Sin embargo, las economías de escala ya habían sido tratadas con anterioridad como un elemento que distorsiona el patrón ideal de localización. Quizá una de las razones que propiciaron la inadecuada utilización de dicho concepto fue la imposibilidad de aislar su específico efecto locacional, dado que la escala de la producción interactúa con todos los demás elementos en la determinación de la localización óptima. Las economías externas de escala son reducciones de costes que realiza una empresa debido a su proximidad geográfica con otras empresas. 2.1 Economías externas y el concepto de externalidad Las economías de escala en la producción son reducciones en el coste medio en el largo plazo que resultan de una expansión del nivel de producto y pueden ser internas o externas, según la definición clásica de Marshall. Las economías internas se derivan del propio crecimiento de la empresa y pueden deberse a la existencia de elevados costes fijos, factores tecnológicos, de administración o financieros, entre otros. Las economías externas resultan de la expansión de la industria en general y se reflejan en la estructura de costes de todas las empresas. Una fuente de dichas economías es explícitamente espacial. La ubicación de una empresa cerca de otras la hace beneficiarse de un tipo particular de economías externas que se denominan economías de aglomeración. De hecho, el concepto de economías externas fue elaborado por Marshall explicando las ventajas que gozan las empresas de la agrupación geográfica, aunque su argumento se dirigía a demostrar la compatibilidad de los rendimientos crecientes de escala en un marco competitivo. Actualmente los conceptos de economías externas, externalidades y efectos externos suelen interpretarse de manera equivalente, es decir, como beneficios o costes que goza un agente económico derivados de las acciones de los demás agentes y, por tanto, no existe un mercado o dominio institucional que regula dichos efectos (Bellandi, 1995). Sin embargo, en sentido estricto, una economía externa será una externalidad siempre

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que se produzca un distanciamiento de la situación de eficiencia, teniendo relevancia en términos de optimalidad paretiana. La externalidad es un efecto, positivo o negativo, sobre la función de producción o de costes de una empresa derivado de la existencia de economías externas. Sin embargo, no toda economía externa es una externalidad, por lo que la presencia de efectos externos es una condición necesaria pero no suficiente para la existencia de externalidades. Una externalidad tiene dos características fundamentales, la no rivalidad en el consumo y la no exclusión, características que también definen a los bienes públicos. La primera tiene que ver con la posibilidad de consumo colectivo, dado que el aprovechamiento de un bien público por un agente no imposibilita a otros a hacer lo mismo; y la segunda implica la imposibilidad de restringir el uso de dicho bien a aquellos agentes que han pagado por el derecho a disfrutar de un bien o servicio. La existencia de externalidades conduce a resultados subóptimos al producir una divergencia entre los costes (beneficios) privados y sociales. Los requisitos de eficiencia imponen ciertas limitaciones a las tecnologías factibles de producción. Cuando la producción de un determinado bien presenta rendimientos crecientes a escala, la fijación de precios según el principio de coste marginal (condición necesaria para alcanzar simultáneamente la eficiencia en la producción y en el consumo) llevaría a la desaparición de la unidad productiva al no ser rentable la producción. Los rendimientos crecientes implican unos costes medios decrecientes a largo plazo y, por lo tanto, que los costes marginales fuesen inferiores a los medios para cualquier nivel de producción. En el límite, si para explotar dichas economías externas se expande la producción, solamente podría existir una empresa en la industria -monopolio natural. En estas circunstancias, la exigencia de optimalidad haría inviable la producción. La supervivencia de la industria llevaría a que los precios fuesen distintos del coste marginal no alcanzándose un óptimo paretiano. Las fuentes más utilizadas en la literatura en la generación de economías externas son la incorporación del conocimiento como factor no rival, sobre todo en los modelos de crecimiento endógeno y los incrementos en el número de factores intermedios cada vez más especializados, en los modelos de preferencia por la variedad de Spence (1976) y Dixit-Stiglitz (1977). Por ejemplo, supongamos una función de producción

q L xi= − ∑1 α α

donde se observan rendimientos constantes respecto al factor trabajo (L) y al agregado de n inputs diferenciados xi que utiliza la empresa. Suponiendo que la cantidad agregada

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de inputs x∑ que utiliza la empresa se distribuye homogéneamente y que de M

factores disponibles la empresa utiliza N, podemos escribir

q L MNM

M L N=

=− − −1 1 1α

αα α α( )

de modo que, si suponemos que L y N están dados, al incrementar M se incrementa la producción q, es decir, existen rendimientos crecientes derivados de la variedad de inputs potencialmente utilizables confirmando el principio de que la división del trabajo mejora la eficiencia productiva. La aglomeración de empresas en el espacio genera cierta interdependencia, de naturaleza bastante compleja. La idea básica de Marshall es que pueden haber economías de escala internas a la industria, en este caso se refiere al conjunto de empresas aglomeradas, pero externas a la empresa individual, que den lugar a una función de coste medio decreciente para el conjunto, aunque cada empresa se enfrenta, individualmente, a costes medios crecientes. Las economías externas son, entonces, influencias sobre la función de producción o costes que proceden no de la dimensión individual, como las economías internas de la empresa particular, sino de todo el emplazamiento productivo o distrito industrial, como lo definiera Marshall. Supongamos la función de producción o de costes de la empresa i en una aglomeración como

q f k l Q c c w r q Qi i i i i i= =( , , ) ( , , , )

donde Q representa la producción del conjunto de las empresas localizadas. Las economías externas originan una interdependencia entre las empresas ya que los costes de cada una se ven afectados por lo que hacen todas en conjunto. Cabría distinguir entre efectos externos positivos, es decir, cuando Q afecta positivamente a la producción de la empresa i o disminuye los costes de la misma y efectos externos negativos, cuando el nivel de producción de la industria Q aumenta los costes de cada empresa o afecta negativamente la función de producción qi. Formalmente, si

∂∂cQ

i < 0 , ∂∂qQ

i > 0 los efectos externos son positivos

∂∂cQ

i > 0 , ∂∂qQ

i < 0 los efectos externos son negativos

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La principal implicación de la presencia de economías externas es que para obtener la función de oferta de la industria, es decir del territorio (o de oferta agregada local), no basta sumar horizontalmente las curvas de oferta de las empresas individuales. Matemáticamente, el problema puede reducirse a encontrar el equilibrio simultáneo de las n ecuaciones del sistema. La ecuación tipo es

q s p Qi i= ( , ) más una ecuación que refleja la condición de consistencia

Q qi=∑

El sistema tiene n+1 ecuaciones y n+1 incógnitas (qi,Q). Alternativamente, podemos obtener implicaciones de interés si partimos de las ofertas individuales. Definimos el precio como p CMa q Qi= ( , ) , donde CMa es el coste marginal. Asimismo, definimos

CMa q QdCTdq

CTq

CTQ

Qqi i

i

i

i

i

i

i( , ) = = +

∂∂

∂∂

∂∂

donde CT es el coste total y dado que ∂ ∂Q qi/ = 1, tenemos que

CMa q QCTq

CTQi i

i

i

i( , ) = +∂∂

∂∂

de la condición p CMa q Qi= ( , ) de despeja q s p Qi i= ( , ) , que es la oferta individual en presencia de externalidades. Asimismo, de la condición de consistencia obtenemos

Q q s p Qi i= =∑ ∑ ( , ) . Derivando tenemos

dQdp

sp

sQ

Qp

i i= +

∂∂

∂∂

∂∂

y agrupando los términos en dQ/dp

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dQdp

sp

sQ

i

i

=

∂∂

∂∂

1

Por tanto, la elasticidad de la oferta de la industria respecto al precio será

ε

∂∂

∂∂

s

i

i

i i

i

i i

i

dQdp

pQ

sp

sQ

pQ

sQ

dsdp

ps

sQ

dsdQ

Qs

= =

⋅ =⋅

− ⋅

∑1 1

y definiendo r s Qi i= la participación de mercado de la empresa i en el distrito ( , )εs pi como la elasticidad de la oferta respecto al precio y ( , )εs Qi la elasticidad de la oferta de la empresa ante efectos externos, que tomará valores positivos cuando dichos efectos sean positivos y viceversa, obtenemos

( )( )ε

εεs

i i

i

r s ps Q

=−

∑ ,,1

En ausencia de efectos externos, es decir ( , )εs Qi = 0 , la expresión reproduce la

ecuación ( )ε εs i ir s p= ∑ , , que es la suma horizontal de las curvas de oferta de las

empresas individuales. Por lo tanto, la curva de oferta de la industria en presencia de externalidades resulta ser más o menos elástica que la simple suma horizontal de curvas de oferta de cada empresa según sea el signo de ( , )εs Qi :

si ( , )εs Qi > 0, entonces ε εs p r s pi i, ( , )> ∑

si ( , )εs Qi < 0 , entonces ε εs p r s pi i, ( , )< ∑

por tanto, en presencia de externalidades positivas la curva de oferta tiende a ser más elástica que la mera suma horizontal de las curvas de costes marginales de las empresas. En cualquier caso, las economías externas de las que se beneficia una unidad productiva se derivan de su propia localización y por lo tanto, de su asociación con un amplio

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conjunto de actividades económicas. Las economías internas que se pueden generar en la aglomeración se transmiten en forma de economías externas a las unidades individuales que la componen. Sin necesidad de aumentar la escala de su producción, su asociación espacial y su encadenamiento funcional le permite obtener economías derivadas de los factores que operan fuera de la unidad productiva individual. Bajo estas circunstancias, las economías de aglomeración se convierten en un elemento adicional en la decisión de localización y tienen, por tanto, un impacto significativo en la distribución espacial de las actividades económicas. Las economías externas han sido clasificadas de varias formas. Las economías externas pecuniarias son aquellas que se derivan de la especialización y de la división del trabajo y se reflejan directamente en el coste de producción, mientras que las no pecuniarias o tecnológicas son aquellas que se derivan del cambio tecnológico y que afectan, por tanto, a la eficiencia productiva en cuanto mejores técnicas de producción e innovaciones de productos. Asimismo, las economías pecuniarias suelen llamarse estáticas, mientras que las tecnológicas se denominan dinámicas, dado que el conocimiento “fluye” en un proceso constante. Sin embargo, esta distinción ha sido criticada (Callejón y Costa, 1996) ya que la especialización y la división del trabajo también implican flujos de información. Además, suele ser bastante difícil separarlas en la práctica y, como argumenta Krugman (1992), la distinción entre economías externas pecuniarias y tecnológicas es válida únicamente cuando existen rendimientos constantes a escala y competencia perfecta. En presencia de rendimientos crecientes y mercados no competitivos, el conjunto de economías externas significativas resulta ser más importante. Callejón y Costa (1996) sostienen que las economías externas no deben entenderse como un simple efecto externo, es decir como una simple transferencia de beneficios o perjuicios económicos de un agente a otro sin considerar al mercado o independientemente de la voluntad de alguno de ellos, sino como un activo intangible de limitada extensión territorial del que se benefician aquellas empresas localizadas en ese territorio que, a su vez, participan en la creación de dichas economías24. Asimismo, cuando los efectos externos son negativos, hablamos de deseconomías externas o externalidades negativas, que tienen efectos contrarios a los que aquí se han expuesto. Un ejemplo típico puede ser el de la congestión o los elevados precios del suelo industrial, entre otros. Normalmente, los efectos externos positivos generarán una fuerza de atracción hacia el territorio en que tienen lugar, mientras que los efectos negativos actuarán como una fuerza de repulsión para los agentes que quisieran instalarse en la aglomeración. Krugman (1994) les ha denominado fuerzas centrípeta y centrífuga, respectivamente. 24 Nótese que constituyen un bien colectivo dada su limitación territorial.

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2.2 Las economías de aglomeración Una fuente importante de economías de aglomeración son las conexiones o encadenamientos entre actividades económicas dentro de un área geográfica relativamente restringida. Una empresa es, sin embargo, una pequeña parte de un complejo sistema de producción unido por encadenamientos directos o indirectos y en múltiples direcciones entre varias unidades productivas. Las economías externas se transmiten hacia las empresas individuales vía la red de interconexiones con otros elementos del sistema. Las economías de aglomeración existen ahí donde algunas o todas las conexiones están presentes en un área geográfica limitada, reduciendo los costes o aumentando los beneficios (o ambos) de las empresas ahí ubicadas. Las economías de aglomeración y los encadenamientos industriales son cada vez más importantes en la determinación de la localización industrial. Adicionalmente, empresas complementarias o de actividades similares pueden beneficiarse de un mercado de trabajo compartido, ya que la formación y entrenamiento, así como la experiencia adquirida en el trabajo, puede beneficiar indirectamente a varias empresas, al disponer de mano de obra cualificada. Las economías de aglomeración suelen dividirse en economías de localización y economías de urbanización. Usualmente, las economías de localización son externas a la empresa pero internas a la industria o sector, las economías de urbanización son externas a la empresa y a la industria, pero internas al territorio. Las primeras pueden asociarse a la especialización, ya que son específicas de sectores industriales concretos, mientras que las segundas surgen de la interacción de muchas actividades dentro de la misma aglomeración, por tanto reflejan las ventajas de la diversificación o de la fertilidad cruzada. Las economías de localización pueden derivarse de la especialización intraindustrial, del mercado de trabajo especializado, de las mayores facilidades de comunicación que promueven la innovación y de servicios públicos específicos, entre otros. Las economías de urbanización, de carácter interindustrial, suelen provenir de infraestructuras y de los efectos del tamaño del mercado local, en donde los encadenamientos industriales pueden estar presentes o no. En los años setenta surgió un enfoque, que después se volvería estándar para la cuantificación de las economías de aglomeración, en el marco del análisis de la función de producción. Una primera versión pretendía representar las economías de

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aglomeración por medio de cambios en funciones de producción con tecnología Hicks-neutral. Una función tipo era de la forma

Q g A f K L t h= ( ) ( , ) donde Q, K y L representan la producción, el capital y el trabajo, respectivamente, A mide las diferencias interregionales de productividad, mientras que h es un parámetro de homogeneidad que representa rendimientos crecientes a escala. Cuando h=1, la función de producción es idéntica en todas las regiones y g(A) es la medida de economías (deseconomías) de aglomeración. Una alternativa, sobre todo cuando no se dispone de datos sobre el capital y ninguna aproximación resulta válida, es la de plantear una función de producción CES modificada, para eliminar la referencia directa al capital. Se deriva entonces una función de salarios de tipo Dhrymes de la forma

W BQ Lq b= donde W es el salario real, Q el producto, L el trabajo y B una constante. Las economías de aglomeración se calculan a partir del parámetro z b a= + −( )( )1 1 25. 2.3 Las bases microeconómicas de los nuevos modelos de localización En una situación de competencia perfecta la presencia de economías externas significa que el mercado no alcanza una solución óptima. El mecanismo de precios no logra establecer un equilibrio eficiente y se produce un fallo de mercado. Si la externalidad es positiva, el bienestar social será superior al bienestar individual. La existencia de empresas geográficamente próximas que interactúan en la generación de economías de aglomeración es, por tanto, un elemento distorsionador del equilibrio competitivo por lo que se argumenta que el espacio es un fallo de mercado. Diferentes marcos analíticos han sido utilizados para tratar dichas distorsiones y resultan particularmente relevantes en el caso de los efectos que sobre la localización pueden tener las economías externas.

25 Estos enfoques generaron mucha investigación sobre las economías de escala en un contexto espacial, pero no fueron capaces de explicar la naturaleza de las economías de aglomeración. Moomaw (1988), Nakamura (1985) y Henderson (1986) utilizan formas funcionales flexibles para cuantificar las economías de aglomeración y, aunque sus resultados son dispares, los modelos parecen más adecuados, sobre todo en cuanto a su poder explicativo.

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Los primeros modelos de localización tenían un carácter puramente normativo, es decir, consideraban exclusivamente cual debería ser el patrón ideal de localización y de la distribución espacial de la actividad económica, sin tomar en cuenta la evidencia de lo observable en la realidad. Dichos modelos estaban fundamentados en juicios de valor. Los modelos positivos, por el contrario, estudian proposiciones que pueden ser, al menos en principio, verificadas mediante la observación de eventos o estados del mundo real, esto es, tienen una naturaleza marcadamente descriptiva. Al alejarse de consideraciones normativas, intentando explicar los mecanismos mediante los cuáles las empresas tienden a concentrarse geográficamente, la teoría económica provee el marco analítico y teórico necesario para enmarcar éstas explicaciones. En los últimos años, la literatura sobre localización a convergido hacia un nuevo paradigma. No deben olvidarse las fuerzas centrífugas y centrípetas que motivan cambios en los patrones de localización. Entre las primeras podríamos destacar el acceso a un mercado de mano de obra especializada y a un mejor suministro de bienes intermedios, mientras que de las segundas, la competencia de precios y salarios. Fujita y Thisse (1996), consideran el equilibrio espacial como una situación en la que ningún agente tiene incentivos para moverse, pues una situación distinta implicaría, por regla general, encontrarse en una posición desventajosa comparada con la anterior26. Las pautas de localización involucran una interacción entre las fuerzas de aglomeración (centrípetas) y de dispersión (centrífugas). El siguiente cuadro ofrece una clasificación de las más importantes27. La configuración espacial de las actividades económicas puede interpretarse como el resultado de un proceso en que tanto fuerzas de aglomeración (centrípetas) como de dispersión (centrífugas) actúan y generan un equilibrio. El supuesto de rendimientos no crecientes tiene considerables implicaciones en el campo de la geografía de la producción. Si asumimos la existencia de tales rendimientos y una distribución uniforme de los recursos, la economía se reduce a una autarquía en donde cada individuo produce para su propio consumo28. Cada emplazamiento produciría los mismos bienes, en una escala reducida, salvo que la distribución desigual de los recursos permitiera la existencia de comercio (intercambio) entre las localizaciones. Sin embargo, la desigual distribución geográfica de los recursos parece insuficiente como única explicación de la especialización y del comercio. Por lo tanto, es posible concluir

26 El equilibrio espacial puede identificarse con un equilibrio de Nash. Bajo ciertas circunstancias, los agentes tendrán una única estrategia óptima (en estrategias puras) como respuesta a las estrategias de los demás agentes. El equilibrio es único, pero puede ser no óptimo en sentido de Pareto. 27 Para una explicación más detallada se recomienda la lectura de Krugman (1995). 28 Sin embargo, Beckmann y Puu (1985) demostraron que puede existir concentración industrial bajo rendimientos constantes cuando el espacio es heterogéneo.

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que los rendimientos crecientes son esenciales al momento de explicar la distribución geográfica de las actividades económicas.

Fuerzas Centrípetas Fuerzas Centrífugas - Ventajas Naturales - Fuerzas de Mercado * Bahías, ríos * Altas rentas inmobiliarias * Localizaciones centrales o estratégicas * Relaciones económicas centro-

periferia * Largos recorridos - Economías Externas Pecuniarias * Acceso a mercados - Fuerzas Ajenas al Mercado * Acceso a productos * Contaminación * Congestión - Economías Externas Tecnológicas * Recursos naturales dispersos * Spillovers tecnológicos Fuente: Krugman (1995).

La existencia de rendimientos crecientes en la producción exige que en una economía existan un número finito de empresas, que compiten imperfectamente. Kaldor (1935) argumentó que el espacio per se proporciona una forma particular de competencia, ya que los consumidores compran los bienes de las empresas con menores costes totales (tomando en cuenta el coste de transporte). Las empresas compiten directamente, entonces, con las pocas empresas vecinas, independientemente del número total de empresas en la industria. La competencia espacial es, por lo tanto, inherentemente oligopolística. Una de las fuerzas centrípetas más importantes en la explicación de las aglomeraciones industriales es, sin duda, la existencia de externalidades en la producción. Debido a esto, un número cada vez mayor de empresas desearán aglomerarse, dada la existencia de factores que permiten una mayor diversidad y especialización en el proceso productivo, así como, desde el punto de vista del consumidor, de la amplia gama de bienes disponibles. La ubicación de nuevas empresas en aglomeraciones existentes permite el surgimiento de incentivos para la migración de trabajadores, ya que éstos esperarán encontrar mejores trabajos y salarios más elevados. Esto, a su vez, hace el lugar más atractivo para las empresas que podrían encontrar trabajadores y servicios

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especializados. Evidentemente, ambos tipos de agentes se benefician de encontrarse en el mismo lugar. La estructura espacial se determina mediante la interacción de fuerzas centrífugas y centrípetas generadas por la propia localidad. El teorema de la imposibilidad espacial (Starrett, 1978) sugiere que dichas fuerzas no pueden ser explicadas por modelos de competencia perfecta. Sin embargo, los modelos de competencia oligopólica, aunque han resultado de suma importancia en la explicación de la aglomeración con economías externas en la producción, están sujetos en muchas ocasiones a la no existencia de equilibrio y, de existir, su cálculo resultaría muy complicado. Además, la competencia imperfecta olvida, por lo general, las interacciones estratégicas entre los agentes. Por éstas razones, la mayoría de los modelos existentes de localización se clasifican en lo que se conoce como modelos con externalidades, en los que se consideran las influencias de las externalidades tecnológicas en un contexto de competencia perfecta. Sin embargo, la nueva geografía económica hace uso extensivo de los modelos de competencia imperfecta de tipo Spence (1976) y Dixit y Stiglitz (1977) para modelar la preferencia por la diversidad y explicar cómo la especialización genera los rendimientos crecientes necesarios para incentivar la aglomeración. El proceso de aglomeración ha sido explicado en la literatura a partir de 3 enfoques fundamentales, que analizamos a continuación. 2.3.1 Externalidades en un marco de competencia perfecta Los modelos que utilizan externalidades describen el equilibrio espacial bajo la influencia de interacciones, fuera del mercado, entre empresas y/o consumidores. Estas relaciones que no capta el mecanismo de precios pueden tomar la forma de flujos de información o de externalidades con una clara dimensión espacial29. Los primeros describen explícitamente el intercambio de información entre agentes mientras que los segundos utilizan el concepto de accesibilidad para representar los efectos de las interacciones que ocurren fuera del mecanismo de precios. Estos dos tipos de modelos son, por lo general, equivalentes. Han sido propuestos en el seno de la economía urbana con la intención de explicar la estructura espacial interna de las ciudades (o áreas

29 Algunos autores consideran que las externalidades tienen una marcada dimensión espacial, ya que las políticas se enfocan normalmente en una subdivisión geográfica. Esto es, podemos hablar de desarrollo regional, rural o incluso nacional, pero una misma autoridad es incapaz de promover políticas de desarrollo supranacional o internacional, donde la dimensión espacial podría ser ignorada. Véase Stewart y Ghani (1991), Miyao (1987).

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metropolitanas). Sin embargo, los mismos principios son aplicables en áreas de mayor extensión territorial, como regiones o naciones30. Por lo general, este tipo de modelos simulan los mecanismos de aglomeración que afectan tanto a empresas como a consumidores. La fuerza centrípeta es la existencia de flujos de comunicación entre empresas que permiten el intercambio de información (Saxenian, 1990). Una característica importante de la información es su naturaleza de bien público: el uso de información por una empresa no impide su uso por otras empresas,31 siempre que se encuentren lo suficientemente próximas. El intercambio de información provee beneficios a las empresas que no han sido generados explícitamente. Dado que las empresas tienen información asimétrica, los beneficios de la comunicación se incrementan con el número de empresas. Además, como los flujos de información se enfrentan a costes sensibles a la distancia, mientras más cerca se localicen las empresas, más acceso tendrán a estos intercambios informales. Por otra parte, la fuerza centrífuga que normalmente aparece en este tipo de modelos se corresponde con los incrementos en los salarios reales y los alquileres inmobiliarios tanto en el emplazamiento como en sus alrededores, que se generan por el cada vez mayor número de empresas aglomeradas en un mismo punto, lo que inhibe la instalación de nuevas empresas en dicho lugar. Consecuentemente, el equilibrio locacional entre empresas y consumidores/trabajadores se determina mediante el balance de estas dos fuerzas. Supongamos un área geográfica X, donde existe un continuo de empresas, cada una con información diferente y produciendo bienes y servicios diferenciados, pero simétricos en el intercambio de información. Sea f(x) la densidad de empresas en la localización, x X∈ , mientras R(x) y W(x) representan la renta de la tierra y la tasa de salario, respectivamente. Los beneficios de una empresa que se localiza en x X∈ y con un nivel de comunicación q(x,y) con cualquier empresa localizada en y es:

{ }Π[ , ( , ) [ ( , )] ( , ) ( , ) ( ) ( ) ( )x q x y V q x y c x y q x y f y dy R x S W x LX

f f= − − −∫

30 Sin embargo, como en el caso de las externalidades, no son necesariamente aplicables en espacios multinacionales, donde varias autoridades gubernamentales tienen capacidad de aplicar instrumentos de política que afecten directamente el entorno en el que operan los agentes económicos. El estudio de la localización en la escena internacional está todavía poco desarrollado y constituye una línea promisoria de investigación. Para una aproximación al tema, se puede consultar Venables (1995), Tugores y Bernardos (1994), y puede verse el apartado 3 de este trabajo. 31 Evidentemente no se trata de un bien publico “puro” ya que su influencia tiene un rango geográfico específico de influencia. Hablamos, por lo tanto, de un bien colectivo, pues sólo afecta a las empresas ubicadas dentro de un rango específico. Véase Callejón y Costa (1996).

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donde Sf representa la tierra utilizada y Lf el trabajo. Además, V q x y[ ( , )] representa la contribución total del nivel de contacto con otras empresas sobre el beneficio y c x y q x y( , ) ( , ) el correspondiente coste unitario. Cada empresa escoge su localización x y su campo de contacto q(x,y) que maximize su ingreso, tomando la distribución espacial de empresas existente como dada. Dado que el nivel de comunicación óptimo con una empresa en y puede determinarse independientemente de la distribución de las empresas, podemos sustituirlo y reescribir la ecuación como

Π( ) ( ) ( ) ( )x A x R x S W x Lf f= − −

donde

{ }A x a x y f y dy V q x y c x y q x y f y dyX X

( ) ( , ) ( ) [ ( , )] ( , ) ( , ) ( )* *= ≡ −∫ ∫

A(x) representa la accesibilidad global y a(x,y) es la accesibilidad local. Podemos interpretar alternativamente a(x,y) como el desbordamiento de información de la empresa en y hacia la empresa en x. Entonces, A(x) corresponde a la función de deterioro de información, que tiene naturaleza de externalidad espacial. 2.3.2 Rendimientos crecientes en un marco de competencia imperfecta El principio general que sustenta la geografía de la producción es que la diferenciación de productos (finales o intermedios) promueve la aglomeración. De esta forma, y como ya se hizo mención anteriormente, la interacción de los rendimientos crecientes y los costes de transporte generan procesos acumulativos por los que es posible explicar la formación de ciudades y/o distritos industriales. En cierto sentido, se trata de una rehabilitación de algunas ideas que teóricos del desarrollo elaboraron en las décadas de los 40’s y 50’s32. Recientes contribuciones dentro de este campo incluyen las economías de escala dinámicas de Kaldor (1985), la retroalimentación positiva (positive feedbacks) de Arthur (1990) y las complementariedades de Matsuyama (1995). El objetivo primario de este tipo de modelos es mostrar cómo, a partir de estructuras de competencia monopólica, es posible capturar las fuerzas de aglomeración sugeridas por

32 Se trata de conceptos relacionados que ya tratamos con anterioridad. Dentro de tales teorías enmarcamos el “Big Push” de Rosenstein-Rodan (1943), los “polos de crecimiento” de Perroux (1955), la causalidad acumulativa y circular de Myrdal (1957) y los encadenamientos hacia adelante y hacia atrás de Hirschman (1958).

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los autores antes citados. En particular, se trata de descubrir como operan los mecanismos microeconómicos en la generación de economías externas. Formalmente, supóngase la función de producción de una empresa representativa de la forma

[ ]x z z w dwn

=

∫−

00

1

α ρα ρ

( )( )/

que utiliza un input homogéneo con rendimientos constantes a escala (z0) y un compuesto de bienes intermedios diferenciados, z(w). Esta función tiene rendimientos crecientes en el número n de bienes intermedios especializados que la empresa desea utilizar y ρ expresa su deseo de emplear una mayor cantidad de bienes intermedios en la elaboración del bien final33. Dada la especialización de la producción, cada bien intermedio diferenciado z(w) es producido por una sola empresa, con la misma tecnología y el trabajo como único input. El monto total de trabajo L(w) requerido para producir una cantidad z(w) se supone dado y se expresa por

L w f az w( ) ( )= + donde f es la cantidad fija de trabajo requerida y a es una cantidad marginal. Esta tecnología exhibe rendimientos crecientes. Las empresas determinan sus precios y su localización de forma no estratégica, en otras palabras, no hay barreras a la entrada y el número de empresas que proveen el bien (servicio) diferenciado puede ser elevado. Finalmente, se considera un coste de transporte de tipo iceberg que implica que sólo una proporción de los productos transportados llega en buen estado a su destino final. Los supuestos anteriores implican que, dado que el impacto de un cambio de precios en el consumo total de los productos/servicios diferenciados es mínimo (las empresas no actúan estratégicamente) la demanda de los consumidores es iso-elástica. En consecuencia, dada la estructura multiplicativa de los costes de transporte, la elasticidad de la demanda de cada individuo es la misma en los diferentes emplazamientos, por lo que la elasticidad de la demanda agregada es independiente de la distribución espacial de los consumidores. Para una empresa ubicada en x, el precio de equilibrio para su producto está dado por

33 La importancia de los bienes intermedios especializados (como pueden ser servicios legales y de comunicación, inputs industriales no comercializables, servicios de mantenimiento y reparación, servicios financieros, etc.) es un hecho bien documentado en los estudios de localización y de desarrollo regional (véase Hansen (1990) para un resumen).

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p x aW x* ( ) ( ) /= ρ

donde W(x) es el salario de equilibrio en x. Por lo tanto, el precio de equilibrio es igual al coste marginal de producción aW x( ) aumentado por un cierto mark-up dado por ( / )1 1ρ > . A partir de variantes del modelo estudiado, es posible distinguir dos líneas diferenciadas de investigación. La primera se enfoca en modelos que explican la formación y el crecimiento de las ciudades. Este tipo de modelos utilizan la diferenciación en el consumo o en la producción de bienes intermedios para mostrar como las ciudades se generan endógenamente, a partir de la interacción, como hemos venido comentando, de los conjuntos de fuerzas centrípetas y centrífugas. En la segunda se consideran dos regiones, a partir de las cuales se analizan los mecanismos que permiten el surgimiento de estructuras de tipo centro-periferia. Básicamente, se trata de investigar las posibles causas de la divergencia entre regiones, a partir de las situaciones iniciales y de la capacidad de generar endógenamente las fuerzas centrípetas necesarias para la atracción de nuevas empresas y, al mismo tiempo, constituir un mercado de trabajo especializado y competitivo. Una de las limitaciones más importantes de este tipo de modelos es, sin duda, el supuesto de que los agentes no interactúan estratégicamente. Esto se debe, probablemente, a que empíricamente se observan elevados números de empresas en determinadas regiones o incluso en las propias ciudades. Sin embargo, la teoría de la organización industrial establece que las empresas, por lo general, intentan restringir la entrada de nuevos competidores, además de que la competencia está espacialmente localizada. Por lo tanto, resulta conveniente estudiar la competencia espacial, básicamente para desenmascarar los mecanismos que envuelve la rivalidad oligopolística. 2.3.3 Competencia espacial en un marco de interacciones estratégicas Dentro de la competencia espacial, es necesario distinguir entre dos tipos de modelos. En primer término, los modelos de compra son aquellos en que los consumidores compran directamente los productos en las empresas, por lo que son ellos los que tienen que cubrir los costes de transporte, lo que permite escoger el centro de aprovisionamiento que minimice tales costes. Contrariamente, en los modelos de

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entrega es la empresa quien se encarga de transportar los productos hasta su destino final. Pero, dado que es posible identificar la ubicación de los clientes, existe la posibilidad de introducir algún tipo de discriminación espacial de precios. El primer tipo de modelos se basan fundamentalmente en el trabajo pionero de Hotelling (1929) y se utilizan fundamentalmente para investigar la competencia entre oferentes de bienes de consumo, mientras que los otros tienen su origen en las aportaciones de Hoover (1937) y Greenhut (1975) y parecen más apropiados para el análisis de la competencia entre bienes industriales. Aunque parten de situaciones diferentes y sus objetivos son específicos, ambos tipos de modelos están fundamentados en las mismas fuerzas centrífugas y centrípetas, por lo que los patrones de localización derivados de éstos son semejantes. Asimismo, la diferenciación de productos es una fuerza centrípeta de vital importancia. Cuando las empresas cooperan, dejan de sufrir los devastadores efectos de la competencia en precios y pueden predominar las fuerzas centrífugas discutidas anteriormente, haciendo que los productos que originalmente eran sustitutos potenciales sean, por la influencia de otras fuerzas económicas, complementos. El resultado de lo anterior es la aglomeración . Lo mismo pasa en el mercado de trabajo: la competencia en salarios es una fuerza centrífuga, mientras que un mejor acceso a un mercado de trabajo conjunto es una fuerza de aglomeración tanto para empresas como para trabajadores. 2.4 Determinantes de la localización La concentración geográfica de las actividades económicas ha sido explicada de diversas formas. Originalmente, y como vimos en apartados anteriores, los costes de transporte o la demanda eran considerados como claves en la determinación de la localización. En algunas industrias, la localización de las empresas está determinada por la naturaleza de sus productos o de sus procesos productivos. La localización, por ejemplo, de actividades agrícolas o extractivas está limitada por la ubicación de tierras fértiles o depósitos minerales. Sin embargo, una gran cantidad de industrias (manufacturas y servicios) pueden localizarse en cualquier parte, ya que ni las materias primas que utilizan ni los productos que fabrican están ligados a la disponibilidad geográfica y pueden ser transportados a bajos costes. Las empresas y los trabajadores de este tipo de industrias pueden escoger donde localizarse de acuerdo a múltiples factores como pueden ser el nivel y la estructura local

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de impuestos, incentivos y subsidios ofrecidos por las autoridades locales, calidad del mercado de trabajo local, oportunidades alternativas de empleo, entre otros. Marshall (1890) expuso tres motivos por los que la aglomeración de empresas en un determinado lugar proporciona ventajas sobre aquellas que no lo están. Estos factores proveen a las empresas aglomeradas una cantidad de economías externas, tanto pecuniarias como tecnológicas, que hacen más rentable estar localizadas ahí que en cualquier otro lugar. En la literatura reciente sobre localización y externalidades, la concentración industrial es el resultado de la interacción de los rendimientos crecientes, los costes de transporte y la demanda. Las fuentes de economías externas (rendimientos crecientes) a la empresa son los motivos que expuso Marshall en su análisis: mercado de trabajo conjunto, ventajas en el aprovisionamiento de bienes intermedios y las externalidades tecnológicas. 2.4.1 Mercado de trabajo conjunto La existencia de un mercado de trabajo conjunto reduce la probabilidad de desempleo y de escasez de trabajadores en un determinado lugar. Es una fuente importante de economías externas positivas asociada al tamaño del mercado de trabajo local, en el que tanto empresas como trabajadores se benefician de un cada vez mayor número de empleados y de empleadores. Ambos se benefician de la concentración de actividades en un mismo emplazamiento, al reducir la incertidumbre de las fluctuaciones a las que el mercado de trabajo está sometido. La presencia de un gran número de empresas tenderá a reducir la magnitud de las variaciones temporales en la demanda agregada por trabajadores a nivel local. En algunas industrias, además, cuyos patrones de demanda de empleo no estén correlacionados, los beneficios pueden ser aún mayores cuando dichas fluctuaciones sean opuestas, reduciendo la variabilidad de los salarios y, por lo tanto, la incertidumbre. Esto atraerá a aquellos trabajadores que son adversos al riesgo. Del lado de los trabajadores, la proximidad geográfica de las empresas reduce los costes de búsqueda en caso de despido. La competencia dentro del mercado de trabajo genera mayores niveles de eficiencia, promoviendo la especialización de los trabajadores que así minimizan el riesgo de ser despedidos y generando una mayor y mejor división del trabajo. Los efectos directos sobre el mercado de trabajo dependerán de la cantidad de trabajadores especializados que requiere la empresa. Los trabajadores más beneficiados de la concentración industrial diversificada son, obviamente, los no especializados, mientras que los especializados se beneficiarán de la aglomeración de una industria especifica.

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El mercado de trabajo compartido permite a las empresas pagar, en promedio, menores salarios lo que implica, asimismo, un incremento en los beneficios promedio de cada establecimiento. Esto ocurre cuando la cantidad de trabajadores por empresa es grande. Las empresas compiten en salarios por los trabajadores disponibles en la localidad. La existencia de más de una empresa garantiza que la competencia (de tipo Bertrand) aumente el salario de los trabajadores al valor de su productividad marginal. Lo anterior pone de manifiesto la importancia de la hipótesis de salarios de eficiencia al introducir el espacio en el análisis económico. El incremento en el salario promedio de una localidad terminará por atraer a trabajadores de otras localidades, lo que a su vez incentiva la creación de nuevas empresas o reubicación de establecimientos. Las expectativas también juegan un papel importante. Si los trabajadores esperan que las empresas, por uno u otro motivo, se reubiquen o abran una nueva planta en otro emplazamiento, el salario promedio esperado será menor en la ubicación actual y mayor en aquel lugar donde se espera que aparezcan nuevas empresas. Los trabajadores están incentivados a moverse en busca de mejores salarios y viceversa. El crecimiento de una industria permite el pago de mayores salarios reales, lo que incentiva la demanda local tanto de bienes finales como de los bienes intermedios utilizados en su producción. Es un proceso circular y acumulativo. La localización se explica en la reciente literatura sobre el tema como la interacción entre dos procesos diferenciados. Por un lado, la minimización de la incertidumbre por parte de empleadores y trabajadores, pues ambos buscan maximizar sus beneficios esperados y, por otro, la explotación de los efectos externos positivos que una determinada localización proporciona. Las decisiones locacionales en ausencia de incertidumbre generarían una distribución uniforme de las actividades económicas. Si una empresa pudiera, se ubicaría en cada emplazamiento potencial, pudiéndose obtener, entonces, una réplica de la composición industrial en cada lugar. Esto impone restricciones de eficiencia, pues se dejarían de aprovechar los beneficios de las economías de escala y se violarían los supuestos de competencia espacial de tipo Hotelling. La concentración se explica por la explotación del poder de mercado que las barreras a la entrada imponen en una localización. Las empresas prefieren menor competencia en el mercado de trabajo, contrariamente a los trabajadores, que buscan más competencia, lo que provoca más especialización y eficiencia. 2.4.2 Factores intermedios La concentración industrial permite la generación de actividades complementarias especializadas a las industrias localizadas que estarán ubicadas en el mismo lugar. El

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aprovisionamiento de servicios (legales, administrativos, técnicos) y la obtención de bienes intermedios o productos semiterminados en una misma área geográfica tiene implicaciones directas en el coste de producción (nulo coste de transporte o de desplazamiento), por lo que se considera, como la existencia del mercado de trabajo conjunto, otra fuente de externalidad pecuniaria en la producción. En este caso, las economías externas se observan en la producción de bienes intermedios y es, por lo tanto, una fuente indirecta de rendimientos crecientes. En la teoría convencional de la localización (y siguiendo a Weber en particular) se establece que debería existir una tendencia a la concentración cuando el coste de transporte de los bienes intermedios fuera mayor que el de los bienes finales, aunque en realidad, una reducción general de costes de transporte (de bienes finales e intermedios) será lo que promueva la concentración. La localización se ve influenciada por el hecho de poder obtener bienes intermedios a bajo coste. Si el coste de transportar dichos bienes es más elevado que el coste de transportar los productos finales, la empresa se ubicará cerca de sus fuentes de aprovisionamiento, de otra forma se localizará en donde existan mayores ventajas globales. Sin embargo, la demanda por los productos de la empresa también influye en la decisión de localización, y la demanda será elevada ahí donde existan varias empresas y proveedores de bienes intermedios y servicios. En un entorno de producción flexible, como el que caracteriza a los distritos industriales definidos por Marshall, un gran número de pequeñas y medianas empresas llevan a cabo procesos de producción especializados y complementarios. Entre todas ellas llevan a cabo un proceso productivo completo. La especialización de cada una de estas empresas interviene de forma decisiva en la creación de economías externas, que son propias del entorno en donde se generan. Si una empresa no está ubicada en ese lugar, no podrá aprovechar las ventajas de una mayor especialización. Por lo tanto, a mayor diversificación, mayor especialización y mayor será también el potencial generador de economías externas. 2.4.3 Externalidades tecnológicas Las externalidades tecnológicas son las que se derivan del desbordamiento del conocimiento entre empresas próximas. Evidentemente, están asociadas con la producción de capital físico y la formación del capital humano (entendido como la combinación de conocimiento adquirido en teoría y en práctica). La alta tecnología y la especialización técnica de la mano de obra tienen efectos muy importantes en el proceso de producción y en la generación de economías externas. Este tipo de externalidades han adquirido mucha fama, aunque no hay evidencia clara en cuanto a sus mayores efectos

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que las externalidades pecuniarias. La existencia de un mercado de trabajo compartido o la oferta de múltiples y diferenciados bienes intermedios pueden ser examinados directamente y proporcionan evidencia de que existen otros factores ajenos a la tecnología que pueden generar externalidades. Las externalidades tecnológicas son aquellos efectos externos que afectan positivamente la productividad de la empresa. Son compatibles con modelos de competencia perfecta por lo que muchos autores prefieren justificar los rendimientos crecientes a partir de este tipo de externalidades. Sin embargo, la concentración industrial no responde estrictamente al resultado de avances tecnológicos, aunque es imposible negar su importancia. Krugman (1992c) argumenta que la división entre economías pecuniarias y tecnológicas es válida únicamente en un marco de competencia perfecta y rendimientos constantes a escala. En el mundo de los rendimientos crecientes, dice, el conjunto de economías externas significativas es mucho más importante. Uno de los aspectos que más ha llamado la atención es el hecho de que las externalidades tecnológicas pueden tratarse sin muchas complicaciones manteniendo los supuestos de competencia perfecta y rendimientos constantes, por lo que muchas veces resulta preferible mantener el marco analítico tradicional y alejarse de la complicación que comporta la no convexidad y la competencia monopólica. Las externalidades tecnológicas suelen asociarse a no convexidades particulares que ocurren en la producción o el consumo. Si suponemos un continuo de empresas y consumidores, podemos mantener el supuesto de competencia. 2.4.4 Otros determinantes Evidentemente, aunque existe unanimidad en la importancia de las economías externas y la concentración geográfica como un proceso endógeno de carácter acumulativo, otros factores son también relevantes para entender las decisiones de localización de las empresas. Entre los más importantes podríamos destacar: la rotación empresarial; inmovilidad, obsolescencia y depreciación de capital físico; constantes locacionales; preferencias personales; estructura impositiva local; incentivos económicos y subvenciones de la administración local. En este sentido, dejamos de considerar exclusivamente los resultados de la interacción entre empresas para introducir algún tipo de autoridad local que afecta las pautas locacionales de las empresas mediante decisiones y acciones exógenas a éstas y, por lo tanto, que pueden resultar incluso perjudiciales para la organización de la industria en la localidad.

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En el planteamiento de Marshall, y probablemente por eso sea tan vigente aún hoy, la concentración industrial es el resultado de decisiones privadas de los empresarios que buscan maximizar sus beneficios, de localizarse donde éstos puedan ser máximos y no existan distorsiones al aprovechamiento integral de las economías externas. 2.5 Una revisión a la literatura moderna sobre localización industrial La introducción del análisis de los efectos externos posibilita la existencia de equilibrios múltiples y pone de manifiesto la importancia de la búsqueda del equilibrio óptimo en el análisis dinámico. En presencia de economías externas, los rendimientos de los recursos comprometidos en cierta actividad serán crecientes en la medida en que se utilice una cada vez mayor cantidad de dichos recursos. En la literatura sobre rendimientos crecientes, la multiplicidad de equilibrios es parte central del análisis. El problema radica en identificar el equilibrio óptimo o estable, para lo cual existen dos enfoques alternativos. El primero, y más tradicional, considera la importancia de la historia en determinar las condiciones que llevan a la economía de un estado estacionario o otro. Por otro lado, el enfoque de las expectativas considera que son éstas las que finalmente determinarán el equilibrio de la economía mediante un proceso de “profecías autoconfirmadas” (Krugman 1991b). La idea de que la historia juega un papel fundamental en la determinación del equilibrio proviene del propio Marshall, quien argumentó que los factores de producción serán dedicados a aquellas actividades en las que la tasa de rendimiento sea mayor y, si existen varios equilibrios en los que las tasas de rendimiento de los factores se igualan, la dinámica Marshalliana establece que el equilibrio estable se determina a partir de las condiciones iniciales (preferencias, tecnología, disponibilidad de factores). La idea de que la historia tiene un papel crucial en la determinación del equilibrio aparece en varios argumentos que justifican la utilización de rendimientos crecientes y economías externas en el análisis económico. Myrdal (1957), en su teoría de la “causalidad circular” establece que la divergencia en las condiciones iniciales tiende a crecer a lo largo del tiempo. Kaldor (1970), cuando argumenta la “irrelevancia del equilibrio económico” sostiene que el olvido sistemático de los rendimientos crecientes provoca un olvido igualmente sistemático de la historia en el análisis económico. En cuanto a la localización de la actividad económica, Arthur (1986) en un trabajo pionero sobre el tema, considera que las empresas deciden su localización sobre la base de las decisiones locacionales de las empresas que ya se han ubicado, por lo que la historia determina la geografía de la producción. En cuanto a las expectativas, la teoría

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del “Big Push” es la más conocida. Esta teoría establece que la voluntad de invertir de las empresas depende de sus expectativas de que otras empresas también lo hagan, por lo que la política de desarrollo debería concentrarse en promover expectativas convergentes hacia altas tasas de inversión. Murphy, Shleifer y Vishny (1989) han formalizado esta teoría y consideran que los efectos externos provienen de la interacción entre rendimientos crecientes y los efectos del tamaño del mercado. El concepto de economías externas fue introducido por Marshall en un intento de explicar la concentración industrial en un marco de competencia perfecta. Marshall identificó tres factores para la concentración empresarial en lo que llamó distritos industriales. La concentración de un cierto número de empresas en un territorio permite, como se explicó en el apartado precedente, la existencia de un mercado conjunto de trabajadores, el aprovisionamiento a bajo coste de bienes intermedios y, por último, la existencia de externalidades tecnológicas. La combinación de estos factores promueve la existencia de rendimientos crecientes, externos a la empresa pero internos en la industria según el análisis marshalliano, que hacen rentable, y explican, la concentración de las actividades económicas. Actualmente, se ha recuperado el análisis marshalliano de la localización, gracias a las aportaciones teóricas que permiten la modelización de estructuras de mercado no competitivas y que permiten incorporar la no convexidad, sobre todo en la producción. Para que la teoría de la localización tenga sentido, es necesario alejarse del enfoque de rendimientos constantes a escala y competencia perfecta, ya que la introducción del factor espacio y, por lo tanto la distancia, limita la competencia. La propia localización se constituye como una barrera a la entrada y proporciona un cierto poder de mercado a las empresas ahí ubicadas. Esta rehabilitación teórica resulta de la poca importancia que a las estructuras de mercado se le ha dado en el seno de la teoría de la localización convencional que, según Krugman (1992a) estuvo más preocupada por cuestiones filosóficas sobre el espacio o por la geometría del triángulo de Weber y los hexágonos de Lösch que de dotar a la teoría de bases microeconómicas sólidas. Asimismo, argumenta que la omisión del factor espacio en la economía proviene de la forma de pensar sobre las estructuras de mercado. A pesar de la influencia de la teoría convencional de la localización (Weber, Christaller, Lösch), ésta nunca ha sido objeto de un tratamiento formal en modelos microeconómicos, aunque los modelos de Bid-Rent de von Thünen y Alonso son muy utilizados en la economía urbana o los modelos de competencia espacial de Hotelling son parte fundamental en la teoría de la organización industrial.

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Los rendimientos crecientes son fundamentales para explicar la dispersión territorial de la producción. Kaldor (1970) argumenta que dichos rendimientos se encuentran en el corazón de toda fuerza polarizadora. Si nos enfrentáramos a rendimientos no crecientes, sería deseable para cada empresa distribuir sus actividades entre todas las áreas de consumo posible, en donde el nivel de producción sería el que satisface la demanda local. Los costes de transporte se ahorrarían y cada mercado sería una autarquía. Sin embargo, la concentración geográfica es la evidencia más convincente de la magnitud de las externalidades en las economías reales. La combinación entre rendimientos crecientes y concentración espacial de las actividades tiene implicaciones importantes en cuanto a la competencia se refiere, pues hace insostenible el supuesto de empresas como tomadoras de precios. En los modelos de localización que retoman la tradición Marshalliana, los rendimientos crecientes son generados por una fuente explícitamente espacial de efectos externos: la concentración geográfica de las empresas. Los determinantes de la localización, mercado de trabajo especializado y compartido, existencia de bienes intermedios y servicios especializados a las empresas y la difusión del avance tecnológico interactúan, atrayendo a las empresas y generando en este proceso economías de aglomeración que autorefuerzan la capacidad de crecimiento de un territorio. Bajo esta estructura analítica, varios trabajos recientes se han preocupado por investigar la marcada tendencia de las empresas a concentrarse geográficamente, intentando encontrar cierta evidencia en favor de las externalidades positivas a nivel productivo. Haciendo uso de estas herramientas, es decir, la introducción de rendimientos crecientes provenientes de economías de aglomeración, Arthur (1986) construye un modelo de localización con equilibrios múltiples en donde la dinámica viene dictada por las condiciones iniciales. Argumenta que algunos de los miembros menos conocidos de la escuela alemana (en particular Engländer, Ritschl y Palander34) habían identificado la localización como un proceso dinámico, dependiente de las decisiones previas de localización que van condicionando las decisiones futuras, al generar por esta misma concentración, cada vez mayores ventajas de un determinado emplazamiento. Arthur define las economías de aglomeración como los beneficios netos de encontrarse en determinado territorio que aumentan cuando ahí se instala una nueva empresa. Básicamente pueden provenir de mejoras en la infraestructura, un mejor mercado de trabajo, servicios complementarios especializados, disponibilidad de materias primas y refacciones, entre otros. Sin embargo, también considera la posibilidad de deseconomías de aglomeración (congestionamiento, elevados costes de la propiedad). Demuestra que

34 Arthur argumenta también que estas aportaciones nunca fueron articuladas con propiedad, quizá debido a la dificultad técnica que suponen los modelos dinámicos con equilibrios múltiples.

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si existen economías de aglomeración ilimitadas, una sola región (o localización) dentro de un país, seleccionada por un “accidente histórico” obtiene un monopolio de toda la industria. Si existe un limite a los beneficios de los rendimientos crecientes, entonces existirá un pequeño número de concentraciones industriales que estarán, de igual forma, determinadas por la historia. David y Rosenbloom (1990) se concentran en un aspecto diferente. En vez de considerar las economías de aglomeración tradicionales, analizan lo que ellos denominan las externalidades marshallianas del mercado de factores, es decir, aquellas externalidades pecuniarias que reducen el precio del factor, mientras una cantidad mayor de factores este disponible en la localización. Las externalidades que surgen de la densidad de la fuerza de trabajo establecida en el emplazamiento y del stock de capital físico afectan la velocidad en que los factores se ajustan así como el crecimiento de la producción y de la población. Es, evidentemente, un proceso de causalidad circular y acumulativa. Finalmente analizan, por una parte, los efectos de externalidades simétricas (a nivel local) que caracterizan los mercados de trabajo en donde existen dos tipos diferentes de trabajadores que colaboran en la producción de un determinado bien; y por otra los efectos de las externalidades asimétricas que surgen de las características especiales del mercado de capital y su relación con la localización de la actividad económica. Uno de los trabajos que más atención ha atraído en cuanto a la relación entre externalidades y localización es el de Glaeser et al. (1992). En él se comparan lo que los autores consideran las tres teorías más importantes que tratan a las externalidades tecnológicas como factores determinantes en la localización. Por un lado, la que denominan MAR (por Marshall, Arrow y Romer) y que consideran que postula la propagación de dichas externalidades en estructuras de mercado no competitivas y como un fenómeno exclusivamente intraindustrial35. Por otro lado, consideran también la aportación de Porter (1990) quien argumenta que las externalidades estimulan el crecimiento en aquellas industrias especializadas y concentradas, pero a diferencia de los anteriores, en un marco de competencia que promueva la innovación. Finalmente, consideran las externalidades interindustriales de Jacobs (1985) quien plantea que los mayores beneficios que obtiene una industria competitiva de las externalidades son aquellos que provienen de fuera del sector (efectos cruzados). Glaeser et al. (1992) hacen una clara distinción entre las externalidades dinámicas, que son ampliamente estudiadas en su trabajo, y las estáticas. Estas últimas no son más que las economías de aglomeración a las que nos referimos anteriormente. Una particularidad de este trabajo 35 Si bien es cierto que es un trabajo interesante y bien logrado, lo cierto también es que la interpretación que hacen los autores del pensamiento de Marshall no se corresponde necesariamente con la realidad.

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es que considera las teorías que, a diferencia de las convencionales sobre externalidades que explican la formación y especialización de enclaves industriales, ponen de manifiesto la contribución que tienen éstas en el crecimiento de las ciudades. Uno de los autores que ha promovido este nuevo enfoque teórico es, sin duda, Paul Krugman. Krugman (1991a, 1992a) son referencias básicas en la literatura sobre externalidades y localización, aunque se restringe a un análisis estático. Las aglomeraciones surgen de la interacción entre rendimientos crecientes a nivel de la empresa individual, costes de transporte y movilidad de los factores. Sin embargo, en Krugman (1992b) introduce el análisis dinámico, haciendo la extensión al caso de múltiples aglomeraciones. Incluso ofrece una serie de simulaciones por ordenador en las que el modelo, a partir de la interacción entre las fuerzas centrífugas y centrípetas determina las localizaciones óptimas. Estas están en función, evidentemente, de las condiciones iniciales del modelo y de la forma en la que actúan las economías y las deseconomías externas. Argumenta la falta de formalización microeconómica en la teoría tradicional de la localización y considera que su modelo puede ser un refinamiento de la teoría de los lugares centrales de Christaller, sobre todo enfatizando la relación entre economías de escala y costes de transporte. Finalmente en Krugman (1993a), presenta refinaciones sobre lo anterior y establece la estrecha relación que existe entre la teoría de la localización y la del comercio internacional. Cree que la nueva teoría del comercio internacional puede beneficiarse enormemente de las aportaciones de la teoría de la localización y viceversa. Para él, la teoría de la localización en términos de externalidades puede ser una versión espacial de una extensión de la teoría del comercio internacional sin divisiones políticas entre los países. Otros trabajos que también has suscitado mucha investigación posterior son los elaborados por Henderson et al. (1992, 1995). Los autores citados encuentran que las condiciones actuales del mercado medido en términos de salarios, la presencia de cierto nivel de diversificación y la calidad de la fuerza de trabajo local son determinantes fundamentales que explican, en este estudio, la localización urbana en Estados Unidos. Encuentran evidencia que confirma que la historia también resulta fundamental en las pautas actuales de localización. En el caso de industrias previamente establecidas, localizaciones previas de empresas del mismo sector y el consiguiente nivel de empleo promueve un ambiente que estimula constantes incrementos de productividad e incluso los niveles futuros de ocupación. Básicamente, los resultados de estos autores dependen del sector en consideración, ya que por ejemplo los sectores considerados maduros (maquinaria, transporte, metales) siguen un patrón clásico de localización, es decir,

Véanse Prendergast (1992), Callejón y Costa (1996) y Muñiz (1995) para una discusión sobre el error interpretativo de Glaeser et al (1992).

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depende en gran medida de la especialización y de la previa localización de empresas del propio sector. Los sectores de alta tecnología, la historia no tiene tanta relevancia y tiende a localizarse donde exista un mayor grado de diversificación, aunque también demuestran que incluso este tipo de actividades buscan de alguna forma las ventajas de la especialización sectorial. Hagen y Hammond (1994) también ofrecen evidencia de la existencia de las “externalidades marshallianas”. A diferencia de otros trabajos, ellos distinguen las externalidades directamente asociadas a la existencia de un mercado de trabajo conjunto y un segundo tipo relacionado con activos específicos de una determinada industria (externalidades tecnológicas). Concluyen que las últimas dominan a las primeras como fuente de economías de aglomeración (más precisamente de localización) en las ciudades y las industrias norteamericanas consideradas en su análisis. Estos autores discuten, asimismo, la relevancia que este tipo de análisis tiene para la configuración del espacio Europeo, ya que aún cuando las industrias Europeas están geográficamente dispersas, dada la histórica existencia de barreras a la movilidad de los factores. A medida que estas barreras se reduzcan, sostienen, habrá una tendencia a la concentración a lo largo del tiempo y las perturbaciones cíclicas específicas de cada sector se asociarán a las regiones donde se encuentren localizados. La unión económica y monetaria puede incrementar la importancia de los choques asimétricos a nivel regional. Callejón y Costa (1996) discuten, asimismo, la clasificación de externalidades dinámicas que ofrece Glaeser et al (1992), sobre todo en cuanto a la interpretación de Marshall y propone la no separabilidad entre economías pecuniarias y tecnológicas36. Sugiere que las economías externas no son simplemente un efecto externo a la empresa sino un activo intangible de ámbito local que no puede adquirirse pero del que se benefician aquellas empresas localizadas en el territorio, que a su vez son parte importante del mecanismo por el cual dichas economías se generan. Las ventajas del aprovechamiento de estos efectos externos no radican en los niveles de especialización o diversidad sino en la existencia de un mercado local lo suficientemente grande y articulado que permita a las empresas realizar sus funciones de producción especializadas y complementarias y el establecimiento de relaciones inter e intra sectoriales. En una de sus principales conclusiones, establece que se está todavía en una fase de elaboración de un modelo más completo sobre geografía de la producción y argumenta que existe, sin embargo, unanimidad en que la localización se explica por un proceso endógeno de carácter acumulativo. Dichos efectos inciden, no sólo en la localización y el crecimiento, sino también en la organización empresarial. Finalmente,

36 La distinción puede ser igualmente entre estáticas y dinámicas.

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presenta evidencia de las economías externas para el caso de la concentración industrial en España.

3. Globalización económica y localización La comparación de la geografía económica de países e incluso regiones más amplias nos revela grandes diferencias territoriales. Por ejemplo, si comparamos la distribución espacial de las actividades económicas en Europa y Estados Unidos, descubrimos rápidamente que las industrias europeas están menos concentradas y que países europeos individualmente considerados mantienen una más amplia presencia de sectores industriales que regiones de similar tamaño en Estados Unidos. Este hecho nos lleva a preguntar ¿en qué medida afectará la integración al espacio económico Europeo? ¿habrá cambios en la distribución geográfica de las actividades económicas? ¿que pasará con las decisiones de localización de ciertas industrias? La respuesta a estas preguntas depende de los efectos que la integración económica tiene sobre las decisiones de localización de las empresas. Aunque algunos estudios recientes han indagado sobre la cuestión, lo cierto es que no existe evidencia empírica relevante y normalmente las conclusiones están en función de posiciones intelectuales o políticas. La discusión estructuralista de los años setenta sobre la integración de los países menos desarrollados al comercio internacional, el modelo centro-periferia, concluía que las ganancias del comercio se concentraban en los países industrializados quienes explotaban a los países periféricos. Este enfoque ha sido recuperado pero desde una perspectiva regional. La visión generalizada era que la integración de los mercados producía un “desarrollo desigual” caracterizado por incrementos en los niveles de vida de los países avanzados en detrimento de los menos desarrollados, en vez de que ocurriera lo contrario, invalidando el supuesto neoclásico de convergencia. Asimismo, el surgimiento de potenciales competidores comerciales a escala internacional caracterizados por elevados ritmos de crecimiento se han constituido como amenazas a los niveles de vida de los países tradicionalmente industrializados, lo que ha generado toda una literatura neo-proteccionista, bajo el título de política comercial estratégica. Esta discusión tiene su relevancia en el plano regional, ya que lo mismo ocurre con espacios económicos sub-nacionales, como regiones o comarcas. Es en este sentido que se ha recuperado el argumento del desarrollo que algunos autores destacados defendieron a mitad de siglo.

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La creciente preocupación por los problemas que plantea la localización industrial y cada vez mayor número de teóricos que se dedican a estos temas, han expandido de forma notable las fronteras de la disciplina y han contribuido a hacer de la geografía económica un campo de investigación en auge. El interés creciente por temas de naturaleza industrial en el espacio económico se ha visto reforzado por la integración de economías nacionales dentro de bloques comerciales, como la Unión Europea o el NAFTA, y sobre todo por el impacto que este proceso puede tener desde la perspectiva local, en el desarrollo de regiones y/o ciudades. A medida que la integración económica elimina las barreras al comercio entre países, las fronteras políticas nacionales ya no delimitan la unidad natural de análisis. Lo anterior ha provocado que, desde la perspectiva de la economía internacional y de la geografía económica, se defina la unidad de estudio como la aglomeración de actividades económicas y las interrelaciones que ocurren a escala sub-nacional. El concepto de aglomeración puede referirse a diferentes problemas con los que nos encontramos en el mundo real. Por ejemplo, un tipo de aglomeración ocurre cuando restaurantes, cines o tiendas que ofrecen productos similares se ubican en el mismo barrio de una ciudad. Un otro extremo puede ser el patrón centro-periferia al que nos hemos referido antes. Otros tipos de aglomeración pueden ser igualmente considerados, como la existencia de disparidades regionales dentro de un mismo país, la formación de ciudades de tamaños dispares o incluso la emergencia de distritos industriales con elevados vínculos tecnológicos o de información entre empresas. Volviendo al enfoque estructuralista de los años setenta, esta corriente se ha visto reforzada con los modelos de comercio internacional que rompieron con el paradigma de la ventaja comparativa, cuya hipótesis central establecía que las dotaciones iniciales de factores condicionan el grado de eficiencia con la que los países producen y por lo tanto comercian, por lo que sugiere que las naciones deberían especializarse en la producción de aquellos bienes que involucran más intensivamente el factor abundante y así beneficiarse del comercio con otros países. La persistente observación de que la mayor parte de los flujos comerciales ocurren entre países semejantes, es decir, con similares dotaciones de factores y niveles de productividad, condujo a la aparición de modelos que explican este hecho. Los modelos de comercio internacional que incorporan economías externas y estructuras de mercado no competitivas, demuestran, entre otras cosas, que la existencia de rendimientos crecientes genera incrementos en la eficiencia productiva y que, por lo tanto, resulta conveniente la especialización industrial. Asimismo, resulta normal en estos modelos

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considerar que las ventajas del comercio pueden concentrarse en pocas regiones o países. En la actualidad, los modelos previamente utilizados en Economía Internacional para estudiar las ganancias del comercio han sido reformulados para investigar cómo, mediante el comercio internacional y los flujos comerciales, pueden haber cambios en la estructura productiva regional de los diferentes países. En este sentido, la integración económica juega un papel preponderante en los cambios espaciales, ya que la sola reducción y la eventual eliminación de barreras al comercio y a la movilidad de factores, tenderán a modificar la capacidad de atracción de algunas regiones y provocaran la reducción de beneficios en otras, lo que sin duda repercutirá en la localización industrial. Un argumento moderno en cuanto al posible impacto de la integración económica tiene que ver con los resultados de los modelos de comercio que incorporan economías externas37 y donde se incorpora la localización. La combinación de encadenamientos industriales y competencia imperfecta genera fuerzas de aglomeración, que serán mayores a medida que se reduzcan los costes del comercio. Si los encadenamientos son lo bastante fuertes dentro de una aglomeración especializada, pero relativamente débiles entre industrias, la teoría predice que la integración promoverá la aglomeración y la especialización. En el contexto Europeo, esto significa una elevada relocalización sectorial -incluso algunos países verían desaparecer algunas de sus industrias y los costes asociados al ajuste podrían resultar asimétricos- que haría que el espacio económico Europeo se organizara como el de Estados Unidos. Una alternativa es que los encadenamientos entre industrias fuera poderoso. En este caso, las fuerzas de atracción y dispersión provocarán que existan solo unas pocas aglomeraciones lo que, a su vez, impactará en los niveles de demanda y, si suponemos el trabajo como factor inmóvil, se ampliarán los diferenciales de salarios y las desigualdades de los niveles de renta. El modelo típico de desarrollo desigual estudia los efectos que la globalización puede tener sobre las economías nacionales. Generalmente, se supone dos economías semejantes, una caracterizada por producir bajo rendimientos constantes y la otra con rendimientos crecientes. De esta forma se genera endógenamente un patrón de organización de tipo centro-periferia. Las preocupaciones sobre el mantenimiento de los niveles de vida en el centro y la reducción del diferencial en niveles de vida por parte de la periferia son ambos justificados y, como argumentan Krugman y Venables (1995), parecen corresponder a diferentes etapas del proceso de globalización. 37 Véase Helpman y Krugman (1985).

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Las economías de aglomeración carecen de movilidad, es decir, no son trasladables en el espacio. La existencia de economías de aglomeración hace que existan fuerzas que determinan el comportamiento económico de los territorios, por lo que se constituyen como elementos diferenciadores de los mismos. La configuración espacial de la actividad económica responde, por tanto, a la existencia de no-convexidades en el espacio real, por lo que las condiciones que se dan en algunos territorios no son necesariamente replicables en todas las regiones. Esta diferenciación y el juego de las fuerzas de atracción-repulsión tienden a modificar, a medida que se reducen las fricciones a la movilidad de los factores, la configuración espacial de las actividades económicas. Venables y Krugman (1991) muestran que, bajo el supuesto de que existen rendimientos crecientes y competencia imperfecta en la manufactura, pero siendo la manufactura intensiva en mano de obra y que ésta es, inicialmente, más barata en regiones periféricas, la integración promueve primero la divergencia y luego la convergencia. En su modelo posterior (Venables y Krugman, 1993), incorporan directamente economías de aglomeración, lo que produce un resultado aparentemente paradójico, esto es, la reducción de costes en el espacio está directamente asociado a una ventaja creciente en la concentración espacial de las actividades. Lo anterior genera, como un resultado plausible de la integración, una mayor concentración industrial en menos puntos (regiones). El proceso de integración económica y la competencia territorial que engendra, interactúan en la determinación de un patrón futuro de desarrollo regional. Aquellas regiones capaces de desarrollar con éxito políticas de competitividad territorial crecerán a expensas de aquellas que queden rezagadas, por lo que existe una cierta simultaneidad en la determinación del posible impacto que la integración tendrá sobre el futuro ordenamiento espacial de la industria Europea. El modelo básico de geografía económica que explica la aparición de un patrón de desarrollo de tipo centro-periferia tiene sus orígenes en tres enfoques desarrollados en la literatura y que sirvieron de base para la elaboración de los nuevos modelos de tipo Krugman-Venables. Nos referimos a los estudios de potencial de mercado, de causalidad acumulativa y la teoría de los lugares centrales38. Sin embargo, cada uno de

38 La literatura del potencial de mercado establece que la localización de una unidad productiva depende de el acceso a los mercados y que la calidad de dicho acceso puede describirse por un índice de “potencial de mercado”, que es una suma ponderada del poder adquisitivo de todas las localizaciones posibles, y las ponderaciones son una función inversa de la distancia (Harris, 1954). La literatura sobre causalidad acumulativa en el crecimiento regional sugiere que las aglomeraciones, que garantizan un mercado local

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estos enfoques, aunque describe algunos fenómenos puntuales, no toma en consideración la relación entre aglomeraciones. El modelo básico que se explica a continuación se basa en Krugman (1992) y muestra como se forma de manera endógena un sistema centro-periferia debido a la interacción de economías de escala, costes de transporte y movilidad de los factores. Suponemos dos economías (A y B) idénticas en dotaciones de factores, preferencias y tecnología. Cada economía tiene Li unidades de trabajo y una tasa de salarios wi. Se describe una economía, digamos A, y se considera que existen condiciones análogas en la otra. En cada economía hay dos sectores, manufactura y agricultura. La producción del bien agrícola se realiza con rendimientos constantes a escala, es decir, se asume la existencia de competencia perfecta. Cada individuo (consumidor) deriva la misma utilidad del consumo de los dos tipos de bienes a partir de una función Cobb-Douglas

U C CM A= −µ µ1 donde µ es el gasto en bienes manufacturados y la restricción presupuestal está dada

por wL C CM A= −µ µ1 . Suponemos, adicionalmente, que el bien agrícola es único y homogéneo. Por el contrario, el bien manufacturado es un compuesto de un elevado número de variedades de productos diferenciados, estando su producción sujeta a economías de escala y en donde la estructura de mercado es de competencia monopolística, agregados en una función CES de la forma

C cM ii

=−

−σσ

σσ1 1

donde σ es la elasticidad de sustitución de la demanda para cada bien. Existen dos factores de producción, específicos para cada sector: los agricultores y los obreros. Suponemos la existencia de π obreros y 1 − π agricultores. La distribución geográfica de los agricultores se considera fija, existiendo ( ) /1 2− π en cada región. Las economías de escala en la industria toman la forma de una función de costes lineal, en la que se debe incurrir en un coste fijo para producir cualquier tipo de bienes industriales:

L xM Mi i= +α β

amplio, atraen a nuevas industrias lo que hace que el mercado local sea cada vez más grande (Myrdal, 1957; Dixon y Thirlwall, 1975). La teoría de los lugares centrales está basada en el modelo Christaller-Lösch y se ha explicado en un apartado precedente.

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El traslado de los bienes de una localidad a otra implica unos costes de transporte de tipo iceberg, es decir, solo una fracción τ de los bienes embarcados llegan a su destino. Dado que existen un gran número posible de bienes industriales cuya producción implica economías de escala, no existe ninguna razón para que dos empresas no traten de producir el mismo bien, lo que implica una estructura de mercado de competencia oligopolística. El productor de cualquier bien se enfrenta a una elasticidad de la demanda de σ por lo que el precio que fija contiene un margen constante sobre el coste marginal

p wi =−

σσ

β1

donde w es el salario unitario de los obreros. Si existe libre entrada, los beneficios tendrán a cero, por lo que la condición de nulos beneficios se establece como

( )p w x w− =β α En ausencia de beneficios, los precios son iguales al coste medio. La relación entre coste medio y coste marginal, que es una medida del tamaño de las economías de escala, es σ σ/ ( )− 1 . El tamaño de las economías de escala está exclusivamente en función de los gustos de los consumidores, una especie de índice inverso de la importancia de los rendimientos crecientes a escala. De las ecuaciones anteriores derivamos la producción de una empresa representativa como

x =−α σ

β( )1

Si consideramos una de las regiones donde reside una fuerza de trabajo de LM trabajadores, el número de bienes industriales que se producirán se reduce a

nL

xLM M=

+=

α β ασ

La existencia de, fundamentalmente dos, fuerzas centrípetas puede generar un equilibrio en el que una de las regiones se constituya como el centro industrial, mientras la otra se queda como una periferia agrícola, aunque también existen fuerzas de repulsión que tienden a volver el sistema inestable. Las fuerzas de aglomeración son la voluntad de localizarse cerca del mercado más grande y el deseo de los trabajadores de tener acceso

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a una mejor variedad de productos y a mejores salarios. Las fuerzas centrífugas son el deseo de las empresas de abastecer el mercado periférico y la posible reducción del coste del trabajo. El parámetro τ es fundamental en la resolución del modelo, ya que indica el nivel de fricción existente entre ambas economías o, en otras palabras, una cierta barrera al comercio. En la medida que este valor se reduzca, es decir una proporción mayor de bienes puede ser trasladada de una región a otra, aumenta la accesibilidad de los productos sujetos a dicho coste, impulsando el aprovechamiento integral de las economías de escala. Cuando los costes de transporte son cero, la localización es irrelevante. Un sistema centro-periferia se basa, según los resultados analíticos del modelo, en una situación en que se combinan economías de escala, costes de transporte bajos y una alta proporción del gasto en bienes industriales. El modelo anteriormente descrito ha sido utilizado para demostrar la posibilidad de que emerja endógenamente un sistema centro-periferia en el contexto de la integración económica. La creencia tradicional de que si bien una mayor integración económica mundial puede afectar los intereses de algunos pero que el bienestar global se incrementa, es decir, existen ganancias del comercio asimétricas pero el nivel de vida del mundo como un todo es superior que en ausencia de comercio, puede ser modificada en base a los resultados obtenidos por estos modelos. Las barreras al comercio, naturales o artificiales, actúan muchas veces como aranceles óptimos y su reducción o eliminación puede traer consecuencias irreversibles para algunos. Sin embargo, también existen argumentos que favorecen la idea de que la Globalización beneficia mayoritariamente a la periferia a expensas del centro. Las diferencias regionales en función de la interacción entre economías de escala y costes de transporte en los modelos de centro-periferia, parecen confirmar ambos argumentos. Krugman y Venables (1995) sostienen que la economía mundial debe alcanzar un nivel crítico de integración antes que las fuerzas que provocan la diferenciación puedan sostenerse y, cuando finalmente ocurre, los beneficios serán para el centro a expensas de la periferia. Pero este mecanismo no es perpetuo, ya que a medida que continúa la integración, las ventajas del centro se desvanecen paulatinamente y los incrementos en los niveles de vida de la periferia resultan ser a expensas del centro.

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