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EL UNIVERSAL DOMINGO —24— 19 de julio de 2015 —¿Con qué más creciste, Andrés? ¿Qué otras influencias tuviste? —Mi hermana mayor (que es la mejor can- tante de la familia) me dio tres cuñados, y un sobrino, músicos. Crecí en los ensayos de Les Luthiers y de Huerque Mapu, escuchando los instrumentos no tradicionales, el legado de Johan Sebastian Mastropiero y la crema del folclor latinoamericano, entendido como una unidad musical y revolucionaria. El rock se lleva en las venas, por allí corre. El mundo me ofrece miles de ritmos, literalmente mi- le s… elegir el rock (y nada más que el rock) es una decisión que respeto, pero el tipo de san- gre que fluye en mi encarnadura endovenosa ya está allí instalada. El rock es una payasada para tomarse en serio. O todo lo contrario. —Vienes de una familia de académicos (tu madre tiene seis doctorados y tu padre es un importante catedrático y ensayista), ¿te consideras más un intelectual o un cantante popular? —Soy un intermediario, y al mismo tiempo no soy ninguna de las dos cosas. Soy un can- tante accidental . Me entrenaba para ser pia- nista y terminé conforme con el rock como forma de vida, por muy tópico que esto suene. Yo me considero un músico de rock evolutivo, escribir canciones simples (que pequeñas multitudes puedan cantar y crean entender) responde a una evolución posmoderna expe- rimental , es mi vuelta a unas raíces que no son exclusivamente mis raíces. Nuestros ex- ponentes son iconoclastas y cosmopolitas, aunque existan antecedentes de poesía gau- chesca y literatura provincial. Carlos Gardel viajó a París y grabó en Barcelona, Atahualpa Yupanqui fue residente parisino, como Astor Piazzolla. Es un giro hacia la canción de rock como experimento que funciona; yo debería estar entrenado para ser músico de vanguar- dias pero soy prisionero de un éxito mediano que se resiste a abandonarme. —¿Imaginaste con llegar a ser un ídolo? —Nunca tuve aspiraciones populares, no era este mi plan; pero acepto El destino del canto, según lo plantea Atahualpa: interpretar el sentimiento de mi pueblo, su alegría y su tris- teza; y acompañarlos en su trayecto, sus mie- dos, su soledad. Tampoco crean ustedes que me doy demasiada importancia. Soy músico de rock, y la vida no está hecha de canciones. “Viva la música”, dijo Andrés Caicedo, y se suicido antes de cumplir treinta años. —Muchos críticos te catalogan como un poeta del rock... Ya tuviste tiempo de re- flexionar: ¿Te sientes más cerca de Bob Dylan o Carlos Gardel? —No soy un poeta, escribo lo mejor posible, y confieso haber transitado márgenes y abis- mos personales, experiencias alucinógenas y aislamiento, para volcarme en la escritura va- lerosa y constante de canciones profanado- ras. Soy un letrista normal, ni de los mejores ni de los peores. Estoy igual de lejos de Bob Dylan como de Carlos Gardel, porque son dos talentos inabarcables; pero también soy can- tante y fabricante de canciones, algunas co- sas tenemos en común. Si nos hubiera tocado el mismo tiempo y el mismo espacio, hubié- ramos sido buenos compañeros de oficio. Pa- ra ser poeta hay que encontrar la respuesta a preguntas invisibles, es un enigma. Supongo que para escribir poesía, hay que leerla pri- mero. “Poeta del rock” es un subgénero, es una forma amable de decir que no soy poeta ni músico. —Se te ha escuchado decir frases como: “A veces pensamos que la próxima can- ción no llegará nunca”; entonces, frente al dilema de componer, ¿qué te inspira aho- ra como músico? —Sigo pensando que la próxima canción no va a llegar nunca, y me despierto maldiciendo la próxima gira. Cantar duele. Se sufre. En- tiendo que mis referencias no son únicamen- te músicos o cantantes; lógicamente respeto y admiro a muchos artistas musicales de mi terruño, pero en estos últimos años mi nom- bre es mi vehículo y allá vamos donde me lle- va. Músicos inspiradores los hay y son mu- chos, artistas de verdad, como Luis Alberto Spinetta o Keith Jarret, como Frank Zappa y John Coltrane. No aspiro a semejante nivel de altísima inspiración. Quiero vivir, y estar ins- pirado siempre que me suba a un escenario para cantar para la gente. Me he enredado en la noche, en los márgenes, tengo amistades en ciertos ámbitos delictivos y una creciente sociedad espiritual con la tauromaquia, soy amigo de los toreros y compartimos intimi- dades y callejones, les acompaño y aprendo. Soy mi propia novela, somos las páginas, la tinta sobre el papel. b E N T R E V I STA ANDRÉS CALAMARO “Amputar una canción, o una frase, para regodearse con una crítica es mediocre y vulgar. Criticar es inversamente proporcional a fornicar. En los momentos claves del arte, la crítica no existía. La opinión está sobrevalorada. No necesito más defensa (para mi música) que el venerable respeto que me ofrecen los músicos del mundo, en Inglaterra sería intocable, allá (una vez que se vende un disco) te respeta desde el portero, hasta el presidente de la compañía de discos”

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EL UNIVERSAL DOMINGO —24— 19 de julio de 2015

—¿Con qué más creciste, Andrés? ¿Quéotras influencias tuviste?—Mi hermana mayor (que es la mejor can-tante de la familia) me dio tres cuñados, y unsobrino, músicos. Crecí en los ensayos de LesLuthiers y de Huerque Mapu, escuchando losinstrumentos no tradicionales, el legado deJohan Sebastian Mastropiero y la crema delfolclor latinoamericano, entendido comouna unidad musical y revolucionaria. El rockse lleva en las venas, por allí corre. El mundome ofrece miles de ritmos, literalmente mi-le s… elegir el rock (y nada más que el rock) esuna decisión que respeto, pero el tipo de san-gre que fluye en mi encarnadura endovenosaya está allí instalada. El rock es una payasadapara tomarse en serio. O todo lo contrario.

—Vienes de una familia de académicos(tu madre tiene seis doctorados y tu padrees un importante catedrático y ensayista),¿te consideras más un intelectual o uncantante popular?—Soy un intermediario, y al mismo tiempono soy ninguna de las dos cosas. Soy un can -tante accidental. Me entrenaba para ser pia-nista y terminé conforme con el rock comoforma de vida, por muy tópico que esto suene.Yo me considero un músico de rock evolutivo,escribir canciones simples (que pequeñasmultitudes puedan cantar y crean entender)responde a una evolución posmoderna expe-rimental, es mi vuelta a unas raíces que noson exclusivamente mis raíces. Nuestros ex-ponentes son iconoclastas y cosmopolitas,aunque existan antecedentes de poesía gau-

chesca y literatura provincial. Carlos Gardelviajó a París y grabó en Barcelona, AtahualpaYupanqui fue residente parisino, como AstorPiazzolla. Es un giro hacia la canción de rockcomo experimento que funciona; yo deberíaestar entrenado para ser músico de vanguar-dias pero soy prisionero de un éxito medianoque se resiste a abandonarme.

—¿Imaginaste con llegar a ser un ídolo?—Nunca tuve aspiraciones populares, no eraeste mi plan; pero acepto El destino del canto,según lo plantea Atahualpa: interpretar elsentimiento de mi pueblo, su alegría y su tris-teza; y acompañarlos en su trayecto, sus mie-dos, su soledad. Tampoco crean ustedes queme doy demasiada importancia. Soy músicode rock, y la vida no está hecha de canciones.“Viva la música”, dijo Andrés Caicedo, y sesuicido antes de cumplir treinta años.

—Muchos críticos te catalogan como unpoeta del rock... Ya tuviste tiempo de re-flexionar: ¿Te sientes más cerca de BobDylan o Carlos Gardel?—No soy un poeta, escribo lo mejor posible, yconfieso haber transitado márgenes y abis-mos personales, experiencias alucinógenas yaislamiento, para volcarme en la escritura va-lerosa y constante de canciones profanado-ras. Soy un letrista normal, ni de los mejoresni de los peores. Estoy igual de lejos de BobDylan como de Carlos Gardel, porque son dostalentos inabarcables; pero también soy can-tante y fabricante de canciones, algunas co-sas tenemos en común. Si nos hubiera tocado

el mismo tiempo y el mismo espacio, hubié-ramos sido buenos compañeros de oficio. Pa-ra ser poeta hay que encontrar la respuesta apreguntas invisibles, es un enigma. Supongoque para escribir poesía, hay que leerla pri-mero. “Poeta del rock” es un subgénero, esuna forma amable de decir que no soy poetani músico.

—Se te ha escuchado decir frases como:“A veces pensamos que la próxima can-ción no llegará nunca”; entonces, frente aldilema de componer, ¿qué te inspira aho-ra como músico?—Sigo pensando que la próxima canción nova a llegar nunca, y me despierto maldiciendola próxima gira. Cantar duele. Se sufre. En-tiendo que mis referencias no son únicamen-te músicos o cantantes; lógicamente respetoy admiro a muchos artistas musicales de miterruño, pero en estos últimos años mi nom-bre es mi vehículo y allá vamos donde me lle-va. Músicos inspiradores los hay y son mu-chos, artistas de verdad, como Luis AlbertoSpinetta o Keith Jarret, como Frank Zappa yJohn Coltrane. No aspiro a semejante nivel dealtísima inspiración. Quiero vivir, y estar ins-pirado siempre que me suba a un escenariopara cantar para la gente. Me he enredado enla noche, en los márgenes, tengo amistadesen ciertos ámbitos delictivos y una crecientesociedad espiritual con la tauromaquia, soyamigo de los toreros y compartimos intimi-dades y callejones, les acompaño y aprendo.Soy mi propia novela, somos las páginas, latinta sobre el papel. b

E N T R E V I S TA A N D R É S C A L A M A R O “Amputar una canción, o una frase, pararegodearse con una crítica es mediocre y vulgar.

Criticar es inversamente proporcional a fornicar.En los momentos claves del arte, la crítica no existía.

La opinión está sobrevalorada. No necesitomás defensa (para mi música) que el venerable

respeto que me ofrecen los músicos del mundo, enInglaterra sería intocable, allá (una vez que se

vende un disco) te respeta desde el portero,hasta el presidente de la compañía de discos”