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1 Creemos para vivir, vivimos para servirPastoral Educativa Marianista Instrumento de trabajo III Congreso de los Colegios Marianistas de Chile

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“Creemos para vivir, vivimos para servir”

Pastoral Educativa Marianista

Instrumento de trabajo

III Congreso de los Colegios Marianistas de Chile

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1. UN CONGRESO PARA CREER, VIVIR Y SERVIR

En él se hará una propuesta de pastoral educativa que pretende, en primer lugar, servir de

marco referencial orientador y vertebrador de todo el servicio de formación en la fe en el

ámbito de los centros educativos marianistas de Chile.

Este instrumento de trabajo incluye fundamentación teórica y propuestas concretas que

inspirarán y orientarán el trabajo del precongreso y del Congreso.

1. Creemos para vivir y vivimos para servir

Eso queremos poder confesar y profesar en los Colegios marianistas de Chile. En ellos buscamos que

se junte fe, vida y servicio; nuestra fe queremos que irrumpa en nuestra vida, la de sentido; y así

nuestra vida se transforme en servicio. La cuarta pata de la mesa de nuestra vida cristiana será la

alegría. Es el fruto de una fe viva y comprometida.

2. Lo que más necesitamos en la educación marianista en Chile:

mirar lo que hacemos en pastoral educativa

valorar lo positivo

imaginar el futuro

crear alternativas

3. Nos inspira

Es nuestra misión, propuesta por el Proyecto Educativo, educar en la fe, sembrar, cultivar, fortalecer

y hacer fecundo el espíritu cristiano en las personas….La acción pastoral es el punto de referencia

de la vida del colegio. Las actividades académicas, deportivas, culturales, artísticas y de

convivencia adquieren su plena identidad cuando están orientadas a la evangelización; a su vez, la

formación religiosa y social se integra armónicamente dentro del conjunto del proceso educativo.

4. Nos mueve

Constatar y apreciar en las prácticas educativas y pastorales de los colegios marianistas de

Chile, su vocación de misión permanente y su compromiso en la misión de la Iglesia para los

próximos años.

Proyectar los procesos de cambio y transformación que las prácticas pedagógicas, pastorales

y de acción social requieren para adecuarse a los tiempos, haciendo fecundo el espíritu

marianista en las comunidades escolares

Proponer los desafíos para:

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a. Adecuar y renovar las prácticas en cada colegio para aumentar el impacto de los

procesos formativos de la educación de la fe;

b. Poner el eje del quehacer educativo en la ´formación para una fe renovada,

inclusiva y adecuada a los signos de los tiempos;

c. Impulsar procesos permanentes de renovación de la vivencia de la espiritualidad

marianista en la perspectiva del proyecto educativo de los colegios marianistas

de Chile.

2. RASGOS DEL CONTEXTO ACTUAL

Para describir bien la Pastoral Escolar de los Colegios Marianistas hemos de tener en cuenta, el

contexto sociocultural en el que nos movemos, la situación de la fe en la sociedad y el momento

histórico de misión y vida compartida entre los diferentes integrantes de las comunidades educativas

marianistas de Chile. No estamos en una burbuja. Somos y estamos en un contexto sociocultural,

religioso, político y económico que nos influye y en el que tenemos que influir.

1. Ámbito sociocultural

Las lecturas de la situación sociocultural en la que nos desenvolvemos pueden ser muy variadas. Nos

centramos en tres características que son muy nucleares, no solo por su importancia en la cultura que

vivimos sino por su enorme repercusión en la tarea educativa, y por tanto, en la Pastoral Escolar.

En lo cultural: Experiencia de complejidad como vulnerabilidad

La experiencia de incertidumbre ha acompañado siempre a la propia evolución de la humanidad y a

sus diferentes manifestaciones culturales. Pero esta incertidumbre se vivía en muchos casos en el

contexto de determinadas cosmovisiones que proporcionaban la posibilidad de que las personas y los

pueblos construyeran sus propias narraciones de sentido y, por tanto, identitarias.

Esta función ha estado ejercida de manera preponderante por la religión cristiana durante muchos

siglos. En la modernidad se ha basado fundamentalmente en la idea clave de progreso universal,

quebrando el predominio de la religión como referente ante la incertidumbre, pero él mismo se ha

visto arrumbado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

En lo económico

Se absolutiza el sistema económico regulado por sí mismo y regulador del sentido de las personas y

de los grupos. El claro y rotundo vencedor es el sistema económico imperante y que lo domina todo

y se impone a todo.

Surge la comunicación entre los grupos sociales; hay llamadas fuertes a la inclusión pero cuesta

superar las barreras que dificultan la solidaridad.

En los personal:

“La subjetivización del yo” (A. Touraine)

El yo, en su búsqueda de consistencia, toma el camino de la individuación, es decir, se desvincula de

los modelos y de las seguridades tradicionales, de los controles ajenos, de las leyes morales generales

y asume como tarea personal e intransferible su propia construcción tomando como punto de

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referencia y criterio último de decisión el mismo yo. Se busca el reconocimiento de los individuos

como portadores en sí mismos de todos los derechos que deben ser reconocidos y respetados al

margen de todo lo generado por las instituciones. Este proceso lleva parejas otras realidades no

menos significativas que tienen que ver con la desafección generalizada hacia las tradiciones y las

instituciones. A todo ello hay que añadir una fuerte afectivización.

La identidad en la diversidad

La educación debe apoyar la construcción de la identidad de las personas. Hemos pasado de la

identidad por imitación e identificación a la identidad por experimentación: la experiencia personal

es el auténtico juez sumarísimo que establece la validez de las ofertas de sentido y decide su

configuración final en el yo subjetivado. Este proceso de construcción de la identidad convive,

además, con la intensa vivencia que tenemos de la diversidad, fruto de la globalización cultural

basada en las nuevas posibilidades de la tecnología. La enorme variedad de posibilidades de sentido,

unida a la identidad por experimentación ̧ hacen que la transmisión en educación de la identidad

cristiana como forma de construcción del yo personal y social resulte bastante más dificultosa.

Construir y mantener identidades firmes en este contexto, resulta una tarea ardua.

Relativismo fuerte

Ahí está para bien y para mal. No se pude dejar de prestar atención a esa realidad que es fuerte y

orientadora. Evita los males del fundamentalismo que no son pocos ni de poco relieve.

En lo social: el fuerte apoliticismo que ha derivado en una fuerte desactivización

institucional.

Los movimientos sociales lo anuncian y proclaman y lo presentan con fuerza y piden alternativa a

esa realidad. La piden con urgencia.

En lo religioso: La religión en nuestra sociedad

El análisis anterior manifiesta de manera clara que la clave de la situación que vivimos es una clave

cultural. El gran desafío para la educación hoy es un desafío cultural y desde él debemos responder a

los retos planteados. Y lo mismo sucede en la Pastoral Escolar.

Señalamos algunos rasgos, referidos a la religión en nuestra sociedad, que han de ser tenidos en

cuenta a la hora de abordar la Pastoral Escolar con niños, adolescentes y jóvenes:

La creencia en Dios se mantiene constante en torno al 85% en nuestro país. Pero no se

trata siempre del Dios cristiano sino de un Dios impersonal con resonancias más bien

panteístas.

Las creencias religiosas en algunos casos, son fruto de una construcción absolutamente

personal y están desligadas de cualquier tradición institucional religiosa.

Estas creencias sin pertenencia no suponen ningún elemento nuclear en la vida de las

personas y se han construido a partir de sus propias experiencias y de sus posibilidades

de acceso a las diferentes tradiciones religiosas.

La Iglesia Católica ha desaparecido en este proceso, ya desde hace muchos años, como

la gran transmisora o configuradora de su universo de creencias.

El posible atractivo de Jesucristo está completamente desligado de la presencia de la

Iglesia Católica en la sociedad y en la cultura, aunque su persona sigue siendo un valor

permanente.

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El desinterés real y práctico por el mensaje de la Iglesia no nace tanto de una

beligerancia anticlerical, sino más bien de la constatación de su irrelevancia.

Las personas no viven alejadas del mundo espiritual, pero se está produciendo una fuerte

metamorfosis de lo sagrado en la cultura actual, que se ha desvinculado de las religiones

tradicionales para centrarse en una nueva realidad cuyo centro indiscutible es el ser

humano.

Las vivencias espirituales quedan relegadas a bienes de carácter espiritual (consuelo

interior, creencias en el más allá, cierta experiencia de fraternidad…) y encuentran su

objeto en la presencia de una oferta caótica, no formalizada, pero en ocasiones

fascinante, de religiones sustitutivas., que tienen estas características: sin dogmas, sin

institucionalización, eclécticas y subjetivas.

Los jóvenes están radicalmente solos en todo ese proceso, como podemos constatar de

forma significativa. El pensamiento instalado como políticamente correcto bloquea

cualquier intervención sobre la religión, que pasa a ser un asunto estrictamente privado,

con lo que cualquier postura es absolutamente respetable.

Las intervenciones de la jerarquía de la Iglesia, en este contexto son consideradas como

interesadas y manipuladoras, como si a lo largo de la historia se nos hubiera ocultado la

auténtica verdad.

La religión –lo religioso y todo su universo de simbología–, con todo, no han

desaparecido de los productos culturales sino que más bien parece que se acrecienta su

presencia.

Lo religioso reaparece en los ámbitos del cine, la música o la literatura aparece en sus

diferentes formas en una amalgama ecléctica y superficial con un denominador común:

la crítica a las religiones institucionalizadas y en especial a la jerarquía de la Iglesia

Católica.

Este fenómeno convive con un cierto retorno de la credulidad fácil. La “industria

religiosa” que está emergiendo incluso en la secularizada Europa (horóscopos,

quirománticos, tarots, telepredicadores, etc.) muestra hasta qué punto aquí hay mercado

y consumo.

Como conclusión podríamos afirmar que lo religioso no está ausente de la cultura ni de la vida de los

niños y jóvenes, sino que está presente de manera inconexa y fragmentada y por supuesto diferente

del pasado. No hay duda que la tonalidad epocal es de fuerte crisis del sistema y de gran

oportunidad. El mismo sistema económico se ha convertido en el agente cultural por antonomasia.

La batalla que se está librando hoy es la económica. Esto afecta a la realidad de los colegios y de una

manera especial a su tarea pastoral. Necesitamos recuperar la cultura como clave interpretativa de la

realidad social y religiosa. Este reto cultural a las obras educativas marianistas atañe de manera más

precisa al sentido de la vida y se manifiesta en:

La verdad. Las ideas, razonamientos, creencias. Afecta al pensamiento.

La bondad: a la voluntad, las conductas, la moral.

La belleza, la vida afectiva, sentimientos, el arte.

De todo esto nace una forma de vida que se sitúa en la persona y en el mundo.

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2. La situación del Colegio Marianista: misión compartida de religiosos y laicos

El Colegio Marianista comparte la misión evangelizadora de la Iglesia y es lugar privilegiado para la

educación cristiana (EC 11). En ella se desarrolla un proyecto educativo integral, impregnado de los

valores del Evangelio, cuyos transmisores son los educadores, religiosos y laicos, a través del

testimonio de su vocación particular, manifestado en su profesionalidad y su talante personal.

Es fundamental la aportación de consagrados y laicos, cada uno desde su especificidad, al análisis

lúcido de la realidad, tanto la de la sociedad globalizada como la del contexto local, y a la oferta de

una alternativa cristiana, encarnada y que responda al mundo de hoy y a las necesidades de los niños,

adolescentes y jóvenes de los centros educativos.

El Colegio Marianista solo se entiende desde la referencia a la transmisión del Evangelio a través de

la evangelización de la cultura y la inculturación de la fe, desde la valoración de lo positivo de la

cultura en la que estamos sumergidos, desde la ayuda para tomar conciencia de las carencias del

panorama actual y desde la propuesta de la capacidad crítica y el discernimiento.

En el contexto eclesial actual, la misión del Colegio Marianista, vivida por una comunidad

constituida de personas consagradas y fieles laicos, en nuestro caso la comunidad educativa

marianista, asume un significado completamente particular y manifiesta una riqueza que es necesario

saber reconocer y valorar (EJ 15).

Los consagrados son invitados insistentemente a compartir la misión con los laicos, y a formarles en

el carisma propio de cada Institución Religiosa, para llegar a una corresponsabilidad en la tarea

educativa y evangelizadora (ECE 12-13, 43-46).

3. EVALUACIÓN DE LA REAL SITUACIÓN DE LA FE EN LOS COLEGIOS

MARIANISTAS

Esa evaluación la vamos a hacer con la ayuda de MIDE UC sobre la formación integral de los

alumnos de nuestros colegios. Se compartirá la información que nos entregarán y se extenderá de la

mejor manera posible a los estamentos de profesores, asistentes de la educación, padres y apoderados

y directivos.

4. LA ESCUELA EVANGELIZADORA

La escuela es un ámbito privilegiado para la evangelización. Partimos de la afirmación clara de que

el Colegio Católico es, por definición una institución evangelizadora, por cuanto que pretende educar

con un proyecto de persona y de sociedad basado en el Evangelio.

1. Orientaciones de la Iglesia

Concilio Vaticano II

“La Iglesia entiende su presencia en la escuela como una acción educativa y evangelizadora, un

verdadero apostolado. […] En la Escuela Católica, Cristo es el fundamento del proyecto educativo,

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precisamente por la referencia explícita, y compartida por todos los miembros de la comunidad

escolar, a la visión cristiana –aunque sea en un grado diverso–. Los principios evangélicos se

convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y al tiempo metas finales.” (PP

I.2.c)

El Concilio Vaticano II en su declaración Gravissimum educationis establece los siguientes

elementos como característicos de la Escuela Católica:

- Crear en la comunidad escolar un ambiente animado por el espíritu evangélico

de libertad y caridad.

- Ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia personalidad

crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el

bautismo.

- Ordenar toda la cultura humana según el mensaje de salvación, de suerte que el

conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del

hombre quede iluminado por la fe.

- En sintonía con GS (53-62), interpretar y disponer la cultura humana a la luz de

la fe (cf. GE 8).

Por otra parte, otros documentos de la Iglesia (DRE 1) consideran también como fundamental para la

Escuela católica:

- Subrayar la dimensión religiosa, de modo que todo sea iluminado por la fe en el

ambiente educativo;

- en el desarrollo de la personalidad juvenil;

- en la coordinación entre cultura y evangelio.

Documento de Aparecida

El educador y el alumno están llamados a ser discípulos y misioneros. Tienen que aprender del

maestro a ser maestros y así hacer de la escuela un lugar de vida abundante y de fe confesada.

Están movidos a vivir desde el amor de Dios nuestra tarea educativa. La Escuela católica nace de un

impulso evangelizador. En ella hay que llegar a un discurso y a una cultura de identidad creativa y la

fe tiene que juntar:

- memoria

- sentido

- utopía

- alteridad

En un Colegio marianista uno tiene que llegar a sentirse

- querido y acogido

- llamado y convocado

- acompañado y renovado y para ello se tiene que acertar a juntar bien ternura y

firmeza y eso con palabras, gestos y acciones.

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Esa llamada apunta a:

Ser referencia y testimonio hacia toda la comunidad educativa del diálogo fe-cultura.

Tener una actitud continua de apertura a la búsqueda de la verdad.

Vivir la sensibilidad crítica hacia los valores y contravalores que conforman la cultura del

entorno.

Ser testimonio del sentido trascendente de la vida y dar razón de la propia fe y esperanza.

Ser buena nueva para el momento actual y para tantos hombres y mujeres que buscan eso.

La escuela es lugar donde dar expresión a la fe vivida y participar en la misión de la Iglesia (PE

prefacio). El diálogo entre la fe y la cultura adquiere aquí la posibilidad de establecer unas bases que

podrán seguir desarrollándose en el futuro.

El Colegio Marianista es lugar de experiencia eclesial, y como tal, lugar privilegiado en el que se

realiza la educación cristiana, porque es lugar al mismo tiempo de evangelización, de educación

integral, de inculturación y de aprendizaje de un diálogo vital entre jóvenes de religiones y de

ambientes sociales diferentes (EA 102).

Todas estas características constituyen dentro del Colegio Marianista un proyecto evangelizador que

ha de impregnar todas las acciones educativas de la escuela. Sin embargo, no todo lo que se hace en

un colegio es pastoral. Por ello vamos a distinguir los distintos ámbitos de actuación, para

delimitarlos y centrar lo específicamente pastoral.

2. Ámbitos de actuación

El objetivo general de El Colegio Marianista es la educación en un proyecto de persona y de

sociedad basado en el Evangelio. Este proyecto impregna todas sus acciones educativas a través de

sus diversas acciones específicas, que se pueden agrupar en tres grandes ámbitos:

a. Ámbito educativo académico

En el ámbito educativo académico entra todo lo que tiene que ver con el desarrollo de los currículos

en toda su extensión. Su objetivo es desarrollar un auténtico trabajo de diálogo fe-cultura. Esto

supone:

Dar sentido a cada una de las áreas en las que la cultura se hace presente en la escuela, es

decir, responder a la pregunta del para qué de cada una de ellas, o sea, qué lugar ocupan

en el servicio de la persona y de la sociedad. Aquí cobra especial relevancia la ERE, y la

presentación orgánica de la vida cristiana, de forma sistemática y en diálogo con la

ciencia y la cultura.

Ir construyendo la visión cristiana de la persona y del mundo desde cada una de esas

áreas, es decir, ofrecer una auténtica cosmovisión antropocéntrica cristiana.

Descubrir en cada una de esas áreas las diferentes dimensiones de la vida humana y

cómo el mensaje de Jesús retoma, purifica y plenifica todas esas dimensiones.

Ejercer una tarea de denuncia profética sobre las diferentes manipulaciones que desde

otros intereses se ejercen de manera sistemática sobre todas esas dimensiones humanas

reflejadas en la cultura.

Los centros educativos de los marianistas están llamados a:

Educar y formar a los alumnos conforme al proyecto educativo cristiano, llevado a cabo

desde:

- Una formación integral que tiene a Dios como horizonte último de la educación.

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- La construcción de la propia identidad.

- La visión cristiana del hombre y del mundo.

- La orientación del más profundo deseo de bien, verdad y belleza,

fundamentando en Él su raíz y sentido último (ECE 37-39; 14-15; 22-24).

Dar una respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la existencia, o sobre el

valor de la persona a través de la educación en los valores más genuinamente cristianos:

el respeto al otro en su dignidad, el servicio y la ayuda desinteresada, la sensibilidad ante

los débiles, la fraternidad universal, el valor transcendente del amor (ECE 25-27).

A presentar el mensaje de Jesucristo de forma orgánica, para alimentar la cosmovisión

cristiana presente en el proyecto educativo (ECE 41-42).

b. Ámbito educativo extracurricular

El ámbito educativo extracurricular abarca el espacio de la escuela en el que se enmarca la convivencia, el

ambiente de la comunidad educativa y el testimonio que implica, las propuestas educativas de amplia oferta

que pretenden ampliar los horizontes de nuestros alumnos, la labor tutorial, las acciones de solidaridad, el

cultivo de la interioridad, y todas aquellas propuestas de educación en valores que se ofrecen de manera

habitual y en ocasiones puntuales.

Este ámbito también ha de quedar claramente contagiado de una manera explícita por los valores del

Evangelio. Ello supone un esfuerzo por huir de las presiones que la sociedad ejerce sobre qué es lo mejor

para este espacio educativo.

Frente a propuestas competitivas o de ampliación de las destrezas tecnológicas y frente a

planteamientos de convivencia rígidos y formales, los valores del Evangelio abren a posibles

alternativas que desarrollen más las sensibilidades comunitarias, la propia interioridad, la

solidaridad o incluso el arte.

La escuela ofrece magníficas oportunidades para crear espacios de cercanía y participación

muy distintos a los esquematismos de las estructuras políticas al uso en nuestra sociedad, de

modo que queden impregnados de los valores evangélicos.

En esta sociedad caracterizada por la pluralidad, El Colegio Marianista es convocada a presentar nuevas

experiencias educativas de inspiración cristiana que generen expectativas positivas, en medio del

desencanto y la desmotivación por la rutina y lo que se experimenta como no válido para hoy (ECE 9).

Estos dos ámbitos son preámbulo que prepara a los alumnos para el específicamente pastoral, que es en el

que queremos centrar nuestra propuesta, pero necesita del ambiente de la escuela cristiana comprometida

para que el anuncio de Jesucristo se siembre en un terreno propicio y pueda arraigar con fuerza. Asumimos

la escuela evangelizadora, pero en este ideario nos centramos en la acción pastoral de la escuela

c. Ámbito educativo de la acción pastoral

El ámbito educativo de la acción pastoral se refiere a los espacios de actividad de la escuela en los que se

lleva a cabo un anuncio explícito de Jesucristo y está constituido por el conjunto de las acciones educativas

que tienen como finalidad proponer y educar la experiencia religiosa cristiana. Estas acciones poseen su

identidad propia y explícita en el conjunto de la actividad colegial.

En este ámbito la convicción fundamental es que educar de acuerdo con el Evangelio supone educar la

experiencia de fe. Y esta experiencia requiere, en su singularidad, unas acciones educativas específicas que

vayan encaminadas directamente a preparar a los alumnos para que puedan llegar a una adhesión personal,

libre y explícita a la fe cristiana en la Iglesia. Estas acciones tienen identidad propia y explícita en el

conjunto de toda la actividad colegial.

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Y además requiere que los agentes de pastoral utilicen la pedagogía de Jesús, que es una pedagogía de la

gratuidad, del don, del refuerzo positivo, de la adaptación al ritmo de las personas y de la historia, de la

encarnación, de la capacidad de perdonar y esperar, de la confianza en las personas y en sus competencias,

de la propuesta, de la aceptación incondicional, de la libertad, de la acogida y del acompañamiento...

5. UNA PASTORAL EDUCATIVA: CENTRADA EN EL CREER, EL VIVIR Y EL

SERVIR

Como hemos señalado anteriormente, en El Colegio Marianista todas las intervenciones educativas

contribuyen a la evangelización, pero en este ideario nos vamos a centrar en las específicamente

pastorales, las que tienen identidad propia, aunque están totalmente interrelacionadas con las demás.

Recordamos que lo específico de estas acciones educativas, es el buscar explícita y directamente la

educación de la experiencia religiosa cristiana. Para llegar a la experiencia religiosa que pretendemos

con la Pastoral escolar hay que recorrer un camino cuyo proceso está claramente marcado por el que

Jesús vive con los discípulos de Emaús: una transformación

experimentada desde dentro,

que parte del encuentro,

que pasa por la empatía,

que solo en ese momento ofrece una palabra que es percibida como sentido

y que culmina en el sacramento, auténtica y radical transformación del encuentro

inicial.

Es en el sacramento donde la vida cobra peso y profundidad: se accede a otro nivel de

experiencia.

Para vivir este proceso, es necesario recorrer un itinerario, para el que proponemos una

pastoral misionera en el ámbito de la escuela con unos ejes fundamentales:

1. Una pastoral centrada en la experiencia religiosa cristiana

El gran reto de la evangelización y de la pastoral actual consiste en centrarse en la experiencia del

Dios cristiano manifestado en Jesús.

Entendemos por experiencia religiosa cristiana el encuentro con Cristo resucitado en el ámbito de la

comunidad cristiana y por la acción del Espíritu Santo.

El elemento central de esta experiencia es el encuentro.

El lugar de la persona donde este encuentro se produce es el mismo lugar donde se vive

toda la dimensión relacional de la persona, es decir, en el corazón, en el yo profundo.

A este encuentro no se accede por medio de una exposición sistemática de las verdades

de la fe y la moral cristianas, sino a través de lo simbólico.

Este encuentro conduce a una nueva identidad personal manifestada en un estilo de vida

caracterizado por la salida de sí mismo y la entrega a los demás.

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Esta experiencia religiosa cristiana tiene unas características:

Es progresiva

Es algo dinámico que sigue el ritmo de maduración de la persona. No se puede separar ni

aislar del resto de las experiencias que van configurando la identidad personal. Nunca se

llega a vivir de una manera plena en esta vida, pero cada etapa del desarrollo tiene su

“plenitud parcial” que puede ser alcanzada. Es un proceso de crecimiento que no se puede

acelerar artificialmente, pero que sí puede sufrir bloqueos y hasta retrocesos.

Se vive en la realidad

El encuentro con Dios se da en la realidad de la vida de las personas. Dios y el hombre se

encuentran por medio de mediaciones históricas. No solo no hay que salir de la realidad para

encontrarse con Dios, sino que este encuentro solo es posible si se entra en ella con

profundidad. La historia de la humanidad y la historia personal, es el “libro” al que hay que

acudir para “leer” la presencia y la Palabra de Dios.

Es paradójica

Es una experiencia que reúne en sí misma elementos que, aparentemente, son

contradictorios: perder la vida para ganarla, entregarse para ser libre, morir para vivir. Es un

desafío a la lógica y a los esquemas con los que el hombre tiende a dirigir su existencia. Pero

permite acceder a una nueva sabiduría vital en la que la armonía de los contrarios ofrece

claves fecundas para la vida.

Se educa

No es una experiencia innata. Se nace con la capacidad de encontrarse con Cristo, pero sin

una mediación educadora esa capacidad permanece atrofiada. El protagonismo del Espíritu

en la experiencia, no debe llevar al educador de la fe a desentenderse de ella o a actuar de

cualquier forma. Son necesarios procesos educativos bien pensados y ejecutados con rigor y

calidad.

2. Una pastoral centrada en la construcción de la identidad personal

Una pastoral que quiera desarrollar identidades personales cristianas deberá introducir la presencia del

amor de Dios como elemento real de la interpretación del pasado, presente y futuro. Es necesario entrar

en el corazón del alumno para que desarrolle la presencia del amor de Dios de modo que experimente

una nueva identidad a partir de la lectura que hace de las propias vivencias.

Esta identidad irá surgiendo como acumulación de experiencias interiores (la identidad por

experimentación), más que por imitación y reproducción de modelos exteriores (la identidad por

reproducción).

3. Una pastoral eclesial, con la experiencia comunitaria como referencia

La educación de la experiencia cristiana brota en un contexto vital que es la comunidad cristiana, la

Iglesia. Esta se hace presente en la vida de las personas por medio de las iglesias locales (diócesis),

que a su vez están formadas por comunidades cristianas inmediatas donde sentirse vitalmente

integrados.

Estas comunidades de referencia son los lugares en cuyo seno puede madurar el encuentro

progresivo con Jesucristo. Por eso el Colegio deberá integrar su pastoral en una comunidad ya

existente –normalmente una parroquia– o promover en el propio centro educativo una auténtica

comunidad cristiana que establezca una red de relaciones humanas y que comparta la misma fe, la

forme, la celebre y la anuncie, aunque se den dentro de ella diversos grados y modos de implicación.

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4. Una pastoral que celebra

La fe necesita ser expresada, celebrada; si es auténticamente cristiana no puede quedarse en la

intimidad, de la misma forma que los acontecimientos gratificantes de la vida se suelen festejar con

encuentros, con determinados ritos y signos. Cuando son significativos, se marcan de forma especial.

Por ello, el cuidado y desarrollo de la dimensión simbólica de la persona es fundamental para iniciar

en la celebración, en la vivencia de la fe como fiesta, como encuentro gozoso con Dios, compartido

con la comunidad.

5. Una pastoral que desemboque en servicio, en un compromiso cristiano en la sociedad

Una experiencia personal de encuentro con Jesucristo, alimentada por una formación sólida, debe

preparar a los alumnos para insertarse en una comunidad cristiana de referencia y para que opten por

vivir un compromiso de transformación de la sociedad, desde la vocación a la que cada uno se sienta

llamado.

La Comisión para la Educación y la Escuela de la Conferencia Episcopal alemana (PE 4.2) considera

la pastoral escolar como un servicio de la Iglesia a los hombres en el ámbito de la acción de la

escuela y concreta las formas de realización de la pastoral en las funciones fundamentales de la

Iglesia:

- Diaconía: hacer posible vida y fe.

- Martyria: animar vida y fe.

- Leiturgia: celebrar vida y fe.

- Koinonía: ofrecer comunidad de vida y fe.

6. PRINCIPIOS PASTORALES

Estos principios pastorales pretenden reflejar una visión de la pastoral y aportar

criterios que permitan orientar la organización y las líneas de acción que los proyectos

marco de Pastoral de los Colegios marianistas de Chile recojan y que, posteriormente, se

concreten en los Proyectos de Pastoral de los Centros en una estructura organizativa y

una línea de acción pastoral.

1. Pastoral procesual, planificada y de oferta diversificada

Pastoral en clave de proceso o camino. Con los agentes de pastoral y con los destinatarios el

trabajo se organiza para educar en un itinerario [la vida cristiana como el seguimiento de Jesús] y

en el cuidado de cada etapa.

Pastoral planificada. Desde el análisis de la realidad, pretendemos saber qué pasa y plantearnos

a partir de ahí finalidades y objetivos, de forma que se sepa a dónde se quiere ir y por qué se

hacen las cosas. Será necesario también establecer medios adecuados a los fines y proponer

procesos de evaluación de lo que se va haciendo. El encuentro con Jesucristo, fruto deseado de la

acción pastoral, es obra de la gracia y no está sometido a la programación humana, pero nosotros

tenemos el deber de poner todas nuestras competencias al servicio de ello.

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Pastoral que cuida todas las etapas vitales. La pastoral debe acompañar todas las etapas, desde

el despertar religioso a todas las transformaciones de los niños, adolescentes y jóvenes,

prolongándose además a la primera etapa universitaria o postcolegial y a las familias.

Pastoral que diversifica las ofertas y atención a las personas. La diversidad de situaciones

vitales y de fe que se dan entre los destinatarios nos invita a considerar que no todos necesitan lo

mismo ni son capaces de lo mismo. De ahí que sea buena la diversificación de ofertas. Por otra

parte hay que tomar en consideración en nuestra pastoral a las personas concretas, no solo a los

grupos. Convendrá, pues, crear dinámicas personales, promover la dirección espiritual y ofrecer

un acompañamiento sanador para personas con dificultades. En la situación de presencia de otras

confesiones religiosas, la Iglesia nos invita a actualizar la forma de responder a los cambios que

presenta la sociedad pluralista, multicultural… para ofrecer lo específico de la fe desde el respeto

a la diversidad (ECE 5 y 7). La apertura ecuménica debe ser hoy mucho más amplia.

Pastoral que invierte tiempo y recursos en la formación. Tanto como formar a los destinatarios

nos interesa preparar, formar y apoyar a los educadores de los procesos. El tiempo empleado en

la formación personal y conjunta, inicial y permanente de los agentes de pastoral, es de gran

importancia para el futuro.

2. Pastoral integradora de fe y vida

Pastoral que fomenta la experiencia de Dios. Uno de los núcleos fundamentales de la Pastoral

lo constituye el servicio de favorecer y acompañar la experiencia religiosa, educar en la imagen

verdadera de Dios y ayudar al discernimiento de su llamada. Esto debe ser un criterio de

discernimiento de nuestros métodos y programas y del propio proceso.

Pastoral que integra la fe y la vida. En la acción pastoral partimos de la vida y, tras la

experiencia de Dios, desembocamos en la vida. Es una pastoral de encarnación.

Pastoral del compromiso con uno mismo y en favor de los demás. La pastoral debe dirigir la

mirada a educar en uno de los puntos débiles de la cultura actual: se preocupará por valorar más

la exigencia y disciplina personal y, por otra parte, cuidará la exigencia de comprometerse

socialmente desde la fe para promover una pastoral de Justicia, Paz e integridad de la Creación.

Pastoral de dimensión celebrativa. Vivir la fe en la vida supone tener un sentido de fiesta y de

celebración, que se expresa con signos, gestos, música y símbolos. Proponemos una pastoral que

fomente la creatividad y la expresión de la fe adaptada según la edad.

3. Pastoral misionera, profética y profundamente humana

Pastoral profética. Proponemos una pastoral que intenta crear un ámbito vital que sea un signo

del Evangelio en el mundo a la vez que ayude a vivir en diálogo con el entorno y con la cultura

actual, buscando dinámicamente la inculturación de la fe y la integración armónica los saberes

humanos y de la teología.

Pastoral que trabaja motivaciones, valores y felicidad. La pastoral debe preocuparse por crear

en el fondo del corazón los valores fundamentales que hacen más humana y trascendente a la

persona. Educar es discernir los valores por los que se guía nuestra sociedad y contrastarlos con

los del Evangelio. Y por encima de todo, descubrir la fuente de la felicidad y de la dignidad

humana, que, vista desde la fe, está en Dios mismo.

Pastoral misionera. Se trata de hacer llamadas y propuestas pastorales que tengan talante

misionero. Es decir, no basta con ofrecer “servicios pastorales” sino que hay que llevar a la

vivencia de experiencias auténticamente religiosas. No se debe presuponer necesariamente la fe,

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y habrá que ofrecer medios adecuados para despertarla. Esto supone preocuparse de cultivar las

experiencias humanas básicas que hacen posible la experiencia religiosa, y centrarse en lo

esencial de esta. Debemos contribuir a formar, en el respeto y la libertad, identidades personales

fuertes (“fe del corazón”, “hombre interior”) y a la vez flexibles (capaces de dialogar con el

entorno, en búsqueda). Para ello hay que partir de la situación real de los destinatarios y tener

sentido de la progresividad de los procesos personales y grupales.

Pastoral que potencia lo relacional. Educamos y transmitimos más por el propio testimonio

personal que por las palabras o los papeles. Por eso potenciamos todo aquello que sea relación

interpersonal y cercanía en el seguimiento de los catecúmenos y catequistas, en el interés por sus

cosas y su camino.

4. Pastoral comunitaria, carismática y proyectada al futuro

Pastoral desde el trabajo en equipo. Crear equipos pastorales que asumen misiones concretas es

la mejor forma de consolidar y dar continuidad a nuestros proyectos pastorales. La reflexión

común, la confrontación de ideas, el reparto de tareas y responsabilidades, la integración de los

talantes y las cualidades personales en una misión común, son algunas de las riquezas de este

trabajo en equipo.

Pastoral desde el sentido de misión compartida entre los religiosos y los seglares. El desarrollo

del papel del laicado es uno de los signos de la Iglesia actual. Por otra parte está claro que las

obras actualmente no podrían desarrollar su misión sin contar con el trabajo vocacionado de

muchos seglares. La misión, pues, no es solo de los religiosos. Los seglares están integrados en

el trabajo pastoral de los centros educativos y tendrán que ir haciéndolo también en la reflexión y

en la planificación de esa pastoral. Para ello habrá que establecer cauces de formación y de

participación.

Pastoral que ofrece el carisma propio de cada Institución como una forma de seguimiento de

Jesús, integrándolo en el resto de los carismas de la Iglesia y en las diversas vocaciones.

Pastoral de dimensión comunitaria. La acción pastoral fomenta la vida en grupo pero no tanto

como un "estar juntos", sino como una forma de compartir y crecer en la fe, y un ámbito para

educarse en los valores del Evangelio. La fe es un asunto personal pero no privado. Por eso, esta

transmisión de la fe incorpora a la Iglesia, debe ayudar a sentir, conocer y vivir en Iglesia. El

proceso pastoral no tiene sentido como un simple camino espiritual si no nos compromete en la

misión de la Iglesia. Por eso cada centro trabajará en comunión con su diócesis, asumiendo en la

medida de lo posible las directrices de la Iglesia local. Consideramos muy importante la

colaboración pastoral mutua entre colegio y parroquia.

Pastoral que incorpora a la familia. Considerando la importancia de la familia en la educación

de niños y adolescentes, la pastoral debe incorporar acciones en relación al mundo de la familia o

la catequesis de adultos.

Pastoral con dimensión vocacional. Educamos en la fe para ayudar a escuchar lo que Dios

quiere de cada uno y promover actitudes de respuesta. Queremos ayudar a encontrar y seguir la

vocación personal en la Iglesia.

5. Pastoral con lenguaje apropiado

El discurso sobre el Dios cristiano deberá huir de los dos registros que más pueden distorsionar

su imagen:

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El lenguaje dogmático, que pertenece al registro racional y se dirige a la comprensión objetiva.

El lenguaje moral, que pertenece más al registro legal y se dirige a la voluntad.

La experiencia de Dios como Padre de Jesús encaja más con un lenguaje que, sin renunciar a

expresar y canalizar esa misma realidad, se dirija más a los ámbitos intuitivos y afectivos de la

persona, en tres dimensiones:

La narración de la parábola. Puesto que el Dios cristiano es una acción amorosa que se

introduce en la vida humana, conviene acudir a la narración de la parábola para contar qué hace

Dios y cómo es la vida de las personas que viven desde el encuentro profundo con él. Este

género –muy cercano a los evangelios en general, no solo a las parábolas–, representa el núcleo

de los grandes textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Por medio de

todos esos relatos se descubre quién es Dios.

El símbolo expresado en palabras y vivido en la celebración. El símbolo es una realidad

cercana que nos remite a algo que está más allá y que nos trasciende, pero de la que tenemos

noticia cierta porque nos comunicamos con ella más allá de lo tangible. Se sitúa en el límite de lo

que tenemos a nuestro alcance, pero también como límite-frontera de una realidad ampliada.

Cuando el símbolo se convierte en expresión celebrativa, abre –para todos aquellos que

participan– un nivel de experiencia y comunión más profundo que la mera descripción de

conceptos.

El testimonio como palabra hecha vida en medio del mundo. Frente al registro moral que

habla de conductas buenas y malas, el lenguaje del testimonio expresa la fuerza humanizadora y

de plenitud que puede tener la experiencia del Dios cristiano en la vida de las personas. Se trata

de sintonizar con la experiencia vital de lo que han sentido, de lo que eran y de lo que son, una

vez su vida se ha arraigado en la cercanía del Dios amor. La tradición bíblica y de los grandes

maestros de la espiritualidad cristiana manifiestan con claridad que su experiencia del Dios

cristiano no puede quedar encerrada en esquemas de lenguaje racionales o morales.

7. PROPUESTAS PASTORALES DE UN COLEGIO MARIANISTA: ÁREAS Y

COMPETENCIAS

Una pastoral que adopte esta perspectiva debe abandonar esquemas de paradigmas de cristiandad o

de práctica para adentrarse en caminos menos estructurados y trabajar más desde la visión de

competencias y áreas.

Las competencias a las que referimos no son patrimonio exclusivo de la acción pastoral. Muy al

contrario, la escuela las puede trabajar desde todos sus diferentes ámbitos, pero, en sí mismas,

constituyen el sustrato humano indispensable para una experiencia de fe:

Competencia de introspección

Ser capaz de hacer silencio, de escucharse a sí mismo, de tomar conciencia de los

movimientos interiores y de identificarlos con el lenguaje propio de la vida afectiva.

Saber reconocer las propias competencias y deficiencias personales.

Poder analizar situaciones personales con una cierta lucidez tomando conciencia de su propia

evolución personal.

Competencia de dar gracias y de pedir perdón

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Saber reconocer la bondad y la belleza desarrollando una actitud constante de admiración,

aprendiendo a reconocer el amor de Dios activo en la vida personal e interpretando las

competencias como dones.

Vivir las propias limitaciones como lugar de especial manifestación de la fuerza curativa de

Dios desde el agradecimiento diario y desde el perdón.

Competencia de orar y celebrar

Desarrollar un sentido de la presencia de Dios en la vida.

Profundizar en las experiencias de simbolización y ritualización.

Caminar hacia una interpretación vivencial y no moral de la Palabra en un contexto de

escucha, de acogida interior y de expresión de las vivencias personales.

Competencia de experiencia comunitaria

Desarrollar la competencia de experiencia comunitaria en el aprendizaje de la escucha, del

deseo de comprender al otro, de aceptar la diversidad, de adquirir sensibilidad hacia el otro.

Aceptar la ayuda que viene de los otros, abriéndose a la cooperación en lo común y

construyendo una fraternidad más allá de las relaciones afectivas.

Aprender a identificar los vínculos específicos de la fe: la presencia de Jesús en medio de la

comunidad, la fe como herencia e incorporación a una tradición, la vinculación con la iglesia

local y universal, etc.

Competencia de decidir, de superarse

Tomar conciencia de la dimensión moral de la vida personal y relacionarla con la experiencia

cristiana de fe entrando en procesos de discernimiento.

Vivir la vida como vocación para la misión.

Descubrir el proceso del propio pecado personal como una oportunidad de vivir esa cercanía

sanadora del amor de Dios.

Competencia de servir

Creer es vivir y es servir; es ayudar; es cuidar y poner por obra el afecto y el cariño que se

tiene a las personas que están cerca y a las que están lejos.

Desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para un compromiso personal y social en el

convencimiento de que ambas realidades, personal y social, son susceptibles de

transformación liberadora.

Las áreas suponen ya un paso más en el nivel de concreción: representan los grandes tipos de

actividades que se van a ir combinando en la planificación de la oferta pastoral. Cada una de ellas

requiere de acciones específicas y, de alguna manera, estas acciones por áreas deberán manifestar su

relación con las que la comunidad de referencia antes descrita desarrolle.

Si esto se da así, las acciones por áreas actuarán de auténticos agentes de iniciación y de

incorporación comunitarios, objetivo final de toda acción pastoral. Si no se produce esta conexión

entre las áreas y la vida de la comunidad de referencia caeremos en el activismo aislado e inconexo y

en la caso del área celebrativa, en el sacramentalismo heredero de situaciones de cristiandad:

Área de la interioridad y de la oración. Todas aquellas acciones encaminadas a acompañar

en el aprendizaje y desarrollo de la vida como experiencia espiritual, con especial dedicación

a la escucha interior y al crecimiento de la vida de oración.

Área celebrativa. Recreando las celebraciones como modo de presencia privilegiada del

Señor entre nosotros y como modo de profundización en la realidad de la fraternidad.

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Área del grupo-comunidad. Afianzando las experiencias de comunicación, de comunión, y

de compartir.

Área del servicio. Todas aquellas acciones que encauzan la misión de compromiso con este

mundo.

Área del carisma marianista. Es uno de los diferentes carismas que el Espíritu ha ido

suscitando en el seno de la Iglesia y que constituye una enorme riqueza. Dentro de las

acciones pastorales en el ámbito de la evangelización explícita, hay que dar espacio al

desarrollo de estas especiales sensibilidades.

En resumen son tres las claves de la tradición educativa marianista:

Pastoral centrada en la experiencia religiosa cristiana, la que responde a esta gran

pregunta ¿Quién es el Dios de Jesucristo?

Pastoral ligada estrechamente a la construcción de la identidad personal. ¿Quién soy yo?

Pastoral abierta y comprometida con el mundo. ¿Quién es mi hermano?

8. DESTINATARIOS Y ANIMADORES DE LA PASTORAL

1. UN AMBIENTE EDUCATIVO

El ambiente del centro educativo es esencial para marcar positiva o negativamente la trayectoria

personal de los niños, adolescentes y jóvenes que están en los colegios. Les va a influir no solo

intelectual, sino también vitalmente, y por supuesto en su posibilidad de iniciación y de maduración

de la fe.

El Colegio marianista ha de crear un clima escolar propicio para que la pastoral vaya más allá de

una mera transmisión de contenidos o principios morales. Este clima escolar es uno de los elementos

de lo que podríamos considerar “la escuela en pastoral”, junto a la forma de entender los

destinatarios, los animadores, la formación, las acciones pastorales, las relaciones…

Para ello en él se tienen que propiciar actitudes que:

Impregnen la vida de sensibilidad.

Creen una cultura del amor fraterno y de la solidaridad…

Favorezcan el anuncio explícito de la fe en Jesucristo.

Permitan la desembocadura en el seguimiento de Jesucristo, desde la opción libre y personal.

El ambiente educativo cristiano -personas, espacios, tiempo, relaciones, enseñanza, estudio y

actividades diversas- son elementos que posibilitan la presencia viva de Jesús “Maestro” (DRE 24 y

25).

El mismo Concilio Vaticano II se refiere a la escuela como comunidad (GE 18), recobrando la visión

de la Iglesia como pueblo de Dios del capítulo segundo de la Lumen Gentium. Y considera la

dimensión comunitaria de El Colegio Marianista no como mera categoría sociológica, sino teológica,

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porque no es la agrupación de personas sin más, sino la posibilidad de crear una comunidad local,

cuyas referencias en las relaciones sean las de la Trinidad.

2. UNA COMUNIDAD CRISTIANA COLEGIAL

La comunidad educativa en su conjunto puede crear un clima y unas relaciones con las que poder ser

realmente una comunidad cristiana colegial, en el sentido anteriormente expuesto. Señalamos

algunos rasgos característicos que podrían identificarla como tal:

- Ser misionera, que se traduce en:

o Convocar a la vivencia de la fe.

o Acoger a cada persona en su situación y acercándose a los alejados e indiferentes.

o Poner los medios para posibilitar la experiencia religiosa cristiana.

- Ser profética, que se traduce en:

o Crear un ámbito vital que sea un signo del Evangelio en el mundo.

o Vivir en diálogo con el entorno y con la cultura actual, buscando dinámicamente la

inculturación de la fe.

o Colaborar en la búsqueda de la justicia y la paz.

o Promover el compromiso con los pobres y con los que sufren, dentro y fuera de ella.

o Integrar armónicamente los saberes humanos y la teología.

- Ser iniciadora, que se traduce en:

o Educar las experiencias básicas de la fe.

o Transmitir los conocimientos necesarios para comprender lo que se cree y dar razón

de ello.

o Ofrecer a las personas y a los grupos procesos continuados y armónicos para la

maduración de la fe.

- Desarrollar la dimensión comunitaria, que se traduce en:

o Generar grupos y comunidades de talla humana.

o Procurar establecer relaciones personales de calidad.

o Ser acogedora con los que se acercan a ella.

o Cultivar el encuentro, la celebración y la fiesta.

o Relacionarse efectivamente con las parroquias de su entorno, con la diócesis a la que

pertenece, con iglesias necesitadas de otros países.

o Estar abierta a la universalidad de la Iglesia.

Este ambiente educativo que propicie el llegar a ser una comunidad cristiana de referencia, es de

vital importancia para todos los miembros de la comunidad educativa; fundamental para los

destinatarios, pero también importante para los agentes de pastoral. Hay también una interrelación

entre destinatarios y animadores de la pastoral, porque la mayoría son a la vez receptores y agentes.

3. DESTINATARIOS

Los destinatarios de la pastoral escolar son todas las personas relacionadas con la vida de los

centros educativos y lo son especialmente los alumnos desde el despertar religioso en Educación

Infantil hasta las últimas etapas educativas. También están incluidos el resto de la comunidad

educativa: educadores, personal no docente, familias de los alumnos y exalumnos.

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Con cada uno de estos destinatarios, hay diferencias en intensidad, gradualidad y tipos de acciones,

que deben concretarse en objetivos, prioridades, líneas de acción… en los Proyectos Pastorales, de

forma que se elabore un itinerario que recoja todas las etapas educativas y posteducativas.

4. ANIMADORES

Los animadores de la Pastoral Escolar, además de conocer el proyecto pastoral, deberán

identificarse con él, enriquecerlo con su aportación testimonial, su creatividad y animar su puesta en

práctica. Toda la comunidad educativa deberá estar involucrada de alguna manera en la pastoral.

Todos en algún momento son evangelizadores, están implicados o son colaboradores en la tarea

pastoral, aunque en diferente grado e intensidad. De forma específica los educadores, tutores,

monitores, líderes, coordinadores de pastoral, acompañantes…

Los animadores de pastoral más directamente implicados en la tarea pastoral son:

El equipo directivo, que gestiona para que el colegio sea una obra educativa en p

pastoral ya que sabe que en un colegio marianista se:

o Se enseña para educar: los contenidos se presentan como un medio para configurar la

visión cristiana de la vida.

o Se hace todo en función de la centralidad de la fe. Una fe adulta y madura arraigada

en lo profundo, que se interroga, que dialoga con el mundo y con la cultura, que

busca abarcar toda la persona.

o Se hace la propuesta de la libertad de la persona y se apunta a un sí libre para abrirse

al amor.

o Se vive en un ambiente de familia y el espíritu y la realidad de familia lo llena todo y

le da un alma.

El equipo de pastoral, que está formado por un grupo de educadores, padres y alumnos

especialmente motivado y dispuesto a ser animadores de pastoral en su ámbito de

trabajo. De entre el equipo de pastoral, hay que destacar el papel del coordinador

general y de los coordinadores de etapa, con sus funciones propias y específicas,

detalladas en el plan pastoral.

Otro grupo de educadores, que en el Colegio Marianista debería ser la mayoría del

equipo educativo: valoran la educación de la fe como un ingrediente básico del proceso

educativo y se implican personalmente en las actividades pastorales que se desarrollan

dentro de su ámbito laboral; también, aportan iniciativas para la mejora de las mismas y

ofrecen en el día a día su testimonio de persona creyente; esto es especialmente

importante en el caso de los tutores.

Un pequeño grupo de profesores, que según su historia personal y sus decisiones

personales, tienen una postura algo escéptica ante la fe; son animadores en el sentido de

que aportan la calidad de su presencia y su trabajo educativo y el respeto a los

planteamientos pastorales del centro coherentes con la identidad del mismo, aunque los

hemos incluido también como destinatarios de la pastoral.

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Los animadores de grupos, los monitores, los catequistas… tienen papel muy

importante, porque su dedicación voluntaria a la educación en la fe supone un plus

fundamental, aunque su misión suele desarrollarse fuera del horario lectivo.

Los colaboradores ocasionales: personas que puntualmente colaboran en alguna

actividad pastoral. Son creyentes dispuestos a dar testimonio de su fe y capaces de

integrarse en el planteamiento que se ha hecho de una actividad determinada.

La familia: pueden ser animadores en la educación de la fe de los alumnos -para lo que

deben recibir formación adecuada-, además de ser destinatarios de la pastoral. En El

Colegio Marianista es necesario implicar y vincular a las familias en el proceso

educativo de sus hijos, aprovechar todas las oportunidades en las que se acercan al

colegio, incluso las familias que carecen de sintonía con el proyecto educativo, y a pesar

de las dificultades que surgen por las desestructuras familiares, la pluralidad de crisis…

Ser creativos nos ayudará a diversificar las ofertas pastorales de modo que lleguen a

todos.

Elaborado y presentado por

Jorge Figueroa

Jorge Sanhuesa

José María Arnaiz