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Marceliano Ramírez La época dorada del Foto Estudio

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Marceliano RamírezLa época dorada del Foto Estudio

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Marceliano RamírezLa época dorada del Foto Estudio

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Como si se tratara de descifrar un acertijo en base a laidentificación de una postal con la imagen de dos niñasy, luego de culminar la búsqueda e identificación deotras imágenes que la tenacidad del rastreo elevó amedio centenar de nuevas y cada vez más sorprenden-tes piezas, lo último que conocimos, salvo la denomi-nación comercial de la empresa fotográfica, fueron lasseñales personales del autor de aquella graciosa fotogra-fía y ello como resultado de la incansable y dilatadapesquisa asumida por Douglas Monroy, a quien debe-mos la actual identificación de un personaje cuyoaspecto fisonómico asumió la presencia de un individuode curtidos rasgos y perceptible tensión interior queparecía contradecir la idealizada estampa de un atilda-do artista de la edad dorada del Foto Estudio caraqueño.

De esta suerte, Ramírez y Cía. Caracas devino no sólola identificación del fotógrafo Marceliano RamírezMartell nacido en Caracas en 1881, alumno del maestroPedro Ignacio Manrique y quien casó en 1907 condoña Carmen González Guerrero, hija de don EliodoroGonzález P., el creador del Ponche Crema, y de cuyoenlace nacieron Rafael, Eudoro y Pedro. En virtud de surigurosa formación profesional, de su talento y de laaltísima calidad de su producción, Ramírez se convirtió,al menos por un buen trecho, en el fotógrafo de las másbellas damas de la aristocracia capitalina, así como deprofesionales distinguidos y prósperos comerciantes deesa breve y risueña Caracas del primer tercio del sigloXX, ciudad donde falleció en una fecha aún no tan leja-na como 1938.

El rescate de la obra de Marceliano Ramírez que ahoraofrecemos al conocimiento, admiración y disfrute de es-ta otra capital congestionada, conflictiva y a veces tam-bién inhóspita y agresiva, llama a la evocación poética, ala reflexión crítica, pero también a la conciencia delcaraqueño de hoy, sin cuyo propósito de cambio, volun-tad de acción y el trabajo de todos no será posible ni elreencuentro con nuestro mejor pasado ni generar las fuer-zas que la conviertan de nuevo en la ciudad que por suhistoria, su cultura, su dimensión urbana y humanísticadevino en su momento el crisol de todo un continente.

Francisco Da Antonio

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La Galería de Arte Nacional agradece a los coleccionis-tas por el gentil préstamo de las obras que hicieron posi-ble la realización de esta exposición, así como a los fami-liares del artista por los datos aportados.

Manuel Barroso AlfaroEsso ÁlvarezLuis Molina-PantinMaría Fernanda PalaciosElizabeth SchönFamilia Oramas PríncipeEdith de RamírezGladys de RamírezCarmen Celeste Ramírez BáezGuillermo Ramírez BáezJuan Carlos RamírezFederico Alejandro Ramírez HernándezNéstor Gabriel Ramírez HernándezGustavo Ramírez Almeida

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La fotografía desde sus inicios en 1840 fue eminente-mente antropocéntrica. El hombre, y particularmente surostro, será su objetivo. La larga tradición de pintores yescultores por legar a la posteridad la faz humana, pesólargamente en el arte fotográfico: hombres, mujeres yniños desfilan, desde el inicio mismo del hecho fotográ-fico, en una preciosa galería.

La fotografía en Venezuela casi es coetánea con su in-vento. No hay década entre nosotros donde no desta-que con su belleza, su testimonio y su retenida magia.A principios de 1840, Francisco Goñís, Santiago Brito,Charles DeForest Fredricks, H. Doty y otros daguerro-tipistas se paseaban por ciudades y pueblos dejándonospruebas de su arte. La década de 1850 la copa el granBasilio Constantin. Tuvo la exclusividad fotográfica entodo el territorio nacional según decreto del presi-dente José Gregorio Monagas, expedido el 11 de juniode 1852. En virtud de ese decreto sólo él podía tomarfotografías en papel, técnica que introduce entre nos-otros. También realizará daguerrotipos y ambrotipos.

Las décadas sesenta, setenta, ochenta y noventa del si-glo XIX, constituyen la apoteosis de la fotografía venezo-lana. Aparecen los gigantes: Federico Lessmann, Próspe-ro Rey, Martín Tovar y Tovar, José Antonio Salas, Geróni-mo y Celestino Martínez, Pedro Ignacio Manrique Arveloy otros que fundaron los cimientos de la fotografía enVenezuela. Todos estos fotógrafos eminentes centraronsu actividad casi exclusivamente en el rostro humano:hombres, mujeres y niños, solos o en grupo, los halla-mos reiteradamente detenidos en el instante misterioso,permanente e inmutable que regala la fotografía. Desdeel papel donde viven nos observan mientras los obser-vamos, se expresan con sus miradas, con su gestualidad,con sus ropas, sus adornos y su pose. Épocas, modas, ma-neras y costumbres y aun la más profunda intimidad delalma brotan de esas imágenes plasmadas para siempre.

La sed de rostro humano por la que agónica suspirabaMadame de Staël allá por 1817, es la misma que tuvie-ron nuestros daguerrotipistas y ambrotipistas. CuandoConstantin en 1850 abarata la fotografía con la introduc-ción del papel, los que desfilan por su estudio lo hacenigualmente sedientos de rostro humano. Rey, en sus abun-

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El rostro y el paisaje en la fotografía venezolanaManuel Barroso Alfaro

Tres angelitos

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dantes y delicadas "tarjetas de visita", arte que introduceen nuestro medio, observará cómo aquellos que posanpara él, están sitibundos de la faz humana a la que aspi-ran perpetuar. Tovar y Tovar, Salas, Martínez, Manrique,bien en la soledad de sus estudios, bien en felices alian-zas, dejarán para la posteridad fotos de "sedientos sem-blantes". Toda fotografía, toda cara, adornada, pintada ymaquillada para la ocasión, parece decirnos a través deltiempo "ése, ésa soy yo" y las más de las veces, a travésde esos mismos rostros, se filtra sutilmente un alma, unespíritu magistralmente captado.

El gran Lessmann, amén de sus personajes captados enmagistrales fotografías, también tuvo tiempo para rega-larnos paisajes y monumentos. Cuando tal actividad lle-va a cabo lo hace para dejar testimonios de lugares, delocaciones de interés histórico o arquitectónico. Nuncaperseguirá la belleza, nunca el arte, no irá tras las luces,las sombras, o los claroscuros, no acosará la belleza. Lomismo harán Henrique Avril y el artista marabino ArturoLares. Sus fotografías constituyen todo un testimonio deuna época, pero jamás podrán entrar ellas dentro de lacatalogación de obras de arte fotográficas.

Muchos otros fotógrafos de gran fama se pasearon porVenezuela durante el siglo XIX: los hermanos Gonzáleztrabajarán en diversos lugares, Rey en Valencia, el exqui-sito Juan Bautista Maggiolo en Maracaibo y Mérida, Octa-vio Alvarado en Barquisimeto, Miguel Isaías Aristeguietaen Ciudad Bolívar, Aurelio Lyon y González Brito en Ca-rúpano. En todas partes la sed por el rostro humano hu-bo quien la saciara.

El siglo XX encuentra a la fotografía en su cima. La semi-lla sembrada por los pioneros dio frutos: los hermanosSalas, Juan José Navarro, Basalo, Adolfo Amitesarove,Balda, Marceliano Ramírez, Baralt, Pietri, O'Brien, LuisFelipe Toro, Guerra y Toro, Caraballo Gramcko, etc. To-dos destacaron, todos dieron espléndidamente agua lim-pia a los que continuaban sedientos del rostro humano.Pero entre ellos hay uno que merece especial considera-ción. Nos referimos a Marceliano Ramírez, activo en lasprimeras décadas del siglo XX. Consideramos a este fo-tógrafo una de las cimas del arte fotográfico venezolano.Se especializó en fotografías de niños. Su obra es poco

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Retrato de un caballero

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conocida, sólo se le menciona en ocasiones pero nin-gún trabajo se ha hecho hasta el presente de este artistaexcepcional. Su juego de luces, los contrastes que logra,la nitidez de sus imágenes, las poses, el uso de mueblesy objetos con exacto sentido del espacio, su plasticidady detallismo, hacen de este fotógrafo una figura admira-ble que supo sintetizar en equilibrada armonía todas lastécnicas y recursos estéticos.

De pronto aquella sed del rostro que signó a los fotógra-fos se interrumpe, se rompe. Ya a principios del siglo XX,Juan J. Navarro, Juan José Benzo y Manuel Ignacio Baralt,habían hechos pininos fotográficos del paisaje que pode-mos admirar en El Cojo Ilustrado, como lo había hechoLessmann. Pero ahora surge una generación de fotógra-fos enamorados de la luz, de los colores y de los mati-ces que el esplendente sol derrama en todas direccio-nes. Ya no es el estudio monótono, umbrío y cerrado loque interesa; tampoco el telón de fondo afectado y ex-traño, con paisajes sugeridos y exóticos, ni mucho menosel rostro. Todo esto parece olvidarse. Este movimientofotográfico que persigue la belleza per se nace junto conel Círculo de Bellas Artes a principios de la segunda dé-cada del siglo XX. El Círculo salió a buscar la luz delpaisaje allí donde la naturaleza se la brindaba. Como lospintores, los fotógrafos también formarán parte del Cír-culo. Este movimiento logró tener su propia revista quellamaron precisamente La Revista, cuyo redactor fue

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Entre los árboles

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Jesús Semprum. El gran Leo se encargará de hacer lassemblanzas de sus más conspicuos representantes y jun-to con Federico Brandt realizará ilustraciones para las pá-ginas de esta Revista tan efímera como el propio Círculo.

Estamos ante un momento capital. Se trata de dejar atrásochenta años de vigencia del rostro, del ser humano. Seintuye y se llega al convencimiento de que a través dela fotografía, la belleza se puede alcanzar, de la mismamanera que lo habían hecho la pintura y las otras artes.Es este el momento en el cual la fotografía artística vene-zolana tiene su génesis. No es con los fotógrafos de losaños cuarenta que el arte fotográfico toma concienciade los valores estéticos y de su capacidad para expresary captar la belleza. Es con los fotógrafos del Círculo deBellas Artes que tal suceso acontece.

Adolfo Amitesarove será el fotógrafo oficial de La Revistay como tal también lo será del Círculo. Tendrá la obliga-ción de registrar los actos sociales para ilustrar las cró-nicas, pero de vez en cuando deja de lado esta exigen-cia para publicar fotografías de exquisita belleza comopara decirnos que nuevos tiempos están comenzando.Estas obras las conocemos hoy porque fueron publica-das en La Revista. El 23 de mayo de 1915, Amitesarovepublica Una puesta de sol. En ella nos revela que sólole interesa captar la belleza con el estudio de la luz, lassombras, los contrastes, la profundidad y el tema. El 30de mayo publica una foto extraordinaria: Callejón delPanteón. Allí la volumetría, los contrastes luminosos, lasombra, el ambiente todo nos acerca más a un cuadrode Paul Cézanne que a una fotografía. El 13 de junio deese mismo año La Revista le premia con la portada. Esuna foto magnífica: Esquina de Llaguno y de nuevo laluz y los contrastes juegan hasta captar el enigma de labelleza que persigue. El 4 de julio da a conocer Callejónde La Candelaria. Es una auténtica joya. Con ella, comosi fuera su testamento, nos dice cuáles son sus tenden-cias, cuál su estilo, qué persigue. Estas fotografías de Ami-tesarove bastarían para darle a la fotografía venezolanael rango de artística que por muchos años se le negó.

Pero Amitesarove no estaba solo. Con él se encontrabaA. Guerra y Toro ilustrando El Cojo Ilustrado. Al desapa-recer El Cojo le sustituyó La Revista, donde Guerra y

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Bote en el embarcadero - Río Apure

La caseta del embarcadero - Río Apure

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Toro publica el 16 de mayo de 1915 su Escaño solitario.El 5 de septiembre de 1915, Lucas Manzano nos regalóEl paisaje del Guaire y el magistral Federico Reyna, consu serie de Playas de Macuto demuestra la grandeza dela fotografía venezolana en estos tiempos. Llama la aten-ción, por su delicada belleza poética, su inigualable fotoAspecto del Caribe, que engalana la portada de La Revis-ta el 11 de junio de 1915. Estos fotógrafos y otros queallí aparecen, son los verdaderos padres de la fotografíaartística en Venezuela.

A partir de este momento Marceliano Ramírez no será elmismo. Es cierto que continuó con su taller fotográficohasta bien entrada la tercera década del siglo XX. Segui-rá retratando el rostro humano pero no podrá resistirse ala fuerte influencia paisajística impulsada por los fotó-grafos del Círculo. Ramírez abandonará el frío estudio ybuscará el paisaje, buscará la luz, estudiará las diversastonalidades que sólo la madre natura sabe regalar, y enese momento mágico de imagen, de motivos, de luces yde sombras encuadrará "su cuadro", su monumento paraproducir su obra. Descubría que captar la belleza no só-lo era patrimonio exclusivo de escultores, literatos y pin-tores, sino que con su cámara, con su lente, con su vi-sión, con su ensimismamiento, también podría apresarlapara deleite de los que la buscan y aman. Fotografía losalrededores de Caracas, los prados solitarios rasguñadospor el hombre, la ciudad dormida tomada desde las emi-nencias del parque de El Calvario. Su lente se fija en unpunto referencial para luego abrirse y atrapar todo el en-torno, admirable por su belleza intrínseca y por el valortestimonial que transmite. Se detiene ante los monumen-tos citadinos: iglesias, teatros, plazas y quintas, registra-dos bajo el hálito estético con técnicas, luces, contras-tes, claroscuros, tal como lo hacía cuando producía susretratos en la quietud de su estudio.

En agosto de 1925, el cónsul de Italia en San Fernandode Apure le contrata para que registre un hecho excep-cional: su hija Isabel Barbarito Echenique va a contraermatrimonio con el médico P.F. Arreaza Calatrava. Debetomarse en cuenta que la firma Hermanos Barbarito eraun importantísimo centro comercial universalmente co-nocido. De allí provenía la pluma de garza que casi ex-tingue esta especie por el propósito de engalanar estolas

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Puente Guárico

Instalaciones portuarias - La Guaira

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y sombreros en las capitales europeas. Es de suponerque el cónsul contratara en Caracas al más famoso fotó-grafo para que registrara tal acontecimiento.

Ramírez asistió a la ciudad llanera con todo su equipo ytomó fotos admirables. Pero cumplido su compromisocargó su cámara y salió a buscar la luz y el paisaje deaquellas llanuras inconmensurables. De esta época sonlas fotos que nos muestran las calles de San Fernando,testimonios de un ayer. Las tomas del río Apure y los gar-zales y esteros. Estamos ante un fotógrafo que no desper-dicia el momento en que la luz, mudable como el vien-to, le ofrece el tiempo y el motivo exacto donde la be-lleza anida. Captarla, apresarla, transmitirla es ahorauno de sus objetivos.

Ramírez fue también un sediento del rostro humano,pero supo evolucionar y comprender los momentos decambio. Por ello también tuvo sed del paisaje, del entor-no y de esa belleza que se esconde en campos y ciuda-des y que un ojo como el suyo supo captar.

Un artista más que sale de las sombras. Su obra expues-ta en la GAN podrá decir a la crítica cuántos valores es-téticos guarda y encierra y qué riqueza testimonial trans-mite. La fama suele dormir, hibernar, pero tarde o tem-prano resucita en una espléndida epifanía.

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Pagüita desde El Calvario

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¿Qué nos miran esos niños con tan persistente atencióndesde el gabinete fotográfico de Ramírez y Cía.? El va-roncito de pie sobre la silla y la niña con el brazo exten-dido sobre el hombro de su hermanito, como acercán-dole en un gesto donde la curiosidad y la comunicaciónabsorta acentúan el claroscuro ambiental en un juego deluces y de sombras que se repite con mayor o menor in-tensidad en casi todas las imágenes del fotógrafo. Y aquelotro caballerito trajeado de oscuro terno y cortos panta-lones que nos observa con serena prestancia sentado enuna mesa de cabrioladas patas, ¿no deviene una piezamaestra de la más alta expresividad formal como el re-trato de María Elena de Las Casas, ícono de la eleganciaLiberty de la sociedad caraqueña de los años 1920?

Otras postales serían el niño con atuendo marinero quiende piernas cruzadas y desenfadado, aunque comedidogesto, sonríe con franca simpatía frente a la cámara, asícomo el chico de blanco y también de pie sobre un si-llón de robusta entalladura, los brazos sobre el respal-dar del mueble que mira displicentemente como dicien-do a la manera de nuestros días: ¡¿qué me van a tirar?!

Como el flautista de Hamelin, Marceliano Ramírez Mar-tell, nuestro fotógrafo, debió poseer un carácter especialy una muy particular empatía para con los niños, en vir-tud de lo cual pudo captar sus expresiones más impac-tantes y graciosas con tal naturalidad que muy pocos desus retratos aparecen posados, en cuanto resultado de unaactitud espontánea, absolutamente natural, como si el en-cuentro entre el fotógrafo y sus modelos lo hubiese pre-cedido una larga y cordial amistad, condición aparente-mente indispensable como para lograr la altísima calidady la exquisita elegancia de sus imágenes, sobre todo sisabemos que las cámaras de entonces guardan muy pocarelación con la tecnología de los equipos actuales, demodo que el fotógrafo debía proceder con diligencia ymuchísimo tino para captar y disparar en el momentopreciso, antes que el niño —o los niños, según el caso—,alterasen en fracción de segundos, el efecto deseado.

Por un venturoso azar, la primera fotografía de Ramírezque tuve en mis manos fue el retrato de las niñas Eliza-beth y su hermanita Luisa Amelia. Elizabeth Schön —nues-tra distinguida poeta— recién cumplía los tres años de

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Marceliano Ramírez Un fotógrafo de la temprana modernidadFrancisco Da Antonio

Para Eliana Alejandra Amos, en la distancia,con el amor de su padre.

Carmen Helena de las Casas

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edad. Se trata de una estampa diseñada con tan delica-da precisión, como una tarjeta de gabinete que extravia-mos y en la cual una joven y agraciada madre, con su pe-queña en brazos, nos regala una sonrisa apenas esboza-da en la discreta intimidad del hogar. Ambas postales rea-lizadas, como casi todos los trabajos de Ramírez, en unacálida atmósfera tonal de bermellones pálidos, un colorque los cosmetólogos y estilistas llaman rosa-viejo.

La preferencia de Ramírez por ese acento de color parasus retratos sugiere una cierta intencionalidad pictórica,una manera de asumir y resolver el estudio de las formasno sólo en base a las luces y las sombras sino tambiénpor el uso de un recurso que agregaba, además, un tim-bre de calidez cromática y una cierta exclusividad a to-dos y cada uno de sus trabajos. Ramírez debió ser un es-tudioso de las alternativas que podía ofrecer la luz comofactor de la definición o disolución de los cuerpos y delespacio, y ello se evidencia a la vista de sus retratos y has-ta en ciertos paisajes cuya autoría bien puede atribuírsele.

Maestro del claroscuro según constatamos en su Perfil deuna dama donde con escasas tres o cuatro notas de luzcorporiza el retrato de la fémina o, acentuando los negrosde la cabellera y extendiendo las luces sobre el rostro yespalda de su modelo, nos brinda la bella y elegante ima-gen de la esposa del Dr. Luis R. Oramas, doña BlancaPríncipe de Oramas, padres del futuro pintor Alirio Ora-mas Príncipe del Taller Libre de Arte. En Retrato de uncaballero y asumiendo con audacia la presencia del mo-delo bañado de luz lateral: un señor de robusta estampa,blancos bigotes y puño sobre el mentón, Ramírez nosofrece una inusual manera de ejercer el retratismo, almargen de los cánones tradicionalmente establecidos.

Y contradiciendo o, en contraposición al énfasis de di-chas postales, nos entrega de pronto el bello poema vi-sual de una adolescente inmersa en la tenue atmósferade una contemplación absorta, obra aparentemente inex-plicable, a no ser que el fotógrafo se propusiese eviden-ciar en términos de una poética, la transitoriedad de esemomento en el cual la niña desvela el capullo de gra-cias para convertirse definitivamente y para siempre, enmujer. En cualesquiera de los casos, Ramírez parece em-plear la luz no como un factor llamado a garantizar la

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Blanca Príncipe de Oramas

Niñas Elizabeth y Luisa Amelia Schön

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fidelidad fisonómica de sus modelos y del entorno esce-nográfico de tradición decimonónica, sino en funciónde privilegiar la expresividad de sus personajes, comoen Diego Velásquez, inmersos en un espacio enriquecidopor medias tintas atmosféricas.

Ramírez debió ser visto como un acreditado fotógrafo y,en consecuencia, como un retratista social cuyo trabajoquedaba reducido a la condición de documento domés-tico de prestigio: la novia en traje de boda, alguna damade la aristocracia o, más frecuentemente, de la clase me-dia alta; comerciantes prósperos y acreditados; profesio-nales; postales de señoritas semejando bouquets de ro-sas o de jóvenes marineras en floridos botes, y, sobretodo, niños. Todo parece indicar que Ramírez y Cía. fueuna empresa cuyo socio, un hermano menor según ver-sión de terceros, fue fotógrafo aficionado o ayudante delaboratorio, y de quien, hasta el momento carecemos demayores datos, así como del propio Marceliano de quien,hasta hoy, tampoco sabemos gran cosa.

A propósito de la muerte del gran fotógrafo social donPedro Manrique Arvelo, un grupo de “sus amigos y dis-cípulos profesionales” publicaron en el Nuevo Diario deCaracas el 16 de noviembre de 1926, al día siguientedel deceso del maestro, un obituario suscrito por losnombres de Marceliano G. Ramírez Martell, Luis Tala-vera Soro, Óscar O’Brien, Miguel Pietro, Luis O. Toro,Luis F. Toro, M.A. Balda, Carlos Balda, Manuel Baralt,Juan A. Avilán, Carlos Basalo, Manuel A. Delhom, Caraba-llo Gramcko, A. Lucca e hijo, A. Curet y C. García Baso.

Tal como se lee, Ramírez aparece como el primero delos firmantes. ¿Esto quiere decir que fue realmente su dis-cípulo o tan sólo un amigo personal, o ambas cosas a lavez? Ninguna de estas cosas modificarían en absolutolas muy probablemente estrechas relaciones gremialesque debieron vincular y unir entre sí a los fotógrafos ca-raqueños de aquella modestísima metrópolis, capital deun país de más de un millón de kilómetros cuadrados ycon una población que apenas sobrepasaba los tres mi-llones de habitantes.

“Caracas —escribe el coronel Juan Jones Parra en su cé-lebre Geografía de Venezuela publicada en 1929— es la

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Adolescencia

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capital del Distrito Federal y de la República. Ella es elasiento de los Poderes Públicos de la Nación. Es sede Ar-quiepiscopal donde reside el Arzobispo Primado de Ve-nezuela. El casco de la ciudad tiene una población de135.253 almas. Hermosos edificios, numerosas plazas ymonumentos, bellos paseos, museos, institutos de bene-ficencia, etc., hacen de Caracas una ciudad moderna”.

“En los últimos años —agrega el coronel Parra con orgu-llo provinciano—, Caracas se está transformando en uncentro industrial. Tiene 4 telares y fábricas de cerveza,licores, bebidas gaseosas, chocolates, caramelos, bom-bones, dulces, frutas pasadas, maicenas, galletas, hielo,pastas italianas, perfumes, tabacos, cigarrillos, sombre-ros, cemento, zapatos, tacones, hormas de zapatos, alpar-gatas, objetos de vidrio, jabón, velas, sellos de goma, mo-saicos, muebles, colchones, hamacas, persianas, baúles,billares, camisas, carruajes, ladrillos, tejas, fuegos artifi-ciales, objetos de cemento, y además, imprentas, litogra-fías, joyerías, laboratorios, herrerías, fundiciones, mar-molerías, carpinterías, aserraderos, panaderías, pastele-rías, sastrerías, barberías, latonerías, talabarterías, cur-tiembres, tintorerías, empresas de transporte y dos com-pañías de luz eléctrica”.

Ya para entonces, y desde los inicios de 1900, una nue-va generación de artistas —Henrique Avril, Jesús M. Chi-rinos, Carlos Darío Nelaton, entre otros— independien-temente de sus labores en el gabinete fotográfico, o a lapar de ellas —tal como las gentes del Club Daguerre deCarúpano, en 1898—, incursionaban en el paisaje moti-vados, como los pintores y los escritores del criollismoliterario, por un nuevo sentido de las formas y de lo realvenezolano que las corrientes del positivismo venían ges-tando desde el segundo tercio del siglo XIX y que alcan-zaron, durante el gobierno del general Antonio GuzmánBlanco y las subsecuentes reformas universitarias del Sep-tenio —tal como lo certifica la producción litográfica deRamón Bolet, de Enrique Neun y las indagaciones cita-dinas de Federico Lessmann—, su impulso decisivo.

La obra paisajística de Ramírez deviene, al parecer, unaproposición documental, pero también en algunos casos,deliberadamente estética como cuando se detiene anteel espejo de las aguas: un tranquilo remanso en primer

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La novia

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término, la oquedad del bosque, al centro de la compo-sición y la luminosidad cenital, como en aquella del ca-mino semi-sombreado que se proyecta al centro de laimagen y donde las empequeñecidas figuras del fondo,sugieren la infinitud de la vía y la majestuosa altura delos árboles. Véase cómo la luz juega, en ambos casos,un papel decisivo.

Hay un paisaje en formato horizontal diseñado sobre unluminoso primer plano y en cuya franja central se distin-guen dos automóviles frente a las casas de entejados te-chos. Atrás se levanta el agreste follaje y se prolonga elcamino hacia el fondo del bosque en una suerte de bre-ve panorámica donde el rol protagónico —símbolo delprogreso y del espíritu de aventura estilo primer terciodel siglo XX—, lo asumen los dos intrépidos coches queel humor caraqueño no tardó en bautizar como el “Fordde tablitas”.

Con la muerte del maestro Pedro Manrique Arvelo llega-ba a su fin la época clásica de la fotografía en Venezue-la y una comprensión del mundo y de las cosas, cuyoproceso de transformación venía cumpliéndose a lo lar-go de esa misma década: la revolución soviética, el triun-fo del art déco, la toma del poder por el fascismo italia-no, el cine parlante, el vuelo de Lindbergh… Y aquí, en-tre nosotros, la apertura de la gran carretera trasandinacon la subsecuente unificación del país nacional, el ini-

Automóviles en el campo

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cio de la época blanca de Armando Reverón, la introduc-ción de la aviación militar y de la radio, el explosivo de-sarrollo de la industria petrolera y la extensión de la ri-queza. “En esta época de prosperidad general, en quetodos los valores han subido y todo el mundo tiene di-nero —escribía doña Lastenia de Michelena en 1926 alofrecer en venta al gobierno nacional la Pentesilea pin-tada por su finado esposo—, la vida es más costosa, y yome hallo muy escasa de recursos”.

Nada de ello, naturalmente, aparece reflejado en las sen-cillas, domésticas y a veces también magistrales imáge-nes del maestro Marceliano Ramírez Martell. Pero todasy cada una de ellas son, en una u otra forma, reflejo decuanto se gestó en esos dramáticos y expectantes años.Ése fue el momento cuando Venezuela encendió el mo-tor de arranque para iniciar su definitiva entrada al siglo XX.

Luz entre los árboles

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El retrato es la imagen de una persona ejecutada con elauxilio de las artes del dibujo, la pintura y las prácticasmecánicas como el grabado y la litografía. Sin embargo,desde la invención de Daguerre, se propició una nuevaforma de captar la semejanza, gracias a la ayuda de lamáquina oscura y la luz. Para los artistas, ilustradores eindividuos del siglo XIX, luego de una parcial resistenciaencontraron en la fotografía un aliado para retratar confidelidad la expresión de un tiempo. Hallaron la condi-ción ideal para la representación veraz de los rasgos in-dividualizados, de la personalidad y la posibilidad deidentificar el modelo; consintieron también, en el privi-legio de tener en un papel aunque diminuto y sin color,el legado de contemplarse a sí mismos y de transferir laimagen de su semblante a sus hijos. Aunque esta centu-ria padecía una gran necesidad de personalización y elretrato sería el género más idóneo para reparar tal nece-sidad, este último, seguía subordinado a los grandes gé-neros de la pintura. No obstante, la fotografía permitióde forma inmediata, prácticamente desde sus inicios, en-tregarse plena hacia el gesto y la fisonomía del rostro. Eneste sentido, la fotografía reclamaría para sí, un puestoeminente en el desarrollo de la retratística.

La ejecución de los retratos se hizo a manos de profe-sionales fotógrafos quienes instalaron sus estudios consus cámaras, el trípode, el laboratorio y demás enseresnecesarios. En Caracas, estos espacios alcanzaron su másalto grado de refinamiento a inicios del siglo XX con lapresencia de la Fotografía Manrique y de los fotógrafosJuan Navarro y Marceliano Ramírez, entre otros. Estosgabinetes fueron lujosos lugares con espléndidos deco-rados, con salas de recibo, con fotografías presididas enlo alto de la habitación por el retrato de Juan Vicente Gó-mez y otros personeros del gobierno, imágenes que per-suadían al público de lo acreditado del establecimiento.Fotos en grandes caballetes y esplendentes monturas es-tilo Imperio, esculturas de fuentes luminosas, muy apre-ciadas en esos años, espejos labrados, ajuares decorati-vos, fotos iluminadas, retratos y alegorías, componíanparte de su mobiliario.

Otros bártulos escenográficos los constituían mesas detodo orden de tamaños y formas, sillas, cómodas o buta-cas de telas ricamente tapizadas, columnas de utilería en

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Marceliano Ramírez, retrato de los nuevos tiemposDouglas Monroy

La niña de la pulsera

Con el gorrito marinero

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las que discretamente se apoyaba el retratado; en casode tratarse de una dama, ésta podía acompañarse de ob-jetos decorativos y arreglos florales que resaltaban su be-lleza. Los telones de fondo fueron de especial interés yestaban a la disposición y gusto del interesado, tal comolo manifiesta a su distinguida clientela en 1862, el Salónde Fotografía Galería Cristal de Próspero Rey, al que ha-bían llegado procedente de los Estados Unidos, "fondoslisos y de paisajes de gusto, el barniz para las cartas devisita, y todo lo necesario para dar realce y embellecersus cuadros" 1. Algunos de estos fondos fueron planos yde tonalidades neutras, despojados de todo el entornohabitual del hombre, tan sólo el retratado y la íntima pre-sencia de la cámara fotográfica, sin ningún otro elemen-to que distrajera el súmmum del culto que pudiera dedi-car a sí mismo. Otros telones intentaban situar al hom-bre en su medio natural, cuyos parentescos se podríanasociar al retrato de la Madonna y el paisaje imaginario,o las pinturas del Giotto y Piero de la Francesca. Estasgrandes telas de fondo, parecían surgir también de lastablas de una representación teatral, sus motivos seríantan diversos que tan sólo en las fotografías de Marcelia-no Ramírez logramos identificar por lo menos una do-cena de decorados con paisajes diversos.

Los fondos más comunes representaban la imagen de unsalón con solemnes columnas neoclásicas y una granventana por donde parece venir la luz, a un lado el cor-tinaje de suaves pliegues y bruñidos encajes y la densaenramada de flores silvestres. Tras la ventana se extiendeel bucólico e intemporal paisaje con montañas, lagunasy nubes. Delante del telón de atmósfera gaseosa, las per-sonas debían de posar inmóviles; sus esfuerzos se veríanrecompensados cuando más tarde en una fotografía seveían a sí mismos inmersos en una esplendente e imagi-naria mansión. La fotografía le devolvía entonces una ilu-sión, una imagen reveladora, una imagen parcialmenteauténtica y nítida, pero al mismo tiempo liberadora dela realidad.

Estos estudios proporcionaban toda la utilería necesariapara reflejar la dignidad de las personas, su posición eco-nómica, su individualidad, su historia personal, de allíla necesidad de perpetuar su propia imagen para la pos-teridad. Uno de los más importantes de la capital fue la

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Pedro Francisco Arreaza Calatrava y familia

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Fotografía Manrique; el descendiente de su fundador,Pedro José Manrique, expresa con claridad el entorno deestos gabinetes: "las fotografías son el arcano que guar-da la flor y nata de ese ya remoto pasado, pero tambiénson cofre que guarda toda una época: sus usos, sus cos-tumbres, sus gustos y sus modas. Verlas es revivir aquelayer romántico: lánguidas y aladas damiselas aparecensumergidas en un ambiente de dulce espiritualidad, mien-tras telones de esplendorosos jardines y románticas pla-zoletas sirven de marco a abrillantados patiquines deengomados cabellos, pajaritas y pajillas. Encajes, sedasy tafetanes visten gruesas matronas que reposan enguan-tadas manos sobre terciopelos barrocos y leves y frági-les figuras infantiles juegan entre ríos de ensueños y juntoa imaginarios granados en flor" 2. Los estudios fotográfi-cos durante las tres primeras décadas del siglo XX fun-gieron, además, como los primeros espacios para lasexhibiciones de fotos, de manualidades y de pinturas deartistas noveles, así como el ámbito idóneo para las ve-ladas y templadas tertulias del público más allegado algabinete fotográfico.

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La dama de las flores

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El foto estudio comienza prácticamente a declinar a fi-nales de los años veinte, como consecuencia de los ade-lantos en los procedimientos de la fotografía y a la in-troducción de cámaras portátiles de fácil manejo. En sumasificación las propias casas de venta ofrecían a susabonados instrucciones sobre el uso de estos nuevosequipos, como el Almacén de Materiales FotográficosEnrique Arvelo & Phelps, quienes publican en 1909 unaviso de sus productos en El Cojo Ilustrado, señalandoque: "Se solicita correspondencia con todos los aficio-nados de la República y se les ofrece aconsejarlos y en-señarlos por correspondencia, contando para ello con lacolaboración de un afamado profesional a quien hemoscontratado especialmente para la enseñanza de aficio-nados. El único verdadero almacén fotográfico que hayen Caracas" 3. En este sentido, el uso de la fotografía noquedaría en manos exclusivas de los profesionales,sino también de la gente común, del libre albedrío y ex-puesta a las innumerables circunstancias de la vida. Lacámara entra en la intimidad de los hogares, se domes-tica, sueña al calor de las manos que la manipulan, sehace aliada y compañera. Amante inseparable de lasfiestas, las ceremonias, los bautizos, los matrimonios, losviajes, los eventos más esenciales y fundamentales de lamemoria de las familias, que ahora con la fotografía soninolvidables recuerdos tangibles.

Otros factores que amenazaron el estudio fueron el vorazincendio que consumió el incomparable establecimien-to de Manrique, acabando con fotografías y espléndidosequipos y, finalmente, el fallecimiento de su fundadorPedro Ignacio Manrique, ambos incidentes ocurridos en1926. Todos esos hechos ponen fin no sólo a una mane-ra de retratar, caduca también un estilo y gusto estéticodecimonónico, culmina la pose rígida, las delirantes ale-gorías, el romanticismo más puro y hasta cierto puntodecadentista, estilo que con pocas variantes innovado-ras se mantuvo prácticamente intacto hasta finales de losaños veinte. Eran fórmulas en cierto sentido desgasta-das; ya sus poses se sentían severas y desprovistas de es-pontánea vitalidad. Ahora interesaba más la naturalidady el retrato de exterior. Culmina así la visión de aquellaVenezuela pomposa y antañona.

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Hnos. Alfredo Martín y María Margarita Ramírez

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Esos célebres fotógrafos fueron celosos herederos y con-tinuadores al mismo tiempo de una estética arraigadaen todas las expresiones artísticas y costumbres del vene-zolano. Los rasgos estilísticos de su fotografía se debentambién a la influencia que dejaran pintores como JuanLovera y Martín Tovar y Tovar en sus retratos. La compo-sición y los recursos plásticos utilizados por estos maes-tros, encontraron su eco en muchos de los retratos reali-zados en el foto estudio. En este sentido, la fotografía nopodría desconocer que en su pasado, la pintura fue suprimer modelo e inspiración. Las ocasiones en que se de-jaba de lado la rigidez de la pose gallarda y se buscabapor el contrario la naturalidad, la sonrisa exaltada y festi-va, eran en los retratos de los disfraces de las fiestas car-nestolendas, las cuales estuvieron de moda desde ini-cios de siglo y cuyo atractivo lo constituia el retratar engrupo y en particular las gracias encantadoras de los máspárvulos de la familia.

Los retratos de Manrique, Juan Navarro, Marceliano Ra-mírez y otros tantos alcanzaron la etapa de oro del fotoestudio en Venezuela, pero al mismo tiempo, constitu-yeron el término de un estilo artístico y de la representa-ción gráfica de una clase social de sazón neoclásica yromántica. A partir de entonces, se consolidaría un na-ciente linaje social dominado por los andinos y sus cos-tumbres rurales y llanas, que conducían al país lento,

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¡Gateando!

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pero inexorable hacia la modernidad. Estos nuevos va-lores impondrían una novedosa manera de ver y retratarla realidad; los fotógrafos, al igual que los pintores de sutiempo, abandonaron la academia y sus umbrosos estu-dios para salir al aire libre y retratar esa potencial reali-dad que estaba frente a sus ojos.

Estas nuevas realidades serían retratadas por una gene-ración de talentosos fotógrafos como Luis Talavera Soro,Óscar O'Brien, Miguel Pietri, Luis O. Toro, Servio TulioBaralt, Juan A. Avilán, Serrano, Carlos Basalo, ManuelA. Delhom, Caraballo Gramcko, A. Cure y C. GarcíaBaso, entre otros. Ellos retrataron la irrupción del quimé-rico pozo de petróleo, el Ford de tablitas que con susruedas abriría nuevas sendas, el primer vuelo de un ae-roplano por los cielos de la Caracas antañona fotogra-fiado por J.M. Chirinos en 1911, el reconocimiento denuestra variada geografía y la diversidad étnica captadahábilmente por el maestro Henrique Avril. Las preocu-paciones formales del contraluz sobre el paisaje y lasbalandras en el mar captadas por los fotógrafos M.A.Balda, Domingo Lucca e incluso el propio MarcelianoRamírez. Las fotos de Caracas nocturna tomadas por JuanNavarro, los retratos de los gobernantes en la intimidadfamiliar o en medio de la muchedumbre fotografiadospor Guerra Toro y Luis Felipe Toro. Son muchos de losejemplos de los cambios y derroteros de la fotografía;ésta colma la vida del venezolano, se encuentra en elestudio con un telón de fondo, pero también en la calleperteneciendo a todos.

Marceliano Ramírez y el Foto Estudio

Marceliano Ramírez nació en Caracas en 1881; poste-riormente, en 1895, fecha en la que cuenta apenas concatorce años de edad, comienza a trabajar como apren-diz en la Fotografía Manrique, establecimiento que fue-ra responsable de la formación de una generación im-portante de fotógrafos. Hacia 1909, Ramírez instala suestudio en las céntricas calles de Principal a Santa Ca-pilla N° 12, el cual se distinguirá con los nombres Ramí-rez y Co.; Caracas, Ramírez y Ca.; Fotografía Caracas,y Fotografía Artística Ramírez y Ca. Éste se mantuvofuncionando, posiblemente, hasta mediados de 1932. El20 de noviembre de 1938 fallece luego de más de 37

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El señorito

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años como fotógrafo activo de la capital. Durante esteperiplo retrató a familias distinguidas de la sociedad, asícomo a personas de clases más modestas; en un sentidoantropológico, sus fotografías son un recipiente de ladiversidad venezolana.

Las primeras noticias de su actividad las registra El CojoIlustrado en 1909, cuando sus páginas reproducen losretratos de niños y de núbiles doncellas caraqueñas. Auncuando su trabajo fotográfico cabalga entre los rescol-dos del siglo XIX y el alba del nuevo siglo, sus imágenestienen ese recio cuño de dos épocas en el que es difícildistinguir y valorar sus diferencias. Sus más prominentesretratos, así como la utilización de novedosos recursosplásticos y su honda sensibilidad artística, lo acreditancomo unos de los mejores retratistas del país; así mismo,es el fotógrafo de la modernidad: sus imágenes constitu-yen el retrato de los nuevos tiempos.

Ramírez sentiría predilección por los retratos de niños,y como ningún otro alcanzó a retratar las gracias de losinfantes. Tuvo la increíble habilidad de sortear la inhibi-ción natural de los párvulos frente a las cámaras, las an-torchas y demás decorados del estudio. Éstos más bienparecen compartir el propósito del fotógrafo de retratar-los en su límpida e infinita inocencia, su candorosa mi-rada y la sonrisa abierta que iluminan sus rostros. Retra-ta a los niños sentados sobre la mesilla de madera, conprimorosos trajes o divertidamente vestidos de marineri-tos. El fotógrafo le presta especial atención a los abrillan-tados zapatos de satén, al reloj de pulsera y el vistosobrazalete, a la medalla en medio de los encajes de lablusa, al juguete mimado y al ramillete de botones flo-rales. Retrata a los hermanos abrazados que posan dete-nidamente frente a la cámara y fotografía a la infantaque se levanta como un capullo más del canastillo deflores en medio del jardín. Retrata a su joven esposa Car-men González y sus dos hijos delante de un gran telónde fondo que ilustra un nórdico paisaje europeo. En es-tos trabajos, que lo afirman como el más importanteretratista de niños del país, Ramírez alcanza la más ele-vada síntesis.

Con sus fotografías, Ramírez no sólo capta la aparienciafísica de las personas de su sociedad; sus imágenes son

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La dama del chal

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el espejo y la ventana abierta para descubrir la intimidadde la vida, las costumbres y los aires de la moda. Su fo-to estudio es el crisol donde se funde nuestro pasado; almismo tiempo, sus fotografías fueron los más preciadosobjetos para guardar el recuerdo y escribir afectuosas de-dicatorias a la persona amada. Los retratos de jóvenesdamas fotografiadas por Ramírez nos permiten verlascon hermosos peinados con bucles que colman hasta lanuca, así como con las prendas que visten vaporosamen-te, anchas y largas que alcanzan los tobillos. Ramírezretrata a la mujer con una mirada soñadora, con un bou-quet de rosas, y en otras ocasiones asida a sus hijos enbrazos. Así mismo, las retrata prendidas de trajes nup-ciales y, a veces, de pie, mientras su marido se halla có-modamente sentado; tan sólo el brazo extendido de ladama, apoya su confianza sobre los hombros de su es-poso. Ramírez abandona la tradicional imagen de lamadre y esposa, y las retrata plácidamente sentadas,ligeramente abstraídas y entregadas al devenir de suspropias ideas.

Algunos retratos están realizados a lo Rembrandt, cuyoefecto consistía en el uso del claroscuro para redondeary resaltar las formas, a través de los contrastes de lumi-nosidad y sombras. Su más elocuente ejemplo es La da-ma del chal, donde el contraste de luz es el protagonistafundamental; estos trabajos comparten los mismos inte-reses que los de los pintores del Círculo de BellasArtes por representar los efectos lumínicos. Sus fotogra-fías están a la vera de la modernidad misma, son fotosrotundamente distintas, buscan el máximo realismo y seaproximan a una estética de apariencia cinematográfica.El retrato de perfil, el ángulo de la pose, la acentuada ilu-minación que gradualmente va irradiando el rostro, elcálido virado en sepia, el plano extremadamente cerra-do, la acentuación del volumen y las distancias focales,son elementos que conforman el discurso plástico deMarceliano Ramírez. Hacia 1919 deja a un lado el rigorde los bártulos escenográficos del estudio, se vierte alpaisaje, a la luz, sus fotos parecen un relajado e íntimodesahogo del estudio fotográfico, pues está obligado a laimposición de los primeros planos y al rigor de la fideli-dad del "parecido". Pero ahora frente a la campiña, surgela inmensidad y el confín del horizonte, los grandesárboles, las nubes y los crepúsculos. Ramírez, al igual que

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El remanso - contraluz

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muchos fotógrafos de su tiempo, se siente cautivado por lamajestad del paisaje, por los efectos lumínicos y los balan-ces del claroscuro, como en la foto El remanso - contraluz.

En otras vistas, se aleja de la descripción formal; estospaisajes de excepción se inclinan por la desmesura delhorizonte, por la desolación y la tranquilidad, que pláci-da e inquietante se yergue a la vista del fotógrafo. Enellas hay una nostalgia conmovedora: las barcazas aso-leadas, la suave brisa que dibuja ondulaciones en las a-guas tranquilas de la laguna, el maderamen del muelle,la ribera de juncales que van conquistando espacios alagua, los dos hombres al final del camino. Sus paisajesconvencionales y otros en los que Ramírez alcanza unapoética personal están realizados al calor del estricto em-beleso visual. Están más allá de cualquier compromiso yretribución profesional que le depare el foto estudio;estas nuevas imágenes nacen para la contemplación, as-piran ser vistas como la manifestación de sus desasosie-gos más íntimos.

Hacia 1921, Caracas es conmovida por la visita del prín-cipe Fernando María de Baviera y Borbón; para esta oca-sión Ramírez realiza varios retratos de tan ilustre perso-nalidad. Estas imágenes, junto a otras 37, son incluidasen un álbum confeccionado y viñetado por el propio Ra-mírez. Allí se incluyen fotografías del Palacio de Miraflo-res, los jardines del Capitolio, los emblemáticos conjun-tos escultóricos, monumentos a la modernidad, de Colónen la Plaza Macuro, así como varias gráficas tomadasen lo alto de las escalinatas de El Calvario. Desde aquellugar, la ciudad se contempla rendida a lo largo de lassensuales faldas del Ávila, sus casas y edificios están másallá de la quebrada Catuche, al sur es salpicada por elGuaire y sus linderos van ensanchándose hacia SabanaGrande. Caracas aspira las explanadas que el valle leofrece. Las fotos de Ramírez ilustran el impetuoso creci-miento de la ciudad, el despertar de un tiempo, el ini-cio de la modernidad y las manos recias de un belige-rante militar que al mismo tiempo resultó un pacificadory tenaz regente, el general Juan Vicente Gómez.

Marceliano Ramírez es testigo de excepción; con sucámara y su sensibilidad tuvo el privilegio de ser el me-diador entre la foto y la gente. Abrigó con nobleza la

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La mariposita —Myriam Guinand—

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Hoy que cumplo dos años…

tarea de retratar a las personas y en particular a los ni-ños, a quienes amó. Sus fotografías más que marchitarseen el tiempo, expresan el vigor y la reverberación de lavida. Ramírez retrata con bondad la existencia; sus foto-grafías son el contenedor más fiel de los recuerdos. Quie-nes se acercaron a su estudio lo hicieron con la convic-ción de tener un retrato de sí mismos, al tiempo de ob-tener una estampa duradera y legítima, la imagen de uninspirado instante de los latidos del tiempo, secretamen-te inmortal, una imagen milagrosamente trascendente,una modesta posesión y una mirada que evade el rigorde los años y el destino.

Notas:

1 El Independiente. Caracas,23 de abril de 1862.

2 Manrique Lander, Pedro.Un artista de ayer. Caracas: Gráficas La Bodoniana, 1981, p. 64.

3 El Cojo Ilustrado.Caracas, 15 de octubre de 1909, p. 571.

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1881Nace en Caracas el 8 de junio. Sus padres fueron Gui-llermo Cesario Ramírez Otero (nacido en 1842) y JuanaEmilia Martell Carrión.

1895A los catorce años comienza a trabajar como aprendizen la Fotografía Manrique, uno de los más importantesestudios fotográficos de Caracas y responsable tambiénde la formación de una generación de fotógrafos.

1907Contrae matrimonio con Carmen González Guerrero(1886-1955), hija del empresario Eliodoro Gónzalez P.,creador del célebre Ponche Crema, bebida nacional.

1909Fotografías de niños y damas caraqueñas son publicadasen las entregas de junio y julio de El Cojo Ilustrado. Po-siblemente a partir de este año, Ramírez da inicio a unvasto repertorio de fotografías de niños, el cual se pro-longa a lo largo de toda su trayectoria profesional. Dadala riqueza plástica de estas fotos, se le considera el másrelevante fotógrafo en dicho género. Años más tarde, susimágenes serán publicadas en las prestigiosas revistasElite y Billiken. Nace Rafael Ramírez González, su pri-mogénito. Cerca de este año instala su estudio fotográfi-co en las céntricas calles de Principal a Santa CapillaN° 12, el cual se distinguirá con los nombres Ramírez yCo.; Caracas, Ramírez y Ca.; Fotografía Caracas, y Foto-grafía Artística Ramírez y Ca.

1910Realiza fotos del Ávila y de campesinos arando en lasinmediaciones de Sabana Grande. El 8 de mayo fallecesu padre.

1914Se cree que hacia este año realiza el retrato de ElenaSantander Porras.

1918Hacia este año debió fotografiar a Carmen Helena de lasCasas, una de las damas más hermosas de la ciudad.

CronologíaDouglas Monroy

ToroRetrato de Marceliano Ramírez

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1919Fallece en Caracas su madre Juana Emilia. Nace EudoroRamírez González, su segundo hijo, quien posteriormen-te se dedicará a la medicina. A esta época correspondenunas tomas fotográficas de paisajes en las que su princi-pal preocupación será los efectos lumínicos y los balan-ces del claro oscuro.

1920Ramírez y Co., Manrique y Co., J.A. Balda, E. Rey y De-lima Hermanos alcanzan sendos premios en el concursopromovido por la Revista La Hacienda. Realiza el retratode Blanca Príncipe de Oramas.

1921Elabora un álbum con 39 fotografías donde registra la vi-sita a Caracas del príncipe Fernando María de Baviera yBorbón e incluye, además, reproducciones de obras delos pintores Arturo Michelena, Cristóbal Rojas y Tito Sa-las y vistas del Palacio de Miraflores, los jardines del Ca-pitolio, el Monumento a Colón y la Plaza Macuro. Foto-grafía la fachada del Teatro Nacional, así como el NuevoCirco al paso del tranvía rumbo al centro de la ciudad.Realiza una vista panorámica de la Quinta Campoamoren Los Chorros y fotografía a los niños María Teresa yJosé Félix.

1922Hoy cumplo dos años…, título de unas de las más elo-cuentes fotografías de niños realizadas por MarcelianoRamírez.

1923Hacia este año realiza el retrato de Carmen BoultonPietri, Colección Fundación John Boulton, así como lasfotos de Matilde Meyer de Rangel y el Retrato de un ca-ballero, obras que parecieran tener la influencia del cine,dada la iluminación y la pose del retratado.

1924Realiza los retratos de las niñas Elizabeth Schön y su her-mana Luisa Amelia, así como el de Luisa Zuloaga.

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1925A solicitud del cónsul de Italia viaja durante el mes deagosto a San Fernando de Apure para fotografiar el ma-trimonio de Isabel Barbarito Echenique con el médicoP.F. Arreaza Calatrava, y aprovecha la ocasión para foto-grafiar las calles de San Fernando de Apure y paisajes delembarcadero del río Apure.

1926En el obituario del fotógrafo Pedro Manrique Arvelo pu-blicado en El Nuevo Diario del 16 de noviembre, a-pare-ce Marceliano Ramírez como discípulo de Manri-quejunto a los amigos y fotógrafos Luis Talavera Soro, ÓscarO'Brien, Miguel Pietri, Luis O. Toro, Luis Felipe Toro,M.A. Balda, Manuel Baralt, Juan A. Avilán, Carlos Basalo,Manuel A. Delhom, Caraballo Gramcko, A. Lucca e hijo,A. Curet y C. García Baso.

1929Nace Pedro Ramírez González, su tercer y último hijo.

1930Realiza la foto del puente de hierro sobre el río Guárico,así como los retratos de Dolores Emilia Almeida, y delos hermanos María Margarita y Alfredo Martín RamírezRamírez.

1932Por estos años fotografía las balandras y las instalacionesdel puerto de La Guaira.

1938Marceliano Ramírez fallece el 20 de noviembre en Caracas.

1981El 17 de mayo, Carlos Abreu se refiere a Ramírez y Cía.en un artículo publicado en el diario El Nacional.

1994Bajo la curaduría de María Teresa Boulton, fotografías deRamírez son incluidas en la exposición "El retrato en la fo-tografía venezolana", Galería de Arte Nacional, Caracas.

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2005Tras un intenso arqueo documental y búsqueda de susobras entre coleccionistas e instituciones particulares, laGalería de Arte Nacional organiza la primera exposiciónde Marceliano Ramírez, maestro del foto estudio de lasprimeras décadas del siglo XX, cuya presencia y obra per-manecieron en el más absoluto anonimato a lo largo demás de medio siglo.

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REPERTORIO FOTOGRÁFICO 1910-1932

El ÁvilaHacia 19107,9 x 13,6 cmColección Manuel Barroso

El arado - CaracasHacia 19107,8 x 13,4 cmColección Manuel Barroso

La dama de las floresHacia 191419 x 24,2 cmColección Esso Álvarez

Elena Santander PorrasHacia 191413,4 x 8,3 cmColección Esso Álvarez

Carmen Helena de las CasasHacia 191820,9 x 9,8 cmColección María Fernanda Palacios

Dña. Carmen González Guerrero de Ramírez y losniños Rafael y EudoroHacia 191819,5 x 13,1 cmColección Edith de Ramírez

Automóviles en el campoHacia 19198 x 13,5 cmColección Manuel Barroso

Entre los árboles1919Plata sobre gelatina coloreada a mano12,1 x 16,7 cmColección Manuel Barroso

AtardecerHacia 19197,4 x 12,2 cmColección Manuel Barroso

Luz entre los árbolesHacia 191913 x 7,4 cmColección Manuel Barroso

El remanso - contraluzHacia 191913 x 7,4 cmColección Manuel Barroso

El árbol torcidoHacia 191913,2 x 7,4 cmColección Manuel Barroso

La cerca del potreroHacia 19197,3 x 13 cmColección Manuel Barroso

AndalucíaHacia 192020,2 x 13,6 cmColección Esso Álvarez

Blanca Príncipe de Oramas192013,2 x 8,2 cmColección familia Oramas Príncipe

Regalos de bodasHacia 192023 x 27,7 cmColección Luis Molina Pantin

María Teresa y José Félix192113,2 x 8,2 cmColección Manuel Barroso

Quinta Campoamor192114 x 18,5 cmColección Manuel Barroso

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El tranvía - Nuevo CircoHacia 19218 x 13,7 cmColección Manuel Barroso

El Palacio de Miraflores - CaracasHacia 19217,3 x 12,3 cmColección Manuel Barroso

Pagüita desde El CalvarioHacia 19217,3 x 12,9 cmColección Manuel Barroso

El Teatro Nacional - CaracasHacia 192113 x 7,5 cmColección Manuel Barroso

Dña. Panchita y Heriberto - Maracaibo192224 x 16,9 cmColección Manuel Barroso

Hoy que cumplo dos años…192224,2 x 16,6 cmColección Manuel Barroso

AdolescenciaHacia 192228,2 x 40,8 cmColección Esso Álvarez

Retrato de un caballero192313,5 x 8,2 cmColección Manuel Barroso

Gustavo José192313,4 x 8,3 cmColección Esso Álvarez

Matilde Meyer de Rangel192313,2 x 8,2 cmColección Manuel Barroso

Eudoro Ramírez GonzálezHacia 192313,4 x 8,7 cmColección Edith de Ramírez

Niñas Elizabeth y Luisa Amelia SchönHacia 192411,5 x 7 cmColección Elizabeth Schön

Luisa ZuloagaHacia 1924Plata sobre gelatina coloreada a mano24,3 x 17,3 cmColección María Fernanda Palacios

Carmen Helena de las CasasHacia 192415,6 x 10,3 cmColección María Fernanda Palacios

Carmen Helena de las CasasHacia 192415,8 x 12,5 cmColección María Fernanda Palacios

Calle Bolívar - San Fernando de Apure19258,7 x 13,6 cmColección Manuel Barroso

El ríoHacia 1925Plata sobre gelatina coloreada a mano8,5 x 14,3 cmColección Manuel Barroso

Bote en el embarcadero - Río ApureHacia 19257,8 x 13,4 cmColección Manuel Barroso

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La dama del chalHacia 192813,4 x 8,4 cmColección Esso Álvarez

Puente GuáricoHacia 19308,5 x 13,6 cmColección Manuel Barroso

Dolores Emilia Almeida193013 x 8,1 cmColección Guillermo Ramírez

Hnos. Alfredo Martín y María Margarita RamírezRamírezHacia 193013,5 x 8,5 cmColección Guillermo Ramírez

Eudoro Ramírez GonzálezHacia 193113 x 8 cmColección Edith de Ramírez

La bahía - La GuairaHacia 19327,8 x 13,6 cmColección Manuel Barroso

Macuto desde el marHacia 19327,4 x 13 cmColección Manuel Barroso

Las balandras - La GuairaHacia 1932Cianotipo13,2 x 7,9 cmColección Manuel Barroso

Instalaciones portuarias - La GuairaHacia 19327,5 x 13,2 cmColección Manuel Barroso

La caseta del embarcadero - Río ApureHacia 19257,8 x 13,6 cmColección Manuel Barroso

Dr. Arreaza Calatrava y Sra.Hacia 192515,1 x 10,8 cmColección Manuel Barroso

Pedro Francisco Arreaza Calatrava y familiaHacia 192519,8 x 15,3 cmColección Manuel Barroso

La noviaHacia 192635,6 x 56,7 cmColección Francisco Da Antonio

Sra. de P.R. Ochoa e hijos192613,5 x 8,3 cmColección Esso Álvarez

Esposos García Bautte192718,9 x 13,7 cmColección Manuel Barroso

La abuela y sus nietosHacia 192813,4 x 8,5 cmColección Manuel Barroso

Carlota Maury Carabaño de SisoHacia 192828,4 x 19,5 cmColección Manuel Barroso

Marcel a los 6 meses192821,4 x 30 cmColección Douglas Monroy

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LolitaSin fechaPlata sobre gelatina coloreada a mano22 x 15,7 cmColección Esso Álvarez

Mercedes Ibarra Palacios, niñaSin fecha19,5 x 15,5 cmColección Manuel Barroso

La mariposita —Myriam Guinand—Sin fecha32,1 x 31,2 cmColección Esso Álvarez

La parejitaSin fecha15,9 x 11 cmColección Manuel Barroso

Con el pie en la banquetaSin fecha14,6 x 10,4 cmColección Manuel Barroso

De pie sobre el sillónSin fecha14,2 x 9,7 cmColección Manuel Barroso

¡Gateando!Sin fecha8,5 x 13,5 cmColección Douglas Monroy

Niño Gonzalo Ustáriz FranciaSin fecha13,6 x 8,5 cmColección Manuel Barroso

Con el gorrito marineroSin fecha13,2 x 8,2 cmColección Manuel Barroso

FOTOGRAFÍASDE NIÑOS

¡Con el pie sobre la mesa!Sin fecha21,5 x 16,3 cmColección Manuel Barroso

El señoritoSin fecha13,4 x 8,2 cmColección Luis Molina Pantin

Tres angelitosSin fecha18,9 x 14 cmColección Manuel Barroso

La niña de la pulseraSin fecha13,3 x 8,3 cmColección Manuel Barroso

Imagen portada:

El marinerito Sin fecha13,3 x 8,4 cmColección Manuel Barroso

ToroRetrato de Marceliano RamírezHacia 193815 x 9,5 cmColección Edith de Ramírez

Salvo cuando se indique de forma diferente, todas las fotografías

expuestas son impresiones de plata sobre gelatina.

Page 36: Marceliano Ramírez€¦ · González P., el creador del Ponche Crema, y de cuyo enlace nacieron Rafael, Eudoro y Pedro. En virtud de su rigurosa formación profesional, de su talento

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GALERÍA DE ARTE NACIONAL

Francisco Da Antonio

Douglas MonroyDirector Ejecutivo

Marceliano Ramírez La época dorada del Foto EstudioAgosto-noviembre 2005

CuraduríaFrancisco Da AntonioDouglas MonroyMuseografía y catalogaciónFrancisco Da AntonioAsistente de montajeTirso GómezConservaciónMelania JiménezGladys LozadaTextosManuel BarrosoFrancisco Da AntonioDouglas MonroyCronologíaDouglas MonroyProducción editorialMireya García GuevaraCorrección de textosIsrael Ortega OropezaGeneroso Pellicer VergaraDiseño gráficoGilberto RodríguezMarqueteríaFrancisco FañasAdrián QuinteroJosé RodríguezReproducciones fotográficasPatricia GallardoFrancisco Prada Preprensa e impresiónLa GalaxiaPapelLumisilk 150grTiraje1000

MINISTERIO DE LA CULTURA

Francisco Sesto NovásMinistroHéctor Soto CastellanosViceministro de Cultura para el Desarrollo HumanoEmma Elinor Cesín CentenoViceministra de Fomento de la Economía CulturalRosángela Yajure SantelizViceministra de Identidad y Diversidad Cultural

HECHO EL DEPÓSITO DE LEY lf10620057002492ISBN 980-6420-33-0

© Fundación Galería de Arte Nacional, Caracas, 2005Todos los derechos reservados

DirecciónPlaza de los Museos, Los Caobos, Caracas 1010,VenezuelaApartado postal 6729Teléfono: 578.18.18Fax: 578.16.61Página web: www.gan.org.veCorreo electrónico: [email protected]

HorarioLunes a viernes de 9:00 am a 5:00 pmSábados, domingos y feriados de 10:00 am a 5:00 pm

Esta publicación sólo puede ser reproducida con fines nocomerciales; para lo cual deberá solicitarse previamente,por escrito, la autorización de la Galería de Arte Nacional.