introducciÓn simbolismo
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introduccion al simbolismo frances y alemanTRANSCRIPT
SIMBOLISMO.
Lo que conocemos como movimiento simbolista surge
oficialmente en París, el 18 de septiembre de 1886 con la
publicación del Manifiesto simbolista (en el suplemento
cultural del diario Le Figaro) firmado por el griego J.
Moréas, aunque los investigadores lo sitúan un poco antes
-en 1885- sin ponerse de acuerdo en la fecha de
finalización, que oscila en una banda que va desde los
años 1895 a 1914 –con el inicio de la Primera
Guerra Mundial y el pistoletazo de salida para las
vanguardias-.
El simbolismo en el arte
Aunque el simbolismo no es exclusivo de la literatura, sí
fue mayoritariamente un fenómeno poético. Aún así,
simbolistas, cada uno a su modo, son el escultor francés
Pierre Rodín o, en España, el arquitecto Antonio Gaudí.
Autores del simbolismo literario
Los literatos que formaron el movimiento inicial en París
y que se adhirieron a él sin reservas son, entre otros: René
Ghil, Stuart Merrill, Joris Karl Huysmans, el dramaturgo
Maeterlinck, Jules Laforgue, etc.
La gran mayoría de ellos no han dejado una obra de gran
significación y, a la postre, acabaron sucumbiendo
(prisioneros y, a la vez, verdugos de una pose) a sus
excesos, dejando como legado, únicamente, el histrionismo
de una actitud: la del bohemio que reniega de la sociedad
burguesa que permite, muy a pesar de ellos, su
subsistencia irónicamente aristocrática.
Unos pocos, sin embargo, no solo concibieron una obra
viva sino que, además, fueron el germen de los
movimientos que surgirían después, vanguardias incluidas.
Son Stephan Mallarmé, Arthur Rimbaud, Paul Valéry y
Paul Verlaine.
Características del simbolismo
Del romanticismo, se adopta el convencimiento de que el
poeta es un creador de una nueva realidad y no un mero
imitador de las maravillas de la naturaleza. El artista, así,
elevado a una categoría casi semi-divina necesita de
estados de conciencia alterados para alcanzar la realidad
que se encuentra más allá del mundo tangible.
Para ello se vale no solo de una imaginación desbordada
sino también del ensueño y del sueño, así como de los
primeros esbozos de lo que ya se conoce como
inconsciente, cuando no de sustancias químicas que
alteren la conciencia para acceder a paraísos artificiales.
Como reacción a los excesos anímicos del romanticismo,
surge el parnasianismo, una vuelta a una búsqueda
exacerbada de una belleza natural perdida mediante el
pulimento y la perfección del lenguaje, técnica que, con
matices, también es tomada por el movimiento simbolista.
Antecedentes del simbolismo: Baudelarie, Edgar Allan Poe, Swdenborg
Como puente entre los poetas insertos en el simbolismo y
el movimiento romántico se encuentra el francés Charles
Baudelaire (1821-1867), el cual bebe a partes iguales de la
literatura fantástica del americano Edgar Allan Poe (1809-
1849) y de la filosofía de las correspondencias formulada
por el sueco Emmanuel Swedenborg (1688-1772), defensor
de que cada elemento del mundo natural encuentra su
correlato en el mundo invisible y divino.
Emanuel Swdenborg, poseído por visiones paranormales,
escribía sobre la existencia de ángeles y demonios que,
constantemente, intentaban interactuar en la vida del
género humano. A partir de sus alucinaciones, consideró
que únicamente la palabra tiene el suficiente poder para
adentrarse en el camino de comunicación entre lo divino y
los hombres, condenados los últimos a vivir en un plano
distinto -aunque de una misma realidad, como las dos
caras de una moneda- en constante separación de lo
sagrado.
Por ello, el poeta, el que es señalado con el don de la
palabra y que -por una vía u otra- se empeña en trascender
la realidad terrena, es el más dotado demiurgo para poner
en circulación un mundo y otro, el de los hombres con el de
los dioses.
En 1857, Baudelaire, que hace suya esta función del poeta
como mensajero de lo desconocido, publica Las Flores del
mal, la obra que -es unánime en la crítica- allanaría el
camino hacia el movimiento simbolista.
Autores del modernismo
En el ámbito hispano, el mayor representante del
simbolismo (conocido como modernismo) es Rubén Darío
(1867-1916), el cual consideró sus esfuerzos de renovación
de la literatura como una auténtica lucha o cruzada
abanderada por una juventud descontenta, rebelde,
revolucionaria y, a la vez, aristocráticamente decadente.
El caso es que los modos y formas simbolistas no eran
nuevos en la tradición hispánica: lo podemos rastrear en la
mística y fueron adelantados por los post-románticos
Bécquer (sus Leyendas, es un buen claro ejemplo de ello) o
Rosalía de Castro. La obra Azul (1888) del nicaragüense
iba a recibir referencias intertextuales enSoledades (1907)
de Antonio Machado o Alma (1902) de su hermano Manuel.
Aunque Juan Ramón Jiménez será llamado (por Rubén
Darío) a esta particular batalla por el modernismo (siendo
el ejemplo más citado por los investigadores
especializados), las reminiscencias del movimiento se
pueden encontrar en poetas más tardíos como Pedro
Salinas, Vicente Aleixandre, José Lezama Lima e, incluso,
Octavio Paz. No hace falta que recordemos que encasillar
creadores de la talla de los nombrados en cualquier
movimiento es el camino más rápido para hacer una
lectura lo más empobrecedora posible de la mejor
literatura hispánica.