simbolismo románico

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"El románico habla al corazón del hombre y a su inteligencia más profunda" (Jaime Cobreros) INTRODUCCIÓN A LOS SÍMBOLOS DEL ROMÁNICO Cuando se estudia el románico, frecuentemente se admiran los aspec- tos estéticos que indudablemente tiene. Un autor francés dijo de este arte algo parecido a que el románico nos deslumbra por la armonía de sus volúmenes y la fantástica imaginación de su escultura. Un acercamiento que parece opuesto es el de aquellos estudiosos que analizan el románico y el arte medieval en general desde el punto de vista fundamentalmente simbólico. Es decir, ven en él el esfuerzo por crear verdaderos espacios sagrados donde revelar al alma humana lo transcendental, lo no manifiesto, mediante el símbolo. Ambas perspectivas, en realidad, coinciden. De hecho, la admiración y hechizo que este arte causa en el hombre moderno, por encima de cualquier otro estilo artístico, se debe a que el románico es un arte uni- tario. Empleando unas formas artísticas sencillas, logra transmitir un mensaje de armonía intelectual en quien lo percibe. En este apartado sobre la simbología o el simbolismo románico somos conscientes de que la empresa iniciada es harto compleja. Estamos frente a una de las más delicadas materias que se pueden tratar acerca del arte románico, y que ha llenado verdaderos tratados bibliográficos por eruditos en la materia. Todavía algunos recordamos el viejo libro de Champeaux y Sterckx "Introducción a los Símbolos" de la colección "Europa Románica" de Ediciones Encuentro y que, siendo para los au- tores una "introducción", llenaba casi 600 páginas de densa erudición sobre el tema.

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Las formas y figuraciones que muestra el románico ni son caprichosas ni gratuitas... El arte sagrado no puede permitir a sus constructores frivolidades de tipo profano ya que desvirtuarían totalmente aquél. Todo lo que construye o talla la civilización románica tiene una función transcendentalizadora

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"El románico habla al corazón del hombre y a su inteligencia más profunda" (Jaime Cobreros)

INTRODUCCIÓN A LOS SÍMBOLOS DEL ROMÁNICO

Cuando se estudia el románico, frecuentemente se admiran los aspec-tos estéticos que indudablemente tiene. Un autor francés dijo de este arte algo parecido a que el románico nos deslumbra por la armonía de sus volúmenes y la fantástica imaginación de su escultura.

Un acercamiento que parece opuesto es el de aquellos estudiosos que analizan el románico y el arte medieval en general desde el punto de vista fundamentalmente simbólico. Es decir, ven en él el esfuerzo por crear verdaderos espacios sagrados donde revelar al alma humana lo transcendental, lo no manifiesto, mediante el símbolo.

Ambas perspectivas, en realidad, coinciden. De hecho, la admiración y hechizo que este arte causa en el hombre moderno, por encima de cualquier otro estilo artístico, se debe a que el románico es un arte uni-tario. Empleando unas formas artísticas sencillas, logra transmitir un mensaje de armonía intelectual en quien lo percibe.

En este apartado sobre la simbología o el simbolismo románico somos conscientes de que la empresa iniciada es harto compleja. Estamos frente a una de las más delicadas materias que se pueden tratar acerca del arte románico, y que ha llenado verdaderos tratados bibliográficos por eruditos en la materia. Todavía algunos recordamos el viejo libro de Champeaux y Sterckx "Introducción a los Símbolos" de la colección "Europa Románica" de Ediciones Encuentro y que, siendo para los au-tores una "introducción", llenaba casi 600 páginas de densa erudición sobre el tema.

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Otra dificultad añadida, además de la complejidad citada, es que la sim-bología románica y, por extensión el arte medieval, no permite realizar una especie de diccionario perfecto o guía precisa de equivalencias. No se puede expresar con carácter inequívoco que una determinada ima-gen representada en una iglesia o catedral "significa" o "quiere repre-sentar" algo concreto. De hecho, un símbolo no es un signo o una ale-goría que quiere representar algo previamente convenido, sino es una unión entre lo manifiesto y lo no manifiesto que ha de ser descubierto por cada persona según su alcance espiritual, pudiendo llegar a evocar a personas diferentes mensajes muy distintos. Jaime Cobreros expresa, con admirable claridad este concepto:

"el error consiste en buscar claves interpretativas a los símbolos que desde portadas, capiteles y canecillos ofre-ce gratuitamente el románico. Esto sería puro reduccio-nismo por intentar hacer pasar por un esquema precon-cebido la totalidad del significado simbólico"

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Sin embargo, si lleváramos este concepto de la "imposible interpreta-ción inequívoca" de los símbolos a sus últimas consecuencias, sería imposible decir o escribir nada sobre el símbolo románico más allá de lo dicho, y sin embargo, hasta este gran autor, en sus obras, interpreta y descifra numerosos símbolos presentes en la arquitectura y escultura románicas de nuestras iglesias.

Más bien, lo que debemos hacer es insinuar posibles interpretaciones, sin darles categoría de incuestionables, para orientar al observador ha-cia el símbolo e invitarle a desentrañar su mensaje, sacando sus pro-pias conclusiones. De una manera coloquial, podemos decir que el sím-bolo nunca "significa", sino más bien "sugiere" o "induce" un conoci-miento "subyacente" a la realidad visible.

Otra sugerencia que queremos hacer desde aquí a nuestros lectores es que, antes de adentrarnos es esta temática, es imprescindible hacer un esfuerzo por situarnos realmente en la Edad Media.

Esta época, de casi un milenio de duración, fue bautizada así despec-tivamente por los eruditos del Renacimiento, y ha sido frecuentemente-mente mal entendida y rodeada de tópicos que la han desvirtuado hasta llegar a nosotros como unos tiempos oscuros y bárbaros.

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Situarnos en las formas de vida, creencias y pensamientos de aquellos hombres nos ayudará a entender la intensa espiritualidad de la época que permitió la creación de muchas de las manifestaciones artísticas más admirables de toda la historia de la Humanidad.

¿Simbolismo o mero virtuosismo estético?

Queda por expresar las distintas opiniones que importantes autores han realizado sobre el alcance del mensaje simbólico en el arte románico y medieval.

Para el gran estudioso Jaime Cobreros, el alcance es total. Ninguna manifestación artística del románico es casual. Siempre existe intención transcendentalizadora. En palabras textuales suyas:

"Las formas y figuraciones que muestra el románico ni son caprichosas ni gratuitas... El arte sagrado no puede permitir a sus constructores frivolidades de tipo profano ya que desvirtuarían totalmente aquél. Todo lo que construye o talla la civilización románica tiene una función transcendentalizadora"

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Sin embargo, otra eminencia del románico y del arte medieval español, el catedrático Isidro Bango Torviso, niega que haya que buscar en toda figuración escultórica románica mensajes simbólicos, sino con frecuen-cia, manifestaciones meramente decorativas, sobre todo en los elemen-tos vegetales y animales:

"Se insiste mucho por una parte de los especialistas en el mensaje puntual de todos estos temas secundarios (vegetales y animales)... Aunque en un momento deter-minado alguna mente culta de la época pudiera dar una interpretación puntual a estos temas, lo normal es que no haya en el deseo de los que han dispuesto su represen-tación más que la simple intención de la decoración."

Para este juicio, Bango Torviso se basa en textos de San Bernardo de Claraval y Aymeric Picaud, que siendo grandes eruditos de la época, omiten o desprecian la figuración escultórica del bestiario y de aquellas manifestaciones iconográficas no relacionadas con la propia Biblia. Si estos eminentes hombres cultos no valoraban el carácter simbólico de ciertas manifestaciones secundarias del románico, es lógico pensar -según Bango- que con más razón, los creadores de la obra y los hom-bres corrientes, a quien iba dirigida, desatenderían tales fines.

En nuestra modesta opinión y sin ánimo de eclecticismos, pensamos que el románico es una arte básicamente simbólico ligado a una época de intensas vibraciones espirituales.

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Sobre todo en el románico clásico de grandes monasterios y rutas de peregrinación se construyó con arreglo a una intención de manifesta-ción espiritual de elevado signo.

Otra cosa es que la pluralidad geográfica y temporal del románico gene-rase la copia de elementos originalmente con valor simbólico, y que al caer en manos menos cultas, se usara de manera repetitiva y más de-corativa que otra cosa. Tal es el caso del bestiario usado frecuente-mente en el románico rural tardío donde, en ocasiones, percibimos su intención moralizadora, pero en otras, más bien la representación de algo meramente ornamental.

En este sentido, es apasionante -más que decepcionante- percibir este proceso de evolución y decaimiento del simbolismo románico al pasar de unos maestros a otros.

Un conmovedor ejemplo es el crismón de la portada la Virgen de la Peña de Sepúlveda, donde el autor talló ingenuamente esta figura sin conocer su significado preciso, pues en lugar de letra griega "omega" talló un extraño símbolo indescifrable, además de invertir la "S" del Espíritu Santo.

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Sin embargo, hasta estas manifestaciones de ingenuidad y desconoci-miento del románico rural nos siguen generando, a los amantes de este arte, una atractivo que ningún otro estilo tiene.

SIMBOLISMO DE LA ARQUITECTURA MEDIEVAL

Simbolismo de la arquitectura románica

La arquitectura románica es, por sí misma, profundamente simbólica. En frase de la experta en simbolismo románico, María Ángeles Curro:

"Todo el conjunto románico guarda una concepción uni-taria. La temática decorativa [...] está insertada en esa unidad constructiva. La escultura está supeditada, como la pintura, a la construcción arquitectónica, por eso la iglesia románica ya es objeto de interés, porque es ya simbólica."

Es lógico que se desease diferenciar el templo, que es la "casa de Dios", del resto de edificios profanos, y que su arquitectura fuese más allá de lo meramente funcional adquiriendo carácter simbólico. El sím-bolo que subyace en la arquitectura del templo románico es el de la fu-sión de la profunda dualidad de lo que existe, es decir, lo divino con lo humano, y lo celeste con lo terrestre.

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Al igual que en otras religiones celestes, la morada de Dios está en lo alto (en el cristianismo, a Dios también se invoca como "El Altísimo") Por ello, lo primero que se eligió para su construcción es una ubicación en alto. Normalmente la iglesia de la población se sitúa sobre el monte que domina la aldea, o si ello no es posible, por la horizontalidad del terreno, se elevan sus muros -dentro de lo que permitía la tecnología ar-quitectónica del románico- y se alzaban dominadores campanarios. En muchos casos, se hacían ambas cosas, como en la conocida iglesia de

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El Salvador de Sepúlveda, encaramada en lo alto de la villa y con una potente torre que se alza hacia el cielo.

Con la misma intención, el arquitecto románico plantea sus templos en base a figuras geométricas simples, a su vez de profundo simbolismo. Dado que los tres elementos esenciales de una iglesia románica son la cabecera, nave y torre, veremos cómo esos "módulos" se refuerzan si-nérgicamente para simbolizar la unión de dos mundos, el del hombre y el de Dios. Para empezar, la nave es de estructura cuadrada o rectan-gular, lo cual simboliza, con sus cuatro lados, la Tierra. El "4" es el sím-bolo terrestre por definición (4 elementos, 4 estaciones, 4 puntos car-dinales...). La cabecera es normalmente de perfil semicircular pues re-presenta el Cielo, tanto por su forma (lo perfecto es circular, amén de representar al sol) como con su bóveda de horno que simboliza la esfe-ra celestial. También las cúpulas son símbolo de lo celeste.

La unión de la nave con la cabecera representa, de esta forma, la unión de lo terrenal con lo celestial.

Otro símbolo de la comunión de lo terrestre con lo divino es la torre ro-mánica que, bien asentada y cimentada en el suelo, se alza gloriosa apuntado al cielo que quiere alcanzar.

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Por si esto fuera poco, las iglesias románicas de mayor complejidad desarrollan una estructura en cruz latina, adquiriendo la "forma" de Cristo. De ahí que en el vocabulario arquitectónico habitual se siga usando los términos "cabecera", "brazos del tansepto" y "pies de la igle-sia", en total equivalencia con las partes del cuerpo de Cristo.

El simbolismo arquitectónico del templo románico va mucho más allá y se relaciona con la luz. Toda iglesia medieval tiene su cabecera orienta-da hacia oriente. El simbolismo subyacente es que el altar, situado en la cabecera, debe estar del lado donde aparecen los primeros rayos de luz del alba. En el altar está Cristo y Cristo es la luz del mundo que ilumina al hombre y le saca de sus tinieblas. El hombre permanece en "su no-che" hasta que la luz de Cristo le ilumina espiritualmente, como hace la luz solar desplazando la noche al amanecer.

Simbolismo de la arquitectura del puente medieval

Desde el punto de vista del simbolismo románico, el puente románico, y por extensión todo puente medieval, con su característica forma, tiene una expresión espiritual ligada a la transición entre dos estados espiri-tuales.

Según el experto en simbolismo J. Cobreros:

" Las dos orillas representan dos estados diferentes del ser, vinculados por el hilo fino que es el puente... El paso del puente no será otra cosa que el recorrido del eje, medio por el cual se unen los diferentes estados. Se pa-sa así del sentido más horizontal, como puede ser el puente concebido como línea que une dos orillas, al sen-tido estrictamente vertical de eje del Mundo.. Esto expli-ca, en el orden constructivo, las acusadas pendientes de muchos grandes puentes medievales. Porque todos esos puentes con perfil de lomo de asno no están buscando otra cosa que la verticalidad..."

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Simbolismo de la arquitectura gótica. Una nueva sensibilidad para una nueva arquitectura

El estilo gótico se desarrolla en Europa, sucediendo al románico, desde la cuarta década del siglo XII hasta bien entrado el XVI.

La denominación peyorativa "gótico" fue inventada por los eruditos del Renacimiento, con sentido de desprecio, a un arte que consideraban bárbaro (el "arte de los godos"), muy inferior en consideración al arte grecorromano.

Sin embargo, fue revalorizado y exaltado en el siglo XIX por los movi-mientos nacionalistas y románticos europeos, y en la actualidad, se considera universalmente como uno de los momentos más brillantes, desde el punto de vista artístico, del mundo occidental.

Aunque el gótico nace a partir de la evolución arquitectónica del romá-nico del siglo XII, lo cierto es que ambas arquitecturas responden a prin-cipios inspiradores opuestos. Como sostiene el gran experto Otto von Simson, con el gótico se produce una de las más radicales rupturas es-tilísticas que han conocido la arquitectura occidental.

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La razón de tal revolución es el cambio de la mentalidad medieval sobre el conocimiento y la verdad existente. Los siglos XII y XIII contemplan la derrota del idealismo de Platón, defendido por San Agustín, que fue la base filosófica de los siglos altomedievales. Desde estas fechas, se re-cupera las filosofía basada en la preeminencia de los sentidos de Aris-tóteles, intensamente defendido por personajes de la talla de san Al-berto Magno y santo Tomás Aquino.

La idea de que sólo la racionalidad humana es el único sistema de co-nocimiento y que las formas sensibles son sólo una apariencia enga-ñosa de la verdad, es desplazada por la convicción de que de los senti-dos son necesarios para descubrir las cosas de la naturaleza, verdade-ra fuente de conocimiento.

Como consecuencia de este cambio de mentalidad, en el campo del ar-te y la arquitectura, el obstinado equilibrio simétrico y la regularidad y geometrismo del románico son desplazados. El arquitecto ya no tiene que apegarse a formas regulares para construir (círculos y cuadrados, fundamentalmente) sino que se ve libre para trabajar, no como un geó-metra sino como un ingeniero. Por tanto, si en el campo de las ideas se sustituye el idealismo por el naturalismo, en el campo del arte se sus-tituye la inteligencia abstracta por el empirismo.

René Huyghe escribe estas bellas palabras sobre la arquitectura gótica:

"Una estética pragmática edifica monumentos donde, descartadas las superficies planas, se erizan de puntas, de calados, de proyecciones, se rompen en el juego complejo de los salientes y las aberturas, donde las lí-neas tropiezan, se cortan, se interseccionan con aspe-reza, donde todas las previsiones de la inteligencia son derrotadas por el imperioso dictado de los hechos"

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En este contexto, y aunque la arquitectura sigue sujeta a ciertas reglas básicas de geometría, los edificios se liberan del rigor racional anterior y a sus estructuras se les permite la vida y la espontaneidad. Como afir-ma Huyghe, un edificio gótico puede entenderse como un organismo vi-vo que crece hacia el sol.

Por último, esta nueva arquitectura utiliza este empirismo ingenieril para inventar ingeniosas soluciones tectónicas a fin de crear espacios de gran altura y colorido. La manera del siglo XIII de simbolizar la Jerusa-lén Celestial es mediante la creación de un grandioso espacio de luz y color. Como indica el eminente Profesor Santiago Sebastián:

Se prefiere, a causa de su valor sensible, las relucientes paredes de piedras preciosas, la transparencia de pare-des y puertas, las calles de oro puro, y en general, la abundancia de luz que adquiere un carácter sobrenatu-ral. Lo que ahora se trata de representar es el "ser" cielo.

No es de extrañar que el hombre medieval, al entrar en una catedral gó-tica, se sintiera sobrecogido por el espectáculo de luz y color, transport-ándoles a una plena sensación celestial. No es extraño, en este con-texto, que el liturgista Durandus escribiese a finales del siglo XIII:

Las vidrieras son las Escrituras que esparcen la claridad del sol verdadero, es decir, de Dios, en la iglesia, ilumi-nando los coros de fieles.

BESTIARIO MEDIEVAL

Procedente del mundo grecorromano, bizantino y persa, el bestiario fan-tástico se apodera del mundo cristiano románico no sin resistencias y críticas por pensadores de la época. Pero el románico sacraliza esta es-tética pagana convirtiendo a los animales -tanto reales como imagina-rios- en portadores de virtudes o perversiones, por lo que su aparición en capiteles, canecillos, metopas, tímpanos, etc. es reinventada y usa-da con sentido de enseñanza y advertencia.

Es innegable que el bestiario fantástico es uno de los motivos escultó-ricos que más interés genera entre nosotros y el que mayor efecto de intimidación provocaría en el hombre medieval. Estas peculiares e ima-ginativas bestias se generaban por combinación de partes de animales diferentes, creando estampas, en ocasiones, atroces. Estos animales podían ser representados solos o en lucha entre sí o con hombres inde-fensos, con el objetivo de conmover y motivar al creyente en su esfuer-zo por evitar las tentaciones y renegar del pecado.

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Aunque cualquier símbolo tiene dualidad de significados, incluso com-pletamente opuestos, el románico usó ciertos animales con predilección para manifestar el bien, y otros como formas del mal y del diablo.

Bestiario real de signo positivo

Aves. Entre los animales genuinamente positivos y benignos se en-

Paloma de un capitel interior de la ermita-cementerio de Rebollo, en

cuentran las aves en general (especialmente las palomas), sobre todo por su directa similitud con la naturaleza del alma humana, ya que las aves pueden volar y ascender.

Segovia

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De esta manera, la paloma y el pájaro simbolizan el anhelo del espíritu por alejarse de lo terrenal, de lo proteico, en busca de valores más al-tos, del cielo, en definitiva.

En ocasiones se les representa picando sus patas para poder despegar de la tierra y volar hacia las alturas.

Capitel del Monasterio de Leyre, Navarra

Cigüeña. Un ave especialmente representada como ejemplo del bien es la cigüeña, por su carácter de ave de buen agüero, además de ser monógama y comer serpientes (se le representa a menudo con una ser-piente en su pico).

Águila. El águila, por su fuerza y nobleza, suele representar valores po-sitivos, inclusive al propio Cristo. En ocasiones se representa capturan-do con sus garras o pico a un conejo o a una liebre. Esta escena repre-sentaría el poder de Dios sobre el hombre.

León. De nuevo representa nobleza y fuerza. Es frecuente encontrar le-ones, águilas y grifos en las enjutas de las portadas, y también muy fre-cuentemente en las mochetas de la puerta.

En estos casos, los animales citados representan a los guardianes del templo. Estos animales no impiden el paso al recinto pero advierten que el umbral que se está a punto de traspasar separa el recinto sagrado del templo y el profano del exterior y debe ser el propio hombre quien debe preguntarse si se encuentra en condiciones de dar ese paso.

Una variedad muy interesante de la representación de animales guar-dianes del templo es la de los leones andrófagos, cuya más genuina re-

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presentación se encuentra en la puerta navarra de Artaiz. En este caso, además, se simboliza con ello la muerte iniciática que supone el paso de toda puerta sagrada.

Mocheta de la portada de San Miguel, de Estella

Puerta de Artaiz, Navarra

Bestiario real de signo negativo

En la nómina de los animales frecuentemente relacionados con el mal, solemos encontrar al mono, como caricatura grotesca del hombre; la serpiente, símbolo por antonomasia del pecado y del demonio; la lie-bre y el conejo, asociados con la lujuria por su fertilidad; el jabalí y el cerdo por ser lujuriosos, sucios y perezosos; la cabra, el macho ca-brío, etc.

Bestiario Fantástico

Dentro del bestiario fantástico existen animales empleados con carácter positivo, como:

Grifos (formados por cabeza y alas de águila con cuerpo de león) que dada su combinación de partes de animales nobles se sitúan, como se

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ha indicado, como guardianes en las entradas (puertas y ventanas) de las iglesias.

Sin embargo, la nómina de animales fantásticos maléficos es mucho más amplia.

Dragones. Son los más genuinos enemigos de Dios y el hombre. Son símbolos demoniacos.

Su representación en el románico se alejan bastante de las formas que las leyendas nórdicas de siglos posteriores han hecho llegar hasta nuestros días.

El dragón románico, aunque conceptualmente es un tipo de serpiente, se muestra más bien como una especie de ave bípoda con cabeza pe-rruna de grandes ojos y cuencas profundas, con orejas puntiagudas y alargadas fauces amenazantes. Su cola es de serpiente, y en ocasio-nes, en lugar de patas de ave, muestra pezuñas.

En otras ocasiones el dragón sustituye su cuerpo de ave por el más ge-nuino de serpiente alada.

Anfisbena. Es de aspecto similar al dragón, pero la anfisbena tiene dos cabezas. Es decir, su cola es rematada por una pequeña cabeza de serpiente.

Suele representarse en lucha con animales o atrapando hombres. Para ello, usa simultáneamente sus dos mortales bocas. Como en el caso de la serpiente y el dragón, es un animal maléfico, demoniaco.

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Anfisbena luchando con un león, tallada en un capitel de la iglesia de Valgañón, en La Rioja

Arpía. Es otro de los animales maléficos por antonomasia, compuesto de cuerpo de rapaz, busto femenino -aunque en ocasiones también masculino- y con frecuencia, cola de serpiente.

Hermosas arpías representadas en un capitel del claustro bajo del Mo-nasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos

Sirena. Formada por cuerpo femenino -aunque también aparecen con rostro masculino- y cola o dos colas de pez simétricas y repletas de es-camas. En este último caso, las colas están abiertas y sujetas por sus propias manos (VER FOTO LATERAL de un). Tanto la arpía como la sirena representan básicamente la seducción y atrapamiento por los placeres carnales.

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Sirena en el capitel de la iglesia de Pineda de la Sierra

Basiliscos. Curioso animal formado por una cabeza monstruosa con cresta de gallo unida a cuerpo con dos patas y cola de serpiente. Matan con la mirada y el aliento. Los basiliscos son los encargados de trans-portar las almas de los condenados al infierno.

Simbolizan la muerte y al propio diablo.

Centauros. Tienen cabeza y tronco humanos (masculinos), y el resto, de caballo o equino. En algunos casos, el cuerpo es de asno (llamado, entonces, onocentauro).

Simbolizan la brutalidad de las pasiones y la lujuria. Con frecuencia se les representa con arco y flecha (sagitarios) disparando a sirenas.

Sagitario de Pineda de la Sierra

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LA REPRESENTACIÓN DE DIOS Y LO DIVINO EN EL ARTE ROMÁ-NICO

Formas de represtar a Dios

En el Cristianismo, como en otras religiones celestes, aparece la repre-sentación de Dios, que en el periodo románico tuvo gran riqueza en sus maneras de representarlo.

En esta sección tratamos de resumir las formas que usó el románico para representar a Dios Padre y a Jesucristo.

Forma antropomorfa de Dios Padre

Dios Padre es representado, en ocasiones, como un anciano venerable y solemne, barbado y de largos cabellos. Probablemente la mejor re-presentación de Dios Padre en el románico hispano se encuentra en el tímpano de la Puerta de Santo Domingo de Soria.

La Mano protectora

Otra representación más abstracta de Dios es la de la Mano Protectora. La mano ha sido desde muy antiguo símbolo de poder protector, y en el románico, suele aparecer en acto de bendecir o avisar -con los dedos

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índice y corazón extendidos-, rodeada por un limbo entre nubes, de gran tamaño, y situada por encima del resto de las escenas esculpidas.

Capitel interior del antiguo monasterio de San Quirce en Burgos

Cristo Pantocrator

La principal representación de Cristo es el "Cristo Pantocrator", es decir, como sumo señor del tiempo y de todas las cosas. Se halla especial-mente esculpido en los tímpanos de las portadas y pintado en la bóveda de horno del ábside.

Cristo se encuentra inscrito en la mandorla mística, y alrededor de él, se desparrama el resto de símbolos terrenales y divinos: tetramorfos, án-geles, profetas, ancianos, apóstoles, condenados, salvados, etc.

Tímpano de San Miguel de Estella

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Cristo en la Cruz

Otra forma en que Cristo aparece esculpido o pintado en el románico es en la cruz, como glorioso triunfador de la muerte.

Se trata de expresar la victoria de Cristo sobre la muerte y, de paso, la salvación de la humanidad.

Para ello, el cuerpo reposa -más que cuelga- sobre la cruz mediante cuatro clavos (uno para cada extremidad), adoptando una estructura si-métrica y perpendicular con los brazos extendidos horizontalmente y el cuerpo vertical sin distorsión alguna, salvo una ligera flexión de las rodillas (por esta razón, lo normal era emplear un bloque de madera para el cuerpo y otro para los brazos). Los pies se apoyan sobre el "suppedaneum". La anatomía es esquemática -básicamente se resaltan los pectorales y costillas- y su cuerpo es parcialmente tapado mediante un lienzo anudado a la cintura que llega hasta las rodillas, llamado perizonium.

El rostro de Jesús es tallado con los ojos abiertos -vivo- o cerrados, pero en ambos casos con expresión de absoluta serenidad. Mira al frente o tiene la cabeza ligeramente inclinada a su derecha. Puede lle-var corona o diadema, como símbolo de majestad.

El Crismón

El crismón es el anagrama de Cristo formado por las letras griegas "rho" y "xi" que son las dos iniciales del nombre en griego. Suele ir acom-pañadas del "alfa" y "omega". Los llamados crismones trinitarios aña-den una "S", del Espíritu Santo, al querer expresar la Santísima Trinidad (ya que se confunde la "P" o "rho" griega con la "P" latina).

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Precioso Crismón superviviente en la Basílica del Pilar de Zaragoza

El Crismón suele ser tallado en los tímpanos de las portadas de las iglesias del Camino de Santiago y las comarcas adyacentes. Por ello es especialmente abundante en el románico aragonés y navarro.

El Cordero de Dios

El Cordero de Dios (Agnus Dei) es el símbolo cristiano del sacrificio sin mancha de Cristo para la salvación de los creyentes por la eliminación del pecado. El Cordero se esculpe principalmente en los tímpanos de las puertas.

Se representa habitualmente portando una cruz que sujeta con una de las patas delanteras.

Otras representaciones teriomórficas

Por último citaremos que Cristo puede ser representado de otras mane-ras teriomórficas, por ejemplo en forma de pez y león.

La más interesante es, sin duda, la representación de Cristo como León. El león fue un animal con consideración divina en las antiguas ci-

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vilizaciones orientales y es representado en el románico en diferentes actitudes de agresión o protección: pisando la serpiente, devorando ani-males, protegiendo a hombres, etc. En esta línea, uno de las más bellas representaciones de Dios-león se encuentra en el tímpano de la puerta principal de la Catedral de Jaca.

Constantes Bíblicas

Algunas de las representaciones más comunes del románico son episo-dios bíblicos, que además suelen estar cargados de denso simbolismo, como los episodios del Génesis, con la creación del hombre, el pecado original y la expulsión del paraíso, donde Eva es a la vez tentadora y fecunda o Dios aparece como justo e implacable pero a la vez benévo-lo.

Dios coronado en presencia de Adán y Eva, esculpido en la portada de Languilla

Daniel en el foso de los Leones

Daniel en el foso de los leones también es ampliamente esculpido en capiteles. Es la victoria del débil e indefenso hombre que halla su fuerza en la confianza en Dios.

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La visión de la gloria apocalíptica y juicio final son representaciones muy prolíficas en el románico de todos los ámbitos geográficos con su mensaje de esperanza de lo que nos espera después del combate con la bestia feroz: el Mal.

La vida de Cristo

A medida que el románico madura a lo largo del siglo XII, es más fre-cuente la representación escultórica de episodios del Nuevo Testa-mento de las vida de Cristo.

En especial proliferan las representaciones del Ciclo de la Natividad, co-mo la Anunciación, el Nacimiento y la Adoración de los Reyes Magos, aunque no faltan los milagros y el ciclo de la Pasión.

Escatología

La manera en que el románico representa la muerte es con la salida del alma del cuerpo. El alma suele ser representada como un niño o una cabecita. El infierno aparece como un lugar caótico con todo tipo de suplicios a manos de demonios o bestias deformes, también como una caldera sobre una hoguera avivada por los demonios. El Cielo, por su parte, es un lugar ordenado y sereno donde los salvados aparecen ves-tidos bajo las arquerías de la perfecta ciudad, la Jerusalén Celeste.

Los ángeles nunca tuvieron tanta relevancia como en el periodo artís-tico románico. Su representación es de bellos personajes de cabellos largos y bien peinados, con rostros suaves y agradables y grandes alas. Son una de las delicias que el románico nos regala.

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Los demonios, sin embargo, son esculpidos y pintados con enorme va-riedad de formas. La mayoría son figuras grotescas, deformes y fero-ces, con ánimo de espantar al observador.

OTROS SÍMBOLOS DEL ARTE ROMÁNICO

Simbolismo vegetal y geométrico

Para la mayoría de los autores que se han ocupado del simbolismo del arte románico, diversos elementos aparentemente decorativos de tipo fi-tomórfico y geométrico, tales como ajedrezados, puntas de diamante, rosetas, dientes de sierra... también pueden encerrar valor simbólico.

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Las representaciones circulares, como bezantes, rosetas, etc., son muy frecuents en arquivoltas, guardapolvos, tímpanos, etc. Estos elementos tendrían valor solar y eucarístico, y sobre ellos se añadirá nueva carga simbólica en función del número de pétalos o partes de que se com-pone (ver simbología numérica).

Los zigzagueados y dientes de sierra, tan presentes en todo nuestro ro-mánico, especialmente en las portadas del románico asturiano y sego-viano, sugeriría -al igual que en el anglonormando de donde procede- la fuerza purificadora de las aguas y los altibajos continuos que supone to-da progresión espiritual.

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Es muy frecuente encontrar esta figuración también en las pilas bautis-males, en la misma línea citada de "agua purificadora".

El taqueado y ajedrezado, muy difundido en diversas versiones en el ro-mánico español y que arranca de la catedral de Jaca, induce a pensar en la alternancia y elección constante entre la dualidad bien-mal.

Un elemento que adquiere un importante simbolismo es el árbol. No sólo en el románico, sino en toda la historia del Cristianismo y en otros muchas religiones, el árbol ha sido considerado como representación de los sagrado, pues crece verticalmente desde la tierra hacia el Cielo, siendo fuente de vida (animales que anidan en la copa)

El número y su simbología

Para Pitágoras, los números definen y explican la armonía cósmica en la medida en que expresan las fuerzas que regulan la relación del hom-bre con la Unidad y Divinidad.

El románico también toma de tradiciones y culturas anteriores el valor del número para expresar mensajes transcendentes. En este sentido, diversos elementos arquitectónicos, escultóricos y pictóricos, como ca-

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necillos, arquivoltas, cenefas, rosáceas, bolas, estrellas, etc., muestran series numéricas específicas cargadas de simbolismo por descifrar.

El "uno" es el numero de la unidad y el Principio Creador.

El "dos" es símbolo de ambivalencia y conflicto. La dualidad de la con-dición humana en constante lucha entre bien y mal.

El "tres" es el número de lo celeste y la Santísima Trinidad.

El "cuatro" es el número por excelencia de lo terrenal y lo proteico.

Virgen de la Vega de Segovia

El "siete" es la suma perfecta, el ciclo completo de lo terrestre (4) y lo celestial (3), y por tanto, de la creación, que se llevó a cabo en siete días. Esta carga simbólica le confiere gran valor mágico. El carácter de culminación y obra perfecta se percibe en los siete arcos de muchas galerías porticadas, como la de la Virgen de la Vega de Segovia.

El "ocho" es el número de la regeneración, por ello se talló en las cene-fas y fustes de numerosas pilas bautismales.

El "doce" es el símbolo de orden cósmico y de Cristo como Cronocrá-tor, dominador del tiempo (12 meses del año).

La Jerusalén Celeste tiene 12 puertas e igual número tiene el Colegio Apostólico.

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