saúl hernández

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En una familia de “norios” nunca falta la oveja negra, y en la de Raúl Adatti, él era el holgazán, además de chistoso y ocurrido, que odiaba los deberes y para quien la escuela no era un templo del saber, sino el escenario

para jugar, divertirse y hacer reír. En cada actuación lograba que sus primeros espectadores —amigos y maestros— dejaran volar su imaginación y se sumergieran en un estado perfecto, divertido, ideal…

Ni la dificultad para aprobar los años le hizo desistir de la idea convencional de que la universidad le daría el sustento futuro. Estudió Economía y Marketing, pero a la par realizó algunos cursos de magia en

varios países para reforzar su pasatiempo y la atracción por la mente humana, que cada vez fueron tomando más fuerza, más gusto y más pasión.

Bastaron 10 años para que Raúl Adatti, ahora de 27, se haya hecho de cierta fama en el mundo del espectáculo nacional. Es un mago que se presenta tal cual es, nada serio, por cierto, sino jovial, espontáneo y sencillo. Un joven talento capaz de dejar asombrado a su público cuando logra que las voluntades de sus

hipnotizados, aún abiertos al juego, se abandonen a su antojo, o cuando los espectadores se emocionan con ciertos actos que apelan al sentimiento.

La magia lo llevó a estudiar Teatro, éste lo condujo a la Psicología, de ahí a un máster en Hipnosis y a otro en Programación Neurolinguística, herramientas que utiliza en sus shows y le permiten adentrarse

cada vez más en la infinita mente humana.La imaginación y el juego no tienen límites, “si te sirven y te son útiles están perfectas”, dice mientras se distrae con un fajo de cartas. Afirma, con certeza, que un trabajo de oficina le haría pegarse un tiro:

quiere vivir siempre de la magia para no aburrirse.También es un clown hospitalario, lo que le da cierto equilibrio a su vida: “Como mago me voy, me

pierdo, vuelo; el payaso me regresa a la realidad, me dice ‘eres tonto, te caes, la riegas… eres humano’”.— por cristina izurieta moreno

Imaginaciónsin límite