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Concepto Según nuestro lenguaje. La ciencia es la sabiduría de las cosas por principios ciertos, como lo de las matemáticas. FILOSOFÍA Ciencia que trata de la esencia, propiedades y efectos de las cosas naturales. ¿Qué son las ciencias para el hombre? Un elemento poderoso para el sostén y desarrollo del cuerpo; y de la inteligencia en la tierra. ¿Por qué la filosofía, si tanto poder tienen las ciencias? Porque tan poderosas como son las ciencias para el cuerpo lo es la filosofía para el alma; tanto para estar en la tierra como fuera de ella. Luego, ¿qué es el hombre? Un compuesto de espíritu, alma y cuerpo. ¿Qué es el espíritu? La forma del hombre.

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Page 1: Filosofia Expo

Concepto

Según nuestro lenguaje.La ciencia es la sabiduría de las cosas por principios ciertos, como lo de las matemáticas.

FILOSOFÍA

Ciencia que trata de la esencia, propiedades y efectos de las cosas naturales.¿Qué son las ciencias para el hombre?Un elemento poderoso para el sostén y desarrollo del cuerpo; y de la inteligencia en la tierra.¿Por qué la filosofía, si tanto poder tienen las ciencias?Porque tan poderosas como son las ciencias para el cuerpo lo es la filosofía para el alma; tanto para estar en la tierra como fuera de ella.Luego, ¿qué es el hombre?Un compuesto de espíritu, alma y cuerpo.¿Qué es el espíritu?La forma del hombre.¿Qué es el alma?La vida del hombre.

Concepto de hombre:

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 Sobre el término “hombre”. Tipos de conceptos que se le refieren.

La Antropología admite muchas definiciones ya que hay una gran diversidad de ramas antropológicas, para nosotros en la “ciencia del hombre”.

El hombre es el único animal que tiene cultura.

Tipos de conceptos referidos al término “Hombre”.

“Hombre” tiene una amplia pluralidad de significados, tanto mundanos como científicos.

Cuando se habla de hombre como objeto de conocimiento, se utilizan unos sentidos principales:

Hombre como especia (zoología)

Hombre como individuo (cuerpo humano)

Hombre como sujeto histórico (historia universal)

Hombre como cultura humana

EL HOMBRE Y LA CIENCIA

“¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es está, simplemente: porque aúnno hemos aprendido a usarla con tino.” Albert Einstein

La ciencia es creada por y para el hombre, pues desde sus inicios siempre le ha interesado conocer y entender el mundo donde habita parapoder manipularlo o modificarlo según sus necesidades, pero esto fue antes, con la ciencia se pretendía mejorar la calidad de vida de los hombres pero ahora dependemos totalmente de ella hasta el puntoque nos puede controlar o destruir en un futuro no muy lejano.

Para comprender mejor la relación entre el hombre y la ciencia, lo primero que se debe hacer es definirla “ciencia […] conocimientoracional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible”. [1]

Hay muchas clases de ciencias, está la biología, la medicina, las matemáticas, entre otras, pero me quiero enfocar en latecnología, una de las cuales está en su mayor auge en estos momentos. Según el diccionario de la Real Academia Española tecnología es “Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamientopráctico del conocimiento científico.”

La tecnología ha avanzado a través del tiempo primero para facilitar la vida de los hombres pero con el tiempo fue desarrollándose más y más, y si nosotros losencargados de crearla no hacemos algo por controlarla tal vez en el futuro seremos sus esclavos o pero aún nos puede destruir.

La ciencia asegura un progreso para el hombre, pues al conocer todosobre el lugar en el que vive lo podrá manipular con mayor facilidad y transformarlo

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Ciencia y Filosofía. Ciencias Humanas y ciencias antropológicas.

No se puede dar una ciencia general de hombre. El saber del hombre como totalidad ha de ser filosófico.

Cuando se habla de conocimiento se supone que existen diversos tipos de saberes. Por ejemplo, Neurath distingue entre saberes científicos y saberes no científicos. Los saberes pueden ser míticos, religiosos, mágicos, técnicos, tecnológicos, etc.

Saberes propios de sociedades Pre-estatales: mito, magia, religión, técnicas.

Saberes propios de sociedades Históricas o Universales: ciencia, filosofía, Pseudociencia, Ideologías.

La Ciencia y la Filosofía son propias de sociedades Históricas. No se puede decir que las sociedades pre-estatales tengan ciencia, puesto que sus técnicas no se remiten a la noción de ciencia. La Ciencia y la Filosofía son saberes universales, nacionales y críticos que se desarrollan históricamente y que permiten explicar los demás saberes.

Características de la Filosofía.

La Filosofía es un saber de segundo grado, puesto que se construye sobre saberes previos. El filósofo construye ideas a partir de contradicciones previas, organizándolas de modo crítico. Ya que las ideas están dadas, el filósofo no necesita inventarlas, por lo que la Filosofía no es una ciencia.

Características de la Ciencia.

La Ciencia es un saber que ha surgido de la Filosofía. A partir del siglo XVII la ciencia se desarrolla, dejando a la Filosofía relegada a un segundo plano. El saber científico es un saber particular que va relacionando las partes que conocen. La Ciencia tiene temas contradictorios como la idea de “hombre”. La idea de hombre es una idea filosófica, ya que la Filosofía reúne todas las ideas científicas previas dadas, dando el concepto de hombre en su totalidad.

Disciplinas vs. Ciencias.

Las disciplinas son conjuntos organizados de conocimientos que tienen una tradición y desarrollan un tipo de técnicas.

Las ciencias abarcan todo tipo de disciplinas especializadas y se caracterizan por su rigor.

Disciplinas científicas:

Fenoménicas (Antropología General): es el conjunto de saberes que se ocupan de una entidad de carácter práctico (CC del Mar, Urbanismo...)

Sistemáticas: Ciencias, Antropología Física, Antropología Cultural...

Disciplinas no científicas.

La parapsicología abarca temas que escapan a la propia Ciencia.

La Mariología o Ciencia de la Virgen María estuvo en auge durante el siglo XIX, pero es de rigor formal aparente.

Ciencias Humanas y Ciencias Antropológicas.

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Existe una pluralidad de CC Antropológicas y CC Humanas, como el Derecho, la Lingüística, la Sociología...

Existen conflictos de competencia entre ellas. La Antropología Social y la Sociología son distintas, aunque traten temas similares como por ejemplo las técnicas agrícolas.

Hay dos perspectivas desde las que se pueden tratar estos conflictos: la EMIC (plano de las intenciones) y la ETIC (plano de los hechos). Para distinguir las CC Antropológicas nos referiremos a ellas con la perspectiva ETIC:

El adjetivo antropológico lo aplicaremos a aquellas ciencias o categorías que se refieran al hombre en su totalidad extensional.

Para referirnos a aspectos concretos de la raza humana como distintos de otras Ciencias Humanas.

Relaciones entre las CC Antropológicas y la Antropología Filosófica.

La relación entre CC Antropológicas y la Antropología Filosófica se realizará según los siguientes pares de conceptos:

1º. Especulativo / Práctico.

Quienes utilizan el modelo consideran que las CC Antropológicas son de carácter especulativo y al Antropología Filosófica es de carácter práctico. Esta distinción procede de la filosofía Griega Especular. Especular es un término latino (derivado del griego “theoria”) que significa observar desde cierta distancia, escrutar algo atentamente.

El conocimiento especulativo es equivalente al teórico.

Aristóteles habla al referirse a la Física de una EPISTEME THEORETIKÉ (C. Teórica) y opone este conocimiento a otras formas de conocimiento no tan rigurosas que serían la EPISTEME PRACTIKÉ (C. Práctica) y EPISTEME POITIKÉ (C. Productiva).

Según esta distinción especulativo / práctico, la teoría es propia de las ciencias, mientras que en lo práctico no hay fundamentos teóricos (aunque es muy importante porque tiene que ver con la política y la vida).

El término especulativo se refiere a aquello que no tiene fundamento (Descartes).

Aún hoy prima el sentido del Conocimiento Teórico.

Las CC Antropológicas son disciplinas especulativas, puesto que tratan de conocimientos teóricos. La Antropología Filosófica es práctica, ya que establece una idea de hombre y da modelos de lo humano más que describirlo.

La distinción entre Especulativo y Práctico requiere de un contexto. Según Leclerq, en su obra “Antropología y Colonialismo”, la Antropología Cultural es una especie de Ciencia del Colonialismo. Considera que como Ciencia, la Antropología Cultural habría tenido una fuente ideológica.

Leclerq considera que cada una de las tres grandes escuelas de la Antrop. Cultural coincide con las tres grandes etapas del desarrollo delcolonialismo. Dice que la Antrop. Cultural está al servicio de este sistema, por lo que le atribuye un carácter eminentemente práctico.

Escuelas de la Antropología Cultural (correspondientes a las tres fases del colonialismo):

Evolucionismo / Expansión Colonial

Funcionalismo / Gobierno Indirecto (dejar a los líderes autóctonos dirigiendo a su favor)

Estructuralismo / Descolonización

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Levi-Strauss (Antrop. Cultural de la escuela Estructuralista). Su Antropología Especulativa se asienta en principios morales que no son científicos. Formula una gran cantidad de leyes sobre la cultura.

Ver esquema de Hoebbel rectificado por Beorlegui sobre “Lecturas de Antropología Filosófica”.

2º. Fenómeno / Esencia

Las CC Antropológicas se ocupan de fenómenos, mientras que la Antrop. Filosófica se ocupa de la esencia humana.

Según Scheler: “No hay problema filosófico que reclama nuestro tiempo más que la Antrop. Filosófica”. Esta Antropología sería la única que podría establecer un fundamento último, por lo que Scheler la trata de Ciencia última, es decir, que el verdadero saber del hombre sería el filosófico.

Horkheimer (Escuela de Frankfurt) reprocha la razón instrumental que haga del hombre un objeto de dominio: “Las CC Sociales como forma de brujería”.

Andreski defiende la impostura de las CC Humanas y reprocha a las CC Antropológicas su falta de cientifidad.

Se puede decir que las CC Antrop. también tratan de esencias que tienen que ver con el hombre.

3º. Parte / Todo (Ver esquema de Hoebbel)

Según Hoebbel la Antropología trata de muchas cosas. Beorlegui reproduce lo que dice Hoebbel, pero añade la Antropología General que se dividiría en varias partes, mientras que Hoebbel habla de disciplinas sueltas sin nada que lo globaliza.

Ambos consideran que las CC Antrop se ocupan de la parte y la Antrop Filosófica del todo (hombre). Es un esquema muy frecuente, que a veces se utiliza para otras ciencias antropológicas (cultural, física...). La filosofía es aquí una síntesis de la Ciencia.

Beorlegui, tras dirigirse a las distintas antropologías (llamadas regionales) se ocupa de la Antrop Filosófica, que se limita a ser una reflexión globalizante de los resultados obtenidos en el resto de las ciencias. La Antrop Filosófica estudiaría pues al hombre como una totalidad. Pero esta síntesis no puede ser definitiva porque el hombre va cambiando, al igual que la Antropología.

Para Hoebbel, hay cuatro niveles de conocimiento del hombre. El cuarto sintetiza los recuerdos de la Antropología, realizando una visión general.

Según Cencillo (“Curso de Antropología Integral”) el conocimiento del hombre tiene que partir de saberes generales, que no agoten el estudio del hombre, puesto que el hombre es el ser multivalente. Habla de distintas ciencias llamadas niveles, cada uno de los cuales es luego estudiado por distintas ciencias. Todo ello ha de integrarse en la Antrop General.

Para Dear, la Antrop Filosófica implica unas ideas de carácter postivista, puesto que si decimos que la Antrop Filosófica realiza síntesis e integración entre las CC Antropológicas, es evidente que hay que tener en cuenta que semejante consideración no convierte a la Antrop Filosófica ni en Ciencia ni en Filosofía. La síntesis la convierte por tanto en una labor que observa la realidad, una especie de enciclopedia.

La distinción parte/todo alude a cosas que son verdad, pero la Antrop Filosófica difícilmente podría verse como una acumulación de recuerdos.

Esquema de Hoebbel .

Ya que ninguna de las tres distinciones anteriores nos convence, nos quedaremos entonces con que la relación de Antrop Filosófica y CC Antropológicas será una relación entre categorías e

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ideas. Las CC Antrop se ocuparían del análisis de las categorías que tienen que ver con el hombre, son pues conocimientos precisos.

Ninguna de las CC Antrop se ocupa del Hombre como totalidad, por lo que ninguna puede ser llamada la Ciencia del Hombre.

Las CC Antrop no serán CC del Hombre, porque el Hombre desborda el tratamiento especializado, lo que impide que haya una Ciencia del Hombre en la pluralidad que lo caracteriza. El Hombre como totalidad es una idea, algo que está más allá de las ciencias. Las ideas son propias de los filósofos que saben un poco de todo y no saben mucho de nada. El Hombre como idea es objeto de la Antropología Filosófica, entendiendo que la idea de Hombre aparece ligada a otras como libertad o Dios. Estas ideas han ido cambiando a lo largo de la Historia, por lo que no todas las filosofías las contemplan de la misma manera.

3. Filosofía y ciencia

Cuando decimos "filosofía y ciencia”, el signo "y" puede significar la afirmación simultánea

de ambos términos, o bien una relación cualquiera entre ellos. Si queremos ser más precisos,

debemos recurrir, no ya a una conjunción, sino a las preposiciones, por figurar éstas entre los

equivalentes lingüísticos de las relaciones lógicas. Juguemos, pues, un rato con las

preposiciones, como una de las maneras de averiguar el nombre más correcto de nuestra

disciplina.

Empecemos por "de". Si decimos "filosofía de la ciencia", damos a entender que se trata del

examen filosófico de la ciencia: de sus problemas, métodos, técnicas. estructura lógica,

resultados generales, etc. Y así es: de todo esto se ocupa la epistemología; pero también de

algo más. Probemos “en”. Por "filosofía en la ciencia” o, más exactamente, "filosofía de la

filosofía en la ciencia" debiéramos entender, quizás, el estudio de las implicaciones filosóficas

de la ciencia, el examen de las categorías e hipótesis que intervienen en la investigación

científica, o que emergen en la síntesis de sus resultados. Por ejemplo, las categorías de

materia, espacio, tiempo, transformación, conexión, ley y causación; e hipótesis tales como

"La naturaleza es cognoscible o "Todos los sucesos son legales". De acuerdo:

también de

esto se ocupa la epistemología; y sin embargo no basta. ¿Qué nos dirá la expresión "filosofía

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desde la ciencia? Sugiere que se trata de una filosofía que hace pie en la ciencia, que ha

sustituido la especulación sin freno por la investigación guiada por el método científico,

exigiendo que todo enunciado tenga sentido y que la mayoría de las aseveraciones sean

verificables.

Y ¿qué designa "filosofía con la ciencia"? Esta expresión sugiere —ambiguamente— que se

trata de una filosofía que acompaña a la ciencia, que no se queda detrás de ella, que no

especula sobre el ser y el tiempo al margen de las ciencias que se ocupan de los distintos

tipos de ser y de acaecer: que es, en suma, una disciplina que no emplea conocimientos

anacrónicos ni trata de forzar puertas ya abiertas. Examinemos, por último, la expresión

"filosofía para la ciencia". Sugiere una filosofía que no se limita a nutrirse de la ciencia, sino

que aspira a serle útil, al señalar, por ejemplo, las diferencias que existen entre la definición

y el dato, o entre la verdad de hecho y la proposición que es verdadera o falsa

independientemente de los hechos: será ésta una filosofía que no sólo escarbe los

fundamentos de las ciencias para poner en descubierto las hipótesis filosóficas que ellas

admiten en un momento dado, sino que además aclare la estructura y función de los sistemas

científicos, señalando relaciones y posibilidades inexploradas.

Todo eso es, en efecto, la epistemología: filosofía de, en, desde, con y para la ciencia. Para ser

equitativos con las cinco preposiciones, convengamos en no emplear ninguna de ellas,

eligiendo en cambio un término único que posea todos esos significados. ¿Por qué no

epistemología, que etimológicamente significa teoría de la ciencia? O ¿por qué no metaciencia,

que significa ciencia de la ciencia? Cualquiera de estas denominaciones tiene la ventaja de

que no reduce el ámbito de la disciplina en cuestión a un capítulo de la teoría del

conocimiento, sino que permite abarcar todos los aspectos que pueden presentarse en el

examen de la ciencia: el lógico, el gnoseológico, y eventualmente el ontológico.

Pero ¿no podríamos proseguir el juego con otras preposiciones, tales como "contra", "sobre"

o “bajo"? Es verdad, éstas sirven para caracterizar otras tantas relaciones posibles entre la

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filosofía y la ciencia; pero veremos que no son adecuadas. En efecto, "filosofía contra la

ciencia" es toda filosofía irracionalista o aquella que, sin serlo del todo, es enemiga del

método científico.

Aunque escasas y escuetas, hay, sin embargo, filosofías de la ciencia que niegan extensión

Mario Bunge La ciencia. Su método y su filosofía

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y valor a la ciencia o la amputan radicalmente, y que además no encaran los problemas de la

ciencia de manera científica o siquiera inteligible. Una epistemología que no sea parasitaria,

sino que se esfuerce por ser útil a la ciencia, debe empezar por respetarla, aunque no

necesariamente con servilismo, ya que la ciencia siempre puede aprender de la critica

filosófica fundada. Quien filosofa contra la ciencia o aun al margen de ella, imita a los

escolásticos que rehusaban mirar por el anteojo astronómico de Galileo.

En cuanto a las preposiciones "sobre" y "bajo”, al enlazar los términos 'filosofía" y “ciencia"

sirven para designar concepciones muy estrechas del lugar y de la función de la

epistemología. Si decimos "filosofía sobre la ciencia", significamos una ciencia superior en

valor y poder a las ciencias particulares: una scientia rectrix con tales pretensiones de rectoría

que los científicos se burlan de ella y con razón, pues la investigación científica no tolera

úcases. Por su parte la expresión "filosofía bajo la ciencia" sugiere la posición inversa, de

dependencia unilateral de la filosofía respecto de la ciencia: es éste un error que los

epistemólogos no cometen en los hechos, aunque a veces lo proclaman como la más excelsa

de las virtudes epistemológicas. La filosofía de la ciencia no sólo comporta el examen de los

supuestos filosóficos de la investigación científica, sino que tiene derecho a una elaboración

creadora en un nivel diferente del científico aunque reposa sobre él: el nivel metacientífico.

No hay pensador más entremetido que el epistemólogo: hoy señala una hipótesis filosófica

oculta en un sistema teórico, mañana le discutirá al científico el derecho a usar cierta categoría

en determinado contexto, y pasado mañana propondrá una teoría sobre determinada clase de

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conceptos o de operaciones de la ciencia. La epistemología no está por encima ni por debajo

de la ciencia: está a la vez en la raíz, en los frutos y en el propio tronco del árbol de la ciencia.

Es necesario distinguir los problemas metacientíficos de los científicos, pero no hay por qué

inventar un abismo que los separe: acaso no exista problema científico que no suscite

problemas filosóficos, ni problema filosófico que pueda abordarse con esperanza de éxito si

no es adoptando una actitud científica

Algunos filósofos carentes de formación científica son culpables de las filosofías de la ciencia

que son anticientíficas o por lo menos acientíficas, del mismo modo que los científicos sin

formación filosófica suelen ser los creyentes más fervorosos en la existencia de la filosofía

de la ciencia, que a menudo es aquella que han aprendido en el libro de epistemología con que

se han cruzado. No existe la filosofía de la ciencia en cuanto teoría única: apenas hay intentos,

si bien cada vez más serios, por "cientificizar” la epistemología y, en general, la filosofía. La

situación imperante en este dominio recuerda a la reinante en la física antes de la síntesis

newtoniana, o en la biología antes de la síntesis darwiniana: hay muchos resultados dispersos

que rompen los moldes caducos de las distintas escuelas, resultados que será preciso ir

integrando, cortando para ello las alambradas de púas tendidas entre las escuelas que han

hecho contribuciones positivas a la filosofía científica de la ciencia. Quienes emprendan la

labor de podar las ramas secas, desarrollar las verdes y coordinarlas en sistemas coherentes

—pero transitorios—, cumplirán la misión del sinoptikós de Platón. Pero no lo harán ya al

margen de la ciencia, no lo harán ignorando el saber moderno, sino que se fundarán sobre él.

Toda época ha intentado integrar los conocimientos; nuestra época, la era de la ciencia,

intenta integrar conocimientos más o menos verificados, pero no pretende elaborar síntesis

cristalizadas.

La filosofía en la ciencia y la cienciaen la filosofía{1}

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La primera cuestión que debe preocuparnos en el momento en que comenzamos a tratar de un problema cualquiera de los que implica la Filosofía de la Ciencia ha de ser, sin duda, la de la debida legitimidad de esta disciplina relativamente nueva y peculiar. ¿Es posible hablar de una filosofa de la ciencia? Porque, ¿estamos ya suficientemente seguros de lo que son, en sus respectivos casos específicos, la ciencia y la filosofía?

Es indiscutible que hasta hace apenas dos siglos la expresión filosofía de la ciencia hubiera carecido de posibilidad real, vale decir de sentido, porque hasta ese entonces las ciencias, como tampoco la filosofía, habían logrado el detalle y la precisión que en la actualidad disfrutan, de tal modo, que no es menester ningún alarde de sutileza para hacer ver a qué nos estamos refiriendo cuando se habla de filosofía o de ciencia. Nadie puede en el presente, si posee la cultura indispensable a estos efectos, confundir lo que es la ciencia en cada caso –matemáticas, física, biología, psicología, astronomía– con el contenido específico de la filosofía. Ni por sus respectivos objetos ni tampoco por sus particulares finalidades, cabe la menor confusión entre ciencia y filosofía. Y, sin embargo, ¿cómo es posible que haya una disciplina denominable Filosofía de la Ciencia? O sea un peculiar tipo de saber que es, a la vez y con sentido, tanto ciencia como filosofía.

Desde luego que las respuestas pueden llover al instante de formulada la anterior pregunta, entre las cuales no faltaría, por supuesto, la tan generalizada de que «hay un momento en que la ciencia rebasa el nivel de sus propias especificaciones objetivas para hacerse tangente con la filosofía», o la que dice que si hay filosofía de la ciencia es porque «todo objeto –incluso, por supuesto el científico– tiene un aspecto «filosófico», o sea que puede ser contemplado sub specie aeterni». Sin duda que esas respuestas y docenas de ellas pueden admitirse... con relativa validez. Pues siempre seguiremos obligados a movernos en el terreno de una inexcusable indagación perpetua respecto de lo que realmente debe ser la filosofía de la ciencia.

Para tratar de hacer un poco de luz, no ya en la cuestión en sí, lo que resultaría algo superior a mis fuerzas, [5] sino en el sentido de la pregunta por la filosofía de la ciencia, voy a permitirme presentar ante ustedes las cuatro siguientes consideraciones.

1) ¿Cómo se han venido presentando la filosofía y la ciencia hasta el presente?

La ciencia que conocemos, la que hacemos y disfrutamos, es un invento griego. No vamos a detenernos ahora en la atendible consideración de los antecedentes egipcios y orientales de la ciencia y del saber helénico en general. Lo que sí se puede aseverar es que el concepto de Ciencia como un saber fundado en rigurosas consideraciones teóricas, es producto de la cultura griega clásica. Las formulaciones matemáticas de un Eudoxio de Cnido (a quien se debe, entre otras hazañas, la solución de problemas planteados por la teoría de los números irracionales y el del infinito), o de un Arquímedes (quien obtiene las propiedades de curvas y sólidos mediante el método llamado deexhaución), o de un Eratóstenes o un Diofanto de Alejandría (el único «algebrista» griego), constituyen el fundamento de las matemáticas tal como en su largo y esplendente desarrollo han llegado a nuestros días. Es decir, que se trata de rigurosa especulación con los números y sus propiedades, no con fines de aplicación práctica, sino por el hecho mismo de encontrar en ellos lo que su estudio puede ofrecernos. Y en este mismo sentido, aun cuando difieran de la matemática por sus respectivas naturalezas concretas, cabe hablar de un riguroso teoretismo en la física, la biología, la psicología y hasta la astronomía de los griegos. La ciencia griega es, entonces, la puesta en marcha de un proceso de investigación acerca de la naturaleza y la causa de las cosas, en cuanto éstas son y pueden ser algo en sí y por sí, de modo que la objetividad que la ciencia occidental ha puesto siempre como conditio sine qua non de su existencia, o sea la referencia severa y cuidadosa al objeto en cuanto éste es el que debe ofrecer, como objeto (de investigación), lo que realmente pueda llegar a ser el contenido de la ciencia, ha regido siempre, desde los griegos a nosotros, el proceder científico, mientras ha sido esto y no una lastimosa suplantación. Y tal característica, repetimos, es herencia griega. Bien es cierto que ha sido aumentada, superada y que dista mucho de ser, actualmente, lo que fue para la Hélade. Pero su sustancia sigue siendo idéntica.

Pero tampoco es posible dejar a un lado las descomunales transformaciones que la ciencia, lo mismo que la filosofía, ha sufrido a través de dos mil setecientos años. Después de las cuidadosas investigaciones que en la historia de las ciencias en la antigüedad nos suministran Duhem en Le systeme du monde. Histoire des doctrines cosmologiques de Platon a Copernic, Tannery en suScience et Philosophie, Milhaud en

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sus Etudes sur la pensée scientifique chez les grecs et chez les modernes  y Abel Rey en La science dans l’antiquité, no cabe incurrir en la confusión de ciencia y filosofía entre los griegos. Por el contrario, como lo demuestran esas obras mencionadas, la ciencia griega había logrado un notable y severo adelanto que le hacía distinguirse de la filosofía, al extremo de que ya en tiempos de Platón y Aristóteles el respectivo contenido de la ciencia y la filosofía está perfectamente establecido, [6] como se desprende de la sistematización que Aristóteles puede llevar a cabo precisamente porque ya, en su tiempo, existe la diferenciación aludida. Y si la ciencia griega se atasca, si no logra rebasar el límite que alcanzó, es porque, históricamente, al hombre de la Hélade no le fue dado conocer ciertas exigencias imprescindibles para un mayor progreso de la ciencia y que no aparecerán hasta el Renacimiento. Y son precisamente estos requerimientos los que permiten una desvinculación entre la ciencia y la filosofía que tampoco fue posible en Grecia, por lo que, si bien es cierto que la ciencia alcanzó a definir bastante perceptiblemente sus contenidos, no pudo, en cambio, desligarse de cierta «idea de la realidad» en general, que le mantuvo atada a la filosofía y en servidumbre de ésta.

Esta servidumbre procede de la preeminencia ontológica que muestran en la indagación del ser la filosofía como la ciencia griega. El hombre de la Hélade vive sumido en una relación directa y siempre inmediata con la realidad, de suerte que su investigación de la naturaleza va dirigida siempre, resueltamente, a la pregunta por el Ser de las cosas. La pregunta, pues, que rige siempre la investigación, lo mismo en el orden de la ciencia que en el de la filosofía, es la siguiente: ¿Qué son las cosas? Y adviértase que subrayo tanto el pronombre interrogativo como el verbo, pues en la privilegiada posición de ambos, respecto de la pregunta, radica todo el destino del progreso que logró alcanzar tanto la ciencia como la filosofía.

¿Qué son las cosas? significa, por lo pronto, el propósito de llegar, en el conocimiento, hasta el ser mismo de las cosas, vale decir de la realidad. Pero, ¿es posible alcanzar, por la vía del conocimiento, el ser de la realidad? ¿No resulta una imposibilidad ese empeño, puesto que todo conocimiento es siempre simbólico, figurativo? Y, finalmente, ¿no tendrán las cosas, la realidad misma, otro modo de ofrecerse, que no sea el de su puro y prístino ser? Acaso es todo conocimiento un modo de confirmar lo que dice la Casandra en los versos famosos de Schiller: «Sólo el error es la vida – y la verdad es la muerte».

Ese otro modo de alcanzar el ser de las cosas, en forma indirecta, es el que va a poner en práctica la Edad Moderna. Pero debe ser dicho, porque de lo contrario se cometería una flagrante injusticia, que ya está latente en las consideraciones de algunas mentes excelsas de la Edad Media. Ignorar lo que representa la théorie de la pesanteur, de Alberto de Sajonia o el Tratado del Cielo y del Mundo de Nicolás de Oresme (antecesor directo de Copérnico), o todavía más significativamente Rogerio Bacon, a quien debemos la frase scientia experimentalis, que para él se resume en el apotegma siguiente: Nullus sermo in his potest certificare, totum enim dependent ab experientia. Mas, tampoco debemos ir demasiado lejos en la asignación del mérito que a estos hombres corresponde con respecto a la investigación científica al modo como la concibe y lleva a cabo la Edad Moderna. Pues, como lo advierte Gilson, las especulaciones científicas medievales llevan indefectiblemente las marcas de esta época, o sea que en todas sigue dominando en considerable medida la idea ontológica de la realidad. [7] Sólo cuando llegue la Edad Moderna el cambio se producirá en la forma de un desplazamiento desde la aludida idea ontológica de la realidad a su idea epistemológica.

El cambio decisivo no es, por supuesto, ni insólito ni gratuito, pues sus manifestaciones primarias habría que ir a buscarlas en las concepciones nominalistas de filósofos e investigadores científicos como Escoto, Ockam, Cusano, Oresme, Buridán y otros. Pues del terminismo ockamiano a la simbología matemática de un Galileo o un Descartes media un largo trecho donde se insertan concepciones como el infinitismo de Nicolás de Cusa y el gravitacionismo de Oresme y Grosseteste, por no citar otros. Pero siempre quedará a favor de la Edad Moderna el salto decisivo que sobre todo Galileo representa en la historia de la ciencia al inicio de los llamados Tiempos Modernos.

La ciencia moderna renuncia, pues, desde el comienzo, a conocer las cosas, es decir, la realidad directa e inmediata (su qué) y se conforma con el conocimiento de símbolos (el quale o cómo de las cosas), de aquí que, como lo ha señalado muy bien Zubiri, ahora la ciencia deja de ser ciencia decausas de cosas para convertirse en ciencia de variaciones de fenómenos. Así, por ejemplo, si respecto del movimiento, «la física aristotélica y medieval pedía su principio, por tanto, una afirmación real sobre cosas; la física

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moderna renuncia a los principios y pide sólo su ley, la norma de la variación».{2} Tal es, por consiguiente, la transformación decisiva operada en el concepto de la ciencia desde el alborear de la Edad Moderna.

Con esta singular y decisiva transformación la ciencia moderna comienza a desvincularse de la filosofía, todavía más, cabe afirmar que opera su independización de un solo tajo, pues con este cambio quedaba realizado lo esencial en cuanto a la desvinculación de ciencia y filosofía. Y tan cierto es esto, que apenas siglo y medio después Kant puede preguntar si por acaso la metafísica (vale decir la filosofía) es posible, porque las ciencias, en su concepto, lo son, sólo que debe uno preguntar cómo es que pueden serlo.

A partir de Kant, a quien hay que considerar como un momento singular y decisivo en el deslinde riguroso entre ciencia y filosofía, el progreso de la Ciencia en general, tanto en lo que se refiere al desarrollo de las ya existentes por aquel entonces como a la proliferación de otras nuevas, lo mismo que el prodigioso afinamiento y precisión de los recursos investigativos de cada una de ellas, asciende a un grado que jamás hubieran podido sospechar sus progenitores del siglo XVI. Pero también a lo largo del siglo XIX, mientras tiene lugar ese portentoso despliegue científico, la filosofía parece encogerse hasta quedar reducida o bien a una pura imposibilidad (como lo entiende el positivismo) o bien a lo que debe ser su máxima posibilidad, es decir, como metodología de las ciencias (tal como lo entiende el neokantismo). Pero la filosofía resurge en el sigue XX con una fuerza que asombraría a los positivistas de más rancia solera si les fuera dable contemplarla ahora. [8] Y es precisamente en nuestra época cuando tiene lugar y tiene también todo su sentido eso que podemos denominar con toda propiedad Filosofía de la Ciencia. Porque es ahora cuando cabe encontrar una relación interna, en lo que atañe a las formulaciones decisivas de la ciencia y la filosofía respectivamente, entre ambas grandes ramas del saber. Hemos llegado al límite de la posible máxima tangencia de la ciencia con la filosofía, lo que equivale a decir, que ya hemos dado en la distinción entre ambas, que, por otra parte, no es tan difícil de encontrar, pues depende, más que del contenido –de la naturaleza de sus respectivos objetos–, de la peculiar actitud que el filósofo y el científico asumen ante la misma realidad en general y por principio.

2) La distinción fundamental: las preguntas que la ciencia no puede hacer.

Creo que la distinción fundamental entre la ciencia y la filosofía se puede hallar sin mayor esfuerzo en las preguntas decisivas que una y otra pueden formular. Llamo preguntas decisivas a aquellas que confieren realidad y sentido a una disciplina del saber en cuanto tal. De este modo, a la ciencia le resulta completamente imposible formular preguntas tales como: ¿Qué es el Ser?, ¿Cómo se conoce que se conoce?, ¿en qué consisten esencialmente el tiempo y el espacio?, y etcétera. En este sentido Kant tiene toda la razón cuando asigna a la Ciencia el sector del mundo empírico y carece por completo de ella cuando pretende que toda la experiencia se reduce y se confina a ese mundo empírico.{3} Pero no cabe duda de que la filosofía no tiene realmente nada que hacer en el mundo sensible, como no sea en forma indirecta, es decir, cuando intenta conocerlo y justificarlo a partir de las últimas instancias del ser, de la esencia, la sustancia, &c. Mientras que la ciencia sólo puede operar en el mundo sensible, lo mismo si se trata de electrones y moléculas que de emociones y afasias.

Pero, entonces, ¿qué relación real es posible establecer entre la ciencia y la filosofía, si entre ambas no hay un nexo, no importa cuán sutil resulte, a través del cual quepa la intercomunicación? A este respecto, es preciso volver por el momento a la cuestión de la calidad de las preguntas que corresponden respectivamente a la ciencia y a la filosofía. Lo que sucede es que la ciencia, si ha de proseguir en el curso que le abrió la Edad Moderna, es decir, como pregunta por el cómo de la realidad, como ciencia de variaciones de fenómenos, no se puede apartar de su condición deconocimiento simbólico aproximado, es decir, de idea epistemológica de la realidad. Y a esto se debe que el progreso de la ciencia sea mucho más perceptible que el de la filosofía (porque no se ve obligada a volver sobre las mismas cuestiones) y a que sus cambios no resulten tan bruscos, sino, por el contrario, consecutivos y paulatinos. Pero la filosofía, por el contrario, ha de regresar constantemente a las cuestiones básicas que justifican su existencia, porque persigue una idea ontológica de la realidad. De esta manera, y a guisa de mostrenco ejemplo, [9] podemos decir que mientras a la filosofía le es dable preguntar ¿qué es el movimiento?, a la ciencia física sólo le es permisible indagar cómo se mueve lo que se mueve. Porque, en realidad de verdad, jamás la ciencia ha podido saber, ni tal vez llegue a saberlo nunca, en qué consiste el movimiento, o sea cuál es suser.

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Pero, entonces, ¿no cabe en modo alguno formular preguntas en la ciencia como las que hemos consignado a la filosofía? Si ello no es posible, ¿cómo relacionar la ciencia con la filosofía? O dicho de modo más explícito: ¿cómo es posible entonces una Filosofía de la Ciencia?

3) La objetividad y la subjetividad en la ciencia y en la filosofía.

Para ensayar con alguna probabilidad de relativo éxito una respuesta a la anterior pregunta debemos antes examinar la debatida cuestión de la objetividad y la subjetividad discernibles en la ciencia como en la filosofía.

Suele ser afirmación corriente la de que mientras la ciencia opera a base de la más rigurosa objetividad, la filosofía, por el contrario, padece inevitablemente de una lamentable subjetividad. O sea que mientras hay siempre, de un modo o de otro, acuerdo posible entre los científicos, no se puede decir lo mismo respecto de la filosofía, de manera que cada filósofo es un universo cerrado e independiente con relación a sus demás congéneres. Y lo curioso es que estas afirmaciones son del todo ciertas, en cuanto a la sustancia de sus contenidos, pero suelen padecer de una peculiar malinterpretación que proviene de una prejuiciosa actitud que pasa de largo ante el examen detenido y minucioso de esas afirmaciones.

No hay nada, en efecto, que sea más subjetivo que la filosofía ni más objetivo que la ciencia. Pero tampoco se puede descuidar que lo objetivo de la ciencia no es quien la hace (el científico) sino sus resultados, mientras que asimismo la filosofía adopta la máxima objetividad en quien la hace, al tiempo que su máxima subjetividad reside en los resultados obtenidos. Veamos por qué.

La ciencia consiste en un conjunto de procedimientos destinados a actuar sobre el objeto de la investigación. Pero el científico tiene que estar constantemente inventando, creando esos procedimientos, lo cual no deja de ser, de todos modos, una ficción, y ya sabemos el enorme valor que las ficciones tienen en el progreso científico. Lo cual no quiere decir que la manipulación empleada –el método– deje de adaptarse al objeto al cual se aplica, por modo riguroso, pero sí que el científico ha de partir siempre de una idea o esquema mental que él mismo diseña, pues ni le viene de ninguna revelación ni se lo ofrece el objeto en cuanto tal objeto, ya que, en este caso, estaría de más todo proceso de investigación. Por este motivo, resulta del todo atinente y justificado decir que el hombre de ciencia se ve compelido a inventar en buena dosis la ciencia que hace. Además, la ciencia no está ya dada, ni se descubre, en el sentido de lo que de buenas a primeras alguien alcanza a divisar, sino que se hace, o sea que aparece como el resultado de lo que alguien, en este caso el científico, ha construido con vistas a un fin predeterminado. [10] Lo que sí no inventa el científico son los resultados de su investigación, pues estos proceden del modus operandi sobre el objeto que se investiga. Y por todo esto es que cabe afirmar que el científico es el más subjetivo de todos los investigadores, aun cuando el producto de sus indagaciones resulte lo más objetivo posible.

Mientras que en la filosofía, decíamos, sucede justamente lo contrario, o sea que el filósofo es el más objetivo de los investigadores, mientras que sus conquistas filosóficas llevan la marca de la máxima subjetividad. Sucede así porque el filósofo no puede inventar nada como modus operandi, ya que sus preguntas tienen que ser a la vez directas e ingenuas. Son directas. porque nótese qué es lo que pregunta el filósofo y cómo lo pregunta: ¿qué es el tiempo? y ¿por qué hay tiempo? Para un científico tales preguntas son imposibles, porque el tiempo del físico, o del biólogo, &c., resulta hasta cierto punto una ficción, ya que ellos arrancan del supuesto de que lo saben, pero no lo saben, pues si deciden saberlo, como cuestión previa, no hay ciencia posible. Y adoptan, entonces, la actitud de San Agustín, respecto del tiempo: «Cuando no me lo preguntan, ya lo sé; mas cuando me lo preguntan, pues ya no lo sé». Y la pregunta es, además, ingenua, porque no cabe suponer mayor gratuidad y ausencia de segundas intenciones, ya que es una pregunta que sólo un niño o un orate, o sea la gente con menos sentido común, es capaz de hacer. Pero lo cual no le quita ni un adarme de importancia y de realidad a la pregunta, sino que, por el contrario, pone de relieve que, si bien es posible, adoptando una actitud de hábil evasión, zafarle el cuerpo a la cuestión, haciendo como que se sabe, aunque no se sabe, ello no significa que, en el plano del más riguroso respeto a la verdad absoluta que la ciencia dice acatar siempre, debiera empezar por hacerse cuestión de lo que sea el tiempo, o el espacio, o el ser de aquello de lo cual dice luego con toda solemnidad: es esto o lo otro.

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Vemos, pues, que mientras la ciencia es subjetiva en su modus operandi y objetiva en sus resultados, la filosofía resulta objetiva en su proceso indagatorio y subjetiva en los resultados a que puede llegar en cada caso. La filosofía no puede ser subjetiva en su inquisición acerca de lo que pretende llegar a saber, porque de ninguna manera puede construir un método con el cual le sea dable el conocimiento del comportamiento o conducta de tal o cual aspecto de la realidad; porque no es a esto a lo que aspira el filósofo. Si el hombre de ciencia se empeña en descifrar el secreto último de la realidad, es decir, el Ser de la misma, automáticamente cesa como hombre de ciencia y se desplaza al sector de la filosofía, con todas sus consecuencias. Si un hombre de ciencia se detiene ante consideraciones tales como las de si el objeto de sus investigaciones es real con independencia de su actividad mental cognoscitiva, o si, por el contrario, carece de realidad independiente; si aquello que aspira a conocer es de veras conocible, o si la estructura del conocimiento implica una construcción mental que se superpone a lo verdaderamente real, &c., entonces la ciencia que él pretende hacer se desvanece, [11] pues para que pueda realizarse es indispensable partir siempre de un mínimo de supuestos sobre los cuales descansa toda elaboración científica.

Se me dirá, al llegar a este punto, que también la filosofía sobreabunda en supuestos, en ficciones y en especulaciones de toda clase. Pero respondo diciendo que cuando la filosofía hace tal cosa, no sólo imita pobremente a la ciencia, con lo cual, por lo pronto, ni es ciencia ni es filosofía, sino que, además, el hecho mismo de que la filosofía se ve obligada a regresar siempre a las mismas cuestiones fundamentales, la llamada philosophia perennis, demuestra que los supuestos, o sea la subjetividad del modus operandi, no le sirve de nada, como no sea para comprobar que sólo al actuar en forma rigurosamente objetiva, es decir, con la ingenuidad que ya Platón le asignaba, es que puede ser realmente filosofía.

Pero, decíamos, el resultado obtenido en la indagación filosófica tiene que ser forzosamente subjetivo. Sí, porque en la ciencia la investigación debe quedar rigurosamente subordinada al objeto por el cual se pregunta, pues, de no ser así, desaparece toda posibilidad de verdad. O sea que el hombre de ciencia, aun cuando parte de ciertos supuestos, es decir, de algo que él pone, no puede adaptarlos caprichosamente, sino que, o corresponden con lo que se piensa que puede ser, o se sustituyen por otros. En esto radica la rigurosa objetividad científica y el valor de sus afirmaciones. Pero con la filosofía sucede todo lo contrarío, pues aquello a que puede llegar el filósofo al formular sus preguntas, es siempre algo muy personal, de la profunda intimidad de cada sujeto filosofante con la realidad cuestionada. Por eso cuando Hegel dice que si en la ecuación: «todo lo real es racional – todo lo racional es real» algo falla, eso falible debe ser la realidad, tiene todo el derecho a afirmarlo, puesto que, en el fondo de su afirmación, descontada la petulancia de su sistema racionalista (que no es poca), late una profunda intuición de lo que representa la dramatis persona del sujeto filosofante; ya que, sin lugar a dudas, todo el problema de la realidad, en la filosofía repercute decisivamente en el que filosofa. Y por esto es que, en sus consecuencias definitivas, como filosofía ya hecha, es decir, escrita, la de cada quien que la ha hecho (Platón, Kant, Husserl, &c.) es algo puramente subjetivo.

Pero, cabe advertir que al plantear el contraste entre la subjetividad de medios y la objetividad de resultados en la ciencia y la objetividad de medios y la subjetividad de resultados en la filosofía, hemos llegado con apreciable proximidad a lo que pudiera ser denominado el problema de lassituaciones límites en la relación de ciencia y filosofía. Con él pondremos punto final a estas notas.

4) El problema de las «situaciones límites» en la ciencia y en la filosofía.

Le tomo prestado a Jaspers la expresión de situaciones límites, aun cuando, por supuesto, la empleo con un sentido bastante diferente al que le da su autor. Veamos por qué. [12]

Jaspers designa como situaciones límites a ciertos estados propios e inalienables del hombre, a los cuales es preciso referir en todo momento la condición humana, puesto que sin ellos no tiene la menor posibilidad de ser lo que es. Así nos encontramos con que la muerte, el azar, la desconfianza y la culpa definen perfectamente la existencia humana, pues ¿qué hombre es capaz de soslayar esassituaciones que resultan límites porque ellas circundan y encuadran definitivamente la condición humana? Pero, por otra parte, son esas situaciones límites las que permiten al ser humano «rozarse», tangenciarse, diríamos, con lo que no es él, de manera que esas situaciones límites constituyan a la vez la posibilidad y la imposibilidad humanas. Y es deslizándome por el leve resquicio de esta similitud que pretendo establecer, también para las relaciones posibles de ciencia y filosofía, una suerte de situaciones limites, digamos allí donde la filosofía, para serlo, depende de la ciencia; exactamente como ésta, por su parte, no puede prescindir de aquélla; y,

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entonces, en la conjunción de esas dos delgadas aristas vendría a quedar situada la Filosofía de la Ciencia. Porque ésta surgiría de la vinculación que la situación límite determinada por la subjetividad y objetividad específicas de la ciencia tuviera con la correspondiente objetividad y subjetividad específicas de la filosofía. O sea que allí donde pudiera encontrarse una congruencia necesaria de ambos pares de objetividades y subjetividades estaría, de hecho y de derecho, operando ya la Filosofía de la Ciencia.

Expliquémonos. La objetividad de la filosofía procede de la forma sui generis del preguntar por la realidad en la actividad interrogante del sujeto que filosofa. Pues éste se propone saber la realidad última y decisiva, sin posible intermediación, de modo que –como ya se ha dicho– aspira a un saber ontológico de la realidad. Mientras que la objetividad de la ciencia procede del objeto mismo, o sea de la realidad a cuya indagación se le ha aplicado previamente la ortopedia del método (a veces muy complicado) que permite llegar a cierta realidad del objeto, que, por eso mismo es, –también se ha dicho– un saber epistemológico de la realidad. Vemos, pues, cómo en este caso, pueden confluir en una misma pretensión de un saber último y por ende rigurosamente verdadero las respectivas objetividades de la ciencia y la filosofía; y es así posible explicar por qué la filosofía puede intervenir en la ciencia, porque la objetividad de la ciencia se completa y adquiere su justificación en la objetividad de la filosofía, lo cual no quiere decir que para hacer ciencia sea indispensable la intervención en ella de la filosofía, sino que es requerible cuando se trata de ir más allá de la manipulación científica para encontrarle un último fundamento a la ciencia, es decir, para proporcionarle, si tal cosa es posible, respuestas, no al cómo –que eso es lo habitual de ella–, sino al qué y al por qué. Pues cuando esto ocurre es que aparecen las elaboraciones que llevan por título La ciencia y el método, El valor de la ciencia (Poincaré), ¿A dónde va la ciencia? (Max Planck), Análisis del conocimiento científico(Neuchslosz), &c.

Veamos, por otra parte, lo que sucede con el problema de la subjetividad en la ciencia como en la filosofía. [13] Hemos dicho que la subjetividad científica reside en la manipulación, en el método utilizado de acuerdo con las exigencias del objeto sometido a investigación. Mientras que en la filosofía encontramos la subjetividad en la realidad a que se dirige, o mejor, en los resultados de esa indagación una vez que el sujeto filosofante ha hecho suya la posible respuesta que esa realidad le ofrece, en forma asaz peculiar, porque en la filosofía toda pregunta implica ya, en cada caso, una forma personal de respuesta, o sea que cada filósofo espera, como si dijéramos, la clase de respuesta que su pregunta debe proporcionarle.

Y la subjetividad de la ciencia viene, en este caso, en auxilio de la subjetividad filosófica, porque su rigurosa subordinación a la naturaleza y a los requerimientos del objeto resulta un eficaz contraste con la subjetividad muy de cada quién de los filósofos. O, dicho de modo más claro: sería hoy temeridad intelectual intentar una filosofía de espaldas por completo a la ciencia, lo que no supone una subordinación a ésta, ni mucho menos, sino simplemente el reconocimiento de que la investigación científica tiene mucho que decir en relación con las complejidades de la realidad. Pues cuando se descuida este extremo, se cae en las exageraciones e inexactitudes de la metafísica o la filosofía de la historia de un Hegel, por no citar a otros autores.

La ciencia y la filosofía tienen, pues, un lugar de tangencia, que es aquél donde concurren sus respectivas situaciones límites. La Filosofía de la Ciencia resulta, no sólo posible, sino imprescindible. Pues si ha de haber ciencia en general tiene que ser a base de que esté fundamentada en un saber que remonte y supere los límites del método y las especificaciones que caracterizan y circunscriben el objeto de cada ciencia. O sea que la ciencia no se puede reducir al estudio del comportamiento y las características específicas de este o aquel objeto, sino que debe hallar sus propios fundamentos, su verdadera razón de ser, en lo que sea capaz de rebasar el contorno de su modus operandi. Lo cual no significa que la ciencia deje de ser ciencia ni la filosofía llegue a saturarse de lo que le es ajeno. Pero sí que es posible conciliar en una disciplina de riguroso saber el qué y el por qué (las preguntas de la filosofía) con el cómo (la interrogación que origina la ciencia tal cual hoy se le conoce) y en esta integración, donde tanto la ciencia como la filosofía seguirían conservando su total autonomía, vendría a fundarse, creo yo, la Filosofía de la Ciencia.

La antropología científica se plantea el problema del origen, la evolución y las cualidades de la especiehumana. Se ocupa tanto de la dimension biológica como

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la dimension cultural, por eso, la antropologíacientifica se puede dividir en dos grandes disciplinas: la antropología biológica o fisica, que trata dereeconstruir el curso de la evolución humana mediante el estudio de los restos fósiles y la antropologíacultural. que se ocupa de la descripción y analisis de las culturas del pasado y del presente.Mientras la antropología biológica se ocupa de las características físicas de los hombres, la antropologíacultural estudia las caracteristicas de las sociedades humanas: relaciones familiares, estructuras de poder,costumbres, tradiciones, lenguaje.La antropología filosófica, por su parte, atiende a un campo más amplio. Se sive de los datos proporcionadospor los estudios antropológicos no filosóficos para buscar "la esencia" del hombre, para determinar en queconsiste la especificidad del ser humano en un mundo que comparte con otros seres vivientes y que al ser humano transforma y modifica

Concepto y diferencia entre antropología filosofica y antropología cientificaDesde los comienzos de la filosofía, se observa que hay una preocupación por definir al hombre, por hallar su diferencia especifica, es decir aquello q lo hace ser humano y q losdistingue de los demás seres q habitan en la tierra. De esta cuestión se encarga laantropología filosófica.Existe también la antropología científica q se plantea el problema del origen, la evolución y las cualidades de la especie humana. Se ocupa tanto de la dimensión biológica como de la dimensión cultural; en cuanto a la primera trata de reconstruir el curso de la evolución humana mediante el estudio de los restos fósiles, en cuanto a la segunda (la antropología cultural) es la q se ocupa de la descripción y análisis de las culturas del pasado y del presente. [MIENTRAS QUE LA ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA SE OCUPA DE LAS CARACTERÍSTICAS FÍSICAS DE LOS HOMBRES, LA ANTROPOLOGÍA CULTURAL ESTUDIA LAS CARACTERÍSTICAS DE LAS SOCIEDADES HUMANAS: RELACIONES FAMILIARES, ESTRUCTURAS DE PODER, COSTRUMBRES, TRADICIONES, LENGUAJE, ETC)La antropología filosófica se sirve de los datos proporcionados x los estudios antropológicos y no filosóficos para buscar la ESCENCIA del hombre, para determinar en q consiste la especificidad del ser humano en un mundo q comparte con otros seres vivientes y q el ser humano transforma y modifica.

Para algunos filósofos, las diferencias entre los seres humanos y los animales son de GRADO y no de ESCENCIA. (dicen q todo lo que nosotros poseemos como único de nuestra especie, los animales también lo tienen pero de un modo menos evolucionado). Para otros, existe una ESCENCIA q distingue al ser humano (es decir q nosotros tenemos algo q los demás animales no tienen ni van a tener).

La ANTROPOLOGÍA CIENTÍFICA nos informa q existen sepulturas q tienen mas de 10000 años de antigüedad pero no nos dice q` significa la conciencia humana de la muerte, q` significa p/ los

Humanos saber q se van a morir y como afecta esa conciencia en sus vidas y proyectos personales.

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Planteado en términos filosóficos el problema del hombre y su principal interrogante de determinar qué es el hombre, qué diferencia al hombre de las demás entidades que existen en la realidad, y cuáles son los componentes fundamentales de

su ser; la cuestión reside en inquirirse acerca de la esencia más definitiva del ser humano. Se trata de identificar aquello que constituye su característica más propia y más determinante de su distinción respecto del resto de los seres, especialmente de

los seres vivos; una característica que sólo los seres humanos posean por el solo hecho de ser humanos.

Prácticamente todos los filósofos que se han planteado esta interrogante, desde los primeros orígenes, identificaron como tal elemento la posesión de la facultad de

raciocinio, la razón. Ello se sintetiza habitualmente en la expresión de Aristótelesconforme a la cual “el hombre es un animal racional”; por oposición a los animales, aún los más evolucionados en la escala zoológica, que actúan en base

al instinto.

Reconocido y aceptado, por otra parte, que también los seres humanos están sometidos a necesidades vitales y a instintos; es asimismo una idea que aparece siempre en el pensamiento filosófico, expresada de una u otra manera y con uno otro alcance, la de que justamente la superación del individuo humano resulta de

alcanzar una capacidad de obrar, por lo menos en algunos aspectos, por encima y a pesar de sus impulsos instintivos. Y, en consecuencia, lograr que sean sus facultades intelectuales las que determinan su conducta, tanto en función de su conocimiento

o“ciencia”, como en función de ciertos criterios valorativos frente a sí mismo,“conciencia”.

 La investigación y la experimentación biológica, ha conducido a determinar en muchos casos, conductas de los animales que aparentemente responden a un

raciocinio, por lo menos en un enfoque práctico. Especialmente, existen numerosos ejemplos demostrativos de lo que se denominan “los reflejos condicionados” de diversas especies animales: monos, perros, delfines, focas, osos, elefantes, etc.

Incluso, existen conocidos estudios acerca de comportamientos bastante complejos de seres como las hormigas o las abejas, algunos pájaros, etc.

Sin embargo, la resultante final de esos estudios, conduce a advertir que esos comportamientos - aunque en muchos aspectos resultan ser consecuencia de

determinaciones acerca de cuyo origen no se ha alcanzado un conocimiento cabal

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desde el punto de vista científico - constituyen un tipo de respuestas automáticas, esencialmente resultantes de vinculaciones “aprendidas” entre una acción y un

resultado (como la foca que recibe un pescado luego de obedecer un estímulo de su entrenador).

Lo que esencialmente diferencia esos comportamientos “programados” de los animales adiestrados - o los que puedan haber adquirido incluso en la vida en

suhábitat propio - respecto de los comportamientos racionales de los seres humanos, reside en que el hombre emplea a esos fines otras facultades, que le son

absolutamente propias y exclusivas: la inteligencia y la voluntad.

 La facultad de la inteligencia, que caracteriza a los seres humanos, está constituída fundamentalmente por la capacidad de interpretar la realidad no

solamente en sí misma - como se la percibe a través de los sentidos - sino bastante más allá.

El origen etimológico latino de la palabra inteligencia, se compone de sus raíces“intus” y “legit”, que respectivamente significan interiorizar y captar o leer; es decir que “inteligere” es equivalente a leer o captar lo que hay en el interior de las

cosas, y sobre todo, en el interior de las relaciones de la realidad.

La inteligencia humana posee ciertas características que le son específicas y la diferencian de todas las restantes facultades de los seres vivos:

 Posee la capacidad de abstracción — mediante la cual puede captar no solamente un objeto real, sino el modo de ser en sí mismo del objeto,

integrándolo en su género; es decir, que su percepción va más allá de lo concreto en cuanto percibe el modo de existir en abstracto, de los elementos

individuales existentes en la realidad.

En ese sentido, cabe hacer la distinción entre una inteligencia práctica, que se aplica directamente a encontrar los medios adecuados para llegar a un fin

(como construir una herramienta para ampliar la capacidad manual); y la inteligencia contemplativa, que analizando la realidad extrae de ella relaciones y trata de obtener un conocimiento sobre el ser mismo de las

cosas.

 Posee la capacidad de interpretación — En su sentido más preciso, la inteligencia es por sobre todo entendimiento. Si por una parte la inteligencia, al menos respecto del mundo de la realidad, depende de la información que

proviene del conocimiento sensible; lo que en definitiva es su producto esencial está conformado por un resultado final de entendimiento de esa realidad, la capacidad de interpretar todas las relaciones extraídas de la

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información obtenida, para alcanzar el conocimiento del nivel más superior.

Se trata, por tanto, de un conocimiento que permite tener una representación coordinada, coherente, armónica de la realidad o de una concepción

intelectual; de tal modo que la razón encuentra que ha logrado conocer la totalidad del objeto de su análisis, comprender sus orígenes causales, sus

pautas de funcionamiento, sus finalidades, anticipar todas las posibilidades de ocurrencia. Como consecuencia de la interpretación inteligente de la

realidad, es que el hombre adquiere la verdadera posibilidad de poner en actuación todas sus restantes facultades , especialmente la voluntad, para

obrar en la forma adecuada.

 Tiene la capacidad de captar su propia existencia — de conocerse y “entenderse” a sí misma. Los órganos sensoriales, los sentidos pueden

percibir todos ellos sensaciones externas, pero nunca pueden percibirse a sí mismos. Por otra parte, un sentido sólo puede percibir las sensaciones

actuales; en tanto que la inteligencia, auxiliada con la memoria, puede volver repetidamente sobre sus propias percepciones y volver a procesarlas una y otra vez; lo que le permite revisar los propios entendimientos y raciocinios

previos, ya sea para ratificarlos o modificarlos.

Este proceso, que los filósofos designaron como reflexión, no tiene sin embargo equiparación posible con los fenómenos físicos de ese tipo; porque no opera sobre ningún elemento que tenga una existencia material, sino que

su existencia es absoluta y puramente intelectual.

La conciencia de la propia existencia es asimismo un resultado racional, en la medida en que, desde un punto de vista lógico, la propia acción de dudar de

la existencia está confirmando esa existencia, porque la duda no podría existir si no existiera el que duda.

 La inteligencia no es un objeto corpóreo — No reside definidamente en un órgano del cuerpo, como ocurre con la vista, el oído, el olfato, el tacto, etc.

Los más modernos avances de la tecnología - incluso filosóficamente fundados en la lógica de la diversidad falso/verdadero como lo está la

informática - evidencian que aunque es posible predeterminar procesos sumamente complejos (tales como las computadoras gigantes que juegan al

ajedrez); la inteligencia humana siempre supera todas las posibilidades mecánicas de procesamiento del conocimiento de la realidad.

 La inteligencia no es medible ni es divisible — Sin duda, la capacidad de intelección del hombre se incrementa enormemente a partir del

conocimiento; pero de todos modos la capacidad de “entendimiento” de la realidad, la inteligencia de una persona, no guarda una

relación matemática de proporcionalidad con el volumen del conocimiento

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que haya adquirido.