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LOS LÍMITES DE LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO DE CUIDADOS Sara Moreno ([email protected]) Carolina Recio ([email protected]) Vicent Borràs ([email protected]) Teresa Torns ([email protected]) Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball Institut d’Estudis del Treball Departamento de Sociología de la UniversidadAutónoma de Barcelona Campus Universitari- Edifici B 08193 Cerdanyola del Vallès (Barcelona) Abstract Los análisis demográficos plantean un futuro definido por el envejecimiento de la población y por la reducción de mujeres de las “generaciones “sándwich” que han sido, hasta hoy, las encargadas de las tareas de cuidado y atención de las personas dependientes en el entorno familiar. Un escenario que requiere la necesidad de plantear nuevas formas de organizar colectivamente este tipo de trabajo. Una organización que requiere necesariamente de la implicación y el soporte central de la Administración Local como productora y gestora de los servicios necesarios.El objetivo de la comunicación es presentar los límites de los procesos de profesionalización de las ocupaciones vinculadas a los trabajos de cuidado de larga duración. Se presentarán los resultados obtenidos con el trabajo de campo del proyecto PROFESOC (Referencia 2011-0004- INV-00120) que incluyen ocho grupos de discusión con distintos perfiles de personas cuidadoras y cincuenta entrevistas realizadas a distintos perfiles profesionales relacionados con el trabajo de cuidados. Esta investigación tiene como objetivo central analizar las posibilidades de profesionalización de los trabajos vinculados a la atención a personas requeridas de cuidados de larga duración. La hipótesis principal apunta hacia la existencia de factores socio-estructurales que limitarían las posibilidades de construcción de un empleo reconocido y cualificado. Más concretamente estos límites responden a tres aspectos cruciales: a) la ausencia de los cuidados de larga duración de los Estados del Bienestar que ya en su concepción, no contemplaban este tipo de necesidades, y un imaginario social, que no ha considerado ni ha demandado históricamente, este tipo de servicios a la administración pública; b) el contenido de este trabajo está íntimamente ligado a un imaginario social que concibe estos empleos como un continuum del trabajo doméstico no remunerado y limita las posibilidades

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LOS LÍMITES DE LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO DE CUIDADOS

Sara Moreno ([email protected]) Carolina Recio ([email protected]) Vicent Borràs ([email protected]) Teresa Torns ([email protected])

Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el TreballInstitut d’Estudis del TreballDepartamento de Sociología de la UniversidadAutónoma de BarcelonaCampus Universitari- Edifici B08193 Cerdanyola del Vallès (Barcelona)

Abstract

Los análisis demográficos plantean un futuro definido por el envejecimiento de la población y por la reducción de mujeres de las “generaciones “sándwich” que han sido, hasta hoy, las encargadas de las tareas de cuidado y atención de las personas dependientes en el entorno familiar. Un escenario que requiere la necesidad de plantear nuevas formas de organizar colectivamente este tipo de trabajo. Una organización que requiere necesariamente de la implicación y el soporte central de la Administración Local como productora y gestora de los servicios necesarios.El objetivo de la comunicación es presentar los límites de los procesos de profesionalización de las ocupaciones vinculadas a los trabajos de cuidado de larga duración. Se presentarán los resultados obtenidos con el trabajo de campo del proyecto PROFESOC (Referencia 2011-0004-INV-00120) que incluyen ocho grupos de discusión con distintos perfiles de personas cuidadoras y cincuenta entrevistas realizadas a distintos perfiles profesionales relacionados con el trabajo de cuidados. Esta investigación tiene como objetivo central analizar las posibilidades de profesionalización de los trabajos vinculados a la atención a personas requeridas de cuidados de larga duración. La hipótesis principal apunta hacia la existencia de factores socio-estructurales que limitarían las posibilidades de construcción de un empleo reconocido y cualificado. Más concretamente estos límites responden a tres aspectos cruciales: a) la ausencia de los cuidados de larga duración de los Estados del Bienestar que ya en su concepción, no contemplaban este tipo de necesidades, y un imaginario social, que no ha considerado ni ha demandado históricamente, este tipo de servicios a la administración pública; b) el contenido de este trabajo está íntimamente ligado a un imaginario social que concibe estos empleos como un continuum del trabajo doméstico no remunerado y limita las posibilidades de mejora de las condiciones de empleo y de reconstrucción de las cualificaciones profesionales; c) la aceptación social dela informalidad que comporta una competencia directa en los intentos de profesionalización de estos trabajos. Todos estos procesos ayudan a comprender las dificultades para construir profesiones vinculadas al cuidado y sirven para realizar propuestas políticas y laborales que las tengan en cuenta.

Palabras clave: trabajo de cuidados, profesionalización, división sexual del trabajo,

cuidados de larga duración, condiciones de trabajo.

Introducción

El punto de partida es la constatación de los procesos de envejecimiento de la sociedad

española, y el reconocimiento que este proceso demográfico supone un reto para las

sociedades actuales. El reto reside en la necesidad de pensar en soluciones colectivas,

socialmente organizadas, que permitan hacer frente al incremento de personas que

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requerirán unas atenciones especializadas, junto con una reducción de las cohortes de

mujeres de generación intermedia, que a la actualidad son las principales responsables

de la cura cotidiana de las personas. Este punto de partida tiene que servir para analizar

cuáles son las formas que organizan las soluciones posibles para hacer frente a este

supuesto agujero demográfico.

En este sentido la comunicación se adentra en el campo del cuidado a las personas que

requieren atención de larga duración y concretamente en el campo de los procesos de

profesionalización de los trabajos de cuidado. La ponencia presenta los primeros

resultados de la fase cualitativa del proyecto PROFESOC "Nuevas profesiones para la

organización social del cuidado cotidiano" (Instituto de la Mujer, 2011-0004-INV-

00120).El objetivo principal es explorar las posibilidades de creación de nuevos

perfiles profesionales capaces de atender las necesidades sociales de atención y cuidado

de larga duración que se dan en la vida cotidiana, de las personas necesitadas de dichos

cuidados. Para dar respuesta a esta propuesta general, se propone como objetivo

específico diagnosticar las dificultades que giran en torno al desarrollo de las

profesiones vinculadas al cuidado a personas con necesidades de cuidados de larga

duración. La estrategia metodológica utilizada se ha basado en técnicas cualitativas de

recogida de datos, que ha combinado entrevistas con trabajadoras del sector de atención

a las personas (seleccionadas en función de su perfil profesional) y grupos de discusión

con familias que cuidan cotidianamente de personas que necesitan cuidados específicos.

A continuación se presentan algunos aspectos centrales para situar el debate del trabajo

de los cuidados y su profesionalización; un breve apunte metodológico y se exponen los

resultados preliminares obtenidos.

2. Envejecimiento y necesidad de cuidados

La necesidad de atender las nuevas necesidades sociales que han surgido a raíz de los

cambios habidos en las sociedades del bienestar contemporáneas, en estas dos últimas

décadas, parece fuera de duda. Necesidades de las que si bien puede cuestionarse su

novedad, la mayoría de los especialistas no dudan en relacionar con las

transformaciones demográficas, los cambios en la familia y la mal denominada

incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo. Si tales cambios se contemplan

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desde la perspectiva de género, puede apreciarse cómo el primer factor tiene que ver

con el proceso de envejecimiento de la población y la reducción de la natalidad lo que

redunda en un masivo aumento de las necesidades de atención al cuidado de las

personas etiquetadas como dependientes.

Las proyecciones demográficas no dejan lugar a dudas. Sólo en el caso del

envejecimiento, las proyecciones españolas alertan que el índice de sobreenvejecimiento

(nº de personas ≥ 85 años en relación al nº de personas ≥ 65 años) en 2016 será del

32,8%. En consecuencia, los datos de EUROSTAT apuntan que el índice de

dependencia senil (≥ 64 años de la población en relación a las personas en edad de

trabajar) era del 15,4 en 1996, un índice que aumentará hasta el 19,6 en 2020 y hasta el

31,5 en 2050. Añadido al proceso de envejecimiento debe considerarse el proceso de

empeoramiento de los estados de salud. los datos existentes confirman que la

probabilidad de tener alguna dificultad – discapacidad – para la realización de

actividades de la vida diaria aumenta notablemente con la edad. Según los datos de la

Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia (2008)

realizada por el Instituto Nacional de Estadísitca (INE), del total de personas con alguna

discapacidad el 31,2% tenían entre 65 y 79 años y el 26,7% tenían 80 años o más. Unos

datos que parecen indicar que el proceso de envejecimiento es ciertamente un reto y un

motivo de preocupación para las sociedades europeas.

Entre los motivos de preocupación cabe mencionar el agujero demográfico que supone

la paulatina desaparición de las mujeres de la generación contigua (45 a 65 años),

también conocidas como “generación sandwich" (Miller 1981, Williams 2004)1.

Mujeres que han sido, hasta la fecha, las encargadas de las tareas de cuidado y atención

a las personas dependientes de la familia. Esta realidad insatifactoria no ocurre porque

las mujeres hayan dejado de llevar a cabo el trabajo de cuidados cotidiano, al aumentar

su presencia en el mercado de trabajo formal e informal. Sino que el alargamiento del

ciclo de vida de la población ha hecho evidente el número insuficiente de mujeres de

generación sandwich (Williams 2004), que hasta la fecha procuran ese bienestar

cotidiano en el entorno familiar. Otros análisis han señalado el impacto del llamado

declive del modelo malebreadwinner (Crompton, 1999, Lewis, 2001) relacionado con

los cambios habidos en el modelo de familia patriarcal donde el hombre es el principal

1Ver Tabla 1 y anexo estadístico

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proveedor de ingresos y la mujer, el ama de casa cuidadora. El tercer factor alude al

aumento de la participación femenina en el mercado de trabajo formal como si ello

hubiese supuesto el abandono femenino de las tareas domésticas y de cuidado. Y no

toma en cuenta que esa mayor presencia femenina no ha sido correspondida por la

mayor participación masculina en las tareas domésticas y de cuidado, tal como los datos

muestran en las encuestas del uso del tiempo (Aliaga, 2006; Encuesta Empleo del

Tiempo-INE, 2009), por sólo citar algunos de ellos. Y los estudios sobre la famosa

conciliación no dejan de desmentir (Tobío 2005; Torns, 2005).

2. El concepto de cuidado

Un buen comienzo es precisar qué se entiende por cuidados, dada la polisemia del

término y lo muy deudor que es de la literatura anglosajona. A pesar de lo dicho,

conviene considerar la propuesta de deconstrucción del término carerealizada por Carol

Thomas (1993), así como la llevada a cabo por Marie ThérèseLetablier (2007). Y

recordar a Laura Balbo (1987) que fue una de las pioneras en fijar argumentos y líneas

de actuación en torno a los cuidados y el bienestar cotidianos.

Los puntos comunes de tales argumentos establecen que los cuidados constituyen un

trabajo con el que afrontar y dar respuesta a las necesidades de cuidados y bienestar

cotidiano de las personas, que el sistema socioeconómico capitalista o bien no afronta o

bien no resuelve de manera satisfactoria. Cuando esas tareas forman parte de las

políticas del Estado del Bienestar se convierten en servicios públicos (principalmente en

el sector de la educación, la sanidad, los servicios sociales y personales y de la propia

Administración Pública). Esas mismas tareas son las que, de igual modo, configuran el

contenido del empleo femenino, hoy en día mayoritario en toda la UE, cuando esos

servicios están regulados por el mercado. Esos mismo argumentos coinciden al afirmar

que el volumen del trabajo de cuidados cobra toda su magnitud e importancia cuando

esas tareas forman parte del trabajo no pagado que las mujeres llevan a cabo

cotidianamente, para cuidar de las personas de la familia, convivan o no con ellas. O

cuando conforman la realidad de un trabajo no pagado que, cada vez y en mayor

medida, se desempeña de manera voluntaria en asociaciones o actividades comunitarias.

Tareas que, en todos los casos citados, resultan imprescindibles para que las necesidades

sociales relacionadas con los cuidados y el bienestar cotidiano actuales queden

cubiertas. Una aseverción que puede sustentarse aun siendo conscientes de: la variedad

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de régimenes de bienestar existentes en la UE; las limitaciones derivadas de la actual

laminación del Estado del Bienestar (Lyon; Glucksmann 2008), e, incluso, la

inexistencia del mismo, como sucede en el caso de los EEUU (Rossi 2001).

Los mencionados argumentos continuan coincidiendo al confirmar que las mujeres son,

de manera mayoritaria, quienes llevan a cabo ese trabajo de cuidados no pagado.

Convirtiéndose, por ello, en las principales procuradoras del bienestar cotidiano que

demanda un volumen creciente de población. Una situación que debe ser especialmente

destacada pues, en la actualidad, ese trabajo de cuidados resulta imprescindible dadas

las necesidades que se derivan del envejecimiento de la población, en las sociedades del

bienestar. Pudiendo afirmarse que, en la mayor parte de los países europeos, el trabajo

de cuidados forma parte primordial del reto que el bienestar cotidiano y los cuidados

tienen planteados. Y que son los servicios de cuidados de larga duración, así como las

dificultades que los envuelven, la máxima expresión de la magnitud de ese reto. Un reto

y unas dificultades que deben afrontarse siendo conscientes de que el trabajo de

cuidados cotidiano es absolutamente necesario, a pesar del olvido o ignorancia que ese

trabajo no pagado presenta en el modelo social europeo. Y reconociendo, además, que

ese trabajo entra de lleno en la encrucijada de conflictos de clase, género, etnia y

generación que las sociedades del bienestar deben confrontar, (Lyon; Glucksmann

2008).

La organización social del cuidado cotidiano

Las especialistas en políticas del bienestar con sensibilidad hacia las cuestiones de

género llevan más de una década (Lewis 1998) reivindicando intervenciones que

contemplen la organización social del cuidado cotidiano, como posible alternativa a la

problemática aquí referenciada. Una organización social que resulta absolutamente

imprescindible, dado el aumento de las necesidades sociales, especialmente de las

derivadas del envejecimiento de la población. Y puesto que, hoy en día, las sociedades

del bienestar continúan sin resolver esas necesidades de cuidados de manera

satisfactoria. Unos hechos que son los que, en realidad, cuestionan la propia existencia

del modelo social europeo y la sostenibilidad de la vida en las sociedades del bienestar.

Las aportaciones de Mary Daly y Jane Lewis (2000) son un buen ejemplo de los

estudios que han convertido los cuidados en una categoría analítica básica para el

análisis de los regímenes de bienestar. Según su criterio el lema social care2 remite al

2Organización social del cuidado cotidiano es la traducción castellana del lema social care que parece más consensuada, hasta el momento.

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conjunto de actividades y relaciones, de carácter material, afectivo y simbólico,

vinculadas a las necesidades de cuidados de criaturas y personas adultas reconocidas

como dependientes. De igual modo, el lema se refiere, también, al marco normativo que

regula la organización socioeconómica donde tienen lugar tales actividades y relaciones.

Esas dimensiones componen la problemática en la que se inserta la organización social

del cuidado cotidiano, en general, y los mencionados servicios de cuidados de larga

duración a las personas mayores dependientes, en particular. Problemática que conviene

destacar puesto que el modelo social europeo nunca consideró ni tal organización ni

tales servicios como conformadora de derechos universales a contemplar, para el

conjunto de la ciudadanía. Esa desestimación provoca que tal organización apenas se

considere relevante, como sí sucede con los servicios relativos a la sanidad y a la

educación. Y que los mencionados servicios se resuelvan, por lo general, mediante la

economía informal o el voluntariado, donde las mujeres en situación de precariedad

laboral o de extrema subordinación son, una vez más, las protagonistas.

3. El modelo social europeo y el olvido de los cuidados de larga duración

El modelo de bienestar, creado en Europa tras la Segunda Gran Guerra, fue pensado

para dar cobertura a las necesidades de protección social de los sujetos activos en el

mercado laboral, y ello explicaría el desarrollo de las tres grandes áreas universales de

los Estados del Bienestar – Educación, Sanidad y Pensiones-. Pero tal cobertura no

tuvo en cuenta la variabilidad las necesidades de cuidados y bienestar de las personas en

su vida cotidiana, a lo largo del ciclo de vida. Y si bien se aceptó que tales necesidades

de cuidado cotidianas eran perentorias al comienzo de la vida no se previó que el

alargamiento de ese ciclo de vida iba a cuestionar la bondad del modelo. Un

cuestionamiento que subsiste, en la actualidad, más allá de la laminación a la que ha

sido sometido por las políticas neoliberales. Ya que, como puede constatarse en la

Europa de nuestros días, esas necesidades de cuidados y bienestar cotidianas aumentan

indeciblemente, dado el envejecimiento de la población. Fenómeno que debe

considerarse como un logro de las sociedades del bienestar pero que pone de manifiesto:

las limitaciones del mencionado modelo; la propia definición y el alcance de conceptos

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como bienestar, autonomía o dependencia, y la necesidad de mostrar la importancia de

los cuidados a la hora de repensar el bienestar, allá donde todavía puede darse3.

De hecho, la urgencia por rehacer y encontrar nuevas respuestas al reto de repensar el

bienestar obliga a revisar las bases de un modelo social europeo que siempre tuvo como

prioridad asegurar la producción de bienes y servicios. Y, que debido a ello, no se

preocupó o dio por supuesto que cualquier persona adulta podía afrontar ese bienestar

cotidiano por sí misma. Una suposición que enmascaró el hecho de que la gran mayoría

de la población obtuviese y procurara ese bienestar cotidiano a través de intercambios

más o menos equitativos de trabajo de cuidados, dinero, tiempo, amor, especies, etc. De

un modo tal, que no parece aventurado afirmar que el modelo social europeo siempre ha

dado por supuesto que los cuidados y el bienestar cotidiano existen, pero no tienen

porqué ser valorados o reconocidos.

Siguiendo estos razonamientos la organización del cuidado de larga duración obliga a

establecer vínculos con los otros grandes sistemas del bienestar que también procuran

cuidados a la población (Sanidad y Educación). Ya se ha visto que este tipo de

necesidades de cuidados de larga duración no fueron consideradas en la instauración de

los Estados del Bienestar apareciendo años más tarde al evidenciarse la “amenaza” que

suponía el envejecimiento de la población. Sin embargo, esta preocupación creció en un

contexto cambiante en el que los niveles de protección social público estaban siendo

cuestionados. El contexto de expansión de los “nuevos servicios del cuidado” tuvo lugar

en unas sociedades que estaban desvirtuando los servicios universales e imponiéndose

otros modelos de pensar y gestionar las políticas y servicios públicos.

3.1. La expansión de los servicios de atención en España

En España la expansión de un modelo universalista, semejante al de otros Estados del

Bienestar más desarrollados, se dio paralelamente al aumento de las presiones

ideológicas a favor de una política económica monetarista y de cesión de poder al

capital privado (Rodríguez Cabrero 1998). De ahí que el modelo de bienestar español

sea reconocido por su universalismo (pensiones, sanidad y educación) pero también por

3 Véase Gardiner (2000) como una de los primeros toques de alerta sobre la importancia de repensar el cuidado de sí mismo a la hora de replantear las políticas de bienestar.

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su alto componente de asistencialismo y familismo, especialmente en el campo de los

servicios sociales.

La década de los 90 se caracterizó por la consolidación definitiva del sistema de

protección social en España: el modelo de servicios y prestaciones, modelos de acceso a

los servicios, modelo de prestación y gestión de los servicios, etc. Se trata pues de un

período donde se afianzan muchos procesos que estructuraran los Servicios Sociales en

España y que deben entenderse a caballo entre los deseos de universalización y las

presiones de contención de gasto público. Este proceso afianzador del “modelo español”

de servicios de atención social, puso simultáneamente en evidencia los límites del

sistema para hacer frente a las situaciones de exclusión social. La contención del gasto

social era ya parte inherente a la política social del país, muy influenciada por los

dictámenes de organismos europeos e internacionales. Rodríguez Cabrero (2004) señala

otros elementos y procesos esenciales para comprender el momento actual de la política

social española, entre ellos destaca el proceso de creciente dependencia mutua entre el

sector público y las entidades mercantiles y del tercer sector social en la prestación de

servicios. La década de los 90 impulsó a las entidades voluntarias y de la iniciativa

privada mercantil como organismos colaboradores con el sistema de servicios sociales,

mediante la gestión de los servicios públicos de atención social. Veremos más adelante

que la colaboración entre estado y oferta empresarial – mercantil y no mercantil- se ha

convertido en otro de los rasgos distintivos del desarrollo de los servicios sociales

españolesEn este sentido la importancia del tipo de política pública y la gestión de la

misma deben ser consideradas como un elemento a reseguir, dada la vinculación que

pueda tener con el tipo de empleo generado en el área de interés (Simonazzi 2009), y el

impacto en términos de profesionalización (Hugman 1991; Evertsson 2002).

El año 2006 se aprobó la Ley de Dependencia en España, la primera ley estatal en el

campo de los Servicios Sociales, que estableció la cartera de servicios (tanto

instituciones como servicios a domicilio) y prestaciones (prestaciones económicas

directas) y reguló las condiciones de acceso a las mismas en función del grado de

dependencia de la persona. Dicha ley reconocía la importancia de desarrollar servicios y

de profesionalizar el trabajo de cuidados. Sin embargo dicho objetivo era contradictorio

con el reconocimiento de las prestaciones monetarias para cuidadores no profesionales,

que además se convirtieron en el principal recurso otorgado (ver tabla 1).

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Los trabajos de Rodríguez Cabrero (2011) relacionados con los avances normativos

sobre la atención a la dependencia en España indican que los sistemas de servicios

sociales, en este caso de la dependencia, se han construido sobre la propia cultura

familista del país. Una cuestión que además se ha visto reforzada con el reconocimiento

del derecho de elección sobre el servicio o prestación. En este sentido los trabajos sobre

las transferencias monetarias realizados en Europa señalan éstas se refuerzan por

orientaciones que defienden la elección del propio individuo que recibe el cuidado sobre

cómo quiere ser cuidado, pero que habitualmente no tienen en cuenta el efecto que

puede causar en las condiciones de quién prestara el empleo (Ungerson 2004).

TABLA 1. Beneficiarios según el tipo de prestación. España. Mayo 2012.

Tipo de prestaciónEspaña

N %Prevención dependencia y Promoción Autonomia personal

18726 2,0

Teleasistencia 130290 13,8Ayuda a Domicilio 120904 12,8Centros de Dia/Noche 61971 6,6Atención residencial 122663 13,0P.E. Vinculada a Servicio 61758 6,5P.E. Cuidados Familiares 428899 45,3P.E. Asistencia Personal 864 0,1

Total 946075,0 100,0Fuente: Sistema para la Autonomía y la Atención a la Dependencia (SAAD)

3.2. Los servicios y el empleo

El despliegue del sistema parece haber tenido un impacto evidente sobre el empleo

generado ya que se ha producido un incremento de la ocupación en los sectores

directamente relacionados con el empleo en el sector de atención a las personas. Una

tendencia creciente que parece estar cambiando de sentido en los últimos años, cuando

las políticas de contención del gasto público han sido más acusadas.

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GRÁFICO 2.Personas asalariadas en actividades relacionadas con los cuidados de larga duración. España 2008-2012*.

2008 2009 2010 2011 20120

50

100

150

200

250

300

(*) Los datos corresponden al II Trimestre de cada añoFuente: Encuesta de Población Activa - INE

El "Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD)", organizado en

2007 para desarrollar la mencionada ley, preveía la creación de unos 250.000 nuevos

empleos para el período 2005-2010 en España, y por tanto reconocía la importancia de

invertir para el desarrollo de los servicios. De manera similar, la necesidad de crear esos

empleos se recoge en un informe realizado por EUROFOUND(2)(2), en fechas

parecidas. El informe resulta especialmente atractivo ya que apunta que a la hora de

explorar el futuro empleo en este tipo de servicios alerta de la falta de atractivo que

estos servicios tienen para la población trabajadora, mujeres en su gran mayoría. El

mismo informe recuerda que la demanda supera ampliamente la oferta y que es un

sector intensivo en mano de obra. A criterio de los autores, estos servicios continúan

siendo un yacimiento de empleo, que hasta la fecha sigue siendo precario. A lo largo de

esta última década y media, si bien se han creado puestos de trabajo, también en Europa

han constituido un ghetto femenino de empleos poco cualificados, con bajos salarios,

peores horarios y donde lo más común suele ser la subocupación (Anxo y Fagan, 2005;

Cameron y Moss, 2007; Simonazzi 2009 y 2010, Rubery y Urwin, 2011).

Características que en el sur de Europa se acompañan, además, de un eje

(2)(2) .- Fundación Europea para la mejora de las condiciones de vida y trabajo, Thefutureforemployment in social care in Europe. Report. ConferenceHelsinki, 2-3 October 2006.

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etnoestratificador donde las mujeres inmigradas son las principales empleadas y

soportadoras de esas pésimas condiciones laborales, dando pie a la triple discriminación

(Parella, 2003) o al al fenómeno calificado como caredrain (Bettio; Simonnazzi; Villa,

2006). De nuevo, algunos estudios europeos advierten que se estamos ante un sector

complejo puesto que los límites de los servicios y población a atender tiende a estar

desdibujada. Esta complejidad en buena parte de los países europeos se traduce en una

estructura profesional difusa. Estos mismos análisis señalan la inexistencia de una

profesión específica en el área del cuidado a las personas mayores, a diferencia de

sectores como la salud y la educación dónde si es posible reconocer profesiones y

categorías bien delimitadas. En el campo de la atención a las personas dependientes

existe un conjunto difuso de profesiones o categorías profesionales no cualificadas,

incluso alguna sin requerimientos formativos de entrada, donde predominan los bajos

salarios y el escaso reconocimiento profesional. Asimismo, otro de los rasgos comunes

de este sector de actividad es que generalmente son empleos con escasas posibilidades

de desarrollar una trayectoria profesional ascendente (Johansson y Moss, 2004; Anxo y

Fagan 2005).

Fraisse (2000), recalca la relación de estos empleos y los imaginaros sociales en torno

al trabajo de cuidados. El imaginario social contribuye a ver a las personas encargadas

de realizar estos trabajos más como siervas/criadas que como trabajadoras asalariadas.

En este sentido, el tipo de trabajos que se asignan a estos nuevos servicios de

proximidad se asemejan al trabajo doméstico no asalariado y realizado bajo condiciones

de subordinación (Fraisse 1996 y 2000). En términos similares se expresa Michael

Lallement (2000) cuando alerta del peligro que los servicios de proximidad se

conviertan en la nueva servidumbre. Son servicios que se sitúan en la intersección entre

lo privado y lo público; que lo mismo se entienden como una necesidad pública que se

relaciona con la privacidad de las familias (Fraisse 1996; Lallement 1996). Se

consideran ocupaciones propias de mujeres porque se supone que se asemejan a los

trabajos que las mujeres realizan en el seno de los hogares. De estos argumentos se

desprende la importancia del lugar dónde se presta el cuidado. El lugar puede tener

ciertas implicaciones en la fijación del valor social y de las condiciones laborales que

rodean a estos empleos. En el empleo de cuidados en el propio domicilio el hogar y el

trabajo doméstico impregnan el significado, el valor, y en consecuencia, las condiciones

de este empleo. No se debe olvidar que el hogar es para la mayoría de gente un espacio

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de privacidad, en el que se invisibiliza el trabajo realizado de puertas adentro, y dónde

tienen lugar relaciones personales que a menudo están basadas en una relación de

subordinación de unas respecto a otros.

4. Los límites de la profesionalización

En la introducción se apuntaba que los resultados que presentamos a continuación

forman parte de los hallazgos preliminares obtenidos con el trabajo de campo del proyecto PROFESOC (Referencia 2011-0004-INV-00120). La estrategia metodológica es de

carácter cualitativo pues es a través de las técnicas cualitativas que podíamos dar solución al

objetivo principal: la exploración de los límites de profesionalización de los trabajos vinculados

al cuidado de larga duración. El trabajo se ha llevado a cabo en los primeros meses de 2013 y ha

consistido en la realización de ocho grupos de discusión, integrados por personas cuidadoras de

familiares con necesidades de cuidado específico definidas en función de la generación y de la

clase social de pertenencia. Asimismo, se han realizado veinticinco entrevistas a profesionales

del sector, escogidos en base a su perfil profesional.

Los resultados que apuntamos a continuación son fruto de las entrevistas a profesionales del

sector. En este caso el diseño tipológico de la muestra tuvo en cuenta el lugar dónde se presta el

cuidado (el hogar versus institución), el tipo de relación laboral (formalidad versus

informalidad). Se tomó como base la cartera de servicios que prevé el sistema de

atención a la dependencia para la selección definitiva de casos: trabajadoras del servicio

de atención a domicilio, trabajadoras de centros de día, trabajadoras de residencias,

trabajadoras informales.

4.1. Las dificultades del proceso profesionalizador

Uno de las principales dificultades radica en lograr una definición más o menos

consensuada por los mismos actores sociales implicados en el trabajo de cuidados de

larga duración, más allá de los aspectos básicos de la misma. Esta dificultad viene dada

por la existencia de una multiplicidad de maneras, de espacios, de condiciones de

trabajo y condicionantes que el mismo trabajo de cuidado requiere. Vamos a considerar

la pluralidad de situaciones y a los diferentes actores implicados para poder apuntar

ciertas claves que nos puedan llevar a poder dibujar las principales características de

este tipo de trabajo. Y las dificultades que conlleva el mismo.

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4.1.1. Los aspectos fundamentales del cuidado

El consenso generalizado sobre los aspectos básicos que implica el cuidado, o dicho de

otro modo, los indicadores principales sobre los cuales se basan las exigencias de

familiares y los trabajadores son tres: fundamentalmente la higiene personal y del

espacio, la alimentación y los aspectos relacionados con la medicalización

(administración de medicamentos y las curas de heridas, llagas etc.). Si establecemos

una comparación con los estándares exigidos en el cuidado de la infancia, es cómo si a

las madres y padres eligieran una guardería, en función de la higiene de la criatura y su

alimentación.

“que estan així mal posats... mal col·locats... a veure, hi ha persona que per una malaltia poden estar més així i tal... però a veure: "intenta posar-lo bé..." val? Si se li cau la mà, agafa-li la mà i se li poses bé... saps? Petites coses... i jo ho he vist això! Val? O l'olor quan entres... jo amb les olors sóc bastant... val? L'olor quan entres a un centre o a una residència fa molt... jo vaig entrar a una residència a una entrevista que vaig dir: "buff! Que no m'agafin!" perquè una pudor a pixat increïble!”(Trabajadora-gestora Centro de dia)“el tema de la higiene... yo creo que todo, porque hay gente que se queja por la higiene, el orden, la alimentación” (Trabajadora Centro Residencial)“aquí estàs cuidant a una persona, li estàs donant de menjar, l'estàs dutxant, l'estàs portant al lavabo i netejar-lo, li estàs canviant els panyals...”(Trabajadora-gestora Centro de Dia)

Después de los estándares de higiene, alimentación y los cuidados en clave médica, otros de los

aspectos señalados por las propias trabajadoras como exigencia de los familiares y los propios

usuarios, es el afecto. Se trata de valorar como un plus, la capacidad de transmitir afecto y

cariño a los dependientes.

“para otras familias será más importante que la persona este feliz y tranquila, el tema afectivo…” (Trabajadora Centro Residencial)

Otro de los aspectos fundamentales a considerar es la demanda por parte de las personas

dependientes o usuarios y de los familiares de los mismos, de una mayor

individualización en el trato, el tener en cuenta las características personales del

dependiente para ofrecer una mejor calidad del cuidado. El grado de satisfacción de

esta demanda o el que pueda tenerse en cuenta en mayor o menor medida está

directamente relacionada con los siguientes factores:

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El lugar donde se dispensa el trabajo: el propio hogar, una residencia, un centro

de día, el hogar de un familiar…

Las condiciones laborales de los trabajadores: el tiempo de dedicación a cada

dependiente, la forma en que está organizado el trabajo, el margen de poder que

el trabajador tiene frente al usuario

El ideario del centro: ¿cuál es la concepción del propio centro, organismo o

institución, sobre cómo y de qué manera se establecen las necesidades de

cuidado del dependiente?, la existencia de protocolos, etc.

4.1.2. Lugar ,individualización de la atención, relaciones de poder

El lugar dónde se presta el cuidado tiene efectos claros sobre el significado de las tareas

a desarrollar, sobre la relación que se establece entre la persona cuidadora y el receptor

del cuidado, sobre las condiciones y autonomía del profesional que presta el cuidado.

Relacionado con el lugar emerge el debate de la individualización de la atención y sus

impactos sobre la calidad del trabajo prestado. A menudo emerge de los discursos que

una buena atención es aquella que permite ofrecer una atención individualizada a cada

usuario, una realidad que en principio iría a contracorriente de la lógica de la

institucionalización, dónde la organización del trabajo suele parcelar mucho las tareas

de las profesionales y limitar los tiempos de atención directa.

En este sentido, los trabajos que se realizan en los centros de día y residencias, están

fuertemente rutinizados y obedecen a una lógica cuasi industrial-fordista de distribución

de tareas en tiempos, que dificulta la atención individualizada del cuidado, y que limita

la autonomía de la trabajadora para decidir cuestiones importantes sobre su propio

trabajo. Un tiempo disponible que además está relacionado con el número de personas

que hay que cuidar y el tamaño de las plantillas de profesionales del centro, dos

elementos que pueden variar según el centro de trabajo y que tienen un impacto

importante en cuánto a los ritmos y cargas de trabajo.

“A las 9 de la noche, y… bueno, yo llego, me visto y dejo mis cosas abajo, pongo una lavadora, porque nos toca hacer lavandería al turno de noche, y me subo arriba. Acuesto a la gente,… una vez acostados, acto seguido me pongo a revisarle el cambio pañal, porque no todo el mundo trabaja en condiciones para que estén tres horas bien, por eso yo prefiero revisarlo y ponerlo en condiciones. Entonces, también nos toca hacer el comedor donde desayunan todos, barrer, fregar las mesas, montar los servicios… Ahí se pasa una unas dos horas y media ya. Luego me preparo el carro de la medicación

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nocturna que se da a las 12h a los que toman sus pastillas o a los que quieren un vaso de leche, al que es diabético unas gotas, lo que haga falta. Hago otra ronda de una hora y media en repartir más o menos, serán casi la 1h, dejó el carro y otra vez, otra ronda para mirar los pañales y en cada ronda cambio de postura al residente”(Trabajadora Centro Residencial).“A ellos no les gusta que le lleve la ropa a lavar, si se les lleva tiene que ser enseguida, me dicen “que llevo 5 días que no tengo mi calcetín” y es una pérdida de tiempo porque ellos dicen 5 días y quizás lo han puesto por la mañana y no se acuerdan, y claro intenta tenerlo contento buscando y tal, pero ya te genera una pérdida de tiempo. Qué más puede generar un problema con ellos,… que no les caigas bien simplemente. Que lleve prisa, no les gusta que lleve prisa,…”(Trabajadora Centro Residencial)

Aunque en los centros de día, donde existen, un conjunto de tareas a realizar, más allá

de los estándares de higiene, alimentación y administración de medicamentos, comporta

necesariamente un conocimiento del dependiente para la asignación de tareas, lo que

implica disponer de mayor información y puede facilitar la posibilidad de una mayor

individualización.

“mi m'agradamés centre de dia que residència, d'acord? Perquè en el centre de dia, vulguis que no, al centre de dia a la persona la fas estar activa, l'estimules... ellsvenen aquí i ellshodiuen, no? que aixòéscom el cole.... "que me vengo al cole, no?" ellsvénen al col·legi i desprésse'n van contents a casa, amb la sevafamília, amb les seves coses...” (Trabajadora-gestora Centro de dia)

En cambio los trabajos realizados en el propio hogar ya sea por cuidadoras de la

atención domiciliaria (SAD) o por cuidadoras contratadas de manera más o menos

formal, comportan una mayor individualización. La clave fundamentalmente radica en

que hay un tiempo en que tanto el cuidador, como el dependiente, saben que se estará

“pendiente de ellos”, un tiempo en el que se atiende una necesidad específica de un

único usuario.

Este eje de la individualización del trabajo, o dicho de otra manera una mayor

personalización del cuidado, frente a la impersonalidad del cuidado parece estar muy

conectado con las relaciones de mayor o menor poder que se establecen entre persona

cuidada y persona cuidadora (o entre familiar de la persona cuidada y persona

cuidadora). Las dificultades derivadas de las relaciones de poder y de prestigios que

rodean las profesiones del ámbito de los cuidados son un elemento central para el

análisis de los límites de su profesionalización. Y el lugar de trabajo es central para

entender las relaciones de poder establecidas y las posibilidades de generar respuestas

colectivas para la consolidación de profesiones fuertes en el ámbito de los cuidados.

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Existe prácticamente un consenso generalizado entre los propios actores implicados,

que el espacio y la disponibilidad en tiempo juegan un papel fundamental. Así el hogar

de las personas que reciben los cuidados, es el espacio en el que ellos (o sus familias)

mandan y su poder para exigir el tipo de cuidado, la manera, el cuándo y el cómo, es

decidido principalmente por la persona dependiente y/o sus familiares. En cambio

cuando los trabajos de cuidado se dan en un centro socio-sanitario, en una residencia o

en un centro de día, el tipo de cuidado, el cómo y el cuándo es decidido por la gestión

del centro y en mayor o menor medida por la propia trabajadora.

“… también he hecho en el domicilio y no. Y en su casa ellos mandan, tu le haces lo que ellos quieran y si tu no le haces lo que ellos quieren, no te quiero y punto, y vete. Pero en las residencias no, porque tu impones, a mi me pagan por esto y esto es lo que tengo que hacer. De una manera u otra, intento hacer lo que hay que hacer, si hueles mal te tengo que duchar, lo siento. En su casa ellos son los reyes…” (Trabajadora Centro Residencial).

4.2.1. Contenido de trabajo, formación y cualificación

Otra de las dificultades asociadas a las posibilidades de profesionalización radica en el propio

contenido del trabajo, un trabajo socialmente vinculado al trabajo doméstico y familiar,

femenino e invisible. Dichas dificultades se traducen en unas condiciones laborales definidas

por la precariedad (contratos inestables, bajos salarios, tiempos de trabajo, etc.), pero también

tienen consecuencias vinculadas a los riesgos de salud laboral poco visibles, en gran medida

por estar relacionadas con riesgos de carácter “psico-emocionales”. Unos riesgos que raramente

obtienen una atención especial por parte de la figura empleadora. Las características del propio

trabajo hace que prácticamente el conjunto de las trabajadoras, que dedican muchas horas al

mismo, como son las que trabajan en centros de residenciales o las que trabajan en los

domicilios particulares muchas horas seguidas (es distinto para las trabajadoras del SAD),

consideren que es un trabajo muy duro, debido a la situación de deterioro físico y mental de los

dependientes. Todas son conscientes que necesitarían, formación, recursos y sobre todo algún

tipo de soporte para poder sobrellevar emocionalmente lo que representa su cotidianidad como

cuidadoras.

“Eso tienes que estar muy muerta, muy muerta, por eso por la mañana me voy al gimnasio y me doy la paliza de deporte. Hago spinning, hago baile, hago Pilates, hago de todo y me va bien para desconectar… porque no es fácil cuando uno te dice “me duele aquí” y el otro “me duele allí” te vas con una pena que no veas. El deporte me ayuda, porque es por la mañana, todos los monitores están allí con una sonrisa, son felices, no sé cómo lo hacen, y llegaste al paraíso (ríe). Todo el mundo está contento y eso me hace descansar de otra manera.” (Trabajadora Centro Residencial)

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“...terminas mal, te duele la cabeza, terminasllorando... psicológicamenteterminamos mal. Psicológicamente la mayoría de personas que cuidamosterminaos mal porque no todassomosbientratadas...” (Trabajadorainmigrante informal domicilio)“.., yo creo que necesitan una preparación, no sé unas charlas o unas clases de Pilates, o de yoga (ríe), algo durante la vida laboral, porque no se puede vivir así, yo les veo las caras a algunas y no se puede vivir así toda la vida, es dañino para uno mismo o los demás. Es lo que yo haría para el trabajo porque si tú estás bien, está bien todo lo otro.” (Trabajadora Centro Residencial)

Otro elemento clave en torno al contenido de trabajo tiene relación con las opciones formativas

y las cualificaciones profesionales de dichos empleos. De nuevo el imaginario vinculado al

trabajo doméstico y familiar se traduce en unos requerimientos formativos a menudo débiles y

difusos y una tolerancia social sobre la no formación de las personas cuidadoras, que se

incrementa a medida que se informaliza el empleo.

Las trabajadoras que ejercen su trabajo en centros de día, en centros residenciales o en el SAD,

se les ha exigido algún tipo de formación relacionado con las tareas a las que se dedican. Esta

formación es muy básica y es obtenida a través de cursos, proporcionados por las

administraciones públicas, pero de manera poco coordinada. Existen una multiplicidad de ellos.

Y las trabajadoras no siguen en su formación un itinerario formativo de manera estable y

reglada. A pesar de ello, podemos afirmar que estas trabajadoras, con mayor o menor

capacitación tienen conocimientos básicos sobre el trabajo de cuidados. Si la trabajadora es

captada y/o contratada por un centro ya sea de la administración pública o algún centro de

carácter privado para realizar un servicio público, existe un mínimo de exigencia formativa.

“,…entonces el primero fue el de auxiliar de geriatría. Que tardó 6 meses en la preparación, yendo cada día, que ahora no se hace así y creo que es muy importante porque lo que aprendí era un poco de todo general y de verdad que me siento muy a gusto por haberlo hecho así de largo, no una cosa de dos horas un fin de semana….pero no solo hice esa formación, también hice una formación sobre cambios posturales aparte, aunque ya me dieron algo en el curso este (auxiliar de geriatría), yo decidí hacer esto. También el problema de la comunicación con el demente hice otros cursos de tres meses, más cortos que el de la geriatría. Y he ido haciendo cursos relacionados, incluso el de directora de centro, aunque yo sé que directora no podré ser”. (Trabajadora de Centro Residencial)

En el otro extremo encontramos las trabajadoras en situación informal, aquellas que trabajan en

los domicilios, buena parte de las mismas, de origen inmigrante. En este caso no existe ninguna

exigencia formativa para el acceso al empleo, a pesar de la multiplicidad de tareas que van a

tener que realizar y las situaciones sobre las que van a tener que decidir. Son las que tienen que

realizar todo tipo de cuidados, las exigencias son múltiples, tienen que ser capaces de realizar

todas las tareas domésticas (limpiar, cocinar, planchar…. llevar la casa), además han de saber

cuidar del enfermo, estar pendientes de él y ofrecer un cuidado muy personalizado. Podríamos

decir que son autodidactas, la presión que se ejerce sobre las mismas, la situación laboral de

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absoluta sumisión en la que se encuentran y la necesidad de aguantar y soportar todo tipo de

situaciones, para mantener y ahora tener un trabajo, las fuerza a aprender sobre la práctica y a

utilizar cualquier situación en la que se encuentren para aprender todo lo que desconocen y que

es exigido por los dependientes y sus familiares.

“y las ganas que le ponía y cuando me iba al hospital, a la Carmeta por ejemplo... el primer trabajo de la mañana, yo le preguntaba a la enfermera... ¿cómo lo hago? Yo le decía: "enséñame a cambiar los pañales, enséñame a mover la postura..." y la enfermera me lo enseñaba... cómo cambiarle de posición, ponerle la pierna así, el brazo así y meter "clic" y darles vuelta a un lado, con una almohada... al otro lado de nuevo, la derecha, le doblas la rodilla, le pones el brazo acá, el otro brazo así... metes las manos debajo y lo doblas...” “Entonces me enseñó a cambiar la talonera, la venda, me enseña a curarle, a limpiarle con la gasa, a ponerle los parches, a quitarle con las tijeras que me deja ella y todo esterilizado, a limpiarle todo...” (Trabajadora inmigrante domicilio).

Un trabajo de cuidado que además puede ir cambiando con el tiempo, tanto por el tipo de

cuidado, como por las exigencias del usuario y sus familiares, o por los cambios y deterioro de

salud del propio usuario.

“…el otro médico de estadost erminales, me dice: "tu estarías en condiciones de quedarte a cuidarlahasta que se muera?"... a mí se me escalofrió todo el cuerpo y ledigo: "no sé..." y el médico de cabecera me dice: "Ena, te va a hablar el hijo de doña Ana," y me habló y me cogió de los brazos y me dijo: "Ena, por favor, se lo suplico, siga cuidando a mi madre como usted la está cuidando, con ese mismo cariño... cuídela por favor, que estoy muy agradecido, yo no puedo venir pero por favor, cuídela hasta el final"..."no se preocupe doctor que me voy a quedar hasta el final con su madre porque me dio pena que él siendo el hijo, no pueda estar con sumadre...” (Trabajadora inmigrante domicilio)

Asimismo, la vinculación de este tipo de trabajo con el trabajo invisible y femenino naturaliza

las capacidades necesarias para su desempeño. La construcción de la cualificación profesional

se realiza bajo esos supuestos y es asumida por la mayoría de profesionales, quiénes naturalizan

las habilidades aprendidas y las capacidades necesarias para desempeñar con calidad el trabajo

de atención a las personas. No se valoran los saberes necesarios asociados para el buen

desarrollo de una actividad de estas características, no se tienen en cuenta aquellos saberes

indispensables para la generación del bienestar de la persona cuidada, algo de lo que son muy

conscientes las propias trabajadoras.Existe un consenso generalizado, sobre todo para aquellas

trabajadoras, que más horas dedican y su situación es más sumisa, que su trabajo es importante,

pero que nadie lo valora.

“…yo me lo tomo como una responsabilidad y que estoy hecha para ayudar a la gente. “ (Trabajadora Centro Residencial)

“..yo encuentro que esto no está pagado ni con todo el oro del mundo, a veces haces cosas, que digo dios mío, quien te valora esto. Eres tú y lo que haces, sin esperar nada a cambio. Una nómina no es lo bastante, no es lo que cobras.” “ a veces me dicen “yo te

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pago, tienes que hacerme lo que quiera yo”. Es una misma que tiene que decir y valorarse que lo que hace está bien, porque si tienes que esperar que alguno te lo diga…no lo sé, yo no sé si los familiares son conscientes de las cosas que una llega a hacer por sus familiares que están allí. (Trabajadora Centro Residencial)

4.2.3. El contexto de crisis actual

Finalmente, a pesar de lo acuciante que parece ser la situación, a tenor de los datos

demográficos antes presentados, la crisis económica en la que nos encontramos está

teniendo consecuencias directas sobre el trabajo de cuidados, ha empeorado las

condiciones de trabajo de las trabajadoras, así como la calidad del cuidado en aspectos

tan básicos como el material necesario para un mayor bienestar.

“ahora están faltando los pañales, pero se ve que es un tema general, no piden que los aprovechemos al máximo porque no hay suficiente, creo que sucede en todas las residencias... no sé si esto (los pañales) salían gratis antes y ahora hay que pagar o a cada residente le dan una cuantas cajas y como España va todo mal, pues ahora le dan menos. Pero claro cómo evitar hacer cuatro cambios a una persona que tiene descomposición. Por más que uno diga reduce, y esperas que tenga tres pipí para cambiarlos…, pero cuando es lo otro, no puedes.” (Trabajadora Centro Residencial) “Qué más puede generar un problema con ellos,… que no les caigas bien simplemente. Que lleve prisa, no les gusta que lleve prisa,…” (Trabajadora Centro Residencial)

Otro aspecto vinculado a los efectos de la crisis económica es la falta de tiempo para

una mayor coordinación entre las personas trabajadoras, lo que conduce en muchos

casos a un mal ambiente de trabajo entre las propias trabajadoras.

“No lo sé, pero nunca están contentas de día, y mira que nos hemos esforzado, pero nunca están contentas las compañeras de día… siempre el turno de noche, el turno de noche, tienen una libreta y apuntan cosas y yo pienso, “por Dios ¿tan mal lo hacemos?” Pero por mucho que te esfuerces siempre es el turno de noche, el turno de noche, el turno de noche, no lo entiendo.” (Trabajadora Centro Residencial)“evidentment potser cada mes no pot ser però a lo millor al mes i mig... o sigui intentem buscar un forat entre tots perquè és el que passa... que tothom té les altres feines i llavors és difícil però intentem que sigui més o menys un cop al mes, d'acord? Que ens reunim tots...” (Trabajadora-gestora Centro de Dia)“Hay problemas para reconocer el trabajo de las personas, yo creo que sí…creo que de vez en cuando un buen curso de relaciones personales, de buen trato… una buena charla iría bien. Como que este trabajo carga mucho a la gente… es un trabajo duro.” (Trabajadora Centro Residencial)

5. Conclusiones y reflexiones finales

Los resultados obtenidos permiten dibujar algunas conclusiones sobre las dificultades

que estarían limitando los procesos de profesionalización. Paralelamente se abren

debates sobre las posibles alternativas de organización social de los cuidados.

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En primer lugar, situaríamos el significado que tiene el cuidado para aquellas familias

que lo reciben, hemos visto cuáles son sus demandas y preocupaciones en torno al ideal

del cuidado de sus familiares que requieren cuidados. Unas demandas que no se emiten

en relación al bienestar de la persona ni las exigencias sobre elementos propios de un

cuidado profesional, se asume además que se demanda un cuidado emocional pero no

parece percibirse una demanda sobre la necesidad de un cuidado profesionalizado.

Parece apuntarse por tanto que la cultura familiar y el constructo socialmente asociado

al cuidado pueden estar laminando las posibilidades de mejora de las figuras

profesionales relacionadas con el cuidado a las personas.

En segundo lugar, el lugar de trabajo y por ende el tipo de servicio es otra de las líneas

maestras que explican las dificultades sobre la profesionalización. El tipo de relación

laboral establecida, el tipo de relación usuario-cuidadora y relación familia-cuidadora, la

autonomía en la decisión sobre cómo cuidar (organización del trabajo) varían en función

del lugar del cuidado, de si este se presta en el hogar o en instituciones.

El hogar concede más individualización de las tareas y dota a la trabajadora de mayor

capacidad para tomar decisiones autónomamente; sin embargo es precisamente en los

hogares dónde están más claras relaciones de dominación/subordinación. Especialmente

entre aquellas trabajadoras informales, mayoritariamente de origen extranjero, quiénes

conceden sus disponibilidades y asumen un mayor número de tareas que habitualmente

traspasan el área del cuidado a la persona dependiente. Por otro lado, cuando el cuidado

prestado se relaciona con un servicio (SAD, Residencias, Centros de Día) hay un mayor

control sobre el proceso de trabajo y el tipo de cuidado prestado, y hay una mayor

delimitación de las tareas a realizar. En el caso de las instituciones el trabajo está muy

parcelado ya que se organiza en función del puesto de trabajo. En este escenario las

profesionales de la atención directa, auxiliares de geriatría, son las que menor poder de

decisión tienen sobre su trabajo y las que tienen peores condiciones laborales, en parte

por ser aquellas que realizan aquel trabajo más físico y más sucio.

Es precisamente el tipo de trabajo (contenido) el que influye en las exigencias

formativas y en el reconocimiento de cualificaciones profesionales. Un contenido que

por estar íntimamente ligado a los imaginarios sobre el no valorado trabajo doméstico y

familiar hace entendible la tolerancia social sobre este tipo de elementos. Aunque

también debe tenerse en cuenta que dicha realidad tiene que ver con el proceso no

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neutral, desde el punto de vista de género, de la construcción de la cualificación

profesional, que no incorpora determinados saberes que son imprescindibles para el

desempeño de actividades de cuidado y que, contrariamente a lo que está aceptado

socialmente, no todo el mundo adquiere.

Finalmente, estas cuestiones plantean algunos retos para repensar el modelo actual de

organización del trabajo de cuidados. Los retos deben plantearse a partir de un

reconocimiento real de la división sexual del trabajo que permita repensar la

distribución actual del trabajo y que dote de valor el trabajo de cuidados, y prestigiar los

saberes vinculados al cuidado de las personas.

Asimismo se debe asumir el reto de repensar el propio sistema organizativo y el propio

sistema de prestaciones actual, aprovechando las experiencias y las formas de hacer de

los otros dos grandes sistemas de bienestar. Es en el hogar dónde mayores

desigualdades se producen, y dónde las relaciones de poder son más latentes. No sólo es

un debate sobre el lugar del cuidado, que de realizarse debería también plantear

seguramente cambios en las formas de trabajar de los centros, es un debate sobre cómo

debe realizarse un trabajo de cuidados profesionalizado. Es también un debate sobre la

exigencia de la individualización, una exigencia que parece no darse en otros servicios

universales como por ejemplo las guarderías y las escuelas, servicios que nunca han

prestado una atención individual a los niños/as. Estas cuestiones, asimismo, no podrán

ser sin asumir al mismo tiempo que debe revisarse la política sobre la libre elección de

los usuarios y las familias sobre cómo quieren ser cuidados, pues su elección tiene

claras consecuencias en términos de condiciones de trabajo y en la calidad del propio

servicio prestado.

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