enrique garcía: «acerca del tiempo en confesiones xi, de agustín de hipona»

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EL TIEMPO EN CONFESIONES 1 XI DE AGUSTÍN DE HIPONA Enrique García (UNLP) Agustín (354-430) sostenía que el tiempo había sido creado por Dios, en el mismo momento de la creación del mundo. Dios es el creador del mundo y del tiempo: «¿qué tiempos hubieran existido, de no haber sido creados por ti? [Confesiones,, XI, XIII. 15.] «... el tiempo mismo lo hiciste Tú» [Confesiones,, XI, XIV. 17.] Ninguno de los dos precedió al otro, tiempo y Dios fueron simultáneos porque, si Dios precedió al tiempo, ¿el tiempo es, en el mismo momento de la creación?; y si, en cambio, el tiempo lo precedió a Dios, ¿Dios es, en el mismo momento de la creación? «Qué es, en realidad, el tiempo?» Las preguntas que suscita el tiempo, eso que «si nadie me lo pregunta, lo sé; [pero] si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé», es decir aquello que es fácil de entender y difícil de explicar, tiene un punto de partida. ¿Quién y cómo podría « ... explicarlo de manera fácil y breve?»; ¿quién podría « ... aprehenderlo con el pensamiento para [poder] expresarlo ... en palabras?»; ¿A qué nos referimos cuando hablamos de algo tan familiar y conocido? [Confesiones,, XI, XIV. 17.], constituyen derivaciones de una pregunta capital que habían formulado los maniqueos 2 bajo una óptica antropomórfica: «... qué hacía Dios antes de crear el cielo y la tierra?» [Confesiones,, XI, X. 12.] Agustín introduce el tema del tiempo desde dos perspectivas: (a) el no-tiempo de la eternidad intemporal del Creador, donde «nada transita» y «todo está [siempre] presente»; y (b) el tiempo de la «multitud de 1 San Agustín, Confesiones ; Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, 2007. 2 El aristócrata persa Mani o Manes (216-275), fundó el maniqueísmo tras algunas revelaciones que atribuyó al Espíritu. Considerado como una herejía del cristianismo, documentos hallados a fines del siglo XIX, permiten considerar que el maniqueísmo es una religión revelada de carácter sincretista y un estadio final de la gnosis, una de cuyas afirmaciones fundamentales fue la existencia de dos principios o naturalezas: la luz y las tinieblas, el bien y el mal, o Dios y la materia. A esta primera fase, fuertemente vinculada con el tiempo pasado, le siguió otra fuertemente vinculada al tiempo presente y al tiempo medio, durante los cuales el bien y el mal se entremezclan y marcan el destino ético del hombre, cuya alma alcanzaría el tiempo futuro final, cuando todo lo que es luz se libera de la materia, que es el mal. Agustín se constituyó en seguidor de esta religión, pero, aun cuando renunciara a ella y se convirtiera en un gran detractor del culto, permanecieron en él algunas huellas tales como el problema del mal y algunos principios dualistas. El concepto de tiempo no escapó a este sino. Véase Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni; Diccionario de filosofía en CD-ROM , Editorial Herder S.A., Barcelona. España, 1996. |1|

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«Qué es, en realidad, el tiempo?» Las preguntas que suscita el tiempo, eso que «si nadie me lo pregunta, lo sé; [pero] si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé», es decir aquello que es fácil de entender y difícil de explicar, tiene un punto de partida. ¿Quién y cómo podría « ... explicarlo de manera fácil y breve?»; ¿quién podría « ... aprehenderlo con el pensamiento para [poder] expresarlo ... en palabras?»; ¿A qué nos referimos cuando hablamos de algo tan familiar y conocido?

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Page 1: Enrique García: «Acerca del Tiempo en Confesiones XI, de Agustín de Hipona»

EL TIEMPO EN CONFESIONES 1 XI DE AGUSTÍN DE HIPONA

Enrique García (UNLP)

Agustín (354-430) sostenía que el tiempo había sido creado por Dios, en el mismo momento de la creación del mundo. Dios es el creador del mundo y del tiempo: «¿qué tiempos hubieran existido, de no haber sido creados por ti? [Confesiones,, XI, XIII. 15.] «... el tiempo mismo lo hiciste Tú» [Confesiones,, XI, XIV. 17.] Ninguno de los dos precedió al otro, tiempo y Dios fueron simultáneos porque, si Dios precedió al tiempo, ¿el tiempo es, en el mismo momento de la creación?; y si, en cambio, el tiempo lo precedió a Dios, ¿Dios es, en el mismo momento de la creación?

«Qué es, en realidad, el tiempo?» Las preguntas que suscita el tiempo, eso que «si nadie me lo pregunta, lo sé; [pero] si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé», es decir aquello que es fácil de entender y difícil de explicar, tiene un punto de partida. ¿Quién y cómo podría « ... explicarlo de manera fácil y breve?»; ¿quién podría « ... aprehenderlo con el pensamiento para [poder] expresarlo ... en palabras?»; ¿A qué nos referimos cuando hablamos de algo tan familiar y conocido? [Confesiones,, XI, XIV. 17.], constituyen derivaciones de una pregunta capital que habían formulado los maniqueos 2 bajo una óptica antropomórfica: «... qué hacía Dios antes de crear el cielo y la tierra?» [Confesiones,, XI, X. 12.]

Agustín introduce el tema del tiempo desde dos perspectivas: (a) el no-tiempo de la eternidad intemporal del Creador, donde «nada transita» y «todo está [siempre] presente»; y (b) el tiempo de la «multitud de movimientos transeúntes» objetivados fuera del alma de la creatura, donde «ningún tiempo está presente todo entero» [Confesiones,, XI, XI, 13.], y depende de la eternidad del Creador, es diferencial entre pasado y futuro, y no constituye un presente permanente.

En el Libro XI de Confesiones, hay un inocultable interés por comprender la naturaleza de la experiencia de tiempo: «arde mi espíritu en deseos de conocer este complicado enigma» [Confesiones,, XI, XXII. 28.]: «¿Acaso en el

1 San Agustín, Confesiones; Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, 2007.2 El aristócrata persa Mani o Manes (216-275), fundó el maniqueísmo tras algunas revelaciones que atribuyó al Espíritu. Considerado como una herejía del cristianismo, documentos hallados a fines del siglo XIX, permiten considerar que el maniqueísmo es una religión revelada de carácter sincretista y un estadio final de la gnosis, una de cuyas afirmaciones fundamentales fue la existencia de dos principios o naturalezas: la luz y las tinieblas, el bien y el mal, o Dios y la materia. A esta primera fase, fuertemente vinculada con el tiempo pasado, le siguió otra fuertemente vinculada al tiempo presente y al tiempo medio, durante los cuales el bien y el mal se entremezclan y marcan el destino ético del hombre, cuya alma alcanzaría el tiempo futuro final, cuando todo lo que es luz se libera de la materia, que es el mal. Agustín se constituyó en seguidor de esta religión, pero, aun cuando renunciara a ella y se convirtiera en un gran detractor del culto, permanecieron en él algunas huellas tales como el problema del mal y algunos principios dualistas. El concepto de tiempo no escapó a este sino. Véase Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni; Diccionario de filosofía en CD-ROM, Editorial Herder S.A., Barcelona. España, 1996.

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presente, que transita?» está el «espacio» en el que «medimos el tiempo cuando pasa» no ya como secuencia? [Confesiones,, XI, XXI. 27.]

La cuestión de la relación entre tiempo y presencia, implica que hay un presente de cosas presentes en la inmediata percepción: (a) hay un presente de cosas pasadas en la memoria; y (b) hay un presente de cosas futuras en la expectación.

Medir el tiempo supone una dificultad. Agustín advierte que el tiempo supone cierta extensión, y comprende que siempre experimentamos cantidades o duraciones de tiempo: «... tan rápidamente vuela [el tiempo] del futuro al pasado que no tiene duración alguna. Pues, si se extendiera, se dividiría en pretérito y futuro, y el presente no tendría ningún espacio» [Confesiones,, XI, XV. 20.] El presente carece de espacio. No tiene extensión. Es imposible medir el tiempo, ya que no podemos medir lo instantáneo, efímero y fugitivo presente, ni el pasado que se ha ido, ni el futuro que vendrá: el tiempo de la experiencia espacial es inconmensurable.

Discutir sobre las relaciones de pasado, presente y futuro, sugiere la irrealidad del pasado y del futuro respecto del presente: el tiempo es un presente siempre cambiante, aun cuando no lo percibamos con su carácter instantáneo, efímero y fugitivo.

Se pueden comparar tiempos, pero sólo en la memoria, y no con el cronómetro, como si fueran «las gotas del tiempo» [Confesiones,, XI, II. 2.] de un reloj de agua.

Ya que el tiempo es el movimiento de todos los cuerpos, aun cesando las «luminarias en el cielo», ellos, los cuerpos celestes, son nuestra convencional medida del tiempo, «signos que marcan los tiempos, los días y los años», una pauta arbitraria de la medición temporal. Agustín no avalaba que «los movimientos del sol, la luna, y las estrellas constituían los tiempos mismos» [Confesiones,, XI, XXIII. 29.] El tiempo no es el movimiento de los cuerpos celestes: «cuando, por el deseo de un hombre, el sol se detuvo para que él culminara su combate en victoria, el sol estaba detenido, pero el tiempo corría ...» [Confesiones,, XI, XXIII. 30.]

De la dificultad de definir el tiempo objetivamente, Agustín va a pasar a examinar los extremos psicológicos del tiempo, lo que podríamos llamar, con cierto grado de discrecionalidad, «la conciencia subjetiva del tiempo» Así es como conduce su argumento por una vía «débil», habida cuenta de la dificultad de medir el tiempo objetivamente. Examina la memoria como «receptáculo» que «recuerda, atiende y espera» Establece que: (a) el presente importa el suceso instantáneo; (b) el pasado, que ya no es objetivamente real, persiste en la memoria; y (c) «existe ya en el espíritu la expectación de lo futuro» [Confesiones,, XI, XXVIII. 37.], esto es la esperanza de las cosas que vendrán. De otro modo: por anticipación afirma un futuro, y por la unión de pasado y futuro a través del presente instantáneo, efímero, y fugitivo, Agustín obtiene el concepto de tiempo que se da en la memoria y en la naturaleza de las cosas, y sólo es posible por los hechos y sucesos de la creatura.

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Agustín había preferido mostrar el problema metafísico del tiempo, pero lo muestra en el domino de la psicología: la «conciencia» de tiempo, que envuelve cierto tipo de «idealismo» que no sustituye a la cuestión metafísica, sobrenatural. El examen del tiempo es psicológico (la memoria y la expectación, tomadas como presente) porque menta instancias como «formas», como «variantes» de pasado y de futuro, es decir como «contenidos de conciencia», por decirlo así, como «representaciones»

El orden temporal agustiniano es el medio apto para la realización de verdades y valores éticos que signan al hombre en tanto que Hombre, como una dimensión espiritual que aspira a la felicidad en la expectativa del gozo en la posesión plena de Dios y, de tal suerte, trasciende el mero orden psicológico, y se proyecta hacia un orden (metafísico) que está más allá de la memoria misma.

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