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AGUSTÍN DE HIPONA CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA

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AGUSTÍN DE HIPONA. CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA. AGUSTÍN DE HIPONA: CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA. 1. LA CONCEPCIÓN AGUSTINIANA DE LAS RELACIONES ENTRE LA FE Y RAZÓN - PowerPoint PPT Presentation

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AGUSTÍN DE HIPONA

CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA

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AGUSTÍN DE HIPONA: CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA

1. LA CONCEPCIÓN AGUSTINIANA DE LAS RELACIONES ENTRE LA FE Y RAZÓN

Agustín no ve la necesidad de “separar” la fe (en los dogmas del cristianismo) y la razón (la argumentación y las doctrinas filosóficas) porque:

1. La Verdad que busca no es la verdad de la CIENCIA, una verdad teórica y parcial, sino la SABIDURÍA, una verdad total (acerca de la totalidad de cuanto existe y del sentido de la existencia humana en el mundo) y práctica (capaz de orientar la vida humana hacia el logro de la Felicidad).

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2. Esta Verdad total es única (no puede haber dos verdades, una religiosa y otra filosófica, que pudieran ser contradictorias), de modo que: O bien se alcanza sólo a través de la razón, haciendo innecesaria o

perjudicial la fe (RACIONALISMO) (como prometía el MANIQUEÍSMO). O bien se alcanza sólo a través de la fe, haciendo innecesario o perjudicial

el ejercicio de la razón (FIDEÍSMO) (como para algunos Padres de la Iglesia, como Tertuliano)

O bien se alcanza a través de una cierta colaboración entre la Razón y la Fe. Esta es la posición Agustiniana: relativamente autónomas, pero insuficientes por separado para el logro de la Sabiduría: se presuponen mutuamente y han de ayudarse mutuamente.

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COLABORACIÓN ENTRE LA RAZÓN Y LA FE: La vida humana no puede fundarse sobre la sola razón: la

fe en la autoridad (humana) es indispensable, incluso para el aprendizaje de las ciencias, donde la fe prepara para la comprensión racional.

Pero la autoridad no puede exigir la fe a contenidos irracionales, sino que ha de contar con la razón, con el “maestro interior” que hay dentro de cada ser humano.

Una vez alcanzada la comprensión, la razón opera autónomamente (sin la fe): extrayendo conclusiones necesarias a partir de premisas verdaderas.

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- Las ciencias parten de principios cuyo fundamento último busca la Filosofía: el amor (filo) a la Sabiduría (sophía) es la búsqueda del Primer Principio incondicionado, fuente de todo ser, de toda verdad y de todo bien. - La Sabiduría que busca la Filosofía sólo es alcanzable si la Razón se deja ayudar por la Fe en la Revelación divina (en la Palabra de Dios); sin ella, la Razón conduce al escepticismo. Así:

La Razón prepara al hombre para la Fe. Las verdades de la fe han de ser “razonables” y mínimamente comprendidas para el buscador de la verdad. “Entiende, para creer mi palabra”.

La Fe “purifica” a la Razón para que ésta “acepte” la verdad de los dogmas: “Cree, para entender la palabra de Dios”.

Pero esta aceptación por la fe no es una comprensión plena: la verdad de los dogmas, la Palabra de Dios debe ser aclarada, explicada, interpretada “racionalmente”: para defender la fe de los ataques de paganos y ateos, para evitar las falsas interpretaciones o herejías, para hacer razonable creer a

quien busca la verdad y para satisfacer la necesidad de entender lo que se cree (y no creer ciegamente)

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2. LA CONCEPCIÓN AGUSTINIANA DE LA NATURALEZA DIVINA Y EL DOGMA TRINITARIO La naturaleza divina es incomprensible e inexpresable en

el lenguaje: Es incomprensible lo que Dios es esencialmente, porque

Dios no es un ser particular. Dios no es un individuo de la especie de los dioses (como Sócrates es un individuo de la especie de los hombres).

Es incomprensible lo que Dios es accidentalmente (cualidades, relaciones, cantidades, posiciones, etc.), porque en el ser de Dios no hay accidentes: no hay nada que Dios sea y que pudiera no ser: todo en él es necesario.

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Si, no obstante, predicamos ciertos atributos de Dios (bondad, sabiduría, poder, etc.), hemos de hacerlo: en sentido absoluto (sin limitación alguna): Dios es absolutamente bueno,

sabio, poderoso. O mejor: Dios es la Bondad, la Sabiduría, el Poder, etc. de los que “participan” todas los seres que son buenos, sabios, poderosos, etc.

Teniendo en cuenta que entre estos atributos no hay distinción real, es decir, que su Bondad es lo mismo que su Poder y que su Sabiduría, etc. y que todas estas cualidades no son nada distinto de su SER.

De Dios sólo podemos decir que ES (“Yo soy el que soy”), o mejor, que sólo Él es en sentido absoluto: Dios es el ser mismo subsistente (ipsum esse subsistens), que existe

por sí mismo y por el cual existe todo lo que existe. la Esencia Absoluta, lo (único) que absolutamente es: no una

esencia, ni tampoco un principio “más allá de la esencia”. El ser necesario, eterno e inmutable (del que participan todos los

seres contingentes, temporales y mutables)

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Dios ha de “concebirse”: Como Principio ontológico de todo ser, porque si no fuera

principio sería “principiado”, es decir, sería un ser particular, que participa del Ser. Pero no como un principio ontológico impersonal “más allá de la

esencia” (como el Bien de Platón), porque entonces no tendría sentido ninguna relación personal, religiosa, con Él. Por tanto,

Como principio absoluto que no sólo es sustancia o Esencia absoluta, sino también Sujeto o Espíritu absoluto: una Vida absoluta, que es el principio de toda vida y de todo ser (Padre,

creador del Cielo y de la Tierra). una Inteligencia absoluta, que es el principio de toda verdad y de todo

conocimiento (Hijo, Verbo o Sabiduría del Padre) y una Voluntad absoluta, que es el principio de todo bien (Espíritu Santo).

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Significado del dogma de la Trinidad: Padre, Hijo y E. Santo son esencialmente el mismo

Dios, no 3 dioses. Pero si en esa Esencia no hay accidentes, ¿qué tipo de distinción hay entre las Personas?

Agustín: la distinción “según la relación”: Como “sujeto” o “espíritu”, su ser implica relación

consigo mismo y, por tanto, diferenciación interna: Conociéndose a sí mismo eternamente, Dios engendra

eternamente una Imagen perfecta de sí mismo (de su misma sustancia): tal es el Hijo (el Verbo, el Logos o Sabiduría del Padre).

Amándose a sí mismo eternamente en el Hijo y amando éste al Padre, espiran ese Amor, que es el E. Santo, que procede de ambos.

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Agustín intenta racionalizar el misterio de la Trinidad: Intentando pensar la “relación” como una forma de

predicación o categoría intermedia entre la predicación esencial y la predicación accidental.

Intentando hallar en el mundo “huellas”, vestigios o imágenes, de la Trinidad: En todas las cosas:

la existencia, que remite al Padre (creador) la esencia (el ser A o B), que remite al Hijo (Inteligencia) y la tendencia a permanecer en su ser, que remite al E. Santo.

En el ser humano (como “hombre interior” o “mente”): la existencia (consciente y amante) MEMORIA el conocimiento (de la existencia y del amor) INTELIGENCIA el amor (a la existencia y al conocimiento)VOLUNTAD

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3. LA RELACIÓN ENTRE DIOS Y EL MUNDO CREADO. EL LUGAR DEL ALMA HUMANA COMO IMAGEN DE DIOS

3. 1. Creacionismo: la creación desde la nada y el problema de la temporalidad. El alma humana como memoria Dios no crea a partir de sí mismo (El mundo sería emanación de

Dios; Dios y Mundo serían lo mismo: panteísmo, negación de la trascendencia)

Dios no crea a partir de algo preexistente (Dios no habría creado todo, no sería omnipotente). Luego:

Dios crea todo a partir de la nada. Omnipotencia y trascendencia. La existencia de las cosas (contingentes, temporales y

mutables) demuestra la existencia de Dios (necesario, eterno e inmutable).

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Problemática del ser creado como ser temporal (ser que viene del no-ser y que existe conservándose en tensión hacia el no-ser). No hay creación en el tiempo: implicaría temporalidad y mutabilidad en Dios. No hay creación antes del tiempo: implicaría eternidad e inmutabilidad del

mundo. Agustín: Dios crea el tiempo con el mundo.

Dios crea el tiempo para que las cosas, que están todas a la vez eternamente presentes en su Mente, puedan venir a la existencia sucesivamente (llegando a ser, durando y dejando de ser).

El tiempo es imagen móvil de la eternidad (Platón, Plotino). Sin él el Mundo sería una copia perfecta (eterna e inmutable) de la Mente divina.

Tiempo y movimiento son inseparables, pero no idénticos: el tiempo es la medida del movimiento y presupone una conciencia que percibe, mide, compara.

Ahora bien, el tiempo real que mide la conciencia no puede ser el pasado, que ya no es, ni el futuro, que todavía no es, ni tampoco el presente que no dura.

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El tiempo real que mide la conciencia es el tiempo de la propia conciencia, que ha de estar, en cierto modo, “por encima del tiempo objetivo” para poder medirlo. Este tiempo del alma es un presente “retenido y extendido”:

El presente-presente de la atención: intentio animi. El presente-pasado de la memoria: distentio animi. El presente-futuro de la expectación: extensio animi.

Este presente del alma que se concentra, se distiende y se extiende es la imagen del eterno presente, sin pasado ni futuro, del instante que no pasa

Por esta triple capacidad el alma se sitúa entre la temporalidad de las cosas creadas y la eternidad de Dios.

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3. 2. Ejemplarismo: el mundo creado como Cosmos y el problema del conocimiento. El alma humana como inteligencia. Ejemplarismo: doctrina agustiniana acerca del fundamento del Orden

Cósmico. Que las cosas creadas estén ordenadas en géneros y especies y, además,

sujetas a las leyes del número y la medida, demuestra que han sido creadas por un Creador Sabio o Inteligente. Platonismo: Que una cosa sea lo que es, que tenga una naturaleza o esencia,

significa que esa cosa participa de una Forma inteligible, que es la causa formal o ejemplar por la que esa cosa es lo que es.

Neoplatonismo: Esa Forma inteligible, ese modelo ejemplar, es la Idea de la cosa tal y como está en la Mente o Inteligencia divina.

Por tanto, el fundamento del Orden Cósmico es la Mente o Inteligencia divina, el Verbo, que contiene: Las Ideas universales: especies y géneros en que se ordenan las criaturas Las ideas de las criaturas individuales mismas (no sólo la Idea de árbol, sino también

la de este árbol). Las Ideas de los números, de las cuales participa toda criatura en tanto puede ser

determinada cuantitativamente (ella y sus partes y las proporciones entre sus partes y también sus movimientos).

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Problema de la relación entre lo sensible y lo inteligible: En Platón, materia y forma son eternas y la creación es la

ordenación de la materia a partir de las Formas por obra del Demiurgo.

En Agustín, la materia es creada a partir de la nada. Pero esta materia no puede ser informe para ser moldeada después

conforme a las Formas divinas, sino que Dios crea una materia con forma incoada. Por tanto:

Esas formas presentes en las cosas han de ser “formas creadas” (copias o imágenes de las Ideas divinas).

En los seres vivos, esas formas creadas son formas o razones seminales (rationes seminales) que contienen virtualmente a todos los individuos de esa especie y se transmiten en la reproducción.

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El conocimiento de lo inteligible: ¿cómo puede el alma humana conocer las formas inteligibles y juzgar rectamente el ser de las cosas? Platón: reminiscencia (anámnesis): el alma recuerda las Ideas “vistas” en su

existencia separada del cuerpo, antes de su encarnación (transmigración): Inviable para Agustín: personalidad individualuna única alma en un único

cuerpo durante una única vida. Neoplatonismo: reminiscencia: el alma humana forma parte del Alma del

Mundo, que procede de la Inteligencia (Nous) que contiene las Formas. Inviable para Agustín: el alma humana no procede de Dios; el alma humana

es sustancialmente heterogénea. Respuesta agustiniana: reminiscencia sin transmigración:

La inteligencia humana es imagen de la Inteligencia divina, del Verbo o Logos (2ª Persona), que contiene los arquetipos ejemplares de las cosas.

La creación del alma humana a imagen de Dios conlleva la impresión de ciertas nociones, que son copias de las Ideas divinas.

Por tanto, la Verdad está en el interior del alma, en el fondo de la memoria, que es algo más que la memoria psicológicamemoria transpsicológica o memoria Dei.

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3.2.1. El interiorismo agustiniano y la refutación del escepticismo: Interiorismo como respuesta al escepticismo:

Escepticismo académico: negación de la verdad como captación de la realidad objetiva de las cosas a través de los sentidos externos. Argumento: ausencia de un criterio de la verdad de nuestras

percepciones: no podemos distinguir entre percepciones verdaderas y falsas.

Agustín: la verdad existe como certeza en la captación de la realidad subjetiva del alma a través del “sentido interior”. Argumento: puedo dudar de todo, menos de mi propia existencia

como sujeto que duda, afirma, niega, quiere, recuerda, imagina, etc., que se siente y conoce a sí mismo, no a través de los sentidos externos, sino a través de un “sentido interior”.

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3.2.2. El conocimiento sensible El conocimiento sensible no es el verdadero conocimiento y puede ser

puesto en duda: por la imperfección (mutabilidad) de los órganos sensoriales y por la imperfección (mutabilidad) del alma que conoce a través de ellos, por la imperfección (mutabilidad, contingencia) de los objetos sensibles.

Agustín no ofrece ningún método o criterio para discernir la verdad y la falsedad de las representaciones sensibles. Sin embargo, considera: que es más imprudente desconfiar siempre del testimonio de los sentidos

que confiar siempre en él. que podemos juzgar rectamente acerca de las cosas sensibles. Pues

la posibilidad de la verdad y del error está en el sentido interno (no en los sentidos externos, que no “engañan), donde reside la capacidad de juzgar, El juicio es un acto voluntario, si no quiero caer en el error no tengo por qué hacerlo:

puedo simplemente suspender el juicio. Sólo si juzgo, esto es, si atribuyo una propiedad a un objeto o enuncio una relación

entre objetos, puedo equivocarme.

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Explicación del conocimiento sensible: Para Agustín, el hombre es el compuesto de alma y cuerpo, pero el alma es

la “parte” superior y la que constituye nuestra identidad personal: el “hombre interior”, el “yo” que somos en cada caso nosotros mismos.

No son los sentidos corporales quienes conocen, sino el alma a través de los sentidos corporales. Los sentidos corporales son instrumentos de los que se sirve el alma para

conocer el mundo exterior, notificando al sentido interior, al alma, la presencia, cualidades y movimientos de las cosas exteriores.

Pero es el alma misma la que, presente toda ella en todas las partes del cuerpo: intensifica su atención en las modificaciones que padecen los órganos sensoriales

por efecto de las cosas y sus movimientos, crea de su propia sustancia una imagen de la cosa semejante a ella, y retiene esa imagen en la memoria: imagen = “sensación”, que no es algo que el alma

padece sino algo que el alma hace, pues lo superior (el alma) no puede padecer por causa de lo inferior (el cuerpo, los órganos sensoriales).

El alma como Imagen de Dios: así como Dios-Padre crea y conserva todas las cosas, así nuestra alma crea y retiene en la memoria las imágenes de las cosas de modo que podamos constatar su existencia, unidad y permanencia.

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El juicio racional o conocimiento racional (inferior) de lo sensible: Nosotros juzgamos acerca de las cosas externas: “Esto es A”, donde:

“esto” se refiere a la imagen de la cosa que formamos y retenemos en la memoria, y “A” se refiere al concepto o noción de un modelo, de la especie, género, cualidad o

cantidad o posición o cualquier otra propiedad o relación de la cosa. ¿Cómo podemos juzgar rectamente acerca de las cosas externas?

Gracias a “esa LUZ INCORPÓREA que ilumina nuestra mente para poder juzgar con rectitud de todo esto”. ¿Qué significa esto?

Que tenemos un conocimiento interior implícito, a priori, de ciertas formas o nociones (notiones) de aquello en lo que consiste ser-A o ser-B, a las cuales se ajustan o no se ajustan las cosas. En el texto dice : “tenemos un sentido del hombre interior por el que sentimos lo justo y lo injusto; lo justo por su

hermosura (specie: forma) inteligible y lo injusto por la privación de esa hermosura”. Aquí, la metáfora de la ILUMINACIÓN parece referirse a la IMPRESIÓN de las Ideas

divinas en nuestra mente, causa de nuestro conocimiento implícito de las nociones que empleamos en los juicios sobre las cosas sensibles.

Este conocimiento racional de lo sensible (que a veces llama “ciencia”): no es teórico o contemplativo, porque sus objetos son temporales y mudables, pero tiene una utilidad práctica, nos permite actuar en el mundo, nos permite usar las cosas

creadas para cubrir nuestras necesidades.

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El conocimiento intelectual (racional superior): la doctrina de la Iluminación El alma convierte sus “nociones impresas” en conocimientos expresos (cognitiones,

notitias): volviéndose hacia su memoria transpsicológica, considerando las nociones en sí mismas al margen de imágenes sensible y explicitando qué es aquello en lo que consiste ser-A o ser-B.

Entonces el alma se conoce a sí misma como Inteligencia o Razón: portadora de formas inteligibles y no de meras nociones subjetivas y capaz de formular verdades eternas (y no meras verdades de hecho): necesarias, i.e., que evidencian conexiones entre Ideas que no pueden ser de otra

manera, de modo que negarlas implica contradicción. Son, por tanto, Eternas: no han empezado a ser verdades ni podrán dejar de serlo nunca. Inmutables: no son susceptibles de cambio o variación a través del tiempo. Por todo lo cual son:

universales, i.e., reconocibles como verdades objetivas por toda alma racional, no subjetivas, privadas o propias de esta o aquella alma, como las sensaciones.

Estas verdades eternas constituyen el terreno de la Ciencia (Scientia) (aunque a veces dice que pertenecen a la Sabiduría).

Pero la Sabiduría (Sapientia) sería, más bien, el conocimiento de su fundamento ontológico (Dios).

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AGUSTÍN DE HIPONA: CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA

Búsqueda de la Sabiduría Nuestro amor al conocimiento no queda satisfecho con las

verdades de la ciencia, impulsando a la razón a buscar el fundamento de esa eternidad, inmutabilidad y necesidad.

Este fundamento no puede estar: en lo sensible, que es temporal, mudable y contingente, pero ¡¡¡tampoco en nuestra inteligencia o razón, puesto que nuestra alma

es también temporal, mutable, particular y contingente!!! El fundamento de la Verdad eterna e inmutable no puede ser

otro que el Ser Eterno e Inmutable: la Inteligencia o Verbo divino: Metáfora de la Iluminación: las ideas y verdades son inteligibles sólo

a Luz (Verdad) que irradia desde Dios (Ser) e ilumina nuestra mente, de modo que reconozcamos la universalidad, necesidad, eternidad e inmutabilidad de esas verdades .

La doctrina de la iluminación como explicación última de nuestro reconocimiento de la necesidad, eternidad e inmutabilidad de las verdades que hallamos en el conocimiento intelectual.

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Interpretaciones de la metáfora de la Iluminación: Ontologismo: si conocemos las ideas y verdades

eternas a la luz de Dios y si esas verdades e ideas existen en la mente de Dios, entonces vemos la verdad en Dios: “ver” las ideas divinas es “ver” a Dios. Crítica: Si Agustín hubiera pensado que vemos las

verdades e ideas en Dios, no ofrecería pruebas de su existencia a quienes, aun comprendiendo las verdades eternas, no admiten la existencia de Dios.

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El hombre como imagen de Dios

En este texto, Agustín relaciona la idea bíblica del hombre como imagen de Dios (entendido en conformidad con el dogma trinitario) y su propia concepción de la vida espiritual del alma humana: El anhelo de felicidad eterna en la contemplación de

la Verdad que impulsa al alma sólo se entiende por referencia a Dios como principio y fin de esa vida espiritual.

Pero, a la inversa, la naturaleza divina (unidad y trinidad de Personas) sólo se entiende por analogía con la vida espiritual del ser humano (conjugación de memoria, inteligencia y voluntad en la unidad del alma humana). Se trata de la llamada “analogía psicológica” de la Trinidad.

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El hombre como imagen de Dios Fundamento de la analogía psicológica:

Dios crea al ser humano tomándose a sí mismo como modelo, creando, por tanto, una sustancia dotada de vida espiritual, esto es, una alma (mens) dotada de inteligencia y de voluntad.

No siendo tres, sino una y la misma alma la que: existe conociendo y amando, se conoce así (como existente, cognoscente y amante) ama su existencia y su conocimiento,

Tampoco son tres cosas: la existencia del Padre, el conocimiento de sí que el Padre tiene en el Hijo (Inteligencia o

Sabiduría del Padre) y el amor con el que se aman el Padre y el Hijo, (el E. Santo).

La triple dimensión de nuestra vida espiritual (ser, conocer y amar) constituye una imitación de Dios y quien analice su vida espiritual podrá encontrar en sí mismo una imagen de Dios impresa allí por Dios mismo en el momento de nuestra creación.

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El hombre como imagen de Dios 1. Nuestra existencia (como sustancias, “existimos”) remite a Dios

como Esencia absoluta y como causa eficiente de nuestra existencia (Padre). Primero porque, como la de todo otro ser temporal y mutable, nuestra

existencia presupone la existencia del ser eterno e inmutable y su acción creadora.

Pero, sobre todo, porque nosotros somos conscientes de la temporalidad y mutabilidad de nuestra existencia y de la existencia de las cosas creadas. Esta conciencia del ser-en-el-tiempo es posible gracias a la memoria, que

eleva al alma por encima del instante presente, que no es, sino que pasa, y la aproxima al eterno presente, que no pasa, sino que es, en el que Dios se conoce a sí mismo.

Pues gracias a la memoria, el alma humana puede “retener” los instantes que pasan sin detenerse, en un presente “distendido” hacia el pasado. La memoria imita a Dios porque hace posible un “tiempo del alma” que imita la eternidad de Dios.

Sólo por la memoria el alma puede decir “es”, emitir juicios acerca de sí misma, de su propio “ser” y del “ser” las cosas del mundo, cuya existencia, unidad e identidad a través del tiempo reconoce.

Para lo cual el alma dispone de una noción del Ser eterno e inmutable (de una existencia, unidad e identidad absolutas), que no ha podido “derivar” de la percepción de las cosas ni de la propia percepción de sí misma.

Page 27: AGUSTÍN DE HIPONA

El hombre como imagen de Dios 2. Nuestra esencia (como seres inteligentes, cognoscentes: “conocemos”)

remite a Dios-Hijo, como Inteligencia absoluta (Logos, Verbo o Sabiduría del Padre) y causa ejemplar de nuestra inteligencia. El alma lleva impresas, en el fondo de la memoria, las nociones del ser las cosas

(nociones impresas=copias de las Ideas divinas metáfora de la impresión de la forma del anillo en la cera).

Cuando el alma las define y relaciona, actualiza ese conocimiento implícito en el fondo de la memoria, y entonces es “inteligencia” de ideas y verdades eternas.

Si el alma puede hallar en ella misma ideas y verdades eternas, es: porque las nociones de esas ideas han sido impresas allí por Dios y porque son iluminadas por la verdad eterna e inmutable de modo que el alma pueda

reconocer su eternidad e inmutabilidad, es decir, su necesidad. Que nuestra alma pueda hacer esto implica que nuestra inteligencia es imagen

del Verbo o Inteligencia divina. Pues Dios hace lo mismo que el alma cuando, de su propio fondo y sustancia, engendra

el Verbo, al Hijo, su Sabiduría: se “acuerda” de sí mismo y se conoce a sí mismo como Inteligencia, hallando en sí mismo las Ideas de todas las cosas. (Analogía psicológica)

Page 28: AGUSTÍN DE HIPONA

El hombre como imagen de Dios 3. El dinamismo de nuestra voluntad (“amamos”) remite a Dios-Espíritu

Santo, como Amor y como causa final de nuestro amor. Nuestro amor a la existencia y al conocimiento se extiende más allá de los

límites de nuestra existencia temporal y mutable. Es decir: Presentimos y anhelamos un Bien eterno e inmutable que, conforme a la

naturaleza racional de nuestra alma, sólo puede consistir en la contemplación y disfrute de la Verdad eterna e inmutable.

Pero esta Felicidad eterna que anhelamos sólo puede sernos donada en un acto de Amor por parte de quien nos ha dado la existencia y el conocimiento.

Por tanto, lo que amamos por encima de todo es el amor de Dios. Y si amamos así es porque sentimos en nosotros vaga y oscuramente la

presencia de ese Amor que es el Bien supremo capaz de dar la Felicidad eterna en la eterna contemplación de la Verdad (Sabiduría).

Sólo que este presentimiento vago y oscuro de Dios en nosotros no es suficiente para determinarnos a “amar a Dios sobre todas las cosas” y nos dejamos arrastrar por nuestro amor a nosotros mismos y a las cosas creadas, en la creencia pecaminosa de que las cosas o nosotros mismos podemos ser la fuente de la felicidad que anhelamos.

Page 29: AGUSTÍN DE HIPONA

Escepticismo académico y certeza de la propia existencia

Agustín: configurar una cultura cristiana vincular el cristianismo con el platonismodesvincular el platonismo del escepticismo académico, que negaba la posibilidad del verdadero conocimiento.

Escepticismo académico = forma de escepticismo desarrollado en la Academia media (Arcesilao) y Nueva Academia (Carnéades).

Rechazo del dogmatismo de los estoicos Negación de la posibilidad de alcanzar el verdadero conocimiento a partir de

los fenómenos. Sabiduría = suspensión del juicio; conducción de la vida prácticaopiniones

probables. Agustín lo conoce a través de Cuestiones académicas de Cicerón

Se reivindicaba como verdadero heredero del platonismo. Importante para Agustín: incluye su refutación del escepticismo en su

demostración de que, por su capacidad para el conocimiento de lo inteligible, el alma humana es una imagen de Dios.

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Escepticismo académico y certeza de la propia existencia

Platón: los fenómenos (las cosas sensibles percibidas) conservan una cierta “semejanza” con

las Ideas a las que “imitan”, y esta semejanza es la que permite al alma “recordar” su anterior visión de las Ideas.

En la caverna: las imágenes del fondo guardan semejanza con las cosas que las proyectan y éstas la guardan con las Ideas conforme a las cuales han sido hechas. Sombras (fenómenos)(Cosas)(Ideas)

Académicos: No puede establecerse la semejanza fenómeno-cosa. Incluso admitiendo la semejanza cosa-idea, no hay nada en una percepción

(fenómeno) que garantice que es verdadera, es decir, que representa adecuadamente a la cosa.

Para garantizar que una percepción es verdadera tendríamos que poder compararla con el objeto tal como es en sí mismo, cosa que no podemos hacer.

El ascenso al mundo inteligible es imposible y la mente ha de quedar envuelta o inmersa completamente en los fenómenos (Fenomenismo).

Toda afirmación es opinión y, por tanto, puede ser verdadera o falsa, sin que podamos determinarlo en ningún caso.

Puesto que el sabio no puede dar su asentimiento a opiniones, debe suspender el juicio acerca del ser de las cosas, de lo que las cosas son, quedándose sólo con sus apariencias, con lo que le parecen ser (y actuando conforme a la probabilidad)

Page 31: AGUSTÍN DE HIPONA

Escepticismo académico y certeza de la propia existencia

Agustín: el escepticismo traiciona al platonismo y debe ser refutado para que el cristianismo pueda vincularse a Platón: Que no haya un conocimiento directo de los objetos del

mundo, sino más bien una aprehensión indirecta y mediatizada por la imagen que el alma se hace de ellos, no implica que sea imposible el conocimiento mismo.

El punto de partida para alcanzar el verdadero conocimiento será precisamente el punto de llegada de la duda escéptica, o sea: el alma, la mente, la interioridad, el sentido interior, inmerso en los fenómenos.

El camino agustiniano hacia el verdadero conocimiento irá de lo exterior a lo interior y de lo interior a lo superior.

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Escepticismo académico y certeza de la propia existencia

Primero paso (texto): Agustín obliga al escéptico a abandonar la duda y la suspensión del juicio como único contenido (negativo) de la sabiduría: La duda sobre la propia existencia es contradictoria

(performativamente): nadie puede dudar de su existencia sin afirmarla al mismo tiempo y, por tanto, sin destruir su propia duda.

Hay un juicio que no trata sobre fenómenos o apariencias, sino sobre la realidad, y que no es opinable porque no puede ser falso: Existo. O de otro modo: hay una cosa, no un fenómeno, acerca de cuyo ser el sabio no puede suspender el juicio: esa cosa es la mente misma que se conoce a sí misma en el acto de dudar (y en todo otro acto de conciencia: amar, temer, esperar, etc.)

El escéptico debe admitir que la mente tiene una relación positiva con la verdad, aunque sea con la verdad acerca de sí misma. (El escéptico puede reconocer esa “verdad”, pero le parecerá trivial y no la considerará como contenido de la sabiduría). De ahí la necesidad de dar un segundo paso (que no está en el texto).

Page 33: AGUSTÍN DE HIPONA

Escepticismo académico y certeza de la propia existencia

Segundo paso: con la admisión de las dos primeras verdades del texto (existo y conozco que existo), el escéptico admite también un criterio de verdad (formal): la no-contradicción. En adelante, no podrá dudar de ninguna proposición cuya negación

implique contradicción: “Si hay cuatro elementos en el mundo, no hay cinco,” “Si el sol es único, no hay dos,” “Una misma alma no puede morir y ser inmortal,” “No puede ser el hombre al mismo tiempo feliz e infeliz,” “No es a la vez día y noche,” “Ahora estamos despiertos o dormidos,” “Lo que me parece ver, o es cuerpo o no lo es.”

Aunque Agustín llama “ciencias” a las matemáticas y a la lógica porque se componen de este tipo de verdades formales, no pretende que a través de ellas conozcamos el mundo externo.

Le basta con afirmar que la imposibilidad de negar estas verdades implica que el alma reconoce en ellas el “brillo” de la verdad necesaria, es decir, la eternidad y la inmutabilidad.

Por tanto, considera el alma está viendo estas verdades eternas a la luz de la Verdad eterna que irradia desde el Ser eterno e inmutable que trasciende el alma temporal y mutable.

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Amor a la existencia y amor al conocimiento

Tras la refutación del escepticismo y la afirmación de que podemos conocer la verdad en y por el sentido interior, Agustín considera la última “evidencia” de que nuestra alma es una Imagen de Dios: “amamos nuestra existencia y nuestro conocimiento”.

La Bondad divina se manifiesta en el impulso que anima a toda criatura a conservar su existencia de acuerdo con su naturaleza peculiar.

Las cosas tienden a la conservación de su ser y se esfuerzan por llegar a ser lo que son, por realizar las perfecciones que son propias de su esencia o naturaleza.

Este impulso es su peso (pondus), huella o vestigio de la triple actividad creadora, ordenadora y vivificadora o conservadora de Dios, de la Voluntad divina, o sea manifestación del Amor divino.

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Amor a la existencia y amor al conocimiento

El hombre no es una excepción a esta Lex aeterna: La universal búsqueda de la Felicidad es manifestación del pondus, del

peso natural del alma humana. “Mi peso es mi amor” “Amor” es esta tendencia del alma hacia el bien que es propio de su

naturaleza, cuyo conocimiento y disfrute ha de proporcionarle la felicidad. Este “amor” se “compone” de dos anhelos básicos:

el amor a la existencia, que es un deseo consciente de inmortalidad, y el amor al conocimiento, que es un deseo de conservar la “mente sana”, la

capacidad del juicio recto, la capacidad del conocimiento racional de las cosas, de sí misma (y, en última instancia, de Dios, del principio de todo ser, de toda verdad y de todo bien).

El alma quiere seguir siendo y quiere seguir siendo lo que es, quiere conservar su existencia y quiere realizar su esencia como alma racional.

Estos dos anhelos constituyen el presupuesto de nuestro anhelo de felicidad (al que están subordinados todos nuestros anhelos particulares). Preferimos vivir infelices, perdiéndolo todo, antes que morir o que enloquecer,

antes que perder la vida o la razón.

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Amor a la existencia y amor al conocimiento

Por tanto, carece de sentido orientar hacia el mundo nuestro amor, la elección del tipo de objetos o bienes que amamos y en los que buscamos la felicidad.

Carece de sentido amar y buscar la felicidad en bienes temporales y mutables, ya que la “felicidad” que puedan proporcionar siempre estará perturbada por el temor a su pérdida.

Todavía más: cualquier forma mundana de felicidad, incluso la que puedan dar los bienes del alma (las ciencias) estará siempre perturbada por el temor a la muerte: “temes morir, no por otra cosa sino por querer vivir”.

Esta convicción: convierte en un “desierto” (eremus) el mundo en el que vive el hombre y convierte al hombre en un problema para sí mismo (quaestio mihi factus

sum) pues le hace descubrir en sí mismo un anhelo que nada, ni él mismo, puede

satisfacer: el anhelo de un Bien eterno e inmutable en la forma de una vida o actividad eterna que, para el alma racional sólo puede consistir en la contemplación (contemplatio) y disfrute (frui) de la Verdad.

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Amor a la existencia y amor al conocimiento

El anhelo de Felicidad eterna presupone un cierto conocimiento implícito del Bien eterno e inmutable que podría satisfacerlo, pues nadie podría anhelar algo que le fuera absolutamente desconocido.

El hombre, que se ha convertido en problema para sí mismo y que busca su origen y el sentido de su existencia: se ahonda en su propia alma y analiza:

su memoria, que le retrotrae a un pasado absoluto en el que no existía y desde el que llegó a la existencia por obra de Dios.

su inteligencia, que le pone ante el presente eterno de las verdades eternas, y su voluntad, que le proyecta a una felicidad eterna más allá de la muerte

hallando en su trasfondo un cierto pre-conocimiento de: El Ser eterno e inmutable, que es el fundamento de La Verdad eterna e inmutable, que constituye para el alma racional El Bien eterno e inmutable, cuyo conocimiento y disfrute constituye la

Sabiduría y, por tanto, el tipo de Felicidad que anhela.

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Amor a la existencia y amor al conocimiento

Agustín identifica este Ser eterno e inmutable, fuente de la Verdad y del Bien con el Dios personal trinitario de la fe cristiana.

Esto se comprende a la luz del acontecimiento de su conversión. Ninguna escuela filosófica podía satisfacer ese deseo de

inmortalidad personal que Agustín vincula a la búsqueda de la felicidad propia de la naturaleza humana.

Al introducir esta dimensión en la búsqueda de la Sabiduría, Agustín el Ser eterno e inmutable, fundamento de la Verdad y el Bien tenía que ser un Ser personal capaz de amar y donar gratuitamente la vida y la felicidad eterna

Esto sólo podía encontrarlo formulado en el Cristianismo.

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Sabiduría e Iluminación Agustín, sobre Sabiduría e Iluminación:

No formuló doctrinas sistemáticas y definitivas. Empleó las mismas fórmulas y metáforas con sentidos distintos en distintos

lugares de su obra. Esas fórmulas y metáforas han sido objeto de múltiples comentarios e

interpretaciones contrapuestas. La Filo-sofía, el anhelo de Sabiduría, es la búsqueda de la Felicidad,

que no puede estar en ningún bien que no sea adecuado a la naturaleza racional del ser humano.

El conocimiento consiste en una serie de grados a través de los cuales asciende el alma hasta alcanzar el grado más alto, que es la Sabiduría.

Desde su conversión al cristianismo, la Sabiduría: deja de estar alcance de la sola razón, sin el auxilio de la fe, y sólo podrá poseerse plenamente en la otra vida

Sin embargo, las capacidades naturales de conocimiento del alma humana están orientadas hacia la Sabiduría como hacia su fin último.

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Sabiduría e Iluminación En el texto, Agustín compara el conocimiento sensible incierto y el conocimiento

cierto que la mente (mens) tiene de sí misma, de su propia existencia y de sus estados internos.

Conocimiento sensible = conocimiento de sensaciones; Sensaciones = imágenes que el alma humana se forma de las cosas exteriores

a partir del testimonio de los sentidos. Estas imágenes son “consideradas en el pensamiento y retenidas en la memoria” y

son el medio por el que “somos excitados el deseo de las cosas sensibles”. Aunque afirma que estas imágenes son “semejantes” a las cosas, reconoce (con el

escepticismo) que esta forma de conocimiento sensible es insegura, incierta. Recuérdese la importancia de la facultad de la memoria, en cuyo funcionamiento cree

encontrar una primera imagen de Dios: por ella, el alma vive y conoce en una forma de temporalidad que está entre el puro

devenir y el Ser eterno e inmutable. La función de la memoria es trascendental, puesto que sin ella nada existiría para

nosotros, nada tendría unidad ni permanencia. Y esto lo descubre el alma volviendo sobre sí misma, conociéndose a sí misma con la absoluta certeza que es propia del sentido interior.

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Sabiduría e Iluminación Nuestra alma es capaz de comparar, relacionar, ordenar, clasificar

estas imágenes, de acuerdo con ciertas reglas (rationes) o nociones que no han sido a su vez percibidas sensorialmente, sino que son inmanentes al alma misma, a la razón.

¿Cómo podemos juzgar rectamente acerca de las cosas externas? Gracias a “esa LUZ INCORPÓREA que ilumina nuestra mente para poder juzgar con

rectitud de todo esto”. Tenemos un conocimiento interior implícito, a priori, de ciertas formas o nociones

(notiones) de aquello en lo que consiste ser-A o ser-B, a las cuales se ajustan o no se ajustan las cosas. En el texto dice : “tenemos un sentido del hombre interior por el que sentimos lo justo y lo injusto; lo justo por su

hermosura (specie: forma) inteligible y lo injusto por la privación de esa hermosura”. Aquí, la metáfora de la ILUMINACIÓN parece referirse a la IMPRESIÓN de las Ideas

divinas en nuestra mente, causa de nuestro conocimiento implícito de las nociones que empleamos en los juicios sobre las cosas sensibles.

Este conocimiento racional de lo sensible (que a veces llama “ciencia”): no es teórico o contemplativo, porque sus objetos son temporales y mudables, pero tiene una utilidad práctica, nos permite actuar en el mundo, nos permite usar las cosas

creadas para cubrir nuestras necesidades.

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Sabiduría e Iluminación El conocimiento intelectual (racional superior): la doctrina de la

Iluminación El alma convierte sus “nociones impresas” en conocimientos expresos (cognitiones,

notitias): volviéndose hacia su memoria transpsicológica, considerando las nociones en sí mismas al margen de imágenes sensibles y explicitando qué es aquello en lo que consiste ser-A o ser-B.

Entonces el alma se conoce a sí misma como Inteligencia o Razón: portadora de formas inteligibles y no de meras nociones subjetivas y capaz de formular verdades eternas (y no meras verdades de hecho): necesarias, i.e., que evidencian conexiones entre Ideas que no pueden ser de otra

manera, de modo que negarlas implica contradicción. Son, por tanto, Eternas: no han empezado a ser verdades ni podrán dejar de serlo nunca. Inmutables: no son susceptibles de cambio o variación a través del tiempo. Por todo lo cual son:

universales, i.e., reconocibles como verdades objetivas por toda alma racional, no subjetivas, privadas o propias de esta o aquella alma, como las sensaciones.

Estas verdades eternas constituyen el terreno de la Ciencia (Scientia) (aunque a veces dice que pertenecen a la Sabiduría).

Pero la Sabiduría (Sapientia) sería, más bien, el conocimiento de su fundamento ontológico (Dios).

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Sabiduría e Iluminación Búsqueda de la Sabiduría

Nuestro amor al conocimiento no se satisface con las verdades de la ciencia, impulsando a la razón a buscar el fundamento de esa eternidad, inmutabilidad y necesidad.

Este fundamento no puede estar: en lo sensible, que es temporal, mudable y contingente, pero ¡¡¡tampoco en nuestra inteligencia o razón, puesto que nuestra alma

es también temporal, mutable, particular y contingente!!! El fundamento de la Verdad eterna e inmutable no puede ser

otro que el Ser Eterno e Inmutable: la Inteligencia o Verbo divino: Metáfora de la Iluminación: las ideas y verdades son inteligibles sólo

a Luz (Verdad) que irradia desde Dios (Ser) e ilumina nuestra mente, de modo que reconozcamos la universalidad, necesidad, eternidad e inmutabilidad de esas verdades .

La doctrina de la iluminación como explicación última de nuestro reconocimiento de la necesidad, eternidad e inmutabilidad de las verdades que hallamos en el conocimiento intelectual.

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Cuestiones a tener en cuenta en la Contextualización

En relación con el tema del Hombre como Imagen de Dios: El texto habla de que la imagen de Dios es “perfeccionable por la reforma”.

Y esto remite a: La polémica de Agustín con el Pelagianismo:

Pelagio: el pecado original no permanece en la voluntad y en el entendimiento humano después del bautismo. Por lo que el ser humano puede cumplir la Ley de Dios por sus solas fuerzas, sin una especial ayuda divina.

Agustín: el pecado original permanece en la naturaleza humana, por lo que es necesaria una especial ayuda de la Gracia divina incluso para querer creer.

En relación con las nociones del escepticismo y la certeza de la propia existencia: El “si enim fallor, sum” de Agustín, precedente del “cogito, ergo sum” de

Descartes. Mismo contenido, misma función contra el escepticismo. Distinto contexto:

Agustínconfiguración de una cultura cristiana: síntesis de fe y razón; Descartesintento de fundamentación del conocimiento en la Razón autónoma, al

margen de la fe.

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Cuestiones a tener en cuenta en la Contextualización

En relación con el tema “Sabiduría e Iluminación”: Comparación Platón: Agustín:

Luz: Verdad Verdad Sol: Idea del Bien Dios

(personal) Objetos: Mundo inteligible Mente divina Sujeto: El alma Reminiscencia Imagen de Dios Proceso: Racional Razón-Fe

Comparación con el Maniqueísmo: la necesidad de la fe En relación con las nociones de “amor a la existencia” y

“amor al conocimiento”: Contraposición:

intelectualismo moralprimacía del entendimiento, voluntarismo agustinianoprimacía de la voluntad.