don quijote y fausto: dos posibilidades juan antonio

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DON QUIJOTE Y FAUSTO: DOS POSIBILIDADES Jua Antonio Rosad o * 1 MucllOS hUl l sido los punt os de vis!;¡ con que se ha cXHmil l�d la gran novcJ� de Cervant e., l l l�h;¡ las "xégi�, in'l 'rcta ciol lCs, 1 1 1 anejos, qu e d e ésta se hun chbor�d a lo largo de l� últimos siglos, lo le la l e� +1 l1C,tm de b import mlcia y ad1li d� d de lu obra, de su Y� �tH � inagot<lb le riql lcz�, ya que pdcli- cument e sati:je a lodo tipo de l ector o inLrctc, dc�dc aquel que p"rcie en 1 a ubr a �L�nl i na u n mens�je cifrudo o un Ji bro csoln l, hast a el snaali' ita que interprct� la locura de don Quij ote; desde el l�ris la que la c� cl¡ lre d� de el punto de vista d el m�tiH1is mo bi.tór ico, hasl a crítico tmdic ional que elude los pr oblemas políti- cos y socialS del tex to par a lmccrlo pasar por un libro de div�ión que atlc a H e8C géncro Cy� en d�dencia �nles de la puhlica ción del Qua!e) dc las nov� las dc c�halía. Las gr�nde � obras no ematinwn jodo lipü de interp retación, pu es, "lod o lo que s e puede asil ic�r e � Jrcde ro, Sól o s obrevi ve lo qu e "l lsceptible de divemas int e':rret�ci ! 1 1'. ' ' ', I lo qe no sign i l i u<' /Oda m!eIJlrl' lación O glo�a deb�er por ese hec ho lidcdigna o vcrdader a, y� que C01l 1 1. 1f 1 1\C bs i1lvcs!ig�cione, y el conocimiento del pasado ¡",tilu\o de hwcm.iga� ilcs Fi lológica., UNAM. 1 E. M Cimall, e maldito yo, 1(188, Barcdol lfl, TusquN', '1

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Page 1: DON QUIJOTE Y FAUSTO: DOS POSIBILIDADES Juan Antonio

DON QUIJOTE Y FAUSTO:

DOS POSIBILIDADES

Juall Antonio Rosado *

1

MucllOS hUll sido los puntos de vis!;¡ con que se ha cXHmill�d() la gran novcJ� de Cervante., lllll�h;¡� las "xégesi�, intc'l'rctaciollCs, 111 anejos, que de ésta se hun chbor�d(l a lo largo de l()� últimos siglos, lo lelal e� 111l1C,tm de b importmlcia y adll.1lid�d de lu obra, de su Y��tH � inagot<lble riqllcz�, ya que pdcli­cumente sati:ji:/t'e a lodo tipo de lector o inLbprctc, dc�dc aquel que p"rcil:>e en 1 a ubra �LT'i�nl ina un mens�je cifrudo o un Ji bro csol';n (Al, hasta el snaali'ita que interprct� la locura de don Quijote; desde el l\1�r)(isla que la c�cl¡lrece d,,�de el punto de vist.a del m�teriH1ismo bi.tórico, hasla el crítico tmdicional que elude los problemas políti­cos y socialtlS del texto para lmccrlo pasar por un libro de divU"�ión que atlca H e8C géncro Cy� en doc�dencia �nles de la puhlicación del Qutía!e) dc las nov�las dc c�halkría.

Las gr�nde� obras no ematinwn jodo lipü de interpretación, pues, "lodo lo que se puede clasilic�r e� Jlt'rcccdero, Sólo sobrevive lo que � "llsceptib le de divemas inte':rret�ci 0111'..''', I lo q lle no signi li al '1u<' /Oda

m!eIJlrl'.lación O glo�a deb� �er por ese hecho lidcdigna o vcrdadera, y� que C01l11.1f11\C bs i1lvcs!ig�cione, y el conocimiento del pasado

� ¡",tilu\o de hwcm.iga�iOtlcs Filológica., UNAM. 1 E. M Cimall, Ese maldito yo, 1(188, Barcdollfl, TusquN',

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JUAN ANTONIO ROSADO

van avanzando y se van asimilando , las explicaciones de la obra literaria también; por consiguiente viejos análisis se vuelven obsoletos y son desplazados por aquellos que se acercan más a lo más profundo del texto artístico y que nuestra época y momento social requiere. De tal modo, ver en el Quijote un mens�e cifrado o un libro esotérico es vál ido sólo para el autor de dicha interpretación y sus seguidores, pero carece de rigor y de fundamentos o justi ficaciones verosímil es, y por tanto, de seriedad. Asimismo, ver en la magna obra del autor complu­

tense un ataque contra las novel as de caballería es, hoy en día (y a pesar de que esa intención haya sido explícita por su autor), algo obso­leto, pues ¿cuántos lectores no hay que gustosos leen la obra de Cervan­tes sin haber l eído en su vida una sola de aquellas novelas y cuántos no hay que se enteraron de la existencia de esos libros gracias, precisa­mente, a la novel a que los parodia? Si bien es cierto que, por su f0TI11a, la obra parodia las novel as de cabal1eria, ésta no es su única intención; de h aberlo sido , el Quijote hubiese muerto junto con las novelas que atacaba, como ha sucedido con muchas sátiras y parodias.

Martín de Riquer escribe que "no es justo ni acertado dej ar de pres­tar atención al propósito explícito del autor", es decír que la novela es, en primera instancia, una parodia de los libros de caballería, y agrega que "no vale escabullirse convirtiendo este propósito en un mero pre­texto",2 aseveración que, llevada al extremo, corta de tajo toda nueva luz que quiera arroj arse sobre la obra, convirti éndola en un a piedra o en una serie de palabras anquilosadas e incapaces de transfonnarse y adquirir nuevos sentidos con el paso de los siglos. Así, el mencionado cervantista, convierte a don Quijote en un "arcaísmo viviente, que sólo tiene validez ante lo imaginado o lo fingido y que se desmorona ante l a realidad".3 Sin embargo, don Quijote, si bien es un personaje que s e mueve entre la cordura y l a locura -como s e deduce al Icer la

2 Mi,guel de Cel:vantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,

edición, introducción y notas de Martín de Riquer, 1 990, Barcelona, Planeta. La cita es de la Introducción, p. XXXIII.

3 ¡bid., p. LVII.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

novcla� es también un hombre que adquiere mayor validez y aetuah­

dad en la medida en que se asemeja a la realidad. Don Quijote fue, es y seguirá siendo un personaje real no tan sólo en su aspecto de justiciero

o redentor de la humanidad, es decir, dentro de un plano social y polí­

ti co , sino también dentro de un plano individual , psicológico o meta­

fisi co, dentro del plano de los anhelos, el cual se halla Íntimamente

ligado y en relación dialéctica con el primero, pues si b ien los seres

humanos somos in-dividuos, sólo podemos manifestamos, aprender

un lenguaje, expresamos en todos los sentidos, dentro de una sociedad,

a la que los anhelos de don Quijote tratan de modificar en dirección posítiva.

El motivo principal de este ensayo es precisamente encontrar el eslabón que une el aspecto metafísico de don Quijote con el aspecto

social, es decir, demostrar cómo el hecho de querer instaurar la Edad

de Oro en la de hierro (anhelo y fin último de don Quijote) , obedece,

sí, a las condiclones deplorables de la sociedad y de las instituciones

de la época del autor, la cual "constituye una era de profunda crisis de

la sociedad feudal española, cuyas lacras llenan las páginas del gran

libro",4 pero también a un inconfcmnismo i7?terior del héroe, a un deseo

de ayudar a los otros para obtener también la sati sfacción personal y

la fel icidad en vista de haber cumplido con su cometldo de caballero,

a un anhelofáustico del prot-agonista, que lucha incesantemente para

cumplir este prurito. Don Quijote es portavoz de Cervantes, quien siempre "supo enlazar su causa privada con la colectiva, laparticular

con la común". 5 Pero nuestro propósito no es tan sólo comparar la figura de Fausto con

la de don Quijote y establecer así semej anzas y diferencias, sino tam­bién comprobar que Cervantes, gran inconfonnista, y por lo tanto don Quijote, son hijos de su ti empo y de su lugar y como tales parti cipan

4 Ludovik Osterc, El pensamiento social y político del Quijote, 1 988, México, UNAM, p. 3 1 .

5 L. Osterc, El Quijote. la iglesia y la inquisición, 1 972, México, UNAM,

p. 26 (subrayado mío) .

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JUAN "'<TONIO ROSADO

elc una s�ric de demen!.os COmlLnc, qu�, corl'lo v�rCIll()S; lo, ligan d� modo indiwlublc al R�nacimienLo y 111 �lma laustiea.

('crvan!e�, sabucse.> d� '11 ¡j�lllP(), paru utili�ar II1 �xprcsióll de El i 115 CandtL .�ulXl ohs.;piar su realid ael con los oi oS emsmisüls dd Rellaci­miento y con la filowfia dc ��a época, pero d� h�cho 1\le ll\ucho mas lejos. La ,.iqtlcza de sru en,eilaIVa, e, inlinitll y (lc/tla/. A �i, ]>OT CjClll­plo, es cierto tlU e el Renaci111kn!o rdoma la antiglkdad chi", ca y um ella ¡cma� lan importanks como el d� la Edad de Oro>' m\lndo puro que contra�l,1 con el �clual; cierto �s !.amhi én que don Quijotc e�plka sus prctcn�i '.>n� c,.\mo c1iballero: «S linche.> amigo -di ce nue,!ro hiel al­go··, ha� dc saber '!tI� Y'.\ nací, ¡x.\r qu",""," eld ciclo, �n c�ta nuc.�trJ cel ael el e hkrn.\, para resucitar en ella I a ele oro, Ó 1 a dorada, como suele llamarse." (1, 20) P�rll el aUlílT, que mlhela <'Se 1l11melo del1lm de! nllC,­lro, no lo p�rcibc ,<\10 corno 1m idcal lllllle'-j,libk, qw nlUKl1 Plldo lograr dllll Quijote, $Ü}O tltl� nos deja espcrJIUaS "('u/es CUall(�.' al 1inal e�tc dc�co pa", a la mente de Sancho, c; de;:ir, elel jX'eblo, pu"", �ill1cho, carnpci<ino, �� fiel ",p",s�11l'mt� d�l plldlle.>, "�, el pl1�bh Y el pueble.> es gcncro,,,, y sabc dejm'!icenc�mlcf tol ¡lito" idcal�" viv" y morir por ellos". ¡ En efecto, IlIKla miL' errónce.> tl"'� llamar a don Qui-

94 i jote ingmuo, ¡me, él croda ---quería cr��r- etl un lUund,) m�i,.\r y la es¡x;rarva l'inal pL-"llH!l<XC t1l 'u nohlc �sUl(knl. Dice P�n;, "Foi�: "El ideal que cs el Quijole, vaj\�lt'.\ a la plcb� qu� e� SlIncoo. y 111 plebe la comp'.>ncn los hamhrjt1lto�, los perseguido" los pCTegrim\� que V<IM

�n pos de la Verdlld . . . "� Pero I a rique�a axiológica de la obra 1I!c;1ll711 también el pl�110 mdi"

vidllal, mdafi,ico, qu� está, como se ha merlCionlldo, �n íntimll rela­ción dialéctica con el �(lcial. AJcmá�, los personajes de Ccrvontes

" Cfr., Améric.o C"-'lm, El p"nsamienlO de Cerwmu", 1 925. MaJri<l, Rcvi,la tic filologl� hi'p<Íni,,", "n�jo VI, p. 178.

7 I'edro Gringoir", Excéisiol", 24 de ,,-,ptiembrc tle 19-'0. CiUld" en 1" i tltn:-.-¡ucciÓn dd li1>ro Sr",,,hu PaNM el ideali.,M, de P�re ¡""'"', 1 'f72, M0,ic", Edil"r�, M�-,icann, UniJos.

i Sancho ¡'aMa el idea/iSla, r. 58.

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panil:i¡XID, :1. ¡X:S3r de la influcnci� ru'ábj� y judaica al la península ihérica, de la Clll1urn y la civi1iLru:iÓTI occidel't�1 y. por ende, scglin (}.;wald Sl'eaglC1", de 1" que él llama sl!71li""lcnll,jáus/iM. caradcrüli­�¡¡ del h<l1nb�e v.:ci,leolal. He aquí 1 � r¡¡z" n Pl.r In Ljue esta breve cxpc>­sic,,"n podría lilllla.rse "1 senrimi,'n/I> f{,t ... \·tlw di! don t,-,,,iiol� y no h·¡ ql'ijo¡ls"IO d� ''"(01);./0. Para comprob¡lt" 1<.' anterior, se l"CCarriJ":'i al mito de l'flu�to y � la filo>ütia de la historia revelada en el C<moc.,d{> lihro Lu dectld"llcin d� Occidente. rle S[J�llgICT. Pero allle� qUe liada vca­Il¡O� ¡XII"(IU� d autor del Quijote, c,,¡no todo novelista, CIl un gmn incon fOllne. il1ooafonnidad ligada íntim�metlte al >entimietl!o f"J.U'<ticu.

Cerv311lcs. herido en el pecho y en la IlIlUlO ÍZ<.Iuia'da cn la batdLla de �lJlIo. esclaV<.. en Argd durante cinco ailos, dcdo"detraIÓ cua­tro \'C'Cc.c dc huil con.'IIIS oompllillel"Os, humillooo y vcjaC{) por sus COnICf"I>orln�, cxtOlllulgado por la iglesia c010lica pvr cumplir con

el deber de cmbmg¡lfle fanegas de nigo que el reín" rcqucria, eocarclO­l:ldo en su miSDlIl patria varias veces y rcdiazOOo �"311d,, pide un empIco CJl lu� Indja.�ocddcflta'cs, a; la imagen de! hombre que camina a cQntrru.:ornc:nte para C.:lllqlli.,tar la tmIlquilidad, del idealisla que �c ni Cg8 a d"sahl,lCiar a la humanid'<ld y, en Clltllbio, cree en su liberación, pero también la del TC<lli,ta que lema eOllr;ienda de 1 � deplorable (;(.\\1. dici(\l1 en que vivía su pueblo, ya que CCf':allles _io::mpre "vivió dcrna­�;lIdfl..<; �mar¡¡un\.\. e:<perimcnló en �11 Cal,¡e y C11 ,u cspirit\l la dClni, h'llgalia del Jd¡atc irleali,m,,-rca!irlad", 9 ,le alú qt1� el autor jca vOCCJO de lo� anl'lck>$. ro'l\Callisl.a.", ,¡OC cada vez nlAA >oC alejan del cspmtu, del cIelo, dc la tcología.. para acercan¡c, con\() el F"",,,o d., Ch.<istophcr \o!arl"",c, al ,',,,,rpo, a la vid<! tmmdlITIII. lo luJi-/¡rid,uJ terrennl, aun­

qu� como Ve"I·cnil.'li dllllpu6l, sin el egol�nlO '1 el cinismo del I'ausl{\ d,,1 drumalurgv ,"glb!. El C<.>ml'lulemlC dellllncia "''' Su li:cralW"3 la corrupción, podredumbre e hipocrcsiade) ti�>o\IX' cn 'luC le loe':> vivir, es un em�Jlljsl� que prnende la rcmlJll8 lus/a, un F¡I"sto 111.11' desc�

! Ricardo del Arco y (;"f�y, !,a sodedml ,r.'p/IIiola �,.. 1m obra .• d� C.rrval1IE'�, 1951, ��JriJ. Pmwnal\O ,]e! IV �,'melu,rio ,1�1 nacimicnlu ,¡., C"rvames, r. HO.

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'" I

JlT,\N A�T()i'dO ROSADO

COIl1ui.l'/W' sU epoca 'j Su lugar, per(l ('.[1 dirccciún po,llli va, lUnch IiG'r­loo para qlle s\'an <llGiQf(:8 en d SClllidQ hllman¡�lJ de la pnlabm. Sen" ing�.mlO y h'lst,1 ridkulo p�n,ilr ljlle un r.olllbr� a qll1CIl le S\lcc(1¡6 ¡(�lo Jo qn" a Cervantes, qlliera ¡,m sólo panxliar las novejus ele caba­llería, ¡[lJTU lllil, bien ele 1111 escriLor confQrrn" Con su realidad e in conlúnnc CnIl la iLtcnú'Ta, q u.e de un il1col1 lúrme con !<.x!o, �Qlnn el" hecho lo füe �l ,nLIllrdd O"i;OII'. ]"

Fn C�I('· SCllLl(!O, ('.1 tiempo r\lllch,lo V¡:(;"S e� inill�lo )i\m con lo, gra.t¡rk, "flislas. Mi "",ttm; "" E'pafla se ignoró durante. Un hl!go períl" lo al geni,) LQlnpl11It'lJ'''_ ClliJlldo :K'[ ¡i" file rcivindicad", la, lllillaS in­¡�Tpr�taciQn�' pI! III laro" por c.j CiWlpo ele la critic<J [Úl1"<ll-J;l. Se. li1chó 11 Cervanles J� ingenio lego �uaL1do en renl ¡,l;xl lo que hizo nlC Ullil gr:; 11 obra mctallsiul y .\()�j"L lLtilu.ando el ,¡"rm¿ d� lLn loco desc1'¡!" por un atabe. e.uy" nhjeh "O �r" '\;nmhalir I<ls novelilS ¡k �,lb,,1 kria" " Enrr" los Tl¡llllerÚSM cjcHlpb, de jtll"'-pn:ül�loll"" muy pcr,;oIHJk;, '3ubjeti­vas, del QuijUle, liglll'Ul lo� m\1lenl,lllQS de L:narmlno en sul¡bro Vida

I u S¡ reeorebmo, la e'CC11<1 �tl quc el ,,,ccronl e '1'". '11)''' h hilol intü'a de úu tl Ql\ij01c, no., dare11 "" cumla ,le C,\rll" C,,,'vante, no �sl"b" con In, c·1 gé'n�ro de 1", novd", d� caballeria, ,ino, en I'xlo c",u, .-le las mal"" novel" de e"b,'¡kr(", ya 'jue el ,ac�rfh1i.e I'escill" algun", oh,.,,, del ¡:é, I�ro.

I I IJ fidicio hlS10l'i�dur {,r2\"-' lju� invcnla Cerw,-nk, '" (:ide Hanlek

BeTlcgeli. C""""11\,,, vivi,\ cn Arg;;l y debía s"he,' lu suficie"l� ,k klll'ua {"al,." pll�S jJe""g�/; ,i!lnifica hijn 11" ('i,,!">'n, e, ,k",i r (\,,.v,,nleI, Si bien Sanche> afirma que scguramel1i(, ",e allClhd,' pFlc,-",le ,k bweilgr'/J(I, hay qu� r�COJ1hI quc d ,,",cuderu pIc",-"i"a C()ml,ull�mcnle la 1 "11gU." y 'lue el anisla HU nu, va a ,lO!' to,;;" IJ.' d,ve,;. T,)jJ)1i, More> mm"" nus dice que !!IDf)ia ,",:.-'l1iüc" )lO lugar, si no que ha"� eb'i ,--ar eo,c numh", d� un '''1''.'''',1'' C'''''ll';>.t"de>r, Ulul''''. I'or o!L\, lade>, IraSl'''' de R ':<1 (,rc!mH l,nnhién ,e e""ud,, eu un p�rsonc,je p.1 r� lal""'" ,m :naques ",']1r,' el dem: La h! ,r¡l]d�/ .. quien eüIll'iema "laoimdose a ,¡ mis,,,;, y atinc'" 'j"e el mundo ", 'Ll lell'pl"

C""vanlcs fije "luJll no fiel CICa, tl" SI" LÚllC� d e Uoy"" y c,\(b "'""' '-lUlO illsillíla un atOlp,e cun!ra el el (,n' o Ir,s in:;liluÓe>"u" evOCa 1" f'gura de Cide Hilmck l1encg_1L "<'\ scrlor 'jU" alaha aj hijo d� ejerv,''', (,ü'. También. L. OSI,",'C, PI P,,¡¡,,'omi"lrfO SQci,,¡ )' f'"lilien del I.)uijnr.

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DON QUI JOTE Y FAUSTO

de don Quijote .1' Sancho. Pero incluso un filósofo vitalista como N ietzsche malinterpretó compl etamente el sentido de la ob ra d e Cervantes . E s paradój ico , pues e l vitalismo de don Quijote e s funda­mental . Esclibe Nietzsche: "Cervantes habría podido combatir la [n­quisición , mas prefirió poner en ridículo a las víctimas de aquél la, es decir, a los herej es e ideal istas de toda especie", y agrega más adelante:

Yo opino que Cervantes despreciaba a los hombres, sin excluir­se a si mismo; ¿o es que no hace otra cosa que divertirse cuando cuenta cómo se gastan b romas al enfel1110 en la corte del duque?

Realmente, ¿no se habría reído incl uso del hereje puesto sobre la hoguera? M ás aún, ni siquiera le ahorra a su h éroe aquel terrible cobrar conciencia de su estado al final de su vida : si no es crueldad, es frialdad, es dureza de corazón lo que hizo escri­bir semej ante escen a tinal, es desprecio de los lectores , cuyas risas, como él sab ía, no quedarían perturbadas por esta con­

clusión. 1 2

Estas afinnaci ones delatan una muy mala l ectura del l ibro . En pri-m er l ugar, el autor español no hubiera podido j amás combatir la in- 97 quisición directamente, pues de haber sido así , 10 hubi eran quemado

en la hoguera, como OCLlITió con muchos herejes. Prefirió l anzar sus ataques de modo indirecto, sutil . En segundo lugar, el autor m uestra a monudo una gran compasíón por su personaj e, con quien se id entifica plen amente. Como dice Víctor Hugo :

La burl a del ideal serí a gran defecto en Cervantes, pero este

_ defecto no es más que aparente; observad con atención y ve­réis que en su sonrisa hay una lágrima. En realidad, Cervantes simpatiza con Don Quijote, como Moliere con Alcestes. Es preciso saber leer en esos l ibros, y en particular en los del siglo

1 2 Incluido en una nota de A. Sánchez Pascual , en La genealogía de la moral, 1 986, Madrid, Alianza, p. 1 93 .

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JUAN ANTONIO ROSADO

XVI: a causa de las amenazas que pesaban sobre la libertad de

pensar, hay en la mayor parte de el los un secreto que es nece­sario abrir con una llave que se pierde con frecuencia. 13

En cuanto al ciclo ducal, Cervantes tacha de tontos a los duques por medio del supuesto historiador arábigo: "Y dice más Cicle Hamete:

que tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados, y que no estaban los duques dos dedos de parecer tontos, pues tanto ahínco ponían en burlarse de dos tontos" (Ir, 70). El autor nos presenta a los duques como seres antipáticos, representaciones del ocio y de la pere­za, parásitos que se esfuerzan en hacer fracasar la noble misión de don Quijote. Además, con una vida corno la que llevó Cervantes, es ver­daderamente sorprendente cuán alejado estaba de la "dureza de cora­zón" que le reprocha el filósofo alemán, pues incluso ya publicada la primera parte de su obra, vuelve a entrar en la cárcel , esta vez por ayudar a un hombre malherido frente a su casa.

Pero, retomando el aspecto social, es indiscutible que El Quijote constituye todo un mural, un mosaico que nos pelmite observar las costumbres, el modo de vida y en general la realidad de su época. Sin

98 duda, se trata de una obra realista cuyo protagonista es el idealismo encamado. En su aspecto descriptivo, realista, "Don Quijote solo vale más que los libros de moralistas e historiadores que han pretendido juzgar o describir España; y se ha podido decir, sin mucha exageración, que si de toda la literatura castellana de la gran época no nos quedase sino el Quijote, este libro incomparable nos instruiría lo bastante en todo lo que nos interesa más saber de este mundo desaparecido". 14 En efecto, ¿para qué un lector común leería extensas y frías obras de his-

o toria inglesa si allí están los dramas de Shakespeare, más amenos y reales, que nos presentan muchos puntos de vista y no sólo el del

1 3 Citado por Luis Astra�a Marín, "El 'Quijote', visto por los extranjeros",

en El ingenioso hidalgo don Qu(jote de la Mancha, edición comentada por

Diego Clemencín, 1 9 86, Valencia, Alfredo Ortells, p. LXXVII . 14 R. del Arco y Garay, op. cit. , p. 82.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

historiador? De igual modo, un lector común puede enterarse de la realidad que se vivía en tiempos de Felipe Il y de Felipe III sin decep­cionarse, con sólo leer el Quijote, libro que por su riqueza tan vasta no puede juzgarse tan a la ligera; sus pretensiones son tantas que sería imposible abarcarlas o anal izarlas todas en un ensayo. Además, como afirma Víctor Hugo, es necesaria una llave para desentrañar los mi ste­rios de la obra. Una vez hechas estas aclaraciones, podemos empezar por analizar un elemento imprescindible para la comprensión de la fi gura fáustica de don Quijote: su vitalismo.

II

Toda gran l iteratura, como todo gran hombre, nos comunica l a rela­ción dialéctica entre 10 metafísico y lo social. El Quijote no puede ser la excepción en este sentido, ya que su protagonista es un hombre que se niega a morir. Este anhelo de ir más allá de los límites que nuestro espacio y nuestra vida- nos marcan es precisamente l a antítesis de la pasividad y del confonnismo. Ahora bien, don Quijote se nos presenta en cuatro figuras : "como hidalgo de aldea pobre, como figura paródica del caballero ' libresco ' , como caballero andante-soldado, y por fin, 99 como heraldo de la alta moral humanista". 1 5 Es evidente que la primera figura, la del hidalgo empobrecido, 110 presenta ningún rasgo de vitalis-mo, sino más bien la pasividad de un hombre que lee libros de caba­llería, pero sin lugar a dudas este el emento puede p ercib irse con claridad en las otras tres figuras, que son, a fin de cuentas, las que dominan prác­ticamente todo el li bro. Así, la figura que parodi a al cabal1 ero ' libresco' posee una carga de vitalismo cuando se arma caballero y cuando acome-te contra los molinos de viento. El caballero andante-soldado establece una comparación entre los perezosos caballeros cortesanos y los caba­lleros andantes, y el defensor de los ideales humanistas, además de

proteger a los débiles y explotados, como cuando aboga por el pas­torcillo Andrés, a quien le eran dados duros azotes por su amo. El

15 L. Osterc, El pensamiento social y político del Quijote, p. 7 8 .

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100

JUAN ANTONIO ROSADO

ingenioso hidalgo posee la energía sufidentc para negarse a morir y proclamar su credo en sucesivos discursos de gran profundidad y de

envergadura universaL Don Quijote (y no Alonso Quijano) está l leno

de esta carga vital , que lo hace alejarse constantemente de la pasí vi dad que representaría, por ejemplo, la muerte, a la que, como buen caba­llero, no terne. Cuando Sancho Panza habla del sueño y dice que éste iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto, coloca a todos los humanos en el mismo plano, sin distinción; y de ahí el gran valor social que incluye la aseveradón; pero a la vez reconoce que "sola una cosa tiene mala el sueño, ( o o . ) y es que se parece á la muerte, pues

de un donnido á un muerto hay muy poca diferencia" (H, 68). Sancho compara el sueño con la muerte, es decir, con lapasividad absoluta,

de la que don Quijote huye como de la peste. La muerte, tema que se

trata en distintos pasajes del Quijote, ha sido una de las grandes pre­ocupaciones y motivos de reflexión en todas las culturas y literaturas

del mundo, ya que es precisamente el terror a la muerte, como dice Spengler, el origen de las lucubraciones metafísicas, 1 6 que surgen pri­meramente porque el hombre es consci ente de ser mortal . Subrayemos que las preguntas: "¿Quiénes somos? ¿por qué estamos aquí? ¿hacia dónde vamos después de morir?" son preguntas universales; carecen de tiempo y de espacio detem1Ínado. Si fuéramos inmOltales no tendlia­mos necesidad de pensar en ello y ni siquiera, quizá, de crear cultura.

Una obra profunda, sea de donde sea, no puede eludir los problemas metafisicos y uno de éstos es precisamente la muerte: "sol a la vida huma­na corre á su fin ligera más que el viento, sin esperar renovarse si no es en la otra, que no ti ene térmi nos que la limi ten", hace pensar Cervantes a Cid e Hamete (H, 53) . Y el ingenioso Sancho le dice a su amo:

Es el caso (. . . ) que como vuesa merced mejor sabe, todos esta­mos sujetos a la muerte, y que hoy somos y mañana no, y que tan presto se va el cordero como el carnero, y que nadie puede

prometerse en este mundo más horas de vida de las que Dios

1 6 La decadencia de Occidente, 1 989, Madrid, Espasa Calpe, tomo r, p. 220.

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DQN QUIJOTE Y FAUSTO

quisiere darle; porque la muerte es sorda, y cuando ll ega á l lamar á las puertas de nuestra vida, siempre va de priesa y no

la harán detener ni ruegos, ni fuerzas, ni ceptros, ni mitras . . . (JI, 7) .

Pero don Quijote, vitalista por esencia, le responde: "Todo eso es verdad ( . . . ); pero no sé dónde vas á parar", como tratando de evadir el

tema, como dici éndole: "uno debe dirigirse hacia algún lado". Don

Quijote posee una misión en la tierra, construir una sociedad justa y eq uitativa; no puede pensar en morir ni en la muerte, sino en destruir la injustici a reinante. Nuestro héroe es, en este sentido, como Fausto : se niega a morir sin antes haber obtenido la plena satisfacción, lo cu al es comprobable a lo l argo de la obra, no sólo en las hazañas que realiza el hidalgo, sino en l a misma energía que el personaje emana, en el tono con que habla, en sus discursos y, en fin, en todo su pensa­miento. Recordemos cuando dice: "Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos" (1, 20), ideas de un hombre neno de esperanza y vitalidad, y que también hallamos en el Fausto, de Goethe, cuando el protagonista dice a Mefistófeles: "En esta esfera terráquea hay aún espado para grandes cosas . Hay que aspirar a algo de sorprendente grandeza, y yo me sien­to con bríos para un osado esfuerzo.,, 1 7 Tanto Fausto como don Quijote son hombres dinámicos, hombres de acción. Analicemos ahora al pro­tagonista de la gran histori a cervantina como figura fáustica, que par­ticipa de este sentimiento, y comprobemos �una vez más� el vitalismo esencial del hombre de la Mancha, rasgo que 10 alej a del reposo físico y la pasividad mental, que lo lanza hacia la acción motivada por todo an­helo arraigado en el espíritu, por todo i deal verdaderamente profundo y grande.

17 Johan Wolfgang Goethe, Fausto, en Obras completas, 199 1 , México, Aguilar, tomo IV, p. 940.

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Hl2 i

I

ICAN ANTONIO ROSAlX)

In

fauslo, en In llchos sentidos., simboliza la ligura del h01Hbr� 'UHiccn· ti�ta, de! hombr� a <jllit:n le intne�a retomar la �\OltUl'a �nLigua, Jcapn· rar t:l m�yor conocimiento ¡x'siblc y, sobre Lodo, vivir en d 1I1Imilo, aj1a.\t:Ul;� del cldo de la teología t:ll bllSca de "'la �ati�f:lcción en la vida mundmn Así, t:ll dFmlslo de Marlowe, Meflstófelcs dke que el

prolagün ista "" un "¡Pobrt: t:namorado del lllu noo 1», y e! ángel b\lt:no k repl\lcllll a bwslo: "Si me hubieras prestado oído�, ji austo, una dichu infinita te habria colmado. Pero tú, en vcrtlad, arnaslc 'ni.\5 el rmllldo," 1, I ,a obra del dramaturgo in gl,;,s, as! �llmo la leyenda popul"r de F auslO y el drama de tílt:res, son (f.dvcrtcHcias al lector pam qu� éste [1\' �e a�Cl'qtLC, COmO t:n d milo dt: lcat'O, a los lugares prohibidos , ¡'auslo siente un '1nsia de poder y SIl I:irwl Cé> trágioo, pero �sta nnsia es pro· dlldo de su i11 oonformismo , J:!I F alisIo dt: Uoethc, atLn<jue igu:¡]mcrlte 1n�onfolTllisla, t:s una exct:pción, pues lI!lOS úngc1es, al final, cxcl,,· man: "Siempre a aquel que con denuedo lllcha y se '!/WIU en /a vida.

salvación bri"d,u' poderno�," 19 El F;¡usto del poeta al�'tnún st: salva, a diferellcia de los otros.

En Occidelltt: lu figl1lll de Fausto como símbolo de nUC.ltra COnSI;¡ll!c insatbú.\CC1Ónha tenido lln papel insllstiruih1c, E�tu jn�atisfacción, a pesar de qut: se ena.lentrt: en todas las vo:sion...s del mil" , es en el Ft11lSlO

de Goclh� dondt: cobra Wla de sm fonnasmá<; �llblimes. L1 insmisl'ac. ción de e¡ete riluslO consiste ell el hecho de habc�' prClClldido nbar�ar todo, de baber estudüo:.lo a f011do la ti 10>;0 Ila, 1.1 J llri�pnlc\cnda, la m",li· cilla, la teol ogia y, en Sll atan por t:X pmldirsc mú, "llá de SlJ5 1 ímit","" 1 a magia. Pe¡\l aun así na Cé> Idi�," Hace d pacto con Mdistól"ks., 1i'.lCaSfl en su inlento ,l<: hallar la felicidad en el amor; y al final el diablo concluye: "No hlly placer que le saci� ni di�ha que k satistiJga del

"Chr;'topber M"rl()w�, La Irá¡;i,,� hi,<{orir, dI' la vid" y ",,,uf,, del "OClM' Fc¡U,'iIO, 1991, ¡"·j,;xico, RJ'J, J ,�\rd" univer:;ak" p. lija y 171

I� J. \V, Gü""h�, "p. cit., p. 969. Submy",lo mia.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

todo; así que siempre va corriendo tras cambiantes tormas.,,20 El Fausto

de Goethe pretende abarcar la perfección de l as formas, su fin es más elevado que otros Faustos. Por ejemplo, el anhelo del Fausto de Mar]owe

es superficial, pero no por ello deja de experimentar la perpetua insa­tisfacción : "Mientras siga en la tierra deja que me sacie de todo 10 que alegra el corazón humano. Agotaré mis veinticuatro años de libertad en placeres y frivolidades. ¡Que admiren el nombre de Fausto los con­

tines de la tierra mientras perdure su hermosa estampa! ,,2 1

Don Quijote, aunque alej ado de las frivolidades y placeres, participa de la insatisfacción renacentista, fáustica, al no permanecer en su casa

tranquilamente leyendo l ibros de caballería en una actitud pasiva, y al anhelar la fama de su nombre por los confines de la tierra. El hombre

quiere poner en práctica lo que ha leído y se anna caballero andante, deja de ser Alonso Quijano para convertirse en don Quijote. Su locura, su monomanía, se halla íntimamente relacionada con su insatisfac­ción, con su anhelo fáustico de conquistar el mundo para conducirlo en dirección positiva, pues, como afirma Tomás Moro: "¿Quién se afana con mayor deseo en cambiar el orden social sino aquel a quien desagrada la condición presente?,,22 Basta leer el discurso que el inge­

nioso Hidalgo hace sobre la Edad de Oro para percatamos de su Íncon­fonnidad con la realidad y la condición presente. Inconformismo seme­jante, aunque desde un punto de vista individualista y no social, se encuentra en el drama de títeres del Doctor Faustus, que Goethe dis­frutó en su infancia:

Nadie está contento con su condición social , pues hasta el des­preciado mendigo en la calle sueña en cómo puede cambiar su suerte alguna vez; el campesino trata de volverse un ciudada­no, el ciudadano un noble, el noble un príncipe, el príncipe un rey, el rey un emperador. Sí, cuando en este mundo se pudiera

20 lbid. , p. 963. 2 1 Chrístopher Marlowe, op. cit. , p. 1 02. 22 Utopia, 1989, México, Espasa Calpe, Colecc1ón Austral, p. 62.

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encontrar un grado superior de felicidad, cada uno intentaría obtenerla.23

La importancia de la gran obra de Cervantes radi ca en este sentido en que l a insatisfacción del protagonista no se dehe sólo a la condi­ción y a l a real id ad social , sino que tampoco está contento con su propia condición de h i dalgo pasivo, lo que se deduce por el hecho de que se vuelve cabal lero andante. Es pertinente subrayar que si sól o hub i era estado incon forrne con la condición soci a l de su épo ca, h ub i e­ra podi do seguir siendo Alonso Quijano y ayudar de otras muchas formas, incluso tropezando con la iglesia y l as instituciones politicas, pero al h acerse caballero andante cambia de oficio , lo que s ignifica que tampoco se encontraba COnfOll11e con su propia condición. Al fi ­nal , luego de que S ancho se quij oti za y de que don Quijote ha sido vencido, éste vuelve a ser A lonso Quij ano , el cual "ya no tropieza con

el cura, el barbero , el bach i l ler, el ama, la sobri na, los cuadrilleros, los duques, los yangüeses; no topa tampoco con la j 1.l"ti ei a ni con ningún obstáculo de régimen de su tiempo, , ?4 Pero la figura de Alonso muere y el ideal de don Quijote vive en S ancho. Lo esendal es que A lonso Quij ano se tranSf0I111a en don Quijote. Esta metamol.fosis. que según la obra se debió a la asidua l ectura de novel as de caballería, posee una fin alidad m ás social (y por ende más cristiana, más cercana al cristia­n i smo pri mi tivo), que la de Fausto. He aq uí la diferencia esencial en­tre don Quijote y Fausto. Este último, en la obra dc Gocthe, le dice a Mefistófeles:

¡ Venga esa m ano ! ¡ Di réle al momento : aguarda ! ¡Eres tan bel lo ! ¡Luego podrás tú carganne de cadenas y yo me iré gustoso a pique! ¡ Cuando doblen por mí las campanas, quedarás libre d e

2 3 El libro popular de! doctor Faustus, 1 984, México, UNAM, p . 1 66 . 2 4 Luís Astrana Marín, "Cervantes y e l ' Quijote'' ' , en Cervantes, El

ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, comentado por D. Clemencín, p. XXVI.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

tu servidumbre; cuando el reloj se pare y caiga el minutero, se habrá acabado el ti empo pm'a mí !�5

El deseo de paralizar el tiempo en un instante bello, que por cierto

no lo experimenta el Fausto de Marlowe, es producto de l a constante

insatisfacción, es un sentimiento nacido de la historicidad, del paso inexorable del tiempo que esa insatisfacción presupone, pero tal an­

helo no se en cuentra tampoco en don Quijote, qu ien a toda costa desea

que el tiempo siga su marcha para transfonnarlo y atraer la Edad de

Oro, en la que, a fin de cuentas, el tiempo no existe, o cuando menos

no existe en el mismo sentido en que lo si ente don Quijote y sus contem­

poráneos, quienes, como nosotros, tien en la necesidad de proporcio­narse el alimento, la vivi enda y el vestido. Don Quijote , hombre diná­

mico por esenci a, no puede pennanecer más en casa de los duques

precisamente porque el tiempo lo aguarda : "Y le pareció á don Quijote

que era bien salir de tanta ociosidad como la que en aquel castillo

tenía" (1, 57) . Esta ociosidad es totalmente i ncompatlb1e con el oficio

de caballero y tambi én con el espíritu del hombre fáustico, y en varias

ocasiones don Quijote se pronuncia en contra de el la. Así, una vez lejos de la casa de los duques, el ingenioso hidalgo dice a Sancho:

La l ibertad, S ancho , es uno de los más preciosos dones que á

los hombres dieron los cielos; con ell a no pueden igualarse los tesoros que enciena l a tiena ni el mar encubre: por la libertad,

así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario , el cautiverio es el mayor mal que puede venir

á los hombres . Digo esto, S ancho, porque bien has visto el

regalo, la abundancia que en este castillo que dejarnos hemos

tenido; pues en metad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía á mi que estaba metido entre las estrechezas de la hambre (T I , 5 8).

25 J. W. Goethe, op. cit. , p . 792.

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JUAN ANTONIO ROSADO

y en el capítulo 1 3 de la primera parte, afinna: "El buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos." Se debe concluir que esta dinámica, este vital ismo, es uno de los elem en­tos que une a don Quijote con Fausto, qui en nunca se halla en una actitud pasiva, pero cuya finalidad es más egoísta. Ahora anal1 cemos más de cerca el sentimientofáustico.

S egún Spengler, este sentimi ento pertenece a la cultura occidental , cultura histórica, en tanto que el mito es ahistórico. El mito de Fausto quiere recuperar esa ahistoricidad, el presente puro de los griegos. La cultura grecolatina, al no parti cipar del sentimiento fáustico, no es occidental : su alma es apolínea, dice Spengler, pues el sentimiento

apolineo vive sin tiempo: su pasado es mítico y no le importa el futu­ro l ej anO'. Los griegos, en su presente puro, miden el tiempo por la longitud de las sombras, buscan la perfección de ]0 posible, de lo que puede darse (del cuerpo, por ej emplo), es decir, la "perfección de lo

. real". Don Quijote también busca la perfección de lo real , pero la socie­dad en la que vive lo califica de loco y no le permite la realízación de su meta, sino que se burla de él. Según Spengler, la cultura occidental , fáustica, comienza a florecer en el siglo X. Una serie de transfonna­ciones se suscitan poco a poco en todos los órdenes de la vida. Los hombres fueron perdiendo contacto con Dios y éste dejó de ser un ente personal para convertirse, durante el Renacimiento, en un Dios que se i dentifica con el concepto de espacio infinito,26 mientras la naturaleza va también cobrando importancia al Iado de Dios.

Es curioso notar que a nivel de realidad objetiva el sentimiento fáustico del occidental produjo un afán expansionista; se produj eron las cruzadas y los viajes con fines expansivos, pues la mirada del hom­bre fáustico ve hacia horizontes lej anos. De igual modo, don Quijote anhela hacerse famoso por la fuerza de su brazo y el filo de su espada, modificar el mundo que le rodea para hacerlo más humano, conquis­tarl o en un sentido positivo. Dice don Quijote a don Diego de Miranda: "pero el andante caballero busque los rincones del mundo; éntrese en

26 Cfr., La decadencia de Occídente, tomo 1, p . 3 95-6.

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DON QUIJOTE Y fAU STO

los más intrincados laberintos; acometa á cada paso lo imposible" (IJ, 1 7 , subrayado mio) . Esta búsqueda "á cada paso" de lo imposible es rasgo esenciaJ de Fausto, quien anhela nada menos que a Helena de Troya. En un pasaje del Fausto de Goethe, Manto expresa: "Gústanme aquéllos que buscan lo imposible. , ,27 A pesar de ello, y a pesar de que Lotmio le diga a Anselmo en La novela del curioso impertinente: "el que busca lo imposible, es justo que 10 posible se l e niegue . . . " (1, 33), la búsqueda de don Quijote es más "posible" que la de Fausto, se centra mucho más en la realidad (recordemos que el realismo es una caracteristica pelmanente en la li teratura española), mientras que Fausto se centra en su propia individualidad, en su propio ego.

Casi todos los escritores y artistas occidentales se han visto influi­dos por el sentimiento fáustico. Hombres fáusticos son, en uno u otro sentido, n egativo o positivo, individual o social: Tristán, Hamlet, don Quijote, Weliher, Fausto . . . Todos quieren b uscar y hallar, ir más allá, pasar del non plus ultra al plus ultra. Pero . en un sentido histórico

¿qué es lo que ha ocurrido con la puesta en práctica de este anhelo? Dice Marshall B erman: "el Fausto de Goethe, universalmente consi­derado como la primera expresión de la b úsqueda espiritual moderna, alcanza su culminación -y también su catástrofe trágica- en la trans­formación de la vida material moderna".28 Pero don Quijote es un hombre fáusti co muy sui generis : él desea deliberadamente transfor­mar la vida material de su época, pero no para acaparar, sino para servir a la humanidad; su anhelo es más noble que el del individualis­ta de F austo; sus motivos son más amplios, más ambiciosos, y la rea­lización de su sueño más dificil, pues conlleva la burla y el sarcasmo de sus semej antes, la frustración del fi-acaso :

siempre que surge, a través de la historia d e un país cualquie­ra, un hombre con la pretensión de redimir a sus semej antes,

27 J. W. Goethe, op. cit. , p. 895 .

2 8 Marshall Berman, "La experiencia de la modern idad" , Todo lo sólido se desvanece en el aire, 1 989, México, S iglo XXI, p . 8 1 .

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JUAN ANTONIO ROSADO

se alborotan los curas, los bachil leres, los barberos, los du­ques y 'los rícachos, porque entíenden que solamente a ellos les es dado sacar provecho del trabajo y desvelo común, y el fruto de] común laborar, que a todos ha de pertenecer, sólo ha de ser gustado por estos barbianes quc se insolentan y piden a gritos l a degollina de todos los Quijotes y S anchos . . . 29

La nobleza de don Quijote roza en muchas ocasiones l a lucidez, la crítica inteligente de cuanto lo rodea, pero a veces la locura. Su pruri­

to , sin embargo, se vincula más con el aspecto social , pues se trata de

la evocación de los 'comi enzos ' , concebidos por todas las culturas

como una ' Edad de Oro ' perfecta, ligada en algunos sentidos con el

'-paraíso perdido ' , para hacer alusión al poema de Milton. A partir de

l a pérdida de ese Paraíso, el Tiempo empieza a transcurrir y nos va al ej ando de los comi enzos, por consiguiente, de la perfección . Es in­

teresante observar que el verbo ' existir' (del latín ex-sistere) significa

origínalmente ' estar puestofitera del oligen'. Esta i dea religi osa de la 'perfección de los inicios', que podemos hall ar tanto en l as mitologías

prehispánicas como en el hinduismo y en l a antigua religión gri ega, 108 ti en e su origen en la insatisfacción que todos los hombres han sentido

por su época y en el anhelo de una época mejor. Pero, como 10 ha advertido el cervantista Ludovik Osterc,30 la Edad de Oro que conci­bieron Ovidio y Virgilio es distinta en muchos aspectos a l a concebida por Cervantes. Mientras que l a d e los autores latinos es una idealiza­

ción de la naturaleza, la de nuestro autor se enfoca mucho más a lo social , a las relaciones entre los hombres, pues en esta Edad de Oro se

"ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes . . . " ; y agrega nuestro héroe: "Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia . . . " (1, 1 1 ) . Estas palabras son las de un insatisfecho que se atreve a arremeter contra las institu­ciones policíacas de su época, como la de la Santa Hennandad (cfr. TI,

29 Pere Foix, op, cit. , p. 3 1 -2. 30 Cfr., El pensamiento social y político del Quijote, p. 260-6.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

45), que libera a los galeotes del rey (cfr. 1, 22), y que protege al pastorcil lo Andrés (cfr. 1 , 4),3 1 entre otras cosas. Son las palabras de un inconfonnista que "no respetaba ninguna ley ni nonna convencio­nal de la sociedad feudal en que vivía y actuaba",32 y que sc atreve incluso a poner en juicio su oficio de caball ero a causa de su época detestable:

y así ( . . . ) estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ej ercicio de caballero andante en edad tan detes­table como es esta en que ahora vivimos; porque aunque á mí ningún peligro me pone m i edo, todavia me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de q ui tar l a ocasión de hacer­me famoso y conocido por el valor de mi brazo y fi los de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra (1, 3 8) .

Pero el sentimiento fáustico de nuestro héroc también se percibe con claridad en su vasta sabiduría sobre el mundo y en su ímpetu por co-nocer y enriquecer más a las cosas. Sancho afirma, refiliéndose a don Quijote: "Yo pensaba en mi ánima que sólo podia saber aquello que tocaba a sus caballerías, pero no hay cosa donde no pique y deje de 109 meter su cucharada" (l, 22), opinión que también compmie la sobrina:

-¡Ay, desdichada de mí -dijo la sobrina-; que también mi se­ñor es poeta! Todo lo sabe, todo lo alcanza: yo apostaré que si quisiera ser albañil, que supi era fabricar una casa como una jaula (H, 6, subrayado mío).

31 S1 bien don Quij ote se arrepiente de haber liberado a los galeotes, se debe recordar que éstos eran parte de una institución real. El hidalgo les había preb'llntado sus delitos y, al descubrir que el castigo era injusto, los

libera. Luego enloquece y los obliga a postrarse ante Dulcinea, y ellos no aceptan.

32 Ludovik Osterc, El Quijote, la iglesia y fa inquisición, p. 23.

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11 O I

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Jl'A;'� At'TONlO ROSADO

Don Quijote, según I� sobr;n�, "t()(lo lo sab�", Lo mislllo ocurre con Fausto, quim ha e8tudiado t()do: nada le eOllvl'nce y le dice a Mdistófelüs: " Hemo, de compl\)harlo, queyo en tn Nada espero h�llm d 10<10." )) ('(mndo don Quijote elogi� I� �nd�nte caballerí� y �fjrma que es "Ian ouena �01ll0 I� Po�siJ, y aun dos dctlilos llIá�" (JI. 18), lo hace como un hombj'� t�u5tico, ya que si bien tod�, las ciencias que I � Cflhfllle¡f� enci�Yra.\On nÜo.::saria, p..'1,m el bU�'f1 d�scl.lyolvllnjell(o dd ca­

halkro en hlgarcs akiado�, re�ordclll()' que. don Quijote no em caha­

Ilel'O de proj"si"", sino qtL� se hizo �aballt'ro; por Jo lanlo, 1'..,.,. su (1iJhelo (úuslico el qlW 10 hr�o aprmder tl�l�s esas ci�llCj�S y !<Imhió:l. hac�rse c�b�ll ero andante. I ,eamü' toltas palabras d� nllestw hidalgo, rcfcridns � la eab�lleria ar�lante y que en mtLcho, sentid,,, nm, evocan � Fau8to,

Es l1"acim�ia ( ... ) que C!KH�'Ta ¡,n sí todas o I�s más cien�Hts del m lJll(lo, iI cauSfl qu� cl quda pj'(jf�a h a de ser jurisperito, y "fI ber I m; Ioy� de la justicia distrihuliva y c()Jnu(ati va, pm" dar � cada uno 10 que es suyo y lo que le convime; lw de ser teólogo, para .\ak--.- dar razón de I� ni.\tiana Ioy qlLG pndb,a, dam y distintamcnte, ado" de q ui",ra (jtl� le luere pedido; ha de ser médie-o, y principalmente herholario, para C-lll1occr ffi mi, tmi de 108 d�pob lados y dcsiertos las yen"" q l1ülimün v iltud de '�Ilar las JK1idas; que nO ha de and'lr el caballero �Ild'�nte ÍI cada triquete busca"do (juien se las clll'e; ha de S�'f' a,tró logo, para COllllCcr por la� estrella:; Lwint�� horas h�n Jl'fISfldo de la llo�he, y �n qué Jl'fIrt� y en qué clima del mundo � halla: ha de ,aber la, mmen1álicJ�, porque á c�da paoo se leofi'Ccerá tener neces"lad dellas .. , (Il, 18)

Ahor� leamos la� palahms dd Fau'lO de Uoel:ue: "he estudiado a tomio filosol1a, loyes, m edicma y por desgr�cia lambién tüología, con

JJ J. W, (J¡¡cthc, 01'. cil.,p, 874.

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DON QUIJOTE Y FAUSTO

ardoroso esfuerzo".34 P ero a diferencia de Fausto, don Quijote justifi­ca con una finalidad social esta vasta sabiduría. Fausto, por ej emplo, estudia la jurisprudencia, pero su afán es conocer, saber más. En cam­bio, el buen caballero, para don Quij ote, tiene que ser jurisperito "para dar á cada uno 10 que es suyo y lo que l e convi ene". En esto radica l a diferencia más profunda entre ambos personaj es : el anhelo individual está mucho más marcado en Fausto; en cambio, en don Quijote hay un perfecto equilibrio entre lo individual (el hecho de cambiar de oficio) y la finalidad social. Don Quijote es más noble, nunca engaña a los demás, como lo hace con cinismo el Fausto de Marlowe, nunca p i ensa en obtener un premio material , sino tan sólo en cumplir con su misión social para también ser famoso, expandir su nombre por los confines de la ti erra y obtener, por ende, la plenitud espiritual que el Fausto de Goethe anhela, aunque sus métodos varíen considerablemente. Si Fausto desea a Helena de Troya, don Quijote, en cambio, cual trovador evoca a Dulcinea como a una muj er intocable, pura, y no repara en decir a un mercader insolente (J, 4): "Pero ¡vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es l a de mi señoral ", a quien ama como a una abstracción, como al símbolo de "todo 10 provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo" (l, 1 1 1 43), Y no tanto como a un ser d e came y hueso, a pesar d e que l as m enciones de su belleza sean numerosas. Don Quijote no se abstrae de la realidad circundante, penetra en ella, la conoce, la estudia y actúa sobre ella con idealismo, con justicia, como lo haría el revolucionario a quien evoca Tomás Moro, pero también un autor más moderno, como Ramón del Valle-Inc1án, en cuyo Tirano Banderas aparece un orador que exclama: "D emos a nuestras vidas el sentido fatal y desinteres ado de las vidas estelares: liguémonos a un fin único de fraternidad, limpias las alm as del egoísmo que engendra el tuyo y el mío, superados los círculos de la avaricia y del robo. ,,35 ¿Con qué estuvo llena la vida de don Quijote sino con ese sentido anti-egoísta y con ese fin de fraterni-

34 ¡bid., p. 773 . 35 Tirano Banderas, 1 976, México, Espasa Calpe, Colección Austral, p. 55.

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JUAN ANTONlO ROSADO

dad? Fausto, en cambio , sólo nos muestra su realidad i nterior y no la amplitud del contexto soci al en que vive.

IV

Es necesario admitir la semejanza entre Fausto y don Quijote como también su oposición. En un plano individual, ninguno de ambos está real mente satisfecho con su vida presente; ni Fausto con su sabiduría, ni don Quijote con su condi ción de hidalgo pobre que lee libros de caballería. Ambos quieren salir de los límites de sus respectivos mun­dos p ara encaminarse más allá. Ambos desean conocer más, hal lar la plena satisfacción, ser famosos, conquistar lo imposible, poner en prác­tica su sabiduría para el logro de sus propios fines.

Ahora bien, en Fausto hay un sentido enteramente m etafísico, no hay una plena interrelación dialéctica entre el individuo y su socie­dad. Y a pesar de que el Fausto de Goethe exprese antes de morir su amor por el pueblo: "Un gentío así querría yo ver y hallarme en terreno libre con un libre pueblo. D ecirl e habría al momento : ¡Detente, eres tan be]Jo!",36 Fausto no tiene relación profunda, real, con la sociedad;

1 1 2 es un ser casi aislado en el que el aspecto metafisico se coloca sobre el social. Además, F austo desea también la riqueza material , sobre todo el de M arlowe. Recordemos que se enamora de Margarita, y esta

palabra significaperla en l atin o Don Quijote, en cambio, es un perso­naje mucho más rico: posee, sí, l a insatisfacción individual, metafisica, pero está incluido en una sociedad y se ha percatado de que la única manera de lograr la plena satisfacc ión es viviendo en una comunidad j usta, ya que el individuo no puede separarse de ésta. En la obra de Cervantes se aprecia con cl aridad la dial éctica individuo-sociedad y, por ende, el realismo es necesario . En el Fausto, de Goethe, y también en el de Marlowe y otros, se pone en relieve la magia, lo sobrenatural, la presenci a del diablo. La magna historia de Cervantes es absoluta­mente realista. Es el individuo quien sufre con su pueblo, es el individuo

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DON QUlJOTE y FAUSTO

quien critica las injusticias de todo cuanto le rodea. Son dos hombres de condición pobre, un hidalgo y un rústico, quienes colocan en entre­dicho a la aristocraci a y al clero, quienes protegen a los débiles y tratan de que el mundo sea un lugar habitable. Fausto, en contraposi­ción, todo lo ve desde arriba, acaso desde una especie de torre de marfil, y el pueblo, a excepción del pasaje citado del Fausto de Goethe, no es nunca objeto de su interés, sino sólo su propia persona. Lo inte­resante es que ambas figuras son típicas del Renacimiento. El Fausto de Goethe podría representar, de alguna manera, la vuelta al mundo m aterial, el abandono del espiritualismo medieval, pero también el individualismo y los anhelos del nuevo empresario capitalista. Con don Quijote es también un regreso al mundo, pero su mundo se halla inundado de pobreza e injusticia; por ello la voz de un idealista se hace necesaria. Nuestro héroe podria también representar los anhelos del comunismo primitivo y de la abolición de la propiedad privada, que Tomás Moro plantea en Utopía. Pero tanto Fausto como don Quijote van más allá de los límites del feudalismo y de alguna manera pretenden encontrar nuevas opciones para conquistar, cada uno de distinta manera y con medios diferentes, la felícidad.

Por último, sólo queda admitir que estamos conscientes de 10 ex­tenso y ambicioso del tema del presente ensayo y de que nuestras pretensiones han sido sólo anotar los elementos esenciales de un pro­blema literario (y por 10 tanto humano y real) de gran interés para el estudioso de las letras universales : las diferencias y semejanzas entre don Quijote y F austo; don Quijote visto como una figura fáustica­renacentista, cuyo anhelo es más profundo que el del Fausto de Marlowe y el del drama de títeres, pero igualmente profundo que el del Fausto de Goethe, aunque de índole social y de propósitos más nobles y ricos que los de este último.

Tanto Fausto como don Quijote son figuras inmortales; han pasa­do,. por un lado, al mundo de los arquetipos, se han mitificado, pero eso no les quita ni su intensidad ni su actualidad. Son personaj es que siguen presentes, acompañando al hombre universal de todas las épo­cas. Don Quij ote en particular es cada vez más actual, y S ancho Panza

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un modelo del gobemant� justo e incornlptiblc, posibil"lad humana quel)l!�de prcs�ntar'c, como iambit'fl el anhelo de don Quijote; posibi­I idml, ,in �mbargo, dificil �ll un muwlo cuyos gobi erllOS se encuentran c"n ,tilllÜlos pm n�goei¡¡n ks, uwrer()� y mat�rialis(as, Dsperclllos que l1ll día el cspírilu de San<;.ho fC<lJl(;arne en lo� cstadiHtas y quc así d()n Quijote, gnlóas a las val lOsas cnseñallZils que s lL ��udcro represen­tante dd pllclll n- aprend iú de él, ve¡¡ por fin rcsudtada ls Ed ud de 01'0 tU la nuestra, instante en �\IC también el Fausto de Goethe al/mil la vOZ P¡IW e� damar con emociÓll: "¡Momento, ,-kl�ntc, eres tan hdlo!" para que su anhelo de felicidad sea elllllplido m el nlllll(lo que lo ro­

dea, en su presenle inmediato, ,.nt,\� de S<Jf penlonwlo y ll�v¡'¿o ,.1 cielo, Ftllnnces Mefislófe1es, aletllOrizado, es�ap"r:i de la polílica mUHdiaL