“compartimos lo que pensamos”. narrativas identitarias en torno a los...
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“Compartimos lo que pensamos”. Narrativas identitarias en torno a los
valores de la cultura Metal
Jorge Mario Gómez Arbeláez
Carlos Darío Patiño G.1
Resumen
El presente artículo indaga por el sistema de valores que apoyan la
construcción de identidades psicosociales en la cultura Metal de la ciudad de
Medellín. A partir de las narraciones identitarias que sustentan la adscripción y
adopción de este estilo de vida cultural, se describen e interpretan las
orientaciones (ideas predominantes, referentes valorativos e identitarios) que
respaldan las diversas significaciones que los metaleros realizan de las
experiencias que componen su identidad.
Palabras clave: Juventud, identidad, narrativas, valores culturales, Rock Metal.
INTRODUCCIÓN
Persiguen aquello que no pueden comprender,
todo lo que es diferente no está bien.
Ha crecido el odio de su miedo interior
todo cambio les parece aún peor.
Saben que sus torres con cimientos de cristal
durarán mientras nos puedan controlar.
Sembrando ignorancia, abusando del poder
son el lastre que nos impide crecer
(Agrupación: WarCry. Canción: ¡Que vengan ya!. Álbum: La Quinta Esencia.
Año: 2006)
1 Magister, Director de la Línea de investigación en Psicología Social, Facultad de Psicología
de la Universidad de San Buenaventura, Medellín.
La cultura Metal emerge a mediados de la década de los setenta en Inglaterra y
Estados Unidos como medio de expresión encargado de manifestar las
posiciones sociales y condiciones de vida de los jóvenes de clase baja y media
de estas naciones (Maranz, 2005).
Desde entonces, en esta cultura procedente del Rock, se han creado
comunidades de jóvenes que construyen versiones locales del Metal,
retomando para tal fin elementos musicales y vitales propios de su entorno
(Amaya y Marin, 2000, p. 65). Estas adaptaciones han conferido al Metal y a
sus géneros musicales derivados, la capacidad de congregar algunas de las
formas de pensar y sentir de un amplio sector de la juventud mundial, los
cuales desarrollan a partir de sus contenidos líricos y simbólicos, referentes
identitarios e ideológicos aptos para crear identidades psicosociales (Dunn,
2007).
El contenido y evocación de temas como la muerte, el ocultismo, el deterioro de
la humanidad, la destrucción y criticas a la religión católica, que realiza el
Metal, ha llevado al común de la sociedad a crear imaginarios que mitifican y
distorsionan la expresión musicocultural del Metal, provocando temor y
desconfianza hacia sus miembros, vinculándolos generalmente con violencia,
delincuencia y satanismo (Gallegos, 2004, p. 24).
Las percepciones de temor, desconfianza y prejuicio en torno a la pertenencia
al Metal y a otras culturas juveniles, desconocen las valoraciones e ideologías
consideradas “disidentes” (Reguillo, 2000, p. 13) con las que crean las diversas
imágenes y pensamientos acerca de su mundo personal y social.
Precisamente, indagar por los valores con los que los sujetos jóvenes
construyen, crean y recrean su identidad, es la intención que motiva este
estudio en el marco de una psicología social que observa con compromiso, las
disidencias y las resistencias sin estigmatizarlas, sino comprendiéndolas a
partir de la mirada de sus actores.
Al respecto, algunos estudios que han indagado por el fenómeno de la
identidad metalera, reflexionan en sus hallazgos sobre el modo en que los
sentimientos, prácticas, valores e ideologías apoyan la construcción de
identidades psicosociales que se configuran a través de las propuestas del
Metal.
Serrano (1995) tiene por objetivo aproximarse a las construcciones y relaciones
que los jóvenes adscritos esta cultura realizan con la música y los diferentes
sentidos que la pertenencia a la cultura Rock genera en la identidad grupal.
Para ello sigue un enfoque cualitativo que permite construir las reflexiones y
hallazgos tomando como punto de partida las experiencias y testimonios de los
participantes, planteando que los jóvenes por medio del rock enuncian los
desconciertos del momento que vive la sociedad, creando para tal fin nuevas
identidades en las cuales expresan sus diferentes modos de ser.
Por su parte, Amaya y Marin (2000) tienen por objetivo indagar los significados
y transformaciones que construyen del conflicto los integrantes de las culturas
juveniles del Metal y el Hip Hop en la Localidad Cuarta De Bogotá. Para ello
siguen un método de campo en el cual la comprensión del conflicto se elabora
a partir de los sentidos producidos por los participantes de las dos culturas
estudiadas. En lo concerniente a la cultura Metal, sus hallazgos plantean que
en las visiones alternas del mundo y de la realidad que sus miembros realizan,
emerge una valoración simbólico-imaginaria de los conflictos, en la cual la
música Metal se convierte en argumento que brinda fortaleza y seguridad a sus
integrantes ante cualquier situación o dificultad de sus vidas.
Patiño, Estefan y Echavarría (2005) se proponen averiguar cómo el joven
identificado con el Rock-Metal experimenta emociones y vivencias que afianzan
su pertenencia a dicho proyecto músico-cultural. Para tal fin, siguen un método
de campo (entrevistas) con una perspectiva psicosocial a partir de los cuales
pueden describir e interpretar las situaciones, sensaciones y sentimientos que
fusionan al joven emocionalmente con el Rock, planteando que a partir de la
vivencia emocional significativa, los metaleros siente su vinculación y
compromiso con el Metal, hallando en sus propuestas identificación con una
trascendencia que no está más allá de ellos mismos, ubicándose en el cuerpo y
en la expresión de esta con fuerza y emotividad.
Gallegos (2004), indaga por el modo en que los metaleros crean espacios de
agrupación en los que construyen su identidad a partir de la resistencia y
confrontación ante los procesos masificadores. Por medio del método
cualitativo y de un acercamiento al campo, plantea que la construcción de la
identidad en el proyecto metalero se convierte en un modo de vida, la adopción
de este estilo denota en los jóvenes la búsqueda de espacios en los se
persigue la revalorización de los sujetos sociales como productores de valores
y motivaciones de vida. En esta investigación se reconocen la honestidad y la
fidelidad como valores que aportan distinción a las identidades de los adscritos
a la propuesta metalera.
Martínez (2004) tiene por objetivo investigar la realidad cotidiana que enmarca
a los integrantes y subcultura del Heavy Metal en Barcelona España,
desmitificando los diversos imaginarios sociales que se crean alrededor de la
música y de los miembros del colectivo metalero. Para ello, sigue un método de
campo, por medio del cual descubre la relación que los jóvenes metaleros
establecen con el Metal como fenómeno cultural creando un amplio colectivo a
partir de su expresión musical y cultural, el cual se encuentra estigmatizado
para el común de la sociedad por el desconocimiento de sus propuestas y
estilos de vida. En este estudio se mencionan el gusto por la música y la
fidelidad como valores metaleros que fundamentan los procesos de adscripción
y de continuidad al interior del Metal.
Patiño, Torres, Gómez y Montoya (2006) tienen por objetivo tratar de sustentar
cómo las propuestas musicales contribuyen con la construcción de las
identidades psicosociales entre distintas comunidades juveniles. Por medio de
una perspectiva psicosocial, plantean la estrecha relación entre los modos de
vivir de los jóvenes y la proyección que hace la música de sus sentimientos y
pensamientos, reconociendo la concepción que se forma de la realidad y
fantasía interna con una visión trascendente dirigida al interior. En cuanto a los
valores que circundan en el Metal, se reconoce la rebeldía, la fidelidad, la
lealtad y lo underground como articulación de las subjetividades y valoraciones
en las que se construye y consolida el estilo de vida metalero.
El tema de los valores en las culturas juveniles no es ajeno incluso a uno de los
pioneros en lengua hispana en el estudio de las mismas. Para Feixa (1998) las
culturas generacionales, refieren la experiencia específica que los jóvenes
adquieren en el seno de espacios como los de ocio entre otros, (la calle, el
baile, los locales de diversión). En estos ámbitos circunscritos, el joven se
encuentra con otros jóvenes y empieza a identificarse con determinados
comportamientos y valores, diferentes a los vigentes en el mundo adulto. Por
ello, sugiere Feixa (siguiendo a Wulff, 1988), que etnográficamente puede ser
útil el concepto de microcultura, el cual que describe el flujo de significados y
valores manejados por pequeños grupos de jóvenes en la vida cotidiana,
atendiendo a situaciones locales concretas.
Ante la pregunta e inquietud por la juventud, la categoría identidad juvenil
ofrecen pistas para descifrar el modo de vivir de los jóvenes y de cómo sus
experiencias sociales son expresadas colectivamente mediante la construcción
de estilos de vida distintivos (culturas juveniles), localizados fundamentalmente
en el tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional (Feixa,
1994, p. 166. 1998, p. 84). Las identidades se producen como efecto
psicosocial de la participación en culturas juveniles quienes son las que
proveen de los referentes necesarios para producir identificaciones entre los
integrantes de estas. Esta posibilidad de acceder al conjunto de
manifestaciones abstractas y concretas del modo de ser de los jóvenes (Pulido,
1995, p. 1), es decir de sus identidades, concede la oportunidad de encontrar
en sus formas de vida, prácticas y valores las construcciones elaboradas por la
juventud acerca de su realidad y de las relaciones que establecen con lo que
los rodea.
Mediante la emergencia de códigos, símbolos y orientaciones, las diferentes
culturas juveniles se cristalizan en núcleos de referencia donde no sólo se
comparten las visiones del mundo (identificaciones), sino en el lugar donde
éstas se construyen, transforman y convierten en programas de acción
(Reguillo, 1994, p. 175). Precisamente este acto de adoptar nuevas posturas,
valores y actitudes fundamentadas en las experiencias de vida, se articula al
ejercicio de elección y decisión como rasgos característicos de pensamiento
que mantienen vigentes aquellas ideas y conceptos en el tiempo.
Las culturas juveniles al formar parte de la cotidianidad (Dayrrell, 2003, p. 74),
revelan el valor de sus propuestas axiológicas e ideológicas a sus integrantes
como bitácoras que orientan y ofrecen certezas como la de saber quiénes son
y a que pertenecen (Villareal, 2007, p. 3). Esto le da al sistema de valores de
las culturas juveniles un carácter orientativo y un marco de referencia clave
para establecer los límites, aunque borrosos en algunas ocasiones, entre las
identidades, además que nutren las narrativas de los jóvenes sobre su
pertenencia a aquellas y sobre su modo de entender el mundo.
Las actitudes prevenidas resultantes de representaciones sociales e
imaginarios atemorizadores sobre los miembros de la cultura Metal entre un
gran sector de la sociedad medellinense por desconocimiento de los acervos
conceptuales, estéticos y artísticos contenidos en este género rockero desde
su formación como cultura hasta la actualidad, han motivado el estudio del
sistema axiológico de esta cultura y de sus valores fundamentales como
elementos que acercan a la comprensión de las identidades psicosociales que
se originan en su interior.
Las guías y elementos que orientan los procesos de construcción identitaria en
el Metal son un valioso aporte para desmitificar la relación que se le asigna a
esta cultura juvenil y sus espacios de vinculaciones con la drogadicción, la
crisis de identidad, la rebeldía, el satanismo y otros temores que abundan en la
sociedad. La idea desde nuestra perspectiva psicosocial y crítica, es develar su
función como proyecto identitario que expresa resistencias a través de la
música y se localiza en la confrontación con lo instituido (Rodríguez, 2006, p. 6)
y en la búsqueda de la diferencia (identidad diferenciadora) para fortalecer la
identidad colectiva entre sus seguidores (Garcés, 2004). Así, se entiende que a
través del Metal, sus integrantes confieren sentido y significado a su existencia
personal y social. Los referentes sociales e identitarios propuestos por las
culturas juveniles como campos de identificación y diferenciación (Valenzuela,
1999, p. 3), sirven a los participantes de las culturas juveniles para interpretar
los contextos, las prácticas y las nociones que circulan socialmente.
PREMISAS TEÓRICAS
Juventud
La juventud, pensada como construcción histórica y cultural que se establece
en límites y funciones de edad, encuentra sentido en un marco cultural
determinado (Jaramillo, 1998, p. 197). Esta noción que localiza el surgimiento
de la juventud como categoría social, es desarrollada por Urán (1997, p. 7) al
describir su origen como categoría sociológica que emerge en el periodo
industrial de la modernidad, representando un campo indeterminado entre lo
adulto y lo infantil.
Habitualmente los discursos que conciben la juventud como un “momento de
transición a la vida adulta” (Serrano. 2002, p. 12) caracterizado por “la rebeldía
y la crisis de identidad” (Revilla, 2001, p. 115), impiden comprender su
construcción como conjunto de elementos sociales, psicológicos, biológicos y
personales que toman sentido en las prácticas y significados que los mismos
jóvenes le otorgan. En este sentido expresa Arias (2006, p. 18): “la juventud
puede configurarse por los procesos de autoconstrucción cultural, simbólica,
social y política, por las prácticas y expresiones emanadas de su iniciativa,
vitalidad, pensamiento e interacción intersubjetiva y colectiva”. A ello habría
que agregarle, que los procesos de autoconstrucción no son ajenos a los de
heteroconstrucción, toda vez que la juventud (como las cometas) se levanta
“contra” la adultez, es decir, en oposición a esta, en una dialéctica en la que
ambos segmentos subjetivos se diferencian para afirmar sus identidades. Dicho
con otras palabras, los adultos participan en la constitución de la juventud como
subjetividad en tanto alteridad que le percibe, interpela y desafía.
Pensar a los “jóvenes” como sujetos sociales y a las juventudes como las
condiciones que se desprenden de ello” (Serrano, 1998, p. 274), concede a la
juventud diversidad de discursos que participan en su construcción. Según
Alpízar y Bernal (2003, p. 18) la juventud es un concepto que se construye y re-
construye históricamente a partir de parámetros culturales, sociales, políticos y
económicos, lo que indica que no existe una única forma de definirla. Así, se
entiende que los jóvenes otorgan sentido y definición a lo “juvenil” a través de
sus expresiones, prácticas, valores y vivencias compartidas. Por ende, la
juventud, como se expresó, establece unas fronteras entre lo que es propio y lo
que corresponde a otras subjetividades: los infantes y los adultos.
Por lo tanto creemos que la juventud emerge en la confluencia de significados y
prácticas que la sociedad y los jóvenes construyen de ella, “la juventud
constituye entonces una intersubjetividad a partir de la cual se produce una
condición de sujeto, una cualidad de las prácticas del sujeto (lo juvenil)”
(Gallego, Patiño, Arias y Cano, 2008, p. 40).
Identidad: entre vivir y narrar
Una de las necesidades profundamente arraigadas en el ser humano, es la
idea de plasmar en el continuo texto del tiempo y de la historia,
representaciones que confieran originalidad y significado único a su vida. Las
personas, grupos y culturas han luchado por otorgar un significado a su
existencia de diferencia o similitud con otros, y esto se ha constituido en una
tarea inagotable que toma forma bajo el concepto de identidad.
El “giro lingüístico de las ciencias sociales” (Lecannelier, 2001, p. 1) se
constituye en una opción para tratar la identidad desde sus diferentes y
múltiples nociones, a diferencia de las propuestas estructuralistas que suponen
esta como un concepto estático e inmutable con fuerte arraigo en periodos del
desarrollo psicológico.
La identidad como concepto que se construye lingüísticamente (Íñiguez, 2001,
p. 5), halla en el discurso el responsable de la construcción social del sujeto
(Goffman, 1963, citado en Wagner, 2007) y en la narrativa como modo cultural
que genera sentido y cohesión para la vida en grupo (Lyotard, 1989, citado en
Lecannelier, 2001, p. 2). Estos elementos constituyen condición para su
creación como un proceso compartido y fundamentado en el lenguaje. Todo
ello brinda a la narración funciones de espacio intersubjetivo que permite dar
orden y significado a los sucesos de la vida.
La narrativa y la identidad como productos históricos, que surgen y son
resultado de la relación del sujeto con la sociedad (Linares, 1996, p. 28),
sustentan la propuesta de la identidad narrativa como articulación en la que el
carácter y acciones del sujeto cobran sentido a través de la palabra.
La identidad narrativa, es pensada por Ricoeur como una vía para “mostrar que
el yo no es inmediato, ni puede colocarse como último fundamento” (Prada,
2003, p. 49), encontrando su formación en el tiempo que transcurre el relato.
“Todo lo que se cuenta sucede en el tiempo, se arraiga en el mismo, se
desarrolla temporalmente; y lo que se desarrolla en el tiempo puede narrarse”
(Ricoeur, 2000, p. 190).
Esta posibilidad de maniobrar en el tiempo que da la identidad narrativa,
presenta al sujeto como personaje de un relato en el cual construye su
identidad. Tras esta correspondencia entre relato y personaje, la identidad
narrativa emerge al prestar importancia al sujeto como personaje que efectúa
las acciones al interior del relato, quien a medida que se narra, su propia idea
de identidad se construye en la trama (Ricoeur, 1990. Pág. 142). “El relato
construye la identidad del personaje, que podemos llamar su identidad
narrativa, al construir la de la historia narrada. Es la identidad de la historia la
que hace la del personaje” (Ricoeur. 1990, p. 147).
La posibilidad que encierra el lenguaje de expresarnos y comprendernos en
forma de historias, secuenciando el tiempo, viajando constantemente entre el
pasado, el presente y el futuro, concede a la persona como narrador de si
mismo, “temporalizar su experiencia en tiempo vivido y tiempo vivible, en lo
cual surge el yo temporal. Su ser aquí y ahora es un tiempo que une dos
tiempos que no existen; el uno ya no es; el otro todavía no es” (Vargas, 2006,
p. 179).
En este proceso, las experiencias del sujeto son historias dotadas de sentido
que le proveen la posibilidad de encontrase a si mismo en sus narraciones,
como personaje de mil caras, siempre cambiante, invocado en lo único que le
brinda la posibilidad de seguir siendo él mismo: su propio relato.
“La persona entendida como personaje del relato, no es una identidad distinta
de sus experiencias. Muy al contrario: comparte el régimen de su identidad
dinámica propia de la historia narrada” (Ricoeur, 1990, p. 147).
Ahora bien, la narración, cuando es compartida y recreada colectivamente,
reforzada con relatos que dan cuenta de hechos e interpretaciones comunes,
constituye una narración que representa una identidad comunitaria. En ese
sentido, Pinxten (1997) afirma que los mitos y los relatos históricos forman una
trama que ayuda a unir las diferenciaciones internas en la comunidad y a
mantener cohesionada a la misma, toda vez que minimiza las diferencias entre
sus miembros a favor de la diferenciación con los otros. “La producción de un
discurso narrativo implica una selección de acontecimientos que refuerza la
experiencia global y común de la comunidad. A menudo, ello quiere decir que
lo que puede dividir es minimizado y que una amalgama de elementos
unificadores son puestos de relieve… el discurso narrativo, es el lugar en el
que la comunidad puede sustentarse y reproducirse…” (Pinxten, 1997. p. 46).
Valores: construcciones inagotables de significado
Los valores como principios articuladores que apoyan el modo de obrar y la
conducta de las personas proyectan los deseos y aspiraciones que los motivan.
Como productos humanos planteados y elegidos por las culturas y por sus
miembros (Díaz, 2007, p. 1015) se encuentran antecedidos en su elaboración
por toda una comunidad que participó previamente en su generación y
desarrollo (Martínez Navarro, 1999, p. 197), posibilitando la construcción de
“creencias básicas a través de las cuales interpretamos el mundo y damos
significado a los acontecimientos e, incluso, a nuestra propia existencia”
(Yubero et al, 2004, citado en Sousa, 2008, p. 1).
En su papel de construcciones psicosociales y fenómenos socioculturales, los
valores se conectan con los diferentes modos de existencia humanos
(entiéndase participación social) individual y colectivamente, y sirven como
referencia a los pensamientos e ideas que mueven a los actores a actuar y a
relacionarse con los demás y con el entorno de una forma determinada (Cobo
citado por Herrera, 2007, p. 46).
En este sentido el valor también es entendido como “un tipo de creencia
emplazada en el sistema total de creencias de una persona acerca de cómo se
debe o no se debe comportar; o, también, acerca de algún objetivo en la
existencia que es digno de esfuerzo o sacrificio en conseguirlo” (Rokeach
citado en Bautista, 2001, p. 195). Como agentes que participan en el proceso
de cambio o permanencia en las actitudes y conductas del sujeto (Rokeach,
1972, citado en Salazar, 1974, pp. 111-112), los valores son de especial
importancia en la conformación de las sociedades por agrupar bajo sistemas
valorativos o axiológicos, conceptos, imágenes e ideas que se tornaran en
puntos de referencia para orientar el comportamiento. Estos valores, cuando
son internalizados orientaran la conducta, a través de los estilos de relaciones
interpersonales. La conducta será función a su vez de la cultura, la situación y
de los procesos psicológicos que ambas activan en la persona”. (Páez, D.
Fernández, I. Basabe, N y Grand H, 2002.)
El conocimiento de los sistemas axiológicos sobre los cuales se soportan las
diversas culturas y grupos sociales, admite distinguir de forma clara y precisa
las orientaciones e ideologías que respaldan las diversas significaciones que
las personas realizan de las experiencias que componen su idea de realidad.
Acceder a estas cosmovisiones orientadoras de los grupos y culturas se logra
a partir del develamiento de sus valores culturales como testimonios de las
ideas predominantes, referentes valorativos e identitarios que son
suministrados a sus integrantes.
A decir de Markman (2002), los valores culturales, como parámetros que
definen las pautas de conductas sociales a las que se someten los individuos y
revelan las ideas predominantes en una sociedad (p. 74), exponen la función
de las culturas al orientar a sus miembros a descubrir, expresar, validar,
criticar, corregir, desarrollar y mejorar las significaciones con respecto a los
valores sociales que se comparten (Lonergan, citado por Remolina, 2005). En
este sentido, las representaciones valorativas de orden general se encuentran
contenidas en los valores individuales, a manera de marcos subjetivos que van
a condicionar las posturas cognitivas (actitudes) y las conductas de los
individuos en interacción social (Markman, 2002, p. 74). Sin embargo, viéndolo
de otra manera, los valores son nombrados, invocados y representados gracias
a un sistema de referentes simbólicos en los que cobran existencia (Berger y
Luckmann, 1986). De ahí que deambulen por las culturas gracias a los
discursos y narrativas que copan la vida cotidiana y por ello tal vez es que se
constituyen en pautas de acción, es decir, tienen efectos sobre prácticas
sociales.
La emergencia de los valores como construcciones abiertas que se constituyen
y manifiestan lingüísticamente de forma progresiva e inagotable, (Fullat, 2005,
pp. 43-44) hacen de estos, proyectos mancomunados de naturaleza
intersubjetiva donde se comparten constructos sociales, históricos y personales
que adquieren contenido real al ser narrados, al ser contados en historias
(Arregui y Basombrío, 1999, p. 22).
Metodología.
El enfoque metodológico de esta investigación es interpretativo por acercarse a
la comprensión de las identidades psicosociales construidas en la cultura
Metal, ofreciendo la posibilidad de interpretar sus manifestaciones y
significados a partir de las construcciones que realizan sus participantes y por
favorecer la relación permanente y directa con los sujetos a investigar,
privilegiando recursos como la palabra y los relatos como vías para reconocer
la subjetividad humana.
Las propuestas metodológicas que acompañan este estudio son la
hermenéutica y la teoría fundamentada. El método hermenéutico se elige por la
posibilidad que provee para el entendimiento e interpretación de las culturas,
grupos y estilos de vida de los jóvenes, captando sus realidades como textos
susceptibles a diversas lecturas. Se acude a la teoría fundamentada como
orientador del proceso categorizador (reducción de datos), como un campo
abierto en el cual surgen las categorías de análisis a través de la revisión de las
entrevistas y de su codificación.
La unidad de trabajo correspondiente a la investigación la constituyen los
jóvenes metaleros por iniciar y mantener la construcción de su identidad
psicosocial a través de las propuestas, ideologías y valores de la cultura Metal
de Medellín. Precisamente en la fase de muestreo, fueron identificados luego
de conversaciones previas con varios de ellos, de tal forma que se lograron
seleccionar tres (3) por pertenecer a distintos agrupamientos de metaleros
según la localización geográfica de sus encuentros; por el tiempo de
mantenimiento en la cultura y por el nivel argumentativo de sus convicciones.
La unidad de observación corresponde a los relatos que dan testimonio tanto
de su adscripción y mantenimiento en el proyecto de identidad metalera, como
de sus interpretaciones acerca de los valores que integran a los miembros de
los colectivos de pertenencia.
Para la producción de la información se utilizó la entrevista abierta y en
profundidad, que abre paso a la conversación posibilitando orientar su
desarrollo e indagación hacia temáticas que revelen la existencia de valores en
la cultura Metal y por ende que revelan marcos de referencia de la identidad
psicosocial. Los temas de interés sobre los cuales se focalizaron las
entrevistas residen en las experiencias del proceso de adscripción a la cultura,
características del estilo de vida metalero, valores centrales de dicha
adscripción, escrutados a través de preguntas como: ¿En qué se soporta la
firmeza del metalero? ¿Qué valores se destacan en las líricas de las
canciones? ¿Cómo se experimenta la vivencia de los valores? En este diálogo
abierto las anécdotas, experiencias y vivencias revelan en su trama
significados que se tornan en valioso aporte para la comprensión del objeto de
estudio.
Hay que señalar que para el proceso de análisis fue necesario, no solo
categorizar, sino también volver a acudir a los jóvenes metaleros para ir
validando algunos supuestos. Así mismo, se retomaron canciones (las cuales
se citan) y se articularon con los testimonios y con las interpretaciones de los
investigadores, tratando de acceder a los sentidos emergentes de las
narrativas. Simultáneamente, la revisión de antecedentes sirvieron para validar
nuestros hallazgos, en tanto confrontaron las interpretaciones de los
investigadores y reafirmaron los significados descubiertos en los fragmentos de
las entrevistas. En este sentido el plan de análisis que se siguió, integró,
inducción analítica, análisis intertextual e intratextual, validación con nuevos
datos, triangulación con canciones y confrontación con otros estudios.
Resultados: momento descriptivo-significativo
El Metal: una comunidad con historia propia.
La emergencia de géneros musicales asociados al Rock, como es el caso del
Metal, ha facilitado la formación de comunidades juveniles en las cuales se
crean y comparten valores, prácticas, sentimientos, e ideologías que devienen
en la generación de una cultura que sustenta la construcción de proyectos
identitarios en un gran sector de la juventud.
La capacidad del Rock para expresar las necesidades y pensamientos de la
juventud, simultáneamente convierte su existencia en vehiculo para que los
jóvenes vayan configurando su identidad personal y social (Urteaga, 2000, p.
35).
En cuanto al Metal, su propuesta inicial se ubicaría en el género del “Heavy”,
sosteniendo en su sonido y estética la propuesta que daría su visualización
mundial como cultura a principios de los años ochenta (Martínez, 2004, p. 76).
Características como la potencia, la trasgresión y el virtuosismo serian el molde
originario a partir del cual se constituiría esta expresión sonora (Martínez
García, 2005, p. 33), señalando las primeras orientaciones valorativas en las
que se congregarían los jóvenes seguidores del Metal en Inglaterra y Estados
Unidos, quienes a través de estos sonidos y líricas expresarían sus realidades
sociales en temas como la maldad, la violencia, el sexo y la crítica hacia el
Estado (Maranz, 2005):
“Ahí estaba totalmente echado a perder, sin trabajo y deprimido.
Todo en mi interior era tan frustrante mientras vagaba de ciudad en
ciudad. Me siento como si a nadie le importara si vivo o muero, así
que empezaré a poner algo de acción a mi vida: violando la ley,
violando la ley, violando la ley…”
(Agrupación: Judas Priest. Canción: Breaking the Law. Álbum: British
Steel. Año: 1980),
Por otra parte, el Heavy, sonido aún vigente, es considerado la primera
manifestación de una gran cantidad de géneros musicales que tomarían
asiento en la cultura Metal. Géneros como el Black, Death, Thrash y Gothic
Metal han traído consigo un variado repertorio ideológico e identitario
proveniente de las adaptaciones que los jóvenes metaleros han elaborado de
sus pensamientos en diferentes territorios y situaciones sociales.
Precisamente esta multiplicidad de ideologías y géneros musicales que
integran los referentes valorativos e identitarios del Metal, son revelados en los
descubrimientos de Dunn (2007), quien expone que la diseminación de esta
cultura por el planeta como un fenómeno arraigado en la globalización, hace
que se difunda su música, sus ideologías y sus valores entre las juventudes de
diversos países, asumiendo su papel orientador de la conciencia social de sus
miembros, propiciando la libre expresión de las necesidades y realidades que
comparten los jóvenes.
Estas situaciones compartidas no son aisladas del lugar en que se habite; se
entrecruzan y son enunciadas por el Metal de forma particular, criticando el
sistema, la autoridad, la corrupción en la religión y la política, la masificación, la
pérdida de autenticidad y la excesiva racionalidad, utilizando la agresividad de
la sociedad como ironía, como sátira para manifestarse (Gallegos, 2004, p. 6).
Medellín, una de las grandes urbes latinoamericanas no sería ajena a este
fenómeno, presenciando a principios de los años ochenta el arribo de la cultura
Metal como expresión de una creciente tendencia que tomaba fuerza en su
población juvenil. La aceptación de la música y propuestas del Metal en los
jóvenes tendría su origen en la formación de comunidades de gusto en los
barrios de la ciudad, conocidas como “parches” o “notas” en los que se
favoreció la reunión masiva de rockeros, el intercambio de música,
conocimiento y pastas (discos) (Valencia y Mejía, 1997, pp. 118-119).
Precisamente en estos espacios los valores emergen creando conexiones
entre los jóvenes y sus proyectos identitarios compartidos.
Al respecto de la creación de valores vinculantes se resalta la conversación en
su papel de canal que facilita el intercambio de información, “porque gracias a
ella se hace lazo con el otro, se forma un discurso vinculante que garantiza
dicha socialización” (Patiño y cols, 2006, p. 22).
La Batalla de las Bandas, evento realizado el 23 de marzo de 1985 hizo
avizorar al Rock y al Metal en particular a gran escala (Cano, 2001, p. 6),
convirtiéndose en suceso significativo que marcaría la construcción de las
identidades juveniles en la cultura metalera de Medellín.
Las primeras ideologías del Metal y el Punk tomarían forma en este evento
suscitando diferenciación identitaria entre los rockeros de Medellín (Cano, 2001,
p. 7). Este fenómeno no solo desencadenaría discrepancias en la comunidad
del Rock, sino que marcaría profundos desacuerdos entre los movimientos
musicales del Metal que venían de barrios de estratos socioeconómicos bajos y
medio bajos (Alzate, 2007, p. 4). En este aspecto, las orientaciones valorativas
proveídas por las diferencias de clase social entre los jóvenes metaleros de
Medellín, propondrían el surgimiento de diversas ideologías en torno a la música
y referentes identitarios que acompañarían la propuesta de identitaria del Metal.
El Metal de Medellín narraría la violencia de los años ochenta, abordando en su
temáticas el olvido del cual era presa la juventud por parte de las instituciones
sociales, la ausencia de ideales y oportunidades que permitieran a los jóvenes
asumir una expectativa de vida como cualquier nación industrializada (Cano,
2001, p. 6). A su vez propiciarían la expansión y búsqueda de referentes
valorativos en los jóvenes para afrontar sus realidades. “Los sonidos pesados
de los años ochenta marcaron un rompimiento de ideas y de visiones del
mundo juvenil. La época fue clave para que ellos proclamaran su grito de odio
hacia el futuro incierto: No a la vida, no al sistema, no a la religión” (Álzate,
2007, p. 3).
Decadencia… Realidad violenta desatada ante el paso de una
patria. Rechazo, repudio ante el mundo de un país golpeado
duramente atacado. Hambre, miseria, realidad en Sudamérica.
Masacres, matanzas, diaria noticia de casa. (Agrupación: Masacre.
Canción: Decadencia. Álbum: Ola de violencia. Año: 1990)
La protesta y reproche hacía el Estado, la Iglesia y la sociedad que presentaba
la comunidad metalera serían reforzados por el arribo del Black Metal como
género musical e ideológico, caracterizado por su naturaleza enigmática y
oscura (Alzate, 2005, p. 5). Los novedosos referentes identitarios y axiológicos
que traería consigo esta propuesta musical a la comunidad metalera en la
ciudad, acercarían a gran parte de su colectivo a expresar sus pensamientos y
realidades por medio de la música e ideologías que este género promulga.
Desde su llegada a Medellín a principios de los noventas, el Black Metal,
traería consigo el radicalismo y purismo que poseía en su natal Noruega pero
de una forma particular: “no inclinada hacia la lucha contra el poder
eclesiástico, ni la concepción de lo ario, sino desde una perspectiva que se
reflejaba en el control de los “parches” metaleros de la ciudad.” (Álzate, 2007,
p. 5).
Las divisiones aparecerían nuevamente entre los grupos metaleros y los que
comenzaron a seguir las tendencias del Black (Valencia y Mejía, 1997, p. 126),
creando límites bosquejados por las ideologías y estilos musicales. Este
surgimiento de múltiples referentes axiológicos que diversifican el fenómeno de
la identidad metalera en Medellín, ha sido también el detonante que ha
permitido a la sociedad despertar falsas ideas para articular el satanismo y la
perversidad con el Metal, siendo el estigma y la persecución social los modos
de enfrentar tal herejía (Valencia y Mejía, 1997, p. 126).
El Metal en Medellín es, por tanto, construcción de ideologías, actitudes y
valores por la juventud de una época de crisis, revelándose allí las necesidades
y los pensamientos de esta. Su surgimiento en los patios interiores del Rock
con sus ideologías de libertad, individualidad y ausencia de límites (Martín,
1992, p. 13), ha hecho visible la búsqueda de expresión y de argumentos de
vida por la que indagan muchos jóvenes del mundo, convirtiéndose en mas que
una cultura, el Metal es territorio de valores que sustentan las identidades
sociales de miembros.
La Libertad en el Metal
“La palabra actúa primero sobre el mundo conceptual, y sólo a partir de él lo hace sobre el sentimiento, más aún, con bastante frecuencia no alcanza en modo alguno su meta, dada la longitud del camino. En cambio, la música toca directamente el corazón,
puesto que es el verdadero lenguaje universal que en todas partes se comprende”. Friedrich Nietzche2
Los hallazgos serán descritos de acuerdo a los relatos que formulan la
existencia del valor cultural de la libertad y su participación en la construcción
de la identidad metalera. En este proceso se reflexionará sobre las relaciones
2 El drama musical griego. En: El nacimiento de la tragedia. Disponible en:
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca%20digital/libros/N/Nietzsche%20-%20El%20drama%20musical%20griego.pdf
que surgen entre la libertad, la música y su escucha, finalizando con la forma
en como es experimentado este valor por los metaleros en contextos sociales
como el concierto.
Las líricas e interpretaciones del Metal como creaciones humanas se adaptan a
las regiones y distintos momentos históricos, propiciando la aparición de
diversas manifestaciones sociales e ideológicas. Su contenido narrativo surge
en función de su entorno significativo (Navarro, 2000, p. 11), consolidándose
como testimonio de diferencia que recalca la búsqueda y sentido de libertad en
la multiplicidad de temáticas que aborda en sus diferentes géneros.
Este poder que suscita la sensación de liberación refleja la relación que
comienza a surgir entre los jóvenes y el Metal, contactándose a través de su
escucha con contenidos personales y sociales difíciles de exponer y pensar:
…siento que en muchas ocasiones la música genera esas cosas en mi (sensación de liberación), me permite por lo menos vivir o sentir
muchas cosas de las que hay ahí que de pronto yo no puedo expresar o sacar pero que igual con la música las puedo como
percibir más y de alguna forma como que salen.(LBC6) La libertad sería en este caso un valor que se siente y que no se razona
fácilmente; se gesta inicialmente en el acto de escuchar la música, adquiriendo
el Metal un significado vincular toda vez que “sirve” a los seguidores como
medio de conexión entre el “mundo interno” y “el mundo externo”, siendo
simultáneamente simbolizado como expresión de sentimientos de carácter
espiritual (Patiño y cols, 2006, p. 4). De este modo, los jóvenes metaleros
orientan y significan su existencia con referencia en los contenidos liricos e
ideológicos presentes en la música, desde los cuales gestan la necesidad de
expresión y de diálogo como prácticas que apoyan el proceso de construcción
de la identidad:
Nos volvemos ciegos por nuestros pecados, engañados tan
fácilmente. Completamente listos para dejar todo atrás, rezo por
liberarme… Quítame todos los deseos que siguen ardiendo dentro
de mí, arrójalos lejos de aquí y ayúdame a tener fuerzas para
enfrentar otro día. Estoy listo. La humildad es ahora mi única
esperanza. ¿Podrías quitarme todo y sanar esta alma que muere?
(Agrupación: Dream Theater. Canción: The root of all Evil. Álbum:
Octavarium. Año: 2005. )
Las guías proferidas por el Metal presentan la libertad como opción de vida que
propone la búsqueda y construcción de la identidad como asunto personal y
consciente:
(Respecto al Metal y la posibilidad de ser libre)
Intento ser libre, la libertad a veces no esta tan de la mano pues… pero como rockeros nosotros queremos ser libres, y aunque no lo podemos hacer a cabalidad estamos por ese camino… (NWC125)
La búsqueda no cesa, el camino es espinoso, la libertad es una conquista
intangible. La intención no cuenta al momento de los balances, pero la
comunidad (“nosotros”) quiere y en tanto que tal, insiste. Por eso expresa con
libertad su sentir e interpreta. Las ideologías y referentes valorativos que
participan en la formación del proyecto identitario metalero, conciben la libertad
como actitud crítica fundamentada en lo pensado y aprendido en el Metal:
…el lugar del rockero, el lugar del metalero esta en decir las cosas que piensa sin importar las repercusiones que tiene. (VLC182)
Esta edificación del valor de la libertad se construye a partir de la reflexión y
sobre la posibilidad de expresión de rechazo y crítica respecto a las
inconsistencias sociales que enmascaran falsedad y conformismo. Este acto de
reflexión en unión con la música, concede la oportunidad a los rockeros de
pensar su vida como asunto que se construye continuamente:
Siento que en el mundo del Metal a parte de que he conocido grandes personas me ha llevado de alguna forma a darle profundidad a mis
pensamientos y mis filosofías, y no solo a darles profundidad, sino a cuestionarlas también y eso como persona me ha ayudado a
evolucionar mucho. (VLC126)
Las líricas que transitan en el Metal, proponen el valor de la libertad como una
dimensión de experiencias personales situadas en correspondencia con un
plano metafísico más que de actos:
Cuando nos paremos en la puerta del cielo será muy tarde. Trata
olvidar todo lo que has aprendido, trata de escuchar tu corazón. No,
no podemos entender al universo usando sólo nuestras mentes…
(Agrupación: Epica. Canción: Consign to Oblivion. Álbum: Consign to
Oblivion. Año: 2005)
Este valor no es esquema o patrón rígido compartido por la totalidad de los
rockeros, sus guías y orientaciones se relacionan con los referentes y
contenidos procedentes de diversos contextos sociales como la escuela y la
familia:
(Respecto a la propuesta de libertad que plantea la música)
Creo que igual eso depende como también de cada persona, de cómo ella viva o sienta esa parte de la música o esas creencias
también que uno pueda tener a nivel personal. (LBC74) Reconocer que el sexo, las drogas y el alcohol son las formas en que otros
viven su libertad, es el significado en el cual los rockeros trazan los límites
entre lo grupal y lo personal. Aceptar la diferencia reafirma el discurso en el que
toma soporte la identidad, a la vez que se fortalece con el valor de la libertad.
Así, este valor posee sentidos de soporte, coherencia y continuidad en el
proyecto de vida metalero:
(Respecto a la libertad como tema del Metal) En cuanto a lo de la música, a toda esa libertad de la que se habla,
uno sabe que dentro de este ambiente y de los otros también se manejan muchas cosas, pero que es de uno poderse de alguna
forma mirar ¡bueno que puedo tomar de aquí, que no puedo tomar! (LBC75)
Esta manifestación de la consciencia personal, en la cual el metalero vive y
disfruta la libertad, adquiere sentido en las constantes decisiones que debe de
enfrentar en su diario vivir. La necesidad de exponer lo pensado y sentido por
los metaleros, comúnmente se interpreta como rebeldía, impidiendo captar en
su discurso la formulación de aspectos éticos que reafirman su identidad con
diferencia a otras propuestas y valores sociales:
(Respecto a la libertad que vive el metalero)… no necesariamente por ir en contra de algo sino que es lo que sentimos, es lo que
creemos, es la visión que tenemos o la visión que yo he tenido y que he querido proyectarla al mundo. Yo no creo que se trate en si de rebeldía, hago mucho énfasis en esto porque todos pensamos un
montón de cosas y pocos las decimos. (VLC181)
Experimentar la libertad por medio de la expresión no solo encuentra sustento
en la crítica y oposición, asimismo la comunicación con otros, exponer los
puntos de encuentro y diferencia genera actitudes de apertura hacia el mundo:
(Respecto a lo ofrecido por el Metal)…tener cierta posibilidad de expresarse, de llegar de alguna forma a otros, de poder mostrar tus
diferencias y que otros igual la acepten, de uno poderle llegar a otras personas sin necesidad de uno cerrarse “de que es que yo soy
metalera o que me gusta es esto y yo no ando sino con metaleros”… (LBC68)
La cualidad de ser rockero no es excusa para dejar de compartir con contextos
y personas diferentes al Metal. Este acto de apertura no expone la identidad
metalera a riesgos de ser disipada por otras opciones identitarias, al contrario,
reivindica a los jóvenes con el Metal aproximándolos a incluir dentro de su
marco de referencia valores como el respeto y la tolerancia:
… yo creo que en el mismo Metal se hablen tantas cosas y que igual permanezca la da a uno la posibilidad de abrirse a tantas cosas, a escuchar eso otro que está; hacerse uno a su ambiente, compartir
con otras personas que no comparten los mismos gustos de uno y el hecho no es llegar a violentar a ese otro, sino aceptar eso que esta
ahí… (LBC69)
Por otra parte, espacios como “el concierto” (o el toque como se le llama en
otros países) son blanco de críticas que se amparan en creencias según las
cuales, la enajenación y el libertinaje colectivo están relacionados con la
premisa de “sexo drogas y Rock & Roll”, en los cuales los rockeros
supuestamente expresan la libertad. En estos espacios, la libertad se vive a
plenitud y adquiere el “máximo sentido” en tanto mediada por el deseo romper
con esquemas rígidos, sin dejar de lado el placer de compartir con el grupo y la
música:
(Respecto a las experiencias en el Metal) La forma como yo vivencio el mundo del Metal con respecto a esos valores clásicos del rock and
roll, es la psicodelia. Lo que lo lleva a uno a estar en el escenario montado, trasmitiendo la música, eso es algo que uno no puede saber que se siente si uno no esta ahí, no hay nada similar, ni
siquiera un orgasmo, nada se asemeja a esa sensación. (VLC160)
El valor del reto en la cultura Metal: oposición a lo instituido en busca de
identidad
En este capitulo se abordan las relaciones, desafíos y significados que se
materializan en las condiciones de adscripción y mantenimiento de los jóvenes
en la cultura Metal, toda vez que el reto va a constituir un pretexto significativo
de la construcción identitaria. Este aspecto facilitara indagar desde los mismos
metaleros los significados asociados a la crítica religiosa y la vinculación con el
satanismo que comúnmente se aduce a los integrantes de este colectivo.
El gusto por la música y los primeros acercamientos al Metal por el joven se
convierten en motivo de conflictos familiares y sociales, representando para
“los otros” separación con respecto de los valores, las normas y las creencias
en las cuales se sustentan las tradiciones culturales de la familia y de la
sociedad. El Metal es percibido con desconfianza y temor por las instituciones
sociales, por sus sonidos pesados, temáticas y representaciones iconográficas
(Martínez, 2004, p. 76), asociando su escucha a estereotipos de satanismo
(Álvarez, Soler y Alvira, 2004, p. 44):
…en mi casa mi mamá y mi papá siempre han sido como muy creyentes, entonces siempre hubo mucho problema. Yo ponía esa
música y mi mamá: ¡Claro ya estas llamando al diablo! Me la apagaban, me botaban los afiches, me ponían problema por la ropa
negra. Entonces si fue muy difícil como ese enfrentamiento pues como en la casa. (LBC20)
En un primer momento, el joven metalero es percibido como víctima de las
influencias negativas asociadas a la música como drogadicción, violencia y
relación con el suicidio (Durand y Castillo, 2007, p. 6), constituyéndose como
factor de riesgo para otros jóvenes. La vinculación a lo negativo y el
cuestionamiento, surgen como formas de control que las instituciones sociales
utilizan para disuadir al joven de su elección músico-cultural:
…en el colegio, cuando eso ya me gustaba, entonces mi mamá iba y le decía a las monjas que yo estaba escuchando esta música, que
ella creía que yo andaba en cosas raras, entonces era de las que me estaban sacando siempre del salón, que tenia que ir donde la
psicóloga, que un montón de cosas. ¿Que por que escuchaba esto, que me pasaba, que si yo tenia ideación suicida?, entonces se
manejaba un cuento ahí lo mas de raro. (LBC35).
La idea de normalidad se ve atacada por una juventud que va en contra de lo
establecido, el joven rebelde, en este caso el metalero, es quien se opone a lo
establecido sin aparente causa o razón. Las formas de control que
anteriormente trataban disuadirle de su elección se transforman en estigma y
rechazo:
…a las niñas que de pronto se hacían conmigo que no compartíamos de pronto como esa música, entonces les decían que cuidado conmigo, que ella es satánica, que cuidado .Les contaban a las mamás, no las dejaban hablar conmigo… (LBC196)
A pesar de esta postura negativa del reto como un anti-valor diseminado por la
cultura Metal, se encuentra la otra cara del reto, la que expresa su construcción
como valor cultural del Metal que aboga por la expresión y confrontación de las
inconsistencias e injusticias que se han vuelto normales e invisibles para la
sociedad:
Desde que nuestra vida comienza nos presionan con pequeñas
cosas. Nadie nos pregunta cómo queremos ser. En el colegio te
enseñan lo que tienes que pensar, pero todos dicen cosas diferentes
y están todos convencidos de que son los únicos que tiene la razón.
Así que siguen hablando sin parar y llega un momento en que te
rindes y en que lo único que queda pensar es esto: Me quiero
desconectar - para vivir en paz. Me quiero desconectar - déjenme
tranquilo. Me quiero desconectar - para actuar por mí mismo. Me
quiero desconectar - para vivir mi vida y ser libre (Agrupación:
Helloween. Canción: I want out. Album: Keeper of the seven keys.
Año: 1988)
La expresión de la diferencia articulada en el valor del reto a través de la
propuesta musical permite observar su construcción como distinción que
ratifica el lugar del metalero y su separación consciente de lo tradicional:
Aquí estoy fuerte para enfrentarme así sin ignorar razón, hombre
extraño, si... residuo social... no soy. Como puedo ser yo residuo
social y como puedo ser si dejo a otros por mi pensar. Como puedo
ser yo y como puedo ser si dejo a otros por mi actuar. Nunca... lo
haré...nunca... lo haré... (Agrupación: Kraken. Canción: Residuo
social. Álbum: Kraken III. Año: 1990.)
El reto como valor perteneciente al fundamento axiológico de la cultura Metal
expresa la necesidad y la aspiración de sus integrantes de acceder y formular
nuevos marcos de referencia en los que se reivindican la idea de individualidad
y de coherencia, pilares fundamentales para la construcción de su identidad
psicosocial. Así mismo y en este orden de ideas, estos referentes reaccionan,
en clave de diferenciación con respecto a las inconsistencias socioculturales de
su entorno.
Las ideologías creadas alrededor de la música en compañía del grupo de pares
posibilitan a sus integrantes efectuar lecturas y comprensiones valorativas tanto
de sí mismos como del mundo:
(Respecto a las conversaciones con su grupo de amigos) Habitualmente se habla un poco de música, pero la gran mayoría de
las conversaciones giran en torno a lo que sentimos, lo que pensamos, lo que vivimos cada uno. Compartimos lo que pensamos de la vida, del mundo, lo que sentimos de él, y es importante porque
es lo que somos. (VLC192)
Probablemente, el desafío social de mayor reconocimiento que exista en la
cultura Metal es su diferencia y oposición con respecto a la religión que parte
de los principios católicos. El reto del Metal frente a los planteamientos de la
Iglesia católica como Institución, surge como respuesta histórica al rechazo que
dicha Institución ha realizado acerca de las creencias y expresiones del Metal:
…no es que realmente se odie o que haya un rechazo, yo siento que son como ideas o cosas como con las que uno no esta de acuerdo,
como igual de ellos en algún momento hay cierto rechazo por muchas creencias que se manejan pues como en esta cultura o en
lo que la música quiere decir. (LBC83)
Por lo general las críticas y juicios que estigmatizan la cultura Metal, vinculan
su música e integrantes con lo satánico y demoníaco. “La asociación general
entre satanismo y rock por el cristianismo y el Estado, muestra una falta de
conocimiento por las tendencias y filosofías del Rock y un absoluto
desconocimiento de los movimientos oscuros del Metal en los países nórdicos”
(Valencia y Mejía, 1996, p. 120).
Filosofías y culturas alternas al cristianismo, se presentan como referentes
sociales e ideológicos que transitan en la cultura Metal. Estos sistemas de
pensamiento manifiestan posiciones contrarias a los dogmas sobre los cuales
surge el cristianismo:
Me gusta mucho lo que es el paganismo y aquellas religiones antiguas donde el ser humano se desenvolvía tan al unisonó con la
naturaleza y con el todo. Pero llegaron estas teorías católicas y cristianas, y acabaron con todo eso tan lindo que era. (NWC123) El Metal me ha reafirmado las cuestiones anticristianas, porque
obviamente el Metal esta muy arraigado a la cuestión oscura de la humanidad, y la cuestión oscura de la humanidad simplemente es
estar en contra de la religión, de las religiones bases del ser humano… (NWC138)
Algunas de las creencias e ideologías contenidas en el Metal, se alejan de lo
arraigado socialmente rompiendo con los esquemas culturales sobre los cuales
se forma la tradición en la sociedad. En este caso, promover nuevos referentes
a partir de distintas religiones y filosofías como se hace en el Metal, posibilita
vivenciar y apreciar las experiencias con otro sentido:
(Respecto a lo sentido en la escucha del Viking Folk Metal) Me pongo en contacto con lo que yo siempre he dicho, los
arquetipos paganos con los que me conecta y me siento muy identificado. Siento que me conecta con la hermandad, con la alegría
de la vida, con la euforia, con la fuerza, con el guerrero interno… (VLC172)
La fidelidad en el Metal: historia de vida, constancia y lealtad
La importancia conferida al valor de la Fidelidad como principio que apoya la
continuidad en el proyecto de identidad metalero, demostrando el alto grado de
significación que fortalece la relación entre los jóvenes con el Metal creando
fuerza al momento de argumentar su gusto y decisión por la música.
Los hallazgos serán descritos desde la importante relación existente entre este
valor y el sentido de pertenencia a la cultura, pasando por su conformación y
las funciones que la fidelidad proporciona para sentar las bases de la
construcción del proyecto identitario en el Metal.
La pertenencia a la cultura Metal surge como aspecto de gran valor para sus
integrantes, lo que demuestra la importancia que inviste la decisión de sentirse
y de ser identificados como metaleros. La permanencia y la constancia son
rasgos de la identidad psicosocial construida en el Metal que obtienen gran
sentido y valoración:
(Respecto a su proceso de adscripción al Metal) …yo veía que ese amor iba a ser para mucho tiempo porque de todas maneras yo era rockera y yo creo que el que es metalero
antes tuvo que ver mucho con el rock, con la vieja guardia, con esas cosas que el metalero respeta. (NWC137)
Ratificarse en el proyecto de vida metalero, desarrolla el sentido de pertenencia
como aspecto valorado en el que se apoyan el conocimiento las diferentes
percepciones del mundo que sustenta el Metal. Las percepciones que se
amparan en nuevos paradigmas generados en la relación de los referentes
propuestos por la música y cultura, entran en relación con las experiencias de
cada metalero.
Pertenecer a la cultura Metal se consolida en un escenario en el que sus
miembros participan de una noción de identidad colectiva, la cual a su vez
respeta los límites de la individualidad. En este caso, pertenecer es hacer parte
de un colectivo en el cual la identidad social se deriva a partir de la pertenencia
al grupo (Tajfel, 1984, p. 409).
La posibilidad de crear identidad psicosocial a partir del grupo convoca a
generar un espacio de identificación entre los jóvenes metaleros, reconociendo
en el Metal su misma búsqueda de diferencia, respeto y reconocimiento ante la
cultura y sociedad dominante en diferentes épocas y territorios.
Rememorar estas batallas proporciona sentido y fortaleza a los metaleros,
adquiriendo sentido la decisión de permanecer en el proyecto identitario del
Metal, surgiendo la fidelidad como valor y principio que se proyecta en el
sentido de pertenencia.
Las narraciones acerca de la importancia asociada al sentido de pertenencia
identifican la cultura Metal como espacio identitario diferente a otras opciones
culturales en la cual se propicia la expresión de la diferencia personal tanto
como cultural, aspecto que ha permanecido presente en la cultura a través del
tiempo sin perder su esencia ni fundamento. Lo anterior sienta las bases sobre
las que se consolida el sentido de pertenencia metalero como mecanismo y
principio cultural que conecta a sus integrantes y sus modos de vida con el
Metal:
Rompe el silencio de un grito que el mundo te escuche no temas
actuar. No seas el sueño vencido que teme y vence a quien teme
soñar, no seas la copia de un falso bufón se uno sé tú y nada mas,
se es libre al momento de actuar con razón. Viste según tus razones
que va de opiniones no use disfraz, que el grito que lances al viento
no muera al momento él es tu verdad; la niebla es espesa y debes
cruzar, se uno sé tú y nada más. (Agrupación: Kraken. Canción:
Muere libre. Álbum: Kraken I. Año: 1987.)
La adscripción y la fidelidad al Metal no equivale a un gusto momentáneo
demarcado por una tendencia social, por el contrario, indica que la decisión de
ser y pertenecer no es guiada por elección de moda. Es posible que en el
proceso de aceptación y conocimiento de la cultura la decisión de ser metalero
no sea un asunto consciente desde un principio, pero la posibilidad de
permanecer y de vivir en el Metal aporta los contenidos necesarios para dotar
de sentido tal elección, surgiendo la fidelidad como fundamento de la identidad
construida en este proyecto identitario:
(Respecto al Metal como cultura que la hace diferente de las demás y lo que esta ofrece)
Yo creo que es también como su permanencia en el tiempo, eso pues y que son como muy constantes, eso es, y como que de alguna forma se pelea por buscar como ese espacio, como ese respeto por estar ahí, por que se le reconozca de alguna forma, que hay muchas
otras cosas que van pasando y que simplemente fue como por el momento que gusto y ya… (LBC58)
La posibilidad de encontrar apoyo y soporte que confieran seguridad en la
determinación de proseguir en el Metal, traza fidelidad como valor cultural que
dispone los argumentos que brinda la cultura Metal a sus miembros para
sustentar en el tiempo la adscripción, construcción y continuidad de su
identidad psicosocial:
…hay personas que llevan demasiados años y que siguen escuchando su música, que a pesar del trabajo y que tengan que cambiar en ocasiones su apariencia, todo permanecen dentro de
ellas, toda esta parte del Metal, de esos gustos hacia eso. Entonces creo que eso es como algo muy representativo que a pesar del
tiempo, de tantas cosas y de tantas criticas, igual se permanece ahí. (LBC61)
Este valor permite observar en otros la determinación de proseguir su historia
de vida y de fundar su identidad psicosocial en el proyecto cultural del Metal sin
que el paso del tiempo ni algunas exigencias sociales de cambio estético ni
ideológico impliquen la renuncia a la cultura ni al gusto. Esto convierte la
cultura Metal en un inagotable marco de referencia que confiere sustento a la
identidad.
Esta característica que posee el valor de la fidelidad provee de seguridad al
discurso identitario y lo aleja del peligro de desaparecer convirtiéndose en la
fortaleza y argumento de continuar en la cultura, de seguir siendo quien se es.
La búsqueda y presencia en un espacio cultural permite a los integrantes de la
cultura ser identificados como parte de un grupo en el cual los gustos,
tendencias e ideologías cobran significado ante la sociedad vivenciando el
valor de la fidelidad en el acto de firmeza y permanencia en el Metal:
Se ha tratado como de buscar un espacio de que se les identifique como lo que son y como lo que les gusta, y que aunque aún sigan esas ideas en ocasiones de marihuaneros, de que son satánicos,
igual eso no ha podido como terminar con esto, igual se mantiene y hay mucha gente que igual todavía cree en esto y sigue ahí…
(LBC62)
Por otra parte, el ser auténtico como expresión de lo personal a través de la
cultura se logra por la permanencia en la elección del Metal tomando relevancia
el discurso que agrupa los referentes ideológicos y axiológicos de esta cultura.
De esta expresión formal de la identidad en el terreno social se crea la fidelidad
como orientación valorativa procedente de la conjunción de diversos aspectos
característicos como la permanencia en el tiempo, los significados otorgados a
la experiencia de vida en el Metal y el grado de evolución ideológico que como
metaleros se desarrolla con el paso del tiempo:
Sobre todo uno ser autentico en lo de uno, no por lo del rechazo, no por lo que te miren raro. Mucha gente trata de cambiar muchas cosas en uno, en algún momento yo siento que lo pude hacer también, pero ahora he alcanzado ha darme cuenta que si es
realmente algo que a uno le gusta y uno lo siente, es algo que debe estar ahí presente y que así sea una pelea con los de afuera es algo
que uno debe de demostrar, entonces yo creo que el Metal me ha ofrecido a mi eso… (LBC65)
Los patrones narrativos a lo largo de las entrevistas han expuesto la lucha
consciente hacia la crítica y estigma social que se construye alrededor de la
cultura Metal además de las elecciones que han guiado el proyecto de
identidad metalero, convirtiéndose la fidelidad a la cultura y a la historia de
identidad construida en el Metal en fuerza y constancia. El testimonio de la
fidelidad llena de fuerza el discurso que narra el combate por la diferencia, la
libertad y al paso del tiempo por persistir en la cultura, tornándose la fidelidad
como valor metalero que recapitula los eventos y sucesos en los cuales se ha
forjado la lealtad hacia la propia identidad:
Ha pasado tanto tiempo desde que comencé a andar por los
caminos del sonido poderoso del Metal. Aún recuerdo a los amigos
que comenzaron cuando yo, uno tras otro cayeron, perdieron toda
ilusión. Su caída pesó en mi corazón pero su fuego perdura en mi
interior. (Agrupación: Avalanch. Canción: Aquí estaré. Álbum: Llanto
de un Héroe. Año: 1999)
Resulta relevante mencionar la fidelidad como un valor cultural del Metal que
adquiere características que van más allá de ser un mecanismo de soporte que
arraigue a los jóvenes a la cultura:
Serle fiel al Metal no es serle fiel al Metal, es serle fiel a si mismo. (VLC195)
La fidelidad al Metal es narrada como fidelidad hacia sí mismo, lo que
constituye este valor como eje orientador de la construcción identitaria metalera
que posibilita la capacidad de mirar en retrospectiva la historia como memoria
personal, encontrando en ella argumentos y bases que sustenten la elección,
persistencia y permanencia en la cultura que ha aportado en la construcción de
cada joven metalero como sujeto social.
Es así que al respetar y valorar el Metal, sus miembros se proyectan en éste,
convirtiéndose ellos mismos en la cultura donde la lealtad a la propia historia de
vida denota fidelidad al discurso que narra al Metal, discurso sobre el cual se
apoya el relato de su existencia.
Demasiado tarde para romper, el pacto esta hecho y es entre tu y yo.
Sigue apostando que hoy ganaras, ya no habrá marcha atrás, llegare
hasta el final. Color y sangre se funden en paz. Solo decirte que
puedes seguir siempre con la cabeza bien alta hasta el fin porque la
fuerza que me une hasta ti no habrá ningún dios que pueda parar.
(Agrupación: Furia animal. Canción: Entre tú y yo. Álbum: Azotando
el destino. Año: 2002.)
Síntesis: Los valores metaleros: un marco de referencia para la
resistencia
Desde su surgimiento en Estados Unidos a mediados de los años 60 del siglo
XX, el rock asumió un carácter contestatario. Hasta los años 70 no surgieron
movimientos rockeros en América Latina, en especial en México y Argentina.
Según Gallegos, citada por Ibarra (2004), refiriéndose a los metaleros de Quito,
Ecuador, estos constituyen una tribu urbana es decir, agrupamientos que
poseen rituales y símbolos unificadores en los entornos urbanos. La autora los
caracteriza por una actitud de desapego al orden social y político y por una
fuerte crítica al mundo adulto. Entre ellos emerge una noción de vida militante.
Para el mismo Ibarra (2004), el rock en sus trayectorias y estilos, parece
manifestar una cultura global en contextos locales. Siguiendo a Maffesolli,
Gallegos (2004) sostiene que como tribus, siguen más una identificación que
una identidad pues producen un apego colectivo con valores éticos y estéticos.
Allí se evidencian sensibilidades colectivas como fundamento de la existencia
social.
El Metal alberga las premisas y referentes axiológicos que orientan a sus
seguidores hacia la valoración de la libertad, convirtiéndose a lo largo de la
historia del Metal en pieza clave para enunciar la diferencia y la alteridad de lo
juvenil en busca de expresión. En este sentido se expresa González (2004, p.
38) al decir que “… la identidad en torno al rock surgió con las expresiones
urbanas populares de esta música, expresiones que denotaban aspiraciones
de libertad total, experiencia total, amor y paz (…) y afecto mutuo...”
El Metal como expresión sonora procedente del Rock, ha sido “inventado” con
un rol definido. “Debido a su carga afectiva y a su posición contestataria, el rock
se define como generador de una sensación de libertad que se construye sobre
la acentúan (sic) de lo emocional y de lo físico como elementos claves de
interacción y de concepción musical… es vivido como algo genuino, verdadero,
espontáneo, intenso y lo es desde las emociones y desde el cuerpo”. (Ochoa,
2002, pp. 4-5). Cuando los jóvenes escuchan sus voces y sonidos fuertes,
sienten que se contactan con aquello que es difícil de expresar, una sensación
próxima a la liberación, por lo cual puede ser pensado como una relación que
cumple funciones similares a las de un exorcismo, adquiriendo para el sujeto
rockero, cualidades místicas y de poder. En palabras de Eliade (1951, p. 12) “el
objeto aparece entonces como un receptáculo de una fuerza extraña que lo
diferencia de su medio y le confiere sentido y valor”.
Al interior del concierto, la audiencia, los músicos y el escenario se convierten
en ingredientes necesarios del conjunto del proceso (Frith. 2001, p. 434). La
generación de esta atmosfera colectiva, relaciona la escucha del Metal con lo
definido como “trance estático”, (Fericgla, 2001, p. 2), vinculando su escucha e
interpretación, con la emergencia de estados espirituales indescriptibles.
Algunos de los contenidos del Metal soportan sus temáticas en asuntos
vetados o indeseables socialmente (Amaya y Marín. 2000, p. 65). A través de
su música, el Metal propone nuevos marcos de referencia al joven (valores
entre otros), los que en ocasiones ponen en tela de juicio o se contraponen a
los provistos por la familia y otras instituciones socializadoras, quienes a su vez
la tildan de satánica y niegan parcial o totalmente su vigencia y aceptación por
parte de los jóvenes que dan muestras, con sus prendas y sonidos de alguna
filiación con esta cultura. Esta trasgresión al sistema de creencias por medio
de posiciones críticas y contestarías, es vinculado por las instituciones que
representan la adultez, al ideario de rebeldía y satanismo, creando
mecanismos de control social como la desaprobación y la censura para tal
acto.
En este sentido, el Rock ha sido definido desde sus inicios como contraposición
al orden establecido; en cuanto a su historia se referencia su aparición como
una secuencia continua de nuevos retos contestatarios, con el rompimiento de
tabúes sociales, con el inconformismo y la protesta social (Ochoa, 2002, p. 3.
Martin, 1992, p. 15. Martínez, 2004, p. 82).
Regularmente, algunos especialistas en temas de adolescencia piensan su
papel en el inicio de la juventud como aspecto de una etapa de crisis y
momento de alto riesgo o peligro (Alpízar y Bernal, 2003, p. 3). Esta posición
social se amolda el planteamiento que concibe el fenómeno de la vinculación
de los jóvenes a las culturas juveniles como formas de expresión de rebeldía y
dificultades propias de la adolescencia.
Sin embargo, y de acuerdo con los hallazgos, el Metal hace perceptible la
dimensión oscura de la humanidad, por lo que adquiere sentido contestatario y
transgresivo, en otras palabras se constituye como reto declarado a las
instituciones socializadoras que se valen del adoctrinamiento de los jóvenes
ofreciéndoles esperanzas de futuro, cuando no un sentido del progreso o de la
vida feliz, entre ellas la religión católica. (Valencia y Mejía, 1997, p. 120)
En la relación que los jóvenes crean con el Metal, surge el sentido de
pertenencia como muestra de la identificación con la expresión músico-cultural
que propone y contiene los referentes identitarios para pensar y vivir de manera
diferente, siendo esto un asunto determinante en el proceso de adscripción y
elección de la cultura. “Para mantener el sentido de pertenencia con el Metal es
necesario adoptar una posición de escucha, prestarle atención a los mensajes,
conectarse con los sonidos, proyectar lo que siente y piensa a través de la
música” (Patiño y cols., 2006, p. 8). Precisamente la escucha se convierte en la
práctica necesaria para la adquisición de los argumentos con los cuales la
comunidad metalera fundamenta su oposición valorativa a los sistemas
sociales que cuestiona.
En la conexión con lo musical los jóvenes crean las distinciones que identifican
y diferencian al Metal de otras propuestas musicales identitarias. El asunto de
ser metalero no es algo que parte de un simple gusto musical o de
identificación con la rebeldía como se ha creído; para llegar a ser considerado
como tal, los conocimientos acerca de la música, el respeto por esta y la
presencia en la cultura no como apariencia o moda, se constituyen como
rasgos básicos que sustentan la adscripción y pertenencia de los verdaderos
iniciados en el Metal (Martínez, 2004, p. 82).
Los mismos hallazgos nos muestran que la libertad es el valor que propone la
necesidad de coherencia y claridad en los actos que construirán la identidad.
No es la libertad burguesa, libertad para consumir. En este sentido se expresa
Toledo: “Esta sumisión por la comercialización en el mercado obstruye el
deseo, la libertad, la voluntad creadora. Lo cual a la larga es una forma de
esterilizar la imaginación de los artistas pero también de los consumidores…
Manipular desde el mercado estos impulsos, este movimiento, esta vibración es
reprimir el impulso tonal del músico. El hombre debe de lograr su libre
movimiento, y dejar fluir la voz de la libertad que llama a no encerrarse, a no
cerrarse, a no errarse, anonadarse sería un error (Toledo, 2006, p. 6).
Esta posibilidad de fortalecer y acompañar la expresión que posee la libertad,
es la vía por la cual el metalero encuentra su lugar y reconocimiento como
sujeto social. La libertad es algo inasible que solo se entiende viviéndola. No es
un concepto, es una vivencia y aunque sea un valor, y ese valor se respalda
por las líricas, el joven metalero da cuenta de ella más a través de la acción
que del discurso.
El sentido de libertad (de los actos) es uno de los ingredientes de la gran
amalgama que identifica a los metaleros con el Metal. Para Toledo (2006), “el
rock ha permitido que el joven reafirme su sensibilidad, su sentimiento, su
pensamiento, su voz, su libertad, su poder, con lo cual pretende refutar los
estereotipos clonados (sic) por la sociedad de la “afasia cultural”… En este
género, es en la canción donde se encuentra “el medio para expresar ese
sentimiento tan humillado y silenciado por el autoritarismo, convirtiéndose el
rock en canción del pueblo, canción del oprimido, canción del corazón
descontento, canción de la juventud, canción de la libertad” (Toledo, 2006, p.
5).
Como se ha podido apreciar, el valor de la libertad orienta a los metaleros a
incansable búsqueda de la libre expresión, creando en este camino como
sostiene Martínez (2004) “un enfrentamiento simbólico con los valores
hegemónicos, imponiendo imágenes que crean un rechazo inmediato y que lo
sitúan al margen de la “normalidad”” (Martínez, 2004, p. 78).
En el sentido de oposición que generan los metaleros al desafiar las normas y
valores de la sociedad, los hallazgos revelan la existencia del valor del Reto
como propuesta que expresa que a pesar del estigma y desaprobación social
que conlleva su gusto musical e identificación con los referentes del Metal, este
provee la posibilidad de construir la idea de identidad en diferencia y oposición
a los referentes sociales clásicos que invocan normalidad y agrado.
De este modo, el rechazo, persecución y la crítica son aceptados por los
metaleros, “como una vía para mantener y estimular la cohesión del colectivo”
(Martínez, 2004, p. 84), mecanismo que a su vez fortalece la identidad a partir
de la diferencia. El valor del Reto simboliza la fuerza que une a los metaleros
como una colectividad que es capaz de protegerse y afirmarse en oposición a
las diatribas externas, a la exclusión y la censura. En este sentido el
compromiso con el Metal “lleva a sus miembros a sentirse parte integrante de
un colectivo mucho más amplio que el círculo de amigos en ocasiones
concretas como la que se da en el momento de un concierto” (Martínez, 2004,
p. 77).
En estos espacios de reunión masiva como el concierto, comúnmente
relacionados como epicentro de decadencia y rebeldía de los rockeros, surge el
acto de retar no solo expresando lo que está mal a su vista, también manifiesta
que aquellos referentes identitarios ofrecidos desde el marco de lo tradicional y
popular no se ajustan a la visión que ellos han elaborado del mundo y de su
posición como sujetos sociales. En este aspecto, el Reto como valor es
pensado por Gallegos (2004) como la honestidad, al representar el rechazo
hacia las imposiciones de la sociedad adulta, que representan muchas veces
roles socialmente impuestos” (Gallegos, 2004, p. 29).
La consagración como metalero en respuesta y reafirmación ante las
imposiciones sociales encuentra distinción y compromiso en el valor de la
fidelidad. Frente a este valor Gallegos (2004) menciona: “Otro valor reconocido
dentro de la tribu de los metaleros es la fidelidad. Los “fieles” no abandonan su
referentes identitarios a pesar de llevar a cabo otras ocupaciones, o cumplir
roles adicionales. Esto puede verse claramente en cuanto en esta tribu existen
miembros desde los 14 hasta los 30 y más años” (Gallegos, 2004, pp. 29-30).
Los hallazgos encuentran el valor de la fidelidad como construcción que emana
a partir de los deseos y aspiraciones de los metaleros ejercen en la fuerte
relación que se gesta con la música como medio de contacto y expresión,
otorgando sentido e importancia a permanecer constante ante su historia de
vida y camino en el Metal.
El gusto por la música, es fundamento que acerca a los jóvenes a identificarse
con el Metal, siendo esto el punto inicial de contacto, en cual según Patiño y
colaboradores (2006) argumentan que la fidelidad “significa para el metalero la
posibilidad de mantenerse al lado de aquello que lo convoca, lo valida y lo
ubica en el mundo de la vida cotidiana” (Patiño y Cols. 2006, p. 31)
La fidelidad surge como valor en el sistema axiológico metalero que permite
acceder a la historia, valoraciones e ideologías del Metal que permiten su
existencia y vigencia como construcción social y simbólica de una forma
diferente de comprender y pensar el mundo.
Al comprender que la relación de los metaleros descansa en su estrecho
vínculo con la música más que con el componente estético, compartimos la
idea de Gallegos (2004) al expresar que “los metaleros se mantiene sin cambio
alguno, fieles a su grupo identitario, e ideológicamente presentes como un
grupo crítico al sistema establecido al cual se opondrán mediante
manifestaciones culturales (Gallegos, 2004, p. 29).
De acuerdo con Feixa citado por Martínez, la comunidad metalera serían uno
de aquellos grupos situados al margen de la elite de poder, los cuales han
buscado en las vías alternativas espacio para su expresión, a través de
manifestar en términos culturales sus experiencias de vida material y social,
enraizándose en tradiciones particulares (Martínez, 2004, p. 80).
Precisamente por los valores que fundamentan el proceso de construcción de
la identidad metalera, los metaleros podrían ser ubicados “dentro de lo que
Castells llama “identidades de resistencia”. Se trata de identidades con
posiciones opuestas a las ideas de lo “normal”, impuestas desde ideologías
dominantes. Esto produce identidades que se agrupan en formas cerradas, por
lo cual son estigmatizadas por la sociedad de “normales” (Gallegos, 2004, p.
29). “Su adscripción al Metal, y su interés por todo lo que con éste se relacione
queda distante de ser un mero periodo transicional (Gallegos, 2004, p. 29),
valorando la música “no tan solo como una opción musical artística, sino como
una opción de vida” (Martínez, 2004, p. 79). Al permanecer en coherencia con
las propuestas de libertad, honestidad, expresión abierta de lo pensado y
sentido que ofrece el Metal, los metaleros, mantiene vigentes en su identidad y
referentes grupales la condición de “contracultura o corriente de resistencia que
marca sus vidas” (Gallegos, 2004, p. 29) permaneciendo en el tiempo de forma
definitiva.
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