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LA CONSTRUCCIÓN DE LA CONTINUIDAD Y LA
INFLEXIBILIDAD DEL SISTEMA POLÍTICO JAPONÉS.
ALMA FERNANDEZ MARTIN Grado en Ciencia política y Gestión pública
Universidad del país vasco/Euskal herriko unibertsitatea
Palabras clave: Path dependency, conservadurismo, continuidad, sistema político.
Japón posee un sistema político aparentemente singular e inflexible cuyo principal
centro de referencia está constituido por el Partido Liberal Demócrata debido a su larga
permanencia en el poder. A pesar de sus siglas, el PLD es un partido de fuerte carácter
conservador muy vinculado a la élite burocrática y a las grandes empresas. La
hegemonía del PLD ha sido protagonista de una fuerte estabilidad política como no la
había habido nunca en Japón así como de un asombroso desarrollo económico. Pero,
cabe preguntarse cuál ha sido el precio de dicha estabilidad del sistema político japonés
y porqué el PLD goza de semejante hegemonía. Desde su fundación en 1955 ha
gobernando el país produciéndose únicamente dos alternancias en el poder: en las
elecciones de 1993 y 2006.
En 1993, en plena crisis política y recesión económica se produjo la primera alternancia
en el gobierno desde 1955, gracias a una gran coalición entre siete partidos denominada
“la coalición de retales” que permitió arrebatarle el poder al PLD y reformar la ley
electoral que tanto le había beneficiado con la intención de poner fin así a su
hegemonía. Aunque los resultados de esta reforma no fueron los esperados, puesto que
el PLD siguió obteniendo la victoria en todas las elecciones a excepción de las del 2009.
Pero a pesar de ello, dentro de la ciencia política japonesa sigue existiendo una fuerte
tradición teórica en torno a aquel “Régimen de 1955”, que no termina de dar respuesta a
las incógnitas sobre los elementos causantes del peculiar funcionamiento del sistema
político japonés. Además, la historiografía política sobre Japón, a pesar de ser extensa,
tampoco ha analizado en profundidad estas cuestiones, en parte debido a que se suele
tomar la ocupación americana como el verdadero punto de partida del sistema político
japonés, considerando que ésta supuso una ruptura total y perfecta entre el sistema
político autoritario de preguerra y el sistema democrático de posguerra.
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El objetivo de esta investigación es, por tanto, analizar el sistema político japonés
desde el origen de sus principales elementos institucionales así como los ideales o
valores que las impregnaron, la configuración de los sistemas de partidos y los instantes
arquitectónicos de la política japonesa para tratar de dar explicación al proceso de
construcción de continuidad del mismo y ver cómo dicha continuidad ha sustentado la
hegemonía de determinados agentes, ideologías, valores y pautas de comportamiento
hasta el presente.
El sistema político y su reproducción
Cuando hablamos de un sistema político realmente estamos haciendo referencia a una
entelequia conceptual concebida con la finalidad de racionalizar, sistematizar y
estructurar cognitivamente las relaciones de poder que vinculan a la totalidad de una
comunidad.
El neoinstitucionalismo histórico “rescata” la importancia que tienen las instituciones y
centra el análisis en el Path Dependency, la retroalimentación positiva en un sistema
político. Es decir, la lógica e inercia instaurada por las instituciones que determina la
actuación de los actores políticos, quienes se vuelven dependientes de dicha lógica. Esto
provoca que cualquier comportamiento contrario, o el mismo cambio, sea costoso.
Entonces, la alteración del status quo se convierte en un proceso difícil y poco probable.
Esta lógica o inercia es el resultado de una “coyuntura crítica” en la que se desatan los
mecanismos de retroalimentación que refuerzan la recurrencia de un patrón determinado
(Pierson; Skocpol, 2008). Pensar en la dependencia generada por los procesos políticos
no impide en absoluto pensar en el carácter dinámico de los procesos históricos: a través
de nuevas coyunturas críticas se pueden dar agregaciones, o mellas en el sistema
político, por eso es necesario tener el cuenta el timing: las secuenciación de los distintos
procesos de construcción, transformación y reforzamiento de los eventos que generan
la trayectoria. (Pierson, 2000). Así pues, esta investigación adoptará las miras teóricas
del path dependency, en las que se contemplan los arreglos institucionales en unas
contexturas complejas de relaciones de necesidad y contingencia, donde confluyen las
instituciones precedentes desde las cuales se proyectan dichas modificaciones y aquellos
arreglos institucionales que aún están por suceder.
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Otro aspecto crucial si vamos a la hora estudiar el sistema político japonés y su
funcionamiento son los elementos culturales. Pues es necesario analizar la cultura
política y las dificultades que puede encontrar un sistema democrático en determinados
países dependiendo de sus patrones culturales. Pues son las dimensiones culturales las
que hacen un sistema político único e irrepetible y que la cultura por si sola tiene un
efecto sustancial en el devenir político (Losada; Casas, 2008, pp: 201).
Según Almond y Verba, la cultura política mundial ha ido evolucionando hacia una
cultura política participante que ha derivado en 2 modelos distintos de Estado moderno
de participación. En primer lugar tenemos el modelo democrático, en el cual el sujeto
participa en calidad de ciudadano influyente en la toma de decisiones y en segundo
lugar encontramos el modelo totalitario, que brinda al sujeto un papel de súbdito
participante. Ambos cuentan con las instituciones formales de una democracia: partidos
políticos, sufragio universal, legislaturas electas etc. Pero una verdadera forma
democrática del sistema político también ha de contar con estas instituciones de manera
funcional. (Almond; Verba: 1989) Es decir, estas han de ser verdaderamente capaces de
funcionar de manera democrática. Como ya señalaba Dahl, se requiere de una cultura
política favorable para sustentar un orden democrático, unas determinadas
características morales e intelectuales del sujeto social considerado en forma colectiva,
aquello que Toqueville denominaba “modalidades de un pueblo” (Dahl, 1992: 110).
Por ello, Almond y Verba destacan que existen dificultades de implantación de la
cultura política democrática occidental en “nuevas naciones”, y es que las ideas de
democracia atraen a los líderes de las naciones nuevas o en periodo de renovación pero
los verdaderos impulsores de la política democrática son los componentes culturales.
La primera hipótesis que este trabajo defiende es que el sistema político japonés ha sido
forzado a adaptarse, pero mantiene ciertos elementos, valores, lógicas de
funcionamiento e inercias provenientes de aquel sistema de preguerra. Es decir, que la
ocupación americana, a pesar de traer consigo importantes transformaciones de carácter
formal, no supuso un éxito en la implantación de un nuevo sistema político democrático
en términos funcionales, sino que este se readaptó para sobrevivir ante dicha coyuntura
crítica.
La segunda hipótesis es que esta continuidad es la que ha generado una inflexibilidad en
las estructuras de oportunidad, pues se han desarrollado unas estructuras cerradas al
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acceso y al control del poder por parte de otros agentes opositores que pretenden alterar
o cambiar el orden establecido y esto ha provocado un progresivo debilitamiento de los
mismos. Es decir, dicho orden se ha ido estabilizando y asumiendo por los miembros
del sistema político, y a pesar de haber sufrido un periodo de crisis y de cambio durante
los años 90, el conservadurismo japonés ha conseguido, gracias a ello, desbancar a los
partidos de ideologías contrarias y el PLD reafirmar su hegemonía.
Por tanto, este estudio de caso sobre el sistema político japonés se sustentará sobre un
análisis diacrónico del mismo, realizando un examen intensivo de su evolución,
funcionamiento, estructura y comportamiento. Para ello es necesario realizar un análisis
sistemático del pasado que nos ayude a explicar acontecimientos actuales así como de
los elementos culturales.
Las relaciones de poder en la cultura política japonesa La cultura política de Japón parte de la asimilación de las ideas confucianas, las cuales
consolidaron un fuerte respeto por las jerarquías y un estricto cumplimiento de roles
asignados a cada uno de los miembros de un grupo social, primando la cohesión y el
orden ante cualquier tipo de libertad individual.
Bajo esta lógica el individuo no ejerce el poder sino que se presenta como un
instrumento de ejercicio del mismo, debido a esto su conducta se adapta según la
situación pues puede ser arrogante y despótico con el inferior, o sumiso con la jerarquía
superior, actuando siempre dentro de un círculo cerrado. Se trata de un sistema de
valores en el que los roles en las relaciones de poder son profundamente asumidos y que
establecen una fuerte jerarquización (Maruyama, 1969).
Esta forma de organización se evidencia tanto a nivel estatal como a nivel familiar o
empresarial. Dentro de los grupos u organizaciones que se forman (partidos políticos,
empresas, familias, etc.) se crean una serie de estructuras interpersonales muy
compactas que excluyen aquellos que no formen parte de estos. Esta estructuración
influye tanto al exterior como en el interior del grupo y obedece a fuertes cánones de
respeto al status quo y a las jerarquías, de ahí el principio ético de servir al grupo frente
al exterior y no traicionarlo.
El posterior desarrollo político y económico de Japón fue una exitosa emulación, que se
tradujo en la modernidad en términos militares, económicos y políticos. Empero, el
verdadero triunfo para los líderes japoneses supuso el mantenimiento de sus tradiciones
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culturales y de la composición social. Se podría decir entonces que la democracia
nunca echó raíces en el país porque realmente no existió ese propósito . La
modernización política apenas supuso una herramienta con la cual la oligarquía
gobernante manipuló los procesos políticos para su conveniencia.
El origen de las instituciones políticas A mediados del siglo XIX cuando quedó patente la debilidad del país ante las potencias
occidentales, se definió el objetivo de crear un Estado fuerte y moderno tomando la
organización occidental como modelo, por ello la “restauración Meiji” supuso una
restructuración institucional y social, el fin del feudalismo en Japón y la aparición del
Estado moderno. Empero, Japón no atravesó una revolución liberal o un desarrollo de
sus ideales para ello, si no que reforzó aun más sus elementos ideológicos más
tradicionales.
A pesar de que el poder de facto fuese ejercido por el Shogun antes de su restauración
en el emperador, su figura siempre había sido necesaria por su poder simbólico, ya que
según las creencias niponas en él residía la esencia nacional, pues se entendía que la
dinastía única de los emperadores era una descendencia de la diosa sintoísta del sol
Amateratsu, a partir de esta creencia se originan la mayoría de los mitos fundacionales
del país y de su concepción como el “imperio del sol naciente”.
Aquellos que personajes de relieve que apoyaron la restauración pasaron a convertirse
en los nuevos estadistas del país y fueron conocidos como la “oligarquía Meiji”, las
reformas que llevaron a cabo en el país fueron legitimadas mediante la figura imperial y
su poder simbólico y transcendental. Como primer paso abolieron los 270 dominios
feudales existentes y se sustituyeron por prefecturas, naciendo así la actual división
territorial de Japón. También se establecieron entidades administrativas a nivel local, de
forma que la autoridad política emanase del poder central a los gobernadores y líderes
regionales. A su vez se creó la Dieta, el parlamento japonés, que constaba de dos
cámaras y tras una larga campaña realizada para estudiar el constitucionalismo
occidental en 1889 Japón promulgó la primera constitución asiática. Se tomó como
ejemplo la constitución prusiana por no tener un carácter liberal pues la reforma política
realmente no tenía ninguna aspiración liberal ni democrática, de hecho tenía un perfil
fundamentalmente nacionalista, el único objetivo crear una nación fuerte en materia
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económica y militar que pudiese rivalizar con occidente y poner fin al sinocentrismo en
Asia. Por tanto la constitución de 1889 establecía un nuevo sistema de gobierno (seitai),
pero realmente se centraba en la consolidación del principal fundamento inherente al
Imperio de Japón, el Kokutai.
El Kokutai se traduce como “esencia nacional”, es la base de la soberanía imperial. Se
trata de la principal ideología que se ha desarrollado en Japón y encuentra su base
fundamental en el sintoísmo. Defiende que el trono del crisantemo ha sido otorgado a
Japón para establecer el orden moral creado por los dioses y que el mismo emperador,
es un Arahitogami, un dios con forma de humano que ama y vela por el pueblo nipón,
es la divina encarnación del Estado y símbolo de la fortaleza y la unidad espiritual y
moral de la nación (Valderrama, 2006). Bajo esta lógica, el sujeto (pueblo) se disuelve
en el objeto (emperador), es decir, la regla imperial hace que la justicia y la
ecuanimidad prevalezcan sobre todas las cosas. Por ello, en el artículo 4, la constitución
no otorgaba los derechos de soberanía al pueblo, sino al emperador ya que él es el
órgano inmutable del Estado (Kokutai), en cambio, los demás órganos formados a partir
de modelos occidentales formaban parte de la forma de gobierno contingente (Seitai).
En este contexto también surgieron los partidos políticos, pero la Dieta estaba destinada
a estar formada por élites, y a su vez el gobierno estaría designado por la oligarquía en
representación de la voluntad del emperador. Pero a medida que el nuevo sistema
político iba evolucionando se iba asumiendo cada vez más la lógica partitocrática. Los
partidos políticos oficiales, aquellos puramente conservadores que suponían un apoyo
para la “voluntad imperial”, fueron reorganizándose y agrupándose alrededor de las
élites burócratas para servirlas como apoyo, sin apenas distancia ideológica estos
empezaron a suponer un vinculo entre la burocracia y las grandes empresas, los
zaibatsu1, formando así lo que se conoce como “triángulos de hierro” de la política
japonesa. En 1898 se crearía el primer gobierno de partido y en el periodo conocido
como “democracia Taisho”2 comprendido entre 1912 y 1926 los partidos asentaron su
protagonismo. A través de una serie de fusiones los partidos acabaron reagrupándose en
dos grandes agrupaciones dominantes: El rikken Minseito y el Rikken Seiyukai. Como
1 Gran conglomerado empresarial que está presente en caso todos los sectores económicos, antes de la segunda guerra mundial los zaibatsu controlaban la economía y eran dirigidos por poderosas familias. Estos no desaparecerían después de la ocupación americana pero reformaron su estructura organizativa tomando el nombre de Kereitsu
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ya había señalado, apenas existían diferencias ideológicas entre ellos pero si en cuanto a
apoyos y a representación de intereses, debido a las fusiones y a que su lógica de
funcionamiento se basaba en el clientelismo y el apoyo a las élites, cada partido estaba
compuesto por distintas facciones agrupadas en torno a personalidades de relieve, pero
que al juntarse entre ellas y construir un todo como un partido ganaban más fuerza,
representación y eficacia a la hora de alcanzar objetivos comunes. .
Durante el reinado de Hiroito el fascismo y el ultranacionalismo se intensificó en Japón,
se promulgó el Kokutai no Hongi (fundamentos de nuestra política nacional), en el que
se defendía la superioridad racial y nacional respecto al resto del mundo. El Kokutai se
había convertido en un término conveniente para justificar cualquier acto del ejército y
del gobierno. El militarismo, que cobró mucho más poder debido a la guerra, se hizo
con el gobierno y suprimió los introvertidos avances democráticos que se habían dado
hasta la fecha. El Rikken Minseito y el Rikken Seiyukai ocasionalmente se coordinaban
para apoyar al militarismo, la campaña bélica hacía que las principales tensiones
internas se atenuasen.
La posguerra y el proceso democrático Tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón fue ocupado por las fuerzas
estadounidenses bajo la dirección de Douglas MacArthur, desde 1945 hasta 1952. El
objetivo de misión seria democratizar, “reeducar” el país y desmantelar el fascismo
arraigado a la estructura del Estado japonés, los zabaitsu por colaborar activamente
durante la segunda guerra mundial, el militarismo y el Kokutai, considerado como la
principal causa de los abusos cometidos por el imperialismo japonés durante la segunda
guerra mundial.
El Kokutai se eliminaría de manera oficial desmantelando el sintoísmo de Estado y los
símbolos imperialistas, pero el principal signo de continuidad fue el de proteger a
Hiroito de cualquier condena y asegurar que siguiese siendo emperador. El motivo era
la supuesta devoción del pueblo nipón hacia el monarca, por tanto, era necesaria la
cooperación del emperador en la misión de trasformar el Estado japonés hacia un nuevo
sistema político, así estarían legitimadas las reformas llevadas a cabo ante los japoneses,
de lo contrario “el fanatismo” del pueblo japonés hubiese provocado importantes
revueltas que habrían paralizado el proceso de reconstrucción del país. Aunque hay
autores como Ian Buruma (2003: 157-158) que ponen en cuestión que esta extrema
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devoción por parte del pueblo llano fuera real en el contexto de posguerra debido a la
humillación y al creciente apoyo a los partidos de izquierda y sindicatos recién
legalizados. Hirohito tuvo que renunciar a su status divino mediante una declaración de
humanidad denominada Ningen Shengen y a través del artículo 4 de la constitución de
1946 se le retiraron todos sus poderes políticos, sin embargo, debido a su poder
simbólico como unidad nacional, el emperador continuó siendo jefe de Estado. Por ello,
a pesar de que la nueva constitución fuese redactada por las fuerzas de ocupación
estadounidenses se decidió implantar un sistema parlamentario. Otro artículo de suma
importancia fue el noveno, que estableció que Japón perdía su derecho a la guerra y a
tener ejército, aunque posteriormente fue medianamente subsanado con un cuerpo de
defensa interior. Aun así, este artículo ha sido objeto de polémicas y desde la
promulgación de la constitución la derecha conservadora siempre ha pretendido
eliminarlo.
El Partido Liberal Democrático: el gran estabilizador. Respecto a los partidos políticos, el Rikken Minseito y el Rikken Seiyukai volvieron
reaparecer con los nombres de Partido Liberal y Partido Democrático respectivamente.
En las primeras elecciones democráticas, en 1946, 325 de los 466 parlamentarios
elegidos estaban relacionados con la élite política de la preguerra. Pero apareció un
competidor: el Partido Socialista Japonés (PSJ) que ganó las elecciones de 1947
protagonizando así un breve gobierno durante la ocupación. En el otoño de 1948, una
coalición de los dos partidos conservadores obtuvo de nuevo el poder, y desde entonces
uno de ellos, o los dos, continuó controlando el gobierno hasta su fusión definitiva en
1955, creando el PLD. Una fuerte reagrupación de los conservadores para asegurarse el
alejamiento de los socialistas del poder fue la razón principal de la formación del PLD,
hecho que explicó la enorme cohesión de que gozó el partido en sus primeros años de
vida. La claridad de las direcciones que Japón tenía que tomar, tanto en política
económica como en política exterior, el apoyo y la financiación que les otorgó EEUU
contribuyó a reforzar la unidad y hegemonía de los conservadores. Así es como nace el
“sistema de 1955” o “sistema de partido y medio”, en el que el mayor partido de la
oposición, el PSJ jamás tuvo oportunidad de gobernar, pues apenas lograba la mitad de
los escaños obtenidos por el PLD en la cámara de representantes. la percepción de la
ciudadanía sobre el PLD era que otorgaba estabilidad económica y buen nivel de vida
mientras que el PSJ era considerado fuera de contacto con la realidad por la fuerte
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influencia de la doctrina socialista. Pero además de esto, la verdadera razón por la que la
oposición no podía competir con el PLD era por una serie de apoyos y clientelismos y
una peculiar ingeniería electoral.
El sistema electoral que existía en Japón desde la ley electoral de 1950 hasta su
modificación en 1994 se basaba en la representación territorial y una votación
pluralizada. Para las elecciones a la cámara de representantes se utilizaba un sistema de
voto muy inusual en distritos plurinominales: El voto único no transferible o SNTV. El
país estaba dividido en 130 distritos electorales, en los cuales se elegían de 2 a 8
miembros del parlamento dependiendo del tamaño del distrito. Cada votante podía votar
sólo a un candidato y los partidos políticos no pueden transferir ese voto a otro
candidato. Los partidos políticos proponen varios candidatos por cada distrito, y los
candidatos ganadores generalmente solo obtienen entre el 15 y el 20% de los votos, en
este caso el PLD generalmente presentaba más candidatos que toda la oposición junta.
Además la delimitación de los distritos favorecía a las áreas rurales, cuyos votos tenían
mucho más peso en el sistema electoral y suponían votantes garantizados para el PLD.
Algunas circunscripciones rurales tienen una ventaja de 4 a 1 por encima de los votos
urbanos. Se trata de un gerrymandering intencional que tiene como finalidad
proporcionar un fuerte apoyo al PLD. Además el SNTV da al partido ganador más
escaños en la legislatura que su cuota real de voto, por lo que incluso cuando la
popularidad del PLD bajó y solamente obtuvo la mayoría absoluta de la votación
nacional en dos ocasiones entre 1967 y 1990, siempre ha mantenido el control
mayoritario de la dieta y por tanto del gobierno. Además el sistema electoral también
favorece el faccionalismo pues no basa en diferencias ideológicas sino distintas en
lealtades y relaciones de clientelismo que surgieron dentro del PLD para fines de
campaña, al igual que pasó con sus antecesores y los zaibatsu en la preguerra. En cada
distrito, el PLD tenía que presentar varios candidatos que atraerían los votos de los
diferentes grupos de electores a fin de no diluir el apoyo de cada candidato individual,
estos candidatos por lo general, pertenecen a facciones distintas y compiten entre ellos.
Las facciones disponen de organización propia y operan de forma cerrada dentro del
partido, representando un reto permanente para la dirección de éste.. La desintegración
de los partidos en facciones influye en todos los escalones del proceso político, desde la
dirección de la campaña electoral, hasta la formación de gobiernos y el ejercicio del
poder. Es por esto que los gobiernos son muy inestables, de media duran dos años a
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pesar de que las legislaturas duren cuatro, ya que es muy usual la dimisión de los
primeros ministros y la renovación de los gabinetes debido a las constantes luchas y
presiones de las facciones dentro del mismo partido gobernante.
Las facciones políticas, del PLD sobretodo, desarrollaron una maquinaria de
movilización de los votantes locales llamada Koenkai. Los koenkai aportan un servicio
vital de entrega de votos en las elecciones, su papel no es la de recaudar fondos como
pasa con los CAP en EEUU, sino que más bien se trata de líderes de opinión o “Ward
Heelers” y son estos los que cuentan con el apoyo financiero de los miembros de la
Dieta, por lo que el proceso electoral japonés es muy costoso y de dominio exclusivo de
las clases altas. (LeDuc; Niemi; Norris, 1996:168) Las elecciones japonesas llegaron a
convertirse en las más caras del mundo, pues los candidatos requerían cada vez más de
enormes cantidades de dinero para su campaña. Los patrones de las facciones consiguen
tales sumas de dinero gracias a tratos corruptos con los kereitsu, aceptando sobornos a
cambio de contratos o excepciones a la reglamentación del Estado desarrollista.
(Drogus, 2009)
En realidad se trata de un complejo trabajo en red que ya se utilizaba antes de la guerra,
y de hecho es en las zonas rurales donde más importantes son los Koenkai y por tanto el
caciquismo (Sheiner, 2007). El peso de estas lealtades locales también se refleja en la
práctica generalizada de heredar los escaños de la Dieta por parte de hijos o yernos de
los políticos. Esta tendencia se encuentra predominantemente en el PLD.
Tanto la economía como la popularidad del PLD decayeron en la década de los 90, los
ciudadanos y los medios de comunicación comenzaron a cuestionar este sistema y
protestar por los numerosos casos de corrupción que estaban saliendo a la luz, además
de estudios e informes sobre cómo la CIA, en una operación durante la guerra fría,
gastó millones de dólares en en apoyo a la yakuza y a la derecha nacionalista japonesa,
proveniente de los gobiernos de preguerra, durante las décadas de los 50 y 60 para
“estabilizar el país” (NY Times, 1994).
Es en este contexto de frustración pública cuando en 1993 una gran coalición de viejos
y nuevos partidos (refundados a partir de escisiones del PLD), llevan a este a la
oposición. El nuevo gobierno fue extremadamente heterogéneo pero se mantuvo unido
solo por alta presión del público y la expectativa de la política. Tras largas
negociaciones con el PLD se promulgó un paquete de reformas que acabaría en un
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nuevo sistema electoral, poco después el gobierno de coalición se disolvió y permitió al
PLD volver al poder (Klein, PP: 357). A pesar de los esfuerzos de los reformadores
electorales para favorecer el cambio centrado en el partido y no en el candidato para
eliminar la corrupción y abrir las estructuras de competición política, las características
fundamentales de la campaña política siguen siendo la centralidad del partido a nivel
local, lo que significa que los políticos han de poder permitirse o tener acceso a sus
propias maquinarias electorales y ejecutar sus propias campañas.
El cambio más profundo y tal vez más desalentador para algunos se dio en el sistema de
partidos, pues el ya debilitado PSJ desapareció en la insignificancia política y algunos
de los partidos que aparecieron como escisiones del PLD se volvieron a reagrupar en el
2000 formando así el Partido Democrático de Japón, quien se constituyó como el nuevo
gran opositor del PLD, pero sin apenas diferencias ideológicas. Este consiguió ganar las
elecciones del 2006, primeras que en las que el PLD no quedó primero desde 1955, pero
debido a las acusaciones por su mala gestión del incidente de Fukushima fue duramente
derrotado por el PLD en las elecciones del 2012, pues el PDJ pasó a tener 308 escaños
en la cámara de representantes a 57. Desde entonces no parece haber ningún partido
político capaz de volver hacerle frente al dominio del PLD.
Conclusiones El PLD se ha constituido como una “figura paterna” para Japón. Muy a pesar de los
desencantos que haya desatado en la opinión pública por sus redes clientelistas y los
numerosos casos de corrupción, parece que es concebido como el único partido con los
medios y la capacidad de aportar al país de un desarrollo económico, una alta calidad de
vida y estabilidad del sistema. Esta es, posiblemente, la mayor fuente de legitimación
del PLD pues en los valores culturales japoneses orientados a la política estos factores
imperan sobre las libertades y oportunidades.
Además, el PLD ha contado con unos medios que para la oposición se presentaban
inalcanzables: por una parte aquellos círculos cerrados que ya se habían constituido en
la preguerra en torno a las élites burocráticas y a las grandes empresas y por otra el
fuerte apoyo por parte de EEUU. La ocupación americana no supuso un cambio
sistemático sino una adaptación formal del sistema pues debido a las inercias generadas
por el diseño institucional de la preguerra y a que la necesidad de estabilizar el país
mediante los cauces institucionales ya existentes imperó sobre la tarea democrática se
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ha producido un continuismo de una lógica de funcionamiento poco democrática e
inflexible. La forma en la que se formaron y reprodujeron las instituciones políticas en
Japón supone el factor principal de la inflexibilidad del sistema político, pues no se
desarrollaron con una aspiración democrática ni imperó ningún principio liberal en
ellas, pues únicamente supusieron la reorganización de las relaciones exclusivistas entre
las élites del país. Así pues el ciudadano queda relegado a ser un mero súbdito
participante pues su capacidad de acceso a la toma de decisiones es muy limitada. La
larga permanencia del PLD y sus lógicas de acción han provocado el refortalecimiento
de los pilares que sustentan su hegemonía
La evolución del sistema político japonés muestra su asombrosa capacidad de
adaptación del liderazgo conservador ante las perturbaciones que pueda sufrir el sistema
para lograr su supervivencia, aunque esto no ha significado en absoluto una alteración
en su carácter esencial, pues dicha adaptación ha logrado con éxito traer consigo la
continuidad del mismo.
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