67 entrega de "libros de clm"

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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA SEXAGÉSIMOSÉPTIMA ENTREGA 67. Año III/ 10 de mayo de 2012 Escalona 1083-1554 Oscar López Gómez y otros Ayuntamiento de Escalona, 2012 Como muchos de ustedes saben, en mayo de 2010 comenzamos una andadura investigadora en este pueblo a la que su gente en todo momento nos ha respondido con simpatía y entusiasmo, como acreditamos también hoy; lo que, desde luego, nos anima a seguir por la senda marcada. Dos años después de haber iniciado los estudios sobre los documentos y la historia de Escalona, ¿cuál es el balance? Sin duda, es positivo, y el libro que aquí se presenta es una evidencia. Se trata de una publicación en papel, revisada y mejorada, de los textos que se editaron en formato digital en el DVD que se presentó hace un año en este mismo sitio, en el que se resaltan algunas de las peculiaridades históricas de Escalona, que la hacen, si no única, sí al menos muy especial. La primera peculiaridad es el trabajo impagable con que los responsables históricos de su archivo municipal, los escribanos del Ayuntamiento, custodiaron sus escritos, lo que ha hecho que, a pesar de los expolios, tengamos hoy mucha documentación antigua. Una segunda peculiaridad es el carácter de Escalona como escenario histórico. Por este pueblo pasaron algunos de los personajes más conocidos de nuestra historia, sobre todo en lo siglos XIV, XV y XVI: desde don Juan Manuel, escritor y guerrero, hasta el rey Juan II y su célebre valido, don Álvaro de Luna; desde el astuto marqués de Villena hasta Lázaro de Tormes, personaje literario, sí, pero de una rotundidad casi de carne y hueso. Personajes que dejaron una huella evidente, o no tanto; como Juana Manuel, esposa de Enrique II de Trastámara y señora de este pueblo; o Juana la Beltraneja, que estuvo en el castillo de Escalona durante un tiempo. Personajes casi anónimos, como los monjes del monasterio que hoy no se conserva, que estaba enfrente del colegio, cuyas ideas atrevidas hicieron de su institución uno de los primeros focos de iluminados de toda España, convirtiéndolos en antecesores del luteranismo. Y por si fuera poco, Escalona, y en concreto su castillo, fueron durante el siglo XV emblema del poder de los nobles más poderosos, además de la cabeza de un señorío que actuaba como un verdadero estado cuasi-independiente. (… … …) El libro que hoy se presenta es el más completo publicado hasta ahora sobre la historia de Escalona, y además, su edición, sin duda, está a la altura de su contenido. Hay que agradecer el esfuerzo realizado por la Diputación de Toledo y el Ayuntamiento de Escalona a la hora de sacar un libro de tal calidad. Del mismo modo, tenemos que agradecer el trabajo de la Editorial DB comunicación, responsable de la elaboración de la obra. Con respecto a su contenido, nunca tantos especialistas, y de ramas tan diferentes (medievalistas, modernistas, paleógrafos, arqueólogos, archiveros), habían participado en un proyecto de análisis sobre

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67 entrega de "Libros de Castilla-La Mancha" de Almud, Ediciones de Castilla-La Mancha

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LIBROS Y NOMBRES

DE CASTILLA-LA MANCHA

SEXAGÉSIMOSÉPTIMA ENTREGA

67. Año III/ 10 de mayo de 2012

Escalona 1083-1554

Oscar López Gómez y otros

Ayuntamiento de Escalona, 2012

Como muchos de ustedes saben, en mayo

de 2010 comenzamos una andadura

investigadora en este pueblo a la que su

gente en todo momento nos ha respondido

con simpatía y entusiasmo, como

acreditamos también hoy; lo que, desde

luego, nos anima a seguir por la senda

marcada. Dos años después de haber

iniciado los estudios sobre los documentos

y la historia de Escalona, ¿cuál es el

balance? Sin duda, es positivo, y el libro

que aquí se presenta es una evidencia. Se

trata de una publicación en papel, revisada

y mejorada, de los textos que se editaron en

formato digital en el DVD que se presentó

hace un año en este mismo sitio, en el que

se resaltan algunas de las peculiaridades

históricas de Escalona, que la hacen, si no

única, sí al menos muy especial.

La primera peculiaridad es el trabajo

impagable con que los responsables

históricos de su archivo municipal, los

escribanos del Ayuntamiento, custodiaron

sus escritos, lo que ha hecho que, a pesar de

los expolios, tengamos hoy mucha

documentación antigua.

Una segunda peculiaridad es el carácter de

Escalona como escenario histórico. Por este

pueblo pasaron algunos de los personajes

más conocidos de nuestra historia, sobre

todo en lo siglos XIV, XV y XVI: desde

don Juan Manuel, escritor y guerrero, hasta

el rey Juan II y su célebre valido, don

Álvaro de Luna; desde el astuto marqués de

Villena hasta Lázaro de Tormes, personaje

literario, sí, pero de una rotundidad casi de

carne y hueso. Personajes que dejaron una

huella evidente, o no tanto; como Juana

Manuel, esposa de Enrique II de Trastámara

y señora de este pueblo; o Juana la

Beltraneja, que estuvo en el castillo de

Escalona durante un tiempo. Personajes casi

anónimos, como los monjes del monasterio

que hoy no se conserva, que estaba enfrente

del colegio, cuyas ideas atrevidas hicieron

de su institución uno de los primeros focos

de iluminados de toda España,

convirtiéndolos en antecesores del

luteranismo.

Y por si fuera poco, Escalona, y en concreto

su castillo, fueron durante el siglo XV

emblema del poder de los nobles más

poderosos, además de la cabeza de un

señorío que actuaba como un verdadero

estado cuasi-independiente. (… … …)

El libro que hoy se presenta es el más

completo publicado hasta ahora sobre la

historia de Escalona, y además, su edición,

sin duda, está a la altura de su contenido.

Hay que agradecer el esfuerzo realizado por

la Diputación de Toledo y el Ayuntamiento

de Escalona a la hora de sacar un libro de

tal calidad. Del mismo modo, tenemos que

agradecer el trabajo de la Editorial DB

comunicación, responsable de la

elaboración de la obra.

Con respecto a su contenido, nunca tantos

especialistas, y de ramas tan diferentes

(medievalistas, modernistas, paleógrafos,

arqueólogos, archiveros), habían

participado en un proyecto de análisis sobre

la historia de Escalona. El libro que hoy se

presenta es, sin duda, un paradigma de

trabajo interdisciplinar.

Mi propia aportación a esta obra lleva por

título “Control político y relaciones de

poder en una villa de los marqueses de

Villena: Escalona, 1477-1489”. Empezaré

refiriéndome a las fechas: 1477-1489. ¿Por

qué esas fechas? Se trata del intervalo

histórico que abarca el libro de actas

municipales más antiguo de la villa, es

decir, el primer tomo que se conserva sobre

las actas de las reuniones de los dirigentes

de Escalona. Dicho con otras palabras:

conocemos todo lo que trataron los

gobernantes de Escalona desde 1477, lo

cual es verdaderamente extraordinario.

Piensen que para una ciudad de la

importancia de Toledo no se conservan

actas municipales seriadas hasta bien

entrado el siglo XVI, y lo mismo ocurre con

otras ciudades como Madrid.

Además, esta documentación municipal se

ve acompañada en el archivo de este pueblo

por otra documentación ingente de la época

en torno a la definición del término

municipal, el uso de tierras comunales, el

tráfico de ganado, el urbanismo, la hacienda

pública, etcétera, que nos ofrecen un

panorama ciertamente próximo a la realidad

de otros siglos.

La documentación, por tanto, es enorme, y

a mi entender hay que estudiarla desde dos

puntos de vista:

- Uno puramente empírico, es decir,

con la finalidad de conocer nuevos

datos sobre la historia de Escalona.

En este sentido, la labor es

apasionante. A día de hoy no es

fácil toparse con archivos

prácticamente vírgenes, como el de

este pueblo, en los que poder

analizar decenas y decenas de

documentos inéditos. Los datos que

se desconocen son muchísimos, y

están ahí, recogidos en la

documentación conservada; una

documentación de una valía tal que

puede decirse, sin reparos, que a día

de hoy, a 28 de abril de 2012, la

historia de Escalona está aún por

conocerse.

- El otro punto de vista sería más

teórico. Por sus características

Escalona es un banco de pruebas

excepcional para la aplicación de

las novedosas directrices de la

historiografía contemporánea. Su

documentación ofrece la

posibilidad de estudiar temáticas de

reciente desarrollo que en los

últimos tiempos están modificando,

yo diría que de forma radical, la

percepción de muchos hechos del

pasado. En Escalona se pueden

estudiar cuestiones como las redes

clientelares del señor de la villa, la

cultura pactual que favorecía la

resolución sosegada de los

conflictos, las formas de ver la vida

de los pecheros, las reglas del poder

señorial o, en fin, las estructuras de

poder en que actuaban los

dirigentes de la villa. Sobre esto

último, precisamente, es sobre lo

que versa mi aportación al libro.

Escalona en el pasado estaba dividida en

dos grandes sectores, en los que el poder se

ejercía de forma diferenciada: el sector

militar, el castillo, lo que la documentación

llama los alcázares de la villa; y el sector

civil, el resto del pueblo. Ambos sectores

incluso estaban separados por un foso.

En el sector militar gobernaba directamente

el duque de Escalona, que delegaba su

dominio en un alcaide con una hueste de

soldados. Los alcaides eran hombres leales

a su señor hasta el extremo. A fines del

siglo XV hubo dos cuyos nombres se

hicieron célebres en toda Castilla: Juan de

Luján, cuyas insubordinación frente a Isabel

la Católica precisamente en este pueblo

hizo que la reina le despreciara durante

años; y Pedro de Baeza, que antes de llegar

a Escalona también sublevó Trujillo frente a

la reina Isabel, y que fue el principal

responsable, y este es un dato muy curioso;

el principal responsable nada más y nada

menos que de la muerte del poeta Jorge

Manrique. Fue ese hombre, la persona que

comandó la tropa que acabó con la vida del

poeta, la que estuvo de alcaide de Escalona

desde 1479 hasta más allá de 1500.

En el otro sector del pueblo, en el sector

civil, gobernaba el poder vecinal, si bien de

forma delegada, es decir, con el beneplácito

del señor de la villa. El gobierno en

Escalona y su comarca se ejercía desde tres

instituciones: el Ayuntamiento, que tenía el

poder ejecutivo; el Concejo, formado por

los hombres de Escalona, que era reunido a

petición del ayuntamiento, preferiblemente

en domingo, para tratar asuntos

importantes; y la Junta de la villa y tierra,

una reunión de carácter mensual o

trimestral que tenían los dirigentes de

Escalona con los dirigentes de los catorce

pueblos que pertenecían a su condado; en

especial con los de los cuatro más

importantes: Almorox, Cadalso, Nombela y

Cenicientos.

Pues bien, algunas de las preguntas que me

hago son: ¿quiénes eran esos hombres que

controlaban Escalona y sus tierras a finales

del siglo XV? ¿Cómo se habían hecho con

ese control? ¿Cómo ejercían su dominio?

¿Cuál era su relación con el duque, con el

señor de la villa? ¿Era respetada su labor

por sus vecinos?

Les adelantaré algunas de las respuestas. La

sociedad de Escalona a fines del siglo XV

estaba dividida en dos grupos: por un lado

los hidalgos, es decir, los descendientes de

los caballeros que habían venido a defender

el pueblo en los siglos XI y XII, cuando las

luchas con los musulmanes. Los apellidos

de estas familias, algunos de los cuales se

conservan aún, eran los Nava, Sepúlveda,

Zazo, Tolosa, Gotor o Verdugo. El otro

grupo de la población lo conformaban el

resto de vecinos, a los que los documentos

denominan el común, con apellidos muy

variados. Los dos grupos participaban en el

gobierno de la villa de distinta manera,

aunque todos sus representantes

conformaban una oligarquía, es decir, una

élite política y social, cuya labor era

controlada por el duque de forma

silenciosa; sin que se viese demasiado, a

través de los alcaides.

Intervención de Óscar López Gómez en

la presentación del libro en Escalona

Patrimonio monumental y minero

de Almadén

Rafael Sumozas García Pardo

Biblioteca de Autores Manchegos,

Ciudad Real, 2012

Antes y después

En 1593 se produjo el „Informe secreto’

redactado por Mateo Alemán en su

condición de Juez visitador,

comisionado por el Consejo de las

Órdenes Militares y que vio la luz por

manos de Germán Bleiberg. Informe y

visita del autor del „Guzmán de

Alfarache’ que arrojaba luz tanto sobre

los precedentes literarios de la obra de

Alemán, como de la realidad de la

minería del azogue en la ciudad del

cinabrio a finales del siglo XVI.

Informe, además tendente a clarificar

los abusos de los trabajos forzosos y

otras irregularidades de los forzados,

que acontecían en las Minas de

Almadén, cuyos arrendamientos

disfrutaban tanto los Fugger como los

Xedler. Motivando todo ello, la estancia

de Mateo Alemán en Almagro entre 24

de enero y el 4 de febrero; día en que

Alemán en compañía del escribano Juan

de Cea, emprenden viaje a Almadén,

donde se enfrenta con Luys

Herbruguen, contador de los Fugger en

la „fabrica minera’.

410 años más tarde, la Dirección

General de Bellas Artes a través del

Instituto del Patrimonio Histórico

Español (IPHE), formulaba el llamado

„Plan de Patrimonio Industrial’, cuya

finalidad era la “salvar 49 bienes

históricos de una ruina segura”. Y entre

esos bienes que serían salvados,

aparecían muy destacadamente el Canal

de Castilla y „el conjunto minero de

Almadén’. Del que se señalaba en 2003

que “La empresa pública Minas de

Almadén y Arrayanes acaba de

terminar el plan director, con la

asesoría técnica del IPHE, que va

afectar al conjunto de sus instalaciones

productoras en la comarca de Almadén,

ante el cierre definitivo de las minas en

2004…Ahora se platea una acción

social para que se visiten las galerías

de acceso y castilletes, las viviendas del

pueblo, el hospital y la escuela de

minas”.

En los años transcurridos, Almadén ha

pugnado por la declaración de

Patrimonio Mundial de la UNESCO y

ha proseguido con el esfuerzo de

difusión sobre su Patrimonio Industrial;

aunque aún no cuente con alguna

protección específica de las

contempladas en la Ley del Patrimonio

Histórico de Castilla-La Mancha, y

sólo se contemple ese dominio bajo la

figura vacilante e imprecisa de „Parque

Minero’. Baste recordar, por otra parte,

que no todo arranca en 2003, en 1986

ya publiqué en la revista „Mancha‟ una

reflexión de urgencia que denominaba

„La huella del paisaje industrial‟. De

fechas posteriores son diferentes

trabajos que indagan en la misma onda:

desde lo general como fuera el capítulo

„La minería’ en „Arquitectura para la

industria en Castilla-La Mancha’ de

Rafael Villar Moyo (1995), hasta

„Arquitectura industrial y ferroviaria

en Castilla-La Mancha. 1850-1936’ de

Herce Inés (1998); hasta lo particular

del trabajo colectivo „La casa

Academia de Minas. 225 años de su

fundación’ (2002). Ese arco temporal

describe con precisión la puesta en

valor de la llamada „Arqueología

industrial’ y de sus productos

edificados hoy en acelerado proceso de

desaparición. Describe con precisión la

extinción de ciertos modelos

industriales, que dieron pie a los usos y

abusos de las primeras

transformaciones industriales y fabriles

de España y, subsidiariamente, de

Castilla-La Mancha.

Ese relato ya fue esbozado en la

recensión del trabajo de 1995

„Arquitectura para la industria en

Castilla-La Mancha‟, publicado en el

número 10 de la revista „Añil‟ en 1996,

bajo la denominación „El drama de la

ciudad industrial’, donde podía leerse:

“El perfil y la definición de la edilicia

industrial, no sólo no estaba

suficientemente estudiado, sino que

carecía de instrumentos jurídicos de

protección. La aparición primero y la

consolidación conceptual después de la

Arqueología Industrial, nos permite

asumir sin ningún tipo de conflicto

cultural las aportaciones edificatorias

industriales que hoy mayoritariamente

están en desuso en unos casos y presas

de un abandono evidente en otros.

Circunstancias ambas que dificultan la

permanencia de las piezas; si su

vigencia eficiente carece hoy de

relieve, no podemos decir lo mismo de

su valor cultural. Valor que podemos

asumir en relación tanto con la

Historia Industrial como con la

historiografía de la Construcción e

incluso de la Arquitectura. La matriz

de tal abandono, de tal decrepitud y de

tal obsolescencia no es idéntica a la

que percibimos en presencia de las

ruinas romanas de Segóbriga o ante

los restos de Calatrava la Vieja. Aquí y

allá hay un claro peso de la Historia y

un fuerte determinismo cultural. Su

valor conceptual no se cuestiona,

aunque la práctica de conservación sea

otro cantar. Por contra la visión del

Martinete de los Pozuelos de Calatrava

o de los molinos harineros del

Guadiana en Daimiel, plantea diferen-

tes interrogantes. Son en origen insta-

laciones o estructuras o construcciones

o edificios o acaso arquitecturas

- todas esas acepciones se utilizan por

los autores, sin aclarar su continuidad

entre el las- fabriles. Están dictadas y

así edificadas, para satisfacer una

clara necesidad material: obtener

metal, moler trigo, elevar agua. Esta

clara servidumbre con lo necesario,

produjo no tanto una noción de valor

como una noción de uso. Su interés,

desde esta perspectiva, será más

antropológico que artístico”.

El trabajo reseñado trata, por tanto, de

ser una apretada puesta al día de los

diferentes trabajos que en torno al

binomio „Almadén/patrimonio minero’

se han producido. Para lo cual, el relato

se estructura en tres apartados

temáticos: Las minas propiamente

dichas; el ciclo de la

minería/metalurgia, con sus

aportaciones propias como ocurriera en

los hornos Bustamante; y las trazas de

todo ello en la Arquitectura y en la

ciudad. Trazas que ya fueron

tempranamente estudiadas en 1974, por

el profesor Antonio Bonet en su trabajo

de la revista „Goya‟. La historia del

mercurio y del azogue abre el primer

apartado genérico y algo breve. El

segundo epígrafe está referido a la

historia particular de los pozos de

explotación de Almadén, su

configuración administrativa y la

„germanización‟ técnica del siglo

XVIII, con nombres como Köehler,

Hoppensak y Störr; frente a la

germanización técnica, habría que

contraponer la difusión británica de

1775 de William Bowles y su excelente

trabajo „Introducción a la historia

natural y a la geografía física de

España‟, para dar cuenta de la

„internacionalización de la minería

española desde sus orígenes‟. Para

cerrar con el tercer apartado, referido ya

al recuento edificado de la ciudad;

donde no sólo se pormenorizan los

avatares de la minería, sino que se

engloban otras presencias diversas, al

dar cabida a cuestiones alejadas de la

bocamina y del pozo. Para describir

finalmente, el tránsito de la extinción

industrial, a la manera ya citada de que

“El drama de la ciudad industrial es el

de destruir - c o m o Saturno devoraba a

sus hijos- sus propios resultados y pro-

ductos”. Y ese es el recuento final:

contar una extinción o una desaparición.

Para admitir, con Antonio Machado que

“se canta [y se cuenta] lo que se

pierde”.

José Rivero Serrano

La batalla de Almonacid 1809

Leopoldo Stampa Piñeiro Almena Ediciones;

Madrid, 2012; 88 pags.; 14 €

Ilustraciones de Claudio Fernández

Cuando los ejércitos imperiales

cruzaron el Bidasoa, en París se pensó

que con la ocupación de Madrid y el

desguace de la monarquía borbónica,

los asuntos de España estarían resueltos

en cuestión de semanas. Sorprendió la

resistencia en la capital y el fenómeno

que paulatinamente se fue extendiendo

en el territorio peninsular. Y en un

primer momento, incluso, llegó a

infravalorarse. A pesar de las

desgarradoras imágenes que Goya nos

dejó, síntesis del sacrificio y también la

impotencia de los españoles ante la

represión francesa, el balance de la

primera parte del año 1808 no fue tan

malo para los que se alzaron contra la

ocupación. Cierto es que hubo alguna

batalla, como la de Medina de Rioseco,

de arrollador triunfo francés, pero éste

quedó compensado por el fracaso de los

imperiales ante Valencia, en junio, y por

las derrotas que sufrieron en Mengíbar y

Bailén al mes siguiente. Los ejércitos

imperiales terminaron por retirarse

prudentemente al otro lado del Ebro en

espera de tiempos mejores. Nunca lo

hubieran pensado. "Les affaires

d'Espagne" se complicaban. Sin

embargo apartir del otoño las tornas

cambiaron. Napoleón en persona se

dirigió a España para tomar las riendas

de la campaña. Zornoza, Gamonal,

Espinosa de los Monteros, Somosierra,

Tudela y Madrid son nombres de

batallas que jalonaron los triunfos

imperiales y las derrotas de los ejércitos

españoles. Ante ese desgaste, 1809

empezaba con los peores augurios. Y

los peores augurios se cumplieron en

Almonacid de Toledo. Leopoldo

Stampa, experto en el estudio de la

Guerra de Independencia Española,

vierte en estas páginas sus profundos

conocimientos sobre el conflicto. La

Batalla de Almonacid tuvo lugar

durante la Guerra de Independencia el

11 de agosto de 1809 junto a Almonacid

de Toledo. Enfrentó a una Grande

Armée francesa de unos 14.000

soldados al mando del mariscal

Sebastiani con otro español de unos

22.000 infantes, 3.000 caballos y 29

piezas de artillería al mando del general

Venegas. De la web de Marcial Pons

Escaramuzas del poeta

saturniano

(Antonio) Martínez Sarrión dio a su

primer diario el título taurino de Cargar

la suerte y se autorrecomendó, para

evitar "el irresponsable, estéril, frívolo y

superficial elitismo", una buena dosis de

"independencia, apartamiento alerta,

ironía o humor en toda la gama y

llaneza". El segundo volumen,

Esquirlas, evocaba las astillas que se

desprenden de lo que se fractura a

fuerza de golpes contra algo más duro:

la estupidez ajena o la historia, supongo.

Y se encomendaba allí al

"adelgazamiento expresivo, economía,

transparencia [...], indicios de que un

escritor ha logrado la madurez y la

maestría". En Escaramuzas, el tercero

de los diarios, se acoge a la "claridad,

concisión, elegancia y una punta de

humor", mientras que el título parece

que evoca no tanto el combate como la

esgrima ágil y reiterada.

De todas estas cosas -lances de lidia,

esquirlas y escaramuzas- hay en este

tenaz heredero de Juan Benet (la

impresión de su muerte abría Esquirlas)

y, por supuesto, también están todas

esas virtudes del estilo que buscan sus

autorrecomendaciones. Del "gran estilo"

benetiano queda el empaque

sentencioso a lo Quevedo -de quien

Martínez Sarrión es fidelísimo-, así

como el arrimo a cierto desgarro culto

más que popular. Y, sin embargo, hay

una permanente renuncia a la

frondosidad divagatoria que no era

ajena a Benet. El apunte tiende a ser

más esquemático que otra cosa; se

prefiere la enumeración de nombres

propios a la efusión de adjetivos; la

mención escueta de un estado de ánimo

o un paisaje al deliquio rememorativo.

Supongo que por eso se cita a menudo

al lacónico Pío Baroja con encomio. Y

el escritor confiesa que, si pusiera mano

a una ficción en prosa, le gustaría "ser

un Baroja sin su extremado nihilismo o

un Pla menos cínico. Por ahí".

Por supuesto, desde el diario de 1995 -

cuyas anotaciones nos llevan de 1968 a

1992- hasta el actual, con textos de

2000-2010-, el talante del escritor se ha

hecho más adusto porque el horno no

está para bollos y la irritación salta más

a menudo. No siempre se comparten los

términos de esta: no es lo mismo

Camilo José Cela que Vargas Llosa, ni

Francisco Umbral que Félix de Azúa,

por ejemplo, y quizá fuera deseable que

se aplicara a alguno de los zaheridos -

Espada, Juaristi o Savater- la misma

piedad que a Ernst Jünger o a Jorge Luis

Borges. Pero es norma que vale para los

diarios y una prerrogativa de la sátira

moral que sus críticos nos atengamos a

la coherencia expresiva y no entremos

en la discrepancia ideológica. Por lo

demás, el lugar personalísimo desde el

que se libran las "escaramuzas" del

último diario queda perfectamente

delimitado. Con mucha razón, su autor

nos recuerda que unos años convulsos

en la vida de Francia (la víspera de la

guerra de 1939) nos legaron La náusea

de Sartre, La conspiración de Nizan,

Gilles de Drieu la Rochelle, El tiro de

gracia de Yourcenar y Tierra de

hombres de Saint-Exupéry. No es mal

paisaje literario en lo que toca a la

pugna de las ideas y los sentimientos...

Y en lo que concierne al motor moral de

una poética, recordemos que este

escritor -al que Benet llamaba "el

moderno"- vindica todavía la memoria

de aquella "absoluta radicalidad

estética" que parece "palpar ese extremo

de lo expresable con sentido": allí están

los suyos, desde Cézanne, Rimbaud y

Mallarmé hasta Joyce, Faulkner, Paul

Celan y John Cage. Sin olvidar a Robert

Bresson y a Andréi Tarkovski.

En algunas anotaciones de este diario se

apuntan títulos de posibles libros que

son muy reveladores -Sin anestesia,

Paradero desconocido, Victoria del

desollado...- porque hablan de

aislamiento, resistencia o daño. El

último poemario de Martínez Sarrión,

sin embargo, se llama Farol de Saturno,

lo que también tiene su miga: nos trae

una luz aunque sombría y menciona al

patrón mitológico de los grandes

creadores melancólicos y algo

malhumorados. El farol epónimo

alumbra dos notables conjuntos de

composiciones aparentemente dispares

y, sin embargo, complementarios:

'Hábitos de los discípulos de Buda' es

una serie de sátiras morales acerca de la

sobrevivencia y la segunda parte, sin

título, es un inventario de motivos

campesinos, modestos y desvencijados

recuerdos de la infancia pero

profundamente enraizados en la vida,

que parecen ser las recompensas de

aquellos primeros discípulos de Buda

que esquivaron la vida consuetudinaria,

callaron casi siempre y procuraron no

participar de las injusticias.

La apelación a Buda es lo de menos,

aunque sirva para subrayar el sesgo

laico y utilitario de estos consejos y

observaciones. Martínez Sarrión y los

discípulos de Gautama son, en rigor,

mucho más romanos, de la secta de

Juvenal y también sobrinos de Lucrecio,

el materialista, y de Séneca, el estoico.

No los quieren en los empleos que

piden "agresividad, tesón, /

disponibilidad fuera de horario, / bien

rasurado, polos de Lacoste / y, en

cualquier trance, positividad" y, desde

luego, son alérgicos al "teléfono móvil

de los huevos, / que hoy se utiliza tanto

para un roto: / intercambiar cuatro

sandeces / sincopadas sin arte, / como

para un descosido: / navegar por la Red

o dedicarse al 'zapping".

El último de los poemas de esta serie

nos descubre a dos "claros poetas" que

avanzaron por aquella misma senda y

"que yo quería faros o atalayas /

guiando en plena noche nuestras torpes

derivas": Robert Graves y Jorge

Guillén. Ninguno de los dos son mala

recomendación y, en efecto, bastantes

de los poemas campesinos de la

segunda parte tienen ecos de la avidez

vital de Graves, de la serenidad

demorada de Guillén y no poco de la

unción emotiva de Claudio Rodríguez,

otro poeta apreciado por el autor y

varias veces presente en sus diarios.

Pero Martínez Sarrión prefiere acercarse

sin muletas filosóficas, ni coartadas

líricas, a ese mundo en que hay

escarabajos, ratas, una jornada de pesca,

una hoguera de pastor bien calculada o

la carta de una enamorada iletrada. En

'Carretera que serpentea sobre la colina'

evita que las "sendas perdidas" tengan

que ver con "las que recorría aquel

filósofo / de palabra exigente y política

errada" (Holzwege, de Heidegger) e

incluso prefiere que los "claros del

bosque" no recuerden los de "cierta

vieja dama / con algo de sibila y

pitonisa" (María Zambrano).

Y en 'Pequeña alquería', la tentación de

pensar en los paisajes mágicos y

levitantes de Joan Miró, le lleva a

acumular por el contrario los nombres

de otras cosas que prefiere: "petróleo o

queroseno, / ropa fuerte y barata, buenas

botas / para el agua y el barro" y, sobre

todo, "una de esas barajas / que, por lo

abarquillada y lo mugrienta, / han

dejado de usar en al casino". Cuando en

el cierre canta el último grillo del otoño

("sin más propósito ni más postulación

de un yo ridículo"), el poeta zumbón y

corrosivo piensa que "celebra lo que fue

/ su conexión al Todo, / que se verificó

con el mínimo coste". Esta diminuta

fábula es una joya concentrada de las

que sólo la madurez y la maestría

producen de cuando en cuando.

José-Carlos Mainer en Babelia (El

país) 14 de enero de 2012

El color de la tinta (Poesía 1962-

2012)

Nicolás del Hierro

Ediciones Vitruvio, Madrid, 2012

Pese a pertenecer a la que él mismo

denomina una generación nacida a flor

de bala, Nicolás del Hierro es un poeta

que ha permanecido siempre al margen

de esos ficticios, confusos y a veces

interesados mapas que son los cuadros

generacionales. La suya es la obra de un

poeta forjado a sí mismo, que ha ido

creciendo a lo largo de cincuenta años

bajo sus propios impulsos creativos, y

cuya voz, cimentada sobre el yo

autobiográfico, ha estado siempre

marcada por un fuerte acento

confesional e intimista. Voz que, salvo

en la etapa central de su lírica, aparece

desnuda de ornato, depurada de todo

artificio, y estremecida por una intensa

vibración emocional. Una poesía

definida por Carlos Murciano como

recia y tierna a un tiempo (...)

humanísima, conmovida en sus posos,

en sus hondas raíces, y, por ello,

conmovedora.

Su obra se inicia desde una actitud

ética y rehumanizadora, y desde el más

sincero compromiso de solidaridad con

el hombre. En sus tres primeros libros,

Profecías de la guerra (1962), Al borde

casi (1965) y Cuando pesan las nubes

(1971), fluctúa entre su visión crítica de

un mundo deshumanizado, y su fe

inquebrantable en un futuro de

solidaridad, amor, dulzura. Dos

impulsos esenciales de su lírica, y dos

ejes temáticos que, unidos a un

desolado universo existencial,

constituyen el armazón de su primera

etapa poética.

A partir de Este caer de rotos pájaros

(1979) se inicia un viraje estético en la

obra del poeta, que abandona su

sobriedad expresiva para situarse en una

línea más innovadora y más atenta al

poder de sugestión de las imágenes.

Etapa central de su trayectoria poética,

que habrá de prolongarse en sus dos

libros de tema amoroso, Lejana

presencia (1984) y Muchacha del Sur

(1987), y a la que también pertenece su

cuaderno Los rojos ríos de tus noches,

muy tardíamente publicado en 2005. A

partir de Cobijo de la memoria (1995)

comenzará un nostálgico viaje de

regreso a sus orígenes, que se verá

interrumpido por sus dos siguientes

libros: Lectura de la niebla (1999), que

ahonda introspectivamente en el más

oscuro desengaño, y Mariposas de

asfalto (2000), donde recupera de nuevo

su actitud comprometida y solidaria;

pero ese viaje de regreso a los gratos

paisajes de la memoria hallará

continuidad posteriormente en El latir

del tiempo (2004) y Dolor de ausencia

(2005).

Sus dos últimos poemarios inéditos,

Desde mis soledades y El color de la

tinta, recogidos por el autor en este

volumen, suponen un regreso a su

estética coloquial y a su característico

confesionalismo, en un proceso de

fuerte carga intimista donde la reflexión

metapoética, el desencanto o el vacío

existencial son el triple reflejo de una

actitud cada vez más desengañada ante

la literatura y ante la vida.

Pedro A. González Moreno

(Fragmento del prólogo del libro)

Tras las murallas de Cuenca

Michel Muñoz García y Santiago

David Domínguez Solera

Consorcio de la Ciudad de Cuenca, 2012

Se trata de un libro de estudio y

consulta sobre las Murallas de Cuenca,

realizado por dos arqueólogos de

reconocido prestigio: Michel Muñoz y

Santiago Domínguez. Todo un mundo

por descubrir tras sus páginas...

Como ejemplo del contenido del libro

veamos el capítulo 5 del mismo, que

comienza exponiendo el significado

urbanístico, fiscal, higiénico... y por

supuesto militar que tenían las cercas de

las ciudades cristianas.

Hace luego un repaso a la fortificación

del reino de Castilla durante el siglo

XII, una centuria muy mal conocida en

cuanto a fortificación se refiere. Las

palabras no son mías sino de Javier de

Castro

Por último contextualizamos la obra de

la muralla entre las obras defensivas que

se dan en la frontera oriental del reino

castellano. Frente a los paramentos

ciclópeos de Ávila, Plasencia o Bejar,

en esta parte los mampuestos son

livianos. Su tamaño era el adecuado

para ser manejado por un solo alarife, lo

cual revela un método constructivo

mucho menos sofisticado que el

empleado en las anteriores villas reales

El acto de presentación estuvo presidido

por el alcalde Cuenca Juan Ávila

El libro es un encargo del Consorcio de

de Cuenca a los arqueólogos Santiago

David Domínguez Solera y Michel

Muñoz García

Publicado por PAZ RISUEÑO

VILLANUEVA en su página web

En defensa de la biblioteca

pública

Juan Sánchez Sánchez

Almud ediciones de CLM, Biblioteca Añil

nº 54; Ciudad Real, 2012; 240 pags.

Juan Sánchez Sánchez presentó en la

Biblioteca de Castilla-La Mancha una

nueva selección de textos publicados

por Almud Ediciones dentro de su

colección Biblioteca Añil

Munición para los defensores de

las bibliotecas públicas

En defensa de la biblioteca pública, de

Almud ediciones (Biblioteca Añil), es la

segunda parte de la trilogía de Juan

Sánchez Sánchez dedicada «a resaltar

los valores de las bibliotecas públicas y

a expresar la lucha personal que, como

ciudadano o desde puestos

profesionales», este autor viene

manteniendo desde hace muchos años

«para colaborar en la mejora de este

servicio público en España».

Combates por la biblioteca pública en

España, que Almud publicó en 2006,

fue el primero de ellos. Consistió en una

recopilación de trabajos, conferencias y

artículos publicados en prensa entre los

años 1978 y 2006. El segundo es una

novela juvenil, Rebelión en la

biblioteca, que muy pronto verá la luz y

que describe cómo la directora de una

biblioteca es cesada en su puesto y

trasladada a dirigir una residencia de

ancianos, y cómo un grupo de jóvenes

usuarios de esa biblioteca inicia un

movimiento de apoyo que consigue

concienciar a toda la ciudad, incluidos

los más diversos sectores sociales y

culturales.

En defensa de la biblioteca pública, por

último, es una selección de textos

recientes -en buena medida publicadas

en La Tribuna de Toledo y el resto de

cabeceras de este grupo en la región-,

«artículos, ficciones, relatos, poemas y

propuestas». En otras palabras,

munición -y empleamos la palabra con

absoluto convencimiento, en los

tiempos que corren- para quienes

consideren una parte de sí mismos esas

instalaciones que, en contra del sentir de

muchos (algunos políticos incluidos), ni

muerden ni se alimentan del aire.

A la selección de artículos de opinión

publicados en prensa siguen cuatro

relatos que Juan Sánchez Sánchez

publicó entre 1992 y 2010, „El niño que

acumulaba libros‟, „El corazón de la

lectura‟, „Y la Biblioteca cerró sus

puertas‟, y „La mordaza y el miedo‟.

Las denominadas „Ficciones

institucionales‟, dos poemas y la

presentación del personaje de Mateo

Gómez, en cierta manera un álter ego

del autor, creado en 2005 para expresar

públicamente sus ideas, completan el

bloque „Literatura al servicio de las

bibliotecas‟.

La tercera parte del libro se denomina

„Nuevas investigaciones y proyectos‟.

Este apartado es de especial interés para

los profesionales de las bibliotecas,

tanto por sus conclusiones como por la

metodología empleada y por su reciente

elaboración.

Juan Sánchez Sánchez (Toledo, 1952)

es licenciado en Geografía e Historia.

Fue jefe del servicio regional del Libro,

Archivos y Bibliotecas de Castilla-La

Mancha entre 1991 y 2006. Trabajó en

la Biblioteca Pública del Estado y

Centro Coordinador Provincial de

Bibliotecas de Toledo en los años

setenta. Durante el periodo 1984-1990

fue director de gabinete de los

consejeros de Educación y Cultura y de

Relaciones Institucionales, así como del

vicepresidente del Gobierno de Castilla-

La Mancha. En la actualidad, es jefe del

servicio de Enseñanza Universitaria en

la Consejería de Educación.

Adolfo de Mingo, en La Tribuna de

Toledo, 4 de mayo 2012

José María Alonso Gordo (coord.)

El Ocejón y sus juegos populares, 2.ª ed. corregida y aumentada,

Asociación Serranía de Guadalajara,

2011, 32 pp.

El presente trabajo se editó con motivo de

la celebración del IV Día de la Sierra, que

tuvo lugar en Majaelrayo, el día 15 de

Octubre de 2011 y cuya organización corrió

a cargo de la Asociación Serranía de

Guadalajara. La primera edición se efectuó

muchos años antes, en 1985, con motivo del

Primer Día del Ocejón, que también se

celebró en Majaelrayo, los días 29 y 30 de

junio.

En la Introducción, que firma Raúl Conde

Suárez como Presidente de la Asociación

mencionada, se le indica al posible lector

con qué se va a encontrar páginas adentro,

es decir, cual es el esquema cultural de la

obra, que resume en los capítulos dedicados

al estudio o por mejor decir, a la

descripción, de los juegos de bolos, la

calva, el tiro de la barra, el chito y la burria,

así como el de la estornija, el hinque, el de

la pelota (o pelota a mano) y el borreguero,

detallandose en cada uno de los apartados

su reglamento, vocabulario y variantes

observadas.

Son, por lo general, juegos claramente

rurales, que solían practicar los pastores y

los cazadores serranos en sus momentos de

asueto y siempre de una forma utilitaria, a

modo de entrenamiento cara al desarrollo

de sus propias actividades laborales,

procurando despertar el ingenio, la destreza,

la puntería, etc., amén de la diversión.

Al parecer, muchos de estos juegos tuvieron

unos orígenes tan ancestrales y recónditos

que llegaron a perderse en la noche de los

tiempos; en algunos casos se dice que ya

fueron practicados por grupos de población

autóctonos, anteriores a la dominación

romana, cosa que quizá pudiera explicarse

con cierta claridad a través del análisis de

las palabras que suelen usarse durante su

práctica, como “birle”, “cinque”, “micha”,

“cajo”, “chito”, “burria”, etcétera; otros

puede que fueran traídos -y posteriormente

incorporados o asimilados- por grupos de

repoblación provenientes de las tierras del

norte peninsular; de algunos se sabe con

certeza que fueron practicados durante la

Edad Media, como así se pone de

manifiesto en el Sínodo de Salamanca, de

1451.

Veamos, a continuación, los juegos que se

incluyen en la presente publicación, así

como la autoría de sus correspondientes

fichas, que recogen los siguientes datos: el

nombre más utilizado (o por el que es más

conocido) el juego de que se trate, sus

orígenes o procedencia y otros lugares

donde se practiqua, la descripción de los

elementos que se emplean en él (bolas,

bolos, tipo de la cancha, calva, calvo, barra,

chito, tejo, burria, estornija, hinque, pelota,

borreguero...), las normas o reglamento por

el que se rige, a veces el vocabulario que se

emplea en su desarrollo, las posibles

variantes que se han observado...

Octavio Mínguez -“posiblemente, el

serrano que más y mejor conoce los

entresijos del Valle del Ocejón”, según

palabras de Raúl Conde- trata del Juego de

los Bolos, cuya implantación en la Sierra se

debe, probablemente, a los pastores que la

repoblaron en el siglo X y cuyas diferencias

con otros juegos de León, Asturias o

Cantabria son muy notables.

Hablando de las reglas del juego de bolos

que se practica en los pueblos del Ocejón,

señala que hay cuatro que son comunes a

todos ellos: que el jugador no pueda mover

el pie del sitio exacto de la “manda” (o el

“birle”), en tanto no pare la bola o pase del

“cinque”; que tampoco pueda apoyarse en

ningún sitio con el brazo libre, a la hora del

lanzamiento de la bola; que la bola debe

sobrepasar -en la tirada de ida- la línea del

“cinque”, y que no podrá cruzar de carrera

o calle al tirar desde la “manda”. Otras

reglas aunque no son universales están

bastante generalizadas, como el que no se

contabilicen los bolos derribados por otro

bolo (en la tirada de ida), o cuando la bola

tirada desde la “manda” rebote en la madera

del fondo y retroceda hasta entrar en el área

de los bolos. A veces surgen también tipos

especiales de “manda”, es decir, que

implican obligatoriedad en su cumplimiento

y cuya infracción constituye “micha”

(falta). Sigue un escueto vocabulario donde

aparecen palabras como “birle”, que es la

zona o espacio de la “cancha”, entre la raya

del “cinque” y la madera (siendo “cinque”

la línea marcada en el suelo de la “cancha”,

a lo ancho, que debe sobrepasar la bola en

la primera tirada), y las variantes

observadas.

José M.ª Alonso -que junto a José Fernando

Benito es uno de los dos “guardianes del

extensísimo legado cultural de Valverde”

(Conde dixit)- trata del Juego de la Calva,

que -según indica- parece tener una base

práctica relacionada con las tareas del

campo, puesto que los pastores ejercitaban

su fuerza y puntería lanzando piedras a un

cuerno colocado en el suelo, con la punta

hacía arriba. A la descripción del mismo

sigue la relación de los elementos que lo

componen: los equipos, la “calva” o

“calvo” y el “barrón” o “calvo”, la

“cancha”, el “calvero” o árbitro, la “manda”

y las partidas o “cajos”, para finalizar con el

desarrollo del juego y sus reglas especiales.

El mismo José Mª Alonso Gordo analiza el

Tiro de la barra, tan extendido a lo largo de

la geografía española. José Antonio Alonso

escribe acerca del Juego del Chito, quizá

uno de los más populares en la provincia de

Guadalajara, donde también es conocido

con los nombres de “tanguilla”, en

Palazuelos; “ahíta”, en Alustante; “galiche”,

en Miralrío; “tango”, en Rebollosa de

Jadraque y Luzaga; “tejo” o “lita”, en

Robledo de Corpes, y “tanga”, en la zona de

Tierzo, en el Señorio de Molina (que

Santiago Araúz de Robles recoge en su

interesante y agotadísimo libro Los

desiertos de la cultura). Juego este del

“chito” en el que se utilizan dos elementos

principales: el propio “chito”, en cuya parte

superior se depositan las monedas

estipuladas por los jugadores, y el “tejo”

(pieza más o menos discoidal) que había

que arrojarle desde una distancia convenida

para intentar derribarlo y poder ganar

aquellas monedas que hubiesen caído más

cerca del mismo.

José Fernando Benito, -el otro guardián de

los valores culturales valverdeños- describe

brevemente el Juego de la Burria que, según

indica, recuerda al hockey sobre hierba,

aunque sustituyendo las porterías por un

único hoyo en el que los dos equipos

contendientes tratarán de meter una bola de

unos siete centímetros de diámetro. Un

juego del que no se conserva regla alguna y

cuyo palo recuerda claramente a una garrota

o cayado pastoril.

Un apartado final, que firman J. M. Alonso

Gordo, J. A. Alonso y J. F. Benito trata de

Otros Juegos, y en él se recogen el de la

“estornija” (un palo de unos sesenta

centímetros que debía lanzarse lo más lejos

posible al golpearse con otro palo más

largo); el “hinque” (que en otros lugares

conocemos como el “clavo”); el “juego de

pelota” (o pelota a mano), actualmente

desbancado por el frontenis, y el

“borreguero”, del que tan pocas referencias

existen dada su primitiva sencillez, puesto

que consiste en colocar en el suelo una

piedra alargada, pina, para desde cierta

distancia -marcada con una raya- lanzar

cada jugador una piedra que, para ganar,

debe caer lo más cerca posible de aquella.

Completa el trabajo una breve bibliografía

así como la referencia a algunos sitios web

en los que pueden encontrarse datos acerca

de estos juegos.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

RECUPERACIONES

CIEN LIBROS CONVENIENTES (PARA MEJOR CONOCER CUENCA) José Luis Muñoz Decir “cien” es una cifra convencional que

tiene mucho de artificio rebuscado, como

sucede de manera repetida en distintos

sectores. Periódicamente se votan las cien

mejores películas de la historia, se eligen

las cien mujeres más elegantes o guapas o

sofisticadas del mundo, nos apabullan con

la lista de los cien hombres más ricos, se

señalan con mejor o peor criterio los cien

momentos culminantes de la humanidad o

se invita (a los famosos, claro) a elegir los

diez libros que se llevarían a una isla

desierta. Por no recordar aquel libro

antológico que nos acompañó en los inicios

de nuestra andadura lectora, “Las mil

mejores poesías de la lengua castellana”.

Todo es convencional, claro. Podría ser otra

cifra cualquiera o incluso ser una relación

abierta, de más o menos, pero parece que la

referencia a cien tiene un cierto atractivo,

incluso con su componente ligeramente

morboso: ¿dónde se acabará esa centena?

Es un lugar común decir -a veces sin mucho

conocimiento de causa- que en Cuenca se

edita mucho. Es verdad, pero no es tanto, si

buscamos parámetros comparativos. El

repertorio bibliográfico conquense es muy

abundante aunque, por desgracia, en ese

amplio contenido no todo lo que existe es

merecedor de ser valorado ni tenido en

cuenta pues, por desgracia, encontramos en

ocasiones aprendices de escritor que acuden

a fuentes nada recomendables con las

consecuencias imaginables, al enlazar un

disparate con otro como en una ristra de

chorizos.

El trabajo que sigue responde a un criterio

absolutamente personal, el de quien lo

firma y que por ello mismo asume, desde la

primera línea, la responsabilidad inherente a

los comentarios, sean censuras o elogios,

que pueda recibir y que, con toda seguridad,

responderán a criterios igualmente

personales, desde luego respetables.

He intentado desbrozar, entre la maraña de

títulos publicados sobre Cuenca (ojo:

“sobre”, no “de” conquenses, que es otra

materia), aquellos cien que habiéndome

sido provechosos a mí, pienso que lo serán

también a cualquiera interesado en conocer

las cosas de esta tierra. El catálogo abarca

un amplio espectro: historia, arte, geografía,

paisajes, viajes, literatura, miscelánea,

temas locales, etc., es decir, aquellos libros

que pueden aportar un nivel apreciable de

conocimiento sobre la generalidad de la

provincia o un sector específico de ella. No

se han tenido en cuenta las biografías

personales, los catálogos de exposiciones

(salvo un par de excepciones que se

comentarán en su momento) ni las obras de

creación literaria, que merecen tratamiento

diferenciado ni tampoco los folletos en

forma de memorias, programas y demás.

Mención aparte merece el prolífico tema de

las “historias” locales (y el recurso a las

comillas avanza ya una cierta

predisposición del autor), de las que están

apareciendo docenas en los últimos años.

En su mayor parte, son un modestísimo

repertorio de costumbres, relación de

nombres y apodos o acumulación de

documentos sin orden ni concierto, sin que

falten los de estructura poética (aunque con

escasa poesía interior), libros destinados a

satisfacer el ego de los alcaldes de cada

lugar y la pequeña vanidad de los vecinos

citados en el texto. Es, desde luego, un

esfuerzo y una inversión económica

desperdiciados. Sólo unos pocos, muy

pocos títulos, entre ellos, aportan alguna

noticia de verdadero interés sobre los

respectivos pueblos. Eso explica, de otro

lado, el abrumador predominio de títulos

sobre la ciudad de Cuenca, que sí ha

generado (aparte, por supuesto, su propia

importancia intrínseca) un considerable

número de títulos meritorios. Sería muy

deseable que en el futuro quienes financian

y promocionan este tipo de obras

(Diputación y Ayuntamientos, de manera

singular) mostraran alguna preocupación

por seleccionar mejor la calidad de los

productos pues, en contra de lo que pudiera

parecer, no todo vale siempre.

Concluida la introducción pasamos al

contenido, señalando que el plan de trabajo

impuesto prevé la incorporación de un

nuevo título cada semana, y así, paso a

paso, iremos elaborando esta relación de los

cien libros que, a mi juicio, son necesarios y

convenientes para mejor conocer la historia

y la realidad de la provincia de Cuenca:

EN LA WEB DE LA BIBLIOTECA

MUNICIPAL DE CUENCA

http://bibliocuenca.blogspot.com

Memorias Históricas de Cuenca y

su Obispado. Mateo López. Edición de Ángel González Palencia

Instituto Jerónimo Zurita del

CSIC/Ayuntamiento de Cuenca, 1949.

Biblioteca Conquense, vols. V y VI.

En el año 1787, la Sociedad Económica

de Amigos del País de Cuenca convocó

un concurso destinado a seleccionar la

mejor obra presentada que ofreciera una

visión total (histórica, geográfica, civil

y eclesiástica) de la provincia de

Cuenca. Sólo se presentó un trabajo,

firmado por Mateo López (Iniesta,

1750-Cuenca, 1819) y para él fue el

premio de 300 reales (más 100 añadidos

por “cierta persona”) pero no se

concretó el galardón sin duda más

esperado y deseado por el autor: la

publicación de la obra. Con alguna

maldad -propia en todo lugar entre los

escritores envidiosos- Muñoz y Soliva

insinuará, casi un siglo más tarde, que la

no publicación de la obra se debió a su

mediocridad, lo que no impidió a ese

mismo autor entrar a saco en ella y

utilizar generosamente sus materiales

para escribir su propia Historia de

Cuenca, cosa que pudo hacer (como

algunos otros después) dando por

supuesto que, como estaba en

manuscrito, nadie podría conocerla ni

reprochar los plagios. Y así hubiera sido

si en 1949 no apareciera Ángel

González Palencia, benemérito

intelectual por muchos conceptos, para

sacar de los archivos el manuscrito de

don Mateo y darlo a la imprenta.

Gracias a tan singular iniciativa,

propiciada por el Ayuntamiento de

Cuenca en tiempos felices, el trabajo de

Mateo López está hoy a nuestra

disposición en algunas bibliotecas.

Se trata de una apabullante colección de

datos y noticias, algunas de ellas con

carácter totalmente inéditos y otras

(como muchas de las que remiten a

documentos del archivo diocesano)

imposibles hoy de comprobar por haber

desaparecido los originales. Pero no es

un libro si atendemos al significado real

de este concepto. Las Memorias no

tienen una estructura coherente ni

siguen una metodología razonable que

justifique una elaboración ordenada,

sistemática, atenta a un plan previo y un

desarrollo cohesionado. El autor fue

recogiendo noticias dispersas que fue

agregando una tras otra, sin atender a

criterio alguno e incluso olvidó uno de

los requisitos de la convocatoria:

“deberá comenzar desde su fundación y

terminará con buen orden de cronología

en los tiempos presentes”, pues todos

los materiales aparecen mezclados y por

ello pasa de un tema a otro que

introduce otros distintos, sin orden ni

concierto.

Desde este punto de vista, el propósito

de la Sociedad de Amigos del País

quedó, evidentemente, frustrado y quizá

por ello renunciaron a llevar adelante la

edición, condenando al texto a

permanecer inédito. Pero para nosotros

el trabajo, recuperado por González

Palencia sí ofrece un extraordinario

interés porque en él aparece una enorme

cantidad de datos que son

imprescindibles para incorporar, desde

nuestra perspectiva (siglo XXI) multitud

de datos y observaciones, a lo que ahora

se escribe. En especial, tienen un gran

valor los que se refieren a la época en

que vivió Mateo López (que era, en esos

momentos, maestro mayor de obras del

Ayuntamiento de Cuenca y del

obispado y, por tanto, testigo

excepcional de la evolución urbanística

de la ciudad).

En otros casos, las muchísimas páginas

que dedica a las ciudades hispano

romanas de Segóbriga, Valeria y

Ercávica carecen de suficiente validez,

porque la investigación posterior ha

desbordado y mejorado aquellas

imprecisas noticias.

Las Memorias históricas de Cuenca y

su obispado son un texto de excepcional

valor, como fuente directa para conocer

nuestra provincia.

José Luis Muñoz en la web de la

Biblioteca Municipal de Cuenca

http://bibliocuenca.blogspot.com