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Viernes 28 de julio de 2017 EL UNIVERSAL E16 CULTURA PROYECTO UNAM Texto: Leonardo Huerta Mendoza [email protected] Obras de Wagner, Keiko Abe y Schumann Dentro de su Temporada de Verano 2017, la Orquesta Sinfónica de Minería, dirigida por Carlos Miguel Prieto, interpretará la Obertura de El holandés erran- te, de Wagner, Prism Rhapsody, de Keiko Abe, y la Sinfonía número 2 de Schu- mann, el 29 y 30 de julio (a las 20:00 y 12:00 horas, respectivamente), en la Sala Nezahualcóyotl, en el Centro Cultural Universitario. ESPECIAL Comendador de la Orden del Imperio Británico Carlos Frenk Mora, astrofísico egre- sado de la UNAM, fue reconocido por la reina Isabel II Comendador de la Orden del Imperio Británico, como parte de la lista de honores por el cumpleaños de la monarca. Frenk Mora es considerado uno de los expertos en su campo de mayor autoridad en el mundo. Hizo sus es- tudios profesionales en la Facultad de Ciencias y es creador, junto con el director del Instituto Max Plank de Astrofísica, Simon White, del modelo de Materia Oscura Fría con Constante Cosmológica, utilizado para simular la formación y evolu- ción de estructuras cósmicas. Reconocimiento a estudioso de los arrecifes de coral Por su labor en la generación de co- nocimiento nuevo sobre los arreci- fes de coral y por promover acciones que lleven a informar a la sociedad sobre sus funciones, protección y conservación, Lorenzo Álvarez Fi- lip, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, recibió el World Reef Award 2017, que otorga la International So- ciety for Reef Studies. Durante su trayectoria profesional, Álvarez Fi- lip ha dedicado sus esfuerzos a en- tender cómo han cambiado los arrecifes de coral en las últimas dé- cadas y cuáles son los impactos an- tropogénicos en su degradación. 150 años de la Biblioteca Nacional Fue creada a partir de un decreto de 1867 del presidente Benito Juárez. Desde el año de 1929 ha estado bajo resguardo de la UNAM Este 2017, la Biblioteca Nacional cumple 150 años de haber sido creada a partir de un decreto de 1867 del presidente Benito Juá- rez; sin embargo, por diferentes causas políticas no fue inaugu- rada hasta el 2 de abril de 1884 por el presidente Manuel González. Desde 1929 ha estado bajo res- guardo de la UNAM. Entre las colecciones biblio- gráficas que la conforman, destacan el Fondo de Origen, el Fondo Reservado, la Colección Mexi- cana, Incunables y Manuscritos. Falta de bibliotecas públicas Mucho antes de independizarse de España, Mé- xico buscaba fundar bibliotecas públicas para que su población estuviera en condiciones de adquirir cono cimiento s. “En 1813, Joaquín Fernández de Lizardi abordó en el Diálogo con un francés la falta de bibliotecas públicas y de literatura moderna para la ilustra- ción del pueblo. Esta idea fue retomada en 1823 por Lucas Alamán, ministro del Interior y de Re- laciones Exteriores, quien recomendó establecer bibliotecas y gabinetes de lectura para que los me- xicanos se instruyeran”, dice Sofía Brito Ocampo, investigadora del Instituto de Investigaciones Bi- bliográficas de la UNAM. El 3 de enero de 1828, José María Irigoyen, di- putado liberal por el estado de Chihuahua, pre- sentó al Congreso un proyecto en el que recomen- daba la creación de la Biblioteca Nacional, la cual debía estar formada no con las colecciones colo- niales, sino con literatura moderna que satisficie- ra las necesidades de instrucción de la gente. “También recomendaba que se estableciera en un local dentro del Palacio Nacional y se adqui- rieran libros europeos. Este proyecto tampoco tu- vo éxito”, añade Brito Ocampo. Primer decreto El 12 de octubre de 1833, Valentín Gómez Farías, vicepresidente del país, en ausencia del presiden- te Antonio López de Santa Ana, decretó una ley que dispuso la extinción del Colegio de Santa Ma- ría de Todos los Santos, de origen jesuita, y facultó al gobierno a clausurar la Real y Pontificia Uni- versidad de México, de raíces eclesiásticas, y crear la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito Federal y Territorios Federales. Doce días después, el 24 de octubre, un decreto esta- bleció la creación de la Biblioteca Nacional. “Con esta reforma se abría una institución de cultura, la Biblioteca Nacional, y se cerraba otra, la Real y Pontificia Universidad de México, hecho inexcusable para un país que daba inicio a su in- dependencia sin instrucción pública y sin insti- tuciones de altos estudios modernos.” No obstante, las pugnas políticas entre liberales y conservadores impidieron que el proyecto de la Biblioteca Nacional fructificara: en 1834, Santa Ana regresó a la presidencia y mediante la ley del 31 de julio de ese año derogó los cambios de la reforma educativa de Gómez Farías. “En el caso de la colección del Colegio de Santa María de Todos los Santos, permaneció en su lu- gar; y la de la Real y Pontificia Universidad de Mé- xico le fue restituida a esta institución”, indica la inve stigadora. Segundo decreto En 1846, José María Lafragua, ministro de Rela- ciones Interiores y Exteriores, estaba convencido de que la Biblioteca Nacional sería uno de los me- dios más adecuados para difundir las ciencias y las artes entre las clases menos favorecidas de la sociedad. Así, el 30 de septiembre de ese año emi- tió otro decreto para su fundación. Éste establecía que la Biblioteca Nacional estaría formada por las bibliotecas del Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores, del que dependía la instrucción pú- blica. También incluyó la biblioteca del extinto Colegio de Santa María de Todos los Santos, que se encontraba en el de San Ildefonso, y las obras duplicadas de las librerías de los conventos y co- legios del clero. “Los letrados exigían tener a su alcance las bi- bliotecas coloniales, a pesar de que algunos colegios del clero, así como el de San Ildefonso, habían abier- to sus puertas a los lectores; con todo, éstos no con- taban con los recursos para adquirir obras moder- nas publicadas en México y Europa.” Las luchas políticas otra vez impidieron que el decreto de 1846 se concretara, por lo que la comu- nidad intelectual tuvo que esperar mejores tiempos para la fundación de la Biblioteca Nacional. Tercer decreto Pese a la Guerra de Reforma, liberales y conser- vadores se unieron para exigir el establecimiento de bibliotecas públicas, gabinetes de lectura y la Biblioteca Nacional. En 1856, Ignacio Comonfort emitió otro decreto para la creación de ésta en la parte sur del Palacio Nacional. Comonfort retomó la idea de 1833 y adjudicó las bibliotecas del Co- legio de Santa María de Todos los Santos y de la Real y Pontificia Universidad de México a la Bi- blioteca Nacional. “De nuevo, la Real y Pontificia Universidad de México tuvo que suspender sus actividades, pues el gobierno liberal no percibía mayor beneficio de ella. Su edificio y sus recursos materiales y eco- nómicos fueron asignados para la creación de la Biblioteca Nacional. Pero el proyecto de Comon- fort tampoco tuvo éxito”, refiere Brito Ocampo. Ante la presión social, Ignacio Ramírez, minis- tro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instruc- ción Pública, determinó en 1861 que las bibliote- cas del clero ubicadas en la Ciudad de México fue- ran recogidas y enviadas a la Biblioteca Nacional, donde se sumaron a las colecciones de algunos ministerios del gobierno. Según un informe de José María Benítez, an- tiguo bibliotecario de la Real y Pontificia Univer- sidad de México, ese año se acumularon 90 mil 652 volúmenes que procedían de los conventos de San Francisco, de Santo Domingo, del Carmen, de San Joaquín, de San Ángel, de San Diego, de San Fernando y de Santo Domingo; de los templos de San Agustín, de la Profesa, de la Merced y de Porta Coeli; de la capilla de Aranzázu; del Colegio de San Pablo; de la Real y Pontificia Universidad de Mé- xico; y de los ministerios de Relaciones Exteriores, de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, y de Fomento. Se empezó a remodelar la antigua sede de la Real y Pontificia Universidad de México, y las obras se distribuyeron según el orden del L i bre r o hispano americano, que seguía la clasificación moderna; mientras tanto, la Biblioteca Nacional prestaba el servicio a sus lectores con la colección que había pertenecido a aquélla. En la colección bibliográfica había muchas obras duplicadas; no pocas fueron vendidas o in- tercambiadas. Los recursos obtenidos se utiliza- ron en la encuadernación de las que estaban en malas condiciones y en la adquisición, en Europa y otros países, de obras modernas, así como de los impresos producidos en México. “Las obras que formaban la colección bibliográ- fica en 1862 y que podemos denominar Fondo de Origen, aunque todavía no se conocía con este nombre, se clasificaban bajo los rubros de teolo- gía, jurisprudencia, ciencia médica, historia, cien- cias y artes, y bellas letras (tratados sobre lenguas, retórica, poesía, oratoria y filología).” Dos años después, las condiciones políticas del país volvieron a cambiar, pues se estableció el Im- perio de Maximiliano de Habsburgo y, en con- secuencia, la colección de la Biblioteca Nacional enfrentó nuevos desafíos. Una vez que leyó un informe sobre las colecciones de la Biblioteca Na- cional, Maximiliano concluyó que sus libros eran obsoletos y no se ajustaban a los planes que tenía para la instrucción pública, pues deseaba formar una biblioteca imperial con libros modernos. “Ordenó que los libros de la Biblioteca Nacional fueran enviados a las bodegas del Museo Nacional y al Colegio de la Enseñanza, no sin antes realizar un inventario”, comenta Brito Ocampo. Creación definitiva Con el triunfo de la República en 1867, una de las primeras medidas del gobierno del presidente Juárez fue la Ley de Instrucción Pública, a la que siguieron la fundación de la Escuela Nacional Pre- paratoria y la Biblioteca Nacional. “Juárez no ignoró los esfuerzos anteriores y re- conoció los decretos de 1833, 1846, 1856 y 1857. De este modo destinó el antiguo Templo de San Agustín, edificio barroco del siglo XVII que fue confiscado como pago de una multa a Vicente Es- candón por su participación en la aventura de Ma- ximiliano, para albergar la Biblioteca Nacional.” Se nombró como director de ésta a José María Lafragua; y como bibliotecario, a José María Be- nítez. La remodelación del edificio, bajo la direc- ción de los arquitectos Eleuterio Méndez y Vicen- te Heredia, llevó décadas. Mientras concluían las adecuaciones de la nave principal, se acondicionó la capilla de la Tercera Orden para ofrecer un ser- vicio provisional. En 1869, luego del traslado, desde la Catedral Metropolitana, de la Biblioteca Iturriana (la pri- mera biblioteca pública en México), se abrió como gabinete de lectura para artesanos. “La Biblioteca Iturriana dio servicio público du- rante 63 años, de 1804 a 1867, si bien fue creada en el siglo XVIII”, apunta la investigadora. En 1884 se abrió al público lector la nave prin- cipal del antiguo Templo de San Agustín. A su inauguración asistieron, entre otros personajes, José María Vigil, entonces director de la Biblioteca Nacional; Joaquín Baranda, ministro de Justicia e Instrucción Pública; y Guillermo Prieto. La Biblioteca Nacional estaría en ese sitio hasta 1979, cuando fue trasladada a su nueva sede en la zona cultural de Ciudad Universitaria, al sur de la Ciudad de México. “En la actualidad se denomina Fondo de Origen sólo a la colección formada por los impresos, que suman aproximadamente 90 mil volúmenes. Tiene una gran importancia, ya que es la memoria impresa y documental que se formó durante la Colonia y parte del siglo XIX; incluye los primeros impresos que hubo en la Nueva España en el siglo XVI y libros europeos que se integraron al final del Virreinato y en los primeros años del México in- dep endiente”, finaliza Brito Ocampo. b “Juárez destinó el antiguo Templo de San Agustín, edificio barroco del siglo XVII que fue confiscado como pago de una multa a Vicente Escandón por su participación en la aventura de Maximiliano, para albergar la Biblioteca Nacional” SOFÍA BRITO OCAMPO Investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM ESPECAL El antiguo Templo de San Agustín, en el centro de la Ciudad de México. CORTESÍA UNAM La Biblioteca Nacional en su sede actual, en la zona cultural de Ciudad Universitaria. ESPECIAL

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Viernes 28 de julio de 2017 EL UNIVERSALE16 CU LT U R A

PROYECTO UNAM Texto: Leonardo Huerta Mendoza sabina0210 @hotmail.com

Obras de Wagner, Keiko Abe y SchumannDentro de su Temporada de Verano 2017, la Orquesta Sinfónica de Minería,dirigida por Carlos Miguel Prieto, interpretará la Obertura de El holandés erran-te, de Wagner, Prism Rhapsody, de Keiko Abe, y la Sinfonía número 2 de Schu-mann, el 29 y 30 de julio (a las 20:00 y 12:00 horas, respectivamente), en laSala Nezahualcóyotl, en el Centro Cultural Universitario.

E S P E

C I A L Comendador

de la Orden delImperio BritánicoCarlos Frenk Mora, astrofísico egre-sado de la UNAM, fue reconocidopor la reina Isabel II Comendadorde la Orden del Imperio Británico,como parte de la lista de honorespor el cumpleaños de la monarca.Frenk Mora es considerado uno delos expertos en su campo de mayorautoridad en el mundo. Hizo sus es-tudios profesionales en la Facultadde Ciencias y es creador, junto conel director del Instituto Max Plankde Astrofísica, Simon White, delmodelo de Materia Oscura Fría conConstante Cosmológica, utilizadopara simular la formación y evolu-ción de estructuras cósmicas.

Re co n o c i m i e ntoa estudioso de losarrecifes de coralPor su labor en la generación de co-nocimiento nuevo sobre los arreci-fes de coral y por promover accionesque lleven a informar a la sociedadsobre sus funciones, protección yconservación, Lorenzo Álvarez Fi-lip, investigador del Instituto deCiencias del Mar y Limnología de laUNAM, recibió el World Reef Award2017, que otorga la International So-ciety for Reef Studies. Durante sutrayectoria profesional, Álvarez Fi-lip ha dedicado sus esfuerzos a en-tender cómo han cambiado losarrecifes de coral en las últimas dé-cadas y cuáles son los impactos an-tropogénicos en su degradación.

150 años dela BibliotecaN a c i o na lFue creada a partir deun decreto de 1867 delpresidente Benito Juárez.Desde el año de 1929ha estado bajo resguardode la UNAM

Este 2017, la Biblioteca Nacionalcumple 150 años de haber sidocreada a partir de un decreto de1867 del presidente Benito Juá-rez; sin embargo, por diferentescausas políticas no fue inaugu-

rada hasta el 2 de abril de 1884 por el presidenteManuel González. Desde 1929 ha estado bajo res-guardo de la UNAM. Entre las colecciones biblio-gráficas que la conforman, destacan el Fondo deOrigen, el Fondo Reservado, la Colección Mexi-cana, Incunables y Manuscritos.

Falta de bibliotecas públicasMucho antes de independizarse de España, Mé-xico buscaba fundar bibliotecas públicas para quesu población estuviera en condiciones de adquirircono cimiento s.

“En 1813, Joaquín Fernández de Lizardi abordóen el Diálogo con un francés la falta de bibliotecaspúblicas y de literatura moderna para la ilustra-ción del pueblo. Esta idea fue retomada en 1823por Lucas Alamán, ministro del Interior y de Re-laciones Exteriores, quien recomendó establecerbibliotecas y gabinetes de lectura para que los me-xicanos se instruyeran”, dice Sofía Brito Ocampo,investigadora del Instituto de Investigaciones Bi-bliográficas de la UNAM.

El 3 de enero de 1828, José María Irigoyen, di-putado liberal por el estado de Chihuahua, pre-sentó al Congreso un proyecto en el que recomen-daba la creación de la Biblioteca Nacional, la cualdebía estar formada no con las colecciones colo-niales, sino con literatura moderna que satisficie-ra las necesidades de instrucción de la gente.

“También recomendaba que se estableciera enun local dentro del Palacio Nacional y se adqui-rieran libros europeos. Este proyecto tampoco tu-vo éxito”, añade Brito Ocampo.

Primer decretoEl 12 de octubre de 1833, Valentín Gómez Farías,vicepresidente del país, en ausencia del presiden-te Antonio López de Santa Ana, decretó una leyque dispuso la extinción del Colegio de Santa Ma-ría de Todos los Santos, de origen jesuita, y facultóal gobierno a clausurar la Real y Pontificia Uni-versidad de México, de raíces eclesiásticas, y crearla Dirección General de Instrucción Pública parael Distrito Federal y Territorios Federales. Docedías después, el 24 de octubre, un decreto esta-bleció la creación de la Biblioteca Nacional.

“Con esta reforma se abría una institución decultura, la Biblioteca Nacional, y se cerraba otra,la Real y Pontificia Universidad de México, hechoinexcusable para un país que daba inicio a su in-dependencia sin instrucción pública y sin insti-tuciones de altos estudios modernos.”

No obstante, las pugnas políticas entre liberalesy conservadores impidieron que el proyecto de laBiblioteca Nacional fructificara: en 1834, SantaAna regresó a la presidencia y mediante la ley del31 de julio de ese año derogó los cambios de lareforma educativa de Gómez Farías.

“En el caso de la colección del Colegio de SantaMaría de Todos los Santos, permaneció en su lu-gar; y la de la Real y Pontificia Universidad de Mé-xico le fue restituida a esta institución”, indica lainve stigadora.

Segundo decretoEn 1846, José María Lafragua, ministro de Rela-ciones Interiores y Exteriores, estaba convencidode que la Biblioteca Nacional sería uno de los me-

dios más adecuados para difundir las ciencias ylas artes entre las clases menos favorecidas de lasociedad. Así, el 30 de septiembre de ese año emi-tió otro decreto para su fundación. Éste establecíaque la Biblioteca Nacional estaría formada por lasbibliotecas del Ministerio de Relaciones Interioresy Exteriores, del que dependía la instrucción pú-blica. También incluyó la biblioteca del extintoColegio de Santa María de Todos los Santos, quese encontraba en el de San Ildefonso, y las obrasduplicadas de las librerías de los conventos y co-legios del clero.

“Los letrados exigían tener a su alcance las bi-bliotecas coloniales, a pesar de que algunos colegiosdel clero, así como el de San Ildefonso, habían abier-to sus puertas a los lectores; con todo, éstos no con-taban con los recursos para adquirir obras moder-nas publicadas en México y Europa.”

Las luchas políticas otra vez impidieron que eldecreto de 1846 se concretara, por lo que la comu-nidad intelectual tuvo que esperar mejores tiempospara la fundación de la Biblioteca Nacional.

Tercer decretoPese a la Guerra de Reforma, liberales y conser-vadores se unieron para exigir el establecimientode bibliotecas públicas, gabinetes de lectura y laBiblioteca Nacional. En 1856, Ignacio Comonfortemitió otro decreto para la creación de ésta en laparte sur del Palacio Nacional. Comonfort retomóla idea de 1833 y adjudicó las bibliotecas del Co-legio de Santa María de Todos los Santos y de laReal y Pontificia Universidad de México a la Bi-blioteca Nacional.

“De nuevo, la Real y Pontificia Universidad deMéxico tuvo que suspender sus actividades, puesel gobierno liberal no percibía mayor beneficio deella. Su edificio y sus recursos materiales y eco-nómicos fueron asignados para la creación de laBiblioteca Nacional. Pero el proyecto de Comon-fort tampoco tuvo éxito”, refiere Brito Ocampo.

Ante la presión social, Ignacio Ramírez, minis-tro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instruc-ción Pública, determinó en 1861 que las bibliote-cas del clero ubicadas en la Ciudad de México fue-ran recogidas y enviadas a la Biblioteca Nacional,donde se sumaron a las colecciones de algunosministerios del gobierno.

Según un informe de José María Benítez, an-tiguo bibliotecario de la Real y Pontificia Univer-sidad de México, ese año se acumularon 90 mil652 volúmenes que procedían de los conventos deSan Francisco, de Santo Domingo, del Carmen, deSan Joaquín, de San Ángel, de San Diego, de San

Fernando y de Santo Domingo; de los templos deSan Agustín, de la Profesa, de la Merced y de PortaCoeli; de la capilla de Aranzázu; del Colegio de SanPablo; de la Real y Pontificia Universidad de Mé-xico; y de los ministerios de Relaciones Exteriores,de Justicia, Negocios Eclesiásticos e InstrucciónPública, y de Fomento.

Se empezó a remodelar la antigua sede de laReal y Pontificia Universidad de México, y lasobras se distribuyeron según el orden del L i bre r ohispano americano, que seguía la clasificaciónmoderna; mientras tanto, la Biblioteca Nacionalprestaba el servicio a sus lectores con la colecciónque había pertenecido a aquélla.

En la colección bibliográfica había muchasobras duplicadas; no pocas fueron vendidas o in-tercambiadas. Los recursos obtenidos se utiliza-ron en la encuadernación de las que estaban enmalas condiciones y en la adquisición, en Europay otros países, de obras modernas, así como de losimpresos producidos en México.

“Las obras que formaban la colección bibliográ-fica en 1862 y que podemos denominar Fondo deOrigen, aunque todavía no se conocía con estenombre, se clasificaban bajo los rubros de teolo-gía, jurisprudencia, ciencia médica, historia, cien-cias y artes, y bellas letras (tratados sobre lenguas,retórica, poesía, oratoria y filología).”

Dos años después, las condiciones políticas delpaís volvieron a cambiar, pues se estableció el Im-perio de Maximiliano de Habsburgo y, en con-secuencia, la colección de la Biblioteca Nacionalenfrentó nuevos desafíos. Una vez que leyó uninforme sobre las colecciones de la Biblioteca Na-cional, Maximiliano concluyó que sus libros eranobsoletos y no se ajustaban a los planes que teníapara la instrucción pública, pues deseaba formar

una biblioteca imperial con libros modernos.“Ordenó que los libros de la Biblioteca Nacional

fueran enviados a las bodegas del Museo Nacionaly al Colegio de la Enseñanza, no sin antes realizarun inventario”, comenta Brito Ocampo.

Creación definitivaCon el triunfo de la República en 1867, una de lasprimeras medidas del gobierno del presidenteJuárez fue la Ley de Instrucción Pública, a la quesiguieron la fundación de la Escuela Nacional Pre-paratoria y la Biblioteca Nacional.

“Juárez no ignoró los esfuerzos anteriores y re-conoció los decretos de 1833, 1846, 1856 y 1857. Deeste modo destinó el antiguo Templo de SanAgustín, edificio barroco del siglo XVII que fueconfiscado como pago de una multa a Vicente Es-candón por su participación en la aventura de Ma-ximiliano, para albergar la Biblioteca Nacional.”

Se nombró como director de ésta a José MaríaLafragua; y como bibliotecario, a José María Be-nítez. La remodelación del edificio, bajo la direc-ción de los arquitectos Eleuterio Méndez y Vicen-te Heredia, llevó décadas. Mientras concluían lasadecuaciones de la nave principal, se acondicionóla capilla de la Tercera Orden para ofrecer un ser-vicio provisional.

En 1869, luego del traslado, desde la CatedralMetropolitana, de la Biblioteca Iturriana (la pri-mera biblioteca pública en México), se abrió comogabinete de lectura para artesanos.

“La Biblioteca Iturriana dio servicio público du-rante 63 años, de 1804 a 1867, si bien fue creadaen el siglo XVIII”, apunta la investigadora.

En 1884 se abrió al público lector la nave prin-cipal del antiguo Templo de San Agustín. A suinauguración asistieron, entre otros personajes,José María Vigil, entonces director de la BibliotecaNacional; Joaquín Baranda, ministro de Justiciae Instrucción Pública; y Guillermo Prieto.

La Biblioteca Nacional estaría en ese sitio hasta1979, cuando fue trasladada a su nueva sede en lazona cultural de Ciudad Universitaria, al sur de laCiudad de México.

“En la actualidad se denomina Fondo de Origensólo a la colección formada por los impresos, quesuman aproximadamente 90 mil volúmenes.Tiene una gran importancia, ya que es la memoriaimpresa y documental que se formó durante laColonia y parte del siglo XIX; incluye los primerosimpresos que hubo en la Nueva España en el sigloXVI y libros europeos que se integraron al final delVirreinato y en los primeros años del México in-dep endiente”, finaliza Brito Ocampo. b

“Juárez destinó el antiguo Templode San Agustín, edificio barrocodel siglo XVII que fue confiscadocomo pago de una multa aVicente Escandón por suparticipación en la aventura deMaximiliano, para albergar laBiblioteca Nacional”SOFÍA BRITO OCAMPOInvestigadora del Instituto de InvestigacionesBibliográficas de la UNAM

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El antiguo Templo de San Agustín, en el centro de la Ciudad de México.

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La Biblioteca Nacional en su sede actual, en la zona cultural de Ciudad Universita r ia .

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