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5 EL NUEVO DÍA Sábado, 17 de septiembre de 2016 EL NUEVO DÍA Sábado, 17 de septiembre de 2016 GLAMOUR que duerme entre las ruinas Laura N. Pérez Sánchez [email protected] Twitter: @LauraPerezS P ara contar la abrupta historia del hotel Nor- mandie, no ha- cen falta metáfo- ras de barcos en- callados o de zo- zobras empresa- riales. Más bien, sobran. Porque, en los casi 80 años que tiene el edificio, los desastres y desmanes a los que ha estado expuesto han sido tantos y tan recurrentes que dan para relatar ese cuento y unos cuantos más. El Normandie, como se le conoce a lo largo y ancho de la isla, incluso por quie- nes ni siquiera han puesto un pie sobre la estrecha parcela triangular en la que está enclavado, se estrenó en el imaginario puertorriqueño a principios de la década de 1940 como una hospedería de lujo, pe- ro también como el hogar de noches de juergas –criticadas según los recuentos históricos, pero seguramente envidiadas también– en las que sus propietarios, el ingeniero Félix Benítez Rexach y su es- posa, la francesa Lucienne Suzanne Dhotelle, conocida como “Moineau”, eran los protagonistas indiscutibles. De las noches licenciosas del Voo Doo Room, un bar al costado del edificio, que- dan los relatos, las leyendas y más eviden- cias fotográficas de las que uno podría ima- ginar al alcance de una sencilla búsqueda en internet. En el presente, el hotel ofrece una estampa muy distinta de aquella, aun- que parecida a lo que ha sido gran parte de su vida: una estructura destartalada, y más de una interrogante como futuro. El anuncio la semana pasada de su más reciente puesta en venta sorprendió por los $9 millones en que se ofrece la pro- piedad que comprende más de 96,000 pies cuadrados justo a la entrada de la isleta de San Juan. A muchos, esto les pareció un “regalo”, al saber que, 10 años antes, un grupo de inversionistas había pagado más de cuatro veces esa cantidad. Pero el actual precio de venta es incluso mayor que el monto que desembolsó su dueño en una subasta en agosto de 2013. Según el Registro de la Propiedad, Interra Sky-Normandie, LLC tuvo que invertir me- nos de la mitad –$3,850,000– para com- prar el que sería el primer hotel en la amplia cartera de propiedades alrededor del mundo que mantiene su empresa ma- triz, Interra Capital Group. El Nuevo Día se comunicó a mediados de julio con Jack Polatsek, ejecutivo de ese conglomerado inmobiliario, para co- nocer los planes de Interra con el hotel, y aunque en un principio dijo a través de un correo electrónico que estaba dispuesto a atender la solicitud de información, en las semanas subsiguientes su secretaria ofre- ció varias excusas para la tardanza y fi- nalmente no respondió. La compra del Normandie por menos de $4 millones le ganó en 2014 a Interra Ca- pital Group, así como a Polatsek y su colega Ben Medetsky, una distinción como fi- nalistas para el premio a la transacción del año del Caribbean Hotel & Resort Inves- tment Summit. Según el laudo publicado en internet, la corporación con sede en Houston planificaba, mediante una inver- sión adicional de $45 millones, convertir al hotel en una hospedería de clase mundial. De hecho, cuando en mayo de 2014 el gobernador Alejandro García Padilla presentó ante la Legislatura de Puerto Ri- co su mensaje de situación del país y pre- supuesto titulado Agenda para la recupe- ración económica 2014-2018, mencionó, en el apartado dedicado al turismo, que “el hotel Normandie fue adquirido por un grupo de inversionistas extranjeros, se en- cuentra en una fase de planificación y pronto reabrirá sus puertas”. Eso, como puede constatar hasta el más despistado de los conductores o peatones que transiten por el lado norte de la isleta de San Juan, nunca ocurrió. Nuevamente, el edificio diseñado por el arquitecto puertorriqueño Raúl Reichard quedó en el abandono que ha sido tan parte de su historia como su presencia en la curva entre el parque Luis Muñoz Ri- vera y el hotel Caribe Hilton, que en 1949 se estrenó en esa esquina sanjuanera, siete años después que el Normandie. Benítez Rexach –un ingeniero boricua que abultó su fortuna construyendo puer- tos en la República Dominicana para el gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo– inauguró en octubre de 1942 su hotel en Puerta de Tierra, a pasos del que era el epicentro del ocio en la capital, El Escambrón Beach Club. La historia cuenta que Benítez Rexach requirió al arquitecto que modificara el diseño del edificio para incluirle, además de dos pisos adicionales donde ubicaría su residencia, elementos náuticos que recor- daran al trasatlántico francés SS Norman- die, donde había conocido un tiempo an- tes a Moineau –que se pronuncia “Mua- nó”–, entonces una cantante parisina con cierto éxito. “Hospedarse en el Hotel Normandie era iniciar una travesía a lo diferente, a lo lu- joso, a otros mundos que tenían muy poco en común con el de la vida diaria en nues- tro suelo”, dice la arquitecta y exdirectora de la Oficina Estatal de Conservación His- tórica (SHPO, en inglés) Arleen Pabón Charneco en su libro La arquitectura pa- trimonial puertorriqueña y sus estilos. La construcción del edificio había em- pezado en 1938, pero la casualidad o el destino en un juego premonitorio quisie- ron que la inauguración sucediera en 1942, a solo ocho meses de que el vapor Nor- mandie, que había sido incautado por el gobierno estadounidense en medio de la Segunda Guerra Mundial, se hundiera en la bahía de Nueva York tras un incendio. Una suerte similar alcanzaría al hotel. Pero no fue un fuego lo que hundió al Normandie de hormigón reforzado, sino una deuda contributiva millonaria que re- clamaba el gobierno estadounidense a sus propietarios, y que terminó en la década de 1960 con el cierre de operaciones de la hospedería por problemas económicos y el embargo del edificio, en 1976, por el Servicio federal de Rentas Internas. Al primer hotel de lujo del país le de- paraba una larga época de abandono, en la que sufrió el vandalismo que dejó a sus paredes tachadas de grafiti y repleta de sillas y escombros a la piscina del ves- tíbulo, donde, en los tiempos de pompa, Moineau dejaba a un lado sus trajes de chaqueta y pantalón para dar paso a otro escándalo: nadar desnuda para el escarnio –y la envidia– de la sociedad sanjuanera. El primer cierre del hotel dio paso a otra de las constantes de su historia, las al- teraciones de su estructura. En 1967, de cobijar huéspedes, incluyendo a un no- vato Yogi Berra que llegó a Puerto Rico junto a los Yanquis de Nueva York para jugar varios partidos de exhibición, la marquesina de la entrada del edificio pasó a albergar uno de los primeros McDo- nald’s en la isla. Años después, ese espacio al pie de la torre de siete pisos,lo ocupó un Burger King, que servía sus hamburguesas y pa- pas fritas mientras, adentro y hasta bien entrada la década de 1980, sobrevivían pese al salitre y el vandalismo lámparas de Baccarat, relieves cromados y escaleras de caoba como testimonio del ostentoso gus- to de Benítez Rexach y Moineau. El hotel Normandie, además de ser icó- nico, planteaba en aquella época la misma encrucijada que hoy: ¿cómo convertirlo en un negocio exitoso cuando, para recons- truirlo, necesita una inversión multimi- llonaria, pero está incrustado en una par- cela pequeña y apretada que da poco juego para adaptarlo a los tiempos? Entonces, como ahora y en el pasado reciente, hubo ideas de todo tipo para en- contrar una solución al problema de este edificio que se incorporó en 1980 al re- gistro estadounidense de lugares históri- cos y, desde el año 2000, al Registro de Zonas y Sitios Históricos que establece en Puerto Rico la Junta de Planificación, y que obliga a que cualquier intervención en el edificio tenga el aval del Instituto de Cultura Puertorriqueña. En 1983, la senadora Velda González propuso que el gobierno lo comprara y lo convirtiera en un centro de recreación y deportes; a principios de esta década, un grupo de inversionistas auscultó la po- sibilidad de establecer un hotel y centro de servicios médicos y estéticos y, en este mismo año, el presidente de la Comisión cameral de Turismo, Ángel Matos, ha planteado, aunque con cierta cautela, la posibilidad de emprender un proyecto gu- bernamental en conjunto con el sector [email protected] [email protected] FOTOS E ILUSTRACIÓN: SUMINISTRADAS SHPO Y PRHBDS El hotel diseñado por el arquitecto Raúl Reichard ha pasado largas temporadas abandonado, y ha sido vandalizado –incluyendo la piscina original en el centro del patio interior–, ha sufrido cambios en su estructura, como la instalación de un restaurante de comida rápida, y, más recientemente, la remoción de su emblemático letrero, una reproducción del original, por motivos de seguridad. P U E RTO RICO HOY 4 PUERTO RICO H OY 5 El hotel Normandie, la primera hospedería de lujo en el país, se niega a desaparecer a pesar de los años y años de abandono

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Page 1: laura.perg frmedia.comez@ PTwitter: @LauraPerezSmarquesina de la entrada del edificio pasÒ a albergar uno de los primeros McDo-nald3s en la isla. AÐos despuÈs, ese espacio al pie

5EL NUEVO DÍA

Sáb ado,1 7 de s e p t i e m b re de 2016

EL NUEVO DÍASáb ado,1 7 de s e p t i e m b re de 2016

GL AMOURque duermeentre las ruinas

Laura N. Pérez Sánchezlaura.perez@g frmedia.com

Twitter: @LauraPerezS

Para contar laabrupta historiadel hotel Nor-mandie, no ha-cen falta metáfo-ras de barcos en-callados o de zo-zobras empresa-riales. Más bien,

sobran. Porque, en los casi 80 años quetiene el edificio, los desastres y desmanesa los que ha estado expuesto han sidotantos y tan recurrentes que dan pararelatar ese cuento y unos cuantos más.

El Normandie, como se le conoce a lolargo y ancho de la isla, incluso por quie-nes ni siquiera han puesto un pie sobre laestrecha parcela triangular en la que estáenclavado, se estrenó en el imaginariopuertorriqueño a principios de la décadade 1940 como una hospedería de lujo, pe-ro también como el hogar de noches dejuergas –criticadas según los recuentoshistóricos, pero seguramente envidiadastambién– en las que sus propietarios, elingeniero Félix Benítez Rexach y su es-posa, la francesa Lucienne SuzanneDhotelle, conocida como “Moineau”,eran los protagonistas indiscutibles.

De las noches licenciosas del Voo DooRoom, un bar al costado del edificio, que-dan los relatos, las leyendas y más eviden-cias fotográficas de las que uno podría ima-ginar al alcance de una sencilla búsquedaen internet. En el presente, el hotel ofreceuna estampa muy distinta de aquella, aun-que parecida a lo que ha sido gran parte desu vida: una estructura destartalada, y másde una interrogante como futuro.

El anuncio la semana pasada de su másreciente puesta en venta sorprendió porlos $9 millones en que se ofrece la pro-piedad que comprende más de 96,000 piescuadrados justo a la entrada de la isleta deSan Juan. A muchos, esto les pareció un“regalo”, al saber que, 10 años antes, ungrupo de inversionistas había pagado másde cuatro veces esa cantidad.

Pero el actual precio de venta es inclusomayor que el monto que desembolsó sudueño en una subasta en agosto de 2013.Según el Registro de la Propiedad, InterraSky-Normandie, LLC tuvo que invertir me-nos de la mitad –$3,850,000– para com-prar el que sería el primer hotel en laamplia cartera de propiedades alrededordel mundo que mantiene su empresa ma-triz, Interra Capital Group.

El Nuevo Día se comunicó a mediadosde julio con Jack Polatsek, ejecutivo deese conglomerado inmobiliario, para co-nocer los planes de Interra con el hotel, yaunque en un principio dijo a través de uncorreo electrónico que estaba dispuesto aatender la solicitud de información, en lassemanas subsiguientes su secretaria ofre-ció varias excusas para la tardanza y fi-nalmente no respondió.

La compra del Normandie por menos de$4 millones le ganó en 2014 a Interra Ca-pital Group, así como a Polatsek y su colegaBen Medetsky, una distinción como fi-nalistas para el premio a la transacción delaño del Caribbean Hotel & Resort Inves-tment Summit. Según el laudo publicadoen internet, la corporación con sede enHouston planificaba, mediante una inver-sión adicional de $45 millones, convertir alhotel en una hospedería de clase mundial.

De hecho, cuando en mayo de 2014 elgobernador Alejandro García Padillapresentó ante la Legislatura de Puerto Ri-co su mensaje de situación del país y pre-supuesto titulado Agenda para la recupe-ración económica 2014-2018, mencionó, enel apartado dedicado al turismo, que “elhotel Normandie fue adquirido por ungrupo de inversionistas extranjeros, se en-cuentra en una fase de planificación ypronto reabrirá sus puertas”.

Eso, como puede constatar hasta el másdespistado de los conductores o peatonesque transiten por el lado norte de la isletade San Juan, nunca ocurrió.

Nuevamente, el edificio diseñado por elarquitecto puertorriqueño Raúl Reichardquedó en el abandono que ha sido tanparte de su historia como su presencia enla curva entre el parque Luis Muñoz Ri-vera y el hotel Caribe Hilton, que en 1949 seestrenó en esa esquina sanjuanera, sieteaños después que el Normandie.

Benítez Rexach –un ingeniero boricuaque abultó su fortuna construyendo puer-tos en la República Dominicana para elgobierno del dictador Rafael LeónidasTrujillo– inauguró en octubre de 1942 suhotel en Puerta de Tierra, a pasos del queera el epicentro del ocio en la capital, ElEscambrón Beach Club.

La historia cuenta que Benítez Rexachrequirió al arquitecto que modificara eldiseño del edificio para incluirle, ademásde dos pisos adicionales donde ubicaría suresidencia, elementos náuticos que recor-daran al trasatlántico francés SS Norman-die, donde había conocido un tiempo an-tes a Moineau –que se pronuncia “Mua -nó”–, entonces una cantante parisina concierto éxito.

“Hospedarse en el Hotel Normandie erainiciar una travesía a lo diferente, a lo lu-joso, a otros mundos que tenían muy pocoen común con el de la vida diaria en nues-tro suelo”, dice la arquitecta y exdirectorade la Oficina Estatal de Conservación His-tórica (SHPO, en inglés) Arleen PabónCharneco en su libro La arquitectura pa-trimonial puertorriqueña y sus estilos.

La construcción del edificio había em-pezado en 1938, pero la casualidad o eldestino en un juego premonitorio quisie-ron que la inauguración sucediera en 1942,a solo ocho meses de que el vapor Nor-mandie, que había sido incautado por elgobierno estadounidense en medio de laSegunda Guerra Mundial, se hundiera enla bahía de Nueva York tras un incendio.

Una suerte similar alcanzaría al hotel.Pero no fue un fuego lo que hundió alNormandie de hormigón reforzado, sinouna deuda contributiva millonaria que re-clamaba el gobierno estadounidense a suspropietarios, y que terminó en la décadade 1960 con el cierre de operaciones de lahospedería por problemas económicos yel embargo del edificio, en 1976, por elServicio federal de Rentas Internas.

Al primer hotel de lujo del país le de-paraba una larga época de abandono, en laque sufrió el vandalismo que dejó a susparedes tachadas de grafiti y repleta desillas y escombros a la piscina del ves-tíbulo, donde, en los tiempos de pompa,Moineau dejaba a un lado sus trajes dechaqueta y pantalón para dar paso a otroescándalo: nadar desnuda para el escarnio–y la envidia– de la sociedad sanjuanera.

El primer cierre del hotel dio paso a otrade las constantes de su historia, las al-teraciones de su estructura. En 1967, decobijar huéspedes, incluyendo a un no-vato Yogi Berra que llegó a Puerto Ricojunto a los Yanquis de Nueva York para

jugar varios partidos de exhibición, lamarquesina de la entrada del edificio pasóa albergar uno de los primeros McDo-nald’s en la isla.

Años después, ese espacio al pie de latorre de siete pisos,lo ocupó un BurgerKing, que servía sus hamburguesas y pa-pas fritas mientras, adentro y hasta bienentrada la década de 1980, sobrevivíanpese al salitre y el vandalismo lámparas deBaccarat, relieves cromados y escaleras decaoba como testimonio del ostentoso gus-to de Benítez Rexach y Moineau.

El hotel Normandie, además de ser icó-nico, planteaba en aquella época la mismaencrucijada que hoy: ¿cómo convertirlo enun negocio exitoso cuando, para recons-truirlo, necesita una inversión multimi-llonaria, pero está incrustado en una par-cela pequeña y apretada que da poco juegopara adaptarlo a los tiempos?

Entonces, como ahora y en el pasadoreciente, hubo ideas de todo tipo para en-contrar una solución al problema de esteedificio que se incorporó en 1980 al re-gistro estadounidense de lugares históri-cos y, desde el año 2000, al Registro deZonas y Sitios Históricos que establece enPuerto Rico la Junta de Planificación, yque obliga a que cualquier intervenciónen el edificio tenga el aval del Instituto deCultura Puertorriqueña.

En 1983, la senadora Velda Gonzálezpropuso que el gobierno lo comprara y loconvirtiera en un centro de recreación ydeportes; a principios de esta década, ungrupo de inversionistas auscultó la po-sibilidad de establecer un hotel y centro deservicios médicos y estéticos y, en estemismo año, el presidente de la Comisióncameral de Turismo, Ángel Matos, haplanteado, aunque con cierta cautela, laposibilidad de emprender un proyecto gu-bernamental en conjunto con el sector

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El hotel diseñado por el arquitecto RaúlReichard ha pasado largas temporadasabandonado, y ha sido vandalizado–incluyendo la piscina original en elcentro del patio interior–, ha sufridocambios en su estructura, como lainstalación de un restaurante de comidarápida, y, más recientemente, la remociónde su emblemático letrero, unareproducción del original, por motivos deseguridad.

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El hotel Normandie, la primera hospederíade lujo en el país, se niega a desaparecera pesar de los años y años de abandono

Page 2: laura.perg frmedia.comez@ PTwitter: @LauraPerezSmarquesina de la entrada del edificio pasÒ a albergar uno de los primeros McDo-nald3s en la isla. AÐos despuÈs, ese espacio al pie

privado para intentar salvar al Norman-die del abandono y de otra de las opcionesque se han barajado a lo largo del tiempo:su demolición.

“Yo no estoy claro ahora mismo si unbuen camino, empezando el próximocuatrienio, es que el Estado haga unaoferta para adquirir el hotel, y que sedesarrolle la propiedad como una alianzapúblico privada”, indicó Matos en unaentrevista reciente con este diario.

Algunas cadenas hoteleras interna-cionales mostraron interés en admi-nistrar un Normandie renovado, peroeso quedó en nada, puesto que la re-construcción nunca se dio, y El NuevoDía pudo confirmar que, desde la se-mana pasada, ya han sido varios losgrupos de inversionistas que han in-dagado sobre sus opciones, tanto conagencias gubernamentales como conla inmobiliaria Newmark Grubb Carib-bean, encargada de la venta.

Quienes favorecen su permanencia re-conocen las dificultades que plantea eledificio, pero aseguran que puede ser exi-toso si los inversionistas tienen un pocode imaginación y adaptan las insistentesexpectativas de devolverlo al mercado delujo que lo han condenado a la ruina.

A lo largo de los años, se han men-cionado dos particularidades de esta pro-piedad que los inversionistas y hoteleroshan considerado verdaderas limitacio-nes: lo reducido de su espacio para es-tacionamiento y la falta de un acceso am-plio a la playa.

Desde que Interra Sky-Normandie ad-quirió el hotel en 2013, se han sucedido losrumores sobre las razones para que noarrancara la remodelación, y estos dos as-pectos se mencionaron con insistencia.

La alcaldesa de San Juan, Carmen Yu-lín Cruz, aseguró a El Nuevo Día que elayuntamiento ha estado dispuesto a ofre-cer, a cambio de un alquiler, un terrenoaledaño al parque Sixto Escobar para queconstruyan un estacionamiento soterra-do con una azotea a modo de plazoleta,que esté abierta al público.

Cruz indicó que se estima que esa obracostaría unos $10 millones adicionales alos alrededor de $40 millones que habíandicho los inversionistas que harían faltapara rehabilitar del hotel.

Sin mencionar directamente los recla-mos de los inversionistas para ganar unacceso a la playa adicional a la pequeñapuerta que hoy tiene el hotel en uno de susmuros, Cruz dijo que la potencial reaper-tura del Normandie “debe dejar meridia-namente claro que, para progresar, no es-tamos dispuestos a pagar el precio de com-

prometer, vender o enajenar de maneraalguna nuestros recursos naturales”.

La alcaldesa defendió la conservación deledificio que catalogó como un “emblemá -tico testigo de la historia” que “debe ocuparsu espacio como parte de la agenda defuturo” de la industria turística del país.

Pero, ¿por qué conservarlo? Marcelo Ló-pez Dinardi, profesor asociado adjunto dearquitectura en Barnard College, destacóque existen diversas razones por las quequerer proteger o conservar un edificio oestructura, y estas van desde su valor pu-ramente arquitectónico y artístico hasta loque ha representado esa edificación para lacultura o la historia del país.

En el caso del hotel Normandie, LópezDinardi considera que, a pesar de no tra-tarse de una gran joya arquitectónica –de laque sí destaca el valor de su espacio in-terior–, los eventos que allí ocurrieron, loshuéspedes que pasaron por sus habitacio-nes y áreas comunes y el testimonio queofrece de una época importante en el cre-

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cimiento de San Juan ofrecen razones su-ficientes para su conservación.

“Hay valores culturales que no nece-sariamente tienen que ver con el valorarquitectónico”, dijo López Dinardi,quien favorece intervenciones controla-das que permitan alargarle o, más bien,devolverle la vida a la estructura.

“Yo normalizaría el edificio: lo trataríade amarrar a una realidad de lo que pue-de hacer. A lo mejor tiene que ser vi-vienda, o tienen que ser apartamentos dealquiler... dejar de pensar que este edificiotiene que llegar a ser el superhotel que noha logrado volver a ser”, indicó en en-trevista telefónica desde Nueva York.

Desde la Oficina Estatal de Conserva-ción Histórica, entidad gubernamentalque supervisa en Puerto Rico las estruc-turas que, como el hotel Normandie, fi-guran en el registro estadounidense delugares históricos, urgen a los inversio-nistas a unirse a esta corriente para pre-servar este patrimonio.

“La arquitectura no existe sin la his-toria, sin la parte cultural”, apunta la di-rectora ejecutiva de SHPO, Nydia Prés-tamo Torres.

Recordó que, por ser parte del registro,quien adquiera el Normandie cualificaríapara un crédito contributivo federal dehasta el 20% de la inversión en su recons-trucción o restauración siempre y cuandose deje llevar por las normas de rehabi-litación que ha establecido el Departamen-to del Interior de Estados Unidos.

Sin embargo, aunque este beneficio haestado disponible desde el ingreso del ho-tel al registro en 1980, la realidad es queninguna de las intervenciones que ha su-frido el edificio, que ha reabierto en 1990,2000 y 2005, se ha hecho respetando esoscriterios, por lo que sus propietarios nocualificaron para recibir el crédito.

A pesar de las múltiples alteraciones quehan borrado u ocultado importantes ele-mentos arquitectónicos de la estructura yde los largos periodos de abandono y de-terioro, Préstamo Torres está convencidade que aún queda mucho por conservar.

“El edificio por sí mismo se ha negado amorir. Él está ahí, todo el mundo lo quie-re, todo el mundo lo reconoce”, señaló.“El edificio te dice lo que quiere, peromucha gente no lo escucha”.

Martha Concepción Pantoja colaborócon este reportaje.

“Hospedarse en el Hotel Normandie erainiciar una travesía a lo diferente, a lolujoso, a otros mundos que tenían muypoco en común con el de la vida diaria ennuestro suelo”

Desde su inauguración en 1942, el Normandie ha reabierto sus puertas como hotel en tres ocasiones: 1990, 2000 y 2005.

PUERTO RICOH OY6 EL NUEVO DÍA

, 1 7 de s e p t i e m b re de 2016

ARLEEN PABÓN CHARNECO