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Reporte de lectura: El placer y la norma en ciencias sociales - Daniel Jiménez Martínez La lectura realiza un recorrido por las concepciones que se han tenido del papel del placer en las distintas teorías sobre la sociedad y su organización, divididas entre aquellas que procuran el placer y aquellas que lo reprimen. El autor identifica un paso de las ideas que colocaban al placer y al deseo como prioridad mayor de la sociedad a aquellas que lo entienden como un vicio, que a su vez se corresponde con el paso del capitalismo agrario al capitalismo industrial, que considera inmoral todo aquello que no estimule la circulación del capital, nuevo centro hacia el que debe tender la sociedad en sus diferentes dimensiones. Lo anterior desencadena un debate que pretende reivindicar el placer y el deseo contra las condiciones de vida que provee el siniestro y represor sistema capitalista industrial autoritario burgués neoliberal, que usa a las ciencias con fines de control y no de enriquecimiento de las capacidades humanas, posición que atribuye al utilitarismo, análogo de cierta manera a la ética aristotélica en la que la ética y la política tienen el mismo objetivo de preservar y crear felicidad, variando sólo el nivel individual de la ética y el colectivo de la política. En todo caso el utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill es distorsionado por los pragmatistas estadounidenses que lo ajustan con el mathusianismo, contraponiendo a Marx y su sueño de que el trabajo sea un medio de liberación y no de

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Reporte de lectura: El placer y la norma en ciencias sociales - Daniel Jiménez Martínez

La lectura realiza un recorrido por las concepciones que se han tenido del papel del placer en las distintas teorías sobre la sociedad y su organización, divididas entre aquellas que procuran el placer y aquellas que lo reprimen. El autor identifica un paso de las ideas que colocaban al placer y al deseo como prioridad mayor de la sociedad a aquellas que lo entienden como un vicio, que a su vez se corresponde con el paso del capitalismo agrario al capitalismo industrial, que considera inmoral todo aquello que no estimule la circulación del capital, nuevo centro hacia el que debe tender la sociedad en sus diferentes dimensiones. Lo anterior desencadena un debate que pretende reivindicar el placer y el deseo contra las condiciones de vida que provee el siniestro y represor sistema capitalista industrial autoritario burgués neoliberal, que usa a las ciencias con fines de control y no de enriquecimiento de las capacidades humanas, posición que atribuye al utilitarismo, análogo de cierta manera a la ética aristotélica en la que la ética y la política tienen el mismo objetivo de preservar y crear felicidad, variando sólo el nivel individual de la ética y el colectivo de la política. En todo caso el utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill es distorsionado por los pragmatistas estadounidenses que lo ajustan con el mathusianismo, contraponiendo a Marx y su sueño de que el trabajo sea un medio de liberación y no de enajenación, característica sin duda central que distingue al reino de la necesidad del de la libertad, idea que será reformulada por Tönnies y por Marcuse, añadiendo – en el caso de Marcuse – supuestos del psicoanálisis freudiano. La lectura pasa a intentar justificar una relación moralmente necesaria entre las ciencias sociales y el compromiso por asegurar la felicidad y criticar las condiciones que la imposibilitan, dándole así una dimensión teleológica1 que limita el horizonte de su comprensión e ideologizan sus estudios, el autor no se da cuenta de esto (y si lo hace no lo dice) porque pertenece a ese grupo de sociólogos caritativos, altruistas y humanistas que usan la sociología para decir que ellos sufren con los que sufren y para legitimar actitudes y movimientos contestatarios, disfrazando sus contenidos de teoría cuando en realidad son adulaciones y legitimaciones de la rebelión, ésta no es mala en sí pero es un fenómeno social que uno no puede comprender poniéndose a favor o en contra de ella, puesto que de antemano tienen una actitud defensiva y 1 Hipostasiándose también a la sociedad, todas las teorías sociales que expone presuponen que la sociedad en tanto tal tiene un fin, sea productivo o recreativo.

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propagandista incompatible con la rigurosidad que deben tener las ciencias sociales, lo que no debe identificarse con una pretensión de objetividad positivista, ya que la seriedad de los estudios sociales implica un estudio de las herramientas, prejuicios e ideales de los que el mismo sociólogo parte, realizando un estudio de estos como fenómenos sociales (no como herramientas transparentes y neutrales), de lo contrario se llega a ingenuidades como las que afirman la existencia de una naturaleza o esencia humana, sea de orden erótico o de otro, por ejemplo, el freudianismo de Marcuse2 supone una concepción de la sexualidad humana caracterizada como instintiva, buena e innata pero que deja de funcionar en sociedades donde las familias se estructuran, se relacionan y desarrollan en contextos diferentes, anulando cualquier indicio de complejos de Edipo, de Elektra o lo que sea. Voy a concluir diciendo que la relación entre placer y sociedad puede exponerse mejor si se problematiza en lugar de desacreditar y lambisconear teorías que, en todo caso, toman al placer como algo abstracto. La relación entre placer y sociedad nos lleva a debates muy concretos como los de las drogas, prostitución, violencia, violación, libertinaje, maltrato animal, consumismo, duración de la jornada de trabajo, etcétera; porque cuando alguien no presiona ni cuestiona ni problematiza sus ideas ni las contrasta con aquellas situaciones donde ellas dejan de parecer cierta entonces todo su discurso no puede ser tomado en serio como teoría sino como propaganda.

2 Véase el prefacio a la edición francesa de El hombre unidimensional (Marcuse) y confróntese con la noción de voluntad de Schopenhauer para notar el esencialismo de ese psicoanálisis politizado.