¿qué hacemos con los deberes? · los deberes. se perciben, y así se transmiten, como algo...

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Autonomías 21 de noviembre de 2013 Núm. 4.002 (1.685) ESCUELA 29 HEIKE FREIRE Pedagoga El acuerdo tácito por el que la mayoría de los adultos defendemos la importancia de los deberes escolares para la educación de nuestros hijos y alumnos, me recuerda el famoso cuento de Andersen titulado “El traje nuevo del emperador”: seguramente por miedo a perder sus privilegios, ningún adulto se atreve a admitir que el rey va desnudo... Sin embargo, una revisión cuidadosa de la literatura científica, como la que realiza Alfie Kohn en El mito de los deberes (Kalei- da, 2013) muestra que no existen pruebas conclu- yentes de su eficacia para mejorar el aprendizaje y/o adquirir hábitos de trabajo, especialmente en Prima- ria. Con todo, la carga de deberes escolares no ha deja- do de aumentar en los últimos 30 años y, junto con las actividades extraescolares, son una de las principales causas del escaso tiempo libre del que disfrutan los niños de hoy. Si tenemos en cuenta el decisivo papel del juego espon- táneo en el desarrollo infantil, esta sería ya una razón suficiente para que los deberes desaparecieran o, al menos, para que se transformaran. Además, sus contenidos suelen consistir en aburridas repeticio- nes de enunciados (supuestamente para mejorar la caligrafía sufriendo, ¿tal vez por aquello de que “la letra con sangre entra”?); actividades homogéneas, elegidas por el profesor, muchas veces redundantes entre materias y sin el más mínimo atractivo para los alumnos. La práctica de los deberes escolares, en su enfoque convencional, no tiene en cuenta el bienes- tar de los niños y niñas, ni tampoco su motivación personal; se ha convertido en un ritual que les enseña a inhibir su curiosidad natural, sustituyéndola por un aprendizaje artificial, dirigido y controlado desde afuera. Si queremos ser honestas con nosotras mis- mas, deberíamos gritar que el rey va desnudo: así podríamos replantearnos el sentido de los deberes y, con la participación de los alumnos, adaptarlos a sus auténticas necesidades e intereses. ¡Pero si va desnudo! Son necesarios Deberes sí, para motivar el descubrimiento del alumno MARI CARMEN GARCÍA MIRAZ Maestra y Psicopedagoga Situémonos: ratios al alza, alumnado heterogéneo, exámenes, evalua- ciones externas, ausencia de recursos para ofrecer refuerzo en el aula, amplitud del currículo obligatorio, orientación a resultados… Demasia- da exigencia como para estar a la altura trabajando únicamente durante las horas de aula. Por todo ello, y aun sabiendo que más horas de estu- dio no conllevan necesariamente un mayor rendimiento académico, en nuestro contexto ese tiempo extra sí es necesario, pues los docentes lo tienen difícil para crear situaciones de enseñanza eficaces. El trabajo en casa ayudará a compensar los obstáculos que alumnos y maestros encuentran en el camino a sus respectivas metas: aprender y enseñar. Por otro lado, trabajar solo permitirá al estudiante hacerse con las herramientas necesarias para dominar el aprendizaje autorregulado, imprescindible en etapas superiores. El hábito de estudio se debe intro- ducir pronto y de forma progresiva. Entiendo la oposición de los padres que, como yo, hacen malabaris- mos para conciliar su vida laboral con la familiar. A ellos me atrevería a darles un consejo basado en mi experiencia: no ayudéis a vuestros hijos con sus deberes. No lo convirtáis en una carga para vosotros. Y no asumáis que es una carga para ellos. Se trata de un trabajo extra que forma parte de su día a día y que les ayudará a ser mejores estudiantes. No tiene sentido compararnos con otros países. Si las políticas edu- cativas son opuestas, la manera de organizar el trabajo escolar no puede ser la misma. Es inevitable pensar en Finlandia, como el referente que el informe PISA nos descubrió hace años. Pero no olvidemos que en ese país el currículo oficial constituye unos mínimos básicos que son adaptados por cada centro en función de las necesidades de los estu- diantes; los maestros pasan por duros procesos de selección; su sistema educativo, totalmente gratuito, está basado en la confianza entre todos los miembros de la comunidad educativa; y se apuesta por metodolo- gías participativas basadas en el aprendizaje por descubrimiento. Así, la reflexión en el aula está garantizada. Aquí, de momento, tenemos lo que tenemos. Y con este sistema, es imprescindible que el alumnado estudie también en casa. LAURA GIL CONTRERAS Estudiante del Grado de Educación Infantil y Primaria Escribo desde mi experiencia como estudiante de último curso del Grado de Educación Infantil y Primaria. O sea, como una futu- ra maestra que debe plantear, no sólo el contenido de las clases sino también aquellas actividades, que desde casa, deben llevar a cabo los alumnos, después de las clases. Durante la carrera el tema de los deberes se trata en varias ocasiones, pero siempre como “recursos” para fortalecer el proceso de enseñanza- aprendizaje. Pero no se cuestionan los deberes. Se perciben, y así se transmiten, como algo necesario e insustituible. Pero no se trata sólo de la cantidad, sino también el tipo de deberes. Los tediosos y repetitivos suelen ser percibidos por los alumnos como un castigo, sin embargo, cuando se trata de tareas más divertidas como acom- pañar a los padres al mercado e ir sumando la cuenta, o fijándose en las etiquetas de los alimentos, este trabajo no se vive como algo negativo, sino todo lo contrario. Y es una manera, sin duda mejor, de profundizar en lo aprendido. Otro tema importante, a mi parecer, es el tiempo de dedicación. A pesar de que los estudios influidos por PISA y sus resultados aconsejan que estos tiempos no sean inferiores a una o dos horas diarias, creo que para algunos alumnos esto resulta exce- sivo. Soy partidaria de que lleven a cabo tareas extraescolares que les ocupen varios días, en las que pri- me el descubrimiento y el deseo de aprender. A veces, los padres intro- ducen mucha tensión en este deba- te, porque piden o que se reduzca el tiempo de dedicación a los debe- res o que se amplíe, porque tienen la impresión que un maestro que no “manda deberes” no se toma su tarea en serio. En definitiva, pien- so que durante la formación del maestro deberían contemplarse como un tema transversal que nos ayudara a elegir los que mejor se adecuan para después poder expli- car a padres y alumnos qué deberes y por qué van a llevar a cabo. ¿Qué hacemos con los deberes? Deberes ¿sí o no? En algunos países como España los alumnos pasan hasta tres horas diarias estudiando o haciendo deberes. En otros, como Finlandia, ese tiempo no pasa de 30 minutos mientras que en Francia se valora prohibirlos por completo. ¿Son imprescindibles? ¿Deben reducirse o al contrario, tener más peso específico en las tareas de enseñanza-aprendizaje? ¿Podemos imaginar nuestro sistema educativo sin debe- res? Tres voces responden a este debate, que no deja indiferente a nadie: una maestra, una pedagoga y una estudiante de Magisterio. Nos falta la tuya, ¿Y tú qué opinas? (participa en Faceebok/PeriodicoEscuela ) Contrapunto

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Page 1: ¿Qué hacemos con los deberes? · los deberes. Se perciben, y así se transmiten, como algo necesario e insustituible. Pero no se trata sólo de la cantidad, sino también el tipo

Autonomías21 de noviembre de 2013 Núm. 4.002 (1.685) ESCUELA 29

HEIKE FREIRE

Pedagoga

El acuerdo tácito por el que la mayoría de los adultos defendemos la importancia de los deberes escolares para la educación de nuestros hijos y alumnos, me recuerda el famoso cuento de Andersen titulado “El traje nuevo del emperador”: seguramente por miedo a perder sus privilegios, ningún adulto se atreve a admitir que el rey va desnudo... Sin embargo, una revisión cuidadosa de la literatura científi ca, como la que realiza Alfi e Kohn en El mito de los deberes (Kalei-da, 2013) muestra que no existen pruebas conclu-yentes de su efi cacia para mejorar el aprendizaje y/o adquirir hábitos de trabajo, especialmente en Prima-ria. Con todo, la carga de deberes escolares no ha deja-do de aumentar en los últimos 30 años y, junto con las actividades extraescolares, son una de las principales causas del escaso tiempo libre del que disfrutan los

niños de hoy. Si tenemos en cuenta el decisivo papel del juego espon-táneo en el desarrollo infantil, esta sería ya una razón sufi ciente para que los deberes desaparecieran o,

al menos, para que se transformaran. Además, sus contenidos suelen consistir en aburridas repeticio-nes de enunciados (supuestamente para mejorar la caligrafía sufriendo, ¿tal vez por aquello de que “la letra con sangre entra”?); actividades homogéneas, elegidas por el profesor, muchas veces redundantes entre materias y sin el más mínimo atractivo para los alumnos. La práctica de los deberes escolares, en su enfoque convencional, no tiene en cuenta el bienes-tar de los niños y niñas, ni tampoco su motivación personal; se ha convertido en un ritual que les enseña a inhibir su curiosidad natural, sustituyéndola por un aprendizaje artifi cial, dirigido y controlado desde afuera. Si queremos ser honestas con nosotras mis-mas, deberíamos gritar que el rey va desnudo: así podríamos replantearnos el sentido de los deberes y, con la participación de los alumnos, adaptarlos a sus auténticas necesidades e intereses.

¡Pero si va desnudo!

Son necesarios

Deberes sí, para motivar

el descubrimiento

del alumno

MARI CARMEN GARCÍA MIRAZ

Maestra y Psicopedagoga

Situémonos: ratios al alza, alumnado heterogéneo, exámenes, evalua-ciones externas, ausencia de recursos para ofrecer refuerzo en el aula, amplitud del currículo obligatorio, orientación a resultados… Demasia-da exigencia como para estar a la altura trabajando únicamente durante las horas de aula. Por todo ello, y aun sabiendo que más horas de estu-dio no conllevan necesariamente un mayor rendimiento académico, en nuestro contexto ese tiempo extra sí es necesario, pues los docentes lo tienen difícil para crear situaciones de enseñanza efi caces.

El trabajo en casa ayudará a compensar los obstáculos que alumnos y maestros encuentran en el camino a sus respectivas metas: aprender y enseñar. Por otro lado, trabajar solo permitirá al estudiante hacerse con las herramientas necesarias para dominar el aprendizaje autorregulado, imprescindible en etapas superiores. El hábito de estudio se debe intro-ducir pronto y de forma progresiva.

Entiendo la oposición de los padres que, como yo, hacen malabaris-mos para conciliar su vida laboral con la familiar. A ellos me atrevería a darles un consejo basado en mi experiencia: no ayudéis a vuestros hijos con sus deberes. No lo convirtáis en una carga para vosotros. Y no asumáis que es una carga para ellos. Se trata de un trabajo extra que forma parte de su día a día y que les ayudará a ser mejores estudiantes.

No tiene sentido compararnos con otros países. Si las políticas edu-cativas son opuestas, la manera de organizar el trabajo escolar no puede ser la misma. Es inevitable pensar en Finlandia, como el referente que el informe PISA nos descubrió hace años. Pero no olvidemos que en ese país el currículo ofi cial constituye unos mínimos básicos que son adaptados por cada centro en función de las necesidades de los estu-diantes; los maestros pasan por duros procesos de selección; su sistema educativo, totalmente gratuito, está basado en la confi anza entre todos los miembros de la comunidad educativa; y se apuesta por metodolo-gías participativas basadas en el aprendizaje por descubrimiento. Así, la refl exión en el aula está garantizada.

Aquí, de momento, tenemos lo que tenemos. Y con este sistema, es imprescindible que el alumnado estudie también en casa.

LAURA GIL CONTRERAS

Estudiante del Grado de Educación Infantil y Primaria

Escribo desde mi experiencia como estudiante de último curso del Grado de Educación Infantil y Primaria. O sea, como una futu-ra maestra que debe plantear, no sólo el contenido de las clases sino también aquellas actividades, que desde casa, deben llevar a cabo los alumnos, después de las clases. Durante la carrera el tema de los deberes se trata en varias ocasiones, pero siempre como “recursos” para fortalecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero no se cuestionan los deberes. Se perciben, y así se transmiten, como algo necesario e insustituible. Pero no se trata sólo de la cantidad, sino también el tipo de deberes. Los tediosos y repetitivos suelen ser percibidos por los alumnos como un castigo, sin embargo, cuando se trata de tareas más divertidas como acom-pañar a los padres al mercado e ir sumando la cuenta, o fi jándose en las etiquetas de los alimentos,

este trabajo no se vive como algo negativo, sino todo lo contrario. Y es una manera, sin duda mejor, de profundizar en lo aprendido. Otro tema importante, a mi parecer, es el tiempo de dedicación. A pesar de que los estudios infl uidos por PISA y sus resultados aconsejan que estos tiempos no sean inferiores a una o dos horas diarias, creo que para algunos alumnos esto resulta exce-sivo. Soy partidaria de que lleven a cabo tareas extraescolares que les ocupen varios días, en las que pri-me el descubrimiento y el deseo de aprender. A veces, los padres intro-ducen mucha tensión en este deba-te, porque piden o que se reduzca el tiempo de dedicación a los debe-res o que se amplíe, porque tienen la impresión que un maestro que no “manda deberes” no se toma su tarea en serio. En defi nitiva, pien-so que durante la formación del maestro deberían contemplarse como un tema transversal que nos ayudara a elegir los que mejor se adecuan para después poder expli-car a padres y alumnos qué deberes y por qué van a llevar a cabo.

¿Qué hacemos con los deberes?

Deberes ¿sí o no? En algunos países como España los alumnos pasan hasta tres horas diarias estudiando o haciendo deberes. En otros, como Finlandia, ese tiempo no pasa de 30 minutos mientras que en Francia se valora prohibirlos por completo. ¿Son imprescindibles? ¿Deben reducirse o al contrario, tener más peso específi co en las tareas de enseñanza-aprendizaje? ¿Podemos imaginar nuestro sistema educativo sin debe-res? Tres voces responden a este debate, que no deja indiferente a nadie: una maestra, una pedagoga y una estudiante de Magisterio. Nos falta la tuya, ¿Y tú qué opinas? (participa en Faceebok/PeriodicoEscuela )

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