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21 de diciembre de 2018 68 PARÍS 1898 Mediante el convenio suscrito en la capital francesa, Estados Unidos arrebataba a España sus colonias en América y Asia, a la vez que frustraba la independencia de Cuba El tratado del despojo Por PEDRO ANTONIO GARCÍA C OMENZABA octubre y en Puerto Rico ya prácticamen- te había culminado el proce- so de evacuación del personal y las tropas españolas, como consecuen- cia de la derrota ante Estados Uni- dos en la Guerra del 98. En Cuba, permanecían aún en espera de su salida para Europa unos 130 000 civiles y militares de la península, entre ellos 20 000 enfermos. Como Madrid carecía de medios suficien- tes para el traslado de sus naciona- les, la partida definitiva de ellos fue prorrogada por Washington hasta el 1º de enero de 1899, lo que no le impidió continuar de forma acele- rada la ocupación de la Isla. Autor no identificado El 10 de diciembre de 1898, en París, España capitula deshonrosamente ante el imperialismo yanqui al suscribir el tratado de paz. Ese primer día de octubre co- menzó en la mansión del Quai d’Orsay, sede de la cancillería de la República Francesa, en París, la primera ronda de negociaciones en- tre los comisionados españoles y es- tadounidenses con el fin de acordar y suscribir un tratado de paz entre ambas naciones. Integraban la delegación yan- qui William Day, exsecretario de Estado; los senadores Cushman Davis y William Frye, presidente y miembro, respectivamente, del Co- mité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta, ambos fervientes imperialistas; Whitelaw Reid, edi- tor del New York Tribune y vocero del expansionismo; y George Gray, senador demócrata por Delaware y el único, entre los ya mencionados, que se oponía a la anexión de Cuba. A Madrid la representaban Eu- genio Montero Ríos, presidente del Senado español; el exministro Bue- naventura Abarzuza, el embajador Wenceslao Ramírez de Villa Urru- tia; José Garnica, diputado y magis- trado; y el general Rafael Cerero. Algo quedaba claro para los ana- listas políticos de la época: Espa- ña asistía a la conferencia en un total estado de indefensión, agra- vado por su bancarrota económi- ca. Por su parte, el imperialismo norteamericano se sabía impune. En la víspera de la sesión inicial de negociaciones, Day le informa- ba al presidente McKinley desde París: “Nuestras mejores noticias son que no debemos esperar una intervención europea; que se nos permitirá establecer este convenio sin ningún tipo de trabas”. Washington no cree en lágrimas Nada importaron los 30 años de lu- cha por la independencia ni los re- cientes 41 meses de guerra del pue- blo cubano contra el colonialismo español, en París no hubo represen- tación alguna de la Isla en las ne- gociaciones. Gonzalo de Quesada, quien en suelo norteamericano se desempeñaba como encargado de negocios de la República de Cuba en Armas, suplicó en carta a Elizabeth Cameron, la influyente esposa de un importante senador, la inclusión de un delegado cubano en la comisión estadounidense aunque no tuviera carácter oficial. Nada sucedió. Otra actitud adoptaron los pa- triotas filipinos. Felipe Agoncillo, nombrado por sus compatriotas ministro plenipotenciario en Es- tados Unidos, se entrevistó con McKinley y le solicitó integrar la comisión de paz. Como su petición fue rechazada, le envió un docu- mento en el que pidió intervenir en el debate sobre su país en la capital francesa. El mandatario yanqui ni siquiera se preocupó en acusar re- cibo. Agoncillo persistió y enrumbó

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21 de diciembre de 201868

PARÍS 1898

Mediante el convenio suscrito en la capital francesa, Estados Unidos arrebataba a España sus colonias en América y Asia, a la vez que frustraba la independencia de Cuba

El tratado del despojo

Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

COMENZABA octubre y en Puerto Rico ya prácticamen-te había culminado el proce-

so de evacuación del personal y las tropas españolas, como consecuen-cia de la derrota ante Estados Uni-dos en la Guerra del 98. En Cuba, permanecían aún en espera de su salida para Europa unos 130 000 civiles y militares de la península, entre ellos 20 000 enfermos. Como Madrid carecía de medios sufi cien-tes para el traslado de sus naciona-les, la partida defi nitiva de ellos fue prorrogada por Washington hasta el 1º de enero de 1899, lo que no le impidió continuar de forma acele-rada la ocupación de la Isla.

Autor no identifi cado

El 10 de diciembre de 1898, en París, España capitula deshonrosamente ante el imperialismo yanqui al suscribir el tratado de paz.

Ese primer día de octubre co-menzó en la mansión del Quai d’Orsay, sede de la cancillería de la República Francesa, en París, la primera ronda de negociaciones en-tre los comisionados españoles y es-tadounidenses con el fi n de acordar y suscribir un tratado de paz entre ambas naciones.

Integraban la delegación yan-qui William Day, exsecretario de Estado; los senadores Cushman Davis y William Frye, presidente y miembro, respectivamente, del Co-mité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta, ambos fervientes imperialistas; Whitelaw Reid, edi-tor del New York Tribune y vocero

del expansionismo; y George Gray, senador demócrata por Delaware y el único, entre los ya mencionados, que se oponía a la anexión de Cuba.

A Madrid la representaban Eu-genio Montero Ríos, presidente del Senado español; el exministro Bue-naventura Abarzuza, el embajador Wenceslao Ramírez de Villa Urru-tia; José Garnica, diputado y magis-trado; y el general Rafael Cerero.

Algo quedaba claro para los ana-listas políticos de la época: Espa-ña asistía a la conferencia en un total estado de indefensión, agra-vado por su bancarrota económi-ca. Por su parte, el imperialismo norteamericano se sabía impune. En la víspera de la sesión inicial de negociaciones, Day le informa-ba al presidente McKinley desde París: “Nuestras mejores noticias son que no debemos esperar una intervención europea; que se nos permitirá establecer este convenio sin ningún tipo de trabas”.

Washington no cree en lágrimas

Nada importaron los 30 años de lu-cha por la independencia ni los re-cientes 41 meses de guerra del pue-blo cubano contra el colonialismo español, en París no hubo represen-tación alguna de la Isla en las ne-gociaciones. Gonzalo de Quesada, quien en suelo norteamericano se desempeñaba como encargado de negocios de la República de Cuba en Armas, suplicó en carta a Elizabeth Cameron, la infl uyente esposa de un importante senador, la inclusión de un delegado cubano en la comisión estadounidense aunque no tuviera carácter ofi cial. Nada sucedió.

Otra actitud adoptaron los pa-triotas fi lipinos. Felipe Agoncillo, nombrado por sus compatriotas ministro plenipotenciario en Es-tados Unidos, se entrevistó con McKinley y le solicitó integrar la comisión de paz. Como su petición fue rechazada, le envió un docu-mento en el que pidió intervenir en el debate sobre su país en la capital francesa. El mandatario yanqui ni siquiera se preocupó en acusar re-cibo. Agoncillo persistió y enrumbó

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Año 110/No. 26 69

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Gonzalo de Quesada (izquierda), encargado de negocios del Gobierno mambí en Washington, y Felipe Agoncillo, patriota fi lipino que reclamó los derechos de su pueblo.

El Palacio del Quai d’Orsay, de París, en la actualidad. En 1898 uno de sus salones fue la sede de la conferencia de paz.

a París, pero no se le permitió la entrada al Quai d’Orsay.

La Madre Patria traiciona a su hija

Ya en la segunda sesión de la conferencia de paz, los españoles dejaron ver sus aviesas intencio-nes con Cuba. En una propuesta de doble fondo, los peninsulares querían hacer dejación, en nom-bre de la corona, de su sobera-nía sobre la Isla a favor de Es-tados Unidos, que si lo deseaba podía cederla al pueblo cubano. La parte oculta del iceberg era que, entonces, Washington tenía que asumir el pago de la llama-da “deuda cubana”, es decir, los compromisos financieros con-traídos por Madrid y las autori-dades coloniales en la guerra y la represión contra los mambises, los salarios de los funcionarios públicos y los emolumentos del clero. El monto a pagar ascendía a más de $145 000 000.

McKinley puso el grito en el cielo cuando se enteró de las pretensio-nes ibéricas. Sus instrucciones al canciller John M. Hay y al comisio-nado Day fueron precisas: “Debe-mos aplicar el espíritu y el conteni-do de la Resolución del Congreso”. Dicho en buen cubano: rechazo to-tal a asumir la soberanía de la Isla y a reconocer tal deuda.

En medio del diálogo, contaron después los propios yanquis, los delegados españoles se mostraron más proclives a la anexión de Cuba al vecino norteño que a establecer

una nación independiente en su anti-gua colonia. Criterio que compartían muchos políticos en la península, como reportó para el Times londi-nense su corresponsal en Madrid (y luego reproducido por la publicación norteamericana The State): “Si de-bemos perder a Cuba, es mejor que los americanos se la anexen, porque así serán castigados los traidores y los enormes intereses españoles en la Isla estarán protegidos”.

En un último intento los espa-ñoles quisieron que la deuda fuera transferida al pueblo cubano, una vez alcanzara la independencia, y que Washington sirviera de garante. La declaración pública del canciller Hay, al rechazar cualquier proposi-

ción para la arrogación de la deuda, les desmoralizó: “Estados Unidos jamás induciría a ningún Gobierno cubano posterior a asumirla”. El 27 de octubre los ibéricos capitularon al aceptar la propuesta yanqui: “El Gobierno de España renuncia a todo derecho de soberanía o propie-dad a favor de Cuba”.

El Tratado

El 10 de diciembre de 1898, cercana las nueve de la noche, en la misma mansión del Quai d’Orsay en la cual se habían efectuado las negociacio-nes, se fi rmó el tratado de paz en-tre España y los Estados Unidos. Arsenio Martínez Campos, pacifi -cador devenido presidente del Su-premo de Guerra y Marina, debió sentirse angustiado al conocer las cláusulas del convenio, con más vi-sos de capitulación vergonzosa que la impuesta por él a los cubanos en el Zanjón. De un plumazo, Madrid perdía todo su imperio colonial en Asia y América.

El documento presentaba 17 artículos. En tres de ellos se dice: 1º. España renunciaba a todo de-recho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En el 2º, cedía a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están aho-ra bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la Isla Guam, en el océano Pacífi co, mientras que en el 3º, el archipiélago conocido

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por las Islas Filipinas pasaba a manos de los Estados Unidos, que a cambio pagarían 20 000 000 de dólares.

No se aclaraba en el tratado que la Isla de Pinos formaba parte del territorio cubano, lo que apro-vecharon varios ciudadanos del imperio para considerarlas entre las islas, como Puerto Rico, ce-didas por España en las Antillas. Bajo ese subterfugio, intentaron durante años establecer allí comu-nidades de norteamericanos con pretensiones anexionistas. La no existencia de un puerto de aguas profundas hizo decrecer el interés de los empresarios yanquis, hasta que en 1925 el Congreso de ese país reconoció la soberanía cubana so-bre esa ínsula.

¿Por qué no hubo anexión?

Podría pensarse que una comi-sión integrada mayoritariamen-te por expansionistas, como la enviada por Washington a París, debiera haber abogado por la anexión de Cuba. Una serie de factores obligaron a los Estados Unidos a reconsiderar ese obje-tivo. Por un lado, el sentimiento independentista de los cubanos les hizo comprender el alto costo político que podría traerles esa decisión. Por otro, ya los patrio-tas filipinos, una vez conocidas las cláusulas del tratado, decidie-ron retornar a la manigua para

PRIMERA QUINCENA

1º (1959) Triunfo de la Revolu-ción Cubana. Desde 1963, Día de la Liberación. ANIVERSARIO 60.

2 (1959) Huelga General Revolu-cionaria en todo el país, convoca-da por Fidel. Llega a La Habana la Columna Dos, bajo las órdenes de Camilo. En Oriente, muere el co-mandante Horacio Rodríguez en combate contra batistianos en fuga. ANIVERSARIO 60.

3 (1959) El Che, al mando de la Co-lumna Ocho, ocupa la fortaleza de La Cabaña. ANIVERSARIO 60.

8 (1959) Entrada de Fidel a La Ha-bana, al frente de la Caravana de la Libertad. ANIVERSARIO 60.

9 (1959) El Gobierno Revolu-cionario solicita la retirada de la misión militar yanqui en Cuba. ANIVERSARIO 60.

10 (1929) Asesinado Julio Antonio Mella en México por sicarios pagados por el tirano Machado. ANIVERSARIO 90.

11 (1869) Los bayameses incen-dian su ciudad para que no caiga en manos enemigas.ANIVERSARIO 150.

14 (1934) Antonio Gui-teras decreta la inter-vención de la Compañía de Electricidad, de pro-piedad estadounidense. ANIVERSARIO 85.

EFEMÉRIDES DE ENERO

retomar la lucha armada. No hay que descartar que los yanquis no estarían dispuestos a combatir en dos frentes a la vez.

Sin embargo, el factor relevante y decisivo se halló en la oposición en el Senado a la anexión de Cuba, sobre todo de quienes procedían de las antiguas 13 colonias. La in-corporación de la isla antillana, ya fuera como estado de la Unión o como colonia, haría renacer entre los españoles la esperanza de lo-grar el replanteo de la “deuda cu-bana”. Por otra parte, Inglaterra y Francia, que aceptaron la apropia-ción de Filipinas, a la que preferían yanqui antes que alemana, iban a poner reparos con el apoderamien-to de la mayor de las Antillas.

Fue entonces que Estados Uni-dos, para vencer la suspicacia de las potencias europeas, apeló a métodos más sutiles. Pronto Cuba sería el balón de ensayo para una nueva forma de dominación: el neocolonialismo.

______________Fuentes consultadasLos libros La forja de una nación, de Rolando Rodríguez; y La guerra hispano-cubano-norteamericana y el surgimiento del imperialismo yanqui, de Philip Foner. La compilación Do-cumentos para la historia de Cuba, de Hortensia Pichardo. Los docu-mentos de William McKinley locali-zados en la Biblioteca del Congreso, Washington.

El presidente McKinley asumió una posición de fuerza, conocedor del total estado de indefensión de España, agravado por su bancarrota económica.

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Año 110/No. 26 71

A cargo dePEDRO ANTONIOGARCÍA

Fotos: Archivode BOHEMIA

30 DE DICIEMBRE DE 1958

El Vaquerito

VINCULADO al movimiento revolucionario durante la tiranía batistiana, en abril de

1957 se incorpora al Ejército Rebelde. Como es de pequeña estatura, solo le sirven unos zapatos con grabados que parecen de cha-rro mexicano, que Celia Sánchez le ha con-seguido, y un sombrero típico de quienes acarrean ganado. A partir de entonces deja de nombrarse Roberto Rodríguez Fernández y todos comienzan a llamarle El Vaquerito. Nace el 7 de julio de 1935 en la fi nca El Mango, zona de Perea, en la región central de Cuba, dentro de un hogar de campesinos pobres. Desde los 11 años se inicia en las labores del campo, luego consigue trabajo como dependiente en un bar, es camarero

en una fonda, repartidor de leche, ayudante de tipógrafo, vendedor ambulante, boxeador e ilusionista. En la Sierra primero se desem-peña como mensajero y al ganarse un arma por su bravura, pasa a ser soldado de la Co-lumna Uno comandada por Fidel. Temerario como pocos, gusta disparar de pie en medio del combate con un fusil Garand que casi es de su estatura. Seleccionado para integrar la tropa invasora del Che, marcha con este hacia Las Villas. En la acción de La Federal se destaca al frente de un pequeño grupo que, por el arrojo que le imprime su jefe, em-piezan a llamarlo “el pelotón suicida”. Luego repite hazañas en el combate de Caibarién. En la batalla de Santa Clara, el Che le enco-mienda, el 30 de diciembre de 1958, atacar la estación de Policía, al frente de unos 25 hombres (los sitiados suman más de 300, bien pertrechados). Por huecos abiertos en las paredes, pasa de casa en casa y logra colocar a sus hombres en una posición muy favorable, cercana al objetivo de ataque. Como siempre, encabeza el tiroteo de su pelotón con su Garand disparando de pie. Solo una bala enemiga que le impacta en la cabeza, detiene el constante accionar de su rifl e. Al conocer la noticia de su caída, el Che exclama: “¡Me han matado 100 hombres!”.

31 DE DICIEMBRE DE 1803

José María HerediaJOSÉ Martí lo llama “el primer

poeta de América”. Lezama Lima le considera “el primero de nuestros poetas universales, se movió en todo el ámbito del idio-ma”. A pesar de claudicaciones y veleidades, es innegable su con-tribución a la forja de la nacionali-dad cubana, al fundar la auténtica cubanía de nuestra poesía y fi jar dos de sus símbolos raigales: la estrella solitaria y la palma real. José María Heredia y Heredia nace el 31 de diciembre de 1803 en Santiago de Cuba. Tiene que marchar al exilio en 1823 por es-tar involucrado en una conspira-

ción independentista. Reside has-ta 1825 en los Estados Unidos, donde publica sus Poesías, entre las que se halla su antológica Niá-gara. En México aparece la segun-da edición de ese libro (1832), que incluye La estrella de Cuba, A Emilia, Himno del desterrado, A Bolívar y En el Teocalli de Cholula piezas que le otorgarían la inmor-talidad. Visita en 1836 a Cuba, tras renegar de su pasado inde-pendentista. De vuelta a México, su salud se quebranta. Allí muere el 7 de mayo de 1839. La estro-fa fi nal del Himno del desterrado devendría himno de combate para generaciones de patriotas: Aun-que viles traidores le sirvan /del tirano es inútil la saña /que no en vano entre Cuba y España, /tiende inmenso sus olas el mar.