nueva interpretacion de los comentarios
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NUEVA INTERPRETACIN
DE LOS COMENTARIOS REALES.
DE GARCILASO EL INCA
P O R
A N T N Y A. V A N B E Y S T E R V E L D T
En la historia de la l i teratura espaola se ha dado mucha atencin
al mexicanismo de Juan Ruiz de Alarcn ( i58 i?- i639) . El peruanismo
o carcter mest izo de los escri tos de Garci laso de la Vega el Inca tam
bin se plantea casi siempre en estudios a l dedicados. Sin embargo,
se nota mucha diferencia en la manera en que la cr t ica l i teraria se
acerca a estas influencias sociogrficas y tnicas del ambiente vernculo.
Pudese decir que el mexicanismo de Alarcn ha l legado a ser una
mera cuest in de la cr t ica acadmica que es discut ida con desenvoltura
dentro del inofensivo crculo de los historiadores de la l i teratura. Las
controversias, aunque acaloradas a veces por cierto apasionamiento
debido al orgul lo nacional , se evaporan en el no man's land de la
general indiferencia que rodea por todas partes el c rculo de los es
pecial istas. Por el contrario, muy dist intos son los debates cuando se
trata del peruanismo o carcter indio de Garci laso. Los factores cau
santes de esta diferencia sal tan a la vista: Juan Ruiz de Alarcn no
tuvo , que sepamos, n ingn an tepasado ind gena; pero , como Garc i laso ,
creci de ntr o de la . nuev a sociedad de la Am rica hispn ica y su o bra
muestra, sut i lmente, la influencia de su medio nat ivo, dice Pedro Hen-
rquez Urea (i ) . Garci laso, en cambio, es uno de los primeros frutos
de la unin entre dos razas, la espaola y la india. Un importante
elemento en su dest ino era que, por las vicisi tudes mismas de su vida
es t rechamente l igadas a l momento h is tr ico , e l p roceso de su adapta
cin al medio espaol se ha real izado en condiciones de aislamiento
casi tan eficaces como el medio aspt ico de un laboratorio. Muchos
de los pareceres sobre Garcilaso y su obra son confusos, vacilantes.
( i)
La corriente literaria en la Amrica Hispnica,
2 .
a
edicin, Mxico-Bue
nos Aires , 1954, p . 71, Vase ta m bi n : A. A.
VAN B EYSTER VELDT:
Rpercussions du
souci de la puret de sang sur la conception de l'honneur dans la Comedia
Nueva espagnole,
Leiden, 1966, pp. 87-88. En este l ibro hemos dedicado algunas
consideraciones al mexicanismo de Alarcn, en tanto, que forma explicat iva
de su act i tud discrepante ante la concepcin corr iente del honor teatral de los
dems comedigrafos del s iglo xvn.
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durante el t iempo que crea necesario para ver sat isfechas sus preten
siones a la Corte. Porque el primer motivo de su viaje a Espaa,
segn test imonio expreso de los
Comentarios,
era ped ir mercedes
por los servicios de mi padre y por la rest i tucin patrimonial de mi
madre. La expl icacin no slo de la vida ret i rada en Monti l la y ms
tarde en Grdoba, sino tambin la del primer impulso escribir la
historia de su patria , reside en estas pretensiones malogradas a la Corte.
Cuando Garci laso est a punto de verlas cumplidas, se produce la in
tervencin fune sta del l icenciado Lope Garca d e Castro, que y dem os
la pa l ab ra a l Incaes t ando en su t r i buna l , me d i jo : " Qu merced
quer is que os haga Su Majes tad , habiendo hecho vuest ro padre con
Gonzalo Pizarra lo que h izo en la ba ta l la de Huarina y dndole aquel la
tan gran v ic tor ia?" Y aunque yo rep l iqu que haba s ido tes t imonio
falso que le haban levantado, me di jo:
"Tinenlo escrito los historia
dores y querislo vos negar?"
Ya entrado en los sesenta aos, Garci laso se acuerda de estas l-
t imas palabras que cerraron la puerta a sus pretensiones. De ah el
camino del joven mestizo le l leva a los rincones de la soledad y po
breza, donde esta misma interrogacin tan decisiva en su vida, quiz,
le abri otra puerta que le permit a evadirse de una si tuacin aparen
temente sin sal ida: la perspect iva de la recreacin de una real idad
recalci t rante por obra del arte .
N o ignoram os que mo der nam en te la e rudic in incansable de los '
garci iasistas ha demostrado que la posicin econmica de Garci laso
ha sido mucho ms holgada de lo que l nos hace creer; que su sole
dad fue a t ravesada por am is tades , generos idades y tenemos la pr ueb a
a m a n o a m o r e s apegos todos que deben de haberle vinculado con
la sociedad de Monti l la , y , ms tarde, con la de Crdoba. No obstante
esto,
para calar el hondo sent ido de los
Com entarios y,
travs de ellos,
asimismo la persona, el angust iado psiquismo, la quejumbrosidad
(3) Sub raya mo s. V. B. A. E., I I I , pp. 359-360. Se sabe q ue el pa dre d el In ca
era acusa do 'de ha be r dad o en esta bata l la su cabal lo Sal inil las a G onza lo Pi-
zarro en un t rance pel igroso en que ste perdi el suyo, Pzarro corr iera pel igro
si Garci laso no le diera un cabal lo, es e l breve comentar io de Gomara. Esta
fal ta , supuesta o autnt ica, recay sobre el hi jo: porque de este del i to que
apl ican a Garci laso, mi seor , yo tengo la peni tencia s in haber precedido culpa,
d ice nues t ro au tor . Hacemos no ta r que la idea formulada aqu por Garc i laso
pertenece a la esfera de las controversias sobre los estatutos de l impieza de
sangre. Anlogas protestas contra la injust ic ia social , corr ientes en el Siglo de
Oro, por la cual eran n egad as d ignid ades y mercedes* a hi jos de pa dre s judo s
y los que haban s ido cast igados por la Inquisicin, son ms frecuentes en los
cronistas de las Indias de lo que parece a pr imera vis ta . En la
Apolog tica Historia,
de Las Casas, a l hablar de Pachacut i Inca, leemos que ste , a los hi jos y
descendientes de los que subl imaba ponindolos en cargos, gobernaciones y of i
cios honrosos, nunca se los qui taba, puesto que los padres hiciesen algn mal
recaudo ( . . . ) . Y en sto era har to conforme con la divina ley nuestra: non por-
tabit filius iniqwtatem patris, etc.. V. B. A. E., M ad rid , 1958, t .
ic6 , p . .409.
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(Senz de Sta . Mar a) del mismo Inca, parece ms adecuado tornar
como punto de par t ida la s i tuacin ta l como l mismo la ha caracte
r izado con los trminos pobreza y soledad, porque as ha expe
rimentado la larg a etapa espa ola de su vida.
Era , pues , una vida re t i rada. Garci laso no ha tomado par te en la
vida l i terar ia de su poca. Alber to Snchez hace observar que Lope
de Vega no menciona a l Inca en s
Laurel de Apolo,
agregando que
quiz esta omisin sea de bid a a su condicin d e me stizo (4). De l mi
nucioso inventar io de la b ibl io teca del Inca, l levado a cabo por Durand,
resul ta que s ta no comprenda s ino muy pocos l ibros espaoles de ndole
es t r ic tamente l i terar ia .
Rosenblat , en su in t roduccin a los
Com entarios Reales,
hace re
sal tar e l arcasmo l i terar io de Garci laso que a t r ibuye a su permanencia
prolongada en e l ambiente rural de Mont l la . Con mucha razn, Senz
de Santa Mara a lega aqu que es t arcasmo debe en pr imer lugar
ser redu cido a la. len gu a, m s en retras o toda va respecto a la de
Monti l la , que e l n io Gmez Surez ha aprendido en e l Cuzco. Re
sulta, pues, que la evolucin l ingstica de Garcilaso se ha estancado
desde su sal ida del Per . Es te uso arcaisante de lenguaje con alguien
que, por o t ra par te , mostraba tener tanta maes tr a en e l manejo de
la lengua, no se lo ;podr a in terpretar tambin como expres in de una
f idel idad nos t lgica a un per odo de tan fundamental impor tancia en
su vida? Y la fa l ta de in ters por la v ida l i terar ia contempornea,
ta l como parece indicar e l inventar io de su bibl io teca, no ser a , por
otra par te , una forma de indiferencia ante las manifes taciones de una
civil izacin en la que no participaba, en sentido biolgico-cultural , s ino
por la mitad, pero que, socialmente, le era de acceso dif cil , obstaculi
zado ,
precisamente por causa de su sangre i r id ia? Correla t ivo a es ta
pregunta es e l problema que Garci laso haba de enfrentar como pr i
mera dif icul tad en su camino al comenzar a escr ib i r h is tor iaba saber ,
el de su identif icacin con uno de los patr imonios tnico-culturales de
su doble descendencia . Veamos cmo resolvi es te problema esencial .
Es curioso observar que en los escritos de Garcilaso los nuestros
pueden indicar tanto los espaoles como los indios y mes t izos . Habla
tambin de nues tra fe catl ica. En cambio, nunca se ref iere con el
posesivo mi(s) a personas o cosas de Espaa, salvo a su padre. Al
uso del poses ivo se agrega muchas veces un tono de ternura , de in t i
midad, cuando se apl ica . personas y cosas referentes a su origen indio:
(4) V. Luis ALBERTO SNCHEZ,
La literatura peruana,
Asunc in de l Para
guay, 1949, t. II, p. 84.
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aquel la mi t ierra, expresin tan frecuente en los
Comentarios,
en
que se manifiesta un sent imiento nostlgico de distanciamiento. Al que
jarse de hat ter olvidado mucho del quechua, pide perdn a sus parien
tes indios y me st izos del Cuzco por las fal tas qu e ha ce : perd nen
melas ,
pues soy suyo,
y que slo por servirles, tom un t rabajo tan
incomportable como esto lo es para mis pocas fuerzas [II , p . 73].
En otro pasaje se refiere a los mestizos: No digo lo mismo de mis
parientes los mest izos porque no digan que como uno de el los hablo
en favor de
los mos
[III , p .
265].
Gar cilaso dice ser orgulloso d e este
nombre de mest izo : por ser nombre impuesto por nuest ros padres
y por su significacin, me llamo yo a boca llena y me honro con l.
Aunque en Indias si a uno de el los le dicen sois un mest izo o es un
mest izo, lo toman por menosprecio [II , p . 373].
En el notable cap tulo XXVII de la
Historia de la Florida
(Libro II,
la Parte), Dond e responde a una objecin, Garcilaso se identifica con
todo el pueblo de los indios, l lamado aqu nuestra nacin, la na
cin: . . .por loar nuestra nacin, que, aunque las regiones y t ierras
estn tan distantes, parece que todas son Indias. Y ms adelante:
Pues decir que escribo encarecidamente por loar la nacin porque
soy indio, cierto es engao.
Pero en este nfasis de Garci laso en su cal idad de mest izo, adver
t imos al mismo t iempo la tendencia a presentar esta condicin como
ms n t imamente l igada a su descendencia ind ia que a la espaola .
Esta* tend enc ia se acusa m arc ad am en te en sus frecuentess protestas
de humi ldad con que se d iscu lpa que como
indio
indigno se atreva
a describir las hazaas de los espaoles. En la
Historia de la Florida,
a la m uer te de H er na nd o de Soto, dice que este conq uistad or era in
digno de que su historia la escribiese un indio. Algunas veces se
percibe un tono ms agresivo en estas protestas. En el cap tulo XXI,
l ibro V de los Comentarios, par a na rr ar los desastres sobrevenidos en
el Per despus de la l legada de los espaoles, remite al lector a los
historiadores espaoles, que a m no es l ci to decirlo: dirn que por
ser ind io hablo apas ionadamente .
La validez de estas afirmaciones de Garcilaso con que insiste en
su pertenencia al grupo de los indios y mest izos, t iene que ser redu
cida considerablemente por las reflexiones siguientes.
, Percbese en Garci laso un a conciencia ag ud a del rango inferior que
los espaoles asignaban tanto a mest izos como a indios en la escala
social. Como se sabe, los cronistas espaoles del siglo xvi consideran
cas i unnimemente a l ind io como un ser in frahumano. Sorprende ver
hasta qu grado de inconsciencia esta concepcin del indio estaba arrai-
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gada en e l pa t rn de comportamiento de l conquis tador espaol . En
su
Historia general y natural de las Indias,
e l au to r , F ern n dez d e
Oviedo, despus de haber afi rmado que sera absurdo pensar que los
indios se convirtiesen rpidamente a la fe catlica, dice que eso es
machacar hierro fro; e inspirado, sin duda, por la asociacin, aade
que los indios t ienen la cabeza tan dura, que el principal aviso que los
crist ianos t ienen cuando con el los pelean e vienen a las manos, es
no darles cuchi l ladas en la cabeza, porque se rompen las espadas
[BAE,
t . .117, p. n i ] . El lector asid uo d e las
Crnicas
sabe , cu ntos
rasgos ms atroces confirman esta mental idad. Este menosprecio de
los espaoles recae igualmente sobre los mest izos.
No hay que dudar que la condicin del mest izo en su posicin
aislada entre dos razas de todo punto tan distantes como la espaola
y la india era en aquel la primera poca d esencia t rgica. Muy at ina-
damente observa Alber to Snchez: Ent re las sangrien tas sombras de
la cpnquista aparece una raza. Ni bien quista con los espaoles, ni
duea de la confianza de los indgenas.
En contraste con las ideas corrientes de los historiadores espaoles
en lo referente a indios y restizos se percibe a lo largo de la obra
de Garci laso la intencin de presentar al indio sobre un plan ms
elevado de humanidad y civi l izacin. Sabe que por los espaoles co
mnmente son ten idos por gente s imple , s in razn n i en tendimiento ,
y que en paz y en guerra se han poco ms que bes t ias . . . Y cont ina:
A esto se responde primeramente que la opinin que de los indios
se t iene es inc ier ta y en todo cont rar ia r la que se debe tener . Aqu
Garci laso se apoya en Acsta, quien, en su historia , advierte cmo
los profetas condenan a Israel y Jd, l lamndolos mala simiente,
hi jos de crimen, pueblo de Gomorra y otras semejantes afrentas, y
a veces en la misma pgina los l lena de alabanzas l lamndolos pueblo
jus to , hi jos de Dios, heredad amada, gente santa ( . . . ) Pues, con cunta
mejor razn se ha de creer que podemos nosotros decir de las naciones
de indios, tan varias y diversas, unas veces que sumamente aptas para
rec ib i r e l Evangel io , como en rea l idad lo son 'en su mayora , o t ras
que son refractorias a l^ como sucede en algunos por los pecados de
los hombres y la mala educacin? [BAE, t. 73, p . 391].-
Sorprende ver que Garci laso en su defensa del indio ci ta la autori-
da d d e Acos ta y no la 4e L as Casas, cuyas act ividades en este te rre no
han cont r ibu ido a la promulgacin de las Ordenanzas de 1542. Pero
no hay que olvidarse que la act i tud humanitaria del Inca respecto al "
indio no es de origen crist iano, sino der ivad o ms^ bien d e cierta soli
daridad que con l sent a despus de la conquista . Por lo que se refiere
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a la actua cin de Las Casas en las> Ind ias , Ga rcilaso no la to m a en
serio, ms an , la desaprueba , como veremos ms adelan te .
Volv iendo a l importan te cap tu lo XXVII de la
Historia de la Flo
rida,
que de l est tomado el pasaje ci tado ms arriba, podemos decir
que aqu Garci laso pone los cimientos de lo que va a ser la original idad
de sus historias, en las que indios y mest izos se mueven en un plan
ms humanizado , p rovis tos de sen t imientos y anhelos y de una voz
para expresarlos.
Ahora bien, el nfasis que pone Garcilaso a lo largo de toda su
obra en su condicin de indio, mest izo, t iene que ser interpretado a
la luz del pecul iar momento histrico que viva. A este respecto con
v iene examinar dos fac tores importan tes y dependien tes uno de l o t ro
que h an influido en la act i tud del Inca. . *
Ya vimos que las pretensiones de Garci laso a ver reconocidos los
servicios de su padre, servicios de los cuales l esperaba recompensa,
le fueron negadas por el rgimen espaol . Hizo estas pretensiones
apoyndose en la gloria de descender de uno de los primeros con
quistadores del Per. Los obstculos que se le opusieron fueron deci
sivos para el transcurso ulterior de su vida. No slo influyeron en
su posicin econmica, sino tambin en su si tuacin social en la comu
nidad espaola de aquel entonces. Sus expectaciones de ser admit ido
a los niveles ms elevados de la sociedad espaola forzosamente ha
ban de quedar frustradas, no slo por la circunstancia embarazosa
de su sangre india, s ino tambin por la mancha en el honor de su padre,
m anc ha que e l In ca t ra ta r d e lavar en los
Comentarios
(5). Po r ta nt o,
nada parece ms improbable que la op in in de Porras Barrenechea
que quiere ver en e l cambio de nombre de Garc i laso una ruptura con
su pasado indio: El cambio de nombre y el momento sicolgico en
que lo realiza (.. .) es significativo de un decisivo vuelco espiritual:
el joven pupilo de Alonso de Vargas ha decidido ser espaol , romper
(5) E l capi tn Garci laso de la Vega V arga s, pad re del Inca, no deja de ser
una f igura bas tan te equvoca , una impres in a l a que los mismos Comentarios
pueden ofrecer pbulo. Recordamos el papel , dif c i l de combinar , de pr is ionero
a la vez de consejero de Gonzalo Pizarro. Pasa de un bando al otro. El Palen
t ino le l lam a el leal de t res hora s. En Mx ico tuvo otra hi ja bas tard a
en IVJara Pikosca Pal la , lo que hace pensar a Alberto Snchez que, aparente
mente, Garci laso, e l padre, gustaba de tener mujeres de sangre real . Inf luencia
an ms grande en el dest ino de Garci laso fue, s in duda, e l rompimiento, por el
padre, de su unin, no sant i f icada por el matr imonio, con la madre del Inca,
Isabel Chimpu Ocllo. El padre se casa con Luisa Martel de los Ros, espaola.
Parece que este matr imonio es anter ior a 1553: Garci laso tena apenas catorce
aos . Su madre tambin cont ra jo nueva un in , es ta vez se l lada por un mat r imo
n io ,
bajo su nombre cr is t iano de Isabel Surez, con un s imple espaol , de quien
tuvo dos h i jas . Tanto con su madre como con e l padre , Garc i laso en t re ten a re la
c iones , pero no cabe duda que debe de haber suf r ido por l a qu iebra de l hogar
paterno, as como de la proletar izacih de la condicin Social de su madre a
causa de su casamiento con un s imple soldado.
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con las Indias del mar ocano y olvidarse del indiano mest izo Gmez
Surez de Figueroa (6).
Este factor ha dificul tado, sin duda alguna, el proceso de adapta
cin del Inca a la sociedad espaola, y reforzado an por un sent i
miento ocul to de orgul lo herido, debe de haberle l levado, casi inelu
diblemente, a ident ificarse con el grupo de los indios ms bien que
con los espaoles. En esta posicin se ha anidado, diramos, como en
un refugio incontestado y seguro. Incontestado po rqu e, lejos de su
patria , no haba de temer que nadie le contradi jera sus pretensiones
ni de parte de los espaoles, menos an de los que llama los mos,
hermanos y parientes del Per, a los que su obra fruta nueva del
Perj andando e l t i empo, dar a considerac in ms grande y g lor ia .
Seguro,
a causa de circunstancias que vamos a examinar ahora.
En- la segund a m ita d de l siglo xvi perodo en el que t rans curr a
gran parte de la vida del Inca se produjo en Espaa una recrudes
cencia del conflicto entre los Cristianos Nuevos y Cristianos Viejos.
Para toc\o espaol , dondequiera quisiese hal lar un lugar para vivir
en la Espaa de aquel entonces, era esencial que la fama pblica le
asignara un sitio en el grupo de los Cristianos Viejos. Si stos le re
chazaran, las sospechas de sus correl igionarios, y aun peor, las de la
. Inquis ic in , no ta rdaban en hacer le la v ida problemt ica , cas i impo
sible.
La oposicin entre Crist ianos Nuevos y Viejos t iene, como se
sabe, sus antecedentes inmediatos en la creacin de la Inquisicin ha
cia 1480 y la consiguiente expulsin de los judos en 1492. Esta decisin
de enorme a lcance , como resu l tado de fuerzas oscuras que operaban
en el seno de la . Iglesia y sociedad espaolas, coincide hist rica m ente
con e l descubrimiento de l Nuevo Mundo. Se puede preguntar en qu
grado y en qu forma el celo de la l impieza de sangre, que con el
correr de l t i empo iba condic ionando cada vez ms e l comportamiento
de los espaoles en la madre patria , ha determinado la act i tud que
adoptaron los conquistadores ante los indios y mest izos. Es de lamen
tar que es te problema de pr imordia l importancia no haya merec ido ,
hasta aqu , la debida atencin.
Por lo que a Garcilasp se refiere, no cabe la menor duda de que
sus reinvindicaciones de la condicin de espaol hubieran t ropezado
con el mecanismo social de la poca, que le hubiera negado el acceso al
grupo de los Crist ianos Viejos. Al igual de los Crist ianos Nuevos, aun
que quiz en un grado menor, se hubiera visto expuesto a las sospe
chas de sus compatriotas y la Inquisicin. Una percepcin intui t iva
(6) Citado por Senz de Santa M ara, quien contesta tambi n esta opinin.
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de es te hecho la encont ramos en Alber to Snchez . pesar de innume
rables paradojas y contradicciones en Garci laso, Snchez le pinta as :
Se dira un Manfredo romntico, con la Inquisicin a las rastras, ace
chndole (7).
Por las rei teradas insistencias afi rmatorias de su pertenencia al grupo
de los mestizos, de los indios, el Inca supo crearse una posicin segura
de observador marg ina l en e l seno de una soc iedad t raumt icamente
sacudida por el miedo a las peligrosas sospechas acerca de los orgenes
y descendencias. Y no se declare l igeramente que de el lo no se encuen
tren vest igios en su obra. No son numerosos, pero lo suficientemente
significativos para convencernos de que Garcilaso tena uar clara con
ciencia de los pel igros implicados en los atentados contra la pureza de
la doctrina crist iana y del est igma con que eran marcados los Conversos.
En la Segunda Parte de los Comentarios, ha bla Ga rcilaso de los
indios del Cuzco que nacen entre los espaoles y se cran con ellos.
Estos indios hablan espaol y quechua y son bastantemente instruidos
en los misterios de la fe. Sin embargo, afirma el autor, no osan decla
rar en su lenguaje a los indios forasteros lo que oyen en los sermones
a los predicadores espaoles por no decir alguno s errores por falta y
dificul tad de aquel lenguaje. [Subrayamos. III , p . 50]. Es evidente
que este miedo de los indios supone la conciencia de un aparato de
censura.
Por lo que respecta a los Conversos o Confesos, se daba cuenta
Garci laso, quien, como se comprueba por las invest igaciones ms re
cientes, se ha dedicado en una escala extensa a act ividades econmicas,
entre ellas las de prestamista (favorecidas tal vez por su condicin in
tangib le de ex t rao) , ac t iv idades que muy probablemente le pusieron
en contacto con Conversos, de que stos tenan la reputacin de usurpar
las riquezas de los Crist ianos Viejos, tanto en Espaa como en las
Indias. En la
Segunda Parte de los Com entarios,
Garci laso relata que
era frecuente queja de Francisco Pizarro y los suyos que aquel los que
tan to haban t raba jado en e l descubrimiento y conquis ta de l Per
no pudiesen gozar de los frutos de sus esfuerzos, ni ellos ni sus
propios hi jos, s ino los ajenos. Y el autor aade: A muchos de los
que se lo oyeron y le ayudaron a ganar aquel imperio se lo o
yo referir;
y decan cuyos haban de ser los hijos,
mas por ser odioso
es bien que se calle [III, p. 33].
Frecuentemente , cuando Garc i laso , por razones que carac ter iza con
el trmino odioso, afirma preferir pasar en silencio ciertas cosas,
stas se refieren a la honra y a la esfera inhibida d la l impieza de
(7) Ver op. cit.y t. II, p. 99;
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sangre. Esto parece ser el caso con el pasaje citado. La frase cuyos
haban de ser los hijos indica, sin una sombra de duda, a los Con
versos. Esta opinin se confirma en otro cap tulo, centenares de p
ginas ms adelante, en que se t rata del descontento manifestado por
los ant iguos conquistadores ante el arzobispo del Cuzco, delegado
de La Gasea : Unos se quejaban de Gasea porque no les d io nada;
otros, po rque poco, y. otros porque lo hab an da do a quien deserva
al rey y a confesos, jurando que lo tenan de acusar en consejo de In
dias [IV, p. 11].
El hecho de que el autor ci te aqu a Gomara no hace al caso,
todo al contrario, da pbulo a l conjetura que l mismo no se atreve
a decir cosa semejante por ser odiosa. Pero las correspondencias
entre las quejas del bando de Francisco Pizrro y las de los soldados
de Gonzalo Pizarro son demasiado manifiestas para no ident ificaf
inmediatamente a aquel los hi jos ajenos con los Confesos en la l t ima
cita.
Lo de la enajenacin del patrimonio de los conquistadores, Garci-
laso lo tiene sentado en la boca del estmago. Los espaoles, dice
en a Historia de la Florida, no han perdonado esfuerzo por eldes
cubrimiento, conquista y poblacin del nuevo mundo (. . . ) tan sin
provecho de el los ni de sus hi jos, por ser yo uno de el los, podr tes
tificar bie n esto [p. 390].
Part icularmente para aquel los que estn algo famil iarizados con
los escritos relativos a las controversias de los estatutos de limpieza
de sangre, el s iguiente pasaje, aunque menos expl ci to , no deja de
presentar algn inters. De nuevo se t rata del disgusto de los con
quistadores que se vean privados por las Ordenanzas de 1542 de sus
encomiendas de ind ios que adminis t raban como hombres de b ien
en una paz bien ganada. Garci laso les hace decir: Para venir a
parar en esto, mejor nos fuera haber sido ladrones, salteadores, adl
teros, homicidas, pues las ordenanzas no hablan con el los, s ino con
los que hemos sido hombres de bien [III , p . 227].
Esta queja en los labios de personas que estaban convencidas con
toda su conciencia de la justicia de sus actos, pero que, a pesar de
esto,
eran peor t ratados que los criminales, tena un acento famil iar
en aquel la poca: . . . ya no se t iene en Espaa por tanta infamia ni
afren ta auer s ido b lasphemo,
ladrn, salteador
de caminos ,
adultero,
.
sacrilego (.. .) como descender de linaje de Judos, se lee en una
refu tacin an n im a d e 1581 de los esta tuto s de lim pie za de sangr e (8).
(8) Cita do por A. A.
S I C R O F F :
Les Controverse s des statuts de la purel de
sang en Espagne du XV
e
au XVII
e
sicle, Pars, 1960, p. 148.
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JEs la queja de innumerables espaoles de aquel t iempo, los cuales,
sin causa alguna, corran el pel igro de perder s fama y honra por la
menor sospecha despertada por los maldicientes acerca de su l impieza.
El dato revelador que cont iene este pasaje de los Comentarios, n o
es que se aludiera aqu a los Conversos, s ino que el Inca como lo
demuestra el tono y contenido de esta frase hace una asociacin
entre la si tuacin de estos conquistadores descontentos y la en que
se hal laban en Espaa muchos Conversos y los que eran tomados por
tales.
La forma y el contenido de estos pasajes suponen un extenso cua
dro de referencias adquirido por Garci laso en el t ranscurso de su
vida y eri el que estn inscritos, con todos sus matices, los rasgos
dominantes de la sociedad espaola de su t iempo, incluso los relat ivos
al celo de la l impieza de sangre. En este plan socio-rel igioso, segn
creemos, el proceso de espaolizacin del indio Garci laso 1 Inca se
ha consumado con ms anchura y profundidad que en e l p lan pura
mente rel igioso.
En esta primera parte de nuestro estudio sobre Garci laso el Inca,
hemos discut ido la cuest in de la elaboracin de su ident idad mes
t iza, como uno de los problemas prel iminares a su tarea de historia
dor. Hemos visto que su ident ificacin con el grupo de los indios no
fue resul tado de una opcin l ibre, s ino que, por el contrario, tue
condicionada por las normas procedentes del principio de la l impieza
que regan la sociedad espaola de su poca.
Como influencias secundarias en esta opcin se ha destacado el
hecho d que las pretensiones que Garci laso pudo sostener a la Corte
en virtud , de su descenden cia espaola, le fueron neg adas y, en cone
xin con estas pretensiones malogradas, la fama equvoca de su padre
en Espaa. La vida ret i rada del Inca en un rincn de la provincia,
e ra , au
jond,
la misma s i tuac in que la en que languidec an innume
rables espaoles de aquel la poca, sin honra o en el pel igro de per
derla o muy pobre para volver por el la , esperando que la voz pode
rosa del Monarca les sacara de aquel la oscuridad para levantarles
de nuevo a la vida de la honra. Este momento, para Garci laso tam
bin , parece a pu nta r un -da, cua nd o sus am igos le sealan que el
v ien to se le ha to rnado prspero con e l nombramiento de Lope Garc a
de Castro en el consejo supremo de las Indias y le inci tan a que
volviese a mis pretensiones acerca de los servicios de mi padre y
de la res t i tuc in pa t r imonia l de mi madre . Y cont ina: Pero yo ,
que tena enterradas las pretensiones y despedida la esperanza de
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ellas,
me parec i ms seguro y de mayor honra y ganancia no sa l i r
de mi rincn [IV, p. 164].
Y no les era dado a muchos de aquel los espaoles, relegados a la
soledad de un rincn de la provincia, el tener a mano las posibi l ida
des infinitas de evasin que supo forjarse Garcilaso Inca de la Vega
Vargas con los recuerdos de un pasado nostlgicamente remoto v la
experiencia de un vivir difcil o, como l deca, laceado, preso en
lazos (9).
II . PRIMERA PA RTE DE LOS COM ENTA RIOS: UNA CONQUISTA LOGRADA
La suerte de la
Primera, Parte de los Com entarios Reales,
de Gar
ci laso el Inca, podra ser resumida as : despus de haber servido los
Comentarios
de gua , du ra nt e unos siglos, pa ra los curiosos del pas ado
precolombino del Per, los historiadores, al comprobar con creciente
irri tacin la fal ta de valor histrico de la obra, se han apartado de
el la para abandonarla a la cr t ica l i teraria .
Er cambio, la
Segunda Parte de los Com entarios Reales
ha sido
desde un principio objeto de discusiones, porque t rataba de una ma
teria (la conquista espaola del Per) sobre la cual otros cronistas ya
haban escri to . Sin embargo, Garci laso ha concebido siempre su
His
toria General (que es la Segunda Parte) como una cont inuacin a ms
Comentarios:
A e lla a lude s iempre como form ando cue rpo con la
His tor ia de los Incas y en su proyecto de-cantar las g lor ias /de Incas
y espaoles, forman imprescindible pareja,
dice
Senz de Santa Ma
ra, De nuestro anlisis de los
Comentarios
se desp rend er, en efecto,
has ta qu punto la Pr imera y Segunda Par te de los Comentarios Rea
les
forman una impresc indib le pare ja .
El objeto de este estudio es poner al descubierto el acervo de or
m a s , ideas, conceptos, act i tudes, que estn entretej idas en el
texto
di
lo s
Comentarios
de l Inc a y qu e, al fin y al cab o, dec ide n de la sig
nificacin y del sent ido que hemos de dar a su obra.
Es sumamente difci l , a veces, seguir el pensamiento de Garci laso:
va por caminos torcidos, se esconde detrs de los hechos, detrs de
las c i tas de o t ros h is tor iadores ; sucede que te rminamos por encont rar ,
al fin , un com plem ento de u na idea, d e un conce pto, d e los que ya
(9) En 1953, Eugenio Asensio descubri y public dos cartas de Garcilaso,
ambas dirigidas al licenciado Juan Fernndez Franco, fechadas, una en 1592,
otra, en 1593. En la de 1593 contesta Garcilaso a una invitacin a un viaje a
las Jodias: Y a lo que V. M. dice del viaje de Indias digo resumidamente que
antes hoy que maana, y al Per antes que a otras partes, que aunque no
fuese sino por salir de las
l cer s
de Espaa, tengo. ., etc. Nosotros tomamos,
contra la opinin de Senz de Santa Mara, estas
l ceri s
en sentido propio.
B64
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desesperbamos conocerlos jams por entero. Los Comentarios, por
l t imo, estn l lenos de protestas de buen espaol , de buen indio, de
buen catl ico (de comentador imparcial , y es fci l dejarse despistar
por el las. Digamos una vez por todas:
una lectura formalista de los
escritos de Garcilaso el Inca-no nos lleva muy lejos;
no conduce, en
efecto, a ninguna parte , o si se quiere, a todas partes. Hay muchos
silencios en la obra garcilasiana, pero estos vacos pueden ser l lena
dos con los datos que i remos sacando de las numerosas referencias y
del desciframiento de los patrones de asociaciones de ' ideas y sen
t imientos .
La primera cuest in que discut i remos es la oposicin de Garci laso
a las opiniones de los historiadores espaoles que afi rman que la ido
latra de los indios del Per presenta muchas semejanzas con la rel i
gin crist iana.
Todas estas presuntas analogas entre la idolatra de los indios y
la doctrina catl ica, Garci laso el Inca las reduce a pura invencin de
los indios, de que usabandice Garci lasopara adular a los espa^
oles con decirles que tambin el los tenan algunas cosas semejantes
a las de nuestra santa religin, como (...) la trinidad (.. .) y que tenan
confesores. Todo esto, dice Garcilaso, es inventado por los indios,
con pretensin de que siquiera por semejanza se les haga alguna cor
tesa (io).
Esta tendencia de los espaoles a descubrir por todas partes ana
logas entre las idolatras de los indios y la religin cristiana, Garcilaso
l encuentra incluso ridicula. Al
nar rar que los Incas d ieron un apo
sento en la casa del sol en el Cuzco al relmpago, t rueno y rayo y
los respetaban con el nombre de
Mapa,
Garci laso hace observar algo
cn ico que afor tunadamente los espaoles no han descubier to todava
la trina significacin de este nombre, que el los hubieran hecho de
l un dios t r ino y uno, dndoselo a los indios, asemejando su idolatra
a nuestra santa rel igin; que en otras cosas de menos apariencia y
color han hecho t r in idades , componiendo nuevos nombres en e l l en
guaje, no habindolas imaginado los indios [p. 114].
En otro captulo relata la fiesta del sol en el Cuzco, en.la que re
pa rt a n p an y car ne , asada entr e los indios. A qu tam bi n los espaoles
han discernido semejanzas con la rel igin catl ica: De lo que hemos
dicho puede haber nacido lo que algunos espaoles han querido afi r
mar que comulgaban estos Incas y sus vasal los como los crist ianos.
Algo descorazonado an te ignorancia tan perseveran te , aade e l Inca :
(10) BA E, t 133, p. 49. En las p gin as siguientes nos referimos siem pre a
este tnio efe la BAE.
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lo que entre el los (los indios) haba hemos contado l lanamente, ase
mjalo cada uno a su gusto [p. 222].
Garci laso admite que algunas t r ibus en aquel la primera edad y
ant igua gent i leza antes del imperio de los reyes Inca, adoraban un
dolo expresando trinidad, porque ( . . . ) entonces adoraban otras cosas '
tan viles m s no d espus de los Incas que las proh ibiero n todas [p. 49].
Pero la negacin total de toda correspondencia de la idolatra de
los indios con el cristianismo era contraria al concepto universal en el
siglo xvi del dominio diabl ico en el Nuevo Mundo. Garci laso no se
atreve a oponerse a l abiertamente. De ah que agrega algo de mala
gana al f inal de este cap tulo: Si el demonio pretenda hacerse
adorar debajo de ta l nombre (Trin idad) , no me espantar que todo
lo poda con aquellos infieles, idlatras, tan alejados de la critiana
verdad . Yo cuento l lanamente lo que en tonces tuv ieron aquel los gen
tiles en su vana religin [p. 50].
Pero lo que ms importa es darse cuenta de la cont rad icc in que
se manifiesta en el mismo Garci laso. Primero niega rei terada y circuns
tanciadamente que las costumbres rel igiosas de los indios tuvieran
relaciones con la rel igin crist iana. Luego, ante la creencia universal-
mente aceptada de que es tas cos tumbres , por obra de l d iab lo , imi
taban la fe catl ica, creencia procedente de la idea del dominio diab
l ico en el Nuevo Mundo, casi un art culo de la fe , Garci laso vaci la , se
ret i ra . La razn de la cautela a que recurre para manifestar su opinin
en esta materia es el miedo fundado a entrar en pugna con las ideas
socio-religiosas de su tiempo.
Pero por qu se pu ede pregun tar
vuelve tan insistentemente y repet idas veces a esta cuest in en la
Primera Parte de los Comentarios? A ntic ipa nd o las conclusiones de las
consideraciones siguientes, opinamos que la contestacin a esta pregunta
se halla en su creacin histrica del reino de los Incas y las represen
taciones que nos da de la rel igin de stos. Estas representaciones,
como veremos, estn impregnadas de ideas y elementos crist ianos.
Precisamente porque, de un lado, la visin de Garci laso de la rel igin
Inca se aproximaba de manera mucho ms fundamenta l a l c r i s t ian is
m o ,
mientras que, por otro lado, punto esencialevita cuidadosa
m en te destac ar de m a n er a expl cita las coincidencias y los contra stes
entre las doctrinas pagana y crist iana, insiste en negar toda analoga
entre ambas concepciones rel igiosas.
Nuestro siguiente anl isis parte tanto de las verdades como de las
ficciones histricas, tales como se presentan en la
Primera Parte d e
los Com entarios Reales. Juzgamos que no es necesario dist inguirlas,
pues la meta que nos proponemos alcanzar en este estudio es descu
brir de qu manera y revest idas ce qu sent ido las historias garci la-
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hubo lst ima de el los, y
envi del cielo a la tierra
u n hijo y. un a hija
de los suyos para que los doctrinasen en el conocim iento de nuestro
padre el sol, para que le adorasen y tuviesen por su dios, y para que
les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razn
y urbanidad [p . 26 , Subrayamos] .
La nica misin que estos primeros reyes Inca han recibido del
sol es t raer la doctrina y procurar levantar esos hombres, que viven
como best ias: Y el sol termina su mensaje con estas palabras: Y
desde luego os const i tuyo y nombro por reyes y seores de
todas las
gentes que as doctrinredes con vuestras buenas razones, obras y
gobierno.))
Es para cumplir est voluntad de su padre el sol , que hermano y
hermana van cada uno su camino, el prncipe al norte , y la princesa
al sur para convocar y doctrinar a la gente: a todos los hombres y
mujeres que hal laban por aquel los breales les hablaban y decan
cmo su padre el sol les haba enviado del cielo para que fuesen maes
tros y bienhechores de los moradores de toda aquel la t ierra , sacn
doles de la vida ferina que tenan, y mostrndoles a vivir como hom
bres [pg. 27]. .
El tono y el contenido de estos pasajes evocan episodios del Nue
vo Testamento en que se t rata de Jesucristo, quien fue enviado del
cielo a la t ierra por su padre celestial , a fin de traer un mensaje a
los hombres. Y as como Cristo dice ms tarde a sus apstoles que
su padre en tos cielos le l lama (Mi paz os doy, mi paz os dejo), el
Inca Manco Capac, antes de morir , se despide de sus hi jos diciendo
que
le- llamaba el sol,
y que se iba a descansar con l ,
que se queda
sen en paz, qu e desde el cielo tend ra cu ida do de ellos [p. 38].
Destaca en la doctrina de los Incas el mandamiento del amor al
pr j imo, que as imismo en e l c r i s t ian ismo ocupa l i gar tan importan
te .
Garci laso relata que el Inca Manco Capac mandaba a los indios
que hiciesen con todos lo que quisieran que todos hicieran con ellos
[pg ina 33]. ^
El poder pol t ico y el poder rel igioso son inseparablemente unidos
en el sistema de gobierno de los Incas. Tanto las leyes civiles como
|os precep tos religiosos tienen , el objeto de le va nta r al pueb lo iridio a
n nivel ms al to de humanidad y de civi l izacin. Una y otra vez
Garci laso repi te que la re^gin de los Incas se inspiraba en la razn
y la ley natural .
Mencionamos la creencia de los Incas en un dios-invisible, Pacha-
camac, al que los indios no rendan cul to como al sol y los planetas.
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Por la creencia en Pachacmac, la rel igin de los Incas alcanzaba un
al to gra do de espiri tual idad . .
En sus intentos de extender el poder pol t ico, los Incas persiguie
ron fines imperialistas, pero los cuales, en teora^ por lo menos, queda
ban subordinados a lo que Garci laso suele l lamar la enseanza de la
doctrina. La conversin de los indios al conocimiento y adoracin
del sol (6$)que em pren dieron los Incas , t i ene m uch as re lac iones con la
obra evangel izadora de los espaoles. Igual que suceda en la conquista
espaola, los ejrci tos de los Incas eran siempre acompaados por
ministros y maestros, que se quedaban entre los indios de la t ierra
recin conquistada para predicarles el mensaje del Inca.
La justificacin de la conquista In
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servirles, y ser sus vasallos, que cada da se nos haca un ao [p
gina ioo].
De la misma manera se someten la mayora de las t r ibus. En otra
parte , dice Garci laso: por esta suavidad de gobierno que en toda cosa
haba, acudan los indios con tanta pront i tud y amor a servir a los In
cas [p. 102J.
Algunas veces el Inca t iene que contener la impaciencia guerrera
de sus soldados ante la rebelda palabra que en los
Comentarios
quiere decir: negacin a someterse de alguna t ribu. El rey les hace
acordarse entonces de la t ica incaica que prescribe persuadir por man
sedumbre y no por fuerza de armas. Los habi tan tes de l pueblo Huay-
chu se niegan a aceptar los requirimientos del Inca e incluso atacan
su real. Los soldados estn exasperados por la insolencia de aquellos
brbaros. Pero: El Inca templaba el enojo de los suyos con decir-
les que por imitar a sus pasados y por cumplir el mandato de su
padre el sol , que le mandaba mirase por el bien de los indios, desea
ba no cast igar a aqul los con armas; que aguardasen algn da sin
hacerles mal ni darles batal la , a ver si naca en el los algn conocimien
to del bien que les deseaban hacer [p. 91].
Una prueba expl ci ta de que Garci laso censuraba en estos pasajes
el empleo de las armas por los espaoles en la predicacin del evan
gelio, se hal la en la misma
primera parte de los Comentarios
en un
cap tulo donde intercala el episodio de los indios Chunchus. Estos,
despus de la conquista del Per, guardaron presos durante dos aos
a algunos espaoles y un frai le , l lamado LHego Mart n . Cuando, al
fin , stos pueden marcharse, los indios rogaban al frai le qu se que
dase co n ellos, pa ra que les ensease la d octr ina cristia na y l no lo
quiso hacer. Y agrega Garci laso: Muchas semejantes ocasiones se
han perdido con los indios para haberles predicado el santo Evangel io
sin armas [p.
270].
En el captulo X del l ibro III, se narra el 'sit io de los indios d la pro
vincia Aymara. El Inca no quiere recurri r a las armas, sino esperar
q u e ,
impel idos por e l hambre , es tos ind ios se r indan voluntar iamente .
Por fin, ellos envan mensajeros al Inca a decirle que estn dispues
tos a recibirle como rey, pero a condicin que sojuzgue tambin la
provinc ia vec ina de Umasuyu, cuyos habi tan tes causaban mucho dao
a los de A y m ar a: El In qt respon di por un C apitn, que l no h ab a
venido al l s ino a qui tar sinrazones y agravios, y a ensear todas aque
l las naciones brbaras a que viviesen en ley de hombres y no de
bestias, y a mostrarles el conocimiento de su dios el sol; y, pues, el
qui tar agravios y poner en razn los indios era oficio del Inca, no
tena para qu ponerle por condicin lo que el rey estaba obl igado
m
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a hacer de oficio, que les reciba el vasallaje; mas no la condicin, por
que no le haban ellos de dar leyes, sino recibirlas del hijo del sol [97].
El quitar agravios [.. .] era oficio del Inca. Tengamos presentes
estas palabras, cuando Garci laso, en la segunda parte, refiere el en
cuentro entre los espaoles Hernando de Soto y Pedro del Barco con
Huscar Inca, heredero leg t imo del reino incaico y aprisionado por
el usurpador Atahualpa. Huscar espera que los espaoles apoyen sus
leg t imas pretensiones a recuperar su imperio. Dice Garci laso: Mas
despus se averigu que, habiendo sabido Huesear Inca por los indios
que el principal intento que los espaoles l levaban era hacer just icia
y
deshacer agravios
(como el los siempre, desde aue entraron en la
t ierra, lo haban publicado), les haba dicho (como lo refieren los his
toriadores espaoles) que, pues, la intencin de su majestad y la de
su capi tn general , en su nombre, era tener en just icia as a los cris
t ianos como a los indios que conquistasen, y dar a cada uno lo que
era suyo, les haca saber la t i rana de su hermano, que no solamente
quera qui tarle el reino, que por leg t ima sucesin era suyo, mas tam
bin la vida (III, p . 60). H u sc ar les rue ga le l leven a P iz ar ra : Que
cuando el capi tn general se hubiese informado de su just icia le res
t i tuira el reino, pues publicaba que vena a
deshacer agravios.
(Sub
rayamos.) Las frases entre parntesis manifiestan la cautela con la
que Garci laso refiere las buenas pero no cumplidas intenciones de
los espaoles.
Gracias a la suavidad de su gobierno, el dominio de los Incas es
experimentado por los pueblos recin conquistados como un beneficio,
y ellos mismos son considerados como verdaderos hijos de dios el sol.
Un pasaje representat ivo a este respecto se hal la en el cap tulo XV,
l ibro III , sobre los indios de Chayanta. Estos no se regoci jan de la
entrada en su provincia por las huestes del Inca. Miran al nuevo do
minador con recelo. Por eso, el Inca enva primero a sus consejeros
para expl icarles las leyes de su rel igin y gobierno. Quedan entera
m en te sat isfechos los indios de ^l las : Los indios, m ira nd o con aten
cin cuan en su honra y provecho eran todas, di jeron que el Sol y los
Incas sus hi jos, que tales ordenanzas y leyes daban a los hombres,
merecan ser adorados y tenidos por dioses y seores de la t ierra
[p. 106]. -
En es te contex to recordamos tambin las numerosas re ferencias en
los Comentarios a l hech o que los ind ios de l Per l lam aron igualm ente
incas, Viracochas o hi jos de dios a los primeros conquistadores espa
oles. La poca resistencia que les ofrecieron los indios es debida, segn
opina Garci laso, a esta creencia. Y prosigue: Si a esta vana creencia
de los indios cor resp on dier an los espaoles - con de cirles q ue el ver-
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dadero t r ios los haba enviado pr sacarlos de las t i ranas de de
monio , que eran mayores que las de Atahualpa , y les pred icaran
el santo Evangel io con el ejemplo que la doctrina pide, no hay duda
sino que h ic ieran grands imo fru to ; Pero pas todo tan d i feren te , como
sus mismas historias lo cuentan, a que me remito, que a m no me
es l ci to decirlo; dirn que por ser indio hablo apasionadamente [p
gina 178]. Fjese de nu evo en el recu rso a los histo riad ore s espao les
y ms atenuaciones que se hal lan en este pasaje, que no ci tamos entero
por no alargar demasiado las ci tas,
En la
segunda parte,
cap tulo XXVII, l ibro I , vemos cmo esta
vana creencia de los indios va evaporndose poco a poco a conse
cuencia de las violencias de los espaoles. En cada pueblo los espa
oles son recibidos con respeto y ddivas, porque adoraban por dio
ses a los espaoles. Y sigue el pasaje importante. ' y aunque supieron
a mortandad d indios que en Cassamarca hicieron, de los que de
el la escaparon huyendo por diversas partes no dejaran de tenerlos (igual
a los espaoles) por dioses; empero, por dioses terribles y crueles, y as
les ofrecieron los sacrificios para que se aplacasen y 770
les hiciese
mal, ya que no eran para hacerles bien
(14).
Este movimiento de vaivn del reino incaico a la dominacin e
paola carac ter iza tambin la exposic in de o t ro rasgo dominante d 165-180].
Nos parece significat ivo que Garci laso el Inca haya elegido precisa
mente este episodio tan poco edificante de la conquista espaola para
materia de su primera historia . Lo que resal ta en La Florida son las
andanzas enredadas de es tos conquis tadores , que por e l monte an-
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da ba n ansiosos por m ata r indios como si fue ran venados [p. 59], y
quienes, por no seguir otro rumbo que el de su insaciable sed de
oro ,
se olvidaron de dar nombres a los pueblos que atravesaban y de
demarcar la t ierra, de suerte que a cada paso Garci las ha de excu
sarse de no poder seguir la pista de el los. Pero lo ms notable en rela
cin con el rasgo dist int ivo de la conquista incaica que acabamos de
sealar son las lamentaciones de Garci las de que estos espaoles des-
- atendiesen la predicacin del Evangel io por su ansia insensata de
a lcanzar s iempre nuevos hor izontes prometedores de r iquezas nunca
hal ladas. Segn l , la expedicin de De Soto ha fal tado a la santa
tarea de pred icar e l Evangel io en e l Nuevo Mundo, a la que Dios ha
lla m ad o a los espaoles [pp. 412-414].
T a m b i n e n l a segunda parte d e los Com entarios, Garc ilas no se
cansa en repet i r- y lam en tar que la conqu ista espao la del Per no
fuera seguida por la predicacin del Evangel io. Con su cautela acos
tumbrada Garci las empieza por achacar este retraso en la conversin
de los indios a la obra del demonio. Pero entre l neas se lee lo que
considera como los verdaderos motivos: la sed de oro, t ierra y poder
de parte de los espaoles, su negat iva a rest i tuir el reino incaico a
sus herederos leg t imos, las Ordenanzas de 1542. Todo esto lo veremos
ms adelan te .
El examen de estos t res aspectos de la obra civi l izadora de los
Incas ha puesto al descubierto que la intencin de Garci las no ha
sido dar un relato objet ivo y aislado del pasado peruano hasta la
llegada de los espaoles, sino que esta
primera parte de los Com enta-
rios- reales
hace cuerpo con la
segunda parte,
am bas fo rm ando una
imprescindible pareja. La visin garci lasiana de la misin y el go
b ierno de los Incas es t formada de e lementos que fa l tan prec isamente ,
en parte o por completo, a la accin conquistadora y colonizadora
espaola. Sin embargo, sera simplista sacar desde luego la apresurada
' conclusin 'del radical ant iespaolismo de Garci las. Nosotros creemos
en su sinceridad cuando en
La Florida
d ice : Espaa , a qu ien debo
tanto. La visin histrica del Inca, l lena de contradicciones, es mucho
ms ma t i zada - r -ms con p l i cada t ambinde lo que hemos compro
bado has ta aqu .
La adhesin to ta l a i es tado modelo de los Incas que has ta aqu
hemos prestado al autor de los
Comentarios,
apa ren te m ente debe ser
relat ivizada considerablemente a causa de la act i tud cr t ica de Garci las
adopta respecto a la sinceridad de los impulsos que impelan a los
Incas a cumplir su accin civi l izadora entre los indios. Para anal izar
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esta act i tud buscaremos, al revs del mtodo seguido hasta aqu , nues
tro punto de part ida en la
Historia de la Florida.
Hemos hablado ya de l importan te cap tu lo en e l que e l au tor res
ponde a una objecin. Es la objecin al argumento que preste a
los indios ideas y anhelos y que-les d lugar a expresarlos. Las pri
meras apl icaciones de este recurso en
L Florida,
que permi t i a Gar-
ci laso incorporar en su relato una visin india sobre la conquista espa
ola , se conver t i r an ms ta rde en un verdadero mtodo de t raba jo en
sus Comentarios.
En la Historia de la Florida ocurre ms de una vez que los hom
bres de De Soto den con provincias cuyos seores naturales niegan
la entrada a los espaoles. Uno de ellos es Vitachuco. Este dice a sus
hermanos, quienes quieren persuadirle a rendirse a los espaoles, que
no pued e creer lo que de ellos publ ica la fa m a: que a nad ie h acen
mal ni dao y que son muy val ientes y hi jos del Sol , y que merecen
cualquier servicio que se les haga. Y contina: No miris que estos
crist ianos no pueden ser mejores que los pasados, que tantas cruelda
des hicieron en esta t ierra , pues son de una mesma nacin y ley?
(Es alusin a los espaoles de la primera expedicin de Juan Ponce
de Len.) Por las obras qu e hac en se ve clara m ente dice qu e son
hijos del diablo y no del Sol y Luna, nuestros dioses. Comprese
eso con el pasaje de los
Comentarios,
citad o en la no ta 14, do nd e los
indios l laman a los malos espaoles Zupay, que es demonio. Prosi
gu e V ita ch uc o: Y par a po blar 'y hac er asiento no se con tenta n de
t ierra alguna de cuantas ven y huel lan, porque t ienen por delei te
andar vagamundos, mantenindose del t rabajo y sudor ajeno (15).
Y muy prontoagrega Gard lasolos espaoles haban de c iarse cuen
ta-que stas no haban sido palabras, s ino ardent simos deseos de un
coraz n tan brav o y soberbio com o el suyo. *
Tambin en lo s
Comentarios
sucede a veces qu e un a trib u ofrezca
a los reyes Incas una resistencia anloga a la de Vitachuco contra
los espaoles en el pasaje citado. Pero, a diferencia a lo que ocurre
en
La Florida,
la resistencia de los indios contra la conquista incaica
termina siempre por ceder a la fuerza de atraccin que sobre el los
(15) Ver La Florida, l ibro II (pr imera parte) , cap. XXI. Et reproche de
vagamundos,
un a cr t ica de las f recuentes entrad as que cara cter i zab a el per odo
inicial de la conquista espaola, encuentra su contrapunto en el r igor con el
que los Incas procedan contra este abuso en su reino: era ley universal para
todo el imperio que ningn indio sal iese fuera de su t ierra a buscar lo que hu
biese de dar en t r ibuto, porque decan los Incas que no era justo pedir a los
vasal los lo que no tenan de cosecha, y que era abrir les la puerta para que en
achaque de l t r ibu to anduviesen vagando d tierra en tierra hechos holgazanes
[p 155]. Slo los enviados por los reyes Inca o los curacas podan ir de un lugar
a otro por los caminos del re ino, a los dems que caminaban s in causa- justa
los cas t igaban por vagabundos [p. 160].
375
CUADERNOS 23 0 8
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ejerce la fama de la mansedumbre de los incas y la suavidad de sU
reino.
Veamos ahora los motivos en los que se fundaba esta primera resis
tencia que algunas t r ibus indias oponan a la dominacin de los Incas
en los
Comentarios.
Con los resul tado s de este exa m en enfocarem os
despus la actitud crt ica que adopta Garcilasp a veces ante la sin
ceridad de la actuacin de los reyes Incas,
Al l legar el Inca Capac Yupanqui a las fronteras de la provincia
Chayanta, enva a sus mensajeros a los habi tantes de el la con los
requer imientos acostumbrados . Pero s tos no es tn d ispuestos a aceptar
de p lano e l dominio de los Incas . Dicen que no neces i tan de nuevo
rey ni nuevas leyes; que se contentan con las que t ienen; y lo que
peor les pareca era sujetarse a la voluntad de un hombre que estaba
predicando religin y santidades y que maana los tuviera sujetos
[p.
106. Subrayamos].
Este mismo Inca Capac t ropieza tambin con la resistencia de indios
de otras t res provincias. Estos le hacen saber que prefieren morir ms
bien que aceptar su doctrina y seoro y que el Inca se contentase
con lo que haba t i ran izado , pues con celo de religin haba usurpado
el seoro de tantos curacas haba sujetado
[p. 209. Sub raya m os].
Aqu nos las habernos con un motivo de resistencia india contra
los Incas que, cierto, Garcilaso no se atrevera a poner en los labios
de los indios que se oponan a la conquista espaola en
La Florida.
Aqu damos cOn una ambigedad
en
lo s
Comentarios
que es caracte
rst ica de la complej idad de las ideas y posturas que Garci laso ha
entretej ido en el texto de sus historias.
Desde las primeras pginas de los
Comentarios,
en efecto, ha h ech o
constar que su punto de vista respecto 'al origen de los reyes Incas no
coincide con el del viejo Inca, cuyo relato, va citando. Cuando, por fin,
vuelve a tomar la palabra para contar lo que l mismo piensa de este
or igen , v iene ofrec indonos una dec larac in sumamente rac ional y ,
como se ver , comple tamente de acuerdo con las idees faites del si
g lo xv i . Conformedicecon lo que he v is to y s de
.
los indios ,
sospecho que aquel p r imer pr nc ipe Manco Inca fue a lgn ind io as tu to
que ,
viendo la necesidad que aquel los indios primit ivos tenan de en
seanza y doctrina, fingi aquel la fbula, diciendo que l y su mujer
eran hi jos del Sol , que venan del cielo y que su padre los enviaba
para que doctrinasen e.hiciesen bien a aquel las gentes. La faci l idad
con la que los indios creyeron esta fbula se deba al buen ejemplo
que daban los Incas : porque es as que aquel la gente a n inguna cosa
a t ienda tan to como a mirar s i lo que hacen los maest ros conforma
con lo que les dicen, y hal lando conformidad en la vida y en la doc-
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t r ina, no han menester argufnnts para convencerlos a o que quisie
ren hacer de el los [p. 39]. Motivo, pues, que Garci iaso i r repi t iendo
todava muchas veces en el resto de su historia en contextos que con
t ienen referencias al comportamiento opuesto, a este respecto, de los
espaoles, como ya se ha visto.
En el pasaje citado, el primero en el que el autor habla del fin
gimiento de los Incas, este pretexto se presenta como un medio t i l
por el cual estos reyes adquirieron con los indios la autoridad nece
saria para hacerles aceptar su enseanza y doctrina. Pero, en el t rans
curso de su historia , Garci iaso hace notar repet idas veces que los Incas
sol an abusar, para fines propios, de la fama que tenan de ser hi jos
del Sol, revestidos de la misin divina de sacar los hombres de la
vida ferina que tenan. El autor afi rma: sustentando esta opinin,
tomaron por pr inc ipa l b lasn e l reducir los indios a su imperio, encu
briendo su ambicin con decir que lo manda ba el Sol
[p. 68].
Qu es lo que incitaba a Garciiaso a restar valor a la obra civili
zadora de los Incas , zah i r indola como es tando fundada en d is imula
das ambic iones d ins t icas de imperio un iversa l? Y has ta qu grado
ha incorporado en el conjunto de su historia la act i tud cr t ica, el
d i s tanc iamiento que adopta aqu an te la mater ia de su h is tor ia?
En pr imer lugar , hay que sealar que h is tor iadores como Las Casas
y Ac osta ha bl an i gu alm en te del fingimiento de los Inc as (16). L a tesis
de ambos h is tor iadores es que lo na tura l s i rve de preparac in a l Evan
gelio, tesis que Garciiaso, al comienzo de It |s
Comentarios,
t amb in
hace suya. Los esfuerzos real izados por las civi l izaciones prehispnicas
por levantar a los indios a un plano ms elevado de vida son as inte
grados re t rospect ivamente en la gran empresa evangel izadora de Es
paa. Por tanto, esta idea rel igiosa, generalmente aceptada en su t iem
po ,
forz a Garci lazo a adoptar este punto de vista .
Sin embargo , tambin es posib le enfocar desde un ngulo muy d is
t into la censura de las intenciones dudosas de los reyes Inca que en
contramos en la obra garci lasiana. El anl isis del juego de las asocia
ciones de ideas y representaciones en conexin con el cuadro de refe
rencias de nuest ro au tor pone a l descubier to e l hecho i r reba t ib le de que
el verdadero objeto de su censura no
(
son los reyes Inca, sino los
espaoles . Para es ta aseverac in podemos aduci r p ruebas te rminantes .
Ya hemos establecido relaciones asociat ivas entre los intentos de
resistencia india contra la conquista espaola
(Historia de la Florida)
y los dirigidos contra la dominacin incaica (Comentariosj . Lo s mo tivos
que los indios dan para estos intentos de resistencia contra el domi-
( 1 6) A C O S T A : V e r B . A . E . , t . 7 3 , p . 19 9 . L A S C A S A S : V e r B . A . E . , t . 1 0 6 , p . 3 9 8 .
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nador espaol
(La Florida)
e incaico
(Comentarios)
son, en el fon do,
idnt icos. Luego se ha puesto de rel ieve que estas mismas imputaciones
de los indios contra el invasor extrao integran igualmente la act i tud
cr t ica de Garci aso respecto a la dominacin de los reyes Incas. El
problema, una vez enfocado as , no deja la menor duda acerca de la
interpr etaci n que se fia de da r a un pasaje como, el s igu iente : por
que el principal blasn de que aquel los Incas se preciaban y el velo
con que cubran su ambic in por aumentar su imperio era dec i r que
les mova el celo de sacar los indios de las inhumanidades y bes
t ial idades en q ue vivan y reducirlos a vida m or al , y pol t ica y al
conocimiento y adoracin de su padre el Sol , que el los predicaban
por dios [p. 291]. Pues este mismo argumento, repet ido innumerables
veces en los cronistas espaoles, de sacar los indios de las inhuma
nidades y bestialidades- en que vivan era elemento esencial en la jus
tificacin de la conquista espaola.
Ur^a prueba menos directa, pero por eso no menos concluyeme,
reside en el hecho de que la act i tud cr t ica de Garci aso ante los
Incas no hal la cabida en la lgica interna de su obra; r io est en
armona, no esta corporizada en su visin de la obra civi l izadora de
los Incas. Segn el test imonio de
los, Comentarios,
las finalidades de
los reyes Incas quedan real izadas enteramente, a pesar de los bajos
motivos de egosmo dinst ico, que el autor les atribuye de vez en
cuando. En el sistema de gobierno incaico, el poder pol t ico y el
rel igioso estn estrechamente unidos, y los efectos del equi l ibrio arm
nico entre estas dos fuerzas son experimentados por los indios como
beneficiosos. No hay ningn indicio en los
Comentarios
de qu e los
indios se resint ieran de una preponderancia del elemento pol t ico en
el gobierno incaico ni que los Incas hubieran fal tado jams a las exi
gencias procedentes del poder rel igioso que el Sol les haba confiado;
ningn indicio, salvo una docena de pasajes en los que Garci aso
fustiga el abuso de los Incas. Pero ya se ha visto cmo stos han de
ser interpretados. Y cierto es que esta manera disimulada, torcida,
de censurar abusos y contradicciones que por va de la rel igin se
infi l t raban en la t rama del vivir hispnico de aquel t iempo no t iene
nada que pueda sorprender a los que estn algo famil iarizados con lo
que los socilogos ' l lam an el co m po rtam ien to inst i tucional izad o en
la sociedad espaoU del Siglo de Oro. A este respecto, nos permit imos
remit i r al lector a la interpretacin que hemos dado a las protestas
contra el imperat ivo del honor y el juego caprichoso entre el honor-
opinin y el honor-virtud en la
Comedia Nueva
(17).
, (17) Ver ob . a'/., pp. 104-168, aoa-aia. . ,
378
1 : ' *
-
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:
Lo que s ofrece dificultad es creer en la insinceridad de las con
vicciones religiosas de Garci
1
aso. Pero no parece que se haya de i r
hasta tal extremo. Todo Jo que se puede sacar de los datos inmediatos
de su obra histrica es que Garcilaso, a travs de su censura de la
Ins incer idad fundamenta l con que los Incas impusieron su doct r ina a
los indios, cri t icaba la manera de que los espaoles pusieron por obra
su conquista del Nuevo Mundo; es decir , que bajo la apariencia de
la religin, dieron rienda suelta a sus ansias de oro, de tierra, de ri
quezas materiales. Pues bien, esta opinin ya haba perdido en t iem
po de Garci laso casi por completo su acento de novedad revolucionaria
desde las publ icaciones y polmicas no slo de Las Casas, s ino tam
bin de historiadores como Acosta, Cieza de Len, Gomara e incluso
Oviedo, cronista tan duro a veces para con los indios.
Las razones por las cuales Garci laso ha encubierto sus ideas con
los ve-os de la transposicin son manifiestas: era un retoo de san
gres mezcladas, y por el lo , un observador marginal , ret i rado en el
refugio seguro que, como hemos visto, se haba acomodado, lejos de
los bul l icios 'del mundo y fuera del alcance de las pel igrosas fricciones
entre Crist ianos Viejos y Nuevos. No cabe duda que, desde esta pos
tura, no le era permit ido cri t icar la empresa espaola en el Nuevo
Mundo ni los valores normativos que regan la sociedad espaola de
su segunda pa t r ia
III. SEGUNDA PARTE DE LOS CO M EN TA RIO S: UN A CONQUISTA MALOGRADA
No hay nada ms significativo para la visin trgica de Garcilaso
sobre el dest ino del pueblo indio del Per que la comparacin de la
situacin histrica.)) en la que se encontraba a la llegada de los espa
oles en 1531 y la que describe en
la segunda parte de los Com enta-
" rios, bajo el virreinato de Francisco de Toledo (1569-1581).
Como resultado final de la obra civilizadora de los reyes Inca,
vemos a un pueblo prspero que, en una sumisin afectuosa a su prn
cipe,
a quien l lama amador y bienhechor de pobres, goza de los
frutos pacficos de un gobierno ordenado y estable.
Al final de la segunda parte es como si un torbellino de viento
hubiera pasado por aquel escenario apacible: los reyes Inca, muertos
cruelmente en la picota de la infamia, han dejado hurfanos a sus
indios, a merced de los nuevos conquistadores, quienes, sobre sus cer
vices dobladas, deciden por las armas sus rival idades intest inas. La
nueva raza, brotada de la unin entre las ant iguas Pal las y los nue
vos dominadores, que pensaba poder sacar redoblados t tulos de honor
379
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y scuuao ae esta mezcla de glorias antiguas y nuevas, es echada fuera
de su patria, esparcida por el nuevo y el viejo mundo en el exilio, la
soledad, la nostalgia. Y los indios que quedaban, lloraban sus reyes
m uertos, enajenado su im perio y acab ada su repblica [p. 26].
En esta segunda parte de los Comentarios se dira que se asiste
a una
Umwertung aller Werie,
una inversin de todos los valores:
los vnculos de la lealtad, de la fe dada, del orden, se han deshecho
bajo la accin disolvente de la traicin, inseguridad, anarqua. Entre
los muchos rasgos negativos de la conquista espaola, tales como
estn descritos en esta parte de los Comentarios, no hay ninguno que
no encuentre su contraparte positiva en la historia del reino incaico.
Todos los elementos que en la
primera parte
han concurrido en la
creacin del e stado m odelo de los Inc as, ^resultan estar provistos de
una finalidad retroefectiva inesperada en esta
segunda parte.
El objeto perseguido por Garcilaso en esta segunda parte no es
contestar circunstancialmente la legitimidad de la conquista de los
espaoles. Desde la primera parte, su llegada ha sido anunciada repe
tidamente. Los Incas han recomendado a sus subditos que obedezcan
a lo nuevos dominadores, porque su doctrina sera mejor que la de
los Incas. La rpida victoria que los espaoles alcanzaron sobre los
indios se debe al mandato de Huayna Capac, ltimo rey Inca: que
los indios no ofreciesen resistencia, sino que se sometiesen al nuevo
conquistador. Como siempre, Garcilaso expresa esta idea veladarhente.
Sin embargo, lo que se hace patente en esta
segunda parte
es un cam
bio de tono. A medida que adelanta en su historia de la conquista
espaola del Per manifiesta con ms libertad sus ideas y opiniones.
El tono cuasi bblico que ha usado para describir el buen gobierno
de los Incas en la primera parte desaparece ahora que pisa el terreno
de una experiencia vivida, de una realidad concreta. Apartando ahora
la vista del panorama de ensueo incaico por el que se trazaron los
movimientos armnicos de la conquista india, vuelve ahora los ojos'
a su tierra natal, sacudida por sangrientas luchas y regada por las
corrientes mezcladas de sangre india y espaola. En el ocaso de su
vida, Garcilaso vuelve a tomar el camino que le lleva al escenario
de su juventud pasada, punto de partida de una existencia que pu
diera haber sido brillante s el rumbo vacilante de la historia de
su patria se hubiese torcido en otra direccin, a un momento preciso
del pasado. A este punto retorna Garcilaso en la segunda parte de los
Comentarios,
porque n esta encrucijada de posibilidades histricas
hay una de la que en toda su yida no se han apartado sus pensa
mientos nostlgicos. Esto, que no pas de ser ms que potencialidad
de un momento histrico, esperanza efmera, va a ser revivido ahora
330
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por la imaginacin, recreado por el arte de Garci laso el Inca. Porque
slo el arte permite ser al hombre el hechicero atrevido, capaz de vol
ver a moldear lo que el t iempo ha cuajado ya en inexorable real idad:
And L ove Could you and I with Him conspire
Tro grasp this sorry Scheme of Things en tire,
Wou ld nt we shatter it to bits-and then
Rem ould it nearer to the Heart's Desire
(O MA R K H A Y Y A M:
The Ruba iyat.)
Este principal motivo al que aludimos est formado por las capi
tulaciones entre indios y espaoles y la posibi l idad de real izarlas bajo
Gonzalo, Pizarro. Este es el fondo, ya no velado, sino expl ci to , contra
el cual se destaca el encuentro histrico entre indios y espaoles, ta l
como el autor lo relata en esta
segunda parte.
Todo lo dems es de
importancia secundaria y se ajusta a esta perspect iva.
Afirma Porras Barrenechea: la redaccin de una especie de t ra
tado de paz entre espaoles e indios, que es pieza fundamental en la
conce pcin h istric a garc ilasian a (.. ), no figura en n in gu na ot ra cr
nica de la conquista. Con tan ta m s atenci n diramos conviene
examinar lo .
Los acontecimientos inmediatos que dieron ocasin a las capi tula
ciones entre indios y espaoles fueron la prisin por Ti tu Atauchi ,
hermano de Atahualpa, de Snchez Cul lar, escribano que fue de
la informacin, sentencia y muerte de Atahualpa, y la de Francisco
de Chaves, que era uno de los caudillos, con otros seis conquista
dores principales, ms otros de menos cuenta, cuyos nombres ha bo
rrado el olvido; prisin efectuada por Quizquiz, capi tn famoso de
los min is t ros de Atahualpa .
Titu Atauchi y Quizquiz se juntan y se dirigen con sus prisioneros
a Cajamarca. All dan garrote al escribano Cul lar, a l mismo palo al
que los espaoles mataron a Atahualpa, para vengarse as de la muer
te del Inca. En cambio, Francisco de Chaves y sus compaeros son
tratados por los indios con la mayor cortesa y amistad. Antes de
devolverles la l ibertad, los indios les proponen el famoso t ratado de
paz. Estas capi tulaciones comprenden siete puntos:
i.
Qu e todas las injurias, del i tos y agravios hasta entonc es suce
didos de una parte a otra se borrasen y olvidasen perpetuamente.
i.
Que hubiese paz entre indios y espaoles par a no hacerse m al
los unos a los otros.
3.
Que los espaoles no contradi jesen la corona del imperio a
Manco Inca porque era e l l eg t imo heredero .
381
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4-
Que indios y espaoles, en sus t ratos y contratos, se hubiesen
como amigos y que quedasen confederados para socorrerse y ayudarse
unos a otros.
5. Qu e los espao les soltasen los indios que ten an presos en cad e
na y de all adelante no los aherrojasen, sino que se sirviesen de ellos
l ib remente .
6. Qu e las leyes de los Inca s pasad os, hech as en beneficio de los
vasallos, que no fuesen contra la ley cristiana, se guardasen inviola
b lemente .
7.
Que e l gobern ador don Francisco Pizarro , den t ro en breve tiem
po,
enviase estas capi tulaciones a Espaa para que la Majestad imperial
las confirmase [III, p. 88].
Los espaoles, impresionados por la generosidad de los indios, quie
nes , en lugar de matar los , hab an curado sus her idas y , por l t imo,
les pedan partidos y condiciones tan justificadas y tan puestas en
razn , se confundieron y admiraron de l todo . Y como hombres que
por horas haban es tado esperando la muerte y es taban compungidos
de los descuidos que en la doctrina de los indios y predicacin del
santo Evangel io haban tenido, piden l icencia a los indios para, en
nombre del gobernador y de todos los espaoles, agregar dos puntos
a las capitulaciones: Primero, que los indios recibiesen la ley de los
cristianos
.
y adm it iesen la predicacin de l Evan gel io en todo el im
perio. Seg und o, que. pue s los espao les eran extra njero s y no ten an
pueblos ni t ierras d e que m ante ner se, les diesen, al ime ntos como a
los dems natura 'es de aquel reino y les diesen indios e indias de
servicio que les sirviesen, no como esclavos, sino como criados.
Los indios aceptan estos puntos de buena gana, y depus que las
capi tulaciones son consignadas por los historiadores en su udo,
da n licencia a los espaoles p ara irse. Por el. cam ino , stos hab la n d e
lo que acaba de suceder les . Es te t ra tado de pazdecanno es obra
de brbaros idlatras, s ino milagros e inspiraciones de Dios nuestro
Seor, que andaba disponiendo los nimos de aquel la gent i l idad para
que con amor y suavidad recibiesen su doctrina y santo Evangel io.
Se proponen persuadi r a l 'gobernador y los dems espaoles que acep
ten es te t ra tad o de paz . Pero , aunq ue Francisco ' Pizar ro se m uest ra
dispuesto a el lo , el demonio'dice el autor, enemigo del gnero
humano, dec id i en cont ra , impid iendo con sus malas obras la con
versin de los indios y causando las guerras que luego empezaron
entre indios y espaoles: Y as levantaron las guerras que poco des
pus hubo entre indios y espaoles
por no cum plirse estas capitula
ciones, porqu e la soberbia no consinti la restitucin del reino a su
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encerrado el Inca heredero de este imperio, pidindole salga a rest i
tuirse en su majestad y grandeza y de su mano d a vuesa seora
por mujer la hi ja o hermana que tuviere, que bien sabe vuesa seora
cu nto es t imar aque l p r nc ipe su . paren tesco y amis tad .
As
Pizarro
ganar el amor universal de los indios. El rey Inca volver a gozar
de la obediencia de sus indios, como lo hicieron sus antepasados, y
Pizarra con sus ministros y capi tanes ejercern la gobernacin sobre
los espaoles. En caso de guerra, los indios, mandados por su rey,
acudirn a su socorro como al iados fieles, en vez decomo ha suce
dido hasta aquservir de espas dobles, complicndoles la vida a
los espaoles. E sta t ierra dice Carvajal pertene ce ia los Inc as, y
ahora, en rest i tursela al Inca, hace lo que debe en ley natural.
Por l t imo, Carvajal le representa a Pizarro que, una vez rey coro
n a d o , ya no tendr nada que achacarse; y no repare vuesa seora
en que le digan que hace t i rana al rey de Espaa, que no se la
hace; porque, como el refrn lo dice,
no hay rey traidor.
Estos son los t res puntos del discurso de Carvajal ante Pizarro.
No cabe duda que las ventajas del sistema de confederacin propuesto
aqu son del lado espaol, as como fueron a favor de los indios en
las capitulaciones que stos hicieron con ios espaoles aprisionados.
Carvajal est ipula que las t ierras sin dueo deben ser repart idas entre
los amigos y val idos de Pizarro, y no para dos vidas, como hizo el
rey espaol , s ino en mayorazgo perpetuo. Adems, t iene la vista
-puesta en la creacin de un gnero de nobleza criolla, con t tulos
y Ordenes multares similares a las de Espaa, con sus hbi tos y pen
siones.
Quiz un dejo de hipocresa se perciba en la proposicin de la
al ianza con los indios. Lo que Carvajal parece esperar ante todo del
parentesco de Pizarro con la casa real de los Incas es un poder indi
recto sobre los indios, y luego, con el concurso de stos, apoderarse
de todo el oro y plata del Per, pues ellos no lo tenan por riquezs
ni tesoro.
Estas segundas capi tulaciones entre espaoles e indios presentar
todava otra diferencia ms con las primeras entre indios y espaoles
*y es el paren tesco de G onza lo Piza rro con un a princesa Inc a. Es qui
por esta al ianza, la rest i tucin del reino Inca a su leg t imo hereder
adquiere un carcter especial que no dejara de crear condiciones favo
rabies a la elevacin a niveles insospechados de la raza mestiza. Est
fue el sueo qu e Garci laso el Inca m uer tas sus espera nzas de pod e
gozar honores y aplausos en plena luz de la vida de su pocah
soado durante toda su existencia. Un sueo que, por fin , ha contad-
y expuesto con todos sus smbolos, asociaciones de ideas, transicione
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abruptas y si lencios, como si fuera en un t ratamiento teraput ico
freudiano, a lo largo de los torcidos derroteros de sus historias,
Qu son los factores que han conducido a Gonzalo Pizarro y los
suyosy, en pos de ellos, al autor de los Comentariosa aquel la
encruci jada de la Historia , en la que vieron surgir ante sus ojos la
perspect iva fascinante de un Per independiente de la corona de Es
paa y cuyos dueos seran los que haban conquistado esta t ierra
con sus propios esfuerzos?
El pujnto de part ida de la rebel in de Gonzalo Pizarro se hal la ,
segn el test imonio de los Comentarios, en la introd ucci n de las Or
denanzas de 1542. Por la aplicacin de estas leyes, los antiguos con
quistadores se vean privados de sus encomiendas y del servicio de
los indios.
Dqspus de la derrota de Diego de Almagro, el mozo, en la
batal la de Chupas, hubo en el Per un periodo de paz y quietud bajo
el buen gobierno del l icenciado Vaca de Castro. Pero, una vez ms,
el demonio viene a interrumpir la predicacin del Evangel io y la quie
tud de la que go zab an indios y, espaoles.
Antes de describir las consecuencias nefastas de la introduccin
de las huevas leyes y ordenanzas, Garci laso dirige una franca adver
tencia a prncipes, reyes y monarcas: que se abstengan de hacer
leyes muy rigurosas ni hacerlas ejecutar por magistrados cuyo extremo
rigor induce a los vasal los a negarles obediencia y a que busquen
y pretendan otros prncipes que les manden y gobiernen. Dice el
autor que va a mostrar que en el Per han estado muy cerca de
recurri r a este extremo: Que el Per, por el r igor que en l se us,
estuvo tan en canto de perderse y enajenarse de la corona de Espaa,
como por la Historia se ver, s i la benignidad del emperador no vol
viera a restituirlo. [Til, p. 211].
Cuando se t rata de las Ordenanzas de 1542 surge inevi tablemente
la figura de Bartolom de las Casas. Por la primera vez le vemos
mencionado en los
Comentarios
a prop sito de estas nue vas leyes,
Garc i laso hace a l c lebre dominicano e l mismo reproche que Fernn
dez de Oviedo, a saber: falta de sentido realista e impericia en las
cosas de las Indias. Aunque no vemos en los
Comentarios
los lati
gazos de sarca