murio horacio coppola adiós a los “ojos del … · cierre de la escuela en 1933, intro-ductora...

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I 9 Martes 19 de junio de 2012 SOCIEDAD Fue un “vencedor” del tiempo y uno de los maestros indiscutidos de la fotografía argentina. Por eso, en los últimos años, al legendario fotógrafo porteño Horacio Coppola lo habían bautizado los “ojos del siglo”. Con su asombrosa vitalidad se había impuesto a la centuria y trascendido nada menos que el siglo XX. Pero ayer, pasadas las 0.30, sere- namente su vida se apagó. Coppola murió mientras dormía en su depar- tamento de Esmeralda y Libertador, en Retiro. Tenía 105 años. Acompañado por su círculo más íntimo, sus restos fueron inhumados por la tarde en el Jardín de Paz. Sara Facio, Aldo Sessa, Ricardo y Alicia Sanguinetti, Luis Príamo y Facundo de Zuviría, entre otros fotógrafos amigos, rindieron ayer el último tri- buto a ese gran cronista de la ciudad y poeta visual del siglo XX. Vital, alegre y sonriente, como muchos siempre lo recordarán, Co- ppola se aprestaba a festejar un año más de vida el 31 de julio, cuando, súbitamente, su salud se deterioró. Una neumonía lo había obligado a permanecer 10 días internado, pero había logrado sobreponerse a la enfermedad. Coppola fue ante todo un infa- tigable flâneur que recorría las urbes buscando la situación y la luz perfecta para sus tomas, realizadas indefectiblemente con su Leica. El menor de seis hermanos en una familia de inmigrantes genoveses de buen pasar, había aprendido todo cuanto sabía del métier de su hermano Armando. Pero antes de que la fotografía se convirtiera en su pasión, Coppola soñaba con dedicarse al cine, y así fue como fundó el primer Cine Club que tuvo Buenos Aires, en 1929. Entusiasmado con la experimen- tación de las vanguardias, en los años 30 se estableció en Berlín para empaparse de lo nuevo. Pero como Brassaï para las no- ches parisinas o Bill Brand para las escenas londinenses, será siempre identificado con la fisonomía de Bue- nos Aires de los años 30. Una etapa de estéticas en pugna que lo cautivó y en la que ahondó en la fusión de la arquitectura afrancesada y el racionalismo que asomaba en las calles porteñas. Dejó testimonio de todo ello a partir de sugerentes pers- pectivas elevadas y tomas cenitales que siempre acentuaban los puntos de fuga, las geometrías y la “rigidez” de ángulos. Se colaban también otros registros más líricos. Formado en la escuela de fotogra- fía de la Bauhaus, que entonces diri- gía el matemático Walter Peterhans, Coppola conoció allí, en Berlín, a la que sería pronto su primera mujer: la notable fotógrafa Grete Stern. Ante el avance del nazismo y el cierre de la escuela en 1933, intro- ductora de las vanguardias, la pareja debió abandonar Berlín y se instaló en Londres. Esa ciudad actuó como un centro de operaciones para una obra “móvil” que se desplegaría luego en otras ciudades para mostrar personajes, ambientes, situaciones, talleres de artistas como los de Marc Chagall y Joan Miró y obras de arte de la Europa de entreguerras. También, a partir de una trilogía de documentales y miles de instan- táneas que, como Cartier Bresson, capturaban el momento justo. En 1934 Coppola estrenó su primer documental: Traüm, una indagación de tono bien surrealista sobre los sueños, filmada en las calles berline- sas. Capturó luego el febril serpenteo del río parisino en Un puente en el Sena y al año siguiente estrenó Un domingo en Hampstead Heath, en las afueras de Londres. Aunque trabajaba para la revista francesa Cahiers d’Art y por ello sus viajes eran frecuentes, decidió radicarse con Stern, con quien tuvo dos hijos, en Buenos Aires. El intendente Mariano de Vedia y Mitre fue el que le encomendó su trabajo más emblemático: retratar la ciudad cuando se acercaba el cuarto centenario de su primera fundación. Así nació Buenos Aires, 1936, la an- tología de sus imágenes porteñas más célebres, en formato libro y con textos de Alberto Prebisch. Amigo de Borges, Xul Solar, Gut- tero, Martínez Estrada, de Victoria Ocampo y gran parte de los colabora- dores de Sur, dejó su impronta en esa revista. Borges le pidió dos imágenes suyas palermitanas para incluir en la primera edición de Evaristo Carriego. Se trata de los registros de una esquina de Jean Jaurés y otra de Paraguay al 2600. “Caminar por Buenos Aires era una forma de conversar y una ma- nera de cultivar la amistad”, confesó alguna vez a LA NACION Coppola, sobre sus febriles peregrinajes junto a Borges por la ciudad. “Veíamos la ciudad como un paisaje escurridizo en el que había que estar atento a sus personajes, a sus objetos fortuitos en los que si uno sabe mirar encuentra mil formas insólitas.” Luego de la edición del libro Ima- gema, que reúne su obra fotográfica desde 1927 hasta 1994, cuando guardó su Leica, Coppola tuvo varias mues- tras retrospectivas de su obra aquí y en Valencia, y el mercado consagró su imágenes. Su marchand, Jorge Mara, fue importante en esa empresa. FOTOGRAFIA MURIO HORACIO COPPOLA Adiós a los “ojos del siglo XX” A los 105, se fue el gran maestro de la fotografía local; fue un vanguardista y mostró como nadie a Buenos Aires LORELEY GAFFOGLIO LA NACION Las geometrías porteñas son una marca registrada en la obra de Coppola GENTILEZA JORGE MARA Horacio Coppola dejó testimonios innovadores ARCHIVO Es difícil precisar la enorme influencia que la obra de Horacio Coppola tuvo sobre la fotografía argentina. Su época más productiva y con una considerable exposición pú- blica, se inicia a su regreso de Europa en 1932, y se concreta en el libro Buenos Aires 1936: Visión fotográfica, reeditado recientemen- te como El Buenos Aires de Horacio Coppola. Era en esas fotos donde Coppola ensayaba, sobre las calles y los habitantes de la ciudad, las ideas adquiridas durante su aprendizaje en la escuela de la Bauhaus de la Alemania de entreguerras. Utilizando la misma cámara Leica con la que, por ese entonces Henri Cartier-Bresson ya había logrado algunas de sus más celebradas fotografías en Europa, Coppola no buscaba el “instante decisivo” en escenas naturalistas como el gran maestro francés, sino que se dedicaba a estudiar la geometría de los edificios y hasta en los pequeños detalles de las aceras y muros de la ciudad encontraba una situación digna de fotografiar. Sus enfoques son más radicales, bien en la moda de los encuadres del alemán Albert Renger-Patzsch. O se aventuraba en la fotografía nocturna influenciado por la téc- nica que Brassaï (a quien conoció) estaba utilizando para fotografiar la ciudad de París y que resultaría en un libro emblemático: Paris de Nuit. Horacio Coppola al mismo tiempo incursionaba en el cine (sus cortos documentales sobre el Obelisco pudieron verse en su última mues- tra homenaje en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires –Malba–, en 2006) y con usos de la fotografía poco frecuentados por los autores locales de la época. Experimentó con el collage y la múltiple exposición. Escribió un manifiesto sobre el uso de la fotografía como expresión artís- tica, y compartió tertulias con los principales escritores y poetas de la época. Esta multiplicidad de intereses y prácticas artísticas se vio po- tenciada por la influencia de su primera esposa, la alemana Grete Stern, quien también produjo una de las obras más audaces en la historia de la fotografía argentina contemporánea. Este ciclo creativo vital iniciado en los 30 tuvo su culminación en 1969 con su gran exposición Cuaren- ta años de fotografía, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Habrían de pasar cuarenta años más para que su obra recuperara notoriedad. Gracias al trabajo de investigadores y galeristas locales e internacionales, hemos descubierto que lo que tanto admiramos en la obra de los grandes maestros de la fotografía mundial del siglo XX, ve- nía siendo practicado, con espíritu lúdico e innovador, por un notable artista argentino. EL PERSONAJE Espíritu lúdico e innovador DANIEL MERLE LA NACION EXPOSICION EN LA UCA Arte y Diseño El Pabellón de las Bellas Artes de la Universidad Católica exhibirá a partir de pasado mañana, a las 18.30, una muestra de Arte y Diseño de Marta Minujín, Edgardo Giménez y Rogelio Polesello, entre otros artistas. Podrá verse en Alicia Moreau de Justo 1300, de martes a domingos, de 11 a 19, de esta ciudad. Entrada libre y gratuita. Síntesis Culto católico Santoral. Santa Juliana. Nacida en Florencia. Dirigió la rama femenina de la Orden de los Siervos de María. Liturgia. Primer libro de los Re- yes (21, 17-29) y el Evangelio de San Mateo (5, 43-48). N o es la primera vez que Carlos Slim mueve sus fichas en la Ar- gentina. En anteriores oportuni- dades, no en petróleo sino en telecomu- nicaciones, ha sido una estrategia del millonario mexicano asociar su agenda de negocios con grandes exposiciones, en las que pone en escena su condición de coleccionista. El hombre más rico del mundo, en un país con 50 millones de pobres, es accionista de The New York Times y el mayor comprador de obras de Rodin del planeta. Tiene más de 300 bronces del escultor francés y un museo de 34 millones de dólares en el vecindario de Polanco, diseñado por su yerno Fernando Romero. De origen libanés, su padre, Julian Slim Haddad, tenía una tienda de telas, Carlos Slim puede elegir hoy entre comprar su ropa en Sears o en Saks Fifht Avenue, ambas son eslabones de su collar de inversiones. Dicen que prefiere Sears, comer maní japonés y sacarse los zapatos en la oficina. En su última novela, El mapa y el territorio, que le valió el premio Gon- court 2010, el francés Michel Houllebe- cq se zambulle en el mundo del arte y ubica en el vernissage del protagonista a los tres coleccionistas que “tallan” en el mercado global. Ellos son Carlos Slim Helú, Roman Abramovich y Fran- cois Pinault. Como el francés dueño de Christie’s, que tiene un museo en Venecia, Slim consolidó su fama de coleccionista con la creación del Museo Soumaya, en homenaje a su esposa, que murió de insuficiencia renal en 1999. La inauguración fue en marzo de 2011, escoltado por el presidente Calderón, Gabriel García Márquez y Larry King. A diferencia de Eugenio López, compatriota y dueño de la colección Jumex, la mejor de México en arte contemporáneo, Carlos Slim hace gala de un gusto ecléctico. Compra mone- das, bronces, pintura y arte mexicano, para algunos más atento a la cantidad que a la calidad. El habla de un “museo de masas”, mientras los curadores le pegan duro justamente por la ausencia de un “criterio” curatorial. En Buenos Aires, su presencia con- tundente animó la inauguración de la recordada muestra de la cultura Olmeca en la Fundación Proa en 2004, cuando expandía los intereses de Telmex. Y fue representado por su hijo en el cóctel inaugural de La Era de Rodin, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, sincronizada con un timing perfecto con el lanzamiento de Claro en la Argenti- na, en 2008. Si asume como propios los intereses de la familia Eskenazi, podría montar su próxima muestra en el lobby de la Torre de Pelli, en Puerto Madero. El coleccionista detrás de la noticia MARTES VISUALES ALICIA DE ARTEAGA [email protected] Twitter:@alicearte.com El hombre más rico del mundo, en un país de cincuenta millones de pobres, consolidó su relación con el arte al fundar, en 2011, el Museo Soumaya en el Distrito Federal de México

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Page 1: MURIO HORACIO COPPOLA Adiós a los “ojos del … · cierre de la escuela en 1933, intro-ductora de las vanguardias, la pareja debió abandonar Berlín y se instaló en Londres

I 9Martes 19 de junio de 2012 SOCIEDAD

Fue un “vencedor” del tiempo y uno de los maestros indiscutidos de la fotografía argentina. Por eso, en los últimos años, al legendario fotógrafo porteño Horacio Coppola lo habían bautizado los “ojos del siglo”. Con su asombrosa vitalidad se había impuesto a la centuria y trascendido nada menos que el siglo XX.

Pero ayer, pasadas las 0.30, sere-namente su vida se apagó. Coppola murió mientras dormía en su depar-tamento de Esmeralda y Libertador, en Retiro. Tenía 105 años.

Acompañado por su círculo más íntimo, sus restos fueron inhumados por la tarde en el Jardín de Paz. Sara Facio, Aldo Sessa, Ricardo y Alicia Sanguinetti, Luis Príamo y Facundo de Zuviría, entre otros fotógrafos amigos, rindieron ayer el último tri-buto a ese gran cronista de la ciudad y poeta visual del siglo XX.

Vital, alegre y sonriente, como muchos siempre lo recordarán, Co-ppola se aprestaba a festejar un año más de vida el 31 de julio, cuando, súbitamente, su salud se deterioró. Una neumonía lo había obligado a permanecer 10 días internado, pero había logrado sobreponerse a la enfermedad.

Coppola fue ante todo un infa-tigable flâneur que recorría las urbes buscando la situación y la luz perfecta para sus tomas, realizadas indefectiblemente con su Leica.

El menor de seis hermanos en una familia de inmigrantes genoveses de buen pasar, había aprendido todo cuanto sabía del métier de su hermano Armando. Pero antes de que la fotografía se convirtiera en su pasión, Coppola soñaba con dedicarse al cine, y así fue como fundó el primer Cine Club que tuvo Buenos Aires, en 1929.

Entusiasmado con la experimen-tación de las vanguardias, en los años 30 se estableció en Berlín para empaparse de lo nuevo.

Pero como Brassaï para las no-ches parisinas o Bill Brand para las escenas londinenses, será siempre identificado con la fisonomía de Bue-nos Aires de los años 30. Una etapa de estéticas en pugna que lo cautivó y en la que ahondó en la fusión de la arquitectura afrancesada y el racionalismo que asomaba en las calles porteñas. Dejó testimonio de todo ello a partir de sugerentes pers-pectivas elevadas y tomas cenitales que siempre acentuaban los puntos de fuga, las geometrías y la “rigidez” de ángulos. Se colaban también otros registros más líricos.

Formado en la escuela de fotogra-fía de la Bauhaus, que entonces diri-gía el matemático Walter Peterhans, Coppola conoció allí, en Berlín, a la que sería pronto su primera mujer: la notable fotógrafa Grete Stern.

Ante el avance del nazismo y el cierre de la escuela en 1933, intro-ductora de las vanguardias, la pareja debió abandonar Berlín y se instaló en Londres. Esa ciudad actuó como un centro de operaciones para una obra “móvil” que se desplegaría luego en otras ciudades para mostrar personajes, ambientes, situaciones, talleres de artistas como los de Marc Chagall y Joan Miró y obras de arte de la Europa de entreguerras. También, a partir de una trilogía de documentales y miles de instan-táneas que, como Cartier Bresson, capturaban el momento justo.

En 1934 Coppola estrenó su primer documental: Traüm, una indagación

de tono bien surrealista sobre los sueños, filmada en las calles berline-sas. Capturó luego el febril serpenteo del río parisino en Un puente en el Sena y al año siguiente estrenó Un domingo en Hampstead Heath, en las afueras de Londres.

Aunque trabajaba para la revista francesa Cahiers d’Art y por ello sus viajes eran frecuentes, decidió radicarse con Stern, con quien tuvo dos hijos, en Buenos Aires.

El intendente Mariano de Vedia y Mitre fue el que le encomendó su trabajo más emblemático: retratar la ciudad cuando se acercaba el cuarto centenario de su primera fundación. Así nació Buenos Aires, 1936, la an-tología de sus imágenes porteñas más célebres, en formato libro y con textos de Alberto Prebisch.

Amigo de Borges, Xul Solar, Gut-tero, Martínez Estrada, de Victoria Ocampo y gran parte de los colabora-dores de Sur, dejó su impronta en esa

revista. Borges le pidió dos imágenes suyas palermitanas para incluir en la primera edición de Evaristo Carriego. Se trata de los registros de una esquina de Jean Jaurés y otra de Paraguay al 2600.

“Caminar por Buenos Aires era una forma de conversar y una ma-nera de cultivar la amistad”, confesó alguna vez a LA NACION Coppola, sobre sus febriles peregrinajes junto a Borges por la ciudad. “Veíamos la ciudad como un paisaje escurridizo en el que había que estar atento a sus personajes, a sus objetos fortuitos en los que si uno sabe mirar encuentra mil formas insólitas.”

Luego de la edición del libro Ima-gema, que reúne su obra fotográfica desde 1927 hasta 1994, cuando guardó su Leica, Coppola tuvo varias mues-tras retrospectivas de su obra aquí y en Valencia, y el mercado consagró su imágenes. Su marchand, Jorge Mara, fue importante en esa empresa.

FOTOGRAFIA MURIO HORACIO COPPOLA

Adiós a los “ojos del siglo XX” A los 105, se fue el gran maestro de la fotografía local; fue un vanguardista y mostró como nadie a Buenos Aires LORELEY GAFFOGLIOLA NACION

Las geometrías porteñas son una marca registrada en la obra de Coppola GENTILEZA JORGE MARA

Horacio Coppola dejó testimonios innovadoresARCHIVO

Es difícil precisar la enorme influencia que la obra de Horacio Coppola tuvo sobre la fotografía argentina.

Su época más productiva y con una considerable exposición pú-blica, se inicia a su regreso de Europa en 1932, y se concreta en el libro Buenos Aires 1936: Visión fotográfica, reeditado recientemen-te como El Buenos Aires de Horacio Coppola.

Era en esas fotos donde Coppola ensayaba, sobre las calles y los habitantes de la ciudad, las ideas adquiridas durante su aprendizaje en la escuela de la Bauhaus de la Alemania de entreguerras.

Utilizando la misma cámara Leica con la que, por ese entonces Henri Cartier-Bresson ya había logrado algunas de sus más celebradas fotografías en Europa, Coppola no buscaba el “instante decisivo” en escenas naturalistas como el gran maestro francés, sino que se dedicaba a estudiar la geometría de los edificios y hasta en los pequeños detalles de las aceras y muros de la ciudad encontraba una situación digna de fotografiar.

Sus enfoques son más radicales, bien en la moda de los encuadres del alemán Albert Renger-Patzsch. O se aventuraba en la fotografía nocturna influenciado por la téc-nica que Brassaï (a quien conoció) estaba utilizando para fotografiar la ciudad de París y que resultaría

en un libro emblemático: Paris de Nuit.

Horacio Coppola al mismo tiempo incursionaba en el cine (sus cortos documentales sobre el Obelisco pudieron verse en su última mues-tra homenaje en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires –Malba–, en 2006) y con usos de la fotografía poco frecuentados por los autores locales de la época.

Experimentó con el collage y la múltiple exposición. Escribió un manifiesto sobre el uso de la fotografía como expresión artís-tica, y compartió tertulias con los principales escritores y poetas de la época.

Esta multiplicidad de intereses y prácticas artísticas se vio po-tenciada por la influencia de su primera esposa, la alemana Grete Stern, quien también produjo una de las obras más audaces en la historia de la fotografía argentina contemporánea.

Este ciclo creativo vital iniciado en los 30 tuvo su culminación en 1969 con su gran exposición Cuaren-ta años de fotografía, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Habrían de pasar cuarenta años más para que su obra recuperara notoriedad. Gracias al trabajo de investigadores y galeristas locales e internacionales, hemos descubierto que lo que tanto admiramos en la obra de los grandes maestros de la fotografía mundial del siglo XX, ve-nía siendo practicado, con espíritu lúdico e innovador, por un notable artista argentino.

EL PERSONAJE

Espíritu lúdicoe innovador

DANIEL MERLELA NACION

EXPOSICION EN LA UCA

Arte y DiseñoEl Pabellón de las Bellas Artes de la Universidad Católica exhibirá a partir de pasado mañana, a las 18.30, una muestra de Arte y Diseño de Marta Minujín, Edgardo Giménez y Rogelio Polesello, entre otros artistas. Podrá verse en Alicia Moreau de Justo 1300, de martes a domingos, de 11 a 19, de esta ciudad. Entrada libre y gratuita.

Síntesis

Culto católicoSantoral. Santa Juliana. Nacida

en Florencia. Dirigió la rama femenina de la Orden de los Siervos de María.

Liturgia. Primer libro de los Re-yes (21, 17-29) y el Evangelio de San Mateo (5, 43-48).

No es la primera vez que Carlos Slim mueve sus fichas en la Ar-gentina. En anteriores oportuni-

dades, no en petróleo sino en telecomu-nicaciones, ha sido una estrategia del millonario mexicano asociar su agenda de negocios con grandes exposiciones, en las que pone en escena su condición de coleccionista. El hombre más rico del mundo, en un país con 50 millones de pobres, es accionista de The New York Times y el mayor comprador de obras de Rodin del planeta. Tiene más de 300 bronces del escultor francés y un museo de 34 millones de dólares en el vecindario de Polanco, diseñado por su yerno Fernando Romero.

De origen libanés, su padre, Julian Slim Haddad, tenía una tienda de telas, Carlos Slim puede elegir hoy entre comprar su ropa en Sears o en Saks Fifht Avenue, ambas son eslabones de su collar de inversiones. Dicen que prefiere Sears, comer maní japonés y sacarse los zapatos en la oficina.

En su última novela, El mapa y el territorio, que le valió el premio Gon-court 2010, el francés Michel Houllebe-cq se zambulle en el mundo del arte y ubica en el vernissage del protagonista a los tres coleccionistas que “tallan” en el mercado global. Ellos son Carlos Slim Helú, Roman Abramovich y Fran-cois Pinault. Como el francés dueño de Christie’s, que tiene un museo en

Venecia, Slim consolidó su fama de coleccionista con la creación del Museo Soumaya, en homenaje a su esposa, que murió de insuficiencia renal en 1999. La inauguración fue en marzo de 2011, escoltado por el presidente Calderón, Gabriel García Márquez y Larry King.

A diferencia de Eugenio López, compatriota y dueño de la colección Jumex, la mejor de México en arte contemporáneo, Carlos Slim hace gala de un gusto ecléctico. Compra mone-das, bronces, pintura y arte mexicano, para algunos más atento a la cantidad que a la calidad. El habla de un “museo de masas”, mientras los curadores le pegan duro justamente por la ausencia de un “criterio” curatorial.

En Buenos Aires, su presencia con-tundente animó la inauguración de la recordada muestra de la cultura Olmeca en la Fundación Proa en 2004, cuando expandía los intereses de Telmex. Y fue representado por su hijo en el cóctel inaugural de La Era de Rodin, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, sincronizada con un timing perfecto con el lanzamiento de Claro en la Argenti-na, en 2008. Si asume como propios los intereses de la familia Eskenazi, podría montar su próxima muestra en el lobby de la Torre de Pelli, en Puerto Madero.

El coleccionista detrás de la noticiaMARTES VISUALES

ALICIADE ARTEAGA

[email protected]:@alicearte.com

El hombre más rico del mundo,

en un país de cincuenta

millones de pobres, consolidó su relación con el arte al fundar, en

2011, el Museo Soumaya en el Distrito Federal

de México